Consumo cultural y representación de identidades juveniles

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UNIVERSIDAD DEL ZULIA
FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES
CENTRO DE ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS Y ANTROPOLÓGICOS
CONSUMO CULTURAL Y REPRESENTACIÓN DE
IDENTIDADES JUVENILES
( Ponencia a ser presentada en el Congreso LASA 2001
celebrado en la ciudad de Washington DC del 6 al 8 de
septiembre del 2001)
Soc. Emilia Bermúdez
email [email protected]
BERMÚDEZ, Emilia. Consumo cultural y construcción de representaciones de
identidades juveniles. Universidad del Zulia, Facultad de Ciencias Económicas y
Sociales, Centro de Estudios Sociológicos y Antropológicos . Maracaibo, Venezuela.
RESÚMEN
En el presente trabajo se exponen algunos avances sobre la reflexión teórica que
estamos realizando en nuestra tesis doctoral titulada “Consumo Cultural y Construcción
de Representaciones de las Identidades de los Jóvenes en Maracaibo” inscrita dentro
del
programa
de
investigación
“Globalización,
Representaciones
Sociales
y
Transformaciones Sociopolíticas” de los estudios posdoctorales de la Universidad
Central de Venezuela que dirige el profesor Daniel Mato.
Esta ponencia se inicia con una introducción que ofrece una visión general y sintética
sobre algunos estudios acerca del consumo cultural, identidades colectivas y jóvenes.
Luego tomando en cuenta los objetivos de la investigación y apoyados en la revisión
bibliográfica se definen las categorías principales de nuestro estudio, para finalizar con
la descripción y una primera definición de algunos elementos a tomar en cuenta para
la construcción de los referentes empíricos en nuestra investigación.
Palabras Claves: Consumo, consumo cultural, representaciones, identidades, jóvenes.
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INTRODUCCION
Como lo expresa Daniel Mato (1999:57), en los actuales tiempos de globalización se ha
acrecentado “la trascendencia política de los procesos de construcción de identidades
en América Latina”. También, se ha abierto un debate mundial significativo acerca del
mercado y consumo de bienes simbólicos, de la construcción de un imaginario
globalizado y acerca de las nuevas maneras de articular lo propio o lo local (García
Canclini, 1999).
Ese proceso global que ha revalorizado el consumo como una práctica cultural, al
mismo tiempo, ha posibilitado que los estudios acerca del tema del consumo dejen de
ser materia exclusiva de los economistas y haya pasado a ocupar la atención de los
investigadores sociales y culturales. El consumo ha dejado de ser visto como un
proceso meramente económico y utilitario, para ser conceptualizado como un proceso
social que implica símbolos y signos culturales y un elemento importante en la
construcción simbólica de las identidades y diferencias individuales y colectivas
(Boccock, 1993; Bourdieu; 1990; 1998).
Los procesos de globalización y las nuevas maneras de ver el consumo se acompañan,
también, de formas distintas de abordar el estudio de los medios y los espacios de
consumo. Se abren nuevas polémicas e interrogantes acerca de cómo esos nuevos
procesos afectan la construcción de sentido de los sujetos sociales. (Feixa, 1998;
García Canclini 1995, 1999; Giddens, 1998; Harvey, 1998; Maffesoli, 1996; Martin
Barbero,1998; Ritzer, 2000). En ese contexto de crecientes procesos de globalización y
3
de nuevas maneras de construir las representaciones de las identidades, aunado al
ascenso de ideologías muticulturalistas y de transformaciones sociopolíticas implicadas
en el hecho de que los Estados-nación y las culturas nacionales esten perdiendo
importancia y poder frente a las redes globales (Mato, 1994) en América Latina las
preguntas acerca de ¿quiénes somos? y ¿qué queremos? han vuelto a tomar impulso
y a revivir el debate entre lo propio y lo ajeno.
Así, la literatura acerca de las identidades y las diferencias se enriquece desde la
década de los noventa en adelante, tal y como lo muestran las diferentes publicaciones
de intelectuales latinoamericanos como José Joaquín Brünner (1989, 1998), García
Canclini
(1990, 1995, 1999), Mato (1994, 1995, 1999), Calderón (1996),
Flores
Ballesteros (1997), Martín Barbero (1998), Pasquali (1991, 1998), Renato Ortiz (1998);
Valenzuela (1998, 1999) para citar sólo a algunos de los más conocidos.
