“Herrera Ulloa vs. Costa Rica” Tribunal: Corte Interamericana de Derechos Humanos Fecha: 02/07/2004. Doctrina: este fallo trata sobre una sentencia dictada en Costa Rica condenando al imputado a cuatro delitos vinculados con la difamación pública. Entre otros aspectos relacionados con las grantías judiciales enunciadas en el artículo 8º de la Convención Americana de Derechos Humanos (como el principio de inocencia y la garantía de la doble instancia judicial), se cuestiona el punto 1 de dicho artículo referido a la imparcialidad de los jueces. Se sostuvo que el campo para la imparcialidad judicial era muy pequeño dado que los Magistrados que habían de emitir la sentencia final ya habían adelantado su opinión sobre el mismo caso menos de dos años antes del último fallo. Y por otra parte que la imparcialidad de los jueces implica que deben estar libres de prejuicios y, por lo cual, los magistrados que habían anulado el primer fallo condenatorio no podían nuevamente, ser los jueces que conocieran del recurso de casación. Destaca, por otra parte que cualquier relación que haya tenido el juzgador con el objeto del proceso no puede suponer una parcialidad de éste. Los Estados tienen la responsabilidad de aplicación de los recursos efectivos y autoridades competentes, que amparen a que violen sus derechos fundamentales o obligaciones de éstas consagrar normativamente y de asegurar la debida las garantías del debido proceso legal ante las todas las personas bajo su jurisdicción contra actos que conlleven a la determinación de los derechos y La Corte considera que el derecho a ser juzgado por un juez o tribunal imparcial es una garantía fundamental del debido proceso. Es decir, se debe garantizar que el juez o tribunal en el ejercicio de su función como juzgador cuente con la mayor objetividad para enfrentar el juicio. Esto permite a su vez, que los tribunales inspiren la confianza necesaria a las partes en el caso, así como a los ciudadanos en una sociedad democrática. Por las anteriores consideraciones, la Corte concluye que los magistrados de la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia, al resolver los dos recursos de casación interpuestos contra la sentencia condenatoria, no reunieron la exigencia de imparcialidad. En consecuencia, en el presente caso el Estado violó el artículo 8.1 de la Convención Americana en relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio del señor Mauricio Herrera Ulloa, y que también violó el derecho a las garantías judiciales consagrado en el artículo 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Detención ilegal: “Daray, Carlos A. s/recurso extraordinario” Tribunal: CSJN Fecha: 22/12/1994. Doctrina: La competencia para efectuar arrestos a que se refiere el art. 18 CN, sólo puede provenir de un expreso mandato legislativo y debe ejercerse en las formas y condiciones fijadas por esa disposición legal. La detención de un ciudadano sin que exista flagrancia o indicios de que sea responsable de delito alguno, hace nulo el procedimiento y lo actuado en su consecuencia. Si en el proceso existe un solo cauce de investigación y éste estuvo viciado de ilegalidad, tal circunstancia contamina de nulidad todas las pruebas que se hubieran originado a partir de aquél. No es posible aprovechar las pruebas obtenidas con desconocimiento de garantías constitucionales, aun cuando presten utilidad para la investigación, pues ello compromete la administración de justicia. Pero si existen otras pruebas que logran igualmente el objetivo (conectar al imputado con el hecho), ya no habrá lesión a la garantía del debido proceso. Libertad (normas del CPPN sobre Excarcelación): "Barbará, Rodrigo Ruy s/ exención de prisión" Tribunal: Cámara Nacional Criminal y Correccional de la Capital Federal, Sala I. Fecha: 10/11/2003. Doctrina: El estado de inocencia, entendido de esta manera, acompaña a la persona durante toda su vida (Art. 18 C.N. y Art. 14.2. PIDPC); luego las medidas de imposición y cautelares deben ser restrictivas y de acuerdo a los artículos antes mencionados. De estas ideas básicas se deduce que el estado normal de una persona sometida a proceso, antes de ser condenada, es la libre locomoción (Art. 14 C.N.), por consecuencia, la privación de libertad será excepcional (Art. 280 C.P.P.N.). La libertad del imputado sólo puede restringirse, de acuerdo a las normas constitucionales, cuando la libertad del imputado lleve