El Conocimiento Objetivo: La Crisis del Mecanicismo

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Universidad Nacional Abierta
Dirección de Investigaciones y Postgrado
Maestría en Educación Abierta y a Distancia
Unidad Curricular: Filosofía de las Ciencias
PARTE I
EL CONOCIMIENTO
OBJETIVO: LA CRISIS
DEL MACANICISMO
Ortiz, J. R. (1990). La Lógica del
caos. Caracas: Universidad Nacional
Abierta
(Compilación con fines instruccionales)
JOSÉ RAMÓN ORTIZ
I
EL CONOCIMIENTO OBJETIVO:
La Crisis del Macanicismo∗
∗
Un extracto de este ensayo fue publicado en la Revista Imagen Nº 100-16, marzo 1986
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LA LÓGICA DEL CAOS
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JOSÉ RAMÓN ORTIZ
LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD
“Debo crear mi propio sistema o ser esclavo del de otro hombre”
WILLIAM BLAKE
Si la búsqueda de la verdad, cualquier cosa que ésta sea no ha sido
la principal fuerza motora civilización, al menos como excusa ha
levantado mucho polvo; y el conocimiento de esa verdad ha sido el
pan de cada día de toda filosofía y la justificación final de todo poder.
Así ciencia, considerada como una estrategia Para indagar y explicar
el mundo, fundamenta su razón de ser en esa búsqueda ¿e la verdad,
esta vez con el viso de verdad objetiva y racional en contraposición a
la verdad subjetiva del místico.
Si aceptamos como axioma esta mentira a medias, podríamos
concluir que toda historia del conocimiento humano y en particular el
“conocimiento científico" ha sido un enfrentamiento entre el
dogmatismo y el escepticismo. Entre los dogmáticos que sostienen
que podemos encontrar la verdad y saber que la hemos hallado, bien
sea por el poder de nuestro intelecto o por la experiencia de nuestros
sentidos, y los escépticos que niegan la
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LA LÓGICA DEL CAOS
pretensión de todo dogma y sostienen que no podemos encontrar la
verdad absoluta o al menos que nunca podremos saber que la hemos
encontrado.
Como dudamos de la objetividad de quien escribe y creemos que
todos los principios son una excusa para justificar cualquier comienzo,
empezaremos poniendo las cartas sobre la mesa y si el lector
considera que hacemos trampa, por favor no hale del gatillo,
simplemente haga como sugiere nuestro héroe romántico William
Blake y construya su propio sistema, su propio paradigma, su propio
programa de investigación, en fin, su propio juego y juegue conmigo.
Todo empezó porque se me ocurrió leer a Wittgenstein demasiado
temprano, mucho antes de encontrarme "nel mezo del camin" de la
vida, y esas lecturas tempraneras le madruga a uno los sueños. Fue
así que mientras hojeaba la ópera prima y más popular de Ludwig
Wittgenstein, el Tractatus Lógico-Philosophicus, me asaltó desde
una de sus páginas la siguientes proposición: "Los límites de mi
lenguaje significan los límites de mi mundo”. La limitación lógica del
lenguaje limita lo puede ser expresado o pensado y en consecuencia
limita lo existente.
Eso fue un golpe bajo que me dejó pensando, y según Ortega y
Gasset pensar es una erección, lo cual aumentó mi amor por el
lenguaje y como un adolescente enamorado traté de acapararlo por
los extremos: la lógica y la poesía. A posteriori puedo decir la historia
en estos casos siempre es acomodaticia, que sin ponérmelo ése fue y
sigue siendo mi programa vital de investigación.
Después de confundirme superlativamente con la lectura del
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JOSÉ RAMÓN ORTIZ
Tractatus, para muestra un pensamiento: "lo que no podemos
pensar no podemos pensarlo; tampoco podemos, pues, decir lo que
no podemos pensar", y avanzando, así sin pensar, en el laberinto de
sus proposiciones, justamente al voltear la última página, encontré la
siguiente estocada: "Mis proposiciones son elucidaciones en el
siguiente sentido: cualquiera que me entienda eventualmente
reconoce que ellas no tienen sentido, cuando las ha usado como
peldaños para ascender más allá de ellas (es decir, debe arrojar la
escalera después de haber ascendido)" (Wittgenstein, 1974, Pág. 74).
De esta forma el Tractatus desaparecería metafóricamente de
entre mis manos, convirtiéndose en una especie de anti-libro, de libro
paradoja, utilizaba el lenguaje para expresar lo que el lenguaje no
podía expresar. Cada página del Tractatus decía: no te preocupes
por lo que digo, lo realmente importante es lo que dejo de decir.
A pesar de que Wittgenstein con el tiempo cambió la tesis del
Tractatus, realizando una especie de giro empirista, permutando la
relación entre la realidad y el lenguaje: "Los límites de mi mundo
significan los límites de mi lenguaje", es decir, nuestro lenguaje
depende de nuestra concepción del mundo. En lo personal no fue de
mucha ayuda, ya el mal estaba hecho: había empezado confundido y
terminaba confundido a un nivel superior. ¿Y la escalera? La había
arrojado. No había forma de bajar (al menos sin caerse).
Siguiendo mi programa como estudiante de Lógica y Matemáticas
en la Universidad de Sussex (Inglaterra) me tocó asistir a un curso
identificado como PPPS, explícitamente Principios y Perspectivas de las
Ciencias Físicas (Principies and Perspectives
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LA LÓGICA DEL CAOS
of Physical Science), donde el físico renegado Brian Easlea exponía las
ideas que más tarde dio a la luz en su libro: La Liberación Social y
los Objetivos de la Ciencia (Easlea. 1976) a una audiencia de
futuros científicos aún ingenuos creyentes de la invulnerabilidad del
método científico.
Brian Easlea, como el Flautista de Hamelín, nos condujo a través de
la historia de la ciencia, interpretando en su flauta romántica la
famosa partitura de Kuhn sobre la estructura de las revoluciones
científicas, demostrando que la música de las esferas no era tan
cristalina y pura como se creía y de vez en cuando desafinaba.
Siguiendo esquemáticamente el modelo kuhniano, podríamos
resumir, abusando de la simplicidad y la estructura sinfónica de los
tres movimientos, la historia de la ciencia hasta nuestros días, como la
historia de tres grandes paradigmas, comenzando con el hermoso y
duradero paradigma aristotélico, constituido por un mundo orgánico y
substancial, equilibrado por una sociedad de temperamentos donde la
tierra era el centro del universo finito dispuesto en esferas cristalinas
de movimiento eterno, cada astro en una esfera, con la esfera
correspondiente a la luna demarcando el mundo celestial y el mundo
terrenal, dos submundos completamente diferentes, llenos de
materias diferentes y gobernados por diferentes leyes. Un submundo
celestial y divino, inmutable y eterno y un submundo terrenal,
temporal y cambiable, de generación y corrupción, de nacimiento y
muerte.