Según Garcia Canclini no ocurre lo mismo con los estudios referidos al consumo como
práctica cultural y al “consumo cultural”. En un libro publicado en México y en el que el
autor citado compila distintos trabajos acerca del consumo cultural, se pregunta “¿A
qué se debe que el consumo cultural sea uno de los temas menos estudiados en
México y en América Latina? y plantea que lo poco que se ha escrito se basa en
aproximaciones intuitivas y en consecuencia carecemos de datos empíricos y de
reflexión teórica sobre ese tema. Según García Canclini, existen obstáculos políticos
institucionales y dificultades teóricas e ideológicas que tienen su origen en la confusión
que se ha dado entre el término “consumo cultural” y los términos de “consumismo” o
“sociedad de consumo”. (1993: 11-97). Confusión que no parece ser exclusiva de
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América Latina, sino también de la reflexión europea sobre el tema, tal y como lo
expresan Boccock (1993) y Slater (1998) y que además no es nueva, pues para
nosotros tiene su más clara expresión en los estudios sobre el consumo de los
mensajes mass-mediáticos desde los pensadores de Frankfurt, como por ejemplo,
Adorno, Marcuse y Horckeimer (1985) hasta los llamados estudios culturales ingleses y
norteamericanos.
Si bien el planteamiento de García Canclini no deja de tener cierta fundamentación
debido a que no existe una extensa cantidad de trabajos al respecto; en la actualidad
hemos encontrado una tendencia que habla del interés que el tema ha recobrado en
América Latina y que se evidencia en los estudios que sobre el consumo cultural
urbano realizan investigadores como Baggliolini y Urbatiel ( 1998) y Ana Wortman
(1999) en Argentina, German Muñoz (1998) en Colombia, Ana Luisa Carvalho (1999)
en Brasil, Castro y Pozo (1998) en México y
el Centro Gumilla (1998) y Tulio
Hernández (1999) en Venezuela. Lo que creo que aún no hemos superado, es que la
mayoría de los estudios citados construyen sus referentes a partir de el consumo de
productos de arte ó de la industria cultural denominados “culturales”; pero sobre este
aspecto
insistiremos
más adelante cuando trabajemos el concepto de consumo
cultural.
En lo que se refiere a los jóvenes o a la juventud, las posiciones conceptuales son muy
variadas, tanto por las diversas disciplinas desde las cuales los investigadores la
abordan (psicología, Sociología, Antropología, Criminología, Ciencias Políticas) como
por las diversas perspectivas que existen dentro de esta discusión. Además, según
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Martín Barbero (1998:23), en países como Colombia ( y esto es válido para la mayoría
de los países de América Latina, los jóvenes son vistos desde el paradigma de la
criminalización lo que imposibilita comprender “las transformaciones en las
sensibilidades” y el ”des-ordenamiento cultural”.
Asimismo, en el marco de desestructuración de las viejas identidades que se producen
a partir de los procesos de globalización cultural, los jóvenes son pensados como
grupos sometidos a la desidentidad y alineación, lo que también obstaculiza la mirada
hacia la complejidad y el espesor cultural del mundo de vida de los jóvenes y la
construcción de sus imaginarios.
En el caso de Venezuela y específicamente en la ciudad de Maracaibo, espacio al que
se circunscribe nuestro estudio de campo, la reflexión teórica y los estudios empíricos
acerca del consumo cultural, la construcción de identidades y los jóvenes son escasos.
Sin embargo, el diagnóstico que hasta ahora hemos realizado nos da
algunos trabajos
cuenta de
sobre las identidades de otros grupos sociales y culturales que
pueden servir de apoyo a esta investigación, tales como los trabajos
ya citados de
Daniel Mato y Antonio Pasquali y los trabajos de Alfredo Chacón (1975), Mosonyi
(1982), Iraida Vargas y Mario Sanoja (1993), Maritza Montero (1994, 1998), Briceño
Guerrero (1998) y Enrique Alí González Ordosgoitti (1991,1994, 1998) .
Respecto a los estudios sobre el consumo cultural en nuestro país predomina
el
estudio del consumo de productos de las llamadas “industrias culturales” . Este ocupa
la atención de algunas escuelas de comunicación y de algunos investigadores de la
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comunicación como el caso de
Marcelino Bisbal (1994) y Aguirre (1997).
