San Pío X y el reinado social de Cristo

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE LA SANTA CRUZ
FACULTAD DE TEOLOGIA
Luis Cano Medina
San Pío X y el reinado social de Cristo
Tesis de licenciatura dirigida por
Prof. Dr. D. José Luis Illanes
ROMA 2003
© 2003 Luis Cano Medina
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ÍNDICE GENERAL
PRESENTACIÓN
5
CAPITULO I. EL REINADO DE CRISTO EN EL MAGISTERIO Y EN LA
ESPIRITUALIDAD CONTEMPORÁNEAS: SÍNTESIS HISTÓRICA 8
1. La reacción ante el proceso de descristianización ...................................... 10
2. Cristocentrismo, Sagrado Corazón y Cristo Rey ....................................... 23
CAPITULO II. UNA APROXIMACIÓN A LA VIDA Y DOCTRINA
DE GIUSEPPE SARTO, SAN PÍO X
39
1. Síntesis biográfica ...................................................................................... 40
2. Las influencias recibidas por Giuseppe Sarto ............................................ 49
3. El Magisterio de Pío X ............................................................................... 54
4. La perspectiva religiosa de Pío X ............................................................... 60
5. El Magisterio de Pío X y la realeza de Cristo ............................................ 62
6. Algunas consideraciones acerca del significado del instaurare omnia in
Christo ............................................................................................................ 66
CAPITULO III. SAN PÍO X Y LA INSTAURACIÓN DE TODAS
LAS COSAS EN CRISTO
71
1. Encíclica E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903) .............................. 71
2. Encíclica Ad diem illum laetissimum (2-II-1904) ...................................... 78
3. Encíclica Iucunda sane (12-III-1904). ....................................................... 81
4. Encíclica Acerbo nimis (15-IV-1905) ........................................................ 85
5. Encíclica Il fermo proposito (11-VI-1905) ................................................ 87
6. Encíclica Pascendi dominici gregis (8-IX-1907) ....................................... 99
7. Exhortación Haerent animo (4-VIII-1908) .............................................. 100
8. Encíclica Communium rerum (21-IV-1909) ............................................ 104
9. Encíclica Editae saepe (26-V-1910) ........................................................ 106
10. Carta Notre charge apostolique (25-VIII-1910) .................................... 109
11. Otros documentos de Pío X.................................................................... 111
12. Síntesis de las enseñanzas magisteriales de Pío X ................................. 114
CONCLUSIONES
119
BIBLIOGRAFÍA
128
1. FUENTES ................................................................................................ 128
a) Intervenciones de Pío X durante su pontificado:
128
b) Escritos de Giuseppe Sarto anteriores al pontificado: ............................. 129
c) Documentos relativos al proceso de beatificación y canonización: ......... 130
2. BIBLIOGRAFÍA ...................................................................................... 130
a) Sobre la espiritualidad, el Magisterio, la devoción al Sagrado Corazón,
la realeza de Cristo y otras cuestiones de historia de la Iglesia en la Edad
Contemporánea: ........................................................................................... 130
b) Acerca de San Pío X: ............................................................................... 135
PRESENTACIÓN
La historia de la devoción a Cristo Rey o de la doctrina de su reinado
social puede situarse grosso modo entre el último tercio del siglo XIX y la
primera mitad del XX. Durante ese tiempo, fue difundiéndose en el mundo
católico la urgencia de proclamar y realizar efectivamente la soberanía de
Cristo sobre todos los ámbitos —sociales, políticos, culturales— de la vida
humana, como respuesta a la progresiva descristianización que se percibía
en amplios sectores de la sociedad occidental.
Muy unida al Sagrado Corazón desde el principio, la idea de la
realeza de Cristo se extendió como devoción y también como tarea. Se
quería implantar su reinado social y con ese propósito se fundaron nuevas
congregaciones religiosas, movimientos de apostolado laical, cofradías,
publicaciones y se llevaron a cabo otras muchas iniciativas. La realeza de
Cristo superó el ámbito estrictamente devocional, para convertirse en un
ideal que impulsó la vida espiritual, el apostolado, la acción social y hasta
política de varias generaciones de católicos. En cierta forma, representaba
un modo de entender la relevancia pública o social de la fe y de la moral
católicas en el mundo contemporáneo.
Fue también un emblema militante para defender los derechos de
Dios y de la Iglesia contra la política laicista de algunos gobiernos
liberales, y después, para oponerse al comunismo, el nazismo y el
fascismo. En Alemania, hubo quienes se rebelaron contra Hitler en
nombre de Cristo Rey, y algo parecido sucedió en México, durante la
rebelión de los cristeros, o en España, en medio de la persecución
desencadenada en tiempos de la II República: miles de mártires
derramaron su sangre gritando ¡viva Cristo Rey!, renunciando a lanzar
otros vivas que les hubieran librado de la muerte 1.
Se ha llamado a Cristo Rey una devoción política, porque aspiraba a
configurar cristianamente la sociedad, en contra de quienes defendían la
irrelevancia social de la fe, o incluso proponían eliminar toda religión. En
rigor, habría que hablar de varias devociones a Cristo Rey en el mismo
periodo. La más conocida, de la que trataremos en este trabajo, es la que
acabamos de mencionar, pero no fue la única: existieron otras, que
interpretaron el reinado de Cristo en sentido interior y espiritual.
Se trata, pues, de un fenómeno que presenta múltiples facetas y que
toca algunas cuestiones especialmente importantes de la historia religiosa
contemporánea. Su estudio permite reconstruir una parte de la
espiritualidad y de la vida católica de comienzos del siglo XX, y
comprender mejor cuál ha sido su desarrollo posterior, hasta nuestros días.
El tema puede abordarse desde varios puntos de vista y ofrece
diversos filones de investigación, algunos inexplorados todavía. Uno de
ellos es analizar la posible influencia que tuvo el Magisterio pontificio en
el arraigo y la comprensión del tema de la realeza. En este aspecto, la
figura más importante es Pío XI, que asumió el ideal de realizar la Pax
Christi in Regno Christi y cuyo pontificado está, por así decir, presidido
por la idea de la realeza. En su encíclica Quas primas desarrolló
ampliamente esta doctrina e instauró la fiesta de Cristo Rey. En vistas de la
implantación del reinado de Cristo, impulsó con todas sus fuerzas la
Acción Católica y la actividad misionera de la Iglesia.
La recepción en España del Magisterio del papa Ratti sobre Cristo
Rey es el tema que esperamos abordar en la futura tesis doctoral. Como
preparación a ese estudio, nos propusimos dedicar la presente tesis de
1
Cfr. CÁRCEL ORTÍ, V., Historia de la Iglesia, vol. III, Madrid 1999, pp. 414-415.
PRESENTACIÓN
7
licenciatura a conocer qué precedentes existían en el Magisterio de San Pío
X y de Benedicto XV sobre la realeza. La aportación de los dos papas a
este tema ha sido poco estudiada: la bibliografía consultada suele conectar
directamente el pensamiento de Pío XI con el de León XIII.
Esta solución de continuidad con sus dos inmediatos predecesores,
contrastaba con unas palabras de Pío XI en su primera encíclica. Hablando
del reinado de Cristo, el papa Ratti se declaraba continuador de Pío X y
Benedicto XV: “Cuando Pío X se esforzaba por restaurar en Cristo todas
las cosas, preparaba, como movido por una inspiración divina, la gran
obra del restablecimiento de la paz, que había de ser más tarde el programa
de Benedicto XV. Nos, prosiguiendo la doble finalidad de nuestros dos
predecesores, concentraremos todos nuestros esfuerzos en realizar la paz
de Cristo en el reino de Cristo” 2 . De estas palabras, nos interesó
especialmente la mención a Pío X, cuya “finalidad” quedaba expresada
para Pío XI en la segunda parte de su lema pontificio: “el reino de Cristo”.
Este dato sugería dedicar una especial atención al Magisterio del papa
Sarto, que pronto se reveló una materia más amplia y rica de lo previsto.
Además, convenía ofrecer una visión de conjunto del tema de la realeza,
reconstruyendo su evolución histórica y aludiendo al Magisterio de León
XIII. Por estas razones, para no sobrepasar los límites razonables de una
tesis de licenciatura, hubo que abandonar el proyecto inicial de referirse en
estas páginas a Benedicto XV, para centrarse en San Pío X.
Nuestra exposición comenzará con una síntesis de la historia de la
realeza hasta Pío XI. Después incluiremos una breve biografía del papa
Sarto y aludiremos a varias características de su Magisterio. El tercer
capítulo estará dedicado al estudio de sus documentos más importantes.
Por último, expondremos nuestras conclusiones.
2
Pío XI, Enc. Ubi arcano (23-XII-1922), AAS 14 (1922), n. 43 en la edición de Doctrina
pontificia III. Documentos sociales, Madrid 1959, p. 574.
CAPITULO I
EL REINADO DE CRISTO EN EL MAGISTERIO
Y EN LA ESPIRITUALIDAD CONTEMPORÁNEAS:
SÍNTESIS HISTÓRICA
El 11 de diciembre de 1925, Pío XI promulgó la encíclica Quas
primas 3, en la que exponía la doctrina de la realeza de Cristo e instituía la
fiesta de Cristo Rey para la Iglesia universal. Desde el punto de vista
estrictamente dogmático, el tema central del documento no representaba
una novedad: Pío XI alegaba el testimonio de la Escritura, de la Tradición
y de la Liturgia sobre la realeza de Cristo. Sin embargo, la proclamación
de ese título cristológico y la instauración de una fiesta y de un culto
específicos significaron dar un paso de bastante relevancia.
Supuso la plena recepción magisterial de una doctrina y de una
devoción que se encontraban ya bastante difundidas en el mundo católico,
desde hacía decenios, aunque hasta ese momento no era unánime la
opinión sobre la necesidad u oportunidad de un pronunciamiento solemne
del Papa al respecto. Con la publicación la Quas primas, terminaron las
reticencias, y la doctrina de la realeza vivió momentos de esplendor, hasta
decaer progresivamente en torno a la mitad del siglo XX.
En el presente capítulo trataremos de exponer cómo nació y se
difundió la idea de Cristo Rey en la Edad Contemporánea, hasta la
3
Cfr. AAS 17 (1925), pp. 563-610.
CAPÍTULO I
9
publicación de la Quas primas: qué factores favorecieron su difusión y
cómo intervino en ese proceso el Magisterio. Debemos advertir que se
trata de un escenario muy complejo, en el que confluyen múltiples factores:
devocionales, doctrinales, espirituales, culturales, sociales, e incluso
políticos. A nuestro juicio, la historiografía religiosa no ha descifrado
todavía ese cuadro de manera satisfactoria, aunque se han realizado
intentos parciales 4. Por eso, nuestra aproximación será parcial y limitada,
y se detendrá solo en algunos de esos factores, los que encontraron mayor
eco en el Magisterio y más contribuyeron —a nuestro juicio— a perfilar la
4
Destaca el esfuerzo de Daniele Menozzi durante el último decenio, que ha estudiado las
connotaciones políticas de la devoción al Sagrado Corazón y a Cristo Rey. Pueden verse
las siguientes publicaciones: MENOZZI, D., La Chiesa cattolica e la secolarizzazione,
Torino 1993; Id., Liturgia e politica: l'introduzione della festa di Cristo Re, en
Cristianesimo nella storia. Saggi in onore di Giuseppe Alberigo, Bologna 1996; Id.,
Regalità sociale di Cristo e secolarizzazione. Alle origini della "Quas primas", en
Cristianesimo nella Storia 16 (1995), pp. 79-113; Id., Devozione al Sacro Cuore e
instaurazione del regno sociale di Cristo: la politicizzazione del culto nella Chiesa
ottocentesca, en Santi, culti, simboli nell'età della secolarizzazione (1815-1915), Torino
1997; Una devozione politica tra 800 e 900. L'intronizzazione del S. Cuore nelle famiglie,
en Rivista di storia e letteratura religiosa 33 (1997), pp. 29-65; Id., Il primo
riconoscimento pontificio della regalità sociale di Cristo: l'enciclica "Annum Sacrum" di
Leone XIII, en Anima e paura. Studi in onore di Michele Ranchetti, Macerata 1998, pp.
287-305.
Varios de los trabajos citados están reelaborados e incluidos en el volumen: MENOZZI,
D., Sacro Cuore. Un culto tra devozione interiore e restaurazione cristiana della società,
Viella 2001, donde el autor explica el punto de vista historiográfico adoptado en sus
trabajos sobre el Sagrado Corazón y la realeza. A Menozzi le ha interesado “analizzare le
dimensioni politiche che sono state attribuite alla pietà per il s. Cuore” (p. 13). En
consecuencia, “si è deciso di prendere in considerazione solo quella documentazione da
cui emergesse, in maniera esplicita od implicita, una qualche dimensione politica del
culto al s. Cuore” (p. 14).
Es necesario contar con esta advertencia del autor a la hora de analizar sus trabajos. Su
tesis fundamental es que la afirmación de la realeza de Cristo se produce en el mundo
católico como respuesta a la secularización, y aspira a instaurar un orden teocrático o
hierocrático en la sociedad, siguiendo el modelo medieval de la societas christiana. La
realeza de Cristo tiene, para este autor, un fundamental sentido político, aunque haya
encontrado un cauce devocional y después litúrgico en el culto al Sagrado Corazón, cuyo
reinado social se buscaba instaurar. La fiesta de Cristo-Rey, proclamada en la Enc. Quas
primas de Pío XI sería el acto de plena recepción pontificia de este modelo de
restauración hierocrática.
LUIS CANO MEDINA
10
doctrina pontificia sobre la realeza de Cristo. Ésta se configurará como una
respuesta a la progresiva descristianización de la sociedad, y como un
modo de afirmar la soberanía de Dios sobre la humanidad, simbolizada en
la figura del Sagrado Corazón-Rey. Esta soberanía se plasmará en la idea
de civilización cristiana, entendida como un orden social configurado en
consonancia con los postulados éticos del cristianismo, renovado y
vivificado por el influjo espiritual de la Iglesia.
1. La reacción ante el proceso de descristianización
La descristianización es un fenómeno que ha tenido variadas y
cambiantes manifestaciones a lo largo de la Edad Contemporánea, desde la
Ilustración hasta nuestros días. No nos podemos detener aquí en analizar
sus raíces ni las causas que lo provocaron: ideológicas, sobre todo, pero
también sociales, culturales y políticas. Situándonos en el siglo XIX,
puede decirse que la descristianización a la que nos referimos tiene
muchos puntos en común con la secularización 5 traída por la modernidad.
En línea de principio, la secularización proponía una separación entre la
Iglesia y el Estado, entre la vida religiosa y civil, una valoración mayor de
las realidades temporales que no implicaba necesariamente la negación de
Dios o de la religión 6. Al menos en teoría, porque históricamente —salvo
algunas excepciones— no sucedió así.
En el plano político, por ejemplo, el principio de autonomía liberal
podía haber representado un alivio para la Iglesia, que había
experimentado durante largo tiempo el pesado yugo del regalismo. Pero el
Estado liberal se presentó como agnóstico y proclive a relegar la religión a
la esfera meramente privada. En la mayoría de los países en los que triunfó,
el Estado neutral se mostró en realidad arreligioso o enemigo de la Iglesia
católica institucional.
5
Aunque más tarde se hablará de una secularización que no implica un rechazo de la idea
cristiana, sino más bien una desclericalización de la vida social y una pretensión de justa
autonomía del orden temporal respecto al espiritual. Cfr. FAZIO, M., Storia delle idee
contemporanee, Roma 2001, p. 11.
6
Sobre la secularización, analizada en clave de teología de la historia puede verse el
trabajo de ILLANES, J.L., Historia y sentido, Madrid 1997, pp. 162-167.
CAPÍTULO I
11
A lo largo del siglo XIX, el proceso de secularización tomaría en
occidente la apariencia de un rechazo sistemático del cristianismo o de la
Iglesia institucional. Al menos a los ojos del mundo católico y del papado,
cuyo punto de vista nos interesa considerar aquí, para sopesar su posterior
reacción. Esta descristianización se presentaba como un fenómeno que
afectaba a grandes masas —no sólo a individuos aislados— y en países de
vieja tradición católica. Sus ideas y actitudes habían permeado poco a
poco los más variados campos de la vida humana: desde las ciencias hasta
la literatura, el mundo del trabajo o la familia. Como ya hemos dicho, en el
terreno político, desencadenaron una actitud hostil por parte de algunos
gobiernos 7 contra la Iglesia, culminada —para muchos— en un episodio
traumático y fuertemente simbólico: la toma de Roma por las tropas
piamontesas y el fin del poder temporal del papado.
Para los Papas, como para muchos católicos, detrás de esa conjunción
de fenómenos se escondía un designio unitario: combatir por todos los
medios a Dios y a la Iglesia, para arrancar a Cristo de la vida de los
individuos y de la sociedad. Esta simplificación puede parecernos ahora
inaceptable, pero entonces era percibida claramente. El Magisterio
pontificio de la época lo enseñará de forma constante: hablará, sin tapujos,
de una guerra en acto contra la religión católica. Así la describe, por
ejemplo, Pío IX en su primera encíclica, la Qui pluribus, fechada en 1846 8.
7
Por mencionar un ejemplo entre muchos, se puede ver la descripción de la situación
colombiana, realizada por Pío IX en la Enc. Acerbissimum (27-IX-1852), en Pii IX,
Pontificis Maximi, Acta, pars prima, pp. 383-395. Texto castellano en Doctrina pontificia
III. Documentos sociales, Madrid 1959, pp. 159-171. Siempre que citamos alguna
versión castellana, lo hacemos sin perjuicio de algún retoque.
8
“No se oculta a ninguno de vosotros, venerables hermanos, que en esta deplorable edad
nuestra se despliega una lucha acérrima y sobre todas terrible contra todo lo que significa
catolicismo por parte de esos hombres que, unidos entre sí por una alianza impía, no
admitiendo la sana doctrina y apartando los oídos de la verdad, hacen resurgir desde las
sombras toda suerte de monstruosas opiniones y ponen todas sus fuerzas en acumularlas,
difundirlas y sembrarlas por todas partes. (...) Tratan de aniquilar en las almas todo
sentimiento de piedad, de justicia y de honestidad; de corromper las costumbres, de
perturbar los derechos divinos y humanos, de destruir, de arruinar y hacer desaparecer de
raíz, si ello fuera posible, la religión católica y la sociedad civil”. Pío IX, Enc. Qui
pluribus (11-XI-1846), en Pii IX, Pontificis Maximi, Acta, pars prima, pp. 4-24. Texto
castellano tomado de Doctrina pontificia III. Documentos sociales, Madrid 1959, p. 74.
LUIS CANO MEDINA
12
La virulencia y generalización de tales fenómenos llegó a ser interpretada
incluso en clave apocalíptica —si no milenarista—, como un signo de la
presencia en el mundo del Anticristo 9.
El aspecto que nos interesa destacar de la cristianización
decimonónica es su carácter global: a diferencia de otras épocas, la Iglesia
no se enfrentaba a situaciones más o menos circunscritas al ámbito
dogmático, moral o disciplinar. Debía hacer frente a una cultura
estructurada, a unos planteamientos post-cristianos que habían tomado
cuerpo de civilización 10.
Continuamente se encuentra la misma idea en León XIII, y especialmente en la Enc.
Annum ingressi (19-III-1902), en ASS 34 (1901-02), pp. 513-522, texto castellano en
Doctrina pontificia II. Documentos políticos, Madrid 1959, p. 351. El subtítulo de este
documento —considerado como el testamento de León XIII— es precisamente: De
hodierno cum Ecclesia bello.
9
El mismo Pío X, en su primera encíclica, se hará eco de esta idea, al considerar los males
del mundo moderno: “Es indudable que quien considere todo esto tendrá que admitir de
plano que esta perversión de las almas es como una muestra, como el prólogo de los
males que debemos esperar en el fin de los tiempos; o incluso pensará que ya habita en
este mundo el hijo de la perdición (2 Thes 2, 3)”. Enc. E supremi apostolatus cathedra
(4-X-1903), ASS 36 (1903-04), p. 131. También Pío XI: cfr. Enc. Miserentissimus
Redemptor (8-V-1928), AAS 20 (1928), pp. 165-178.
10
Estas ideas se encuentran expuestas en la Enc. Annum ingressi (19-III-1902), de León
XIII. Al describir la guerra actual que sufre la Iglesia, el papa Pecci señala que su
gravedad es mayor que en otros tiempos “tanto por la vehemencia como por la
universalidad del asalto. Porque la actual incredulidad no se limita a la duda o a la
negación de ésta o aquella verdad de fe, sino que impugna el conjunto de los principios
consagrados por la revelación y probados por la sana filosofía: estos principios
sacrosantos y fundamentales que enseñan al hombre el fin supremo de su existencia (...).
Doctrinas tan funestas pasaron (...) de la esfera de las ideas a la vida exterior y a los
ordenamientos públicos (...). De este sistema de ateísmo práctico (...) derivó una profunda
perturbación del orden moral (...) el desprecio de las leyes y de la autoridad pública y una
general licencia de costumbres, que trae consigo una verdadera decadencia de la
civilización”. Después, enumera el Papa otros males, que son consecuencia de este
fenómeno: guerras, rebeliones y agitaciones sociales, anarquismo. Cfr. ASS 34 (1901-02),
pp. 513-522, texto castellano en Doctrina pontificia II. Documentos políticos, Madrid
1959, p. 351 y ss.
CAPÍTULO I
13
La respuesta no podía ser otra que proponer un tipo alternativo de
civilización, un orden social levantado sobre presupuestos cristianos, que
asumiría todo lo que de bueno había traído la modernidad pero sin
separarlo de Dios 11. Ésta era la concepción de León XIII, para quien el
cristianismo vendría a ser como un “vital influjo” que llenaría de vida el
organismo enfermo de la sociedad civil descristianizada 12. Es decir, no se
trataba de levantar una superestructura cristiana ni de recuperar un poder
fáctico sobre la sociedad o una situación de privilegio en relación al poder
temporal —aunque esta añoranza se dio también, en círculos más
tradicionalistas— sino de cristianizar la sociedad desde dentro, como
hicieron los primeros fieles, a través de una fe vivida, del ejercicio de las
virtudes cristianas y del ejemplo personal. La Iglesia debería ser como el
corazón de la sociedad moderna —y con la contribución de todos los
fieles—, introduciendo —si se puede hablar sí— la santidad individual por
11
“¿Deberán, por tanto, ser despreciadas, descuidadas las conquistas de la cultura, del
saber, de la civilización y de una libertad templada y razonable? Ciertamente que no;
deben, por el contrario, ser defendidas, promovidas y muy apreciadas, como un valioso
patrimonio, pues son otros tantos remedios buenos por su naturaleza, queridos y
ordenados por Dios mismo para el mayor provecho de la familia humana. Sin embargo, al
usarlos conviene mantener puesta la mirada en el conocimiento del Creador y hacer que
vayan siempre acompañados por el elemento religioso, en el cual reside precisamente la
virtud que los valora y los hace dignamente fructuosos. Aquí está el secreto del problema”.
León XIII, Enc. Annum ingressi (19-III-1902), ASS 34 (1901-02), pp. 513-522, texto
castellano en Doctrina pontificia II. Documentos políticos, Madrid 1959, p. 359.
12
“Cuando un ser orgánico se corrompe y decae, esto proviene de que ha cesado el influjo
de las causas que le dieron forma y consistencia; y no hay duda que, para sanarlo y
vigorizarlo de nuevo, es necesario devolverlo a los vitales influjos de aquellas mismas
causas. Ahora bien, en el loco intento de emanciparse de Dios, la sociedad civil rechazó lo
sobrenatural y la revelación divina, substrayéndose así a la vivificante eficiencia del
cristianismo, es decir, a la más sólida garantía del orden, al más poderoso vínculo de
fraternidad, a la fuente inexhausta de las virtudes individuales y públicas. (...) Al seno del
cristianismo debe, por tanto, retornar la sociedad extraviada si quiere el bienestar, el
reposo, la salud. Así como el cristianismo no entra en las almas sin mejorarlas, de la
misma manera no entra en la vida pública de un Estado sin vigorizarlo en el orden (...). El
retorno al cristianismo no será remedio verdadero y completo si no significa retorno y
amor a la Iglesia, una, santa, católica y apostólica”. En el texto que sigue, la Iglesia es
contemplada esencialmente como maestra de verdad y moral. Cfr. León XIII, Enc.
Annum ingressi (19-III-1902), ASS 34 (1901-02), pp. 513-522. Texto castellano en
Doctrina pontificia II. Documentos políticos, Madrid 1959, pp. 359-360.
LUIS CANO MEDINA
14
las venas de todo el organismo social 13. Esta concepción, que sorprende
por su modernidad, conjugaba, como dice De Giorgi, una “apertura sociale
con una intensa profondità spirituale, estendendosi a tutti gli uomini e a
tutto l'uomo, contro la laicizzazione culturale e la secolarizzazione
religiosa” 14.
La civilización cristiana, pues, no debe entenderse como un concepto
político primariamente, sino que debe situarse en el marco de la
recristianización de la sociedad, para la que se exigía la santidad —o la
vida cristiana renovada— de todos los fieles y del clero 15. Como veremos,
esta idea estará especialmente presente en el pensamiento de Pío X.
Por su contenido, el concepto de civilización cristiana podía
reconducirse al de reinado de Cristo, y, de hecho, ambos llegarían a
identificarse. En un sentido metafórico, cabía decir que Dios —o Cristo—
reinarían en una sociedad que fuera respetuosa con los mandatos divinos y
13
Hablando de la misión de los fieles en la vida pública, León XIII escribía que deben
acudir “para hacer que estas mismas instituciones se pongan, en lo posible, al servicio
sincero y verdadero del bien público, procurando infundir en todas las venas del Estado,
como savia y sangre vigorosas, la eficaz influencia de la religión católica. Así se procedía
en los primeros siglos de la Iglesia. Las costumbres paganas distaban inmensamente de la
moral evangélica. Sin embargo, en pleno paganismo, los cristianos, siempre incorruptos y
consecuentes consigo mismos, se introducían con ánimo dondequiera que podían.
Ejemplares en la lealtad a los emperadores y obedientes a las leyes en cuanto era lícito,
esparcían por todas partes un maravilloso resplandor de santidad”. León XIII, Enc.
Immortale Dei (1-XI-1885), ASS 18 (1885), pp. 161-180. Traducción —con algún
retoque— tomada de Doctrina pontificia II. Documentos políticos, Madrid 1958, p. 216.
14
Cfr. DE GIORGI, F., Forme spirituali, forme simboliche, forme politiche. La
devozione al S. Cuore, en Rivista di Storia della Chiesa in Italia 48 (1994), p. 393.
15
En la Enc. Quod apostolici muneris (28-XII-1878), después de referirse a las doctrinas
y actitudes que combaten la misma vida social —especialmente al socialismo y al
comunismo—, e impiden el benéfico influjo de la Iglesia, León XIII exhorta a los obispos:
“vosotros, venerables hermanos, que conocéis bien el origen y naturaleza de los males
que amenazan a la humanidad, consagrad todas vuestras fuerzas y todo vuestro ardor para
que la doctrina católica penetre y arraigue profundamente en todas las almas. Procurad
que todos desde la más tierna infancia se acostumbren a amar a Dios con filial ternura”.
León XIII, Enc. Quod apostolici muneris (28-XII-1878), en Leonis XIII, Pontificis
Maximi, Acta, Romae 1878, vol. 1, pp. 170-183. Texto castellano en Doctrina pontificia
III. Documentos sociales, Madrid 1959, p. 190.
CAPÍTULO I
15
que estuviera vivificada por el cristianismo. Para designar esa particular
soberanía se acuñó un término nuevo: se habló del reinado social de Cristo
o, más concretamente, de su Sagrado Corazón, pues se trataba de un
reinado caracterizado por la paz y la concordia, como sugiere
precisamente el símbolo del Corazón de Cristo, frente al desorden social,
las revoluciones o guerras cuya aparición se achacaba al apartamiento de
Dios.
Este reinado o civilización necesitaba una plasmación
jurídico-política. El pontificado de León XIII inaugura, en este sentido,
una nueva época en el Magisterio. A diferencia de sus predecesores, que se
habían dedicado sobre todo a condenar las concepciones incompatibles
con la inspiración cristiana del orden político y social, el papa Pecci
elaborará una doctrina orgánica, un auténtico Corpus politicum donde
definirá la Constitución cristiana del Estado 16 . Ésta consistía en una
adaptación del viejo dualismo gelasiano 17, que era la doctrina oficial de la
canonística 18, y de la noción de potestas indirecta 19. No se trataba de una
16
En esta parte seguimos la exposición de DE LA HERA, A., Evolución de las doctrinas
sobre las relaciones entre la Iglesia y el poder temporal, y MARTÍN MARTÍNEZ, I.,
Doctrina católica actual sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado, en Derecho
Canónico, II, Pamplona 1974, pp. 241-314.
17
Llamado así porque su formulación más perfecta se encuentra en la carta del papa
Gelasio al emperador bizantino Anastasio (494). Se podría resumir así: existen dos
potestades en el gobierno del mundo, ambas de origen divino e independientes entre sí en
sus respectivos órdenes de competencia, de modo que ninguna está bajo la otra. Pero los
individuos que poseen ese poder están personalmente sometidos a la otra autoridad en
cuanto a sus funciones propias: el rey, como cristiano, debe someterse a los ministros
sagrados en lo que concierne a la vida espiritual, y los jerarcas cristianos, como
ciudadanos, debe obedecer a las leyes temporales. Siendo la vida sobrenatural más digna
que la temporal, merece mayor reverencia la potestad del Papa y de los obispos, pero ésta
no se traduce en un poder del Papa sobre el Emperador. Cfr. DE LA HERA, A.,
Evolución de las doctrinas sobre las relaciones entre la Iglesia y el poder temporal, y en
Derecho Canónico, II, Pamplona 1974, pp. 261-262.
18
Al menos en el plano formal, porque históricamente ese dualismo se había desvirtuado
en algunas épocas. En la Edad Media, los presupuestos del dualismo se habían
abandonado progresivamente hasta dar como resultado la hierocracia, fundamentada en
el agustinismo político. Los siglos de oro del hierocratismo serán el XII y el XIII, donde
se produce una absorción del orden natural por el sobrenatural, llegando a su máxima
expresión con la bula Unam sanctam de Bonifacio VIII, que formula plenamente la idea
LUIS CANO MEDINA
16
fórmula teocrática o hierocrática propiamente, sino un modo de concebir
las relaciones Iglesia-Estado según el principio de distinción sin
separación; colaboración sin confusión20. Y era también una forma de
explicar la vida de la sociedad y del Estado de acuerdo con los principios
cristianos 21 . Pío X adoptará sustancialmente estas enseñanzas de su
predecesor, mientras que Pío XI dará un paso más, al explicarlas como una
de potestas directa de la autoridad eclesiástica sobre ambos órdenes. En Oriente, también
existía ese monismo pero en sentido contrario: el emperador ejercía su poder sobre la
Iglesia, en lo que se ha llamado cesaropapismo.
Aunque Tomás de Aquino distinguirá con precisión los órdenes natural y sobrenatural,
cerrando la puerta al agustinismo hierocrático, la teología no le seguirá inmediatamente.
19
La crisis del sistema hierocrático coincidió temporalmente con la aparición de los
Estados absolutos y la Reforma protestante. Apareció entonces el regalismo, la doctrina
del poder indirecto del Estado sobre lo espiritual y, por contrapartida, la doctrina de la
potestas indirecta Ecclesiae in temporalibus.
Serán sobre todo Bellarmino, Suárez y los teólogos-juristas de los siglos XVI y XVII
quienes, apoyados en dualismo gelasiano y en la doctrina de Santo Tomás, darán forma a
la potestas indirecta: “Afirmamos, dice Bellarmino, que el Pontífice en cuanto Pontífice,
aunque no posea ninguna potestad meramente temporal, tiene sin embargo en orden al
bien espiritual una suprema potestad de disponer de las cosas temporales de todos los
cristianos”; “la potestad pontificia es, por sí y propiamente, espiritual y afecta por tanto,
como a su objeto primario, a las cuestiones espirituales; pero indirectamente, esto es, en
orden a lo espiritual, como necesaria consecuencia afecta a lo temporal como objeto
secundario” (De Summo Pontifice). Cfr. DE LA HERA, A., Evolución de las doctrinas
sobre las relaciones entre la Iglesia y el poder temporal, y en Derecho Canónico, II,
Pamplona 1974, p. 268.
20
MARTÍN MARTÍNEZ, I., Doctrina católica actual sobre las relaciones entre la
Iglesia y el Estado, en Derecho Canónico, II, Pamplona 1974, p. 285.
21
En el siglo XX se hablará de potestas directiva, más moderada, que insiste en el poder
moral, no jurídico de la Iglesia (Maritain, Congar). Con el Vaticano II, el concepto entra
definitivamente en crisis, aunque “más en sentido formal, en lo que hace a fórmulas y
modos de expresión, que en lo que toca al fondo del tema; pues la Iglesia no puede
renunciar a un poder sobre sus fieles en orden a señalarles los caminos hacia su fin último,
incluso pronunciándose mediante un juicio moral autoritativo sobre las cuestiones
temporales, en cuanto afecten de algún modo a lo espiritual”. DE LA HERA, A.,
Evolución de las doctrinas sobre las relaciones entre la Iglesia y el poder temporal, y en
Derecho Canónico, II, Pamplona 1974, p. 269.
CAPÍTULO I
17
exigencia del reinado de Cristo y al formularlas en unos términos que
parecen muy próximos a la idea de Estado confesional o católico. 22.
La elaboración de la doctrina política de León XIII, partiendo de
presupuestos teóricos lejanos, trató de responder a unas circunstancias
históricas concretas, creadas a partir de la Revolución francesa, sin caer en
la equívoca fórmula de la alianza entre el Trono y el Altar, que había sido
propuesta por el catolicismo tradicionalista 23 . A la vez, León XIII
potenciará que los católicos intervengan en la vida política 24, —en el caso
italiano, con las salvedades impuestas por la cuestión romana—, para
llevar a la práctica su visión cristiana de la sociedad. Los fieles deberán
actuar unitariamente en las cuestiones fundamentales, respetando la
libertad en las materias opinables 25. Frente a la unión del Trono y el Altar,
León XIII afirmará que la concepción cristiana no está ligada a un
22
“Porque la realeza de Cristo exige que todo el Estado se ajuste a los mandamientos
divinos y a los principios cristianos en la labor legislativa, en la administración de la
justicia y, finalmente en la formación de las almas juveniles”. Pío XI, Enc. Quas primas
(11-XII-1925), AAS 17 (1925), pp. 563-610.
23
Según esta última opinión, la concepción cristiana de la vida social no podía
garantizarse con el régimen republicano o democrático, sino con el monárquico.
Se trataba de un doble error: histórico, porque estaba llamado al fracaso, y teórico, porque
implicaba confundir lo político y lo religioso. En este contexto, León XIII expondrá la
doctrina de la Iglesia como sociedad perfecta y hablará del origen divino de la autoridad
política, no directo e inmediato como en el caso de la Iglesia, sino mediato, como
consecuencia del carácter social del hombre, hechura de Dios. Enseñará que entre las dos
sociedades —la Iglesia y el Estado— hay una esencial distinción de competencias, pero
ambas están al servicio del hombre; por eso no cabe separarlas: deben colaborar
armoniosamente, respetando los fines y acciones de cada una, sin intromisiones.
Pero el respeto no impone que se deban aceptar las leyes injustas: los cristianos deben
procurar que se supriman los abusos de la legislación civil. El Estado, que debe asegurar
la prosperidad pública, está obligado también a dar facilidades para que los ciudadanos
alcancen su fin último: debe favorecer la religión, y la religión verdadera, que es la
cristiana. Cfr. León XIII, Enc. Immortale Dei (1-XI-1885), ASS 18 (1885), pp. 161-180.
24
Cfr. León XIII, Enc. Libertas praestantissimum (20-VI-1888), ASS 20 (1887), pp.
593-613.
25
Cfr. León XIII, Enc. Cum multa (8-XII-1882), ASS 15 (1882-83), pp. 241-246; Enc.
Immortale Dei (1-XI-1885), ASS 18 (1885), pp. 161-180; Enc. Sapientiae christianae
(10-I-1890), ASS 22 (1889-90), pp. 385-404.
LUIS CANO MEDINA
18
determinado sistema político 26, siendo perfectamente compatible con un
régimen democrático, que puede dar a la patria “un porvenir de paz, de
prosperidad y de paz” si “se inspira en las enseñanzas de la razón
iluminada por la fe” 27.
Aunque la doctrina de León XIII parecía clara, hubo quienes
identificaron la idea de civilización cristiana, o del reinado social de Cristo,
con la societas christiana medieval, de cuño hierocrático, que era preciso
restaurar. La Edad Media, en efecto, con su idea de christianitas, parecía la
plasmación histórica más perfecta de un orden social cristiano. Esta visión
medievalista es, para algunos estudiosos, el alma de la doctrina de la
realeza de Cristo, recibida en la encíclica Quas primas 28. No faltan razones
plausibles para sostener esa hermenéutica. Pero, a nuestro juicio, hay un
error en ese planteamiento historiográfico: confundir los principios de la
doctrina política de León XIII, que ya hemos enumerado, con los del
hierocratismo medieval, identificando el deseo de inspirar cristianamente
la sociedad, con la búsqueda de su subordinación al estamento
eclesiástico 29. En nuestra opinión, se llega a esa interpretación cuando se
analizan las diversas actuaciones pontificias solamente en clave de poder.
26
“Los preceptos de la naturaleza y del Evangelio (...) no pueden depender de régimen
político alguno; todo lo contrario, pueden adaptarse a cualquier forma de gobierno, con
tal de que ésta no lesione la virtud y la justicia”. León XIII, Enc. Graves de communi
(18-I-1901), ASS 33 (1900-01), pp. 385 y ss. Texto castellano en Doctrina pontificia III.
Documentos sociales, Madrid 1959, p. 425.
27
Cfr. León XIII, Discurso C'est pour notre coeur (8-X-1898), en Leonis XIII, Pontificis
Maximi, Acta, Romae 1899, vol. 18, pp. 222-224. Texto castellano en Doctrina pontificia
III. Documentos sociales, Madrid 1959, p. 415.
28
Sobre el debate historiográfico acerca de una posible resurrección contemporánea de la
christianitas medieval en la idea de reinado social de Cristo, puede verse el estudio de
Daniele Menozzi: Rinnovamento dottrinale e storiografia: gli studi storici sulla regalità
sociale di Cristo, en I grandi problemi della storiografia civile e religiosa, Atti dell'XI
Convegno di Studio dell'Associazione Italiana di Professori di Storia della Chiesa, Roma
2-5 settembre 1997, a cura di Giacomo Martina SJ e Ugo Dovere, Roma 1999, pp.
263-298.
29
En esa misma óptica se interpreta el proceso de robustecimiento del papado dentro de la
Iglesia y del centralismo curial, que ciertamente se dieron en ese periodo, especialmente
bajo Pío X, aunque en nuestra opinión, este fenómeno responde a otras causas.
