algunos de los nuestros, sobre todo miguel hernández alguns dels

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Manuel Parra Pozuelo
ALGUNOS DE LOS NUESTROS,
SOBRE TODO MIGUEL HERNÁNDEZ
Juli Martínez Amorós
ALGUNS DELS NOSTRES
Prólogo de Manuel Alcaraz Ramos
Los textos escritos en valenciano y referidos a Tirant lo Blanc, Ausiás March, Joan Fuster,
Vicent Andrés Estellés y Ferran Torrent son originales de Juli Martínez Amorós, y los
restantes, escritos en castellano, de Manuel Parra Pozuelo
Título: Algunos de los nuestros / Alguns dels nostres
Autores: © Manuel Parra Pozuelo
Juli Martínez Amorós
Portada: Solos, Enfero Carulo
ISBN-10: 84-8454-494-X
ISBN-13: 978-84-8454-494-4
Depósito legal: A-187-2006
Edita: Editorial Club Universitario Telf.: 96 567 38 45
C/. Cottolengo, 25 - San Vicente (Alicante)
www.ecu.fm
Printed in Spain
Imprime: Imprenta Gamma Telf.: 965 67 19 87
C/. Cottolengo, 25 - San Vicente (Alicante)
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Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse
o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia,
grabación magnética o cualquier almacenamiento de información o sistema de
reproducción, sin permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.
Los trabajos cuya responsabilidad asumo están dedicados a mis amigas
y a mis amigos de la Asociación Cultural Auca de las Letras
Manuel Parra Pozuelo
PRÓLOGO
DE LOS NUESTROS A NOSOTROS
Pasan entre mis dedos las páginas de un bonito sueño: anudar palabras,
compromisos, lenguas. Anudarlas a una reflexión abierta y plural sobre el
significado de ser de los nuestros. De los nuestros literarios, de los que nos
han dicho y nos han explicado, de los que han trazado caminos de tiza o de
nubes o de lunas o de voces, de los que arrimaron versos al tiempo o prosas
al horizonte. A nuestro horizonte, que construyeron haciendo, con la parva
historia de cada día, la singularidad precisa de nuestra geografía de
sensaciones, de nuestra memoria, a veces triunfal, a veces dolorida.
Los nuestros, nuestros espejos imprescindibles.
Hay aquí un desfile pausado, sereno, sometido al tamiz del pensamiento,
de escritores que reclaman algo más que lecturas frías. Son autores metidos
en el crisol de los acontecimientos, de las épocas complejas –todas lo son,
por activa o por pasiva- que les dieron carne literaria, que les sometieron a
las preguntas que no soportan certidumbres. Autores valencianos que dicen
en lenguas comunicadas. En una lengua que llega de Poniente y que se
extiende a otros Ponientes lejanos. En una lengua que llegó del Norte y que
crece hacia Oriente. En medio, de alguna manera equívoca, estamos
nosotros. Y algunos de nosotros, reconozcámoslo, cerrilmente gustarían de
aherrojar a alguna de esas lenguas, despeñarla por una sima de olvido. Pero,
cada día más, una mayoría de nosotros no se empeña en mirar o leer con
escalpelo desalmado, sino que se alegra y goza de la suerte de esta
pluralidad, en esta encrucijada por la que pueden deambular, en compañía
fructífera, en conversación productiva, el Caballero Tirant y un Obispo
leproso, la calma tersa de Altamira con la apasionada reflexión de Fuster, la
Valencia coetánea de Estellés y de Gil-Albert.
Encontrará el lector, pues, en “Algunos de los nuestros y alguns dels
nostres” una nómina inconclusa pero suficiente de gentes que, desde dos
acentos, habitaron y habitan entre nuestras sierras y nuestro mar, empeñados
en la tarea de escribir. El libro es guía útil, referencia contrastada, resumen
denso pero ameno, reflexión acertada sobre este universo literario,
comúnmente constituido a partir de algunas fuentes de la vida. Novelas,
relatos, ensayos o poéticas, son analizados sin presunción de totalidad y, sin
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Manuel Parra Pozuelo / Juli Martínez Amorós
condescendencia, como puntos de partida para ulteriores estudios y,
fundamentalmente, como invitaciones manifiestas a la lectura directa.
