Que el amor sea sin finguimiento (Comunión)

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Adrián Correnti
Séptimo Domingo de Pentecostés
Ciclo B
“Que la comunión de los unos
con otros mediante el amor
sea sin fingimiento”
15-07-2012
Hohenau,
Capitán Miranda.
Romanos 12:9-21
Rom 12:9 Amen con sinceridad. Tengan horror al mal y pasión por el bien.
Rom 12:10 Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más
dignos.
Rom 12:11 Con solicitud incansable y fervor de espíritu, sirvan al Señor.
Rom 12:12 Alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la
oración.
Rom 12:13 Consideren como propias las necesidades de los santos y practiquen
generosamente la hospitalidad.
Rom 12:14 Bendigan a los que los persiguen, bendigan y no maldigan nunca.
Rom 12:15 Alégrense con los que están alegres, y lloren con los que lloran.
Rom 12:16 Vivan en armonía unos con otros, no quieran sobresalir, pónganse a la altura de
los más humildes. No presuman de sabios.
Rom 12:17 No devuelvan a nadie mal por mal. Procuren hacer el bien delante de todos los
hombres.
Rom 12:18 En cuanto dependa de ustedes, traten de vivir en paz con todos.
Rom 12:19 Queridos míos, no hagan justicia por sus propias manos, antes bien, den lugar a
la ira de Dios. Porque está escrito: Yo castigaré. Yo daré la retribución, dice el Señor.
Rom 12:20 Y en otra parte está escrito: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene
sed, dale de beber. Haciendo esto, amontonarás carbones encendidos sobre su cabeza.
Rom 12:21 No te dejes vencer por el mal. Por el contrario, vence al mal, haciendo el bien.
Introducción
Queridos hermanos, en esta oportunidad nos encontramos con un pasaje bíblico que
trata en detalle la comunión horizontal que tenemos los cristianos unos con otros mediante
el amor. Con Dios mantenemos un vínculo estrecho mediante la fe; con el prójimo,
mediante el amor. El cristiano que ha sido justificado por la fe en Cristo, desenvuelve esa fe
mediante obras de amor. Esto Dios mismo produce en nosotros como un remedio contra
nuestro natural egoísmo, innato en nosotros y heredado de Adán, que permanece adherido a
nuestra carne mientras vivamos. En unos este egoísmo se nota más, en otros menos, pero
todos adolecemos de este mal, que Dios no toma en cuenta mientras permanezcamos en
Cristo por su Palabra y Sacramentos, que cubren nuestras faltas y nos santifican, es decir,
que hacen que Dios nos vea como santos e inocentes delante de su presencia.
1. Exhortación a permanecer en la comunión unos con otros
“Que el amor sea sin fingimiento” (Ro. 12:9, RV95). Con estas palabras, el apóstol
Pablo hace alusión al amor desinteresado, al amor que no busca su propio interés (el
egoísmo), sino el de los demás. Este amor sincero, no es más que el don de la fe que busca
al hermano caído, o solitario, y que busca tenderle una mano y demostrarle cariño. No es un
amor hipócrita, que trata de aparentar justicia y rectitud delante de los hombres, sino que es
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libre y surge espontáneamente, sin pretender querer quedar uno bien parado, sino levantar
al que está quebrantado y abatido, por un lado, y que a su vez se regocija, se alegra, en la
felicidad que disfruta el otro. En lugar de decir, “¡Ufa! ¿Por qué no me toca a mí también
esta suerte, esta dicha?”, piensa así, “Me alegro por ti hermano, porque tu felicidad, es
también la mía, ya que somos hermanos, y miembros de un solo Cuerpo, la Iglesia”.
Hay gente que se siente sola en este mundo, se siente tentada a quitarse la vida, y está
necesitada, y no precisamente por un pedazo de pan, sino por faltarle amor y cariño. Se
suele decir también que entre las iglesias de los inmigrantes, las “iglesias de los alemanes”,
los miembros son “fríos”, distantes o poco cordiales, y que no saben demostrarse
mutuamente el cariño. Aunque esto puede ser en parte verdad, puedo decir también que los
hermanos luteranos es gente fraterna y sincera, aunque sí es verdad que un poco ruda y un
poco tímida frente al extraño o al que cruza por primera vez las puertas del templo.
El amor divino, al compartir todos la misma fe, es algo que va creciendo y se va
profundizando con el paso del tiempo. Compartir momentos juntos es algo importante para
que esto se profundice: cada vez que participamos del oficio divino o culto, cada vez que se
participa de las reuniones de damas, caballeros, jóvenes, mediante la visitación a los tristes
y enfermos, la visita a los hogares, salir a caminar o cenar juntos, etc. Son momentos de
comunión, de encuentro, en los que se puede vivenciar la felicidad que nos trae Cristo.
