Análisis psicojurídico del delincuente habitual doloso

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Análisis psicojurídico del
delincuente habitual doloso
Miguel Ángel Castillo*
Resumen
La mayoría de los seres humanos jugamos en terreno extraño. En nuestra
lucha cotidiana no sabemos con quién compartimos espacios, solemos no
reconocer a sujetos que son incapaces de amar y de ser leales; siempre buscamos proteger nuestro mundo racional, por lo que somos muy vulnerables a
ser utilizados por mentes antisociales y demasiado tarde nos damos cuenta
de la existencia de estos personajes, por lo regular sucede cuando nos han
atacado; no comprendemos la razón, no se entiende el uso de la violencia
ya sea psicológica o física. El delincuente habitual doloso es un sujeto real y
no un personaje de ficción de películas o novelas. La mayor parte de estos
sujetos se encuentran totalmente integrados en nuestra sociedad, gozando de
una buena imagen y de capacidades que le dan ventaja sobre la mayor parte
de la población; hace uso de capacidades manipuladoras, usa el engaño con
el que constantemente violenta los derechos de los demás.
Palabras clave: análisis psicojurídico, delincuente habitual doloso.
En los últimos años hemos estado observando una gama
de acciones y comportamientos que se caracterizan por ser
altamente agresivos y violentos, con patrones generalizados de
descuido hacia las violaciones de los derechos de los otros, y
que son realizados no sólo por sujetos adultos sino también por
aquellos que son considerados menores de edad.
Por tal motivo, nos preguntamos ¿Existe un tipo de ser
humano al que todavía no hemos explorado y estudiado muy
bien? Cotidianamente la nota roja reporta sujetos que participan
en hechos violentos y cuyos actos se manifiestan tanto en la
familia, la calle, los grupos, las instituciones, como en la política.
* Profesor investigador del Departamento de Educación y Comunicación,
uam-Xochimilco.
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Anuario de investigación • dec • uam-x • méxico • 2008 • pp. 262-287
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La explicación y exploración de este tipo de estructuras subjetivas se fundamentan en estudios basados en métodos cualitativos, donde los conocimientos que se arrojan parten de dos
líneas de investigación: la primera procede de las vivencias de
la gente que los trata y de aquellas que han sufrido algún daño;
y la segunda, del estudio de los sujetos mismos en las cárceles.
Sin embargo, en el afán de tener los conocimientos más
confiables nos hemos enfrentado a múltiples barreras de todo
tipo, destacándose una muy importante que se concreta en el
sujeto en sí, debido a que muchos de estos individuos agresivos
están integrados en la sociedad, compartiendo espacios familiares, educativos, religiosos, culturales, gremiales, laborales,
deportivos, políticos, etc., y, por lo tanto, esta gran mayoría no
se encuentra marginada en cárceles u hospitales psiquiátricos.
El delincuente doloso,1 lejos de constituir un personaje en el
cine o en la televisión, constituye una realidad tangible, que goza
de un grave trastorno de la personalidad y que causa grandes
problemas a la sociedad.
El delito, como un principio de acto, se define como aquella
acción que sólo puede realizarse por acción o por omisión (Art.
15 del Código Penal).
Las acciones u omisiones delictivas se realizan dolosa o
culposamente. Se obra con dolo cuando, aún conociendo los
elementos objetivos del hecho típico de que se trate o previendo
como posible el resultado típico, quiere o acepta su realización.
“Obra culposamente el que produce el resultado típico, que
no previó siendo previsible o previo y confiando en que no se
produciría, en virtud de la violación de un deber de cuidado
1. Millon, T. Simonsen, E., y Birket-Smith, M. (1998) citan al médico
Philip Pinel cuando aluden sobre los primeros estudios al respecto “no fue
poca sorpresa encontrar muchos maníacos que en ningún momento dieron
evidencia alguna de tener una lesión en su capacidad de comprensión, pero
que estaban bajo el dominio de una furia instintiva y abstracta, como si fueran
sólo las facultades del afecto las que hubieran sido dañadas”.
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que objetivamente era necesario observar” (Art. 18 Código
Penal para el df).
Por tal motivo, el delincuente habitual doloso es un sujeto
que desafía a todos, que lleva a la realidad sus deseos, sin que
importen la vida o la felicidad de los afectados. Por lo tanto,
estamos ante la presencia de una estructura subjetiva carente de
sentir afecto por los demás. El psiquiatra inglés J.C. Pritchard
en 1835 ya había planteado que:
Hay una forma de perturbación mental en la que no parece que
exista lesión alguna o al menos significativa en el funcionamiento
intelectual, y cuya patología se manifiesta principal o exclusivamente en el ámbito de los sentimientos, temperamento o hábitos.
En casos de esta naturaleza los principios morales o activos de la
mente están extrañamente pervertidos o depravados; el poder del
autogobierno se halla perdido o muy deteriorado, y el individuo
es incapaz, no de hablar o de razonar de cualquier cosa que se le
proponga, sino de conducirse con decencia y propiedad en los
diferentes asuntos de la vida.
Después de doscientos años, los términos de “maníaco” y de
“perturbación mental” han desaparecido; en la actualidad se
busca explorar y profundizar en otras esferas subjetivas para el
conocimiento de este tipo de sujetos y tratar de intervenir en
la prevención de graves manifestaciones entre las que destacan
homicidios, secuestros, etc.
Desafortunadamente, estos nuevos conocimientos, de acuerdo a las estadísticas, no han servido para conocer y reducir este
tipo de hechos, al contrario, han servido para generar y prodigar
toda una ola muy burda de películas y novelas en las que se
marginan las explicaciones profesionales de los delincuentes
dolosos.
Este tipo de sujetos se hace presente mediante la sorpresa y
por la brutalidad de sus actos, y no estamos hablando precisamente de personas que han carecido de afecto, sin escolaridad
sobresaliente, sino también de actores sociales que se desenvuelven en el gobierno o en la política del país.
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Sin embargo, los que preocupan no son aquellos que han
salido a luz pública, sino los que se encuentran en el anonimato,
escondidos en las sombras, aquellos que pudieron camuflarse y
pasar desapercibidos y cuya relación con sus víctimas no permitió detectársele con oportunidad. Por ejemplo, difícilmente los
accionistas de los banco en nuestro país se dieron cuenta de que
los directores generales llevaron a la quiebra a estas instituciones.