Afán notable, pues, el de los autores, Manuel Parra y Juli Martínez. Afán
notable, especialmente, en un Alicante que tantas veces desprecia lo que
ignora. Tengo para mí que, signifique lo que signifique la palabra
civilización, este es un acto de civilización. Porque, como el lector irá
descubriendo, no se trata sólo de otro producto cultural fruto de la voluntad
o de la simple necesidad de dar salida a esos demonios que, quién más y
quién menos, todos llevamos dentro. Porque si digo civilización digo cultura
que tiene vocación de ser difundida y, sobre todo, de ser compartida. Obra,
pues, de profesionales que no deslizan su proyecto hasta el exacto podio del
gélido experto, sino que lo ascienden hasta el encuentro posible, pero nada
fortuito, con tantos ciudadanos y ciudadanas deseosos de comprender lo
amado, de amar lo que se comprende.
Desde esta cultura dialogada, que no se empequeñece en la elección
excluyente de una de nuestras lenguas, el libro también se llena de
sugerencias, de lecturas alternativas y complementarias. Así, por ejemplo,
soporta una lectura sobre la configuración de los imaginarios colectivos por
los que aún circulamos, de los que nos valemos para identificarnos, para
decirnos. Imaginarios que merecen, en muchos casos, la más severa crítica
porque, a despecho de las décadas, algunos se apropian de ellos,
desvirtuándolos, consagrándolos con la dudosa fama de los fósiles. Pero,
también, imaginarios imprescindibles para cualquier reformulación de la
conciencia colectiva, para establecer redes, visibles o invisibles, con las que
huir del individualismo, de las renuncias, de los letargos cómplices.
Late aquí un patriotismo literario que, lejos de abstraerse y aislarse,
pugna por asentar sus raíces en lo común, en lo convivido con otros pueblos
que, de alguna manera, también son, todos, nuestros otros pueblos. Pero
patriotismo porque no dimite de alentar un comprometido sentido de
pertenencia que es compromiso con un futuro que asimismo se destila de las
mejores páginas de nuestros literatos. Patriotismo porque, por su misma
intención, por su criterio de selección, aunque sin excluir otras perspectivas,
nos descubre líneas de continuidad y de ruptura en los mejores párrafos, en
las mejores estrofas. Al igual que, desde estos autores, se vive la diversidad
esencial de los paisajes que nos son propios, también en ellos el paisanaje se
evidencia contradictorio, cambiante, pero radicalmente real en sus
relaciones con campos, aldeas, barrios o navegaciones. Este apunte
histórico, sin duda, está vivo porque da cuenta de que nuestra lectura actual
debe captar lo que hemos llegado a ser como una actitud que va más allá de
la comprensión académica de lo que fuimos. Si porque fuimos, somos, estos
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Algunos de los nuestros / Alguns dels nostres
compañeros de travesía fueron y son mentores excelentes, imprescindibles
ecos de un discurrir que es tan actual como su belleza regalada y esparcida.
Y es que Juli Martínez y Manuel Parra han acertado a entender, y a
explicar, que si bien nadie, por el mero hecho de ser de los nuestros, merece
elogio, admiración y vacuo homenaje –como tantas veces nos acontece- sí
que es cierto que algunos de los nuestros sí alcanzan talla que exige la
atención amorosa, el homenaje dilatado, el conocimiento perseverante, la
rosa fresca, las páginas y las horas de la justicia. Y en ello se empeñan aquí.
Y lo consiguen. Abriendo ojos, abren espacios y relojes para ocuparnos de
estos escritores que siguen su deriva ejemplar por los caminos de los años.
Y, al hacerlo, en fin, esos nuestros son, un poco más, nosotros mismos.