Investigadores que además de su trabajo individual realizan,
junto a otros
investigadores en el Centro Gumilla, una tarea de seguimiento y publicación acerca de
los estudios sobre consumo de los medios de comunicación y electrónicos en nuestro
país y en otros países de Iberoamérica. El mismo Centro Gumilla publicó en 1998 un
trabajo sobre el consumo cultural del venezolano que se inscribe en esta misma línea
de investigación. Es necesario citar,
también,
en este inventario, el trabajo del
sociólogo Carlos Guzmán acerca de la ciudad como espacio y objeto de consumo
cultural (1998) y la creación que este mismo investigador ha hecho del sitio Web
llamado “Innovarium”, por medio del cual da a conocer datos y estudios acerca del
consumo y productos de las llamadas industrias culturales. Otro estudio de referencia
lo constituye el trabajo de Tulio Hernández (1999) acerca del consumo cultural del
venezolano y editado por la Fundación Polar.
Respecto a los jóvenes y en especial sobre estudios culturales acerca de los mismos,
la situación es, desde el punto de vista teórico, similar. Los estudios acerca de los
jóvenes son, en su mayoría, de carácter psicopedagógico ó dentro del paradigma de la
criminalidad. Fuera de las perspectivas citadas, sigue siendo obligatoria la referencia al
trabajo tipo ensayo de Bronfenmayer, Casanova y Zalcman (1989) en donde se tratan
diversos aspectos sociales acerca de la jóvenes venezolanos, el estudio de Castro y
Angulo (1990) sobre la juventud universitaria de los ochenta y otro de Castro , Rengifo
y Zamora (1994) sobre las asociaciones y participación de los jóvenes en Venezuela.
Un
trabajo mas reciente de Casanova (1995) sobre los valores de los jóvenes
venezolanos en las décadas de los setenta, ochenta y noventa y, por último, una
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referencia importante la constituye el informe de la Organización Internacional del
Trabajo acerca de las políticas de juventud en Venezuela. (1998). Llama la atención el
poco interés que desde el sector oficial y desde la academia tiene el tema de los
jóvenes, sobre todo porque Venezuela ha sido considerada por su estructura etaria y
generacional, como un país de población joven. Desde las políticas estatales no se ha
pasado de diseñar programas de capacitación manual o de crear instituciones
represivas para los jóvenes que delinquen.
El diagnóstico acerca de los estudios sobre el consumo cultural, las identidades y los
jóvenes en nuestro país, el contexto teórico de creciente discusión acerca de esos
conceptos inacabados y los objetivos de nuestra investigación nos obligan a precisar lo
que en nuestro trabajo vamos a entender por “consumo cultural”, representaciones e
identidades colectivas, jóvenes e identidades juveniles.
CONSUMO Y “CONSUMO CULTURAL”
El consumo constituye una categoría que, por sus orígenes, ha estado ligada a las
teorías económicas. Este ha sido considerado por mucho tiempo como un medio para
renovar la fuerza de trabajo para expandir el capital (García Canclini, 1993:25) o para
satisfacer necesidades. Sin embargo, a partir del desarrollo del capitalismo y el
incremento de la producción y el consumo en las sociedades modernas; el consumo ha
dejado de ser un proceso meramente económico para convertirse en un proceso
cultural (Slater,1997). En este sentido, Boccock (1993:13) plantea que el consumo en el
sistema del capitalismo occidental de finales del siglo XX puede verse como un proceso
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social que implica símbolos y signos culturales y no como un simple proceso
económico utilitario.
Desde la perspectiva de los autores citados, en las sociedades modernas, el consumo
es un proceso y una práctica cultural y, por lo tanto, no puede analizarse dejando de
lado la dimensión simbólica del mismo.
Para otros autores como el caso de Bourdieu (1998) el consumo puede interpretarse
como un conjunto de prácticas culturales que sirven para establecer distinciones
sociales y no un simple medio de expresar diferencias. En realidad, es el lugar donde
se construyen esas diferencias. Para Bourdieu el consumo comporta símbolos, signos,
ideas y valores y estas son el producto de los condicionamientos de clase y de loa
habitus, es decir, las estructuras mentales a través de los cuales aprehenden el mundo
social y orientan sus prácticas. (1996:134). Los habitus tienen papel central en la
configuración del gusto y de los diferentes sistemas clasificatorios que orientan las
prácticas de consumo. Las diferentes prácticas de consumo y los objetos de consumo
funcionan como signos distintivos y como símbolos de distinción.
