TEORIAS Y REALIDADES EN EL MUNDO ACTUAL

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TEORIAS
Y REALIDADES
EN EL
MUNDO ACTUAL
Discurso del Embajador
de los Estados Unidos de
América, Excmo. Señor
C e d í B. Lyon, ante el
Rotary Club de Santiago.
Santiago,
enero 2 3 , 1957
Señor Presidente y Señores Consocios del Rotary Club:
Ante todo, deseo agradecerles la gentil invitación
que me han hecho para estar hoy con ustedes. Es para
mí un motivo de alegría expresar públicamente la felicidad que siento de estar nuevamente en Chile, de regreso entre mis amigos y disfrutando del esplendoroso
verano chileno.
Y me siento doblemente agradecido de esta oportunidad porque, desde que salí de Chile para Washington en septiembre del año pasado, muchas cosas han
ocurrido en el mundo que tienen un profundo significado para todos nosotros.
Hoy hablaré específicamente de tres acontecimientos: lo ocurrido en Polonia, la revolución húngara y la
reelección del Presidente Eisenhower. A mi juicio, de
ellos podemos deducir las siguientes conclusiones: primero ' que el sistema comunista está en declinación y
condenado a la extinción; y luego, que el capitalismo
es un sistema dinámico, capaz de garantizar tanto el
bienestar económico como las libertades políticas por
las cuales el hombre ha luchado miles de años y que son
el orgullo de Chile y de los Estados Unidos.
Veamos primero lo ocurrido en el mundo comunista. Como lo mencioné cuando ustedes me recibieron en
el Rotary, viví algunos años detrás de la Cortina de
Hierro. Pasé dos años en Varsovia y viajé por toda Polonia. Visité Poznan, allí donde el sistema comunista
ha comenzado recientemente a trizarse con un ruido
que se ha escuchado en todo el mundo. Pero, dondequiera que yo viajara en automóvil por Polonia, era
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siempre seguido por uno, y a veces dos automóviles de
la policía secreta. Cuando pasaba la noche en un hotel,
un policía secreto montaba guardia frente a la puerta
de mi habitación. Cuando entraba a un restorán o al
comedor del hotel, estos agentes estaban en la mesa
vecina. Eran mi sombra constante. Nuestra vida privada era estrictamente vigilada y cada movimiento y cada conversación nuestra era informada. Por cierto, no
era una forma agradable de vivir.
También pasé dos años y medio en Berlín y vi el
levantamiento del 17 de junio de 1953 en Berlín Oriental, cuando, por primera vez en la historia, desesperados trabajadores y jóvenes se atrevieron a atacar a los
tanques soviéticos. Este es un elocuente testimonio de
los "beneficios" que el comunismo lleva a los habitantes
de las democracias populares.
Veamos cual es la suerte del pueblo en su vida material en estos países donde son negadas a la gente las
libertades de palabra, de prensa, de elecciones y todas
aquellas otras libertades que ustedes en Chile y nosotros en los Estados Unidos damos por descontadas.
Pues ciertamente es en el campo material en el cual
los propagandistas comunistas afirman haber sobresalido y se jactan de ofrecer una mejor vida para los trabajadores del mundo. Sin embargo, en fecha muy reciente, el líder comunista polaco Wladislaw Gomulka ha
afirmado públicamente que desde 1949 hasta 1955, la
producción de carbón, la industria más importante de
Polonia, bajó en un doce por ciento. Las estadísticas son
cansadoras, y por ello sólo indicaré que Gomulka dijo
cosas similares sobre la vivienda, sobre la ineficiente y
costosa producción de automóviles y sobre la agricultura colectiva.
¿Y qué hay del trabajador polaco? Gomulka dijo
lo siguiente: "La torpe tentativa de presentar la penosa tragedia de Poznan como obra de agentes y provocadores imperialistas, fué políticamente ingenua. . . Las
causas de la tragedia de Poznan y del profundo descon-
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tentó de toda la clase trabajadora han de encontrarse
en nosotros m i s m o s . . . "
Estas palabras de Gomulka constituyen una abierta acusación contra el sistema comunista, y yo deseo
recordarles, además, que esta gran caída en el bienestar
del trabajador individual tuvo lugar en un sistema que
ya le había negado su libertad política.
