Descartes apuntes

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René Descartes
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La Haye (Francia) 1596 - Estocolmo (Suecia) 1650!
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DESCARTES 1596 –1650
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RACIONALISMO: MÉTODO Y AUTONOMÍA DE LA RAZÓN
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«La filosofía nos enseña a hablar con una apariencia de verdad sobre todas las cosas, y hace así que
seamos admirados por los menos sabios».
«Aunque ha sido cultivada durante siglos por los mejores espíritus, no encontramos todavía en ella
ninguna cosa sobre la cual no se dispute, y que no sea, por tanto, dudosa».
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UNIDAD DE LA CIENCIA Y DE LA RAZÓN
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En la primera de sus Reglas para la dirección del espíritu afirma Descartes:
"Todas las diversas ciencias no son otra cosa que la sabiduría humana, la cual permanece una e idéntica, aun
cuando se aplique a objetos diversos, y no recibe de ellos más distinción que la que recibe la luz del Sol de los diversos
objetos que ilumina”.
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Y en el Discurso del método nos propone una significativa comparación:
“Los edificios que ha emprendido y acabado un solo arquitecto suelen ser más bellos que aquellos otros que
varios han tratado de restaurar, sirviéndose de antiguos muros construidos para otros fines”
Hay que derribar y construir un nuevo edificio enteramente unitario. Pero Descartes fue algo más
modesto en su intento. No se derriba una ciudad entera, pero algunos hombres echan abajo sus viviendas
para reedificarlas de nuevo.
“Mis designios no han sido nunca otros que tratar de reformar mis propios pensamientos y edificar
sobre un terreno que fuera enteramente mío”
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El proyecto cartesiano supone la unificación de todas las ciencias en una sola. Y esto es posible ya que
para Descartes:
•
“Todas las ciencias no son sino la sabiduría humana que permanece una e idéntica”
•
Existe un método universal, único para todas las ciencias. (Frente a Aristóteles)
•
Aunque existen ciencias distintas, todas ellas forman una unidad orgánica.
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“Toda la filosofía es como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco es la física, y las ramas que salen
de este tronco son todas las demás ciencias, las cuales se pueden reducir a tres principales: La medicina, la
mecánica y la moral”
(Principios, Carta al traductor)
En último término, esta concepción unitaria del saber proviene de una concepción unitaria de la
razón. La sabiduría (bona mens) es única porque la razón es única: la razón que distingue lo verdadero de
lo falso es la misma que distingue lo conveniente de lo inconveniente, la razón que se ocupa del
conocimiento teórico de la verdad y del ordenamiento práctico de la conducta es una y la misma aunque se
aplique en tareas y ámbitos distintos.
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LA ESTRUCTURA DE LA RAZÓN Y El MÉTODO
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Puesto que la razón, la inteligencia, es única, interesa de manera prioritaria conocer su estructura y
su funcionamiento para poder aplicarla correctamente y, de este modo, alcanzar conocimientos verdaderos y
“provechosos”.
Hay dos modos de conocimiento, según Descartes: la intuición y la deducción. La intuición es una
especie de "luz o instinto natural" que tiene por objeto las naturalezas simples: por medio de ella
captamos inmediatamente conceptos simples emanados de la razón misma, sin posibilidad alguna de duda o
error. La intuición es definida por Descartes del siguiente modo (Regla 111): "Un concepto de la mente pura
y atenta, tan fácil y distinto que no queda duda ninguna sobre lo que pensamos; es decir, un concepto
no dudoso de la mente pura y atenta que nace de la sola luz de la razón, y es más cierto que la
deducción misma".
Todo el conocimiento intelectual se despliega a partir de la intuición de naturalezas simples. En
efecto, entre unas naturalezas simples y otras, entre unas intuiciones y otras, aparecen conexiones que la
Inteligencia descubre y recorre por medio de la deducción. La deducción, por más que se prolongue en
largas cadenas de razonamientos, no es, en último término, sino una sucesión de intuiciones de naturalezas
simples y de las conexiones entre ellas.