Otro enfoque tiene que ver con el uso y gratificaciones que remite a la investigación
empírica sobre los medios de comunicación de masas y que viene desde los años 40
con Lazarsfeld (1942), Wolfe y Fiske (1949), Berelson (1949), Fromm (1941), Parker
(1961), Wright (1960) y otros (Elihukatz, Blummer y Guverith: 1994).
El consumo en la sociedad capitalista fue también conceptualizado por los pensadores
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de Frankfurt como un proceso de alineación y de reproducción ideológica del capital
(Adorno y Horkheimer: 1985).
Desde la antropología considero significativo, a efectos de este trabajo, los aportes de
Mary Douglas acerca del uso de los bienes. Para ella, las mercancías sirven para
“establecer y mantener relaciones” (Douglas,1990:75). Se trata de los significados
sociales de las mercancías. El consumo, como proceso simbólico también es visto por
Douglas, como un ritual, tal y como puede verse en sus análisis acerca de la música.
(Wuthnow y Hunter 1988).
En definitiva pudiéramos sostener que el consumo ha sido conceptualizado desde
diversas teorías como un proceso cultural. La pregunta que nos hacemos es ¿Qué es
entonces lo específico al consumo cultural?.
Según García Canclini “... es posible definir la particularidad del consumo cultural como
el conjunto de procesos de apropiación y uso de productos en los que el valor simbólico
prevalece sobre los valores de uso y de cambio o dónde al menos estos últimos se
configuran subordinados a la dimensión simbólica (1993:34). Desde la perspectiva de
los estudios de comunicación, Jesús Martín Barbero plantea que el consumo cultural
es; “la apropiación por parte de las audiencias de los productos y los equipamientos
culturales, las relaciones que establecen con ellos, las resignificaciones y las nuevas
asignaciones de sentido a los que someten, los motivos de su selección” (citado por
10
Marcelino Bisbal, 1999:37).Esto quiere decir según Marcelino Bisbal que el consumo
cultural involucra “... los usos sociales, la percepción/recepción, el reconocimiento
cultural...” (Bisbal, 1999:37).
Tomando en cuenta los aportes citados de García Canclini, Martín Barbero y Bourdieu
y dado el interés de este estudio de relacionar el consumo cultural a la construcción de
identidades y diferencias; propongo definir el consumo cultural, como un proceso en
el que los actores sociales se apropian y hacen circular los objetos atendiendo a su
valor simbólico y a través de este valor simbólico interactúan, resignifican y asignan
sentido a sus relaciones y construyen sus identidades y diferencias. En este sentido,
los objetos no son simplemente cosas materiales sino aquellos que utilizamos para
construir la percepción de otros y al mismo tiempo hacernos percibir por esos otros .
Es decir se trata de objetos culturales que como por ejemplo en el caso del lenguaje no
obedecen a una concreción material sino fundamentalmente a su naturaleza simbólica.
La atribución del valor simbólico se genera en la trama de relaciones intersubjetivas
entre los actores y de sus necesidades de reconocimiento y distinción.
Desde la perspectiva que proponemos el consumo no debe ser visto ni como una
actividad simplemente inducida por las industrias culturales de la publicidad, ni como el
consumo de objetos de arte, sino como un proceso a través del cual los sujetos
construyen las imágenes de si mismos y la que desean proyectar. Al mismo tiempo, en
el proceso de interacción social construye las representaciones de los otros.
Al desligarnos de las visiones del consumo cultural como consumo de objetos de arte y
11
de servicios culturales nos estamos separando, al mismo tiempo, de las definiciones
que asocian el consumo cultural a las llamadas necesidades culturales; puesto que lo
definimos como un proceso en el que predomina el valor simbólico que los actores
asignan a los objetos.
REPRESENTACIONES SOCIALES E IDENTIDADES COLECTIVAS
Tradicionalmente las identidades colectivas han sido definidas como el sentido de
pertenencia y reconocimiento que un individuo tiene respecto a su grupo, a una
colectividad, a su cultura (Montero y Baena 1995).
Por otra parte el concepto de identidades colectivas modernas, según Habermas
(1989) ha estado ligado desde finales del siglo XVIII a la aparición del nacionalismo en
Europa. Aparece la identidad nacional ligada a una herencia cultural en donde
lenguaje, literatura e historia coinciden con las representaciones del Estado y una
conciencia y cultura nacional.
También encontramos en la literatura, que a las identidades se les atribuye un origen
colectivo, independientemente que estas sean representaciones construidas por ciertos
actores (Mato, 1994) o sean el producto de experiencias sociales compartidas en el
mundo de vida (Estrada, 1995).
