075. Air on the G string por flexikuki y[...]

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“Air on the G string” Flexikuki y www.taolee.org
Título: Air on the G string
Capitulo: 1/9 + Epílogo
Autoras: Flexikuki y Taolee
Beteado: Flexikuki y Taolee
Pairing: Jensen/Misha
Fandom: RPS. AU.
Personajes secundarios que irán saliendo: Jefrey Dean Morgan, Jared Padalecki, Chad
Lindberg, Christan Kane, Steve Carlson, Jason Manns, Traci Dinwiddie, Richard Speight Jr,
Lauren Cohan, Robert Benedict…
Rating: Nc-17
Disclaimer: Ellos no nos pertenecen. No hay ánimo de lucro. Esto está hecho por fans y para
fans.
Art: Shirleypaz es un amor y nos ha hecho unos separadores preciosos. Seguro que van a
gustaros. Muchas gracias, amor. Eres un cielo!!! <3
Resumen: Es el últmo curso en el insttuto para Jensen. Un curso que pretende pasar como
todos los demás; estudiando lo justo y divirténdose bastante. Pero el director del centro
aprovecha la ventaja de ser la pareja de su madre para chantajearlo: si no se presenta a las
pruebas de alta capacitación que se hacen cada año con vistas a la universidad, haría pública
su relación con su madre, cosa que Jensen quiere evitar en lo posible. Misha es un chico
inteligente y peculiar. Un buen estudiante con grandes aspiraciones de futuro. Las clases
avanzadas son una gran oportunidad para él, pero no sólo por cuestones académicas. Ese
chico nuevo, Jensen, tan retcente a aceptar pertenecer a un grupo del que se siente
avergonzado, será la llave para abrir la puerta a nuevas experiencias para los dos.
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Jensen se sentó en un pupitre al fnal de la clase y esperó a que llegara todo el
mundo. No es que fuera terriblemente puntual y fuera su mayor ilusión en la vida estar allí
antes que nadie el primer día de insttuto; es que aún no habían empezado ofcialmente las
clases de ese curso y sus colegas ya la estaban liando. ¡Y al director nada menos! Jensen no
había querido partcipar en la broma no porque le tuviera especial simpata, sino porque ese
cabrón de Jefrey Dean Morgan se había liado con su madre. Maldita fuera su estampa. Ese
verano habían formalizado su relación y se había ido a vivir a casa con su él y su madre.
Genial. Era cuestón de tempo que la gente se enterara y comenzaran a llamarle cosas.
Como si su vida no fuera ya lo sufcientemente complicada para un estudiante de últmo
curso de insttuto. Al menos compensaba que Traci parecía ser muy feliz y esa era la única
razón por la que Jensen había tolerado a ese tolai en su casa; porque sabía que ser madre
soltera no había sido nada fácil para ella, y aunque le jodiera admitrlo, Jefrey era un buen
hombre, tenía un trabajo que no estaba nada mal y una moto que fipabas de lo bonita que
era. Por lo demás, ese capullo se podía ir a hacer puñetas.
El resto de sus compañeros fueron entrando a la clase y se fueron preguntando qué
tal lo habían pasado durante las vacaciones de verano. Todos parecían tener algo que
contarse. Todos menos él, que se había pasado todo el verano sin poder invitar a sus colegas
a casa y sin compartr con ellos unos baños en su piscina por miedo a que descubrieran que
tenía al director del insttuto metdo en casa. Por el contrario habían tenido que acabar en la
piscina hinchable que había puesto Chad en el pato trasero de su apartamento.
Seguramente aún no la hubiera recogido ni limpiado. La semana anterior precisamente,
Steve había bromeado precisamente con eso, con vender el agua de esa piscina como arma
bacteriológica contra tropas enemigas. Y posiblemente tuviera razón porque tener a cinco
muchachos de diecisiete años ahí metdos todo el verano a remojo como garbanzos no
podía ser bueno.
La verdad es que tampoco se habían pasado ahí todo el rato. Por las noches
ensayaban en el garaje de Christan. Bendito fuera, porque si no hubiera sido por él, no
hubieran podido seguir con la banda; “The Custard Apples”. Steve, Chris, Jason, Chad y él
tenían un grupo de rock duro desde hacía un par de años; Chad tocaba la batería, Jason el
bajo, Steve los teclados y Chris y él la guitarra. No es que fueran unos portentos, pero
sonaban bien, y eso era lo importante.
- ¡Jensen, to! –Chad llegó hasta él y chocaron las manos cuando se sentó a su lado-.
Eres un rajado, macho.
Jensen resopló y volvió la cabeza. Durante un par de segundos se vio refejado en el
cristal de la ventana. Ese verano se había cortado el pelo y se lo había dejado por debajo de
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las orejas y echado hacia atrás. Ese era el único cambio importante en su vida. Seguía
vistendo igual; con camisetas de grupos de rock mítcos y vaqueros rotos.
- Chad, to. Casi te pillan –Steve llegó hasta su lado esquivando a la gente y se sentó
junto a ellos-. Jensen, ¿qué te pasa?
Jensen se mordió una uña y escupió un poco del esmalte negro que se había
arrancado antes de contestar a su amigo.
- Nada. Tengo sueño –mintó.
- Pues tenes cara de estreñido –Chad palmeó el hombro del resto de los integrantes
del grupo que habían llegado hasta ellos-. Aunque si te sirve de consuelo, no me ha dado
tempo de gastarle la broma al director, por si eso te hace dormir mejor por las noches.
- Cállate –le ladró.
- Vaaaale, pesado –Chad se acomodó en su silla y lo miró de reojo-. No entendo ese
amor que te ha entrado a t por el soplapollas ese. Ni que te gustasen ahora los tos.
Jensen se removió incómodo en la silla. Ese sí que era un tema del que no quería oír
a hablar ni de coña. Hacía varios años que había empezado a sentr algo por los chicos, pero
nadie sabía nada de eso. Él no se lo había contado a nadie, y mucho menos a sus colegas. Ya
tenía bastante con que la gente se enterara de que el director del colegio iba a ser su
padrastro como para que descubrieran también que le gustaban las pollas. Genial, vamos.
- A ver, sentaos –el señor Fuller entró en la clase y cerró la puerta-. Me alegro de
veros a todos aquí un nuevo año. Siempre es satsfactorio ver que los chicos a los que has
estado intentando educar durante todo un año vuelven el año siguiente sin que hayan
acabado en un correccional o en el cuartelillo.
- Sobre eso, Chad tendría mucho que decir, señor Fuller –Chris amplió su ya amplia
sonrisa recordando la noche que Chad pasó la noche en el calabozo del pueblo cuando le
pillaron bañándose desnudo y borracho en la piscina de la señora Gamble.
La clase se rió y Fuller resopló. No llevaba allí ni dos minutos y ya estaba cansado de
todos ellos.
- Callaos que tengo que daros una notcia –se giró hacia la mesa y cogió un montón
de papeles-. Por si hay algún despistado en clase, quiero recordaros que ya estáis en el
últmo curso y todo lo que hagáis este año se verá refejado en vuestras notas fnales y por
consiguiente, en la universidad a la que queráis entrar. Tengo aquí –alzó los papeles para
que todos lo vieran-, unas pruebas de diagnóstco que vamos a hacer ahora mismo.
Fuller, que llevaba en la enseñanza más de veinte años, esperó a que los alumnos
terminaran de quejarse para seguir hablando.
- Estas pruebas dictaminaran si necesitáis ir a una clase avanzada o no. Para todo
aquel que esté interesado en labrarse un buen futuro yendo a una buena universidad, y no
quedarse como el señor Lindberg nadando desnudo en piscinas ajenas, os recomiendo que
os concentréis y lo hagáis lo mejor que sepáis –dio dos pasos para llegar a un alumno que
había en primera fla-. Reparte esto, por favor. El resto, comunicaros lo de siempre; no
copiéis, no habléis y señor Lindberg, por favor, siéntese derecho.
- Joder, tos, menuda mierda –Chris cogió los cinco folios que había dejado su
compañero sobre la mesa y los miró con asco-. No llevamos ni un minuto y ya nos están
haciendo exámenes.
- Algún día tendremos que salir de aquí –Jason tenía momentos de lucidez en su vida
y ese era uno de ellos-. Intentemos que sea por la puerta grande.
- Yo prefero salir por la puerta de atrás y a mi puta bola –Steve leyó por encima el
primer folio y luego se dedicó a dibujar notas musicales por el borde-. Además, yo no quiero
ir a la clase de avanzados. Son todos unos nerds con sus calculadoras, sus carpettas, sus
gafas y sus peinados con la rayita al lado. Lamentables.
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Jensen escuchó a su amigo, pero no dijo nada. Él no veía mal vestrse algo más
formal que los demás, o llevar gafas. Él mismo tenía gafas y no las usaba porque sabía que le
estarían haciendo bromas hasta el día del juicio fnal. Sólo se las ponía en casa y cuando ya la
cabeza le iba a estallar. A veces le hubiera gustado vestr de otra manera, quizás algo más
normal y menos llamatvo. No es que no le gustase lo que llevaba, es que él era algo más
que todo eso. Él era muchas cosas y no podía expresar ni la mitad por miedo al qué diría la
gente. Quizás cuando fuera a la universidad podría comenzar a ser él mismo un poco más,
por eso se sacó un lápiz del bolsillo y comenzó a leer los folios.
- Empezad ya –el señor Fuller se paseó entre las flas de pupitres para evitar que
nadie se copiara-. No tenemos tempo que perder, así que hoy a últma hora se pondrá en el
tablón de anuncios una lista con el nombre de los chicos que pasan a la clase avanzada para
comenzar mañana mismo.
El silencio en la clase fue total. A varios de los alumnos les interesaba estar en esa
clase, a otros les traía al fresco, como a Chad, que en lugar de su nombre dibujó a un to
meando en una charca y luego se durmió sobre la mesa. Chris rellenó al tuntún varios
apartados y luego se dedicó a dibujar por el borde, al igual que Steve. A ninguno de los dos
les interesaba la universidad. Ellos querían ser músicos y tener su propia banda. Cuando
salieran del inst, se comprarían una furgoneta y recorrerían los pueblos y ciudades hasta
que alguien los descubriera y fueran famosos.
Jensen miró a sus amigos. Sabía lo que pensaba cada uno de ellos y sabía que
estaban haciendo el indio. Estaba por verse que fueran famosos, pero aunque tuvieran tanta
suerte, él no quería estar toda su vida sobre un escenario. Sí, le gustaba tocar y cantar algún
que otro tema, pero no dedicarse cien por cien a ello. Se desahogaba así. Esa era su vía de
escape y no quería joder lo único bueno que tenía en la vida. Él quería ir a la universidad y
estudiar algo. Aún no sabía el qué, pero quería sentrse libre. Si le apetecía ponerse unos
pantalones rotos, unas botas militares y una camiseta de Led Zeppelin, que así fuera. De
igual modo si le apetecía ponerse un jersey de pico y unos pantalones arreglados, que nadie
se lo prohibiera tampoco. Quería ser él por encima de todo y para lograrlo tenía que salir de
allí.
Se concentró en las pruebas que tenía delante y comenzó a resolver los problemas y
las dudas que le planteaban casi sin ningún problema. También tuvo que contestar
preguntas de cultura general, pero esas también las respondió sin mayores inconvenientes.
Y mira que no había abierto un libro en todo el verano, pero le gustaba leer, y le gustaba ver
esos programas donde la gente se hacía millonaria eligiendo la respuesta correcta.
Enfrascado y concentrado como estaba en sus preguntas, se le pasó la hora volando.
Terminó a lo justo cuando sonaba el tmbre que anunciaba la siguiente clase y Fuller recogía
los folios que los alumnos habían dejado sobre la mesa.
- Señor Lindberg, despierte –lo zarandeó para poder recoger el papel de debajo de
su torso-. Ya puede ir usted a la siguiente clase. Allí podrá seguir durmiendo.
Los chicos se levantaron y se fueron a la siguiente clase. Conforme fue pasando el
día, Jensen se animó y en la cafetería volvió a ser el chico que normalmente era. Sus colegas
eran buena gente, y muy divertdos, y así el día se pasó volando.