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Como la intuición y la deducción constituyen el dinamismo interno y específico del conocimiento, este
ha de aplicarse en un proceso de dos pasos:
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1)
En primer lugar, un proceso de análisis hasta llegar a los elementos o naturalezas simples.
!2)
En segundo lugar, un proceso de síntesis, de reconstrucción deductivo de lo complejo a partir de lo simple.
A estos momentos se refieren las reglas segunda y tercera del Discurso del método.
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"Dividir cada una de las dificultades en tantas partes como sea posible y necesario para resolverlas
mejor" (Regla ll)
•
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"conducir por orden mis pensamientos comenzando por los objetos más simples y fáciles de conocer, para
subir poco a poco, por pasos, hasta el conocimiento de los más complejos; suponiendo incluso un orden entre
aquellos que no se preceden naturalmente los unos a los otros" (Regla III)
•
•
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(Véase, el texto propuesto para comentario. Discurso del método -segunda parte)
Esta forma de proceder no es, pues, arbitraria: es el único método que responde a la dinámica
Interna de “mi” razón única. Hasta ahora, piensa Descartes, la razón ha sido utilizada de este modo sólo en
el ámbito de las Matemáticas, produciendo resultados admirables. Nada impide, sin embargo, que su
utilización se extienda a todos los ámbitos del saber, para que produzca unos frutos igualmente admirables.
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Veamos el método cartesiano más detenidamente
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“Por método entiendo lo siguiente: unas reglas ciertas y fáciles, gracia a las cuales todos los que la observen
exactamente no tomará nunca por verdadero lo que es falso,y alcanzarán -sin fatigarse con esfuerzos inútiles, sino
acrecentando progresivamente su saber- el conocimiento verdadero de todo aquello que sean capaces”
(Reglas 4)
La primera ventaja que nos ofrece Descartes es la de “evitar el error”. Además no es un simple método de
exposición o demostración de lo que ya se conoce (como es el caso, según Descartes, de la lógica
aristotélica), sino que permite aumentar los conocimientos, descubrir nuevas verdades: es un ars inviniendi.
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Todas las reglas del método se resumen en estas cuatro que aparecen en la segunda parte del Discurso:
PRIMERA REGLA: EVIDENCIA
“No admitir jamás como verdadero cosa alguna sin conocer con evidencia que lo era; es decir, evitar
cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios más que lo que se
presentare a mi espíritu tan clara y distintamente que no tuviese motivo alguno para ponerlo en duda.”
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SEGUNDA REGLA: ANÁLISIS
“Dividir cada una de las dificultades que examinase en tantas partes como fuera posible, y cuantas requiriese
su mejor solución.”
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TERCERA REGLA:SÍNTESIS
“Conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de
conocer, para ir ascendiendo poco a poco, como por grados hasta el conocimiento de los más compuestos; y
suponiendo un orden aun entre aquellos que no se preceden naturalmente unos a otros.”
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CUARTA REGLA: COMPROBACIONES
“Hacer en todo enumeraciones tan completas, y revisiones tan generales, que estuviera seguro de no olvidar
nada”
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La aparente simplicidad de este método -en las Reglas estaba mucho más desarrollado- resulta
desconcertante a primera vista. Responde al deseo mismo de Descartes: el método ha de ser fácil y sencillo
de seguir. Sin embargo encierra numerosas cuestiones que han de ser examinadas más despacio:
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Descartes se inspira en el método de “resolución y composición” de la escuela de Padua, en el
que también se inspira Galileo. Pero es notable que Descartes no haga alusión ninguna al experimento (a
pesar de que no dejó de hacerlos en algunas ocasiones) Ello indica hasta qué punto la metodología
cartesiana da preferencia al análisis conceptual -no experimental- y a la deducción puramente racional. En
este sentido el método cartesiano se relaciona directamente con el método deductivo de Euclides. Una
larga cadena de deducciones a partir de unos principios simples y evidentes (Definiciones y axiomas)
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Primera regla. El método presupone la confianza absoluta en la razón. Sin embargo, la razón puede
ser desviada por los prejuicios, la precipitación, las pasiones, etc. Por ello, la primera regla dice que sólo se
debe aceptar como verdadero lo absolutamente evidente. Pero la evidencia se da en la Intuición, es decir
en un acto puramente racional por el que la mente “ve” de modo inmediato (sin razonamiento) y
transparente una idea. El sello propio de las ideas evidentes e inmediatamente intuidas es doble: han de ser
claras y distintas.