Eso sucede también en las relaciones íntimas, los malos tratos
hacia las mujeres y niños son mínimamente denunciados, pero
todos sabemos que en la realidad estos hechos llenan la cifra
negra de la criminalidad; de la misma manera ocurre con los
acosos y agresiones sexuales en las escuelas, empresas y dependencias gubernamentales.
Al delincuente doloso erróneamente se le ha manejado como
un ser raro, pero en realidad es un enorme problema de tipo
social, que afecta a todos, tanto al sector público como privado,
debido a su habilidad para filtrarse como empleados, altruistas,
policías, funcionarios, representantes populares y en la clase
política.
En la actualidad el fenómeno se agrava debido a la participación en la autoría de jóvenes menores de edad con claros indicios
de un gran potencial violento y delictivo, lo que ha llevado a
plantear una Ley del Menor más dura para evitar el desarrollo
de personalidades antisociales en ellos.
La intención dolosa en los hombres responde a su propia
naturaleza oculta, espacio inconcebible e incomprendido por
la consciencia que esconde elementos e ilustra el peligro de lo
invisible.
El delincuente habitual doloso aparenta ser un sujeto adaptado, porque dice cosas como los demás y porque la mayoría de
las personas cree en los otros: al menos que tengamos fuertes
razones para hacer lo contrario ponemos en duda su honestidad. Si a lo anterior le agregamos que esa persona es de nuestro
agrado y nos atrae, muy difícilmente nos damos cuenta de sus
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verdaderos planes, ya que lo que realmente representamos para
este tipo de sujetos se concreta en obstáculos o víctimas.
Con esto podemos tener muy claro que muchas de las personas que pueden estar interactuando muy cerca de nosotros
pueden ser una grave amenaza para nuestra estabilidad emocional, nuestras propiedades, nuestra economía e, incluso, nuestra
integridad física y la vida.
Aclaro que no es una postura paranoica, ya que no se puede
creer que existan personas con estas características en nuestro
espacio inmediato, preferimos pensar que están muy apartados
de nuestro círculo y que nuestros hogares se encuentran protegidos de este tipo de sujetos. Pero la realidad nos ha demostrado
todo lo contrario. Estos individuos, tan semejantes a nosotros,
comparten nuestro mundo, nuestra cotidianidad, las relaciones
familiares y de amistad, el trabajo, el arte, la política, que además
simulan que nos aprecian, nos quieren, porque también dicen
creer en las leyes, en la religión, que nos ofrecen su apoyo y que,
además, sirven a la sociedad.
Una mente dolosa así es realmente peligrosa, porque se
encuentra en cualquier lugar, además de tener un poder relevante, con un gran radio de acción; mediante su anonimato interactúa con muchas personas y entre más importante sea el puesto
que maneje, más es de esperarse el daño que provoque.
Un sujeto adaptado aspira siempre a querer y ser querido, a
dar y a recibir, a ser útil en la sociedad, a vivir en paz, a interactuar y convivir con personas similares a él. Pero ante la presencia
y el poder de una estructura subjetiva dolosa puede ser llevado
a la desesperación, la ansiedad, la depresión y el caos; es la
peor pesadilla que puede sufrir, porque puede ser dominado,
sojuzgado en sus actos y voluntad, convirtiéndose en víctima
y en alguien quien de verdad va a sufrir las consecuencias de
su nobleza.
Tampoco se busca como objetivo primordial satanizar la
figura y el perfil del delincuente doloso, debido a que no es
el único agente que lleva a cabo actos de agresión y violencia;
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desafortunadamente la lista es muy grande, pero destacan los
criminales profesionales, mafias, fanáticos, ambiciosos, secuestradores, etc.
A continuación se analizan dos cualidades muy importantes dentro de la estructura subjetiva dolosa. La primera es: el
ocultamiento y la simulación, que se traducen en la capacidad
de fingir lo que no es y de aparentar propósitos y emociones
que no se poseen.
El delincuente doloso se puede desarrollar y desenvolver
dentro de las normas y valores socioculturales, debido a que
aparenta ser un padre responsable, buen esposo, amigo leal,
estudiante sobresaliente; rasgos y actitudes que, de acuerdo a
los análisis, responden egoístamente a sus objetivos y anhelos.
Desde el derecho penal se plantea que toda acción u omisión
dolosa debe considerarse como un delito calificado y se da
cuando se cometa con:
a. - ventaja,2
b. - traición,3
c. - alevosía,4
d. - retribución,5
e. - por el medio empleado,6
2. De acuerdo al Código Penal existe Ventaja: a) Cuando el agente es
superior en fuerza física al ofendido y éste no se halla armado; b) Cuando
es superior por las armas que emplea, por su mayor destreza en el manejo
de ellas o por el número de los que intervengan con él; c) Cuando éste se
halla inerme o caído y aquél armado o de pie.
3. Traición: cuando el agente realiza el hecho quebrantando la confianza o
seguridad que expresamente le había prometido al ofendido.
4. Alevosía: Cuando el agente realiza el hecho sorprendiendo intencionalmente a alguien de improviso, o empleando acechanza u otro medio que no
le dé lugar a defenderse ni evitar el mal que se le quiera hacer.
5. Retribución: Cuando el agente lo cometa por pago o prestación prometida
o dada.
6. Por los medios empleados: se causen por inundación, incendio, minas,
bombas o explosivos, o bien por envenenamiento, asfixia, tormento, o por
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f. - saña,7
g. - o en estado de alteración voluntaria.8
La segunda cualidad, es la de obtener dominio y control de su
entorno social inmediato. El delincuente doloso busca alcanzar
una posición de poder e influir muy fácilmente en sus víctimas,
aspecto que responde a su rasgo egocéntrico. De ahí que las
emociones básicas del sujeto, como son el amor, compasión,
amistad y solidaridad, en él, se encuentren en niveles muy bajos,
lo que denota una marcada incapacidad que le impide establecer
una relación humana, por ello recurre a la simulación.
Sus espacios o territorios de acción serán acordes al desenvolvimiento de sus víctimas, con la única condición de que
sean óptimas para sus objetivos, es decir, que le den seguridad
y control de la situación.
