TRATAMIENTOS DE EFICACICA NO PROBADA F. Raspall i Torrent. Jefe de Servicio de Pediatría-Neonatología. Hospital de Barcelona. SCIAS “Todos aquellos que beben este tratamiento se recuperan en poco tiempo, Excepto aquellos a los que no les ayuda, quienes todos mueren. Es obvio, por tanto, que sólo fracasa en casos incurables” Galeno La Neonatología y, en especial, el tratamiento de los recién nacidos de muy bajo peso al nacer evoluciona muy rápidamente. Ello favorece que persistan diferencias de opinión entre profesionales y se utilicen tratamientos sin evidencia de su efectividad que a veces han conducido a auténticos desastres de todos conocidos, baste recordar el uso indiscriminado de oxígeno, seguido de su limitación, la utilización de sulfamidas y de cloramfenicol, por citar los más conocidos. Sigue siendo válida por tanto la cita de Hipócrates que "ciencia y opinión son dos cosas diferentes; la ciencia es el padre del conocimiento mientras que la opinión engendra ignorancia". Las innovaciones actuales en el área del tratamiento neonatal, al margen de su utilidad o no, no están exentas de efectos adversos, ello hace que sea muy importante evaluar el grado de la práctica basada en la evidencia dentro de esta especialidad que cambia rápida y continuamente. Debe tenerse presente que, cuando se introduce en clínica una nueva pauta terapéutica puede suceder que sea efectiva, que sea inútil o que sea perjudicial. Además, la Neonatología no se escapa al hecho de que se sigan utilizando terapias que se han mostrado ineficaces. Uno de los ejemplos de esta forma de actuar lo constituye, en Pediatría, el que se continúen utilizando antibióticos en cuadros respiratorios agudos, tal como muestran Nyquist y cols. en su trabajo publicado en JAMA en 1998 (Nyquist 1998). Como consecuencia de la necesidad de basar la práctica clínica en principios científicos sólidos, la medicina basada en la evidencia va ganando popularidad, a pesar de sus detractores. Citando a Sinclair (1997), "La práctica de la Neonatología basada en la evidencia requiere la síntesis de la evidencia válida y actualizada concerniente a la eficacia y seguridad de los tratamientos así como su difusión a los profesionales". Una de las premisas fundamentales de la medicina basada en la evidencia es que las terapias que se ha probado que son efectivas deben ser utilizadas y no lo deben ser aquellas que se ha demostrado que no lo son. Además, y aplicando el término de uso juicioso, que entra en la definición de medicina basada en la evidencia, hay que tener en cuenta que no existen dos pacientes iguales y que por tanto ante igual evidencia se puede llegar a conclusiones distintas ante diferentes pacientes. No hay que olvidar, además, los deseos del enfermo, a la hora de determinar a quién, cómo y cuando la evidencia debe ser aplicada. De manera que es válido admitir que los médicos siguen siendo los árbitros en decidir qué evidencia se aplica a sus pacientes y que la medicina basada en la evidencia no es un "libro de recetas de cocina". A menudo los estudios no aleatorizados u observacionales estiman de forma imprecisa el valor real de un determinado tratamiento. Hoy día es ampliamente aceptado que el modo más preciso y eficaz de evaluar un tratamiento es el ensayo aleatorizado y controlado, de manera que se considera como la piedra angular de la medicina basada en la evidencia Como se ha citado, para preguntas relacionadas con el tratamiento la mejor evidencia de su eficacia proviene de estudios controlados y randomizados. Los estudios observacionales, no randomizados, aunque son publicados con mucha frecuencia, para valorar la eficacia de un determinado tratamiento, a menudo sobrestiman la verdadera eficacia y conducen a conclusiones absolutamente erróneas. En el momento actual se admite, de forma casi incuestionable, que las nuevas terapias deben limitarse a estudios controlados teniendo en cuenta la seguridad y la eficacia. Es importante destacar siguiendo a David Sackett el hecho de que la medicina basada en la evidencia, según su propia definición, que debe centrarse en el beneficio individual. Es decir, proporciona un marco de referencia para resolver los problemas clínicos. El ensayo clínico controlado y aleatorizado permite establecer una distribución similar de las características basales