Un poder tecnológico que nos obnubila

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Un poder tecnológico que nos obnubila
¿Cuál es el nombre de la era en que vivimos?: postmodernidad, neomodernidad, sobremodernidad,
hipermodernidad, la del Imperio…? Ninguna de ellas. Hervé Fischer, filósofo y artista plástico digital
canadiense sostiene que hemos entrado, mal que nos pese, en la poshumanidad. Una era en la que el
gobierno de la tecnociencia es casi una dictadura y donde todo puede ser peor a menos que el hombre
pueda hacer un uso medido de su apetito de poder.
"Cuanto más conciencia exalta el hombre de las potencialidades de la tecnociencia, más coquetea con
su instinto de poder, más cree posible la realización de deseos y proyectos, que nunca hasta ahora
había creído poder cumplir, o a los que había renunciado desde el momento en que no creía más en la
magia" dice Fischer.
El autor elige como título de su libro el nombre hipermodernizado de Prometeo (Ciberprometeo) y así
designa al instinto de poder que anima al hombre desde que aprendió a dominar el fuego y que
“constituye una reacción compensatoria a su eterna inmadurez psíquica”.
En mitología griega, Prometeo es un semidiós que desafía a Zeus al entregar a los hombres el fuego que
les robó a los dioses. El fuego es un elemento esencial no sólo en el sentido material sino también en el
orden espiritual, pues el fuego es el símbolo de la vida, de la energía, de la inteligencia. Este don
otorgado por Prometeo a la humanidad tendrá consecuencias. En castigo Zeus encadenó a Prometeo en
una montaña del Cáucaso donde diariamente un buitre le devoraba el hígado, que luego volvía a crecer.
En esa situación permaneció hasta que Hércules lo liberó con el consentimiento de Zeus.
Para Fischer este Ciberprometeo intenta distribuir el poder de las tecnociencias y al mismo tiempo exalta
el poder exponencial de las tecnologías digitales. "Es el héroe de la utopía tecnológica contemporánea;
es el Titán, semidiós de la tecnociencia que da a la humanidad el poder mágico sobre la vida y la
naturaleza a la que aspira desde siempre”.
La era poshumana nos acecha, anuncia Fischer. Y sus peligros son latentes cuando la tecnociencia
obtiene la primacía en cada uno de los órdenes de la vida cotidiana. Para muestra: las videopíldoras que
transmiten datos del cuerpo a través de imágenes por radiofrecuencia y reemplazarán algunas
endoscopías; los chips para injertar en las personas que permiten seguir por control satelital los
desplazamientos de nuestros hijos o de un criminal en libertad condicional. Algo similar ocurre con los
teléfonos celulares, para muchos verdaderos apéndices neurales, que permiten estar siempre
comunicado y a la vez condenan a la pérdida de la intimidad y el anonimato. Pero lo de Fischer no es
sólo una queja contra las consecuencias inmanejables de las tecnociencias que facilitaron los procesos
de globalización en todas sus facetas. La aceptación de la tecnología no implica necesariamente la
pérdida de la humanidad. “En lugar de pensar en una separación conflictiva entre naturaleza y
tecnología, con la idea de que la tecnología es valor agregado pero no lo principal, pienso que el ser
humano es frágil, maravilloso, que compartirá con la naturaleza la evolución y eso no es
poshumanismo…”
Fischer plantea un retorno al humanismo aceptando las ventajas de la tecnología. De hecho, él mismo
como artista plástico sostiene que el desafío más fascinante para los artistas de hoy se basa en explorar
este mundo de nuevos lenguajes y códigos.
Pero este pensador francés-canadiense cree que si se logra revestir de humanismo al poder y a la utopía
de las tecnociencias entonces estaríamos en presencia de un nuevo "gran relato", como lo fueron el
marxismo y el psicoanálisis. "El marxismo fue una utopía de progreso con un poco de euforia pero que
terminó con un fracaso terrible; el psicoanálisis también fue un desencanto de la vida y de nuestro
humanismo: nos liberó de la ilusión de la religión. Ahora estamos de nuevo con una ilusión, que es la
utopía tecnocientífica. Pero si vamos a esperar que este caballo nos lleve al Paraíso mañana por la
mañana, entonces también tendremos un decepción..."
Fuente: H. Pavon, Revista Ñ
(versión adaptada)
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