Miren cuántas cosas Dios produce y quiere seguir obrando entre sus hijos para mantener la
comunión.
2. El amor desinteresado de Cristo como causa de comunión de unos con otros
Si aplicamos esto a las familias, veremos cuánta comunión le hace falta a esta. Dios
sabe que muchos entre ustedes practican la comunión en sus hogares, y el cuidado mutuo.
Pero Dios sabe también que otros lo hacen en apariencia, que no lo están haciendo como
corresponde. “Que el amor en la familia sea sin fingimiento”, sin doblez. Que no sea en la
vida privada el amor una cosa vana y vacía.
Porque cuando hablamos de comunión unos con otros, estamos tocándo la médula del
asunto, la médula del cristianismo. Hemos visto el fin de semana pasado lo que afecta a
dicha comunión: la discriminación y el individualismo. Y hemos visto también de quién
aprender a amar y en dónde encontrar la comunión: en la cruz de nuestro Señor Jesucristo,
y en el sacramento suyo de la santa comunión, o santa cena.
Sólo Dios puede cambiar nuestro corazón. Sólo él supo amarnos sin fingimiento. Él
tomó nuestros pecados y los clavó en la cruz, para conseguirnos a cambio su perdón. Sólo
Dios, Jesucristo, supo tomar nuestro egoísmo y cargarlo en su propio cuerpo, para recibir el
castigo que tú y yo por eso merecíamos.
Por eso, cuando los cristianos hablamos del amor genuino, entendemos por esto el
amor de Cristo: Él derramó su sangre por ti, y dio su vida por ti. Querido amigo, mira a la
cruz, y dime si alguien te ha considerado alguna vez, o te tuvo en cuenta, como él lo hizo
por ti. A continuación, voy a recitar una oración y súplica por las parejas, o por quienes
desean estar con una, unidas en el amor de Cristo:
Eco del amor divino
Me enseñaste a descubrir que el amor es de a dos,
aquella sustancia no nace sola, su composición
es el resultado de la entrega del alma sencilla
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que busca ser feliz dejando su propia silla.
Tuve miedo, eso me espantaba, dejar mi propia vida,
mis proyectos, mis sueños y caminos egoístas,
¿qué sería de mí? ¿dónde acabaría mi propio "yo"?
Pero, ¿qué sería mi vida sin ti, sino pura ilusión?
Cariño, has tocado a fondo mi corazón,
me obligaste a abrir de par en par el portón
de mi existencia egoísta y cambiar por la sonrisa
que es hallar en ti la comunión y la vida.
Tu amor es un eco del amor divino,
tu cariño cual reflejo fiel de la compasión
que el Señor mío Jesucristo demostró
al extender por mí sus brazos en la cruz del dolor.
Sin Él, del amor nada hubiera sido,
no alcanzaría nunca a comprender
que en la cruz Dios clavó mi egoísmo
para darme a cambio a su propio Hijo.
¡Oh Jesús! Dame en ti tal confianza
que por amor a ti deje la desconfianza,
y al observar yo aquella amarga cruz,
quiera morir a las tinieblas y vivir en luz.
Si tu amor quemó a fuego mis pecados,
de tal modo que ahora soy santo ante Ti,
otórgame a su vez el don de poder amar aquí
y así poder perdonar las afrentas contra mí.
Querida, amada mía, escríbeme algún día,
si no soy capaz de amar y perdonar,
tú, que me enseñaste que Jesús es la Verdad,
y que su compasión nos une por la eternidad. Amén.1
3. Diez maneras prácticas de practicar la comunión unos con otros
¿Cómo se traduce este amor de Cristo en nuestras relaciones con los demás? ¿Cómo
va a manifestarse entre los hombres? En Romanos 12 Pablo da algunos detalles:
- Estimando a los otros como más dignos.
- Sirviendo al Señor con devoción, si pereza.
- Estando alegres en la esperanza que nos brinda Cristo y su pronta venida.
- En la hora de la prueba, siendo pacientes.
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Adrián Correnti. 04-07-2012.
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- Encomendándonos al Señor, manteniendo el hábito de la oración.
- Considerando como propias las necesidades que atraviesan los demás cristianos.
- Siendo hospitalarios y generosos.
- No maldiciendo a nadie, sino tratando de vivir en paz unos con otros.
- No devolver a nadie mal por mal, ni creerse un sabelotodo.
- Dejar lugar a la ira de Dios, que a su tiempo castigará el mal, en lugar de vengarse
uno mismo con su propia mano.
Conclusión
¿Cómo es la vida de comunión del pueblo de Dios en la Iglesia Evangélica Luterana
del Paraguay? ¿Necesitamos cambiar o mejorar?
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