En definitiva, elaboración de tiempo histórico, certezas, construcción de comunidad,
espacio físico, comunicación cara a cara, experiencia de vida, afectos y valores, la
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formación de un nosotros y su alteridad constituirían lo que generalmente se ha
denominado como identidad (Bermúdez y Martínez: 1999: 53). Sin embargo en los
actuales tiempos de globalización y con el desarrollo de las nuevas tecnologías de
comunicación
los referentes con los que estábamos acostumbrados a definir las
identidades han cambiado sustanciales, puesto que, las representaciones de espacio,
tiempo, historia, futuro y comunidad han variado significativamente a partir de las
diferentes interconexiones que se dan en diferentes puntos del globo y el consecuente
debilitamiento
de
las ideas de territorio, patria, nación , memoria histórica y
comunicación cara a cara. (Bermúdez y Martinez, 1998). En definitiva los procesos de
globalización han llevado a complejizar enormemente el proceso de construcción de
identidades, en especial, porque la instrumentalidad mass mediática somete todas las
nociones a una reformulación a partir de la conexión entre los distintos puntos del globo
(Bermúdez y Martínez, 1999:53). El mundo parece transformarse en una gran red que
trastoca la percepción del tiempo, el espacio, la historia y el futuro.
En este contexto nos preguntamos ¿qué podemos entender por identidades en la era
de la globalización ?
Puntualizaremos retomando a Mato (1994:16-17) que las identidades y diferencias son
“representaciones socialmente construidas” y no legados heredados y que como
procesos de creación colectiva no están exentas de conflicto y disputas en la medida
en que las identidades se construyen a partir de la lucha entre diversos actores por
promover sus representaciones.
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Definidas como representaciones sociales las identidades deben ser pensadas como
“estructuras significantes” (Ibáñez,1988); porque tal y como lo sostiene el mismo Mato
las representaciones sociales son “enunciados verbales, imágenes, o cualquier otras
formulaciones sintéticas de sentido descriptibles y diferenciables, producidas por
actores sociales como formas de percepción o simbolización de aspectos claves de la
experiencia social”. (1998:153). En tanto condensación de significados que permiten
organizar la experiencia las representaciones orientan las prácticas de los actores y al
mismo tiempo son construidas por estos (Jodelet, 1988).
Como representaciones sociales las identidades son dinámicas y complejas y esto,
precisamente, es lo que encontramos a partir de los procesos culturales globalizados
porque, a partir de estos
procesos de globalización, los actores
movilizan
la
interculturalidad, las diferencias y la heterogeneidad (García Canclini: 1999:67).
También, los actores globales movilizan bienes materiales y simbólicos y a través de
ellos promueven un imaginario global que tiene una incidencia local inmediata debido a
los lazos de interdependencia que crean (Brunner, 1989). Pero al mismo tiempo, los
actores locales promueven sus propias representaciones y entre lo global y lo local
construyen y deconstruyen sus propias identidades (Mato 1995:28).
Creemos que esta perspectiva propuesta por Mato de examinar las identidades
como representaciones sociales es, teórica y metodológicamente pertinente, para
nuestro trabajo, en
la medida en que como el mismo autor lo sugiere “más que
“buscar” o “descubrir” identidades, lo fructífero desde el punto de vista de la
investigación, es situarse en el análisis del proceso de construcción de
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representaciones de identidades a partir del examen de las prácticas y discursos de
quienes las construyen” (Mato 1995:24).
En el análisis del cómo los actores construyen sus identidades y diferencias
es que proponemos estudiar la producción de representaciones de identidades
colectivas tomando en cuenta:
a) El contexto en que los actores elaboran sus representaciones de
identidades y las posiciones que ocupan dentro de la estructura de
poder simbólico.
b) Los procesos de comunicación que permiten la interacción entre los
actores y las prácticas simbólicas que establecen.
c) Los objetos a través de los cuales los actores construyen las
representaciones de sus identidades y al mismo tiempo los
transforman
en
objetos
de
conocimiento,
interpretación
y
orientación de sus prácticas.
¿QUÉ SIGNIFICA JÓVENES?
Intentar una conceptualización de jóvenes resulta bastante complicada debido a la
multiplicidad de criterios que se han invocado para definirlos.