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Esa tarde habían quedado en el garaje de Chris para ensayar. Jensen tenía que pasar
antes por casa para cenar o su madre se pondría frenétca. Y ya llegaba bastante tarde
porque había esperado a que se fuera todo el mundo de la biblioteca para devolver algunos
libros que había cogido el año pasado. Se los había llevado por el morro saliendo por la
puerta de emergencia, que no tenía alarma. Por eso ahora para devolverlos había tenido
que esperar más de una hora para entrar y apropiarse de otros. Cuando salió, caminó como
si nada hubiera pasado hasta su taquilla y los guardó. Luego se dirigió hacia la puerta de
atrás del insttuto. Así acortaba camino si saltaba varios jardines, y en lugar de bordear la
casa de la señora Gamble, la atravesaba. La mujer lo dejaba mientras no pisase sus rosales y
no se bañase desnudo en su piscina. Cosa que no tenía intención de hacer. Eso se lo dejaba a
Chad.
Ya iba a salir por la puerta cuando volvió la cabeza hacia un lado para mirar a un
grupo de estudiantes que miraban el tablón de anuncios del colegio. Jensen recordó lo de
las pruebas de esa mañana y se detuvo para echarles un vistazo. No es que le interesara
mucho, pero quería ver quiénes eran los tolais empollones que iban a estar en la clase
avanzada de ese año.
Comenzó a leer y la verdad es que no le sonaba ningún nombre de la lista, pero era
normal porque él no solía mezclarse con la gente lista del cole.
Siguió leyendo: Robert Benedict, Jared Padalecki, Lauren Cohen, Misha Collins,
Richard Speight Jr, Jensen Ackles… Un momento. Jensen leyó de nuevo la lista. Jensen.
Ackles. ¡Ese era él! ¡¿Cómo coño iba a estar en la lista de avanzados?! Imposible. Que no.
Miró a un lado y a otro para ver si alguien lo había reconocido en las listas. Por
suerte, a esa hora ya no quedaba nadie y los chicos que estaba viendo el tablón de anuncios
antes de que él llegara ya se habían ido.
Jensen lo releyó de nuevo. Pero… ¿cómo? Y peor aún, ¿Quiénes eran esa gente?
¿Padalecki? ¿Ese apellido de dónde diablos había salido? Aterrado corrió hacia casa. Caminó
frenétco sin darse un descanso a pesar de tener el corazón a mil por hora hasta llegar a su
jardín. Sólo allí se detuvo para coger aire y entrar como una plaga en la cocina.
Su madre no estaba. Era normal, pues solía llegar más tarde del trabajo, pero estaba
Jefrey. Mejor. En la cocina de su casa mandaba él. En toda su casa mandaba él.
- ¡Jensen! –Jefrey apartó una sartén del fuego y caminó hacia el chico cuando lo vio
entrar en la cocina-. Ya he visto los resultados de los exámenes de esta mañana.
Enhorabuena. Yo ya sabía que eras un chico listo.
- Quítame de esa lista.
Jefrey frunció el ceño.
- Pero… ¿por qué? –se limpió las manos en el paño de cocina que llevaba
enganchado al pantalón y lo miró de frente-. ¿Te das cuenta de la oportunidad tan grande
que es haber pasado esa prueba, Jensen? Estarás en la clase de avanzados, te enseñarán
más y te prepararán mil veces mejor para la universidad.
- No quiero estar ahí, tene que ser un error –tenía los puños apretados a ambos
lados del cuerpo y lo miraba fjamente casi sin parpadear, intentando aún recuperar el
aliento.
- No es ningún error. Tu nota ha sido una de las mejores –Jef chasqueó la lengua-.
¿Por qué diablos te empeñas en hacerle ver a todo el mundo que eres un tarugo? Eres un
chico listo, Jensen. Mucho más de lo que te imaginas y no te estoy diciendo esto para
comerte la oreja ni convencerte –suspiró-; es lo que he visto durante todo el verano. Tus
respuestas, tu forma de pensar, los libros que lees, la forma de hablar que tenes a veces.
Jensen… esta es la oportunidad de tu vida. ¿Vas a desaprovecharla así por seguir siendo un
macarrilla del insttuto?
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Jensen notó un tc en el ojo derecho, pero no le echó cuenta. Claro que no quería ser
un don nadie, pero prefería pasar desapercibido a estar en la clase con todos los empollones
y cerebritos del cole. Se negaba.
- Sí –mintó-. No voy a ir a las clases avanzadas.
- Jensen… te necesito –el tono de Jefrey cambió haciéndose más profundo-. La clase
avanzada tene que tener como mínimo quince alumnos o no nos darán la beca del College
Board. Y la necesitamos para poder pagar todos los clubes y asociaciones de este año. Y ya
no sólo eso; piensa en tu futuro.
- No –Jensen fue tajante-. No voy a ir a esas clases. Y si me obligas diré que he
copiado, que conseguí las respuesta o algo y si me vuelven a hacer el test de nuevo, lo haré
mal apropósito.
Jefrey apretó la mandíbula al oír sus palabras. Se las esperaba, pero no porque
Jensen fuera un niñato mal criado, sino porque tenía diecisiete años y estaba en la edad de
rebelarse contra todo y contra todos. Después de eso, no le quedó más remedio que ser un
cabrón él también. A largo plazo, Jensen lo entendería.
- Lo que digan los demás es muy importante para t, ¿no, Jensen? –Jefrey soltó el
trapo de las manos sobre la encimera y se apoyó contra el borde-. Es normal. Para mí
también lo era cuando tenía tu edad. ¿Qué crees tú que pasaría si la gente del colegio se
llegase a enterar de que vives con el director y que éste se ha convertdo en tu nuevo padre?
- ¿A dónde quieres ir a llegar? –Quizás ese to fuera más fuerte y grande que él, pero
si se lo proponía podría con él. Si buscaba guerra, iba a tenerla –Y tú no eres mi padre,
capullo. Yo nunca he tenido padre y a estas alturas ya no lo necesito.
- Que, ¿a dónde quiero ir a parar? Pues –Jefrey sonrió y se acarició la barba de
varios días-, que la gente empezaría a llamarte cosas. Pondrían en duda tus conocimientos,
tus apttudes deportvas, tus notas en los exámenes. Y sólo porque vivo aquí. Sería una
putada que la gente lo supiera, ¿no crees? Sobre todo cuando queda tan poco para que te
vayas a la universidad y deje de ser importante.
Jensen respiró hondo intentando calmarse. Intentaba pensar en algo que le ayudase
a no tener ganas de partrle la boca a ese desgraciado.
- ¿Qué es lo que quieres a cambio de que te metas la lengua en el culo? –Jensen
podía haber sido más educado, pero no estaba para fnuras.
- Yo me callo lo de que vivimos juntos y desmiento todos los posibles rumores que
puedan surgir durante el año y tú, a cambio, te vas a las clases de avanzados –sonrió-.
Piénsalo Jensen, sales ganando; sólo son cuatro clases. Las otras cuatro las tenes con tus
compañeros de siempre. Te van a preparar muy bien para la universidad. Sacarás unas
buenas notas y podrás irte a la otra punta del mundo si quieres a estudiar. Y no tendrás que
verme más.
- ¿Y si no acepto?
- Si no aceptas, todo el insttuto sabrá mañana mismo que vivo aquí. Se pasaran todo
el año molestándote y cuchicheando a tus espaldas. No te dejará estudiar bien. Repetrás,
harás que tu madre se ponga triste y yo seré tu director otro año más.
Genial. Estaba bien jodido.
- Eso que acabas de hacerme es chantaje emocional.
Jefrey se acercó tanto para responderle que casi se lo come.
- Lo es. Es exactamente lo mismo que has hecho conmigo, muchachito, así que tú
eliges.
Jensen se tomó varios segundos para responder.
- Está bien –respondió bajito y con la boca pequeña.
- ¿Hola? –la voz de Traci llegó desde la puerta de entrada-. ¿Hay alguien en casa?
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- Estamos en la cocina, cariño –la voz de Jefrey cambió y se convirtó en puro amor.
No estaba disimulando; es que la quería con locura-. Jensen tene una notcia que darte.
Su madre dejó varias bolsas que traía en los brazos sobre la encimera y se volvió
para mirar a su hijo. Éste se tomó su tempo para responder. Respiró hondo y lo soltó.
- He pasado un test esta mañana y estoy en la clase avanzada –dijo como si estuviera
contando que había sido reclutado para ir a la guerra.
Traci pegó un chillido y lo abrazó enseguida haciendo que los dos giraran en medio
de la cocina. Cuando acabaron de dar vueltas, su madre siguió abrazándole mientras
murmuraba lo feliz que era.
Jensen miró por encima del hombro de su madre y vio a ese capullo sonreír. Bien, si
quería que estuviera en el grupo de avanzados, él estaría; pero que no esperase nada de él
porque no iba a partcipar en nada.
El martes amaneció como otro cualquiera. Su madre canturreaba en la cocina
mientras hacía el desayuno y el capullo del vecino volvía a trar los cubos de basura al salir
del garaje, como siempre. Hasta la voz de Jefrey se estaba haciendo habitual preguntándole
a Traci dónde estaba su cartera o si había visto su corbata azul desde el piso de arriba. La
monotonía no era tan mala, después de todo. Era preferible a las sorpresas desagradables
que puede deparar un acontecimiento inesperado. Como el despertar por la mañana
sabiendo que iba a convertrse en un maldito empollón.
Tardó más que nunca en levantarse y en ducharse. Incluso contempló la posibilidad
de irse al colegio tal cual estaba; el pelo revuelto, los ojos legañosos y el pantalón roto que
usaba para dormir. Habría sido todo un espectáculo entrar en la clase de los cerebritos de
esa guisa. Pero desgraciadamente no iba a hacer nada de eso. No iba a poner en peligro la
promesa de silencio de Jef de una forma tan estúpida.
Cuando bajó a la cocina, su madre le tenía preparado un zumo de naranja y unas
tostadas. No le gustaba que tomara café, pero él se servía una taza de todas formas y ella no
se lo había impedido nunca. Junto a la cafetera había diez dólares para el almuerzo.
-¿Qué? ¿Estamos listos para empezar a labrarnos un futuro?
Jef entró en la cocina poniéndose la chaqueta. Tenía una gran sonrisa en la cara y
aspecto de haber dormido como un rey. ¡Qué asco le daba a veces!
-No estreses al chico, Jef. Es un día muy importante, pero también muy difcil. No se
lo compliques más.
Traci le colocó bien la corbata y le puso una taza de café en la mano que el director
agradeció con un beso.
-No intento asustarlo, mujer. Quiero que empiece esta nueva etapa con el espíritu
necesario.
Jensen no abrió la boca. Presenció con hasto la escena como si no fuera con él.
Aquello de la familia feliz que desayuna junta y se desea un buen día le quedaba grande, tal
vez porque jamás había sido testgo de una estampa similar y lo veía todo como desde una
ventana exterior. Aquello no podía tener nada que ver con él.
-Mientras no me hagas leer el manual de los Jóvenes Castores me parece bien. – dijo
Jensen pretendiendo ser mordaz.
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-Chico, algún día te darás cuenta de lo importante que es la acttud para afrontar las
cosas.
-Uy, sí, sí. Venga, vamos a abrir los chacras y a invocar a la madre naturaleza para
que nos libre de la patada en el culo que nos da cada día esta mierda de vida.
-¡Jensen! – le regañó Traci.
-No, déjalo querida. Algún día se acordará de esta conversación.
Jef se terminó el café y puso la taza en el fregadero.
-¿Cómo que algún día? Si ya se me está repitendo.
Jensen no iba a pasar mucho tempo más escuchando tonterías así que terminó su
desayuno y se dispuso a marcharse al colegio. En la calle, aparcado en la acera, estaba su
coche; un destartalado Ford Scort del 93. Tenía la suspensión hecha una pena, una de las
puertas de distnto color que el resto y la luna trasera atravesada por una grieta que había
reparado con un trozo de cinta adhesiva transparente. El interior no estaba en mejores
condiciones: había quemaduras en el asiento trasero, el paño de una de las puertas algo
desprendido y una mancha en el techo, consecuencia de una de las veces que se lo había
dejado a Steve. Nunca supo qué demonios había hecho para manchar el techo y su amigo
nunca se lo había querido contar. Y lo cierto es que prefería no saberlo.
Sea como fuera, era su coche y era el único que tenía. Así que no se quejaba por su
aspecto y se conformaba con que el viejo cacharro nunca le hubiera dejado trado, a pesar
de tener pinta de costarle hasta arrancar. Se sentó dentro y metó contacto. El motor se
quejó e hizo un ruido sordo y preocupante antes de ponerse en marcha con un estruendo.
-Cuando quieras te llevo al colegio.