Manuel Alcaraz Ramos
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PALABRAS LIMINARES
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La inclusión en nuestro trabajo de recesiones críticas de obras escritas
en valenciano no es, sin duda, un capricho o una concesión, responde por
el contrario a nuestro intento de reflejar una realidad que se expresa en dos
lenguas y, por tanto, también debería utilizar las dos lenguas oficiales de
nuestras tierras, ésta es la razón de la presencia de valiosos trabajos
escritos en valenciano originales de Juli Martínez Amorós. En cuanto a las
obras y los autores que han motivado nuestras recesiones, no pretendemos
en estas páginas otra cosa que acercarnos a algunos autores y a algunas de
sus obras más significativas, siendo conscientes de lo arbitrario de nuestra
elección, sobre todo en el sentido de la enorme cantidad de títulos, autores
y perspectivas que podrían ser incluidas en este trabajo, en este sentido,
creemos poder afirmar que todos los que están son, aunque ciertamente
son muchos más los que con idénticos merecimientos podrían o deberían
estar.
Antes de iniciar las aproximaciones a alguna de las obras escritas en
nuestra tierra y a alguno de sus escritores, nos hemos permitido realizar unas
reflexiones introductorias, sin duda incompletas y discutibles, sobre los
rasgos que han enmarcado su acontecer y que las han caracterizado.
Una primera constatación es la de la existencia de dos lenguas literarias
en un territorio también doblemente denominado, puesto que es conocido
como País Valenciano y como Comunidad Valenciana, de tal modo que la
fragmentación ideológica y social incide hasta en su mismo nombre, aunque
no cabe duda de su delimitación geográfica, coincidente, como no podía ser
de otra manera, con los límites de la unidad política definida por las tres
provincias históricas. Sobre estas fronteras, en la actualidad
inequívocamente definidas, desde la perspectiva de la creación literaria han
existido muy diversas situaciones, tanto en relación con el mayor o menor
cultivo o preponderancia de una de las dos lenguas como en su
especialización en algunos géneros literarios y, así mismo, en cuanto a su
ubicación en alguna de las comarcas del país.
El siglo XV se considera como el Siglo de Oro de la cultura y la
literatura catalanas. En el Reino de Valencia, convivían la cultura medieval
y renacentista con figuras tan destacadas como Ausiàs March, Joanot
Martorell, Jordi de Sant Jordi, Roís de Corella, Jaume Roig o Isabel de
Villena. La significación e influencia de estos escritores en la literatura
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Manuel Parra Pozuelo / Juli Martínez Amorós
escrita en lengua castellana se hace evidente si tenemos en cuenta la
presencia de las innovaciones de Ausiàs March y Joanot Martorell en obras
escritas con posterioridad en esta lengua. La obra del que es unánimemente
reconocido como el mejor poeta en lengua catalana, nacido en Gandia,
influyó de modo decisivo en Juan Boscán y en Garcilaso de la Vega. En
cuanto a la obra narrativa de Joanot Martorell, su novela Tirant lo Blanc ha
sido considerada como el primer proyecto de novela hispánica moderna y se
ha señalado también, de modo generalizado, su decisiva influencia en otras
narraciones como Orlando Furioso o Don Quijote de la Mancha, que en el
episodio del recuento de los libros de caballerías dice de esta novela: «Por
su estilo éste es el mejor libro del mundo; aquí comen los caballeros y
mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con otras
cosas de que todos los demás libros de este género carecen. Llevadle a casa
y leedle, y veréis que es verdad cuanto de él os he dicho.»
El esplendor de la literatura valenciana escrita en catalán no se agota en
los dos escritores citados. Junto a ellos, las obras de Jordi de Sant Jordi,
Roís de Corella, Isabel de Villena, Jaume Roig y el anónimo Curial e
Güelfa, dejaron un significativo legado literario que contribuyó a la
magnificencia de esta literatura.
El resultado de la guerra de Germanías y el proceso de castellanización
de la sociedad valenciana darán lugar a lo largo del siglo XVI a la iniciación
de un período de decadencia que se agudiza a lo largo de esta centuria y a
que, al iniciarse el siglo XVII, sólo podamos encontrar textos escritos en
castellano, ya que la literatura escrita en catalán casi ha desaparecido, con
excepción de algunos textos satíricos, en los que se acentúa su carácter
dialectalizante y populista. En este terreno destaca Francesc Mulet.