Tanto la materia como el movimiento de las esferas celestiales eran
perfectos, todo el cambio de la tierra era causado y gobernado por el
movimiento uniforme de las esferas celestiales: por la región
divina. La física celeste gobernaba la física
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JOSÉ RAMÓN ORTIZ
terrenal, activada por una búsqueda de la "normalidad, por un
movimiento de lo potencial a 10 actual, de lo anormal a lo
normal. Una piedra caía porque buscaba la tierra, su lugar natural, la
piedra es tierra y busca la tierra, su movimiento se acelera por la
acentuación del vinculo afectivo de pertenencia; la rapidez del
movimiento aumenta a medida que el hijo-tierra se acerca a la madretierra, o usando la metáfora favorita de Aristóteles- "cual caballo que
galopa de regreso a su establo".
Después de dos milenios de vigencia', la concepción aristotélica del
mundo se viene abajo. La física aristotélica se hace metafísica,
pseudociencia, bajo los nuevos cánones del "paradigma mecanicista”
que incurre tras la revolución científica del sigo XXVII y que establece
la noción de ciencia que tenemos hoy en día.
Este paradigma inicia el nuevo ideal del conocimiento científico,
influido por la mecánica newtoriana y el sistema cosmológico
copernicano, que caracteriza la concepción mecanicista del universo
como un gran engranaje, articulado por una estructura determinista
de causa y efecto en un marco de referencia absoluto de espacio y
tiempo.
La mecánica newtoriana era una descripción del cambio, una
reorganización del caos en función del tiempo. La ciencia “f (t) = d”
había nacido. La idea de una fórmula matemática para describir un
sistema físico desplazada al dios supervisor de la conducta
temperamental del mundo aristotélico.
Usando el nuevo lenguaje matemático proporcionado por el cálculo
infinitesimal, un lenguaje apropiado para representar los fenómenos
susceptibles de un cambio continuo, un científico podría predecir la
conducta futura del universo así como su
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LA LÓGICA DEL CAOS
comportamiento pasado, arribando de esta forma a un modelo
dinámico y determinista.
Como la extensión y el movimiento eran expresables
matemáticamente, se infería que todo fenómeno natural podría ser
descrito matemáticamente, por lo cual a partir de la extensión y el
movimiento se podría construir el universo. Más precisamente,
suponiendo conocidas la posición (condiciones iniciales) y movimiento
de todas las partículas materiales y, suponiendo conocidas las leyes
que gobiernan las fuerzas entre estas partículas, entonces podríamos
calcular (describir) la historia completa del universo.
La figuración aristotélica del cosmos como una sociedad de
temperamentos divinos y humanos, de coexistencia armónica, daba
paso a un mundo inanimado y mecánico, el mundo como un gran
mecanismo de relojería, donde, si el espíritu religioso lo requería, se
podía introducir a dios como relojero o simplemente como un buen
matemático. Esta transición de un mundo estático de naturaleza
orgánica y temperamental a un mundo material y dinámico, y de un
hombre que buscaba la esencia de las cosas a un hombre que aspira
controlar la naturaleza, puede verse como una consecuencia de la
articulación del mismo paradigma mecanicista y su concepto de
evolución temporal.
Esa concepción mecanicista del universo, consiste principalmente en
una matematización del fenómeno natural y da origen al ideal de la
representación del mundo por medio de un sistema formal completo y
cerrado, un sistema axiomatizado y formalizado por un cálculo
deductivo. Como concluye Dijksterhuis en su libro The
Mechanization of the World Picture: “La mecanización de la
visión del mundo (world picture) durante la
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JOSÉ RAMÓN ORTIZ
transición de la ciencia antigua a la ciencia clásica significa la
introducción de una descripción de la naturaleza con la ayuda de los
conceptos matemáticos de la mecánica clásica” (Dijksterhuis, 1969,
pág. 501).
Mientras el paradigma o programa aristotélico se orientaba hacia la
búsqueda de la sustancia, de la naturaleza verdadera de las cosas, el
programa mecanicista se orienta hacia la búsqueda del
funcionamiento de la naturaleza. Esto significa un rompimiento
epistemológico, un salto cuántico en la concepción del mundo, un
cambio entre el “pensamiento sustancial” aristotélico y el
“pensamiento funcional” que caracteriza el paradigma mecanicista,
que desea saber cómo funciona esa gran maquinaria del universo, con
el fin de estructurar ese funcionamiento y de esta forma controlar el
mecanismo de la naturaleza.
Después de casi dos siglos de feliz articulación del paradigma
mecanicista, en el cual la mecánica newtoniana había adquirido el
estatus antipático de mecánica clásica, una serie de anomalías
empezaron a desajustar aquel gran mecanismo de relojería. En 1905
un empleado de la Oficina Suiza de Patentes de Berna, publica en la
revista alemana Annalen der Phisik un artículo titulado “Sobre la
Electrodinámica de los Cuerpos en Movimiento”, refiriéndose en él a
un aspecto de las ecuaciones de Maxwell que, según su autor, el
señor Albert Einstein, le parecía carente de atractivo estético. Dicho
artículo comenzaba: “Sabido es que al aplicar la electrodinámica de
Maxwell – tal como se suele entender hoy en día – a cuerpos en
movimiento, aquella conduce a ciertas “asimetrías” que no parecen
ser inherentes a los fenómenos”. Y más adelante señalaba; “Ni los
fenómenos de la electrodinámica ni los de la mecánica poseen
propiedades que se
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LA LÓGICA DEL CAOS
correspondan con la idea de reposo absoluto”. (Easlea, 1976,
pág. 95).
La insatisfacción de Einstein con el paradigma mecanicista,
pareciera ser en principio por razones estéticas formales, por carencia
de belleza matemática y sólo en segundo lugar por razones
experimentales. De cualquier manera, este artículo traía como
consecuencia el principio del derrumbamiento del marco de referencia
absoluto de tiempo y espacio, el cual formaba parte del núcleo duro
del programa de investigación mecanicista y, comenzaba la
articulación de un nuevo paradigma que denominaremos “relativista –
cuántico”. Sin pretenderlo, el artículo de Einsterin servía de
detonador a la más grande revolución científica que se conoce hasta
el día de hoy y cuyos principales protagonistas han sido las teorías
general y especial de la relatividad y la teoría cuántica.
Según la teoría de la relatividad, el tiempo y el espacio dejaban de
ser absolutos; se perdían así los parámetros esenciales de la
representación mecanicista. La masa física perdía su valor absoluto e
intercambiaba su naturaleza al transformarse en energía. La luz no
viajaba en línea recta, ser curvaba por efecto de los inmensos campos
de fuerza dispersos en un espacio que requería una representación en
cuatro dimensiones.