Miró por la ventanilla cuando Jef ya se estaba alejando con una sonrisa camino del
garaje, donde aparcaba su famante Cadillac Escalade. Y pensar la de veces que le había roto
los faros a ese coche hacía apenas un año, cuando Jef no era más que el director del colegio
y no el to que dormía con su madre. Vio salir el vehículo reluciente del garaje y pasar por su
lado. El director le saludó con la mano y aceleró dejándole sentado al volante de su vieja
tartana. Había que reconocer que el to tenía clase, pero eso no se lo diría jamás.
La escuela era un hervidero a esas horas. Había gente por todas partes y ya entonces
se diferenciaban claramente las distntas etnias que acogía el colegio. Las animadoras
llegaban en los fabulosos descapotables que conducían sus novios jugadores de futbol y se
concentraban en grupo para pavonear su etérea perfección desde los aparcamientos hasta
las aulas. Los frikis llegaban siempre a pie, cargados con enormes mochilas a sus espaldas
llenas de libros innecesarios y con la cabeza gacha. Estaban esos chicos tan modernos, con
sus pantalones caídos hasta la mitad del culo enseñando un palmo de ropa interior y sus
aires de molar más que los demás porque se pasaban la tarde arrastrándose por el suelo
bailando street. También había gente invisible, gente que no destacaba hiciera lo que hiciera
y pasaba desapercibida en todo momento. Demasiado normales para que se les tuviera en
cuenta en un entorno donde lo prioritario era destacar.
Lo que estaba muy claro era que había que pertenecer a algún grupo social. Nadie
podía ir por libre. Si no te podían catalogar en algunas de las etnias establecidas… bueno,
entonces no eras nadie. Él no era ni deportsta, ni friki, ni moderno. Su rasero estaba más
bajo. Pertenecía a los llamados macarras y básicamente se les hacía un cerco bien amplio;
cuanto menos contacto se tuviera con ellos mejor. Por eso sus colegas estaban sentados en
uno de los bancos de la entrada y todo el que pasaba se apartaba un poco como si olieran
mal. Y era muy probable que alguno de ellos lo hiciera.
-¡Hey, Jen! – Chris lo llamó levantando el brazo. – Tío, llegas tarde. ¿Se te han
pegado las sábanas o has tenido que empujar esa mierda con ruedas que tenes hasta aquí?
Su amigo llevaba una bandana de color rojo y blanco rodeándole la frente y por
debajo de la melena y unas gafas de sol. Debía de hacer al menos una semana que no se
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afeitaba y vesta una camiseta negra con una calavera sonriente en el frente. Le ofreció una
mano enfundada en sus ya habituales mitones de lana para enfatzar el saludo y Jensen la
aceptó.
-Esa mierda con ruedas carga con los bártulos de la banda de un lado a otro, no lo
olvides Kane. – le respondió.
-Que sí, hombre, que era broma. No le hagas caso al tarugo este.
Jason medió entre ellos poniéndose de pie y pasando un brazo por los hombros de
Jensen. El chico era muy alto y tenía una envergadura considerable, pero era entrañable. Era
el más pulcro de todos y el único que llevaba el pelo corto. Jensen tenía una conexión
especial con él, tal vez porque lo respetaba y jamás lo juzgaba. Ambos comenzaron a andar
hacia la entrada del insttuto y los demás lo siguieron. Menos Chad, que se había quedado
dormido. Steve le dio una colleja con todas sus fuerzas y el chico se puso de pie de un salto
provocando las risas de los demás.
-Sois unos cabrones. Un día me vais a provocar algo chungo en el cerebro.
-¿Perdona? ¿Algo chungo dónde? Si tú no tenes de eso, to. – respondió Steve
empujando al chico delgaducho y ojeroso.
Se encaminaron a las clases cuando ya sonaba el tmbre y todo el mundo corría a sus
respectvas aulas. Menos ellos. ¿Qué prisa había? A mitad de camino, Jensen cayó en la
cuenta de que él no iba a la misma clase que ellos esa mañana. A primera hora empezaba las
clases avanzadas, así que debía ir hasta el últmo piso y prepararse para morir de
aburrimiento. No podía contarles que iba a recibir clases avanzadas o se pasarían el resto del
año mofándose de él, así que les dijo lo primero que se le ocurrió. Ya pensaría algo más
creíble más adelante.
-Joder, casi se me olvida. Yo no voy con vosotros. Tengo que… ir a ver al jefe de
estudios. – mintó lo mejor que pudo.
-¿Y eso? – le preguntó Chris.- ¿Qué has hecho? Y lo más importante, ¿por qué lo has
hecho sin contar con nosotros?
-No he hecho nada, ¿vale? Es algo relacionado con mi… es por la… Mira, yo que sé.
Voy a verlo y después os cuento.
-Vale. Suerte, to. – dijo Jason y le palmeó un hombro antes de despedirse.
Los demás hicieron lo mismo y desaparecieron por el pasillo en dirección a su aula.
Entonces Jensen salió corriendo. Atravesó los pasillos como una bala y subió los escalones
de tres en tres hasta el segundo piso. El aula 3-14A estaba al fondo, junto al despacho del
jefe de estudios. Frenó resbalando hasta la puerta y miró por el cristal. Dentro había un tpo
serio y con entradas que les hablaba a los alumnos con cara de cabreo. Genial, con su
suerte, el tpo sería un hijo de puta y se ganaría un castgo el primer día de clase. Jef le iba a
retorcer los huevos cuando llegara a casa.
Cogió aire hasta llenar los pulmones por completo y después lo soltó, intentando
hacer acopio de valor para entrar. No lo pensó más; asió el pomo, lo giró y abrió ligeramente
la puerta. Asomó la cabeza por ella y unas (quince) cabezas se giraron hacia él.
-¿Sí? – preguntó el profesor.
-Disculpe, - dijo Jensen aclarándose la garganta. - ¿es esta la clase de… ejem…
avanzados?
El hombre se cruzó de brazos y se giró hacia él con una sonrisilla pedante en la cara.
-Esta es.
Antes de que el hombre terminara de hablar, Jensen se había colado dentro,
cerrando la puerta tras él.
-Uf, menos mal. Me he recorrido todo el colegio buscándola. – mintó con una
sonrisa exagerada.
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La expresión del profesor mudó hasta mostrar un ceño fruncido. Dio un paso en su
dirección y lo analizó de arriba abajo con descaro.
-¿Viene usted a esta clase? – preguntó el hombre con un marcado acento inglés. ¿Está seguro de no haberse equivocado?
Jensen fulminó al hombre con una mirada asesina. Se contuvo de darle un trompazo
en toda la cara. No creía que esa fuera la mejor manera de empezar el curso.
-No, señor, no me equivoco. A menos que las pruebas las haya corregido algún
idiota. ¿Ve usted alguno por aquí?
El tpo enrojeció hasta la raíz del pelo y apretó los labios. Era increíble lo que
descargaba tocarle las pelotas a los profes. Después de eso se sintó algo mejor.
-¿Cuál es su nombre? – preguntó el profesor con un gruñido.
-Ackles. Jensen Ackles.
El hombre regresó a su mesa y revisó la lista de alumnos arrastrando un dedo sobre
el papel. De pronto paró sobre una línea y Jensen sonrió para sí. Jódete, capullo.
-Bien, parece que tene razón. Busque una mesa vacía y siéntese, por favor.
Miró al aula por primera vez y vio al grupo de alumnos, todos totalmente
desconocidos para él, que iban a ser sus compañeros. No entendía qué iba a hacer él entre
tanto friki, pero no tenía más remedio que aguantar. No estaba allí para hacer amigos así
que pasaría de todos e iría a lo suyo. Localizó un asiento libre al fnal del aula y se dirigió
hasta él. Pasó entre las flas de chicos que lo miraban como si se les hubiera colado una
cucaracha sobre hormonada en la clase. Ignoró las miradas y fue hasta la mesa que había
elegido con la cabeza muy alta. Cuando se sentó, todos los alumnos habían dejado de
prestarle atención y miraban de nuevo al profesor, que había retomado sus explicaciones.
Aquello iba a ser un tostón. Se acomodó en la silla y esperó a que la hora pasara
rápido, pero sintó algo raro de pronto. Se senta observado. Miró hacia su izquierda, pero
no vio a nadie interesado en él. A su derecha, sin embargo, se tropezó con los ojos azules de
un chico que lo miraba con interés. Al cruzar sus miradas, el chico le sonrió y le saludó con
una mano, alzándola apenas de la mesa para no llamar demasiado la atención. Tenía el pelo
oscuro bien peinado, como si lo hubiera hecho su madre, y vesta con ropa moderna pero
formal. Se encorvaba sobre la mesa llena de libros y reposaba los pies, ligeramente torcidos,
como los de un niño, en el travesaño de la mesa.
Lo que le faltaba; que se le pegara un empollón. Lo ignoró y prestó atención a la
clase. En la pizarra se leía Sr. Sheppard en elegantes letras cursivas. No le quedaba más
remedio que atender al estrado con acento británico.
- Como les decía antes de que nos interrumpieran… Cada uno debe elegir cuatro
asignaturas de la lista que les he dado y entregármela, como muy tarde, mañana por la
mañana. – el hombre anduvo hasta Jensen, y sin mirarlo, le dejó sobre la mesa una hoja
donde se podía leer una lista. – Piensen que esas asignaturas deben estar directamente
relacionadas con la carrera que tengan intención de iniciar el próximo año, así que piensen
con la cabeza y elijan las que les sea de más utlidad y no las que les puedan resultar menos
pesadas.
Jensen revisó la lista. Asignaturas como estadístca, gobierno y polítca o
macroeconomía se mezclaban con otras más llevaderas como historia del mundo o
literatura. La lista era demasiado larga y compleja como para decidir en ese momento qué
materias le interesaban más, y mucho menos sin haberse planteado aún qué carrera podía
ser la adecuada para cursar sus estudios superiores.
La clase se relajó un poco y los alumnos comenzaron a hablar entre ellos mientras el
profesor les daba tempo a comentar lo que les había comunicado unos segundos antes. No
esperaba que nadie se dirigiera a él, ni quería, por eso se sorprendió cuando escuchó la voz
justo a su lado.
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-¿Ya sabes cuáles vas a escoger? – Jensen miró en dirección a la voz y se encontró
con el chico que le había saludado antes de pie a su lado. Debió de notar su cara de
desconcierto, porque señaló al papel que aún sujetaba entre las manos como para sacarlo
del estupor. – Hay un par de ellas que… uf, ya sabes, una lata. Algunas son interesantes, un
poco pesadas, pero son geniales como preparatorias.
Jensen no contestó. No entendía por qué aquel tpo le hablaba como si lo conociera
de toda la vida. Y encima esa sonrisita. ¿Por qué demonios sonreía tanto? No le dio tempo a
gruñirle para espantarlo como tenía pensado cuando ya había cogido una silla vacía y se
había sentado a su lado.
-Si quieres un consejo, – dijo acercándose para mirar el papel sobre su hombro. –
pasa de las asignaturas que tengan poco temario. Eso no signifca que vayan a ser menos
paliza sino que los temas son más complicados y sólo les da tempo a dar unos pocos.
¿Pero quién le había pedido consejo? Estaba alucinando. Como todos allí fueran
igual de entrometdos, se iba a pasar el curso mandando gente a la mierda.
-Por cierto, me llamo Misha.
El muchacho se presentó y le ofreció la mano. Jensen la miró como si no hubiera
visto una mano jamás y después volvió a mirar al chico, que seguía sonriendo y
manteniendo la mano en posición de saludo. ¿Realmente esperaba que se la estrechara? El
tmbre sonó y se levantó de su asiento, dejando al to aquel allí plantado, aún con la mano
estrada. Abandonó el aula el primero mientras escuchaba como a su espalda el Sr. Sheppard
les recordaba que debían entregar la circular con sus elecciones en cuanto les fuera posible.
La próxima clase era de las normales y tenía ganas de relacionarse con los de su especie.
Siempre había pensado que no se podía desentonar más que él en ese colegio, pero eso
había sido hasta que pisó esa aula.
-¡Hey! Espera.
Otra vez él. ¿No se cansaba nunca de dar la brasa o qué?
-Oye. – le dijo el chico moreno cuando lo alcanzó. – Oye, se te…
Jensen paró en seco en medio del pasillo y encaró al chaval.
-A ver, Mushu…
-Es Misha. – lo interrumpió. – Me llamo Misha. Mushu es el dragón de…
-Bueno, lo que sea. ¿Me has visto cara de querer hacer amigos aquí? No, ¿verdad?