La violencia, la agresividad y la brutalidad de sus actos no
responden a un lugar determinado, más bien son patrones
permanentes dentro de su trastorno de personalidad, por lo que
son deficiencias, incapacidades que siempre están presentes, lo
que lo hace ser concebido como un sujeto altamente peligroso; lo que sucede es, como se dijo anteriormente, que al estar
integrado socialmente siempre aparenta ser un sujeto adaptado
y en algunos casos con numerosas virtudes.
En relación con su pareja e hijos, ella y éstos son sometidos
a abusos psicológicos, golpes y todo tipo de humillaciones, el
resto de familiares y amigos se pueden mostrar ajenos respecto
de la verdadera personalidad de estos sujetos, siendo en muchos
casos cómplices o encubridores de sus actos antisociales.
Un sujeto violento se debe considerar como un individuo
altamente peligroso, que por lo regular reincide en sus actos
medio de cualquier otra sustancia nociva para la salud.
7. Saña: Cuando el agente actúe con crueldad o con fines depravados.
8. Alteración voluntaria: cuando el agente lo cometa en estado de ebriedad
o bajo el influjo de estupefacientes o psicotrópicos u otras sustancias que
produzcan efectos similares.
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cotidianamente (Art. 209, 2110 y 22 del Código Penal Federal) y
puede convertirse en asesino aparentando estabilidad emocional
y felicidad en el ámbito familiar.
Ahora bien, hay que destacar que no forzosamente el crimen
y la violencia delictiva es la principal característica de estos
sujetos; como puede ser el caso de los homicidas, violadores,
asesinos seriales, atracadores violentos que, aunque responden a
diversos trastornos de la personalidad, coinciden en manifestar
actos violentos.
También existe una violencia destructiva en el fondo de los
tejidos sociales como la agresión hacia las mujeres, los niños,
los ancianos, y que se desprende de sujetos que, aunque tienen
toda la intención de manifestarla, no son considerados como
delincuentes y criminales.
En suma, ¿quién o qué es un delincuente doloso? Es un sujeto
que sufre de un grave trastorno de personalidad caracterizado
por un patrón generalizado de descuido hacia las violaciones de
los derechos de los otros, que muestra una gran dificultad para
conformarse con las normas sociales con respecto a conductas leales; que manifiesta repetitivamente discursos llenos de
falsedad, que recurre a los seudónimos, manipula a los demás
para obtener ganancias personales o placer, denota un alto
grado de impulsividad e incapacidad para planear el futuro, es
irritable y agresivo, muy descuidado con relación a la seguridad
propia o ajena, irresponsable consistentemente, denota falta de
remordimientos que los traduce en indiferencia y racionaliza-
9. Hay reincidencia siempre que el condenado por sentencia ejecutoria
dictada por cualquier tribunal de la República o del extranjero, cometa un
nuevo delito, sino ha transcurrido, desde el cumplimiento de la condena o
desde el indulto de la misma, un término igual al de la prescripción de la
pena, salvo las excepciones fijadas en la ley.
10. Si el reincidente en el mismo género de infracciones comete un nuevo
delito procedente de la misma pasión o inclinación viciosa, será considerado como delincuente habitual, siempre que las tres infracciones se hayan
cometido en un período que no exceda de diez años.
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ción al herir, maltratar o robar a otros. Varios de estos rasgos
eran atribuibles a los sociópatas y psicópatas, sin embargo, en
la actualidad tales términos han desaparecido del dsm-iv y son
marcados dentro del trastorno de personalidad antisocial.
En virtud de lo anterior, se puede observar que sufre de un
trastorno grave de sus emociones y sentimientos, lo que afecta su
razonamiento y juicio, en la medida en que no puede ser empático, lo que no le permite actuar de acuerdo a sus experiencias.
Sus justificaciones están centradas en respaldar sus actos; no
hay otra ética que la suya, por lo que está libre de inhibiciones
y censuras para buscar la obtención de bienes materiales y
posiciones privilegiadas.
Esto no implica que estos sujetos no diferencien entre lo que
está bien y lo que está mal, pero no les importa, les es indiferente,
les da lo mismo, pudiera decirse que no tienen conciencia, no
se ven invadidos por la culpa cuando trasgreden las normas de
convivencia, la honestidad, el respeto a las personas, etc.
¿Por qué se comportan de esta manera? Los estudios en la
materia han arrojado toda una gama de carencias, principalmente de tipo afectivo, donde el cariño, la piedad, el amor se
han manejado de una forma deficiente; aspectos que sirven a
todos los sujetos adaptados para sentirse integrados y aceptados
en la sociedad.
La carencia de registros emocionales que no le permite reflexionar
cuando tiene que tomar una decisión no le impide desenvolverse
(como se señaló anteriormente, este tipo de estructura no desemboca forzosamente en actos criminales y delincuentes); sin embargo,
cuando estos sujetos se encuentran integrados, buscan manipular
aún cuando no pueden relacionarse adecuadamente con la demás
gente.
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Un caso reciente es el caso de la “mataviejitas”11 Juana Barraza:
analfabeta; su madre la regaló a los 12 años, fue violada y le
mataron un hijo a batazos.
Juana Barraza, homicida serial de ancianos, confiesa que odiaba
a las mujeres de la tercera edad. Al verlas sentía mucho coraje y
más cuando demostraban superioridad o creían que por su dinero
podían humillar —respondió de manera tranquila y pausada,
cuando el Ministerio Público le preguntó cómo buscaba a sus
víctimas. Las autoridades que han hablado con ella creen que
el odio expresado por esta mujer de 48 años, fue resultado de la
vida que llevó desde niña. No sabe leer ni escribir. A sus 12 años
su madre la regaló. A su padre jamás lo conoció. Su progenitora
murió de alcoholismo. El hombre que la aceptó comenzó a violarla
de inmediato y provocó que a los 16 años tuviera un hijo. Ese hijo
fue asesinado a batazos. Tuvo dos parejas sentimentales y ambos
eran alcohólicos, uno de ellos además la golpeaba. Javier, uno de
sus mejores amigos murió. Juana Barraza, dice ser católica, pero
también cree en la Santa Muerte. Una bolsita de malla con trozos
de canela era su amuleto de la buena suerte. Lo mismo una herradura y una pequeña placa metálica con su nombre de luchadora:
La Dama del Silencio.
