Martín Corera Izu. Registro Civil-Pamplona. Febrero-2013. I.- La nacionalidad española: Concepto, regulación. Distinción entre español de origen y español no originario. II.- Atribución de nacionalidad española. III.- Obtención de la nacionalidad española por opción. IV.- Adquisición de la nacionalidad española por residencia: IV.1.Tramitación del expediente. Control de documentos. IV.2.Plazos y condiciones. IV.3.Requisitos de la residencia. IV.4.Concepto “buena conducta cívica”. IV.5.Integración en la sociedad española. Delimitación. IV.6.Denegación por motivos razonados de orden público o interés nacional. IV.7.Requisitos de la adquisición: jurar o prometer la Constitución. Renunciar, en su caso, a la nacionalidad anterior. Inscribir la nacionalidad en el Registro Civil español. V.- Pérdida y recuperación nacionalidad española. de la VI.- Ley de Memoria Histórica. Disposición Adicional 7ª de la Ley 52/2007. Martín Corera Izu. Registro Civil-Pamplona. Febrero-2013. Un concepto sencillo de nacionalidad podría ser aquel que la define como el vínculo jurídico y político que une al individuo con un determinado Estado y del que se derivan una serie de derechos y obligaciones recíprocas. Es evidente que, como señala la Exposición de Motivos de la Ley 18/1990, de 17 de diciembre, que reformó el Código Civil en materia de nacionalidad, las normas que regulan la nacionalidad son para cada Estado de una importancia capital, pues delimitan el elemento personal insustituible de aquél. Este carácter fundamental de las normas exige, más aún que en cualquier otra disposición legal, la claridad y coherencia de criterios, de tal forma que la Administración pueda saber en todo momento quiénes son sus ciudadanos y que éstos no se vean sorprendidos por la aplicación o interpretación de preceptos oscuros o contradictorios. El objetivo en materia de normativa de nacionalidad es ofrecer claridad interpretativa que nos proporcione tanto a los ciudadanos como a la Administración seguridad jurídica. 2 El régimen legal de la nacionalidad se regula en el artículo 11 de la Constitución y en los artículos 17 a 26 del Código Civil; no obstante, la nacionalidad ha sido objeto de sucesivas reformas que obligan a tener en cuenta en cada caso concreto la legislación vigente ya que, atendiendo a las diferentes circunstancias personales del solicitante y del principio de irretroactividad de las leyes (arts. 2-3 Código Civil, “las leyes no tendrán efecto retroactivo”, y 9-3 CE, “la Constitución garantiza …….., la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales….”), aplicaremos una legislación u otra. Los problemas que se plantean en torno al Derecho Transitorio en materia de nacionalidad y la imperiosa necesidad de determinar cuál es el régimen legal aplicable en cada caso determinado, hace que haya que tener en cuenta las sucesivas reformas del Código Civil, el cuál, conforme al mandato constitucional (art. 11-1 CE: “La nacionalidad española se adquiere, se conserva y se pierde de acuerdo con lo establecido por la ley”), regula los diversos modos de atribución y adquisición de la nacionalidad española, su pérdida, conservación y recuperación. Las distintas legislaciones aplicables, ordenadas cronológicamente, son: - Redacción originaria del Código Civil de 1889. - Ley de 15 de julio de 1954: Impone los criterios de unidad familiar para la nacionalidad (art. 17-1º Código Civil: “Son españoles……. los hijos de padre 3 español), o lo que es lo mismo, que toda la familia tenga la misma nacionalidad que el ”padre-cabeza de familia”; incluso, a modo de ejemplo de cómo se seguía este principio, la mujer casada perdía su nacionalidad para seguir la de su marido cuando contraiga matrimonio con extranjero, y también si el marido cambia de nacionalidad, la mujer necesariamente ha de seguir esa nueva nacionalidad (art. 22 Código Civil de 1889 decía que ”la mujer casada sigue la condición y nacionalidad de su marido”). La misma dirección se seguía para la extranjera que contrajere matrimonio con español, también adquiría la nacionalidad española de su marido (art. 21-1º Cc Ley de de 13 de julio de 1954). Introduce la reducción a dos años de residencia para adquirir la nacionalidad española a los originarios de “paises iberoamericanos o de Filipinas”, aún no se amplía a los originarios de Guinea Ecuatorial, Andorra, Portugal o los de origen sefardí, a los cuales se les incluyó en la reforma de 1982. - Ley de 2 de mayo de 1975: Su principal novedad es que ya “el matrimonio, por sí sólo, no modifica la nacionalidad de los cónyuges”; de ahí que la mujer española que se casaba con ciudadano extranjero con anterioridad a esa fecha perdía ipso iure, como hemos señalado, su nacionalidad española, aunque la interesada no lo supiera y no constara ese hecho en su inscripción de nacimiento en España. Se justificó tal decisión por el hecho de haber tenido un concepto de la regla de la unidad de la familia “muy riguroso” y que al 4 multiplicarse las relaciones internacionales no hay razón suficiente para que una misma familia no pueda estar compuesta por personas de diferentes nacionalidades. Por tanto, lo que consagra la Ley de 1975 es que el matrimonio, por sí sólo y de manera automática, no pueda incidir en la adquisición, pérdida o recuperación de la nacionalidad española. Después de la reforma del Código Civil de octubre de 2002, la mujer española que había perdido su nacionalidad por contraer matrimonio con ciudadano extranjero no tiene ningún problema para recuperarla por simple declaración, sin renuncia a su nacionalidad actual, ya que tiene el mismo tratamiento que los emigrantes a los efectos de no ser necesaria para la recuperación la residencia legal en España (art. 26 Cc y Resolución, 1ª, de 12 de noviembre de 2008). Ello también fue aplicable, lógicamente, a la mujer extranjera casada con español, la cuál podrá recuperar su anterior nacionalidad con arreglo a su Ley de origen (Disposición Transitoria 2ª de la Ley de 2 de mayo de 1975). Se amplía la cuestión al tratar la adquisición de la nacionalidad española por residencia por periodo abraviado de un año de residencia legal (art. 22.2-d Cc). - Ley 51/1982, de 13 de julio: Se adapta al principio constitucional de igualdad y no discriminación (arts. 14 y 39 CE), y señala que son españoles de origen los “hijos de padre o madre españoles”, y retrotrae sus efectos, excepcionalmente, al momento de entrada en vigor de la Constitución de 1978 (hasta este momento, como hemos dicho, sólo eran españoles los hijos de “padre español”). Llegar hasta 5 esta interpretación no fue fácil ya que la Instrucción de la DGRN de 16 de mayo de 1983 (apartado I) decía que “puesto que no existe disposición transitoria en la nueva Ley relacionada con este punto, es preciso entender que esta novedad no puede tener efecto retroactivo (cfr. art. 1.3.º Cc), y por lo tanto, que únicamnete podrán ser considerados españoles de origen los hijos de madre española nacidos después de la entrada en vigor de la Ley de 13 de julio de 1982”. Esta posición cambió con la Resolución de la Dirección General de los Registros y del Notariado (en adelante, el acrónimo “RDGRN”) de 13 de octubre de 2001 referida a una solicitud de inscripción de nacimiento como español de un varón nacido en Uruguay en 1979, hijo de uruguayo y española. Estimaba que el art. 17.2.º Cc, radacción de 1954, quedó derogado por la eficacia inmediata de la Constitución, de modo que los hijos de española, nacidos después de esa entrada en vigor, son españoles iure sanguinis, recibiendo el mismo trato que los hijos de padre español. Se supera con ello el criterio mantenido en la Instrucción de 16 de mayo de 1983 pero, eso sí, esta solución no alcanza a los nacidos antes de la entrada en vigor de la Constitución. Extiende los países que reducen el periodo de residencia legal a dos años a Portugal, Guinea-Ecuatorial, Andorra y los de origen sefardí. Además, por primera vez, exige que la residencia sea “legal”, no dejando de ser ello sino una premonición del debate público que respecto a este tema se plantea en nuestros días sobre regularización o no de personas que no tienen residencia legal en nuestro país y su directa vinculación con la legislación aplicable a los derechos y libertades de los extranjeros en España, la cuál, por orden cronológico, es la siguiente: Ley Orgánica 4/2000, de 11 de 6 enero; Ley Orgánica 8/2000, de 22 de diciembre; Ley Orgánica 11/2003, de 29 de septiembre; Ley Orgánica 14/2003, de 20 de noviembre; y la última, de momento, y más polémica, Ley Orgánica 2/2009, de 11 de diciembre (BOE nº 299, de 12/12/2009), desarrollada por el Real Decreto 557/2011, de 20 de abril. La nueva Ley, atendiendo a la evolución del fenómeno migratorio que en los últimos años ha dado lugar, entre otras cosas, a un descenso del número de solicitudes de entrada por motivos laborales y a un aumento del número de procedimientos instados por personas extranjeras que se encuentran en España y que pretenden renovar o prorrogar sus autorizaciones o ejercer las facultades que la Ley Orgánica les otorga, pretende optimizar los principios de la política migratoria a través de: 1/ Ordenación de los flujos migratorios laborales de acuerdo con la situación nacional de empleo. 2/ Integración social de las personas inmigrantes. 3/ Lucha contra la inmigración irregular. 4/ Relaciones con terceros países en materia de inmigración. Pretende, en definitiva, la nueva regulación, adaptarse al nuevo ciclo migratorio y por eso apuesta por fomentar y garantizar la movilidad y el retorno voluntario de los inmigrantes. Desarrolladas, a su vez, estas Leyes Orgánivas, por Real Decreto 2393/2004, de 30 de diciembre; también modificados por Real Decreto 1019/2006, de 8 de septiembre, y el Real Decreto 240/2007, de 16 de febrero. El último avance reglamentario es el ya citado Real Decreto 557/2011, de 20 de abril, por el que se aprueba el Reglamento de la Ley Orgánica 4/2000, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social, tras su reforma por Ley Orgánica 2/2009 (BOE nº 103 de 30/04/2011), la cuál, a su vez, según Disposición derogatoria única, determina que 7 quedan derogados el Reglamento de la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, aprobado por Real Decreto 2393/2004, de 30 de diciembre, salvo en las previsiones relativas al régimen de internamiento de los extranjeros, las cuales permanecerán vigentes hasta la fecha de entrada en vigor del Reglamento previsto en la disposición adicional tercera de la Ley Orgánica 2/2009. Consecuencia de todo lo mencionado, estaremos de acuerdo, es encontrarmos ante una materia compleja y sencible donde las haya. - Ley 18/1990, de 17 de diciembre: Además de ofrecer un preámbulo muy interesante al reflejar que las normas que regulan la nacionalidad son para cada Estado de una importancia capital, y lo transcendente que en esta materia es mantener criterios claros y coherentes frente a la inseguridad que proporcionan los preceptos contradictorios u oscuros. También su gran aportación fue la introducción de una forma nueva de adquisición de la ciudadanía española por posesión de estado (art. 18 Código Civil), lo que aún no siendo una novedad en el Derecho comparado europeo (en el Código de nacionalidad francés se recoge en el art. 57 y en el Código belga en su art. 17), sí que lo es en el Derecho español. Además, por primera vez, ya se hace referencia a la posibilidad de optar a la nacionalidad española para los hijos cuyos padre o madre hubiesen sido españoles originarios; facultad de opción sujeta a un plazo de preclusión de dos años, plazo éste que las reformas posteriores por Leyes 15/1993, de 23 de diciembre, hasta el 7 de enero de 1996, y nuevamente prorrogado hasta el 7 de 8 enero de 1997 por la Ley 29/1995, de 2 de noviembre, hicieron ver que fue absolutamente insuficiente. El aspecto más importante del texto legal fue que, en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 42 de la Constitución española, y con la misión de velar por la salvaguardia de los derechos económicos y sociales de los trabajadores españoles en el extranjero, a la que se añade la obligación de orientar su política hacia su retorno, esta Ley 18/1990, de 17 de diciembre, fue precursora en la introducción del derecho de opción que hemos mencionado y que más adelante analizaremos en profundidad, en beneficio “sobre todo” a los hijos de emigrantes, pero no de forma exclusiva. Se estima así que, por medio de la opción que se concede, quedarán solucionadas las ultimas secuelas perjudiciales de un proceso histórico, la emigración masiva de españoles, hoy difícilmente repetible (Resolución, 5ª, de 6 de julio de 2009). - Ley 36/2002, de 8 de octubre: Faculta la posibilidad de optar a la nacionalidad española al hijo de padre o madre originariamente español y nacido en España sin plazo de caducidad alguno; al nieto de español se le reduce el plazo de residencia legal exigido a un año; posibilidad de conservar la nacionalidad española aunque se adquiera otra si la manifestación se realiza en plazo determinado; posibilidad también de recuperar la nacionalidad española sin renunciar a la que se ostenta en ese momento sin necesidad de residir legalmente en España por el amplísimo margen que se da al concepto de “emigración”. Es uno de los objetivos o finalidades de la Ley 36/2002, el de facilitar la adquisición de la nacionalidad española a las estirpes de 9 españoles que, ellos o sus descendientes, perdieron su nacionalidad por razón de emigración. El hecho de poder recuperar la nacionalidad española sin necesidad de llevar inherente la renuncia a tu actual nacionalidad fue de una gran transcendencia; resultaba incuestionable que el requisito de renuncia producía un efecto de inhibición sobre los potenciales interesados por los inconvenientes prácticos que suponía la desvinculación jurídico-política con el país de acogida que comportaba dicha renuncia. Reforma ésta de la Ley 36/2002 a todas luces importantísima por las numerosas novedades que introdujo y por la enorme transcendencia que de todo punto de vista (social, económico, afectivo-sentimental, ….) su aplicación ha tenido. - La Ley 52/2007, de 26 de diciembre (BOE nº 310, de 27 de diciembre de 2007), por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura; es ésta la Ley que en los medios de comunicación y la opinión pública se conoce como “Ley de Memoria Histórica”. En su Disposición Final 7ª, la cuál entró en vigor el 27 de diciembre de 2008 (v. Disposición Final 2ª), se señala la posibilidad de optar por la nacionalidad española de origen durante un periodo de dos años a las personas, prorrogado un año más por acuerdo de Consejo de Ministros de 27 de enero de 2010, Resolución de 17 de marzo de 2010 (BOE nº 72 de 24/03/2010), se amplía un año el plazo para ejercer el derecho de optar, cuyo padre o madre hubiese sido originariamente español, suprimiendo así el requisito que introdujo la Ley 36/2002 de, además de ser originariamente 10 español, haber nacido en España, dando la posibilidad para adquirir la nacionalidad española de forma originaria y no derivativa. Así se entiende que se facilita a los nietos de españoles el poder acceder a la nacionalidad española de origen por la vía de la opción y ello cumpliendo sólo las condiciones previstas en el art. 23 del Código Civil: juramento o promesa de fidelidad al Rey y obediencia a la Constitución y a las Leyes, renuncia a su anterior nacionalidad, salvo los originarios de países iberoamericanos, Guinea Ecuatorial, Portugal, Andorra y Filipinas, e inscripción en el Registro Civil español. La inscripción en el Registro Civil es un requisito inexcusable para la adquisición sobrevenida o derivativa de la nacionalidad española (art. 330 Cc), y ello sin perjuicio de entender que la eficacia de la inscripción se retrotraiga al momento de formalizar el juramento o promesa. En consecuencia, mientras esta inscripción no se practique los interesados no han llegado a adquirir válida y eficazmente la nacionalidad española. En este punto lo llamativo es que, este derecho de opción, como forma de adquisición originaria de la nacionalidad española, no requiere la renuncia a la nacionalidad anterior, puesto que la renuncia en puridad, está reservada para quienes adquieren la nacionalidad española de manera derivativa, es decir, por opción, carta de naturaleza y residencia; más adelante explicaremos las diferencias entre adquisición originaria y adquisición derivativa de la nacionalidad española (v. Instrucción DGRN de 4 de noviembre de 2008, sobre el derecho de opción a la nacionalidad española establecido en la Disposición Adicional 7ª de la Ley 52/2007). Además, para los nietos de quienes perdieron o tuvieron que renunciar a la nacionalidad española como consecuencia del exilio, 11 también se les concede el derecho de optar que hemos mencionado con anterioridad; la complicación en este punto, atendiendo lógicamente a las difíciles circunstancias, será acreditar la condición de exiliado del abuelo/la del solicitante. La propia Instrucción señalada determina que aportando determinados documentos: pensiones otorgadas por la Administración española a los exiliados, documentos de la Oficina Internacional de Refugiados de la ONU, certificados o informes de partidos políticos o sindicatos, sello de entrada en el país de acogida, Registro de matrícula en el Consulado español. En fin, documentos, estaremos de acuerdo, no fáciles de aportar, por ello será más factible y eficaz el supuesto primero ya comentado de que el padre o la madre fuesen españoles originarios. Repárese, por otro lado, en el relevante dato de que en estos casos no se exige que el abuelo/a que perdió la nacionalidad española lo hubiese sido de origen, a diferencia del requisito que se impone al padre o madre del optante en el caso del apartado primero de la misma disposición. La práctica diaria señala que la mayoría de información que se solicita en las oficinas registrales está en la dirección apuntada del apartado 1 de la Disposición Adicional 7ª, más sencilla sin duda de acreditar y, en consecuencia, muchísimo más operativa a efectos registrales. El origen de este derecho de opción a la nacionalidad española de origen está en la Disposición Adicional 2ª de la Ley 40/2006, de 14 de diciembre, del Estatuto de la Ciudadanía Española en el Exterior (BOE nº 299 de 15/12/2006), cuando dice que el Gobierno promoverá una regulación del acceso a la nacionalidad de los descendientes de españoles y españolas que establezca las 12 condiciones para que puedan optar por la nacionalidad española, siempre que su padre o madre haya sido español de origen, con independencia del lugar y de la fecha de nacimiento de cualquiera de ellos. Así lo reflejó la Disposición Adicional 7ª, apartado 1, de la Ley 52/2007, para el supuesto de beneficiar a los nietos de los emigrantes cuyos hijos (del emigrante) ya nacieron en el extranjero, pero siempre que el hijo (del emigrante) naciera antes de la pérdida de la nacionalidad española del emigrante. El texto legal al que nos hemos referido refleja como la emigración española ha constituído un fenómeno político, económico y social que ha caracterizado nuestra historia, acentuándose desde la segunda mitad del siglo XIX hasta más allá de mediados del siglo XX. Este Estatuto pretende dar respuesta a las reiteradas demandas realizadas desde los distintos sectores de la emigración, del exilio y del retorno dirigidas a obtener el regreso o retorno de los españoles emigrantes y sus familias a nuestro país, lo que podría afectar, en un cálculo aproximado, alrededor de un millón y medio de españoles y sus descendientes. La propia Constitución, artículo 42, refleja la necesidad de establecer una política integral de emigración y de retorno para salvaguardar los derechos económicos y sociales de los emigrantes, de los exiliados y de los descendientes de ambos, y para facilitar la integración social y laboral de los retornados. En la tradición histórica española, nuestro Ordenamiento jurídico ha venido distinguiendo dos formas o tipos distintos de adquirir la nacionalidad española, la nacionalidad originaria y la nacionalidad derivativa o no de origen: 13 - Adquisición originaria, se produce automáticamente por el hecho de la filiación (“ius sanguinis” o “derecho de sangre”), o del nacimiento en España (“ius soli” o “derecho de suelo”); como cuestión genérica señalar que la legislación en España, como en general en toda Europa, la aplicación del concepto ius soli siempre es subsidiario del de ius sanguinis. - Adquisición derivada o sobrevenida, se puede adquirir por opción, carta de naturaleza y, la forma más frecuente y compleja por su procedimiento, la adquisición de la nacionalidad española por residencia. Este otorgamiento de la nacionalidad exige el cumplimiento de una serie de requisitos previstos por la legislación interna del país que la otorga, e implica su previa solicitud y su posterior y voluntaria aceptación ---que se plasma en la aceptación o el juramento del texto constitucional del país---, surgiendo con el nuevo país un vínculo jurídico de derechos y de obligaciones que la nacionalidad implica y representa. Por tanto, vemos que estamos ante dos tipos de nacionalidad española, la nacionalidad originaria y la nacionalidad derivativa o sobrevenida; la originaria se adquiere de modo automático sin intervención alguna de la voluntad del interesado; atribución que tiene lugar “ope legis” desde el mismo momento del nacimiento o, para ser más precisos, desde que el nacido adquiere personalidad jurídica de conformidad con lo dispuesto por el artículo 30 Código Civil, y sin perjuicio de la retroacción de los efectos favorables al momento de la concepción (art. 29 Código Civil). 14 No es una cuestión baladí determinar a partir de qué momento el Derecho Civil y, por extensión, el Derecho, reconoce al ser humano como persona, como sujeto de derechos y de tutela jurídica y atribuyéndole, por tanto, personalidad jurídica. El artículo 30 del Código Civil, conforme a lo dispuesto en la Disposición Final 3ª en relación con la 10ª de la Ley 20/2011, de 21 de julio, del Registro Civil, tiene nueva redacción: “La personalidad se adquiere en el momento del nacimiento con vida, una vez producido el entero desprendimiento del seno materno”. Es decir, desaparecen los dos requisitos exigidos hasta ahora de que “el feto tuviere figura humana” y “viviere veinticuatro horas enteramente desprendido del seno materno”. Eran estos unos anacronismos propios del Código Civil de 1889 totalmente innecesarios e inapropiados al status quo de la ciencia y de la técnica, tanto de la médica como de la jurídica. Asimismo, en Códigos Civiles como el italiano, el alemán, el portugués o el suizo la personalidad jurídica (o civil), es decir, la aptitud de la persona para ser titular de derechos y obligaciones, existe desde el mismo momento del nacimiento, sin más. La distinción, de origen o derivativa, es generadora de ciertos efectos jurídicos diferenciados. Así, los españoles de origen, además de poder ser tutores del Rey (art. 60-1 Constitución), no pueden ser privados de la nacionalidad española (art. 11-2 Constitución: “ningún español de origen podrá ser privado de su nacionalidad”, y el art. 25-1 Código Civil, cuando señala que “los españoles que no lo sean de origen perderán la nacionalidad ……”), disponiendo, por otra parte, de un régimen distinto de conservación de la nacionalidad española en los supuestos de adquisición de la nacionalidad de aquéllos países especialmente vinculados con 15 España, según resulta de lo establecido en el artículo 11 nº 3 CE (“……. sin perder su nacionalidad de origen”) y 24 Cc (“……, la pérdida de la nacionalidad española de origen.”). Es evidente, como señala la RDGRN de 1 de julio de 1994, que el artículo 11 CE en sus apartados 2 y 3 da un cierto trato de favor a la nacionalidad española de origen; ésta, hoy en día, constituye una categoría legal que justifica un régimen privilegiado respecto de otras nacionalidades españolas adquiridas. La legislación española también contempla otros casos de adquisición de la nacionalidad española de forma originaria sin que ésta se adquiera desde el nacimiento, siendo necesaria una expresa y formal declaración de voluntad del interesado para adquirirla y sin que, en consecuencia, tal adquisición opere de modo automático, “ope legis”. Esto ocurre en los casos en que la filiación respecto de un español o el nacimiento en España, se producen después de los dieciocho años y en el de los adoptados extranjeros mayores de dieciocho años (arts. 17 nº 2 y 19 nº 2 del Código Civil), a los que cabe añadir los supuestos de la Disposición Adicional 7ª, Ley 52/2007, de 26 de diciembre, de Memoria Histórica (las personas cuyo padre o madre hubiese sido originariamente español, y los nietos de quienes perdieron o tuvieron que renunciar a la nacionalidad española como consecuencia del exilio). En estos casos la adquisición de la nacionalidad española se produce no con eficacia retroactiva al momento del nacimiento, sino, aún siendo originaria, desde el momento en que se ejercita la opción por el que ejercita esta facultad. Vemos, siquiera de forma elemental, cada una de estas formas de adquisición de la nacionalidad: 16 1/ ADQUISICIÓN POR FILIACIÓN (“Ius sanguinis”): Dispone el art. 17-1 Código Civil : “Son españoles de origen: 1º) Los nacidos de padre o madre españoles”. También el artículo 23-1º de la Constitución de la República española aprobada el 9 de diciembre de 1931 decía que “eran españoles los nacidos, dentro o fuera de España, de padre o madre españoles”. Con ello, haya nacido el hijo en España o en el extranjero, sea la filiación por naturaleza, matrimonial o no matrimonial, o adoptiva, cuando uno de los progenitores, el padre o la madre, es español, el hijo/a será también español de origen. Esta situación, que parece tan elemental y obvia, no siempre ha sido así, tuvo que llegar la Constitución de 1978, y en su desarrollo la Ley 51/1982, de 13 de julio, para que los descendientes de mujer española no fuesen discriminados, ya que hasta entonces sólo eran españoles los hijos de padre español, y ello por el ya mencionado principio de unidad familiar que se instauró de forma tan férrea con la ya comentada Ley de 13 de julio de 1954. Para el supuesto de optar a la nacionalidad española por ser hijo de “padre o madre originariamente español y nacido en España”, aún, incluso, hubo que esperar más, en concreto hasta la Ley 36/2002, de 8 de octubre. Referente al concepto de “nacidos” que menciona el señalado precepto podemos decir que la propia Dirección General de los Registros y del Notariado en su Resolución (2ª) de 23 de mayo de 2007, para el supuesto de una niña nacida en la República Dominicana en 1959, cuyo padre de nacionalidad española falleció un mes antes del nacimiento, señaló que el hecho de que el padre 17 hubiese fallecido previamente al nacimiento no constituye en sí mismo obstáculo al reconocimiento del efecto transmisivo de la nacionalidad española. Así, conforme al artículo 29 Código Civil, el nacimiento determina la nacionalidad, pero el concebido se tiene por nacido para todos los efectos que le sean favorables, por ello, y aunque el artículo 17 Cc habla de “nacidos”, el artículo 29 Cc contiene una regla general de protección del concebido que no tiene porqué agotarse en la esfera patrimonial, y si el promotor era español en el momento de la concepción nada impide considerar al nacido como español a la vista de la retroactividad de efectos que preconiza el citado artículo 29 Código Civil. Otra de las Resoluciones que se utilizan como aclaratorias de la aplicación de la materia es la, 2ª, de 7 de septiembre de 2001. El supuesto es el siguiente: El recurrente, nacido el 1 de enero de 1929 en Argentina, solicitaba la opción por la nacionalidad española y la inscripción de su nacimiento por ser hijo de español. El progenitor era español en el momento de la concepción del hijo y perdió la nacionalidad española antes del nacimiento por haberse naturalizado argentino el padre tres meses antes del nacimiento del hijo, el solicitante. Consiguientemente en el momento de la concepción el padre mantenía la nacionalidad española de origen y es en el intervalo entre la concepción y el nacimiento cuando ha tenido lugar la pérdida de la nacionalidad del padre. La cuestión es sobre la aplicabilidad de la norma contenida en el artículo 29 Cc y si consecuencia de la misma se atribuye al hijo la nacionalidad española iure sanguinis. Conforme al artículo 17 Cc, redacción originaria, “Son españoles …. Los hijos de padre o madre españoles, aunque hayan nacido fuera de España”. La Resolución a 18 la que nos referimos concluye que hay que entender que el artículo 29 contiene una regla general de protección en el campo civil del concebido, por lo que si el progenitor era español en la fecha de la concepción, pero ha perdido esta nacionalidad cuando tiene lugar el nacimiento, nada impide considerar al nacido como español a la vista de la retroactividad de los efectos del nacimiento al momento de la concepción que preconiza el citado artículo 29 Cc. Asimismo, que la cuestión “le sea favorable” es evidente, ya que si se invoca la nacionalidad española del padre es que obviamente le beneficia. Cuestión diferente será que el solicitante, por aplicación del párrafo 1º del artículo 18 Cc, redacción originaria, queda sujeto a la patria potestad de su padre ya argentino y, en consecuencia, como “Los hijos, mientras permanezcan bajo la patria potestad, tienen la nacionalidad de los padres”, habrá perdido la nacionalidad española, y el interesado, como nació español según hemos razonado, lo que procede ahora es recuperar la nacionalidad española por la vía del artículo 26 del Código Civil. El precepto mencionado vemos que contiene o se refiere a la expresión “los nacidos” de padre o madre españoles y no a los “hijos” de padre o madre españoles. Es ésta una precisión legal extraordinariamente importante incorporada por la Ley 18/1990, de 17 de diciembre, sobre reforma del Código Civil en materia de nacionalidad. Si analizamos el término vemos que según el criterio ius sanguinis acogido en el artículo 17.1.a) del Código Civil son españoles los hijos de españoles. Pero ello plantea un problema como es que cuando no está acreditada la filiación del hijo se podría producir un “círculo vicioso” o situación denominada de “doble espejo” entre los 19 artículos 17.1.c) y 9 nº 1 y 4 del Código Civil, en la que la nacionalidad y la filiación del menor son, respectivamente, cuestiones previas la una respecto de la otra, sin que ninguna de las dos se pueda definir sin determinar antes la otra; será necesario saber qué filiación ostenta el sujeto para determinar si ostenta o no ostenta nacionalidad española, mientras que es necesario también saber qué nacionalidad ostenta el sujeto para saber cuál es su filiación (art. 9.4 Cc), es decir, quiénes son sus padres. Pues bien, la expresión “nacidos” de padre o madre españoles rompe el “doble espejo” porque el precepto no exige que haya quedado determinada legalmente la filiación, será suficiente que quede acreditado el “hecho físico de la generación” (v. RDGRN de 18 de febrero de 2009, sobre inscripción de los hijos de un matrimonio homosexual español gestados por una madre de alquiler en Estados Unidos). En cualquier caso, a la vista del principio de igualdad jurídica y proscripción de toda discriminación por razón de filiación que establecen los artículos 14 y 39 de nuestra Constitución, el reenvío que hace el artículo 9.4 Cc a la legislación de origen de los padres puede ser excepcionado aplicando el filtro constitucional a través de la cláusula del orden público internacional español (Sentencia del Tribunal Constitucional 141/2000, de 29 de mayo, en la que se afirma que “el estatuto jurídico del menor es, sin duda, una norma de orden público, de inexcusable observancia para todos los poderes públicos”); esto es, se rechaza la intervención de la ley extranjera que prohíbe las acciones de filiación, aplicando en su lugar, sustitutivamente, la Ley española, activando así la previsión del artículo 12.3 Cc. Asimismo, actúa en tal dirección la existencia de normas materiales imperativas en el Derecho español como es 20 el caso de la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor. 2/ ADQUISICIÓN POR NACIMIENTO EN ESPAÑA (“Iure soli”): Ver reflejada legislativamente la posibilidad de adquirir la nacionalidad española por esta vía de ius soli no acaeció en España hasta la Ley 51/82, de 13 de julio, que introduce por primera vez esta forma de atribución “ius soli” en el sistema español de nacionalidad; eso sí, antes de continuar, hay que subrayar la primacía del ius sanguinis como clave de la adquisición de la nacionalidad española sobre el ius soli. Es incuestionable que para el legislador español, subconscientemente, la vinculación más fuerte y auténtica de un ciudadano con su país deriva por el hecho de nacer de padre o madre española, muy por encima del lugar de nacimiento. Como señala la Consulta de la DGRN de 2 de marzo de 2012, desde la introducción de dicha norma, la misma ha tenido una aplicación práctica muy amplia, habiendo dado lugar a numerosas y frecuentes dudas, en gran parte resueltas a través de las Resoluciones de la Dirección General realizando la interpretación del Derecho extranjero a los efectos de la aplicación de este título de atribución de la nacionalidad “iure soli” con objeto de evitar la apatridia de los nacidos en España. Interpretación hecha en conexión y a la luz del artículo 7 de la Convención de los Derechos del Niño, en cuanto establece que el niño tendrá desde su nacimiento derecho a adquirir una nacionalidad y que los Estados Partes velarán por la aplicación de este derecho, “sobre todo cuando el niño resultara de otro modo apátrida”. 