CAPÍTULO I
19
La insistencia del Magisterio en la dimensión espiritual y ética del
reinado de Cristo y en el reconocimiento de la libertad y de los derechos de
la Iglesia a desempeñar su función espiritual, parecen dar a los
planteamientos pontificios el carácter de un proyecto más amplio, más
profundo y complejo, que el de una restauración de la hierocracia
medieval como antídoto al secularismo 30 . Sin duda, la interpretación
medievalística-hierocrática existió31, pero se trata de un fenómeno difícil
de descifrar, en el que no podemos detenernos más.
30
Los estudios sobre la realeza de Cristo en la historia, realizados por el medievalista
Jean Leclercq, sostendrán la existencia de una “tradition authéntique” en la Iglesia,
basada en la doctrina de Santo Tomás, que permitía reconstruir una visión eminentemente
religiosa, espiritual, en la tradición constante de la Iglesia sobre el reinado de Cristo. Para
Leclercq, sólo accidentalmente —no prevalentemente— se habría presentado en la
historia una unión entre reino de Cristo y teocracia papal.
La “tradition authéntique” de la que hablaba Leclercq consistía en la potestas indirecta,
ejercida ratione peccati. Después de centrarse en la Edad Media, Leclercq amplió sus
estudios a la escuela de espiritualidad francesa del siglo XVII, destacando cómo la noción
del reino de Cristo se había enriquecido con una dimensión más espiritual, más
relacionada con la imitación de los estados de Cristo, concretamente de su soberanía,
alcanzada a través del abajamiento de la Encarnación y de la humillación de la Cruz.
Según la opinión de Menozzi, Congar se basará en el trabajo de Leclercq (L'idée de la
royauté du Christ au moyen âge, Paris 1959) para dar una fundamentación histórica a su
tesis —compartida por autores como Maritain— sobre la posibilidad de realizar el reino
de Cristo en una sociedad no confesional.
Pero a esta posición se oponía otro trabajo, que atribuía al Card. Louis Pie (1815-1880) la
paternidad de una visión del reino social de Cristo de matriz teocrática, que habría sido
recibida sustancialmente por el Magisterio pontificio en la Edad Contemporánea. Cfr.
CATTA, E., La doctrine politique et sociale du cardinal Pie, Paris 1959. Nos referiremos
a Pie más adelante. Respecto a la influencia de Pie en el P. Hugon, principal redactor de la
Quas primas, cfr. MENOZZI, D., Rinnovamento dottrinale e storiografia: gli studi
storici sulla regalità sociale di Cristo, en I grandi problemi della storiografia civile e
religiosa, Atti dell'XI Convegno di Studio dell'Associazione Italiana di Professori di
Storia della Chiesa, Roma 2-5 settembre 1997, a cura di Giacomo Martina SJ e Ugo
Dovere, Roma 1999, pp. 264 y 284.
31
El indudable medievalismo de ciertos planteamientos —también magisteriales— por
ejemplo, acerca del corporativismo, en León XIII y en Pío XI, se comprende —sin
pretender justificarlo— si se considera la ausencia de otros modelos de referencia a la
hora de definir la misión de la Iglesia en un medio profundamente cambiado, en el que se
afrontaban problemas de una magnitud y naturaleza inéditas hasta entonces. No siempre,
LUIS CANO MEDINA
20
Al margen de las posibles connotaciones políticas, hay que notar que
el concepto de civilización cristiana y de reinado de Cristo se consideraban
como parte y consecuencia natural de la misión propia de la Iglesia:
evangelizar y aplicar a los hombres los frutos de la Redención.
Ciertamente, para realizar esa misión, la Iglesia necesitaba un mínimo de
libertad, y, en consecuencia, un marco jurídico y político que lo facilitara.
Pero esta exigencia no agotaba el significado del reinado de Cristo, que es
un concepto prevalentemente espiritual, conectado con la idea evangélica
y teológica del Reino de Dios.
Lo confirma la insistencia magisterial en que la cristianización de la
sociedad depende antes que nada de la santidad de los fieles y de su
ejemplo: como ya hemos señalado, León XIII propone como modelo a los
primeros cristianos. También lo corrobora el hecho de que el reinado de
Cristo se sitúa en una esfera universal, católica, que supera los
particularismos nacionales y políticos, y se encuentra en directa relación
con la tarea misionera de la Iglesia 32. Además, cabe mencionar la relación
entre Cristo Rey y Eucaristía, y la conciencia de que los medios para
implantar el Reino de Cristo son una renovada pastoral y catequesis,
acompañada por una mayor recepción de los sacramentos entre los fieles.
Paralelamente, se va imponiendo la convicción de que el poder de la
Iglesia —como dirá León XIII— estriba en su doctrina y en su capacidad
de todas maneras, se ofrece una visión positiva de la Edad Media: cfr. por ejemplo, León
XIII, Enc. Auspicato concessum (17-IX-1882), o Pío X, Enc. Communium rerum
(21-IV-1909).
En realidad, la reflexión sobre el papel de la Iglesia en el mundo —en un mundo
post-cristiano, concretamente— no se cierra con la época que estamos considerando. Es
un problema que recorre todo el siglo XX y que continúa abierto, a pesar de la decisiva
aportación del Concilio Vaticano II, cuya convocación obedece —entre otros motivos,
pero principalmente— a la profundización en esta cuestión tan importante. Si bien puede
decirse que el Vaticano II ha supuesto una superación del medievalismo, no hay que
olvidar que este nuevo punto de partida es fruto de un proceso muy difícil y fatigoso.
32
Cfr. Pío XI, Enc. Quas primas (11-XII-1925), AAS 17 (1925), pp. 563-610, en
Doctrina pontificia II. Documentos políticos, Madrid 1958, pp. 511-513.
CAPÍTULO I
21
de influir en las conciencias. Con esa fuerza moral, además, la Iglesia
contribuye a que se solucionen las injusticias y problemas sociales 33.
La idea de que la civilización cristiana será la solución a los males
que afligen al mundo contemporáneo —guerras, revoluciones,
conflictualidad social— es otra constante en las enseñanzas de León XIII y
de Pío X, que en esto sigue fielmente las directrices de su predecesor: esos
problemas existen por haber suplantado a Dios en la vida de los pueblos.
Por contra, hay un modelo de civilización en el que los principios
cristianos se plasman en el ámbito social, político y cultural, de modo que
la legislación de los Estados, las relaciones sociales y económicas, la
educación, la vida familiar, las variadas manifestaciones de la cultura,
tengan su inspiración en la verdad y en la moral evangélicas, y se respete la
legítima libertad de la Iglesia para desempeñar su misión espiritual. Esta
civilización será considerada la única que merece ese nombre, la sola
capaz de garantizar felicidad y progreso a la humanidad 34.
33
Es casi un tópico en las enseñanzas de León XIII. Cfr. por ejemplo, la Enc. Rerum
novarum (15-V-1891), en ASS 23 (1890-91), pp. 641-670; en Doctrina pontificia III.
Documentos sociales, Madrid 1959, pp. 331-333.
34
Esta idea se encuentra ya insinuada en Pío IX, por ejemplo en la Enc. Nostis et
nobiscum (8-XII-1849), cfr. Doctrina pontificia III. Documentos sociales, Madrid 1959,
pp. 145-146, pero encontrará su pleno desarrollo en las enseñanzas de León XIII: “Es un
hecho evidente, venerables hermanos, que la civilización carece de fundamentos sólidos
si no se apoya en los principios eternos de la verdad y en las leyes inmutables del derecho
y de la justicia y si un amor sincero no une estrechamente las voluntades de los hombres y
no regula con suavidad el orden recíproco de sus mutuas obligaciones. (...) Más todavía,
una forma de civilización que contradiga abiertamente a la santidad de la doctrina y de la
legislación de la Iglesia es un mero simulacro de civilización”. León XIII, Enc.
Inscrutabili Dei (21-IV-1878), ASS 10 (1877-78), pp. 585-592. Texto castellano en
Doctrina pontificia II. Documentos políticos, Madrid 1959, pp. 46-47.
Sobre la función civilizadora del Magisterio pontificio, y sus contribuciones al progreso
de la humanidad en los diversos campos, cfr. León XIII, Enc. Libertas praestantissimum
(20-VI-1888), ASS 20 (1887), pp. 593-613, texto castellano en Doctrina pontificia II.
Documentos políticos, Madrid 1959, pp. 249-250.
Sobre la Iglesia como creadora de la civilización occidental, cfr. León XIII, Enc.
Immortale Dei (1-XI-1885), ASS 18 (1885), pp. 161-180, en Doctrina pontificia II.
Documentos políticos, Madrid 1959, p. 189; id. Enc. Annum ingressi (19-III-1902), en
ASS 34 (1901-02), pp. 513-522, texto castellano en Doctrina pontificia II. Documentos
políticos, Madrid 1959, p. 351.
LUIS CANO MEDINA
22
En todo este cuadro que ve la realización del reinado social de Cristo
o de la civilización cristiana, jugarán un papel cada vez más importante los
laicos. La definición de su papel eclesial corre paralelamente al entero
proceso que estamos considerando. Ya hemos aludido a la comparación de
León XIII con los primeros cristianos: esa idea de que los católicos son
fermento, que hace cambiar desde dentro toda la masa social, hasta
convertirla en civilización cristiana, es la que —con diversas oscilaciones
y precisaciones— va desarrollándose y depurándose en esta fase de la
historia contemporánea de la Iglesia.
Ciertamente, las enseñanzas magisteriales del periodo que estamos
considerando ven todavía al laico en una posición de rígida dependencia
jerárquica y adolecen de una concepción pobre de su vocación. Para Poulat,
la jerarquía encontró en los laicos una longa manus que, bajo su estrecha
vigilancia, proporcionaba la solución al ejercicio de la potestas indirecta:
“la vecchia teologia del "potere indiretto" fornirà i suoi quadri concettuali
ad una interpretazione rinnovata dell'azione indiretta: un laicato
debitamente provvisto di un mandato si incaricherà di fare ciò che la
Gerarchia non può fare, di andare dove il clero non può andare” 35. Nos
parece que, en parte, la intuición de Poulat es acertada, pero debe
interpretarse con cautela, sin atribuir a esa maniobra un fin político. A
nuestro juicio, se trataba de solucionar el grave problema pastoral que
había producido la descristianización. Para eso era necesaria —y lo sigue
siendo— la acción de los laicos.
Es evidente que la distancia con las enseñanzas del Concilio Vaticano
II, sobre la misión eclesial de los laicos y su vocación bautismal era
todavía muy grande. Pero el tono dominante y creciente en ese periodo es
que los fieles corrientes deben participar en la extensión del reino de Dios,
y no limitándose a la acción externa, sino cultivando también una vida
interior más rica, o como dirá el Vaticano II, una verdadera santidad.
35
POULAT, E., Regno di Dio e impero della Chiesa, en Rivista di storia e letteratura
religiosa 18 (1983), pp. 47-48.
CAPÍTULO I
23
Pasemos ahora a considerar qué influencia jugó la espiritualidad
cristocéntrica y la devoción al Sagrado Corazón en la afirmación de la
realeza de Cristo.
2. Cristocentrismo, Sagrado Corazón y Cristo Rey
Es evidente que la realeza de Cristo y el culto a su Sagrado Corazón
son reflejos de una espiritualidad cristocéntrica. Alimentada por diversas
fuentes, esta centralidad de Cristo en la vida espiritual toma fuerza con el
declinar del Siglo de las Luces y de su posteridad. Uno de sus rasgos
característicos es el deseo de identificarse con Cristo. Se trata de un
elemento ciertamente esencial en la vida cristiana de todas las épocas, pero
en este periodo adquirió un fuerte protagonismo, en parte por el influjo de
algunos autores. La Imitación de Cristo, las obras de San Francisco de
Sales, de la escuela de espiritualidad berulliana —al menos en Francia— y
de San Alfonso María de Ligorio alcanzaron una grandísima difusión y
potenciaron el cristocentrismo 36.
Algunas devociones cristológicas tuvieron un éxito creciente: el Vía
Crucis y la Pasión de Cristo 37, la Eucaristía 38, y el Sagrado Corazón, a la
36
Cfr. CHOLVY, G. — HILAIRE, Y-M., Histoire religieuse de la France
contemporaine (1800/1880), Tolouse 1985, p. 171.
Rayez ofrece una buena síntesis de esta espiritualidad cristocéntrica en algunos santos y
autores espirituales franceses de la segunda mitad del siglo XIX. En su gran diversidad, la
constante es precisamente el cristocentrismo. Cfr. RAYEZ, A., France VII. De la
Révolution au début du XX siècle, en Dictionnaire de Spiritualité 5, Paris 1964, col. 993.
37
Debe mencionarse al respecto la influencia de las visiones de Anna Katherina
Emmerick (+ 1824), redactadas por Clemens Brentano.
38
En el desarrollo del culto eucarístico hay que mencionar a Harpain, Cohen, Chevrier,
Jaricot, Del Buffalo o Eymard, donde la glorificación de Cristo eucarístico se une al
apostolado de su reinado social. Cfr. RAYEZ, A., France VII. De la Révolution au début
du XX siècle, en Dictionnaire de Spiritualité 5, Paris 1964, col. 994.
En cuanto a las prácticas devocionales, deben recordarse la Adoración perpetua, la
Adoración nocturna, la Comunión frecuente —tímidamente en el siglo XIX, por los
restos de mentalidad jansenista, más decidida después de los decretos de Pío X— y la
Comunión reparadora de los primeros viernes —asociada a las revelaciones de
Paray-le-Monial—; a numerosas cofradías.
LUIS CANO MEDINA
24
que nos referiremos más extensamente. Estas dos últimas devociones
llegarán a estar íntimamente relacionadas, como sucederá en algunas
manifestaciones de la espiritualidad victimal, en la Comunión reparadora
de los primeros viernes, o en la renovación de la consagración al Sagrado
Corazón ante el Santísimo Sacramento, establecida por Pío X, a la que
después nos referiremos.
La devoción al Sagrado Corazón es un elemento clave en el
desarrollo de la doctrina de la realeza. Aunque no faltaron quienes
hablaron de un reinado interior, la idea de la realeza expresa muy bien el
imperio que ejerce el Corazón divino sobre todos los hombres por medio
de “la verdad, la justicia y, sobre todo, la caridad” 39. Puede decirse que la
realeza es una de las ramificaciones de la devoción al Sagrado Corazón,
aunque existen otras, más místicas e interiorizadas, como la espiritualidad
victimal.
Considerando el periodo que va del pontificado de Pío IX hasta la
Quas primas, pueden distinguirse tres fases en el desarrollo histórico de la
doctrina de la realeza. El primero, desde los años sesenta hasta los ochenta
del siglo XIX, vio nacer la expresión reino social de Cristo, su traducción
en el plano devocional y una primera circulación internacional. El segundo
momento —entre los ochenta y el final del siglo— se caracteriza por la
multiplicación de instituciones que se proponen difundir la realeza social
de Cristo, hasta obtener con la encíclica Annum Sacrum de León XIII una
primera recepción magisterial. La última fase —concluida en 1925—
registra el movimiento progresivo hacia la proclamación de una fiesta
litúrgica de Cristo-Rey 40.
También deben señalarse las congregaciones religiosas que surgen en ese periodo, como
las Adoratrices, fundadas en 1856 por la ex-condesa de Jorbalán, Santa María Micaela del
Santísimo Sacramento.
Por último, hay que mencionar la difusión de los Congresos Eucarísticos Internacionales,
como una forma de desagravio y de reacción al laicismo, y como un modo de manifestar
el carácter público de la religión católica.
39
León XIII, Enc. Annum Sacrum (25-V-1899), ASS 31 (1899), p. 648.
40
Cfr. MENOZZI, D., Regalità sociale di Cristo e secolarizzazione. Alle origini della
"Quas primas", en Cristianesimo nella Storia 16 (1995), pp. 83-84.
CAPÍTULO I
25
Para explicar este desarrollo, forzosamente tenemos que referirnos a
la historia del Sagrado Corazón, tratando de centrarnos en aquellos
aspectos que más nos interesan. Procuraremos seguir el hilo conductor del
Magisterio romano, mencionando más brevemente otros factores.
Aunque el tema del Corazón de Cristo había estado presente en otras
épocas, la devoción en sentido moderno surge de las revelaciones de una
religiosa de la Visitación, Margarita María de Alacoque (1647-1690), en el
monasterio de Paray-le-Monial. Su primer desarrollo —ocurrido en la
Francia del s. XVII— siguió dos corrientes. Una se relaciona con San Juan
Eudes y la espiritualidad berulliana, y propone el Sagrado Corazón como
símbolo de la interioridad de Cristo, de sus estados íntimos, a los cuales el
devoto debía adherirse. La otra línea se reconduce precisamente a la
religiosa de Paray-le-Monial y a los jesuitas, sus principales propagadores.
Aquí el Corazón de Cristo es visto como símbolo de su amor de
Dios-Hombre, y su culto tiene una clara característica de reparación 41.
La segunda orientación conoció un desarrollo impresionante a lo
largo del siglo XIX —llamado por Mons. D'Hulst el siglo del Sagrado
Corazón— y durante el primer tercio del XX. Activamente predicada por
los jesuitas, fue acogida con entusiasmo por los fieles, que apreciaban en
sus rasgos afectivos y místicos el mejor modo de protestar contra las
tendencias racionalistas y materialistas de la época 42.
Desde Francia se difunde la devoción al Corazón divino mediante
prácticas devocionales populares 43, se fundan nuevas congregaciones para
darle un culto particular 44, y promover la reparación por los pecadores, los
41
Cfr. DE GIORGI, F., Forme spirituali, forme simboliche, forme politiche. La
devozione al S. Cuore, en Rivista di Storia della Chiesa in Italia 48 (1994), pp. 365-366.
42
Cfr. AUBERT, R., Il pontificato di Pio IX (1846-1878), vol. II, Torino 1969, p. 709;
TRAMONTIN, S., Movimento cattolico e devozione al Cuore di Cristo, en Studia
Patavina 35 (1988), p. 37.
43
Por ejemplo, el símbolo de un corazón coronado por la cruz, colocado en el dintel de la
puerta, o el escapulario de lana blanca con un corazón rojo.
44
Las Damas del Sagrado Corazón, de Sophie Barat (1800); los Sacerdotes del Sagrado
Corazón de Michel Garicoïts (1835); la congregación de los Sagrados Corazones de Jesús
y de María, de Pierre Coudrin y Henriette Aymer de la Chevalerie (1800); las
LUIS CANO MEDINA
26
impíos y blasfemos. Más tarde, se desarrollará la espiritualidad victimal 45.
También florecen prácticas como la devoción a la Agonía de Jesús, la
Hora Santa.
Otro rasgo típico es la proliferación de cofradías o asociaciones
devocionales, que alcanzan una gran difusión, incluso internacional 46 .
Destaca entre ellas el Apostolado de la Oración, fundado por el jesuita F.
Xavier Gautrelet (1844), pero impulsado por otro miembro de la
Compañía de Jesús: Henri Ramière 47 . El Apostolado reunía vida de
oración, ofrenda de las acciones y sufrimientos en unión al Sagrado
Corazón, Comunión reparadora. La asociación quería hacer de cada
cristiano un apóstol 48 ; sus intenciones mensuales eran propuestas
Reparadoras del Corazón de Jesús, de Pauline Jaricot (1817), etc. Las congregaciones
tituladas o vinculadas al Sagrado Corazón se cuentan por centenares.
45
En 1870, Sylvain-Marie Giraud publica De l'union à Notre Seigneur Jésus-Christ dans
sa vie de victime. La espiritualidad victimal, estrechamente relacionada con el Sagrado
Corazón y la devoción al Amor Misericordioso, está asociada sobre todo a la figura de
Teresa de Lisieux, cuya poderosa influencia en la historia de la espiritualidad es casi
superfluo encomiar. Podrían mencionarse otros nombres como Benigna Consolata o
Léon Dehon y muchos más. De este último hay que notar la unión entre espiritualidad
victimal sacerdotal —es el fundador de los Sacerdotes del Sagrado Corazón— y
reconocimiento de la soberanía social de Cristo: en 1889, aniversario de la Revolución
francesa, comenzaba a publicar la revista titulada Le règne du Coeur de Jesus dans les
âmes et dans les societes. Tras la publicación de la Rerum novarum, en 1891, su actividad
social se intensificó, en colaboración con Léon Harmel. Cfr. DORRESTEIJN, H., Dehon,
en Dictionnaire de Spiritualité 3, Paris 1957, col. 106 y 110.
46
Entre otras, Sor María del Sagrado Corazón fundará la Guardia de Honor del Sagrado
Corazón de Jesús (1863), cuya divisa era: Gloire, amour, réparation au Coeur de Jésus.
Fue erigida como Archicofradía por León XIII. Cfr. CHOLVY, G. — HILAIRE, Y-M.,
Histoire religieuse de la France contemporaine (1800/1880), Tolouse 1985, p. 171.
47
Cfr. VALLIN, P., Ramière, en Dictionnaire de Spiritualité 13, Paris 1987, col. 63-70.
48
Cfr. PARRA, Ch., Apostolat de la prière, en Dictionnaire de Spiritualité 1, Paris 1937,
col. 771; CHOLVY, G. — HILAIRE, Y-M., Histoire religieuse de la France
contemporaine (1800/1880), Tolouse 1985, p. 171.
CAPÍTULO I
27
personalmente por el Papa 49. Impulsado por su boletín —Messager du
Coeur de Jésus—, el Apostolado alcanzó una extensión formidable 50.
Entrando ya en los aspectos más sociales de la devoción, los que nos
conducirán al tema de la realeza, puede recordarse que este rasgo estaba
presente desde el principio en las revelaciones de Paray-le-Monial. El
Sagrado Corazón había pedido a la visitandina que comunicara “au fils
aîmé de mon Sacré-Coeur” —el rey Luis XIV—, este mensaje: el Corazón
de Jesús quería “regner dans son palais, peindre das ses étendards, graver
dans ses armes”, para de este modo dispensar su protección al Estado 51.
Durante la Revolución francesa, el Sagrado Corazón constituyó el
emblema de la oposición católica a la persecución del poder político,
especialmente en la sublevación de la Vandea. De este modo, junto al
simbolismo espiritual, aparecerá una connotación político-social —en
algún caso también patriótica y monárquica— en oposición a la lucha de
los poderes civiles o políticos contra la Iglesia.
Este aspecto —considerado secundario durante largo tiempo— fue
puesto de relieve de nuevo, a mediados del siglo XIX, por los ambientes
ultramontanos franceses e intransigentes italianos, que se esforzaban en
que se reconociera universalmente la absoluta soberanía del Sagrado
Corazón y el deber de trabajar en su reinado social 52 . Según ha
documentado Menozzi 53, el añadido social a la expresión reino de Cristo
49
Cfr. TRAMONTIN, S., Movimento cattolico e devozione al Cuore di Cristo, en Studia
Patavina 35 (1988), p. 38.
50
En 1930, el Messager tenía sesenta y siete ediciones, en cuarenta lenguas. A la muerte
de Ramière (1884), el Apostolado reunía a trece millones de asociados; en 1937, la cifra
rondaba los treinta millones, organizados en unos cien mil centros. Cfr. PARRA, Ch.,
Apostolat de la prière, en Dictionnaire de Spiritualité 1, Paris 1937, col. 773.
51
Cfr. DE GIORGI, F., Forme spirituali, forme simboliche, forme politiche. La
devozione al S. Cuore, en Rivista di Storia della Chiesa in Italia 48 (1994), p. 368.
52
Cfr. TRAMONTIN, S., Movimento cattolico e devozione al Cuore di Cristo, en Studia
Patavina 35 (1988), p. 37.
53
Cfr. MENOZZI, D., Regalità sociale di Cristo e secolarizzazione. Alle origini della
"Quas primas", en Cristianesimo nella Storia 16 (1995), p. 84 y ss.
LUIS CANO MEDINA
28
se debe probablemente al P. Ramière: si no lo acuñó él, consta que lo
elaboró técnicamente y lo difundió.
Para Ramière, la única respuesta adecuada al gran problema de la
secularización era la construcción del reino social de Cristo. Ese reinado
era compatible con las libertades modernas, con tal de que se reconociera
que éstas encontraban su fundamento en la ley de Cristo, no en una
autónoma determinación humana. Tampoco estaba ligado a determinadas
formas de gobierno, monárquicas o republicanas 54.
El reinado social de Cristo significaba para Ramière el
reconocimiento de la autoridad de Cristo y de la Iglesia en el orden moral 55.
Su mirada se proyectaba sobre un mundo nuevo que era necesario
construir, no tanto sobre un pasado por restaurar 56. Aunque, en un primer
momento, como otros muchos en su época, participara de una cierta visión
apocalíptica de los acontecimientos, no se resignaba a una actitud
meramente defensiva. Creía en la existencia de un espacio para la
actuación del cristiano en la sociedad, para intervenir de modo positivo y
constructivo en la vida contemporánea, y realizar el reinado social de
Cristo. Esta perspectiva encontrará un gran aceptación en el mundo
católico. El alimento espiritual para llevar a cabo esa intervención en la
54
En círculos partidarios de una visión más teocrática —concretamente en España, por
boca del capellán I. Puig i Pascual— se le acusaría de propagar el indiferentismo político.
55
“Par ces mots la royauté sociale de Jésus-Christ nous entendons le droit que possède
l'Homme-Dieu et que possède avec lui l'église, qui le représente ici-bas, d'exercer sa
divine autorité dans l'ordre moral sur les sociétés aussi bien que sur les individus, et
l'obligation que ce droit impose aux sociétés de reconnaître l'autorité de Jésus-Christ et de
l'eglise dans leur existence et leur action collective”. RAMIÈRE, H., Les doctrines
romaines sur le libéralisme envisagées dans leurs rapports avec le dogme chrétien et
avec les besoins des sociétés modernes, Paris 1870, XIV.
56
Realizado el reino social, “ce ne sera plus le moyen-age, avec ses moeurs encore à demi
barbares déparant la vivacité de sa foi; ce ne sera plus le monde moderne avec son
incredulité e son indifférence, mal compensées par la politesse de ses moeurs; ce sera un
monde nouveau, le monde de Jésus-Christ”. RAMIÈRE, H., L'ère du coeur de Jésus, en
Messager du Coeur de Jésus 7 (1865), p. 10.
CAPÍTULO I
29
historia sería la devoción al Sagrado Corazón 57. Junto a Ramière hay que
mencionar por su aportación a la idea del reinado social, al Cardenal Louis
Pie 58.
Con Pío IX, la devoción entró en un periodo de aprobaciones papales
y de especial favor pontificio. El 23 de agosto de 1856, acogiendo una
petición de obispos franceses, el Papa extendió la celebración litúrgica de
la fiesta del Sagrado Corazón a la Iglesia universal. El 18 de septiembre de
1864 beatificó a Margarita María de Alacoque.
Tras la guerra de 1870 59, se extendió en Francia la idea de Cristo Rey,
y se habló de la realeza de Jesús Eucarístico y del Sagrado Corazón-Rey 60.
57
Cfr. MENOZZI, D., Regalità sociale di Cristo e secolarizzazione. Alle origini della
"Quas primas", en Cristianesimo nella Storia 16 (1995), pp. 91-92, 102-105.
58
Además del trabajo de Catta, ya citado, cfr. MARCHASON, Y., Pie (Louis), en
Dictionnaire de Spiritualité 12, Paris 1985, col. 1446-1451; BOLAND, A., Royaume de
Dieu, en Dictionnaire de Spiritualité 13, Paris 1988, col. 1083.
Fuera de Francia, Menozzi menciona a otros representantes de la cultura católica, o
famosos predicadores de Francia, Suiza e Italia. En España, destaca la figura del canónigo
J. Gras y Granollers, que en 1866 había fundado la Academia y Corte de Cristo, que
—bajo la insignia Cristo reina— se proponía defender desde el punto de vista literario y
científico la tesis de la divinidad y realeza de Cristo. En 1876 fundaba la congregación
femenina de las Hijas de Cristo Rey, que se dedicaban a la fundación y gestión de
escuelas donde se enseñase a los jóvenes a reconocer la soberanía social de Cristo. Gras y
Granollers proponía también un culto a Cristo como soberano, entrando así en una
dirección que acabaría siendo sancionada por la Quas primas de Pío XI. Por fin, en 1882
se fundaba en Paray-le-Monial la Société du règne social de Jésus-Christ, que se
proponía realizar una difusión internacional de la realeza social de Cristo. Cfr.
MENOZZI, D., Regalità sociale di Cristo e secolarizzazione. Alle origini della "Quas
primas", en Cristianesimo nella Storia 16 (1995), p. 107-112.
En 1923 se fundaba en Italia la Aleanza sacerdotale universale degli amici del Sacro
Cuore, destinada a promover el reconocimiento de la soberanía de Cristo entre los jefes
de Gobierno y de Estado, el respeto de los derechos de la Iglesia y la inspiración cristiana
de las leyes. Cfr. RUMI, G., Il cuore del Re. Spiritualità e progetto da Benedetto XV a Pio
XI, en Achille Ratti, Pape Pie XI, Roma 1995. También en Italia hay que mencionar al P.
Agostino Gemelli, fundador de la Università Cattolica del S. Cuore y de la Opera della
regalità.
59
El 1 de diciembre de 1870, los prusianos fueron detenidos en Patay por el general De
Sois. Contaba entre sus filas a los zuavos pontificios y a los voluntarios bretones, que
llevaban el emblema del Sagrado Corazón. El hecho causó honda impresión en Francia e
LUIS CANO MEDINA
30
El tono de la devoción sufrió el influjo de otro suceso del año 1870: la
entrada de las tropas piamontesas en Roma por la brecha de Porta Pía, que
le daría un giro temporalístico y antiliberal, al menos en Italia 61. La caída
del Estado pontificio parecía representar el momento álgido de la guerra
que la modernidad irreligiosa había movido contra la Iglesia en los últimos
decenios. La devoción al Sagrado Corazón se desplegaba entonces como
una contraofensiva espiritual, que alcanzaría momentos de especial
intensidad en 1875, con motivo de la consagración de todos los católicos
del mundo al Sagrado Corazón. En algunos países favoreció la
implantación de un Estado confesional 62 ; en Francia estuvo bastante
ligada a la corriente católico-monárquica.
Se sucedieron las consagraciones 63 , las entronizaciones, las
coronaciones, otras tantas expresiones de reconocimiento de la realeza del
Sagrado Corazón 64. Se difunde el deseo de colocar el divino Corazón en la
bandera nacional, especialmente durante la Primera Guerra Mundial 65. Se
multiplican las imágenes colosales en muchas ciudades —Bilbao,
impulsó las consagraciones al Corazón de Jesús. Cfr. CHOLVY, G. — HILAIRE, Y-M.,
Histoire religieuse de la France contemporaine (1800/1880), Tolouse 1985, p. 171.
60
El concepto que se encuentra bajo esta triple denominación fue difundido por la
Sociedad de los Fastos Eucarísticos (así se llamó después la Société du règne social de
Paray-le-Monial) en los diversos Congresos Eucarísticos nacionales e internacionales, y
recibió un gran impulso a raíz de las peregrinaciones masivas a Paray-le-Monial. Cfr.
HAMON, A., Coeur (Sacré), en Dictionnaire de Spiritualité 2, Paris 1953, col. 1040.
61
Cfr. TRAMONTIN, S., Movimento cattolico e devozione al Cuore di Cristo, en Studia
Patavina 35 (1988), p. 37.
62
Un caso paradigmático es la Constitución aprobada en el Ecuador bajo el mandato de
García Moreno (1869-1875).
63
De diócesis, de ciudades y de naciones, como Ecuador (1873), Colombia (1900),
México (1914), España (1919).
64
Como dice Hamon, “l'idée de royauté est, au début, voilée dans la Consécration, elle est
très nette dans l'Intronisation, elle éclate dans le Couronnement”. Cfr. HAMON, A.,
Coeur (Sacré), en Dictionnaire de Spiritualité 2, Paris 1953, col. 1040-1041.
65
Una petición suscrita por millones de firmas reza así: “Nous demandons que l'image du
Sacré-Coeur brille sur le drapeau national devenu sacré par le sang de nos héros et de nos
martyrs”. Cfr. HAMON, A., Coeur (Sacré), en Dictionnaire de Spiritualité 2, Paris 1953,
col. 1040-1041.
CAPÍTULO I
31
Barcelona, Buenos Aires— y se edifican iglesias en honor a la realeza
universal del Sagrado Corazón 66.
León XIII acentuó más su conexión con la cristianización —en la
sociedad secularizada, pero también en los países de misiones—, y con la
paz social e internacional, dándole un sentido más universal y espiritual.
Hay bastantes documentos leoninos relacionados con el Sagrado
Corazón 67, pero destaca sobre todos la encíclica Annum Sacrum, primera
de un pontífice sobre esta devoción 68.
En ella, el Papa anunciaba su deseo de consagrar el género humano al
Sagrado Corazón, como remedio a los graves daños causados a la Iglesia
por el protestantismo, el racionalismo y el positivismo, agravados —al
acercarse el cambio de siglo— por las profundas divisiones entre los
estados, las rebeliones contra la legítima autoridad y la carrera de
armamentos. Como ya hemos notado al hablar de otros documentos del
papa Pecci, el origen de estos males se encontraba en la progresiva
separación de la doctrina y la caridad de Cristo por parte de la sociedad
civil. Para el Papa, el único remedio posible era una vuelta de la
humanidad a la fe y al amor del Redentor. La devoción al Sagrado Corazón
era el mejor modo de recordar a los hombres estos aspectos y de impetrar a
Dios su efectiva consecución. Por eso León XIII pensaba consagrar la
humanidad al Sagrado Corazón, no sólo la Iglesia, como había hecho Pío
IX. Se quería también responder al deseo de muchos obispos y fieles, que
habían propuesto esta posibilidad 69 . El paso que León XIII iba a dar
66
Cfr. HAMON, A., Coeur (Sacré), en Dictionnaire de Spiritualité 2, Paris 1953, col.
1040-1041.
67
Siguiendo los datos ofrecidos por DEGLI ESPOSTI, F., La teologia del Sacro Cuore di
Gesù: da Leone XIII a Pio XI, Roma 1967, p. 21, se cuentan veintiocho documentos
relativos al Oficio y a la Misa del Sagrado Corazón, dieciocho a favor de cofradías, once
sobre el Apostolado de la Oración y otros veinte de diversa naturaleza.
68
León XIII, Enc. Annum Sacrum (25-V-1899), ASS 31 (1899), pp. 645-651.
69
Parece que León XIII tomó la decisión después de conocer los documentos en que Sor
María del Divino Corazón Droste zu Vischering —superiora del Buen Pastor de
Oporto— le comunicaba unas revelaciones particulares sobre la consagración. El
proyecto se remontaba al Concilio Vaticano I, cuando muchos obispos lo presentaron a
LUIS CANO MEDINA
32
reafirmaría la autoridad universal de Cristo no sólo sobre los bautizados,
sino sobre todos los hombres. En la fórmula de la consagración, se invoca
repetidas veces a Cristo como Rey 70. Este acto se presentaba también
como una reafirmación de los derechos civiles, sociales, políticos de la
religión cristiana y de la Iglesia católica 71.
Las razones teológicas que esgrimía León XIII para justificar la
consagración estarán presentes también en la fundamentación de la realeza,
que realizará Pío XI 72. En el fondo, también este aspecto indica que la
consagración de la humanidad al Sagrado Corazón era un acto de
reconocimiento de su soberanía universal, un preludio de la declaración
solemne que iba a efectuar Pío XI, veintiséis años después. El mismo papa
Ratti dará a entender que su acto venía a confirmar y completar las
diversas consagraciones, muy especialmente la que efectuó León XIII 73.
Pedirá que se renueve cada año la consagración leonina en la festividad de
Cristo Rey.
La soberanía de Cristo sobre la humanidad —explicaba León XIII—
se fundamenta en la unión hipostática —su derecho nativo— y en la
Redención —el llamado derecho de conquista—, según el esquema
tradicional, ya desarrollado por Santo Tomás 74 . La conveniencia de
consagrar algo que ya pertenece a Dios por este doble título estriba para
León XIII en que Cristo quiere ejercer su imperio de forma voluntaria y
por amor. El ofrecimiento libre que supone la consagración se mueve en la
Pío IX, que no consideró todavía maduros los tiempos. Cfr. DEGLI ESPOSTI, F., La
teologia del Sacro Cuore di Gesù: da Leone XIII a Pio XI, Roma 1967, pp. 22-24.
70
“Rex esto, Domine, nec fidelium tantum qui nullo tempore discessere a Te, sed etiam
prodigorum filiorum reliquerunt... Rex esto eorum, quos aut opinionum error deceptos
habet... Rex esto denique eorum omnium, qui in vetere gentium superstitione vesantur...”.
ASS 31 (1898-99), pp. 651-652. La cursiva es nuestra.
71
Cfr. DE GIORGI, F., Forme spirituali, forme simboliche, forme politiche. La
devozione al S. Cuore, en Rivista di Storia della Chiesa in Italia 48 (1994), p. 378.
72
Cfr. Pío XI, Enc. Quas primas (11-XII-1925), AAS 17 (1925), pp. 563-610; en
Doctrina pontificia II. Documentos políticos, Madrid 1958, pp. 500-501.
73
Cfr. Pío XI, Enc. Quas primas (11-XII-1925), AAS 17 (1925), pp. 563-610; en
Doctrina pontificia II. Documentos políticos, Madrid 1958, pp. 511-512.
74
Cfr. S. Th., III, q. 59, a. 4.
CAPÍTULO I
33
óptica del amor, de la devoción y del homenaje a Cristo: por esto mismo se
realiza al Sagrado Corazón, símbolo del amor divino que se quiere
corresponder.
León XIII indicó que debía celebrarse en un mismo día, en todo el
mundo. Quería subrayar así el carácter universal de esta devoción —contra
toda interpretación nacionalista— y su vinculación con la extensión de la
salvación y el impulso misionero de la Iglesia. Entre los beneficios que el
Papa esperaba de ese acto, se encontraban la propia vida espiritual de los
cristianos, la paz de la Iglesia —con el reconocimiento de los derechos de
Dios en los Estados y la normalización de las relaciones con la Santa
Sede— y la paz social. Como estaba indicado, la consagración fue
realizada el 11 de junio de 1899 en todo el mundo 75, levantando oleadas de
entusiasmo y conmoción. En los pocos años de vida que le quedaban, León
XIII recordó esos momentos como un motivo de especial consuelo 76.
Pío X, cuya doctrina será el principal objeto de nuestro estudio, no
realizó progresos sustanciales respecto a las enseñanzas y disposiciones de
León XIII. Más bien se dedicó a consolidarlas y promoverlas 77. Favoreció
la entronización del Sagrado Corazón en las familias, promovida por
Mateo Crawley, que daba un sentido más íntimo y religioso a esta
devoción, sin perder su carácter social: la recristianización de la sociedad
debía partir de la familia. También concedió indulgencias a varias
jaculatorias que expresan lo que Zambarbieri llama “una polarizzazione
quasi totalizzante della vita cristiana” en torno al culto del Sagrado
Corazón 78 y su proximidad con la idea de reinado 79 . Dispuso que la
75
En aquellos lugares donde la encíclica había llegado a tiempo. En el resto, se realizó
apenas fue posible. Cfr. DEGLI ESPOSTI, F., La teologia del Sacro Cuore di Gesù: da
Leone XIII a Pio XI, Roma 1967, pp. 23-26.