Eso fue parte de lo que le encontró la policía dentro de la bolsa
que llevaba, después de capturarla. ¿Practica la lucha libre?— le
preguntó un Ministerio Público. Sí, soy luchadora independiente.
Trabajo en arenas chicas, me conocen como La Dama del Silencio,
soy ruda. Lucho los sábados y domingos en provincia. -¿Por qué
escogió ese nombre? Porque soy muy callada y aislada.
El ejemplo anterior puede ser considerado como un caso de
delincuente habitual doloso, donde Barraza desarrolló conductas agresivas dirigidas a las mujeres y donde su historia de vida
está llena de múltiples carencias y frustraciones.
11. Información obtenida del periódico La crónica de hoy, con fecha viernes
27 de enero de 2006.
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En otros casos, pueden ser violadores desconocidos, asesinos
en serie, malhechores reincidentes, miembros de bandas criminales12 y pandillas.13
Pero también pueden existir este tipo de sujetos dentro del
ámbito político y al interior de los cuerpos policíacos, encantados de ostentar poder, que claman honores, que buscan metas
muy altas y que generan programas cuyo fin primordial es
impulsar genocidios,14 crímenes de guerra, secuestros y delitos
contra la humanidad.15
Los criminales habituales ingresan a la subcultura criminal
bajo la custodia de los abusos, promiscuidad, agresiones y
mutilaciones al yo, desafiando constantemente a la autoridad,
preparándose más en su carrera criminal, siendo más astutos,
agresivos, despiadados, buscando abarcar más actividades
delictivas, aprendiendo formas y medios de evadir la justicia, a
la policía y a la seguridad penitenciaria.
Su trastorno de personalidad antisocial los hace presentar
rasgos rígidos e inflexibles; tienden a actuar, pensar y a sentir de
forma estable, disfrutando siempre de lo que hacen; no tienen
razón alguna para cambiar ya que en relación con los demás se
sienten especiales y superiores.
Son arrogantes, engañosos, falsos, manipuladores, superficiales; afectivamente son “huecos”, incapaces de establecer vínculos
estables; carecen de empatía, ansiedad, miedo y culpa, y en el
12. Formar parte de una asociación o banda de tres o más personas con el
propósito de delinquir.
13. Se entiende por pandilla como la reunión habitual, ocasional o transitoria, de tres o más personas que sin estar organizadas con fines delictuosos,
cometen en común algún delito.
14. Comete el delito de genocidio el que con el propósito de destruir, total,
o parcialmente a uno o más grupos nacionales o de carácter étnico, racial o
religioso, perpetrarse por cualquier medio, delitos contra la vida de miembros
de aquellos, o impusiese la esterilización masiva con el fin de impedir la
reproducción del grupo.
15. Violar los deberes de la humanidad en prisioneros y rehenes de guerra,
en los heridos o en los hospitales de sangre.
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plano conductual son irresponsables, impulsivos y predispuestos
a los actos delictivos.
Los delincuentes habituales dentro de las cárceles y afuera
de ellas, buscan encandilar y seducir a la persona que tienen
enfrente. Son observadores precavidos, causan buena impresión
en los demás por lo que emplean diversas estrategias. Simulan
emociones que no sienten, cuentan historias de su vida favorables a su imagen aunque sean falsas o exageradas, y plantean
excusas o justificaciones en relación con sus actos criminales;
anteriormente los sociópatas se distinguían por estos rasgos
superficiales.
El caso de Juana Barraza nos ilustra los rasgos antes señalados.
Sus víctimas eran personas que vivían solas, gente de la tercera
edad, sensible a los gestos nobles de personas aparentemente
altruistas.
En el transcurso de las actividades criminales de la mataviejitas, las
autoridades policíacas fueron duramente criticadas por los medios
de comunicación puesto que, todavía a finales del 2005, asumían
un “sensacionalismo mediático” respecto a un asesino en serie.
Asimismo, se criticó el hecho de que el asesino era buscado, tal
vez inútilmente, entre las prostitutas y/o travestis de la Ciudad de
México. De hecho, durante la cacería de la asesina, Bernardo Bátiz,
entonces Procurador de Justicia de la Ciudad de México, había
indicado que “el Mataviejitas” era ‘brillantemente listo (creyéndose
hasta ese momento que se trataba de un hombre y no de una mujer)
que cometía sus crímenes después de un corto período durante
el cual se ganaba la confianza de sus víctimas. Los oficiales que
investigaban el modus operandi del asesino sospecharon que él o
la “mataviejitas” se presentaba ante sus víctimas como trabajador
social del gobierno (enfermera), ofreciendo programas de beneficencia para personas de la tercera edad.
Además de poseer habilidades como luchadora amateur, “la
mataviejitas” posee un sentimiento de superioridad que era
utilizado cuando sus recursos seductores no le daban resultado, pretendiendo ser dura y hostil con el fin de amedrentar e
intimidar a sus víctimas.
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Análisis psicojurídico del delincuente habitual doloso
En delincuentes dolosos es muy común apreciar su gran ego
que se manifiesta en sensaciones de éxito, alusiones a que tienen
una vida brillante, creyéndose estar por encima de los otros.
Poseen una gran facilidad y capacidad para fingir y adoptar
diversas posturas.
En el ámbito afectivo sobresalen rasgos muy importantes:
la ausencia de culpa, su impulsividad, la conducta antisocial y
delictiva.
La intención y el dolo se sostiene con base en la ausencia
de sentimientos de culpa, a su incapacidad para sentir las
emociones humanas, características que permiten a los sujetos
adaptados ser maduros, leales, responsables, honestos y comprometidos con familiares, amigos y vecinos; sin embargo, para el
delincuente reincidente son asuntos que están más allá de sus
intereses. En una palabra: no le preocupa nada lo que sufra su
víctima.
En el caso que hemos venido revisando, Barraza justifica sus
actos depositando en sus víctimas la mayor parte de la responsabilidad de lo sucedido:
Tras conocer la resolución del juez, en entrevista con El Universal,
Barraza afirmó que “antes confiaba en la ley, pero ahora ya no,
porque hay puras injusticias, todos lo saben, ya que aquí (en el
penal) hay puros pagadores”, por lo que profetiza que si cayeron
las torres gemelas de Nueva York, con las autoridades ocurrirá lo
mismo.