Por su parte, la teoría cuántica rompía la relación temporal de la
causa y el efecto. El principio de incertidumbre demostraba
racionalmente la imposibilidad de un mundo determinista y la dualidad
partícula – onda resquebrajaba la realidad sólida y “cosística” del
mundo mecanicista.
Llegando a esta pasión, Brian Easlea recurría al corazón, por que la
razón demostraba que todo paradigma se constituía para ser
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JOSÉ RAMÓN ORTIZ
superado. La partitura de la más alta factura positivista para
interpretar el desarrollo de la ciencia, producía disonancias históricas
que rompían la pretendida armonía establecida en la partitura. La
ciencia no progresaba continua y acumulativamente sino que sufría
discontinuidades,
cambios
cuánticos,
revoluciones,
que
reestructuraban todo el conocimiento científico anterior. Así que
después de parodiar al gato de Schrodinger con una vaca mal
dibujada en el pizarrón, Brian, con estoicismo histriónico, se declaraba
románticamente partidario del paradigma aristotélico, porque lo
entendía de corazón y tomando la tiza en su mano la dejaba caer
reafirmado: “la tiza es tierra y va a la tierra”, y llevando su mano al
corazón retaba a la audiencia: “¿Quién está en desacuerdo?”
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LA LÓGICA DEL CAOS
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JOSÉ RAMÓN ORTIZ
EL IDEAL POSITIVISTA
“Admitir la aparición de cualquier fenómeno que no
sea consecuencia lógica de los fenómenos
antecedentes inmediatos, según esas reglas
definidas, descubiertas o no, a las que denominamos
“leyes de la naturaleza”, sería un acto de
autodestrucción por parte de la ciencia”.
T. H. HUXLEY
EL
axioma fundamental de la ciencia positivista afirmaba que no
existe, ni ha existido, ni existirá desorden alguno de la naturaleza, ya
que, como apuntara T. H. Huxley a finales del siglo XIX: “Admitir la
aparición de cualquier fenómeno que no sea consecuencia lógica de
los fenómenos antecedentes inmediatos según esas reglas definidas,
descubiertas o no, a las que denominamos “leyes de la naturaleza”,
sería un acto de autodestrucción por parte de la ciencia” (Easlea,
1977 pág. 114). O como lo expresaran un poco más tarde el mismo
Einstein e Infeld: “Sin la creencia de que es posible asir la realidad
con nuestras construcciones teóricas, sin la creencia en la armonía de
nuestro mundo, no podría existir la ciencia”. (Easlea, 1977,
pág. 118).
El ideal positivista de la ciencia, principal sustento del paradigma
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LA LÓGICA DEL CAOS
mecanicista, partía del axioma fundamental de que el mundo era
susceptible de una explicación lógica, coherente y completa. Aunque
no conozcamos las leyes del universo, no podemos inferir que éstas
no existen. El modelo de causa y efecto supone que todo efecto es
producido por una causa, por lo tanto, según este ideal positivista,
cualquier efecto del mundo, cualquier fenómeno, cualquier problema
que estuviese bien planteado debería tener una respuesta, tan solo
bastaba buscar las causas ocultas, revelar lo inmanente, sacar a flote
la realidad del mundo, depurar la pregunta hasta que la respuesta
fuera cónsona.
Sin embargo, si aceptamos literalmente las consecuencias del
paradigma actual del programa de investigación relativista-cuántico,
llegamos a la conclusión de que el mundo de nuestra experiencia, de
nuestra percepción, no es el único mundo posible; junto a éste
coexisten un número infinito de posibles mundos, no sólo contendores
con posibilidad de realidad sino que, en cierta forma, están
relacionados e interactúan con el mundo percibido como realidad. La
realidad es, simplemente, el orden aceptado por consenso.
El espacio y el tiempo pueden cambiar su forma y extensión de
manera aleatoria y no controlable e, independientemente de lo que
experimentemos mentalmente, el tiempo no existe, ni existe pasado
ni presente ni futuro. Lo cual rompe la concepción evolucionista del
paradigma mecanicista y el ideal de la ciencia como una
representación objetiva del mundo “exterior”. La realidad parece
haberse derrumbado para ser reemplazada por algo tan extraño y
revolucionario que sus consecuencias aún no han sido completamente
encaradas, no sólo por el público en
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JOSÉ RAMÓN ORTIZ
general sino por los mismos científicos protagonistas de esta
revolución.
Para describir y explicar la realidad bajo el influjo mecanicista, el
positivismo recurre a la representación formal de dicha realidad. Si la
realidad es racional, sujeta a reglas, a leyes naturales invariables,
entonces un sistema formal podría atrapar el mecanismo del universo.
De esta forma el ideal positivista requería una teoría de la verdad
que identificara el sistema formal con el mundo. Necesitaba
establecer la correspondencia entre el mundo físico de los objetos
materiales y el modelo formal de signos y símbolos. Debía construir
un puente entre la consistencia del sistema formal y la supuesta
coherencia de la realidad.
Así, los positivistas lógicos del Círculo de Viena hacen a la teoría de
la verificación la base de su filosofía: “El sentido o significación de una
proposición es el método de su verificación”. Es decir, debemos
establecer por qué métodos intersubjetivos las proporciones
significativas (aquellas proposiciones con contenido empírico) podrían
ser verificables.
Es por ello que las filosofías empiristas de la ciencia, desde los
empiristas lógicos hasta el inductivismo lógico de Carnap y el
falsacionismo de Popper, tratan de ratificar este ideal positivista que
evolucionó del crudo inductivismo a realzar la necesidad lógica del
mecanismo, el lenguaje formal que impone la dualidad de la verdad
en el sistema y que induce la dualidad en la naturaleza, demarcando
lo que es y lo que no es, lo verdadero y lo falso. Después de observar
muchos gatos de color pardo durante la noche podemos concluir que
“Durante la noche todos los gatos son pardos”. Esto quiere significar
que debe haber alguna
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LA LÓGICA DEL CAOS
necesidad lógica en la naturaleza para que de noche todos los gatos
sean pardos. Lo cual nos garantizaría una ley universal: “De noche
todos los gatos son pardos”. Y a partir de ella podríamos predecir que
el gato que se cruzará mañana en la noche en nuestro camino va a
ser indudablemente de color pardo.
Pero cómo justificar racionalmente esta garantía inductiva, cómo
podemos pasar de lo finito, de la observación de un número n de
gatos nocturnos, a una ley que sintetiza la propiedad que tienen los
gatos de hacerse pardos durante la noche. Esta ley nos acota la
experiencia y cierra la posibilidad de la aparición, en cualquier noche
futura, de un gato azul o amarillo. ¿Cómo garantizar este paso al
infinito? ¿Cómo pasar de una observación parcial a una conclusión
total?
