Trabajan más y ganan menos: LAS MUJERES TRABAJAN MAS EN SUS HOGARES EN LA JORNADA NO REMUNERADA Sin el trabajo no remunerado desaparecería el cuidado de los niños, niñas, de los ancianos, los discapacitados y los enfermos. No se cubrirían las necesidades de alimentación, de limpieza, de transporte, de mantenimiento del utillaje y patrimonio inmobiliario, de gestión de los activos, de higiene y sanidad, de educación, de seguridad, de identidad. Las pensiones serían muy insuficientes, el sistema impositivo apenas cubriría las demandas sociales. Los costos de la reproducción de la fuerza de trabajo no podrían ser cubiertos por los bajos salarios, si estos fueran comprados en el mercado. En suma, también deben cubrir los servicios públicos que deberían ser brindados por el Estado. Para sobrevivir, las mujeres deben adaptar su tiempo a dobles o triples jornadas, unas mal pagadas, otras sin ningún reconocimiento. Medir cómo se "usa el tiempo" y en particular medir el "trabajo no remunerado" destaca cuatro escenarios: el de subsistencia (referido al cotidiano), el doméstico (mantenimiento del hogar), el de cuidados familiares (atención de niños, ancianos y enfermos) y el voluntario al servicio de la comunidad (participación en actividades fuera del hogar). Pese a la existencia de estos trabajos, las políticas públicas no han explicitado esta demanda en servicios que mejoren la calidad de vida de las mujeres y sus respectivas familias. SITUACIÓN DE LAS MUJERES EN EL MERCADO DE TRABAJO En las últimas décadas, producto de las sucesivas crisis económicas, las mujeres ya sea por decisión personal u obligadas por las presiones económicas, han ingresado masivamente al mercado de trabajo. La tasa de empleo de las mujeres ha aumentado, así como su participación en el total de ocupados. Las mujeres están asumiendo roles claves tanto en el proceso de desarrollo económico como en la manutención de sus propios hogares; presentan mayores niveles de instrucción y de escolaridad que el alcanzado por los hombres; y su tasa de asistencia escolar comienza a ser mayor que la de los hombres. No obstante, esta inserción no se produce en un marco de igualdad de oportunidades con los hombres ya que las mujeres se insertan al mundo del trabajo en condiciones de precariedad, inestabilidad y bajos salarios. Es decir, con muchas desventajas y al margen del nivel de instrucción que demuestren. Las mujeres ingresan al mundo laboral /público, pero los hombres no acceden al privado. De tal manera que las mujeres siguen cumpliendo con dobles y triples jornadas que dificultan su acceso y permanencia en el mercado laboral. En América Latina, si bien la tendencia se va revirtiendo paulatinamente, el mercado laboral está segmentado horizontalmente lo que significa que existe una concentración de mujeres en grupos reducidos de ocupaciones definidas como típicamente femeninas. Generalmente las mujeres trabajan, como maestras y profesoras, enfermeras, secretarias, dactilógrafas, empleadas de oficina, vendedoras de comercio y peluqueras entre otras. Además, se encuentran sobre representadas en actividades vinculadas al sector servicio de baja calificación laboral e informal, donde el servicio doméstico ocupa un lugar preponderante. Sin embargo, como se mencionó a raíz de las crisis económicas y las migraciones internacionales están obligando a que las mujeres ingresen, de manera creciente a trabajos “típicamente masculinos” como la minería y la construcción entre otros. Esto se ve reforzado por la casi inexistencia de hombres trabajando como empleados domésticos y la mayor proporción de hombres como trabajadores por cuenta propia sin local. Asimismo, se observa que el mercado laboral, sobretodo en el sector privado, al margen de la calificación y mejores niveles de rendimiento en la educación secundaria y universitaria que ostentan las mujeres, éste se encuentra segmentado verticalmente. Existe concentración de mujeres en los puestos de menor jerarquía de cada ocupación, lo cual implica puestos de trabajo mal remunerados, inestables, con poca seguridad económica y ayudas sociales escasas o inexistentes. Por lo general, las mujeres están concentradas en los grupos de ingresos bajos y medios mientras que los hombres se concentran principalmente en los grupos de ingresos medios y altos. En consecuencia, el ingreso percibido por las mujeres durante su vida activa, es en promedio 30% inferior al de los hombres. En ese contexto, los hombres son más selectivos a la hora de ingresar al mercado de trabajo. En cambio las mujeres, se auto responsabilizan por la reproducción de la fuerza de trabajo de sus hijos y, por ese “mandato” que se otorgan, ingresan a cualquier trabajo por cualquier salario. Además, debido a las pautas culturales que asignan roles femeninos y masculinos en la sociedad, que consideran el trabajo femenino como