Pues deja de darme la paliza, to. ¿He sido lo sufcientemente claro o te mando un sms?
La mirada de Misha se ensombreció. Arrugó la frente en una mueca que a Jensen le
pareció de desencanto y apretó los labios, pero aún así mantuvo la mirada sobre la suya.
-Sólo quería darte esto. – extendió una mano con la que sujetaba la lista de las
asignaturas. – Te la has dejado encima de la mesa.
Jensen se sintó un poco avergonzado. Aquel chico había intentado ser amable con
él y casi le escupe en la cara en agradecimiento. El semblante de Misha se había vuelto tan
serio que no podía hacer más que sentrse culpable. Incluso su voz se había agravado.
-Oh… esto… gracias.
El muchacho se marchó sin decir nada más. Lo vio entrar de nuevo en el aula con
paso decidido y le entraron ganas de correr tras él para disculparse. No lo iba a hacer, por
supuesto. Si por algo se caracterizaba era por cagarla una y otra vez y no tener cojones para
ponerles remedio después.
Pasar el resto de la mañana con los chicos le sirvió para relajarse un poco.
Necesitaba esa familiaridad que tenía con ellos para dejar de pensar tanto. Con ellos podía
hacer las cosas por inercia, sin miedo a meter la pata o a no dar la talla y eso era genial. El
único problema era que les estaba ocultando su nueva condición académica y no le
agradaba mentrles. Tenía que pensar en alguna manera de contarles la verdad, antes de
que se enteraran por otros. En el insttuto, las notcias volaban y no tardaría en saberse que
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Jensen Ackles, el macarra que tocaba la guitarra, se había pasado al bando de los
empollones.
Durante la hora del almuerzo se dedicaron a escuchar las batallas de Steve, la
mayoría producto de su imaginación, durante las dos semanas de vacaciones con su padre
en Pensilvania, donde el hombre residía desde que su madre y él se separaron.
-¿Y dónde dices que has estado? – le preguntó Jason.
-En Blair, Pensilvania. ¿Me estabais escuchando cuando he empezado a contarlo?
-Que sí, hombre.
-Yo no.
-Cállate, Chad.
Comer con esos cuatro era de todo menos aburrido. Entre las conversaciones
surrealistas y la comida en sí, la hora que tenían para el almuerzo siempre era la mejor del
día. Jensen compraba su comida en la cafetería, pero casi siempre terminaba
comparténdola con alguno. Con Jason, porque era una lima sorda y nunca estaba
satsfecho, o con Chad, que se olvidaba el dinero o lo que le hubiera preparado su madre en
casa. Ese día no era una excepción y había comprado dos sándwiches de atún: uno para él y
otro para Chad.
-Vale, ¿pero viste algún vampiro o no? – preguntó Chad con la boca llena.
-¿Qué vampiro? ¡Qué dices, pirado!
-Eso es el Transilvania, Chad. En Pensilvania no hay vampiros.
-¿Vampiros? ¿No eran brujas?
-¿Brujas? ¿Pero qué hablas, Chris?
-Has estado en Blair, ¿no? Verías alguna bruja, vamos, digo yo.
-Dios, qué estrés.
-Pero tú dónde has estado, ¿con tu padre o con los Adams?
Las carcajadas le impedían comer. ¡Vaya pandilla! Serían unos pirados, pero eran
únicos subiéndole la moral.
La conversación contnuó y aún decayó mucho más cuando Chad preguntó muy
serio qué clase de criatura saldría de un cruce entre un vampiro y una bruja. Steve optó por
un vampruja y Jason por un brupiro. Chris le dijo que le preguntara a su madre si su padre
había tenido colmillos y que si le decía que sí ya tenía la respuesta. A pesar de las carcajadas
de sus amigos, Chad tardó en pillarlo.
La casualidad quiso que Jensen fjara su atención en una de las mesas del fondo.
Había un grupo reducido de chicos y habría jurado que jamás había visto a ninguno de ellos
antes, pero allí sentado, con la misma postura curvada que le había visto hacía un par de
horas, estaba el chico de la clase avanzada. ¿Cómo había dicho que se llamaba?
Misha. Se llamaba Misha. Y no sabía cómo no lo había visto nunca antes. La mesa
que ocupaba el grupo no estaba muy lejos de la suya y por regla general, los grupos siempre
solían ocupar las mismas mesas. Solían respetarse esas divisiones territoriales, así que
debían de llevar ocupando el mismo sito al menos un año, que era lo que solía llevar
hacerse con un sito fjo en la cafetería.
No pudo evitar observar al chico, que comía con mucho cuidado, mientras
partcipaba en el ritual de alimentación diario. Se le veía cómodo y alegre, posiblemente
conociera al resto de chicos desde hacía tempo y eso le proporcionaba una relajación
sufciente como para comportarse con una naturalidad desbordante. Movía las manos con
tanto énfasis al hablar que casi podía saber de lo que hablaba sólo por sus gestos.
-Hey, Jason. – llamó por lo bajo a su amigo mientras los otros tres ideaban cruces
entre monstruos y animales. - ¿Conoces a alguno de los chicos de esa mesa de allí?
-¿Cuál? ¿Aquella? – Jason señaló con el dedo y Jensen asintó. – Creo que no. Son
unos frikis, ¿no? ¿Qué pasa con ellos?
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-Nada, nada. Curiosidad. – hizo una pausa deliberadamente larga. No quería que su
amigo pensara que tenía algún tpo de interés en los chicos de la otra mesa. – El de la camisa
blanca, ese moreno, ¿lo habías visto antes?
-Que yo recuerde… no sé, por aquí hay demasiada gente como para fjarse en uno
de esos insignifcantes salvadores de ballenas. – Jason hizo mención a la naturaleza
ecologista que parecía tener el pequeño grupo de chicos.
-Yo sí lo conozco.
Jensen miró a Chad con asombro. Ni siquiera se había dado cuenta de que había
estado escuchando la conversación.
-¿Lo conoces?
-Ajá. – contestó Chad con la boca llena. – Desde primer año. Hemos coincidido en
algunas clases. Se llama… Umm, a ver que piense…
Jensen no tuvo muchas esperanzas. Era Chad. El mismo que tenía que llamar a
alguno de sus amigos para preguntarles su propio número de teléfono. Las posibilidades de
que recordara el nombre de un compañero con el que apenas había compartdo un par de
clases eran casi nulas.
-¡Collins! – gritó al cabo de un minuto. – Se llama Collins, eso es. Buen to, la verdad.
Raro, pero buen to.
-Defne… raro. – le pidió Jensen.
-No sé, tene ideas raras. Y habla mucho, por los codos, con todo el mundo. –
contestó Chad recogiendo las migas de pan de su sándwich de la mesa y llevándoselas a la
boca. – Dice cosas interesantes, la verdad. Y siempre me ha tratado muy bien.
Claro, por eso Chad lo recordaba. Su amigo era uno de esos tpos con los que nadie
trata demasiado. Era un bicho raro, despeinado, mal hablado y con mal gusto para la ropa.
¿Quién iba a querer relacionarse con él? Pero aquel chico, al parecer, había hecho lo que
sólo ellos hacían en la escuela: tratarlo como a uno más.
Jensen reconsideró su impresión inicial sobre el tal Collins. Por lo que había contado
Chad, lo que había hecho con él en la clase de Sheppard era una práctca normal en él. No
podía ser mala gente un tpo que se tomaba la molesta en hacer que los inadaptados se
sinteran cómodos. No dejaba de ser un friki, claro, pero el simple hecho de haber
demostrado algo de interés por Chad, que era una especie de cachorrito para ellos y
romperían piernas por él a pesar de todo, ya lo elevaba de la categoría “súper pringado” a
“pringado” a secas.
Miró en dirección al chico de nuevo… y se lo encontró mirándolo a su vez. Tendría
que haber apartado la vista, pero no lo hizo. La mirada de Misha era casi hipnótca, y a pesar
de estar separados por unos diez metros, los intensos ojos azules parecían tenerlo atrapado
en una red invisible. Sonrió de medio lado, apenas alzando la comisura de la boca, y Jensen
esquivó su mirada. Aquel tpo le ponía nervioso. Tenía la impresión de que iba a tener que
evitar a Misha Collins en lo posible durante las clases avanzadas, aunque aún no tenía muy
claro por qué.
Título: Air on the G string
Capítulo: 2/9 + Epílogo
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Autoras: Flexikuki y Taolee
Beteado: Flexikuki y Taolee
Pairing: Jensen/Misha
Fandom: RPS. AU.
Personajes secundarios que irán saliendo: Jefrey Dean Morgan, Jared Padalecki, Chad
Lindberg, Christan Kane, Steve Carlson, Jason Manns, Traci Dinwiddie, Richard Speight Jr,
Kurt Fuller, Lauren Cohan, Robert Benedict…
Rating: Nc-17
Disclaimer: Ellos no nos pertenecen. No hay ánimo de lucro. Esto está hecho por fans y para
fans.
Art: Shirleypaz es un amor y nos ha hecho unos separadores preciosos. Seguro que van a
gustaros. Muchas gracias, amor. Eres un cielo!!! <3
Resumen: Es el últmo curso en el insttuto para Jensen. Un curso que pretende pasar como
todos los demás; estudiando lo justo y divirténdose bastante. Pero el director del centro
aprovecha la ventaja de ser la pareja de su madre para chantajearlo: si no se presenta a las
pruebas de alta capacitación que se hacen cada año con vistas a la universidad, haría pública
su relación con su madre, cosa que Jensen quiere evitar en lo posible. Misha es un chico
inteligente y peculiar. Un buen estudiante con grandes aspiraciones de futuro. Las clases
avanzadas son una gran oportunidad para él, pero no sólo por cuestones académicas. Ese
chico nuevo, Jensen, tan retcente a aceptar pertenecer a un grupo del que se siente
avergonzado, será la llave para abrir la puerta a nuevas experiencias para los dos.
2.
Misha llevaba esperando ese día desde el curso anterior. Se había pasado todo el
verano deseando que fuera septembre para poder asistr a la clase avanzada. Incluso sin
haber hecho el examen ya sabía que le saldría bien. No era la primera vez que se someta a
un test de esos y sus profesores, a lo largo de todos sus años de insttuto, le habían dicho
que el últmo curso sería el suyo. Ahí demostraría lo que realmente valía.
Esos dos meses se había levantado temprano cada día y, antes de ir a trabajar
repartendo periódicos por las urbanizaciones del pueblo, había estudiado antes de cada
reparto. No podía permitrse un profesor partcular. Además, posiblemente él habría sido
más listo que el mismo profesor. Él necesitaba a uno especial, pero esos eran muy caros y su
familia aún estaba pagando el piano que le habían regalado un par de años atrás por su
cumpleaños. Y el trabajo que había tenido ese verano por las mañanas apenas le daba para
cubrir sus gastos y ayudar en casa.
Los Collins vivían en un apartamento pequeño en el centro del pueblo. Actualmente no
estaban mal de dinero, pero hubo épocas en las que Misha pensó que tendría que dejar de
estudiar para ponerse a trabajar. Por eso las clases de ese año eran tan importantes para él
ya no sólo a nivel personal, sino porque si se graduaba con una nota excelente, le darían una
buena beca para ir a la universidad que él quería. Y lo necesitaba. Era lo que más quería en
el mundo.
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Por eso ese primer día de clase se había levantando con ganas, se había duchado y se
había ido a la cocina a desayunar. Su madre aún no había llegado del turno de noche y su
padre seguía haciendo la ruta con el camión por Oregón y aún tardaría varias semanas en
regresar. Ojalá su madre no tardara mucho en llegar porque no podía dejar a Megan sola en
casa. Como si la renacuaja de poco más de un año hubiera sabido que su hermano estaba
despierto, comenzó a llorar desde la cuna. Misha caminó con los pantalones a medio
abrochar hasta el dormitorio y la cogió en brazos. No sabía en qué diablos estaba pensando
su madre cuando se quedó embarazada. Si hubiera sido él el que hubiera dejado
embarazada a una chica, se habría liado gordísima. Aunque eso sí que hubiera sido
sumamente improbable porque a él no le gustaban las mujeres. Siempre lo había tenido
claro, y sus padres lo sabían. Lo habían apoyado y respetado incondicionalmente. Muchas
veces su madre bromeaba diciendo que Misha había crecido tan liberal y con las ideas tan
claras porque de pequeño había crecido en una comuna hippie en California hasta que se
mudaron al pueblo cuando apenas tenía ocho años.
