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LAS CARTAS DEL BEATO AURELIO BOIX COSIALS,
MONJE BENEDICTINO DE EL PUEYO DE BARBASTRO,
MÁRTIR A LOS 21 AÑOS DE EDAD
1
Joven de un rostro sereno que llama la atención, nació en Pueyo de Marguillén,
(Huesca) el 2 de septiembre de 1914. Vistió el hábito benedictino en el monasterio
entonces existente de Nuestra Señora de El Pueyo, junto a Barbastro, el 12 de octubre
de 1929; profesó sus votos temporales el 15 de octubre de 1930 y los solemnes el 11 de
julio de 1936. Estudió en el Pontificio Ateneo de San Anselmo que la Orden de San
Benito tiene en Roma. Junto con otros 17 monjes de su comunidad de El Pueyo, fue
apresado por los milicianos frentepopulistas y asesinado el 28 de agosto de 1936. Igual
que sus compañeros, perdonó a los verdugos y marchó hacia la muerte con el grito de
“¡Viva Cristo Rey!” en los labios. Todos ellos han sido beatificados el domingo 13 de
octubre de 2013 en Tarragona.
Del joven neoprofeso solemne nos ha quedado una carta a sus padres y a su
hermano José realmente estremecedora: en ella veía el martirio como culminación de su
vida inmolada al amor de Cristo por los votos monásticos. Asimismo se han conservado
otras cartas más, algunas de las cuales recogemos a continuación de la mencionada, y
que también fueron escritas en el Colegio de los escolapios de Barbastro, convertido en
prisión por los frentepopulistas, donde fueron recluidos los benedictinos junto con los
propios hijos espirituales de San José de Calasanz y con los claretianos1.
†
Pax
A mis queridos padres y hermano desde el convento de Padres Escolapios de
Barbastro, a 9 de agosto de 1936.
Padre, madre y hermano de mi corazón: si esta carta llega a sus manos, el
portador de la misma les enterará de todo el proceso; yo me limito a unas líneas. Hace
18 días que estamos casi todos los del Pueyo detenidos en esta prisión. A pesar de las
garantías que se nos dan, como medida de prevención, quiero dedicar unas palabras a
los seres que me son más caros.
En noches anteriores se han fusilado unas 60 personas; entre ellas, muchos
curas, algunos religiosos, tres canónigos y esta noche pasada al Sr. Obispo.
Conservo hasta el presente toda la serenidad de mi carácter, más aún, miro con
simpatía el trance que se me acerca: considero una gracia especialísima dar mi vida en
holocausto por una causa tan sagrada, por el único delito de ser religioso. Si Dios tiene
a bien considerarme digno de tan gran merced, alégrense también ustedes, mis
amadísimos padres y hermano, que a Vds. les cabe la gloria de tener un hijo y hermano
mártir de su fe.
La única pena que tengo, humanamente hablando, es de no poder darles mi
último beso. No les olvido y me atormenta el pensar las inquietudes que Vds. sufren por
mí.
Ánimo, mis amadísimos padres y hermano, al lado de su aflicción surgirá
siempre la gloria de las causas que motivaron mi muerte. Rueguen por mí, voy a mejor
vida.
1
PÉREZ ALONSO, Alejandro, Informe sobre los mártires benedictinos del Pueyo, en Barbastro,
sacrificados en 1936, Oviedo, 1986, pp. 180-189; BENABARRE VIGO, José Pascual, Murieron cual
vivieron. Apuntes biográficos de los 18 monjes benedictinos del Pueyo de Barbastro, sacrificados en
1936, Aler (Huesca), 1991, pp. 333-339; PERAIRE FERRER, Jacinto, La canción de Dom Mauro. El
primitivo entusiasmo cristiano, revivido por los benedictinos de El Pueyo, Madrid, 2006, pp. 212-214.
CANTERA MONTENEGRO, Santiago, O.S.B., Así iban a la muerte. Testimonios jóvenes de la Guerra
de España (1936-1939), Madrid, 2011, pp. 48-55. GIL IMIRIZALDU, Plácido Mª (Miguel), O.S.B., Iban
a la muerte como a una fiesta. Memoria del martirio de Barbastro, Madrid, Encuentro, 2012, pp. 173178.
2
Padre mío amado: la entereza de su carácter me da la completa seguridad que
su espíritu de fe le hará comprender la gracia que el Señor le otorga. Esto me anima
muchísimo: le doy el beso más fuerte que le he dado en mi vida. Adiós, padre, hasta el
cielo. Amén.