Rudolph Carnap pretende romper la dicotomía verdadero-falso,
tratando de unir los dos extremos con un continuo, construyendo una
lógica inductiva basada en el cálculo de probabilidades. Si no
podemos estar en un ciento por ciento seguros de la verdad, al menos
podemos aproximarnos a la verdad; así lo verdadero daba paso a los
probablemente verdadero. A mayor número de observaciones del
fenómeno, bajo la mayor variedad de condiciones, mayor probabilidad
de verdad de la generalización inductiva. De esta manera, la verdad
se presentaba como una operación límite en la realidad. Verificar da
paso a confirmar o corroborar: confirmar es mostrar una o más
observaciones que harían crecer o decrecer la probabilidad de verdad
o falsedad de una proposición universal pero sin establecer
definitivamente su verdad o falsedad. Cuando mayor sea el número
de gatos pardos que observemos durante diferentes noches, en
diferentes sitios del planeta, bajo diferentes condiciones atmosféricas,
16
JOSÉ RAMÓN ORTIZ
etc., mayor será la probabilidad de que “durante la noche todos los
gatos sean pardos”.
La concepción probabilística, y en última instancia la lógica inductiva
de Carnap. sucumben ante el hecho que "lo que probablemente
ocurrirá" no es una aproximación (continua) de lo que ocurrirá con
certeza. Es decir, la predicción probabilística no se aproxima a una
predicción veritativa; los dos métodos son divergentes y de ninguna
manera convergen.
Por su parte, la escuela de Popper transforma la teoría de
verificabilidad en una teoría de refutabilidad, evitando así el problema
de justificar la inducción. No podemos realizar un número infinito de
experimentos para verificar una ley universal, pero sí podemos refutar
una ley universal a partir de una proposición sobre un
particular. Supongamos nuestra proposición universal: "De noche
todos los gatos son pardos" y consideremos la proposición: "Un gato
que no era pardo, fue observado en el lugar X, durante la
noche". Entonces lógicamente podemos concluir que nuestra
proposición universal era falsa:
"De noche no todos los gatos son pardos".
Así el ideal positivista lleva a Popper a construir un modelo
hipotético deductivo de la ciencia, una ciencia de la ciencia, donde las
teorías son construidas como conjeturas especulativas para resolver
problemas. Donde las hipótesis se van corroborando o refutando de
acuerdo a su correspondencia con los hechos, a su continuo contraste
a través del experimento. Esta correspondencia con los hechos, este
contraste de la teoría con la realidad, esta depuración de las teorías
científicas al ser contrastadas con los hechos garantiza, según Popper,
el progreso de la ciencia hacia la verdad.
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LA LÓGICA DEL CAOS
De acuerdo con la teoría de verdad por correspondencia, una
proposición es verdadera si y sólo si se "corresponde” con los
hechos. Por ejemplo, la proposición "Ese gato es pardo”, es
verdadera si el gato a que se hace referencia es de color
pardo. Cualquier teoría de verdad involucra mucho más que esto
pero esta propiedad de correspondencia con lo hechos debe ser
satisfecha por cualquier definición de "verdad".
Esta relación o correspondencia a la manera tarskiana (Tarski,
1956), es válida cuando comparamos lenguajes formales; no tiene el
mismo sentido cuando relacionamos una proposición con un objeto
material o con un fenómeno natural. Además, la teoría de verdad de
Tarski presupone un isomorfismo entre dos totalidades bien definidas:
el lenguaje y el mundo. Las proposiciones pueden ser comparadas
con proposiciones pero no realidad inexpresable.
El problema principal de la verdad es que ésta es creación humana,
el mundo no es falso ni verdadero, el mundo es. Como señalara
T. Hobbes en el Leviatán a mitad del siglo XVIII: "Porque verdad y
falsedad son atributos del lenguaje cosas. Y donde no hay lenguaje
no hay tampoco verdad ni falsedad". La lógica no dice nada de la
verdad, tan sólo estudia el buen tráfago de la verdad por los canales
deductivo.
Un sistema formal es un juego simbólico con reglas explícitas que
evitan toda ambigüedad, donde a partir de un conjunto de
proposiciones que constituyen los axiomas del sistema, se derivan
teoremas de acuerdo a reglas fijas de deducción. Esta orientación
formalista también es decisiva en la fundamentación de la matemática
a la de la matemática y, así vemos que B. Russell pretende reducir la
matemática a la lógica, a un lenguaje formal puro, y Hilbert
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JOSÉ RAMÓN ORTIZ
(Heijenoot, 1977) construye una metamatemática como una sintaxis
del lenguaje matemático.
Este programa formalista, basado en la construcción de lenguajes
formales para describir e interpretar la estructura de las teorías
científicas y matemáticas, ha producido resultados con consecuencias
impresionantes desde el punto de vista limitativo. Así, el ideal de
completitud del formalismo en función de la coherencia interna del
sistema, es decir, de su consistencia, fue socavado por Kurt Gödel
(Gödel, 1981) en 1931. Una teoría axiomática formal es consistente si
está exenta de la posibilidad de que alguna proposición p junto con su
negación no-p sean deducibles como teoremas, es decir, probadas a
partir de los axiomas y por medio de las reglas de inferencia
explícitamente postuladas por la teoría. Esto impide la producción de
contradicciones dentro del sistema. El teorema de incompletidud de
Gödel prueba que en un sistema formal consistente (que incluya la
aritmética) existen proposiciones que no son ni verdaderas ni falsas,
es decir, el sistema formal produce teoremas que no pueden ser
probados en el sistema (una proposición tal, que ni ella ni su negación
pueden ser probadas en el sistema).
Como consecuencia de este teorema tenemos la imposibilidad de
construir una teoría axiomática completa del conjunto de toda la
Matemática.
La prueba de Gödel utiliza la capacidad recursiva de todo lenguaje,
la propiedad de auto-referencia, la propiedad que tiene todo lenguaje
de hablar de sí mismo, de hablar del habla. Esta propiedad de autoreferencia inherente a todo lenguaje, y cuyas consecuencias explota
Gödel en su prueba, es también la causa de la mayoría de las
paradojas, desde la antigua paradoja de
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LA LÓGICA DEL CAOS
Epiménides conocida como la paradoja del mentiroso: "Epiménides el
cretense dijo: Todos los cretenses son mentirosos”. Hasta las
paradojas de Cantor y Russell surgidas de la teoría axiomática de
conjuntos-, la de éste último popularizada por el barbero de un pueblo
que solo afeitaba a los habitantes del pueblo que no se afeitaban a si
mismos. Entonces ¿Quién afeitaba al barbero? O más crudamente:
"Esta proposición es falsa Si la proposición es verdadera, ésta es falsa,
y si es falsa la proposición es verdadera. En general cuando estas
paradojas son interpretadas apropiadamente en un sistema orinal
consiste, siempre producen resultados de incompletitud, es decir,
resultados limitativos que nos indican que el lenguaje formal es
incapaz de hacer ciertas cosas, tales como probar todas sus
proposiciones verdaderas o formular su propia semántica su propia
interpretación, es decir, no puede construir proposiciones que
cuestionen su propia verdad, sin caer en inconsistencias.