76
Cfr. Enc. Mirae Caritatis (28-V-1902), ASS 34 (1901-02), p. 641.
77
De San Pío X se cuentan ocho documentos relativos a la Misa y al Oficio del Sagrado
Corazón, once sobre el Corazón eucarístico, tres sobre la consagración de las familias,
diez sobre las cofradías y nueve sobre otras prácticas piadosas. Cfr. DEGLI ESPOSTI, F.,
La teologia del Sacro Cuore di Gesù: da Leone XIII a Pio XI, Roma 1967, pp. 23-26.
78
Por ejemplo: “Cuore divino di Gesù; convertite i peccatori, salvate i moribondi, liberate
le anime sante del Purgatorio” y “Tutto per voi, cuore sacratissimo di Gesù”),
LUIS CANO MEDINA
34
consagración leonina se renovara todos los años, ante el Santísimo
Sacramento 80, subrayando su carácter espiritual. Esta medida favorecía la
propagación y asimilación del mensaje leonino, preparando el camino al
reconocimiento de la realeza. Como veremos enseguida, las diversas
consagraciones tuvieron una parte importante en la afirmación de Cristo
Rey. Otro mérito de Pío X fue resaltar el papel de Juan Eudes en la historia
de la devoción, antes de las revelaciones de Paray-le-Monial. A principios
del siglo XX, antes de que San Pío X lo elevara a los altares, la figura y
escritos de Eudes eran prácticamente ignorados 81 . En el decreto de
beatificación, se lee: “Egli per primo pensò a rendere al Cuore di Gesù e al
Cuore di Maria un culto liturgico. Di questa devozione egli deve essere
considerato il padre, avendo cercato di stabilirla sino dalla fondazione del
suo Istituto; il dottore, perché ne compose la Messa e l'Ufficio; l'apostolo,
perché cercò di diffonderla in ogni luogo” 82 . Otras indicaciones
interesantes se encuentran en la carta a los obispos de México, con motivo
de la consagración de ese país al Sagrado Corazón 83.
Por otra parte —tendremos ocasión de considerarlo ampliamente—,
las enseñanzas de Pío X parecen desligarse de la devoción al Sagrado
Corazón al proclamar la soberanía de Cristo en la sociedad, que se expresa
79
“Coeur Sacré de Jésus que votre règne arrive”. También bendijo en 1905 un estandarte
dedicado “alla regalità di Cristo attraverso il S. Cuore”. Cfr. ZAMBARBIERI, A., Per la
storia della devozione al Sacro Cuore in Italia tra '800 e '900, en Rivista di Storia della
Chiesa in Italia 41 (1987), p. 396.
80
Cfr. Decr. de la Sagrada Congregación de Ritos (22-VIII-1906), ASS 39 (1906), pp.
569-570.
81
Cfr. DEGLI ESPOSTI, F., La teologia del Sacro Cuore di Gesù: da Leone XIII a Pio XI,
Roma 1967, p. 68.
82
Breve Divinus Magister (11-IV-1909), AAS 1 (1909), p. 480, en DEGLI ESPOSTI, F.,
La teologia del Sacro Cuore di Gesù: da Leone XIII a Pio XI, Roma 1967, p. 68.
83
Pío X, Epist. Consilium aperuistis (12-XI-1913), AAS 5 (1913), p. 546. Explicaba que
la consagración de un país al Sagrado Corazón era una aplicación particular del acto
realizado por León XIII, y resaltaba su motivación espiritual: conocía bien el Papa “el
gran valor que tiene para fomentar la salvación y la paz de los pueblos, conducir a los
hombres a ese puerto de salvación, a ese templo de la paz, que quiso Dios benignamente
abrir al género humano en el Corazón augusto de su Hijo”. La traducción es nuestra.
CAPÍTULO I
35
más bien en torno al lema que adoptó como guía de su pontificado:
Instaurare omnia in Christo
Benedicto XV canonizó a Margarita María de Alacoque y siguió
impulsando la consagración a las familias. Esta práctica había tenido un
gran éxito durante los últimos años del siglo XIX por mérito del
Apostolado de la Oración, para decaer después. El peruano Mateo
Crawley, de la Congregación de Picpus, la había retomado, añadiendo la
ceremonia de entronización como primer acto de reconocimiento del
reinado social de Jesús. Ya hemos dicho que fue bendecida por Pío X, pero
fue Benedicto XV quien más interés tomó en promoverla, tratando de que
no se quedara en una pura ceremonia, sino que tuviera consecuencias
prácticas. Era, para el Papa, un modo de prolongar el acto de León XIII, y
de favorecer que esa consagración general se tradujera en una
consagración personal, a través de la familia. Además, resultaba
especialmente oportuno en un momento en el que la santidad del
matrimonio estaba amenazada. Benedicto XV dispuso que ese acto fuera
acompañado de la práctica de leer habitualmente el Evangelio en la
familia 84.
Por fin, Pío XI incorporará en su noción del reino de Cristo la
doctrina de sus predecesores sobre la descristianización y el Sagrado
Corazón, inicialmente en su primera encíclica Ubi arcano (23-XII-1922) 85,
y más completamente en la Quas primas. Como ya hemos indicado, a él se
debe la identificación —en íntima conexión con el acto realizado en 1899
por León XIII— entre el culto al Sagrado Corazón y la realeza de Cristo.
También indicó que la fiesta del Sagrado Corazón tendría a partir de ese
momento un carácter de reparación, que había de ser puesto de relieve
solemnemente en todo el mundo 86.
84
Cfr. Benedicto XV, Carta Libenter Tuas (27-IV-1915) al P. Mateo Crawley, AAS 7
(1915), pp. 203-205. Cfr. DEGLI ESPOSTI, F., La teologia del Sacro Cuore di Gesù: da
Leone XIII a Pio XI, Roma 1967, p. 70.
85
Cfr. AAS 14 (1922), pp. 673-700. Vid. Doctrina pontificia III. Documentos sociales,
Madrid 1959, p. 573.
86
Cfr. Pío XI, Enc. Miserentissimus Redemptor (8-V-1928), AAS 20 (1928), pp.
165-178.
LUIS CANO MEDINA
36
Ciertamente, como nota Zambarbieri, Pío XI instituyó la fiesta de
Cristo Rey, no del Sagrado Corazón Rey 87 . Pero fue el movimiento
devocional hacia el Corazón de Cristo el que favoreció el culto a su realeza.
Las múltiples iniciativas de los fieles y de los obispos, las consagraciones
—de los individuos, de las familias, de las ciudades, diócesis o naciones—
los desiderata de los Congresos Eucarísticos, habían contribuido a
identificar la idea de Cristo Rey con la del Sagrado Corazón 88.
Para terminar, queremos referirnos brevemente a otro factor que —en
nuestra opinión— influyó en este proceso. Se trata de una deducción
personal y provisional, a la espera de ulteriores verificaciones o críticas,
realizada desde una óptica sociológica. A nuestro juicio, la doctrina de la
realeza refleja un aspecto de la mentalidad decimonónica, un tipo de
sensibilidad religiosa que explica también el arraigo del Sagrado Corazón.
Al percibir los diversos síntomas de descristianización en la sociedad,
esta sensibilidad contribuyó a considerar esos fenómenos como un rechazo
directo y personal a Cristo, a su amor y paz, representados en el Sagrado
Corazón. La idea de un Cristo despojado de su trono —en una época
marcada por las destituciones de monarcas—, apartado de la vida de los
pueblos, olvidado y hasta odiado, en mil manifestaciones de la vida, estaba
llamada a suscitar fuertes y auténticos sentimientos religiosos, como en
efecto sucedió.
Frente al injusto tratamiento que Cristo sufría en tantas esferas de la
sociedad, surgió una espiritualidad centrada en la reparación y la expiación,
87
Zambarbieri añade que en la argumentación doctrinal de la encíclica “non veniva
sottolineata la devozione al S. Cuore”, aunque se insistía “sul carattere interiore e
spirituale del Regno di Cristo”. Cfr. ZAMBARBIERI, A., Per la storia della devozione al
Sacro Cuore in Italia tra '800 e '900, en Rivista di Storia della Chiesa in Italia 41 (1987),
p. 421.
88
Cfr. AUBERT, R., L'insegnamento dottrinale di Pio XI, en Pio XI nel trentesimo della
morte (1939-1969), Milano 1969, pp. 214-219. Cit. por ZAMBARBIERI, A., Per la
storia della devozione al Sacro Cuore in Italia tra '800 e '900, en Rivista di Storia della
Chiesa in Italia 41 (1987), p. 421. Pío XI estableció que precisamente en la fiesta de
Cristo Rey se renovara cada año la consagración al Sagrado Corazón propuesta por León
XIII.
CAPÍTULO I
37
y a la vez, se abrió paso el deseo de ver a Cristo reinar de nuevo, tanto en
los corazones como en la vida pública. Un modo de desagraviarle era
devolverle su lugar de honor en la humanidad y en la vida de los pueblos.
De este modo, además, se remediarían muchas calamidades —guerras,
conflictividad, desprecio de la autoridad— que eran la consecuencia o el
castigo —esta idea se encuentra también presente, incluso en el
Magisterio— de la pública apostasía. Se trataba, pues, de fundar un orden
nuevo, donde reinara el amor de Cristo: ésa era la compensación debida a
su honor, a la vez que una garantía de paz para la vida social. Así se
comenzará a hablar del reinado del Sagrado Corazón —a menudo
añadiendo el calificativo social—, que se concretará en la realización de
una civilización cristiana. De este modo, en la fórmula de Cristo Rey,
terminarán por reunirse los elementos de los que hemos venido hablando
en este capítulo: devoción al Sagrado Corazón y establecimiento de un
orden social fundado sobre los principios cristianos.
Cristo Rey se convertirá también en el símbolo de la causa cristiana,
en la bandera bajo la que militar en la guerra por implantar su reinado.
Será el estandarte de la victoria 89, la consigna que llama a la acción —en
algún caso, no siempre pacífica 90- e, incluso, se expresará en un himno
musical: Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat 91.
La idea de realeza, en fin, estará muy presente en la pastoral de la
Iglesia y en el papel que en ella jugarán los laicos: todos los fieles,
dirigidos por la jerarquía, deberán ocuparse de extender e instaurar el reino
de Cristo en la tierra. La realeza será un modo de comprender la misión de
la Iglesia en el mundo moderno, ante el desafío de la descristianización.
89
León XIII compara al Sagrado Corazón con el lábaro constantiniano, signo de victoria,
de esperanza y salvación. Cfr. León XIII, Enc. Annum Sacrum (25-V-1899), ASS 31
(1899), pp. 650-651.
90
Como en la revolución mexicana de los cristeros.
91
Aparecido en época carolingia, había sido usado como emblema durante las cruzadas y
después esculpido sobre las monedas de los reyes franceses. Cfr. MENOZZI, D., Regalità
sociale di Cristo e secolarizzazione. Alle origini della "Quas primas", en Cristianesimo
nella Storia 16 (1995), p. 88. El actual motete se debe al compositor francés Vervoitte.
LUIS CANO MEDINA
38
CAPITULO II
UNA APROXIMACIÓN A LA VIDA Y DOCTRINA
DE GIUSEPPE SARTO, SAN PÍO X
Para conocer la aportación de Pío X en el proceso de afirmación de la
realeza, no basta examinar sus enseñanzas pontificias. La importancia de
su pontificado —también por lo que respecta a nuestro tema— no se
encuentra tanto en la doctrina que emana de sus encíclicas o discursos
como en sus actos de gobierno y de reforma 92. Por eso creemos necesario
comenzar este estudio con una síntesis biográfica de Giuseppe Sarto.
Después aludiremos a varias características de su pensamiento magisterial.
Con estos datos, estaremos en mejores condiciones de contextualizar los
documentos que analizaremos.
92
Como señala Romanato, quizá el mejor biógrafo del papa Sarto, “il temperamento di
Pio X non era portato alla sintesi teoriche bensì alle realizzazioni concrete. In ciò era
profondamente diverso, quasi l'opposto del suo predecessore. Si rischia perciò di essere
indotti in errore cercando il senso del suo pontificato nelle encicliche o nei discorsi.
Questi sono certamente importanti, se non altro per circoscrivere il suo orizzonte mentale,
ma rappresentano solo un aspetto, e forse quello meno significativo, della sua personalità
complessiva. Il vero Pio X, quello che ha lasciato un'orma duratura nella storia della
Chiesa, è invece il Pio X degli atti di governo, delle riforme ecclesiastiche. L'importanza
del suo pontificato non sta nelle parole ma nei fatti”. ROMANATO, G., Pio X. La vita di
papa Sarto, Milano 1992, p. 245.
LUIS CANO MEDINA
40
1. Síntesis biográfica
Giuseppe Melchiorre Sarto nació el 2 de junio de 1835 en Riese, un
pueblo del Véneto, entonces incorporado al Imperio Austro-húngaro. Sus
padres eran Giovanni Battista Sarto, empleado municipal, y Margherita
Sanson, costurera.
La vocación del futuro Papa maduró en la parroquia de su pueblo
natal, junto al párroco y al capellán de Riese, dos sacerdotes de elevada
espiritualidad y celo. En noviembre de 1850, ingresó en el Seminario de
Padua, donde recibió una formación típicamente tridentina y destacó por
su inteligencia y disciplina. Fue ordenado sacerdote el 18 de septiembre de
1858, y en noviembre de ese mismo año se incorporó a su primer destino
pastoral: había sido nombrado capellán de Tómbolo, un pueblo de la
diócesis de Padua. A lo largo de nueve años desempeñó su ministerio entre
los campesinos de lugar, muy pobres en su mayoría, hasta su traslado a la
parroquia de Salzano, el 14 de julio de 1867, otro pueblo del Véneto,
recientemente anexionado al Reino de Italia. En Salzano permanecería
poco más de ocho años. Tuvo que dejar esta actividad pastoral cuando fue
nombrado canónigo de Treviso, en noviembre de 1875. Allí fue encargado
de la cancillería episcopal y de la dirección espiritual de los seminaristas.
En septiembre de 1884, fue preconizado Obispo de Mantua 93. La
diócesis se encontraba en una situación dificilísima 94, y Sarto se propuso
recuperar la vida religiosa y moral, dedicando también mucho esfuerzo al
clero. Su labor obtuvo frutos 95 . En Roma no pasó inadvertida esta
circunstancia, y a la muerte del Patriarca de Venecia, Sarto fue designado
93
Recibió la consagración episcopal el 16 de noviembre de ese año, en la iglesia romana
de San Apolinar. Después de esperar cinco meses para obtener el exequatur regio, pudo
tomar posesión de su cargo, el 18 de abril de 1885.
94
Además de padecer una aguda crisis económica y demográfica, la ciudad vivía un
clima de agitación política, que había provocado divisiones también entre el clero: una
parte llegó a estar en abierta rebelión con el Obispo. El Seminario tuvo que cerrar por
falta de candidatos, y las ordenaciones sacerdotales se habían reducido casi a cero cuando
Sarto tomó posesión de la diócesis.
95
Aubert afirma que hizo en pocos años de Mantua una diócesis modelo. Cfr. AUBERT,
R., Profilo di Pio X, en Il Veneto di Giuseppe Sarto (1835-1903), Treviso 1985, p. 18.
CAPÍTULO II
41
para ocupar esa prestigiosa sede, a la que iba unida tradicionalmente el
cardenalato 96. En Venecia, la situación era menos grave, pero también se
percibían claros signos de crisis religiosa. Como en Mantua, el nuevo
Patriarca efectuó una visita pastoral y tuvo un sínodo; además dedicó toda
su atención al Seminario y puso en marcha otras reformas 97.
El 20 de julio de 1903 moría León XIII. El 31 de julio comenzó el
cónclave que elegiría a Mons. Sarto para sucederle 98, el 4 de agosto de
1903. La votación había recaído sobre un hombre que podía aportar al
pontificado una larga experiencia pastoral y la convicción de que la Iglesia
necesitaba profundas reformas 99.
Dos meses más tarde, el nuevo Papa publicaba su primera encíclica 100,
en la que daba a conocer “que en la gestión de Nuestro pontificado
tenemos un sólo propósito, instaurare omnia in Christo (Eph 1, 10), para
que efectivamente sea omnia et in omnibus Christus (Col 3, 11)”. E insistía:
96
Aunque su nombramiento llevaba fecha de 15 de junio de 1893, tuvo que esperar un
año y medio —hasta el 24 de noviembre de 1894— para tomar posesión: la causa fue otra
vez el exequatur real.
97
Hay que destacar la restauración de la catequesis y de la homilía dominical; sus
medidas para recuperar la dignidad del culto y de la música sacra; el estímulo a las
diversas iniciativas sociales de la Opera dei Congressi. Incluso se movió para promover
una universidad católica. Este último proyecto no llegó a realizarse, tampoco cuando
volvió a intentarlo en Roma, siendo Papa.
Provocó estupor y críticas su impulso a la alianza con los liberales para derrocar la
corporación municipal masónica de Venecia. León XIII quedó desconcertado ante esta
posición del Patriarca, pero terminó por aprobarla. Cfr. AUBERT, R., Pio X tra
restaurazione e riforma, en Storia della Chiesa (Fliche-Martin), vol. XXII/1, Cinisello
Balsamo 1990, pp. 114-115.
98
El candidato más votado en los tres primeros escrutinios fue el Card. Mariano
Rampolla del Tindaro, Secretario de Estado de León XIII. Pero el Card. Puzina de
Kozielsko, de Cracovia, comunicó el veto del emperador Francisco José de Austria a esa
elección. Una de las primeras reformas de Pío X como Papa será acabar definitivamente
con ese anacrónico privilegio: cfr. Const. Commisum nobis (20-I-1904), que fue dada a
conocer en 1909. Cfr. La Civiltà Cattolica (1909) I, pp. 714-718.
99
Así lo recuerda su secretario Pescini: “alguna vez, mientras era Patriarca, tuvo a bien
manifestar el pensamiento de que en la Iglesia hacía falta una seria y general reforma”.
Cfr. ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto, Milano 1992, p. 245.
100
Enc. E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903), ASS 36 (1903-04), pp. 129-139.
LUIS CANO MEDINA
42
“De ahí que si alguno Nos pide una frase simbólica, que exprese Nuestro
propósito, siempre le daremos sólo ésta: instaurare omnia in Christo”.
Pronto puso en marcha su programa de reformas, comenzando por la
liturgia: el 22 de noviembre de 1903 publicaba el motu proprio Tra le
sollecitudini 101, sobre la música sacra y el canto gregoriano 102. En 1905
aparecía el primero de los decretos eucarísticos, que tanta influencia
tendrían en la piedad católica 103 . Se ocupó también de impulsar otras
reformas relacionadas con la organización y gobierno de la Iglesia 104.
Los aspectos organizativos no eran, sin embargo, los que más
importaban a Pío X. Su programa reformador miraba directa y
principalmente a revitalizar la misión propia de la Iglesia: la salvación de
las almas. Para tomar el pulso de la situación y adoptar las medidas
101
ASS 36 (1903-04), pp. 329-339.
Aubert resume así otras medidas de Pío X en campo litúrgico: “togliere dal messale
molte cose inutili; restituire al ciclo delle domeniche il posto che era stato usurpato
progressivamente dal ciclo dei santi; ristrutturare il messale per farne un tutto logico con
una presentazione chiara; insistere affinché non si dimenticasse mai che nella Messa
l'essenziale è il sacrificio; collocare la liturgia al suo posto nella vita delle anime;
sviluppare con la preghiera ufficiale della Chiesa il senso cattolico”. AUBERT, R., Pio X
tra restaurazione e riforma, en Storia della Chiesa (Fliche-Martin), vol. XXII/1,
Cinisello Balsamo 1990, p. 139.
103
Sobre la Comunión frecuente y cotidiana: Decr. Sacra Tridentina Synodus
(20-XII-1905), ASS 38 (1905-06), pp. 400-406; la Comunión de los enfermos: Decr. Post
editum (7-XII-1906), ASS 39 (1906), pp. 603-604; y de los niños: Decr. Quam singulari
Christus amore (8-VIII-1910), AAS 2 (1910), pp. 577-583.
104
Además de acabar con el veto, reformó otros aspectos del cónclave, imponiendo a los
cardenales el silencio más absoluto acerca de su desarrollo: cfr. Const. Vacante Sede
Apostolica (25-XII-1904), Acta Pii X, III, 1971, pp. 239-288.
En ese periodo inicial puso en marcha otros proyectos tan necesarios como difíciles. El
primero fue remodelar la Curia romana, para adaptarla a las modernas exigencias del
gobierno de la Iglesia: cfr. Const. apost. Sapienti Consilio (29-VI-1908), ASS 41 (1908),
pp. 425-440. También dotó a la Santa Sede de un instrumento apto para promulgar
completa y oficialmente sus disposiciones: el periódico Acta Apostolicae Sedis: cfr.
Const. apost. Promulgandi (29-IX-1908), ASS 41 (1908), pp. 619-620.
El segundo fue codificar el Derecho Canónico: cfr. Motu pr. Arduum sane munus
(19-III-1904), ASS 36 (1903-04), pp. 549-551. La preparación del Código requirió trece
años de trabajo. Fue promulgado por Benedicto XV, el 27 de mayo de 1917.
102
CAPÍTULO II
43
convenientes, ordenó varias visitas apostólicas 105. Se preocupó de mejorar
la preparación intelectual del clero 106, y su vida interior, quizá el aspecto
que más le interesaba 107. San Pío X será también recordado por su impulso
a la catequesis 108.
105
Comenzó con la ciudad de Roma: cfr. Carta Quum arcano (11-II-1904), ASS 36
(1903-04), pp. 532-535, a los pocos meses de su elección. Enseguida extendió la visita a
las diócesis de Italia: cfr. Decr. Constat apud omnes (7-III-1904), ASS 36 (1903-04), pp.
561-565.
Los resultados de las visitas fueron poco consoladores; en el caso de Roma, la situación
era deplorable en varios aspectos, pero especialmente en la práctica sacramental. A partir
de ese momento, el trabajo que Pío X desarrolló en la Ciudad Eterna fue enorme: reforma
de las parroquias, construcción de otras nuevas en zonas desatendidas, y nombramiento
de párrocos jóvenes y bien capacitados.
Otro resultado de la visita apostólica fue conocer la situación de los Seminarios italianos,
nada satisfactoria. En poco tiempo, el Papa llevó a cabo una remodelación completa que
produjo los frutos apetecidos: el 16 de julio de 1912, tras una segunda visita apostólica,
escribía a los obispos italianos: “la situación de los Seminarios, gracias a Dios, ha
mejorado tanto en todos ellos, que nos hace concebir las mejores esperanzas para el
futuro”. Cfr. AAS 4 (1912), p. 491. Sobre este tema, es esencial el trabajo de VIAN, G.,
La riforma della Chiesa per la restaurazione cristiana della società. Le visite apostoliche
delle diocesi e dei seminari d'Italia promosse durante il pontificato di Pio X (1903-1914),
en Italia sacra, vol. 58-59, Roma 1998.
106
Todavía dentro del primer año de pontificado, estableció que la Comisión Bíblica
—puesta en marcha por su predecesor— concediera grados académicos: cfr. Const. apost.
Scripturae Sancte (23-II-1904), ASS 36 (1903-04), pp. 530-532. Cinco años más tarde
fundaba el Instituto Bíblico: cfr. Enc. Vinea electa (7-V-1909), AAS 1 (1909), pp.
447-451. El interés por promover la ciencia bíblica era bien comprensible, conociendo los
fermentos intelectuales de la época.
Prosiguiendo el camino trazado por León XIII, recordó también que los estudios
eclesiásticos siguieran la doctrina de Santo Tomás. Entre otros documentos, puede citarse
el Motu pr. Doctores angelici (29-VI-1914), AAS 4 (1914), pp. 336-341.
107
El 4 de agosto de 1908 publicaba la exhortación Haerent animo, sobre la santidad de
los sacerdotes, que comentaremos más adelante.
108
Con la Enc. Acerbo nimis (15-IV-1905), ASS 37 (1904-05), pp. 613-625, impulsaba la
enseñanza de la doctrina cristiana. Su larga trayectoria pastoral le había convencido de
que la raíz de los males que afligen a la sociedad se encuentra en su apartamiento de Dios
y éste es achacable sobre todo a la ignorancia en materia religiosa. Esta convicción había
sido una constante en su labor pastoral, desde los tiempos de Salzano hasta Venecia.
Y para la catequesis, era indispensable disponer de un buen Catecismo. A lo largo del s.
XIX los obispos italianos se habían quejado muchas veces de la ignorancia doctrinal del
LUIS CANO MEDINA
44
Para un historiador de tanto peso como Aubert, Pío X demostró ser
—con estas medidas— “uno de los grandes papas reformadores de la
historia” 109 . Afrontó cuestiones que llevaban siglos sin solucionarse,
adoptando soluciones que a los grupos más conservadores parecieron
revolucionarias 110.
Otro capítulo importante y muy discutido del pontificado de San Pío
X fue su posición acerca de la acción social y política de los católicos. En
Italia, la cuestión romana estaba todavía por resolver y el non expedit
continuaba prohibiendo a los fieles católicos la participación en la vida
política nacional. Pío X no aspiraba a restaurar el poder temporal de la
pueblo, y habían pedido que se preparara un texto, único y claro, que facilitara la
catequesis. Cfr. ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto, Milano 1992, p. 111.
Sarto compartía esa opinión, reforzada por su propia experiencia pastoral. Siendo párroco
de Salzano, escribió de su puño y letra un Catecismo y Dal-Gal nos informa de que, más
tarde, “Mons. Sarto aveva portato a Mantova l'idea e la convinzione della necessità di un
Catechismo unico, non poche volte discussa con i Canonici e Professori, suoi colleghi,
nel Seminario di Treviso”. Como Obispo de Mantua envió una carta al I Congresso
Catechistico, celebrado en Piacenza, donde proponía que se deliberara sobre esta
necesidad, y se manifestara a la Santa Sede un voto favorable sobre el asunto
(29-VIII-1889). La idea —que ya habían manifestado muchos obispos en el Concilio
Vaticano I— fue muy bien acogida. Cfr. DAL-GAL, P.G., S. Pio X papa, Padova 1954, p.
143 y ss.
Después de un fatigoso estudio por parte de una comisión de teólogos, quedó preparado el
nuevo Catecismo: fue obligatorio en la diócesis de Roma a partir de 1905. Aunque
algunas voces críticas pusieron en seguida de relieve las limitaciones teológicas de esa
obra —que el mismo Papa consideraba susceptible de perfeccionamiento— el Catecismo
tuvo un éxito rotundo: era un texto preciso, claro y didáctico. Cfr. CAMPANINI, G., Pio
X fra tradizione e rinnovamento, en Rassegna di Teologia (1986/2), pp. 164-165. Pronto
se extendió al resto de Italia y a gran parte de la Iglesia.
109
AUBERT, R., L'opera riformatrice di Pio X, in Storia della Chiesa (Jedin), vol. IX,
Milano 1973, p. 466. En la p. 474, cita unas palabras del Times de Londres, con motivo de
la muerte de Pío X: “Non è esagerato dire che G. Sarto ha fatto di propria iniziativa, più
cambiamenti nella disciplina della Chiesa cattolica di ogni altro dei suoi predecessori
dall'epoca del Concilio di Trento”.
110
“Egli compì in pochi anni una serie di riforme, alcune delle quali erano reclamate da
secoli, e parecchie delle quali passarono a quell'epoca come rivoluzionarie e si urtarono
nella resistenza passiva dei veri conservatori”. AUBERT, R., L'opera riformatrice di Pio
X, in Storia della Chiesa (Jedin), vol. IX, Milano 1973, p. 467.
CAPÍTULO II
45
Santa Sede 111 , pero tampoco era partidario de aceptar los hechos
consumados con el Estado italiano, autorizando la participación de los
católicos en la vida política 112. Pío X decidió mantener el non expedit,
atenuándolo progresivamente y autorizando el pacto con los liberales
moderados 113, para crear un frente común frente al empuje anticlerical 114.
En cambio, no vio con buenos ojos los partidos católicos y desaconsejó
siempre su formación. Los toleró donde existían, sin gran entusiasmo, pero
111
El político Crispolti cuenta en sus memorias que el pontífice le comentó: “se il Re mi
mandasse a dire di riprendere possesso di Roma, perché egli se ne parte e me la lascia, io
gli farei rispondere: resti al Quirinale e se ne parlerà un'altra volta. Ci mancherebbe altro
per la Santa Sede”. CRISPOLTI, F., Pio IX, Leone XIII, Pio X, Benedetto XV (Ricordi
personali), Milano-Roma 1932, p. 113.
Tramontin lo ha llamado el “idealismo antitemporalistico” de Pío X. Cfr. TRAMONTIN,
S., Un secolo di storia della Chiesa. Da Leone XIII al Concilio Vaticano II, vol. I, Roma
1980, p. 96.
Romanato señala que Pío X “è il primo papa totalmente sganciato dal problema del potere
temporale”. No mencionó la questione romana en su primera encíclica. “Era
perfettamente consapevole che l'evoluzione dei tempi aveva definitivamente seppellito il
potere temporale”. ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto, Milano 1992, p. 269.
112
Que corría el riesgo de ser interpretada como un reconocimiento tácito de la
legitimidad del Reino de Italia, y en consecuencia, como una aceptación implícita del
statu quo implantado por la reunificación italiana. Por otro lado, el Papa comprendía el
caro precio que se estaba pagando con la política del non expedit: las fuerzas anticatólicas
tenían el campo despejado en el Parlamento y en el Gobierno.
113
Sale —documentando los acuerdos de 1904, para apoyar a los candidatos moderados
en las elecciones— recoge unas palabras del Papa, escuchadas por uno de los
colaboradores de La Civiltà Cattolica a quien Sarto había encomendado un artículo sobre
la cuestión: lo importante, para Pío X, no era tener poder temporal, sino que el gobierno
italiano no fuera hostil. “El Papa sólo tiene necesidad de libertad”. Cfr. SALE, G., Pio X,
"La Civiltà Cattolica" e gli accordi clerico-moderati del 1904, en La Civiltà Cattolica
(2000) I, pp. 547-548.
114
Aubert explica que Sarto veía necesario un acercamiento a la nueva Italia
“salvaguardando quanto nella Questione romana vi era di essenziale sotto l'aspetto
spirituale”, pero abandonando lo que había de transitorio en las posiciones tomadas por
Pío IX y León XIII. Quería que los católicos actuasen de nuevo en política, especialmente
contra la amenaza del socialismo. Cfr. AUBERT, R., Pio X tra restaurazione e riforma,
en Storia della Chiesa (Fliche-Martin), vol. XXII/1, Cinisello Balsamo 1990, pp.
114-115.
LUIS CANO MEDINA
46
impidió su creación en Italia 115. Otro acto de Pío X fue disolver la Opera
dei Congressi, que había centralizado las iniciativas del movimiento
católico italiano 116, para refundarla según una nueva fórmula 117. En la
misma línea se encuentra la disolución del movimiento Le Sillon 118.
La condena del Modernismo es otro hito importante en el pontificado
de Pío X 119. Comenzó con la inclusión en el Índice de cinco obras de Loisy
115
Una carta de Pío X al obispo de Mantua, del 13-I-1908, explica cuál era la visión del
pontífice: “Io non ci tengo affatto a candidature schiettamente cattoliche, di difficile
riuscita e anche di poco vantaggio alla Camera. È vero che questo mio esclusivismo non
va a sangue degli aspiranti alla medaglietta, che vorrebbero nel Parlamento un centro
cattolico. Ma a questo, oltreché non siamo ancora preparati, si oppongono ragioni di
ordine superiore, perché Roma non è né Berlino né Parigi e l'Italia col Papa si trova in
condizioni ben differenti dagli altri Stati. Ottimo pertanto il pensiero del concorso dei
cattolici cogli altri uomini onesti difensori dell'ordine per la scelta di Deputati che
promettano di non votare per nessuna legge contraria alle leggi della Chiesa”, cit. por
ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto, Milano 1992, p. 270. Cfr. CAMPANINI,
G., Pio X fra tradizione e rinnovamento, en Rassegna di Teologia (1986/2), p. 167.
116
Campanini comenta que se había convertido en una especie de gran depósito, en el que
confluían todo tipo de iniciativas católicas, bajo un rígido y unitario centralismo, y donde
no era fácil distinguir el plano de la evangelización y el de la acción político social. Cfr.
CAMPANINI, G., Pio X fra tradizione e rinnovamento, en Rassegna di Teologia
(1986/2), pp. 169-171.
117
Con la Enc. Il fermo proposito (11-V-1905), ASS 37 (1904-05), pp. 741-767, dispuso
que la acción católica tuviera una finalidad exclusivamente apostólica y estableció los
principios que debían guiar una serie de iniciativas sociales —la acción católica, en
sentido genérico, o acción de los católicos— en la construcción de una civilización
cristiana, bajo la autoridad eclesiástica. Esas actividades quedaron englobadas en la
llamada Unione Popolare.
118
Cfr. Carta Notre charge apostolique (25-VIII-1910), AAS 2 (1910), pp. 607-633. Nos
detendremos en este acto más adelante.
119
Antes de la Enc. Pascendi, el Modernismo no era una doctrina claramente formulada.
Existía un grupo de estudiosos que deseaban reaccionar frente al atraso de los estudios
exegéticos e históricos de la antigüedad cristiana en ámbito católico. A ellos se unían
quienes desde el terreno filosófico y teológico se preocupaban de buscar formulaciones
de la fe acordes con las categorías del pensamiento moderno. Una tercera corriente estaba
representada por los que deseaban renovar la acción pastoral de la Iglesia y su actitud ante
el mundo. Cfr. CABELLO, E., San Pío X y la renovación de la vida cristiana, en Cien
años de pontificado romano, Pamplona 1997, p. 47.
CAPÍTULO II
47
y de dos de Albert Houtin 120. Le siguió el decreto Lamentabili —iniciado
con el estudio del dossier Loisy, pero sucesivamente ampliado— que fue
publicado el 3 de junio de 1907 121. Las reacciones al decreto no fueron
totalmente positivas, y el Papa decidió publicar una densa encíclica
dedicada totalmente a exponer los errores del Modernismo: la Pascendi
dominici gregis, del 8 de septiembre de 1907 122. El 1 de septiembre de
1910 publicaba el motu proprio Sacrorum Antistitum 123, donde se añadían
nuevas medidas antimodernistas 124. La represión del Modernismo es el
episodio que más sombras ha arrojado sobre el pontificado de San Pío
X 125.
120
Alfred Loisy publicó en 1902 su libro L'Evangile el l'Eglise que respondía a la Esencia
del Cristianismo del protestante liberal Alfred von Harnack. La controversia que
provocaron algunas ideas de Loisy sobre Jesucristo se agravaron cuando el mismo autor
publicó Autour d'un petit livre al año siguiente. El Card. Richard, de París, y algunos
obispos franceses condenaron a Loisy y pidieron al Papa que interviniera. León XIII no
tuvo tiempo de hacerlo, y la cuestión quedó sobre la mesa del recién elegido papa Sarto.
121
Condenaba 65 proposiciones modernistas, algunas ya reprobadas anteriormente.
122
Cfr. AAS 40 (1907), pp. 593-650. En ella se abarcaban en toda su extensión los
problemas no sólo escriturísticos sino teológicos y filosóficos del Modernismo y sus
fallas morales. Terminaba la encíclica con una serie de medidas disciplinares, tendentes a
evitar la propagación de esas doctrinas.
A las reacciones airadas de algunos modernistas se opusieron contundentes penas
canónicas. La actitud ambigua u obstinada de otros que, refugiados en el anonimato,
proseguían su actividad a pesar de las condenas, alarmó más todavía al Papa, que decidió
intervenir nuevamente.
123
Cfr. AAS 2 (1910), pp. 655-680.
124
La más famosa fue el juramento antimodernista. Se trataba de un expediente extremo,
pero dio los resultados apetecidos por el pontífice: sacar a la superficie al Modernismo.
En todo el mundo, unas dos docenas de sacerdotes se negaron a prestar el juramento.
125
Durante su proceso de beatificación y canonización fue necesario un estudio
específico sobre la cuestión (Disquisitio circa quasdam obiectiones modus agendi Servi
Dei respicientes in modernismi debellatione una cum summario additionali ex officio
compilato), que había suscitado perplejidad, incluso dentro de la Santa Sede. El Card.
Gasparri —su testimonio era especialmente importante pues en el momento de su
declaración era Secretario de Estado—, manifestó sus dudas sobre los métodos usados en
la represión del Modernismo, aunque aprobó sin reservas la condena en sí. Cfr.
ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto, Milano 1992, p. 279.
Suelen mencionarse —entre otros hechos lamentables— la actuación del Sodalitium
pianum —vulgarmente conocido como La Sapiniére—, una organización secreta para la
represión del Modernismo promovida por algunos eclesiásticos, que —según algunos
LUIS CANO MEDINA
48
Terminamos esta síntesis biográfica refiriéndonos a las relaciones
con los Estados, otro de los temas más tratados y debatidos por la
historiografía. Además del contencioso italiano, la crisis más aguda tuvo
lugar con el gobierno francés, debido a varias medidas abiertamente
anticlericales, que llevaron a la ruptura de relaciones diplomáticas con la
Santa Sede 126. También Portugal, tras la proclamación de la República en
1910, siguió el ejemplo francés 127. La misma actitud mostraron algunos
gobiernos liberales en España, aunque más moderada. En todos los casos,
la reacción de Pío X fue la misma: no aceptar imposiciones que limitaran
estudiosos— contaba con la aprobación tácita del Pontífice. También el clima de
desconfianza y persecución perjudicó a personas que nada tenían que ver con el
Modernismo.
126
Las tensiones con Francia, muy vivas a lo largo del pontificado de León XIII, subieron
de grado a partir de 1904, con motivo de una serie de actuaciones e ingerencias
gubernamentales, que provocaron la suspensión del Concordato y la ruptura de relaciones
diplomáticas.
Después, el gobierno galo puso en marcha un paquete de medidas: la más conocida es la
Ley de separación Iglesia-Estado, que exigía trasferir todos los bienes de la Iglesia a unas
asociaciones de culto, fuera del control de la jerarquía. El Papa se opuso tajantemente,
aunque sabía que su actuación iba a provocar consecuencias dolorosas, como en realidad
ocurrió: el gobierno incautó los bienes eclesiásticos, limitó la actividad de los religiosos y
expulsó a muchos de ellos.
La Iglesia en Francia quedaba reducida a la pobreza, pero Pío X pensaba que era “mejor
la libertad con la pobreza, que la riqueza con la esclavitud”. Cfr. Positio. Summarium,
1949, p. 241. Testigo F. Zanotto. Cit. por ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto,
Milano 1992, p. 333.
Para muchos fue un error diplomático gravísimo, pero —a la larga— tuvo algunos efectos
beneficiosos para la Iglesia en Francia: por primera vez en muchos siglos, conseguía una
real autonomía respecto al poder temporal —aunque a caro precio— y se asestaba un
duro golpe al galicanismo. El fin del concordato restituyó al Papa la libertad en la
elección de los obispos. Pío X aprovechó para nombrar y consagrar a catorce obispos
franceses de otras tantas sedes que estaban vacantes. Los consagró personalmente en San
Pedro, el 25 de febrero de 1906. El episcopado y los fieles de Francia cerraron filas en
torno al Papa.