y las variables de confusión entre los grupos a estudiar y, a la vez, protege frente a la introducción de sesgos. El sesgo es aquel factor que conduce a resultados distintos de la verdad. Los estudios randomizados son los más robustos en cuanto a control del sesgo. La propensión al sesgo varía ampliamente según el tipo de estudio realizado. En los estudios randomizados y controlados los resultados pueden ser discordantes entre diferentes sea por error sistemático o por error aleatorio. En Neonatología, las nuevas intervenciones clínicas aportan a menudo un efecto clínico tan sólo modesto y ello obliga a utilizar un tamaño muestral elevado para poder detectarlo. Un amplio ensayo controlado aleatorizado, único, generalmente multicéntrico, es ideal para el estudio de estas intervenciones. Si no se dispone de un amplio ensayo aleatorizado, pueden agruparse los datos de ensayos más pequeños utilizando la técnica del metanálisis para obtener una estimación del efecto. El metanálisis se utiliza como base para el desarrollo de las revisiones sistemáticas, como las de la Cochrane Library. Una revisión sistemática de los resultados de estudios randomizados y controlados utiliza métodos diseñados para obtener valoraciones no sesgadas y precisas del efecto de un tratamiento sobre cada uno de los parámetros evolutivos de importancia clínica, con estimación de la confianza en cuanto a la precisión de lo valorado. La revisión sistemática proporciona estimaciones válidas y precisas de los riesgos y beneficios probables de la intervención, incluyendo la magnitud de estos efectos. Se combinan los resultados y se realizan inferencias sobre la seguridad y eficacia de las pautas terapéuticas. La declaración de significancia estadística es una determinación de que el efecto del tratamiento es real (es improbable que sea debido al azar). Una diferencia clínicamente significativa puede ser sugerida en un estudio cuyo tamaño de muestra es demasiado pequeño para alcanzar significación estadística. Alternativamente una diferencia que es demasiado pequeña y que tiene muy poca o nula importancia clínica puede resultar estadísticamente significativa si el tamaño de la muestra es grande. Al elaborar las recomendaciones terapéuticas, por tanto, el clínico debe estar más convencido ante aquellos tratamientos en los que el efecto es clínica y estadísticamente significativo. La medicina basada en la evidencia no sustituirá nunca al arte de las habilidades y la experiencia clínicas, pero en el campo de la Neonatología, con continuos y rápidos cambios, podrá ser una ayuda de gran utilidad, aunque teniendo en cuenta que lo que es blanco y negro en un resumen de un artículo puede pasar rápidamente gris en la práctica clínica. Las preguntas a realizar acerca de cualquier tratamiento son las siguientes: 1.- ¿cuál es el riesgo de una determinada enfermedad dejada a su evolución natural? 2.- ¿el tratamiento ejerce algún efecto? 3.- ¿cuál es el sentido y la magnitud del efecto terapéutico? 4.- ¿cuál es la duración de su efecto? 5.- ¿se producen efectos colaterales que son atribuibles al tratamiento? 6.- ¿cuál es su coste económico? 7.- ¿sus efectos beneficiosos superan a los efectos secundarios y al coste económico? 8.- ¿a quienes son aplicables estos resultados? Acontecimiento objetivo es aquel acontecimiento clínico que se desea evitar. Para contestar a algunas de estas preguntas hay que estructurar los estudios para evaluar el efecto del tratamiento: grupo tratado y grupo control y porcentaje o número de acontecimientos objetivos en cada uno de los dos grupos (a y c, y b y d , ambos respectivamente). Con ello se puede calcular: 1.- la magnitud del riesgo en ausencia de tratamiento: número de pacientes en que se produce un efecto en el grupo control 2.