Defensor del Pueblo Ecuador orden de los apellidos que se

Anuncio
Empoderamiento de la Mujer: Derechos Económicos y Sociales y Participación Política:
"Participación y temas emergentes
Defensor del Pueblo Ecuador
La Defensoría del Pueblo de Ecuador ha realizado observaciones al Proyecto de Ley sobre el
Registro Civil a fin de modificar la normativa que data de 1970 que no corresponde a la
realidad actual. Dicha propuesta hace referencia a los Apellidos en tres situaciones: i) el
orden de los apellidos que se decidirá registrar a los hijos/as; ii) El orden de los
apellidos que deberá llevar quien es reconocido posteriormente por padre o madre; y, iii)
los apellidos del marido que podrán adoptar las mujeres casadas, viudas o divorciadas.
1. Orden de los apellidos
Los padres y madres deberán acordar que apellido se pone primero, en caso de
desacuerdo debería ser tomado el de la madre. Si el reconocimiento es posterior
se debe escuchar al adolescente y tomar en cuenta el apellido de quien
reconoció en primer lugar al niño o niña, sobre todo si el reconocimiento es
posterior a los 5 años. (fundamentados en la igualdad formal, derecho a la
identidad personal, libre desarrollo de la personalidad y participación de
adolescentes: Constitución 2008, CEDAW y Convención de derechos de los
niños)
Respecto del orden de los apellidos con que se decidirá registrar a los hijos/as, La
Defensoría plantea que de acuerdo con el avance que en materia de igualdad formal y
material se pretende realizar al proponer dentro del proyecto de reforma a la ley del
registro civil, en el Art.1, que sean el padre y madre quienes acuerden el orden de los
apellidos que desean para sus hijos/as, debido a que es una reforma que se encuentra de
conformidad a lo prescrito en la Constitución de la República en el Art. 66 Núm. 5 que
garantiza “El derecho al libre desarrollo de la personalidad, sin más limitaciones que los
derechos de los demás”, y en el numeral 28 del Art. 66 de la misma que garantiza la
identidad, en los siguientes términos:
“El derecho a la identidad personal y colectiva, que incluye tener nombre y
apellido, debidamente registrados y libremente escogidos; y conservar, desarrollar
y fortalecer las características materiales e inmateriales de la identidad, tales
como la nacionalidad, la procedencia familiar, las manifestaciones espirituales,
culturales, religiosas, lingüísticas, políticas y sociales.”
Sin embargo respecto a que en caso de desacuerdo entre los progenitores, deberá ser
inscrito con el apellido paterno, consideramos que no es una propuesta que avance en el
reconocimiento de los derechos de la mujer, pues como la justificación contenida de la
misma propuesta de ley lo menciona, existe una tradición que muestra culturas
patriarcales, en donde la persona de sexo masculino se ha erigido como el jefe de la casa
y en general goza de un mayor aprecio social. La preponderancia del varón en la
sociedad ha llegado a constituirse en ámbitos como la familia y el trabajo.
Por esta razón el propósito de la ley podría quedar en el vacío, por lo que consideramos
que en mérito de lo previsto en el Art. 2 de la Convención sobre la Eliminación de
Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, que establece la condena a la
discriminación contra la mujer y los compromisos estatales asumidos en virtud de la
ratificación de este instrumento, entre los cuales se encuentran: 3. “Adoptar todas las
medidas adecuadas, incluso de carácter legislativo, para modificar o derogar leyes,
reglamentos, usos y prácticas que constituyan discriminación contra la mujer”; además a
la estrecha relación que existe entre la madre y su descendiente, por razones de carácter
biológica y social (la madre lleva en su vientre nueve meses a su hijo y lo alimenta de
su ser durante algún tiempo), la ley debería contener la posibilidad de que en caso de
desacuerdo en el orden de apellidos, el inscrito lleve como primer apellido el apellido de
la madre.
Respecto del Artículo 2 del proyecto de reforma a la ley del registro civil sobre orden de
los apellidos que deberá llevar quien es reconocido posteriormente por el padre o madre,
en la misma línea que venimos sosteniendo, consideramos que debería contemplarse a
las dos partes de la relación en igualdad de condiciones para adoptar los apellidos.
No se ha previsto en la propuesta de Ley, el derecho que según el Art. 12 sobre la
Convención de los Derechos del Niño tienen los niños/as, adolescentes de ser
escuchados en estos procesos que puede cambiar su identidad original al trastocar sus
apellidos como originalmente se le ha venido llamando. Tal como está redactada la
propuesta de ley podría dar cabida a que muchos niños/as, adolescentes o inclusive
personas adultas que son reconocidos por su progenitor, corran el riesgo de perder su
identidad personal, pues al cambiarse el orden de sus apellidos, automáticamente
pasarán a llamarse de otra manera.
La identidad es el “conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad
que los caracterizan frente a los demás”,1[1] lo cual tiene íntimas semejanzas con la
originalidad, singularidad, particularidad y peculiaridad, así como la caracterización
propia que tiene una persona y que la diferencia con los demás. En este sentido, los
nombres (entendido como nombres y apellidos) son un componente esencial de esa
identidad, la cual debe ser protegida y garantizada por el estado, por consiguiente el
cambio de apellidos de una persona que por años se lo conoce, se hace llamar y se
identifica como tal, no puede alterarse por decisión de un tercero que lo reconoce,
menos aún si este reconocimiento es producto de una obligación judicial, como sucede
cuando el reconocimientos es establecido mediante sentencias judiciales de paternidad.