21 La finalidad de la norma, como decimos, es evitar situaciones de apatridia y la consideración de la nacionalidad como un derecho fundamental de la persona. España tenía asumidos una serie de compromisos internacionales que al ser normas jurídicas contenidas en los tratados internacionales resultan de aplicación directa en nuestro país al formar parte de nuestro ordenamiento interno por su publicación en el BOE (art. 1.5 Cc). La Declaración Universal de Derechos Humanos, de 10 de diciembre de 1948, en su artículo 15 dice que “Toda persona tiene derecho a una nacionalidad. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a cambiar de nacionalidad”. La Declaración de los Derechos del Niño de 1959 dice que: “Todo niño tiene derecho a adquirir una nacionalidad”. El mencionado artículo 7 del Convenio de Naciones Unidas sobre Derechos del Niño de 20 de noviembre de 1989, concreta este derecho al exigir que el mismo el niño lo tendrá “desde que nace”. La redacción originaria del Código Civil no establecía un mecanismo de atribución automática iure soli a favor de los hijos extranjeros nacidos en territorio español, sino que se condicionaba tal atribución al requisito indispensable de que los padres optasen en nombre de sus hijos y durante su minoría de edad por la nacionalidad española, con renuncia de toda otra, opción que también podían ejercitar por sí los propios hijos dentro del año siguiente a su mayoría de edad o emancipación (cfr. arts. 18 y 19 Cc, redacción originaria). Es cierto, no obstante, que la Constitución canovista de 1876 afirmaba en su artículo 1 que “Son españoles: 1.º Las personas nacidas en territorio español”, norma que se introdujo ya en la anterior Constitución de 18 de junio de 1837 (son españoles “todas las personas nacidas en los dominios de España”), de donde 22 pasó a las Constituciones de 23 de mayo de 1845 y a la posterior de 1 de junio de 1869, si bien en esta última se sustituye la expresión “dominios de España” por la de “territorio español”, esto es, acogiendo una fórmula idéntica a la incorporada al artículo 1 de la Constitución de la Monarquía española de 1876 y al tenor del apartado 1 del artículo 17 de la redacción originaria del Código civil. Hasta aquí la historia de la atribución de la nacionalidad española vía ius soli. De ahí a interpretar que tanto el texto constitucional como el texto legal imponían el criterio del ius soli, nos conduciría, sin duda, a un claro error interpretativo. En efecto, el mandato del número 1 del artículo 17 se complementa con lo dispuesto en los artículos 18 y 19 del Código civil, en su misma redacción originaria, de donde resulta la necesidad de ejercer la opción antes indicada para adquirir la nacionalidad española, opción a la que faculta el hecho del nacimiento en territorio español. Con ello el Código civil utilizaba en este precepto el nacimiento en el territorio español como condición o presupuesto para la adquisición de la nacionalidad española y no como causa directa de tal adquisición. En definitiva, como indicara el profesor De Castro y Bravo en su exégesis de dicho precepto, el Código civil utilizaba el territorio como causa de adquisición de la nacionalidad, pero como causa supletoria o secundaria, de forma que no imponía a los nacidos en el ámbito de la soberanía española la condición de súbditos del Estado español, sino que empleaba el criterio del ius soli sólo para tener en cuenta una probabilidad y ofrecer una facultad al extranjero. La regulación vigente dice que “Son españoles de origen: Los nacidos en España de padres extranjeros, si ambos careciesen de 23 nacionalidad o si la legislación de ninguno de ellos atribuye al hijo una nacionalidad” (art. 17.1.c) del Código civil). Con ello se trata de evitar situaciones de apatridia y, en estos momentos, es el caso más frecuente de adquisición de la nacionalidad española para los nacidos en España de padres que sus legislaciones no les atribuyen de forma automática la nacionalidad de ellos, es lo que se denomina “atribución de nacionalidad española”. Para que se de esta coyuntura los progenitores, en su solicitud, deben acreditar la apatridia y, en consecuencia, que no transmiten iure sanguinis a sus hijos su propia nacionalidad (Resolución, 3ª, de 9 de junio de 2009, sobre declaración sobre nacionalidad española. No es español de origen el nacido en España de padre mauritano y madre argelina por no resultar acreditada la situación de apatridia de estos). Mismo criterio mantiene la Resolución, 1ª, de 13 de enero de 2011. No es española iure soli la nacida en España hija de padre nigeriano y madre mozambiqueña. Parece claro que la menor nacida en España no habría recibido la nacionalidad mozambiqueña de la madre, pero respecto al padre, la legislación nigeriana dice que son nigerianos los nacidos en el extranjero cuando uno de los padres es nigeriano, sin que la inscripción de nacimiento en la sección consular de la embajada pueda funcionar como condición indispensable para la atribución de la nacionalidad nigeriana. En este sentido, la inscripción consular podrá actuar, posiblemente, como requisito formal para el reconocimiento de la nacionalidad ya atribuida “ex lege” y que los padres pueden hacer efectiva en cualquier momento, pero no como elemento determinante para la atribución de la nacionalidad. 24 El presente supuesto de atribución de nacionalidad es al que se suelen acoger los nacidos en España de padres que son originarios de paises iberoamericanos, países donde mayoritariamente se aplica el ius soli, excepto, como veremos, los descendientes de la República Dominicana y de Nicaragüa, además de Venezuela (v. RDGRN de 25 de mayo de 2006: “son venezolanos los nacidos en el extranjero de padre y madre venezolano por nacimiento”), y de Chile (Ley 20.050 de 26 de agosto de 2005, v. RDGRN de 20 de septiembre de 2007), a los que se ha unido desde la entrada en vigor de la nueva constitución ecuatoriana el 20 de octubre de 2008, Ecuador, país éste de especial incidencia en España por la gran cantidad de ciudadanos ecuatorianos residentes en nuestro país y a quienes la modificación de su Constitución afecta directísimamente; el nuevo artículo 7-2º del Texto Constitucional dice que son ecuatorianos/nas por nacimiento “las personas nacidas en el extranjero de madre o padre nacidos en Ecuador”. La Resolución, 7ª, de 18 de mayo de 2009, sobre declaración de nacionalidad española, dice que es español iure soli el nacido en España de padres ecuatorianos antes de la entrada en vigor de la nueva Constitución Ecuatoriana el 20 de octubre de 2008, si su estancia en España no puede considerarse transitoria. El nacido no tenía cuando nació, en julio de 2007, la nacionalidad ecuatoriana de sus progenitores porque no estaban al servicio del Ecuador o de un organismo internacional y porque su estancia en España fuera de Ecuador no puede calificarse de transitoria, a la vista de que su domicilio en España está acreditado por lo que se desprende del padrón municipal y de la misma inscripción de nacimiento acreditada. 25 La Resolución, 66ª, de 17 de abril de 2012, declara que no es español “iure soli” el nacido en España de padre dominicano y madre colombiana nacidos respectivamente en República dominicana y Colombia. La Dirección General ha establecido reiteradamente que, de acuerdo con el conocimiento adquirido de la legislación colombiana, los hijos de progenitor colombiano nacido en el extranjero no adquieren automáticamente por el solo hecho del nacimiento la nacionalidad correspondiente a sus padres., la cual solo puede adquirirse por un acto posterior. Sin embargo, del conocimiento adquirido por la legislación constitucional dominicana resulta que el nacido en el extranjero de padres dominicanos es dominicano “iure sanguinis” salvo que haya adquirido “iure soli” la nacionalidad española. Por lo tanto, dado el carácter subsidiario de la atribución “iure soli” de la nacionalidad española y la preferencia para el legislador español del “ius sanguinis” sobre el “iure soli”, hay que concluir que el nacido es dominicano y no entra en juego el artículo 17.1.c) del Código Civil. Aclaratorio de la interpretación que hay que realizar tras las modificaciones realizadas en las Constituciones de Chile, Ecuador y Brasil es la Circular de la Dirección General de los Registros y del Notariado de 16 de diciembre de 2008 y la Instrucción del mismo Centro Directivo de 28 de marzo de 2007. De ellas destacar la no aplicación del artículo 17.1.c) Cc respecto de los hijos de chilenos y ecuatorianos nacidos en España y sí serán españoles de origen, vía ius soli, los nacidos en España hijos de ciudadanos brasileños. La Resolución, 29ª, de 27 de abril de 2012, declara que no es español “iure soli” el nacido en España hijo de padre marroquí y madre brasileña. Es incuestionable que la nacionalidad brasileña no fue transmitida al menor porque los hijos de brasileños nacidos en 26 el extranjero no adquieren automáticamente la nacionalidad de sus padres. Respecto a la legilación marroquí, tras las modificaciones introducidas en el Código de Familia de Marruecos (Mudawana) en virtud del Dahir nº 1.04.22, de 3 de febrero de 2004, que promulga la Ley nº 70.03, resulta incuestionable que el Derecho marroquí asume el criterio de la transmisión de la nacionalidad “iure sanguinis” como regla preferente (vid. artículo 6 del Dahir nº 25058-1 de 6 de septiembre de 1958), si bien ello lo hace asumiendo el principio básico propio del Derecho de famili islámico de que el parentesco se transmite vía masculina, razón por la cual la transmisión de la nacionalidad por vía materna se condiciona a que el padre sea desconocido También con gran repercusión por la importante colonia de originarios residentes en España es el caso de Bolivia; en donde, tras la aprobación de su nueva Constitución en febrero de 2009, su artículo 141 señala que “son bolivianos y bolivianas por nacimiento las personas nacidas en el extranjero de madre boliviana o padre boliviano”. La Circular de la Dirección General de los Registros y del Notariado de 21 de mayo de 2009 aclara los extremos citados en relación a Bolivia en el sentido de que, con la nueva regulación boliviana, ya no concurre la situación de apatridia que fundamentaba la atribución de la nacionalidad española “iure soli” a los hijos de bolivianos nacidos en España. La Resolución, 47ª, de 17 de abril de 2012, considera como española iure soli la nacida en España de padre ecuatoriano y madre boliviana nacida antes de la Constitución de Ecuador de 20 de octubre de 2008 y de la Constitución de Bolivia de 7 de febrero de 2009. 27 Por su parte, la Consulta de la DGRN de 2 de marzo de 2012, informa sobre la nacionalidad de los nacidos en España hijos de ciudadanos uruguayos. Hasta este momento, según el conocimiento adquirido de la legislación uruguaya, los hijos de uruguayos nacidos fuera de la República, no adquieren “iure sanguinis” al nacer la nacionalidad uruguaya sino que para ello es imprescindible que más tarde se “avecinen” en Uruguay y se inscriban en el Registro Cívico. Por ello, tales hijos nacidos en España son españoles de origen (Resolución, 2ª, de 4 de marzo de 2003). Este criterio se debe entender vigente en tanto se mantenga el “statu quo” normativo del Derecho extranjero contemplado en cada caso que regía en sus respectivas fechas. Cuando en tales países se produce un cambio de legislación en materia de nacionalidad es necesario reexaminar las conclusiones alcanzadas en cada caso. En esta labor de actualización resulta fundamental la prueba del correspondiente Derecho extranjero. Pues bien, según el más reciente conocimiento del Derecho uruguayo sobre la nacionalidad, tienen la cualidad de nacionales de la República Oriental de Uruguay los hombres y mujeres nacidos en cualquier punto del territorio de la República, y tienen también dicha nacionalidad, sea cual fuere el lugar de su nacimiento, los hijos de cualquiera de las personas mencionadas anteriormente (artículos 1 y 2 de la Ley 16.021, de 13 de abril de 1989). Igualmente son ciudadanos naturales de la República Oriental de Uruguay los hijos de padre o madre orientales, cualquiera haya sido el lugar de su nacimiento, por el hecho de avecindarse en el país e inscribirse en el Registro Cívico (vid. artículo 74 de la Constitución uruguaya). En consecuencia, a partir de la entrada en vigor de la citada Ley, sólo son españoles “iure soli” los hijos de uruguayos nacidos en 28 España cuando ni el padre ni la madre hubieren nacido en el territorio de la República Oriental de Uruguay, ya que concurriendo esta última condición tales hijos son uruguayos y no apátridas. En caso de ser uno sólo de los progenitores de nacionalidad uruguaya y nacido fuera de Uruguay, la atribución de la nacionalidad española “iure soli” requiere igualmente que la legislación de la nacionalidad del otro progenitor no atribuya su nacionalidad al hijo “iure sanguinis” al nacer o que el citado progenitor sea apátrida. En el anexo al final del presente tema se adjunta la relación de países, totalmente actualizada, que atribuyen sus legislaciones la nacionalidad a los descendientes de sus nacionales. Ahora bien, los criterios aplicables en las distintas legislaciones se entienden vigentes en tanto se mantenga el “statu quo” normativo del Derecho extranjero, y ello es así porque en esta materia la normativa española es subsidiaria de la extranjera; por eso, sólo cuando con arreglo a la normativa extranjera los padres no transmitan su nacionalidad a sus hijos nacidos en España, sólo entonces, como decimos, resulta procedente que por vía subsidiaria, y a fin de evitar situaciones de apatridia, se reconozca al nacido en España la nacionalidad española. Interpretación ésta en relación con el artículo 7 de la Convención de los Derechos del Niño, en cuanto establece que, el niño, desde su nacimiento, tendrá derecho a adquirir una nacionalidad, velando que se aplique este derecho cuando de otro modo pudiera resultar apátrida. Sobre el concepto de “países iberoamericanos”, sin perjuicio de ampliar el concepto al hablar de la adquisición de la nacionalidad española por residencia, señalar como pincelada que la interpretación histórica y el precedente legislativo está en la 29 Constitución de la República Española de 1931, donde se hablaba, por primera vez, de reciprocidad para “Portugal y países hispánicos de América, incluido Brasil”. 3/ ADQUISICIÓN POR ADOPCIÓN: El extranjero menor de 18 años adoptado por español adquiere, desde la adopción, la nacionalidad española de origen (art. 19.1 Código Civil). Ello es lógico, ya que la filiación por naturaleza, así como la adoptiva, surten los mismos efectos (art. 108 Código Civil), y por tanto el adoptado menor de edad desde su adopción por un ciudadano español ya será un español de origen como el hijo por naturaleza de padre o madre española. Si el adoptado es mayor de 18 años, podrá optar por la nacionalidad española de origen en el plazo de dos años a partir de la constitución de la adopción (art. 19.2 CC). Ello también es entendible, ya que una persona vinculada de forma natural a una determinada nacionalidad no puede, ni aún por la circunstancia de la adopción, de forma automática atribuirle otra nacionalidad, por ello se le da la oportunidad de que exprese su voluntad de optar por la nacionalidad española en el plazo de dos años. En este supuesto de que el adoptado es mayor de 18 años, está claro que el régimen legal vigente en España sobre nacionalidad permite el supuesto de que la nacionalidad española originaria no se adquiera desde el nacimiento, pero en este caso es necesaria una expresa y formal declaración de voluntad del interesado para adquirirla, sin que, en consecuencia, tal adquisición opere de modo automático. Aunque en esta opción, y ello es muy importante, como 30 forma de adquisición originaria de la nacionalidad española, no requiere ni exige la renuncia a la nacionalidad anterior, y es que la renuncia en puridad, está reservada para quienes adquieren la nacionalidad española de manera derivativa, es decir, por opción, carta de naturaleza o residencia (art. 23 Código Civil). 4/ ADQUISICIÓN POR CONSOLIDACION DE LA NACIONALIDAD ESPAÑOLA: Esta forma de adquirir es una novedad en la materia y se introdujo, como ya señalamos en apartados anteriores, en el Código Civil a través de la Ley 18/1990, de 17 de diciembre, teniendo sus únicas referencias legislativas en el Código de nacionalidad francés y en el Código belga. Es equiparable, salvando lógicamente las diferencias, a la adquisición de inmuebles por usucapión, y no se le puso este nombre porque la adquisición por usucapión es propia de la adquisición de la propiedad y otros derechos reales pero no de la nacionalidad, la cuál se considera tanto un estado civil como un derecho fundamental de la persona; Sus requisitos son: . La posesión y utilización de la nacionalidad durante diez años; aquí se exige que el interesado se “comporte” como español, esto es, que tenga una actitud activa (vote, pague impuestos, esté involucrado en entidades culturales, recreativas, sociales, …….,participe de ella en una palabra). Respecto al ejercicio de la nacionalidad española en cuanto al “nomen”= nombre, “tractatus”= tratamiento continuado, y “fama”= publicidad, los cuales son los requisitos que, de forma reiterada, se han venido exigiendo a la llamada “posesión de estado” para la producción de efectos 31 jurídicos, se añadirán a los requisitos legales específicos que vemos a continuación de buena fe en la posesión y la existencia de un título inscrito en el Registro Civil. . Buena fe, por ella se entiende que el interesado tenga la creencia de que ostenta la nacionalidad española; la buena fe se presume (art.434 Código Civil), y por tanto ello es una presunción legal que beneficia al que la ostenta (art. 385 Ley de Enjuiciamiento Civil). ¿Qué se entiende por mala fe en términos civiles? Pues lo define la jurisprudencia del Tribunal Supremo como lo contrario de la buena fe, esto es, un comportamiento honrado y justo. . Título inscrito en el Registro Civil que después es anulado. Este requisito es el más conflictivo en la interpretación de la aplicación del mencionado artículo 18 Cc ya que no basta para consolidar la nacionalidad española cualquier tipo de posesión y utilización de la nacionalidad española, no, será necesario un título registral apto o idóneo para poder producir, en su momento, bien la adquisición derivativa de la nacionalidad española mediante una declaración expresa de voluntad del interesado, bien la atribución de la nacionalidad española de origen. Si fuese un supuesto de adquisición originaria, para que la inscripción de nacimiento del interesado/a fuese idónea a estos efectos, tendría que haber resultado del Registro que la filiación o el nacimiento en España del interesado produjeron, según la legislación aplicable en el momento del nacimiento, la adquisición de la nacionalidad española (vid. apartado III Instrucción de 20 de marzo de 1991). La Resolución, 2ª, de 26 de febrero de 2009, analiza la solicitud de declaración de la nacionalidad española por consolidación alegando el promotor su nacimiento en España en 1959 hijo de padre de 32 nacionalidad mexicana y madre alemana. La regulación vigente en materia de nacionalidad a la fecha de nacimiento del interesado, Ley de 15 de julio de 1954, determinaba, puesto que los padres no eran españoles y ninguno de ellos había nacido en España, la no concurrencia de título atributivo de la nacionalidad española ni iure soli ni iure sanguinis. A la misma conclusión llega la Resolución, 1ª, de 15 de julio de 2009. No puede consolidar el nacido en Ceuta en 1948 de padres extranjeros porque no hay título idóneo en el Registro Civil del que se derive la adquisición de la nacionalidad española y, además, ese título no ha sido anulado. En el supuesto se da la particularidad de que el promotor del expediente ha estado en posesión de DNI español y, en consecuencia, consideraba que cumplía los requisitos del artículo 18 del Código Civil. Considera la Resolución que no cumple los requisitos para consolidar la nacionalidad española porque según la legislación aplicable al momento del nacimiento, la redacción originaria del Código civil, no concurría en el interesado ningún título atributivo de la nacionalidad española ni iure soli ni iure sanguinis, puesto que los padres no eran españoles y para que los nacidos de extranjeros en territorio español pudieran obtener la condición de españoles era requisito indispensable que los padres manifestaran ante los funcionarios correspondientes que optaban en nombre de sus hijos por la nacionalidad española renunciando a toda otra, circunstancia que no consta en la inscripción aportada al expediente. De todo ello concluimos que no por ostentar un Documento Nacional de Identidad español, que sí será suficiente a efectos administrativos que no registrales, o ejercer de funcionario para cualquier Administración Pública en España u ostentar 33 indebidamente pasaporte español, entre otras situaciones, serán circunstancias que pueden ayudar a justificar este requisito del título inscrito en el Registro Civil. El estar en posesión del DNI español lleva a confusión porque la propia legislación al respecto, disposición adicional 1ª del Real Decreto 1245/1985, de 17 de julio, y artículo 1-2 Real Decreto 1553/2005, de 23 de diciembre (BOE nº 307 de 24/12/2005), dice que “Dicho documento tiene suficiente valor, por sí solo, para acreditar la identidad y los datos personales de su titular que en él se consignen, así como la nacionalidad española del mismo”. El hecho de que el interesado haya sido considerado español durante algún tiempo por la Administración y haya estado en posesión del correspondiente DNI constituye un error de la Administración que podrá surtir otros efectos, como veremos, pero no basta para probar legalmente la nacionalidad española (cfr. art. 18 Cc). No obstante, como señalábamos, en el ámbito del Registro Civil no es suficiente prueba de que haya ostentado la nacionalidad española, sin perjuicio de que la posesión de ese documento pueda tener otros efectos como como el de considerar que su residencia en España haya sido legal con vistas a la adquisición de de la nacionalidad española por residencia (Resolución, 1ª, de 7 de noviembre de 2001). La doctrina, incluso, las considera nulas de pleno derecho por vulnerar los principios de legalidad y jerarquía normativa consagrados en los artículos 9.3 CE, el artículo 1.2 Cc (“Carecerán de validez las disposiciones que contradigan otra de rango superior”), y el propio artículo 327 del mismo Cuerpo legal cuando dice que “Las actas del registro serán la prueba del estado civil”. La 34 nulidad o no aplicación por los Jueces y Tribunales de las normas contenidas en el Real-Decreto que regula la expedición del DNI se ampara en el artículo 6 LOPJ: No se aplicarán los reglamentos o cualquier otra disposición contrarios a la Constitución, a la ley o al principio de jerarquía normativa. Esta presunción de ostentar la nacionalidad española de quien tiene el DNI no rige en el ámbito del Registro Civil porque afecta a materias de Derecho Privado en cuya tramitación se aplican supletoriamente las leyes procesales (cfr. art. 16 y 349 RRC) y en las que la prueba de los hechos inscritos se regula por lo dispuesto en los artículos 2 y 96 de la Ley del Registro Civil. En este procedimiento, según el artículo 18 del Código civil, la nacionalidad española puede consolidarse si se posee y utiliza durante 10 años, de buena fe y sobre la base de un título inscrito en el Registro Civil que después es anulado; la vía registral para comprobar esta consolidación es el expediente de declaración de la nacionalidad española con valor de simple presunción (cfr. arts. 962º LRC y 338 RRC), que decide en primera instancia el encargado del registro civil del domicilio (cfr. art. 335 RRC). Al respecto, y como complemento, en lo que se llama prueba de la nacionalidad española, señalar que sólo existen dos maneras de demostrar que una persona ostenta la nacionalidad española, una es por este tipo de expedientes, y la otra es la presunción iuris tantum contenida en el artículo 68 de la Ley del Registro Civil: se presumen españoles los nacidos en territorio español de padres también nacidos en España. 35 No podemos obviar que este es un problema importante especialmente para los españoles que viven o trabajan fuera de España y en un momento determinado las autoridades del país donde residen les solicitan un certificado que acredite su nacionalidad española. En España, de momento, este documento no existe; bien que la Instrucción de la DGRN de 14 de abril de 1999 (BOE nº 103 de 30/4/1999), sobre certificado de nacionalidad española, lo intentó mediante la expedición a favor del interesado de un certificado “ad hoc” (art. 33 RRC) que le proporcione la prueba de su nacionalidad española, pero no resolvió el problema. También el Consejo de Ministros de 17 de abril de 2009 autorizó la firma del Convenio de la Comisión Internacional del Estado Civil nº 28 relativo a la expedición de un certificado de nacionalidad, hecho en Lisboa el 14 de septiembre de 1999. Con este Convenio se llena el evidente vacío en el Derecho español sobre la prueba de nacionalidad española y se cumple lo previsto por el Convenio del Consejo de Europa sobre la nacionalidad, de 6 de noviembre de 1997, que ya prevé que cada Estado expida un documento para probar la nacionalidad de sus ciudadanos. Finalmente, el Consejo de Ministros de 5 de marzo de 2010, autoriza la ratificación del ya citado Convenio nº 28 de la Comisión Internacional del Estado Civil y, en consecuencia, reportará la ventaja práctica de existir un modelo uniforme de certificado de nacionalidad. Referido a la dificultad de prueba de la nacionalidad española, no la tiene el que la adquiere de forma no originaria, la conserva o la recupera, ya que entonces se produce el reflejo registral en la inscripción de nacimiento, pero al que sí se le originan dificultades 36 de prueba, por el propio sistema, es al que adquiere la nacionalidad española de forma originaria. La legislación registral, desde la Circular de la DGRN de 22 de mayo de 1975, Directriz VII, quiso aportar una salida al problema planteado bien a través de la presunción legal contenida en el artículo 68 de la Ley del Registro Civil, se presumen españoles los nacidos en territorio español de padres también nacidos en España, o bien a través del expediente para obtener la declaración de que se ostenta la nacionalidad española (art. 96-2º LRC), el cuál concluye con una eficaz anotación en la inscripción de nacimiento del solicitante. Esta declaración de la nacionalidad española con valor de simple presunción tiene como efecto excusar de la prueba en contrario a la persona a quien se le declara (art. 385 LEC), puesto que invierte la carga de la prueba, que corresponderá al que discuta la declaración y, en este sentido, en tanto no se destruya la presunción debe tenerse dicha declaración como si fuese definitiva. Si bien es cierto, como señala el mencionado epígrafe VII de la Circular de 22 de mayo de 1975, que la prueba definitiva del estado civil de nacional español, en los casos de adquisición originaria basada en el principio de ius sanguinis, sólo queda proporcionarla la sentencia firme recaída en el oportuno juicio ordinario (art. 249.1-2º LEC), también lo es que la legislación del Registro Civil ha arbitrado un medio específico para obtener la declaración de que se ostenta la nacionalidad española (el ya citado art. 96 nº 2 LRC) en virtud de expediente gubernativo. El hecho de que, según esta legislación, la declaración sobre nacionalidad tenga valor de “simple presunción” y deba ser objeto de anotación (art. 340 RRC) al margen de la inscripción de nacimiento, no debe llevar a la confusión de 37 minimizar la eficacia de tales declaraciones de nacionalidad, ya que en todo caso están investidas del valor propio de las presunciones “iuris tantum” que, como tales dispensan de cualquier prueba a los favorecidos por la presunción, mientras no se destruya por prueba en contrario (art. 386 LEC y Resolución, 4ª, de 1 de diciembre de 2008). Tanto la Instrucción de la DGRN de 14 de abril de 1999, sobre certificado de nacionalidad española, como la Instrucción de 7 de febrero de 2007, sobre requisitos registrales en la expedición de la certificación literal de nacimiento para la obtención del Documento Nacional de Identidad (BOE nº 42, de 17/2/2007), concluyen que “El Registro Civil constituye la prueba preferente de la nacionalidad española”, pero también en su directriz VI realiza una interesante apreciación de que no es tarea fácil, sin una adecuada investigación, saber con certeza si al nacido le corresponde o no la nacionalidad española de origen. Fuera de los casos en que haya sobrevenido pérdida de la nacionalidad española y la misma haya sido inscrita, el Encargado no puede tener la seguridad, por el solo exámen de la inscripción de nacimiento, de que al nacido le haya correspondido “ex lege” la nacionalidad española, dados los múltiples factores que han de ser analizados (“iure sanguinis” la nacionalidad española del progenitor consta por la simple declaración no contrastada; “iure soli” habría que probar que uno de los progenitores ha nacido en España, que la legislación de los progenitores extranjeros no atribuye al hijo su nacionalidad o que, respecto al inscrito sin filiación, no está determinada y atribuida la nacionalidad de los progenitores, etc.), aparte de que en ocasiones habrá que tener en cuenta las normas sobre nacionalidad española anteriores a las hoy vigentes. 