8 octubre 2011 Estimados consocios: Sumamente agradecido por haber sido invitado a ocupar este honorífico estrado, es mi deseo en primer termino, rendir un homenaje a esta prestigiosa y emblemática asociación que hace 4 días, el pasado jueves 8, ha cumplido 56 años de vida institucional; vida activa, intensa y fructífera en la que se ha dedicado a enaltecer el nombre de la Marina de Guerra y el del Perú entero; manteniendo viva la tradición naval, la vocación marinera y el culto a los héroes y efemérides navales. Profundamente emocionado de estar reunido en esta nuestra casa, templo de navalidad, con los hombres y mujeres que han hecho y hacen Marina, con los que hemos compartido durante tantos años la niebla matutina del muelle de guerra, las rutinas de lanchas, las interminables horas de las guardias en el portalón o el puente, que nos templaron en el duro servicio de abordo, no me es posible olvidar que ese mismo 8 de octubre celebramos el 190 aniversario de creación de la gloriosa Marina de Guerra del Perú, institución armada nacional que esta cómodamente alojada en el corazón de todos los peruanos como la institución mas prestigiada del país, por que le garantiza un permanente esfuerzo de defensa del Mar de Grau, altos lagos y ollas amazónicas, preservándolos de las amenazas internacionales, como del artero enemigo interno. La emoción que se vislumbra en los rostros de los que vestimos de azul y oro, me recuerdan que ese mismo 8 de octubre, se conmemora el episodio en el que la Marina de Guerra del Perú, escribió una de las páginas mas notables de la historia de nuestro amado país, hace ya 132 años. En la mente de todo peruano, 8 de octubre significa Angamos, Angamos significa Huáscar, y Huáscar significa Grau. No es mi intención hoy relatarles una reseña biográfica de Miguel Grau Seminario, ni un resumen cronológico del Combate de Angamos, tan solo deseo recordar con ustedes a ese niño navegante que a tan temprana edad emprendió la tarea de forjar su espíritu en la dura faena de abordo, y en la lucha contra los elementos de la naturaleza, que puso su educación en manos de severos Capitanes y Contramaestres de leyenda, quienes grabaron sus virtudes y limaron sus defectos. A ese joven Guardiamarina que a los 18 años encamino sus experiencias hacia el servicio de la patria, abrazando la noble profesión naval. A ese joven oficial de principios inconmovibles, consecuente con sus ideales, y negado a las concesiones para consigo mismo. A ese jefe de familia que hizo de su casa un altar, sustentado en la devoción por su esposa, y el cariño y preocupación por sus 10 hijos, tan honesto en la sala de su casa como en la cubierta de su buque. Nada demuestra mejor sus cualidades de jefe de familia, que aquellas cartas que dirigía periódicamente a quien llamaba "su queridísima esposa" y que terminaba siempre con la frase "un tierno y fuerte abrazo de tu esposo que nunca te olvida". Cartas en las que encargaba detalles tan humanos como: "si ya cobraste mi sueldo de mayo, cómprales a los chicos unos vestiditos y camisitas para que vayan siempre aseados al colegio". Ni las grandes agitaciones de la guerra le hicieron olvidar sus deberes de padre amoroso. ¡Que grande es el Almirante del Perú!, peruano del milenio, ejemplo de los peruanos y símbolo del Perú. Su meteórica carrera lo llevo a servir en diferentes buques de nuestra Escuadra; como olvidar sus entusiastas servicios abordo del transporte "Rímac", el pailebote "Vigilante", el transporte "Ucayali", la fragata "Apurimac", sus servicios importantes como Segundo Comandante del vapor "General Lerzundi" y su comando en la corbeta "Unión". Este comando le significo recoger en Francia este buque nuevo y termino de cimentar su prestigio profesional y admiración de sus compañeros de armas por sus cualidades personales y marineras. No podemos desligar su nombre de el del monitor "Huáscar", ese buque que comando casi 8 años, que a sus órdenes fue grande, y a cuyo mando no quiso renunciar cuando el país más lo necesito, aun cuando ello le significo renunciar a su grado. Aquel buque en el que recorrió tanto mundo, cuyo puente fue testigo de tan dramáticas singladuras, y en el que vivió tantas anécdotas simpáticas que hacen llevadera la vida en el mar. Vida cuya belleza tantos han querido cantar sin éxito, por ser imposible expresar en palabras la belleza de la flor, la música o el evangelio. A propósito de anécdotas, siempre