En algunos casos se relaciona la condición de joven a la edad. Este es quizás el
criterio más usado puesto que, como dato estadístico y demográfico, permite demarcar
con mayor facilidad la población en estudio. Sin embargo, este criterio ha resultado
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insuficiente porque al estar referido únicamente a la condición biológica deja de lado
los determinantes sociales de su constitución como, por ejemplo, la llamada “moratoria
social”1 (Margulis y Urresti; 1998.3 ).
Otro criterio, también muy usado, para definir joven es a partir de las diferencias
generacionales, tal y como es el caso de Mead (1977) quien lo usa para estudiar los
procesos de socialización e identidades culturales de los jóvenes en diversos tipos de
culturas (posfigurativa, cofigurativa o prefigurativa) ó los llamados estudios culturales
de la escuela de Birmigham que se refieren a la generación “X”. (Epstein, 1999:3)2.
Según el investigador español Martín Criado (1998) el origen de la corriente que teoriza
la sociedad en términos de generaciones se encuentra en los trabajos de Mannheim y
Ortega y Gasset .
Bajo la influencia de la Escuela de Chicago, los jóvenes han sido definidos como una
subcultura ( Martín Criado 1998; Miles, 2000). Este concepto ha sido dominante en los
estudios sobre delincuencia juvenil que se realizan en disciplinas como la criminología
y la sociología y en los estudios sobre “bandas” o “tribus”.
Otras visiones, son aquellas construidas en las sociedades modernas actuales a partir
del consumo masivo de productos e imágenes de belleza y que refieren la juventud a
una condición del cuerpo (Margulis y Urresti, 1998:14-16).También en nuestras
1
Con el término “Moratoria social”, Margulis y Urresti se refieren al período de permisividad y
privilegios de que gozan algunos jóvenes, principalmente de sectores sociales acomodados, en la
sociedad actual antes de asumir las responsabilidades laborales y de conformación de una familia.
Se refiere a la etapa que media entre la madurez biológica y la madurez social.(1998:5).
2
En Venezuela este criterio ha sido usado por Casanova(1995) y por Gregorio Castro (1994) para
establecer comparaciones entre los valores de los jóvenes venezolanos en distintas épocas.
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sociedades actuales se construyen representaciones acerca de los jóvenes basados en
criterios morales y que se expresan en la frase “sin valores”, sin percatarnos de las
transformaciones de los valores y de la construcción de representaciones que desde el
mundo adulto hacemos de los jóvenes.
Tratando
de evitar los sesgos que conllevan los diversos enfoques citados, y
entendiendo como lo expresan Margulis y Urresti (1998:3) que “Hay distintas maneras
de ser joven y que “juventud” es un significante complejo que lleva a procesar
socialmente la condición de edad, tomando en cuenta la diferenciación social, la
inserción en la familia y en otras instituciones, al género, el barrio, a la microcultura
grupal”; definiremos a los jóvenes como “actores sociales” (Martín Barbero, 1998)
capaces de participar activamente en la construcción de las representaciones de sus
identidades y promoverlas. Retomando los criterios de Laverde y Valderrama (1998)
para nosotros los jóvenes son “poseedores de saberes, de lógicas, de éticas, de
estéticas y de sensibilidades propias y diversas, condicionadas por razones de clase,
de género y de procedencia regional y étnica”. También están condicionadas, como
expusimos con anterioridad, por las representaciones que otros actores construyen
sobre ellos y por el contexto social global.
Las definiciones de Martín Barbero, de Margulis y Urresti y de Laverde y Valderrama
nos permite superar, en este estudio, los riesgos de reducir a los jóvenes a un dato
estadístico y centrarnos en la condición de actor social con sus propias lógicas de
construcción, diferenciación y movilidad de sus referencias identitarias y de sus
prácticas culturales.
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CONSUMO CULTURAL E IDENTIDADES JUVENILES
Cuando hablamos de identidades juveniles no podemos perder de vista que, como
cualquier otro tipo de identidades colectivas, nos estamos refiriendo; primero a las
representaciones que los jóvenes construyen sobre si mismos y sobre los otros. Esto
es, al principio de diferenciación que encierran las expresiones de contraposición;
nosotros/ellos y a la validez consensual que supone la condensación de una imagen de
reconocimiento e integración al grupo y segundo,
a lo que Valenzuela (1999:3)
denomina las dimensiones relacionales y situacionales que permiten hablar del cómo
los jóvenes construyen sus identidades más allá de sus fronteras como grupo, esto es
en relación con el contexto social global.