38 Vemos, no obstante, una incongruencia entre la afirmación que realizan distintas Instrucciones de la Dirección General de los Registros y del Notariado referente a que los Registros Civiles son la prueba preferente de la nacionalidad española y la, por otra parte, débil conexión o reflejo del Registro Civil y la nacionalidad. El legislador es consciente de la existencia del problema e intenta dar soluciones al mismo. La que, entiendo, pudo ser la normativa aclaratoria definitiva para evitar todos los problemas de justificación de que se ostenta la nacionalidad española para los ciudadanos españoles en el extranjero es la preveía el Proyecto de Ley del Registro Civil. El artículo 68 del Anteproyecto de Ley del Registro Civil decía que “la mención de la nacionalidad en los supuestos de atribución originaria podrá practicarse a petición del interesado o de su representante legal”. Esto es, por primera vez en nuestro ordenamiento jurídico registral, el prelegislador concedía al individuo la facultad de solicitar la constancia de su nacionalidad o vecindad como mención de identidad en su inscripción de nacimiento. Una vez que en la inscripción se haya reflejado la nacionalidad o vecindad en los supuestos de atribución originaria ya sólo será cuestión de utilizar los instrumentos de publicidad registral para que podamos acreditar la nacionalidad española a través de la correspondiente certificación en extracto (art. 82.3-f APLRC). Lamentablemente, al aprobarse la Ley 20 / 2011, de 21 de julio, del Registro Civil, lo que regulaban tanto el Anteproyecto como el Proyecto de Ley del Registro Civil referido a la posibilidad de que en el propio asiento de nacimiento (“registro individual” se denomina en la nueva Ley) se reflejase, a solicitud del interesado, la nacionalidad española del inscrito, no se ha plasmado en la regulación aprobada. 39 Se sigue mantenido la presunción de nacionalidad española en el artículo 69 (es el actual 68): “… , se presumen españoles los nacidos en territorio español de padres también nacidos en España”. En el artículo 68 es cuando especifica que la adquisición de la nacionalidad española por residencia, carta de naturaleza y opción, así como su recuperación, se inscribirán en el registro individual. Estas inscripciones tienen carácter constitutivo. Esto es, es requisito necesario de cumplir para que se adquiera la nacionalidad española. Lo mismo está previsto en la actual legislación en los artículos 23-c Código Civil y 66 de la Ley del Registro Civil. En cualquier caso, la conclusión es clara. El legislador ha disfrutado de la enésima oportunidad de solucionar el eterno problema de los ciudadanos españoles para acreditar su nacionalidad en el extranjero. No lo ha hecho. Es consciente del problema. Eso es incuestionable. En la Exposición de Motivos del Anteproyecto de Ley del Registro Civil así lo refleja, y en la tramitación parlamentaria se ha discutido. Pero la realidad es que la nueva legislación, en este apartado, no es sino un calco de la que en la actualidad disponemos. Esta forma de adquisición de la nacionalidad española es la que están utilizando los ciudadanos saharauis mediante el trámite del expediente de declaración de la nacionalidad española con valor de simple presunción, el cuál se instruye y resuelve en el Registro Civil del domicilio del promotor (regla III Instrucción de la Dirección General de los Registros y del Notariado de 20 de marzo de 1991 sobre nacionalidad); este expediente no siempre tiene éxito por esta vía, ya que lo primero que tiene que probar el promotor que residía 40 en el Sahara cuando estuvo en vigor el Decreto 2258/1976, de 10 de agosto, el cuál desarrolla la Ley 40/1975, de 19 de noviembre, será acreditar su inscripción de nacimiento en Registro Civil español, y además demostrar haber estado en posesión y utilización de la nacionalidad española durante diez años; por ello es aconsejable que se utilice la vía de adquisición de la nacionalidad española por residencia con el periodo abreviado de un año por haber nacido en “territorio español” (art. 22.2.a) Código Civil). Como determinan las Sentencias de la Sala de lo Contencioso-Administrativo, Sección 6, del Tribunal Supremo de 16 de diciembre de 2008 y de 13 de octubre de 2009, “los nacidos en el Sahara Occidental cuando éste se hallaba bajo autoridad española deben considerarse nacidos en territorio español a efectos del art. 22.2.a) Cc”. Además, a los hijos de ciudadanos saharauis (v. RDGRN, 3ª, de 10 de enero de 2005) o palestinos (v. RDGRN, 4ª, de 12 de septiembre de 2000), a efectos de nacionalidad, se les considera apátridas, de forma que sus hijos nacidos en España serán españoles de origen (art. 17.1c) Cc). He querido resaltar específicamente en los ciudadanos saharauis porque, tras la STS de 28 de octubre de 1998 respecto de un natural del Sahara, el máximo órgano judicial resolvió que el actor había consolidado la nacionalidad española, pero la doctrina de esta sentencia hay que ver en cada supuesto concreto si resulta o no aplicable. Recordar que el origen de las dificultades jurídicas relacionadas con la situación de ciertos naturales del Sahara se encuentra en la confusión creada por la propia legislación interna; así, en un primer 41 momento se les consideró simplemente colonias, luego vino la fase de provincialización, para terminar en la fase de la descolonización, la cuál revistió la forma de independencia en Guinea Ecuatorial, de cesión en Ifni, y de autodeterminación en el Sahara; legislación que sigue, como ha señalado acertadamente el Tribunal Supremo, un itinerario “zigzagueante”. El propio Tribunal Supremo en sentencia de 20/11/2007, Sala Tercera, señala que el problema u origen de la cuestión con los ciudadanos saharauis se halla en las confusiones creadas por la legislación interna promulgada para la antigua colonia del llamado Sahara español, en el período histórico precedente a la “descolonización” llevada a cabo en su día. El asunto se refiere a una ciudadana de origen saharaui, nacida en la localidad de Haouza (Smara)---siendo en aquella fecha el Sahara español---, residiendo en la misma hasta que en 1975 ---tras la incorporación de dicho territorrio al Reino de Marruecos---, se trasladó al Campo de Refugiados Smara (Mahbes), próximo a la localidad de Tinduf, en Argelia, de donde viajó a España en julio de 2000, con la finalidad de ser tratada de una enfermedad, sirviéndose para ello de un pasaporte expedido por las autoridades argelinas, que caducó y no fue renovado por el Consulado de Argelia en España. Lo cierto es que la sentencia, tras un pormenorizado estudio de la situación legislativa, incluída la interesante Resolución de Naciones Unidas 3292 de 16 de octubre de 1975 de la Corte o Tribunal de Justicia Internacional donde explica, a efectos de soberanía, la teoría de territorio sin dueño (terra nullius), concluye que la recurrente en casación no puede obtener en este momento la nacionalidad española, no cuenta con la nacionalidad argelina, y tampoco puede serle impuesta la nacionalidad marroquí. En consecuencia, como 42 señala la Convención sobre el Estatuto de los Apátridas (NY, 28septiembre-1954), la recurrente no es “considerada como nacional suyo por ningún Estado, conforme a su legislación”, produciéndose ---de iure y de facto--- una situación de apatridia, y así le reconoce esta condición obligando al Ministerio del Interior a que la documente como tal. La Resolución, 1ª, de 31 de julio de 2009, sobre competencia, enfoca una cuestión muy interesante referida a que el el interesado solicita la declaración con valor de simple presunción de la nacionalidad española por haber nacido en 1965 en el Sahara Occidental y cumplir los requisitos establecidos. El órgano registral se declaró incompetente por no estar acreditado el domicilio del interesado en su demarcación. El interesado justificaba su domicilio mediante el Padrón municipal, y la Policía Local informó sobre que desconocía el paradero del promotor en el domicilio señalado. La Resolución en cuestión explica que el concepto de domicilio a efectos civiles, que es el que se ha de entender invocado por la legislación del Registro Civil, se encuentra definido en el artículo 40 del Código Civil, esto es, el lugar en que la persona vive con cierta permanencia y que se presume para el futuro. La valoración de la prueba es libre y la prueba de la certificación del Padrón municipal no es exclusiva ni privilegiada de la residencia habitual, fuera del ámbito administrativo. La Resolución ratifica el criterio del órgano registral. 5/ ADQUISICIÓN POR OPCIÓN : La opción es un modo de adquirir la nacionalidad española que requiere la voluntad expresa de la persona interesada manifestada 43 con las formalidades establecidas en la ley y realizadas ante el órgano registral competente para recepcionarla. Conforme al artículo 64, párrf. 1º LRC, funcionario competente para recibir las declaraciones de conservación o modificación de la nacionalidad o vecindad es el mismo que determinan las reglas sobre opción de nacionalidad. Continúa señalando que, cuando dicho funcionario no sea el encargado del mismo Registro donde consta inscrito el nacimiento, levantará acta con las circunstancias exigidas para la inscripción, y la remitirá al Registro competente para la práctica de la inscripción marginal correspondiente. Del precepto mencionado y de la regulación contenida en el Reglamento del Registro Civil (arts. 225 y ss), contrastamos que la declaración de opción se realizará ante el Registro Civil del domicilio del promotor. Dicha declaración de voluntad se admitirá en cualquier caso aunque no se presente documento alguno, eso sí, siempre que de la declaración resulte la concurrencia de los requisitos exigidos (art. 226 RRC), pero la inscripción sólo podrá practicarse si se justifican previamente los requisitos para la adquisición, modificación o conservación de la nacionalidad. Acreditados los requisitos legales exigidos se practicará la inscripción y se considera fecha de la misma, a partir de la cual surten sus efectos tales declaraciones las del acta, la cuál se hará constar en el asiento (art. 64, párrf. in fine LRC). Se regula en el artículo 20 del Código Civil y se configura el derecho a optar a la nacionalidad española como un modo de adquisición derivativo y, en consecuencia, no originario. Ya hemos concretado con anterioridad las diferencias entre un modo u otro de adquisición de nacionalidad española. 44 Tienen derecho a optar por la nacionalidad española las personas que estén o hayan estado sujetas a la patria potestad de un español pero, en este supuesto, con la advertencia expresa de la opción “caducará a los veinte años” (art. 20.2.c) Código Civil); así, transcurrido este tiempo y encontrarnos ante un plazo de caducidad, esta opción ya no podrá ser ejercitada. Señalar que la transcendencia y repercusión que tiene este supuesto en nuestra sociedad es cada vez mayor; es fácil entender que adquirida la nacionalidad española por residencia por una persona, bien en el plazo de diez años de residencia legal, bien por dos años en el caso de los originarios iberoamericanos, es el caso más frecuente, lógico, el siguiente paso es que todos los hijos que están bajo su patria potestad opten inmediatamente a la nacionalidad española adquirida por su progenitor/a, sin importar que residan en España o en sus países originarios. Después las situaciones son diferentes según que el optante sea o no mayor de catorce años o si está o no emancipado. Si el optante es menor de 14 años o incapacitado, la opción requiere autorización expresa del encargado del Registro Civil del domicilio del declarante, la cuál siempre se concederá, y esto es muy importante, para superar situaciones de ausencias u oposiciones sin fundamento de algún representante legal, en interés del menor; si es mayor de 14 años será asistido el menor por sus representantes legales en su solicitud. No olvidar que la petición de opción debe ser conjunta del padre y de la madre y no puede realizarse por uno sólo de los titulares de la patria potestad (art. 154 Código Civil); a salvo, lógicamente, los procesos de separación, nulidad o divorcio, en donde el artículo 92 Cc establece que los padres pueden acordar en el convenio 45 regulador o el Juez podrá decidir sobre el ejercicio de la patria potestad atribuyendo su ejercicio total, o parcialmente, a uno de los cónyuges. Si existe desacuerdo entre los progenitores sobre la conveniencia o no de promover el expediente de nacionalidad, habrá de acudirse al Juez (art. 156 Código Civil). Según el artículo 154 Cc, “Los hijos no emancipados están bajo la potestad de los padres”. No es posible en derecho español que los padres titulares de la patria potestad puedan delegar ésta a un tercero. La patria potestad se conforma por un conjunto de derechos y obligaciones que son de carácter indelegable, las normas que las regulan son de ius cogens y constituyen materia de orden público, en la que no debe tener aplicación la ley extranjera contraria a dicho orden público (art. 12 nº 3 del Código Civil), sino necesariamente la española. Así la Resolución, 6ª, de 2 de diciembre de 2008, deniega la opción por la nacionalidad española de una ciudadana española adquirida por residencia y cuyos padres de la menor, de nacionalidad senegalesa, habían delegado la patria potestad conforme a la legislación senegalesa. También la Resolución, 4ª, de 9 de enero de 2009, se pretende por la interesada, de nacionalidad española adquirida por residencia, la inscripción de nacimiento de dos sobrinos, menores de edad, alegando que ella tiene la patria potestad sobre ellos. Aporta testimonio de la sentencia de 18 de noviembre de 2005 dictada por el Juez Sexto de Familia de C. (Colombia) en proceso de custodia y tenencia de los menores. En derecho español no es admisible que la patria potestad pueda ser ejercitada directamente por una tía sobre sus sobrinos. 46 Al respecto del interés del menor no podemos ni debemos obviar que éste es un interés superior que prevalece siempre sobre cualquier otro interés legítimo con el que pudiera concurrir, por ejemplo, que entrase en colisión con cualquier otro interés que se de en cualquiera de los detentadores de la patria potestad. Ello es así y se recoge de forma explícita desde la propia Constitución española de 1978, pasando, por supuesto, por la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, la cuál, y ello es muy importante, se aplica a todos los menores de 18 años que se encuentren en “territorio nacional”, sean o no españoles, primando, por supuesto, el interés superior de los menores y señalando, además, que todas las medidas que se adopten “deberán tener un carácter educativo” (ello es determinante a la hora de enjuiciar la expresión que se establece en el art. 20.2a) Código Civil de que “la autorización se concede en interés del menor”), o terminando este íter legislativo de protección e interés del menor en la necesaria Ley 54/2007, de 28 de diciembre, de Adopción Internacional, que recoge de forma expresa el asegurar el interés superior del menor en su artículo 2, el cuál garantiza que todas las adopciones internacionales tengan lugar en consideración al interés superior del menor. También el artículo 9, del derecho a la educación, de la Ley Orgánica 2/2009, de 11 de diciembre, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España, dice que los extranjeros menores de dieciséis años tienen el derecho y el deber a la educación, o el mismo derecho a la asistencia sanitaria para los extranjeros menores de dieciocho años en las mismas condiciones que los españoles (art. 12 mismo Cuerpo legal). 47 El otro importante supuesto de opción a la nacionalidad española es el de las personas cuyo padre o madre hubiera sido originariamente español y nacido en España (art. 20.1.b) Código Civil, redactado conforme a la Ley 36/2002, de 8 de octubre), y ello sin estar sometido a plazo alguno de caducidad. Esta posibilidad de ejercicio del derecho de opción fue un logro importante porque desde la Ley 18/1990, de 17 de diciembre, Disposición Transitoria 3ª, se fueron dando diferentes plazos para ejercer esta opción a través de la Ley 15/1993, de 23 de diciembre, y la Ley 29/1995, de 2 de noviembre, la cuál fijó como plazo límite para el ejercicio de esta opción el 7 de enero de 1997. Insuficientes desde cualquier perspectiva como se ha contrastado con la posterior reforma. En la actualidad, como decíamos, desde la entrada en vigor de la citada Ley 36/2002, de 8 de octubre, el ejercicio de esta opción no está sujeto a límite alguno de edad o tiempo, sin embargo la adquisición de la nacionalidad por esta vía presenta dos límites importantes y un requisito que restringe su ámbito de aplicación. Sobre los límites, en primer lugar, esta opción no confiere la cualidad de español de origen y, en segundo lugar, exige el sacrificio de la anterior nacionalidad del optante ya que, salvo que estemos ante naturales de países mencionados en el apartado 1 del artículo 24 Cc (países iberoamericanos, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial o Portugal), exige la renuncia a la nacionalidad que el optante hubiera venido ostentando y, se mire como se mire, el requisito de renuncia no deja de producir un efecto de inhibición sobre los potenciales interesados por los inconvenientes prácticos que supone la desvinculación jurídico-política con el país de acogida que implica dicha renuncia. 48 Además, el ejercicio de este derecho de opción se subordina no sólo a la nacionalidad originaria española del padre o madre del optante, sino que también constituye parte de los presupuestos sustantivos del supuesto de hecho de la norma que el citado padre o madre del optante hubieran nacido en España. Respecto a la referencia que el artículo 20.1-b) del Código civil hace de la expresión “… y nacido en España” llama la atención que el legislador no haya utilizado la misma terminología que el artículo 22.2-a) del mismo Cuerpo legal, que reduce el plazo de residencia legal necesaria para la adquisición de la nacionalidad española a favor de “el que haya nacido en territorio español”. La Resolución, 5ª, de 6 de julio de 2009, sobre inscripción de nacimiento y opción a la nacionalidad española, nos dice que el proceso lógico-jurídico de la interpretación hace que concurra identidad de razón y no estorba el hecho de que el precepto hable en este caso de “España” y no de “territorio español”, ya que el término “España” se debe interpretar con la perspectiva histórica e intergeneracional que su finalidad le impone. Esta opción por la nacionalidad española regulada en el artículo 20 Cc beneficia especialmente a dos grupos de personas. En primer lugar, a los hijos/as de padre o madre originariamente español y nacido en España que nacieron después que sus progenitores hubieran perdido la nacionalidad española y, en consecuencia, no la pudieron transmitir. Este es el caso más frecuente de los hijos de emigrantes que cuando nacieron su padre ya no era español consecuencia de haberse nacionalizado en el país de acogida y haber perdido, por tanto, su originaria nacionalidad española. En segundo lugar, el grupo de personas que sale más beneficiado por 49 esta facultad de opción del artículo 20.1.b) Cc son los hijos de madre española nacidos antes de la entrada en vigor de la Constitución Española de diciembre de 1978, ya que, hasta ese momento, el artículo 17.1º Cc, redacción Ley de 1954, decía que sólo eran españoles “los hijos de padre español”. Por tanto, se retrotraen los efectos de la consideración de ciudadano español a los hijos/as de padre o madre español desde la Ley 51/1982, de 13 de julio, hasta el 29 de diciembre de 1978, cuando entró en vigor la Constitución, y ello pese a la directriz primera de la Instrucción de la DGRN de 16 de mayo de 1983, cuando refiriéndose a la nacionalidad de los hijos de madre española por aplicación del artículo 17.1º Cc, redacción Ley de 1982, dice que esta novedad no puede tener efecto retroactivo (art. 2.3º Cc), y únicamente podrán ser considerados españoles de origen los hijos de madre española nacidos después de la entrada en vigor de la Ley de 13 de julio de 1982. Muy interesante resulta en este momento contrastar el ejercicio de esta opción a la nacionalidad española de los que su padre o madre hubiera sido originariamente español y nacido en España (art. 20 Código Civil), con la opción por la nacionalidad española de origen de las personas cuyo padre o madre hubiese sido originariamente español, o el mismo derecho de opción previsto para los nietos de quienes perdieron o tuvieron que renunciar a la nacionalidad española como consecuencia del exilio. Regulación toda ella contenida, como ya hemos señalado, en la Disposición Adicional 7ª de la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura, la comúnmente llamada de Memoria Histórica; desarrollada por la Instrucción de 4 de noviembre de 2008 de la 50 Dirección General de los Registros y del Notariado (BOE nº 285 de 26/11/2008), la cuál contiene las reglas orientativas sobre la nueva regulación y sobre la práctica registral a que habrán de atenerse los diversos órganos registrales, sean municipales o consulares, que intervienen en la formalización e inscripción del derecho de opción a la nacionalidad española. Interesante resulta la comparación porque la opción del artículo 20 Cc es una adquisición de la nacionalidad derivativa, es decir, no confiere la cualidad de español de origen, como sí ocurre en los dos supuestos regulados en la Disposición Adicional 7ª de la Ley 52/2007; el artículo 20.1-b) Cc limita la posibilidad de optar a la nacionalidad española ya que exige que el padre o la madre, además de ser españoles originarios, hayan nacido en España, lo que no exige la Ley 52/2007, que sólo exige al padre o madre haber sido originariamente español pero no nacido en España; otra diferencia es que los dos supuestos de la Ley 52/2007 contienen un plazo de caducidad de dos años, hasta el 27 de diciembre de 2010, sin perjuicio de poder ser prorrogado por un año más, como así se hizo por Acuerdo de Consejo de Ministros de 22 de enero de 2010 que se reflejó en la Resolución de 17 de marzo de 2010 (BOE nº 72, de 24/03/2010, donde explica el desarrollo satisfactorio de la aplicación de la disposición adicional séptima de la Ley 52/2007), hasta el 27 de diciembre de 2011 (al tener este carácter transitorio explica y justifica que no se haya incluído en el articulado del Código Civil ya que, como decimos, en diciembre de 2011 ha desaparecido la posibilidad de su utilización), y la opción del artículo 20 Código Civil no está sujeto a plazo de caducidad alguno. El aspecto que marca la verdadera diferencia entre una opción y otra es que la de la Ley 52/2007 es, como hemos señalado, una 51 nacionalidad española originaria, y la del artículo 20 Cc es derivativa, ello lleva implícito que el derecho de opción recogido en la Ley de Memoria Histórica no requiere la renuncia a la nacionalidad anterior, algo que, conforme al artículo 23 del Código Civil, sí se exige a los que adquieren la nacionalidad española de forma derivativa, entre los que están los de opción, carta de naturaleza y residencia. Ante ello resulta relativamente frecuente encontrarnos con la solicitud de que quien ha adquirido la nacionalidad española vía opción del artículo 20 Cc solicite la opción por el conducto de la Ley de la Memoria Histórica, si cumple los requisitos; ello lo tiene que realizar el propio interesado en el plazo de tres años de vigencia de la misma, ante el Registro Civil de su domicilio y con la consecuencia de que la adquisición de la nacionalidad española de ser derivativa, en un principio, pasará a ser originaria. Interesante resulta destacar que de los dos supuestos que contempla la Disposición Adicional 7ª de esta Ley 52/07, el más utilizado es, sin duda, el del apartado 1, esto es, cuando el padre o madre hubiese sido originariamente español. La segunda posibilidad, la de los nietos de quienes perdieron o tuvieron que renunciar a la nacionalidad española como consecuencia del exilio, es menos frecuente consecuencia, sin duda, de la dificultad de prueba. Se les exige a esos nietos de exiliados el doble requisito de demostrar, primero, la condición de exiliado del abuelo, no siempre se cuenta con la documentación acreditativa para ello, y en segundo lugar, el demostrar documentalmente que el abuelo perdió o tuvo que renunciar a la nacionalidad española por el exilio. 52 En este supuesto del apartado 2 debemos reparar en el significativo detalle de que en estos casos no se exige que el abuelo/a que perdió la nacionalidad española lo hubiese sido de origen, y ello a diferencia del requisito que se impone al padre o madre del optante en el caso ya comentado del apartado primero de la misma disposición. 6/ ADQUISICIÓN POR CARTA DE NATURALEZA: Para su concesión, otorgada discrecionalmente por el Consejo de Ministros mediante Real Decreto, en el solicitante deben concurrir unas circunstancias excepcionales; las circunstancias concurrentes pueden ser de tipo literario, económico, político, deportivo, …., en todo caso, señalar que es la única de las solicitudes que escapa a una regulación específica, la valoración de los méritos es aleatorio de quien la concede, el Gobierno, constituyendo un genuino derecho de gracia, en donde el requisito de la solicitud tiene el significado de ocasión o motivo pero no causa jurídica de la misma. El artículo 21.1 del Código Civil dispone que “La nacionalidad española se adquiere por carta de naturaleza, otorgada discrecionalmente mediante Real Decreto, cuando en el interesado concurran circunstancias excepcionales”. El artículo 223 del Reglamento del Registro Civil dice que “La concesión de carta de naturaleza revestirá la forma de Real Decreto, dictado a propuesta del Ministro de Justicia”. Al no ser, evidentemente, una forma de adquisición originaria, el beneficiario debe cumplir los requisitos exigidos por el artículo 23 del Código Civil, esto es, el juramento o promesa de fidelidad al Rey y obediencia a la Constitución y a las leyes; la renuncia a su 53 nacionalidad anterior, a excepción de los países mencionados en el apartado 1 del artículo 24 Código Civil (países iberoamericanos, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial y Portugal); y que la adquisición se inscriba en el Registro Civil español. De todos los requisitos es fácil deducir que el que más problemas puede causar al beneficiario es el de renunciar a su nacionalidad anterior; así, como ejemplo, podemos decir que a los combatientes de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil española, el Real Decreto 39 / 1996, de 19 de enero (BOE nº 56 de 5/03/1996), entendía que en estos voluntarios concurrían circunstancias excepcionales para la concesión de la nacionalidad española pero, claro debían cumplir los requisitos vistos del artículo 23 Cc, lo cuál resultó ser el freno a su utilización, se reconoce, incluso, en la propia Exposición de Motivos del Real Decreto 1792 / 2008, “un buen número de solicitudes fueron archivadas”, señala el texto; ante ello, el artículo 18 de la Ley 52/2007, de la Memoria Histórica, señala que a estos voluntarios, en lo que se refiere a la adquisición por carta de naturaleza de la nacionalidad española, no les será de aplicación la exigencia de renuncia a su anterior nacionalidad; sobre los requisitos y procedimiento, al respecto, el mencionado Real Decreto 1792 / 2008, de 3 de noviembre (BOE nº 277 de 17/11/2008). También es éste un modo relativamente habitual de atribuir la nacionalidad española a los miembros de la comunidad sefardí, justificando el Consejo de Ministros las circunstancias excepcionales que concurren como son el mantenimiento de profundos e intensos lazos emocionales, históricos y afectivos con el Reino de España, conservando la tradición de su procedencia española con el consiguiente reflejo cultural de sus costumbres y el 54 mantenimiento del idioma español. V. Consejo de Ministros de 30 de abril de 2010 para 20 miembros de la comunidad sefardí, de nacionalidad turca, o los Consejos de Ministros de 7 y 14 de mayo de 2010 para otros 40 miembros de la comunidad sefardí, de nacionalidad venezolana. También la Ley 29 / 2011, de 22 de septiembre, de Reconocimiento y Protección Integral a las Víctimas del Terrorismo (BOE nº 229, de 23/09/2011), al articular entre sus objetivos y finalidades una serie de medidas que corresponde a la propia Administración General del Estado el impulsar e implantar, establece entre los Derechos específicos de los extranjeros víctimas del terrorismo la concesión de la nacionalidad española. Así, el artículo 41 del citado texto legal determina que “La condición de víctima del terrorismo a que se refiere el artículo 4.1 de esta Ley se considerará como circunstancia excepcional a los efectos de la adquisición de la nacionalidad española por carta de naturaleza”. El precepto al que remite refiere que se considera titular de derechos de los derechos y de las prestaciones a “Las personas fallecidas o que han sufrido daños físicos y/o psiquicos como consecuencia de la actividad terrorista y que, a los efectos de la Ley, son consideradas como víctimas del terrorismo”. El precedente normativo, en lo que se refiere a la concesión de la nacionalidad española por carta de naturaleza, se encuentra en el Real Decreto 453 / 2004, de 18 de marzo, sobre concesión de la nacionalidad española a las víctimas de los atentados terroristas del 11 de marzo de 2004 (BOE nº 70 de 22/03/2004). Explica en su Exposición de Motivos la gravedad de los atentados cometidos, la necesidad de ayuda a la situación de las víctimas extranjeras, así como el deseo de facilitar su arraigo, todas estas circunstancias 55 llevan a considerar que concurren las circunstancias excepcionales previstas en el artículo 21.1 del Código Civil en las víctimas y sus familiares. Se entenderán por víctimas, en todo caso, los heridos en dichos atentados, así como el cónyuge, los descendientes y los ascendientes, en ambos casos, en primer grado de consanguinidad de los fallecidos (art. 1 R. D. 453 / 2004). 