me place recordar cuando el Almirante reprendió severamente al Marinero Máximo Rentaría por mojar sus botines mientras lampaceaba la cubierta de teca del monitor sin darse cuenta que el rondaba por ella. El chalaco musculoso era apodado "Real Felipe" abordo por su gran tamaño, y el Contramaestre Nicolás Dueñas siempre lo ponía a limpiar cubiertas por bravucón. Luego el Almirante le puso la nota más alta en su grado, por que sabia que era el mejor ametralladorista de cofa que había abordo. Como habríamos de saber en ese momento que los 4 sirvientes de la Gatling de cofa caerían en Angamos, pues la cofa del monitor nunca llego a blindarse. O aquella ocasión cuando un domingo llego de visita a la casa familiar el Teniente Segundo De los Heros, acá cerca en la calle de Lezcano, hoy Huancavelica. El Almirante lo invito a asistir a misa con la familia en la Basílica de La Merced, a unos pasos de la casa y el acepto gustoso. Bien sabido era que lo que el buscaba era que el Almirante le presente a la bella Victoria, hija de su amigo el banquero John Forsyth con quien hacia tertulia en el atrio después de la misa. A su amigo le gusto el joven oficial para yerno y ni que decir de su hija que quedo prendada. Carlos de los Heros zarpo a la campaña del sur enamorado como un cadete. Pienso que por eso al Almirante le dolió tanto arrojar su cadáver al mar después del combate de Antofagasta. La perdida de Carlos empaño la alegría obtenida por los severos daños que ese día la artillería del "Huáscar" causo a las corbetas enemigas "Abtao" y "Magallanes". Lo que más agrado a nuestro héroe de ese episodio en el que actúo como Cupido, es que 15 años antes el Capitán de Navío Luis German Astete había hecho exactamente lo mismo para presentarle a Doloritas y sucedió en la misma iglesia. Como se repte la historia. Hubo también una ocasión cuando en una inspección de viernes, el Almirante ordeno muy serio que arrojen al mar las prendas antirreglamentarias del camarote del Teniente Segundo Enrique Palacios; no fue mas que una broma pues Enrique poseía fortuna de familia, y además de renunciar a su sueldo, aportaba una importante suma para el mantenimiento del buque. además era sabido que el era el alma de la cámara de oficiales; sus bromas daban un aire festivo al Monitor y con que ganas rieron todos cuando le puso al Almirante un apodo en la pizarra de liberación de la cámara. Nunca hubo deseo de tomar medidas disciplinarias contra el simpático Enrique, quien en sus bromas llego hasta a escribir en el riguroso y oficial Diario de Bitácora del Monitor algo como "... y en estas condiciones entrego la guardia a Cansequito". Perfectamente enterado estaba el Comandante Grau que el disciplinado y serio Teniente Segundo Fermín Diez Canseco era el blanco perfecto de sus bromas; y que hubiera sido del monitor, si no fuera por Fermín, que se arrojo al mar aquella noche en Arica, cuando se intento torpedear a la "Magallanes" y el torpedo fallo y se volvió contra el monitor. Fermín cabalgo sobre el torpedo Lay hasta que logro controlarlo e izarlo de regreso abordo. Ojala hubiera tenido ocasión el Comandante Grau de ver a Enrique Palacios, heroico en el puente del Huáscar, como uno de los que lo sucedieron en el comando, con la mandíbula sujeta con imperdibles y 18 heridas en el cuerpo, pero el, sentado en una silla continuo el combate hasta perder el sentido. Y aquella otra ocasión cuando antes del zarpe, lo buco en el muelle la abuelita del Grumete Medina; le imploro que lo deje en tierra en atención a sus 15 tiernos años. Que orgullo le dio cuando Alberto Medina declaro en posición de atención: "donde usted vaya Comandante, ahí iré yo", y despidió a su abuela con un cariñoso beso en la frente mientras le decía: "no se preocupe mi negra que con el Comandante Grau estamos seguros, lo seguiríamos hasta el fin del mundo". En otra ocasión, el Comandante Grau fue en comisión a Inglaterra como Segundo del vapor "General Lerzundi"; le toco ver en gradas la construcción del "Huáscar"; algo le llamo la atención de el, y en ese momento supo que su destino estaría por siempre ligado al de ese buque. Converso de sus revolucionarias características con su diseñador el ingeniero Cowper Coles y desde entonces supo como le sacaría el máximo provecho. Esa comisión le dio 2 amigos de por vida, el Comandante de su buque Don Aurelio García y García, y el monitor "Huáscar" Era frecuente, cuando en la fría