a un peligro de la realización del proceso, o de la aplicación de la ley sustantiva. Y esto se da cuando el imputado obstaculice el proceso, falsifique pruebas, no comparezca al proceso, de modo que, como se dijo, se eluda tanto el proceso previo, como la sentencia, que está amparado por la Constitución. La coerción personal del imputado presupone la existencia de pruebas en su contra y la existencia de un peligro, que en caso de no imponerse la coerción, frustraría los fines del proceso. Estos requisitos son básicos para poder imponer la coerción personal. Así Roxin exige, como sus presupuestos materiales: 1) La sospecha vehemente con respecto a la comisión del hecho punible, esto es, debe existir un alto grado de probabilidad de que el imputado ha cometido el hecho y de que están presentes todos los presupuestos de la punibilidad y de la perseguibilidad. 2) Debe existir un motivo específico de detención. Afirma que los motivos de detención son, en este sentido la fuga o peligro de fuga, que comprende, la situación de cuando el imputado está prófugo o se mantiene oculto; 2.2. Cuando exista la presunción de que el imputado no se someterá al procedimiento penal, ni a la ejecución. Se debe tener en cuenta la pena y la prueba en contra del imputado. 3) Peligro de entorpecimiento: 3.1.Que el imputado destruirá, modificará, ocultará, suprimirá o falseará medios de prueba. 3.2. Influirá de manera desleal en coimputados, testigos o peritos. 3.3. Inducirá a otros a realizar tales comportamientos. Y todo ello si comporta un peligro de que se dificultara la investigación. 4. La gravedad del hecho. 5. El peligro de reiteración. En síntesis, la prisión preventiva sólo se ha de imponer cuando exista peligro de la frustración del proceso. “Macchieraldo, Ana María Luisa s/ recurso de casación e inconstitucionalidad” Tribunal: Cámara Nacional de Casación Penal, Sala III. Fecha: 22/12/2004. Doctrina: Una de las características principales de la coerción es que, no constituye un fin en sí misma, sino que es sólo un medio para asegurar otros fines, que son los del proceso. Éstas medidas no tienen el carácter de sanción, ya que no son penas, sino medidas instrumentales, que se conciben como formas de restricción imprescindibles para neutralizar los peligros que puede tener la libertad de la persona que lleven a que se impida el descubrimiento de la verdad, por una parte, y la actuación de la ley sustantiva por la otra. La existencia de peligro procesal, es importante destacarlo, no se presume. Si se permitiera una presunción tal, la exigencia quedaría vacía de contenido, pues se ordenaría la detención aún cuando no existiera peligro alguno. La gravedad del delito no justifica por sí sola una prisión preventiva sino que deben evaluarse otros elementos, sino que la adopción de este tipo de medida cautelar debe basarse exclusivamente en la probabilidad que el acusado abuse de la libertad condicional y proceda a la fuga, y en el hecho de que la libertad condicional de un acusado pueda llegar a convertirse en un riesgo significativo. Sin embargo, la privación de libertad previa a la sentencia no debe basarse únicamente en el hecho de que un presunto delito es especialmente objetable desde el punto de vista social. Es decir, las reglas en materia de encarcelamiento preventivo no constituyen una presunción iure et de iure, sino que deben interpretarse armónicamente con el principio de inocencia, de tal modo solo constituyen un elemento más a valorar, con otros indicios probados que hagan presumir el riego de frustración del juicio previo, por elusión.- Informe nº 01/97. Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Fecha: 11/03/1997 Doctrina: El derecho a la presunción de inocencia requiere que la duración de la prisión preventiva no exceda el plazo razonable mencionado en el art. 7.5. De lo contrario, dicha prisión adquiere el carácter de una pena anticipada, y constituye una violación al art. 8.2 de la Convención Americana. La duración de la prisión preventiva no puede ser considerada razonable en sí misma solamente porque así lo establece la ley. La razonabilidad debe estar fundada en la prudente apreciación judicial. Si los magistrados que entienden en la causa no tienen posibilidad de demostrar que existe suficiente posibilidad de demostrar que existe suficiente evidencia de una eventual intención de fuga u ocultamiento, la prisión preventiva se vuelve injustificada. No es legítimo invocar las “necesidades de la investigación” de manera general y abstracta para justificar la prisión preventiva. La duración excesiva de la prisión preventiva origina el riesgo de invertir el sentido de la presunción de inocencia. Informe nº 32/07. Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Fecha: 14/05/2007 Doctrina: Al realizar el pronóstico de pena para evaluar el peligro procesal, siempre se debe considerar el mínimo de la escala penal o el tipo de pena más leve prevista. De lo contrario, se violaría el principio de inocencia porque, como la medida cautelar se dispone con el único fin de asegurar el proceso, ella no puede referir a una eventual pena en concreto que suponga consideraciones que hacen a la atribución del hecho al imputado. Asimismo, en los supuestos en los que se intenta realizar un pronóstico de la pena en concreto, se viola la parcialidad del juzgador y el derecho de defensa en juicio. Recursos: “Giroldi Horacio y otro…” Tribunal: CSJN Fecha: 07/04/1995 Doctrina: Se declara la inconstitucionalidad del artículo del CPPN que limitaba al imputado la admisibilidad del recurso de Casación por el monto de la pena, reconociendo el rango constitucional de la garantía de la “doble instancia”, reiterando el criterio de fallos anteriores. Prisión Preventiva: “Bramajo, Hernán Javier s/incidente de excarcelación”: Tribunal: CSJN Fecha: 12/09/1996. El Sr. Bramajo fue excarcelado bajo caución real por aplicación del art. 1º de la ley 24.390, al cumplir 3 años de detención en prisión preventiva. Dicho artículo determina un plazo fijo de 2 años, con una prórroga de 1 año y otra de 6 meses para los procesados que habiendo cumplido aquel lapso de detención en prisión preventiva no hubiesen sido juzgados en forma definitiva. El Fiscal recurre la resolución y cuestiona la validez de ese artículo, que se hallaría en colisión con el art. 7, inc. 5 de la Convención Americana sobre DDHH, pues “convierte una cuestión subjetiva, como es el determinar cúal plazo es razonable, en una cuestión meramente objetiva, supeditada al simple cumplimiento de un plazo fijo”, sin importar la índole o mayor o menor gravedad del delito. Doctrina: La CSJN cita la opinión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (año 1989, informe sobre el caso 10.037), según la cual “la determinación del plazo razonable en el derecho interno argentino surge en cada caso de la consideración armoniosa de los arts. 379 inc 6 y art. 380 del Código de Procedimientos en lo Criminal, quedando librada esa consideración al criterio del juez que debe decidir en base a los parámetros que la ley le marca taxativamente para que los valore en forma conjunta”. El máximo tribunal considera que la validez del art. 1º de la ley 24.390 se halla supeditada a la circunstancia de que los plazos fijados no resulten de aplicación automática por el mero transcurso de los mismos, sino que han de ser valorados en relación a las pautas establecidas en los arts. 380 y 319 del Código de Procedimientos en Materia Penal y Código Procesal Penal, respectivamente, a los efectos de establecer si la detención ha dejado de ser razonable. Por lo tanto, rechaza la inconstitucionalidad del artículo, pero en el caso revoca la resolución impugnada, concluyendo que del examen de las condiciones personales del procesado, la gravedad de los hechos que se le imputan, la condena anterior que registra, así como la pena solicitada por el fiscal, hacen presumir que en caso de obtener la libertad intentará burlar la acción de la justicia. “Nápoli, Erika Elizabeth y otros s/infracción art. 139 bis del C.P.”: Tribunal: CSJN Fecha: 22/12/1998. La Sala VII de la Cámara Nacional de Apelaciones consideró que el art. 316, 2º párr. in fine del CPPN (reformado por ley 24.410) restringe la concesión de la excarcelación a todo aquel que resultare imputado de los delitos previstos en los arts. 139, 139 bis y 146 del Código Penal, aún tratándose de partícipes secundarios, como en el caso. La defensa plantea la inconstitucionalidad de la norma, por ser violatoria de los principios de inocencia, igualdad y razonabilidad de las leyes. Doctrina: La CSJN recuerda que el legislador nacional estableció un régimen general que regula la libertad durante el proceso (conf. Art. 75 inc. 30 CN), contemplando como supuestos de excarcelación aquellos en los que pudiere corresponderle al imputado un máximo no superior a los 8 