Utilizando argumentos parecidos, Alfred Tarski demostró en 1931 lo
cual sirve para resumir todo lo dicho anteriormente, que dentro de un
sistema formal no podemos demostrar la verdad de dicho sistema
formal, es decir, que no podemos construir un lenguaje universal de la
ciencia que sea completo, y si lo hacemos completo introducimos
paradojas.
De acuerdo con Tarski, si un lenguaje es semánticamente cerrado,
entonces es contradictorio. Es decir, ningún lenguaje (formal)
consistente puede contener, dentro de si mismo, los medios para
hablar acerca de la verdad o el sentido (significado) de sus propias
expresiones. Si queremos definir verdad para un lenguaje formal, que
llamaremos lenguaje objeto, debemos formular esta definición en otro
lenguaje, que llamaremos
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JOSÉ RAMÓN ORTIZ
meta-lenguaje. El metalenguaje es más rico, desde el punto de vista
lógico, que el lenguaje objeto. En este metalenguaje podemos hablar
acerca del primer lenguaje, el lenguaje objeto, al cual queremos darle
una definición de verdad.
Cuando el lenguaje objeto y el metalenguaje son idénticos-tal es el
caso de los lenguajes naturales— entonces tenemos un lenguaje
semánticamente cerrado. En estos lenguajes, semánticamente
cerrados, aparecen las paradojas, ya que en ellos es siempre posible
reproducir la paradoja del mentiroso de Epiménides.
De acuerdo con esto, y siguiendo el argumento de Tarski, para
evitar las paradojas semánticas debemos hacer énfasis en que nuestro
lenguaje natural, español, debe ser considerado en realidad como una
cadena de lenguajes: español 1, español 2, español 3,... Esto quiere
decir que en español 1 podemos hablar de gatos y perros y muchas
cosas más, pero no podemos hablar del español 1. Para hablar
acerca del español 1 necesitamos el español 2, que puede hablar de
todas las cosas que hablaba el español 1, y además sobre el lenguaje
español 1. De la misma forma, el lenguaje español 3 puede hablar de
todas las cosas que hablaba el español 2 y además sobre el lenguaje
español 2 y, así sucesivamente. Según este esquema, el español n +
1 es el metalenguaje del español n.
Por ejemplo la siguiente oración en español:
"Designación en español, designa en español designación en
español" puede ser reescrita (evitando la paradoja) de acuerdo con
nuestro esquema anterior de la siguiente manera:
"Designación en español 1, designa en español 2 designación en
español I".
21
LA LÓGICA DEL CAOS
Tarski recomendaba esta distinción de los lenguajes para evitar las
paradojas semánticas, aunque es interesante señalar que esta
distinción puede ser derivada de la teoría de tipos de Russell.
De esta forma, la ciencia como una tentativa de representación del
mundo real por medio de un sistema formal, es limitada. El
descubrimiento y la adquisición de los conocimientos científicos es un
proceso ' 'cuántico" de ruptura/que abre el sistema y lo reestructura
nuevamente de acuerdo a un nuevo sistema formal cerrado. La
ambición de todo dogma sobre la ciencia es llevar la bandera del
último descubrimiento, de la última revolución, ya que los sistemas
formales permanecen cerrados mientras no pretendamos representar
con ellos nada que no esté contenido apriorísticamente en su
totalidad.
El formalismo que busca la coherencia interna del sistema a través
de la consistencia no quiere dejar cabos sueltos y debe hacerse
estructura cerrada (completa); pretende la verdad y no acepta
ambigüedades, pero cuando le pedimos a ese sistema formal que nos
permita su estructura para descubrir los vínculos del mundo real que
pretende describir, cuando buscamos la correspondencia, la
interpretación, encontramos cosas ambiguas que alteran su
coherencia interna. Estas ambigüedades producidas por el formalismo
del lenguaje sólo quiere advertirnos, manera de paradojas, que
estamos tratando de interpretar lo parcial con pretensiones de
totalidad. Así Max Born nos previene, que el principio de
incertidumbre de Heisenberg (Bronowki, 1981, pág. 116) es el
resultado de forzar el simbolismo que representa al electrón, por
medio de la posición y el momento, más allá de lo posible. De esta
forma, la imposibilidad de
22
JOSÉ RAMÓN ORTIZ
medir el momento y la posición del electrón al mismo tiempo, es una
falla de nuestro sistema formal de representación, el cual hace a
partición teórica de la "totalidad real" del electrón, en función de su
posición y su momento.
Si fuera posible representar la totalidad del universo por medio de
un sistema formal, podríamos construir una máquina para producir
todas las proposiciones verdaderas acerca del universo y,
paradójicamente, nada nuevo podría ser descubierto. Además, de
acuerdo con un resultado de Turing (Bolter, 1984) quien al estudiar
mecánicamente los sistemas formales demostró que cualquier
máquina (computador), que podamos concebir se comporta como un
sistema formal, y ya vimos que según el teorema de incompletitud de
Gödel, no se puede construir un sistema formal para producir toda la
matemática, mucho menos toda la realidad y por lo tanto la máquina
o cualquier mecanismo sólo podrá procesar algorítmicamente lo
parcial. Un sistema formal sólo puede modelar o representar la parte
deductiva y mecanizable de la realidad.
Volviendo a Wittgenstein, el lenguaje limita cualquier
representación total del universo, es decir, el intelecto tiene
limitaciones. el mecanicismo es la concepción del mundo como un
mecanismo y su interés es el funcionamiento de este mecanismo con
el fin de controlar la naturaleza. El lenguaje científico de corte
mecanicista es una especie de red que le arrojamos al mundo para
atraparlo; un cuadriculado de parámetros que aproxima la realidad
racional por medio de una unidad de medida básica, que pretende
homogenizar y ordenar el caos.
A pesar de que no podamos encerrar la realidad en el lenguaje sí
podemos utilizar el lenguaje para soslayar pequeñas vistas. Si un
lenguaje nos sirve para describir un trozo de la realidad,
23
LA LÓGICA DEL CAOS
entonces la estructura de ese lenguaje nos sirve para conocer algo de
esa parte de la realidad.