soledad de su camarote que habito durante 7 años y 11 meses, en las noches de preocupación se encomendaba a su patrona Santa Rosa de Lima, cuya imagen que le había obsequiado su muy amigo y confesor, Monseñor José Antonio Roca y Boloña, tenia en la cabecera de su litera; sabia que había que encomendar el alma al Señor, pues no era suficiente el acero para encomendarle el cuerpo. Y como no recordar aquel 12 de abril de 1867, el día mas feliz de su vida, cuando llevo al altar de la parroquia del Sagrario de Lima su amada Dolores, una criatura con el alma tan blanca como su vestido de novia que lleno su vida y amo hasta el ultimo día de su existencia. Para colmo de felicidad atestiguaron su matrimonio sus amigos los otros 3 ases de la Marina de Guerra, Lizardo Montero, Aurelio García y García y Manuel Ferreyros. Y es también de recordar como le peso al Almirante escribir la carta a la viuda del Comandante Prat, lo supero, pues lo considero un deber de caballero darle el mismo la noticia y remitirle las reliquias; pero nosotros sabemos que la carta que mas lo emociono escribir ese día, fue la que envío a su amigo comunicándole el fallecimiento heroico de su hijo, el Teniente Segundo Jorge Velarde, en su puesto de combate, en las teleras de señales del monitor, durante el combate de Iquique. Fue también memorable aquel 6 de julio en que el Comandante Grau desayuno con su familia las natillas y cachangas que le había preparado con tanto cariño su hermana Dolores, la esposa del Coronel Manuel Gómez. Se las sirvió con más esmero que nunca su cocinero el chino Francisco. Luego se despidió amorosamente de su familia y salio hacia el Callao acompañado de su fiel y riguroso ayudante, el Teniente Primero Diego Ferre, quien lo recogió en un coche de la Comandancia General de la Marina. Vestía orgulloso la levita que Dolores había escobillado por horas con tanto amor, y como de costumbre le pidió no ponerle las condecoraciones, pues las consideraba una vanidad por el solo cumplimiento del deber. Al llegar al muelle dársena, donde estaba amarrado el monitor, vio en las puertas a los cientos de voluntarios que querían embarcarse para acompañarlo al sur. Luego al zarpar, pudo ver a los chalacos que desde el muelle de guerra lanzaban cohetes al aire y después de cada explosión gritaban ¡Callao! mientras los buques fondeados en la bahía se empavesaban y tocaban sus pitos en señal de despedida. Como se hubiera emocionado si hubiera sabido que nunca volvería a casa. Y aquella otra ocasión, cuando en una incursión que efectúo el monitor en Pisagua, un proyectil de cañón chileno paso por la cara de su Segundo, el Comandante Ezequiel Otoya, y le hizo volar la gorra. Como se rió viendo la cara de sorpresa de su amigo y el empeño con que busco la gorra que nunca encontró. Corta fue la carcajada por que el siguiente disparo lleno de metralla la chimenea y tuvo que protegerse dentro del blindaje del puente de comando. Y como no recordar con que alegría marinera, si no familiar, paso su ultimo cumpleaños; el Huáscar estaba fondeado en Arica y ese día llego el ascenso a Capitán de Navío de su gran amigo Ezequiel Otoya y su nombramiento del vapor "Chalaco"; y por la tarde se presento abordo su relevo, su viejo amigo Elías Aguirre, chiclayano simpático, de profundos ojos azules, famoso por sus excepcionales cualidades marineras. Y esa otra oportunidad, cuando durante el bloqueo de Iquique, el ingeniero explosivista Pedro Arancibia, que se encontraba temporalmente embarcado, propuso aventurar minas flotantes contra los buques chilenos. Gervasio Santillana propuso un bonito bote a la deriva lleno de víveres frescos. Muchas verduras dijo Diez Canseco. No olviden unas ricas naranjas dijo Ferre. Unas barricas de vino recomendó Palacios. Cebollas tan importantes en un buque dijo Melitón Rodríguez. Un par de gallinitas propuso Pedro Garezon. Santiago Tavara dijo "Me voy a descansar a mi camarote por que ya no se si están planeando un torpedo o un almuerzo". La carcajada fue general y el Comandante del buque se regocijo al observar la alta moral que reinaba en su dotación. Bueno, basta de recuerdos sentimentales y volvamos a lo nuestro. Llego el momento de zarpar al sur, "si mi nave no vuelve triunfante, tampoco yo volveré" había declarado a la prensa y ordeno como era su costumbre "larga trinquete en nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y espíritu Santo, El Señor oriente