Con Megan en los brazos, caminó hacia la cocina y le preparó un biberón de cereales,
pero la pequeña parecía tener otros planes y empezó a llorar de una manera alarmante. Le
cambió el pañal, le puso los dibujos en la televisión, pero nada. Ya sabía lo que quería esa
enana, así que no le quedó más remedio que caminar hasta la sala con una tostada en una
mano y la niña en el otro brazo y sentarse delante del piano.
Ese piano de media cola ocupaba gran parte del salón, pero a sus padres les mereció la
pena cuando vieron la expresión de felicidad en la cara de Misha cuando se lo regalaron.
Levantó la tapa, que estaba llena de pequeñas huellas de su hermana, y presionó una tecla.
La niña balbuceó algo sin sentdo y se calló. Sosteniéndola con un brazo y con la tostada
entre los labios, Misha empezó a tocar con la mano que le quedaba libre una sinfonía
sencilla y rítmica mientras veía cómo Megan pegaba pequeños botecitos contra su pecho.
- ¡Hijo por Dios, que es muy pronto para que te pongas a tocar! –su madre cerró la
puerta del apartamento que se veía desde la sala y caminó hacia ellos-. Luego los vecinos se
quejan y con razón, Misha.
- Lo siento, mamá –cerró la tapa y se levantó del taburete. Antes de que la pequeña
comenzara a llorar de nuevo, la puso en los brazos de su madre y terminó de tragarse la
tostada-. Ya le he cambiado el pañal y el biberón está en la encimera. Me voy a clase.
- Pero… Misha –terminó de decir cuando su hijo ya le había dado un beso en la mejilla,
había cogido la mochila y había salido por la puerta dando un ligero portazo-. Que tengas un
buen día.
No conocía a nadie en la clase de avanzados. Bueno sí, el tal Padalecki ese le sonaba del
año pasado de las clases de ajedrez. ¿Qué hacía ahí ese crío sí tenía un año menos que ellos?
Aunque no le extrañaba porque le había visto jugar al ajedrez y sabía que era muy
inteligente. Por los demás, no le sonaba nadie.
El profesor Sheppard era un hombre algo serio, con un sentdo del humor retorcido y
un acento inglés un poco agobiante. Misha había dejado de escucharle hacía rato y se había
limitado a garabatear en su cuaderno. Todo eso que estaba contando lo sabía él desde el
año pasado. Incluso ya sabía qué asignaturas escoger. Iba a ponerse a rellenar el formulario
cuando alguien llamó a la puerta. La conversación que se produjo entre Sheppard y el recién
llegado le dejó una sonrisa tonta en la cara. Ojalá él pudiera responder así también cuando
le viniera en gana.
Cuando el chico nuevo caminó entre las flas de sillas y se sentó a su lado, Misha no
pudo quitarle la vista de encima. No es que se hubiera enamorado, ni hubiera escuchado el
sonido de las harpas alrededor de él, ni hubiera visto a los ángeles arrojar pétalos de rosas
sobre su cabeza, pero debía de reconocer que su nuevo compañero no estaba nada mal;
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tenía la cara salpicada de pecas. De lejos eran demasiado sutles como para ser apreciadas,
pero de cerca se le veían perfectamente. Los ojos verdes tampoco podían pasar
desapercibidos y los labios carnosos eran demasiado sugerentes como para pasarlos por
alto. Hasta el cabello le llamaba la atención; esa media melena algo despeinada y con parte
del fequillo que le caía sobre la frente, Jensen parecía querer esconder su encantador rostro
tras un montón de pelo. Y eso que no había hecho mención de la perilla descuidada que
llevaba.
Jensen lo miró y él no pudo apartar la mirada. El resto de su conversación con él fue un
auténtco fracaso. Misha nunca había tenido problemas para hacer amigos, pero según qué
amigos; la gente por naturaleza era desconfada cuando conocía a alguien, pero él no. Él se
dejaba llevar por lo que senta, y ese tal Ackles le había dado buenas vibraciones. A la
cuenta, el sentmiento no había sido mutuo, porque la rudeza con que el chico le respondió
le dejó claro que, aunque Jensen estuviera en la clase avanzada, no tenía intenciones de
relacionarse con nadie, o al menos con él. Cuando volvió a la clase para recoger sus cosas,
vio cómo varios de los otros chicos habían comenzado a entablar una conversación. ¿Por
qué diablos las cosas siempre eran tan difciles para él?
El resto del día lo pasó de clase en clase. Había comenzado a apuntar cosas en su
cuaderno, lo que se ganó la mirada rara del resto de sus compañeros. La verdad es que eso
no le preocupaba porque no era la primera vez que le miraban así.
Cuando llegó la hora del almuerzo, Misha solía llegar cuando ya la cola había
desaparecido y la mayoría de los alumnos estaban sentados en sus mesas, comiendo,
gritando y haciendo ruidos extraños. Cuando compraba su comida, los días que podía
comprarla, se sentaba con los chicos del grupo ecologista. Los conoció el año pasado en una
manifestación en el parque para salvar una raza de patos autóctona que había en el pueblo.
Descubrió que eran buenos tos aunque a veces tenían unas ideas un tanto radicales, pero le
gustaba charlar con ellos.
Al cabo de un rato de estar allí sentado, notó un cosquilleo en la nuca y la sensación de
que alguien le estaba observando. Eso era totalmente ridículo porque nadie había reparado
nunca en él. Hasta ahora. Cuando se volvió, se encontró con los ojos grandes y verdes de
Jensen mirándole.
Se acordaba perfectamente de su nombre. Y de sus pecas, y de sus ojos, y de sus
labios… Inconscientemente le sonrió pero Jensen apartó la mirada y se puso a hacer el tonto
con el resto de sus amigos. Esa mesa era con diferencia la más ruidosa de la cafetería. Y era
normal si uno de los miembros era Chad. Lo conocía desde hacía siglos y sabía que era un
buen tpo. Iba a su aire y a su ritmo y eso le gustaba a Misha; que la gente fuera ellos
mismos.
El resto del día fue un aburrimiento total y Misha regresó a su casa, donde se encontró
a su madre tumbada en el sofá en una mala postura y con la niña en brazos.
- Mamá –la llamó despacito para no asustarla-, ¿por qué no te vas un rato a la cama
antes de irte a trabajar?
Su madre reaccionó. Miró su reloj de pulsera y puso mala cara.
- Ya no me da tempo –se levantó y puso a la niña en brazos de su hijo-. Voy a ponerme
el uniforme. ¿Qué tal el primer día de clase?
- Bien –Misha soltó la mochila en el suelo y cogió a su hermana como si fuera un saco de
patatas y se la puso en el hombro, haciendo que la pequeña se tronchara de risa-. Mañana
con suerte nos dirán qué clases avanzadas tenemos y quiénes van a ser los profesores.
- ¿Ha pasado alguno de tus amigos ecologistas a ese curso?
Misha esperó en el pasillo mientras su madre le hablaba a través de la puerta cerrada
del baño.
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- No. Esos tos son inteligentes, pero de otro modo –respondió enigmátco-. Lo que sí
que me ha sorprendido ha sido uno de los chicos de clase.
- ¿Por qué? –la mujer abrió la puerta con el cepillo del pelo en la mano.
- No sé. Es uno de los macarrillas del inst.
- Misha –su madre lo cogió por la barbilla y le obligó a que lo mirara-. Está mal que
juzgues a la gente por cómo son exteriormente porque ellos pueden hacer lo mismo contgo.
Misha miró a su madre y sonrió. No sabía muy bien en qué mundo vivía su madre, pero
era asombroso que aún no se hubiera dado cuenta de que tenía un hijo que era un
inadaptado socialmente. No es que tuviera problemas o fuera un tpo raro; es que en el
insttuto, o perteneces al grupo de los guays, o eres un paria. Misha sospechaba que su
madre había tomado demasiado LSD de joven y que también iba a su bola, como Chad.
- Mañana llegaré un poco antes, te lo prometo –le dio un beso en la mejilla a cada uno y
se fue al salón a coger el bolso-. La niña ya ha cenado, sólo tenes que acostarla.
- Vale –Misha sonrió al ver a su madre lanzarle un beso a lo lejos. Cuando la puerta se
cerró tras ella, miró a la pequeña que había empezado a poner mala cara, y eso había que
evitarlo a toda costa antes de que se pusiera a berrear como una loca-. Creo que tú y yo
vamos a tocar el piano un rato, señorita.
A la mañana siguiente, cuando Misha se sentó en la clase de avanzados, sus
compañeros aún seguían entrando. Sheppard entró junto a ellos.
- Veamos, sé que no estáis todos, así que vamos a esperar dos minutos y recojo
vuestros cuestonarios –el hombre se dio la vuelta, cerró la puerta y se pasó los dos minutos
por el forro.
Menos de diez segundos más tarde se oyó un golpeteo en la puerta y la cabeza de
Jensen asomando por la ranura. Sheppard hizo un gesto de disgusto con la cara.
- La puntualidad es un don, señor Ackles.
- La paciencia también, señor Sheppard –Jensen pasó por su lado y le dejó su
cuestonario encima de la mesa. Durante unos segundos ttubeó sobre dónde sentarse, pero
fnalmente pareció tenerlo claro y eligió el mismo sito del día anterior, junto al tal Misha.
- Genial, ya tenemos al graciosillo de la clase –Sheppard cogió el papel a disgusto y con
un gesto le indicó a uno de los chavales que recogiera las demás hojas de sus compañeros-.
Y yo que pensaba que iba a aburrirme este año.
Jensen escuchó rezongar al profesor. Si se iba a pasar el curso soltando puyas, se
temía que iban a tener más de un encontronazo. Tal vez no fuera muy conveniente tener
problemas con él cuando apenas había comenzado el semestre, pero como le tocara mucho
los huevos le iba a demostrar al tpejo ese que además de graciosillo, daba hostas como
panes.
No quería ponerse de mal humor tan temprano. Eso agotaba demasiado. A esas
horas lo mejor era imitar a Chad y echarse a dormir, pero no creía que Sheppard se lo
permitera. De todos modos, se acomodó lo mejor que pudo, con el culo casi al flo del
asiento y la espalda encorvada contra el respaldo. En esa postura, la mesa le llegaba al
pecho y tenía que subir los brazos para apoyarlos en ella. No era del todo incómodo, pero si
pudiera deshacerse de la chupa de cuero…
Intentó quitarse la prenda sin cambiar de postura, cosa imposible además de difcil.
Antes de sacar la primera manga ya estaba hecho un nudo con ella. Sin saber cómo lo había
hecho, se encontró con la cabeza totalmente tapada por la chaqueta mientras seguía
luchando por librarse de ella. ¡Joder, estaba en la clase de avanzados y no sabía ni quitarse la
ropa! De esa lo mandaban a preescolar. Mira, allí podría dormir sin que le dijeran nada.
-¿Qué ocurre ahí detrás?
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La voz del profesor lo puso más nervioso aún y eso complicó las cosas. Casi se cae de
la silla al intentar sacar la cabeza de la dichosa chaqueta. Sintó que le daban un trón
enérgico hasta librarle del ahogo del cuero alrededor de la cara y pensó que sería Sheppard.
Temió enfrentarse al hombre, pero cuando miró a su salvador, se encontró con Misha en
lugar del maestro.
-A ver. – gritó Sheppard caminando hacia donde estaban sentados. - ¿Qué está pasando
aquí?
Misha le lanzó la chaqueta antes de que el profesor pudiera verlo y la arrojó al suelo
rápidamente.
-Nada, señor. – respondió Misha adoptando una postura erguida.
Sheppard se paró entre las dos bancas y los miró al uno y al otro. Cuando se
convenció de que Misha le estaba diciendo la verdad, se giró y regresó a su mesa. Jensen
miró a su compañero y este hizo un gesto de alivio. Le susurró un “gracias” inaudible antes
de dedicarle toda su atención al profesor y Misha le respondió con una media sonrisa y un
movimiento de cabeza con el que le restaba importancia a lo que había hecho por él.
Jensen apartó la mirada antes de que se le ocurriera responderle al gesto. Él no iba
regalando sonrisas encantadoras por ahí, así que el chico de los ojos bonitos iba a tener que
conformarse con el “gracias” anterior. Y se podía dar por satsfecho. Automátcamente se
reprendió por la forma que había tenido de referirse a él. “El chico de los ojos bonitos”. ¿En
qué coño estaba pensando?
Volvió a echar un vistazo a su compañero. Seguía igual de erguido y prestaba
atención a lo que se hablaba en la clase, pero se volvió a mirarlo cuando notó su mirada.