127
El gobierno, infiltrado por la Masonería, dictó una serie de medidas claramente
persecutorias.
CAPÍTULO II
49
la independencia de la Iglesia, aunque esto supusiera importantes pérdidas
materiales 128.
La posición internacional de la Santa Sede, tras el pontificado de Pío
X, quedó muy debilitada. El papa Sarto se había movido en una óptica
exclusivamente religiosa, no diplomática. Si bien ese aislamiento tendría
aspectos negativos 129, reforzó en muchos la convicción de que la fuerza de
la Iglesia estribaba en su autoridad moral, no en el poder temporal.
El papa Sarto falleció el 20 de agosto de 1914, tras haber intentado en
vano evitar el estallido de la Primera Guerra Mundial. Fue beatificado por
Pío XII el 3 de junio de 1951 y canonizado el 30 de mayo de 1954.
2. Las influencias recibidas por Giuseppe Sarto
Como preparación al estudio del Magisterio de Pío X, conviene hacer
una breve referencia a la influencia de algunos autores o escuelas de
espiritualidad en Giuseppe Sarto.
Según nos informa Romanato, el proceso canónico no reveló especial
predilección por textos o personajes de carácter espiritual, a excepción de
la Imitación de Cristo y del Cura de Ars, que fue canonizado durante su
pontificado 130.
Conocemos el plan de estudios y lecturas del Seminario de Padua,
cuando lo frecuentó el joven Sarto. Entre los autores de lectura y
meditación obligatoria se encontraban, además de la Imitación, las obras
de San Alfonso María de Ligorio, de Jean Croiset —maestro de Santa
Margarita María Alacoque e iniciador de la devoción al Sagrado
Corazón—, y de otros como San Leonardo da Porto Maurizio, Luis De la
128
Cfr. CABELLO, E., San Pío X y la renovación de la vida cristiana, en Cien años de
pontificado romano, Pamplona 1997, p. 46.
129
Por ejemplo, en el papel de la Santa Sede durante la Primera Guerra Mundial.
130
Cfr. ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto, Milano 1992, p. 241.
LUIS CANO MEDINA
50
Puente, Jean Crasset, Paolo Segneri, Fabio Spinola, Jean Avrillon 131 .
Romanato destaca por su importancia la influencia de San Alfonso 132.
Consta su gran afición a los Padres de la Iglesia, especialmente a San Juan
Crisóstomo 133 y a San Gregorio Magno 134, dos Padres caracterizados por
su intensa vida pastoral y sacerdotal, y por las duras circunstancias
históricas que debieron atravesar 135. También conocía bien y apreciaba la
doctrina de Santo Tomás 136.
131
Proporcionan otros datos el estudio de GAMBASIN, A., Un vescovo tra illuminismo e
liberalismo. Modesto Farina e il seminario di Padova (1821-1856), vol. XX de la
colección Fonti e ricerche di storia ecclesiastica padovana, Padova 1986. Un análisis
minucioso de los libros en los que estudió Sarto se encuentra en BERTI, G., Censura e
circolazione delle idee nel Veneto della Restaurazione, publicación de la Deputazione di
storia patria per le Venezie, Miscellanea di studi e memorie, XXVII, Venezia 1989.
132
Hablando de la impronta antijansenística de su formación subraya “la fondamentale
importanza di S. Alfonso de' Liguori, della sua prosa persuasiva, commovente, libera da
ogni legame di classe, capace di proporre a tutti le verità di fede, al di fuori da ogni
ascetismo elitario. L'idea alfonsiana della necessità sociale della religione, la sua sintesi
di spiritualità e moralità divennero il progetto di vita su cui Sarto modellò il proprio
sacerdozio, che tenne poi costantemente in equilibrio tra ascesi e spirito pratico, tra
preghiera e azione, tra distacco del mondo e attrazione per esso”. ROMANATO, G., Pio
X. La vita di papa Sarto, Milano 1992, pp. 56-57.
133
Con sus escasos ahorros de seminarista pobre compraba obras del gran antioqueno y
de San Cipriano. Llegó a confeccionarse una pequeña colección de Santos Padres, los
cuales, junto a la Sagrada Escritura, eran el objeto más apreciado de sus estudios. Cfr.
MARCHESAN, A., Pio X, V, p. 115. La biografía de Marchesan fue revisada por el
propio Pío X. Sobre su afición a los Padres, ver también DAL-GAL, G., Pío X. El Papa
santo, Madrid 1985, p. 27; ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto, Milano 1992,
p. 58; AUBERT, R., Pio X tra restaurazione e riforma, en Storia della Chiesa
(Fliche-Martin), vol. XXII/1, Cinisello Balsamo 1990, p. 113.
Como Papa, nombró al Crisóstomo patrono de los oradores sacros, con ocasión del XV
centenario de su muerte: cfr. Decr. Quo congruus (8-VII-1908), de la Sagrada
Congregación de Ritos, ASS 41 (1908), p. 594. También estaba previsto un pontifical del
Papa en noviembre, que tuvo que ser retrasado por la difícil situación política y
anticlerical en Italia: cfr. ASS 41 (1908), p. 403.
134
Le dedicó una encíclica: la Iucunda sane, de la que hablaremos.
135
Además de su doctrina, estos factores contribuyeron a que el Papa los mirara con
especial simpatía, y los tomara como ejemplo.
136
Además de las referencias de los biógrafos al respecto, (cfr. DAL-GAL, G., Pío X. El
Papa santo, Madrid 1985, p. 27; ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto, Milano
CAPÍTULO II
51
Quizá el rasgo fundamental de su espiritualidad personal sea el
137
cristocentrismo
.
También
hay
huellas
de
138
franciscanismo —especialmente por su exigencia en la virtud de la
pobreza— y de una visión de la vida cristiana centrada en los consejos
evangélicos 139. En otro ámbito, cabe mencionar la relación de Giuseppe
Sarto con la corriente de espiritualidad sacerdotal decimonónica 140, y su
pertenencia a la Unión apostólica 141.
1992, p. 54 y ss.), ya hemos mencionado las medidas que tomó para que en los estudios
eclesiásticos se aplicaran las directrices de León XIII, sobre el Doctor Angélico.
137
“Tout son gouvernement de l'Église fut empreint de la même note pastorale qui
marqua sa vie de prêtre, toute centrée sur le Christ”, escribe NIERO, A., Pie X, en
Dictionnaire de Spiritualité 12, Paris 1985, col. 1429.
Sobre el cristocentrismo en Italia, desde la reunificación, y su conexión con la Eucaristía
—esencial para comprender a Pío X— ver GAMBASIN, A., Italie. Période
contemporaine, en Dictionnaire de Spiritualité 7, Paris 1971, col. 2309.
138
Fue terciario franciscano. Cfr. ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto, Milano
1992, p. 243.
139
Reflejada en el elogio fúnebre de la Condesa Elisabetta Viani, durante los años de
Tómbolo. Refiriéndose a la difunta decía que “L'essenza della vita... si compendia negli
atti eroici della povertà, della castità, dell'obbedienza”. Romanato explica que “esaltando
la defunta [porque había practicado ese modelo] si riferiva a se stesso, dal momento che
anch'egli aveva fatto della povertà, castità e obbedienza quasi un'emblema della propria
vita”. ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto, Milano 1992, p. 78.
140
Lo veremos más detenidamente en el próximo capítulo, cuando tratemos de la Exhort.
Haerent animo.
141
Fundada en 1862 por Mons. Lebeurier, e inspirada en las obras sacerdotales de
Holtzhauser y —desde 1880— en el Directoire spirituel de H. Ramière. Su mística está
fundada en el Sagrado Corazón y propone una serie de prácticas espirituales a los
sacerdotes, así como un tipo de fraternidad sacerdotal. Cfr. BROU, A., Associations de
prêtres, en Dictionnaire de Spiritualité 1, Paris 1937, col. 1040-1042.
Sarto entró a formar parte en 1881, siendo canónigo de Treviso. La aprobó y promovió
calurosamente siendo Patriarca de Venecia, deseando que “venga presto il giorno, in cui
tutti i Sacerdoti abbiano dato il loro nome e ne osservino puntualmente le regole”. Cfr.
ASS 36 (1903-04), p. 594. A este último hecho se refiere —aunque sin mencionar
expresamente a la Unión apostólica— en la Exhort. Haerent animo (4-VIII-1908), ASS
41 (1908), p. 576, cuando recomienda este tipo de asociaciones sacerdotales. Uno de sus
primeros actos como Pontífice será aprobarla con el breve Cum nobis (28-XII-1903),
ASS 36 (1903-04), pp. 594-595.
LUIS CANO MEDINA
52
Por último, consta el aprecio que profesaba por el Card. Louis Pie,
cuyas obras leía con asiduidad 142. Su influencia es innegable, al menos en
la redacción de su primera encíclica 143. El Card. Pie —al que ya nos hemos
referido, por su aportación a la doctrina del reinado social de Cristo— fue
una de las figuras más notables de la escena eclesiástica francesa, durante
la segunda mitad del siglo XIX 144. En su vida y en algunas de sus ideas se
encuentran indudables paralelismos con Giuseppe Sarto 145. Determinar
cuál fue su influencia real en Pío X y las obras que tomó más en
consideración es una tarea difícil, que no nos compete realizar aquí 146.
La presencia de los escritos de Ramière en el espíritu de la asociación —ya un año antes
de que Sarto formara parte de ella— abre un posible tema de investigación, que no
podemos afrontar aquí: determinar su posible influencia en Giuseppe Sarto. Ya hemos
mencionado la importancia de Ramière en relación a la idea del reinado social de Cristo.
142
Bien documentado por SNIDER, C., L'episcopato del cardinale Andrea C. Ferrari. I
tempi di Pio X, vol. II, Vicenza 1982, pp. 143-144. Cfr. AUBERT, R., Pio X tra
restaurazione e riforma, en Storia della Chiesa (Fliche-Martin), vol. XXII/1, Cinisello
Balsamo 1990, p. 113.
143
Snider ha probado la simetría entre algunas ideas de Pie y del papa Sarto. Ambos
habían adoptado, además, el mismo lema: instaurare omnia in Christo. Cfr. SNIDER, C.,
L'episcopato del cardinale Andrea C. Ferrari. I tempi di Pio X, 2º, Vicenza 1982, pp.
146-150.
144
Louis-Edouard-Désiré Pie nació en Pontgouin, Chartres, el 26-IX-1815. Estudió en el
Seminario de Saint-Sulpice y fue ordenado sacerdote en 1839 e incardinado en la diócesis
de Chartres. Recibió el episcopado en 1849 y fue destinado a Poitiers. En 1878, León XIII
le hizo cardenal. Murió en Poitiers, el 18-V-1880. Cfr. CONSTANTIN, C., Pie (le
Cardinal), en Dictionnaire de Théologie 12, Paris 1935, col. 1740-1743.
145
Pie fue el líder indiscutido del ultramontanismo —partidario de reforzar la autoridad y
poder del Papa—, y acérrimo infalibilista: trabajó activamente en el Concilio Vaticano I,
donde fue elegido para preparar el schema sobre la infalibilidad. Pie era partidario de la
liturgia romana y del canto gregoriano —fue amigo y benefactor de dom Guéranger y de
su movimiento litúrgico—, otro punto en común con Sarto, y profundo conocedor de la
Biblia y de la Patrística. Era, como Pío X, un pastor activo y persuadido de la importancia
de la formación del clero. Insistía en que la enseñanza y la difusión de la buena doctrina es
un deber primordial de los obispos.
146
Louis Pie escribió mucho, aunque no se le puede considerar propiamente un autor
espiritual. Sus obras comprenden sermones, discursos, instrucciones sinodales, cartas
pastorales y obras sacerdotales. Se le considera un maestro de la espiritualidad sacerdotal
y episcopal del siglo XIX. Cfr. RAYEZ, A., France VII. De la Révolution au début du XX
CAPÍTULO II
53
Sarto compartía muchas de las ideas tradicionalistas de Pie, pero no
necesariamente su visión política 147.
siècle, en Dictionnaire de Spiritualité 5, Paris 1964, col. 982; LÉCUYER, J., Épiscopat,
en Dictionnaire de Spiritualité 4, Paris 1961, col. 903.
Tuvo como vicario general y después como obispo auxiliar a Charles Gay, uno de los
autores de espiritualidad más relevantes de la época, plenamente identificado con sus
ideas. Gay preparó para Pie el material de sus cartas sinodales sobre los principales
errores del tiempo presente (1858). Cfr. MARCHASSON, Y., Gay, en Dictionnaire de
Spiritualité 5, Paris 1967, col. 159-171.
Tenía una visión muy alta de la condición episcopal, y del deber de hablar sin tapujos,
también a los poderosos. Esta actitud le atrajo la hostilidad de muchas personas y él
mismo no dudó en oponerse a otras, como Napoleón III o Dupanloup.
Detectó el peligro del agnosticismo práctico y del abandono de la dimensión sobrenatural,
incluso entre los cristianos. Se opuso enérgicamente a la emancipación radical de la fe por
parte del Estado, hija de la Revolución francesa. Rechazó el laicismo oficial, convencido
de que la condición más apacible para los Estados en este mundo está en su dependencia
del orden sobrenatural. El centro de esa dimensión sobrenatural se encuentra en la Iglesia
visible, universal, sin contaminación de particularismos: fue un luchador infatigable
contra el galicanismo.
Sarto y Pie coinciden en una misma aspiración pastoral: Pie quería “tout instaurer dans le
Christ”, —individuos, familias, sociedad— porque “il faut que le Christ règne”. Cfr.
MARCHASSON, Y., Pie (Louis), en Dictionnaire de Spiritualité 12, Paris 1985, col.
1446-1451.
147
En política, el Obispo de Poitiers aspiraba a la restauración de la monarquía francesa y
a un Rey que reconociera los derechos del catolicismo y lo proclamara religión nacional y
de sus instituciones. Esta concepción estaba personificada para Pie en el Conde de
Chambord. Pero su idea de restauración no se limitaba al aspecto político-legitimista,
sino que postulaba un vuelta a los principios que regían la sociedad antes de la
Revolución. Este aspecto lo encontraremos claramente expresado por Pío X en la Carta
Notre charge apostolique (25-VIII-1910), AAS 2 (1910), p. 631, pero sin especiales
connotaciones políticas. Más que un deseo de unión entre Trono y Altar —como
postulaba Pie— Pío X hablará de colaboración fecunda entre Estado e Iglesia, en el
contexto de la cuestión social. Cfr. Carta Notre charge apostolique (25-VIII-1910), AAS
2 (1910), p. 631. Lo veremos más detenidamente cuando tratemos de este documento.
A diferencia de Pie, como señala Snider, “per Pio X la visione di un passato migliore non
fu condizionata da nessun culto legittimistico, da nessun rimpianto politico. (...) Ogni suo
richiamo alle condizioni passate e presenti della comunità umana ammette una sola
spiegazione: il convinto desiderio del bene spirituale della società, della purificazione e
del rinnovamento della Chiesa”. SNIDER, C., L'episcopato del cardinale Andrea C.
Ferrari. I tempi di Pio X, vol. II, Vicenza 1982, pp. 148-149.
LUIS CANO MEDINA
54
3. El Magisterio de Pío X
En el estudio que comenzaremos en el siguiente capítulo, no se
comprende el Magisterio completo de Pío X. Nos limitaremos a los
principales escritos 148. Las referencias que haremos a algunos documentos
—considerada su importancia trascendental en el pontificado de Pío X—
podrán parecer excesivamente breves en comparación con otras
menciones, referidas a escritos más secundarios. La razón es que debemos
centrarnos en aquellos que más interesan a nuestro tema, que es ya muy
amplio y en el que existe el peligro de querer abarcar demasiadas cosas.
Por eso pasaremos velozmente sobre cuestiones como el Modernismo, la
crisis con Francia, la reforma litúrgica y otras, señalando solamente las
posibles aportaciones al asunto que nos ocupa.
Para realizar este trabajo no podemos contar con la ayuda de una
monografía sobre la doctrina de San Pío X 149. No nos queda otra opción
que dirigirnos directamente a las fuentes, a sus escritos. Nos estamos
refiriendo a sus escritos magisteriales, no personales 150.
148
En esta delimitación nos hemos guiado por los siguientes criterios: estudiar todas las
encíclicas y aquellos documentos que se incluyen en algunos repertorios magisteriales.
Concretamente hemos seguido la selección del Enchiridion delle Encicliche a cura di
Erminio Cora e Rita Simionati, Bologna 1998, que —sin ser exhaustiva— reúne los
escritos más importantes de Pío X. La hemos completado añadiendo algunos documentos
de la colección preparada por Bellocchi, más amplia, que recoge ciento cuatro:
BELLOCCHI, U., Tutte le encicliche e i principali documenti pontifici, vol. VII, Città del
Vaticano 1999. Por fin, hemos añadido algún escrito más —por su interés con nuestro
tema— contenido en las actas oficiales.
Las intervenciones de Pío X durante su pontificado están recogidas en las siguientes
publicaciones: Acta Apostolicae Sedis, vol. 1-6, Romae 1909-1914; Acta Pii X P.M.
(1903-1908), Romae 1905-1914 (reimpresos en Graz 1971); Acta Sanctae Sedis, vol.
36-41, Romae 1903-1908; Lettres Apostoliques de S.S. Pie X, y Actes de Pie X, en 8
tomos, Paris.
149
Cfr. NIERO, A., Pie X, en Dictionnaire de Spiritualité 12, Paris 1985, col. 1430.
Desde 1985, sólo se han publicado estudios parciales.
150
Este trabajo busca aportar algún elemento útil en la reconstrucción de la influencia del
Magisterio en la espiritualidad católica y en la doctrina de la realeza de Cristo. En esta
óptica, tiene menos interés discernir qué parte efectiva tuvo Giuseppe Sarto en la
CAPÍTULO II
55
La falta de estudios sobre la doctrina de Pío X puede deberse a que su
santidad y algunas vicisitudes de su pontificado han acaparado
—respectivamente— la atención de hagiógrafos e historiadores. Una
abundantísima producción, marcadamente apologética, demuestra el
arraigo popular de su fama de santidad, y explica la corriente de simpatía
que le rodeó entre amplios sectores del catolicismo 151, pero nos ayuda bien
poco a la hora de encuadrar su doctrina en la historia de la espiritualidad.
El recuerdo de este Papa perduró durante mucho tiempo, a nivel popular,
ligado al Catecismo que lleva su nombre, a los decretos eucarísticos y a la
condena del Modernismo, no tanto a la doctrina contenida en sus
encíclicas, si exceptuamos el caso de la Exhortación Haerent animo a los
sacerdotes, bien conocida en los ambientes eclesiásticos de la época. Para
millones de católicos, durante al menos dos generaciones, Pío X será el
Papa de la catequesis y el Papa de la Eucaristía o el Papa que dio Jesús a
redacción de sus documentos y qué ideas se deben a sus colaboradores: no pretendemos
hacer su historia crítica.
Ciertamente, la recepción del Magisterio podía estar condicionada por este dato, sobre
todo si las ideas del Papa se atribuían a la influencia —más o menos infundada— de
determinados personajes o grupos. Para valorar este aspecto sería necesario estudiar la
recepción del Magisterio en la opinión pública, algo que no podemos realizar aquí.
En cualquier caso, parece cierto que la gran mayoría del clero y de los fieles recibían con
veneración las palabras del Vicario de Cristo, las escribiera quien las escribiera. Ésa es la
razón de su influencia, en último término.
Las ideas personales del Papa o las fuentes de su pensamiento magisterial nos interesan
en la medida que formaban parte también del cuadro general de la espiritualidad de la
época y nos ayudan a comprender mejor el contexto en que esas enseñanzas pontificias se
recibieron. Como veremos, Pío X se sitúa plenamente en las corrientes espirituales de su
tiempo, las mismas que influyeron en millones de católicos. Su doctrina es poco original,
pero tiene el valor de ser altamente representativa de la mentalidad religiosa común, si no
en la terminología —repetimos— sí en su contenido.
151
Refiriéndose al caso español, Cuenca escribe que “menos intelectualizado y elitista
que el catolicismo francés, el hispano no se había sentido particularmente atraído por la
obra y la figura aristocrática de León XIII”. Distinto fue el caso de Pío X: “su carácter, los
orígenes familiares, formación y carrera (...) le crearon, espontánea y masivamente, en
anchos estratos del clero y fieles españoles un cálido sentimiento de simpatía. (La simple
lectura de los artículos aparecidos en las revistas eclesiásticas españolas con motivo de su
canonización patentiza la supervivencia de tal sentimiento en la cristiandad hispánica,
media centuria después)”. CUENCA, J. M., Aproximación a la Historia de la Iglesia
contemporánea en España, Madrid 1978, p. 328.
LUIS CANO MEDINA
56
los niños 152. Todo esto —podríamos añadir también el impulso de Pío X a
la piedad litúrgica y al canto sacro— tiene mucha importancia para la
historia de la espiritualidad cristiana y ha sido justamente puesto de relieve.
Pero estos aspectos de su pontificado no nos orientan hacia sus enseñanzas
—salvo alguna excepción—, sino hacia sus disposiciones de gobierno, que
son las más estudiadas 153.
Hemos mencionado el poco interés que el Magisterio de Pío X ha
despertado en los estudiosos. Es disculpable: no brilla por su
152
Ese recuerdo popular se mantenía cuarenta años después de su muerte, en torno a su
beatificación y canonización. En el discurso pronunciado con motivo de su beatificación
(Una celeste letizia, 3-VI-1951), Pío XII —dentro del tono propio de un panegírico—
destacaba este aspecto sobre todos los demás: “ciò che è singolarmente proprio di questo
Pontefice è di essere stato il Papa della SSma. Eucaristia al tempo nostro. (...) Così fu egli
a dare Gesù ai bambini e i bambini a Gesù”. AAS 43 (1951), p. 475.
Son significativos los títulos de algunas de las muchas biografías populares del papa Sarto
que se publicaron en ese periodo: ROBAZZA PAROLIN, A., San Pio X. Il Papa che
diede Gesù ai bambini, Padova 1954; DI PIETRO, M., Il Papa Pio X vi ha dato Gesù,
Roma-Milano 1951; RYAN D. W., Bepi. The Life of Pius. The Children's Pope, Techny
Illinois, 1954; TRAGLIA, G., Pio X il papa dei bambini, Roma 1954; AJMONE G., Il
Papa dei fanciulli. Vita di San Pio X, Brescia 1951; DE LA INMACULADA, C., Pío X,
el Papa de la Eucaristía, Zalla-Bilbao-Madrid 1951; FELICI, I., Il Papa dell'eucaristia,
Milano-Torino 1954.
Con interés meramente anecdótico y ejemplificativo de la profunda huella que dejaron
estas medidas eucarísticas en la piedad y mentalidad católicas, especialmente de quienes
se beneficiaron de ellas en su niñez, citamos el testimonio de uno de los literatos más
famosos del siglo XX, tomado de la edición italiana de sus cartas: “L'unico rimedio
contro il vacillare e l'indebolirsi della fede è la Comunione. (...) La frequenza garantisce il
massimo effetto. (...) Credo che la più grande riforma del nostro tempo sia quella portata
avanti da san Pio X (...). Mi chiedo in che stato sarebbe la Chiesa se non fosse per quella
riforma”. TOLKIEN, J.R.R., Carta a Michael Tolkien, 1-XI-1963, en J.R.R. TOLKIEN,
La realtà in trasparenza. Lettere, Milano 2001, pp. 381-382.
153
Especialmente por los historiadores, conscientes —ya lo veíamos en Romanato— de
que la trascendencia del pontificado del papa Sarto se debe más a sus actos que a sus
palabras. Es una realidad innegable, pero puede ser reductivo limitarse sólo a los hechos,
sobre todo a una parte de ellos. Basta repasar los repertorios bibliográficos recientes para
comprobar que la crisis modernista, por ejemplo, continúa monopolizando buena parte de
los estudios, junto a la historia del movimiento católico o de las relaciones internacionales
de la Santa Sede en ese periodo.
CAPÍTULO II
57
originalidad 154 o profundidad. No era un hombre de cultura 155. Las suyas
son palabras de un pastor, de un povero prete di campagna 156, como le
gustaba definirse a sí mismo, no las de un teólogo especulativo 157. Hay
muchos lugares comunes, mucha repetición de ideas anteriormente
expresadas, sobre todo por León XIII. Su eclesiología —basada en la
concepción tridentino-bellarminiana—, es la propia de su época,
caracterizada por su centralismo autoritario y la identificación de la Iglesia
con la jerarquía 158, que no tardará en ser progresivamente cancelada en la
evolución posterior.
154
Para Niero, propuso la doctrina communis, con rasgos de ultramontanismo en teología,
debidos a la formación estrictamente tridentina recibida en el Seminario de Padua. Cfr.
NIERO, A., Pie X, en Dictionnaire de Spiritualité 12, Paris 1985, col. 1430.
155
Impreparado, por ejemplo, para entender los métodos científicos en exégesis, como
nota AUBERT, R., Pio X tra restaurazione e riforma, en Storia della Chiesa
(Fliche-Martin), vol. XXII/1, Cinisello Balsamo 1990, p. 119.
156
Aunque este pobre cura rural, como dice Aubert, “era in realtà un uomo di notevoli
doti e per nulla sprovvisto di cultura”. Según Merry del Val, estaba al corriente de lo que
se publicaba en francés e italiano. Cfr. AUBERT, R., Pio X tra restaurazione e riforma,
en Storia della Chiesa (Fliche-Martin), vol. XXII/1, Cinisello Balsamo 1990, p. 117.
157
Las ideas vertidas en esos documentos explican el sentido profundo y la dirección
seguida por el Papa en su plan de reformas y de revitalización de la vida cristiana.
Revelan cuál era su horizonte mental, su comprensión de los problemas de la Iglesia y del
mundo, y los posibles remedios. No iban dirigidas a teólogos, sino a los pastores y al
pueblo, que conocían bien las circunstancias a las que se refería el Papa y compartían
—en mayor o menor escala— esa visión, o al menos la aceptaban sin criticarla.
Influía la fuerte devoción al Papa, típica de la época. Zambarbieri asegura que esta
veneración es un hilo conductor en el mundo católico durante los pontificados de León
XIII, Pío X y Benedicto XV. Cfr. ZAMBARBIERI, A., La devozione al Papa, en Storia
della Chiesa (Fliche-Martin), vol. XXII/2, Cinisello Balsamo 1990, p. 9.
Tampoco esas ideas miraban a sostenerse por sí mismas —salvo quizá las referentes al
Modernismo— sino a estimular la adhesión a lo que, por otro lado, había puesto en
marcha con sus reformas. Queremos decir que su aparato teórico era más bien débil y
destinaba fatalmente a que esos documentos sufrieran el desgaste del tiempo —como es
fácil percibir hoy—, pero garantizaban la suficiente efectividad en su momento para
impulsar el programa que se había trazado el Pontífice.
158
Según Aubert, con algunas de sus actuaciones “rafforzò l'opinione di coloro che
—sempre più numerosi dopo il Vaticano I— tendevano a identificare nei fatti, se non in
linea di principio, la Santa Sede con la Chiesa”. AUBERT, R., Pio X tra restaurazione e
riforma, en Storia della Chiesa (Fliche-Martin), vol. XXII/1, Cinisello Balsamo 1990, p.
126.
LUIS CANO MEDINA
58
Pero hay más: Snider habla de una “sorte drammatica del magistero”
de Pío X. Se refiere al poco eco que tuvo en el Concilio Vaticano II —se le
cita en raras ocasiones— y a las instrumentalizaciones de que fue objeto
por parte de algunos grupos tradicionalistas 159 . Tal vez porque para
algunos sectores, Pío X representaba el catolicismo reaccionario e
intransigente 160, enemigo de la modernidad 161. Quizá se quería pasar esa
159
Cfr. SNIDER, C., L'episcopato del cardinale Andrea C. Ferrari. I tempi di Pio X, vol.
II, Vicenza 1982, pp. 199 y 191.
160
Aubert nos informa que ya en el momento de su elección fue visto como un Papa
reaccionario e intransigente. Aunque su condena del liberalismo y de la modernidad no
era puramente negativa: empujaba a la acción, para cambiar la sociedad. Cfr. AUBERT,
R., Pio X tra restaurazione e riforma, en Storia della Chiesa (Fliche-Martin), vol. XXII/1,
Cinisello Balsamo 1990, p. 120.
Romanato expresa una idea parecida en estos términos: “Un autentico pessimista non è
mai un riformatore. Concepisce e studia riforme solo chi, in fondo, nutre fiducia nel
futuro. Per questo ci sembra di dover dire che il Pio X riformatore (...) finisce per dare
scacco al Pio X intransigente e reazionario”. ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa
Sarto, Milano 1992, pp. 246-256.
Giuseppe Sarto pertenecía a la tendencia intransigente, que dominó entre el clero del
norte de Italia. Relacionada con las posiciones antirrevolucionarias de la Restauración, la
intransigencia italiana estaba muy influida por la cuestión romana. Su órgano más
representativo era la Civiltà Cattolica, fundada y dirigida por los jesuitas, con la que Pío
X mantenía muy buenas relaciones: lo veremos cuando hablemos de la Enc. Il fermo
proposito. En esa encíclica, dedicada a la construcción de la civilización cristiana, no
faltó la colaboración de los redactores de esta revista, cuyo fin —como ya indica el
título— era, desde 1850, instaurar una civilización católica. Cfr. SCOPPOLA, P., Italie.
Période contemporaine, en Dictionnaire de Spiritualité 7, Paris 1971, col. 2296 y ss.
161
Para Romanato, la visión negativa de su época que se trasluce en las diagnosis de Sarto
y de mucha gente de Iglesia de su tiempo, dan la impresión de que el mal hubiese
triunfado y el bien fuera imperceptible. Pero Pío X no fue simplemente un espectador
pasivo, un juez de las herejías de la modernidad: “egli fu anche un attivo uomo di governo,
un realizzatore construttivo e concreto come pochi, un riformatore, da papa, capace di
gesti che stupiscono per il loro coraggio e per la loro lungimiranza. (...) Sua
preoccupazione dominante non fu tanto la critica alla modernità quanto piuttosto il timore
che le divisioni e le conflittualità che essa comporta penetrassero anche nella Chiesa,
minacciando l'unità d'azione e l'unità di fede dei credenti. Di qui l'opera che egli dispiegò
da papa, volta a bloccare sia il processo di politicizzazione del mondo cattolico, sia la
penetrazione al suo interno della cultura moderna. È questa, crediamo, una chiave
interpretativa fondamentale, che non modifica la sua ideologia ma corregge e chiarisce le
CAPÍTULO II
59
página de la historia. Otro tópico sobre San Pío X es su pesimismo. Snider
lo destaca, señalando su incapacidad para valorar lo que había de bueno en
la modernidad, su cerrazón hacia el futuro. Toda su labor fue, para este
estudioso, tratar de restaurar el pasado 162 , más que procurar un
aggiornamento o una adaptación a la dirección que había tomado la
historia 163 . Estas características —que la historiografía reciente ha
matizado, resaltando el carácter innovador de muchas de sus reformas—
no eran las mejores para gozar de popularidad en el ambiente de
renovación del último Concilio. Y también es lógico, en ese contexto, que
Pío X fuera tomado como bandera por los tradicionalistas que se oponían a
las reformas del Vaticano II.
Una suerte injusta, si se considera que los valores defendidos por Pío
X —al margen de sus elementos circunstanciales— mantienen su
actualidad también hoy y de cara al futuro 164.
finalità che lo mossero”. ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto, Milano 1992, pp.
173-174.
162
Concretamente, su renovación eclesial apuntaba hacia la restauración de las directrices
del Concilio de Trento: “Trento offrì le linee portanti di quella riforma della Chiesa che
veniva considerata da Pio X la sola risposta possibilie alla laicizzazione propugnata dalla
società moderna e lo strumento in grado di preparare il ritorno dei popoli al
cristianesimo”. VIAN, G., La riforma della Chiesa per la restaurazione cristiana della
società. Le visite apostoliche delle diocesi e dei seminari d'Italia promosse durante il
pontificato di Pio X (1903-1914), II, en Italia sacra, vol. 59, Roma 1998, p. 321 y ss.
163
Aunque —tras señalar las consecuencias infelices de algunos de sus actos y
actitudes— Snider reconoce que “l'azione restauratrice di Pio X si inserisce nella storia
del rinnovamento religioso della nostra età e ne segna anzi il vero inizio”. Cfr. SNIDER,
C., L'episcopato del cardinale Andrea C. Ferrari. I tempi di Pio X, vol. II, Vicenza 1982,
p. 204.
164
Lo dice de nuevo Snider, crítico severo de Pío X, fuera de toda sospecha apologética:
“I valori difesi energicamente da Pio X durante tutto il suo pontificato rimangono validi
anche se il clima spirituale ed umano in cui oggi viviamo è totalmente diverso. La
maggior parte di essi emergerà nuovamente in un tempo futuro. La scoperta, o riscoperta,
dei valori spirituali e pastorali recati alla Chiesa dal pontificato di Pio X mostrerà quanto
sia ingiusta la disposizione a respingere tutto il magistero dottrinale e pratico di questo
papa; disposizione dovuta alla incapacità di distinguere ciò che in esso fu ispirato da un
pensiero e da un metodo di ministero definitivamente sorpassati, e perciò diventati
inefficaci e addirittura controproducenti, da ciò che si mantiene tuttora valido. Fatta
questa distinzione si comprenderà quale sia stato il momento storico e religioso del
LUIS CANO MEDINA
60
4. La perspectiva religiosa de Pío X
Hay otro rasgo peculiar del santo pontífice al que deseamos referirnos.
Es lo que Aubert define como la propensión “a juzgar los errores del
mundo contemporáneo en abstracto, sobre la base de esquemas teológicos
más que de consideraciones concretas en una perspectiva histórica” 165. En
efecto, sus análisis y diagnósticos —por ejemplo en materia social—
surgen de una visión teológica de las cosas, estrictamente religiosa, y por
eso adolecen de algunas simplificaciones o limitaciones a la hora de
comprender la dinámica social y algunos de los problemas de su época.
Quizá se encuentre aquí otra razón de que sus encíclicas hayan sufrido el
desgaste del tiempo, o hayan perdido interés. Pero este dato resulta
relevante para encuadrar a Pío X en la historia de la espiritualidad, porque
precisamente, la imagen que dio de sí mismo fue la de un Papa poco atento
a las cuestiones diplomáticas y muy centrado en cambio en los aspectos
religiosos 166.
pontificato dei Pio X. Egli cesserà di apparire solo come il papa di un tempo (...) passato.
Ci accorgeremo di trovarci di fronte a un papa che ha qualche cosa da dire anche ai tempi
futuri. (...) Ci sembra che i tempi si stiano rinnovando proprio in modo da accogliere
nuovamente con piena avvertenza e convinzione il tesoro dottrinale e pastorale che Pio X
volle difendere e rafforzare sin dal primo giorno del ministero sacerdotale”. SNIDER, C.,
L'episcopato del cardinale Andrea C. Ferrari. I tempi di Pio X, vol. II, Vicenza 1982, p.
207.
165
Cfr. AUBERT, R., en la introducción a la obra de ROMANATO, G., Pio X. La vita di
papa Sarto, Milano 1992. La traducción es nuestra.
166
Al poner de relieve las diferencias entre León XIII y Pío X, Aubert señala que mientras
el primero “si era compiaciuto nel gioco sottile della diplomazia e della politica, Pio X
non vi provava alcun gusto e non voleva piegarsi ai compromessi che queste quasi
necessariamente comportano. D'altra parte reputava che la politica d'intesa di Leone XIII
con i governi e le corti si era chiusa, a conti fatti, con un insuccesso e quanto a sé era ben
deciso a concentrarsi sui problemi dell'apostolato e della vita cristiana”. AUBERT, R.,
L'opera riformatrice di Pio X, en Storia della Chiesa (Jedin), vol. IX, Milano 1973, p.
462.
También Romanato resalta que Pío X, en sus relaciones con los estados, no siguió la línea
diplomática a la que la Santa Sede no había nunca renunciado. “Non così invece Pio X.
La sua diversità (che nella fattispecie diventa reale modernità) consiste nel fatto che egli
si pose soltanto e unicamente in un'ottica religiosa, e a tale ottica conformò ogni sua
azione. (...) Ad una Chiesa che navigava in acque agitate, in una realtà sempre più ostile e
CAPÍTULO II
61
Esta convicción del papa Sarto nos parece una clave hermenéutica
fundamental para comprender su pensamiento y su acción de gobierno. Ya
la expresó claramente en una de sus cartas pastorales durante el periodo
veneciano. Hablando de los problemas de la sociedad, el Patriarca de
Venecia señalaba que la raíz de todos los males se encuentra en el
desprecio de las leyes de Dios, en el pecado, y la solución no sería otra que
la conversión personal: otros remedios no servían 167.
Tal vez, muchos esperaban del Papa una actitud y un mensaje de esas
características. Contra la descristianización, Pío X ponía en primer lugar
los medios sobrenaturales: reparación, oración, intensa vida cristiana.
Ante los problemas del tiempo, proponía unirse a Cristo para llevarlo a los
demás —en la familia, en la sociedad, etc.—, y utilizar las armas de la
oración, de la frecuencia de sacramentos, del conocimiento y la difusión de
la doctrina. Era el mensaje religioso de un Papa religioso. Más aún, de un
hombre que se movía en esa esfera metahistórica de la comunión con el
Espíritu que da la santidad. Como dice Snider, si prescindimos de este dato,
su santidad, “non penetreremo mai nella verità del personaggio storico che
fu papa Sarto” 168.
meno cristiana, priva ormai di sicuri riferimenti politici, diede insomma l'unica
dimensione possibile: quella di una grande forza spirituale, unita soltanto attorno al fermo
vincolo della fede in Cristo”. ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto, Milano
1992, p. 272.
167
“Ora se la natura del rimedio deve corrispondere a quella del male, l'unico principio di
salute sarà la nostra conversione e il nostro ritorno a Dio. È inutile affatto cercare altri
espedienti per tutelar le apparenze di religione e di morale con leggi più o meno
repressive, con istituzioni più o meno proficue, onde ovviare ai mali che infestano la
società, la famiglia e gli individui. Per ristabilire la giustizia, la probità, e i buoni costumi,
e con essi la concordia e la pace non v'è altro rimedio che il ritorno a Dio: unico rimedio,
che andrà fino al fondo del cuore, intimo com'è il peccato, il quale genera tutti gli altri
mali, che sussisteranno per quanto durerà la loro causa”. Carta Past. 2-I-1901 en SARTO,
G., Le pastorali del periodo veneziano (1899-1903), a cura di A. Niero, en Quaderni
della Fondazione Giuseppe Sarto, n. 3 (gennaio 1991), p. 66.
168
SNIDER, C., L'episcopato del cardinale Andrea C. Ferrari. I tempi di Pio X, vol. II,
Vicenza 1982, p. 204.
