Amenazas de los anfibios

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Biodiversidad
Amenazas
de los
anfibios
Los anfibios comparten la vida en el
agua y en la tierra, lo que les lleva a
tener que luchar por sobrevivir en
ambos medios, acumulando sobre ellos
los problemas de salud ambiental de los
dos ecosistemas.
TEXTO: J. ECHEGARAY,
A. HERNANDO
no de los factores a tener
en cuenta en los organismos de vida acuática, es
la contaminación del agua o la
pérdida de su calidad (Marco y
Quilchano 2000, Matoon 2000,
Martínez-Solano et al. 2001). Si
a ello le sumamos que los anfibios tienen una buena parte de
su ciclo vital fuera del agua, en
tierra, les añadimos todos los
problemas del medio terrestre a
los que pueden estar expuestos,
como la pérdida de hábitat,
introducción de especies exóticas competidoras (Galán 1997),
etc.
Por tanto el efecto sinérgico
o acumulativo sobre este grupo
de vertebrados puede ser especialmente notable y preocupante, desde el punto de vista de
salud ambiental de un ecosistema o al menos con respecto al
nicho ecológico que ocupan, y
un claro reflejo sintomático de
una serie de trastornos o modificaciones, desde la base de la
cadena trófica en la que se
sitúa este tipo de vertebrados.
Muchos productos químicos
usados en agricultura e indus-
U
50
sustrai.67
tria pueden contaminar los
hábitats acuáticos y causar graves daños a los ecosistemas, y
estamos hablando en concreto
de ríos y balsas o charcas artificiales, con clara utilidad industrial y agrícola. En concreto,
una parte importante de los
nitratos añadidos a los suelos
como fertilizantes acaban contaminando los horizontes edáficos (Bogardi et al. 1991), por
escorrentía a través de aguas de
drenajes, por infiltración, etc. y
las capas freáticas de agua, que
posteriormente se utiliza para
regadío, abastecimiento humano, y también a las aguas
superficiales continentales (ríos,
embalses, charcas, etc.).
En general, el incremento
artificial de nitrógeno en la
naturaleza se considera actualmente como un nuevo cambio
ambiental global y de consecuencias imprevisibles.
Algunas actividades humanas
duplican la cantidad de nitrógeno que cada año se incorpora a los ciclos biológicos de la
Tierra, y ya ha provocado,
series alteraciones en algunos
ecosistemas. Pequeños aumentos de la cantidad de nitrógeno
pueden provocar la eutrofiza-
RANA BERMEJA
ción (incremento de materia
orgánica, en forma de biomasa
de algas, etc.) y el consiguiente
descenso en la cantidad de oxígeno disponible para otros
organismos acuáticos.
Paralelamente, también puede
ser responsable, del desarrollo
de algas tóxicas y microorganismos patógenos. Todo esto,
provoca mortalidades importantes de peces, anfibios y
otras especies de la fauna
acuática (Bogardi et al. 1991,
Blaustein et al. 1994,
Carbonell Martín 1996, Marco
& Quilchano 2000).
CONTAMINACIÓN
El caso de los nitratos es
uno de los más estudiados. Su
toxicidad directa es pequeña,
pero no en cambio, cuando se
reduce a nitritos. Los niveles de
nitritos en el medio acuático
son habitualmente bajos, pero
en ciertas condiciones y áreas
concretas, como en las orillas
con altos contenidos en materia
orgánica, pueden alcanzar valores tóxicos superiores a 1 mg.
por litro. El nitrato puede ser
reducido en el tracto intestinal
de los animales, especialmente
FOTO:
J. ECHEGARAY
juveniles, donde pasa a la sangre y altera la hemoglobina. Se
forma así Metahemoglobina,
que pierde su capacidad de
transportar oxígeno y causa
Metahemoglobinemia. Los
nitratos también pueden dar
lugar a nitrosaminas, sustancias potencialmente cancerígenas a medio plazo.