Aún tenía esa media sonrisa en los labios. Entornó los ojos de forma casi inapreciable al
comprobar que le observaba.
Jensen apartó la vista y tragó saliva. ¿Cómo se le ocurría quedarse mirando como un
bobo? Posiblemente se habría puesto en ridículo y ahora el chico debía de estar pensando
que senta algún tpo de interés por él. Pues tenía que sacarlo de su error porque él no
estaba interesado en él ni en nada que tuviera que ver con él.
Durante lo que fueron los cuarenta minutos más largos de la historia, Jensen se
contuvo de mirar hacia su derecha durante todo el rato a pesar de que una extraña fuerza
nacida de la nada le instaba a echar un vistazo de nuevo a su compañero. Era curioso ser tan
consciente de la presencia de otra persona. Debían separarlos al menos dos metros y sin
embargo parecía tenerlo pegado, sentado junto a él codo con codo.
La clase estaba a punto de acabar. Estaba decidido a evitar al chico en lo posible así
que en cuanto Sheppard los despidió, se levantó del asiento con prisa y salió de la clase
antes incluso que el mismo profesor. Cuando estaba a punto de bajar la escalera, alguien lo
llamó con un grito.
-¡Hey! ¡Oye, espera!
Miró sobre el hombro. Era él de nuevo. ¿Pero por qué era tan plasta, joder? Lo
ignoró y bajó el primer tramo de escaleras saltando los peldaños de dos en dos. Antes de
comenzar a bajar el segundo tramo de la misma forma, alguien lo agarró por el brazo.
-¡Espera un poco! – le pidió el chico trando de él.
El contacto lo puso muy nervioso. Se soltó del agarre de un trón brusco y se volvió
hacia él. Misha aún no había terminado de bajar todos los escalones y estaba de pie en el
tercer o cuarto peldaño, por lo que tuvo que elevar la cabeza para hablarle. Gritarle, mejor
dicho.
-¡Tío, déjame en paz de una vez! ¿No tenes nada mejor que hacer que perseguirme?
Si esto va a ser así en cada clase vete despidiendo de tus dientes. No me gustan los
moscones, ¿vale?
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Misha se quedó clavado en mitad de la escalera, con una expresión indescifrable, a
caballo entre el asombro y la pena. Cuando habló ninguna de esas dos cosas se notaban en
su voz.
-Yo no persigo a nadie, entérate. – dijo con tono seguro. – Y si vuelves a
amenazarme tal vez seas tú el que se vea sin dientes. Por cierto, - le lanzó la chaqueta de
cuero a la cara con tanta fuerza que Jensen tuvo que dar un paso atrás para mantener el
equilibrio. – te la has dejado en el suelo. La próxima vez que encuentre algo de tu propiedad
lo traré al primer contenedor de basuras que vea. Quedas avisado.
Jensen miró la chupa como si no la hubiera visto antes. En su afán por escapar del
chico se la había olvidado en clase. Había sido todo un detalle por su parte devolvérsela,
aunque seguía pensando que era un moscardón y que no lo quería cerca.
Llegó tarde el almuerzo y sus amigos ya habían terminado de comer. Chad estaba
recostado en la mesa, dormido como siempre. Ese día no había tenido que comprarle el
almuerzo y supuso que se había comido el de algún otro. Bueno, el de cualquiera menos el
de Chris. Ese perdía todo rastro de siglos de evolución cuando se trataba de comida y se
converta en un autentco neandertal capaz de morder por una Oreo.
-¿A quién le ha tocado alimentar al cachorro hoy? – dijo sentándose junto a Steve.
-A nadie. Ya había comido cuando llegó. Al menos eso dijo.
A Jensen le extrañó mucho aquello. Que Chad no olvidara su almuerzo o que trajera
dinero para comprárselo era tan poco probable, que la única explicación que le encontró fue
que se lo habría robado a alguien. Algún novato de primero, posiblemente.
-¿Y tú de dónde vienes? – preguntó Chris barajando un mazo de cartas muy usado y
repartendo varias a Steve, Jason y él mismo.
-¿Yo? – no se le ocurría nada que decirle. Si iba a pasar así todo el curso tenía que
inventar una excusa creíble. O decirles la verdad, pero de momento eso estaba descartado.
–
Me he encontrado con una amiga.
Sonrió con chulería. Lo único por lo que sus amigos respetaban la privacidad de
alguno de los miembros del grupo era por asuntos de chicas. Si decía que había estado con
alguna no seguirían interrogándolo. Pedirían detalles, eso sí, pero ya tenía bien aprendida la
lección y sabía qué contarles para tenerlos contentos.
-¡Qué cabrón! Nosotros aquí jugando al cinquillo y él tocando pelo. – Steve le dio
una palmada en el hombro.
-Bueno, cuenta, cuenta. ¿Quién es la chica? ¿Está buena? ¿Es muy guarrilla? ¿Me la
presentas?
-No te voy a decir quién es porque ya te conozco y escribirías su nombre en todos
los baños del inst. Por lo demás… sí, sí y no.
-Joder. Los amigos comparten las cosas, ¿lo sabías?
-Tío, habla de una chica, no de una chupa. Hay cosas que no se prestan ni a tu mejor
amigo. – dijo Jason.
-Bah, aburridos. – Chris siguió repartendo las cartas.
Jensen comenzó a comer. No le gustaba mentr a sus amigos, pero de momento no
había más remedio. Encontraría una forma de contarles lo de las clases avanzadas antes de
que lo descubrieran por otras fuentes y fuera peor. Lo de la chica no le importaba mucho.
Casi ninguna quería acercarse a él, así que haría como en otras ocasiones; diría que la cosa
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no había ido bien y que habían terminado. A veces elegía una al azar y les decía que había
sido ella a la que se había estado cepillando, pero que ahora no quería ni verlo. Así el
desprecio al encontrárselo por los pasillos era totalmente creíble.
Eso le llevó a pensar en qué dirían sus amigos si supieran cuáles eran sus
inclinaciones reales. Jamás les había presentado a ninguna ta de todas las que les había
hablado y ellos nunca le habían exigido ninguna prueba de dichas relaciones. Creían en su
palabra ciegamente. Ojalá pudiera corresponder a su lealtad como se merecían. Pero no se
veía capaz de contarles la verdad, y mucho menos se veía a sí mismo presentándoles a un
chico como “su ligue”.
De pronto pensó en Misha. ¿Se habría comportado de igual forma con él si no
escondiera su homosexualidad? Quizás le habría respondido a las sonrisas. Habría dejado
que el chico se le acercara sin miedo. Puede que hubiera firteado. Incluso les habría
hablado a los chicos de él. Recordó los bonitos ojos de Misha, su brillante sonrisa y la
dulzura con la que lo había tratado. Menos esa últma vez.
Su últmo encuentro con Misha había sido violento y hostl. Y recordó lo cachondo
que se había puesto entonces. Aquella fuerza y aquella personalidad arrolladora de Misha se
acentuaban cuando se enfadaba. Sus ojos azules se encendían y mostraban destellos
oscuros y turbulentos, su cuerpo se tensaba como la cuerda de una guitarra y su voz
alcanzaba un tono grave y masculino.
Se empalmó al instante. Maldita sea, la hora del almuerzo estaba a punto de acabar
y él no iba a salir así de la cafetería ni loco.
-Bueno, tos, ¿nos vamos?
Alguien zarandeó sin muchos miramientos a Chad, que se puso en pie como si
tuviera un muelle en el culo. Todos se levantaron de la mesa. Menos él. Ni de coña iba a
dejar que sus colegas vieran que estaba palote. Ni muerto, vamos.
-¿No vienes, Jen? – le preguntó Chris.
-Eh… ahora mismo voy, ¿vale?
Todos lo miraron sin comprender del todo su acttud, pero nadie dijo nada. Se
despidieron y salieron del comedor.
Ahora tenía que conseguir deshacerse de aquella jodida tenda de campaña. Si se
hubiera puesto una camisa más larga en lugar de aquella camiseta que apenas le llegaba a la
mitad de la bragueta, podría haber escapado de allí sin problemas, pero ahora tendría que
esperar a que se le bajase. Era capaz de conseguirlo, se dijo. No era la primera vez que se
ponía cachondo en el colegio y nunca había tenido problemas. Lo malo es que nunca se
había puesto así a causa de otro alumno, con el peligro añadido de encontrárselo en
cualquier momento y hacer de una situación normal dada la media de edad entre los
alumnos del centro, una situación realmente vergonzosa.
Y como no podía salirle nada bien, ese fue el momento justo que escogió Misha para
entrar en la cafetería. Su ya abultada entrepierna respondió al instante hinchándose aún
más. Era la primera vez que no se alegraba de sus más que generosas proporciones. La
cremallera le estaba destrozando la polla, maldita fuera.
Misha ni siquiera lo había visto, o al menos eso parecía, y se paseó por medio
comedor como si fuera el salón de su casa. Tanta seguridad no le parecía normal en un chico
que, como él, estaba en edad de sentrse inseguro hasta en la ducha.
De pronto lo vio parar y mirar al suelo. Buscaba algo. Al parecer se le había caído
algo que llevaba en la mano. No le importó mucho lo que fuera que había perdido hasta que
se agachó a recogerlo. Misha le regaló una hermosa y atrayente imagen de su culo, envuelto
en un pantalón de tela fna que se ajustó a las nalgas dejando poco a la imaginación. ¿Es que
no llevaba ropa interior o qué?
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Jensen perdió el hilo de todo pensamiento coherente. Sorprendentemente, su pene,
aquel trozo de carne traidor, aún podía esforzarse en crecer un poco más. Aquello ya era
doloroso. Hizo un movimiento con las caderas para aliviar un poco la tortura de la estrechez
de los vaqueros, pero lo único que consiguió fue hacer fricción sobre su erección.
Se tragó el jadeo por miedo a que alguien lo escuchara, pero sabía que su expresión
debía de decir bastante de cómo se estaba sintendo en ese momento. Podría correrse allí
mismo si se lo proponía. Sin tocarse. Tan sólo centrándose en aquel culo y dejándose llevar.
A punto estuvo, pero apeló a su voluntad de hierro y se libró del bochorno de tener
un orgasmo en medio de la cafetería, como si fuera Meg Ryan en Cuando Harry encontró a
Sally. Cerró los ojos con fuerza. Los mantendría así hasta que el jodido niño se pusiera de pie
y dejara de mostrarle el trasero.
No supo cuánto tempo estuvo así. Abrió los ojos de golpe, como si le hubieran
ordenado hacerlo, y se encontró con que Misha lo miraba también. Cruzar la mirada con él
tuvo el efecto que se esperaba; se le formó un remolino en el vientre y un escalofrío le
recorrió la columna. Misha fue el primero en apartar la mirada. Salió camino de las clases
que el tmbre anunciaba con impertnencia.
La sala se quedó vacía, y sólo entonces Jensen se levantó de la mesa y salió. Pero no
fue a la clase de Química en la que debería estar desde hacía un rato. Caminó deprisa hasta
el fnal del pasillo y se encerró en el baño de los chicos, totalmente vacío para su suerte.
Echó el pestllo y se dejó de caer contra la puerta, sin importarle lo que pudiera haber allí
pegado o no. Se abrió los pantalones y los bajó lo justo para trar del elástco de los
calzoncillos y liberar la tremenda erección que amenazaba con arruinar su reputación en ese
insttuto por los siglos de los siglos.
Con un golpe certero de muñeca, comenzó a masturbarse, poniendo especial
cuidado en el glande y en la humedad que ya había allí. La esparció por todo el miembro y
eso mismo provocó que aumentara la velocidad. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás
mientras miles de imagines le asaltaban la mente, todas y cada una de ellas tenían que ver
con esos ojos azules que había estado rememorando todo el día. Su mente, traidora ella, no
se había detenido ahí, sino que además había comenzado a recordar otras cosas de Misha
que no había advertdo antes que sabía, como el tmbre de su voz, esos labios carnosos y
sensuales y su culo. Joder sí, ese culo. El trasero de Misha era el culpable de que él se
encontrara así. Esa imagen del chico agachándose en la cafetería para recoger lo que se le
había caído se revivió en bucle en su cabeza una y otra vez, ya las últmas con múltples
variantes, como por ejemplo Misha agachándose delante de él sin ropa, ofreciéndose,
rogándole que…
- OHJODER –la muñeca le bailó sola y tras una sacudida importante, Jensen se corrió
manchándose los dedos y la pared que tenía enfrente. Durante el tempo que duró el
orgasmo, se estuvo mordiendo el labio inferior para contener el jadeo que pugnaba por
salirle de la garganta. Durante unos segundos dudó si lo había logrado o no.