Miremos ahora hacia Hungría. Todos sabemos lo
que allí ocurrió. Rara vez en la historia del mundo ha
habido un repudio más unánime a la agresión que el
dirigido contra los comunistas soviéticos y sus títeres
húngaros, quienes, todavía más, falsearon la verdad
afirmando que eran fascistas los estudiantes y trabajadores húngaros que con sus manos desnudas lucharon contra los tanques rusos. Eran seres humanos, impulsados por la desesperación. Unos de los resultados
más importantes de la revolución húngara fué la destrucción del mito fomentado por los soviéticos de que
la masa de la población apoyaba al comunismo. Tan
pronto como comenzó la lucha se vió en forma muy
evidente que lo contrario estaba más cerca de la verdad.
En realidad, los centros más sólidos de resistencia fueron los de los trabajadores y estudiantes húngaros.
También se vió en forma manifiesta que las fuerzas soviéticas no eran invencibles, y éste es un hecho que
debe haber producido alivio a millones de personas que
viven cautivas detrás de la Cortina de Hierro.
Ahora, mientras todo esto ocurría en las democracias populares, después de diez años de comunismo, en
los Estados Unidos el pueblo reelegía a un Presidente.
La reelección del Presidente Eisenhower tiene dos interpretaciones. Un significado básico de su triunfo abrumador es que el pueblo americano quiere la paz y
cree en el Presidente Eisenhower como hombre de paz.
El otro importante significado es que su reelección confirma la creencia del pueblo americano en el sistema
social bajo el cual vivimos. Esta forma moderna del
sistema de libre empresa nosotros la llamamos Capita-
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lismo Popular, porque sus beneficios recaen sobre todos
los sectores de la población.
Yo vacilo en mencionar los beneficios de este sistema, pues podría parecer alarde, pero en vista del hecho de que sus críticos constantemente han subrayado
que capitalismo significa la guerra inevitable entre clases, sería quizás conveniente señalar la ausencia de tal
guerra en los Estados Unidos y en otros países democráticos del Hemisferio Occidental. Los hechos parecen
haber resultado tan diferentes de las predicciones de
Marx. Por ejemplo: en los Estados Unidos, el sesenta
por ciento de nuestras cincuenta millones de familias,
son dueñas de sus casas, y el setenta y cinco por ciento
de nuestros agricultores son dueños de sus tierras. Más
de siete millones de hombres y mujeres son dueños de
acciones en nuestras compañías.
Pero éstas son cifras que hablan sólo acerca del
aspecto económico. Veamos algunos datos sobre el aspecto cultural del capitalismo moderno. Nuestros enemigos frecuentemente nos califican de incultos, y sin
embargo, todos los niños de mi país, desde los seis hasta
los catorce años de edad, asisten a la escuela primaria.
El ochenta por ciento de todos los adolescentes asisten
a la escuela secundaria y más de un cuarta parte de
éstos sigue luego estudios universitarios. Podría citar
innumerables estadísticas acerca del número de bibliotecas, de orquestas sinfónicas, de museos y otras instituciones semejantes que existen en los Estados Unidos,
pero prefiero abstenerme de hacerlo y sólo señalar que
nuestra intensa vida cultural es parte inseparable del
capitalismo libre y moderno. Las realizaciones económicas en las cuales este sistema basa su apoyo no están
en el tamaño o riqueza del continente americano. Hay
otros países más grandes y con mayores recursos económicos. La diferencia está en nuestras instituciones
libres. Dicho en forma breve, nuestras leyes y nuestras
instituciones proporcionan la base para la libertad económica y política.
ó
Nosotros creemos que la libertad económica y la
libertad política son inseparables. Creemos que el mundo muestra hoy elocuente evidencia de que el comunismo, que jamás en su historia ha brindado libertad política a su pueblo, ha fracasado también como sistema
económico. Creemos que el futuro del hombre está en
la libertad y que el capitalismo moderno ofrece al Siglo
Veinte el máximo de realización en libertad personal y
en bienestar económico. Creemos, finalmente, en el individuo y no en la masa; en la humanidad y no en la
teoría.
Publicación del Servicio
Informativo de los Estados Unidos de América.
Casilla 27-D, Santiago,
AMERICAN
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MUELLER
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