Las fase larvarias de la
mayoría de anfibios viven
exclusivamente en el medio
acuático, por lo que no pueden
eludir el contacto directo con
los contaminantes presentes
en el agua, y son susceptibles
de ingerir o absorber por la
piel muchos productos tóxicos.
De hecho, estudios recientes
sugieren que los fertilizantes
nitrogenados quizás contribuyan al declive, junto a ciertas
enfermedades patógenas, al
declive de algunas poblaciones
de anfibios en regiones agrícolas y a la aparición de deformidades, sin haber una relación
clara entre deformidades y los
declives (Marco & Quilchano
2000, Matoon 2000)
Algo parecido sucede con
los plaguicidas o pesticidas, fertilizantes, etc. (Márquez &
Lizarra 1993, Marco &
Quilchano 2000, Matoon 2000)
que se les relaciona con las
anomalías y con los declives
locales, los cuales también pueden estar presentes en los ríos,
así como otros xenobióticos.
Fue en septiembre de 1989
cuando se reunieron por primera vez más de mil especialistas
de los cinco continentes en el
primer congreso mundial de
herpetología. En él, se sugería
la existencia de una preocupante tendencia hacia el descenso
de la densidad o hacia la desaparición de especies en todo el
mundo. Las informaciones
resultaban anecdóticas, puesto
que nadie estaba estudiando las
especie en el momento de su
desaparición. Era difícil encontrar pautas generales, pero se
podía constatar que la mayoría
de los casos presentados se referían a poblaciones, reducidas
geográficamente, a zonas de
montaña y que no existían
muchos casos documentados
de la zona comprendida entre
los diez grados al norte y al sur
del ecuador. Las explicaciones
que se estimaban para la mayoría de los casos, iban (aparte de
la degradación medioambiental)
desde cambios climáticos globales, polución, radiación ultravioleta, hasta fragmentación de
hábitats (Lizana 1993, Lizana
& Pedraza 1997, López 2001).
En aquellos casos en los que
el seguimiento permitía indicar
tasa de desaparición, parecía
TRITÓN PALMEADO RECIEN METAMORFOSEADO.
observarse que las disminuciones no eran graduales ni progresivas, sino rápidas y contundentes, llevando a menudo a la
extinción local o total de la especie. En el Estado Español,
también se registran declives,
más o menos generales o puntuales, en las poblaciones de
anfibios, pero la falta de datos
históricos sobre sus contingentes anteriores impide saber si
se trata de un hecho puntual o
fruto de cambios más profundos.
DEGRADACIÓN DEL HÁBITAT
No es sorprendente que la
causa principal del declive de
los anfibios sea la degradación
de los hábitats (Múgica Nava
1993, Antón et al. 2001), puesto
que muchos anfibios viven en el
bosque, especialmente el tropical, y el mundo pierde anualmente 14 millones de hectáreas
de bosque natural, un área más
grande que Grecia. (Es cierto
que la superficie forestal está
aumentando, pero no la superficie de bosque propiamente
dicho, puesto que las plantaciones no pueden suplantar la biodiversidad del bosque natural).
Incluso cuando el resultado no
es una deforestación total, la
extracción de madera puede
devastar las poblaciones.
Pero en muchos casos este
declive no se puede explicar por
la pérdida de hábitats, como es
el caso del “síndrome de
FOTO:
J. ECHEGARAY
Monteverde”. Lugares como
Monteverde son lo más parecido a un hábitat aún intacto. Y
sin embargo, en estos lugares
los anfibios al parecer sufren
cambios. En estos casos la
causa más probable son las sustancias tóxicas, pues los anfibios tienen una piel delgada y
permeable que absorbe rápidamente los contaminantes; sus
huevos carecen de toda protección y también son muy permeables. Entre los contaminantes
que dañan a los anfibios son los
siguientes; metales pesados,
plaguicidas, hidrocarburos aromáticos, lluvias ácidas y residuos radiactivos.