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“Llamo clara a la percepción que es presente y manifiesta a un espíritu atento […] Y distinta a la que es de tal
modo precisa y diferente de todas las demás que no comprende en sí misma más que lo que aparece manifiestamente
a quien la considera como es debido”
(Principios, I, 45)
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Al formular esta primera regla, Descartes introduce un nuevo criterio de verdad (recordar de 1º
curso). La verdad ya no consiste en la adecuación del pensamiento con la realidad -concepto escolástico de
verdad- sino que es una propiedad de las ideas en sí mismas. La verdad es ahora inmanente al espíritu. (en
el interior del sujeto).
Segunda y tercera regla. Como señalamos arriba, estas reglas indican cómo se ha de proceder para
alcanzar la verdad. Se trata de un procedimiento de análisis - síntesis: el problema a estudiar ha de ser
analizado hasta encontrar sus elementos más simples -las naturalezas simples- los cuales pueden ser
intuidos mediante ideas claras y distintas. Una vez en posesión de estas naturalezas simples, se procede a la
inversa, a recomponer la cuestión por un proceso semejante al empleado en geometría: la síntesis es un
proceso ordenado de deducción que encadena unas ideas a otras.
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Cuarta regla. Puesto que es la evidencia intuitiva lo que garantiza la verdad de nuestros conocimientos,
Descartes exige que se hagan frecuentes comprobaciones del análisis y revisiones del proceso de
síntesis, de tal modo que se pueda abarcar todo el conjunto de un solo golpe de vista y se pueda tener una
total evidencia intuitiva del mismo.
!!
*EVIDENCIA: Carácter de lo que arrastra el asentimiento inmediato de la mente. Para Descartes es propiedad de las ideas, no de las cosas. (=/=
Certeza: estado de la mente que se cree en posesión de la verdad; op.: duda)
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LA PRIMERA VERDAD Y El CRITERIO
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LA DUDA METÓDICA
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Como decíamos al caracterizar el racionalismo, el entendimiento ha de encontrar en sí mismo las
verdades básicas a partir de las cuales sea posible deducir el edificio entero de nuestros conocimientos. Este
punto de partida ha de ser una verdad absolutamente cierta, de la que no sea posible dudar en modo
alguno. Solo así el conjunto del sistema quedará firmemente fundamentado.
La búsqueda de un punto de partida absolutamente cierto exige la tarea previa de eliminar todos los
conocimientos, ideas y creencias que no aparezcan dotados de una certeza absoluta: hay que eliminar todo
aquello de que sea posible dudar, De ahí que Descartes comience con la duda. Y esta duda es metódica,
es una exigencia del método en su momento analítico. Descartes utiliza la duda tan sólo para buscar la
verdad. No es un escéptico en ningún momento. Ni siquiera es una postura inicial ya que parte de la
confianza en la posibilidad de alcanzar la verdad.
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Descartes propone tres motivos o razones para dudar. El escalonamiento de estos motivos hace que
la duda adquiera la máxima radicalidad.
1)
La primera y más obvia razón para dudar de nuestros conocimientos se halla en las falacias de " sentidos, que nos
inducen a veces a error. Ahora bien, ¿qué garantía existe de que no nos inducen siempre a error? La mayoría de los
hombres consideran altamente improbable que los sentidos nos induzcan siempre a error, pero la improbabilidad no
equivale a la certeza y, por eso, la posibilidad de dudar acerca del testimonio de los sentidos no queda totalmente
eliminada.