El desarrollo económico y social de Valencia en el siglo XVIII
contribuye a que aparezca un numeroso y brillante grupo de intelectuales
ilustrados y europeístas encabezados por Gregorio Mayans y Siscar,
historiador y biógrafo, autor de la celebérrima Vida de Cervantes y de otras
muchas e importantes obras de carácter folklórico e histórico. Aunque los
más significativos escritores valencianos se inscriben en esta corriente
didáctica y divulgativa, algunos de los autores de esta época publican
novelas de reconocido impacto contemporáneo, como Pedro Montengón,
autor de El Eusebio (1786) y El Rodrigo (1793).
Los intentos de utilizar literariamente el valenciano adquieren un
carácter tradicionalista y populista. Aunque su nivel general es bastante
modesto, su gran mérito consiste en haber sido la base sobre la que se asentó
la Renaixença del siglo XIX.
En el romanticismo valenciano no se escriben obras significativas en
castellano. En realidad, es un movimiento provinciano sin gran relieve; sin
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Algunos de los nuestros / Alguns dels nostres
embargo, sus principios ideológicos (exaltación de elementos populistas y
nacionalistas, reivindicación de la historia y del folklore de los pueblos)
posibilitan el renacimiento de la literatura catalana escrita por autores
valencianos, que se personifica en escritores como Wenceslao Querol
(1836-1889), autor de un poema de título tan significativo como Pàtria,
Fides, Amor que escribe sus obras tanto en catalán, Rimes catalanes, como
en castellano, Rimas, influidas por el estilo de José Quintana.
La obra de Teodor Llorente (1836-1911) es de gran importancia en
cuanto a la caracterización de la Renaixença en el País Valenciano y a sus
ideas dominadas por un regionalismo conservador que impregnarán el
renacimiento de la literatura escrita en catalán.
También en Alicante se escribía, en aquel tiempo, poesía populista y
teatro costumbrista, en verso, tal como lo hacía Francisco Tordera (18261880), que retrataba en sus versos escenas navideñas o los milagros
realizados por la Santa Faz. Obtuvo notables éxitos con algunas de sus
obras, como Un fill digne d’Alacant o Entusiasmo contra el moro.
Es imprescindible destacar el importantísimo papel desempeñado en la
segunda mitad del siglo XIX por las publicaciones periódicas y las revistas.
En Alicante se publican sobre todo en castellano y tienen una significación y
un contenido eminentemente literario. Son, entre otras, Los Hijos de Eva,
Álbum Literario y La Antorcha, entre cuyos propósitos se encontraba
iluminar el desamparo de la clase obrera. Otras revistas publicadas en
Alicante en esta época fueron La Miscelánea (1887) y El Ateneo (1896), que
propugnaba su fundación en Alicante. En Valencia también existen
publicaciones periódicas, en este caso escritas parcialmente en valenciano
(como El Mole, que se publica esporádicamente entre 1837 y 1870), que
estaban destinadas a sectores de la sociedad valenciana para los que el
castellano era una lengua extraña o insuficientemente conocida. A causa de
su carácter prenormativo y de la falta de tradición escrita, utilizaban como
estructura ortográfica las normas propias del castellano. Por otra parte, en
Valencia también existen publicaciones con pretensiones culturalistas
escritas en castellano, como El Liceo Valenciano (1845-1850), Las Bellas
Artes (1845-1856) y La Real Academia de Bellas Artes de San Carlos.
En el País Valenciano, el romanticismo se desarrolló al mismo tiempo
que en el resto de España, y con caracteres análogos, si bien predominó una
actitud conservadora, como en el caso de Joan Arolas (1805-1849) o
Vicente Boix de Xàtiva, con novelas de exaltación regionalista como El
encubierto de Valencia. Mientras, en Alicante, una amplia nómina de poetas
que van desde Juan Vila y Blanco hasta Salvador Sellés elaboran unos
textos líricos en los que, con los diversos rasgos que caracterizan cada una
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Manuel Parra Pozuelo / Juli Martínez Amorós
de las etapas, van definiendo los rasgos físicos y espirituales de lo que
posteriormente sería conocido con el nombre de Terreta o alicantinidad.