De la misma forma que los sistemas formales sólo pueden
representar parcialmente el mundo, también nuestra percepción
humana es parcial, ya que sólo podemos percibir con nuestro sentidos
una porción finita de la totalidad del universo. En términos de William
Blake, nuestras puertas de la percepción nos acotan los horizontes:
Si las puertas de la percepción
fueran depuradas
todo se habría de mostrar al hombre
tal cual es: infinito.
(Blake, 1961)
Los conceptos científicos no pueden ser permanentes ya que éstos
son apenas la representación parcial de los fenómenos naturales.
Cuando la ciencia aisla un fenómeno natural para investigarlo, toma
una parte de la totalidad de la naturaleza, es decir, hace una partición
de esa totalidad en dos conjuntos disjuntos; en uno colocamos todos
los hechos relevantes al fenómeno en estudio y dejamos en el otro
(complemento del primero, con respecto a la totalidad supuesta como
real) el resto de los hechos considerados como irrelevantes. De esta
forma, al construir el modelo teórico que representa el fenómeno en
cuestión, por medio de un sistema cerrado, estamos desechando de la
teoría las posibles conexiones de la parte con la totalidad, las posibles
aberturas que tarde o temprano van a hacer sucumbir nuestro
sistema formal cerrado, porque el todo siempre es más que la suma
de sus partes.
24
JOSÉ RAMÓN ORTIZ
La física moderna ha puesto de manifiesto la interconexión de
diferentes sistemas físicos separados en el espacio. Esta idea de
interconexión total del universo fue preconizada por el físico E. Mach
(1960) quien estableció, en lo que hoy se conoce como principio de
Mach, que las propiedades inerciales de la materia terrestre, están
determinadas por la masa total del universo que lo rodea. Más
recientemente se ha demostrado que cuando dos partículas
subatómicas interactúan saliendo disparadas en direcciones
contrarias, la interferencia de una afecta la otra, independientemente
de la distancia que las separa.
Todo esto conlleva a una nueva noción de totalidad, una totalidad
completamente interconectada, lo cual niega la clásica idea
mecanicista del análisis del universo en función de sus partes
interdependientes. Por lo tanto, la totalidad es necesaria para el
estudio de las partes, así como las partes son importantes para el
estudio de la totalidad.
Cada vez que aumentamos el conjunto de los hechos relevantes
para el fenómeno, es decir, cuando tratamos de abarcar un trozo más
de la totalidad del universo, debemos abrir nuestro sistema y
reestructurar nuestra representación y, quizás sea ésta la única noción
de progreso que podamos concebir.
De tal forma vemos que ni la experiencia adquirida por medio de
nuestros sentidos ni el poder de nuestro intelecto, son suficientes para
alcanzar la verdad. Esto relativiza la verdad y el conocimiento, pero
permite la concepción del mundo en su continúo devenir y, el valor de
la explicación científica, al ser relativa, no justifica ningún
dogmatismo. Esto no le resta importancia a la ciencia como
estrategia, pero sí limita su alcance y nos hace más suspicaces, como
señalara Aldous Huxiey en
25
LA LÓGICA DEL CAOS
LAS PUERTAS DE LA PERCEPCIÓN :
“El razonamiento sistemático es algo que tal vez no podemos
prescindir ni como especie ni como individuos. Pero tampoco
podemos prescindir, si hemos de permanecer sanos, de la percepción
directa, cuanto menos sistemática mejor de los mundos interior y
exterior en los que hemos nacido” (Huxley, 1976, pág. 75).
26
JOSÉ RAMÓN ORTIZ
LA EMERGENCIA DEL PARADIGMA
RELATIVISTA-CUÁNTICO
“En esta etapa lo que corresponde es simplemente
admitir que el mecanismo no es una solución al
problema del universo, sino una estrategia”
J. BRONOWSKY
EL paradigma de la ciencia mecanicista influyó determinantemente
en la concepción filosófica de la ciencia y del conocimiento científico,
al tender hacia una filosofía de la ciencia mecanicista, es decir, una
ciencia de la ciencia, que utilizaba el mismo método científico para
elucidar las preguntas concernientes a la validez de las teorías
científicas y a la justificación formal de todo conocimiento
significativo.
Así observamos que Francis Bacon a principios del siglo XVII trató
de organizar y articular el método de la ciencia, sistematizando las
mismas bases inductivas del método científico, por lo cual es
considerado como el primer positivista moderno.
En el siglo XIX el influjo mecanicista y el ideal positivista quedan
plasmados en el escuela positivista que funda Augusto
27
LA LÓGICA DEL CAOS
Comte, bajo la influencia de la obra de Bacon y el empirismo
británico. El positivismo sostiene que la ciencia es la única fuente de
conocimiento y el método científico el único medio para lograrlo. La
metafísica queda relegada como un juego especulativo y vacío de
conocimiento.
Todo esto desemboca, a principios del siglo XX, en el positivismo o
empirismo lógico que se centra en el Círculo de Viena alrededor de la
figura de Moritz Schilck. El positivismo considera como objeto de la
filosofía, la clasificación lógica del pensamiento; en cierta forma se
busca la justificación mecanicista del conocimiento racional.
Ante la emergencia del paradigma relativista-cuántico los filosófos
de la ciencia del siglo XX no escapan a su influjo. Cualquier
"metodología racional" acerca de la ciencia, cualquier filosofía de la
ciencia tratada metodológicamente como una teoría sobre las teorías
científicas, falla su objetivo en dos direcciones contrapuestas, como
pusiera de manifiesto Bachelard (1978). Si estrechamos las normas,
las reglas que rigen nuestra racionalización, llegamos con suerte a
una sistematización formal, a una matematización del lenguaje que no
puede escapar a las limitaciones formales de todo lenguaje que
pretende representar o modelar el fenómeno natural, nos alejamos de
la realidad supuesta y caemos en una concepción de la ciencia como
instrumento, en la visión de la ciencia como una máquina formal, a
una realidad convencional que nos lleva bruces al idealismo
conceptual.
Por otro lado, si debilitamos las normas de nuestra racionalización y
dejamos que la experiencia, la observación del fenómeno natural
modele nuestras teorías, perdemos el control
28
JOSÉ RAMÓN ORTIZ
formal sobre el fenómeno y creamos una teoría parcial de la
experiencia, de esa realidad percibida por nuestros sentidos y, así las
reglas de nuestra racionalidad se van sustituyendo por la utilidad de la
racionalización y tendemos a caer en un irracionalismo pragmático.
