NUEVAS ACTITUDES PARA NUESTRO OCIO TURÍSTICO Para

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NUEVAS ACTITUDES PARA NUESTRO OCIO TURÍSTICO
Para “hacer” turismo, necesitamos tiempo libre. Es interesante recorrer
las épocas de la historia para analizar el empleo del tiempo libre y el lugar que
en él ocupa el turismo, y reflexionar también sobre las elecciones que hacemos
al planear nuestras vacaciones o escapadas de fin de semana.
Desde los inicios del liberalismo y el puritanismo y con el auge del
capitalismo, el ocio, que podríamos aceptar como una de las formas del tiempo
libre, cayó en desgracia y se lo acusó de ser “la madre de todos los vicios”.
Frases como “el tiempo es dinero” eran aceptadas y festejadas por doquier. La
condena de la burguesía al tiempo perdido o malgastado en actividades no
productivas, se diluyó cuando se hizo evidente, ante el interés económico, que
para mover la máquina social había que fomentar el vapuleado ocio 1 .
Adorno y Horkheimer 2 comprendieron que el rol de las industrias
culturales es fabricar comportamientos de consumo, masificando los modos de
vida. Se trata de asegurar así, sin cesar, el flujo de nuevos productos
engendrados por la actividad económica, cuyos consumidores no experimentan
el deseo espontáneamente. Edgard Bernays –sobrino de Freud--, el inventor
del marketing, escribía en 1928: “El vapor que mueve la máquina social son
los deseos humanos”.
El turismo de masas nació después de la II Guerra Mundial merced a los
adelantos tecnológicos y a las conquistas sociales y fue masivo porque era
accesible a la clase media, y para que los precios fueran una invitación al
consumo, había que estandarizar y “despachar”. Así se acuñaron frases como
“Si hoy es martes, esto es Bélgica”, título de un film que pinta graciosamente el
auge de las excursiones en autocar por Europa en los años 60 y la forma
alocada de consumir y coleccionar museos, souvenir y lugares.
En la antigua Grecia, el “skholé”; era el ideal del ocio creativo: no era un
simple no hacer nada, sino su antítesis: un estado de paz y contemplación
creadora, dedicado a la theoría. “Estamos no ociosos para tener ocio”, decía
Aristóteles. En cambio, para Roma, el otium romano es el medio y el trabajo es
el fin; pero, aclarando que debe ser un otium cum dignitate para las clases
dominantes, porque es justamente Roma la que introduce el ocio de masas,
dando a la plebe panis et circenses. Loisir en francés, leisure en inglés y lazere
en italiano, vienen del latín licet (lo permitido).
En el medioevo había un ideal contemplativo que se refugiaba en los
conventos. Para el pueblo, la noción del tiempo la daban los intervalos de
trabajo entre una fiesta y otra. Para los caballeros, el tiempo libre estaba
marcado por formas de exhibición social y de dolce far niente. La exhibición
exigía consumo y saber consumir.
La gran reforma operada en la religión católica por el calvinismo hizo que
el ocio fuera considerado un vicio, ya que el valor ético y religioso que se
1
Munné, Frederic. Psicosociología del tiempo libre. Trillas, 1988.