- efecto del tratamiento: se obtiene cuantificando la tasa de efecto en el grupo tratado y en el grupo control. Estos valores pueden expresarse como riesgo relativo o como diferencia de riesgo. Otra forma de expresarlo es mediante odds ratio. El riesgo relativo y la diferencia de riesgo dan una información diferente, aunque en muchas ocasiones ésta es complementaria. El riesgo relativo indica el relativo, pero no absoluto, magnitud en la reducción en la tasa de efecto. El complemento del riesgo relativo (1-rr) es la reducción del riesgo. La diferencia de riesgo traduce la magnitud absoluta de la reducción del riesgo. El recíproco de la diferencia de riesgo (1/dr) es el número de pacientes que hay que tratar para evitar el problema en un paciente. Este parámetro tiene especial interés en términos de eficiencia, es decir teniendo en cuenta el coste. Un aspecto también importante es tener en cuenta el intervalo de confianza. Un intervalo de confianza del 95% quiere decir que si el estudio se repitiese 100 veces el verdadero valor estaría incluido dentro de estos valores en el 95% de los casos. Volviendo a la práctica clínica el profesional debe plantearse, a la hora de utilizar o no un determinado tratamiento las siguientes cuestiones: 1.- ¿Cuales son los efectos del tratamiento, tanto los positivos como los negativos? 2.- ¿Es válida la valoración que se ha hecho de los efectos de este tratamiento? 3.- ¿Son realmente importantes los efectos de este tratamiento? 4.- ¿Debo utilizar este tratamiento en mi paciente? Las revisiones sistemáticas contestan las primeras dos preguntas, pero no siempre la tercera y la cuarta. Cuando la magnitud de los beneficios supera los efectos indeseables, el resultado de la revisión aporta evidencia importante, de forma global, que el tratamiento es beneficioso. Lo importante, a la hora de escoger un tratamiento es conocer si un determinado fármaco aplicado en clínica actuará de la forma esperada más que esperar que dicho fármaco actuará de una determinada manera, en base a los conocimientos de sus efectos farmacológicos. Hay que insistir que la medicina basada en la evidencia no excluye la experteza clínica, sino que, por el contrario, la experiencia clínica es imprescindible para decidir si la evidencia disponible es relevante, aplicable y aceptable para un pacie nte determinado. La ausencia de evidencia de efectividad no debe confundirse con evidencia de ausencia de efectividad. Cuando no hay evidencia la medicina basada en la evidencia no juega más papel que poner de manifiesto que se necesitan estudios sobre este tema. Este hecho lo pone de manifiesto de forma clara Tarnow-Mordi en una anotación reciente publicada en Arch Dis Child (Tarnow-Mordi 1999). Cuando se consultan revisiones sistemáticas el profesional se encuentra que en la mayoría de ellas, en el campo de la Neonatología, la conclusión es que no existe evidencia suficiente para establecer una recomendación y que son necesarios más estudios, es por ello que las recomendaciones terapéuticas deben ser clasificadas en: A: existe buena evidencia que apoya la recomendación que la intervención debe ser llevada a cabo B: existe una evidencia aceptable que apoya la recomendación deba ser que la intervención debe ser llevada a cabo C: existe evidencia pobre o escasa en cuanto a las ventajas o daños de la intervención. La intervención debe buscarse en otros campos D: existe una evidencia aceptable que soporta que la recomendación de que la intervención no debe ser llevada a cabo E: existe buena evidencia que apoya la recomendación de que la intervención no debe ser llevada a cabo. Existen relativamente pocos datos acerca de que en qué medida se utiliza la medicina basada en la evidencia en terapéutica neonatal. Estudios recientes muestran que los porcentajes son muy elevados (Curley 2000). También hay que destacar la importancia de que el espacio de tiempo entre la demostración de la eficacia de un tratamiento y su recomendación rutinaria debe ser lo más corto posible. Como se ha citado muchas de las medidas terapéuticas en neonatología entrarían en el grupo C. A continuación, y en base a los datos de que se dispone a principios del año 2001 se comentan algunos de los aspectos terapéuticos en neonatología de los que no existe buena evidencia de su eficacia. Se han escogido aquellos que en nuestro medio tienen una mayor relevancia: 1.- Tratamiento antibiótico en la APP con membranas íntegras y rotura de membranas.Aunque cada vez es mayor la evidencia de que el parto prematuro, en un porcentaje importante de casos, es secundario a un proceso infeccioso, y que la cascada inflamatoria juega un papel importante en el desencadenamiento del mismo (Mazor 1998), no existe evidencia de que el tratamiento antibiótico sea efectivo en el tratamiento de la amenaza del parto prematuro con membranas íntegras como con rotura de membranas. Las revisiones Cochrane, sobre la eficacia de la administración de antibióticos en la amenaza de parto prematuro, tanto con rotura prematura de membranas pretérmino (Kenyon 2000) como con membranas íntegras (King 2000) concluyen que no existe evidencia científica que justifique su utilización de forma rutinaria. 