LUIS CANO MEDINA
62
5. El Magisterio de Pío X y la realeza de Cristo
Pasando ya a introducir el tema central de nuestro trabajo, debemos
señalar que estudiar la recepción en el Magisterio del papa Sarto de la
doctrina sobre el reinado de Cristo en la sociedad plantea una primera y
seria dificultad. En sentido estricto, el papa Sarto empleó muy pocas veces
la terminología típica de la realeza para referirse a Cristo 169. Pocas veces,
en todos los documentos analizados, aparecen expresiones de ese tipo 170;
en una sola ocasión utiliza “realeza social de Cristo”, sin hacerla propia y
en un texto de importancia secundaria 171 . Tampoco desarrolló
significativamente el tema de la soberanía del Sagrado Corazón 172. En sus
169
Usará términos de contenido equivalente, pero llama la atención el hecho de que, en el
contexto que ya hemos considerado en el capítulo anterior, esa terminología que ya estaba
muy difundida y recibida parcialmente por el Magisterio, brille por su ausencia.
170
De pasada, en la Enc. Pascendi dominici gregis (8-IX-1907), ASS 40 (1907), p. 594:
“...ipsimque, si queant, Christi regnum evertere”, en la Exhort. Haerent animo
(4-VIII-1908), ASS 41 (1908), p. 575: “Christi regnum latius in dies profertur” y en la
carta dirigida al Card. Respighi, vicario general de la diócesis de Roma, en el primer año
de pontificado: “Per fare regnare Gesù Cristo nel mondo nessuna cosa è così necessaria
come la santità del clero...”. Carta La ristorazione al Card. Pietro Respighi (5-V-1904),
ASS 36 (1903-04), pp. 655-658.
171
Refiriéndose al periodista y escritor francés Louis Veuillot, escribe que “Il comprit
que la force des sociétés est dans la reconnaissance pleine et entière de la royauté sociale
de Notre-Seigneur et dans l'acceptation sans réserve de la suprematie doctrinale de son
église”. Carta a François Veuillot (22-X-1913), AAS 5 (1913), p. 514, con ocasión del
centenario del nacimiento del escritor y de la publicación de una biografía de este
personaje, por parte de François, hijo suyo. Según Menozzi, es la primera vez que aparece
esta frase en un documento pontificio. Cfr. MENOZZI, D., Liturgia e politica:
l'introduzione della festa di Cristo Re, en Cristianesimo nella storia. Saggi in onore di
Giuseppe Alberigo, Bologna 1996, p. 614.
172
Ya hemos señalado, en el capítulo anterior sus referencias a esta devoción. En la óptica
de la realeza, se puede considerar quizá únicamente el decreto sobre la renovación de la
consagración leonina al Sagrado Corazón. Cfr. Decr. de la Sagrada Congregación de
Ritos (22-VIII-1906), ASS 39 (1906), pp. 569-570.
CAPÍTULO II
63
encíclicas, esta devoción se menciona una sola vez 173, aunque consta su
piedad personal hacia el Sagrado Corazón antes de ser Papa 174.
Es difícil creer que esa ausencia de la realeza —al menos
terminológica— sea fortuita. Sobre todo al considerar que Sarto no sólo la
utilizó como obispo, en sus cartas pastorales, sino que desarrolló
ampliamente ese tema. Dando a conocer la encíclica Annum Sacrum al
clero y a los fieles de Venecia, recomendaba la devoción al Sagrado
Corazón, uniéndola a la realeza de Cristo, en la línea marcada por León
XIII 175 . En otras cartas pastorales habla explícitamente del reinado de
Cristo 176, y de su conexión con la descristianización 177. Especialmente, en
173
Al terminar la Exhort. Haerent animo (4-VIII-1908), ASS 41 (1908), p. 577, pero sin
detenerse. Es un testimonio de su devoción personal, pues —como luego explicaremos—
consta que este documento salió de su puño y letra.
174
Giovanni Vian ha recogido varios testimonios de la piedad personal de Sarto por el
Sagrado Corazón y del favor que otorgó como obispo a las cofradías relacionadas con
esta devoción. Cfr. VIAN, G., La riforma della Chiesa per la restaurazione cristiana
della società. Le visite apostoliche delle diocesi e dei seminari d'Italia promosse durante
il pontificato di Pio X (1903-1914), II, en Italia sacra, vol. 59, Roma 1998, pp. 268-269,
nota 88. Otras noticias en MENOZZI, D., Liturgia e politica: l'introduzione della festa di
Cristo Re, en Cristianesimo nella storia. Saggi in onore di Giuseppe Alberigo, Bologna
1996, pp. 610-611.
175
Hablando de Cristo escribe que “Il Santo Padre (...) amorosamente ci invita a
riconoscerne il supremo universale dominio e a consacrarci interamente a Lui. Siccome
poi il regno di Gesù Cristo, (vero Re (...)) è regno di amore, e sede di tutti gli affetti si è il
cuore; così chi non vede quanto sia sapiente il pensiero di consecrarci al Cuore
sacratissimo di Gesù, innanzi al quale nessuno, che abbia sentimento umano nel petto può
rimaner freddo e indifferente?” Carta pastoral de 30-V-1899, que contiene la Enc. Annum
Sacrum de León XIII y la fórmula de consagración del mundo al Sagrado Corazón. Cfr.
SARTO, G., Le pastorali del periodo veneziano (1899-1903), a cura di A. Niero, en
Quaderni della Fondazione Giuseppe Sarto, n. 3 (enero 1991), pp. 21-24.
176
En la que anunciaba el congreso eucarístico diocesano (1896), escribía: “Cristo vince,
regna e impera. Non siamo più in quelle età felici, in cui Monarchi, Principi, Repubbliche
e popoli interi adorando Gesù deponevano innanzi al divin Sacramento gli emblemi del
potere (...), riconoscevano da Lui solo l'autorità ond'erano investiti, e lo salutavano Re e
Capo delle nazioni”.
Y enumeraba los títulos de la realeza de Cristo, según el esquema tradicional que
encontramos en la Annum Sacrum y en la Quas primas, que se remonta a Santo Tomás: S.
Th., III, q. 59, a. 4. Cristo es rey por derecho nativo y de conquista, por potencia...: “Egli
è finalmente re perfetto, eterno, universale, che tutti devono riverire egualmente, sieno
LUIS CANO MEDINA
64
la carta pastoral de 1-IV-1899, donde trató de las implicaciones sociales de
la realeza de Cristo, que consistían en la adecuación de la legislación civil
a los principios de la moral católica 178. Volvería sobre el tema al hablar de
la relación entre la Iglesia y el Estado 179.
Siendo Papa, ¿no le interesaba el tema de la realeza? A esto último
podemos responder con un claro no: fue un tema central de su pontificado,
como tendremos ocasión de comprobar. ¿Por qué evitó entonces esa
terminología, tan común, desde que accedió al trono de San Pedro? Quizá,
pure sudditi o monarchi, sieno in cielo, in terra o negli abissi, perché innanzi a Lui deve
piegare ogni ginocchio”. Cfr. SARTO, G., Le pastorali del periodo veneziano
(1894-1898), a cura di A. Niero, en Quaderni della Fondazione Giuseppe Sarto, n. 2
(luglio 1990), pp. 105-106.
177
Ibid., donde habla de que reconocer el “governo regale di Gesù Cristo” es un deber, no
sólo como cristianos sino también como ciudadanos. Y explica que este reconocimiento
no va en detrimento de la autoridad civil —“ben lontani dal tendere insidie ai terreni
governi, o dal minacciare le umane istituzioni”—, pues se trata de un combate por la
verdad. Ya como Papa, desarrollará esta misma idea al explicar el sentido del instaurare
omnia in Christo, en su primera alocución al consistorio cardenalicio: Alocución Primum
vos (9-XI-1903), ASS 36 (1903-04), pp. 193-198.
178
“Con tutto il diritto [Cristo Rey] esige che lo stato e le leggi siano informate ai
principii cristiani” y que se gobierne cristianamente a los pueblos. Cfr. SARTO, G., Le
pastorali del periodo veneziano (1899-1903), a cura di A. Niero, en Quaderni della
Fondazione Giuseppe Sarto, n. 3 (enero 1991), pp. 17-18.
179
Establecida sobre la teoría bellarminiana de la Iglesia como sociedad perfecta y de su
potestas indirecta sobre la sociedad civil (ratione peccati) y sobre la mutua colaboración
—dentro de la propia esfera— por el bien temporal y eterno de los hombres, un tema que
desarrollará en sus encíclicas. Cfr. VIAN, G., La riforma della Chiesa per la
restaurazione cristiana della società. Le visite apostoliche delle diocesi e dei seminari
d'Italia promosse durante il pontificato di Pio X (1903-1914), II, en Italia sacra, vol. 59,
Roma 1998, pp. 274-282. En algún punto, Vian parece no distinguir bien entre la libertad
que Sarto reivindica para la Iglesia en materia de legislación canónica, y una supuesta
potestad de dictar sus leyes a la autoridad civil. Después de citar una carta pastoral en la
que Sarto hace un listado de las materias en las que la Iglesia tiene el derecho de legislar
—“de contenuto prevalentemente religioso”, como reconoce Vian— añade que “esse
però venivano inserite in una prospettiva ierocratica”, sin justificarlo suficientemente: vid.
p. 273. En la p. 274 enumera los documentos pontificios sobre la doctrina del acuerdo
entre los dos poderes.
CAPÍTULO II
65
para no dar lugar a malentendidos y para distanciarse de toda
interpretación política de la realeza 180, pero se trata de una conjetura 181.
Al margen de la terminología, nos parece más importante analizar el
significado de su lema pontificio instaurare omnia in Christo. A nuestro
juicio, detrás de esas palabras tomadas de Eph 1, 10, se esconde una visión
particular del tema de la realeza, una comprensión teológica más amplia de
ese concepto. Creemos necesario advertir que ésta es la hipótesis que
guiará nuestras reflexiones a lo largo del presente trabajo.
180
El mismo Papa, en su primera encíclica, se quejaba de que “habrá indudablemente
quienes, porque miden a Dios con categorías humanas, intentarán escudriñar Nuestras
intenciones y achacarlas a intereses y afanes de parte”. Cfr. Enc. E supremi apostolatus
cathedra (4-X-1903), ASS 36 (1903-04), p. 131. Texto castellano en San Pío X. Escritos
doctrinales, Madrid 1975, p. 17.
El instaurare omnia in Christo parece la respuesta un poco enigmática —al estilo de las
parábolas de Jesús— a quienes trataban de escudriñar sus intenciones, “con categorías
humanas”. Se trata de una respuesta religiosa, comprensible para quienes la analizaran
con visión sobrenatural; ambigua, en cambio, para los demás. De hecho, muchos no la
comprendieron: en su primera alocución al consistorio cardenalicio, Primum vos
(9-XI-1903), ASS 36 (1903-04), pp. 193-198, un mes después de su primera encíclica, se
asombra de que haya quienes “vadano congetturando quale sarà l'indirizzo del Nostro
Pontificato, quasi che ci sia bisogno di torturarsi il cervello su questo punto. E non è
chiaro come il sole che Noi non vogliamo e non possiamo battere altra via da quella
tracciata e percorsa dai Nostri Predecessori? Rinnovare ogni cosa in Cristo! ecco il nostro
programma —l'abbiamo già detto— e poichè Cristo è la Verità, così il Nostro primo
dovere sarà di insegnare e proclamare la verità”. Cit. por DAL-GAL, P.G., S. Pio X papa,
Padova 1954, p. 362.
181
Existía en la curia una resistencia a toda interpretación política de la realeza, ya antes
de Pío X y durante su pontificado. Se rechazó varias veces la propuesta de instaurar una
fiesta de Cristo Rey. “Si era probabilmente manifestato —escribe Menozzi— il timore
che l'introduzione della festa, formalizzando a livello liturgico una dottrina ierocratica,
sollevase proteste di qualche governo”. MENOZZI, D., Liturgia e politica: l'introduzione
della festa di Cristo Re, en Cristianesimo nella storia. Saggi in onore di Giuseppe
Alberigo, Bologna 1996, p. 614.
LUIS CANO MEDINA
66
6. Algunas consideraciones acerca del significado del instaurare
omnia in Christo
Instaurare omnia in Christo: esta frase resume su línea de acción
como Papa y es el hilo conductor de su pensamiento. Será siempre, a lo
largo de once años, la constante que orientará su gobierno y su Magisterio.
Unas veces acudirá a ese lema para justificar determinadas disposiciones o
reformas; otras, para explicar cómo entendía la misión de la Iglesia y el
papel de los católicos en el mundo.
¿En qué consistía esa instauratio para Pío X? El sentido mismo de las
palabras permite intuir que apunta a la posición que debe ocupar Cristo en
la vida de cada cristiano, en la Iglesia y en la sociedad. Lo veremos más
detenidamente, a medida que estudiemos los distintos documentos
magisteriales. Sin anticipar conclusiones, debemos decir que el
significado del instaurare omnia in Christo es de suma importancia para
nuestro estudio.
Para entender mejor la interpretación que Pío X realizó de la cláusula
de Eph 1, 10, conviene recordar brevemente qué significado han dado los
comentaristas a este texto paulino, a lo largo de la historia. Comparando el
pensamiento del papa Sarto con esas opiniones, estaremos en condiciones
de valorar mejor la trascendencia de sus enseñanzas y su continuidad o
discontinuidad con la exégesis tradicional.
El texto de Eph 1, 10 ha sido objeto de muchos comentarios, desde la
época patrística hasta nuestros días 182. Se trata de una cláusula de gran
trascendencia teológica, con varias posibles interpretaciones, que ya
fueron ofrecidas en su mayor parte por los Padres de la Iglesia. La buena
formación patrística y teológica de Giuseppe Sarto permite suponer que
esos comentarios no le eran desconocidos, al menos en sus líneas
generales.
182
En la exposición de este tema seguimos en buena parte el siguiente trabajo:
CASCIARO, J.M., Estudios sobre cristología del Nuevo Testamento, Pamplona 1982, pp.
308-334.
CAPÍTULO II
67
Entrando ya en el análisis de Eph 1, 10, el contexto es el canto de
bendición a Dios que Pablo coloca en el exhordio de su epístola 183. En
Cristo, dice el Apóstol, Dios nos ha predestinado a la filiación divina
adoptiva, nos ha hecho gratos a Él, nos ha redimido de nuestros pecados
mediante su sangre, ha derramado su gracia sobre nosotros
sobreabundantemente. Por último, Pablo señala que Dios nos dio a
conocer el misterio de su voluntad, llevado a cabo en la plenitud de los
tiempos. Este misterio es “el plan redentor de Dios para con toda la
humanidad (cfr. 10c), que había sido por mucho tiempo un secreto y ahora
ha sido revelado en Cristo (cfr. Col 1, 26)” 184. El contenido del misterio se
encierra en la misteriosa expresión de Eph 1, 10: recapitular
—ajnakefalaiwvsasqai-< en Cristo todas las cosas, las de los cielos y las
de la tierra. La versión de la Vulgata —que utilizó Pío X— traducía el
vocablo griego por instaurare, mientras que la Neovulgata ha vuelto al
sentido original, empleando recapitulare 185.
183
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en
Cristo con toda bendición espiritual en los cielos, ya que en él nos eligió antes de la
creación del mundo para que fuéramos santos y sin mancha en su presencia, por el amor;
nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por Jesucristo conforme al beneplácito de su
voluntad, para alabanza y gloria de su gracia, con la cual nos hizo gratos en el Amado, en
quien, mediante su sangre, tenemos la redención, el perdón de los pecados, según las
riquezas de su gracia, que derramó sobre nosotros sobreabundantemente con toda
sabiduría y prudencia. Nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según el benévolo
designio que se había propuesto realizar mediante él y llevarlo a cabo en la plenitud de los
tiempos: recapitular en Cristo todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra”. Eph 1,
3-10. Empleamos la traducción castellana preparada por la Facultad de Teología de la
Universidad de Navarra, Sagrada Biblia (VIII), Pamplona 1986, pp. 49-57.
184
ORCHARD, B., Comentarios al Nuevo Testamento, Barcelona 1959, p. 277.
185
El significado del verbo ajnakefalaiovw es recapitular, compendiar sumariamente.
Cfr. MERKLEIN, H., ajnakefalaiovw, en BALZ, H. — SCHNEIDER, G., Diccionario
exegético del Nuevo Testamento, Salamanca 1996, p. 244.
Solía emplearse, por ejemplo, para designar el breve resumen de un discurso, la
recapitulación de los temas tratados. Etimológicamente, procede de unir la preposición
ajnav al sustantivo kefavlaion (capítulo, cima, cumbre), no a kefalev (cabeza), como a
veces se ha interpretado.
En el Nuevo Testamento, sólo se emplea dos veces: una, en Rom 13, 9, con el sentido
estricto de resumir, compendiar; la otra, en el texto de Eph 1, 10, que nos ocupa.
LUIS CANO MEDINA
68
A lo largo de la historia, los comentaristas han explicado este
versículo de diferentes maneras:
a) Pablo aludiría a la restauración del orden primitivo de la creación,
perturbado por el pecado, Es la interpretación que se remonta a los Padres
latinos —salvo San Jerónimo—, y a los escolásticos. Resulta una exégesis
pobre, pues se limita a una pequeña parte del contenido del verbo griego,
traducido en latín por instaurare o recapitulare.
b) La ajnakefalaivwsi" significaría que Dios ha puesto a Cristo como
cabeza de todas las cosas. Esta interpretación procede de la exégesis
realizada por los Padres griegos y especialmente por San Juan
Crisóstomo186.
c) La mayor parte de los autores modernos ha seguido la idea de
recapitulación. San Jerónimo fue el primero en realizar esa exégesis. Ésta
significaría en el aspecto ontológico, que Jesucristo es recapitulación de
toda la creación, porque en su ser divino-humano están reunidos y
compendiados todos los seres. En el orden soteriológico, Jesucristo
resume toda la economía de la redención. Bajo un aspecto representativo,
Cristo resume todos los seres inteligentes, como un segundo Adán.
d) Por último, según Prat, Cristo sería la cima de todas las cosas, su
coronamiento, su jefe. En otras palabras, la ajnakefalaivwsi" significaría
“colocar a Cristo en la cúspide de todas las cosas, como principio de
unidad” 187.
186
Estrictamente hablando, denota una inexactitud gramatical, porque hace derivar
ajnakefalaiwvsasqai de kefalev (cabeza), no de kefavlaion (cima, capítulo). Estos autores
no ignoran cuál es la verdadera etimología, pero se inclinan por este segundo significado,
porque tiene más en cuenta el contexto de Eph, donde predomina la idea de la capitalidad
de Cristo.
Como grecoparlantes, la asonancia entre kefalev y kefavlaion, les produce una espontánea
asociación de ideas con la visión de Cristo-Cabeza. Esta asonancia podía haber influido
también en el escritor sagrado.
187
PRAT, F., Théologie de Saint Paul, II, Paris 1937, p. 109, cit. por CASCIARO, J.M., o.
c., p. 321.
CAPÍTULO II
69
La idea de Prat recoge en buena parte los elementos de la segunda
opinión, puestos de relieve por el Crisóstomo y tiene la ventaja de tener en
cuenta el contexto de Eph. La ajnakefalaivwsi" debería interpretarse a la
luz de la afirmación contenida pocos versículos más adelante, en Eph 1, 22:
“y lo ha dado como cabeza de todas las cosas a la Iglesia” 188. Eph 1, 10 se
pondría así en relación con la rica doctrina de San Pablo sobre el Cuerpo
Místico, la función de Cristo-Cabeza en la Iglesia y el concepto de Cristo
como pléroma, plenitud de la divinidad, en la que todo es conciliado en la
unidad 189.
Tienen gran interés para nuestro estudio las observaciones de
Casciaro sobre la proyección de la ajnakefalaivwsi" en el contexto de la
aplicación del plan salvífico de Cristo. Éste consiste en “llevar la salud a la
humanidad y al cosmos, descoyuntados de su entronque divino y
sobrenatural por el pecado, (...) por medio de la ajnakefalaivwsi" de todas
las cosas en Jesucristo, recapitulación llevada a cabo por el Dios-Hombre,
y que ha asociado como instrumento ayudante a su sw`ma, la Iglesia y su
pléroma, la Iglesia también”. Así, “la Iglesia es constituida en el
instrumento por medio del cual Cristo va siendo colocado como cima y
cabeza de todos los seres de la creación” 190.
La ajnakefalaivwsi", el plan salvífico de Dios, significa que “todo
debe ser puesto bajo Cristo como cabeza salvadora. Potestades angélicas,
la humanidad, el cosmos material, las realidades terrestres, civilizaciones,
188
“Por tanto —explica Casciaro—, "recapitular todas las cosas en Cristo" debe ser
interpretado en el sentido de que Dios (Padre) da a todas las cosas, las celestiales y las
terrestres, a la creación entera, una cabeza única, que es Jesucristo. Cristo es, pues,
Cabeza de la Iglesia (Eph 1, 22), y ésta es también su cuerpo y su pléroma (Eph 1, 23). En
otras palabras, Cristo es la cabeza del universo, pero de una manera especial lo es de la
Iglesia. Todo el universo es puesto bajo Jesucristo, unificado en Él, en Él elevado”.
CASCIARO, J.M., o. c., p. 324.
189
Cfr. BENOIT, P., Corpo, capo e pleroma nelle lettere della prigionia, en Esegesi e
teologia, Roma 1964, pp. 399-460. Según Benoit, Eph registra “el desarrollo supremo de
un pensamiento esencial de Pablo”, construido progresivamente desde las "grandes
epístolas" (Rom y 1 Cor) a las "epístolas de la cautividad" (Col y Eph). Se refiere a la
doctrina sobre el Cuerpo Místico de Cristo y a la función de Cristo-Cabeza.
190
CASCIARO, J.M., o. c., p. 325.
LUIS CANO MEDINA
70
técnicas y ciencia, cultura y logros sociales, todo debe ser presidido por
Cristo salvador; a todas las cosas hay que someter bajo sus pies, bajo su
capitalidad salvadora que ha obtenido su dominio en la cruz, desde la que
ha atraído todas las cosas” 191.
Como veremos, algunas de estas ideas están presentes en la
interpretación que Pío X dio del instaurare omnia in Christo, aunque no se
preocupó de desarrollarlas teológicamente, ni hizo referencia explícita a la
exégesis del texto paulino. Sus reflexiones se mueven en el trasfondo
teológico-bíblico que ha puesto de relieve la exégesis tradicional, pero
centrándose en su aplicación pastoral. Cuando examinaremos los distintos
textos, tendremos ocasión de comprobar cómo Pío X utiliza el instaurare
omnia in Christo en contextos muy variados, pero siempre dentro de la
grandiosa visión paulina del misterio de nuestra salvación que aparece en
la Carta a los Efesios.
191
CASCIARO, J.M., o. c., p. 325.
CAPITULO III
SAN PÍO X Y LA INSTAURACIÓN
DE TODAS LAS COSAS EN CRISTO
Como ya hemos advertido, dedicaremos nuestra atención a los
principales documentos de Pío X, en orden cronológico, centrándonos en
los temas que tocan más de cerca a nuestro estudio. En el apartado 11 de
este capítulo resumimos el contenido de otros escritos que hemos
analizado y que no hemos considerado necesario comentar separadamente.
Hay un tercer género de documentos, que nos hemos limitado a citar a pie
de página en éste o en otros capítulos.
1. Encíclica E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903) 192
La primera encíclica de Pío X contiene las grandes líneas que
orientaron su pontificado, tanto en el plano magisterial como de gobierno.
Algunas de las ideas enunciadas en este documento fueron después
tratadas por extenso en otros lugares, o repetidas casi literalmente.
El Papa comienza describiendo la “tristísima situación” en la que se
encuentra la humanidad, “afligida por un íntimo y gravísimo mal que,
192
ASS 36 (1903-04), pp. 129-139; texto castellano en San Pío X. Escritos doctrinales,
Madrid 1975, pp. 13-43.
LUIS CANO MEDINA
72
agravándose por días, la devora hasta la raíz y la lleva a la muerte”. Ese
mal es “la defección y la separación de Dios” generalizada 193. Para poner
remedio a esta situación, Pío X dedicará todos sus esfuerzos a instaurar
todas las cosas en Cristo, sin miras humanas, con el único interés de ser
instrumento de Dios 194.
Como veremos, todos los documentos del papa Sarto se mueven en
este plano, estrictamente espiritual, y en medio de escenarios dibujados
con las mismas tintas sombrías, incluso apocalípticas. La lucha del mal
contra el bien —de Satanás contra Dios— ha tocado su punto álgido en la
Edad Contemporánea, hasta el punto de que parece llegado el tiempo del
Anticristo 195 . Pero no se trata de diagnósticos meramente negativos,
porque van alternados siempre con pensamientos llenos de esperanza.
Tampoco eran nuevas estas ideas: las encontramos en el magisterio de Pío
IX y de León XIII, que describen de modo parecido la grave situación que
había venido a crearse para la Iglesia en el siglo XIX 196.
193
“En la mayoría se ha extinguido el temor al Dios eterno y no se tiene en cuenta la ley
de su poder supremo en las costumbres ni en público ni en privado: aún más, se lucha con
denodado esfuerzo y con todo tipo de maquinaciones para arrancar de raíz incluso el
mismo recuerdo y noción de Dios”. Enc. E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903),
ASS 36 (1903-04), pp. 130-131.
194
Cfr. Enc. E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903), ASS 36 (1903-04), p. 131.
195
Cfr. Enc. E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903), ASS 36 (1903-04), p. 131.
196
Ya hemos dicho algo en el primer capítulo. También hemos hablado del pesimismo
que se suele achacar a Pío X. Para valorarlo en su justa medida, hay que tener en cuenta el
contexto histórico. Lo describe bien Aubert: la Iglesia se encontraba “davanti agli
spettacolari progressi di un liberalismo antireligioso, di un socialismo materialista e di un
orgoglioso scientismo, che intendevano promuovere la venuta di un mondo nuovo”. Ante
este panorama, Pío X necesitaba “mettere in guardia i cattolici, abbagliati e impressionati
dalla sicurezza dei loro avversari, contro la tentazione di cercare con troppa fretta un
compromesso”. AUBERT, R., Pio X tra restaurazione e riforma, en Storia della Chiesa
(Fliche-Martin), vol. XXII/1, Cinisello Balsamo 1990, p. 121.
Con otras palabras lo dice Snider: “Nessuno può ragionevolmente dubitare dei mali
prodotti dall'apostasia denunciata da Pio X nella sua prima enciclica. In una società
laicizzata nella sua vita pubblica e in non poche attività o manifestazioni della sua vita
privata, molte, troppe filosofie si erano venute elaborando in contrasto con la verità
rivelata insegnata autenticamente dal magistero ecclesiastico. Le conseguenze del loro
influsso sulla vita intellettuale, sul suo spirito, sulla sua disciplina, sulla sua
CAPÍTULO III
73
El Papa prosigue delineando el sombrío cuadro que muestra a sus
ojos la humanidad, amotinada contra Dios 197. Pero Él, amonesta, triunfará
sobre sus enemigos, “para que todos reconozcan que el rey de toda la
tierra es Dios (Ps 46, 7)”. En esta batalla, cuenta con el poder de la oración
y espera que todos los cristianos actúen “con hechos y palabras,
abiertamente a la luz del día, afirmando y reivindicando para Dios el
supremo dominio sobre los hombres y las demás criaturas, de modo que
Su derecho a gobernar y su poder reciba culto y sea fielmente observado
por todos” 198.
La rebelión frente al sometimiento a Dios: en esta pugna se encuentra
el nervio del pensamiento del Pontífice. Todas las naciones del mundo
deben volver “a la majestad y al imperio de Dios” (humanarum gentium ad
maiestatem Dei imperiumque revocatio) y esto “nunca se producirá, sean
cuales fueren nuestros esfuerzos, si no es por Jesús el Cristo”. “De lo cual
se concluye —prosigue— que instaurare omnia in Christo y hacer que los
hombres vuelvan a someterse a Dios (homines ad Dei obtemperationem
reducere) es la misma cosa”; se trata, pues, de “someter el género humano
al poder de Cristo (genus hominum in Christi ditionem redigamus): con Él
al frente, pronto volverá la humanidad al mismo Dios” 199. Pensamos que
organizzazione, sul metodo della ricerca, sull'attività pratica da essa promossa, sul
costume di tutte le classi sociali, costituiscono una realtà che non può essere minimizzata,
nemmeno quando, per rispetto alla verità, si debbono segnalare l'errore e l'ingiustizia
commessi da veri o presunti interpreti di quel magistero nel denunciare come male ciò
che non lo era. Anche la drammaticità con la quale Pio X descrive questa realtà è il
risultato di un criterio di valutazione della sua gravità che l'esperienza e la sensibilità del
nostro tempo non possono accettare”. Snider —que no duda en señalar los límites de la
visión histórica de Pío X— insiste más adelante en que los males eran suficientemente
graves. Hace también una lista de algunas violentas o grotescas manifestaciones de
anticlericalismo en esos años, que debieron de golpear fuertemente la sensibilidad
católica. Para este autor, Pío X hizo bien en comenzar denunciando vigorosamente los
males de la sociedad y de la Iglesia. De lo contrario, su programa de reformas y de
restauración religiosa no habría tenido efecto. Cfr. SNIDER, C., L'episcopato del
cardinale Andrea C. Ferrari. I tempi di Pio X, vol. II, Vicenza 1982, pp. 140-141 y
204-205.
197
Cfr. Ps 2, 1.
198
Enc. E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903), ASS 36 (1903-04), p. 132.
199
Enc. E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903), ASS 36 (1903-04), p. 133.
LUIS CANO MEDINA
74
Pío X alude a un sometimiento general a la Verdad, a la ley de Dios, y en
ese sentido, a la autoridad doctrinal y moral de la Iglesia, como veremos
más claramente a medida que examinemos sus enseñanzas. En cualquier
caso, estas breves referencias nos bastan para reconocer en las primeras
páginas de la encíclica programática del papa Sarto los conceptos típicos
de la realeza de Cristo, expresados con una terminología equivalente 200.
El camino para llegar a Cristo es la Iglesia, depositaria de “su
doctrina y los preceptos de sus leyes” y enriquecida con “los
generosísimos dones de su divina gracia para la santidad y la salvación de
los hombres”. Nuestra misión —concluye el Papa— es “volver a la
sociedad humana, alejada de la sabiduría de Cristo, a la doctrina de la
Iglesia”, proclamando en todos los órdenes y ámbitos de la sociedad los
preceptos evangélicos. De este modo, la iniquidad será vencida y
“escucharemos gozosos una gran voz del cielo que dirá: Ahora llega la
salvación, el poder, el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo
(Apc 12, 10)” 201.
Dirigiéndose a sus hermanos en el episcopado, desarrolla
seguidamente una idea que nos parece importante para la comprensión de
su pensamiento. Lo que el pontífice pide a los obispos es que compartan
una aspiración suprema: “que en todos se forme Cristo (Gal 4, 19)”. La
primera preocupación de los pastores debe ser “formar a Cristo en aquellos
que por razón de su oficio están destinados a formar a Cristo en los
demás” 202 : es decir, los sacerdotes. Quienes han recibido las órdenes
sagradas deben experimentar las ansias que Pablo manifestaba a los
Gálatas: “hijos míos, por quienes padezco otra vez dolores de parto, hasta
que Cristo esté formado en vosotros” 203. Deben conformarse con Cristo
“de tal modo que puedan hacer suyo lo que también decía el Apóstol: vivo,
pero ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (Gal 2, 20). Para mí la vida
200
En otras partes de la encíclica, usa expresiones como “Dei imperium”; “humanarum
gentium ad maiestatem Dei imperiumque revocatio”; “ut Eius imperandi ius ac potestas
sancte colatur ab omnibus et observetur”.
201
Enc. E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903), ASS 36 (1903-04), pp. 133-134.
202
Enc. E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903), ASS 36 (1903-04), p. 134.
203
Gal 4, 19.
CAPÍTULO III
75
es Cristo (Fil 1, 21). Por eso, si bien a todos los fieles se dirige la
exhortación que lleguemos a ser varones perfectos, a la medida de la
plenitud de Cristo (Eph 4, 13), sin embargo se refiere sobre todo a aquel
que desempeña el sacerdocio; pues se le denomina otro Cristo 204 no sólo
por la participación de su potestad, sino porque imita sus hechos, y de este
modo lleva impresa en sí mismo la imagen de Cristo” 205. En este empeño,
la formación del clero es fundamental 206.
Más tarde llamaremos la atención sobre esta referencia a la mística
paulina de la identificación con Cristo, a la que Pío X volverá en varias
ocasiones. Nos anuncia uno de los rasgos típicos de la espiritualidad del
papa Sarto: el cristocentrismo.
204
Queremos llamar la atención sobre esta vigorosa expresión, ya empleada por León
XIII, que dice: “tutta la tradizione della Chiesa è una voce sola nel proclamare che il
Sacerdote è un altro Cristo”. Enc. Fin dal principio (8-XII-1902), ASS 35 (1902-03), pp.
257-265. Este documento, redactado en italiano y dedicado enteramente a la formación
sacerdotal, contiene otras ideas que Pío X recogerá en diversos momentos. La más
importante es que para obrar una “restaurazione di vita cristiana” todos los esfuerzos
serían vanos si “nel ceto ecclesiastico non si serbasse integro e vigoroso lo spirito
sacerdotale” (Ibid. p. 257). Puede pensarse que el papa Sarto, tan atento a este tema,
conocía bien la encíclica leonina, publicada sólo un año antes, y —en cierta manera—
quería continuarla.
205
Enc. E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903), ASS 36 (1903-04), p. 135.
206
Debe constituir la primera preocupación de los obispos, junto al cuidado de los
Seminarios. Los pastores deben vigilar, además, para que “estos hombres sagrados no
sean atrapados por las insidias de esta ciencia nueva y engañosa”, de corte racionalista y
para que “sin menospreciar las disciplinas sagradas y profanas”, se dediquen “ante todo al
bien de las almas”. Cfr. Enc. E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903), ASS 36
(1903-04), pp. 135-136.
Encontramos aquí, en germen, algunas de las orientaciones que darán lugar a la reforma
de los Seminarios en Italia, a la lucha contra el Modernismo, a la publicación de un
documento dedicado a la santidad sacerdotal —la Exhort. Haerent animo— y a otras
medidas tendentes a orientar la piedad, el estudio y la formación de los sacerdotes, a las
que ya nos hemos referido.
Todas ellas se dirigen a promover la santidad del clero según una espiritualidad
cristocéntrica, siguiendo el motivo místico, típicamente paulino, de la identificación con
Cristo; miran también a preservarlo de las desviaciones doctrinales y a colocar al
sacerdote ante lo que es específico de su ministerio pastoral, evitando la dispersión en
otras tareas. Son las orientaciones que encontraremos repetidas o desarrolladas en otros
documentos.
LUIS CANO MEDINA
76
Junto a la santidad de los pastores, el segundo medio con que cuenta
la Iglesia y el Papa para instaurar todas las cosas en Cristo es la enseñanza
de la religión: es “el camino más importante para replantar el imperio de
Dios (Dei imperium) en las almas de los hombres” 207. La falta de fe no hay
que atribuirla “a los progresos de la ciencia, sino más bien a la falta de
ciencia” 208. Hay que imitar a Cristo en su misericordia y mansedumbre209,
en su caridad por todos.
“Para restituir en Cristo a todas las gentes”, sigue diciendo Pío X, los
pastores y el clero cuentan con la ayuda de los laicos: “trabajar por los
intereses de Dios y de las almas es propio no sólo de quienes se han
dedicado a las funciones sagradas, sino también de todos los fieles” 210. Así
comienza a explicar la función de los laicos en la Iglesia, uno de los temas
que el santo pontífice consideraba de mayor importancia 211.
Pío X esperaba mucho de las organizaciones católicas, pero con dos
condiciones. La primera era evitar las discusiones estériles; así se
neutralizarían los gérmenes de división entre los católicos. La segunda era
no pensar que con inscribirse en una organización y llevar a cabo obras de
indudable valor, bastaba para cristianizar la sociedad. El Papa pedía a los
207
Enc. E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903), ASS 36 (1903-04), p. 136.
Pío X muestra estar convencido de que muchos odian a Cristo y a la Iglesia no por
maldad, sino a causa de la ignorancia, difusa también entre la gente que se dice culta (cfr.
las mismas ideas en la Enc. Acerbo nimis). Razón de más para extremar la caridad en esa
tarea. El combate contra la ignorancia y el error —las verdaderas causas de la falta de fe
que aflige a muchos—, no puede librarse con acritud o celo amargo: “nada es más eficaz
que la caridad” Cfr. Enc. E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903), ASS 36 (1903-04),
p. 136-137.
209
Enc. E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903), ASS 36 (1903-04), p. 137.
210
Enc. E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903), ASS 36 (1903-04), p. 138.
211
Aubert recoge una significativa anécdota, referida por Mons. de Bazelaire:
“Intrattenendosi con alcuni cardinali il papa chiese loro: Qual è la cosa oggi più
necessaria per la salute della società? —Costruire delle scuole, disse l'uno. —No.
—Moltiplicare le chiese, disse un altro. —No. —Attivare il reclutamento dei sacerdoti,
propose un terzo. —No! No! replicò alla fine il papa. Quello che è più necessario di tutto
attualmente è di avere in ogni parrocchia un gruppo di laici preparati, virtuosi, risoluti e
veramente apostoli”. AUBERT, R., L'opera riformatrice di Pio X, en Storia della Chiesa
(Jedin), vol. IX, Milano 1973, p. 502.
208
CAPÍTULO III
77
católicos una profunda vida cristiana, por lo menos a quienes actuaban en
esas organizaciones. Debían construir, ante todo, con su ejemplo,
mostrando coherencia entre la doctrina y las obras 212. “Acción piden los
tiempos”, dice el Papa, pero una acción que se sostiene en una sólida vida
cristiana. Entonces, “si en las ciudades, si en cualquier aldea se observan
fielmente los mandamientos de Dios, si se honran las cosas sagradas, si es
frecuente el uso de los sacramentos, si se vive de acuerdo con las normas
de la vida cristiana, Venerables Hermanos, ya no habrá que hacer ningún
esfuerzo para que todo se instaure en Cristo” 213.
De esta acción de los laicos se derivarán grandes bienes no sólo para
la Iglesia, sino también para la sociedad civil. Ante los ojos del Papa se
despliega el panorama de una civilización cristiana, con rasgos que quizá
sorprenden por una cierta ingenuidad, o tal vez, por una profunda fe 214.
En resumen, podemos decir que el programa del pontificado de Pío X
enunciado en su primera encíclica consiste en reimplantar la soberanía de
Dios en la sociedad, a través de Cristo. Los medios son la difusión de la
doctrina, la santidad de los sacerdotes, la acción de los laicos construida
sobre una profunda vida cristiana. El esquema de la reinstauración de
212
“Que los católicos formen asociaciones, con diversos propósitos pero siempre para
bien de la religión. Nuestros Predecesores desde hace ya tiempo las aprobaron y las
sancionaron dándoles gran impulso. Y Nos no dudamos de honrar esa egregia institución
con nuestra alabanza y deseamos ardientemente que se difunda y florezca en las ciudades
y en los medios rurales. Sin embargo, de semejantes asociaciones Nos esperamos ante
todo y sobre todo que cuantos se unen a ellas vivan siempre cristianamente. De poco sirve
discutir con sutilezas acerca de muchas cuestiones y disertar con elocuencia sobre
derechos y deberes, si todo eso se separa de la acción. Pues acción piden los tiempos; pero
una acción que se apoye en la observancia santa e íntegra de las leyes divinas y los
preceptos de la Iglesia, en la profesión libre y abierta de la religión, en el ejercicio de toda
clase de obras de caridad, sin apetencias de provecho propio o de ventajas terrenas”. Enc.