La Convención sobre Derechos del Niño en el Art. 8 obliga a los Estados Parte “a
respetar el derecho del niño a preservar su identidad, incluidos la nacionalidad, el
nombre y las relaciones familiares.
La importancia del nombre y de la inscripción de un niño o niña al momento de nacer y
de conservar su identidad, con los nombres y apellidos libremente escogidos por el
padre y madre, ha sido analizada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en
el caso Niñas Yean Bosico vs. República Dominicana2. En dicha Sentencia la Corte
Interamericana ha dicho que “Una vez registrada la persona, se debe garantizar la
posibilidad de preservar y restablecer su nombre y su apellido, pues el nombre y los
apellidos son esenciales para establecer formalmente el vínculo existente entre los
diferentes miembros de la familia con la sociedad y con el Estado.
1
Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, vigésimo
segunda edición, 2011
2
Caso Yean Bosico vs. República Dominicana (Corte Interamericana de Derechos Humanos 8 de
Septiembrede 2005), parráfos 182-184.
Por estas consideraciones, proponemos que la inscripción de un hijo o hija reconocido
debe mantener como primer apellido, el apellido original del progenitor o progenitora
que le haya reconocido o inscrito originalmente, más aún si este reconocimiento se
realiza posterior a la edad de los 5 años del niño/niña.
a) Apellido del marido
Para que la disposición, de que las parejas que quieran puedan adquirir el apellido
del otro cónyuge, este bajo principios de igualdad es necesario que la misma vaya
dirigida en el sentido de que tanto el hombre como la mujer que decida agregar a su
apellido el de su marido o esposa, lo haga. Pues si se lo hace respecto de la mujer
exclusivamente, seguimos repitiendo los patrones culturales y sociales de
machismo. (derecho a la igualdad, identidad, eliminación de discriminación:
constitución 2008, CEDAW)
Respecto de los apellidos del marido que podrán adoptar las mujeres casadas, viudas o
divorciadas, casualmente la misma propuesta de ley en sus considerandos y
fundamentación hace una buena ejemplificación acerca de los criterios de igualdad y no
discriminación que debe garantizarse a todas las personas, especialmente a las mujeres
por su situación de histórica discriminación y marginación.
Al establecerse esta reforma que pretende incorporar el apellido del esposo a la mujer,
se está haciendo una regresión en la concepción de igualdad formal y material entre los
dos géneros, pues este hecho trata de asimilar que el hombre en su calidad de esposo
tiene la posibilidad privilegiada de incorporar su apellido y desplazar la identidad de su
cónyuge.
El artículo primero de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer (dentro de este apartado B, la Convención), describe los
actos que se entienden como discriminatorios:
“A los efectos de la presente Convención, la expresión ‘discriminación contra la
mujer’ denotará toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga
por objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por
la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del
hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las
esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera”.
El Art. 2 de la Convención, establece la condena a la discriminación contra la mujer y
los compromisos estatales asumidos en virtud de la ratificación de este instrumento,
entre los cuales se encuentran: 1. “… asegurar por ley u otros medios apropiados la
realización práctica de este principio”; 2. “Abstenerse de incurrir en todo acto o práctica
de discriminación contra la mujer practicada por cualesquiera personas, organizaciones
o empresas”; 3. “Adoptar todas las medidas adecuadas, incluso de carácter legislativo,
para modificar o derogar leyes, reglamentos, usos y prácticas que constituyan
discriminación contra la mujer”; entre otras.
El Art. 15: 1 obliga a los Estados Partes a que reconozcan a la mujer la igualdad con el
hombre ante la ley. 2. Los Estados Partes reconocerán a la mujer, en materias civiles,
una capacidad jurídica idéntica a la del hombre y las mismas oportunidades para el
ejercicio de esa capacidad (...).
En el mismo sentido, el Art. 16 menciona que los Estados Partes adoptarán todas las
medidas adecuadas para eliminar la discriminación contra la mujer en todos los asuntos
relacionados con el matrimonio y las relaciones familiares y, en particular, asegurarán
en condiciones de igualdad entre hombres y mujeres: (…) c) los mismos derechos y
responsabilidades durante el matrimonio y con ocasión de su disolución. d) Los mismos
derechos y responsabilidades como progenitores, cualquiera sea su estado civil, en
materias relacionadas con sus hijos; en todos los casos, los intereses de los hijos serán la
consideración primordial. (…) g) Los mismos derechos personales como marido y
mujer, entre ellos el derecho a elegir apellido, profesión y ocupación.
La Constitución ecuatoriana consagra el derecho a la no discriminación, y a la igualdad
material y formal, en el Art. 66 numeral 4, comprometiéndose el Estado a desarrollar y
ejecutar planes y programas que permitan la igualdad material entre hombres y mujeres,
empezando su aplicación en el sector público (Art. 70).
Con base a lo antes manifestado, consideramos que si la pretensión de la propuesta de
ley es legislar casos en los cuales las parejas quieran adquirir el apellido del otro
cónyuge, bajo principios de igualdad es necesario que la disposición vaya dirigida en el
sentido de que tanto el hombre como la mujer que decida agregar a su apellido el de su
marido o esposa, lo haga. Pues si se lo hace respecto de la mujer exclusivamente,
seguimos repitiendo los patrones culturales y sociales de machismo.
Sin embargo, no creemos que la adopción del apellido del cónyuge sea un tema de
demanda de derechos en nuestro país, por lo tanto, consideramos que es totalmente
innecesaria dicha reforma, pues de darse asentará los patrones patriarcales y de
discriminación que pasará de ser una costumbre, a convertirse en norma legal.
Descargar