2.-Corticoides prenatales.- Recientes publicaciones han cuestionado el beneficio de la utilización de tandas repetidas de corticoides antenatales, en caso de amenaza de parto prematuro, en aquellos casos en los que no finaliza la gestación durante los siete días siguientes a la administración de la primera tanda. La situación actual es que no tan solo no se conocen los beneficios de tandas repetidas, sino que se desconocen también los posibles efectos perjudiciales para el feto y el recién nacido, a corto y largo plazo. Ante esta problemática, y con los datos actuales, la pregunta que debe plantearse entre los profesionales de la administración de dicha terapia a la embarazada es: ¿Se deben seguir administrando dosis repetidas de corticoides antenatales? Probablemente esta pregunta no puede contestarse, al menos de forma categórica, en el momento actual, lo que sí puede hacerse es revisar los datos disponibles que justifican que el planteamiento de la pregunta tenga justificación, y con ello cuantificar, en la medida de lo posible, el grado de preocupación que genera la utilización de una estrategia terapéutica cuyos efectos son, en algunos aspectos desconocidos o, dicho de un modo menos contundente, menos claros y ausentes de evidencia científica de sus beneficios o de sus riesgos. Resumiendo los datos de que se dispone, en la literatura revisada (Broklehhurst 1997, Baud 1999, Banks 1999, Crowley 1999, French 1999, Guinn 2000, Quinquilivan1998, Vermillion 2000, Whitelaw 2000) se puede decir que: 1.- Existe evidencia científica que los corticoides antenatales disminuyen la morbimortalidad neonatal. 2.- La administración antenatal de corticoides disminuye la incidencia de distres respiratorio en un 50% aproximadamente. 3.- La administración antenatal de corticoides disminuye la incidencia y gravedad de otras patologías neonatales propias del prematuro (poniendo de manifiesto que dicho tratamiento no solamente acelera la maduración pulmonar fetal, sino que produce una aceleración de la maduración fetal, a nivel de sus diferentes órganos) 4.- Existe un acuerdo, bastante unánime en los que se refiere a las dosis utilizadas. Administración de 2 dosis de 12 mg de betametasona, con intérvalo de 12-24 horas. 5.- Según consenso de 1995 los corticoides antenatales son eficaces entre la semana 24 y 34 de gestación. En este informe se dice que existe la necesidad de realizar más estudios dirigidos a objetivar los beneficios y riesgos de dosis repetidas (NHI Consensus Conference 1995). 6.- En casos de rotura prematura pretérmino de membranas ovulares, la administración de corticoides antenatales se acompaña de disminución en la incidencia de distres respiratorio, de hemorragia intracraneal grave (grados III y IV), sin que ello se acompañe de un incremento en la incidencia de infección perinatal. 7.- Parece existir cierta evidencia de que la betametasona es preferible a la dexametasona (menor riesgo de leucomalacia periventricular). La revisión COCHRANE demuestra que sólo la betametasona reduce la mortalidad neonatal de forma significativa. 8.-Los agentes sulfito presentes en la preparación de dexametasona y no en la betametasona pueden ser neurotóxicos, especialmente en combinación con peroxinitritos (Reist 1998). 9.- Trabajos recientes parecen demostrar que la incidencia de distres respiratorio no aumenta cuando el nacimiento tiene lugar más de 7 días después de la administración de corticoides. 10.- Las dosis repetidas de corticoides antenatales parecen asociarse a mayor morbilidad infecciosa perinatal y mortalidad neonatal 11.-Existen datos que hacen dudar de la eficacia y seguridad de las dosis repetidas de corticoides antenatales (efecto sobre la mielinización y el crecimiento de todas las áreas del cerebro fetal, fundamentalmente sobre el hipocampo). El mecanismo podría ser a través de inhibir los factores de crecimiento cerebral y facilitando la apoptosis. 12.