2)
Cabe, pues, dudar de que las cosas sean como las percibimos por me- dio de los sentidos, pero ello no nos permite
dudar de que existan las cosas que percibimos. De ahí que Descartes añada una segunda razón -más radical- para
dudar: la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño. A veces, los sueños nos muestran mundos de objetos con
extremada viveza, y al despertar descubrirnos que tales universos no tienen existencia real. ¿Cómo distinguir el estado
de sueño del de vigilia y cómo alcanzar certeza absoluta de que el mundo que percibimos es real? (Como en el caso de
las falacias de los sentidos, la mayoría de los hombres -si no todos- cuentan con criterios para distinguir la vigilia del
sueño; pero estos criterios no sirven para fundamentar una certeza absoluta).
3)
La imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño Permite dudar de la existencia de las cosas y del mundo, pero no
parece afectar a ciertas verdades, como las matemáticas: dormidos o despiertos, los tres ángulos de un triángulo
suman 180 grados en la geometría de Euclides. De ahí que Descartes añada el tercer y más radical motivo de duda: tal
vez exista algún espíritu maligno -escribe Descartes- "de extremado poder e inteligencia, que pone todo su empeño
en inducirme a error" (Meditaciones, l). Esta hipótesis del "genio maligno" equivale a suponer que tal vez el
entendimiento humano es de tal naturaleza que se equivoca siempre y necesariamente cuando piensa captar la
verdad. Una vez más se trata de una hipótesis improbable, pero que nos permite dudar de todos nuestros
conocimientos.
El COGITO Y El CRITERIO DE VERDAD
La duda llevada hasta este extremo de radicalidad parece abocar irreduciblemente al escepticismo.
Esto pensó Descartes durante algún tiempo hasta que, por fin, encontró una verdad absoluta, inmune a toda
duda, por muy radical que sea esta: mi existencia como sujeto que piensa y duda. Si pienso que el mundo
existe, tal vez me equivoque en cuanto a la existencia del mundo, pero no cabe error en cuanto a que yo lo
pienso; igualmente, puedo dudar de todo menos de que yo dudo. Mi existencia, pues, como sujeto que
piensa (que duda, que se equivoca, etc.), está exenta de todo error y de toda duda posible. Descartes lo
expresa con su célebre frase: "Pienso, luego existo": cogito, ergo sum.
Mi existencia como sujeto pensante no es solo la primera verdad y la primera certeza: es también el
prototipo de toda verdad y de toda certeza -Evidencia. ¿Por qué la existencia del sujeto pensante es
absolutamente indubitable? Porque se percibe con toda claridad y distinción. De aquí deduce Descartes su
criterio de certeza: “cuanto perciba con igual claridad y distinción verdadero y, por tanto, podrá
afirmarse con inquebrantable certeza.
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"En este primer conocimiento no existe sino una percepción clara y distinta de lo que afirmo; lo cual no sería suficiente para
asegurarme de la certeza de una cosa, si fuera posible que lo que percibo clara y distintamente sea falso. Por tanto, me parece que
puedo establecer como regla general que todo lo que percibo clara y distintamente es verdadero" (Medítaciones, 111).
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NOTA:
"El conocimiento sobre el que se puede establecer un juicio indudable debe ser no solo claro sino también distinto. Llamo clara a aquella
percepción que es presente y manifiesta a u n espíritu atento (.. ), y distinta a aquella que de tal modo es precisa y diferente de todas las otras
percepciones, que no comprende en sí más que lo que aparece manifiestamente a aquel que la considera como es preciso".
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LAS IDEAS, OBJETO DEL PENSAMIENTO
Tenemos ya una verdad absolutamente cierta: la existencia del yo como sujeto pensante. Esta
existencia indubitable del yo no parece implicar, sin embargo, la existencia de ninguna otra realidad. En
efecto, aunque yo lo piense, tal vez el mundo no exista en realidad (podemos, según Descartes, dudar de su
existencia); lo único cierto es que yo pienso que el mundo existe. ¿Cómo demostrar la existencia de una
realidad extramental, exterior al pensamientos ¿Cómo conseguir la certeza de que existe algo aparte de mi
pensamiento, exterior a él?
