manejo del suelo

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CAPÍTULO 2.3.- MANEJO DEL SUELO
2.3.1.- Introducción
El olivo tiene su producción muy ligada a la porosidad del suelo,
pues es una planta particularmente sensible a la aireación de su sistema
radicular, por lo que, una vez realizada la plantación, es preciso manejar
adecuadamente el suelo.
Tradicionalmente, con el laboreo se ha buscado, además de actuar
sobre la estructura del suelo, controlar el agua y la temperatura, luchar
contra parásitos vegetales, enterrar restos vegetales, estiércoles y abonos,
aplicar productos fitosanitarios y realizar enmiendas, en cambio hoy en
olivar se han desarrollado corrientes tendentes al abandono del laboreo
tradicional, lo cual, aunque cambia los conceptos que durante tanto tiempo
han sido utilizados y aceptados, es posible, con ciertas limitaciones, gracias
a que los productos químicos son capaces de sustituir o al menos reducir las
necesidades de laboreo.
En la mayoría de las zonas de cultivo el olivar es de secano y la
lluvia tiene una distribución marcadamente estacional en un período
caracterizado además por una escasa actividad vegetativa y bajo consumo
de agua. En épocas de sequía el olivo satisface sus necesidades hídricas
extrayendo el agua acumulada en el suelo, es por tanto muy importante
conservar el agua almacenada en él, reducir las pérdidas por evaporación y
limitar las extracciones por las malas hierbas, por lo que el sistema de
cultivo del olivar es de gran importancia. Éste debe tender a optimizar el
aprovechamiento del agua de lluvia, a aprovechar íntegramente el suelo, a
defender el suelo de la erosión y a facilitar la realización de las prácticas
culturales.
La mayoría de los olivareros tratan de mantener el suelo
prácticamente desnudo de vegetación durante todo el año mediante labores.
Esta práctica, que durante mucho tiempo ha sido considerada como aval de
calidad, tiene como inconveniente que, al estar una parte importante de las
raíces absorbentes del olivo próximas a la superficie del suelo, una labor de
tan sólo 15 cm de profundidad puede destruirlas, produciendo, además de
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un cierto debilitamiento del árbol, una reducción de su resistencia a
soportar el derribo mediante vibración.
Según las propiedades físicas y químicas de los suelos la densidad
que hace máxima la producción, varía entre límites que van de 0'9 a 1'4
g/cm3. Si la densidad del suelo es excesiva, y ésta normalmente se produce
por compactación, mayor es la dificultad de los olivos para alcanzar
grandes producciones, pues se traduce en una disminución de la porosidad,
que reduce la renovación de la atmósfera del suelo y la actividad y el
crecimiento de las raíces, llegando en ocasiones a provocar asfixia
radicular. En suelos que presentan una buena actividad estructural, la
compactación tiene poca persistencia.
Figura 2.3.1.- Detalle de suelo suelto.
La circulación de vehículos de ruedas realiza una gran compactación
del suelo que llega a alcanzar profundidades hasta de 70 cm., mientras que
con cadenas su efecto alcanza sólo la mitad de profundidad. Es por lo que,
en la recolección de aceitunas, se hace aconsejable el empleo de ruedas de
gran balón y de tractores de cadenas.
En general, como regla práctica, se debe tener presente que la tierra
no debe estar ni demasiado compacta ni demasiado suelta, ya que en el
primer caso la exploración del suelo por las raíces podría verse limitada y
no ser suficiente, pues podría haber fenómenos de asfixia en períodos de
humedad, en el segundo caso las raíces y sus pelos absorbentes podrían no
tener un contacto suficientemente estrecho con las partículas de tierra y no
habría una buena absorción de agua y nutrientes.
En cuanto a la penetración de las raíces en el subsuelo depende de su
estructura, su textura, su humedad y su nivel de aireación. La sequedad y la
humedad excesiva en el subsuelo impiden la progresión de las raíces. Para
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que alcancen una cierta longitud es preciso un subsuelo suelto y
suficientemente profundo.
Es preciso tener en cuenta que el olivo es capaz de satisfacer las
necesidades de toda la planta incluso con sólo una parte de las raíces en
condiciones adecuadas (Porras et al, 2000).
Labrar el olivar tiene además como objetivos la destrucción de malas
hierbas y, en ocasiones, el enterramiento de abonos.
Para escoger el apero a aplicar en un suelo dado, para obtener los
resultados deseados, es necesario conocer las características de su trabajo.
Según los modos de actuación, los aperos se pueden clasificar en:
• Útiles que mullen el terreno.
• Útiles que voltean el terreno.
• Útiles que nivelan el terreno.
• Útiles para separación de terrones y tierra fina.
• Útiles para compactación y acondicionamiento.