7/ ADQUISICIÓN POR RESIDENCIA: La población española ha crecido, se ha redistribuido y ha modificado las magnitudes de la actividad sociodemográfica. En 1988 el país no alcanzaba los 39 millones de habitantes; hoy supera los 47 millones, un 15% más. Uno de los cambios más significativos de los últimos años de la sociedad española lo constituye, sin duda, el muy notable incremento del número de ciudadanos extranjeros residentes en nuestro país, lo que ha traído consigo un importantísimo aumento de las solicitudes de adquisición de la nacionalidad española por residencia. Paralelamente, los cambios socioeconómicos y demográficos experimentados por nuestro país han contribuído a que la cultura jurídica en nuestra sociedad haya cambiado y, como resultado, la litigiosidad se ha incrementado de forma exponencial. Actualmente, señala el Ministerio de Justicia, hay unos 400.000 expedientes de nacionalidad por residencia pendientes de ser tramitados, y cada mes la cifra se incrementa con 10.000 nuevas solicitudes. Esta es la razón por la que el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, haya anunciado el 25 de junio de 2012 la puesta en marcha de un Plan Intensivo de Tramitación para atajar definitivamente, en el 56 plazo de un año, el atraso equivalente a dos años y medio que sufre la tramitación de expedientes de nacionalidad por residencia. Con carácter previo a su análisis, señalar que el Tribunal Supremo considera la concesión de la nacionalidad española por residencia como un acto que constituye una de las más plenas manifestaciones de soberanía de un Estado, y es que la nacionalidad constituye la base misma del Estado siendo en sí misma una condición, la de “nacional del país”. Otorgamiento éste que lleva inherente un conjunto de derechos y de obligaciones y que se condiciona, como es lógico, a que el solicitante cumpla unos determinados requisitos concretados por ese Estado al que se quiere pertenecer y que será, en definitiva, quien concederá “la condición de nacional” (STS de 22 de noviembre de 2001, RC nº 7947/1997). Entrando ya en su análisis, diremos que la nacionalidad por residencia es la forma más frecuente de adquirir la nacionalidad española, y se fundamenta en cumplir los requisitos que fija el Código Civil para iniciar su tramitación; texto legal que no hace sino cumplimentar el mandato constitucional cuando en el artículo 11-1 señala que “La nacionalidad española se adquiere, se conserva y se pierde de acuerdo con lo establecido por la ley”. Asimismo, es de destacar la complejidad del procedimiento de adquisición de la nacionalidad española por residencia. En él se combina la intervención de los Registros Civiles con la de la Administración General del Estado en un equlibrio de tareas que exigen de ambos la rigurosa asunción de las cargas que componen cada fase del procedimiento. 57 Los artículos 21 y 22 del Código Civil sujetan la concesión de la nacionalidad española por residencia a dos tipos de requisitos: unos de carácter definido como son la formulación de la solicitud y la residencia legal, continuada e inmediatamente anterior a la petición durante los plazos de diez, cinco, dos o un año, según los casos; y otros configurados como conceptos jurídicos indeterminados, que, a su vez, bien pueden ser de carácter positivo como es la justificación de la buena conducta cívica y el suficiente grado de integración en la sociedad española, o bien de carácter negativo, como es el caso de los motivos de orden público o interés nacional que pudieran justificar su denegación. Los primeros no plantean problema para su apreciación, y en cuanto a los segundos, por su propia naturaleza de conceptos jurídicos indeterminados, precisan de la concreción adecuada a las circunstancias concurrentes en cada caso cuya valoración lleva a una única solución justa, jurisdiccionalmente controlable, que debe adoptarse por la Administración (art. 9.3 CE: La Constitución garantiza …. la responsabilidad y la interdicción de los poderes públicos, y el art. 103.1 CE: La Administración Pública sirve …. “con sometimiento pleno a la ley y al Derecho”), sin que propicien soluciones alternativas propias de la discrecionalidad administrativa. Lo explica de forma brillante y clara la STS de 24 de abril de 1999. En la apreciación de los conceptos jurídicos indeterminados resulta excluida la discrecionalidad de la Administración, porque la inclusión de un concepto jurídico indeterminado en la norma a aplicar no significa, sin más, que se haya otorgado capacidad a la Administración para decidir con libertad y renunciar a la solución justa del caso, sino que viene obligada a la única decisión correcta 58 a la vista de los hechos acreditados, añadiendo que el reconocimiento de la nacionalidad española no es una potestad dicrecional sino un deber cuando concurren los requisitos legalmente previstos. Por ello, la propia sentencia señala que la nacionalidad tiene la auténtica naturaleza jurídica de estado civil de la persona, por lo que su adquisición por residencia no puede confundirse con la que se lleva a cabo por carta de naturaleza, pues mientras ésta constituye un genuino derecho de gracia, en que el requisito de la solicitud tiene el significado de ocasión o motivo pero no causa jurídica de la misma, la adquisición por residencia no puede concederse o denegarse sino cuando concurran las circunstancias legalmente previstas, de manera que no se trata de una concesión “estricto sensu” sino de un reconocimiento por concurrir al efecto los requisitos exigibles. La concesión de la nacionalidad española por residencia es competencia del Ministerio de Justicia (el art. 21-2 Cc habla de “concesión otorgada por el Ministro de Justicia” y el art. 63 Ley del Registro Civil dice que la concesión “se hará por el Ministerio de Justicia”), y por su delegación, la Dirección General de los Registros y del Notariado, previa la tramitación del preceptivo expediente en el Registro Civil del domicilio del promotor (art. 365 Reglamento del Registro Civil; absolutamente preceptivo, ius cogens, que la instrucción y tramitación se realice en el Registro Civil del domicilio del interesado). En este punto del domicilio el tema clave es determinar el concepto del mismo y el valor del Padrón municipal. El artículo 16 de la Ley de Bases de Régimen Local, Ley 7/1985, de 2 de abril, redactado por Ley 4/1996, de 10 de enero, dispone en su nº 1 que “El padrón 59 municipal es un registro administrativo donde constan los vecinos de un municipio. Sus datos constituyen prueba de la residencia en el municipio y del domicilio habitual del mismo”, y las certificaciones de dichos datos tendrán carácter de documento público y fehaciente. Ahora bien, tal carácter se declara y reconoce legalmente para “todos los efectos administrativos”, pero sólo para ellos. Por tanto, fuera del ámbito administrativo, la certificación del Padrón municipal, no se contempla ni como prueba exclusiva del domicilio, ni como prueba privilegiada del mismo. Asimismo, es doctrina jurisprudencial constante y reiterada que los simples datos del padrón de habitantes no hacen prueba plena de la residencia a efectos civiles, dado que lo único que prueba dicho Padrón, por sí sólo, es la realidad de haberse hecho por el declarante y funcionario en su caso en él interviniente las manifestaciones que contiene, pero no que las mismas sean exactas. En la legislación del Registro Civil se entiende invocado el concepto de domicilio a efectos civiles regulado en el artículo 40 Cc, conforme al cuál “el domicilio de las personas naturales es el de su residencia habitual”. Así, el elemento determinante para poder tramitar el expediente de solicitud de nacionalidad española es el de la residencia, identificándose el lugar de “residencia habitual” con el de domicilio civil, esto es, el lugar donde la persona vive con cierta permanencia y que se presume para el futuro. La prueba de la residencia habitual constitutiva del domicilio es libre (Resolución, 7ª, de 19 de junio de 2009, sobre competencia). Esta efectiva vivencia y habitualidad, con raíces familiares y económicas (STS de 30/01/1993) intenta evitar el fraude del fuero electivo (art. 247 LEC en relación al 11 LOPJ) de forma que la competencia territorial 60 impuesta al Registro Civil del domicilio del solicitante se corresponda en verdad con la efectividad de dicha residencia. Nada impide, a nuestros efectos, que el interesado pueda presentar su solicitud con la documentación ante el Juzgado de Paz de su domicilio, el Registro Civil delegado correspondiente y éste, a su vez, la remita al Registro Civil principal del que dependa. No perdamos la referencia que en materia de justicia, el Estado se organiza territorialmente en municipios, partidos judiciales, provincias y comunidades autónomas. Esta distribución de los órganos del Poder Judicial ha obedecido a la necesidad de garantizar una jurisdicción accesible al ciudadano en todo el territorio del Estado. Lo mismo ocurre en materia registral, se intenta en cualquier circunstancia el facilitar el acceso y proximidad del ciudadano a la oficina registral (art. 2 RRC). En la tramitación previa del expediente de adquisición de la nacionalidad española por residencia resulta competente el Registro Civil del domicilio o residencia habitual del solicitante (vid. art. 16 nº 4 LRC, redactado por Ley 24/2005, 365 RRC y la Instrucción del Centro Directivo de 26 de julio de 2007). Como ejemplo de ello la Resolución, 5ª, de 5 de mayo de 2009, sobre nacionalidad por residencia, admite que se tramite la solicitud inicial incluso aún siendo remitida por correo postal y no personalmente y eso con el único dato relativo al domicilio de la interesada que obra en el expediente es el que figura en el modelo normalizado de solicitud, aprobado por Resolución de 7 de mayo de 2007 de la Subsecretaría del Ministerio de Justicia. Al respecto de la tramitación del expediente resulta muy interesante la Instrucción de 26 de julio de 2007, de la Dirección General de los Registros y del Notariado, sobre tramitación de las 61 solicitudes de adquisición de la nacionalidad española por residencia (BOE nº 189 de 8/8/2007), que adopta una serie de medidas necesarias para obtener la uniformidad en la tramitación de estos expedientes registrales, todo en aras de conseguir tanto seguridad jurídica como agilizar su tramitación, facilitarlo a los ciudadanos y velar por los derechos de los menores cuando sean los interesados en el procedimiento. Como en nuestro vigente Ordenamiento jurídico registral no existen normas sobre como ha de ordenarse la documentación que conforma los expedientes de adquisición de la nacionalidad española por residencia, cada órgano registral lo hace a su manera y ello, claro, resulta contrario a la deseable uniformidad que, como decíamos, tanto por razones de agilidad como de seguridad jurídica, debe presidir esta materia. La Instrucción citada sale al paso de esta falta de consonancia y fija los criterios generales referidos a la estructura que deben tener los expedientes registrales de adquisición de la nacionalidad española por residencia; se basa para ello en un criterio lógico-procedimental razonado en la secuencia de identificación del solicitante (aportará la solicitud normalizada dispuesta por el Ministerio de Justicia, la Tarjeta de Identidad de Extranjero y el pasaporte); la competencia del órgano registral que, como hemos señalado, conforme al artículo 365 RRC, vendrá fijada por el domicilio del promotorinteresado adjuntando el certificado de empadronamiento; la legitimación del promotor (certificado de nacimiento del interesado, certificado de matrimonio con español y certificado literal de nacimiento del cónyuge español, en su caso, certificado de nacimiento de los hijos menores de edad, y el certificado expedido de antecedentes penales del país de origen; la prueba del 62 cumplimiento de los requisitos exigidos (bien los de carácter definido, bien los conceptos jurídicos indeterminados, sean los de carácter positivo o los de carácter negativo, a los que adjuntaremos los documentos acreditativos de los medios de vida para residir en España); a todo ello se añade el acta de las audiencias practicadas, el informe del Ministerio Fiscal y el Auto-propuesta del encargado del Registro Civil. Trámite imprescindible resulta, en consecuencia, el control de la autenticidad de los documentos extranjeros, ya que conforme al artículo 88 RRC los documentos expedidos por funcionarios extranjeros requieren ser legalizados. De tanta importancia resulta este requisito que la ausencia del mismo es un defecto que impide la inscripción registral (RDGRN de 22 de enero de 1998). La legalización exigida con carácter general es en particular exigible en el expediente de adquisición de la nacionalidad por residencia, al certificado de nacimiento del promotor, al de nacimiento de los hijos menores de edad y al certificado de antecedentes penales del país de origen del solicitante. Por “legalización” se entiende la formalidad destinada a comprobar la autenticidad de la firma puesta en un documento, la calidad en que ha obrado el firmante del mismo y, en su caso, la identidad del sello que lleve el mismo documento. Es necesario resaltar que el procedimiento de legalización no está regulado en ninguna norma española de Derecho positivo. La práctica diplomática internacional que se sigue en la mayor parte de los Estados del mundo y también España es la siguiente: El documento público extranjero cuyos efectos legales se pretenden hacer valer en España debe ser legalizado en dos fases. En la primera fase (“fase extranjera”), las firmas contenidas en el 63 documento cuyos efectos legales se pretenden hacer valer en España deben ser legalizadas por las autoridades extranjeras de dicho país con arreglo a las Leyes de dicho país. Segunda fase (“fase española”), el documento extranjero se presenta ante el Cónsul español en dicho país, que legaliza las firmas de los funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores de dicho país extranjero. Ello es posible porque los cónsules españoles disponen de un registro de firmas de los funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores del país en el que operan. El trámite de la exigencia de legalización puede ser objeto de dispensa en el caso de documentos provenientes de Estados parte del Convenio de la Haya de 5 de octubre de 1961. Este Convenio sustituye o suprime la exigencia de la legalización de los documentos públicos extranjeros por una apostilla ad hoc. Se aplica a los documentos públicos que hayan sido autorizados en el territorio de un Estado contratante y deban ser presentados en el territorio de otro Estado contratante. La legalización, en estos casos, se sustituye por el trámite de la Apostilla o legalización única. La apostilla actúa en el ámbito de los requisitos de forma, permitiendo su consideración de documentos auténticos y conformes con la Ley aplicable a las formalidades y solemnidades documentales establecidas por el país de origen del documento. Como decía, el 5 de octubre de 1961 se firmó en la Haya el Convenio por el que se suprime la exigencia de legalización de los documentos públicos autorizados en el territorio de un Estado contratante y que debieran ser presentados en el territorio de otro Estado contratante. El citado Convenio, que fue ratificado en España por Instrumento de 10 de abril de 1978 y entró en vigor para España el 25 de septiembre de 1978, configuró la Apostilla 64 expedida por la autoridad competente del Estado del que dimanase el documento como la única formalidad exigible para certificar la autenticidad de la firma, la calidad en que el signatario del documento ha actuado y, en su caso, la identidad del sello o timbre del que el documento está revestido. Los documentos privados no podrán ser objeto de Apostilla o legalización única. La norma que ha enmarcado el funcionamiento de dicho Convenio en España ha sido el Real Decreto 2433/1978, de 2 de octubre, al establecer las autoridades o funcionarios competentes para realizar la Apostilla. Dicha regulación, atendiendo al tiempo y a que es anterior a la Constitución Española de 1978, se había quedado obsoleta. En consecuencia, ha quedado derogada y sustituída por el Real Decreto 1497/2011, de 24 de octubre, por el que se determinan los funcionarios o autoridades competentes para realizar la legalización única o Apostilla prevista por el Convenio XII de la Conferencia de La Haya de Derecho Internacional Privado, de 5 de octubre de 1961 (BOE nº 276 de 16/11/2011). Competentes para realizar el trámite de legalización única o Apostilla de los distintos documentos públicos, señala el citado Real Decreto 1497/2011, son los Secretarios de Gobierno de los Tribunales Superiores de Justicia, el titular de la Unidad del Ministerio de Justicia, los Gerentes Territoriales de las Gerencias Territoriales que el Ministerio de Justicia tiene distribuidas por todo el territorio nacional, y los Decanos de los Colegios Notariales. A su vez, la citada norma distingue entre documentos administrativos, judiciales, notariales, documentos autorizados por autoridades o funcionarios judiciales del Tribunal Supremo y de la Audiencia Nacional, o bien otros documentos públicos. Según los distintos 65 documentos a que se refiere el texto será un funcionario o autoridad de los señalados el competente para apostillar. Asimismo, es importante dejar constancia a efectos de operatividad en las apostillas que la Orden JUS/1207/2011, de 4 de mayo, por la que se crea y regula el Registro Electrónico de Apostillas del Ministerio de Justicia y se regula el procedimiento de emisión de apostillas en soporte papel y electrónico (BOE nº 115, de 14/05/2011). Este Registro Electrónico de Apostillas, que será competencia del Ministerio de Justicia, tiene como objeto permitir el archivo de todas las Apostillas emitidas en España, así como la consulta, por los ciudadanos y autoridades destinatarias competentes de todas las Apostillas expedidas tanto en soporte papel como electrónico por las autoridades competentes de España. Finalmente, el Convenio de Atenas de 15 de septiembre de 1977 va más allá de lo contemplado en el Convenio de la Haya. Tiene un ámbito de aplicación extensivo a los documentos relativos al estado civil, a la capacidad o a la situación familiar de las personas físicas, a su nacionalidad, domicilio o residencia, así como los documentos relativos a la celebración del matrimonio o a la formalización de un acto del estado civil. Está firmado por Alemania, Austria, Bélgica, España, Francia, Grecia, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Portugal, Polonia, Reino Unido, Suiza y Turquía. Los documentos emitidos por estos paises solo precisan traducción. Instrumento de ratificación de 27 de enero de 1987 del Convenio nº 17 de la Comisión Internacional de Estado Civil (C.I.E.C.), sobre dispensa de legalización de ciertos documentos, hecho en Atenas el 15 de septiembre de 1977. 66 Tampoco los documentos expedidos por los Registros Civiles de la Federación de Rusia, precisan la Apostilla. Sólo exigen la traducción. Las certificaciones plurilingües expedidas por: Alemania, Austria, Bélgica, Bosnia, Croacia, Eslovenia, Francia Italia, Lituania, Luxemburgo, Macedonia, Paises Bajos, Polonia, Portugal, Serbia, Montenegro, Suiza y Turquía. Conforme al Convenio nº 16 de la C.I.E.C., firmado en Viena el 8 de septiembre de 1976, ratificado por Instrumento de 30 de enero de 1980. Estas certificaciones no precisan traducción. Ahora bien, nada impide, como aconseja la Instrucción de 20 de marzo de 2006, de la DGRN, sobre prevención del fraude documental en materia de estado civil (BOE nº 97, de 24/04/2006), que si se tienen dudas sobre la regularidad de un documento extranjero y/o la exactitud de su contenido, realizar las comprobaciones oportunas por parte de la autoridad competente ante el propio interesado o en el país extranjero. Así lo refleja la Instrucción citada cuando establece que en caso de duda grave relativa a la autenticidad de la firma, a la identidad del sello o a la competencia del firmante, la autoridad a la que se presente procederá a su comprobación a través de la propia autoridad que lo haya expedido. También es posible atribuir la condición de título inscribible a la certificación extranjera del correspondiente acta del Registro civil. Ahora bien, esta regla general establecida por el artículo 23, párrafo 2º de la Ley española del Registro Civil y 85 de su Reglamento, queda sometida a una triple condición resultante de tales preceptos: a) que no exista duda sobre la realidad del hecho inscrito, b) que no exista duda sobre la legalidad conforme a la ley española y c) que el Registro extranjero 67 de procedencia tenga, en cuanto a los hechos de que da fe, análogas garantías a las exigidas para la inscripción por la Ley española. Finalmente, el documento debe ser traducido a idioma oficial español (art. 86 RRC). La traducción puede realizarse por Notario, Cónsul, Traductor u otro órgano o funcionario competente. También resulta interesante lo dispuesto en la Disposición Final 4ª de la Ley 54/2007, de 28 de diciembre, de Adopción Internacional (BOE 29/12/2007), que modifica el apartado 2 del artículo 63 de la Ley del Registro Civil, cuando señala que las propias Administraciones Públicas, de oficio, podrán recabar cuantos informes sean necesarios para contrastar que el solicitante cumple los requisitos exigidos en el artículo 22 del Código civil: residencia legal, continuada e inmediatamente anterior a la petición; justificar buena conducta cívica y suficiente grado de integración en la sociedad española; y dejar a salvo la vía judicial contenciosoadministrativa. Para la obtención de estos informes no es preciso el consentimiento de los interesados. Ello está en coherencia con lo dispuesto en el artículo 35 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, del Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas, dentro del catálogo de derechos de los ciudadanos en sus relaciones con las Administraciones Públicas, establece el de no tener que presentar documentos que ya se encuentren en poder de la Administración. Lo contrario supondría para el ciudadano, además, un trámite que podría considerarse desproporcionado y una infracción del artículo 354 RRC, el cual exige que en la tramitación de los expedientes se evite toda dilación o trámite supérfluo o desproporcionado. Los documentos que obran en poder de la Administración y cuya aportación por el interesado resulta innecesaria son: 68 a) Supresión de la aportación por el interesado de la documentación referida a la residencia en España. Establece el artículo 220 RRC que en la solicitud de concesión de la nacionalidad española por residencia, el peticionario habrá de indicar especialmente la residencia en territorio español, con precisión de fechas y lugares; por su parte, el artículo 221 del mismo Reglamento añade que será el peticionario el que probará tales hechos. Estas previsiones normativas se aplican en el marco legal y reglamentario actual regulador de las situaciones de los extranjeros en España, esto es, la Ley Orgánica 2/2009, de 11 de diciembre, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social, así como el Real Decreto 240/2007, de 16 de febrero, sobre entrada, libre circulación y residencia en España de los ciudadanos de los Estados Miembros de la Unión Europea y de otros Estados parte en el Acuerdo sobre el Espacio Económico Europeo. b) Supresión de la aportación del certificado de antecedentes penales. El artículo 221 RRC dice que el certificado de antecedentes penales es un documento que obligatoriamente ha de formar parte del expediente. Esta aportación ocasiona al promotor del expediente molestias, debido a la necesidad de solicitarlo, y gastos, ya que ha de abonar la correspondiente tasa cuando adquiere el impreso. Sin embargo, no olvidemos que este es un documento cuya información está custodiada por el Registro Central de Penados y Rebeldes, que depende del Ministerio de Justicia, y en consecuencia, por aplicación del ya citado artículo 35 de la Ley 30/1992, en aras del mejor servicio al ciudadano, resulta legalmente procedente y oportuno que sea la propia Dirección General de los 69 Registro y del Notariado la que solicite dicho certificado. No así el certificado de antecedentes penales del país originario del solicitante, el cuál, sí es preceptivo que lo facilite el interesado. Además, es necesario recordar que el mismo debe ser emitido en los tres meses anteriores a la presentación de la solicitud, siendo dicho plazo de caducidad. Esta Instrucción de 26 de julio de 2007, sobre tramitación de las solicitudes de adquisición de la nacionalidad española por residencia, se completa con la Instrucción de 2 de octubre de 2012, de la Dirección General de los Registros y del Notariado, sobre determinados aspectos del plan intensivo de tramitación de los expedientes de adquisición de la nacionalidad española por residencia (BOE nº 247 de 13/10/2012). Esta Instrucción recuerda que la documentación exigida tiene carácter tasado y no puede exigirse a los ciudadanos documentación diferente o complementaria. Se exige que todos los trámites que requieran la presencia física del interesado se hagan en una sola cita y en el plazo más breve posible. Esto es, que coincidan en el tiempo la entrevista de integración, la audiencia al cónyuge, cuando proceda, y la información testifical. Cuando sea el mismo interesado el que presente la solicitud se prescindirá del trámite de la ratificación. Recuerda dos aspectos a potenciar también comentados en la Instrucción de 2007. Uno es el de la enorme importancia de los informes relativos al grado de integración del solicitante de nacionalidad en la sociedad española. Se encarece a los encargados la adecuada celebración de la entrevista personal, su constancia en acta y la elaboración de un informe que permita a la DGRN formarse un juicio de valor coherente. El otro aspecto es el del riguroso examen de la documentación aportada por el 70 interesado. Este examen comprende contrastar la suficiencia y validez de los documentos para el fin pretendido, e involucra en esta verificación de la autenticidad a los Encargados, a los Secretarios y al Ministerio Fiscal, el cuál, en su informe preceptivo, referirá de forma expresa a la suficiencia y autenticidad de los documentos que la componen. Plazos y condiciones: - 10 años, sin concurrir ningún otro requisito. La doctrina considera que es un plazo excesivo. Espinar Vicente lo califica de “plazo desorbitante”. En los países de nuestro entorno este plazo se reduce a cinco años. En Estados Unidos, un individuo debe esperar también cinco años antes de solicitar la nacionalidad (tres años en caso de que su cónyuge sea ciudadano estadounidense). La única nación de la historia que recoge explícitamente en sus documentos fundacionales la necesidad de una política liberal de inmigración es Israel. En 1950 se promulgó la denominada “Ley del Retorno”, garantiza que “todo judío tiene derecho a venir a Israel”. No existen cupos y está vigente a día de la fecha. Esta Ley define como judío a “todo aquel que haya nacido de madre judía o que se haya convertido al judaísmo”. También se otorga la nacionalidad a todos aquellos no judíos que sean cónyuges de judíos, así como a los hijos y nietos de judíos y a los cónyuges de estos. La nacionalidad israelí se hace efectiva el mismo día de llegada del individuo, independientemente de la lengua que hable y sin necesidad de superar ningún tipo de prueba. Es lo que en nuestro país denominamos que el solicitante debe justificar un “suficiente grado de integración en la sociedad española” que regula el artículo 71 22.4 del Código Civil y que más adelante analizaremos junto al concepto de “buena conducta cívica”. - 5 años, para los que hayan obtenido la condición de refugiado en España. La Constitución se remite a la Ley para establecer los términos en que los ciudadanos de otros países y los apátridas pueden gozar del derecho de asilo en España (párrf. 