Los principios de identidad y diferenciación se construyen sobre la base de múltiples
elementos, pero la centralidad de los condicionantes depende de la dinámica social. En
las sociedades modernas actuales las identidades ya no se construyen con base a los
referentes tradicionales de tiempo cronológico y memoria histórica, espacio territorial
delimitado y experiencias de vida como comunidad (Bermúdez y Martinez 1999). Los
crecientes procesos de globalización que impulsan los actores globales y la revolución
social que ha acompañado el desarrollo cada vez mayor de las llamadas nuevas
tecnologías, implica también un redimensionamiento en la manera como se configuran
las identidades y diferencias. En este contexto, los jóvenes construyen sus
experiencias de vida , cada vez más, a partir del consumo de símbolos culturales
globales provenientes de diversos lugares y sometidos a una fugaz permanencia.
Estamos, como lo expresa
Martín Barbero al referirse a los jóvenes ante “nuevos
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modos de percibir y narrar la identidad, y de la conformación de identidades con
temporalidades menos largas, más precarias pero también más flexibles, capaces de
amalgamar, de hacer convivir en el mismo sujeto, ingredientes de universos culturales
muy diversos”(2000:4). En este proceso el valor simbólico de los objetos se convierte
en el principal elemento de identificación. No se trata del mero consumo masivo de
objetos y símbolos, sino de nuevas formas de construcción simbólica de la sociedad y
de construir sus identidades como jóvenes. Es decir, estamos refiriéndonos a las
distintas maneras como los jóvenes construyen sus representaciones del “ser joven” y
de los símbolos, prácticas y espacios de consumo, a través de las cuales las
construyen.
ALGUNOS CRITERIOS INICIALES PARA ACERCARNOS AL ESTUDIO DEL
CONSUMO CULTURAL Y LAS IDENTIDADES DE LOS JÓVENES EN MARACAIBO.
Dado los escasos estudios en nuestro país acerca del consumo cultural y las
identidades juveniles esta investigación tendrá un carácter exploratorio. Pero, al mismo
tiempo, dado sus objetivos (describir para explicar el cómo a partir del consumo cultural
los jóvenes construyen las representaciones de sus identidades y diferencias) será
descriptiva y explicativa.
Es importante aclarar que cuando nos referimos al carácter descriptivo y explicativo de
nuestra investigación, no nos estamos remitiendo a lo que, generalmente se define en
los libros de metodología de la investigación. Es decir, a buscar propiedades del
fenómeno y medir dimensiones o componentes de ese fenómeno (Sampieri y otros;
19
1998:60) ni a establecer relaciones y explicar por qué una o más variables se
relacionan (correlación de variables).
Cuando decimos descriptiva y explicativa nos referimos a dos momentos de la
investigación guiada por sus objetivos describimos y a partir de allí hacemos un análisis
para ofrecer explicaciones sin intentar cuantificar cosas.
Partiendo del marco teórico y de la naturaleza de nuestra investigación recurriremos
principalmente a procedimientos etnográficos como la observación participante y las
entrevistas en profundidad y siguiendo la perspectiva metodológica propuesta por
Mato(1994, 1995), García Canclini (1999) y Martín Barbero(2000) para estudiar las
identidades como “narraciones”; el relato será la unidad de análisis.
Para afinar la guía de observación y establecer preguntas para las entrevistas se
fijaron algunos criterios iniciales tales como el espacio, la moda, la música, los idolos, la
jerga y la estética.
El espacio. En Maracaibo como en la mayoria de los
espacios urbanos en las
sociedades actuales, se observa una tendencia creciente de los jóvenes a apropiarse
de nuevos espacios culturales, como los malls, para convertirlos en lugares de
encuentro e intercambio y consumo simbólico.
Pareciera estarse configurando un
nuevo mapa de la ciudad expresado en esos lugares y en las prácticas culturales que
los jóvenes realizan en ellos, así como en la diferenciación que establecen de esos
sitios y que verbalizan con el calificativo de sitios “güirchos” o sitios “cool”.
20
Así, los espacios parecen convertirse en un criterio de diferenciación, lo que ha atraído
nuestra atención y ha abierto interrogantes y búsquedas en nuestras investigación.
Estas interrogantes son: ¿Sobre qué criterios, los jóvenes definen sus espacios y los de
los otros?
¿Existe algún criterio de diferenciación social a partir de la propia
distribución espacial de la ciudad?.
