Minería y agricultura: los retos de una difícil convivencia

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Minería y agricultura:
los retos de una difícil convivencia
Gerardo Damonte1
En el Perú, la mayoría de operaciones
ría de minas, la tierra arable y el agua disponible son recursos limitados. Asimismo, las mineras han ofrecido mantener la
calidad del agua, pero su capacidad para
cumplir esta promesa está en debate.
mineras se encuentran en zonas donde
la población local se dedica principalmente a labores agropecuarias de pequeña
escala. El desarrollo minero en estas localidades ha traído consigo un conjunto
de cambios sociales y económicos que
ciertamente han impactado en la vida de
los pequeños agricultores. En este escenario, los agricultores locales, las empresas y sobre todo el Estado afrontan un
conjunto de retos para hacer viable la
difícil convivencia entre minería y agricultura. En particular, podemos reseñar
tres retos.
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Ybrahim Luna
La competencia por
el agua y la tierra
El primero es el reto de establecer una
correcta regulación en el acceso y uso
de recursos naturales locales. Las nuevas técnicas de extracción minera hacen
uso de importantes cantidades de recursos, como agua y tierra, vitales para el
desarrollo agrícola. La competencia por
el acceso y uso del agua ha probado ser
uno de los temas que más conflicto ha
causado entre las compañías mineras y
los agricultores. El caso del proyecto
Conga, en Cajamarca, donde buena parte del debate se ha centrado en el uso
minero de cuatro lagunas altoandinas —
que según los opositores al proyecto
dejaría sin agua a gran cantidad de agricultores—, es tal vez el caso más conocido, pero de ninguna manera el único.
La respuesta de muchas empresas ha
sido ofrecer compensaciones monetarias
y no monetarias por el acceso y uso de
recursos locales, pero estas soluciones
han demostrado ser insuficientes. Por un
lado, las compensaciones monetarias no
se han invertido en mejorar el manejo del
agua o el acceso a nueva tierra, sino que
han terminado fomentando el consumo
de bienes suntuarios2. Por otro lado,
cuando la empresa ha buscado construir
reservorios o entregar nuevas tierras en
compensación, ha tenido serios problemas para asegurar suficiente agua o encontrar tierras: en la vertiente occidental
de los Andes, donde se ubican la mayo-
El impacto económico de
la minería en el agro
El segundo reto es evitar que la dinámica económica minera afecte indirectamente la economía agrícola al encarecer
la mano de obra y el costo de vida. El
pago de la mano de obra minera, ya sea
estable o temporal, generalmente es muy
superior al de la agrícola. El jornal minero
puede duplicar o triplicar el jornal agrícola, por lo que muchos campesinos prefieren esperar una oportunidad de trabajo en la mina antes que aceptar emplearse en el campo, a menos que el pago aumente. Este cambio en el mercado laboral supone un paulatino aumento en el
jornal agrícola y, por lo tanto, un encarecimiento en los costos de producción.
Cuando los campesinos dependen de
jornaleros y tienen márgenes de ganancia pequeños, puede que cultiven a pér-
dida o sencillamente
dejen de cultivar.
Asimismo, los relativamente altos jornales mineros pueden
generar un proceso
inflacionario en las localidades con mercados poco diversificados. El mayor poder adquisitivo incentiva la demanda. En lugares donde el acceso a mayor cantidad y diversidad de
productos tiene un coste significativo,
este crecimiento de la demanda redunda
en un encarecimiento de los precios. Los
pobladores que acceden a algún tipo de
empleo minero pueden afrontar el mayor
coste de vida, pero para la gran mayoría
de agricultores locales el impacto es significativo.
Con menores ganancias por el costo
de mano de obra y con un costo de vida
más elevado, algunos agricultores pueden pensar en cambiar de rubro: por ejemplo, vender servicios a los empleados
mineros. Así, los campesinos pueden
encontrar más oportunidades económi-
La competencia por el agua es la causa de la mayor parte de conflictos entre las empresas
mineras y los agricultores.
LA REVISTA AGRARIA / 146
Foto internet
El Estado sigue sin entender que para viabilizar socialmente proyectos mineros como Conga, previamente debe garantizar altos estándares
ambientales, pero también el desarrollo del agro, sustento económico de los pobladores.
cas cambiando la lógica productiva agrícola por una rentista, dependiente del
desarrollo minero.
Horizontalidad en las relaciones
comunitarias
El tercer reto es el institucional: la presencia minera exige, ante el vacío de regulación estatal, que las autoridades campesinas —como presidentes de comunidad o de ronda— negocien en forma directa el acceso y uso de recursos locales.
Esto supone un reto político enorme para
organizaciones y autoridades que se han
formado como ordenadores de labores
agropecuarias y no como negociadores
locales ante empresas multinacionales con
mayores recursos jurídicos y económicos.
Por ello, no debería sorprender que muchas autoridades locales se vean sobrepasadas por el encargo y terminen entrando en conflicto con las mineras o con sus
propios representados.
Las empresas mineras han buscado
asesoramiento profesional para seguir las
guías de relacionamiento social preparadas por organismos multilaterales, como
NOVIEMBRE de 2012
las políticas operativas del Banco Mundial, o para establecer políticas nuevas
que mejoren su desempeño social. Las
corporaciones más responsables han
constituido equipos profesionales de
relaciones y desarrollo comunitario, así
como fundaciones que trabajan con las
ONG con el fin de implementar programas de asistencia y desarrollo en los poblados ubicados dentro de lo que consideran su «área de influencia».
Sin embargo, los esfuerzos corporativos han seguido —como es esperable—
una lógica de negocios donde la viabilidad del proyecto rige la intervención. Por
ello, se hace evidente la falta de plataformas institucionales públicas que puedan
regular la relación entre empresas y comunidades locales en el marco de planes
concertados de desarrollo a escala local
y regional. El Estado debería enmarcar la
minería en un plan de desarrollo territorial nacional y no buscar que otras actividades, como la agricultura, se adecuen
al desarrollo minero.
Los tres retos planteados surgen en el
contexto de un modelo de desarrollo que
ha privilegiado la minería sobre la agricultura y la gran agricultura sobre la pequeña. El Estado no ha entendido que
para viabilizar socialmente el desarrollo
minero debe garantizar también el desarrollo de las labores agrícolas que dan
sustento a la mayoría de pobladores en
zonas mineras. En este sentido, el gobierno actual tiene el deber de hacer los
cambios políticos necesarios que le den
contenido a su promesa de establecer
una «nueva relación con la minería». ¿Es
posible que el desarrollo minero conviva
con un desarrollo agrícola como parte de
esta nueva relación? Tal vez, pero para
ello el Estado debe asumir un rol protagónico en diseñar, impulsar e implementar políticas de regulación minera y fomento de la pequeña agricultura.
Notas
1
2
Investigador principal de Grade y docente
de la PUCP.
Aquel bien o producto de lujo cuyo consumo o demanda, ante el aumento en el ingreso real de las personas, incrementa su
propio consumo o demanda en una proporción mayor.
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