Se pueden clasificar las labores en primarias, cuyo objetivo es el
acondicionamiento del suelo a gran profundidad, preparándolo para su
exploración por las raíces, secundarias, también llamadas labores
superficiales, complementan la acción de las operaciones primarias,
afinando el terreno superficialmente, clasificando adecuadamente los
agregados del suelo y creando un lecho adaptado al cultivo y
complementarias o binas, usadas para mantener el suelo libre de malas
hierbas, enterrar abonos, evitar la evaporación y mejorar la infiltración
(Márquez, 1990).
Entre los diferentes tipos y modelos de máquinas para el laboreo
primario pueden establecerse dos grupos claramente diferenciables:
• Aperos para laboreo horizontal constituido por arados
de vertedera, arados de discos, gradas de discos,
rotocultores de eje horizontal y cavadoras.
• Aperos para laboreo vertical constituido por
subsoladores, chiseles, cultivadores, rotocultores de eje
vertical y gradas alternativas.
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En olivar los aperos más utilizados son:
• Los subsoladores, cuyo trabajo consiste en escarificar el terreno a
profundidades que llegan hasta 70 cm de profundidad e incluso más.
Cuando se realizan pases sucesivos equidistantes, próximos entre si,
en toda la superficie a plantar, se dice que el subsolado es total. También se
suele hacer un subsolado por bandas cruzando los pases en la zona de
colocación del olivo. Este método además de menos costoso, sirve para
realizar el marcado del terreno previo a la colocación de las plantas.
Los subsoladores deben aplicarse varios meses antes de hacer la
plantación del olivar y con el suelo muy seco. Así se consigue el
asentamiento del terreno que evita que las plantas se muevan una vez
colocadas en el terreno.
El subsolado puede realizarse también en plantaciones jóvenes,
mediante una labor cruzada, evita los encharcamientos que podrían
producir asfixia de las raíces, a lo que el olivo en cualquier estado de
desarrollo es particularmente sensible y facilita el desarrollo de las raíces.
En plantaciones adultas sólo es aconsejable cuando se trata de terrenos muy
compactos, poco permeables, en los que el debilitamiento de los árboles,
presenta más riesgo que los propios daños que genera el subsolado en el
sistema radical de los olivos.
Por ser el trabajo de estos útiles muy costoso en energía y tiempo,
conviene razonar sobre el interés de la operación y elegir adecuadamente la
profundidad de trabajo.
Figura 2.3.2.- Detalle de trabajo de diente de subsolador.
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Su utilización es aconsejable en suelos duros y friables.
• Las gradas de discos también denominadas pulverizadores de
discos, han sido durante mucho tiempo uno de los aperos de laboreo más
característicos del olivar. Últimamente su utilización es menos frecuente
porque los olivareros se han convencido que los daños que su trabajo
produce en el sistema radical del olivo son importantes, habiendo expertos
que desaconsejan totalmente el uso de estos aperos.
Su mayor o menor peso por disco determina su capacidad de
penetración en el suelo. Cuanto más elevado es el peso mayor es el
potencial de penetración en el suelo.
Figura 2.3.3.- Gradas de discos semisuspendida al tractor.
El perfil de suelo obtenido con este tipo de aperos coloca la tierra
fina en la superficie, deja un fondo de labor ondulado y alisado y coloca los
restos vegetales mezclados homogéneamente en toda la profundidad
trabajada.
Su utilización sólo es aconsejable cuando el estado del suelo es
friable, siendo preciso considerar que, en general, reduce la capacidad de
infiltración y aumenta la evaporación del agua, sobre todo cuando se usa en
primavera.
Para una grada de 3'5 m. de anchura se pueden estimar necesarias
una potencia de 30 C.V. y un rendimiento próximo a 2 ha/h.
Para un subsolador de tres brazos se puede estimar necesaria una
potencia de unos 120 C.V. y un rendimiento próximo a 0’75 ha/h.
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Más recientemente, los chiseles con dientes del tipo semirígido,
aunque en olivar, por la rotura de raices que provocan, siguen sin ser muy
utilizados, han tenido un cierto resurgimiento.
Figura 2.3.4.- Chisel con seguridad de ballesta.
Un chisel de 4 m. de anchura requiere una potencia próxima a los
125 C.V. y tiene un rendimiento de unas 2’5 ha/h.
Hoy son las máquinas para laboreo vertical secundario,
concretamente los vibrocultores las más utilizadas en olivar. Su sencilla
construcción a base de barras sobre las que se fijan los dientes, hacen de
ellos una máquina simple, de gran eficacia, que no produce exceso de
rotura de raices, muy económica y, por tanto, muy apreciada por los
olivareros.
Figura 2.3.5.- Cultivador semisuspendido al tractor. Figura 2.3.6.- Vibrocultor trabajando el suelo de un olivar.
