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Derribando bolos, derribando dudas
por Rick Bowers
Volumen 16 · Número 6 · Noviembre/Diciembre 2006
Traducción al español: The BilCom Group
inMotion Volume 16 · Issue 6 · November/December 2006: Knocking Down Pins, Knocking
Down Doubts
English Version is available in Library Catalog
“Jugar a los bolos es divertido”, afirma Martin Frost,
que tiene una amputación por encima de la rodilla
izquierda y una desarticulación de cadera derecha. “Si
no pudiera divertirme, no jugaría. Me brinda la
oportunidad de conocer a muchas personas con
amputaciones y otras discapacidades”.
Frost, que ahora tiene 67 años, perdió ambas piernas
por culpa de un proyectil antitanque de 40 mm en julio
de 1984, cuando pasaba un fin de semana de diversión
en el sur de California, a unas 20 millas (32 km) de
una base de la Marina.
“Uno de mis amigos estaba disparando a unas latas y
había una vieja unidad antitanque complementaria que
no sabíamos que estaba allí”, explica Frost. “Estaba enterrada aproximadamente a un metro de
profundidad, donde no podía verse, y a unos 125 pies (38 m) de mí. Cuando mi amigo disparó
accidentalmente, explotó y yo… simplemente estaba en el lugar equivocado, en el momento
equivocado”.
Frost empezó a jugar a los bolos en 1960, y era algo que disfrutaba y quería volver a hacer
cuando dejó el hospital en octubre de 1984. Muchas cosas han pasado desde entonces.
Cuando sufrió el accidente, tenía un promedio de 190 como jugador de bolos de pie y, hace
solo unos años, pudo lograr el mismo promedio en una silla de ruedas.
Frost, que ahora es miembro de la junta directiva de la Asociación Estadounidense de Bolos
en Silla de Ruedas (AWBA, por sus siglas en inglés, www.awba.org), juega a los bolos varias
veces en semana y participa en unos seis a diez torneos anuales que se organizan en el país.
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“Contamos con unos 400 miembros activos en la AWBA”, comenta Frost. “Si le gustaba
jugar a los bolos antes de la amputación o si ha visto a otros amputados jugar a los bolos y le
interesó un poquito, puede engancharse al juego
muy fácilmente”.
Don McElroy, de 47 años, amputado a nivel de la
cadera izquierda y jugador de bolos de pie, se lo
puede garantizar.
Empezó a jugar a los bolos por diversión cuando era
solo un niño, pero no se hizo realmente “adicto”
hasta que terminó la escuela secundaria. Desde
entonces, ha participado en ligas de todo tipo, no
solo en las de jugadores de bolos con
discapacidades.
Y hoy en día sigue haciéndolo. Esta elección, nos
cuenta, tiene mucho que ver con algunas de las
cosas que le ocurrieron cuando era niño y tenía una
pierna artificial.
Cuando tenía 7 años, su madre le apuntó a la YMCA para que aprendiera a nadar, pero la
experiencia le enseñó que hay lecciones más importantes que aprender.
“Cuando salí al área de la piscina, todo el mundo me estaba mirando porque me faltaba una
pierna. Después, este niño va y grita descaradamente: ‘¿Qué está haciendo aquí ese lisiado?’”
Eso destrozó a McElroy, y salió de allí llorando y llamando a su madre para que viniera a por
él. Sin embargo, el director convenció al joven y a su madre para que se quedara y volviera a
intentarlo.
“No sé qué hizo que volviera y lo intentara de nuevo”, comenta, “pero lo hice”.
Aunque McElroy no aprendió a nadar ese día, no se dio por vencido. Más adelante, estando en
un campamento, uno de sus amigos saltó a la piscina, y, McElroy, sin saber lo que
significaban aquellos números pintados en el lateral de la piscina, le siguió a la parte de la
piscina que tiene 5 pies (1,5 m) de profundidad y casi se ahoga. El socorrista que le salvó la
vida también se ofreció a enseñarle a nadar.
“Cuando me fui del campamento, podía atravesar la parte poco profunda de la piscina, y
cuando regresé a la Y, me apunté a clases de natación y, unos años después, a un curso de
salvamento juvenil. Ahora me siento como pez en el agua”.
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Al igual que le pasó con la natación, a McElroy le resultó más difícil jugar a los bolos que a la
mayoría de la gente. Es diestro y los jugadores diestros suelen deslizarse sobre el pie
izquierdo cuando sueltan la bola. Sin embargo, puesto que la pierna izquierda de McElroy es
artificial, tuvo que adaptarse a la extraña y difícil técnica de deslizarse sobre el pie derecho. A
pesar de ello, se negó a rendirse y siguió intentándolo.
“Si quieres hacer algo, siempre vas a tener que averiguar cómo puedes hacerlo; todo va a
depender de la fuerza interior que haya en ti”, afirma. La solución, dice, es “sencilla”:
adáptate y practica.
Obviamente, él ya sabe lo que hace falta para destacar. Este jugador de bolos, al que siempre
se quedan mirando por su extraña técnica, lanza unos juegos increíbles. Ha jugado 24 juegos
perfectos de 300 puntos, siete de 299, y ha logrado la deseada puntuación de 800 en una
misma serie en cinco ocasiones, con 837, 826, 832, 847 y 877 puntos de los 900 posibles. De
hecho, en la serie en la que puntuó 877, logró 35 plenos de los 36 de una serie perfecta.
“Cuando conseguí los 35 plenos”, nos cuenta, “todo el mundo dejó de jugar para mirarme. En
el décimo cuadro del último juego, se podría haber oído caer un alfiler. Estaba tan nervioso.
No se pueden imaginar la presión que se siente, cuando no sabes si vas a volver a tener una
oportunidad como ésa”.
Recuerda que hace años, cuando observaba a otros jugadores que sabían lo que hacían, pensó:
“Uno de estos días, voy a jugar a los bolos como ellos”. Tenía un sueño y lo hizo realidad.
“Tengo el empeño de tratar de hacer lo que puedo hacer bien”, dice, recordando sus esfuerzos
por aprender a nadar y, quizás, demostrar a otras personas y a sí mismo de lo que era capaz.
“Siempre tengo en mente intentar hacer las cosas mejor que cualquier persona físicamente
capacitada”.
Todavía hoy, McElroy cree que, si no hubiera vuelto aquel día a la piscina, cuando tenía 7
años, su vida sería radicalmente distinta.
“Con el tiempo, ese día me hizo más fuerte”, asegura. “En muchas ocasiones, he llegado a
casa enojado, pensando: ‘¿Por qué a mí? ¿Por qué no pudo pasarle a otro?’ Pero creo que, si
pudiera, no cambiaría nada. Claro, suelo preguntarme cuán bueno sería si tuviera ambas
piernas, pero, quién sabe, quizás no sería tan bueno porque no habría tenido la misma
determinación”.
Cuando juega a los bolos, sabe que la gente se le queda mirando porque su técnica parece
extraña y difícil. Quizás era más evidente hace aproximadamente seis años, cuando consiguió
un patrocinador para el torneo de la Asociación de Jugadores de Bolos Profesionales (PBA,
por sus siglas en inglés) y compitió contra otros profesionales.
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“Estaba ahí con los grandes”, comenta.
Aunque estaba nervioso y la gente le miraba, una vez vieron que sabía lo que estaba haciendo,
empezaron a tomarle en serio.
“Una vez empiezas a derribar más madera que ellos”, dice con humildad, “¡comienzan a
prestarte atención!”
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