Tema 8_La Soberania del estado

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VIII La Soberanía del Estado
La amplitud de los fines que persigue y la eficacia de los medios que emplea, le dan al Estado el carácter de
una sociedad total. De aquí se desprende que su autoridad es superior a la de cualquier otro individuo o
agrupación que pueda existir en su interior. Esto quiere decir que el poder del Estado es supremo o como se le
ha llamado históricamente soberano.
La soberanía supone la existencia de otros poderes sociales jerárquicamente organizados -ya privados ya
públicos– de los cuales el Estado es el supremo e inapelable. (Por ejemplo: Una Sociedad Anónima,
Universidades, Partido Político, todos subordinados al poder del Estado).
El poder del Estado no tiene a ningún otro por encima de él, por eso se le llama Soberano (de summa
potestas). No es un simple poder superior con respecto a otros poderes inferiores sino que en la escala
jerárquica ocupa el puesto más alto. Hay una relación de Supra ordenación, frente a la cual todos los demás
poderes aparecen como subordinados.
Esto no quiere decir que se trate, claro está, de un poder absoluto omnímodo, puesto que está limitado por la
norma básica del bien público temporal.
En la teoría del Estado moderno, -que es fundamentalmente, un Estado de Derecho- la soberanía es un poder
legítimo, sometido al imperio de las normas jurídicas. Pero en su género (y en acatamiento de la ley natural y
de las leyes positivas) el poder del Estado es supremo.
Esta supremacía –soberanía- mira esencialmente al orden interno del Estado. Es en el interior del Estado y en
relación con los individuos y grupos que integran la población del mismo, en donde se ejercita el poder
soberano. Sólo ahí tienen lugar esas relaciones de subordinación y supra ordenación. Entre los poderes
sociales y el poder político. Pero aún cuando muchas veces se habla de soberanía exterior del Estado, en sus
relaciones con los demás miembros de la organización internacional, en realidad no se está aludiendo sino a
su derecho a la autodeterminación, a su independencia. Querer ampliar el término soberanía en el terreno de
las relaciones internacionales sería totalmente indebido y contrario al sistema de igualdad jurídica que debe
existir entre todos los Estados.
El concepto de soberanía como lo hemos caracterizado en párrafos anteriores, fue ciertamente desconocido
para los antiguos (Antiguo Oriente, Grecia, y Roma) donde se ignoró la idea de un poder que, con respecto a
otros de índole semejante ocupase un lugar supremo. Para ellos no había más que un sólo poder que
englobaba a todos los demás y con respecto al cual no se podían hacer comparaciones (los griegos conocieron
el concepto de autarquía pero no el de una autoridad soberana).
Fue con el Cristianismo que surgió en la vida social un nuevo poder, el de la Iglesia, para que así el Poder del
Estado tuviera un antagonista y pudiera establecerse una comparación entre los dos. Y se planteara una
controversia acerca de la supremacía ¿Cuál de los dos era superior? ¿Cuál debía quedar subordinado al otro?
(Gran polémica de la Edad Media).
Ya bien entrada la Edad Moderna y bajo el signo del absolutismo de los reyes de Francia (que habían salido
vencedores en las controversias contra el Papa y el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico) recibió
la noción de soberanía su mejor caracterización conceptual de parte de Juan Bodino quien deseoso de
fortalecer el poder absoluto del rey de Francia elaboró un tratado muy completo de derecho político en el que
quedaron claramente delimitadas las nociones de Estado y Soberanía.
Bodino define a la soberanía como “El poder absoluto y perpetuo de un Estado” es poder absoluto dice
Bodino, “aquel que no tiene que someterse a otro”; “Perpetuo“significa toda la vida de aquel que tiene el
poder y agrega que “el príncipe no está obligado por la ley de sus predecesores y mucho menos por sus
propias leyes y ordenanzas”.
Para Bodino la soberanía además de ser un poder legalmente supremo y perpetuo, es indivisible,
imprescriptible e inalienable.
Para Bodino es oficio del soberano dictar las leyes. Él queda, por tanto, por encima de ellas y no está sometido
a sus prescripciones. Pero esto no significa que el poder soberano sea omnímodo ilimitado. Sólo que los límites
de la soberanía son más bien principios morales y de Derecho Natural. Son la ley divina y natural y las leyes
fundamentales del reino.
Desde la época de Bodino hasta finales del siglo XVIII va sufriendo la idea de soberanía una transformación
que lo va llevando de lo político a lo jurídico (el absolutismo decae por influjo de la revolución francesa).
Es un lugar común señalar como origen inmediato de la soberanía popular el pensamiento de autores como
Montesquieu, Voltaire, Rousseau y los enciclopedistas francesas del siglo XVIII lo cual no es correcto ya que
desde el siglo XV autores como Juan de Mariana y Johannes Althusius sostienen que la soberanía nace en el
pueblo y pertenece al conjunto de los miembros de la asociación, razón por la cual los gobernantes sólo
ejercitan la soberanía por delegación del pueblo, como simples poseedores que están sometidos al pueblo y
pueden ser depuestos por el mismo.
En el mismo sentido hablan los teólogos juristas del siglo de oro español Vitoria, Suárez, Fox Morcillo,
etcétera. Quienes siguiendo la tradición de Aristóteles y Santo Tomás ven a la sociedad civil y política no como
algo artificial sino como producto de la sociabilidad que lleva a los hombres a convivir con sus semejantes.
Para ellos la autoridad deviene de Dios y reside originalmente en la comunidad que la delega al gobernante
para su ejercicio.
El absolutismo monárquico encontró grandes defensores en autores como Hobbes y Hugo Groccio. Para
quienes se requiere de un Estado fuerte destinando a defender y proteger a los hombres de esta manera la
soberanía nace con carácter de absoluto el cual no tiene límites legítimos.
Para Locke la soberanía del Estado está sujeta a un doble límite: uno objetivo que es el del fin mismo que
persigue todo cuanto hace ha de hacerlo para la paz, la seguridad y el bien público del pueblo y otro político
por su naturaleza de poder representativo. La soberanía verdadera se la reserva el pueblo y por ello mismo la
comunidad conserva a perpetuidad, “un poder supremo de libertarse de los intentos y de los designios de toda
clase de personas, aun de sus legisladores si actuaren en contra de las libertades y los bienes del súbdito”.
La soberanía debe entrar en los cauces que señala el bien público temporal fuera de los cuales pierde todo su
significado y su valor. La soberanía está natural y sustancialmente limitada por su adscripción a un orden de
valores éticos fundamentales que rigen la vida política de los hombres.
A decir de Herman Heller, sólo el Estado Federal es el único verdaderamente soberano y digno de llamarse
Estado ya que la característica o cualidad esencial del Estado es la soberanía, entendida ésta como la cualidad
de crear libremente su derecho y con él su estructura política sin intervención de ninguna otra autoridad pero
de tal suerte que se mantengan incólumes los ideales de justicia a fin de que la relación de dominación no se
convierta en un régimen de poder arbitrario.
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