Estas máquinas actúan por aplastamiento y por choque rompiendo
los terrones y formando tierra fina que se deposita en la parte inferior de la
zona trabajada, pueden utilizarse para incorporar al suelo abonos y
productos fitosanitarios, y cuando tienen gran anchura se construyen
plegables sobre un cuadro principal.
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La separación entre los dientes de los vibrocultores determina el
nivel de desmenuzamiento del terreno, de forma que cuanto más reducida
es, mayor desmenuzamiento se obtiene.
Su utilización es aconsejable en suelos friables.
Para un vibrocultor de 4´5 m. de anchura se puede estimar necesaria
una potencia de 85 C.V. y un rendimiento de 3 ha/h.
• Las gradas de púas se usan antes de la recolección, para preparar
el terreno y facilitar los desplazamientos. Constituidas por varios cuerpos
independientes colgados de un chasis común, lo que les permite, cuando
son de gran anchura, trabajar con profundidad uniforme, incluso en suelos
con relieve superficial accidentado, tienen dientes, que se montan en forma
de Z para evitar atascos, que actúan sobre el suelo por efecto de choque y
producen un desplazamiento hacia abajo de la tierra fina, colocando los
terrones más gruesos en la superficie, lo cual reduce la formación de
costras.
Su utilización sólo es aconsejable en suelos con estado friable.
Para una grada de 5 m. de anchura la potencia necesaria es de unos
80 C.V. y su rendimiento aproximado de 2’5 ha/h.
• Los rulos se utilizan una vez afinada la superficie. La
compactación que producen, que afecta negativamente a la velocidad de
infiltración del agua en el suelo y puede originar escorrentía, busca aplanar
la superficie del suelo para facilitar la circulación de hombres y máquinas y
mejorar el rendimiento en la recolección.
Los más adecuados para olivar son los rulos lisos, constituidos por
un cilindro de gruesa chapa de acero que gira libre alrededor de un eje. Para
aumentar su peso en unos casos se rellenan de hormigón y en otros de agua.
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Figura 2.3.7.- Rulo liso.
La utilización de los rulos es posible en cualquier tipo de suelo si su
estado es friable. En cambio cuando el suelo está en estado duro sólo se
pueden usar en suelos arenosos y francos.
Un rulo de 3 m. de anchura exige una potencia de unos 25 C.V. y
tiene un rendimiento aproximado de 3 ha/h.
2.3.4.- Otras formas de manejo del suelo en olivar
Los vibrocultores, incluso cuando escarifican el terreno muy
superficialmente, tienen efectos nocivos para el sistema radicular de los
olivos. Hoy, para reducir los inconvenientes del laboreo, se utilizan cada
vez con más frecuencia herbicidas residuales pulverizados bajo la copa de
los olivos, dejando esta zona sin labrar, realizando el laboreo convencional
sólo en las calles (Pastor M., 1995).
Figura 2.3.8.- Olivo con ruedo tratado con herbicidas
En ocasiones el laboreo puede eliminarse en su totalidad mediante la
aplicación de herbicidas en toda la superficie del olivar. Los herbicidas
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pueden aplicarse en preemergencia o en postemergencia. Entre los
herbicidas de preemergencia más utilizados están la simazina y diurón, y se
recurre a la aplicación con pulverizadores manuales de herbicidas como
glifosato o sulfosato, para eliminar aquellas hierbas que soportan los
herbicidas anteriores.
Los mayores inconvenientes del no laboreo a base de herbicidas son
la erosión y la formación de cárcavas profundas que llegan incluso a hacer
incómodos los desplazamientos de la maquinaria.
El control de la erosión puede hacerse mediante el cultivo de
cubiertas vegetales, pero esta técnica resulta difícil en un cultivo de secano
como el olivar, si bien la localización de ciertos cultivos herbáceos en el
centro de las calles, manteniéndolos hasta el final del invierno, para evitar
que compitan con el olivo, además de aumentar la infiltración, reducen la
velocidad de evaporación y facilitan el desplazamiento de la maquinaria, en
cambio reduce el calentamiento del suelo, en períodos de sequía puede
aparecer efecto depresivo en los olivos, tiene un mayor riesgo de incendios,
potencia la proliferación de ratones y topos y dificulta el barrido de la
aceituna.
Figura 2.3.9.- Cubierta vegetal en olivar. (Pastor M.).
Para eliminar estos cultivos se utiliza siega mecánica, siega química
y siega a diente.
La utilización de restos de poda troceados repartidos sobre la
superficie del terreno proporciona una excelente cubierta inerte. Este
sistema de cobertura del suelo limita la evaporación, facilita el desarrollo
superficial de raíces absorbentes, significa un notable aporte de materia
orgánica y no incomoda el desplazamiento de la maquinaria.
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Figura 2.3.10.- Cubierta de restos de poda. (Pastor M.).
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