complementario del masculino y que la condición de mujer lleva aparejada el altruismo para con la familia, las mujeres que trabajan o desean trabajar viven una situación de doble responsabilidad -hogar/trabajo- que les provoca una serie de conflictos, para su desarrollo personal y profesional. Las mujeres están obligadas a realizar esfuerzos de compatibilización de las tareas domésticas con las laborales lo que incide negativamente en su disponibilidad para el trabajo, su formación profesional o la participación política y comunitaria. Por otro lado, desde los empleadores, éstos desarrollan una serie de prejuicios con relación al trabajo femenino, que entorpecen el acceso de las mujeres a los empleos. Esta actitud está sustentada en el impacto que tiene la función biológica de la maternidad y el hacerse cargo de las responsabilidades familiares sobre las responsabilidades laborales. EL USO DEL TIEMPO TAMBIÉN REFLEJA DESIGUALDADES En 1995, la Plataforma de Beijing, reconoció que “la mujer contribuye al desarrollo no sólo mediante su trabajo remunerado sino también mediante una importante labor no remunerada, a través de su participación en la producción de bienes y servicios para el mercado y el consumo de los hogares, en la agricultura, la producción de alimentos o las empresas familiares”. Si bien las mujeres de nuestra región cada día están más inmersas en el mundo laboral, éstas siguen siendo las principales responsables de las labores domésticas y del cuidado de los niños y de las personas de la tercera edad. Por supuesto, éste trabajo no es reconocido por el Estado y la sociedad ya que entra en las condiciones “inherentes al ser mujer”. Como resultado, en los últimos años varios organismos internacionales e instituciones nacionales han desarrollado propuestas metodológicas e instrumentos que nos permiten hacer visibles las desigualdades de género a través del cálculo del uso del tiempo y la medición y valoración económica del trabajo no-remunerado en los hogares, así como la contribución de este trabajo a la economía nacional. Los resultados de estos estudios consolidaron un avance significativo de la temática, puesto que colocó a nivel de debate conceptual el peso y las implicancias de las horas de trabajo que se producen fuera del trabajo remunerado y que contribuyen al bienestar social y familiar. Medir cómo se "usa el tiempo" y en particular medir el "trabajo no remunerado" destaca cuatro escenarios: el de subsistencia (referido al cotidiano), el doméstico (mantenimiento del hogar), el de cuidados familiares (atención de niños, ancianos y enfermos) y el voluntario al servicio de la comunidad (participación en actividades fuera del hogar). Pese a la existencia de estos trabajos, las políticas públicas no han explicitado esta demanda en servicios que mejoren la calidad de vida de las mujeres y sus respectivas familias. LAS MUJERES TRABAJAN MÁS... Independientemente de que vivan en países industrializados o en desarrollo, o en entornos rurales o urbanos, por lo general las mujeres trabajan más horas que los hombres. A pesar de que son escasos los datos acerca de cómo las personas emplean su tiempo, las mujeres trabajan en total entre 60 y 90 horas a la semana, otros sondeos realizados sobre el uso del tiempo revelan que en la mayoría de los países en desarrollo de Asia, América Latina y África, las horas que las mujeres dedican al trabajo superan, a veces por un amplio margen, a las que dedican los hombres. Ello por que tampoco en los países desarrollados se ha resuelto la llamada “economía del cuidado” que sigue estando bajo responsabilidad de las mujeres, sean éstas nacionales o migrantes del tercer mundo. Las tendencias generales muestran que las mujeres dedican aproximadamente dos terceras partes de su tiempo (70%), contra un 30% del tiempo destinado por los hombres, al trabajo no remunerado en el hogar y cuidados familiares con lo cual invierten mucho menos tiempo en trabajos remunerados. Las mujeres son el 90% de las responsables de las tareas del hogar. Generalmente son las más pobres y las más jóvenes con hijos las que deben dedicar más tiempo a los trabajos no remunerados. Esto afecta el desarrollo de las capacidades de las mujeres en lo personal (formación, descanso, etc.) y su participación social y política. (Aguirre y otros) Diversos estudios ratifican que en las áreas urbanas de 15 países de América Latina, una entre cada cuatro mujeres tiene como principal actividad el trabajo doméstico no remunerado y el cuidado de los niños, niñas, ancianos y enfermos; mientras que para los hombres la relación es de uno entre cada 200. Además, estos datos esconden otra realidad y es aquella que las mujeres además de las actividades señaladas anteriormente, simultáneamente, realizan tareas o servicios que venden desde el hogar como hilar, tejer, lavar ropa a