Cuando todo pasó, cabeceó chocando contra la puerta en señal de aprobación y de
satsfacción tras haberse corrido de una manera tan abrumadora. Realmente lo necesitaba.
Cogió papel higiénico para limpiarse los dedos, los tró al wáter ignorando la
papelera y el cartelito que ponía que se hiciera justamente lo contrario y tras ponerse bien
la ropa, abrió el pestllo y tró de la puerta.
No dio ni un paso fuera del cubículo cuando se detuvo en seco. A través del espejo
que había frente veía a Misha lavarse las manos y mirarle sin apenas pestañear.
Jensen debió de ponerse blanco porque el otro cerró el grifo y se dio la vuelta para
hablar con él.
- ¿Estás bien? –le preguntó algo preocupado.
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Jensen atnó a asentr con la cabeza. Quizás Misha acababa de llegar, quizás no le
había oído jadear, quizás…
- Tenías mala cara en la cafetería –volvió a hablar-. ¿Seguro que estás bien?
Esta vez Jensen pudo artcular palabra para expresarse.
- Sí. Me ha sentado mal la comida. Eso es todo –sonrió satsfecho para sí mismo por
lo elocuente de su excusa.
- Ah –Misha se giró para coger un par de pañuelos de papel para secarse las manos
aún húmedas. Se tomó su tempo, y cuando acabó, las tró a una papelera que estaba
peligrosamente cerca de Jensen-. Me alegro que sólo haya sido eso, porque una vez me pasó
algo parecido en la biblioteca y tuve que esperar a que se fuera toda la clase para ir al baño
–sonrió-. A refrescarme, ya sabes.
Misha recogió su mochila que había dejado a un lado y salió de los aseos dejando a
Jensen en el mismo sito pero con la cara totalmente colorada. Ese hijo de puta sabía lo que
había estado haciendo. Genial. Ahora sólo le faltaba que supiera que había estado
pajeándose a costa de su culo.
Se lavó las manos, se las secó y se fue para clase rogándoles a todos los dioses que
conocía que no volviera a ver más a Misha, al menos lo que restaba de día.
Misha llegó a lo justo cuando el profesor Sheppard cerraba la puerta de clase. Todos
estaban ya dentro. Incluido Jensen. Y sentado en el mismo sito de ayer. Lo miró mientras
caminaba hacia su silla y durante unos segundos se quedó desconcertado. El día anterior
había sido un día malo para ambos, primero por cómo le había tratado al devolverle la
chupa, y luego en el baño. Lo lógico hubiera sido que hoy Jensen estuviera sentado en el
extremo opuesto de la clase, y no de nuevo junto a él.
En casa había estado pensando en que, quizás, tendría que haberse metdo la lengua
en el culo y no haberle mencionado a Jensen que lo había oído. Seguramente hoy quisiera
matarle o como mínimo empujarle escaleras abajo. Y no le culpaba. A nadie le gustaba que
lo pillaran tocándose en los baños del colegio. Eso lo había mantenido pensando en él toda
la tarde del día anterior, y gran parte de la noche también, como si esos ojos verdes y esas
pecas no fueran ya bastante. Misha no podía evitar sentrse atraído por él. Jensen tenía tal
magnetsmo que asustaba, pero el otro parecía odiarle a muerte. No entendía muy bien la
razón, pero así era.
- Bien, vamos a comenzar –Sheppard sacó un tocho de papeles y repartó los
horarios personalizados con el nombre de cada alumno en la parte superior de la hoja-.
Como podéis ver en los horarios, algunos coincidís en varias clases avanzadas, otros no.
Sería bueno que formarais grupos porque os pueden ayudar a estudiar y como sistema de
apoyo –suspiró cansado-, aunque sé que muchos pensáis que no os hace falta. Creedme,
este curso va a ser duro.
- ¿Podemos compartr nuestros horarios, señor Sheppard? –Jared, que había estado
callado hasta entonces, habló desde la otra esquina del aula-. Así nos vamos conociendo.
- Ermmm –el hombre pareció dudar unos segundos, pero luego reaccionó
inmediatamente-, sí. Voy a ir a mi despacho para coger algo que había preparado para que
nos ayudara a conocernos mejor. Comentad vuestros horarios con el compañero de al lado
mientras vengo.
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Misha lo vio irse. Se quedó mirando su papel un rato como si fuera lo más
apasionante del mundo. Todo con tal de no tener que vivir ese momento tan incómodo de
volverse y ser consciente de que Jensen quería ignorarlo de nuevo. La voz del otro
muchacho, sin embargo, lo sacó de su error.
- Misha, ¿verdad? -Jensen carraspeó y se volvió en la silla hacia él con el horario en
la mano-. ¿Qué clases has cogido?
Desconcertado, Misha se volvió hacia él. Se incorporó un poco en su asiento y tosió
antes de responderle.
- He cogido historia del arte, literatura y composición y teoría de la música. ¿Y tú? –
Misha cometó el error de levantar la cabeza y mirarle. Jensen estaba partcularmente
atractvo esa mañana a pesar de ese horrible fequillo que le tapaba media cara.
- Estudio de arte, historia del arte y teoría de la música. Hemos coincidido en dos.
Misha no supo qué decirle. El día anterior ese mismo to quería partrle las piernas y
hoy era un encanto. Allí pasaba algo por fuerza.
Sheppard eligió ese momento para aparecer. Volvió a repartr otro papel donde les
indicó que contaran cosas sobre ellos mismos. Lo que quisieran, que más adelante les
explicaría en qué consista eso que estaban haciendo. Misha miró el papel en blanco y
empezó a escribir como si estuviera rellenando un acta. Jensen lo miró. Garabateó un par de
cosas y esperó a que los demás compañeros de clase terminaran.
La campana sonó, se levantó y caminó hacia la puerta mientras le dejaba el papel
sobre la mesa del profesor. A mitad de pasillo, Misha lo detuvo.
- Jensen.
Jensen se dio la vuelta y lo miró. No parecía haber fastdio en su cara, ni siquiera
parecía molesto. Todo lo contrario que el día anterior.
- Dime.
Tanta amabilidad le daba mala espina, así que decidió ir al grano. Por eso y porque
apenas tenía un par de minutos para pasarse por su taquilla y recoger los libros para la
siguiente clase.
- ¿Por qué estás siendo hoy amable conmigo?
Jensen levantó ambas cejas en señal de sorpresa, pero no dijo nada. Misha siguió
hablando.
- Ayer me gritaste cuando quise devolverte la chaqueta y hoy eres el amor
personifcado –de pronto, una bombilla se encendió en su cabeza y creyó tener la
respuesta-. ¿No será por lo de ayer en el baño, verdad? Eso… no se lo voy a decir a nadie, si
es eso lo que te preocupa.
Jensen se arrimó mucho a él, ésta vez con el ceño algo más serio que antes.
- En el baño no pasó nada –zanjó-. Y si alguna vez insinúas algo, será lo últmo que
hagas.
Genial. Lo había cabreado. Con lo bien que había empezado el día y él había tenido
que meter la pata. Molesto, más consigo mismo que con Jensen, Misha caminó hacia su
taquilla para ir a clase. ¿Es que acaso todo el curso se iba a comportar igual? Irritado por la
idea, cerró la taquilla de un portazo y se fue.
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Título: Air on the G string
Capítulo: 3/9 + Epílogo
Autoras: Flexikuki y Taolee
Beteado: Flexikuki y Taolee
Pairing: Jensen/Misha
Fandom: RPS. AU.
Personajes secundarios que irán saliendo: Jefrey Dean Morgan, Jared Padalecki, Chad
Lindberg, Christan Kane, Steve Carlson, Jason Manns, Traci Dinwiddie, Richard Speight Jr,
Kurt Fuller, Lauren Cohan, Robert Benedict…
Rating: Nc-17
Disclaimer: Ellos no nos pertenecen. No hay ánimo de lucro. Esto está hecho por fans y para
fans.
Art: Shirleypaz es un amor y nos ha hecho unos separadores preciosos. Seguro que van a
gustaros. Muchas gracias, amor. Eres un cielo!!! <3
Resumen: Es el últmo curso en el insttuto para Jensen. Un curso que pretende pasar como
todos los demás; estudiando lo justo y divirténdose bastante. Pero el director del centro
aprovecha la ventaja de ser la pareja de su madre para chantajearlo: si no se presenta a las
pruebas de alta capacitación que se hacen cada año con vistas a la universidad, haría pública
su relación con su madre, cosa que Jensen quiere evitar en lo posible. Misha es un chico
inteligente y peculiar. Un buen estudiante con grandes aspiraciones de futuro. Las clases
avanzadas son una gran oportunidad para él, pero no sólo por cuestones académicas. Ese
chico nuevo, Jensen, tan retcente a aceptar pertenecer a un grupo del que se siente
avergonzado, será la llave para abrir la puerta a nuevas experiencias para los dos.
3.
Jensen se desperezó y abrió la boca en un bostezo enorme. Si pudiera borrar un
invento del mundo, sería el despertador. Maldito testo aguafestas. Pero había que ir al
insttuto, no quedaba otra.
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El fn de semana estaba a la vuelta de la esquina y eso le animó un poco, pero antes
había que pasar por la tortura de las clases. Sobre todo por las avanzadas. No es que se
quejara, de hecho estaba muy contento con las asignaturas que había elegido y tenía mucha
ilusión por lo que esas clases especiales podían hacer por su futuro. Siempre había tenido la
esperanza de poder acceder a una carrera de artes gráfcas, siempre y cuando lo de la
música no le diera una alegría, claro. El dibujo, los comics, incluso la animación, eran unas de
sus grandes pasiones y poder dedicar su vida a eso le haría inmensamente feliz. Sabía que
aquella era una oportunidad de oro y tenía que aprovecharla. Aún así, las asignaturas de
música eran las que más le emocionaban.
Miró el horario que había pegado en el tablón de corcho que había sobre el
escritorio. La primera clase era Teoría de la Música. Puestos a elegir, prefería eso a alguna de
las clases normales y que le aburrían tanto como Matemátcas o Geografa. Si tenía algo que
ver con la música, seguro que estaba bien.
Una hora después no estaba tan seguro de que aquella clase fuera tan buena.
Cuando llegó al aula, considerablemente apartada del resto, al fnal del pasillo de la
cuarta planta, aún no había llegado nadie. Se sorprendió de ser el primero porque siempre
llegaba tarde. Posiblemente esas clases realmente surteran en él un buen efecto. En cierto
modo comprendía a los que decían que ir a clase cuando lo que encuentras allí te interesa
no es tan malo.
El aula era muy espaciosa. Las ventanas dejaban entrar el sol de la primera hora de
la mañana y estaba muy bien iluminada. Le llamó la atención que no hubiera más que
algunas mesas en un rincón y que las sillas que deberían acompañarlas estaban colocadas en
semicírculo en el otro extremo, cerca de la pizarra. Había un piano en un rincón y otros
instrumentos esparcidos alrededor; una batería reluciente, varias guitarras y otros
instrumentos de cuerda colocados en sus soportes de pie. También había una vitrina con
otro tpo de instrumentos más pequeños y delicados y una sección de viento.
Mientras esperaba que alguien más acudiera a la clase, se sentó en la banqueta del
piano y levantó la tapa. Recordaba muy bien las clases de piano que había tomado de niño.
Se las daba una amiga de su madre con la que se quedaba con frecuencia mientras ella
trabajaba. La mujer siempre le había dicho que tenía mucho talento a pesar de que él no
creía que lo suyo pudiera llamarse talento musical, precisamente. Cuando se mudaron, las
clases terminaron y desde entonces no había tenido muchas posibilidades de tocar un piano
como aquel.
El instrumento era una belleza negra y reluciente. Acarició las teclas con suavidad y
colocó los dedos en posición sin proponérselo. ¿Recordaría aún algo de lo que le habían
enseñado? Probó con cuidado. El primer acorde sonó claro y eso le arrancó una sonrisa. Al
parecer no había olvidado del todo cómo se tocaba. Dejó que los demás acordes fuyeran
hasta formar una melodía armoniosa y precisa. Cerró los ojos y se entregó a la sensación de
las notas vibrando bajo sus dedos, llenando sus oídos.