Ratificó su culpabilidad en el crimen de Ana María Alfaro, de
82 años de edad, lo cual si “volviera a nacer, volvería a hacerlo
porque la gente no debe ser humillada por su necesidad”. Con
sarcasmo, enfatiza que siguen los crímenes de ancianos, aunque
aclara que nadie la ha dejado salir y regresar de su celda para
seguir con la racha de asesinatos en serie.16
16. Nota del periodista José Gerardo Mejía Andrade de El Universal de
fecha miércoles 2 de abril de 2008.
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De ahí que este tipo de sujetos sean descritos como “fríos”,
porque aparecen como “desconectados” de las emociones; es
decir, el amor, la felicidad, la empatía, la tristeza, la vergüenza
y la culpa son aspectos que nunca han establecido a lo largo de
toda su historia de vida.
La relación que pueden tener con los demás va a estar caracterizada de simulaciones, fingimientos, donde únicamente
buscan su beneficio personal y lo hacen fácilmente porque en
su estructura subjetiva la censura no forma parte de ella, además
de que el dolor no lo viven como parte de ellos.
Alejados de cualquier intervención terapéutica es inútil
exigirles responsabilidades en sus actos, siempre van a proyectar
y justificar sus acciones, buscando culpabilidad en los otros y en
donde la víctima es más culpable que el victimario.
Cuando un sujeto actúa con impulsividad, no piensa en las
consecuencias, se deja llevar por el deseo de sentirse bien y vivir
las emociones fuertes, no importa el riego que se pueda correr.
Estos comportamientos son calificados como de insensatez,
porque se hacen las cosas con irresponsabilidad, no hay metas
establecidas, y donde el mañana y el futuro no tienen un sentido
directivo de la vida.
Otro rasgo habitual en el delincuente doloso es su capacidad para responder con violencia; burlan las leyes y cometen
delitos. Es decir, muy fácilmente pierden los estribos, abusan
de las drogas y provocan riñas; en ocasiones, responden con ira
intensa y súbita, olvidándose, al mismo tiempo, que perdieron la
cordura. Por lo que son considerados como altamente peligrosos, reincidentes y violentos.
Es muy común que transgredan las normas, desafían a
sus padres y maestros desde edades tempranas, rasgos que se
consolidan en la etapa adulta definiendo su estructura subjetiva
antisocial.
Existen muchos sujetos que pueden presentar estos rasgos y
no forzosamente culminar como delincuentes, ni mucho menos
asesinos en serie, pero está claro que sus comportamientos se
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caracterizan por ser violentos y que el medio social donde se
desenvuelven les ha facilitado aprender a canalizar sus deseos
de una forma aceptada o encubierta.
Otro aspecto a analizar es la subcultura del delincuente
habitual, parte de las acciones que son consideradas como
aceptables, hasta las conductas violentas y delincuenciales.
Muchos de ellos no son considerados como delincuentes, pero
conducen al caos y el dolor a todos aquellos que lo rodean. Sin
embargo, su mundo no es ajeno a nosotros porque también es
nuestro mundo.
Es muy común que ellos se cuestionen ¿Cómo ser mejor
dominador? ¿Cómo castigar a un sujeto que se interpone y
se opone a mis intereses? ¿Cómo aparentar que siento culpa?
¿Cómo lograr algo sin esforzarme tanto?
Las preguntas que surgen al respecto, ¿el delincuente habitual
doloso puede considerarse como un sujeto que sufre de trastorno mental? ¿Puede ser considerado como un psicótico?
Si el trastorno mental se entiende como “el conjunto clínicamente importante de síntomas (pueden ser de comportamientos
psicológicos) que causan un sufrimiento individual, incapacidad, o riesgo aumentado de padecer dolor, incapacidad, muerte
o la pérdida de libertad” (DSM-IV), como se ha venido describiendo el delincuente doloso no puede tener cavidad como tal.
En relación a si es un sujeto que padece de una estructura
psicótica, se estipula que el psicótico se encuentra desconectado
de la realidad y que padece de síntomas básicos como:
ideas delirantes,17
alucinaciones,18
17. La idea delirante es una falsa creencia que no puede explicarse por la
cultura del paciente o por su educación; el paciente no puede ser persuadido
de que su creencia es incorrecta, a pesar de la evidencia de lo contrario o del
peso de las demás opiniones.
18. Una alucinación es una percepción sensorial falsa que ocurre en ausencia
de un estímulo sensorial relacionado. Las alucinaciones son casi siempre
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lenguaje desorganizado,19
comportamiento desorganizado20 y
síntomas negativos21 (dsm-iv).
El delincuente habitual, por lo tanto, no lo es, debido a que es
un sujeto consciente, rebelde, creativo, que recibe presiones
emocionales en direcciones opuestas, que sigue un camino lleno
de egoísmo y que busca la satisfacción emocional a costa de la
explotación de los demás.
Si bien es cierto que su mundo afectivo está poco desarrollado, su discurso es totalmente racional aunque carece de un
sentido pleno, porque emocionalmente está hueco. Al mostrar
incapacidad en experimentar los sentimientos de alegría y sufrimiento, no aprende de sus experiencias, por lo que no puede
modificar y dirigir sus actos. Al carecer de impulsos motivacionales, su funcionamiento presenta un defecto selectivo.
Las huellas emocionales son las que permiten aprender de las
experiencias, al carecer de ellas, no pueden cambiar la dirección
de sus nuevas interacciones. Si no siente el amor, la empatía, la
vergüenza y la culpa en los hechos que realiza, difícilmente su
comportamiento futuro va a estar impregnado de los recuerdos.
El significado emocional no tiene registro en este tipo de
sujetos, por lo que sus acciones lo van a delatar, debido a que su
conducta va a ser simulada, fingida, y su facultad de interpretar
anormales y pueden afectar a cualquiera de los cinco sentidos, aunque las
más comunes son las alucinaciones auditivas y visuales.
19. En ocasiones también denominado asociaciones desordenadas, en el que
las asociaciones mentales están gobernadas no por la lógica, sino por rimas,
juegos de palabras y otras reglas que no son aparentes para el observador, o
por reglas que no son claras en absoluto.