- Aunque no existe evidencia científica de su efecto beneficioso la administración repetida de corticoides antenatales es una pauta bastante extendida, entre el colectivo obstétrico de los países occidentales 3.- Corticoides postnatales.Actualmente existe una gran preocupación por la administración postnatal de corticoides a los prematuros, debido a los posibles efectos perjudiciales sobre su desarrollo neurológico. Nada impide especular que dichos efectos no sean iguales o quizás, por razones de mayor velocidad de desarrollo y crecimiento cerebral fetal, el feto sea incluso más vulnerable que el recién nacido a los efectos de estos fármacos no tan solo sobre el sistema nervioso central inmaduro, sino sobre otros órganos, como por ejemplo el pulmón, donde el corticoide, paralelamente a acelerar su maduración bioquímica, parece alterar de forma significativa y con trascendencia a largo plazo, su crecimiento pre y postnatal. La información de la que dispone en la actualidad acerca de la utilización de corticoides en el período neonatal, incluyendo la utilización de técnicas modernas de imagen que permiten una valoración del volumen cerebral (RM 3D), indica la presencia de importantes alteraciones en el cerebro de los niños prematuros tratados con dexametasona durante tres días, datos que son coincidentes con estudios clínicos y experimentales (Murphy 2001). Es urgente poner en marcha estudios prospectivos con estas modernas técnicas de imagen y mientras tanto tener presente el riesgo/beneficio del tratamiento con corticoides a los niños prematuros. Un estudio multicéntrico, randomizado, realizado en Europa, y publicado en Pediatrics de febrero del 2001, que incluyó 570 recién nacidos de 47 unidades neonatales, en todos los casos se trataba de niños de menos de 30 semanas de gestación, que precisaban de ventilación mecánica, de menos de 72 horas de vida y con necesidades de FiO2 superiores a 0.3 en el que se compara la eficacia de la dexametasona vs la de la budesonida inhalada, no es capaz de demostrar que la budesonida sea más o menos efectiva que la dexametasona. En el momento actual la utilización de corticoides en el neonato debe restringirse y utilizarse solo en aquellos niños que son dependientes del respirador y que probablemente morirían sin él. Los nacimientos prematuros representan del 7 al 10% de todos los nacimientos pero son la causa del 85% de morbimortalidad neonatal. La supervivencia de niños con prematuridad extrema (<28 semanas de gestación) ha aumentado debido a la generalización en el uso de surfactante en el tratamiento del distres respiratorio, junto con el tratamiento antena tal con corticoides y a nuevas estrategias de ventilación. Sin embargo estos niños tienen un alto riesgo de secuelas a largo plazo a nivel pulmonar y neurológico fundamentalmente. Datos recientes sugieren que la dexametasona puede tener efectos deletéreos sobre ambas secuelas. La nueva EPC descrita por Jobe se caracteriza por una detención en el desarrollo del pulmón e interferencia con la alveolización. Esta patogenia más compleja de la EPC del prematruo incluye inflamación prenatal del pulmón como consecuencia de la exposición in útero de las citoquimas de la cascada inflamatoria junto con la exposición postnatal a estímulos proinflamatorios como la ventilación mecánica y el oxígeno. Jobe postula que esto estímulos, junto con una nutrición inadecuada y la exposición a corticodes puede tener como consecuencia una detención en la alveolizaciòn y la vascularización pulmonares. Y se produce un hecho irónico: la dexametasona utilizada para prevenir la EPC suprime la inflamación pero altera la alveolización e interfiere con el desarrollo del pulmón. Además hay estudios recientes que preconizan la utilización de dexametasona con otras indicaciones como el tratamiento del SDR y la hipotensión del prematuro. Estudios recientes parecen indicar, de forma preliminar que, con los mismos efectos beneficiosos, existe menos riesgo utilizando otros corticoides (metil-prednisolona) aunque hacen falta más estudios (André 2000). Un estudio reciente, randomizado, que incluyó 220 recién nacido con peso al nacer comprendido entre 500 y 1000g, sometidos a ventilación mecánica durante las primeras 12 horas de vida, divididos en dos grupos tratado (dexametasona 0.15 mg/Kg/24 horas 3 dosis, iniciado el primer día de vida) y un grupo