años de pena privativa de la libertad y también los que, nos obstante ello, el juez estimare prima facie que procederá condena de ejecución condicional (art. 317, inc. 1 CPPN). La restricción de la libertad se funda en ambos casos en la posibilidad de que el imputado eluda la acción de la justicia en las primeras etapas de la investigación. El art. 12 de la ley 24.410 excluyó a determinada categoría de personas del régimen general de excarcelación contemplado en el art. 317, inc. 1 CPPN, exclusivamente sobre la base de la naturaleza del delito imputado y la protección de los bienes jurídicos a los que se vincula. Dice la Corte, que la garantía de igualdad exige que concurran “objetivas razones”de diferenciación, y en el caso el Poder Legislativo se apartó de aquél principio, pues en lugar de utilizar las facultades que la CN le ha conferido para la protección de bienes jurídicos mediante el aumento o disminución de la escala penal en los casos en que lo estime pertinente, recurrió a la prisión preventiva con fines intimidatorios o disuasivos, lo cual significa el establecimiento por esa vía de agravaciones propias de la ley sustantiva, además de que desvirtúa la naturaleza cautelar de la prisión preventiva al convertirla en una verdadera pena anticipada. En este sentido, cita jurisprudencia de la Corte Interamericana de DDHH, consagrando que la prisión preventiva es una medida cautelar, no punitiva, y que no debe constituir la regla general, ya que de lo contrario se viola el principio de inocencia, privando de la libertad a personas cuya responsabilidad criminal no ha sido establecida (art. 9.1 y 9.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y art. 8.2 del Pacto de San José de Costa Rica). Por todo esto, concluye que la ley 24.410 viola el derecho a la igualdad (art. 16 CN), ya que priva a la imputada del régimen general de excarcelación por la sola naturaleza del delito y con prescindencia de si con ello se frustra la acción de la justicia. Sobreseimiento pedido por el fiscal: “Quiroga, Edgardo Oscar s/causa Nº 4302”: Tribunal: CSJN Fecha: 23/12/2004. En este caso se plantea la cuestión de compatibilidad de la facultad de la Cámara de Apelaciones de obligar al Ministerio Público a producir el requerimiento de elevación a juicio (art. 348, CPPN), con la independencia funcional de que goza dicho organismo (art. 120 CN, y art. 1 Ley 24.946), la cual veda toda posibilidad de que su accionar sea condicionado por indicaciones, instrucciones o directivas de otros organismos, incluyendo al Poder Judicial. La Corte interpreta que la introducción del art. 120 señala una modificación del paradigma procesal penal vigente hasta el momento. El máximo tribunal declara la inconstitucionalidad del art. 348, 2º párrafo, primera alternativa, del CPPN, en cuanto autoriza a la Cámara de Apelaciones, en los casos en que el juez no está de acuerdo con el pedido de sobreseimiento del fiscal, a apartarlo e instruir al que designe el Fiscal de Cámara, a fin de producir la elevación a juicio. La separación del juez y acusación es el más importante de todos los elementos constitutivos del modelo teórico acusatorio. Pero la exigencia de que ambas funciones estén, al menos formalmente, en cabeza de funcionarios distintos queda completamente diluida si también el tribunal de alzada puede, en contra del Ministerio Público, decidir, por sí solo, que se produzca la acusación y la apertura del debate (Nota: en todo caso, no debiera ser la Cámara la que intervenga, sino el Fiscal de Cámara, para conservar la acusación en cabeza del Ministerio Público). Destaca que la colisión entre la regla que impone a todos los funcionarios estatales el deber de provocar la persecución penal y la necesidad de garantizar un proceso imparcial, que facilite el ejercicio de la defensa, ya ha sido resuelto por esta Corte a favor de la vigencia de ésta. Para finalizar, aclara que lo dicho precedentemente no resulta aplicable a los supuestos en los que la discrepancia se plantea entre el fiscal (que se manifiesta a favor del sobreseimiento) y el querellante (que pretende que la causa sea elevada a juicio). En estos casos, en principio no es posible suponer una afectación genérica de la imparcialidad del tribunal, en la medida en que su intervención quede limitada a asegurar que el querellante pueda ejercer el derecho que la ley le concede a ser oído en juicio oral y público (conf. “Santillán”).