Las corrientes filosóficas de corte historicista que irrumpieron en la
década de los sesenta, representadas principalmente por Kuhn y
Feyerabend, destacan la dificultad de congeniar la "descripción" del
método científico, según los hechos de la ¡historia de la ciencia, con la
reconstrucción lógica, "normativa", impuesta por la misma
metodología científica. Así encontramos que Kuhn señala: "Ningún
proceso histórico descubierto hasta ahora por el estudio histórico del
desarrollo científico se parece en nada al estereotipo metodológico de
la demostración de falsedad, por medio de la comparación directa con
la naturaleza" (Kuhn, 1962, pág 77). Y Feyerabend va más allá,
cuestionando no sólo una metodología particular (como hace Jun en
la cita precedente con el falsacionismo popperiano), sino cualquier
metodología: "La idea de un método científico que contenga principios
científicos, inalterables y absolutamente obligatorios que rijan los
asuntos científicos, entra en dificultades al ser confrontada con los
resultados de la investigación histórica. En ese momento nos
encontramos con que no hay una sola regla, por plausible que sea ni
por firmemente basada en la epistemología que venga, que no sea
infringida en una ocasión o en otra. Llega a ser evidente que tales
infracciones no ocurren accidentalmente, que no son el resultado de
un conocimiento insuficiente o de una falta de atención que pudieran
haberse evitado. Por el contrario, vemos que son necesarias para el
progreso". (Feyerabend, 1975, pág. 15).
29
LA LÓGICA DEL CAOS
De esta forma Feyerabend cuestiona el mismo paradigma científico
como tal, es decir, cuestiona el programa propuesto por Kant y de
tanta influencia en la filosofía de occidente, esto es: la suposición de
que la matemática y la ciencia constituyen nuestro conocimiento y
que la tarea de la teoría del conocimiento es examinar ambas y
explicar su estatus cognoscitivo.
Aun Lakatos, quien construye una de la mejores metodologías
normativas de la ciencia, representada por sus programa de
investigación, tiene que admitir: "También mi metodología (y
cualquier otra) puede ser falseada por la sencilla razón de que ningún
conjunto de juicios humanos es completamente racional y, por tanto,
ninguna reconstrucción racional puede coincidir nunca con la historia
real" (Lakatos, 1978). Es decir, una de las metodologías racionales
más sofisticadas demuestra que no existe tal metodología. Así, el
modelo hipotético-deductivo de la ciencia de Popper y la metodología
de la ciencia de los programas de investigación de Lakatos, al igual
que la idea evolucionista del progreso científico, son modelos
mecanicistas de la ciencia y sus respuestas dejan de ser solución en el
nuevo paradigma relativista-cuántico.
Kuhn, al cuestionar estos modelos con base en la historia de la
ciencia, cae en el relativismo del conocimiento y en la concepción
discontinua, cuántica, del desarrollo de la ciencia, estas ideas se
asemejan, al menos metafóricamente, a las nuevas concepciones del
paradigma relativista-cuántico. Y el irracionalismo, la anarquía
epistemológica de Feyerabend sólo preconiza la búsqueda de un
nuevo racionalismo no mecanicista. Por su lado Bachelard propone un
racionalismo en perpetua construcción (o destrucción).
30
JOSÉ RAMÓN ORTIZ
El ideal positivista, para garantizar el supuesto progreso de la
ciencia, debe establecer criterios racionales y escoger entre
estructuras científicas competentes, llamémoslas teorías científicas
(Popper), o paradigmas (Kuhn) o programas de investigación
(Lakatos). Es decir, se requiere un mecanismo racional, que decida
objetivamente entre estructuras científicas competentes.
Bajo esta concepción, las teorías o estructuras científicas son como
una especie de espejos en los que reflejamos la estructura del mundo
y pretendemos que la naturaleza se mire en él y diga; "sí esa soy yo"
o al menos "se parece a mí”. Pero este mecanismo no ha sido
racionalmente establecido y nadie ha demostrado que los factores
subjetivos no desempeñan un papel importante en la evaluación de
las estructuras científicas en competencia.
La razón de recurrir a estructuras cada vez más complejas, para
describir el desarrollo de la ciencia, se debe principalmente a las
rupturas estructurales (revoluciones) que presenta la ciencia en su
recuento histórico. Feyerabend trata de demostrar que toda
continuidad histórica es quebrantada normativamente en los
principales avances científicos. Esta posición le hace rechazar
cualquier pretensión metodológico-normativa impuesta por un modelo
continuo de desarrollo. La epistemología anarquista explora el
espacio abierto por la ruptura, por la discontinuidad y acepta la
proliferación de teorías en todo momento, bajo su punto de vista
pluralista, tiene la ventaja de explotar la comparación de teorías con
teorías y no teorías con resultados de la observación.
Bachelard, por su lado, acepta también la ruptura epistemológica y
trata de describir el progreso de la ciencia colocando la
31
LA LÓGICA DEL CAOS
continuidad en otra parte, en el cambio de una racionalidad que
evoluciona, que cambia continuamente.
Para Bachelard, el fracaso de los modelos continuistas no es un
fracaso del racionalismo, porque éste ha colocado la racionalización en
otra vía.
La pretendida armonía del universo no se puede establecer
objetivamente, desestimando la armonía del ojo que la
contempla. Vivimos la articulación de un nuevo paradigma, el
programa de investigación que hemos denominado relativista
cuántico, que apunta hacia una nueva visión del universo, como lo
demuestra la física, al menos a nivel subatómico, donde la materia
permanece en un estado de animación suspendida de irrealidad hasta
que una medida u observación es realizada. Esta incertidumbre lleva
al observador, al sujeto, dentro de la teoría rompiendo otro ideal
mecanicista: la objetividad de todo mecanismo, la ciencia como un
proceso sin sujeto. Francés Yates señala que: "el mago se diferencia
del científico en que quiere atraer el mundo hacia su interior mientras
que el científico persigue lo contrario, exteriorizarlo e impresionarlo,
separando al sujeto de la totalidad". (Yates, 1983, pág. 514)
Para el mecanicismo la objetividad es establecida por la máquina; si
una máquina puede establecer que dos cosas son diferentes,
entonces las dos cosas se pueden diferenciar objetivamente (son
diferentes). De esta forma la noción de objetividad recurre al
mecanismo como juez y jurado y, el sujeto se lava las manos. Sin
embargo, en el nuevo paradigma relativista-cuántico, dos
observadores situados en sistemas diferentes, moviéndose uno con
respecto al otro, perciben el mundo en formas diferentes, así el
observador, el sujeto, interfiere en la realidad
32
JOSÉ RAMÓN ORTIZ
física. El científico espectador se hace partícipe del sistema en
estudio. Más aún, de acuerdo con la teoría cuántica, la mente del
observador es un elemento necesario en la descripción de un evento
físico.
La concepción mecanicista del universo elimina la voluntad del
hombre y la vida. Siguiendo el dualismo cartesiano de cuerpo y
mente, materia y conciencia, el reduccionismo positivista iguala el
organismo con un mero mecanismo. La biología se reduce a la física.