E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903), ASS 36 (1903-04), p. 138.
213
Enc. E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903), ASS 36 (1903-04), p. 138.
214
“Los próceres y los ricos asistirán a los más débiles con justicia y con caridad, y éstos
a su vez llevarán en calma y pacientemente las angustias de su desigual fortuna; los
ciudadanos no obedecerán a su ambición sino a las leyes; se aceptará el respeto y el amor
a los príncipes y a cuantos gobiernan el Estado”. Enc. E supremi apostolatus cathedra
(4-X-1903), ASS 36 (1903-04), p. 139.
LUIS CANO MEDINA
78
todas las cosas en Cristo se articula en dos planos: uno se refiere a la
Iglesia 215; el segundo, a la sociedad 216.
2. Encíclica Ad diem illum laetissimum (2-II-1904) 217
La segunda encíclica de Pío X está dedicada a la Santísima Virgen, en
el 50º aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada
Concepción. El cierto pesimismo que recorría su primer documento se ve
compensado aquí por una visión muy positiva de la historia interna de la
Iglesia en los últimos cincuenta años. El Papa lo achaca precisamente a la
proclamación de ese dogma mariano 218.
215
Respecto a la Iglesia, Pío X pretende llevar a cabo una profunda renovación, una
reforma que la capacite para llevar a cabo su misión en los difíciles tiempos que atraviesa
la humanidad. Necesita, ante todo, buenos pastores: santos, centrados únicamente en el
desempeño de su ministerio, bien pertrechados con una sólida preparación doctrinal y
pastoral, entregados a su misión más importante: difundir la doctrina mediante una
catequesis capilar, organizada, práctica; y administrar los Sacramentos, la vida
sobrenatural. También busca la renovación de los fieles, solicitándoles una vida cristiana
más intensa, proporcionándoles una ayuda sacramental más asidua —sus decretos
eucarísticos se dirigirán a ese fin—, dotándoles de una piedad sincera y favoreciendo su
participación en la liturgia: varias reformas apuntan a ese otro objetivo. Por fin, atenderá a
la reforma del entero sistema legislativo y de gobierno de la Iglesia. Algunos de estos
elementos no aparecen mencionados expresamente en su primera encíclica, pero desde
luego formaban parte de su programa de gobierno, ya en los comienzos, como hemos
puesto de manifiesto en la síntesis biográfica.
216
Con una Iglesia preparada de esta forma, Pío X espera llevar a cabo la construcción de
la nueva civilización cristiana. Esa misión se llevará a cabo mediante una acción de los
laicos disciplinada, eficazmente dirigida por la jerarquía, unida en sus intentos a través de
la concorde actuación de múltiples organizaciones católicas. Esta acción se dirige a
someter todas las cosas a Dios y a los principios cristianos, que son la garantía de la
prosperidad y la felicidad social, y a garantizar la libertad de la Iglesia en el desempeño
misión divina, puramente espiritual.
217
ASS 36 (1903-04), pp. 449-462; texto castellano en San Pío X. Escritos doctrinales,
Madrid 1975, pp. 47-87.
218
Recuerda los beneficios que produjo el Concilio Vaticano I, la santidad y la
profundidad del Magisterio de sus dos predecesores, la veneración hacia el Papa y su
unión con él, que han arraigado tan profundamente en el pueblo cristiano: son bienes que
Pío X atribuye a la intercesión de Santa María. Cfr. Enc. Ad diem illum laetissimum
(2-II-1904), ASS 36 (1903-04), p. 450.
CAPÍTULO III
79
Esta fiesta, dice el Papa, “debe provocar un singular fervor en el
pueblo cristiano” por una razón fundamental: la relación que tiene la
Virgen con el programa del instaurare omnia in Christo. “Pues ¿quién no
ha experimentado que no hay camino más seguro y más expedito para unir
a todos con Cristo que el que pasa a través de María, y que por ese camino
podemos lograr la perfecta adopción de hijos, hasta llegar a ser santos e
inmaculados en la presencia de Dios?” 219. Ella es “camino para conocer a
Cristo”, “vivió la misma vida que su Hijo”, y, por eso, nadie es “más eficaz
para unir a los hombres con Cristo que esta Virgen” por quien “también
logramos más fácilmente aquella vida cuya fuente e inicio es Cristo” 220.
Enseguida describe el Papa cómo la unión a Cristo se produce por la
inserción en su Cuerpo Místico, la Iglesia, de la que Cristo es Cabeza. Lo
hace para señalar también aquí la función de María en la edificación del
Cuerpo de su Hijo: “cuando María tenía en su vientre al Salvador puede
decirse que gestaba también a todos aquellos cuya vida estaba contenida
en la vida del Salvador” 221. Por eso, la Virgen es “Madre en espíritu —dice
con palabras de San Agustín—, de los miembros de Cristo que somos
nosotros” 222; y “ella procurará con todas sus fuerzas que Cristo, cabeza del
cuerpo de la Iglesia (Col 1, 18), infunda en nosotros, sus miembros, todos
sus dones, y en primer lugar que le conozcamos y que vivamos por él (1
Ioh 4, 9)” 223.
219
Enc. Ad diem illum laetissimum (2-II-1904), ASS 36 (1903-04), p. 451. Es interesante
notar que al dar una interpretación del papel de la Madre de Dios en la realización del
instaurare omnia in Christo, Pío X se mantiene fiel al contexto bíblico del instaurare. Sus
últimas palabras son, en efecto, una cita implícita de Eph 1, 4-5, donde San Pablo está
desarrollando el pensamiento que le llevará a proclamar en el versículo 10 que el misterio
salvífico manifestado por Dios en la plenitud de los tiempos es recapitular (instaure
según la Vulgata) todas las cosas en Cristo. El Papa —siguiendo la teología paulina—
está indicando que la clave de la instauración se encuentra en la unión salvífica de los
hombres a Cristo, en la que María representa una función de mediadora.
220
Enc. Ad diem illum laetissimum (2-II-1904), ASS 36 (1903-04), p. 452.
221
Enc. Ad diem illum laetissimum (2-II-1904), ASS 36 (1903-04), p. 453.
222
SAN AGUSTÍN, De sancta Virginitate, c. 6 [PL 40, 399].
223
Enc. Ad diem illum laetissimum (2-II-1904), ASS 36 (1903-04), p. 453.
LUIS CANO MEDINA
80
Prosigue Pío X glosando otros temas mariológicos 224. Cerca del final,
anuncia su decisión de “impartir al orbe católico una indulgencia
extraordinaria a modo de jubileo” con ocasión de ese aniversario. Así se
unirá la imitación de la Virgen a los honores que se le tributarán a lo largo
del año, y se logrará “más fácilmente el propósito de instaurar todas las
cosas en Cristo” 225. Pío X espera muchos frutos espirituales del jubileo:
que vuelvan a Jesucristo los que están alejados de Él y “que florezca de
nuevo en el pueblo cristiano el amor a las virtudes y el gusto por la
piedad” 226. También aquí encontramos algunos datos interpretativos del
instaurare omnia in Christo: el perdón de los pecados —facilitado por la
indulgencia jubilar—, hará más fácil la instauración, que se perfila cada
vez más como la unión personal a Cristo, entendida como un regreso para
los que están alejados de Él, y como una renovación de los demás fieles en
la piedad y las virtudes.
En resumen, la devoción a la Santísima Virgen tiene para el Papa un
papel de primer orden en la instauración de todas las cosas en Cristo. Esta
instauración pasa por una unión personal a Cristo y a su Cuerpo Místico, a
través de la mediación de María. Pío X ofrece así una interpretación
teológica de su lema pontificio, conectada con la doctrina paulina y
próxima al contexto bíblico de Eph. 1, 10, que aplica a la vida espiritual y
eclesial. Además conecta la instauración con el perdón de los pecados,
224
Habla del papel de María como mediadora de las gracias y de las devociones marianas,
que deben ir acompañadas de “la obediencia rendida a los mandamientos del Hijo divino
de María” y de la voluntad de apartarse del pecado y de enmendar las malas costumbres,
pues de otra manera han de considerarse artificiales y falsas. Seguidamente explica el
contenido del dogma de la Inmaculada Concepción, y observa el papel de la Virgen bajo
la angulación cristocéntrica que ya conocemos: María es un modelo asequible de
identificación con Cristo pues “estando todo lo cercano a Cristo que permite la naturaleza
humana, se adapta con más propiedad a nuestra limitación”. Es modelo de fe, esperanza y
caridad. El Papa se detiene sobre todo en la primera virtud teologal, aprovechando para
condenar el racionalismo, el materialismo, el anarquismo. Ella hará que desaparezcan
todas las herejías. Luego, al tratar de la caridad, vuelve —con un salto algo brusco— a
referirse a los errores y ataques a la religión en la Edad Contemporánea. Enc. Ad diem
illum laetissimum (2-II-1904), ASS 36 (1903-04), pp. 455-459.
225
Enc. Ad diem illum laetissimum (2-II-1904), ASS 36 (1903-04), p. 459.
226
Enc. Ad diem illum laetissimum (2-II-1904), ASS 36 (1903-04), p. 462.
CAPÍTULO III
81
facilitado gracias al jubileo, y confía en la intercesión de María para llevar
a cabo una profunda renovación cristiana.
3. Encíclica Iucunda sane (12-III-1904) 227.
La tercera encíclica del papa Sarto fue publicada con ocasión del 13º
centenario de San Gregorio Magno. Es fácil percibir a lo largo de sus
páginas una identificación emocional del papa Sarto con esta figura de la
antigüedad 228. Es el modelo en el que desea inspirarse para regir la Iglesia
y enfrentarse a los problemas y desafíos de la época actual. Basta leer entre
líneas para advertir que el programa que pretende desarrollar Pío X aspira
a coincidir con las directrices del pontificado del papa Magno 229, que se le
aparece como una metáfora del tiempo presente 230.
Así, el pontificado de San Gregorio es presentado como el paso de
una sociedad en crisis a una era nueva, donde el cristianismo inspiraba la
227
ASS 36 (1903-04), pp. 513-529; texto castellano en San Pío X. Escritos doctrinales,
Madrid 1975, pp. 91-137.
228
En sus primeros párrafos se recuerdan las difíciles circunstancias que tuvo que
atravesar el papa Gregorio, y las virtudes que demostró en afrontarlas. La obra de su
pontificado brilla en toda su grandeza: la restauración general de la vida cristiana, de la
piedad, de la disciplina, del celo pastoral; su caridad con los necesitados; su preocupación
por el bien de la sociedad; su defensa audaz contra los abusos y agresiones del poder civil
y de los pueblos bárbaros; el combate contra las herejías; su celo misionero.
229
Esta identificación con San Gregorio fue percibida por el obispo sardo Mons. Balestra:
“Iddio ha ordinato che salisse sul trono di S. Pietro Pio X (...) quale nuovo Gregorio
Magno”. Cfr. VIAN, G., La riforma della Chiesa per la restaurazione cristiana della
società. Le visite apostoliche delle diocesi e dei seminari d'Italia promosse durante il
pontificato di Pio X (1903-1914), II, en Italia sacra, vol. 59, Roma 1998, p. 291, nota
149.
230
El papa Sarto utilizará este recurso literario otras veces: presentará un personaje de la
historia de la Iglesia como un modelo inspirador de su conducta, destacando la similitud
entre las circunstancias de cada época, y se amparará en el veredicto que ha emitido la
historia sobre esos episodios para justificar su propia actuación. La visión histórica, o
mejor, la fe en la Providencia —actuación de Dios en la historia— tiene una importancia
capital para penetrar en el pensamiento del papa Sarto. Son parte de esa visión teológica
de los acontecimientos, a la que ya nos hemos referido, que permite comprender mejor
algunas de sus aparentes simplificaciones, por ejemplo en materia social.
LUIS CANO MEDINA
82
vida personal y social: la Edad Media 231. La Edad Media no es el tema
principal de la Iucunda sane, que se centra en la descripción de los males
presentes y en los remedios que hay que poner, continuando lo que ya
había dicho en sus anteriores encíclicas. Pero es innegable que esta época
aparece como un modelo de sociedad cristiana. Hay un tono, velado, de
simpatía por ese modelo, si no en sus aspectos históricos y jurídicos, al
menos en sus principios. El Papa quiere reflexionar sobre cómo llegar a
esa sociedad que, teniendo en cuenta las circunstancias modernas, esté
“inspirada en el cristianismo”. Como decimos, no desarrolla
completamente este tema en la encíclica —lo hará más tarde— pero
proporciona algunas ideas fundamentales.
Prosigue Pío X considerando cómo le conforta el ejemplo de San
Gregorio, en la grave situación actual. Está convencido de que la Iglesia es
una roca firme que siempre prevalecerá sobre sus enemigos. Y explica las
ventajas que tiene una sociedad inspirada en los valores cristianos 232, y los
beneficios de una colaboración amigable entre el Estado y la Iglesia,
destinados por la Providencia a entenderse 233.
231
“El recuerdo de sus hechos [de San Gregorio] se grabó profundamente en las
generaciones posteriores, sobre todo en la Edad Media, hasta el punto de poder decirse
que su espíritu las informaba, sus palabras eran como el alimento espiritual, y procuraban
imitar su vida y sus costumbres; felizmente, una sociedad inspirada en el cristianismo
sustituía a la romana que, con el transcurso del tiempo, había dejado de existir”. Enc.
Iucunda sane (12-III-1904), ASS 36 (1903-04), p. 516.
232
“No tardaremos mucho en ver cómo se abandonan las afirmaciones de una ciencia y de
una cultura que rechaza a Dios, o en ver cómo desaparecen de la sociedad. Entretanto, no
podemos dejar de recordar todos, como hizo Gregorio, cuánta es la necesidad de recurrir a
la Iglesia, que da la salvación eterna junto con la paz y la prosperidad terrenas en esta
vida”. Enc. Iucunda sane (12-III-1904), ASS 36 (1903-04), p. 518.
233
Citando una afirmación del pontífice magno —nadie puede gobernar lo terreno si no
sabe tratar lo divino, y la paz de la sociedad depende de la paz de la Iglesia universal—
concluye: “de ahí la necesidad de un perfecto entendimiento entre la potestad eclesiástica
y la civil, pues la Providencia de Dios quiso que se ayudasen mutuamente”. Enc. Iucunda
sane (12-III-1904), ASS 36 (1903-04), p. 518.
Esta doctrina ya había sido desarrollada por Gregorio XVI, Pío IX y León XIII. Cfr.
VIAN, G., La riforma della Chiesa per la restaurazione cristiana della società. Le visite
apostoliche delle diocesi e dei seminari d'Italia promosse durante il pontificato di Pio X
(1903-1914), II, en Italia sacra, vol. 59, Roma 1998, p. 274.
CAPÍTULO III
83
Esos beneficios no son fruto exclusivo de esa colaboración, sino de
algo más profundo: de que la vida social se funde en la doctrina evangélica
y sea vivificada por la vida sobrenatural. Si en la época de San Gregorio
“el mundo se encaminaba por la buena senda hacia una convivencia noble
y fecunda”, era porque ésta se fundaba en el recto uso de la razón y en la
rectitud de costumbres, “que sacaban su fuerza de la doctrina revelada por
Dios y de los preceptos del Evangelio”. Las gentes buscaban entonces la
vida sobrenatural de Cristo, a través de la Iglesia, y en esa vida se
“incluyen y fomentan también las fuerzas que dan vida al orden
natural” 234.
Vuelve aquí a manifestarse, cada vez más explícitamente, el
pensamiento del Papa, tal como fue incoado en su primera encíclica: el
sometimiento de todas las cosas a Dios viene por la profesión de su
doctrina y por la participación en la vida sobrenatural, tanto en los
individuos como en la sociedad. La sociedad necesita de la Iglesia porque
necesita de Cristo.
A diferencia de la época de Gregorio, nuestro tiempo rechaza la vida
sobrenatural, y multiplicando sus errores y disensiones, amenaza con
querer agostar el árbol de la Iglesia 235 . Esos errores tienen graves
consecuencias sobre la convivencia civil. Apartándose de Dios, la
sociedad humana se encamina al caos 236 , se producen “los más
perturbadores desórdenes sociales” 237. En esta situación, es muy difícil
234
Enc. Iucunda sane (12-III-1904), ASS 36 (1903-04), p. 519.
El Papa analiza esos errores: vuelven a ser el materialismo, que niega la vida
sobrenatural y las verdades fundamentales de nuestra fe, y la falsa ciencia moderna,
imbuida de racionalismo, que sigue la misma dirección.
236
“No se os oculta, Venerables Hermanos, cómo se extiende por todas partes la
calamidad de costumbres corrompidas, que el poder civil no será capaz de contener, si no
busca la ayuda de ese orden más alto, al que nos referimos. Ni tampoco habrá autoridad
humana alguna que pueda curar los demás males, si olvida o niega que todo poder viene
de Dios”. Enc. Iucunda sane (12-III-1904), ASS 36 (1903-04), p. 521.
237
“No se respetan las leyes civiles, ni las instituciones necesarias; se desprecia la justicia
y se oprime hasta la misma libertad que es un derecho natural; se llega al extremo de
disolver la unidad de la familia”. Enc. Iucunda sane (12-III-1904), ASS 36 (1903-04), p.
522.
235
LUIS CANO MEDINA
84
proporcionar “los eficaces remedios que Cristo entregó a la Iglesia para
cumplir la misión de regir a todos los pueblos” 238.
Más adelante se refiere a los bienes que la Iglesia proporciona a la
sociedad civil, cumpliendo su misión espiritual 239.
La sociedad necesita volver a Cristo, “echarse a sus pies y escuchar
las palabras de vida eterna que salen de su divina boca; sólo Él puede
indicar el camino para encontrar la salvación; sólo Él puede dar la vida”.
Jesús “es la piedra angular de la sociedad humana” y no se puede intentar
“el gobierno de los asuntos temporales fuera de Cristo” 240, porque así se
rechaza la piedra fundamental del edificio.
¿Qué debe hacer la Iglesia ante esta situación? Antes que nada, hay
que “fomentar, todo lo que podamos y con todas nuestras fuerzas, la vida
sobrenatural en todos los órdenes de la sociedad humana, desde el más
humilde trabajador, que con sudor gana cada día su pan, hasta los más
poderosos rectores de la tierra” 241. En primer lugar, pues, hay que rezar y
después iluminar las inteligencias con la Verdad, refutar los errores, hacer
llegar a todos las enseñanzas morales de Cristo, robustecer su vida de
piedad y su frecuencia de Sacramentos. Todo esto es hacerles llegar la vida
sobrenatural, y edificar la sociedad sobre la piedra angular de Cristo.
La sociedad se hará cristiana, ante todo, con las armas de la
predicación y de la comunicación de la gracia. Pero Pío X advierte que
238
Enc. Iucunda sane (12-III-1904), ASS 36 (1903-04), p. 522.
“La Iglesia posee una fuerza recibida de su divino Fundador por la que, en cualquier
época que sea, puede cuidar no sólo de las almas, que es su misión más específica, sino
también contribuye al desarrollo y perfeccionamiento de la humanidad, tarea que deriva
de la misma naturaleza de su ministerio”.
Recuerda los bienes que ha recibido la misma ciencia profana de la fe, la fuerza
civilizadora de la Iglesia, las injusticias que desterró la civilización cristiana, el arte que
promovió. Enc. Iucunda sane (12-III-1904), ASS 36 (1903-04), pp. 527-529. Son algunas
de las ideas favoritas de León XIII, como se recordará, que señalamos en el primer
capítulo.
240
Enc. Iucunda sane (12-III-1904), ASS 36 (1903-04), p. 522.
241
Enc. Iucunda sane (12-III-1904), ASS 36 (1903-04), p. 522.
239
CAPÍTULO III
85
“estas armas perderán toda su eficacia, y no servirán de nada, si los que las
manejan no llevan una vida de íntima unión con Cristo, si no tienen una
auténtica y profunda piedad y no arden en deseos de dar gloria a Dios y
extender su reino” 242. Aunque está pensando en los sacerdotes, de cuya
santidad depende la efectiva realización de su programa, debemos notar de
nuevo que la “íntima unión con Cristo”, aparece como el primer requisito
para instaurar todas las cosas en Cristo.
Terminando, Pío X vuelve a repetir una idea ya explicada, cuando
señala cómo el pontificado de Gregorio Magno aportó grandes beneficios
a la sociedad, no sólo espirituales sino también materiales. “Lo mismo
podremos conseguir ahora si nos apoyamos en tan sólido fundamento y
empleamos medios adecuados para mantener lo bueno que, gracias a Dios,
todavía queda, y para instaurar en Cristo todo lo que se ha
descaminado” 243.
En resumen, la Iucunda sane abunda en la idea de la “civilización
cristiana”, que ya había desarrollado León XIII. Se trata de una sociedad
inspirada en los principios cristianos, pero subraya que para lograr que la
sociedad sea verdaderamente cristiana se precisa que los individuos
participen de la vida sobrenatural, de la gracia y de una íntima unión con
Cristo. La piedra angular de la sociedad humana debe ser Cristo. Cuando
esto se cumpla, también los problemas sociales se resolverán, y la
civilización, incluso en el plano humano o natural, se beneficiará
grandemente de la doctrina y moral cristianas.
4. Encíclica Acerbo nimis (15-IV-1905) 244
Son días muy amargos: así comienza la cuarta encíclica de Pío X,
dedicada esta vez a la enseñanza de la doctrina cristiana. Como es habitual
en los documentos que hemos analizado, los tiempos que atraviesa la
242
Enc. Iucunda sane (12-III-1904), ASS 36 (1903-04), p. 525.
Enc. Iucunda sane (12-III-1904), ASS 36 (1903-04), p. 529.
244
ASS 37 (1904-05), pp. 613-625; texto castellano en San Pío X. Escritos doctrinales,
Madrid 1975, pp. 141-171.
243
LUIS CANO MEDINA
86
humanidad están descritos con tintas sombrías: son momentos muy
difíciles para la religión.
Hay distintas opiniones sobre las causas del mal y los posibles
remedios para “restaurar el reino de Dios en la tierra”, asegura el Papa.
Pero todo el mal se reduce “al desconocimiento de las cosas de Dios”, a
una ignorancia que no sólo afecta a las personas poco instruidas, sino
también a quienes “no careciendo de inteligencia ni de cultura, incluso
eruditos en lo profano, sin embargo, en lo que se refiere a la religión viven
de manera absolutamente temeraria e imprudente”, desconociendo lo más
elemental sobre la doctrina y moral cristianas. De ahí “que la corrupción
de las costumbres y su depravación vayan creciendo cada día, no sólo en
las naciones incultas, sino también en los pueblos que se llaman
cristianos” 245.
“Poner remedio a esa perniciosa ignorancia espiritual” es un “deber
gravísimo” que “recae sobre todos los que son pastores de las almas” 246.
Por eso, el Papa dedica el entero documento a describir cómo ha de
llevarse a cabo ese cometido, mediante la predicación y la catequesis, y
desciende a disposiciones muy concretas que todos los que tienen
encomendada la cura de almas deben seguir puntualmente.
El documento trasluce la experiencia pastoral de Giuseppe Sarto, y la
importancia que concedía a la catequesis. En la síntesis biográfica hemos
indicado algunos datos que nos permiten advertir esa constante en su vida,
y el profundo conocimiento que llegó a tener de las necesidades de los
fieles en ese terreno. Todo ello se refleja en la Acerbo nimis: la renovación
cristiana que espera obtener en la Iglesia universal, seguirá la pauta que ya
puso en práctica cuando era párroco, obispo o patriarca. Una catequesis
bien organizada, práctica, básica y formulada en términos asequibles a
todos, atenta a las necesidades reales de la gente, será su fórmula.
Recomendará constantemente a los pastores que eviten el discurso florido
y pseudoerudito, las divagaciones de una apologética mal digerida, la
245
246
Enc. Acerbo nimis (15-IV-1905), ASS 37 (1904-05), pp. 613-615.
Enc. Acerbo nimis (15-IV-1905), ASS 37 (1904-05), p. 617.
CAPÍTULO III
87
oratoria inflamada y efectista, en favor de una enseñanza clara, ilustrada
con buenos ejemplos, que se graban en la mente. Por experiencia propia,
sabía el papa Sarto que esa tarea requiere una gran preparación 247, tanto
doctrinal como pedagógica.
Sobre todo, exigirá diligencia y dedicación a sus pastores 248. A las
disposiciones concretas de la Acerbo nimis se añadirán diversas
indicaciones para la renovación de los métodos pastorales y, sobre todo, la
confección de un Catecismo único para Italia. Como ya hemos indicado en
la breve biografía del Papa, el éxito de esta última iniciativa
—repetidamente solicitada por los obispos italianos— fue rotundo, y se
extendió a gran parte del mundo.
La Acerbo nimis no alude expresamente a la instauración de todas las
cosas en Cristo, quizá porque se concentra en un tema muy específico del
programa pontificio de renovación cristiana. Pero, como ya hemos
apuntado al hablar de la primera encíclica, el presupuesto de la
instauración es precisamente una vida espiritual renovada en los pastores
y en los católicos y una audaz e incisiva labor apostólica: ambas cosas sólo
serán posibles poseyendo un sólido bagaje doctrinal y promoviendo la
catequesis.
5. Encíclica Il fermo proposito (11-VI-1905) 249
Está dedicada a la acción católica en Italia 250. Se refiere Pío X al
movimiento católico en general, a ese variado conjunto de iniciativas
247
Enc. Acerbo nimis (15-IV-1905), ASS 37 (1904-05), p. 625.
El abandono de la catequesis, insiste, ha causado infinitos males: “deducimos que,
estando hoy día la fe tan desmayada que en muchos parece muerta, el deber de enseñar el
Catecismo ha sido descuidado o se ha abandonado por completo”. Enc. Acerbo nimis
(15-IV-1905), ASS 37 (1904-05), p. 622.
249
ASS 37 (1904-05), pp. 741-767. Seguimos la versión castellana de Doctrina pontificia
III. Documentos sociales, Madrid 1959, pp. 474-498.
250
Conocemos quienes fueron los dos principales redactores de este documento. El
primer es el P. De Santi, uno de los escritores más importantes de La Civiltà Cattolica.
Era amigo personal del Papa, desde los tiempos de Venecia. Como musicólogo, intervino
también en la reforma de la música sacra. De Santi había sido encargado de preparar un
248
LUIS CANO MEDINA
88
católicas que habían estado bajo la dirección de la Opera dei Congressi,
hasta su disolución en 1904. No se trata todavía de la Acción Católica con
mayúscula, organizada e impulsada por Pío XI, sino de la acción de los
católicos, como también la llama Pío X, que utiliza deliberadamente una
terminología genérica, para referirse a una realidad todavía en fase de
reorganización 251.
El firme propósito a que se refiere en el título no es otro que la
“restaurazione di ogni cosa in Cristo” 252, que ha guiado su pontificado
artículo sobre una cuestión muy delicada: la atenuación del non expedit, mediante el
apoyo a los candidatos moderados en las elecciones de 1904. Levantó mucho revuelo, que
se descargó sobre La Civiltà Cattolica, aunque las ideas del artículo eran del Papa. El otro
redactor fue el P. Passivich, también colaborador de la revista, a quien Pío X encomendó
los aspectos reorganizativos de la acción católica que se contienen en la encíclica. Todo
esto lo ha documentado SALE, G., Pio X, "La Civiltà Cattolica" e gli accordi
clerico-moderati del 1904, en La Civiltà Cattolica (2000) I, pp. 540 y 550.
251
Sobre esta fase de la historia del movimiento católico en Italia, la bibliografía es
abundantísima y sigue aumentando cada día: cualquier historia de la Iglesia en Italia
reciente contiene suficientes informaciones al respecto. Vid. por ejemplo,
BENDISCIOLI, M., La questione romana ed il cattolicesimo italiano, en Storia della
Chiesa (Jedin), vol. IX, Milano 1973, pp. 581-594.
Para contextualizar la encíclica nos limitaremos a recordar la situación que se había
creado en la Opera dei Congressi, cuando Pío X decidió disolverla. Campanini la
describe sintéticamente: “Lo scioglimento dell'Opera dei Congressi, intervenuto nel
luglio del 1904, aveva rappresentato il punto conclusivo di una crisi provocata
dall'inestricabile connessione che si era venuta a determinare nell'Opera, sin dalla sua
costituzione, fra azione specificamente ecclesiale e pastorale da un lato e impegno sociale
e politico dall'altro. Il limite dei "Congressi cattolici" era quello di ipotizzare, anzi di
esigere, l'unità, anche in materie e in ambiti —come quelli politici e sociali— in cui la
regola, anche fra i cattolici, non poteva essere che la diversità. (...) A mano a mano che la
"questione romana" perdeva parte della sua drammaticità (...) le spinte centrifughe
tendevano ad accentuarsi (...) sino a rendere ingovernabile un'istituzione che non
appariva strutturalmente attrezzata per diventare luogo di dibattito e punto di incontro di
opzioni, e prima ancora di sensibilità, diverse en campo politico-sociale”. CAMPANINI,
G., Pio X fra tradizione e rinnovamento, in Rassegna di Teologia (1986/2), pp. 166-170.
252
Enc. Il fermo proposito (11-VI-1905), ASS 37 (1904-05), p. 741.
CAPÍTULO III
89
desde el principio. Ya desde el título, pues, Pío X anuncia cuál será el tema
de fondo, la espina dorsal de sus reflexiones en las siguientes páginas 253.
Una de las primeras consideraciones del Papa es que el campo de la
acción católica es vastísimo, porque no excluye nada de cuanto “pertenece
a la divina misión de la Iglesia” 254 . En la misión de la Iglesia todos
debemos colaborar individualmente: “no sólo para la santificación de
nuestras almas, sino también para difundir y dilatar cada vez más el reino
de Dios en los individuos, en las familias y en la sociedad, procurando
cada uno en la medida de sus fuerzas el bien del prójimo con la difusión de
la verdad revelada, con el ejercicio de las virtudes cristianas y con las
obras de caridad o de misericordia espiritual o corporal”. También “hay un
gran número de bienes pertenecientes al orden natural, a los cuales la
misión de la Iglesia no está directamente ordenada, pero que también se
derivan de ella, como una natural consecuencia suya” 255.
253
La encíclica está escrita en italiano, y se habrá notado que el Papa emplea
“restaurazione” para traducir instaurare, o más precisamente, instauratio. Otras veces
traduce por ristorare. No utiliza en cambio instaurazione o instaurare, que también
existen en italiano y que quizá se prestaban menos a una interpretación política de sus
palabras. Según el diccionario Garzanti (1965), instaurare quiere decir ante todo istituire,
stabilire innovando, dare avvio. Restaurare, en cambio, tiene tres significados: uno
referido a lo que entendemos por remozar una obra de arte; otro —poco común— alude a
la revitalización de un organismo animal o vegetal; el tercero, que más nos interesa es:
rimettere qualcosa nello stato di prima: —un governo; —leggi, usanze.
Cuando un Papa afirma que todo sus propósitos se encierran en una sola frase simbólica,
la exacta comprensión de sus términos adquiere importancia. Y es indudable que
restaurazione, restaurare o ristorare son vocablos cargados de connotaciones —por
ejemplo, culturales y políticas—, que aluden a un pasado que se busca recuperar. Así lo
señala Aubert: “il suo motto "instaurare omnia in Christo" indicava un programma di
"restaurazione" (e così fu tradotta in italiano [restaurare ogni cosa in Cristo] e
interpretata dai contemporanei)”. AUBERT, R., Pio X tra restaurazione e riforma, en
Storia della Chiesa (Fliche-Martin), vol. XXII/1, Cinisello Balsamo 1990, p. 121.
254
Enc. Il fermo proposito (11-VI-1905), ASS 37 (1904-05), p. 743. Una idea parecida se
encuentra en un texto de León XIII sobre la acción democrático-cristiana que “tiene un
campo tan amplio, que (...) abarca, con la debida proporción, la acción misma de la
Iglesia en la parte popular”. León XIII, Instrucción Nessuno ignora (27-I-1902), en
Leonis XIII, Pontificis Maximi Acta (1903), vol. 22, p. 8-28, texto castellano en Doctrina
pontificia III. Documentos sociales, Madrid 1959, pp. 441-442.
255
Enc. Il fermo proposito (11-VI-1905), ASS 37 (1904-05), p. 744.
LUIS CANO MEDINA
90
Con estas palabras, Pío X expone las ideas fundamentales que
desarrollará a lo largo de la encíclica. También proporciona algunas claves
para interpretar su eclesiología y su pensamiento social, que tienen mucho
interés para nuestro estudio. Vamos a considerarlas detenidamente.
a) En primer lugar, el papa Sarto explica cuál es la misión de la
Iglesia: la santificación de las almas y la extensión del reino de Dios en la
sociedad. Lo primero no necesita explicación; lo segundo, en cambio,
requiere una consideración más atenta: ¿qué comprende exactamente, en
el plano social, el reino de Dios? ¿En qué campos y de qué modos debe
intervenir la Iglesia para extenderlo en la tierra? ¿Cómo se justifica la
acción de la Iglesia en el terreno económico, político, cultural? Pío X
responderá a estas preguntas, siguiendo los principios establecidos ya por
León XIII. Lo que nos interesa resaltar ahora es que la extensión del reino
de Dios en la tierra —en los individuos, en las familias, en la sociedad— es
parte de la misión espiritual de la Iglesia.
b) La segunda idea es que esa misión —espiritual y religiosa— se
debe llevar a cabo con medios o formas también religiosos: el apostolado,
el ejercicio de las virtudes, especialmente de la caridad. Este principio es
importante para entender lo que Pío X dirá después: la acción de los
católicos —en su promoción de obras sociales, por ejemplo— es un modo
de ejercitar las virtudes —concretamente, la caridad—, de informar el
mundo con el espíritu cristiano, de predicar —ante todo con el ejemplo—
el Evangelio. Se trata, como explicará después, de un verdadero
apostolado. Por eso, quien participa en él debe ser también un apóstol: ha
de llevar una vida profundamente cristiana, moverse sólo por motivos
sobrenaturales, practicar las virtudes —caridad, fraternidad, obediencia,
etc.— que se piden a todos los que intervienen en una obra de esas
características. Una consecuencia es que las obras católicas no pueden
dejar de ser confesionales y apostólicas. Todo lo que se llama católico
representa a la Iglesia. Por tanto, participa de su misión y debe someterse a
quienes corresponde dirigirla.
Podría pensarse que estamos ante una manifestación de clericalismo.
En realidad, si se mira bien, puede obtenerse otra impresión. Deseando que
CAPÍTULO III
91
la acción católica mantuviera su estricto carácter apostólico, se evitaba que
el nombre de católico se mezclara con actuaciones políticas o de otro tipo
que no podían representar a la Iglesia y que acabarían por desvirtuar su
papel 256, haciéndola concurrir en la sociedad como una ideología o un
partido más. En otras palabras, limitando el carácter de católico a todo
aquello que tenía por objeto directo la evangelización de la sociedad, se
terminaba por liberar a una serie de actividades —políticas, económicas,
sindicales, etc.— de una posible clericalización. La responsabilidad de los
laicos quedaba, de algún modo, reforzada en su esfera propia: lo
secular 257.
c) Una tercera idea presente en los textos citados es que la extensión
del reino de Dios es tarea en la que todos pueden participar. Todos incluye,
naturalmente, a los laicos. Es más, buena parte del peso de esta misión
recae en ellos: deben informar las realidades terrenas con el espíritu de
Cristo. Se trata de una grave responsabilidad, no de un papel dictado por
una necesidad contingente. La acción de los católicos tiene su lugar de
256
“Non si dovrebbe dimenticare —afirma Aubert—, insistendo troppo sullo scarso gusto
che Pio X aveva per il gioco della politica e della diplomazia nel quale si compiaceva il
suo predecessore, che egli non si disinteressava affatto alla dimensione politica dei
problemi, ma anzi aveva in materia certe idee che lo fanno apparire come un precursore.
(...) Egli non soltanto aveva una fobia per il prete impegnato in politica, ma, a differenza
di Leone XIII, non credeva alla utilità dei partiti confessionali, vedendovi un pericolo di
compromettere la religione in conflitti meramente profani e nei quali, a suo avviso, la
Chiesa non doveva intervenire”. AUBERT, R., L'opera riformatrice di Pio X, en Storia
della Chiesa (Jedin), vol. IX, Milano 1973, pp. 465-466.
257
Sobre el efecto potencialmente liberatorio que tuvo en el plano político el
establecimiento de una acción católica exclusivamente religiosa, vid. CAMPANINI, G.,
Pio X fra tradizione e rinnovamento, in Rassegna di Teologia (1986/2), pp. 167-169.
Paradójicamente, esta opción de Pío X abría un espacio de libertad en el campo
político-social, pues éste quedaba excluido del plano exclusivamente evangelizador de la
acción católica como tal: “rivendicare all'Azione cattolica essenzialmente lo svolgimento
di un'azione evangelizzatrice (...) significava di fatto canalizzare su un versante (quello
religioso) e liberare su un altro versante (quello politico-sociale) le energie del laicato
cattolico”. Tal situación no se producía antes, en el ámbito de la Opera dei Congressi,
donde la exigencia unitaria y centralista, ahogaba la diversidad e imponía de hecho una
clericalización de las actividades del movimiento católico, como ya hemos señalado.
LUIS CANO MEDINA
92
honor en la misión de la Iglesia. Sin esa acción, es muy difícil extender el
reino de Dios 258.
Pero se trata de un primer paso —creemos— hacia una comprensión
más profunda de la participación de los laicos en la misión de la Iglesia,
aunque en la práctica, se siguiera viendo como una prolongación o longa
manus del clero 259.
Para Pío X esa acción se concreta en organizaciones, no en la
actividad personal en medio del mundo, aunque sí contempla la necesidad
de una vida cristiana individual, basada en una espiritualidad
cristocéntrica, en las virtudes personales, en la frecuencia de sacramentos,
en la “síntesis vital” de la que hablará el Concilio Vaticano II 260. En otras
palabras, no todo es organización. Antes está la vida espiritual de cada uno
y su coherencia cristiana: sin eso, la organización, para Pío X, no servirá
para nada, porque dejará de ser apostólica.
d) En los textos que estamos comentando se contiene una cuarta idea
que Pío X desarrolla en ésta y en otras encíclicas. El Papa insiste en
mostrar que la Iglesia ha beneficiado a la sociedad —entre otros
258
Quizá sea excesivo atribuir a Il fermo proposito, como hace Veneruso “una meditata
teologia della funzione del laicato”, aunque sí se afirma claramente en la encíclica
—como en los documentos de Pío X sobre los sacerdotes— la distinción de roles entre el
laicado y el clero: al primero “veniva assegnato in sostanza lo spazio dell'azione sociale,
mentre al clero veniva assegnata come propria la competenza di direzione religiosa”; así,
afirma Veneruso, “un passo importante veniva quindi compiuto nella direzione del
riconoscimento della sua maturità, anche se per il momento questa maturazione veniva
ammessa in una sfera ancora ristretta”. VENERUSO, D., L'Azione cattolica italiana
durante i pontificati di Pio X e di Benedetto XV, Roma 1983, p. 21.
