El Anteproyecto Penal de la República Argentina

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El Anteproyecto Penal de la República
Argentina: un modelo para exportar
Por Juan Bustos Ramírez
Los procesos de reforma legislativa están supeditados a un gran
numero de complejidades —no sólo hoy—, acentuadas por la
desorientación de orden político criminal en las sucesivas reformas
que se observan a nivel comparado, que ha quedado en evidencia el
último tiempo. Una serie de razones abundan en la materia, de orden
político y social que exceden las posibilidades de este análisis.
En la historia de la legislación penal argentina a partir de la
Constitución Nacional, el Código Tejedor y, especialmente, del Código
Penal de 1921, base de la elaboración dogmática argentina, son
innumerables los proyectos de reforma que han pretendido
reformular las normas y orientaciones allí contenidas. Lo anterior, no
sin que en varias oportunidades la ideas de adecuación se configuran
a partir de cambios o trastornos de orden político y en otras
(enhorabuena!) a las necesidades político criminales de una sociedad
avanzada y en pleno uso de las facultades del estado democrático de
derecho.
Es en este contexto, que hemos querido realizar unas breves
reflexiones respecto al anteproyecto de actualización y de reforma
que se presentara a la consideración pública, y cuya labor técnica ha
sido llevada a cabo magistralmente bajo la dirección del profesor Dr.
David Baigún.
Los lineamientos generales que se efectúan en su primera disposición
hacen una expresa mención a los principios de orden político criminal
que se recogen y regulan, haciendo singular consideración de la
legalidad, lesividad, culpabilidad, proporcionalidad y humanidad,
todos reconocidos a nivel doctrinal y de consagración supranacional
mediante diversos instrumentos internacionales. Lo anterior significa,
especialmente, la adecuación de las normas punitivas a la Convención
Americana de Derechos Humanos. En este orden, muy acertadas
aparecen las facultades al juez para disminuir la pena o prescindir de
ésta, en casos de insignificancia (art. 9), así como también los
mecanismos de compensación de la prisión preventiva (art. 10),
objeto de varios pronunciamientos en nuestro orden jurídico
interamericano. Otro aspecto interesante, es la decidida posición de
considerar al derecho procesal penal como inseparable de su fuente
material, de ahí que se propone regular todo lo relativo al ejercicio de
acciones, en el código punitivo.
La parte general que se propone se adecua a los parámetros de un
código racional con una clara inspiración liberal y democrática, y así
lo ratifica la consagración de los principios de legalidad y sus
derivaciones. En cuanto a la teoría de la pena, se orienta al
establecimiento de un régimen de prisión, multa e inhabilitación como
penas principales, limitadas temporalmente en veinticinco años y
excepcionalmente ante crímenes contra la humanidad en treinta
años. A la par de estas, se configura un sistema de alternativas a las
penas (art. 18) que recoge gran parte de las propuestas doctrinarias
en la materia. Especial referencia merece la consagración del trabajo
a favor de la comunidad, la multa reparatoria y las instrucciones
judiciales. En cuanto al sistema determinación de la pena adoptado
por el proyecto (art. 8) aparece como una mención digna de elogios
la especial atención a los motivos que impulsaron al sujeto
responsable a delinquir, especialmente la miseria o la dificultad de
ganarse el sustento propio necesario y el de los suyos, así como
también los propósitos discriminatorios.
Comentario aparte es que el proyecto, siguiendo una corriente en
aumento en la órbita comparada, adopta sanciones concretas en
relación a las personas jurídicas, exigiendo —eso sí— que haya tenido
la oportunidad de ejercer su derecho a la defensa en el proceso (art.
67), con lo cual entonces implícitamente se plantea la necesidad de
una dogmática penal respecto de las personas jurídicas, pues de otra
manera no podría ejercer efectivamente su derecho a la defensa.
En cuanto a la extinción de la responsabilidad penal es importante
destacar, conforme a las necesidades de justicia que bien conoce el
mundo y nuestras realidades, que la amnistía procede salvo en los
delitos de genocidio, tortura prevista en instrumentos internacionales
de derechos humanos y desaparición forzada de personas. Igual
disposición se establece respecto de la prescripción.
Ya en la parte especial, el proyecto asume una adecuada ordenación
de los bienes jurídicos, objeto de los delitos en particular, y de esta
manera se parte con los delitos contra la Humanidad. Luego se sigue
con los delitos contra la persona, entre los cuales extrañamente se
sigue contemplando el delito de parricidio, si bien se establece que el
juez frente a circunstancias extraordinarias puede aplicar la misma
pena que el homicidio. Es de destacar que en el caso del homicidio
por piedad y a pedido el juez ante circunstancias particulares puede
llegar a eximir totalmente de pena. Se establece la no punibilidad del
aborto practicado con el consentimiento de la mujer dentro de los
tres meses contados desde la concepción.
Es importante destacar que se contemplan dentro del Código Penal
los delitos cambiarios, tributarios, aduaneros, los fraudes al comercio
y a la industria, los delitos de desabastecimiento, contra la
competencia (1), contra el medio ambiente. Con ello se aplica una
buena técnica legislativa, en el sentido de no dejar estas materias a
leyes especiales con regulaciones ajenas a los principios básicos del
derecho penal.
En suma, se está en presencia de un código penal moderno, que si
bien hace algunas concesiones a la tradición, no por eso se deja de
lado los principios garantistas del sistema penal. Es por eso un
proyecto que ciertamente es un excelente modelo para las diferentes
reformas que se inicien en nuestros países latinoamericanos.
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