Un ejemplo típico del mecanismo es separar la mente del cuerpo y
estudiar el cerebro a través de un modelo mecánico que equivale a
una máquina de Turing, el modelo teórico de cualquier computador
digital. De esta forma, hacemos a la mente objeto, aislamos el
cerebro como fenómeno, dejando al resto del ser humano como
irrelevante. Aquí se presenta el problema tradicional de la relación
entre cerebro y mente, entre un lenguaje que incluye términos como
“neurona”, “circuitos” y otro que utiliza conceptos intencionales como
“significado” y “creencia”. Algunos científicos consideran que no
existe traducción posible entre estos dos universos de discurso; pero
otros aceptan la posición reduccionista, que considera que al mejorar
nuestros instrumentos para estudiar el conocimiento neurofisiológico,
podremos reducir los estados mentales a estados cerebrales, es decir,
podremos describir la mente a partir de una decodificación de las
inscripciones nerviosas del cerebro.
Para comprender esta relación entre mente como concepto y
cerebro como objeto se han desarrollado dos metodologías diferentes,
una holista, de arriba hacia abajo, que considera el análisis
33
LA LÓGICA DEL CAOS
y la experimentación de la persona como un todo y, otra
reduccionista, de abajo hacia arriba, que intenta explicar el todo a
partir de sus elementos constituyentes. Se puede partir de la mente y
trabajar hacia abajo para llegar, a través del análisis, a explicar los
constituyentes. Se puede partir de la mente y trabajar hacia abajo
para llegar, a través del análisis, a explicar los constituyentes o se
puede comenzar con los elementos del cerebro y trabajar hacia arriba,
hasta llegar a la mente. De cualquier forma ambas estrategias
pretenden comprender la relación entre el cerebro y la mente.
Sin embargo, debemos ser cuidadosos ya que no podemos
considerar en forma concluyente que la ciencia y la mente sean
objetos, sin aclarar qué tipo de objetos son, de la misma forma que
un electrón como objeto, en su realidad total es más que una
representación en función de su posición y su momento. En la
realidad el cerebro no está desconectado del resto del cuerpo; cada
nervio está relacionado con determinado músculo o determinado
receptor.
El ser humano como una totalidad es más que un cerebro aislado
cuyo funcionamiento parcial puede equivaler a una máquina
digital. Aún si nuestro “software” y “hardvare” fueran comprensibles,
no lo sería la relación entre ellos. En estos términos lo más que
podemos decir es que un ser humano es un autómata consciente. Y
con el afán de objetividad racional, el ideal positivista y mecanicista
quisiera que fuera la parte mecánica, la imagen racional de la
naturaleza representada por la máquina, el centro decisorio, dejando
la parte consciente como irrelevante y subjetiva. Pero, es
precisamente la conciencia el extra que posee el hombre sobre la
máquina y, la imaginación, ese sortilegio de la conciencia, el gran
consuelo del escéptico.
Ante la falta de bases racionales fijas que garanticen la objetividad,
34
JOSÉ RAMÓN ORTIZ
cobra relevancia la importancia del compromiso científico, no con la
razón sino, como quisiera Brian Easlea, con la construcción de un
mundo bello, porque la razón debe servir al mundo y no esclavizarlo,
en palabras de Hume: “La razón es, y sólo debe ser la esclava de las
pasiones y nunca podrá pretender ningún otro oficio que el de
servirlas y obedecerlas”.
Debemos rehacer la objetividad, la racionalidad en función de las
limitaciones; no podemos justificar la verdad, debemos reconocer las
limitaciones de toda construcción humana. Como apunta Bronowski;
“En esta etapa lo que corresponde es, simplemente, admitir que el
mecanicismo no es una solución al problema del universo sino una
estrategia” (Bronowski. 1981, p- 100).
La opción para el hombre no está entre la lógica y el mito, entre el
algoritmo y la metáfora, entre la ciencia y la metafísica sino entre una
mitología objetiva, que excluye la participación del sujeto y una
mitología subjetiva, que incluye la participación del sujeto en toda
estrategia que pretende conocer el universo.
El conocimiento humano no crece continua y acumulativamente; la
máquina nunca podrá decidir por nosotros, el hombre debe escoger el
futuro que desea y esta elección no es un compromiso completamente
irracional, simplemente porque no se ciña a unas normas formalmente
demostrables. No por eso hacemos más explícito el caos.
La naturaleza humana no es determinista y como señalara Hegel:
“Cuando más sólido, bien definido y espléndido es el edificio erigido
por el entendimiento, más imperioso es el deseo de la vida por
escapar de él hacia la libertad” (Feyerabend, 1975, pág. 32).
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LA LÓGICA DEL CAOS
El ser humano, el hacedor de la ciencia, no es una máquina racional
y siempre podrá, como el hombre del subterráneo de Dostoiveski,
decir que: “dos y dos no son cuatro sin mi voluntad, escupiré el pan
de la prosperidad y defecaré sobre el libro de la felicidad y, si alguien
me dice que el caos y la oscuridad y la maldición del único animal que
sabe insultar, puede ser tabulados a fin de ser remediados, entonces
me volveré así el dos y dos son cuatro”.
Así como el hombre del subterráneo invoca la irracionalidad para
luchar contra un supuesto orden nacional, que oprime su voluntad,
Winston, el protagonista de la novela 1984 de George Orwell, implora
a la racionalidad para defenderse del irracionalismo totalitario de Big
Brother, cuando anota en su diario: “La libertad es la libertad de decir
que dos más dos son cuatro” (Orwell, 1981, pág. 200).
Lo que el hombre requiere vitalmente es una voluntad
independiente, sin importar su costo o a donde lo conduzca esta
independencia. El hombre ha dejado de ser “natural”, su voluntad no
se ciñe a ninguna ley natural, el hombre posee la capacidad de decir
no
a
cualquier
imposición
que
atente
contra
su
voluntad. Paradójicamente, son las limitaciones del ser humano para
explorar la totalidad, las que rompen la identidad entre lo real y lo
racional, abriendo un espacio infinito para la capacidad creativa de la
imaginación del hombre.
Porque sólo la imaginación, esa razón que a mi sinrazón se hace,
parece poseer el secreto del infinito, la capacidad de saltar más alto
que cualquier metodología racional y hacer racional lo irracional. Es la
imaginación, esa capacidad no mecanizable del
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JOSÉ RAMÓN ORTIZ
ser humano, la clave, la llave que abre los sistemas formales para
volverlos a cerrar. Todo lo que podemos decir para ser consecuentes
con Wittgenstein y no decir más de los que podemos, es que los
límites del hombre son los límites de su imaginación.
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