4º, art. 13 CE). A su vez, la Ley 12/2009, de 30 de octubre (BOE nº 263 de 31/10/2009), reguladora del derecho de asilo y de la protección subsidiaria reconoce la condición de refugiado y, por tanto, concede el derecho de asilo a los nacionales no comunitarios o a los apátridas que cumplan los requisitos previstos en los Instrumentos Internacionales ratificados por España, y en especial en la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de Ginebra de 28 de junio de 1951 y su Protocolo, suscrito en Nueva York el 31 de enero de 1967. El derecho de asilo se configura como un mecanismo legal de protección a quienes se reconozca la condición de refugiado, para defensa de ciudadanos no comunitarios o a los apátridas que se encuentran en una situación de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas, pertenencia a determinado grupo social, de género u orientación sexual, o al apátrida que, careciendo de nacionalidad y hallándose fuera donde antes tuviera su residencia habitual, o no puede o no quiere regresar a él. Vemos que el texto legal ya recoge de forma expresa la “persecución de género u orientación sexual”; ello ya se reflejó en su momento a través de la Disposición Adicional 29 de la Ley 72 Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de hombres y mujeres, que añade una nueva Disposición Adicional 3ª a la Ley 5/1984, de 26 de marzo, y en la Sentencia de 13 de enero de 2009, de la Sala de lo Contensioso-Administrativo de la Audiencia Nacional, Secc. 8ª. Respecto a la regulación de la apatridia, el texto de referencia es la Convención sobre el Estatuto de los Apátridas, hecha en Nueva York el 28 de septiembre de 1954, y a la que España se adhirió por Instrumento de 24 de abril de 1997 (BOE de 4 de julio de 1997). En su articulo 1.1 dispone que “el término apátrida designará a toda persona que no sea considerada como nacional suyo por ningún Estado, conforme a su legislación”. Por último, con carácter genérico, al respecto de esta nueva Ley 12/2009, señalar que su redacción se había hecho totalmente necesaria y que realizar modificaciones parciales a la ya derogada Ley 5/1984 hubiese sido un error; con ello se permite la incorporación de actos normativos de la Unión Europea (Directivas 2004/83/CE, 2005/85/CE y 2003/86/CE), y las nuevas interpretaciones y criterios surgidos en la doctrina internacional y en la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas o el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. - 2 años, cuando se trate de nacionales de origen de paises iberoamericanos (se consideran así todos los países hispanoamericanos menos Jamaica, Haití y Trinidad y Tobago), Andorra, Portugal, Filipinas, Guinea Ecuatorial, y los de origen sefardí (el origen sefardí se demuestra por los apellidos que ostente el interesado, por el idioma familiar o por otros indicios que indiquen la pertenencia a esa comunidad cultural, y el certificado de 73 la comunidad israelita reconocida en España. Punto II, Instrucción de la Dirección General de los Registros y del Notariado de 16 de mayo de 1983, sobre nacionalidad española). Según el Anexo I de la ya mencionada Instrucción de 2 de octubre de 2012, entre la documentación que han de aportar los solicitantes de nacionalidad española por residencia en el Registro Civil de su domicilio, en lo que se refiera a la acreditación de la condición de sefardí, se aportará: Justificación del interesado de su inclusión, o descendencia directa, en las listas de familias sefarditas protegidos por España. Justificar por los apellidos que ostenta, por el idioma familiar o por otros indicios que demuestren la tradición de pertenencia a tal comunidad cultural. Certificado de la Comunidad israelita reconocida en España que acredite la pertenencia del interesado a la religión judía sefardita. Ya hemos comentado en la concesión de la nacionalidad española por carta de naturaleza como, en ocasiones, el Consejo de Ministros, atendiendo a la concurrencia de circunstancias excepcionales de lazos históricos, afectivos y emocionales, la conservación del idioma español y el reflejo cultural de sus costumbres, el mantenimiento de profundos e intensos lazos emocionales, históricos y afectivos con el Reino de España, suele hacer atribución por esta vía de la nacionalidad española para esta comunidad. La ratio de política legislativa que subyace a esta norma es claramente favorecer la admisión de la nacionalidad española por nacionales de países con los que España mantiene lazos históricoculturales particularmente estrechos (Fundamento Jurídico Tercero Sentencia Sala Contencioso Administrativo, Sección 6, del Tribunal Supremo de 13 de octubre de 2009). 74 Sobre el concepto de “países iberoamericanos”, recogido tanto en el artículo 11-3 CE como los artículos 22.1, 23-b) y 24-2º del Código Civil, deben considerarse los delimitados por razones geográficas y, concurrentemente, elementos culturales y lingüísticos definidos por su condición hispánica o ibérica; por tanto, los países americanos, aún vinculados históricamente con los Reinos de España y Portugal, que carezcan de una herencia o vinculación cultural y lingüística española no quedarían comprendidos en el concepto de “país iberoamericano”. El precedente legislativo está en la Constitución de la República española aprobada el 9 de diciembre de 1931, donde se habla en su artículo 24 de “a base de una reciprocidad internacional efectiva y mediante los requisitos y trámites que fijará una Ley, se concederá ciudadanía a los naturales de Portugal y países hispánicos de América, comprendido el Brasil, cuando así lo soliciten y residan en territorio español, sin que pierdan ni modifiquen su ciudadanía de origen”. Tuvo su precedente legislativo en el Decreto de 29 de abril de 1931, “Adquisición de vecindad civil por extranjeros”. El artículo 4 decía que “El tiempo de residencia fijado en el artículo 2º (se refería a diez años de residencia en territorio español) quedará reducido a dos años cuando se trate de nacionalizados en las Repúblicas hispanoamericanas, Portugal y Brasil o de naturales de la Zona marroquí sometida al Protectorado español”. - 1 año, cuando en el interesado concurra alguno de los siguientes casos: . El que haya nacido en “territorio español”. El artículo 22 Código Civil habla de “el nacido en territorio español”, que es distinto del 75 concepto de “territorio nacional”, distinción ésta que la resuelve la STS de 7 de noviembre de 1999 (Sala de lo contenciosoadministrativo, Sección 6ª). El debate jurídico es el referido a que la expresión “territorio español” se emplea en el derecho positivo en una doble acepción: una acepción amplia, queriendo hacer referencia a todos aquellos espacios físicos que estuvieron bajo la autoridad del Estado español y sometidos a sus leyes, ya sean colonias, posesiones o protectorados; y una acepción restringida, que es la que debemos llamar “territorio nacional” propiamente dicho, y del que quedan excluídos estas colonias, las posesiones y los protectorados. Mientras que el concepto de “territorio nacional” comprende la sede de la comunidad de ciudadanos, el “territorio español” comprende, además, todos los territorios que se hallan bajo la autoridad del Estado por distintos títulos (posesiones, colonias, protectorados, etc.). La consecuencia que el Tribunal Supremo alcanza en su mencionada sentencia de 7 de noviembre de 1999, es que el Sahara español, lo mismo que Ifni y Guinea Ecuatorial, “era, pese a su denominación provincial, un territorio español - es decir, sometido a la autoridad del Estado español - pero no un territorio nacional”. Basándose en tal diferencia, nuestro más alto Tribunal entiende que el nacido en los antiguos territorios del Sahara español durante el periodo de dominación española cumple el requisito que fija el artículo 22.2ª) del Código Civil de haber nacido en territorio español y, en consecuencia, poder acceder a la nacionalidad española mediante residencia legal abreviada de un año. 76 Cierto es que los textos legales no siempre matizan la distinción entre las expresiones “territorio español” y “territorio nacional”, lo cuál es el origen de las dudas interpretativas. No es del caso hacer aquí una teorización de las características opuestas que definen uno y otro espacio territorial, pero sí apuntar que el territorio espacial sobre el que el Derecho Internacional reconoce soberanía al Estado, el llamado territorio metropolitano, es un espacio vinculado, infungible, inalienable, imprescriptible, esencial, y cuya integridad se protege específicamente. Por contra, el territorio colonial es un territorio de libre disposición, fungible, alienable, prescriptible, accidental (no esencial), protegido con protección ordinaria, cuantitativamente valorable. Por “territorio español” hay que entender todos aquellos espacios físicos que estuvieron bajo la autoridad del Estado español y sometidos a sus leyes. Ello alcanza, como decimos, al Sahara español, Ifni y Guinea Ecuatorial (Decreto 2258/1976, de 10 de agosto, el Decreto de 4 de julio de 1958, sobre territorios españoles de Africa Occidental); además, Puerto Rico y Cuba (Tratado de París, 1898), y el norte de Marruecos, el denominado Protectorado de Marrruecos (v. Convenio Franco Español de 27 de noviembre de 1912, el Real Decreto de 27 de febrero de 1913 y la Consulta de la Dirección General de los Registros y del Notariado de 9 de junio de 2006). La Resolución, 5ª, de 6 de julio de 2009, sobre opción a la nacionalidad española, en relación a la naturaleza de los territorios del norte de Marruecos considera que los mismos, durante los 44 años que estuvieron sujetos a la acción protectora y autoridad de España (vid. Real Decreto de 27 de febrero de 1913), fueron territorios españoles, en aplicación, precisamente, de la tesis del 77 Tribunal Supremo recogida en la sentencia de 7 de noviembre de 1999, a los efectos de adquirir la nacionalidad española por residencia abreviada de un año, y también a los efectos de optar a la nacionalidad española por la vía del artículo 20.1b) del Código civil por cumplir el requisito de haber sido el progenitor del interesado español de origen y acaecer su nacimiento en España, en T. (Marruecos) en la época de ejercer España su Protectorado sobre ese territorio. Ya hemos visto también como en la legislación de la República en 1931, el Decreto mencionado de 29 de abril del mismo año fija para los “naturales de la Zona marroquí sometida al Protectorado español” el periodo reducido de dos años para “ganar vecindad por extranjeros”. Todos estos territorios eran territorios españoles que no formaban parte del territorio nacional y ello justifica que no se quebrantara la integridad del territorio nacional por la realización de aquellos actos jurídicos y políticos que determinaron la independencia de Guinea, la cesión de Ifni a Marruecos, y la iniciación del proceso de autodeterminación del Sahara. La consecuencia de esta teoría es que el Sahara español y otro tanto ocurría con Ifni y Guinea Ecuatorial, era, pese a su denominación provincial, un territorio español, es decir: sometido a la autoridad del Estado español, pero no era territorio nacional. El concepto de “territorio nacional” sólo se circunscribe al territorio metropolitano. Hay que recordar que el origen de las dificultades jurídicas relacionadas con la situación de los nacidos en los territorios coloniales bajo soberanía española radica en el hecho de que una de las cuestiones más debatidas y oscuras de la teoría general del 78 Estado es precisamente la naturaleza de su territorio, hasta el punto de que no es frecuente hallar en la doctrina científica una explicación sobre la distinción entre territorio metropolitano y territorio colonial. Es cierto, una de las cuestiones que en Derecho Internacional ocasiona más polémica, y quizá de las menos abordadas por la doctrina científica, es precisamente el de la naturaleza del territorio. Como decimos, ninguna duda tenemos, o en este caso la naturaleza se revela clara, cuando el Estado ejerce su soberanía sobre un determinado espacio físico esencial, inalienable, imprescriptible e infungible, reconocido como tal por la Comunidad Internacional. Lo cierto es que la situación se complica, o es cuando empiezan a surgir las dudas, en los supuestos que, por una acción expansiva de los estados, existen otros territorios distintos sujetos a su autoridad, como consecuencia de un proceso previo de colonización. Es en este momento cuando empiezan a surgir las dudas sobre la naturaleza jurídica de esos territorios colonizados, cedidos, o administrados por los colonizadores. Al respecto de la cuestión resulta muy interesante y clarificadora la Resolución, 4ª, de 13 de abril de 2009, sobre si el nacido en Cuba antes de su independencia ha de considerarse, o no, “nacido en España”. Son dos las vertientes jurídicas que presenta la cuestión planteada: la calificación jurídica que deba merecer el territorio cubano antes de la descolonización de 1898, y las consecuencias eventuales que para el reconocimiento de la nacionalidad española de los nacidos en dichos territorios antes de tal fecha pueda tener tener dicha calificación, como efecto jurídico derivado de la misma. 79 La cuestión, en definitiva, es si las denominadas como “provincias de Ultramar” (Cuba y Puerto Rico) por el artículo 89 de la Constitución de la Monarquía española de 30 de junio de 1876, vigente a la fecha de descolonización de tales territorios, se consideran o no como “territorio español”. El mismo precepto decía que “Las provincias de Ultramar serán gobernadas por leyes especiales”, por ello en nuestro Ordenamiento jurídico no se puede afirmar que se estableciese un sistema de asimilación completo entre tales territorios y los metropolitanos. La redacción originaria del Código Civil de 1889 no establecía un mecanismo de atribución automática iure soli a favor de los hijos de extranjeros nacidos en territorio español, sino que se condicionaba tal atribución al requisito indispensable de que los padres optasen en nombre de sus hijos y durante su minoría de edad por la nacionalidad española, opción que también podían ejercitar por sí los propios hijos dentro del año siguiente a su mayoría de edad o emancipación (cfr. arts. 18 y 19 Cc, redacción originaria). Con ello el Código Civil utilizaba en este precepto el nacimiento en el territorio español como condición o presupuesto para la adquisición de la nacionalidad española y no como causa directa de tal adquisición. Al hacer el legislador la diferenciación de territorios y de regímenes jurídicos (metropolitanos o peninsulares y coloniales) se proyectaba sobre los diferentes “status” de nacionales-ciudadanos y naturales de los territorios coloniales, distinción que con claridad se proyectó en el Tratado de Paz entre los Estados Unidos y el Reino de España, firmado en París el 10 de diciembre de 1898, ya que la posibilidad de conservar la nacionalidad española se circunscribía a los “súbditos españoles, naturales de la Península” o territorio metropolitano. 80 También interesante es la Resolución, 8ª, de 1 de junio de 2009, sobre cancelación de inscripción de nacimiento. La interesada, nacida en Cuba en 1917 solicita la inscripción de su nacimiento en el Registro Civil español con marginal de opción a la nacionalidad española en virtud del artículo 20.1b) Cc por ser hija de español de origen nacido en Cuba en 1889, cuando era territorio español. Fundamenta su pretensión en que la redacción originaria del art. 17 del Código Civil establecía que tenían la condición de españoles las personas nacidas en territorio español, entendiendo que dicha circunstancia concurría en su padre por haber nacido éste en 1889 en Cuba, provincia española de ultramar. Ya hemos precisado que los nacidos en los antiguos territorios coloniales no adquirieron, por el mero hecho del nacimiento en ellos, la calidad de españoles de origen, es decir, por atribución automática iure soli, como en un principio pudiera pensarse de la lectura aislada del artículo 17 del Código civil en su redacción originaria. En el supuesto en cuestión el padre de la solicitante había adquirido la nacionalidad española no por la vía del ius soli sino por filiación, como hijo de padre nacido en la provincia de Valencia en 1841 y nieto de españoles naturales de la misma localidad, según consta en la partida parroquial de nacimiento aportada. En consecuencia, al darse la doble condición de hija de español de origen y nacido en España, la interesada puede acogerse al derecho de opción establecido en el art. 20.1b) del Código civil. También, por supuesto, la interesada, conforme a la disposición adicional 7ª, apartado 1º, de la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, podrá optar, si realizase la solicitud en plazo legal, a la nacionalidad española de origen por ser hija de padre español de origen, 81 transformando así la opción del art. 20.1b) Cc por la opción de la Ley 52/2007, que es de origen como comentamos. . El que no haya ejercido oportunamente la facultad de optar. . El que haya estado bajo la tutela o acogimiento de un ciudadano o institución españoles durante dos años consecutivos. . El casado con español o española y no estuviera separado legalmente o de hecho; de ahí la importancia en evitar los llamados matrimonios de complacencia, y la posibilidad de que éstos se utilicen con fines distintos a los perseguidos por la institución matrimonial (arts. 66, 67 y 68 del Código Civil y Directriz II de la Instrucción de la DGRN de 31 de enero de 2006, BOE nº 41 de 17/2/2006). El concepto jurídico “separación de hecho” implica el cese efectivo de la convivencia, no importa que este cese se produzca durante la tramitación de la solicitud de la nacionalidad, lo importante es que al momento de la solicitud el tiempo de residencia legal sea de un año y los cónyuges vivan juntos, lo cuál, además de presumirse (art. 69 Código Civil), es una obligación (art. 68 mismo Cuerpo legal). También, como añadido que explica la STS, Sala Tercera, de 22 de diciembre de 2006, puede existir convivencia matrimonial aun cuando circunstancialmente el lugar de residencia de ambos cónyuges no sea el mismo y puede no existir convivencia pese a esa residencia común. Es cierto que este aspecto del matrimonio ha tenido una regulación muy específica que afectaba a las mujeres directamente, y más en concreto al estado civil tanto de la extranjera que contraía matrimonio con ciudadano español, que adquiría la nacionalidad española, como a la ciudadana española que se casase con extranjero si adquiere la nacionalidad de su marido (arts. 21-1º y 2382 3º Código Civil, regulación dada por Ley de 13 de julio de 1954). Ello se modificó con la Ley 14/1975, de 2 de mayo, la cuál consideró que, en materia de de nacionalidad de la mujer casada, el Código Civil aplica en forma inflexible el llamado principio de unidad de la familia. Esta regla de una rigurosa unidad de la familia pudo tener un fundamento social en los momentos históricos en que las comunidades nacionales eran compartimientos muy replegados sobre sí y poco comunicadas. En virtud, pues, del principio de “dependencia familiar”, y hasta la reforma operada por Ley de 2 de mayo de 1975, en donde el Código civil preveía que la mujer extranjera que contraía matrimonio con español adquiría automáticamente, por el hecho de su matrimonio, la nacionalidad del marido, era posible la existencia de adquisiciones sobrevenidas de la nacionalidad española en el pasado sin que, sin embargo, exista constancia de ello en el Registro Civil. Y ello es así pese a la existencia de la máxima de que al Registro Civil acceden los hechos inscribibles que afectan a españoles o que han acaecido en España (Resolución, 1ª, de 26 de febrero de 2009). A las ciudadanas extranjeras que por contraer matrimonio con español adquirían la nacionalidad de su marido, las llamadas “españolas a la fuerza”, por aplicación de la disposición transitoria de la Ley de 2 de mayo de 1975, perdían la nacionalidad española si, durante el periodo de vigencia de dicha ley, recuperaron o continuaron prestando asentimiento voluntario e inequívoco a su nacionalidad anterior o cuando haya concurrido cualquiera de las otras causas de pérdida de la nacionalidad española previstas por las normas generales. A aquélla causa de pérdida se refirió la Circular de la DGRN de 22 de mayo de 1975 en su apartado V 83 cuando dice que se producirá automaticamente la pérdida de la nacionalidad española cuando se justifique formalmente que la mujer casada con español con anterioridad a la nueva ley, ha recuperado después de su entrada en vigor su ciudadanía primitiva con arreglo a su Ley personal originaria. Ello sin perjuicio, claro, de que la interesada en cualquier momento posterior pueda instar la recuperación de su nacionalidad española adquirida por matrimonio con ciudadano español, y esto aunque no exista seguridad absoluta de que haya habido pérdida de la nacionalidad. . El viudo o viuda de español o española. . El nacido fuera de España de padre o madre, abuelo o abuela, que originariamente hubieran sido españoles. Aspecto éste, el de los nietos, que ya lo comentamos al reflejar los aspectos normativos que regulan la nacionalidad con la Ley de Memoria Histórica y la posibilidad de ejercer la opción por la nacionalidad española de origen hasta el 27 de diciembre de 2010, prorrogado un año más por acuerdo de Consejo de Ministros de 22 de enero de 2010. Ello hará que durante el periodo de vigencia de la señalada opción no se utilice la posibilidad que comentamos del artículo 22, 2-f) Cc; y es que entre la posibilidad de poder ser español de origen con una simple manifestación de voluntad, debidamente documentada, o esperar a tener un año de residencia legal para poder primero solicitar y después obtener la nacionalidad española de forma derivativa, no hay mucha posibilidad de elección. Ahora bien, en todos los casos la residencia habrá de ser legal, continuada e inmediatamente anterior a su petición. Ya hemos comentado que su introducción legislativa fue por primera vez con la Ley 51/1982, de 13 de julio, lo que significó algo así como 84 adelantarse en el tiempo a la nueva situación que ha conocido nuestro país como receptor de inmigración en los, aproximadamente, diez o quince últimos años; hasta ese momento, la Ley de 13 de julio de 1954, en el artículo 20, parrf. 4º Cc, decía que el tiempo de residencia habrá de ser continuado e inmediatamente anterior a la petición. ¿Qué se entiende por residencia legal? Pues son extranjeros residentes los que hayan obtenido un permiso de residencia temporal o de residencia de larga duración, y ésta se obtiene cuando el extranjero acredita medios de vida suficientes para atender sus gastos de manutención y estancia (Ley Orgánica 8/2000, de 22 de diciembre, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España). Recordar como pauta orientativa que los extranjeros podrán encontrarse en España en las situaciones de estancia, residencia temporal y residencia de larga duración. La estancia es la permanencia en territorio español por un período de tiempo no superior a 90 días; la residencia temporal autoriza a permanecer en España por un período de entre 90 días y cinco años; y la residencia de larga duración autoriza a residir en España indefinidamente. Sobre la terminología empleada señalar que la Disposición Adicional Primera de la Ley Orgánica 2/2009, de 11 de diciembre, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social, dice que todas las referencias a los términos residencia permanente o residente permanente contenidas en el Ordenamiento Jurídico se entenderán referidas a la “residencia o residente de larga duración”. 85 Por tanto, el requisito de la residencia “legal, continuada e inmediatamente anterior” a la solicitud (art. 22.3 Cc), exige la concurrencia de las tres circunstancias de: a) legalidad de la residencia, lo que supone, como hemos dicho, la sujeción a las normas sobre extranjería establecidas; b) continuidad o no interrupción del plazo; y c) que tal periodo de residencia corresponda al momento inmediatamente anterior a la solicitud. La efectividad y continuidad de la residencia deriva de la fijación de domicilio en España y la vinculación al territorio en cuanto a su medio de vida, desarrollo de relaciones personales, familiares, sociales, profesionales, administrativas, tributarias y satisfacción de tales necesidades económicas, personales, sanitarias, culturales, … (Sentencia Sala de lo Contencioso de la Audiencia Nacional de 15 de diciembre de 2011). Las ausencias ocasionales y no prolongadas no conllevan el incumplimiento de este requisito. “La no presencia física ocasional y por razones justificadas en el territorio español, no presupone el incumplimiento del requisito de residencia continuada siempre que no se traslade la residencia habitual y por ende el domicilio fuera del territorio español” (STS, Sala Tercera, de 23 de noviembre de 2000). Ahora bien, puede que en esa labor que la Administración realiza para contrastar que el solicitante cumple los requisitos exigidos para la concesión de la nacionalidad, detecte ausencias continuadas fuera de España y exija el que el solicitante acredite este requisito de la “efectividad de la residencia”. Así lo hace la Resolución de la DGRN de 11 de enero de 2012. En ella, por informe del Ministerio del Interior, se contrastan “ausencias continuadas de España entre 3 y 6 meses”. Ante esta situación le requiere a la solicitante, 86 originaria de Ecuador, que pruebe documentalmente a que se deben dichas ausencias, por eso le requiere que facilite el pasaporte con el sellado de entradas y salidas, legibles, y el certificado de empadronamiento, actualizado, con indicación expresa de la fecha de alta. El Tribunal Supremo, Sala de lo Contencioso, en sentencias de 21 de marzo de 2006, nº 1609/2006 (Ponente: Margarita Robles Fernández), la de 4 de mayo de 2007, nº 3194/2007, o la de 29 de octubre de 2007, nº 6980/2007 (Ponente: Lecumberri Martí), realizan la interpretación de la exigencia del artículo 22 del Código Civil sobre que la concesión de la nacionalidad por residencia se requiere que esta haya durado los años exigidos, según el país originario y circunstancias del solicitante, y que la residencia habrá de ser legal, continuada e inmediatamente anterior a la petición. Las mismas interpretan el cómputo del plazo exigido a iniciar desde la solicitud de la residencia y hasta la inmediata petición de la nacionalidad ante el órgano registral competente. Además, el interesado debe justificar buena conducta cívica y suficiente grado de integración en la sociedad española, junto al grado de adaptación a la cultura y estilo de vida españoles. Cuestiones estas a las que la Dirección General de los Registros y del Notariado, al resolver las solicitudes, concede cada vez una mayor importancia: hablar español, saber leer y escribir aceptablemente, no tener antecedentes penales (aspecto éste especialmente delicado y sobre el que insistiré más adelante), relacionarse con otros ciudadanos españoles, que los hijos estén integrados, escolarizados, bienes en propiedad, …… 87 Para concretar el contenido del concepto jurídico “buena conducta cívica”, sin determinación en el Ordenamiento jurídico español, se ha de partir de la consideración de que ha de ser interpretado de manera amplia, con el fin de conseguir una aplicación estricta de la Ley, lo que comporta una valoración sobre los hechos, relaciones y actividades desarrolladas por el solicitante durante un largo periodo de tiempo, cuyo resultado positivo permite llegar a la conclusión de que su comportamiento, globalmente considerado, merece un juicio favorable por ajustarse a lo que en la sociedad española se considera cívicamente correcto. Los sustantivos “buena conducta” aluden al cumplimiento de los deberes impuestos por las leyes y respeto a las instituciones jurídicas de este país; y el adjetivo “cívica” alude a una actitud de buena fe en cuanto al ejercicio de los derechos reconocidos por el Ordenamiento Jurídico, lo que excluye un ejercicio abusivo o antisocial de éstos (Resolución de 17 de septiembre de 2010). Nada tiene que ver el concepto jurídico indeterminado “buena conducta cívica” a que se refiere el artículo 22.4 del Código Civil, con la carencia de antecedentes penales a que se refiere en último termino la norma invocada, ya que la “buena conducta cívica” (además de suficiente grado de integración en la sociedad española) (artículo 22.4 del Código Civil), constituye un requisito adicional sobre la mera observancia de una conducta de no transgresión de las normas penales o administrativas sancionadoras, impuesto por el ordenamiento jurídico en razón del carácter excepcional que supone el reconocimiento de la nacionalidad por residencia y, por ende envuelve aspectos que trascienden los del orden penal y ha de ser valorada atendiendo a la conducta del solicitante durante un largo periodo de permanencia 88 en España y no pueden identificarse sin más con la ausencia de antecedentes penales o policiales (STS, Sala de lo ContenciosoAdministrativo, Sección 6ª, de 19 de diciembre de 2011). No basta que el solicitante acredite positivamente la observancia de buena conducta cívica, es decir, que no exista constancia en los registros públicos de actividades merecedoras de consecuencias sancionadoras penales o administrativas que “per se” impliquen mala conducta, lo que el artículo 22 del Código Civil exige es que el solicitante justifique positivamente que su conducta, durante el tiempo de residencia en España y aun antes, ha sido conforme a las normas de convivencia cívica, no solo no infringiendo las prohibiciones impuestas por el ordenamiento jurídico penal o administrativo, sino cumpliendo los deberes cívicos razonablemente exigibles, sin que la no existencia de antecedentes penales sea elemento suficiente para entender justificada la buena conducta cívica, tal y como establece la sentencia del Tribunal Constitucional 114/87. La existencia o inexistencia de antecedentes penales, como decimos, an absoluto es decisiva: es posible que, aun habiendo sido ya cancelados los antecedentes penales, un hecho ilícito sea tan elocuente acerca de la falta de civismo del solicitante que pueda ser utilizado para tener por no satisfecho el requisito del artículo 22.4 Cc (por ejemplo, una condena por un delito de violación o de asesinato); y, viceversa, cabe que determinados antecedentes penales todavía no cancelados resulten, habida cuenta de su significado, insuficientes para formular un juicio negativo sobre el civismo del solicitante (Sentencias del Tribunal Supremo de 17 de marzo de 2009 y de 26 de mayo de 2009). 