El final del siglo XIX es el tiempo de la literatura regionalista, del
costumbrismo narrativo, en el que inician sus obras Rafael Altamira y
Vicente Blasco Ibáñez, autores respectivamente de Cuentos de Levante y de
Cuentos Valencianos, en los que son evidentes las influencias de las
Escenas montañesas de José María Pereda.
La dilatada trayectoria de Vicente Blasco Ibáñez como escritor y su
definitivo alejamiento, a partir de 1904, de los temas valencianos y la
dedicación de Rafael Altamira a tareas eruditas o pedagógicas provocaron
que la coincidencia de estas dos personalidades no tuviera continuidad,
aunque en la mundialmente conocida obra de Vicente Blasco Ibáñez la
impronta de las experiencias adquiridas en su tierra fuese siempre
constatable.
El final de siglo XIX y el principio del siglo XX se caracterizan por la
existencia de un renacimiento de la literatura escrita en lengua valenciana,
conocida como Renaixença, y se concreta en autores tan significativos como
Vicent Wenceslao Querol y Teodor Llorente, ambos encuadrados dentro de
un regionalismo conservador de evidentes limitaciones. Aunque es
indubitable la existencia de un renacimiento en la poesía escrita en
valenciano, no puede afirmarse lo mismo en relación con la prosa, ya que,
en este ámbito, las únicas obras escritas en este período son los artículos
aparecidos en la prensa periódica, sobre todo en publicaciones como
L’Almanac de lo Rat Penat, o en periódicos satíricos o políticos como El
Búho Solt o el Pare Mulet. En cuanto al teatro escrito en valenciano, se
limita a piezas cortas que se representaban como partes secundarias de las
representaciones globales, cuyas obras más importantes serán siempre las
escritas en castellano. Estos sainetes tuvieron una gran aceptación y éxito de
público.
En la segunda mitad del siglo XIX se impone el tipo de sainete propio de
la ciudad de Valencia. Josep Bernat i Baldoví es el principal autor de este
tipo de obras, entre las que es preciso destacar El virgo de Visanteta (1865).
El principal dramaturgo de esta época es Eduard Escalante, autor de un
drama romántico en castellano, La Raquel (1858), y de un gran número de
sainetes en lengua valenciana, entre los que destacan La processó per ma
casa (1869), Bufar en caldo gelat (1869) y Tres forasters de Madrid (1876).
En Alicante se produjo también una considerable cantidad de sainetes, entre
los cuales destacan, como hemos señalado, las obras de Francesc Tordera
(1829-1869): Casament i mig, Un fill digne d’Alacant o Entusiasmo contra
el moro.
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Algunos de los nuestros / Alguns dels nostres
El inicio del siglo XX se caracteriza porque los escritores más
significativos del País Valenciano proceden de Alicante —o de las comarcas
del Sur, que dirían otros— y porque utilizan la lengua castellana: José
Martínez Ruiz, Gabriel Miró y Miguel Hernández.
Alrededor de las obras de los dos primeros se ha elaborado una teoría
que podríamos denominar de la alicantinidad, que sostiene, de un lado, la
desvinculación de su obra con la de otros escritores del País Valenciano, y
por otra parte, la existencia de un matiz diferenciador en los escritores
nacidos en la provincia de Alicante. A este respecto, sin negar la existencia
de matices o rasgos diferenciadores entre las diversas comarcas del País
Valenciano, parece exagerado definir, por encima de la realidad cultural,
lingüística y política que hoy caracteriza al País Valenciano —o Comunidad
Valenciana—, una literatura alicantina totalmente diferenciada de su
entorno valenciano, toda vez que determinadas caracterizaciones como las
que se refieren al denominado Sureste parecen periclitadas y obsoletas.
