368 PIMIENTA, CLAVOS DE OLOR Y MIEL

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LA VENTANA, NÚM. 14 / 2001
CHIQUI RAMÍREZ
lándola con Nils Coronado. Y los otros
PIMIENTA, CLAVOS DE
OLOR Y MIEL
bravos porque decían que era música
imperialista. ¡Qué ignorancia! Marineros en la mar de radio exterior de España. Cómo me hubiera gustado ser
Metida en la hamaca, trataba de escu-
marinero. Pero para eso hubiera teni-
char las ondas internacionales de ra-
do que nacer hombre, pensó.
dio. El ruido de la lluvia que caía sobre
la carpa amarrada a los árboles no la
¡Imaginar un pescado preparado
con crema de cangrejo!
dejaba oír. Despacito movía el botón.
—¡Oíste, Teshita! ¡Crema de can-
Con el oído bien atento, lista para de-
grejo! ¿Cómo harán la crema de can-
tenerse al captar las voces conocidas
grejo?
que, de tanto escucharlas, sonaban
Le gritó Pascual en la oscuridad de
familiares. ¡Ah! El pequeño radio de
la noche, como siempre que oía algo
baterías era su única ventana al mun-
interesante y que sabía que ella tam-
do, hacia la civilización moderna. Ro-
bién estaba escuchando.
bándole tiempo al sueño se mantenía
informada de los avances técnicos y
—¡Sí! ¡Ya oí!—. Le contestó a gritos sobre el ruido de la tormenta.
científicos; sobre las últimas películas,
— ¡Seguro primero ordeñan a la
¡con lo que le gustaba ir al cine!, con
cangreja!—. Y escuchaba cómo se reía.
los éxitos musicales del momento.
Pero esa noche se dejaba llevar por
¡Cómo imaginar un disco de diez
la descripción de una exposición de
centímetros que encierra una enciclo-
pintura impresionista en New York.
pedia completa de doce tomos! ¡Un
Cerraba los ojos e imaginaba el vestí-
concierto de jazz en la
de Londres!
bulo de la galería, las luces, el movi-
¡Hello Dolly!, con Louis Amstrong bai-
miento de las personas allí reunidas
BBC
EN LA MIRA
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elegantemente vestidas, el murmullo.
Cuando salió de debajo de la car-
Un autorretrato de Van Gogh, vibran-
pa, fusil al hombro, la compa ya había
te de color, con la mirada fija, inquisi-
desaparecido en la oscuridad de la
dora. La Gare Saint Lazare de Claude
noche. Como pudo la alcanzó, porque
Monet, las Danseuses de Degas, Toulo-
a pesar de sus años se movía ágilmente
use Lautrec, Renoir regresaron a su
entre los matorrales, bejucos y árbo-
mente. Eran los impresionistas que
les del campamento. La lluvia, los true-
conoció en su visita al M useo del Er-
nos y los rayos caían por aquí y por
mitage en Leningrado y después por
allá mientras los árboles se mecían al
sus estudios en historia del arte en la
ritmo de la música de sus ramas bajo
Universidad de San Carlos.
la tormenta.
El agua se deslizaba de los troncos
de los árboles hacia los lazos de la
A tiempo terminamos las camisitas
y los pañales, pensó.
hamaca, desviándose por los calceti-
Semanas antes, como siempre que
nes amarrados con ese fin. Un zancu-
esperaban un muchachito, las muje-
do trataba inútilmente de atravesar el
res del campamento habían ido a bus-
mosquitero.
car trapos viejos a un buzón. Llegaban
Una voz la transportó a su realidad.
a los buzones que a la carrera habían
—¡Compa! ¡Compa, venga a ayudar-
hecho los pobladores de las aldeas,
me! ¡Sandra ya empezó con los dolores!
cuando supieron que los soldados ve-
Apagó la radio. Se sentó en la ha-
nían masacrando, violando a las mu-
maca y alcanzó las botas de hule, sa-
jeres, robando. Con el sentimiento de
cudiéndolas antes de ponérselas por
violar la intimidad de otros, en silen-
aquello de los alacranes y otros bichos
cio levantaban las ramas y los troncos
que llegaban atraídos por el olor a
caídos, de lo que había sido un techo
moho de los pies siempre húmedos.
que cubriría las pertenencias que pro-
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tegieron del saqueo. Contemplaban los
amatle, hacía hervir una infusión con
cortes y los güipiles que desafiaban la
nueve pimientas gordas, nueve clavos
humedad de la selva con sus vivos
de olor, una rajita de canela y miel de
colores, en espera de las mismas ma-
chumelitas. La bebida se le adminis-
nos que primorosamente los habían
traba a la parturienta para ayudarla en
tejido. Trastos abollados, una piedra
la dilatación.
de moler, un pedazo de cama, mudos
Un rayo iluminó el recio cuerpo
testimonios de un orden social mile-
desnudo, moreno y sudoroso de la
nario cortado, cuando los helicópte-
mujer que, acuclillada sobre un tapes-
ros descendieron vomitando a la tropa
co, con el pelo largo suelto sobre la
que se lanzó al ataque ametrallándo-
espalda, pujaba apretando los dientes.
los, asesinándolos, quemándoles sus
Segundos después un trueno hizo es-
ranchos y sus milpas.
tremecer la tierra.