El problema es enorme, sin duda, ya que a Descartes no le queda más remedio que deducir la
existencia de la realidad a partir de la existencia de pensamiento -inicio del idealismo moderno- . Así lo exige
el ideal deductivo: de esta primera verdad -del "yo pienso"- han de extraerse todos nuestros conocimientos,
incluido, claro está, el conocimiento de que existen realidades extramentales. Antes de seguir adelante con la
deducción, veamos, como hace Descartes, qué elementos tenemos para llevarla a cabo. El inventario nos
muestra que contarnos con dos: el pensamiento como actividad (yo pienso) y las Ideas que piensa. En el
ejemplo citado, "yo pienso que el mundo existe", esta fórmula nos pone de manifiesto la presencia de tres
factores: el yo que piensa, cuya existencia es indudable; el mundo como realidad exterior al pensamiento,
cuya existencia es dudosa y problemática, y las ideas de "mundo" y de "existencia" que indudablemente
poseo (tal vez el mundo no exista, pero no puede dudarse de que poseo las ideas de “mundo" y de
"existencia", ya que si no las poseyera, no podría pensar que el mundo existe.
De este análisis concluye Descartes que el pensamiento siempre piensa Ideas. Es importante
señalar que el concepto de "idea" cambia en Descartes con respecto al vigente en el pasado. Para la
filosofía anterior, el pensamiento no recae sobre las ideas, sino directamente sobre las cosas: si yo pienso
que el mundo existe, estoy pensando en el mundo y no en " idea de mundo” (la idea sería algo así como un
medio transparente a través del cual el pensamiento recae sobre las cosas; como una lente a través de la
cual se ven las cosas, sin que ella misma sea percibido). Para Descartes, por el contrario, el pensamiento no
recae directamente sobre las cosas (cuya existencia no nos consta en principio), sino sobre las ideas: en el
ejemplo utilizado, yo no pienso en el mundo, sino en la idea de mundo (la idea no es como una lente
transparente, sino como una representación o fotografía que contemplamos). ¿Cómo garantizar, pues, que a
la idea de mundo corresponde la realidad del mundo?
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LA IDEA: REALIDAD OBJETIVA Y ACTO MENTAL
La afirmación de que el objeto del pensamiento son las ideas lleva a Descartes a distinguir
cuidadosamente dos aspectos en ellas: las ideas en cuanto que son actos mentales ("modos del
pensamiento", en expresión de Descartes), y las ideas en cuanto que poseen un contenido objetivo. Como
actos mentales, todas las ideas poseen la misma realidad; en lo que se refiere a su contenido, su realidad es
diversa:
"En cuanto que las ideas son solo modos del pensamiento, no reconozco desigualdad alguna entre ellas, y todas ellas
parecen provenir de " del mismo modo, pero en tanto que la una representa una cosa, y la otra, es evidente que son muy distintas
entre sí. Sin duda alguna, en efecto, aquellas ideas que me representan sustancias son algo más y poseen en sí, por así decirlo,
más realidad objetiva que aquellas que representan solo modos o accidentes" (Meditaciones, 111).
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CLASES DE IDEAS
Hay, pues, que partir de las ideas. Hay que someterlas a un análisis cuidadoso para descubrir si
alguna de ellas nos sirve para romper el cerco de¡ pensamiento y salir a la realidad extramental. Al realizar
este análisis, Descartes distingue tres tipos de Ideas:
1. Ideas adventicias, las que parecen provenir de nuestra experiencia externa (las ideas de hombre, de árbol, los colores, etc.).
—Hemos escrito "parecen provenir" y no "provienen" porque aún no nos consta la existencia de una realidad exterior.