259
Aubert piensa que “se appare come un precursore per l'accento posto sull'importanza
dell'apostolato dei laici, è altrettanto vero che Pio X si mostrò anche molto conservatore
nel modo concreto con il quale considerava la loro missione. Non avendo ancora
intravisto la specificità propria dell'azione dei laici cattolica nella città, egli la vedeva
esclusivamente come un prolungamento dell'azione del clero”. AUBERT, R., Pio X tra
restaurazione e riforma, en Storia della Chiesa (Fliche-Martin), vol. XXII/1, Cinisello
Balsamo 1990, p. 141.
260
Cfr. Conc. Vaticano II, Decr. Presbyterorum ordinis, n. 14; Const. past. Gaudium et
spes, n. 43.
CAPÍTULO III
93
aspectos— a través de su labor civilizadora. Se trata de un argumento
apologético tradicional, que responde directamente a los principales
tópicos defendidos por el laicismo, quien presenta a la Iglesia como
enemiga del progreso y de la ciencia, sostiene la irrelevancia social del
cristianismo, y aboga por una separación total de la Iglesia y del Estado.
Ya nos hemos referido a este tópico de León XIII y de Pío X.
e) Otro de los temas que desarrolla la encíclica, derivado del que
acabamos de considerar y muy presente en el magisterio de Pío X, es la
idea de construcción de una civilización cristiana. En este sentido, el rasgo
específico que aporta Il fermo proposito consiste en considerar esa
construcción como uno de los fines de la acción católica. En esto, Pío XI
concordará plenamente, como hemos visto en el primer capítulo.
La civilización cristiana, para Pío X, será el fruto maduro de la
actuación exquisitamente apostólica de la acción católica. La civilización
cristiana —nos parece importante subrayarlo— no es para el papa Sarto un
concepto social, sino religioso: se trata de una plasmación concreta de la
presencia del reino de Dios en la tierra, y una consecuencia del
desenvolvimiento de la misión sobrenatural de Iglesia en el mundo. En
algún momento, Pío X la considera también como un medio, como un
requisito ambiental necesario para que la Iglesia pueda desempeñar su
misión. En cualquier caso, al ser un concepto religioso o espiritual,
también son espirituales los medios que han de emplearse para construirla:
difundir la vida sobrenatural y la doctrina. No se trata simplemente de
cambiar leyes, instituciones o costumbres, sino —repetimos— de
implantar el reino de Dios 261 . Creemos que en esta óptica se sitúa la
instauración de todas las cosas en Cristo de la que habla Pío X.
261
Por ejemplo, refiriéndose a la cuestión social, escribe Aubert: “l'azione sociale dei
cattolici —da lui intensamente auspicata— doveva orientarsi non tanto sul piano politico
—far votare leggi a favore dei lavoratori— quanto su quello religioso e tendere a una
trasformazione morale della mentalità sia dei padroni sia degli operai”. AUBERT, R., Pio
X tra restaurazione e riforma, en Storia della Chiesa (Fliche-Martin), vol. XXII/1,
Cinisello Balsamo 1990, p. 127.
LUIS CANO MEDINA
94
Hemos querido anticipar estas reflexiones, para facilitar la
comprensión de los textos que siguen, aun corriendo el riesgo de incurrir
en algunas repeticiones. Tener una visión de conjunto antes de leer las
palabras del Papa, ayuda a entender por qué Pío X entremezcla planos al
exponer su fermo propósito de restaurar ogni cosa in Cristo: la vida
sobrenatural, la acción social, la misión de la Iglesia, la construcción de
una civilización cristiana, forman parte de un sólo proyecto unitario,
coherente, y relativamente simple.
La encíclica prosigue mostrando los grandes beneficios que la Iglesia
ha aportado a la civilización 262, hasta el punto de que “la civilización del
mundo es civilización cristiana” 263. La sociedad prospera —prosigue—
cuando es fiel a los principios cristianos que la inspiraron; “tanto más
decae, con inmenso daño del bien social, cuanto más se substrae a la idea
cristiana”. El mundo alcanzaría una prosperidad y bienestar inigualables
“si se pudiera realizar totalmente el perfecto ideal de la civilización
cristiana” 264. Contra esa felicidad, sin embargo, maquinan los enemigos de
Dios y de la Iglesia.
Entre dificultades y persecuciones —prosigue Pío X— la Iglesia
“procura por todos los medios reparar las pérdidas sufridas en el reino ya
conquistado. Instaurare omnia in Christo ha sido siempre la divisa de la
Iglesia, y es particularmente la Nuestra en los perturbados tiempos que
atravesamos. Restaurarlo todo (ristorare ogni cosa), no de cualquier
manera, sino en Cristo; quae in caelis et quae in terra sunt, in ipso, agrega
el Apóstol (Eph 1, 10 [Vg]): restaurar (ristorare) en Cristo no sólo lo que
262
Ha dado luz al quehacer científico, fuerza moral y bienestar a la vida social. A lo largo
de la historia, la Iglesia “ha venido a ser la primera inspiradora y fautora de la
civilización”, “conservando y perfeccionando los elementos buenos de las antiguas
civilizaciones paganas, arrancando de la barbarie y educando para la convivencia civil a
los nuevos pueblos”. Enc. Il fermo proposito (11-VI-1905), ASS 37 (1904-05), p. 745.
263
Enc. Il fermo proposito (11-VI-1905), ASS 37 (1904-05), p. 745. Esta tesis ya había
sido desarrollada por León XIII en las Enc. Inscrutabili Dei (21-IV-1878), ASS 10
(1877/78), pp. 585-592, y Annum ingressi (19-III-1902), ASS 34 (1901-02), pp. 513-522.
La hemos encontrado también en las Enc. E supremi apostolatus y Iucunda sane de Pío
X.
264
Enc. Il fermo proposito (11-VI-1905), ASS 37 (1904-05), p. 746.
CAPÍTULO III
95
pertenece propiamente a la divina misión de la Iglesia, de conducir las
almas a Dios, sino también todo aquello que, como hemos explicado,
deriva espontáneamente de aquella divina misión, la civilización cristiana
en el conjunto de todos y cada uno de los elementos que la constituyen” 265.
El instaurare omnia in Christo comprende no sólo las realidades
espirituales, sino también todo lo que forma parte de la vida humana y ha
sido abrazado por la redención de Cristo. La cita de la segunda parte del
versículo 10 de Eph 1, recalca la perspectiva teológico-bíblica con la que
el papa Sarto contempla el ideal de ristorare ogni cosa, a la que ya hemos
aludido.
Construir “la civilización cristiana” significa también luchar contra
“la civilización anticristiana”: en esta tarea el Papa cuenta con la
intervención de “grupos selectos de católicos que se proponen
precisamente reunir y concentrar todas sus fuerzas vivas para combatir con
todos los medios justos y legales la civilización anticristiana, reparando los
desórdenes gravísimos que de ésta provienen; introducir de nuevo a
Jesucristo en la familia, en la escuela, en la sociedad; restablecer el
principio de la autoridad humana como representante de la de Dios; tener
muy en el corazón los intereses del pueblo, y particularmente los de la
clase obrera y agrícola, no sólo infundiendo en el corazón de todos el
principio religioso, única fuente verdadera de consuelo en las angustias de
la vida, sino consagrándose a enjugar sus lágrimas, endulzar sus penas,
mejorar su condición económica con medidas acertadamente dirigidas;
aplicarse, por tanto, a conseguir que las leyes públicas estén informadas
por la justicia y se corrijan o supriman las que se oponen a la justicia;
defender, finalmente, y vindicar con ánimo verdaderamente católico los
derechos de Dios en todas las cosas y los no menos sagrados derechos de la
Iglesia” 266.
El Papa va concretando cada vez más cuál es la misión de los laicos
en su programa de restauración. Ésta parece alejarse cada vez más de un
265
266
Enc. Il fermo proposito (11-VI-1905), ASS 37 (1904-05), p. 746.
Enc. Il fermo proposito (11-VI-1905), ASS 37 (1904-05), pp. 747-748.
LUIS CANO MEDINA
96
ideal político, en favor de una comprensión más moderna de la acción de
los católicos, aunque influida todavía por una cierta mentalidad
defensiva 267.
A ese objetivo de restaurar en Cristo todas las cosas, las instituciones
y relaciones humanas, mira un conjunto de obras “sostenidas y
promovidas en gran parte por el laicado católico y variamente ideadas de
acuerdo con las necesidades propias de cada nación y con las
circunstancias peculiares en que se halla cada país” 268 , que recibe el
nombre de acción católica o acción de los católicos.
En seguida, el Pío X que ha hablado de restauración, explica que ésta
se refiere a los principios, no a las formas políticas o sociales de otros
tiempos. “No todo lo que pudo ser útil e incluso únicamente eficaz en los
siglos pasados se puede restablecer hoy en la misma forma: tan grandes
son los cambios radicales que, con el correr de los tiempos, se introducen
en la sociedad y en la vida pública (...). Pero la Iglesia, en el largo curso de
su historia, ha demostrado siempre y en todos los casos luminosamente
que posee una maravillosa virtud de adaptación (...) que, salvas la
integridad e inmutabilidad de la fe y de la moral (...) fácilmente se pliega y
se acomoda, en todo lo que es contingente y accidental, a los cambios de
los tiempos y a las nuevas exigencias de la sociedad” 269.
La acción católica no puede perder de vista su fin sobrenatural: al
proponerse “restaurar todas las cosas en Cristo, constituye un verdadero
apostolado para honra y gloria del mismo Cristo”. Si se aparta de ese fin,
deja de tener sentido: “el instrumento es inútil —dice tajantemente— si no
se ajusta a la obra que quiere realizar”. Puesto que la obra es
verdaderamente apostólica, es preciso que quienes trabajan en ella sean
267
Aunque pueden detectarse en la Enc. Il fermo proposito ideas que —como dice
Aubert— “testimoniano una fase oggi superata dell'evoluzione sociale”, se debe
considerar este documento “come una promessa per il futuro, come la carta ufficiale
dell'Azione Cattolica organizzata”. AUBERT, R., Pio X tra restaurazione e riforma, en
Storia della Chiesa (Fliche-Martin), vol. XXII/1, Cinisello Balsamo 1990, p. 141.
268
Enc. Il fermo proposito (11-VI-1905), ASS 37 (1904-05), p. 748.
269
Enc. Il fermo proposito (11-VI-1905), ASS 37 (1904-05), p. 749.
CAPÍTULO III
97
también apóstoles auténticos, cristianos cabales que cuentan ante todo con
la gracia divina: “y ésta no se da al apóstol que no esté unido a Cristo. Sólo
cuando hayamos formado a Jesucristo en nosotros podremos más
fácilmente comunicarlo a las familias, a la sociedad” 270.
Tal vez estas palabras se refieran sólo a los “grupos selectos” de
católicos, que se encargan de promover o dirigir esas obras, pero es claro
que Pío X pide —no sólo a los pastores— una sólida unión con Cristo y
una vida profundamente cristiana, como primer requisito para llevar a
cabo la restauración a la que aspira. Es más que una petición de
coherencia: el católico que trabaja en esas iniciativas deber formar en sí
mismo a Cristo, antes de pretender comunicarlo a los demás. Es la misma
recomendación que dirigía a los obispos y sacerdotes en otras
encíclicas 271.
El instrumento será útil también si se mantiene bajo la autoridad
eclesiástica. Puesto que se trata de un “verdadero apostolado” las obras
que “están instituidas principalmente para restaurar y promover en Cristo
la verdadera civilización cristiana, y que constituyen, en el sentido
explicado, la acción católica, no pueden concebirse, en modo alguno,
independientes del consejo y de la alta dirección de la autoridad
eclesiástica, especialmente porque deben todas ellas estar informadas por
los principios de la doctrina y de la moral cristiana; mucho menos es
posible concebirlas en oposición más o menos abierta a dicha
autoridad” 272.
270
“Y, por esto —continúa— todos los llamados a dirigir o dedicados a promover el
movimiento católico deben ser católicos a toda prueba, convencidos de su fe, sólidamente
instruidos en las cosas de la religión, sinceramente obedientes a la Iglesia, y en particular
a esta suprema Cátedra apostólica y al Vicario de Jesucristo en la tierra; personas de
piedad verdadera, de virtudes viriles, de costumbres puras y de vida intachable, que
sirvan a todos de ejemplo eficaz”. Enc. Il fermo proposito (11-VI-1905), ASS 37
(1904-05), p. 750.
271
“Formar a Cristo en aquellos que por razón de su oficio están destinados a formar a
Cristo en los demás”. Enc. E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903), ASS 36
(1903-04), p. 134. Cfr. Enc. Iucunda sane (12-III-1904), ASS 36 (1903-04), p. 525.
272
Enc. Il fermo proposito (11-VI-1905), ASS 37 (1904-05), pp. 761-762.
LUIS CANO MEDINA
98
Con todo, Pío X reconoce que esas obras deben moverse con la
suficiente libertad, para cumplir su fin y sobre ellas recae “la
responsabilidad de la acción, sobre todo en asuntos temporales y
económicos y en los de la vida pública administrativa o política, ajenos al
ministerio puramente espiritual”. Es una zona reservada a los laicos 273: los
sacerdotes no deben “tomar parte en las asociaciones de ese género”, salvo
en casos particulares, previa autorización, y limitándose a ejercer su
ministerio espiritual. El sacerdote tiene un campo de acción determinado
que es “la Iglesia”, es decir, las realidades espirituales 274.
La encíclica trata otros aspectos, más bien organizativos, de técnica
comunicativa, disciplinares, etc., y de la participación de los católicos en
política. También habla de la creación de la Unione Popolare, que
constituirá durante unos años el organismo centralizador de la acción
católica.
273
Sintetizando el mensaje de la encíclica respecto a la misión de los laicos, Campanini
percibe “un duplice ambito di presenza dei cattolici: il piano propriamente pastorale, nel
quale il rigido ordinamento alla Chiesa locale è netto e chiaro; e quello politico-sociale, in
cui spetta ai laici assumersi la responsabilità delle proprie decisioni, sia pure in un'ottica
di collaborazione con la Chiesa e non di rivendicazione di un'assoluta autonomia.
Cominciava dunque a sciogliersi il grande e irrisolto "nodo" dell'Opera dei Congressi, e
cioè la distinzione fra il piano dell'evangelizzazione e quello dell'azione politico-sociale”.
CAMPANINI, G., Pio X fra tradizione e rinnovamento, in Rassegna di Teologia (1986/2),
p. 171.
274
Debe mantenerse por encima de todos los intereses humanos, no puede convertirse en
hombre de partido, o terminar comprometido en cuestiones materiales que podrían
señalarle “como responsable solidario en obligaciones dañosas para su persona y para la
dignidad de su ministerio”. Enc. Il fermo proposito (11-VI-1905), ASS 37 (1904-05), p.
764.
La serie de prohibiciones a los sacerdotes —de ocupar cargos o actividades económicas,
etc.— que contiene la encíclica suscita en Romanato la siguiente reflexión:
“quest'identità che cercava di precisare, la collocazione che assegnava al clero, mirante
non tanto a rinchiuderlo in sagrestia quanto piuttosto a elevarne la funzione spirituale
attraverso una più netta definizione del suo profilo morale, finiva con l'aprire una reale
autonomia al laicato, individui e associazioni, al di fuori dell'ambito strettamente
religioso e apostolico”. ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto, Milano 1992, p.
268.
CAPÍTULO III
99
En síntesis, la aportación de Il fermo proposito resulta muy
significativa para comprender el sentido del instaurare omnia in Christo:
para Pío X equivale a la extensión del reino de Dios 275 y a la construcción
de una civilización cristiana. En esa misión de la Iglesia, participan los
laicos, mediante una serie de actividades que se denominan acción
católica o acción de los católicos. La acción católica queda limitada a la
esfera exclusivamente religiosa, evangelizadora.
6. Encíclica Pascendi dominici gregis (8-IX-1907) 276
Es la encíclica más larga de Pío X, y está dedicada enteramente al
Modernismo. El Papa analiza pormenorizadamente esta doctrina,
describiendo al modernista filósofo, creyente, teólogo, historiador y
crítico, apologista, renovador. La conclusión es que se trata de un
“compendio de todas las herejías” 277. Después se detiene en considerar
cuáles han sido las causas de esas desviaciones —morales e
intelectuales—, para terminar exponiendo los remedios que es necesario
poner.
En sentido estricto, la condena y represión del Modernismo no
forman parte del proyecto de instaurare omnia in Christo, que Pío X se
había forjado al comienzo de su pontificado. Pero ahora los modernistas
forman parte de la larga lista de “enemigos de la cruz de Cristo”, que “se
esfuerzan por agostar las energías vitales de la Iglesia y hasta querrían
destruir el reino de Cristo, si esto fuera posible”. Sus doctrinas atacan los
fundamentos mismos de la fe y “no hay aspecto de la verdad católica en
donde no pongan su mano y que no traten de corromper” Por eso, “no
exageraría quien los incluyese entre los peores enemigos de la Iglesia” 278.
El Modernismo, pues, atenta a la misma supervivencia de la Iglesia.
275
No de Cristo: es muy llamativo, en este contexto, el distanciamiento de la terminología
del reinado social de Cristo, cuando su contenido es prácticamente idéntico.
276
ASS 40 (1907), pp. 593-650. Seguimos la versión castellana de San Pío X. Escritos
doctrinales, Madrid 1975, pp. 215-365.
277
Enc. Pascendi dominici gregis (8-IX-1907), ASS 40 (1907), p. 632.
278
Enc. Pascendi dominici gregis (8-IX-1907), ASS 40 (1907), pp. 593-595.
LUIS CANO MEDINA
100
La cuestión debatida aquí no es la implantación del reino de Dios en
la sociedad, sino la pureza de la fe. Sin duda, en la existencia de esos
errores, Pío X observa un fruto más de la modernidad, que ha generado ya
el laicismo, el materialismo, el racionalismo, el socialismo..., formidables
enemigos de la civilización cristiana. Pero creemos que la condena del
Modernismo se debe —ante todo— a su objetiva heterodoxia, no a la
antipatía que Pío X pudiera sentir por la modernidad 279.
7. Exhortación Haerent animo (4-VIII-1908) 280
Como ya hemos señalado en la síntesis biográfica, parece que esta
exhortación apostólica sobre la santidad de los sacerdotes —escrita con
motivo de su 50º jubileo sacerdotal— salió directamente de la mano 281 y
de la experiencia espiritual del papa Sarto 282 . Fue muy leída entre
sacerdotes y seminaristas, también durante los siguientes pontificados 283.
279
Como es sabido, el tema ha dado lugar a infinitas discusiones. El mismo nombre que
eligió Pío X para designar esas tendencias heterodoxas es profundamente equívoco, pues
parece designar a la modernidad en su conjunto. La cuestión se complica, impidiendo
discernir sus connotaciones objetivas y subjetivas, al considerar los métodos que se
emplearon en su represión, y la actitud claramente reaccionaria e injusta, cuando no
fanática, de algunos eclesiásticos. Nos parece que hay que buscar la medida justa del
problema en la actitud que tomó Benedicto XV: renovar la condena de las doctrinas
objetivamente heterodoxas, pero corregir los abusos que se habían producido.
280
ASS 41 (1908), pp. 555-577; texto castellano en San Pío X. Escritos doctrinales,
Madrid 1975, pp. 369-427.
281
Así lo declararon los testigos R. Merry del Val y N. Canali, como consta en la Positio
del proceso de beatificación y canonización, Summarium, 1949, pp. 328 y 468. Cfr.
ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto, Milano 1992, p. 262. El Card. Merry del
Val asegura que Pío X la escribió toda de su puño y letra en quince días, utilizando los
ratos que le dejaban sus ocupaciones. Cfr. MERRY DEL VAL, R., Pio X, impressioni e
ricordi, VIII, Padova 1949, pp. 62-63.
282
Pío XII aseguraba que en esta exhortación al clero “si specchia nitida l'anima
sacerdotale del Pontefice”. Cfr. Disc. Una celeste letizia, (3-VI-1951), AAS 43 (1951), p.
474.
283
La recomendaron Benedicto XV: cfr. Enc. Ad beatissimi (1-XI-1914), AAS 6 (1914),
p. 579; Pío XI: cfr. Enc. Ad catholici sacerdoti (20-XII-1935), AAS 28 (1936), p. 50; y
Pío XII: cfr. Disc. Una celeste letizia, (3-VI-1951), AAS 43 (1951), p. 474. Influyó en la
espiritualidad de bastantes sacerdotes, en las primeras décadas del siglo XX. Cfr. DI
CAPÍTULO III
101
Pío X recuerda que ya en el principio de su pontificado exhortó a los
obispos “para que no haya nada de que más se preocupen y nada
consideren más eficaz que formar a Cristo en quienes están destinados por
su ministerio a formar a Cristo en los demás”. Ahora quiere agradecer el
celo que han demostrado en esa tarea y participar en ella con la presente
exhortación, que se propone “sobre todo llamar a los extraviados y a los
tibios” 284, y estimular a los demás.
La primera parte está dedicada a la santidad sacerdotal. El ministro
sagrado ha de ser sal y luz; debe enseñar antes con el ejemplo que con la
palabra, tener los mismos sentimientos de Cristo, especialmente durante la
celebración del Santo Sacrificio: “debemos ponernos en la misma
disposición de alma que Él tuvo cuando se ofreció al Padre en el altar de la
Cruz como hostia inmaculada” 285.
No exige una santidad cualquiera: “entre el sacerdote y cualquier
hombre de bien, debe haber tanta diferencia como existe entre el cielo y la
tierra” 286. Hay que imitar a Cristo que “es el mismo ayer y hoy, y por los
siglos” 287, viviendo una total abnegación; seguir a Cristo es aceptar sus
palabras: “el que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo”288. Se
debe huir tanto de apreciar sólo las virtudes activas 289, como de un celo
desmedido por la perfección interior, que lleve a descuidar la cura de
almas. Más que erudición, el sacerdote necesita poseer la “ciencia de
Cristo”, que es “la santidad de vida y costumbres” 290.
SANTA MARIA, V., La santità sacerdotale e la "Haerent animo", en Rivista di vita
spirituale 6 (1952), pp. 133-151.
284
Exhort. Haerent animo (4-VIII-1908), ASS 41 (1908), p. 556.
285
Exhort. Haerent animo (4-VIII-1908), ASS 41 (1908), p. 558. En estas palabras puede
observarse un claro eco de la espiritualidad berulliana.
286
Exhort. Haerent animo (4-VIII-1908), ASS 41 (1908), p. 560.
287
Heb 13, 8.
288
Mt 16, 24.
289
Cfr. Exhort. Haerent animo (4-VIII-1908), ASS 41 (1908), p. 561. La referencia es al
americanismo condenado por León XIII.
290
Cfr. Exhort. Haerent animo (4-VIII-1908), ASS 41 (1908), p. 563.
LUIS CANO MEDINA
102
Después enumera los medios de que dispone el sacerdote para
santificarse. Dedica varias páginas a la oración y a la meditación de las
cosas eternas, explicando sus beneficios y necesidad, y terminando con
“una última consideración” que puede servir de estímulo: “Si el sacerdote
se llama y es otro Cristo porque participa de su potestad, ¿no deberá
hacerse y ser considerado tal también por la imitación de sus obras?... Sea,
pues, nuestro mayor empeño meditar la vida de Jesucristo (Imitación de
Cristo, 1, 1) 291. Habla también de la lectura espiritual, del examen de
conciencia, de la Confesión, de las principales virtudes, y de varios medios
para perseverar: los retiros anuales y mensuales, y las asociaciones
sacerdotales 292. Termina encomendándose al Sagrado Corazón, para que
“derrame sobre todo el clero sus tesoros de gracia, de caridad y de toda
virtud” 293, y a la Virgen.
La Haerent animo desarrolla, pues, algunas ideas enunciadas ya en la
encíclica E supremi apostolatus cathedra: el mayor afán del Papa es
promover la santidad de los sacerdotes 294. Era el primer objetivo en su plan
de instaurare omnia in Christo, como recordaba en uno de sus últimos
documentos 295.
291
Exhort. Haerent animo (4-VIII-1908), ASS 41 (1908), p. 569. La misma idea, casi
textual, se encuentra en la Enc. E supremi apostolatus cathedra (4-X-1903), ASS 36
(1903-04), p. 135. Ya nos hemos referido a la expresión alter Christus —otro Cristo— y
a la predilección de San Pío X por la Imitación de Cristo.
292
Concretamente la Unión Apostólica: vid. cap. II.
293
Exhort. Haerent animo (4-VIII-1908), ASS 41 (1908), p. 577.
294
Lo prueba el número de documentos y acciones de gobierno del Papa en esta materia,
y el hecho de que quisiera escribir personalmente esta exhortación. Otro dato es la
beatificación del Cura de Ars en 1904, con la que Pío X añadió a la doctrina de la Haerent
animo “la fuerza de un ejemplo concreto que se propone como modelo de vida
sacerdotal”. CABELLO, E., San Pío X y la renovación de la vida cristiana, en Cien años
de pontificado romano, Pamplona 1997, p. 42.
Esta preocupación es una constante en la vida de Giuseppe Sarto, desde los tiempos de
director espiritual en el Seminario de Treviso hasta su patriarcado en Venecia. La
continuó —a escala italiana y universal— cuando fue elegido para ocupar la cátedra de
San Pedro.
295
“El propósito que nos fijamos desde el principio de nuestro pontificado de restaurar
todas las cosas en Cristo, hemos tratado de cumplirlo, con la gracia de Dios, de modo que
la mayor parte de Nuestra solicitud fuera reservada a los jóvenes clérigos, esperanza de la
CAPÍTULO III
103
En la carta dirigida al Card. Respighi, que ya hemos mencionado 296,
lo había anunciado también. Habíamos dicho que en este breve documento
se encuentra una de las pocas referencias explícitas al reino de Cristo.
Queremos citarlo otra vez, porque contiene un dato importante: es el único
texto que hemos encontrado donde se identifica expresamente ese
concepto con el instaurare omnia in Christo: “La ristorazione d'ogni cosa
in Cristo (...) esige (...) la buona istituzione del clero, la prova delle
vocazioni, l'esame sull'integrità della vita degli aspiranti e la cautela per
non aprir loro con troppa indulgenza le porte del santuario. Per fare
regnare Gesù Cristo nel mondo nessuna cosa è così necessaria come la
santità del clero, perché con l'esempio, con la parola e con la scienza esso
sia guida ai fedeli, che, come dice un antico proverbio, saranno sempre
quali sono i sacerdoti: "sicut sacerdos, sic populus"”.
Este texto refuerza la opinión de que instaurare omnia in Christo y
hacer que Cristo reine en el mundo son conceptos idénticos, en el
pensamiento del santo.
Volviendo a la Haerent animo, es posible que en este documento se
encuentre un reflejo de la propia espiritualidad de Sarto, marcadamente
sacerdotal 297 . Un rasgo de esa espiritualidad es el cristocentrismo, la
identificación del sacerdote con Cristo, a la que ya nos hemos referido.
Pero ese cristocentrismo no es exclusivamente sacerdotal. Hemos visto
que esa idea de la conformación con Cristo se extiende también —aunque
más tímidamente— al laico, por lo menos al que se propone trabajar por la
extensión del reino de Dios 298.
Iglesia”. Const. apost. Susceptum inde (23-III-1914), AAS 6 (1914), p. 212. La
traducción es nuestra.
296
Cfr. Carta La ristorazione al Card. Pietro Respighi (5-V-1904), ASS 36 (1903-04), pp.
655-658.
297
No hemos encontrado ningún estudio específico sobre la espiritualidad sacerdotal de
Pío X. Los pocos rasgos personales que conocemos y los que se deducen de la Haerent
animo muestran que Pío X estaba familiarizado con la corriente de espiritualidad
sacerdotal europea, y más concretamente francesa, que se desarrolló durante el siglo XIX.
Ya hemos hablado de estos aspectos al tratar de las influencias recibidas, en el cap. II.
298
Cfr. Enc. Il fermo proposito (11-VI-1905), ASS 37 (1904-05), p. 750.
LUIS CANO MEDINA
104
8. Encíclica Communium rerum (21-IV-1909) 299
En los primeros párrafos de esta encíclica, Pío X manifiesta su
agradecimiento por las muestras de amor y reverencia que ha recibido con
ocasión de su jubileo sacerdotal. Estos actos de homenaje, precisa, “van en
realidad dirigidos a la gloria de Dios, y, para que Cristo sea todo y en todos
(Col 3, 11), a la salvación eterna de los hombres, por la implantación del
reino de Dios en la tierra. Este triunfo de Dios, que debe verificarse tanto
en los individuos como en la entera sociedad humana, no es otro que el
regreso a Dios de los que le aborrecen, por medio de Cristo y de la Iglesia.
Ese fue el propósito que anunciamos en Nuestra primera encíclica E
supremi apostolatus Cathedra, y que después hemos vuelto a proclamar
otras veces. A este regreso aspiramos confiadamente, en él se concentran
Nuestros propósitos y deseos” 300.
Conviene destacar algunos aspectos que ya hemos notado en otros
documentos: no se habla del reino de Cristo, sino de la implantación del
reino de Dios, por medio de Cristo y de la Iglesia. Ese reino equivale a la
salvación de los hombres, expresada según la teología paulina con la frase
de Col 3, 11: que “Cristo sea todo y en todos”. Por tanto, aunque ese reino
tenga una relevancia social, no es la única: afecta sobre todo a los
individuos y a “quienes le aborrecen”, para quienes será un “regreso”.
Pío X sigue hablando de San Anselmo, cuyo octavo centenario
celebraba la Iglesia ese año: quiere que la consideración de su vida y
ejemplo sirva para fortalecer el ánimo y no decaer en la tarea “de que todas
las cosas sean restauradas en Cristo, de modo que en todos sea formado
Cristo (Gal 4, 19), sobre todo en quienes son la esperanza del sacerdocio,
para que sostengan constantemente el magisterio de la Iglesia, luchen con
denuedo por la libertad de la esposa de Cristo, por la santidad de sus
derechos divinos, por todos aquellos baluartes que exige la defensa del
sacro Pontificado” 301. Encontramos de nuevo, una equivalencia entre la
299
AAS 1 (1909), pp. 333-388. La traducción de las citas es nuestra.
Enc. Communium rerum (21-IV-1909) AAS 1 (1909), p. 336.
301
Enc. Communium rerum (21-IV-1909) AAS 1 (1909), p. 344.
300
CAPÍTULO III
105
restauración de todas las cosas y la formación de Cristo en todos —otra
vez expresada con palabras de Pablo—, aunque especialmente en los
sacerdotes.
Después pasa a hablar el Papa del aspecto social del reinado de Dios.
Los ataques que sufre la Iglesia en estos tiempos apuntan a destronar a
Dios de su reino, de la sociedad, gritando: “no queremos que éste reine
sobre nosotros” 302. Ese cuadro, ensombrecido también por el pulular de
doctrinas heréticas como el Modernismo, ofrece paralelismos con la época
del Doctor de Aosta. Pío X dedica un largo espacio a la defensa de la
libertad de la Iglesia y de la unión con la Sede Apostólica que sostuvo San
Anselmo, para referirse después a su quehacer filosófico y teológico.
Reitera también la condena a los errores modernistas y a las injustas
persecuciones que sufre la Iglesia por parte de los gobiernos laicistas.
Recurriendo al ejemplo de San Anselmo, el Papa justifica también la
firmeza y energía que ha empleado para defender los derechos de la Iglesia,
a lo largo de su pontificado.
En medio de la terrible tempestad en la que se encuentra la barca de
Pedro, el Papa quiere que se renueve la esperanza en Dios, que todos
proclamen la verdad sin respetos humanos ni desmayos, oponiéndose con
energía al error y a los diversos ataques y reforzando la adhesión a la Sede
Apostólica.
Resumiendo, la Communium rerum reitera que instaurare omnia in
Christo significa implantar el reino de Dios en la tierra —en la sociedad y
en los individuos—, y procurar que regresen a Dios —por medio de Cristo
y de la Iglesia— quienes le aborrecen y no desean que Él reine. Para eso es
necesario que en todos sea formado Cristo, que la verdad sea proclamada
y que se defiendan también los derechos y la libertad de la Iglesia. Se trata,
pues, de ideas que ya hemos encontrado en otras encíclicas.
302
Lc 19, 14.
LUIS CANO MEDINA
106
9. Encíclica Editae saepe (26-V-1910) 303
Al comenzar la Editae saepe, Pío X recuerda que su propósito de
instaurar todas las cosas en Cristo le llevó desde el principio a procurar
“que todos dirigieran con Nos sus miradas a Jesús, apóstol y pontífice de la
fe que confesamos... autor y consumador de la fe (Heb 3, 1; 12, 2)” 304.
Para saber cómo imitar a Cristo, el Papa ha presentado otras veces el
modelo de los santos, que nos enseñan el camino para alcanzar la
identificación con Él 305. La vida de los santos es motivo de consuelo y
estímulo, a la hora de afrontar las dificultades de la hora presente. Lo
mismo puede decirse de la figura de San Carlos Borromeo, otro pastor
egregio e incansable propugnador de la verdadera reforma católica, a
quien ahora quiere proponer para instrucción y acicate de todos los
católicos, “en vistas de cooperar valientemente a la obra de la restauración
de todas las cosas en Cristo” 306.
Pío X vuelve a recordar los terribles tiempos que atraviesa la Iglesia,
las persecuciones que sufre y los errores que tratan de infiltrarse en su seno,
pero reitera su esperanza en que las fuerzas del mal no prevalecerán contra
Ella, según las palabras de Cristo 307. La Iglesia persevera “en la profesión
de una misma doctrina, en la comunión de los mismos sacramentos, en su
divina constitución, en el gobierno, en la moral. (...) Y nunca deja de
bendecir a los amigos y a los enemigos, mientras se esfuerza por realizar la
renovación cristiana de la sociedad y de cada uno de los cristianos (et
communitas hominum et seorsim singuli christianis institutis renoventur).
Ésta es la misión que le corresponde en la tierra, y de ella se benefician
incluso sus enemigos” 308. Una misión, pues, que aparece cada vez más
claramente como renovación, matizando e iluminando la idea de
303
AAS 2 (1910), pp. 357-380. La traducción es nuestra.
Enc. Editae saepe (26-V-1910), AAS 2 (1910), p. 358.
305
Pío X explica que por este motivo ha dedicado una encíclica a la Santísima Virgen y
dos a sendos pastores de la Iglesia: San Gregorio Magno y San Anselmo de Aosta.
306
Editae saepe (26-V-1910), AAS 2 (1910), p. 360.
307
Cfr. Mt 16, 18.
308
Editae saepe (26-V-1910), AAS 2 (1910), p. 362.
304
CAPÍTULO III
107
restauración que habíamos encontrado en otros lugares. Se insinúa así
algo que el Papa explicará enseguida: la Iglesia necesita adaptarse a los
desafíos de la época actual, pero no lo hará volviendo a posiciones
anacrónicas ni tampoco cediendo a los dictados de la cultura moderna. La
Iglesia necesita una reforma, sí, pero se trata de una renovación profunda,
de una revitalización de las únicas fuerzas que posee, que le vienen de su
unión a Cristo y de la participación en la vida sobrenatural.
Los pilares sobre los que se levanta la Iglesia son la gracia y la
doctrina de Jesucristo: ante los embates de cualquier época, la Iglesia debe
robustecer su anclaje en esos cimientos, si quiere tener solidez y eficacia.
Ésta podría ser la clave de la perenne modernidad de la Iglesia en la
historia: lo que tiene de más genuino no está sometido a la caducidad,
aunque puedan cambiar aspectos accidentales.
Siguiendo el método empleado en la Iucunda sane y en la
Communium rerum, Pío X utiliza la historia —en este caso, de la reforma
protestante— para extraer paralelismos y enseñanzas. La referencia a la
herejía contemporánea por antonomasia es obligada: el Papa reitera su más
enérgica condena al Modernismo. Después explica Pío X en qué consiste
la verdadera reforma de la Iglesia, al hilo del ejemplo de San Carlos. En
esa descripción se reconocen las líneas maestras que ha seguido el papa
Sarto a lo largo de su pontificado: promover la disciplina y formación del
clero, la enseñanza de la doctrina, la recepción frecuente de los
sacramentos, en otras palabras, la renovación cristiana de la que venimos
hablando.
Explica también que la verdadera reforma es la que realiza la Iglesia
misma, guiada por el Espíritu. El reformador sincero sabe que su meta es
avanzar hacia la unión con Cristo. “Así sucede que nosotros, unidos con
Cristo en la Iglesia crecemos en todo hacia aquel que es la cabeza, Cristo,
de quien todo el cuerpo (...) va consiguiendo su crecimiento para su
edificación en la caridad (Eph 4, 15-16), y la Iglesia madre tiende cada
vez más hacia el cumplimiento del misterio de la voluntad divina, es decir,
LUIS CANO MEDINA
108
restaurar en la plenitud de los tiempos todas las cosas en Cristo (Eph 1,
10)” 309.
No es la primera vez que el Papa alude a la teología del Cuerpo
Místico, en el contexto de la unión a Cristo 310 , o de la unidad en la
Iglesia 311 . Aquí la emplea para contradecir a quienes piensan que el
crecimiento de la Iglesia depende de la aplicación de sus intuiciones
iluminadas, dictadas por la cultura moderna. Esto —viene a decir Pío X—
es lo que siempre han creído los falsos reformadores y lo que ahora
sostienen los modernistas. En cambio, la Iglesia crece cuando está unida a
Cristo, su Cabeza, y se renueva constantemente con la fuerza vital del
Paráclito. Por eso, si se quiere renovar la Iglesia hay que comenzar
renovando nuestra unión a Cristo, hay que reforzar la ligazón de los
miembros con la Cabeza. Eso es lo que han hecho los verdaderos
renovadores de la Iglesia: han sido santos antes que reformadores.
Volvemos a insistir —a riesgo de parecer machacones— sobre el
trasfondo teológico-bíblico en el que se mueven las reflexiones del
Pontífice. Su familiaridad con la teología de San Pablo es evidente: unión
a Cristo, inserción en su Cuerpo Místico, posición de Cristo como Cabeza
de ese Cuerpo, sometimiento de todas las cosas a Él, son columnas
importantes del edificio teológico levantado por el Apóstol que
encontramos mencionadas en los escritos del papa Sarto.
Concluyendo, la Editae saepe señala la diferencia que existe entre las
verdaderas y las falsas reformas de la Iglesia. Las primeras siguen el
itinerario que el mismo pontífice está tratando de recorrer desde su
elección: el fortalecimiento del Cuerpo Místico, por la unión a Cristo, a
través de la gracia y del conocimiento de la doctrina.
309
Enc. Editae saepe (26-V-1910), AAS 2 (1910), p. 365.
Cfr. Enc. Ad diem illum laetissimum (2-II-1904), ASS 36 (1903-04), p. 453.
311
Cfr. Enc Il fermo proposito (11-VI-1905), ASS 37 (1904-05), pp. 741-742.
310
CAPÍTULO III
109
10. Carta Notre charge apostolique (25-VIII-1910) 312
No podemos entrar aquí a examinar las complejas razones que
provocaron la condena de Le Sillon, ni el desarrollo de ese movimiento 313.
Nos limitaremos a señalar algunas ideas que se contienen en esta carta,
dirigida al episcopado francés, en la medida que interesan al tema que nos
ocupa.