Theodor W. Adorno (1903-1969) y Max Horkheimer (1895-1973), filósofos alemanes, fundadores de la Escuela de
Frankfurt
2
defendía era el del trabajo. El ocio era la condena eterna. Con la Revolución
Industrial se da una brutal explotación que somete a los trabajadores, lo que
origina movimientos sociales y sindicales. El ocio burgués era el tiempo que se
lograba sustraer al trabajo. Al cabo de tantos excesos comienza a registrarse
un lento proceso de disminución de las horas de trabajo. En 1883, en "El
derecho a la pereza" Paul Lafargue (yerno de Marx) denunciaba la locura de
los trabajadores al matarse en el trabajo y decía:
Es necesario que el proletariado pisotee los prejuicios de la moral cristiana (…)
es necesario que regrese a sus instintos naturales, que proclame los "derechos de la
pereza", mil veces más nobles y más sagrados que los tísicos derechos del hombre,
redactados por los abogados metafísicos de la revolución burguesa; es necesario que
se obligue a no trabajar más de tres horas por día…
Si nos detenemos a reflexionar sobre la cantidad de horas que
trabajamos actualmente, quizás experimentemos cierta desazón al comprobar
que estamos desandando el camino que tantas luchas obreras abrieron. En los
90, la precarización del empleo modificó la forma, la frecuencia y el contenido
del tiempo libre, al punto que la presión y la inseguridad del empleo producían
temor a ausentarse del lugar de trabajo, y a fraccionar las vacaciones 3 .
Las actuales formas y estilos de consumo, así como el uso del tiempo
libre, varían de acuerdo con las regiones y la composición social. Según la
UNESCO, en promedio, las personas estamos entre 3 y 5 horas frente al
televisor. El Dr. Diego Levis (2005) señala que el entretenimiento se vincula a
la diversión, que es presentada como un mandato. Se llega así a una
construcción simbólica que encierra el uso del tiempo libre en la “obligación” de
divertirse, en especial si es utilizando o consumiendo cualquiera de las
muchísimas oportunidades que ofrece el mercado.
Según Dumazedier 4 , hay una concepción funcional del ocio. Este sería
el conjunto de ocupaciones a las que el individuo puede entregarse con pleno
consentimiento, ya sea para descansar, para desarrollar su información o su
formación desinteresada, su voluntaria participación social o su libre capacidad
creadora cuando se ha liberado de sus obligaciones profesionales, familiares y
sociales.
Frederic Munné sostiene que el tiempo libre consiste en un modo de
darse el tiempo social, personalmente sentido como libre y por el que el
hombre se autocondiciona para compensarse, y en último término, afirmarse
individual y socialmente.
La medida de ese autocondicionamiento se reflejará en lo que llamamos
“modalidades” de hacer turismo: masivo, de alta gamma, cultural, ecológico
(ecoturismo), rural, enoturismo, de aventura, religioso o de fe, idiomático, de
reuniones y muchos otros. En cada una de estas formas hay personas que
buscan algo, según su historia de vida… ¿autenticidad, huida, descanso,
trascendencia, vínculos, emociones…? El subsector turismo, con todos sus
componentes (empresas, profesionales, gobiernos, destinos, comunidades
3
4
OMT. Changes in Leisure Time. The impact on Tourism. 1999
Joffre Dumazédier (1915-2002), sociólogo francés, pionero de la sociología del ocio y la formación.
residentes), tiene el desafío, si se concibe a sí mismo como un sistema
inteligente, de esforzarse por ofrecer “lugares de encuentro no vacíos” –
parafraseando a Dean MacCannell 5 --, donde tanto turistas como residentes
puedan vivir experiencias enriquecedoras. Decía Richard Francis Burton, en
First Footsteps in Eastern África, 1856: “Un viaje, de hecho, atrae a la
Imaginación, a la Memoria y a la Esperanza, las tres Gracias de nuestra
esencia moral”.
Esa visión de los viajes, algo romántica e ingenua, desde los ojos
asombrados de un explorador, es la que más se acerca al turismo que invito a
practicar, convencida de que podemos autocondicionarnos y alejarnos del
televisor y del consumo frenético, para hacer de nuestros viajes un motivo de
placer y no de estatus, una fuente de conocimiento y no de estrés y confusión,
una oportunidad para el diálogo y la reflexión, dejando volar la imaginación, el
altruismo y la sensibilidad.
Lic. Adriana E. Romero
Asesora del Senador Nacional César A. Gioja
H. Yrigoyen 1708, 5to "508"
Tel 4010-3000, Int. 3555
5
Dean MacCannell, Lugares de encuentro vacíos. Melusina, 2007.
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