2. Ideas facticias, aquellas que construye la mente a partir de otras ideas (la idea de un caballo con alas, etc.).
Es claro que ninguna de estas ideas puede servirnos como punto de partida para la demostración de la existencia de la realidad
extramental: las adventicias, porque parecen provenir del exterior y, por tanto, su validez depende de la problemática existencia de
la realidad extra- mental; las facticias, porque al ser construidas por el pensamiento, su validez es cuestionable.
3. Existen, sin embargo, algunas ideas (pocas, pero las más importantes) que no son ni adventicias ni facticias. Ahora bien, si no
pueden provenir de la experiencia externa ni tampoco son construidas a partir de otras, ¿cuál es su origen? La única contestación
posible es que el pensamiento las posee en sí mismo, es decir, que son Innatas. (Henos aquí ya ante la afirmación fundamental
del racionalismo de que las ideas primeras a partir de las cuales se ha de construir el edificio de nuestros conocimientos son
innatas.). ideas innatas son, por ejemplo, la de "pensamiento" y la de "existencia", que no son construidas por mí ni proceden de
experiencia externa alguna, sino que las encuentro en la percepción racional misma del "pienso, luego existo".
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LA ESTRUCTURA DE LA REALIDAD (Metafísica)
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LA EXISTENCIA DE DIOS Y DEL MUNDO
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Entre las ideas innatas Descartes descubre la idea de infinito, que se apresura a identificar con la
idea de Dios (Dios = infinito). Con argumentos convincentes demuestra Descartes que la idea de Dios no es
adventicia (evidentemente, ya que no poseemos experiencia directa de Dios), y con argumentos menos
convincentes se esfuerza en demostrar que tampoco es facticia. Contra la opinión tradicional de que la idea
de infinito proviene, por negación de los límites, de la idea de lo finito, Descartes afirma que la noción de
finitud, de limitación, presupone la idea de infinitud: esta no deriva, pues, de aquella; no es facticia. Una vez
establecido que la idea de Dios -como ser infinito- es innata, el camino de la deducción queda definitivamente
expedito:
a) La existencia de Dios es demostrada a partir de la Idea de Dios. Entre los argumentos utilizados por Descartes
merecen destacarse dos: el llamado "argumento ontológico", ya utilizado en la Edad Media por San Anselmo, y un
argumento basado en la causalidad aplicada a la idea de Dios. Esta última prueba parte de la realidad objetiva de las
ideas y puede formularse así: "La realidad objetiva de las ideas requiere una causa que posea tal realidad en sí misma,
no solo de un modo objetivo, sino de un modo formal o eminente"; es decir, la idea corno realidad objetiva requiere una
causa real proporcionada; luego la idea de un ser infinito requiere una causa infinita; luego ha sido causada en mí por
un ser infinito; luego el ser infinito existe. (La formulación que de ambos argumentos ofrece Descartes en el Discurso
del método puede verse en el texto propuesto para comentario).
b) La existencia del mundo es demostrad a partir de la existencia de Dios. Puesto que Dios existe y es
infinitamente bueno y veraz, no puede permitir que me engañe al creer que el mundo existe, luego el mundo existe.
Dios aparece así como garantía de que a nuestras ideas corresponde un mundo, una realidad extramental. Conviene,
sin embargo, señalar que Dios no garantiza que a todas nuestras ideas corresponda una realidad extramental.
Descartes (como Galileo, como toda la ciencia moderna) niega que existan las cualidades secundarias, a pesar de que
tenemos las ideas de los colores, los sonidos, etc. Dios solo garantiza la existencia de un mundo constituido
exclusivamente por la extensión y el movimiento (cualidades primarias). A partir de las ideas de extensión y
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movimiento puede deducirse la Física, las leyes generales del movimiento, deducción que el propio Descartes procuró
realizar al desarrollar las virtualidades de su sistema.
*Tema ampliado en Pruebas de la existencia de Dios en Descartes (wiki)
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LA SUBSTANCIA
“Cuando concebimos la substancia, concebimos solamente una cosa que existe de tal manera que no
tiene necesidad sino de sí misma para existir”
(Principios. I, 51)
De lo anteriormente expuesto se comprende fácilmente que Descartes distinga tres esferas o ámbitos
de la realidad: Dios o substancia infinita, el yo o substancia pensante, y los cuerpos o substancia extensa.