domicilio, cuidado de animales, etc. En los países industrializados, la disparidad entre los géneros en relación con la carga total de trabajo es menos acentuada que en los países en desarrollo y en ningún momento llega a revertirse. Además, Los hombres asumen la responsabilidad del trabajo doméstico al culminar su etapa en la que el mercado laboral mejor lo acepta para las actividades pagas, mientras que en el caso de las mujeres es a la inversa: tienen la responsabilidad del hogar y de todas sus tareas en su mejor edad para la actividad laboral pagada. Según una encuesta sobre uso del tiempo del Instituto Nacional de Estadística de Uruguay, se observó que a través del estado civil de las personas, es notorio que cuando el hombre es soltero se hace cargo de las tareas del hogar, dedicándole tres veces más tiempo que la mujer en iguales condiciones (26,7 horas contra 8,6), pero cuando éste es casado, le destinará sólo dos terceras partes del tiempo que le insume a la mujer casada. Asimismo, Al analizar el promedio de horas semanales destinadas al trabajo no remunerado según el sexo, resulta que en las parejas con al menos un hijo menor de 18 años, las mujeres trabajan más: 62,5 horas semanales contra 45,8 los hombres. Los hombres que viven en pareja con una mujer realizan menos de la mitad del trabajo no remunerado que hacen los hombres que viven solos, y las 26 horas semanales que se ahorran recaen sobre las mujeres. En consecuencia, las mujeres que viven en pareja ven incrementado su trabajo en 26 horas en relación al trabajo que tienen si vivieran solas. La existencia de un hijo supone para la mujer un incremento de 16 horas semanales si trabaja en una ocupación remunerada y de 23 si no lo hace. Es en el cuidado de niñas y niños donde las mujeres logran menor colaboración: darles de comer, bañarlos, llevarlos al colegio y ayudarlos con los deberes. En cambio, hay más participación de los hombres en jugar con ellos en la casa y llevarlos de paseo (INE Uruguay). La situación más grave se da en los hogares biparentales en el que ambos adultos tienen trabajos remunerados. Mujeres uruguayas trabajando a jornada completa realizan un promedio de 46 horas de trabajo no remunerado, mientras que cónyuges hombres en esa situación destinan sólo 20, esto pone de manifiesto las dificultades que se les plantean a esas mujeres para participar de ambos trabajos simultáneamente. LOS DESAFÍOS En general, esta labor no se suele medir en términos cuantitativos y no se valora en las cuentas nacionales. De modo que la contribución de la mujer al desarrollo se ve seriamente subestimada y, por consiguiente, su reconocimiento social es limitado. El lograr su plena visibilidad del tipo, el alcance y la distribución de las labores no remuneradas contribuirá también a que se compartan mejor las responsabilidades y se propongan acciones destinadas a cambios en la cultura patriarcal. Aunque durante las últimas décadas se lograron importantes avances en lo que se refiere a la incorporación de las mujeres al mercado laboral, éstas todavía presentan índices mayores de desocupación que los hombres. Todavía se deben mejorar las condiciones en que trabajan, reconocer y valorizar el trabajo no remunerado que realizan, erradicar las leyes y modificar leyes que las discriminan, promover y crear otras que las favorezcan y prestar ayudas para el cuidado de sus hijos. Existen fundamentalmente tres factores a ser tomados en cuenta para lograr un mínimo de equidad de género en lo que respecta al trabajo no remunerado. • • • En primer lugar, equilibrar la división sexual del trabajo para nivelar las oportunidades de mujeres y hombres. Alcanzar la democracia en casa es inherente a la democracia de las sociedades, ello implica una fuerte transformación cultural al interior de los hogares, de la sociedad y del Estado. En segundo lugar, es importante que el Estado reconozca y visibilice el aporte económico que realizan las mujeres al mercado del trabajo, a la producción y al Producto Interno Bruto (PIB) a través de su trabajo no remunerado. El Estado al incorporar el trabajo no remunerado femenino en todos los presupuestos públicos, puede entre otras acciones, proveer suficientes servicios e infraestructura para salud o agua, ya que las mujeres en particular las más pobres- se ven obligadas a resolver las carencias asumiendo más trabajo no remunerado. Finalmente, con el fin de incorporar la igualdad de oportunidades y trato entre hombres y mujeres en el mundo de la producción y del trabajo, las políticas laborales de Estado deben favorecer el mejoramiento de la empleabilidad de las mujeres y su incorporación al mercado de trabajo, implantando igualdad de oportunidades o acciones afirmativas a través de su capacitación y formación profesional. La Unidad Mujer y Desarrollo de la CEPAL está recogiendo información de los países que tienen elaborados estudios acerca del uso del tiempo de las mujeres para profundizar los diferentes análisis y facilitar información como herramienta al diseño de políticas públicas. ¿Por qué es necesario hablar del trabajo no remunerado? 