Los plaguicidas explican
también la reciente aparición
de deformidades en los anfibios
(aunque no hay una relación
clara entre las deformidades y
los declives). A pesar de que
algunos científicos piensan que
hay una relación clara entre
estas malformaciones y ciertos
plaguicidas, se han encontrado
ranas deformes en varios lugares de California donde no hay
contaminación aparente de plaguicidas. El problema en estos
lugares se ha achacado a un
parásito, un trematodo.
Podemos decir que las deformidades son tan difíciles de explicar como los declives.
En muchos casos los fertilizantes se los considera la clave,
pues se usan en cantidades
mucho mayores que los plaguicidas, y pueden estar creando
problemas insospechados. Algunos anfibios son muy sensibles
a los compuestos nitrogenados
que son lixiviados desde las tierras agrícolas fertilizadas con
éstos. Los investigadores han
descubierto que las larvas de
cinco especies de anfibios: rana
moteada (Rana pretiosa), rana
de patas rojas (Rana aurora),
sapo occidental (Bufo boreas),
rana arbórea del Pacífico (Hyla
regilla) y salamandra noroccidental (Ambystoma gracile)
guardan muchas similitudes
filogenéticas y ecológicas con
anfibios europeos, eran expuestas a fertilizantes químicos res-
pondieron con un menor ritmo
de actividad: comían menos y
nadaban más lentamente, al
tiempo que padecían desequilibrios motores y parálisis.
En algunos casos se desarrollaban edemas o anormalidades
morfológicas (arqueamiento o
desviación severa de la columna
vertebral, atrofia de cola) y, en
último extremo, la muerte.
Estos efectos eran más graves y
afectaban a un mayor número
de individuos a medida que se
aumentaba la concentración de
contaminantes en el agua y el
tiempo de exposición de las larvas. No obstante la sensibilidad
de cada especie era diferente.
Debemos tener en cuenta el
riesgo de establecer criterios
toxicológicos de calidad del
agua cuando se usan especies
que pueden ser resistentes a
determinadas sustancias. Hay
que asumir la gran variabilidad
que existe entre unas especies y
otras y, la dificultad de establecer umbrales críticos generales
de tolerancia para estas especies de anfibios.
La salamandra noroccidental era la especie que mostraba
una reacción más acusada a
corto plazo, tanto a los nitratos
como a los nitritos. En cambio,
las tres especies de ranas sólo
mostraban efectos agudos a corto
plazo ante el nitrito. Y, sometidas a exposiciones crónicas, la
especie más sensible a nitratos
y nitritos era la rana moteada,
mientras que el sapo occidental
era el menos afectado.
Después de quince días se
produjo una mortalidad del
50% en las larvas de las cinco
especies con concentraciones
menores a los dos miligramos
por litro. Y teniendo en cuenta,
que el límite máximo de concentración de nitrito en agua
recomendado para ciprínidos
(del tipo C) es de 0,03 miligramos por litro. A concentraciones de 5 miligramos por litro,
la mortalidad de las cinco especies fue próxima al 100%. A
concentraciones cercanas de 0,1
miligramos de nitrito por litro,
que es el límite máximo recosustrai
51
Pequeños aumentos en la cantidad de nitrógeno pueden provocar la
eutrofización y el consiguiente descenso en la cantidad de oxígeno disponible para otros organismos acuáticos.
mendado para agua potable de
consumo humano, la mortalidad fue alta para la rana moteada y la salamandra noroccidental. Lo mismo ocurría con
los niveles de nitrato recomendados para agua potable (50
miligramos por litro) de consumo humano, que eran altamente tóxicos para las larvas de
rana moteada y salamandra
noroccidental. Por último cabe
destacar, que la salamandra
acusaba intensamente el efecto
a corto plazo, pero un pequeño
número de larvas lograba
sobrevivir hasta el final del
experimento en casi todas las
concentraciones ensayadas.