(En el párrafo anterior hemos señalado que, según Descartes, la esencia de los cuerpos es la extensión: para
él no existen las cualidades secundarias). El cuerpo (cualquier cuerpo) no es sino extensión: la extensión es
su único atributo o esencia. Los modos propios del cuerpo son dos: la figura y el Movimiento (o reposo). Se
acepta, por tanto la subjetividad de las cualidades secundarias (color, sonido, sabor,,) De este modo,
Descartes geometriza el mundo corpóreo, ya que lo reduce a la extensión
El concepto de substancia es fundamental en Descartes y, a partir de él, en todos los filósofos
Racionalistas. Una célebre definición (que no es la única ofrecida por Descartes, pero sí la más significativa)
establece que substancia es cosa que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para
existir. Tomada esta definición de un modo literal, es evidente que solo podría existir la substancia infinita
(Dios), ya que los seres finitos, pensantes y extensos, son creados y conservados por Él. Descartes mismo
reconoce (Principios, 1, 51) que tal definición solo puede aplicarse de modo absoluto a Dios, si bien la
mantiene corno indicador de la independencia mutua entre la substancia pensante (alma) y la substancia
extensa (cuerpo, materia), que no necesitan la una de la otra para existir.
* Esquema: Sustancia, atributos, modos
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RAICES ANTROPOLÓGICAS DEL RACIONALISMO
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Hasta ahora hemos insistido preferentemente en los aspectos relativos a la teoría del conocimiento
racionalista: innatismo de las ideas, ideal de un sistema deductivo cuyo prototipo es el saber matemático,
concepción de la realidad como un orden racional, etc. Se trata, sin duda, de elementos esenciales y
significativos del racionalismo. Sin embargo, la motivación última de la filosofía racionalista no se halla tanto
en su interés por el conocimiento científico-teórico de la realidad, cuanto en una honda preocupación por el
hombre, por la orientación de la conducta humana, de modo que sea posible una vida plenamente
racional.
Esta preocupación por la conducta humana aparece explícitamente afirmada por Descartes en la
primera parte del Discurso del método, al exponer la trayectoria de su propia actividad filosófica:
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"Sentía continuamente un deseo imperioso de aprender a distinguir lo verdadero de lo falso, con el fin de ver
claro en mis acciones y caminar con seguridad en esta vida".
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El objetivo último que Descartes persigue a través de la filosofía es, pues, la solución de un problema
antropológico: el de fundamentar la libertad en la razón a fin de que su uso racional haga posible alcanzar
la felicidad y la perfección humanas.
EXPERIENCIA CARTESIANA DE LA LIBERTAD
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Al ocupamos de la concepción platónica del alma veíamos las dificultades que tenía Platón a la hora
de explicar las relaciones existentes entre la parte racional y las partes inferiores del alma. Descartes separa
el alma del cuerpo de una manera más radical aún que lo hiciera el platonismo, considerándolos sustancias
autónomas y autosuficientes -dualismo antropológico-. De este modo se agudiza el problema de la relación,
calificada por Descartes como "combate", entre las partes inferior y superior del alma, entre los apetitos
naturales o pasiones, de un lado, y la razón y la voluntad, de otro. ¿Cuál es el origen de las pasiones, cómo
afectan a la parte superior del alma y cuál es el comportamiento de esta con respecto a aquellas? ¿En
consiste y qué papel corresponde a la libertad frente a las pasiones? -Influencia del pensamiento estoico-
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LAS PASIONES
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Pasiones son, para Descartes, las percepciones o sentimiento en nosotros y que afectan al alma sin
tener su origen en ella. Su origen se halla en las fuerzas que actúan en el cuerpo, denominadas por
Descartes "espíritus vitales".- Las pasiones, por tanto, son 1) involuntarias su aparición, su surgimiento,
escapa al control y al dominio del alma racional, ya que no se originan en ellas; 2) inmediatas y 3) no
siempre racionales, es decir, no siempre acordes con la razón, de ahí que signifiquen para el alma una
cierta servidumbre: "Las pasiones agitan diversamente la voluntad, y así hacen al alma esclava e infeliz".