89 Doctrina jurisprudencial, ésta, que ha sido resumida en la STS de 23 de marzo de 2009, y donde refleja que “la cancelación de antecedentes penales no es suficiente para dar por acreditado ese requisito de la buena conducta cívica”; y también, que la buena conducta cívica envuelve aspectos que transcienden los del orden penal y ha de ser valorada atendiendo a la conducta del solicitante durante un largo periodo de tiempo de permanencia en España, no pudiendo identificarse sin más con la ausencia de antecedentes penales o policiales, pero sí, como señala la Directriz Cuarta de la Instrucción de 26 de julio de 2007 de la DGRN, la ausencia de antecedentes penales es un “primer indicador”. Como dice la STS de 5 de noviembre de 2001, los antecedentes penales y policiales, con independencia de su cancelación, son meramente un indicador cualificado de la conducta de un ciudadano, sin que puedan ser, por sí solos, un obstáculo para la concesión de la nacionalidad española. Sí es cierto que el haber sido condenado en sede penal tiene su relevancia para valorar la buena conducta cívica de quien solicita adquirir la nacionalidad española por residencia. Pero ello no significa, y esto hay que enfatizarlo, que toda sentencia penal condenatoria traiga automáticamente consigo un estigma de “mala conducta cívica” a efectos del artículo 22 Cc, como recuerdan, entre muchas otras, las sentencias del TS de 5 de octubre de 2002 y 3 de noviembre de 2004. Así lo hace también la STS, Sala Tercera, de lo Contenciosoadministrativo, de 8 de junio de 2010. Es el caso de un nacional de Vietnam, asilado en España, al que la Administración había denegado la nacionalidad por no considerar acreditada la buena conducta cívica, al haber sido condenado por una falta contra el 90 orden público por carecer de seguro obligatorio de responsabilidad civil que cubriese la actividad del restaurante que regentaba. La sentencia destaca que a la hora de valorar el civismo de quien solicita la adquisición de la nacionalidad española por residencia, también deben ponderarse cualesquiera otros datos positivos o negativos que, al margen de lo penal, puedan poner de manifiesto cuál es la actitud del solicitante en la sociedad. Así lo hace la sentencia impugnada, al señalar que, con excepción del episodio del seguro reseñado, todo el comportamiento del solicitante fue irreprochable. De igual forma, la Resolución de la DGRN de 31 de mayo de 2005 deniega la concesión de la nacionalidad española a un nacional de Argelia, al no haber justificado suficientemente buena conducta cívica, “ya que según consta en la documentación que obra en el expediente fue condenado en Sentencia de fecha 12/5/1997 por conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas”. Interpuesto por el interesado recurso contencioso-administrativo ante la Audiencia Nacional, recayó sentencia el 29/10/2007 estimando el mismo. Esta sentencia hacía referencia a que si bien es cierto que la condena penal existe, ésta fue por unos hechos que ocurrieron 6 años antes de solicitar la nacionalidad y aparecen contrarrestados con suficientes elementos positivos que acreditan su perfecta integración y una conducta muy positiva en su entorno social y laboral: tiene residente permanente, contrajo matrimonio con ciudadana española con la que mantiene una relación familiar estable, ha comprado vivienda en España, su relación laboral es estable, se encuentra integrado en su localidad; todos ellos son, en 91 definitiva, datos indicativos de un comportamiento socialmente aceptable. El Abogado del Estado interpuso recurso de casación y la STS DE 4/4/2011, ratificó la resolución dictada por la Audiencia Nacional. Dice que la Sentencia de instancia aprecia globalmente el conjunto de los elementos, tanto positivos como negativos, indicadores de la conducta y del comportamiento en sociedad del solicitante, justificando la conclusión a la que llega. El inicial obstáculo que tenía el interesado con la condena penal por conducir bajo la influencia de bebidas alcohólicas, se debe entender superado por datos positivos suficientemente acreditados: el carácter puntual y aislado del delito cometido, la no reiteración de conductas infractoras, la lejanía de los hechos, la cancelación de los antecedentes penales, así como la plena integración familiar y social en España. De todas formas, no es fácil definir el concepto de “buena conducta cívica”, la STS de 28 de septiembre de 2005 (Sala Contencioso-Administrativo), hace una aproximación en un supuesto concreto y lo califica como un concepto jurídico indeterminado de carácter positivo remitiendo a un “estándar medio de conducta” capaz de ser asumido por cualquier cultura y por cualquier individuo: vida familiar estable, trabajo, domicilio familiar conocido, pago de impuestos, etc….., por lo que la Administración debe verificar si concurre o no: si la respuesta es afirmativa, debe conceder la nacionalidad española; si la respuesta es negativa, debe denegarla. No puede, por tanto, fundar su decisión en consideraciones de oportunidad o conveniencia. La STS (Sala de lo Contencioso-Administrativo, Sección 6ª) de 12 de noviembre de 2002 (Recurso de Casación núm. 4857/1998), 92 incidiendo en la explicación de la expresión “estándar medio de conducta” dice que es un estándar que vale para todos y vale para cada uno. En el bien entendido que no se trata de imponer un modo de vida uniforme en la comunidad nacional, ni de quien utiliza esta vía de adquisición de la nacionalidad tenga que demostrar que durante toda su vida haya observado una conducta intachable, sino de proclamar que, siendo cada sujeto humano libre para organizar su vida como le plazca –la vida se nos da, pero no se nos da hecha: tenemos que hacérnosla-, quienes, no siendo espñoles, deseen obtener la nacionalidad española, han de haber llevado y seguir llevando una vida ajustada a ese estándar medio de conducta al que acabamos de referirnos. En definitiva, el civismo no consiste sólo en no delinquir, sino en respetar unas pautas mínimas de respeto y solidaridad con respecto al resto de la sociedad (STS de 18 de junio de 2009). De aquí que la Administración deba tener en cuenta las circunstancias que concurran en cada caso, haciendo una razonable valoración de conjunto de las mismas. Sí que la sentencia de la Sala Tercera del Tribunal Supremo, Secc. 6ª, de 21 de mayo de 2007, desvincula el concepto de buena conducta cívica con la ausencia de antecedentes penales o policiales; así, y en el supuesto concreto, los procedimientos penales terminan por sentencia absolutoria y otros dos fueron sobreseídos, pero la sentencia considera que la tenencia de sustancias estupefacientes de forma reiterada en el tiempo es expresiva de una ausencia de buena conducta cívica y de una falta de adaptación a las reglas sociales y de normal convivencia, sin que se haya producido la necesaria adaptación. 93 La buena conducta cívica excluye, desde luego la presencia de lo “ilícito” en el comportamiento que se examine, así como también la existencia de hechos que, aún cuando no han sido objeto de sanción penal, han originado, cuando se produjeron, un clima de conflictividad en el entorno social, criterio éste que se aplicó al anterior supuesto comentado de reiterada tenencia de estupefacientes. Especial incidencia quiero hacer en este aspecto de que el solicitante acredite positivamente la observancia de buena conducta cívica, la cuál, lo volvemos a decir, no bastará con que no exista constancia en los registros públicos de actividades merecedoras de consecuencias sancionadoras penales o administrativas que “per se” impliquen ya una mala conducta, lo que el artículo 22.4 del Código Civil exige es que el solicitante justifique positivamente que su conducta (“El interesado deberá justificar ….. “), durante el tiempo de residencia en España y aún antes, ha sido conforme a las normas de convivencia cívica, cumpliendo los deberes cívicos razonablemente exigibles, entendiendo, por tanto, que la no existencia de antecedentes penales sea elemento suficiente para entender justificada la buena conducta cívica (Sentencia del Tribunal Constitucional nº 114/1987). Cierto es que los antecedentes penales o policiales han podido ser cancelados, pero ante este hecho la DGRN, ratificado este criterio por la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional, señala que la cancelación es una circunstancia puntual de tipo burocrático por lo que para que se aprecie que se cumple la buena conducta cívica es necesario que esté alejada temporalmente del momento en que se hace la solicitud de nacionalidad española. 94 Un buen ejemplo de lo dicho es la muy comentada STS, Sala Tercera de lo Contencioso-Administrativo, de 12 de febrero de 2010, sobre concesión de la nacionalidad española a súbdito marroquí condenado por unos hechos relacionados con un suceso de violencia de género. La afirmación inicial que hace el Ponente es que la realización de conductas delictivas asociadas a la violencia doméstica o de género merece, por su propia naturaleza, un juicio de desvalor que permite tener por no concurrente en quienes cometen tales conductas el requisito del artículo 22.4 Código Civil. Ahora bien, esta inicial afirmación debe ser tamizada y valorada a la luz de las concretas circunstancias en cada caso; hay que examinar la entidad y transcendencia de tales hechos; las circunstancias personales, familiares y profesionales del interesado y, singularmente, el tiempo eventualmente transcurrido desde esos hechos hasta que se solicita la nacionalidad española sin que se hayan reiterado conductas similares ya que, como dice la STS de 15 de diciembre de 2009, “ante una conducta que ha sido objeto de pronunciamiento penal el tiempo transcurrido puede mitigar su desvalor social”. En el comentado supuesto que nos ocupa la condena penal impuesta fue cumplida y los antecedentes penales subsiguientes cancelados, sin constar ningún otro antecedente desfavorables en la persona del interesado; desde que ocurrieron los hechos por los que fue condenado, noviembre de 1995, hasta que solicitó la nacionalidad española, abril de 2001, transcurren casi seis años sin que conste en modo alguno que se reiteraran conductas similares a aquellas por las que fue condenado; con posterioridad al suceso de la violencia doméstica, la esposa del interesado abandonó el hogar familiar, y las dos hijas del matrimonio, entonces tenían seis y tres años de edad, el Juzgado 95 de Familia atribuyó la guarda y custodia al solicitante de la nacionalidad española, quien desde entonces ha asumido sus deberes paternofiliales, constando ambas satisfactoriamente escolarizadas. Como dice la STS de 15 de diciembre de 2008, “en un expediente de nacionalidad la labor consiste en precisar si una previa y aislada condena por si misma tiene virtualidad para desdibujar una historia anterior y posterior sin mácula aparente”. Como en el supuesto expuesto, si la condena por malos tratos de 1995 puede tener influencia en la conducta anterior y posterior a esa fecha, unido a valorar otros elementos de importante incidencia en la evaluación que se realice: vida laboral, hijos tenidos en España, escolarización, custodia de los mismos, vivienda en propiedad, … Otro ejemplo ilustrativo, en este caso, de no justificación de buena conducta cívica, es la Resolución de 24 de septiembre de 2010. El solicitante en cuestión fue condenado en el Juzgado de Instrucción de A. por sentencia de 19/02/2010 por el delito de maltrato en el ámbito de la violencia de género a las penas de ……. El Centro Directivo dice que se trata de un hecho que revela una mala conducta cívica coetánea a la tramitación de su solicitud de nacionalidad. La valoración de la conducta exige la observación del comportamiento del solicitante durante los años previos a la solicitud pero también de los actos contemporáneos a la misma. En ningún caso se pueden obviar aquellos comportamientos antisociales y reprochables que se produzcan mientras se tramita el expediente y que ponen de manifiesto una conducta no acomodada a un estándar de convivencia ciudadana, cuando del resto de la documentación que figura en el expediente administrativo no se deduzcan elementos positivos suficientes para desvirtuar esta 96 conclusión. En el mismo sentido la Resolución de 3 de mayo de 2012. Deniega la concesión de nacionalidad por no haber justificado suficientemente buena conducta cívica. El solicitante fue condenado por un delito de tráfico de drogas a la pena de 2 años de prisión por la Audiencia Provincial de Pamplona. En fase de alegaciones no ha acreditado haber satisfecho sus responsabilidades penales, por lo que los citados antecedentes no se encuentran cancelados. Se trata por tanto de un comportamiento antijurídico coetáneo con la tramitación del expediente lo que no se corresponde con lo que se considera buena conducta cívica. Un ilustrativo ejemplo revelador de una mala conducta cívica coetánea a la tramitación de la solicitud de nacionalidad es la Resolución de 20 de octubre de 2010. El solicitante en su corto periodo de residencia legal en España se ha visto implicado en tres procedimientos penales. La valoración de la conducta exige la observación del comportamiento del solicitante durante los años previos a la solicitud pero también de los actos contemporáneos a la misma. Otro ejemplo de hechos que revelan mala conducta cívica coetánea a la tramitación de su solicitud de nacionalidad española es la Resolución de 21 de febrero de 2011: la valoración de la conducta, vuelve a insistir, es la observación del comportamiento del solicitante durante los años previos a la solicitud, pero también de los actos contemporáneos a la misma (Sentencia de la Audiencia Nacional 17 de febrero de 2004, confirmada en casación por el Tribunal Supremo en sentencia de 7 de julio de 2008 y 12 de junio de 2008 y 5 de marzo de 2009 de la Audiencia Nacional). Del promotor en cuestión constan dos órdenes de alejamiento, una por abuso sexual del Juzgado Instrucción nº 5 de Pamplona y otra por conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas o drogas del 97 Juzgado de Instrucción nº 2 de la misma Ciudad; adjunta en alegaciones certificados judiciales sobre el cumplimiento de las penas, estando todas condenas en trámite. Mismo criterio seguido por la Resolución de 1 de marzo de 2011: Existen Diligencias Previas y Juicio de Faltas, además PA Ejecutoria, seguidos en dos Juzgados de Instrucción de Pamplona. La Dirección General dice que no pueden obviarse aquellos comportamientos antisociales y reprochables que se produzcan mientras se tramita el expediente y que ponen de manifiesto una conducta no acomodada a un estándar de convivencia ciudadana, cuando del resto de la documentación que figura en el expediente administrativo se deduzcan elementos suficientes para desvirtuar esta conclusión. También explicativa resulta la Resolución de 21 de octubre de 2010. El promotor no acredita ni justifica suficientemente buena conducta cívica ya que según consta de la documentación que obra en el expediente fue condenado por un delito de conducción sin permiso y en sentencia del Juzgado de Violencia sobre la Mujer, por un delito de violencia doméstica y de género, maltrato habitual. Ambas causas se encuentran en archivo provisional, según certificado del Juzgado de lo Penal. Además debe tenerse en cuenta que el Tribunal Supremo en Sentencia de 2 de julio de 2008 ha declarado que: ´…la buena conducta cívica ha de ser valorada atendiendo a la conducta del solicitante durante un largo periodo de tiempo en España y en el presente caso el solicitante en el corto periodo de 5 años de residencia legal ya se ha visto implicado en dos procedimientos penales. Por todo ello no se considera procedente por el momento la concesión de la nacionalidad española, precisando el solicitante un tiempo más prolongado para acreditar 98 que su comportamiento se ajusta al estándar medio de la conducta ciudadana de una manera continuada y mantenida. También resuelve que no existe buena conducta cívica la DGRN en Resolución de 26 de octubre de 2011. El promotor ha sido condenado por un delito de conducción sin permiso previsto y penado en el artículo 384 del Código Penal. Y, además, figura en calidad de imputado en la causa P.A. 163/2011, que se encuentra pendiente de señalamiento de juicio. La Administración no puede dejar de considerar, a efectos de evaluación de la conducta cívica, la existencia de tales actuaciones judiciales, que son un hecho real con independencia del resultado penal que no se prejuzga, no incidiéndose tampoco en el principio de presunción de inocencia. Ejemplo extremo de no justificación suficiente la buena conducta cívica que exige el artículo 22.4 del Código Civil es la Resolución de 14 de marzo de 2012. Se valora la conducta del interesado que durante su corta residencia legal en España, seis años, ha estado imputado en 6 procedimientos judiciales (conducción bajo influencia de alcohol o drogas, delito de violencia doméstica y de género, lesiones y maltrato familiar, delito de quebrantamiento de condena, …). Se insiste en que la valoración de la conducta exige la observación del comportamiento del solicitante durante los años previos a la solicitud, pero también de los actos contemporáneos y posteriores a la misma. Hay que tener claro, en cualquier caso, como señala jurisprudencia constante (recogida, por ejemplo, en STS de 12 de febrero de 2010), el hecho de haber sido penalmente condenado no es, por sí solo, suficiente para tener por no acreditada la buena conducta cívica, de la misma manera que el hecho de carecer de antecedentes penales tampoco basta para tener dicho requisito por 99 probado. Así lo hemos visto en algunos ejemplos plasmados con anterioridad. En el supuesto que enjuicia la STS, Sala de lo Contencioso, Sección 6, de 19 de diciembre de 2011, el solicitante de nacionalidad española por residencia consta que ha sido condenado como autor de un delito de hurto de uso de vehiculo de motor a la pena de dos meses de multa. En su recurso explica que reside legalmente en España desde el año 1991, demuestra una sólida integración en la sociedad española, añade que los hechos por los que fue condenado “revistieron un carácter puntual y aislado” en el conjunto de su trayectoria vital en España, el delito por el que fue condenado se puede calificar de menor y de escasa transcendencia. La sentencia a la que aludimos señala que la condena penal impuesta al recurrente no puede calificarse de irrelevante desde la perspectiva del civismo exigido por el artículo 22.4 del Código Civil, por lo que se le deniega la nacionalidad española al no haber justificado suficientemente buena conducta cívica. Sí que aporta, entiendo, cierta novedad, la Resolución de la Dirección General de 18/07/2012, la cuál deniega la concesión de la nacionalidad española por no haber justificado buena conducta cívica. El solicitante fue condenado el 28 de enero de 2008 por un Juzgado de lo Penal por un delito de conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas, drogas, estupefacientes o psicotrópicas. La novedad es que, de forma expresa, la resolución de la DGRN, refleja que “sin que, hasta la fecha de la presente resolución, hayan transcurridos los plazos establecidos en el artículo 136.2 del Código Penal para que los citados antecedentes penales se encuentren cancelados”. Por tanto, una interpretación extensiva y novedosa del 100 criterio hasta ahora fijado es que cancelados los antecedentes penales ya no habrá motivo para denegar la concesión de nacionalidad por no acreditar buena conducta cívica y que los registros públicos ya son determinantes en la valoración de esta conducta. Recordemos que el artículo 136 del Código Penal establece que los condenados que hayan extinguido su responsabilidad penal tienen derecho a obtener del Ministerio de Justicia, de oficio o a instancia de parte, la cancelación de sus antecedentes penales, previo informe del Juez o Tribunal sentenciador. Los requisitos para el reconocimiento de este derecho son los de tener satisfechas las responsabilidades civiles, excepción hecha de los supuestos de insolvencia, y haber transcurrido sin delinquir de nuevo el culpable los siguientes plazos: seis meses para las penas leves; dos años para las penas que no excedan de doce meses; tres años para las restantes penas menso graves; y cinco años para las penas graves. En cualquier caso, lo cierto es que el Código Civil, como hemos señalado, emplea la expresión o los términos “deberá justificar”, lo que implica necesariamente que el solicitante deberá probar la concurrencia de la “buena conducta cívica”, y ello sin que puedan existir contradicciones entre sus alegaciones y datos facilitados al expediente por el solicitante y las informaciones que se aporten por las distintas instancias oficiales consultadas, ya que dicha contradicción trae como consecuencia lógica que existan dudas sobre una cuestión que ha de resultar inequívocamente acreditada en sentido favorable al efecto de la concesión de la nacionalidad (RDGRN de 17/09/2010). 101 Referente al aspecto de la suficiencia en el grado de integración en la sociedad española, la Instrucción de la Dirección General de los Registros y del Notariado de 26 de julio de 2007 (BOE nº 189 de 8/8/2007), sobre tramitación de las solicitudes de adquisición de la nacionalidad española por residencia, señala que éste es un concepto al que hay que prestar especial atención a su exámen, y ello obliga a que se practique una audiencia personal al peticionario como medio imprescindible de conocer la adaptación a la cultura y estilo de vida españoles (arts. 22-4 Código Civil y 220-5º y 221párrf. in fine del Reglamento del Registro Civil). Literalmente señala que el exámen de integración del extranjero en la sociedad española, en la fase de instrucción del expediente, constituye un elemento esencial para la justificación del requisito de suficiente grado de integración exigido en el artículo 22.4 del Código Civil. También la Instrucción de 2 de octubre de 2012, de la DGRN, sobre determinados aspectos del plan intensivo de tramitación de los expedientes de adquisición de la nacionalidad española por residencia, quiere destacar la enorme importancia de los informes relativos al grado de integración del solicitante de nacionalidad en la sociedad española. Se encarece a los Encargados de los Registros Civiles la adecuada celebración de la entrevista personal, su constancia en acta y la elaboración de un informe completo que permita a la Dirección General formarse un juicio de valor coherente, y ponderar adecuadamente el cumplimiento del requisito de la integración en la sociedad española. El Encargado del Registro goza del priviliegio de la inmediación y su valoración es determinante sin necesidad de acudir a otros informes para formarse un juicio adecuado. En su informe, tras la entrevista personal con el solicitante, daberá reflejar de forma indubitada y 102 expresa la consideración de si el solicitante está, o no, suficientemente integrado. Es éste un término o concepto de amplios y difusos contornos que en varios países europeos lo resuelven haciendo superar al solicitante un exámen del idioma. Así, por ejemplo, en Italia, desde el 9 de diciembre de 2010 los inmigrantes mayores de 14 años que quieran conseguir el permiso de residencia en ese país no sólo tienen que tener los documentos requeridos sino que necesitarán aprobar un exámen de italiano. Este exámen consiste en la comprensión de breves textos y frases de uso común y los inmigrantes tendrán que conseguir al menos el 80% de la puntuación total. También se exige que el solicitante demuestre su conocimiento de la cultura del país, y ello como signo de integración social. La legislación estadounidense también exige a los inmigrantes que solicitan la nacionalidad que demuestren su capacidad de comprensión del inglés y que aprueben un exámen de civismo. Sin embargo, en Israel, por ejemplo, la nacionalidad israelí se hace efectiva el mismo día de llegada del individuo, independientemente de la lengua que hable y sin necesidad de superar ningún tipo de prueba. El TS en sentencias de 9 de abril de 2007, 18 de noviembre de 2010 y 11 de febrero de 2011 (RC 1306/2007), entre otras, coincide en señalar que el idioma y su conocimiento es un factor fundamental como medio de comunicación y de integración social, ello sin olvidar otros aspectos tales como las actividades laborales y profesionales, o los vínculos familiares, sociales y vecinales con ciudadanos españoles. 103 Otra Sentencia del Tribunal Supremo de 18 de septiembre de 2007, referente al idioma y su conocimiento, es el caso de una ciudadana marroquí analfabeta que habla español con gran dificultad a pesar de acudir a cursos de aprendizaje y alfabetización del idioma español, y el TS interpreta que “la voluntad y esfuerzo de la recurrente demuestra las ganas de integración” y es lo que debe tenerse en cuenta; por el contrario, un ciudadano extranjero que lleva más de cuarenta años residiendo en España, “con deficiente conocimiento del idioma castellano”, sin concurrir ningún dato positivo de integración, el TS deniega la nacionalidad española por deficiente integración. En España, el hecho de exigir un período determinado de residencia, se interpreta que es algo más que el mero transcurso del tiempo y que, sin duda, produce un efecto de integración y de verdadero arraigo en la sociedad en la que se reside; ello, unido a la señalada audiencia personal, hace que se pueda emitir un juicio sobre el grado de integración que, en principio, reúne las debidas garantías. De todas formas, el Reglamento del Registro Civil, en su artículo 221, hace un esfuerzo de aproximación al concepto integración, al equiparar ésta a la “adaptación a la cultura y estilo de vida españoles”, de manera que el grado de adaptación a la cultura y estilo de vida españoles, terminología también empleada en el art. 220, apartado 5º del Reglamento que exige que en la solicitud de nacionalidad por residencia se indique, entre otros aspectos, “….si habla castellano u otra lengua española; cualquier circunstancia de adaptación a la cultura y estilo de vida españoles, como estudios, actividades benéficas o sociales, y las demás que estime convenientes”. 104 La Resolución de la DGRN de 1 de junio de 2010 refleja que por informes oficiales se había constatado que “El interesado habla español con dificultad”. Ante ello se solicita del encargado que realice un nuevo examen de integración y en el propio acta se ruega al Juez Encargado que haga constar el grado de integración del examinado. Por tanto, el contrastar que el solicitante habla o no castellano u otra lengua española no es cuestión baladí. Asimismo, la Resolución de 15 de diciembre de 2011 acuerda que se practique nuevo examen de integración ya que, según informes oficiales “El interesado manifiesta que quiere obtener la nacionalidad española únicamente para poder irse a Francia a trabajar”. Insta la resolución a que, para poder motivar la denegación de la nacionalidad española por falta de integración, es necesario que se compruebe en audiencia el grado de adaptación a nuestra cultura y estilo de vida, verificando de qué manera se relaciona con su entorno, si lleva a cabo algún tipo de actividad social, cultural o deportiva, si tiene amistades de otras nacionalidades, si trabaja, si ha realizado la reagrupación familiar, su conocimiento del idioma a nivel de conversación, lectura y escritura, pero sobre todo, si conoce y asume el solicitante los valores y principios constitucionales, como los de igualdad y libertad o, por el contrario, los ignora y/o no los comparte. Se ruega del Encargado que haga constar el juicio que le merece el grado de integración del examinado. Para el TS, Sala de lo Contencioso, la justificación del suficiente grado de integración en la sociedad por parte del solicitante de la nacionalidad exige el conocimiento por parte del interesado del idioma español, en grado suficiente no ya sólo para entenderlo, sino 105 para hablarlo y entablar relaciones sociales adecuadas y eficaces con arreglo a los estándares de convivencia usuales. Asimismo, ha dicho la jurisprudencia que el anafabetismo, esto es, el hecho de no saber leer ni escribir el español, no es una razón que determine inevitablemente la denegación de la nacionalidad, cuando el solicitante entiende y puede comunicarse en este idioma. Tal circunstancia ha de ponerse en relación con los demás datos concernientes a la integración del interesado en la sociedad española, con las dificultades para acceder a la educación en función de sus orígenes, y en definitiva con sus circunstancias personales y vitales. La STS de 19 de diciembre de 2011, Sala de lo Contencioso, enjuicia el supuesto de una persona que nació en 1963 y reside en España desde 1994. La solicitante entiende el español pero no es capaz de sostener una conversación fluida en este idioma. Ni lee ni escribe en español. Entiende la Sala que no nos hallamos ante una solicitante de edad provecta a la que razonablemente no se le pueda exigir el aprendizaje y alfabetización en el idioma español, sino ante una persona aún joven que no debería haber tenido problemas para aprender a conversar, leer y escribir en nuestro idioma de haber tenido verdadero interés en ello. Esto, unido a la no acreditación de una integración social, laboral y cultural justifican la denegación de la nacionalidad por residencia por no haber justificado suficiente grado de integración en la sociedad española. Por último, si queremos precisar un poco más el concepto de integración, lo podríamos definir como no sólo el conocimiento del idioma, también es la armonización del régimen de vida del solicitante con los principios y valores imperantes en el Estado del 106 cuál el solicitante pide su naturalización. Podemos señalar como referente aclaratorio de esta cuestión la STS (Sección 3ª, de la Sala de lo Contencioso-Administrativo), de 19 de junio de 2008, en ella se deniega la nacionalidad española a un ciudadano senegalés casado con dos mujeres; el recurrente dice, y es cierto, que el art. 22-4 Cc habla de “suficiente grado de integración en la sociedad española”, no emplea la expresión “total grado de integración”, además dice que tiene residencia legal y continuada durante más de diez años acreditados en España, trabajo estable y relaciones sociales normales, todo justificado. El Tribunal Supremo, en la resolución citada, dice que nuestra sociedad, a pesar de ser abierta y tolerante con usos y costumbres diferentes, no reconoce sino la unión matrimonial monogámica, y el supuesto de la poligamia es incompatible con el orden público español; y, ¿qué es el concepto de “orden público”?, se recoge en el art. 12-3 del Código Civil cuando dice que la ley extranjera no tendrá aplicación cuando resulte contraria al orden público, entendiendo por éste el conjunto de valores fundamentales e irrenunciables sobre los que se apoya nuestro ordenamiento jurídico; ello, y en el caso concreto descrito, sin perjuicio de señalar que la poligamia implica desigualdad entre mujeres y hombres y, además, la sumisión de aquéllas