Los sorprendieron durmiendo. ¿Pe-
—Sostengámosla de los sobacos
sadilla o realidad? Nunca lo supieron.
para que pueda echar fuerzas—, le dijo
Y regresaban en silencio con unos
cuantos trapos.
la mujer.
De un salto se subió al tapesco y
Pero coser la ropita para el nuevo
deslizó sus manos debajo de los bra-
niño era una ocasión especial para las
zos calientes y mojados y haciendo
compas que, alrededor de la radio, es-
palanca con la rodilla en la espalda de
cuchaban Kaliman, el hombre increíble
Sandra, logró enderezarla para que
en la voz del Junco, mientras habla-
pudiera pujar.
ban cosas de mujeres.
De la carpa caían chorros de agua
Llegaron hasta la posición de San-
empapando los cuerpos de las tres
dra. Agonizante, un pequeño fuego
mujeres que se confundían en la os-
hecho entre las raíces de un árbol de
curidad, en una lucha sorda debajo de
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la tormenta. Sandra dio un grito de
La difícil decisión de separarse de sus
dolor y la vieja quedamente, con voz
hijos para no arrastrarlos a su suerte.
firme, le dijo:
Su incorporación a las aldeas en resis-
— ¡Cállate!
tencia.
Estoica, la joven mujer soportaba
Pero había que actuar rápido. Me-
las contracciones. Perdieron la noción
tió sus dedos entre la boca del bebé
del tiempo. Sandra era primeriza y al
para sacarle las flemas y el llanto trajo
parecer la criatura estaba demasiado
el canto de una nueva vida. Cortó el
grande y tenía problemas para nacer.
ombligo, cauterizándolo con un hie-
La lucha entre la vida y la muerte, la
rro calentado al rojo vivo y mientras
luz y la oscuridad, la lluvia, la existen-
la otra mujer se ocupaba de Sandra,
cia, el vacío. El olor agridulce de se-
bañó al niño con el agua de lluvia que
creciones femeninas, del monte y la
caía de la carpa.
tierra mojada, de sudor lavado sin ja-
Heddy le llamaron al nuevo compita.
bón, se apoderaba de sus narices. Fi-
La estación de aguas había pasa-
nalmente vio asomar el pelito negro y
do. A lo lejos, los saraguates rompían
húmedo.
el silencio de la tarde con sus poten-
—¡Allí viene! —gritó emocionada—, ¡puje otro poco más, compa!
El niño sacó la cabecita, asomó un
hombro y, como vomitado, se deslizó
tes aullidos, llamando la lluvia a que
refrescara la tierra y el bebé les contestaba, imitándolos, ante el asombro
de todos los del campamento.
sobre el tapesco. Lo tomó entre sus
Heddy tenía una gran curiosidad
manos y recordó con dolor su mater-
por las ventanas de la selva que le de-
nidad truncada. El asesinato de su
jaban ver retazos del cielo. Acostado
marido. El exilio. La pérdida de su tra-
sobre el tapesco disfrutaba mirando las
bajo como maestra, su casa, su perro.
copas de los árboles entrelazados en
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lo alto del campamento. Los monos
curiosos llegaban a verlo y los faisanes con su aleteo lo hacían reír. Después, al llevarlo sentado sobre el brazo,
Heddy siempre iba mirando hacia arriba. No quería perderse un solo detalle
CANDELARIA OCHOA ÁVALOS
AVANCES DEL
II COLOQUIO DE
PROGRAMAS Y CENTROS
DE ESTUDIOS DE GÉNERO
EN MÉXICO
de lo que allí pasaba.
Y, observando a Heddy, comprendió las inquietudes de los mayas anti-
Los días 23, 24 y 25 de agosto del pre-
guos. El porqué, en esfuerzo colectivo,
sente año, se realizó el I Coloquio
fueron construidos esos grandes com-
Nacional de Programas y Centros de
plejos urbanos, unidos por Sac’bes en
Estudios de Género en la ciudad de Mon-
medio de la selva. De un manotazo, el
terrey, Nuevo León. Fue una reunión
hombre maya limpió la selva, constru-
con poca asistencia, ya que dos días
yó las pirámides, observó las estrellas
antes cancelaron compañeras de 18
y midió el tiempo hasta arrancarle al
universidades; sin embargo, ello no fue
cielo sus secretos.
impedimento para que quienes coinci-
—Y yo buscando en la radio cosas
interesantes— se dijo.
dimos tuviéramos una discusión interesante.
Un avión rasgó el tiempo lanzan-
Para empezar contamos con dos
do una bomba que cayó en medio del
conferencias magistrales, una a cargo
campamento. Los ojos sin vida de
de Gabriela Delgado Ballesteros, en la
Heddy siguieron mirando las ventanas
que nos explicó con detalle algunos
de la selva.
de los problemas existentes vincula-
Toronto, Canada,
8 de noviembre de 1999.
dos al género y la educación, así como
a la problemática que enfrentamos las
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