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En este punto, Descartes toca el tema, típicamente estoico, del dominio, del autocontrol. Por lo
demás, la actitud cartesiano ante las pasiones no es absolutamente negativa. No hay que rechazarlas o
erradicarlas por principio, por el mero hecho de su existencia; no hay que enfrentarse a las pasiones como
tales, sino a la fuerza ciega con que tratan de arrastrar la voluntad de un modo inmediato, sin dejar lugar para
la reflexión razonable.
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La tarea del alma en relación con las pasiones consiste, pues, en someterlas y ordenarlas
conforme al dictado de la razón. La razón, en efecto, descubre y muestra el bien que, como tal, puede ser
querido por la voluntad. La razón suministra no solo el criterio adecuado con respecto a las pasiones, sino
también la fuerza necesaria para oponerse a ellas; las armas de que se vale la parte superior del alma,
escribe Descartes, son "juicios firmes y determinados, referidos al conocimiento del bien y del mal, según los
cuales ha decidido conducir las acciones de su vida".
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El YO COMO PENSAMIENTO Y LIBERTAD
Con el término "yo" expresa Descartes la naturaleza más íntima y propia del ser humano. Del yo
poseemos un conocimiento directo, intuitivo, claro y distinto, que se manifiesta en el "yo pienso". El yo como
sustancia pensante (res cogitans) es centro y sujeto de actividades anímicas que, en último término, se
reducen a dos facultades, el entendimiento y la voluntad:
"Todos los modos del pensamiento que experimentamos en nosotros pueden reducirse, en general, a dos: uno
es la percepción u operación del entendimiento; el otro, la volición u operación de la voluntad. En efecto, el sentir, el
imaginar y el entender puro no son sino diversos modos del percibir, así como desear, rechazar, afirmar, negar, dudar,
son distintos modos de querer"
(Principios de la filosofía,1, 32.)
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La voluntad se caracteriza por ser libre, y la libertad ocupa un lugar central en la filosofía cartesiana:
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a)
La existencia de la libertad es indudable; es -dice Descartes- "tan evidente que ha de considerarse una de las
nociones primeras y máximamente comunes que hay innatas en nosotros" (ibíd. 1, 39).
b)
La libertad es la perfección fundamental del hombre (ibíd. 1, 37).
c)
El ejercicio de la libertad, en fin, constituye un elemento básico del proyecto de Descartes: la libertad nos
permite ser dueños tanto de la naturaleza (para Descartes, el objetivo último del conocimiento, como era
también para Bacon, es el dominio de la naturaleza), como de nuestras propias acciones. (Entre las
acciones significativas que hacen posible la libertad figura la duda, la decisión de dudar de que, como vimos,
parte toda la filosofía de Descartes).
¿En qué consiste exactamente la libertad, su ejercicio? Según Descartes, la libertad no es la mera
indiferencia ante las posibles alternativas que se ofrecen a nuestra elección: la pura indiferencia entre los
términos opuestos no significa perfección de la voluntad, sino imperfección e ignorancia del conocimiento. La
libertad no consiste tampoco en la posibilidad absoluta de negarlo todo, de decir arbitrariamente a todo que
no. La libertad consiste en elegir lo que es propuesto por el entendimiento como bueno y verdadero.
La libertad no es, pues, la indiferencia ni la arbitrariedad, sino el sometimiento positivo de la
voluntad al entendimiento, que descubre el orden de lo real, procediendo de un modo deductivomatemático.
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Cesar Tejedor Campomanes; Historia de la Filosofía en su marco cultural. Ed. S.M. 1993
J.M. Navarro Cordón y T.C. Martínez; Historia de la Filosofía. Ed. Anaya 1988
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