a éstos. Añadiendo que la poligamia es tan opuesta al orden público español, que el acto de contraer matrimonio mientras subsista otro matrimonio anterior es delito en España (art. 217 Código Penal). También la STS, de lo Contencioso-administrativo, de 7 de noviembre de 2011, concede la nacionalidad española pese a la existencia de informe del CNI sobre pertenencia del solicitante a movimiento islamista. Se reconoce a ciudadano nacional de 107 Marruecos la obtención de la nacionalidad española solicitada, pese a la existencia de un informe del Centro Nacional de Inteligencia que afirmaba la pertenencia del solicitante, como miembro activo, al movimiento islamista “Tabligh” en España. El movimiento Tabligh es un movimiento islamista fundamentalista y pacifista que rechaza la lucha armada. Este movimiento se fundó en la India a finales de 1920 como reacción al dominio inglés y a los valores occidentales traídos por los ingleses. El movimiento defiende un fundamentalismo religioso que pretende la reislamización de la sociedad, y sus seguidores se rigen por una serie de normas que abarcan prácticamente todos los aspectos de la vida cotidiana de un musulmán, incluída la posición subordinada de la mujer. El TS, en relación con informes emitidos por el CNI en expedientes de nacionalidad, dice que no se trata de exigir que proporcione detalles exhaustivos, o las operaciones en curso o sus fuentes de información, pero sí un mínimo de datos sobre las razones determinantes de la decisión que permitan a la Sala conocerlas y verificar que las mismas se ajustan a la legalidad y a la racionalidad que ha de guiar el ejercicio de las potestades administrativas. Lo único que hace la Administración es la afirmación apodíctica (“incondicionalmente cierto, necesariamente válido”) de que el solicitante pertenece al “Tabligh”, debía haber concretado mínimamente en qué consistían esas actividades del solicitante que se revelaban incompatibles con el requisito de la integración en la sociedad española. El solicitante tiene mujer y tres hijos, dos de ellos nacidos en España, todos sus hijos tienen nacionalidad española y cursan sus estudios en colegios españoles, reside legalmente en España desde 1991, no constan antecedentes penales o policiales, regenta un negocio de carnicería con sus 108 obligaciones fiscales al día, participa en las fiestas locales y del barrio. En fín, que para el TS justifica correctamente su integración en la sociedad española. En cualquier caso, y también como hemos reflejado para aclarar el concepto de “buena conducta cívica”, en este supuesto de integración en la sociedad española, el precepto en cuestión, artículo 22.4 Cc, dice que “El interesado deberá justificar”. Para ello, además, el artículo 63 LRC dice que en la concesión de la nacionalidad española por residencia, las autoridades competentes pueden recabar de oficio cuantos informes sean necesarios para comprobar el cumplimiento de este requisito; para completar esta cuestión las Administraciones públicas (Agencia Estatal de Administración Tributaria, Tesorería General de la Seguridad Social, Instituto Nacional de Estadística, Padrón Municipal,…) deben colaborar en la cesión de datos. Pero en su solicitud el interesado justifica su integración con su historia laboral, hijos nacidos en España, escolarización de los mismos, bienes inmuebles adquiridos, contratos de arrendamiento, altas en entidades culturales o recreativas, …. . La Ley Orgánica 2/2009, de 11 de diciembre, de reforma de la Ley Orgánica de Extranjería, en su Disposición adicional quinta añade un nuevo párrafo al artículo 63 de la Ley, de 8 de junio de 1957, del Registro Civil, que se refiere a que “En cualquier caso, el interesado podrá aportar un informe emitido por la Comunidad Autónoma a efectos de acreditar su integración en la sociedad española”. Aunque no está delimitado qué órgano de cada Comunidad Autónoma será el competente para emitir este informe, sí que supone dos aspectos importantes. El primero se refiere a que por 109 primera vez, en una competencia exclusiva del Ministerio de Justicia como es la concesión de la nacionalidad española por residencia, se involucra a las Administraciones Autonómicas como una Administración más que colabore con la aportación de datos. Y en segundo lugar, que nuevamente, al igual que hace el artículo 22.4 Cc, deja la iniciativa al interesado para que facilite cuantos más datos mejor que justifiquen ese adecuado grado de integración en la sociedad española, por eso señala que “el interesado podrá aportar”, es decir, con carácter meramente facultativo pero que contribuirá, sin duda, a justificar adecuadamente esta exigencia. Ya dijimos que la concesión de la nacionalidad por residencia es un acto que constituye una de las más plenas manifestaciones de la soberanía de un Estado. Esta concesión conlleva el otorgamiento de una cualidad que lleva implícita un conjunto de derechos y obligaciones, otorgamiento en todo caso condicionado al cumplimiento por el solicitante de unos determinados requisitos. Estos requisitos se pueden clasificar en determinados o específicos: la propia solicitud, que la residencia sea legal, continuada e inmediatamente anterior a la petición, y el cumplimiento de los plazos correspondientes a esa legalidad de la residencia. También esos requisitos exigidos pueden ser conceptos jurídicos indeterminados, los cuales, a su vez, podían tener carácter positivo: los ya analizados de buena conducta cívica y un suficiente grado de integración en la sociedad española, o bien podían tener negativo, se puede denegar la solicitud de la nacionalidad española por residencia por motivos razonados de orden público o interés nacional (artículo 21.2 del Código Civil). 110 Es justamente este requisito de carácter negativo el que vamos a analizar a continuación, el de que el Ministro de Justicia puede denegar la concesión de nacionalidad española por residencia “por motivos razonados de orden público o interés nacional”. Es un aspecto delicado este que analizamos por la débil línea divisoria concurrente entre la posibilidad de que la Administración pueda denegar la nacionalidad española por las razones de “orden público” e “interés nacional” si ello puede suponer actividad delictiva en España o que se pueda poner en peligro la seguridad del Estado o el propio orden constitucional y que, como dice el propio Código Civil, la Administración debe proporcionar los “motivos razonados” por los que entiende que si se concede la nacionalidad española por residencia el solicitante podría provocar un daño al orden público o al interés nacional. La cuestión es terreno espinoso y sensible donde los haya. La información que disponen los tribunales para resolver los recursos suele ser clasificada del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), de la propia Policía o de otros servicios públicos. En ningún caso ni supuesto podemos ni debemos obviar que la jurisprudencia del Tribunal Supremo ha venido sosteniendo que si la Administración considera que se ha de denegar la concesión de la nacionalidad española por razones de orden público o interés nacional basándose en un informe clasificado como “reservado”, debe dar a conocer las razones por las que cree que concurren los motivos de orden público o interés nacional, no siendo suficiente acogerse al círculo de relaciones y a las actividades del peticionario, sino que, con las oportunas reservas para no perjudicar otros intereses, ha de concretar en qué consisten éstas y aquéllas para, de este modo, facilitar al recurrente la fundamentación del recurso que está 111 legitimado para ejercitar, y permitir al Tribunal ejercer su actividad de control, a la que está sujeta la Administración de conformidad con el mandato constitucional establecido en el artículo 106.1 de la Constitución. Al respecto, la STS de 24 de noviembre de 2004 advierte que la Administración se encuentra constitucionalmente sometida, en base al citado artículo 106.1 CE, al control por el Poder Judicial en todas las manifestaciones de su actuación, y mal podría ejercerse ese control judicial si la mera negativa o la simple conducta omisiva de la Administración pudiera impedir a un Tribunal de Justicia conocer las razones que han determinado la desestimación en vía administrativa de la solicitud de otorgamiento de la nacionalidad. Hay medios para que, sin menoscabo del deber genérico de sigilo y del específico secreto, la Administración cumpla con el deber de explicar, razonada y razonablemente, los motivos de su decisión desestimatoria. Según la STS, Sala de lo Contencioso, de 14 de enero de 2011, el informe que facilita la Administración debe ser “concreto y terminante, y no vago o excesivamente general”. Citar simple y llanamente el informe elaborado por la Administración lo que hace es privar a los tribunales de los datos fácticos precisos para decidir si concurren razones de “orden público” o “interés nacional”. Es fundamental, en cualquier caso, que la denegación de la nacionalidad española solicitada esté siempre motivada. Ya hemos contrastado, y no es baladí, que el propio texto sustantivo utiliza la expresión literal de “motivos razonados”. La STS de 22 de diciembre de 2011, Sala de lo Contencioso, deniega la concesión de la nacionalidad española por razones de orden público o de interés nacional en la existencia de dos informes, 112 uno del CNI en donde dice que el solicitante “ha pertenecido a la organización terrorista Abu Nidal”. Adiciona al informe la referencia de que la organización terrorista Abu Nidal “se desgajó de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en 1974”, cometiendo “aproximadamente 1500 asesinatos en sus 15 años de actividades terroristas”. El otro informe es de la Comisaría General de Extranjería y Documentación, y dice que el solicitante “podría realizar actividades que ponen en grave riesgo las relaciones internacionales que conviven en España y al mismo tiempo podrían afectar a la seguridad nacional”. Al interponer el recurso, el interesado en obtener la nacionalidad española manifiesta que “nunca ha sido miembro de la organización palestina “Abu Nidal”, ni ha realizado ninguna actividad de cooperación o colaboración con la citada organización o sus miembros”. Reside y trabaja legalmente en España desde 1984. Se casó en 1994 y tiene dos hijos escolarizados. Tiene vivienda en propiedad. No ha tenido nunca problemas con la justicia, ni en su país de origen, Jordania, ni en España, no teniendo antecedentes penales en ninguno de los dos países. Insiste el postulante en que la sentencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional, objeto de este recurso, no expresa las razones motivadas de la denegación, y que éstas no pueden deducirse de informes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y de la Dirección General de Policía (DGP). El Tribunal Supremo resuelve confirmando la sentencia de la Audiencia Nacional. Justifica su decisión diciendo que de la información resultante del expediente existen datos más que suficientes para comprender cuáles han sido las razones que han dado lugar a la denegación de la nacionalidad española del 113 recurrente. En este caso, si bien se basa la decisión en informes clasificados con arreglo a la normativa de secretos oficiales, también se han proporcionado un mínimo de datos sobre las razones determinantes de tal decisión, permitiendo de este modo al recurrente el poder articular su defensa frente a las mismas. La Resolución de la Dirección General de los Registros y del Notariado de 12 de febrero de 2013 dice “Que concurren razones de orden público o interés nacional (artículo 21.2 del Código Civil) toda vez que, según informe del CNI de 08/02/2011, el interesado es un individuo de ideología islamista radical. Desde 1999 hasta 2006 estuvo en situación de busca y captura por parte de las autoridades argelinas debido a su vinculación con el grupo terrorista argelino Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC). En 2006 se acoge a los beneficios de la Carta para la Paz y la Reconciliación Nacional argelina, pero ello no implica necesariamente su desvinculación del terrorismo”. Deniega la Dirección General en la Resolución citada la solicitud de nacionalidad por residencia. Asimismo, y como requisitos obligatorios, es necesario que el extranjero al que se le ha concedido la nacionalidad española por opción, carta de naturaleza o residencia, solicite, en los ciento ochenta días siguientes desde la notificación de la nacionalidad, la renuncia a su nacionalidad anterior, salvo de países iberoamericanos, Andorra, Portugal, Filipinas y Guinea, prestar el juramento o promesa de fidelidad al Rey y obediencia a la Constitución y a las leyes, e inscribirse como español en el Registro Civil (art. 23 Código Civil y 224 Reglamento del Registro Civil). 114 Son todas ellas declaraciones de voluntad que se configuran como elementos integrantes del acto de adquisición de la nacionalidad española por opción, carta de naturaleza o residencia. Su incumplimiento por el interesado lleva implícito la no adquisición de la misma. Dispone el apartado 4 del art. 21 Cc que las concesiones por carta de naturaleza o por residencia caducan a los ciento ochenta días siguientes a su notificación, si en este plazo no comparece el interesado ante funcionario competente para cumplir los requisitos del art. 23”. La Resolución, 2ª, de 17 de diciembre de 2008, sobre caducidad de expediente, resuelve el supuesto de que la interesada cumplió fuera de plazo los requisitos exigidos y siendo el plazo establecido por el art. 21.4 Cc de caducidad, ya no es posible la inscripción de la nacionalidad solicitada. Todos ellos, como decimos, son requisitos constitutivos para adquirir la nacionalidad española de forma que, hasta que no se cumplimentan todos, no se considera al solicitante de la nacionalidad como español, y ello sin perjuicio de que los efectos de la adquisición de la nacionalidad se puedan retrotraer a ese momento del juramento o promesa, momento éste en que el solicitante ya ha terminado con lo que se le requiere o exige por la legislación; el resto, es decir, la inscripción, es una cuestión de la Administración de índole mecánico. Lo anterior nos conduce a un aspecto delicado como es el de la determinación del momento o fecha a partir del cual la nacionalidad española produce sus efectos. La cuestión no es pacífica. Determinar el período en que se perfecciona el proceso de la adquisición de la nacionalidad española y de la posible 115 retroactividad de esta última exige el análisis de cada caso y supuesto de forma singular e individual. No podemos obviar los límites que en materia de retroactividad de los actos administrativos impone hoy nuestro Ordenamiento legal y constitucional. El artículo 9.3 CE consagra el principio de la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales, y el artículo 2.3 del Código Civil dice que “Las leyes no tendrán efecto retroactivo, si no dispusieren lo contrario”. No obstante, es igualmente cierto que esta excepcionalidad de la eficacia retroactiva tiene entre sus supuestos habilitantes el de los actos in bonus, esto es, cuando se pueda entender que producen efectos favorables para los interesados. La ayuda y apoyo que en este punto aportan las resoluciones de la Dirección General de los Registros y del Notariado resultan fundamentales. Así, la Resolución, 7ª, de 15 de junio de 2009, declaración sobre la nacionalidad española. Se declara con valor de simple presunción la nacionalidad española de la madre mediante auto de 18 de abril de 2006, se anota en su inscripción de nacimiento el 19 de diciembre de 2007, y su hijo nace en España el 28 de agosto de 2007, es decir con anterioridad a la práctica de la anotación. La cuestión que plantea el expediente es la de determinar la fecha a partir de la cual la declaración de la nacionalidad española de la madre surte efectos, concretamente, si estos se producen con la resolución de la declaración de la nacionalidad (cfr. art. 64.III LRC) o cuando esa declaración es anotada en la inscripción de nacimiento de aquella. En el primer caso, como la declaración citada tuvo lugar antes del nacimiento del hijo, este sería iure sanguinis español de origen, pero no sucedería así en el segundo, 116 en el que la nacionalidad española tendría que obtenerse para el nacido por la vía de la opción del artículo 20.1,a) Cc, por estar sujeto a la patria potestad de un español. En el supuesto en cuestión, aún cuando la inscripción de la nacionalidad española concedida antes del nacimiento del hijo, se haya practicado después de acaecido éste, sus efectos favorables han de retrotraerse al momento en que la declaración de la nacionalidad de la madre se produjo y, consecuentemente, ha de considerarse que el menor nació siendo hijo de madre española y, por esa razón, ha de considerarse que el menor nació siendo hijo de madre española y le corresponde, en consecuencia, iure sanguinis la nacionalidad española de origen. Pero la Resolución aclaratoria de la cuestión es la, 6ª, de 22 de septiembre de 2008. Dice que no hay duda de que la inscripción en el Registro Civil es un requisito inexcusable para la adquisición sobrevenida o derivativa de la nacionalidad española (supuestos de residencia, carta de naturaleza, opción y recuperación), conforme resulta especialmente de lo dispuesto en el artículo 330 del Código Civil, que configura claramente tal inscripción como constitutiva del fenómeno adquisitivo, al disponer que “No tendrán efecto alguno legal las naturalizaciones mientras no aparezcan inscritas en el Registro, cualquiera que sea la prueba con que se acrediten y la fecha en que hubiesen sido concedidas”. Este precepto, que reproduce el tenor literal del artículo 96 de la Ley del Registro Civil de 1870 y responde al mandato contenido en la base 9ª de la Ley de Bases del Código civil de 1888, supone elevar la inscripción registral a la categoría de requisito “sine qua non” de la nueva situación jurídica derivada del cambio de estado civil que produce la adquisición de la nacionalidad española. Esta misma conclusión se 117 alcanza, ratificando la argumentación anterior, a partir de la previsión contenida en el artículo 23 del Código Civil, que subordina “la validez de la adquisición de la nacionalidad española” por opción, carta de naturaleza y residencia, entre otros, al requisito de su inscripción en el Registro Civil español. En consecuencia, mientras esta inscripción no se practique los interesados no han llegado a adquirir válida y eficazmente la nacionalidad española. Cuestión distinta a la anterior es la relativa a la posibilidad de entender que la eficacia de la inscripción, una vez extendida, se retrotraiga a la fecha del acta de declaración de la voluntad de optar o recuperar o a la de formalización del juramento o promesa, por ser éste el momento en el que el adquirente ha agotado la actividad fundamental a él exigida. El párrafo tercero del art. 64 de la Ley del Registro Civil dice que “Se considera fecha de la inscripción, a partir de la cual surten sus efectos tales declaraciones, la del acta que constará en dicho asiento”. Lo cierto es que este precepto no puede entenderse aplicable de forma universal para todos los supuestos de adquisiciones sobrevenidas o derivativas de la nacionalidad española, sino en relación con aquellas en que no medie una “concesión” por parte de la autoridad pública de la nacionalidad, esto es, los supuestos de las declaraciones de opción, recuperación y conservación. El problema son los casos de adquisición de la nacionalidad española por residencia y por carta de naturaleza, en los cuales sí que existe una actuación de concesión de la autoridad pública dotada de ciertos márgenes de discrecionalidad: la concesión por carta de naturaleza ya hemos dicho que constituye un genuino derecho de gracia, y la adquisición por residencia no puede concederse o denegarse sino cuando concurran las 118 circunstancias legalmente previstas, de manera que no se trata de una concesión stricto sensu sino de un reconocimiento por concurrir al efecto los requisitos exigibles. La conclusión es que una vez extendida la inscripción en el Registro Civil competente de la adquisición de la nacionalidad española por residencia, su eficacia, por aplicación del párrafo tercero del artículo 64 de la Ley del Registro Civil en relación con el artículo 224 de su Reglamento, se retrotrae a la fecha del acta de juramento o promesa, porque éste es el momento en el que el adquirente ha agotado la actividad a él exigida. Estamos ante una de los supuestos, como hemos comentado con anterioridad, de excepcionalidad de la eficacia retroactiva al operar estos efectos in bonus, esto es, cuando se entiende que producen efectos favorables (por ejemplo, que se produzca el fallecimiento del adquirente de la nacionalidad española por residencia entre el momento del juramento o promesa y la inscripción propiamente dicha en el Registro Civil. Si tuviese hijos menores, podrían ejercer la opción de la nacionalidad española prevista en el art. 20 Cc por haber estado bajo la patria potestad de un ciudadano español, el fallecido). Distintos son los supuestos en que la retroactividad en lugar de actuar in bonus, opera in peius, esto es, con efectos perjudiciales o limitativos de derechos del interesado o de terceros; en estos casos no se reconoce la eficacia retroactiva de la inscripción (Resolución, 2ª, de 14 de junio de 2005). Referente al requisito exigido por los arts. 23.b) Cc y 224 del Reglamento del Registro Civil, de renunciar, en su caso, a la nacionalidad anterior, la Sentencia del Tribunal Supremo de 4 de marzo de 1988 dice que la renuncia, como acto de disposición que 119 es, requiere que el renunciante tenga plena facultad de disposición y plena capacidad de obrar, y que la manifestación o exteriorización de la renuncia tenga lugar de forma clara, precisa e inequívoca, ya que en ningún caso puede presumirse. La Resolución de 17 de septiembre de 2007, sobre inscripción de nacimiento y nacionalidad por residencia, resuelve el supuesto del promotor al que le ha sido concedida la nacionalidad española por residencia, en virtud de lo dispuesto en el artículo 22.2, d) Cc (matrimonio con español o española), y manifestó expresamente que no renunciaba a la nacionalidad italiana que venía ostentando, en consecuencia, se le denegó la inscripción de nacimiento con la marginal de la nacionalidad por residencia. Recurrió el promotor en el sentido de que hubo un error en su comparecencia y que su renuncia “iba referida a la nacionalidad italiana”. La DGRN resuelve en el sentido de que si bien ha habido contradicción entre la voluntad inicialmente declarada y la manifestada en el recurso, ahora la manifestación sí es inequívoca de renunciar a la anterior nacionalidad italiana, y si entendemos el carácter puramente formal del requisito, el principio del “favor nacionalitatis”, el principio de economía procedimental que rige en el ámbito de las actuaciones del Registro civil que exige evitar trámites superfluos (cfr. art. 354 RRC) y que aconseja no reiterar los expedientes destinados a un mismo fin práctico, se concluye que ha cumplido debidamente el requisito de renuncia exigido en el artículo 23 Código Civil. Este es un ejemplo de cómo el requisito al que nos estamos refiriendo, en ocasiones y atendiendo a las circunstancias, puede apartar o disuadir de hacer siquiera la solicitud de adquisición de la nacionalidad española por quien, en principio, pudiera cumplir las exigencias que la ley determina para ello y que, ante el 120 requerimiento de renunciar a su anterior nacionalidad, se retraen de intentarlo o, incluso, más extremo, dejan transcurrir el periodo de caducidad fijado por el legislador de ciento ochenta días desde la notificación de la concesión de la nacionalidad española sin cumplir estos requisitos a que nos referimos en el artículo 23 Cc para no tener que realizar la renuncia e ignorar las consecuencias que ello pudiera tener en su país originario y a cuya nacionalidad deben renunciar, salvo, claro, los naturales de países mencionados en el apartado 1 del artículo 24. A este respecto, sobre la renuncia a la nacionalidad anterior, ha de tenerse en cuenta la doctrina oficial de la Dirección General (Resolución, 4ª, de 13 de marzo de 2007), que la ha interpretado como un mero requisito formal de declaración de la renuncia, con independencia de los efectos que tal declaración pueda desplegar para el Ordenamiento jurídico extranjero respectivo, es decir, al margen que dicha renuncia produzca o no de iure la pérdida de la nacionalidad a la que se declara renunciar, ya que lo contrario implicaría subordinar la adquisición de la nacionalidad española a la concepción propia sobre la nacionalidad del Derecho extranjero. Para el legislador español, artículo 9.9, párrafo 2º Cc, prevalecerá en todo caso la nacionalidad española del que ostente además otra no prevista en nuestras leyes o en los tratados internacionales. Es decir, en el supuesto del ciudadano extranjero que adquiere la nacionalidad española y renuncia por imperativo del artículo 23 Cc a su anterior nacionalidad, aunque esta renuncia no tenga repercusión alguna en su país originario, para España siempre prevalece la nacionalidad española. Es cierto que la consideración meramente formal de la declaración de renuncia exigida por el artículo 23 del Código Civil ha llevado a 121 algunos autores a abogar por la derogación del requisito, la opinión doctrinal mayoritaria el mismo como ineficaz y puramente formulario; la doctrina considera que nuestro legislador ha acogido, si bien limitadamente, para los supuestos de recuperación de la nacionalidad española previamente perdida (cfr. art. 26 Cc, en su redacción dada por Ley 36/2002, de 8 de octubre). Así, para recuperar la nacionalidad española sólo será necesario declarar ante el encargado del Registro Civil su voluntad de recuperar la nacionalidad española e inscribir la recuperación en el Registro Civil donde conste el asiento de nacimiento del interesado. Ha sido éste, sin duda, una ayuda importantísima para las ciudadanas españolas que por razón de matrimonio con ciudadano extranjero antes de la entrada en vigor de la Ley de 2 de mayo de 1975 habían perdido la nacionalidad española. Ahora pueden recuperarla sin renunciar a su actual nacionalidad. Lo mismo podemos decir de los ciudadanos españoles que por razones laborales tuvieron que emigrar al extranjero y con el tiempo adquirieron la nacionalidad del país donde estuvieron ejerciendo su actividad profesional. Si existía alguna razón que les retraía de recuperar la nacionalidad española que ostentaron de forma originaria era precisamente la renuncia a la nacionalidad que tenían en la actualidad. Desaparecido esa traba legal ya no existen obstáculos para la recuperación, claro, si manifiesta de forma expresa esa voluntad. En cualquier caso, son aspectos ampliados en el apartado referido a la recuperación de la nacionalidad española. Como ejemplo doctrinal del sentido del requisito de la renuncia, el profesor Espinar Vicente, José-María, en su referente “Tratado Elemental de Derecho Internacional Privado”, considera que “Resulta obvio que la renuncia a una ciudadanía extranjera ante las 122 autoridades españolas carece de toda transcendencia y efectos en el país de origen del naturalizado español. Una nacionalidad sólo se pierde en función de haber configurado los requisitos exigidos para ello en la legislación que la rige”. Que el legislador considera como mero requisito formal el de la renuncia es un hecho contrastado no ya por esta primera referencia de la Ley 36/2002, también en los supuestos contemplados en la Disposición Adicional séptima de la Ley 52/2007, conocida como de la Memoria Histórica, es decir, el poder optar a la nacionalidad española de origen las personas cuyo padre o madre hubiese sido originariamente español, así como aquellas cuyo abuelo o abuela español hubiera perdido o tenido que renunciar a la nacionalidad española como consecuencia del exilio. En estos supuestos, el cuerpo de doctrina que contiene la Instrucción de la DGRN de 4 de noviembre de 2008, en su apartado 5º, dice que estas opciones quedan sometidas a las condiciones exigidas por por los artículos 20 y 23 del Código Civil, “salvo a la renuncia a la nacionalidad anterior”. Es más, esta Instrucción, cuando explica la naturaleza y características del derecho de opción a la nacionalidad española, y expone las diferencias y notas comunes entre esta opción y la regulada en el artículo 20.1.) Cc (los que su padre o madre hubiera sido originariamente español y nacido en España), entre las diferencias dice que el derecho de opción regulado en los números 1 y 2 de la Disposición Adicional séptima de la Ley 52/2007, como forma de adquisición originaria de la nacionalidad española, “no requiere la renuncia a la nacionalidad anterior”, puesto que la renuncia en puridad, está reservada para quienes adquieren la 123 nacionalidad española de manera derivativa, es decir, por opción, carta de naturaleza o residencia (cfr. artículo 23 del Código Civil). Otro de los requisitos exigidos para la validez de la adquisición de la nacionalidad española, no se puede dejar de cumplir con esta formalidad, es el contemplado en el artículo 23.a) del Código Civil y que, probablemente, más llama la atención en las oficinas registrales a los ciudadanos que adquieren la nacionalidad española por opción, carta de naturaleza o residencia es el referido a “Que el mayor de catorce años y capaz para prestar una declaración por sí jure o prometa fidelidad al Rey y obediencia a la Constitución y a las leyes”. Siendo como es la referida declaración de carácter personalísimo es por lo que se excluye de su exigencia a los menores de edad o emancipados que adquieren a través de sus representantes legales. El motivo de la existencia de este requisito es que al ser España una monarquía parlamentaria, el Rey es el Jefe del Estado (artículo 56 CE), y consecuentemente el máximo representante del mismo. Esta fórmula es, en definitiva, una forma de manifestar lealtad para con el Estado cuya nacionalidad se está adquiriendo y en cuyo territorio se ha venido residiendo, se reside actualmente y, en principio, se seguirá residiendo. Cuando se tiene una nacionalidad por iure sanguinis o cuando se nace en un Estado y por ese solo hecho se concede la nacionalidad (iure soli), no hay necesidad de tal juramento o promesa, ya que se es nacional de origen y se presume que esto es suficiente para que la persona le sea leal al Estado cuya nacionalidad