1 1.- Para aclararlo. Mientras el trabajo remunerado tiene sus especialistas, su legislación, sus defensores, sus intérpretes, su jurisprudencia, sus historiadores, sus asociaciones, sus convenios a nivel temático, local e incluso internacional, el trabajo no remunerado carece de todo ello. Es el trabajo invisible, desconocido, abandonado a la tradición, la informalidad y a los contratos implícitos. 2.- Porque es mucho, si apenas tuviera importancia numérica tal vez podría justificarse que no hablásemos de él; pero el trabajo no remunerado consume, según varias encuestas sobre uso del tiempo, el doble de horas anuales que el trabajo remunerado. Por cada hora trabajada y pagada, se trabajan otras dos horas no remuneradas. 3.- Porque se distribuye desigualmente. Según las encuestas de uso del tiempo, en países como España las mujeres hacen el 29% del trabajo no remunerado (medido en horas anuales trabajadas) y el 80% del trabajo no remunerado. De continuar así, las mujeres no podrán lograr un acceso igualitario al trabajo remunerado y, menos, una promoción en el trabajo remunerado. 4.- Para valorarlo adecuadamente. Para saber quién hace qué, por qué, durante cuánto tiempo, a cambio de qué. Para saber cual es la aportación de los trabajadores no remunerados al bienestar colectivo y al bienestar individual y familiar. 5.- Para incorporarlo a las políticas públicas y a la vida cotidiana. 2 ALGUNOS CONCEPTOS SOBRE LA RELACIÓN GÉNERO, TRABAJO Y EMPLEO : División sexual del trabajo: Significa la separación supuestamente "natural" de ámbitos específicos de trabajo para hombres y mujeres. En el caso de las mujeres, la identificación entre maternidad biológica y maternidad social, opera como mecanismo de legitimación para la asignación del trabajo doméstico como pertinente a su género. Trabajo doméstico son aquellas actividades que resuelven todo lo relativo a la reproducción de la fuerza de trabajo y el funcionamiento de la sociedad: alimentación, higiene, cuidado de los niños y ancianos, atención de la salud del grupo familiar. Este trabajo por ser realizado fuera del sistema del mercado no es valorado ni remunerado, no aparece en las estadísticas de empleo y es invisibilizado. Doble jornada: Alude al doble trabajo que realiza la mujer. El trabajo doméstico no remunerado y socialmente invisibilizado y el trabajo remunerado que realiza fuera de la casa. Estereotipos laborales: Es la tipificación en el ámbito del trabajo de ciertas ocupaciones como femeninas y otras masculinas. En general los trabajos que desarrollan las mujeres están concentrados mayoritariamente en el sector de prestación de servicios: salud, educación y servicios a la comunidad. La socialización de las mujeres para las actividades reproductivas (educación y crianza de los niños /niñas, cuidado de los ancianos /as, preparación de los alimentos, cuidado de la salud del grupo familiar) posibilita a las mismas una mayor habilidad para las profesiones más cercanas a su rol doméstico. 1 2 www.euskonews.com Serie Pasos y Vuelos N°3. Consejo Nacional de la Mujer. (Buenos Aires 1994) Género "Un pacto entre Iguales" Organización Internacional del Trabajo (OIT) (Ginebra 2000). Las normas internacionales del trabajo y las trabajadoras. Bloque informático. Organización Internacional del Trabajo OIT (Ginebra 1994). Discriminación: Toda distinción, exclusión o preferencia basada en motivos como la raza, el color de la piel, el sexo, la religión, las opiniones políticas, la ascendencia nacional, el origen social u otros criterios designados, que anulen o menoscaben la igualdad de oportunidades y de trato en el empleo o la ocupación. Discriminación laboral de género: Se refiere a las restricciones, exclusiones y/o distinciones basadas en las relaciones de género que operan en el mundo del trabajo. La existencia de la discriminación laboral de las mujeres se evidencia en el menor reconocimiento salarial de las actividades mayoritariamente realizadas por ellas, menor prestigio social de las mismas, mayores obstáculos para su inserción en el mercado de trabajo y de ascenso en la carrera profesional y menor acceso a la capacitación profesional. Acción positiva: Toda forma de incentivos especiales, formación o ventajas para superar la discriminación. ALGUNOS CONVENIOS DE LA ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO (OIT) DE ESPECIAL INTERES PARA LAS TRABAJADORAS 100 - Igualdad de remuneración C. 111 - Discriminación (empleo y ocupación) C. 156 - Trabajadores con Responsabilidades Familiares C. 3 - Protección de la maternidad C.103 - Protección de la maternidad (revisa el Convenio C. 3)