Madre idolatrada: yo me alegro sólo al pensar la dignidad a que Dios quiere
elevarla, haciéndola madre de un mártir. Ésta es la mejor garantía de que los dos
hemos de ser eternamente felices. Al recuerdo de mi muerte acompañará siempre esta
gran idea: “Un hijo muerto, pero mártir de la religión”. Que Dios no pueda imputarme
más crimen que el que los hombres me imputan: ser discípulo de Cristo. Madre mía
muy querida, adiós, adiós… hasta la eternidad. ¡Qué feliz soy!
Hermano mío muy caro: En poco tiempo, ¡qué dos gracias tan señaladas me
concede mi buen Dios! ¡La profesión, holocausto absoluto…; el martirio, unión
decisiva a mi Amor! ¿No soy un ser privilegiado? Esto es lo más íntimo que tengo que
comunicarte. Las cartas adjuntas, al extranjero, envíalas con una relación extensa de
mi prisión, etc., ya te pongo bien clara la dirección; certifícalas. El último beso, mi
hermano, el más efusivo.
Mi despedida postrera a la familia son unas palabras de felicitación, tanto para
mí como para Vds. Que Dios proteja siempre la familia que ahora agracia con un favor
tan señalado.
Su hijo que les ama con un amor eterno.
Aurelio Ángel.
Ésta es otra de las cartas del joven benedictino:
†
Prisionero en el convento de PP. Escolapios de Barbastro.
Mis amados hermanos Manuel y Fernanda y demás familia:
Os envío mi último adiós. Voy a morir mártir de mi fe.
Alegraos conmigo.
Soy feliz. Vuestro hermano,
Ángel.
Y he aquí otra:
Prisionero en el Convento de Padres Escolapios de Barbastro.
A mi carísimo hermano Ramón y familia. A 9 de agosto de 1936.
Hermano mío muy amado:
Triunfa la revolución, las víctimas son incontables, pero son una perla más en la
corona del cristianismo, de la religión. He visto muy edificado las circunstancias de la
muerte de las personas más señaladas del clero en esta población: y dime tú cómo se
explica, si no es de una manera sobrenatural, aquella serenidad, aquella alegría,
aquellos entusiasmos con que reciben la muerte.
Yo confío que tendré la suerte de ser sacrificado por una causa tan noble: es
una ilusión. Que Dios me conceda tal gracia.
Hermano mío: mi adiós más cariñoso es para ti, a tu esposa y a la niña. No
olvides el problema de tu destino. Hay Dios.
3
Vuestro hermano os abraza,
Ángel.
La siguiente es también del mismo monje de El Pueyo:
†
Prisionero en el convento de Padres Escolapios de Barbastro a 9 de agosto de
1936.
Mi amado hermano José:
Mi último adiós. Dentro de poco tendré la gran dicha de ser mártir de mi fe.
Te aprecio y no te olvidaré. Tu hermano,
Ángel.
La que recogemos ahora la envió a Roma, al P. Palacios:
Rdo. P. Dom Luis Palacios, O.S.B.
Colleggio di S. Anselmo
Monte Aventino
Roma 147. Italia
Pax
Prisionero en el convento de Padres Escolapios de Barbastro a 9 de agosto de
1936.
Mi apreciadísimo P. Palacios:
En noches anteriores han fusilado a más de 60 personas, el Sr. Obispo,
canónigos, curas, religiosos, etc.
En prueba del cariño que siempre me ha inspirado, le dedico este último
recuerdo.
Dos gracias señaladísimas me otorga el Señor en poco tiempo: la profesión
solemne y el martirio. Estoy tranquilísimo y alegre sobremanera.
Adiós, P. Palacios.
Su affmo.,
Aurelio Boix, O.S.B.
También escribió otras cartas más a profesores benedictinos suyos en San
Anselmo de Roma, en italiano, como ésta que presentamos ya traducida:
Rdo. Dom Oliver Grosselin, O.S.B.
Colleggio di S. Anselmo
Monte Aventino
Roma 147. Italia
Pax
En la prisión de los PP. Escolapios de Barbastro, 9 agosto 1936.
Mi querido Dom Oliver:
4
Antes de ser asesinado quiero dedicarle mi último recuerdo. Soy muy feliz: Dios
me da esta gracia singular del martirio.
Adiós, hasta la eternidad. Le querré siempre.
Affmo. de corazón,
Aurelio Boix, O.S.B.
Y, por algunas expresiones martiriales, creemos que merece asimismo ser
recogida la siguiente, igualmente escrita en italiano a otro profesor:
Rdo. Dom Patrizio Shaughnessy, O.S.B.
St. Meinrad´s Abbey – St. Meinrad (Indiana)
United States of America
Pax
En la prisión de los PP. Escolapios de Barbastro, 9 agosto 1936.
Muy querido Dom Patrizio:
Adiós, muy apreciado. Voy a unirme con mi Amor Infinito, que me da la gracia
particularísima del martirio.
Rezaré por usted.
Affmo. en Xto.,
Aurelio Boix, O.S.B.
5
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