tiene por origen. Pero en el caso de nacionalidad adquirida, bien por residencia, bien por carta de naturaleza o bien por opción, es necesario que, de 124 alguna manera, el nuevo nacional manifieste formalmente su fidelidad al Estado que le está concediendo la nacionalidad: no tomar las armas contra el Estado, ni incitar a potencia extranjera a declararle la guerra, ni hacer nada que pueda perjudicar a la seguridad y a los intereses generales, no ocupar cargo público en Gobierno de Estado extranjero sin previo consentimiento del Gobierno del Estado cuya nacionalidad está adquiriendo, respetar las instituciones y el orden constitucional existentes, acatar, cumplir y cuando proceda, hacer cumplir la Constitución, las leyes, reglamentos y demás normas jurídicas vigentes en el Estado. En países que no son monarquía, sino repúblicas, se suele usar la fórmula de jurar o prometer “lealtad a la República” o “a la Federación”, en caso de ciertos Estados que son Repúblicas federadas. Que la fórmula sea “jurar o prometer” no responde sino al principio constitucional de libertad religiosa proclamado en el artículo 16 de la Constitución. Juramento y promesa suponen un compromiso religioso o moral, respectivamente (sentencias del Tribunal Constitucional 119/90 y 74/91). También sorprende la fórmula de que el juramento o promesa sea de “fidelidad al Rey”. La expresión “fidelidad” se debe interpretar como lo que significa, “lealtad”. Su inclusión en el Código Civil responde a una tradición histórica: El artículo 25 de la redacción originaria del Código Civil de 1889 hablaba de “jurar la Constitución de la Monarquía” (la de 1876). El art. 19, párrafo in fine, de la Ley de 13 de julio de 1954, habla de “prestar juramento de fidelidad al Jefe del Estado”. El art. 19-2º de la Ley de 2 de mayo de 1975 reflejaba “Prestar juramento de fidelidad al Jefe del Estado y de obediencia a las Leyes”. Por último, en adaptación al principio 125 constitucional de libertad religiosa, tras la Ley 51/1982, de 13 de julio, el art. 20 del Código Civil expresaba “el juramento o promesa de fidelidad al Rey y de obediencia a la Constitución y a las Leyes”. Fórmula ésta que en la actualidad recoge el ya mencionado art. 23 del Código Civil. PÉRDIDA DE LA NACIONALIDAD ESPAÑOLA: La pérdida de la nacionalidad española puede ser bien voluntaria (art. 24 Código Civil), bien de carácter forzoso (art. 25 mismo Cuerpo legal). En cualquier caso, tal y como señala la Instrucción de la DGRN de 20 de mayo de 1983, el sistema legal de pérdida de la nacionalidad española es “muy complejo”. La voluntaria es para el supuesto de residir habitualmente en el extranjero durante tres años y adquirir voluntariamente otra nacionalidad (así se evita la apatridia), utilizar exclusivamente la otra nacionalidad distinta de la española, y estar emancipado; todos estos requisitos que señala el art. 24 Código Civil para la pérdida de la nacionalidad española han de concurrir acumulativamente. No se pierde si en este plazo de tres años el interesado manifiesta su voluntad de conservar la española ante el Registro Civil de su domicilio (normalmente coincidirá con el del Consulado donde resida). La facultad de conservación fue una novedad reconocida por la Ley 36/2002, de 8 de octubre, lo que constituye una reformatio in bonus. También se evitará su pérdida cuando la utilización de la nacionalidad extranjera no sea exclusiva, sino concurrente con la española, lo que tendrá lugar, como señala el apartado VI de la Instrucción de la Dirección General de los Registros y del Notariado 126 de 20 de marzo de 1991, cuando el interesado tenga documentación española en vigor, haber otorgado algún documento público como español, haber comparecido con este carácter en el Consulado y otras conductas semejantes (Resolución de 3 de octubre de 2007). Esto es, que la “utilización exclusiva” de la nacionalidad extranjera puede quedar interrumpida por actos propios del interesado expresivos de su voluntad de utilización de la nacionalidad española. Respecto de este punto de la pérdida por utilización exclusiva de otra nacionalidad, afirmaba la citada Instrucción que, por el carácter taxativo de las causas de pérdida que no pueden ser objeto de interpretación extensiva, no se producirá pérdida cuando el interesado justifique de algún modo, dentro de los tres años que señala el art. 24 Cc, la nacionalidad española (Resolución, 10ª, de 17 de junio de 2009). Si se adquiere la nacionalidad de paises iberoamericanos, Andorra, Filipinas, Guinea o Portugal no se producirá la pérdida de la nacionalidad no manifestación española de de origen conservación aunque (artículo 11-2 se realice Constitución Española). Un ejemplo de lo que reflejo es la Resolución, 3ª, de 23 de julio de 2009, sobre inscripción de nacimiento en el Registro Civil español. La promotora, nacida en Perú en 1957, es hija de un español de origen nacido en Colombia que perdió la nacionalidad española y no la recuperó hasta 1987. La interesada pretende su inscripción en el Registro Civil español y el reconocimiento de su nacionalidad española de origen. El padre, nacido en Colombia en 1928 e hijo de ciudadanos españoles, no se documentó como español hasta 1987, de modo que, si bien fue español de origen, perdió dicha condición 127 por el ejercicio en exclusiva de la nacionalidad colombiana adquirida iure soli. Como estuvo sujeto a la obligación de prestar el servicio militar español (artículo 22 Cc, redacción de Ley de 15 de julio de 1954), la pérdida no se produjo hasta 1966, ergo cuando nació su hija en 1957 conservaba su nacionalidad española, que fue transmitida a aquélla iure sanguinis. La promotora, por aplicación del artículo 26 Cc (redacción de 1954), al haber nacido fuera de España de progenitor también nacido fuera de España, cuando alcanzó la mayoría de edad, perdía la nacionalidad española si no manifestaba su voluntad de conservarla en el plazo de una año a contar desde su mayoría de edad o emancipación. La interesada alcanzó la mayoría de edad el 1 de diciembre de 1977, y el plazo de un año para declarar la voluntad de conservar la nacionalidad española finalizó el 1 de diciembre de 1978, es decir, antes de la entrada en vigor de la Constitución. El artículo 11.3 CE permite que un español puede naturalizarse en país iberoamericano sin perder su nacionalidad española de origen. A esta posibilidad por pocos días no llegó la interesada y, en consecuencia, perdió su nacionalidad española. Ahora, en su caso, por aplicación del artículo 26 Cc, podrá recuperarla. No obstante, deben tener especial cuidado en no perderla los que, como señala el artículo 24 apartado II del Código Civil, habiendo nacido y residiendo en el extranjero ostenten la nacionalidad española por ser hijos de padre o madre españoles, también nacidos en el extranjero, cuando las leyes del país donde residan les atribuyan la nacionalidad del mismo, perderán, en todo caso, la nacionalidad española si no declaran su voluntad de conservarla ente el encargado del Registro Civil en el plazo de tres años, a contar desde su mayoría de edad o emancipación. Así, la 128 Resolución, 3ª, de 8 de enero de 2009, resuelve la pérdida de la nacionalidad española del nacido en Brasil en 1985, su padre también nació en Brasil, que alcanzó la mayoría de edad en 2003 y en 2007 el Consulado de España en S. (Brasil) le comunica la pérdida de su nacionalidad española, resolución que según la Dirección General se ajusta a derecho porque concurren todas las circunstancias que establece el citado precepto como condicionantes de la pérdida de la nacionalidad española. La Resolución, 3ª, de 13 de diciembre de 2010, sobre conservación de la nacionalidad española, resuelve, precisamente, el supuesto que contemplamos del artículo 24.3 del Código Civil. El interesado es nacido en Brasil en 1988. El padre nació también Brasil en 1958, era hijo de padre español y, por tanto, español de origen conforme a lo dispuesto en el artículo 17.1º del Código civil, en la redacción dada por Ley de 15 de julio de 1954. En la inscripción de nacimiento del interesado consta la nacionalidad española de su padre. En noviembre de 2007 realiza manifestación expresa de conservación de la nacionalidad española. La Dirección General resuelve que al estar dicha manifestación dentro del plazo de los tres años “desde su mayoría de edad o emancipación” procede inscribir marginalmente dicha declaración. Siempre se perderá la nacionalidad española cuando se renuncia expresamente a ella, se resida habitualmente en el extranjero y, además, se ostente otra nacionalidad, para así evitar situaciones de apatridia. La pérdida forzosa de la nacionalidad española es aplicable, exclusivamente, a los españoles que no lo sean de origen (artículo 11-1 y 2 Constitución), y estén en el supuesto de utilizar sólamente 129 la nacionalidad a la que hubieran declarado renunciar cuando adquirieron la nacionalidad española (supuesto éste que últimamente se ha detectado en ciudadanos marroquies; así, adquieren la nacionalidad española declarando renunciar a la marroquí pero en la práctica sólo utilizan esta última). El otro caso de pérdida forzosa es el de entrar, contra la prohibición expresa del Gobierno, al servicio de las armas en un Estado extranjero. La pérdida de la nacionalidad debe tener su reflejo registral en la inscripción de nacimiento del interesado (artículo 46 Ley del Registro Civil); no obstante, esta inscripción tiene carácter declarativo y no constitutivo, esto es, que si concurren todos los requisitos exigidos para que se produzca la pérdida, ésta se producirá “ipso iure”, es decir, automáticamente (artículo 67 Ley del Registro Civil). La pérdida de la nacionalidad se produce siempre de pleno derecho, al margen de su documentación o inscripción, inscripción que, como hemos señalado, no opera con carácter constitutivo, prevaleciendo en este tema la realidad extrarregistral (Resolución, 10ª, de 17 de junio de 2009). Así lo manifiesta, interpretando el citado artículo, la resolución de la Dirección General de los Registros y del Notariado de 2 de diciembre de 1996: “Ha de advertirse que no importa que estas pérdidas de la nacionalidad española no hayan sido objeto de su inscripción obligatoria en el Registro Civil español, porque la pérdida de la nacionalidad española tiene lugar ipso iure o automáticamente en cuanto concurren todos sus presupuestos de hecho”. Este carácter automático de la pérdida se trasluce también en la Exposición de Motivos de la Ley 36/2002, de 8 de octubre, de 130 modificación del Código Civil en materia de nacionalidad, cuando argumenta: “En el mismo orden de cosas, se ha modificado el artículo 24 para establecer un sistema que permitiera al que se hallare en alguno de los supuestos contemplados en el partado 1 de ese artículo, y antes de que se cumpliera el plazo establecido en el 2, impedir la pérdida que, de otra forma, se producía automáticamente al transcurrir el plazo establecido”. La norma reglamentaria al respecto es la contenida en el párrafo primero del artículo 66 del Reglamento del Registro Civil conforme al cual “En el Registro constarán los hechos que afecten a españoles, aunque determinen la pérdida de su condición de tales o hayan acaecido antes de su adquisición”. Ahora bien, dicha inscripción de nacimiento debería ser seguida inmediatamente de la correlativa inscripción de pérdida de la nacionalidad española, a la que como hemos dicho, el artículo 67 de la ley registral civil impone un carácter obligatorio y la confía a una actuación de oficio del encargado en caso de no solicitarla el propio interesado, previa su citación (Resolución, 1ª, de 26 de febrero de 2009). RECUPERACIÓN DE LA NACIONALIDAD ESPAÑOLA: Se regula en el artículo 26 Código Civil, reformado por la Ley 36/2002, de 8 de octubre, y con ello se ha simplificado muchísimo los trámites ya que, lógicamente, además de declarar ante el Registro Civil de su domicilio la voluntad de recuperar, no es necesario renunciar a la anterior nacionalidad, supuesto éste directamente dirigido a las ciudadanas españolas que por razón de matrimonio con ciudadano extranjero habían perdido la española, y en muchos casos sin que ellas mismas lo supieran, y el caso de los 131 que por razón de emigración tuvieron que ir a trabajar al extranjero y la legislación de éstos países les obligaba a adquirirla perdiendo así la española; ahora, pues, con la sóla manifestación de recuperar es suficiente, siendo esta simplificación enormemente importante para acogerse a lo regulado en este precepto. Igualmente aplicable a las llamadas “españolas a la fuerza”, son las extranjeras que al contraer matrimonio con español adquirían la nacionalidad de su marido (artículo 21-1º Cc Ley de 1954), las cuales, en virtud de la disposición transitoria de la Ley de 2 de mayo de 1975, ley que suprime el efecto automático de la adquisición de la nacionalidad española por matrimonio, las cuales perdían la nacionalidad española si, durante el periodo de vigencia de dicha ley, recuperaron o continuaron prestando asentimiento voluntario e inequívoco a su nacionalidad anterior o cuando haya concurrido cualquiera de las otras causas de pérdida de la nacionalidad española previstas por las normas generales (apartado V de la Circular de la DGRN de 22 de mayo de 1975). Incluso, tal y como refleja la resolución, 1ª, de 26/2/2009, “aunque no exista seguridad absoluta de que haya habido pérdida de la nacionalidad”, puede instarse y completarse una recuperación. En efecto, como estableció la Instrucción de la DGRN de 20 de mayo de 1983, a causa del complejo sistema legal de pérdida de la nacionalidad española, se estima que una inscripción de recuperación es admisible sin necesidad de asiento anterior alguno de pérdida “para mayor seguridad del estado civil del interesado”. En cualquiera de los dos supuestos, bien la española que contrajese matrimonio con extranjero, bien la extranjera que se casase con español, y adquirían las respectivas nacionalidades de sus maridos, para estas situaciones la Disposición Transitoria de la 132 Ley 14/1975, de 2 de mayo (BOE nº 107 de 5/5/1975) facilitó la recuperación de la respectiva nacionalidad originaria. En el caso de las españolas se remitía al artículo 24 Cc entonces vigente, simple manifestación de voluntad de recobrar la nacionalidad española pero, eso sí, renunciando a la nacionalidad extranjera que hubiera ostentado; para las ciudadanas extranjeras la señalada Disposición Transitoria remitía para recuperar su anterior nacionalidad a su Ley de origen. No podemos obviar que el requisito que se exigía de renunciar a la nacionalidad española si se quería recuperar ésta producía un efecto de inhibición sobre los potenciales interesados por los inconveniente prácticos que suponía la desvinculación jurídicopolítica con el país de acogida que comportaba dicha renuncia. Es este un supuesto que se denomina como de “doble nacionalidad de hecho” pero que para la legislación española, en el caso de ostentar otra no prevista en nuestras leyes, prevalece en todo caso la nacionalidad española (artículo 9.9 Código Civil). Son todos estos supuestos cuestiones de Derecho Internacional Privado que para determinar en un caso concreto qué Ley resulta aplicable a un ciudadano en estas situaciones resulta verdaderamente complicado. Además, la recuperación de la nacionalidad española requiere el tener residencia legal en España, quedan exentos los emigrantes y sus hijos, sin perjuicio, ya lo comentamos al inicio del tema, del concepto amplio del término “emigración” ha dado la Dirección General de los Registros y del Notariado, y también, es necesario que la recuperación se inscriba al margen de la inscripción de nacimiento. 133 Referente al hecho de la inscripción de cualquier actuación que afecta a la nacionalidad no podemos sino señalar que, la nacionalidad, es un hecho que afecta al estado civil de las personas (artículo 1-7º Ley del Registro Civil) y que por tanto, como señala el artículo 46 del mismo Cuerpo legal, toda adquisición, pérdida, conservación o recuperación de la misma se inscribirá en el asiento de nacimiento del interesado. No hay duda de que para la adquisición sobrevenida o derivativa de la nacionalidad española la inscripción en el Registro Civil es un requisito inexcusable, conforme resulta de los dispuesto en el artículo 330 Cc, que configura tal inscripción como constitutiva del fenómeno adquisitivo, al disponer “que no tendrán efecto legal alguno las naturalizaciones mientras no aparezcan inscritas en el Registro, cualquiera que sea la prueba con que se acrediten y la fecha en que hubiesen sido concedidas”. Esto es, se eleva la inscripción registral a la categoría de requisito sine qua non para que se adquiera la nacionalidad española. Todo ello sin perjuicio, tal y como señala el artículo 64, párrafo in fine, LRC, de que se considera fecha de la inscripción, a partir de la cual surten sus efectos tales declaraciones, la del acta que constará en dicho asiento. Se estima así que en el momento de que por el solicitante se formaliza el juramento o promesa de fidelidad al Rey y obediencia a la Constitución y a las leyes, el adquirente ya ha terminado toda la actividad exigida al mismo y la inscripción, como cuestión mecánica es algo que al mismo se escapa de su voluntad. Así lo refleja también la RDGRN de 19 de enero de 2007 cuando dice que la “nacionalidad española se adquiere desde la inscripción registral, pero sus efectos se retrotraen desde el juramento o promesa”. 134 También, y sólo aplicable a los que ostentan la condición civil foral de navarro (Ley 12 del Fuero Nuevo), los navarros residentes en el extranjero, en tanto conserven la nacionalidad española, conservarán también su condición foral; de igual forma, los navarros que hubieran perdido la nacionalidad española, al recuperarla, recobrarán también su condición foral (aspecto éste también recogido en el artículo 15-3 Código Civil). Martín Corera Izu. Registro Civil-Pamplona. Febrero-2013. Tomando como base la Instrucción de la Dirección General de los Registros y del Notariado de 28 de marzo de 2007 (BOE nº 86 de 10 de abril de 2007) y las distintas resoluciones de la misma Dirección General en la materia, podemos señalar que SON ESPAÑOLES los nacidos en España hijos de: Con carácter general podemos señalar a todos los nacidos en España hijos de los naturales de los países iberoamericanos con excepción de la República Dominicana y de Nicaragüa, a los que debemos añadir tras las reformas de sus respectivas Constituciones, a Chile, Ecuador, Bolivia y Venezuela en según qué situaciones, donde se aplica el “ius sanguinis” en lugar del “ius soli”. - Argentinos. 135 - Bolivianos: Tras la nueva Constitución boliviana, en vigor desde el 7 de febrero de 2009, ya son bolivianos y bolivianas por nacimiento las personas nacidas en el extranjero, de madre boliviana o de padre boliviano (art. 141); y la Circular de la DGRN de 21 de mayo de 2009, complementaria de la dictada el 16 de diciembre de 2008, sobre aplicación del artículo 17, nº 2-c) del Código Civil respecto de los hijos de extranjeros nacidos en España, lo aclara en el sentido de que los nacidos en España cuyo padre o madre es boliviano, serán de nacionalidad boliviana. La Resolución, 37ª, de 6 de julio de 2012, declara que no es español “iure soli” el nacido en España tras la entrada en vigor de la Constitución boliviana en 2009, hijo de madre boliviana nacida en Bolivia, por corresponderle la nacionalidad boliviana de esta. La Resolución, 53ª, de 16 de julio de 2012, declara que no es española “iure soli” la nacida en España tras la entrada en vigor de la Constitución boliviana en 2009, hija de padres bolivianos nacidos en Bolivia, por corresponderle la nacionalidad boliviana de estos. - Brasileños: En septiembre de 2007 se modificó su Constitución pero en nada ha cambiado la situación hasta ahora existente; por tanto, los hijos de brasileño/a nacidos en España, serán españoles “iure soli”. - Chilenos: Desde la RDGRN de 20 de septiembre de 2007, los hijos de padre o madre chilenas son chilenos, esto es, sigue el criterio de “ius sanguinis”. Ley nº 20.050 de 26/agosto/2005. Circular DGRN de 16 de diciembre de 2008. - Colombianos. 136 - Cubanos. - Ecuatorianos: Mención especial porque desde la entrada en vigor de la nueva Constitución, 20 de octubre de 2008, los hijos de ecuatoriano o ecuatoriana nacidos en el extranjero, son ecuatorianos. V. también Circular de la DGRN de 16 de diciembre de 2008. La Resolución, 7ª, de 18 de mayo de 2009, sobre declaración de nacionalidad española, dice que es español iure soli el nacido en España, en julio de 2007, antes de la entrada en vigor de la nueva constitución ecuatoriana el 20 de octubre de 2008, si su estancia en España no puede considerarse transitoria. - Panameños: (Resolución, 3ª, de 12 de noviembre de 2008, la Constitución panameña, art. 9.2, señala que son panameños los hijos de padre o madre panameños por nacimiento nacidos fuera del territorio de la República, si aquéllos establecen su domicilio en territorio nacional). - Paraguayos: Resolución de 1 de noviembre de 2003. Resolución, 46ª, de 7 de junio de 2012: Es española iure soli la nacida en España de padres paraguayos nacidos en Paraguay. La legislación paraguaya solo atribuye dicha nacionalidad a los hijos de padre o madre paraguayos nacidos en el extranjero cuando aquellos se radiquen en la república de forma permanente. Los hijos de paraguayos nacidos fuera de Paraguay no adquieren al nacer “iure sanguinis” automáticamente la nacionalidad de sus progenitores sino que se requiere un acto posterior (Ley nº 582/1995). - Peruanos. - Uruguayos: Resolución, 2ª, de 4 de marzo de 2003. Sin embargo, la Consulta de la DGRN de 2 de marzo de 2012 137 interprta la legislación uruguaya (arts. 1 y 2 de la Ley 16.021, de 13 de abril de 1989 y art. 74 de la Constitución uruguaya) y dice que sólo son españoles “iure soli” los hijos de uruguayos nacidos en España cuando el padre ni la madre hubieran nacido en el territorio de la República Oriental de Uruguay, ya que concurriendo esta última condición tales hijos son uruguayos y no apátridas. - Venezolanos: Los nacidos de padre y madre venezolana en el extranjero, son venezolanos; si son hijos de padre o madre venezolanos entonces habrá que estar a la legislación sobre nacionalidad del otro progenitor, y si la de éste no atribuye su nacionalidad, el nacido en España será español de origen (Resolución de 25 de mayo de 2006). La Constitución de Venezuela establece que son venezolanos los nacidos en el extranjero de padre y madre venezolanos por nacimiento (cfr. art. 32.2). El art. 32.3 se refiere al hecho del nacido en el extranjero cuando sólo el padre o la madre sea venezolano por nacimiento (Resolución, 4ª, de 28 de julio de 2009 y 17ª de 9 de diciembre de 2010). La Resolución, 4ª, de 10 de junio de 2011, dice que la nacida en España en 2008, hija de padres venezolanos nacidos en Venezuela, no es española iure soli (cfr. art. 17. 1c del Código civil). - Costarricenses: Resolución, 3ª, de 16 de marzo de 2006. Del continente africano, serán españoles los nacidos en España hijos de caboverdianos. 138 Respecto a los hijos de ciudadanos de MARRUECOS, se dan varias situaciones, es español el hijo de madre marroquí y padre apátrida conocido o que no transmite la nacionalidad al hijo. El hijo de madre marroquí y padre desconocido NO es español (Resolución de 14 de noviembre de 2005). También la Resolución, 5ª, de 9 de diciembre de 2008, por aplicación de la ley marroquí de la madre los hijos de una nacional marroquí y de padre desconocido tienen por nacimiento la nacionalidad marroquí de la madre. El Derecho marroquí asume el criterio de la transmisión de la nacionalidad iure sanguinis como regla preferente, si bien ello lo hace asumiendo el principio básico propio del Derecho de familia islámico de que el parentesco se transmite por línea masculina, razón por la cual la transmisión de la nacionalidad por vía materna se condiciona a que el padre sea desconocido. Tampoco son españoles los hijos de marroquíes nacidos en España, sea el hijo matrimonial o no matrimonial (Resolución de 11 de julio de 2005); NO son españoles nunca los hijos cuyo padre es marroquí, ya que el hijo adquiere “de iure” por filiación desde su nacimiento la nacionalidad marroquí de su padre (Resolución de 31 de octubre de 2005). La Resolución, 2ª, de 24 de noviembre de 2008, interpreta la evolución legislativa en el Código de Familia de Marruecos desde el Dahir nº 250-58-1, de 6 de septiembre de 1958 al Dahir nº 1.04.22, de 3 de febrero de 2004, donde se contrasta el hecho incuestionable que el Derecho marroquí asume el criterio de la transmisión de la nacionalidad iure sanguinis como regla preferente, si bien ello lo hace asumiendo el principio básico propio del Derecho de familia islámico de que el parentesco se transmite por línea masculina, razón por la cuál la transmisión de la nacionalidad por vía materna se condiciona a que el padre sea 139 desconocido. Y ello con independencia de las dificultades “de facto” con que se encuentre el interesado en el Consulado marroquí para documentarse como nacional de este país. Sin embargo, los hijos de naturales de Guinea-Bissau nacidos en el extranjero no adquieren automáticamente por el sólo hecho del nacimiento la nacionalidad de dicha República, la cuál sólo puede adquirirse por un acto posterior de declaración expresa de voluntad en tal sentido y subsiguiente inscripción del nacimiento en el Registro civil guineano (Resolución de 17 de enero de 2009). Respecto a los países europeos, siguen todos el “ius sanguinis”, incluídos los de Europa del Este, por lo que los hijos nacidos en España NO son españoles. La única excepción es PORTUGAL, cuyos hijos son españoles si no están inscritos en el Registro portugués. Resolución, 3ª, de 7 de noviembre de 2008: Los nacidos en España después de la Ley 51/1982, de 13 de julio, de padres portugueses, son españoles. Sobre los que carecen de nacionalidad o han sido declarados apátridas (por ejemplo, los hijos de palestinos, Resolución, 4ª, de 12 de septiembre de 2000, o los hijos de saharauis, Resolución, 3ª, de 10 de enero de 2005), se les considera españoles de origen. NO SON ESPAÑOLES los nacidos en España hijos de : - Angoleños: Resoluciones de 14-1ª, de septiembre de 2004 y 13-3ª, de septiembre de 2005. - Argelinos: Resolución, 3ª, de 9 de junio de 2009. 140 - Bolivianos: Se exponen las razones en el apartado anterior consecuencia de la nueva Constitución boliviana de febrero 2009. - Búlgaros. - Congoleños. - Chinos. - Los de la República Dominicana: (RDGRN de 3 de enero de 2005). - Egipcios. - Estadounidenses. - Etíopes. - Gambia: Según el artículo 9 de la Constitución de Gambia, una persona nacida fuera de Gambia será ciudadana de Gambia por filiación si en el momento de su nacimiento su padre o su madre son ciudadanso de Gambia (Resolución, 7ª, de 7 de diciembre de 2010). - Georgianos: Resolución, 5ª, de 28 de julio de 2009. Son georgianos los nacidos en el extranjero cuando ambos padres sean de nacionalidad georgiana. El que no se realice la inscripción en la sección consular no es elemento determinante para la atribución de la nacionalidad. - Ghaneses. - Guineanos. - Guatemala: Los hijos de padre o madre guatemaltecos, nacidos en el extranjero, son guatemaltecos (Constitución de Guatemala de 1985). - Holanda: Es holandés el menor cuyo padre o madre fuera ciudadano holandés en el momento de su nacimiento (cfr. art. 3 de la Ley Estatal de la Ciudadanía Holandesa, de 19 de 141 diciembre de 1984, modificada por la Ley Estatal de 21 de diciembre de 2000). V. Resolución, 3ª, de 27 de marzo de 2009. - Honduras: Los hijos de hondureños nacidos en el extranjero, son hondureños (art. 23 de la Constitución de la República de Honduras, dice que en el caso de padres nacionales hondureños por nacimiento, prevé la adquisición de la nacionalidad hondureña por razón de ascendencia o “ius sanguinis”, aunque el nacimiento se haya producido en el extranjero). - Kazajstán. - Mauritania: Resolución 6-4ª de julio de 2006 y 9-3ª de junio de 2009. La Resolución, 6ª, de 26 de junio de 2009, explica que la nacionalidad mauritana del padre es adquirida automáticamente por la hija. El art. 8 del Código de la Nacionalidad Nauritana, Ley, nº 61.112, de 12 de junio de 1961 y modificaciones posteriores, dice que es mauritano “el hijo nacido de un padre mauritano). - México: Los hijos de mexicanos nacidos en el extranjero, son mexicanos (Resolución, 4ª, de 1 de julio de 2008). - Nigerianos: La legislación nigeriana señala que son nigerianos los nacidos en el extranjero cuando uno de los padres es nigeriano, sin que la inscripción del nacimiento en la sección consular de la embajada pueda funcionar como condición indispensable para la atribución de la nacionalidad nigeriana. Dicha inscripción actuará, posiblemente, como requisito formal para el reconocimiento de la nacionalidad ya atribuida ex lege y que los padres pueden hacer efectiva en cualquier momento, pero no como elemento determinante 142 para la atribución de la nacionalidad (Resolución, 6ª, de 4 de junio de 2009). - Uzbekistán. - Iraquíes. - Nicaragüenses: Resolución, 6ª, de 13 de noviembre de 2008 y, 1ª, de 3 de diciembre de 2008: Según la Constitución de Nicaragüa, art. 3-2º, son nicaragüenses los nacidos de padre o madre nicaragüenses). Resolución, 45ª, de 7 de junio de 2012: No es español “iure soli” el nacido en España en 2009, hijo de madre nicaragüense nacida en Nicaragua. - Nigerianos. - Polacos. - Rumanos. - Rusos. - Senegaleses: Atención porque según la legislación de Senegal, el hijo legítimo de madre senegalesa y padre de otra nacionalidad no adquiere automáticamente la nacionalidad de la madre, sino tan sólo da un derecho de opción a tal nacionalidad (cfr. art. 8 de la Ley nº 61-10 de 7 de marzo de 1961. RDGRN de 17 de enero de 2009). - de Sierra Leona. - Sirios. - Suizos. - Zaireños: Resolución de 11-3ª. De junio de 2001 y 5-2ª. De enero de 2002. - Jamaicanos. - Letones. - Mauritanos. 143 - Pakistaníes: Resolución, 1ª, de 21 de julio de 2009. Según el conocimiento adquirido de la legislación paquistaní (cfr. Art. 12-6 Cc), los hijos nacidos en el extranjero de un nacional pakistaní nacido en Pakistán tienen, por nacimiento, la nacionalidad paquistaní del progenitor, sin que en tal supuesto esté condicionada la atribución de la nacionalidad a la previa inscripción en el registro consular correspondiente. - Lituanos. - Sirios. - Jordanos. - Tanzanos. Martín Corera Izu. Registro Civil-Pamplona. Febrero-2013. 144