20. El comportamiento desorganizado o las acciones físicas que no parezcan
dirigirse a un objetivo, por ejemplo: desnudarse en público, hacer la señal de
la cruz de manera repetida, adoptar y mantener ciertas posturas.
21. Los síntomas negativos comprenden un rango reducido de expresión
de las emociones, como el aplanamiento efectivo o brusquedad en el trato y
cantidad o fluidez marcadamente reducidos de lenguaje y pérdida del deseo
da hacer las cosas (abulia).
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Análisis psicojurídico del delincuente habitual doloso
la realidad y seleccionar el curso de su acción está privado de
ese componente importante.
De ahí que sus actos sean absurdos, burdos y dañinos; acciones que reciben un rechazo social, donde su motivación fundamental no es obtener el aprecio y el afecto de las personas que
lo rodean, ni cumplir con los valores y normas sociales establecidas, sino, como se dijo anteriormente, controlar, dominar y
sentirse superior.
Su grave problema de personalidad en el manejo de las
emociones sociales no puede constituir una atenuante o excluyente de responsabilidad penal, debido a que se tendría que
hacer lo mismo con miles de sujetos que tuvieron que arrastrar
con toda una gama de privaciones, maltratos, violaciones a lo
largo de su historia de vida; por lo tanto, la inimputabilidad,22en
estos casos, legalmente nunca procederá. Además, si el delincuente habitual gozará de esta excluyente de responsabilidad
penal acentuaría más su conducta criminal y antisocial. En
conclusión, se afirma que el delincuente habitual doloso goza de
un trastorno de personalidad antisocial, que no sufre trastorno
mental, ni mucho menos de psicosis.
En cuanto al género, las estadísticas apuntan a que la mayoría
son varones, aunque existe un gran número de mujeres que
manifiestan conductas igualmente dañinas, pero sin recurrir a
la violencia brutal y cruel.
La participación de la mujer en el mundo del crimen exhibe
igualmente una gran crudeza emocional hacia las personas; son
inteligentes y capaces de engañar a cualquiera, utilizando como
arma muy especial la seducción.
22. Al momento de realizar el hecho típico, el agente no tenga la capacidad
de comprender el carácter ilícito de aquél o de conducirse de acuerdo con esa
comprensión, en virtud de padecer trastorno mental o desarrollo intelectual
retardado, a no ser que el sujeto hubiese provocado su trastorno mental para
en ese estado cometer el hecho, en cuyo caso responderá por el resultado
típico producido en tal situación.
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La violencia, el cuerpo y sus territorios
Es necesario enfatizar que los delincuentes habituales suelen
presentar experiencias afectivas deficientes, donde sus emociones son huecas y volubles, no viven y sienten el estado de ánimo
fuerte o persistente, lo que les hace responder de forma inapropiada y violenta. Otra característica, es su falta de empatía, que
consiste en no preocuparse por el bienestar del otro y de no
comprender los sentimientos de los demás. Estos rasgos en sí,
fungen como facilitadores de la violencia, ya que los sujetos no
se inhiben ante las posibles consecuencias de sus actos; en una
palabra, sus actos criminales no tienen un costo psicológico
alguno para ellos.
Su conducta impulsiva e irresponsable comprende características como la búsqueda de sensaciones, preferencia perversa
por divertirse e intolerancia por la rutina. Su impulsividad no
le permite razonar en torno a las consecuencias de sus actos, es
decir, no ve más allá de sus deseos, lo que lo hace ser un candidato ideal a la reincidencia.
Tal es el caso de Raúl Osiel Marroquín Reyes,23 alias “El sádico”, fue
detenido el pasado 23 de enero; se le imputan cuatro homicidios;
asegura que hizo un bien a la sociedad al elegir este tipo de víctimas.
Un asesino serial, de tan sólo 25 años, Raúl Osiel Marroquín Reyes,
alias “El sádico”, aseguró que hizo un bien a la sociedad al elegir
víctimas, jóvenes homosexuales a quienes secuestró y asesinó.
Al menos cuatro víctimas fueron ahorcadas por este joven y sus
cuerpos abandonados en el interior de maletas halladas en diciembre pasado en diversos puntos de la ciudad de México, como en las
inmediaciones del Metro Chabacano y la colonia Asturias.
En entrevista, este asesino serial aseguró que aunque no tenía nada
contra los homosexuales para él era fácil elegir este tipo de víctimas
al frecuentar bares y restaurantes de la Zona Rosa.
“No los escogía, ellos solos se presentaban después, los invitaba
a mi departamento, iban por voluntad propia, y ahí los sometía”.
23. Silvia Otero. El Universal online. Ciudad de México. Jueves 26 de
enero de 2006.
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Análisis psicojurídico del delincuente habitual doloso
Marroquín, un ex militar, tenía como cómplice a Juan Enrique
Madrid Manuel, quien está prófugo y lo ayudaba a someter a las
víctimas.
Reconoció haber perpetrado seis plagios en cuatro de los casos
asesinó a las víctimas recibiendo sólo como presunto rescate alrededor de 150 mil pesos.
Tranquilo, por momentos detallando sin remordimientos cómo
elegía a sus víctimas, cómo los asesinó ahorcándolos con sogas,
este joven aseguró que “hasta le hice un bien a la sociedad, pues
esta gente hace que se malee la infancia”.
Aseguró “no soy homosexual” simplemente los prefirió, por “no
batallar” en operaciones que implicaran armas y vehículos, tan sólo
ir a los lugares que ellos frecuentaban y ellos solos me abordaban,
se me hacía más fácil tratar a esas víctimas.
Pero Marroquín Reyes soñaba con una carrera mayor, pues aseguró
que “iba empezando en esta” y evolucionaría, ascendería tendría
mejores víctimas, con más dinero”, explicó.
Este asesino serial asegura no tener remordimientos sólo el haber
afectado a su familia y a la gente que conoce, sobre sus víctimas, a los
seres queridos de éstos simplemente, “nunca he pensado en ellos”.
Este sujeto fue detenido el pasado 23 de enero y presentado en la
AFI donde el director Genaro García Luna indicó que este sujeto
apodado el sádico se caracterizó por torturar a sus víctimas, ultrajaras y después asesinarlas con un patrón de conducta específico
en el que incluso como “trofeo” se quedaba con las credenciales
de elector.