En un texto preliminar, incluido en Las confesiones de un pequeño
filósofo, Azorín afirma: «El verdadero Alicante, el castizo, no es el de la
parte que linda con Murcia, ni el que está cabe los aledaños de Valencia, es
la parte alta, la montañosa, la que abarca los términos y jurisdicciones de
Villena, Biar, Petrer, Monóvar, Pinoso.». Tan concreta ubicación de la
supuesta alicantinidad ha posibilitado que se haya llegado a tan peregrinas
afirmaciones como las que propugnaban la existencia de una supuesta
escuela de Monóvar. Lo cierto es que Azorín, tras su aprendizaje
periodístico en Valencia, dedicó muchas de sus mejores páginas a la
definición de Castilla y a la contemplación, degustación y elaboración
literaria del paisaje castellano, y quizá esta predilección por el paisaje del
Alicante interior pueda ser considerada como una anticipación de su
posterior elección de Castilla como emblemática expresión de lo
genuinamente español.
En cuanto a la producción de obras escritas en valenciano en el siglo
XX, cabe destacar que los efectos de la Renaixença fueron muy poco
significativos en el País Valenciano. Así, durante las primeras décadas, tan
sólo se pueden destacar unos pocos autores: Carles Salvador, Francesc
Almela i Vives, Enric Navarro Borràs, Ernest Martínez Ferrando y algunos
más.
No es hasta los años cincuenta del pasado siglo cuando la literatura en
valenciano consolida una producción culta. Así cabe destacar la generación
poética de los cincuenta, protagonizada por autores como Vicent Andrés
Estellés, Joan Valls, Carmelina Sánchez Cutillas o Jaume Bru i Vidal.
Asimismo, hemos de otorgar una gran importancia a la figura de Joan
Fuster, también poeta en sus inicios literarios, pero conocido especialmente
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Manuel Parra Pozuelo / Juli Martínez Amorós
por su ingente producción ensayística, una de las más sólidas del ámbito
europeo: Nosaltres, els valencians (1962), Diccionari per a ociosos (1964),
L’home, mesura de totes les coses (1967), Sagitari (1984), etc.
En el terreno de la narrativa, a partir de los años sesenta se produce un
auge significativo de la novela escrita en valenciano. Aquí ocupa un lugar
preeminente el escritor de Castalla Enric Valor, autor de obras como
L’ambició d’Aleix (1960), Sense la terra promesa (1980) o Temps de batuda
(1983), que permitieron la creación de un modelo literario culto para la
novelística valenciana escrita en valenciano.
Desde entonces, y gracias sobre todo a la escolarización en valenciano, a
la consolidación de editoriales y de premios literarios, y al establecimiento
de un cierto público lector, ha tenido lugar una auténtica revolución literaria,
que ha posibilitado la aparición de un buen número de autores de constatada
valía literaria y de éxito comercial, como son Ferran Torrent, Isabel-Clara
Simó, Joan-Francesc Mira, Ferran Cremades i Arlandis, Joaquim González
Caturla, Francesc Bodí o Enric Sòria, entre otros.
En relación a los textos y los autores que utilizan la lengua castellana,
más allá de las difícilmente definibles características de la presunta
alicantinidad, Miguel Hernández, Gabriel Miró y Azorín son unánimemente
considerados como los más representativos escritores del País Valenciano
de la primera mitad del siglo XX. Nacieron en tres comarcas diferentes de la
provincia de Alicante, aunque la obra de Miguel Hernández se diferencia de
modo neto y evidente de las delicadas e hipersensibles impresiones que se
reflejan en las prosas mironianas y de las estetizantes visiones azorinianas.
Es preciso reconocer y advertir que la mayor atención prestada a la obra
de estos autores y sobre todo a la figura de Miguel Hernández se debe a
nuestra personal predilección por la obra del poeta de Orihuela, sin que esta
elección pueda interpretarse como un minusvaloración del resto de los
escritores no incluidos, del mismo modo que somos conscientes de la
conveniencia de abarcar otros muchos textos y autores, especialmente de los
abundantísimos de la segunda mitad del siglo veinte.
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