nuestro rumbo, nos guíe a buen puerto y nos haga regresar al hogar"; y actué en consecuencia; forzó bloqueos, bombardeo puertos, capturo transportes, puso en jaque a la escuadra enemiga; y el Perú entero puso sus esperanzas en Grau. El cuelo como el mundo supieron del estupor de sus andanzas, y nunca el palpitar de su gente fue mas fuerte y mas Perú. El Huáscar fue el fantasma y la peor pesadilla de la marina chilena y de las guarniciones de los puertos desde Tocopilla hasta Coquimbo. Pero el destino le tenia preparado un escenario, como pocos han tenido; y es así como al amanecer de ese 8 de octubre se interrumpió el diario de bitácora del monitor, pues llego allí donde los vientos de los 4 puntos de la rosa se dan cita, las olas se retuercen torturadas por las hélices y claman piedad invocando a Dios mientras desafían el tronar de la pólvora, cuando los navíos guerreros, cual sensual procesión, claman a través de los siglos aquella aurea pompa en que Almirantes, Capitanes, Maeses, Contramaestres, Condestables, Calafates y Grumetes desfilan en un auto de inquisición. En este momento supremo se dio la orden, y el clarín con su metálica voz llamo a la tripulación a Zafarrancho y los tambores de los infantes de marina redoblaron en cubierta llamando a rebato. A las 0950 horas sonó un estampido de cañón y un puntual y empedernido proyectil, deslabono su trayectoria en gotas de disgusto por la súbita anarquía de su ojiva que chirrío al morder el blindaje del monitor, logrando que los olores oceánicos sustituyan el hedor de la sangre desintegrada. La bruma cubrió con su manto de silencio el mar, y hasta el cielo, queriendo aunarse al dolor de los peruanos, se vistió de luto con negros nubarrones de tragedia. Los cúmulos fueron su carroza, la brisa sus corceles y cada alga del mar fue un laurel en su memoria. Almirante del Huscar, el sacrificio de los peruanos de Angamos, es por toda la eternidad, blasón que exige con la emulación, la grandeza de sus hijos, los marinos del Perú. Su postrer comportamiento es un texto clásico, singular, aislado y único para la educación de las generaciones sucesivas, en la belleza heroica del espíritu humano, y la concepción de la gloria e inmortalidad. Angamos fue la esperanza resucitada, la profecía hecha milagro, buques que se lanzaron empós de su destino con su quijotesco espolón, poseídos de victoria, en una carga de optimismo. Escuadra de esperanza, combate cercano, trueno de cañón, voces de guerra y lamento de heridos. Naves de combate que describieron caprichosas estelas, locos de brío y espuma. Sucumbió el Almirante del Perú, rodeado de 204 hijos predilectos de la patria, que fueron capaces de hacerse a la mar, altar más grande que natura ha erigido en su nombre, con el alma desnuda y el rostro al viento, dispuestos a arrancar salvas de emoción al dios Marte. Una antigua canción marinera dice: "yo canto a mis compañeros que yacen en el fondo de los océanos, por que no florecen las rosas en la tumba del marino, ni los lirios en las olas del mar; tan solo nos canta el raudo vuelo de las gaviotas y las lagrimas que en un muelle lejano derrama la esposa amada". Por eso cuando pasamos por Punta Angamos, notamos brisas lejanas que nos vienen del tiempo, y sentimos su presencia en la casa del eterno, allí donde solo se penetra a través de la bruma del amanecer, el vuelo de las gaviotas y el canto del mar. Ya lo dijo el poeta: "Hay una tumba sin cruces en Punta Angamos, un recuerdo de luz que un puñado de marinos erigió por siempre para gloria de su patria". Gracias Almirante por darnos su imagen para adornar nuestras monedas, billetes, libros, monumentos y estandartes. Gracias por su efigie que preside la cripta de la Escuela Naval, donde los jóvenes lobos de mar velan sus espadas la noche previa a su graduación, usando la propia espada que portaba en Angamos, para apoyar las suyas, luego de una misa solemne en la que se encomiendan al Señor del Mar y a la Virgen Stella Maris, para ser dignos de seguir su ejemplo. Hoy nos felicitamos Señor Almirante, por saber que desde la diestra del Padre, observa en la bahía chalaca las naves que no tuvo, las tripulaciones que le faltaron cuando tuvo que suplir con su grandeza las carencias materiales. Los tripulantes de esa Fuerza Naval nos acompañan a todos los peruanos a elevarle una oración para decirle siempre: "Tu eras la patria sobre el mar; bajo el cielo, y mas allá del horizonte..."