Para Marroquín Reyes sus crímenes eran sólo el inicio de una
carrera criminal, después de abandonar la cárcel en agosto de 2005,
quería tener víctimas mejores, más adineradas, y asegura ahora que
está detenido que volvería a matar, “sólo que refinaría mis métodos,
para no cometer los mismos errores y no ser detenido”.
Y como se dijo anteriormente no todos los que manifiestan
comportamientos violentos llegan a ser considerados delincuentes, pero muchos se quedan sólo en sujetos mezquinos e
insensibles, debido a que son capaces de encontrar en su mundo
alicientes suficientes para satisfacer su necesidad de dominio.
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La violencia, el cuerpo y sus territorios
Muchos de los que son delincuentes desarrollan los síntomas
desde edades tempranas, llegando a manifestar precozmente
actos ilícitos, aumentando progresivamente sus acciones cargadas de violencia.
En el caso Marroquín Reyes, se observa que estaba integrado como estudiante de medicina en la Secretaría de la Marina
Nacional; además es un ejemplo claro de la funcionalidad social
que demostró, al no contar con antecedentes penales y de haber
estado hospitalizado, lo que dificultó su detección y aumentó
sus recursos para evadir la justicia.
Los sujetos dolosos desempeñan su empleo aprovechándose
del trabajo ajeno para aumentar su ego y su necesidad de control;
utilizan el engaño y la manipulación, generan reacciones de odio
en algunos de sus compañeros y aprecio en otros. Su táctica
inicial consiste en granjearse la amistad de sus superiores, con el
fin de gozar de privilegios y facilidades laborales y así aumentar
su capacidad de maniobra.
Su plan puede dividirse en varias etapas: ingreso en la organización, evaluación, confrontación y ascensión.
El ingreso lo fundamenta mediante el argumento de la necesidad de que requieren personal con capacidad de liderazgo, y
muchos de estos sujetos presentan este rasgo que, aunado a un
buen currículum, los convierten en los candidatos ideales para
cubrir estos puestos.
Para este tipo de individuos es relativamente fácil cubrir estos
perfiles laborales, su capacidad para engañar le permite aparentar responsabilidad, inteligencia y habilidad en las relaciones
interpersonales.
En la fase de la evaluación tiene la facilidad de aprender con
rapidez los procedimientos y actividades laborales básicos de la
empresa, manejar su misión y visión de la misma, y conocer el
manejo de cada uno de los departamentos que la conforman.
En relación con la manipulación, busca interactuar con
compañeros que gozan de prestigio, reputación y mayor jerarquía, con el único fin de utilizar todo su poder seductor para
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Análisis psicojurídico del delincuente habitual doloso
recoger la información suficiente para iniciar su proceso de
etiquetación y descalificación para poder ir escalando puestos
importantes en la empresa.
Utiliza todo el tiempo y energía suficiente para lograr su
cometido de descalificación echando abajo la reputación, levantando difamaciones, amenazando, discriminando a sus rivales
laborales y buscando contar con defensores que tengan puestos
superiores a él.24
En relación con la confrontación, utiliza el abuso psíquico, el
desprecio, la humillación y la degradación en la empresa, atacando a todos aquellos compañeros que representan un peligro a
lo logrado en las fases anteriores, los acusa de incompetentes y
desleales.
Las víctimas responden con desesperación al darse cuenta
de que fueron utilizados y manipulados, no logrando concretar
una defensa efectiva a tales acusaciones, debido a que se les han
cerrado todas las puertas ante sus superiores.
La ascensión, como la última de las fases, se da cuando este
tipo de sujetos logran obtener más poder y jerarquía en la
empresa, obteniendo nuevas responsabilidades y siendo considerados como líderes que gozan de gran carisma.
Pasando a otro punto, a continuación se analiza la relación
que tienen estos sujetos con los malos tratos a mujeres, el procedimiento inicia con la seducción y termina con la neutralización
de sus víctimas.
La seducción la logran manipulando a la mujer por medio de
halagos, deslumbramientos, pero no dejándola pensar y presionándola para que realice lo que él quiere que haga, buscando
neutralizar toda voluntad y capacidad de respuesta de ella.
Sin embargo, el sistema más habitual consiste en un “ciclo
manipulativo”, el cual consta de varias etapas: la primera es
24. Este sujeto se convierte en delincuente cuando amenaza a otro con
causarle un mal en su persona, bienes, honor o derechos y ese alguien está
ligado con él por algún vínculo.
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La violencia, el cuerpo y sus territorios
la intimidación, que se traduce en humillaciones, golpes, o
cualquier tipo de castigo. La segunda, justifica estas acciones
manifestando que lo hace “por el bien de ella”. Y, finalmente, la
tercera se da cuando la víctima evita pasar por todos estos malos
tratos entrando en razón y no desafiándolo.
Algunos hombres homicidas de mujeres son altamente
violentos, que abusan del alcohol y las drogas, y viven por lo
regular al margen de la ley. Sujetos que no estuvieron dispuestos
a tolerar que su mujer no les hiciera caso, no llegando a constituirse como delincuentes reincidentes.
Los sujetos agresores de mujeres, desapercibidos por estar
integrados socialmente, suelen emplear una violencia más
sutil, de tipo moral o psicológica; pueden ser encantadores en
el trabajo pero peligrosos en sus casas, llegan a recurrir a la
violencia física en contadas ocasiones, pero su arma principal
es la agresión emocional.
Otro espacio que ocupan este tipo de individuos son: la
política, jefes de Estado, jefes policíacos, militares, gobernantes,
entre otros; buscando gozar de un poder ilimitado, se convierten
en líderes que tienen muchos adeptos por su posición y status,
demostrando autocontrol y, en algunos casos, son poseedores de
una mente maquiavélica que los puede llevar a matar, torturar
a cientos y miles de personas y permanecer en la impunidad.
Su permanencia en el poder doblega a pueblos enteros,
fomentan los celos mutuos y las suspicacias entre sus subordinados, imponiendo temor a su persona y a su investidura.
Tienen un sentido de invulnerabilidad y de omnipotencia que
los lleva a cometer actos dañinos e irracionales porque prevén
al final su captura y su muerte.25 Pero durante el tiempo que
duran, despliegan un poder fascinante. ¿Cómo estos sujetos
25. Sadam asesinó a sus yernos y su hijo Uday torturaba, asesinaba y violaba,
causaba estragos y representaba la auténtica cara del régimen, pero los dos
vendían una imagen que era muy valorada por mucha gente iraquí.