Tres “Malls” constituyen los sitios principales de encuentro de los jóvenes
en
Maracaibo: “Lago Mall”, “Doral Center Mall” y “Galeria Mall”. Es de destacar que los
dos primeros se encuentran ubicados en la Zona en que habitan sectores sociales de
condición socioeconómica alta y media alta de la ciudad, mientras que el tercero se
ubica en la zona oeste en donde residen principalmente sectores medios bajos y
sectores populares. Este dato es bien interesante puesto que aunque los tres “malls”
tienen características similares en cuanto a los diferentes servicios que ofrecen, los
propios jóvenes establecen diferenciaciones entre ellos a partir de quienes asisten a
uno u otro “mall”. Es lo que expresan cuando establecen distinciones entre sitios “cool”
(chévere, bien, distinguido) y sitios “güirchos” (salado). Así los espacios dejan de ser
para estos jóvenes “objetos de consumo cultural” y de construcción
de
representaciones y de distinciones entre ellos.
Por otra parte los “malls” parecen convertirse en los lugares predilectos de su
sociabilidad. Los motivos de sus encuentros son sociales. Según Paola (16 años) se
encuentran para:
“Pasar un rato juntos fuera del colegio, “bucear” y salir del fastidio del apartamento” ¿
21
De qué hablan? “¡Ah! De nada. Criticamos las maneras de vestirse, si un chamo esta
bueno y así...”
En los “malls” los jóvenes establecen itinerarios que asumen
prácticamente la forma de rituales. Se trata de recorridos similares todos los fines de
semana.
Esto es lo que se expresa Kelly ( 15 años) cuando nos dice:
“Todos vamos al cine a ver una película, generalmente de acción o de terror. A nadie
le gustan las lloronas. Luego vemos las tiendas, vamos a Mac Donalds ó a cualquier
otro sitio de la feria y seguimos caminando hasta que nos vamos”.Se mueven en
grupos grandes o pequeños, todo depende de la convocatoria que previamente se han
hecho por teléfono ó en el colegio.
La moda : (Los jóvenes se refieren al look ó la facha). Con este término se recogen las
maneras de vestirse, de peinarse, los colguijos, los accesorios, las marcas. La moda es
un elemento sumamente importante en la definición que los jóvenes establecen de su
identidad como grupo y su diferenciación, tanto con otros grupos de jóvenes como con
los adultos. Los jóvenes que encontramos en los malls viven un intenso intercambio
simbólico a partir de objetos y marcas. Las franelas de los muchachos (en su mayoria
negras) y las gorras llevan visible la marca: Nick, Tommy, Quick Silver, Banana
Republic. “Lo máximo” dice Silvia (14 años). El pelo engominado ( tipo Ricky Martín ó lo
que ellos denominan fashión). Algunos usan “piercings” muy discretos en las orejas.
Como lo expresan Angélica y Vanessa, en una entrevista para una revista dominical
de un periódico, “Un “piercing” en el ombligo. ¡Ay! ese es homosexual”.
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Las muchachas en su mayoría usan sandalias, también portan la marca de su ropa de
manera visible, el pelo suelto, muchas pulseras, maquillaje de color gris, rosado y azul.
No falta la cartera en forma de morral ó
de mano pequeña. Dentro de esta el
monedero de Kitty, Pochacco, Badtz Marú ó las Chicas Superpoderosas. Tanto en
muchachas como en muchachos no falta el celular como símbolo de prestigio.
Los ídolos: Este criterio de clasificación remite a las figuras que ambos grupos emulan
como imagen de su representación del ser joven. Generalmente en ambos grupos de
jóvenes están relacionados con los grupos de música ó sus cantantes favoritos.
La jerga: Este aspecto remite al repertorio de palabras que usan para comunicarse
entre ellos y que los distingue de otros grupos y de los adultos. Es interesante resaltar
que por ejemplo el témino “güircho” es aparentemente usado sólo en Maracaibo. Según
Ivan (18años) ellos no saben de dónde viene la palabra y me dice “parece que viene de
witch , bruja en inglés. Los caraqueños no la usan, es más ni siquiera la conocen”.Otro
ejemplo es “gallo” que significa feo ó fea.
La estética corporal. El cuerpo es un elemento importante en la construcción de las
identidades de estos jóvenes. Ser joven pasa también por ellos por compartir valores
acerca de la belleza corporal y está estrechamente relacionada con el “look” y con los
ídolos a través de los cuales construyen su autoimagen y la imagen que desean
proyectar a los otros.
B IB LIOGR AFÍA
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