Esto indica que unos individuos
eran más resistentes que otros
y que serían capaces de sobrevivir en ambientes con niveles
altos de estos contaminantes.
Pero incluso cuando se tienen en cuenta ambos factores,
muchos declives siguen inexplicados; como en el caso de la
rana de las cascadas (Rana cascadae) y el sapo occidental
(Bufo boreas) en la cordillera
de las Cascadas de Oregón, que
están en extinción, sin que su
hábitat haya sido perturbado,
ni contaminado. A. Blaustein
ha demostrado que estas especies son víctimas del aumento
de la exposición a la radiación
ultravioleta, una consecuencia
de la reducción de la capa de
ozono. La radiación ultravioleta
puede dañar el ADN e incluso
matar las células. El aumento
de los niveles de radiación es
posible que dañe particularmente a los anfibios que viven
en las latitudes más altas,
donde la capa de ozono tiende a
ser más débil. También hay que
tener en cuenta, que la fluctuación estacional de la capa probablemente aumente la vulnerabilidad de los anfibios; en
cualquier hemisferio, la capa de
ozono se reduce durante el
invierno y la primavera, un
periodo que se solapa con la
puesta de huevos en la mayoría
de las especies. Los anfibios que
viven en zonas de mayor altitud
también son susceptibles, dado
52
sustrai.67
CÓPULA DE SAPOS
que a mayor altura, hay menos
atmósfera para filtrar los rayos
ultravioleta.
Otro problema, que por ello
no debemos restarle importancia; es la introducción de especies no nativas o alóctonas, que
a menudo no se percibe como
una amenaza. Sin embargo, las
especies alóctonas pueden
depredar a los anfibios, especialmente en sus fases larvarias
o juveniles, o compiten por el
alimento.
EPIDEMIAS
Y el último tema de esta
pequeña revisión son las epidemias; a los anfibios de
Centroamérica algo les estaba
afectando. En esta región, los
animales muertos vivían en
arroyos y habían sucumbido
rápidamente, lo que apuntaba
a algún organismo patógeno,
acuático y muy virulento. Los
investigadores las encontraron
infectadas por uno o más hongos del filo Quitridiomicetes
(Mártinez-Solano et al. 2001),
que son patógenos comunes de
plantas e insectos pero nunca
antes, que se sepa, habían afectado a este tipo de vertebrados.
Los científicos no conocen
todavía cómo produce la muerte a los animales infectados,
pero puede llegar a sofocarlos
aumentando el grosor de su
piel (muchas ranas respiran en
parte a través de su piel), o por
medio de alguna toxina. Quizás
el hongo sea un patógeno
común en muchas partes del
mundo, y algo perturba la respuesta inmunológica de los
anfibios.
FOTO:
J. ECHEGARAY
Otros patógenos implicados
en declives de anfibios; son un
grupo de virus que puede haber
causado la muerte a la salamandra tigre (Ambystoma tigrinum)
en Arizona, Utah, Maine y
Saskatchewan. Los virus también han provocado declives de
la rana bermeja (Rana temporaria) y el sapo común (Bufo bufo)
en Gran Bretaña. Y también
bacterias como la Aeromonas
hydrophila que ha atacado a los
sapos boreales en Colorado.
En las últimas décadas se
ha señalado la eficacia de algunos seres vivos para la detección de contaminación o cambios ambientales (indicadores
biológicos o bioindicadores).
Cambios en las poblaciones de
estos bioindicadores pueden
reflejar cambios en el ambiente
a largo plazo o a gran escala
(incluso regional o global) y, de
este modo, los bioindicadores
deberían ser identificados para
asegurar una detección temprana de estos cambios. Los anfibios podrían ser un grupo con
un gran potencial para incluir
algunos bioindicadores útiles
en todo tipo de estudios, etc...
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