placebo, ha demostrado que el tratamiento con dexametasona, de la forma descrita (es decir a dosis más bajas de las habitualmente utilizadas), no se acompaña de una disminución de mortalidad ni de EPC del prematuro, y que por el contrario los niños tratados presentaron un más alta incidencia de perforacio nes intestinales y que a las 36 semanas de edad concepcional el peso y el perímetros craneales eran más bajos (Stark 2001). La revisión Cochrane (Halliday 2001) concluye llamando la atención sobre los posibles efectos secundarios, sobre todo a nivel neurológico, con la administración precoz de corticoides y que su utilización debe ser reconsiderada. 4.- Prevención de la hemorragia intraventricular del prematuro.La administración de vitamina K a la madre no se ha mostrado eficaz en la prevención de la hemorragia intraventricular del prematuro (Crowther 2001). La administración prenatal de fenobarbital para prevenir la hemorragia intracraneal en casos de prematuridad no se ha mostrado efectivo. En 1997 Shankaran y colaboradores realizaron un estudio en un amplio colectivo de 610 embarazadas con edad gestacional entre 24 y 33 semanas, con amenaza de parto prematuro. Observaron que la administración de 10 mg/Kg de fenobarbital no se mostró efectivo en disminuir la mortalidad y la incidencia de hemorragia intraventricular (Shankaran 1997). La administración postnatal de fenobarbital no debe ser recomendada como prevención de la hemorragia intraventricular en el recién nacido prematuro y está asociada a una mayor necesidad de ventilación mecánica (Whitelaw 2001). 5.- Prevención de la dilatación ventricular posthemorrágica con fibrinolíticos: no existe evidencia de que estos tratamientos sean efectivos, en la última revisión Cochrane (Whitelaw 2000). 6.- Tratamiento de la hidrocefalia posthemorrágica del niño prematuro con punciones lumbares repetidas: Aunque de eficacia cuestionada y en general aceptada como de evidencia no probada (Whitelaw 2001: revisión Cochrane), JJ Volpe, en su última edición de Neurology of the Newborn, del año 2001, la sigue colocando como un aspecto terapéutico importante y afirma, tras repasar 13 citas bibliográficas en el periodo 1980-1999, "Yo considero que la intervención más apropiada para la dilatación ventricular lentamente progresiva que no mejora de forma espontánea en 4 semanas, es la institución de punciones lumbares seriadas" . Además, cuando se refiere a cuadros de dilatación ventricular rápidamente progresiva, dice: "Las punciones lumbares seriadas representan la menos invasiva de las tres modalidades terapéuticas y pueden conducir a un temporal o incluso definitivo cese de la hidrocefalia" (Volpe 2001). 7.- Tratamiento anticonvulsivante en la EHI sin convulsiones: Fundamentalmente en lo que hace referencia al tratamiento con fenobarbital. No existe evidencia de que la administración de este fármaco a recién nacidos que han sufrido asfixia y presenten un cuadro de encefalopatía hipóxico- isquémica sea beneficioso, en ausencia de convulsiones (Evans 2001). 8.- Tratamiento de la EHI.- Recientemente Azzopardi (2000) ha pub licado un estudio piloto con datos esperanzadores en niños con EHI severa sometidos a hipotermia. Un estudio reciente en adultos, multicéntrico, randomizado, con un número importante de pacientes (392), con edades comprendidas entre 16 y 65 años, que habían sufrido un traumatismo craneal severo y el score de Glasgow tras la reanimación estaba comprendido entre 3 y 8, fueron sometidos a tratamiento con hipotermia (temperatura corporal 33ºC), dicha terapia no se mostró efectiva ni en cuanto a mortalidad ni secuelas ( Clifton 2001). Aunque algunos estudios sugieren que la hipotermia cerebral selectiva puede proteger de la lesión cerebral en el recién nacido asfíctico, no se puede recomendar la implementación rutinaria de esta terapia hasta que estudios controlados en humanos sean llevados a cabo (evidencia de Clase indeterminada ) (ILCOR. Guidelines 2000 Conference). 9.- Reanimación en sala de partos: La administración de oxígeno al 100% a recién nacidos apneicos en sala de partos fue considerada inadecuada e innecesaria en el estudio Resair 2 (Saugstad 1998). Posteriormente y en los últimos informes del ILCOR se vuelve a preconizar su utilización, ya que los datos clínicos disponibles en la actualidad son insuficientes para adoptar la administración de concentraciones bajas de oxígeno durante la reanimación en sala de partos (ILCOR 2000). 