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Análisis psicojurídico del delincuente habitual doloso
fríos y destructivos inspiran devoción entre la gente adaptada,
conduciéndolos a realizar actos nunca imaginados por ellos?
Otro aspecto muy importante es la vulnerabilidad social,
entendiendo por esto la facilidad con la que los delincuentes
habituales dolosos logran sus cometidos antisociales, debido a
sus grandes atributos en su capacidad de manipular, su amabilidad y encanto superficial lo hacen poseedor de un alto grado de
interacción que no nos permite ver lo que en verdad pretenden.
La vulnerabilidad surge, en primera instancia, de la sociedad
y de sus instituciones, ya que muchos están integrados y nuestras
autoridades no se preocupan de lo que puedan hacer con ellos,
además de no contar con programas y mecanismos para detectarlos y ponerlos bajo control social.
Estas actitudes de las autoridades son calificadas como síndrome de la autoridad indolente, son incapaces de apoyar y ayudar a
la víctima, aún cuando está establecido en nuestra Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos.26
En el caso del maltrato a las mujeres, es muy común que las
autoridades no den crédito a las agresiones, extorsiones y violaciones que reciben muchas mujeres de sus parejas, esposos, y,
obviamente, de delincuentes dolosos.
Se denota una escasa sensibilidad social y legal, aunque esta
última ha dado un giro muy importante, en los hechos, es poco
probable que la víctima quede satisfecha de la intervención de la
autoridad judicial. En muchos casos la víctima decide no llevar
a cabo denuncia alguna, debido a que las experiencias reportan
26. Art. 20 constitucional, apartado B. De la víctima o del ofendido, Fracción
i. Recibir asesoría jurídica; ser informado de los derechos que en su favor
establece la Constitución y, cuando lo solicite, ser informado del desarrollo
del procedimiento penal. Fracción iii. Recibir, desde la comisión del delito,
atención médica y psicológica de urgencia. Y Fracción iv. Que se le repare
el daño. En los casos en que sea procedente, el Ministerio Público estará
obligado a solicitar la reparación del daño y el juzgador no podrá absolver
al sentenciado de dicha reparación si ha emitido una sentencia condenatoria.
La ley fijará procedimientos ágiles para ejecutar las sentencias en materia
de reparación del daño.
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La violencia, el cuerpo y sus territorios
que tanto la policía, como las agencias del Ministerio Público
hacen del procedimiento jurídico toda una tortura.
Es difícil pensar que los valores machistas y discriminatorios
de nuestra sociedad puedan explicar, por sí mismos, la agresión
continua y permanente hacia las mujeres; definitivamente,
aunado a estos criterios, deben agregarse los trastornos de
personalidad antisocial, cuyos patrones de conductas contemplan precisamente un alto contenido de agresión hacia el género
femenino.
En este rubro de indolencia de las autoridades se destaca
la poca claridad que tiene la política criminal en nuestro país;
así lo evidencian los nulos programas de seguridad, donde la
policía se ha convertido en un espacio donde el crimen organizado ha penetrado de tal forma, que se encuentran en completa
complicidad.
Así se propicia la vulnerabilidad por falta de una eficaz selección y evaluación en la permanencia de funcionarios públicos
y de los cuerpos policíacos, más de aquellos que tienen responsabilidades cruciales para con la población, como pueden ser
comandantes, jueces, magistrados, procuradores, etc.
Algunas empresas son espacios relativamente vulnerables,
su dinámica financiera, reconversiones, fusiones, entre otras
cosas, las hace estar en busca de líderes que sepan moverse en
estos círculos, en donde las fortunas se duplican o se pierden
en cuestión de minutos, permitiendo la contratación de sujetos
con perfiles egocéntricos, con una gran capacidad de manipulación y por lo que son considerados candidatos idóneos para
esos puestos.
Finalmente, en lo referente a la vulnerabilidad personal, el ser
humano y su naturaleza se describe con base en dos estructuras
muy importantes: manifiesta y latente. La primera se concreta
en palabras, gestos, gritos, aplausos, besos, etc. y la segunda se
condensa en las ideas, sentimientos, intenciones, jugarretas, y
deseos que nadie conoce salvo uno mismo.
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Análisis psicojurídico del delincuente habitual doloso
Entre ambas hay un código de correspondencia, debido a
que el contenido latente se trasluce por medio del contenido
manifiesto, pero con la salvedad de que se tiene que identificar,
explorar y analizar.
Existe entre esta correspondencia un camino que se basa en
la voluntad y la libertad de respetar los derechos de los demás, y
es donde se ubica a los delincuentes dolosos que se dejan guiar
por el contenido latente, mienten, engañan, aparentando lo que
no es para obtener ventaja en familiares, amigos, compañeros,
y, en otros niveles, de accionistas, subordinados y ciudadanos
de todo el país.
Resumiendo las líneas analizadas, la capacidad de los sujetos
dolosos se basa en tres grandes criterios: en primer lugar, en su
dinámica cotidiana. Prestan escasa o nula atención a los aspectos emocionales, debido a que su mundo afectivo es altamente
limitado. Si su víctima sufre, implora y demanda compasión,
son llamados que no le importan en lo más mínimo. En el caso
que las cosas se desenvuelvan en el medio privado sea familiar
o laboral las inconformidades e irritaciones que provoque sus
decisiones, no lo harán cambiar su postura.
En segundo lugar, todas sus acciones u omisiones están
centradas en sus metas o tareas, haciendo caso omiso a todo lo
que gire y surja a su alrededor, obsesionándose a lograr hasta
el final su cometido, sobre cualquier cosa o persona que se
interponga, por lo que su campo de atención está totalmente
centrado en sus deseos e intenciones.
En tercer lugar, la ausencia de emociones, culpas y remordimientos lo hacen sentirse fuerte, hábil y superior ante los
demás, no sintiendo ansiedad cuando viola los derechos de los
otros; actuando fríamente, suele comportarse como un sujeto
responsable y honesto dentro de una sociedad donde la mayoría
de la gente increíblemente es confiada.
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