En Notre charge apostolique Pío X recuerda una sola vez el lema de
su pontificado. Lo hace para refutar la pretensión que, a su juicio, se
encuentra en la base de los errores y desviaciones del movimiento fundado
por Marc Sagnier. La teoría y la praxis social de Le Sillon buscan —según
Pío X— construir una civilización, una ciudad, “de un modo distinto a
como Dios la ha edificado”. Sin embargo, advierte el pontífice, “no se
levantará la sociedad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los
trabajos; no, la civilización no está por inventar, ni la ciudad nueva por
construir en las nubes. Ha existido, existe; es la civilización cristiana, es la
ciudad católica. No se trata más que de instaurarla y restaurarla sin cesar
sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques siempre
nuevos de la utopía malsana, de la revolución y de la impiedad: omnia
instaurare in Christo”314.
Instaurare omnia in Christo en el plano social significa para Pío X
informar la civilización con los principios enunciados por la Iglesia. No
hay que inventar nada nuevo; se trata de adaptar los principios de siempre
a las nuevas circunstancias. Todos deben recordar que “la cuestión social y
312
AAS 2 (1910), pp. 607-633. Seguimos la traducción castellana de Doctrina pontificia
II. Documentos políticos, Madrid 1958, con algún retoque.
313
Fundado por Marc Sagnier en 1891. La condena se inscribe en la línea adoptada por el
Papa contra aquellos movimientos que propugnaban una acción autónoma de los
católicos en la vida política, como la Democracia cristiana. Pío X reprobaba algunas
ambigüedades ideológicas de esos grupos, pero sobre todo la tendencia a transformar las
fuerzas apostólicas en pura acción política, como si ésta fuera la única línea posible para
defender a la Iglesia e implantar los principios cristianos en la sociedad. Cfr. CABELLO,
E., San Pío X y la renovación de la vida cristiana, en Cien años de pontificado romano,
Pamplona 1997, pp. 55-56.
314
Carta Notre charge apostolique (25-VIII-1910), AAS 2 (1910), p. 612.
LUIS CANO MEDINA
110
la ciencia social no son de ayer; que en todos los tiempos la Iglesia y el
Estado, felizmente concertados, han creado con este fin organizaciones
fecundas; que la Iglesia (...) no tiene que separarse del pasado, y que le
basta volver a tomar, con el concurso de los verdaderos obreros de la
restauración social, los organismos rotos por la Revolución y adaptarlos,
con el mismo espíritu cristiano que los ha inspirado, al nuevo medio
creado por la evolución material de la sociedad contemporánea, porque los
verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios ni innovadores,
sino tradicionalistas” 315.
El gran error de los sillonistas es “su sueño de cambiar las bases
naturales y tradicionales de la sociedad y de prometer una ciudad futura
edificada sobre otros principios, que ellos tienen la osadía de declarar más
fecundos, más beneficiosos que los principios sobre los que reposa la
ciudad cristiana actual” 316.
Vuelve, en definitiva, a subrayar algunas de las ideas que ya
conocemos: la cuestión social es, ante todo, religiosa, moral. Se resolverá
construyendo la “civilización cristiana”, sobre los principios tradicionales,
imperecederos, de la religión cristiana. El Papa no censura aspectos
meramente formales o estratégicas, sino de fondo: la disolución de lo
específico cristiano en el gran magma de la cultura moderna, el
pensamiento de que los principios cristianos no sirven y han de sustituirse
por otros, o concurrir en paridad, como una opinión más, con los dictados
sociales que proceden de una antropología viciada en el origen por su
humanismo agnóstico.
Quizá sea excesivo el juicio de Menozzi, para quien, en este
documento, “il papa si schierava con le più rigide tesi intransigenti di
carattere teocratico” 317, pero no le falta razón. Las afirmaciones de Pío X
son duras y revelan un rasgo típicamente suyo: su desconfianza natural
315
Carta Notre charge apostolique (25-VIII-1910), AAS 2 (1910), p. 631.
Carta Notre charge apostolique (25-VIII-1910), AAS 2 (1910), p. 612.
317
MENOZZI, D., La Chiesa cattolica e la secolarizzazione, Torino 1993, p. 145.
316
CAPÍTULO III
111
hacia las tendencias progresistas en el plano social o de las ideas 318. Por
otro lado, la experiencia del Modernismo 319 había contribuido a dar más
rigidez a sus valoraciones —de por sí sumarias— sobre la modernidad.
11. Otros documentos de Pío X
Mencionamos ahora más brevemente otros documentos que no se han
citado hasta ahora, resumiendo su contenido.
a) Motu proprio Fin dalla prima (18-XII-1903) 320
Enumera las normas por las que debe regirse la Azione popolare
cristiana, según la doctrina social de León XIII: es un prontuario de ideas
tomadas de sus encíclicas sociales. La Acción popular y la Democracia
cristiana no deben intervenir directamente en política. Resalta la
importancia del buen ejemplo de los católicos que trabajan en las obras
católicas 321.
b) Encíclica Vehementer nos (11-II-1906) 322
Protesta contra la ley de separación de la Iglesia y el Estado en
Francia. El Papa describe las injusticias y daños que se derivarán de esta
ley en el mundo católico francés, e invita a los obispos, al clero y a los
fieles a defender los valores de la fe. Contiene un párrafo, citado a menudo
318
Cfr. AUBERT, R., Pio X tra restaurazione e riforma, en Storia della Chiesa
(Fliche-Martin), vol. XXII/1, Cinisello Balsamo 1990, p. 117.
319
Sólo seis días más tarde de la publicación de esta carta, salía a la luz el motu proprio
Sacrorum Antistitum (1-IX-1910) que contenía el famoso juramento antimodernista. Cfr.
AAS 2 (1910), pp. 655-680.
320
ASS 36 (1903-04), pp. 341-344.
321
“La necessaria caratteristica, che deve rifulgere in tutti i membri di qualunque Opera
cattolica, è quella di manifestare apertamente la fede colla santità della vita, colla
illibatezza del costume e colla scrupolosa osservanza delle leggi di Dio e della Chiesa”.
322
ASS 39 (1906), pp. 3-16.
LUIS CANO MEDINA
112
para mostrar la eclesiología tridentino-bellarminiana del papa Sarto y su
pobre visión de la vocación laical 323.
c) Encíclica Pieni l'animo (28-VII-1906) 324
Trata de la disciplina del clero italiano y de la formación de los
sacerdotes jóvenes, con motivo de algunas actitudes rebeldes que se
habían manifestado en torno a la participación de los clérigos en la Azione
popolare cristiana. Pío X exhorta a los obispos a examinar a fondo las
condiciones de los aspirantes al sacerdocio antes de proceder a su
ordenación. Habla del cuidado de los Seminarios, que deben preparar
“all'alta missione di ministri di Cristo”; de la vigilancia sobre la
predicación, para evitar novedades peligrosas y crear resentimientos entre
las clases sociales; del cuidado de la disciplina y del sometimiento a la
autoridad eclesiástica. La misión del sacerdote es exclusivamente
espiritual.
d) Encíclica Gravissimo officii (10-VIII-1906) 325
323
El contexto de estas palabras es el siguiente: Pío X está interesado en resaltar que la
Iglesia Católica tiene unos legítimos representantes a los que compete el gobierno de los
asuntos eclesiásticos. Esa potestad había sido ignorada por el gobierno francés, que sólo
reconocía un poder de gestión a entidades civiles llamadas asociaciones de culto.
“La Escritura enseña —escribe el Papa—, y la tradición de los Padres lo confirma, que la
Iglesia es el Cuerpo Místico de Jesucristo, regido por pastores y doctores, es decir, una
sociedad humana, en la cual existen autoridades con pleno y perfecto poder para gobernar,
enseñar y juzgar. Esta sociedad es, por tanto, en virtud de su misma naturaleza, una
sociedad jerárquica; es decir, una sociedad compuesta de distintas categorías de personas:
los pastores y el rebaño, esto es, los que ocupan un puesto en los diferentes grados de la
jerarquía y la multitud de los fieles. Y estas categorías son de tal modo distintas unas de
otras, que sólo en la categoría pastoral residen la autoridad y el derecho de mover y dirigir
a los miembros hacia el fin propio de la sociedad; la obligación, en cambio, de la multitud
no es otra que dejarse gobernar y obedecer dócilmente las directrices de sus pastores”.
Enc. Vehementer nos (11-II-1906), ASS 39 (1906), pp. 3-16. Traducción castellana de
Doctrina pontificia II. Documentos políticos, Madrid 1958, pp. 389-390.
324
ASS 39 (1906), pp. 321-330.
325
ASS 39 (1906), pp. 385-390.
CAPÍTULO III
113
Dedicada a la situación de la Iglesia en Francia. Comenta la ley de
separación francesa. Responde a la acusación de que el Papa estaría
apoyando los partidos políticos que buscan el derrocamiento de la
República y la Restauración monárquica. Exhorta a la unidad de los
católicos: entre sí, con sus obispos, con el Papa.
e) Encíclica Une fois encore (6-I-1907) 326
Palabras de ánimo a los católicos franceses en la difícil situación que
atraviesan. Pío X destaca cómo desde hace veinticinco años hay una
verdadera guerra contra la Iglesia en Francia: se lucha contra lo
sobrenatural, para borrar del alma a Dios. Comenta la expoliación de la
Iglesia escondida tras la falacia de las asociaciones de culto. Pío X justifica
su posición frente al gobierno francés.
f) Epístola Ex quo nono (26-XII-1910) 327
Sobre la unidad con las iglesias orientales. Reprueba los errores
teológicos e históricos en relación al Cisma de Oriente, contenidos en el
artículo de una revista.
g) Encíclica Iamdudum in Lusitania (24-V-1911) 328
Describe la situación de la Iglesia en Portugal, enumerando las
medidas abiertamente persecutorias y vejatorias contra la Iglesia llevadas
a cabo por el gobierno anticlerical portugués.
h) Encíclica Lacrimabili statu (7-VI-1912) 329
Sobre la situación de los indios, sometidos a la esclavitud y a tratos
inhumanos, en algunos lugares de América del Sur.
i) Encíclica Singulari quadam (24-IX-1912) 330
326
ASS 40 (1907), pp. 3-11.
AAS 2 (1910), pp. 117-121.
328
AAS 3 (1911), pp. 217-224.
329
AAS 4 (1912), pp. 521-525.
327
LUIS CANO MEDINA
114
Habla de las asociaciones obreras católicas y mixtas en Alemania. Pío
X previene contra el peligro de que “vayan acostumbrándose
paulatinamente y sin darse cuenta a cierto tipo vago e indeterminado de
religión cristiana que suele llamarse interconfesional”. Es deber de todos
mantener y proclamar sin temor los principios de la verdad cristiana, tanto
en la vida social como personal. En cualquier tarea, un cristiano no puede
descuidar los bienes sobrenaturales, y debe dirigir sus actos hacia el fin
último. La cuestión social es una cuestión moral y religiosa, como enseña
León XIII.
Respecto a las asociaciones obreras puramente católicas
—confesionales y con un fin apostólico— Pío X prefiere que mantengan
su identidad. Pueden unirse —sin mezclarse— con las no católicas según
el tipo de pacto llamado cartel. Además de esas asociaciones, existen los
sindicatos cristianos, que abarcan a más obreros —no sólo católicos— y
tienen por fin defender los derechos de los trabajadores. El Papa accede a
tolerar esos sindicatos y permite que se afilien los católicos, con dos
condiciones: que esos obreros se inscriban también a una asociación
católica confesional —del primer tipo— y que se vigile de cerca la
doctrina del sindicato.
j) Exhortación Dum Europa fere omnis (2-VIII-1914) 331
Brevísima llamada a la paz con motivo del estallido de la Primera
Guerra Mundial.
12. Síntesis de las enseñanzas magisteriales de Pío X
Ofrecemos ahora una síntesis de las enseñanzas de Pío X que hemos
analizado en este capítulo:
a) Diagnóstico de los males que afectan a la sociedad
contemporánea
330
AAS 4 (1912), pp. 657-662. Traducción de Doctrina pontificia III. Documentos
sociales, Madrid 1959, pp. 510-519.
331
AAS 6 (1914), p. 373.
CAPÍTULO III
115
— La mayor parte de las enseñanzas de Pío X están situadas en un
mismo contexto: la grave situación que atraviesa la humanidad.
— La causa principal de esos males es el rechazo generalizado a Dios
que se percibe en diversos ámbitos de la sociedad contemporánea.
— Se quiere construir una sociedad al margen de Dios y contra su
Iglesia: una verdadera “civilización anticristiana”.
— Esto ha producido gravísimos desórdenes sociales e injusticias de
todo tipo. Era de esperar: sólo una civilización que reconozca las leyes de
Dios es verdadera civilización.
b) La solución: restaurar todas las cosas en Cristo
— Como la causa de los males descritos es el rechazo de Dios, la
única solución posible es volver la humanidad a Dios, por medio de Cristo.
Éste será el único propósito de Pío X, condensado en una frase: instaurare
omnia in Christo.
— Este programa no es nuevo: ha sido siempre la divisa de la Iglesia.
Consiste en llevar a cabo la misión espiritual que Cristo le ha confiado:
conducir los hombres a Dios mediante la predicación del Evangelio y la
comunicación de la vida sobrenatural. Así se combate contra los enemigos
de Dios, que son el pecado y la ignorancia.
— De esta acción espiritual se derivarán también beneficios en el
orden natural y social. Bajo el influjo vivificante de la gracia y guiados por
la Verdad, los hombres serán mejores y se organizarán de acuerdo a los
principios que Dios ha establecido para el bienestar y la felicidad de la
humanidad. Ésta es la dimensión externa de la restauración de todas las
cosas en Cristo.
— Instaurare omnia in Christo equivale a extender el reino de Dios,
en su sentido bíblico y tradicional. Se trata también de hacer efectivo ese
sometimiento escatológico a Cristo, anunciado por Pablo, por medio del
cual todas las cosas son restauradas y tienen en Él su Cabeza. Esa misión
LUIS CANO MEDINA
116
—hacer que Cristo sea todo en todos— ha sido confiada a la Iglesia por su
Fundador.
c) Aspectos personales de la restauración cristiana
— Ante todo, la propia vida de los cristianos se debe instaurar en
Cristo. Sobre todo el clero, pero también los fieles, deben procurar unirse e
identificarse con Él, formar a Cristo en sí mismos para comunicarlo a los
demás.
— La práctica sacramental, el conocimiento de la doctrina y la vida
de piedad auténtica son los medios para lograrlo. Particular eficacia tiene
la devoción a la Santísima Virgen: Ella es quien más nos puede ayudar
—con su ejemplo y su intercesión— a conformarnos con Cristo.
d) Aspectos eclesiales
— Para llevar a cabo su misión espiritual en el mundo moderno, la
Iglesia necesita una renovación profunda: espiritual, apostólica,
organizativa, pastoral, doctrinal. Los actos de gobierno del papa Sarto se
dirigen hacia esa múltiple finalidad, pero también sus enseñanzas. En estas
últimas se contienen indicaciones acerca de la reforma del clero y del
apostolado laical, sobre la salvaguarda de la pureza doctrinal y el
reforzamiento de la unidad con la jerarquía y el Papa.
— Los obispos y el clero son la pieza fundamental en el programa de
restauración de todas las cosas en Cristo. A los pastores, Pío X pide
santidad, identificación con Cristo. Después, que se dediquen a su misión
exclusivamente espiritual —enseñar la doctrina e impartir los
sacramentos— con una adecuada preparación. Es mejor que no se
distraigan en otros cometidos, y menos aún en tareas políticas, económicas,
ajenas a su ministerio. Es importante que cuiden su vida interior: Pío X les
proporciona algunas guías de espiritualidad sacerdotal. Una tarea
especialmente necesaria es la catequesis. Para disponer de sacerdotes
santos, motivados y capacitados para su oficio pastoral, es imprescindible
CAPÍTULO III
117
mejorar la formación que se imparte en los Seminarios y vigilar la
selección de los candidatos.
— El Papa cuenta también con los fieles laicos para llevar a cabo el
instaurare omnia in Christo. Les pide unión a Cristo, solidez doctrinal,
coherencia. Pío X quiere que su actuación sea primordialmente apostólica:
las organizaciones católicas no tendrán —en consecuencia— otro fin que
el apostólico-religioso.
— El laico no actúa por sí mismo, sino encuadrado en organizaciones
y bajo la guía y autoridad de los obispos; ha recibido de la
Iglesia-Jerarquía su misión apostólica: al levantar la bandera de Cristo, los
católicos alzan la bandera de la Iglesia, y es conveniente que la reciban de
manos de la Iglesia. Aunque unión y dependencia no quieren decir
monopolio y pasividad: no se prohíben —al contrario— las iniciativas que
surgen de personas particulares y siguen su propia organización. Todas las
fuerzas católicas deben aunar esfuerzos, pero sin agostar la diversidad.
— La salvaguarda de la pureza doctrinal es imprescindible para
cumplir la misión de la Iglesia. La reacción contra el Modernismo es
severísima porque se trata de un compendio de herejías que atenta contra
los mismos fundamentos de la fe y contra la supervivencia de la Iglesia.
— Por último, clero y laicado deben actuar en plena unión con la
jerarquía y el Papa, sometiéndose a su autoridad y dirección. Este
reforzamiento de la autoridad es más necesario que nunca, en las difíciles
circunstancias que atraviesa la Iglesia. La autonomía de los católicos
puede darse en diversos campos, pero no en aquellos que atienen
directamente a la misión confiada por Cristo a la Iglesia: apostólicos,
pastorales, etc.
e) Aspectos sociales
— La familia, las relaciones sociales, la vida de los pueblos, la
legislación de los Estados, las relaciones de la Iglesia con el poder político,
la ciencia, el arte, todas las cosas deben restaurarse en Cristo. Es decir,
LUIS CANO MEDINA
118
esos ámbitos han de orientarse y fundamentarse en los principios
cristianos: religiosos, éticos, filosóficos, antropológicos.
— El conjunto de esos ámbitos restaurados en Cristo es lo que Pío X
llama “civilización cristiana”. Toca construirla a los laicos bajo la
dirección de la jerarquía, y con medios primariamente apostólicos.
— Pío X no habla de un Estado cristiano, sino de una sociedad
cristiana. No propone unas determinadas fórmulas políticas o sociales:
simplemente señala que ha habido otras épocas en las que existieron
fórmulas que hicieron posible una sociedad cristiana. Se refiere a los
tiempos anteriores a la Revolución francesa, a la que culpa —en buena
parte— del actual estado de cosas. La Iglesia no tiene por qué renunciar a
los principios imperecederos que han tenido su plasmación histórica en
diversos momentos: se trata de adaptar esos principios al momento
presente.
— Respecto a las relaciones Iglesia-Estado, Pío X aspira a un sistema
que garantice la libertad de la Iglesia y el desempeño de su misión.
— Pío X contempla la civilización cristiana con rasgos propios de
una utopía: los problemas políticos, sociales, etc., se resolverán cuando
todas las cosas se instauren en Cristo, y comenzará para la humanidad una
era de felicidad y bienestar.
CONCLUSIONES
Al comienzo del presente trabajo nos preguntábamos qué aportó el
Magisterio de San Pío X a la doctrina del reinado social de Cristo. Después
de haber examinado sus enseñanzas, trataremos de contestar a ese
interrogante. En esto consistirán nuestras conclusiones.
En el primer capítulo explicamos que la realeza de Cristo constituyó
una respuesta al problema de la descristianización de la sociedad. En este
tema, el Magisterio de Pío X se encuentra en total sintonía con el
pensamiento de León XIII y de sus sucesores, Benedicto XV y Pío XI.
Quizá se puede decir que Pío X subraya más los aspectos religiosos del
problema. Con los demás pontífices, coincide en señalar que la grave crisis
que atraviesa la sociedad contemporánea se debe a su apartamiento de
Dios. El remedio no puede ser otro que volver a poner a Cristo en el centro
de la vida de los pueblos. En esto consiste, en pocas palabras, la doctrina
del reinado social de Cristo, que Pío X ratificó plenamente, poniéndola en
el centro de su programa pontificio.
La aportación del papa Sarto al proceso de afirmación de la realeza de
Cristo fue muy importante, no tanto en el plano teórico, sino en el práctico.
Teniendo a sus espaldas un Magisterio tan rico como el de León XIII, no
necesitaba ser original: le bastaba repetir las ideas de su predecesor,
LUIS CANO MEDINA
120
confirmándolas y favoreciendo su asimilación. Sí podía ofrecer una
prodigiosa energía y capacidad de gobierno para poner en marcha el
ambicioso proyecto de construir una sociedad cristiana. Pero antes
necesitaba contar con una Iglesia unida y disciplinada, fortalecida
doctrinal y espiritualmente, con un clero bien formado y un laicado dócil y
decidido a la acción. Éste fue el objetivo principal de su pontificado: lo
demás vendría como natural consecuencia.
Para implantar el reinado de Cristo en la Edad Contemporánea, Pío X
contaba con los medios que Dios ha puesto en manos de la Iglesia desde su
fundación: el anuncio del Evangelio y la difusión de la vida sobrenatural.
Doctrina y gracia eran las armas en las que el papa Sarto —hombre de
profunda fe y santidad— confiaba verdaderamente. Se trataba sólo de
facilitar el uso de esos medios, de adaptarlos —sin cambiarlos ni
sustituirlos— a las necesidades de los tiempos modernos. Gran parte de
sus reformas —no hace falta mencionarlas otra vez— van en esa dirección.
También captó, como había hecho León XIII, la importancia del
apostolado laical, y puso las bases de la moderna Acción Católica,
anticipando las reformas de Benedicto XV y de Pío XI. Si durante el
pontificado del papa Ratti se asignará a la Acción Católica el cometido de
implantar el reinado social de Cristo, en buena parte se debe a la
orientación que Pío X había dado al movimiento católico italiano unos
años antes.
Para realizar una sociedad cristiana, Pío X —siguiendo también aquí
a León XIII— pensaba en una acción capilar, desde la base. La causa de
todos los males —no sólo religiosos, sino sociales— se encontraba en las
conciencias, no en las estructuras. Por tanto, la sociedad necesitaba una
acción religiosa que partiera de los individuos, para llegar a las familias y
al entero cuerpo social y lo transformara. “Acción piden los tiempos”,
decía Pío X; pero una acción apostólica que, después, tendría también
repercusiones sociales.
Pío X —como casi todos los pontífices de esa época— tiende a
identificar la Iglesia con la jerarquía. La dimensión apostólica de la
existencia cristiana no deriva para él de los compromisos bautismales,
CONCLUSIONES
121
como afirmará muchos años más tarde el Concilio Vaticano II, sino de la
necesidad de ayudar a los pastores. La acción apostólica de los laicos
parece circunscrita a las asociaciones: poco o nada se dice de su
apostolado personal, o de cómo se pueden instaurar en Cristo el trabajo, las
actividades ordinarias, sociales, familiares o profesionales. Aunque el
papa Sarto considera prioritario que el cristiano forme en sí mismo a Cristo,
para comunicarlo a los demás, no explica cómo la vida cristiana corriente
se conjuga con la consecratio mundi: cómo la santificación de los fieles se
realiza en y por las realidades seculares, redimiéndolas y llevándolas a
Cristo.
Si hasta ahora nos hemos referido a las semejanzas, hay que señalar
ahora los rasgos que distinguen a Pío X de los demás pontífices, en lo
referente a la realeza de Cristo. La primera peculiaridad es de tipo
terminológico. En sus documentos magisteriales, el papa Sarto se resistió a
emplear el típico lenguaje del reinado social de Cristo. Quizá no quería
avalar a determinados grupos que pedían un reconocimiento oficial de esa
doctrina. Ya no era Giuseppe Sarto, sino el Papa, y tenía que mantener una
posición super partes en un tema que todavía era debatido y opinable.
Además, existía el riesgo de ser malinterpretado si utilizaba términos
cargados de connotaciones políticas. Pero se trata de una cuestión poco
importante, porque su doctrina fue interpretada —al margen de la
terminología— como una clara afirmación de la realeza social de Cristo.
Pío XI, en su primera encíclica, se declaraba continuador de Pío X al tratar
de la restauración del reino de Cristo 332 . Y muchos años después, el
biógrafo oficial de la postulación, hablaba del papa Sarto como del
“Pontifice-apostolo del regno sociale di Cristo nel mondo” 333.
Otra peculiaridad es que Pío X habló poco del Sagrado Corazón.
Quizá porque no hacía falta: la reciente encíclica Annum Sacrum de León
XIII había tratado a fondo ese tema. Tampoco unió la soberanía de Cristo
al reinado del Sagrado Corazón. El papa Sarto valoraba mucho esa
332
Cfr. Pío XI, Enc. Ubi arcano (23-XII-1922), AAS 14 (1922), n. 43 en la edición de
Doctrina pontificia III. Documentos sociales, Madrid 1959, p. 574.
333
Cfr. DAL-GAL, P.G., S. Pio X papa, Padova 1954, p. 482. Vid. también su otra
biografía: DAL-GAL, G., Pío X. El Papa santo, Madrid 1985, p. 221.
LUIS CANO MEDINA
122
devoción y la impulsó, pero probablemente prefería las dimensiones
íntimas de la corriente ligada a San Juan Eudes y su unión con el culto
eucarístico. No quiere decir que ignorara los aspectos más sociales de la
devoción. Al contrario, tomó una medida que nos parece de gran
trascendencia. Nos referimos al decreto que ordenaba renovar todos los
años la consagración de la humanidad al Sagrado Corazón, efectuada por
León XIII. Este gesto daba continuidad y favorecía la asimilación del
mensaje lanzado por su predecesor, preparando la futura implantación de
la fiesta de Cristo Rey. En efecto, las consagraciones al Sagrado Corazón
fueron el preludio y tal vez el factor más decisivo en la afirmación de la
realeza social de Cristo. Esto no quita que Pío X entendiera esa
consagración anual como un acto íntimo y espiritual, que cada hombre
debía realizar individualmente, sin perderse en la masa, y que debía tener
consecuencias prácticas para su vida cristiana.
La originalidad de Pío X quizá estriba en su modo de concebir la
soberanía de Cristo en la sociedad como instaurare omnia in Christo. Este
lema no es original del papa Sarto. No solamente —como es obvio—
porque procede de la Carta a los Efesios, sino porque fue empleado antes
como ideal programático por el Card. Louis Pie, cuya influencia en
Giuseppe Sarto es indudable 334.
De todas formas, la riqueza de esa expresión paulina y su conexión
con la idea de restauración cristiana de la sociedad había sido advertida
también por León XIII. En un texto que Giuseppe Sarto pudo leer cuando
era canónigo en Treviso, el papa Pecci ofrecía una interpretación sugestiva
y de gran hondura teológica, entroncada con la exégesis tradicional de esas
palabras. Aunque no es propio de unas conclusiones aportar nuevos datos,
mencionamos ese texto leonino, porque —a nuestro juicio— abre
interesantes perspectivas para comprender el sentido que Pío X dio al
instaurare omnia in Christo. Además constituye un precedente que hasta
ahora no ha sido tenido en cuenta 335. La idea de León XIII es que la frase
334
Aunque sería de desear un estudio que contemplara esa influencia en toda su amplitud.
Se encuentra en el exhordio de la encíclica Arcanum, dedicada al matrimonio: “El
arcano designio de la sabiduría divina que Jesucristo, salvador de los hombres, había de
335
CONCLUSIONES
123
de Eph 1, 10, expresa la íntima renovación de todas las cosas humanas que
ha traído consigo la Redención. Pero esa renovación no sólo afecta a los
individuos, sino también a la sociedad. Más aún: sólo Cristo puede
levantar, sanar y ordenar la sociedad si ésta ha caído, ha enfermado, o ha
visto perturbada su armonía. Y Cristo despliega esa acción renovadora o
restauradora por medio de la Iglesia.
Ya dijimos que el instaurare de Pío X fue traducido y comprendido
por el propio Papa y por sus contemporáneos como una restauración. Y lo
era verdaderamente. Una parte de su obra reformadora consiste en
restaurar las directrices del Concilio de Trento. Es patente en el decreto
sobre la Comunión frecuente y cotidiana, que se presenta como una
aplicación de las decisiones conciliares, desde sus primeras palabras:
Sacra Tridentina Synodus. Lo mismo cabe decir de la reforma de los
Seminarios y de otros campos. Pero no es ésta la restauración que nos
interesa.
llevar a cabo en la tierra, tuvo por finalidad restaurar Él mismo divinamente por sí y en sí
al mundo, que parecía estar envejeciendo. Lo que expresó en frase espléndida y profunda
el apóstol San Pablo, cuando escribía a los efesios: El Misterio de su voluntad...,
restaurarlo todo en Cristo, lo que hay en el cielo y en la tierra (Eph 1, 9-10). Y realmente,
cuando Cristo Nuestro Señor decidió cumplir el mandato que recibiera del Padre, lo
primero que hizo fue, despojándolas de su vejez, dar a todas las cosas una forma y una
fisonomía nuevas. Él mismo curó, en efecto, las heridas que había causado a la naturaleza
humana el pecado del primer padre; restituyó a todos los hombres, por naturaleza hijos de
la ira, a la amistad con Dios; trajo a la luz de la verdad a los fatigados por una larga vida
de errores; renovó en toda virtud a los que se hallaban plagados de toda impureza, y dio a
los recobrados para la herencia de la felicidad eterna la esperanza segura de que su propio
cuerpo, mortal y caduco, había de participar algún día de la inmortalidad y de la gloria
celestial. Y para que unos tan singulares beneficios permanecieran sobre la tierra mientras
hubiera hombres, constituyó a la Iglesia en vicaria de su misión y le mandó, mirando al
futuro, que, si algo padeciera perturbación en la sociedad humana, lo ordenara; que, si
algo estuviese caído, lo levantara.
”Mas, aunque esta divina restauración de que hemos hablado toca de una manera
principal y directa a los hombres constituidos en el orden sobrenatural de la gracia, sus
preciosos y saludables frutos han trascendido, de todos modos, al orden natural
ampliamente; por lo cual han recibido perfeccionamiento notable en todos los aspectos
tanto los individuos en particular cuanto la universal sociedad humana”. León XIII, Enc.
Arcanum (10-II-1880), ASS 12 (1879-80) pp. 57-94, texto castellano en Doctrina
pontificia III. Documentos sociales, Madrid 1959, pp. 195-196.
LUIS CANO MEDINA
124
La restauración que se condensa en el lema instaurare omnia in
Christo se mueve en una perspectiva más amplia y más rica, la que
señalaba León XIII en el texto que acabamos de mencionar. Detrás de esas
palabras, se encuentra —a nuestro juicio—, una comprensión más
profunda del tema de la realeza, y por eso le hemos dedicado una especial
atención. Restaurar todas las cosas en Cristo significa para Pío X algo más
que realizar un orden social cristiano: se trata de restaurar las realidades
humanas a fondo, sanándolas con la gracia de Cristo e iluminándolas con
su Verdad.
Para explicarnos mejor utilizaremos un ejemplo. Si se quiere
restaurar un edificio que amenaza ruina, no basta ocultar las grietas con
una ligera capa de yeso: es preciso reforzar la estructura o los cimientos.
Para Pío X el edificio civil contemporáneo se había levantado fuera de la
roca cristiana, sobre las arenas movedizas de unas doctrinas hijas de la
soberbia y de la presunción del hombre, de su afán por ponerse en el lugar
de Dios. Las consecuencias estaban a la vista: bajo una fachada atractiva
de progreso y libertad, se advertían en la sociedad las grietas que
denunciaban sus graves fallos estructurales, y que de no ser corregidos,
terminarían por llevarla a la ruina.
Dicho de otra forma, Pío X advertía que el deseo de emanciparse de
Dios había traído a la humanidad la desorientación y el caos más absolutos.
Desarraigando de Dios las cosas humanas se las había arrancado de su
colocación ontológica, de la finalidad para la que habían sido puestas por
el Creador. Era lógico que se tambalearan y que amenazaran con provocar
mayores desastres. Estaba a la vista: sin Dios, el principio de autoridad se
desvanecía, prosperaba la anarquía, la rebelión, la conflictividad. Sin Dios,
la familia perdía el fundamento de su estabilidad; la ciencia quedaba
expuesta al error; las relaciones laborales se desvirtuaban; el poder político
degeneraba fácilmente en la tiranía y en la injusticia; las naciones se
hacían la guerra.
Ante este panorama, Pío X comprendía que no bastaba una acción
superficial, como la que ofrecía una política católica. No se contrarrestaba
la descristianización de la sociedad desde el parlamento, sino en el corazón
CONCLUSIONES
125
de los hombres. La actuación política de los católicos servía hasta cierto
punto —para garantizar libertad a la Iglesia o evitar leyes contra la
moral— pero el verdadero mal no se iba a vencer con esas armas, que
resultaban a todas luces insuficientes. El problema estaba más abajo, en los
fundamentos, y éstos sólo se restablecerían restaurándolos en Cristo. Esa
restauración, que había sido confiada por Cristo a la Iglesia, debía
realizarse mediante la doctrina y la gracia, el Evangelio y la vida
sobrenatural.
A Pío X no le interesaba recuperar el poder temporal de la Iglesia o su
prestigio diplomático-internacional. En sus relaciones con los Estados
pedía respeto y pacífica colaboración y el cese de las injustas
persecuciones que sufría la Iglesia. Pero, por lo demás, lo único que Pío X
anhelaba era que le dejaran hacer, que la Iglesia —fortalecida y bien
encauzada con las oportunas reformas— gozara de la libertad necesaria
para cumplir su misión. Para el papa Sarto no había otro camino que
recuperar palmo a palmo la vida cristiana desde las familias, las parroquias,
las asociaciones de fieles, la multiforme acción de los católicos.
Firmemente convencido de lo que había que hacer y totalmente decidido a
ponerlo en práctica, solamente temía la indisciplina, las tendencias
centrífugas y la desvirtuación de lo específico cristiano dentro de la Iglesia.
Pío X era un santo que creía profundamente en la potencia sobrenatural de
la Iglesia, en las formidables posibilidades de sus medios sobrenaturales,
con tal de que cada uno de los miembros del Cuerpo Místico de Cristo se
mantuviera unido a su Cabeza.
Restaurar todas las cosas en Cristo significaba, pues, aplicar la
Redención, para hacer efectiva la capitalidad de Cristo sobre la humanidad
y el cosmos, que Dios ha concedido a su Hijo y que la Iglesia realiza en la
historia bajo el impulso del Espíritu. Se trataba de poner todas las cosas
bajo el imperio salvífico y regenerador del Verbo encarnado. Por eso, la
restauración piana no puede interpretarse solamente en un plano histórico,
como respuesta al problema contingente de la sociedad descristianizada.
Se trata de una opinión nuestra, pero nos parece que sus reflexiones
contemplan también el aspecto escatológico de la ajnakefalaivwsi" paulina
de Eph 1, 10. No decimos que se deba interpretar todo su pensamiento en
LUIS CANO MEDINA
126
esta clave, pero sí que no se debe ignorar. Por otro lado, es verosímil que
Sarto conociera la interpretación que hicieron los Padres —especialmente
San Juan Crisóstomo— del texto efesino. Ya hemos señalado el aprecio
que profesaba por las obras del antioqueno desde su juventud.
En resumen, nos parece que Pío X tuvo una visión prevalentemente
teológica y espiritual del reinado de Cristo, como fruto de diversas
influencias y de su propia espiritualidad, fuertemente cristocéntrica. El
reinado de Cristo era, para el papa Sarto, el reinado de Dios, el objetivo y
el cumplimiento de la misión confiada a la Iglesia por su Fundador. Él no
se proponía llevar a cabo otra cosa como representante de Cristo en la
tierra: en esto consistía su aspiración de instaurare omnia in Christo.
***
Hemos señalado lo que, a nuestro juicio, aportó Pío X a la
comprensión de la realeza de Cristo. Pero no estamos en condiciones de
valorar qué incidencia real tuvieron sus ideas en ese proceso. Para hacerlo,
sería preciso estudiar cómo fueron recibidas: un trabajo que está todavía
por hacer. Concretamente, sería interesante conocer cómo se entendió el
instaurare omnia in Christo. Pío X tuvo el acierto de encontrar una frase
feliz, honda y sugestiva, y de repetirla hasta dejarla profundamente
grabada. Esa expresión se recordó durante mucho tiempo y despertó un
verdadero entusiasmo religioso, aunque tal vez cada uno la interpretó a su
manera.
Ya hemos dicho que el Papa fue identificado como un apóstol del
reinado social de Cristo y como un precursor de Pío XI, el Papa de Cristo
Rey. Este dato sugiere un interrogante: ¿hasta qué punto fue entendido Pío
X? Si se captó bien su mensaje, habría que tenerlo en cuenta para no
simplificar demasiado la historia posterior de la doctrina de la realeza,
exagerando su componente política. Si no le comprendieron así, hay que
CONCLUSIONES
127
señalar de todos modos la influencia que ejerció en la vida espiritual de
millones de católicos, por medio de sus reformas y de su ejemplo de
santidad.
El instaurare omnia in Christo de Pío X nació marcado por las
circunstancias históricas que atravesaba la Iglesia a principios del siglo
XX. Un siglo después, gracias a los carismas que el Espíritu Santo ha
suscitado en la Iglesia en este tiempo, a la doctrina del Concilio Vaticano
II y del Magisterio pontificio y a la reflexión teológica, podemos distinguir
mejor los aspectos contingentes de la realeza y sus valores perennes. La
llamada universal a la santidad, la doctrina sobre la santificación del
trabajo y de todas las realidades humanas como participación en la
recapitulación de Cristo, dan un nuevo sentido a la intuición de Pío X 336 y
confirman que el instaurare omnia in Christo seguirá siendo siempre la
divisa de la Iglesia, hasta la consumación escatológica.
336
Es la interpretación de San Josemaría Escrivá: “Instaurare omnia in Christo, da como
lema San Pablo a los cristianos de Efeso (Eph 1, 10); informar el mundo entero con el
espíritu de Jesús, colocar a Cristo en la entraña de todas las cosas. Si exaltatus fuero a
terra, omnia traham ad meipsum (Ioh 12, 32), cuando sea levantado en alto sobre la tierra,
todo lo atraeré hacia mí”. SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Es Cristo que pasa, Madrid
1975, n. 105.
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LUIS CANO MEDINA
130
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di A. NIERO, en Quaderni della Fondazione Giuseppe Sarto, n. 3
(gennaio 1991).
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—Devozione al Sacro Cuore e instaurazione del regno sociale di
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—Una devozione politica tra 800 e 900. L'intronizzazione del S.
Cuore nelle famiglie, en Rivista di storia e letteratura religiosa 33 (1997),
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—Il primo riconoscimento pontificio della regalità sociale di Cristo:
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XXII/2, Cinisello Balsamo 1990, pp. 9-82.
b) Acerca de San Pío X:
ROMANATO, G. (ed.), Pio X. Un papa e il suo tempo, Cinisello
Balsamo 1987. Contiene en total cuarenta trabajos sobre San Pío X. Uno
de ellos presenta una extensa bibliografía (más de 300 títulos), hasta 1987.
ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto, Milano 1992.
Incluye una bibliografía selecta.
AA.VV, Il Veneto di Giuseppe Sarto (1835-1903), Atti della tavola
rotonda tenuta a Treviso il 3 novembre 1984, Treviso 1985.
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