10.- Síndrome de aspiración meconial.- No existe evidencia que la aspiración traqueal en el recién nacido vigoroso sea una medida útil en caso de aguas meconiales (Halliday 2000). 11.- Sedación y parálisis neuromuscular.Respecto al midazolam hay datos insuficientes para poder aconsejar esta droga en los recién nacidos sometidos a cuidados intensivos, son necesarios más estudios referentes a los posibles efectos secundarios (Ng 2001). En el estudio multicéntrico de Anand, en el que comparan midazolam, morfina y placebo, parece que los mejores resultados se obtienen con la utilización de morfina (Anand 1999). El estudio incluye una población de 72 prematuros, con edad gestacional entre 24 y 32 semanas, sometidos a ventilación mecánica. En el seguimiento observan los autores que en el grupo en que se utilizó midazolam el porcentaje de niños con mala evolución neurológica fue significativamente mayor (32%), que en el grupo de niños tratados con morfina (4%). A destacar que el porcentaje de secuelas neurológicas fue también alto en el grupo que recibieron placebo (24%). De todos los paralizantes musculares solamente existen datos con evidencia con el pancuronium, desconociéndose los posibles efectos a largo plazo, sobre el pulmón y el SNC, sobre todo cuando se utiliza de forma prolongada. No existe evidencia, en el momento actual que permita la curarización rutinaria de los recién nacidos sometidos a ventilación mecánica (Cools 2001). 12.- Enfermedad pulmonar crónica Los pocos datos de que se dispone son insuficientes para mostrar algún beneficio, en cuanto a prevención de la EPC, con la administración de superóxido dismutasa (Suresh 2001). 13.- Tratamiento de la hipotensión arterial: Las sustancias coloides, especialmente la seroalbúmina, no deben ser utilizadas en el tratamiento de la hipotensión arterial. En este sentido, y sobre todo en el recién nacido prematuro, va siendo cada vez más evidente que la utilización de corticoides sí puede ser útil, ya que muchos de estos niños que presentan hipotensión arterial, que no responde a drogas simpoaticomiméticas, presentan una insuficiencia suprarrenal transitoria. 14.- Prevención de las infecciones.-. Un estudio europeo, recientemente publicado, multicéntrico, prospectivo, randomizado, doble ciego, en 81 recién nacidos prematuros (40 tratados y 41 controles) con edad gestacional inferior a 33 semanas y con valores de IgG< 4 g/L, en sangre de cordón o durante las primeras 24 horas de vida, demostró que la administración de dosis elevadas de IgG (1 g/Kg intravenosa, en 5 ocasiones, durante las 3 primeras semanas de vida) no se acompaña de disminución en la incidencia de infecciones, definidas con criterios de la ESPID (Sandberg 2000). Tras una exhaustiva revisión de la literatura publicada al respecto, incluyendo el extenso trabajo de Fanaroff (1994), con 2416 recién nacidos con peso inferior a 1500 gramos, y el meta-analísis de Lacy (1995), Hill concluye, en una editorial del mismo número de la revista en que se publica el trabajo citado, que la administración de gammaglobulina intravenosa al niño prematuro no disminuye la incidencia de infecciones nosocomiales (Hill 2000). En el mismo número A. Jobe realiza un pequeño comentario editorial que termina diciendo que estos resultados son consistentes con la hipótesis que los niveles bajos de inmunoglobulinas en los recién nacidos prematuros son un marcador de un déficit más complejo de las defensas del huésped a la infección, que requiere de terapias más complejas (Jobe 2000). 15.- Problemas digestivos.En la última revisión Cochrane (Bury 2001) se llega a la conclusión de que, si bien existe evidencia de que los antibióticos orales disminuyen la incidencia de enterocolitis necrosante en niños de bajo peso, se desconocen los efectos secundarios, y son necesarios más estudios para valorar el riesgo-beneficio (Bury 2001). 16.- Prevención de apneas.Las revisiones Cochrane indican que ni la utilización de metilxantinas ni de doxapram es útil en la prevención de las apneas del niño prematuro (Henderson-Smark 2000). BIBLIOGRAFÍA.Anand KJ, Barton BA, McIntosh N et al. 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