Conociendo un Ser superior, mente o causa Por Edward J. Rettberg, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. Es gratificante notar que la previa actitud fría materialista de la mayoría de los científicos está siendo gradualmente reemplazada por una agnóstica. Es decir, reconocer un ser superior, mente o causa, pese a que su naturaleza no sea conocida y sea indefinible. De tiempo en tiempo, en las más connotadas publicaciones, aparecen artículos firmados por hombres de ciencia, médicos y especialistas investigadores, que dan más y más crédito al concepto Rosacruz de un universo teleológico, vale decir, uno con una causa y un propósito. Es imposible concebir un universo que obedezca sin falla las innumerables leyes que hemos descubierto, al igual que un gradual pero definido proceso evolutivo como entrando en existencia puramente por casualidad o accidente. Para nosotros es apodíctico que el comienzo del proceso evolutivo del universo estaba basado en inteligencia y, por lo tanto, que debe existir un propósito final; para nosotros, individualmente, mantenemos que este propósito es "auto-dominio". Como ejemplo, un artículo recientemente aparecido en Scientific American, estaba totalmente dedicado al primer aliento de un bebé recién nacido, y subrayaba la importancia de ese aliento y el hecho que el pequeñuelo esta obligado, en un momento repentino, a reemplazar el sistema de obtención de oxígeno y a desembarazarse del bióxido de carbono gestacional debido a la circulación de la placenta, con un nuevo sistema, usando los pulmones, hasta ese momento aún no utilizados, explicando el hecho que quizás un bebé, de cada 100 nacidos en tiempo, puede tener dificultades respiratorias después de comenzar a respirar. El hecho extraordinario es que es muy raro el fracaso en empezar a respirar. Más del 90% de los niños cuyos corazones laten al nacer, empiezan a respirar. El escritor estaba muy impresionado del comportamiento de tan grande porcentaje de nacimientos, explicando los obstáculos que el bebé debe enfrentar y superar al tomar su primer aliento, especulando en que podría haber algo más que solamente una reacción física a un medio ambiente para producir este fenómeno tan extraordinario. Otro articulo en la misma publicación especulaba con el hecho que los animales podrían tener alma, y comentando acerca de varios experimentos realizados, decía: "Supongamos que a un animal se le da una elección entre dos cursos alternativos de acción, uno de los cuales es constantemente recompensado y el otro, nunca Si las alternativas son fácilmente discriminables, el animal desarrollará, después de un número de pruebas, el hábito de elegir la que le recompense. Delineando las pruebas contra los errores, el psicólogo experimental construye una curva llamada "función de aprendizaje" que acumula el curso del dominio del problema por parte del animal. "Se ha sabido durante algún tiempo que las funciones de aprendizaje basadas en tales problemas simples no difieren significativamente entre diversas clases de animales; las curvas para el mono, por ejemplo, tienen una forma similar. Este hecho implica alguna continuidad intelectual a través de toda la jerarquía evolutiva de animales, que tendería a corroborar una teoría de inteligencia animal que prevalecía durante la primera mitad del Siglo XX". El autor continúa elaborando en detalle las diferencias entre las especies evolutivas más altas y más bajas; aquellas en las formas más altas de vida parecían exhibir algo más que una inteligencia superior. Se ha sabido que los científicos esperan muy pronto poder romper y descifrar el código más misterioso sobre la Tierra, aquel del ADN. Lo que es más, muy recientemente se desarrolló en un laboratorio el primer gene "artificial". La herencia ha estado por largo tiempo eslabonada con los genes en los núcleos de las células sexuales, y los sabios ahora han descubierto que el material de que estos genes están hechos parece ser el portador del código de herencia, pero, más que eso, de la base de la vida física en si. Después de mucha experimentación con esa substancia poco usual (ácido deoxirribonucleico), la mayoría ha comprendido que está envuelto en ello algo más que sólo un compuesto químico. A este respecto, el doctor Edmund W. Sinnott, ha declarado: “Si podemos, aunque sea en grado pequeño, crear nuevas formas de vida nunca antes conocidas, esto no sugiere que en la actualidad seamos una parte del gran poder creativo de la naturaleza”. Las reflexiones del doctor Sinnott no son del todo incompatibles con los conceptos Rosacruces. El hecho que el hombre finalmente descubra los secretos misteriosos del universo y la creatividad, ciertamente debería indicar que él es parte de y tiene contacto con este poder creativo. También, el hecho de el hombre pueda investigar los secretos de la creación, no lo aparta de manera alguna del concepto de un universo teleológico, lo que nos trae de vuelta a nuestra premisa original. La creación con propósito del universo (y la vida) no fueron hechas en manera alguna en forma mágica, sino de acuerdo con las leyes físicas que fueron establecidas en aquel tiempo, y que han continuado hasta el presente y continuarán inmutablemente durante la eternidad. El hombre puede investigar las leyes del universo, entender su función y aplicación y posiblemente hasta duplicar manifestaciones físicas del poder creativo divino. Esto no debería implicar, sin embargo, que el hombre podría alguna vez duplicar la esencia inmaterial del Cósmico. Pues la esencia del alma que penetra toda la materia, tomada desde el primer aliento e incluyendo la molécula ADN, da animación y vida a todos estos elementos físicos, es inmortal. No puede ser creada, nunca puede morir. Siempre fue y siempre será, y será para siempre, más allá del verdadero alcance de la disección, definición y duplicación material.