Como si le hubieran tocado en un hombro, sintó la presencia de alguien más al
instante y abrió los ojos. Misha le observaba desde la puerta con expresión extasiada. Dejó
de tocar de golpe y bajó la tapa rápidamente, produciendo un ruido sordo que se escuchó
en toda el aula. Se puso en pie avergonzado y se apartó el piano.
-No, no pares. Lo estabas haciendo muy bien. – se apresuró a decirle Misha,
adelantándose unos pasos.
Le habría respondido que se equivocaba. No lo hacía bien. Pero aquella pieza era su
preferida. La única que se había aprendido de memoria y que pensaba que había olvidado
por completo.
Algo le impidió contestarle. Tal vez fuera la vergüenza de que lo hubiera visto en un
momento tan íntmo, allí sentado, con los ojos cerrados y en pleno éxtasis musical, pero el
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hecho de que hubiera sido él y no otro el que le hubiera sorprendido en esa situación lo
hacía más difcil. Aquel chico era especialista en cruzarse en su camino cuando más
vulnerable se encontraba. No sabía cómo enfrentarse a eso.
-Corrígeme si me equivoco, pero eso era…
-Bach. – dijo Jensen apresuradamente. Se arrepintó al instante.
-Sí, Bach. – Misha se acercó con una sonrisa dulce y los ojos más brillantes que
nunca. – Esa pieza es una maravilla. Es mi preferida.
-Y la mía. – dijo Jensen con la cabeza baja y un hilo de voz casi inaudible. Lo había
dicho más para sí mismo que para que Misha lo escuchara, pero sabía que el chico lo había
oído. Casi podía sentr su sonrisa a pesar de estar separados por varios metros.
-Qué dulce. – escuchó decir casi a su lado.
Cuando alzó la vista, Misha estaba a un par de pasos escasos de él. Aún sonreía de
esa manera tan enigmátca y su cercanía le erizó la piel. Su primera intención fue apartarse.
No tenía interés de permanecer tan cerca de aquel to raro, pero no pudo. Su proximidad
era puro magnetsmo. Sus palabras retumbaron en su cabeza como el eco. “Qué dulce”. ¿Eso
iba por él o por la pieza musical? Empezó a sudar. Tragó con fuerza incapaz de artcular
palabra. Si aquel to no se apartaba de él de inmediato…
Tres alumnos más entraron en el aula hablando en voz alta y ambos se apartaron
rápidamente. Jensen se encontró maldiciendo la intromisión en lugar de agradeciéndola y
aquello lo desconcertó. Debía de haberse vuelto loco porque ni quería ni le agradaba tener
ese grado de acercamiento con Misha.
Ni lo miró durante lo que duró la clase. Se concentró en entender lo que el profesor
explicaba sobre maestría musical básica aunque fuera un poco coñazo. Cualquier cosa con
tal de distraer su atención de Misha, que se había sentado un par de asientos a su izquierda.
Teniendo en cuenta que las sillas estaban colocadas en semicírculo, no tenía más que girar
levemente la cabeza para verlo.
Bastante tuvo con escucharlo hablar durante casi toda la clase. Misha era todo un
entendido en música, por lo que podía ver, y entre él y el profesor llevaron todo el peso de
la clase. A pesar de todo, tenía que reconocer que le gustaba escucharlo hablar. No era el
tpico empollón repelente como había diagnostcado en un principio. Decía cosas
interesantes y de forma casual y divertda, haciendo de la lección que había pronostcado
como un coñazo, algo entretenido y ligero.
Así dieron las nueve de la mañana. Había sido la clase más corta de su vida, que él
recordara. Se senta bien, como si realmente ese fuera su sito y estaba convencido de que
iba a aprender muchísimo allí. Ni siquiera salió corriendo del aula como solía hacer con otras
asignaturas. Hasta que vio que los demás chicos se marchaban y sólo quedaba Misha,
recogiendo un montón de libros del suelo. Antes de encontrarse otra vez en esa situación
con él, salió corriendo y no paró hasta detenerse delante del aula de Química, su siguiente
clase. En la mesa donde solía sentarse y que comparta con Chris, su amigo mezclaba
líquidos y observaba con asombro cómo la mezcla cambiaba de color. Aquella sí que iba a
ser una clase larga.
Que la mañana se le pasara tan rápido, más que otras veces, no podía ser más que
consecuencia de las clases especiales que habían empezado ese día a pleno rendimiento.
Misha tenía una ilusión especial puesta en esas clases. De ellas dependía que pudiera
acceder a la carrera que quería. Sabía que podía conseguirlo y lo haría. Pero no quería
engañarse. Parte de la culpa de que las horas volaran era que sabía que iba a volver a
encontrarse con Jensen.
Coincidían en dos clases diarias y eso era todo un aliciente para desear que esas
clases llegaran cuanto antes, aunque las que compartan ese día ya habían acabado. No solía
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hacerse ilusiones cuando conocía a un chico. Por regla general no encontraba interesantes a
la mayoría de los que conocía y si a eso le restaba los que no compartan su inclinación
sexual y a los que lo trataban como a un bicho raro, el resultado solía dar resultados
negatvos.
Pero Jensen era distnto. Se escudaba en su acttud rebelde y en un estlismo que provocaba
rechazo por sistema para mantenerse apartado del grueso del grupo estudiantl, pero había
descubierto cosas en él que le habían hecho verlo con otros ojos. Para empezar, era
realmente guapo. Se ocultaba bajo una mata de pelo castaño claro que habría resultado
natural en un vikingo, pero a él le restaba belleza. Posiblemente por eso lo llevaba así.
Aunque tal vez peinándolo hacia atrás, dejando más a la vista la cara…
Pensó en los bonitos ojos verdes camufados tras el fequillo. Unos ojos intensos y
cálidos a pesar de todo. Y en las pecas que le salpicaban toda la cara. Y en la boca de labios
llenos y generosos. Dios, qué guapo era. Uno de los más guapos de la escuela, estaba
seguro. En el fondo se alegraba de que fuera así y de que perteneciera a un grupo tan
reducido como evitado ya que de haber sido de los que hacen deporte y visten con clase
habría estado totalmente fuera de su alcance.
Y no es que estuviera a su alcance. Más bien lo contrario, pero había notado la
forma en que lo había mirado en alguna ocasión. Cuando estaba relajado y convencido de
que no lo notaba, Jensen le había mirado de una forma que no quería califcar,
principalmente porque no quería hacerse ilusiones. Era casi imposible que Jensen fuera de
los suyos y totalmente improbable que sintera algún tpo de atracción por él.
Aún así, pensaba que podían llegar a ser amigos. Si se relajaba un poco y se abría ,
quizás dejaría de verlo como a un friki y descubría que podía ser un buen amigo, digno de
confanza, interesante y divertdo. Alguien con quien compartr muchas cosas.
Eso era un sueño tan difcil de conseguir. Llegar a mantener una relación de amistad
con Jensen como la que le gustaría era tan improbable como que le correspondiera en su
verdadero interés por él. Jamás iba a encontrar a un chico como Jensen que le diera lo que
él quería a pesar de que se conformaba con poco. Sería capaz de cualquier cosa por un beso,
uno sólo. Después podría retrarse al exilio como un compositor excéntrico. No pedía
mucho, ¿no?
Jamás había besado a otro chico y pensar en hacerlo con Jensen le hizo hervir la
sangre. ¿Cómo sería? Seguro que era dulce y exigente a la vez. Sus labios debían saber como
sabe todo lo prohibido. Debía de ser excitante y ardiente, cálido, sensual y provocador.
Seguramente tendría más experiencia que él, así que dejaría que lo instruyera, que lo guiara
por el desconocido camino del placer de los besos. Y usaría la lengua, seguro que sí. Lamería
la suya hasta enseñarle el ritmo correcto para complacerlo y entonces moriría de placer.
Misha sacudió la cabeza. Tenía que hacer lo posible para quitarse la imagen de
Jensen meténdole la lengua en la boca antes de entrar en la clase o lo pasaría mal. Ya sufría
bastante con la erección que el vívido sueño le había provocado. Por suerte llevaba ropa
holgada y no se notaba, o eso esperaba, pero el dolor de sentrse excitado hasta el extremo
no se lo quitaba nadie. Bueno, podía quitárselo Jensen. Como hizo en aquel baño…
-Collins. – alguien le gritó casi en el oído y le dio una palmada en la espalda que casi
lo tra de boca. - ¿Vas para clase?
-Chad. – intentó sonreír al chico. Chad era amigo de Jensen y le hizo sentr raro
encontrarlo mientras pensaba cosas sucias sobre él. – Pues… sí, iba a clase.
El chico despeinado y ojeroso se acercó mucho a él para hablarle en confdencia.
Misha no se apartó como habría hecho cualquier otro al ver que un tpo con pinta de yonki
se le arrima tanto, sino que le ofreció la intmidad que parecía estar pidiéndole para
hablarle.
-¿Estas en clase de cocina? – le preguntó Chad con un susurro.
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-Pues sí.
-Bien. – hizo una pausa un tanto extraña, como si hubiera olvidado lo que quería
decir. - ¿Puedo sentarme a tu lado en la clase?
-¿A mi lado? Oh, no me digas que estás en clase de cocina también. ¡Eso es genial!
Claro, podemos sentarnos juntos.
-Uf, vale, gracias. – el chico respiró aliviado. –No he ido nunca antes a esa clase y me
da cague.
-No pasa nada. Es una clase entretenida. No te hacía cocinando, la verdad.
Empezaron a caminar de camino al aula de cocina y Chad siguió hablándole muy
cerca del oído. Parecía estar muy interesado en ocultar lo que le contaba de forma tan
confdencial.
-Sí, bueno, yo tampoco me veía cocinando, la verdad. Resulta que se me da bien,
¿qué te parece? Yo, que no se me da bien ni respirar y mira que lo hago sin darme cuenta.
-No digas eso, hombre. – Misha le pasó un brazo por los hombros, sorprendiendo a
Chad. – Me han dicho que eres un batería genial. Ese es un talento muy especial, Chad. No
todo el mundo puede hacer lo que tú haces.
-¡Hey, es cierto! – Chad paró en seco en medio del pasillo, emocionado con lo que
Misha acababa de descubrirle. – No todo el mundo puede tocar la batería, ¿verdad? Para
eso hay que usar las manos y los pies. Y cada uno de forma distnta, ¿sabes? Tiene su
difcultad, sí.
-Pues claro. Es muy difcil.
-Sí, lo es. – Chad se agarró a Misha de la misma forma que él lo había hecho
segundos antes y caminó a su lado con un porte argulloso que no le había visto antes.
Incluso llevaba la cabeza alta y la espalda erguida. – Bueno, vamos a ver cómo se nos da la
cocina. ¿Sabes hacer creps?
-Um… pues no.
-Yo sí. Tranquilo. Tú no te separes de mí y verás lo pronto que aprendes a hacerlas.
Las primeras clases de la mañana fueron un rollo casi imposible de soportar. Misha
no hacía más que mirar el reloj deseoso de que llegara la hora del almuerzo y a partr de ahí,
tener dos horas seguidas de clases especiales con Jensen. El día anterior se había ido a casa
con el frme propósito de quitarse a Jensen del coco, pero esa mañana, conforme se había
levantado, esos ojos verdes fueron lo primero que le vino a la cabeza. Entonces supo que
sería así el resto del día.
Durante las tres primeras horas de clase no había coincidido con él y tampoco se lo
había encontrado por el pasillo. A cuarta hora tenía libre, pero había pensado ir a la
biblioteca a sacar varios libros que, posiblemente, le hicieran falta para algunas clases.
Al igual que el día anterior las primeras horas habían volado, las de hoy estaban
siendo un calvario. Con una paciencia infnita y tras haber mirado el reloj dos millones de
veces, sonó el tmbre para la hora de comer. Caminó rápido hacia su taquilla y guardó los
libros que había sacado. Luego puso rumbo a la cafetería.
Aquello ya estaba llenándose y tuvo que guardar cola para comprarse algo. Los del
grupo ecologista ya estaban esperándole y Misha se sentó con ellos, pero lo hizo torciendo
la silla, para tener al menos así algo de visión para la mesa de los más ruidosos del insttuto.
Estos estaban llegando uno a uno y aún no habían empezado a armarla, aunque pronto
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comenzarían con las risas o a tararear canciones de dudosa letra haciendo que algún
profesor tuviera que acercarse hasta ellos y mandarles callar. Eran divertdos. Unos
cabrones, pero divertdos al fn y al cabo.
Chad ya estaba allí, literalmente tumbado sobre la mesa, como siempre. El día
anterior se había reído muchísimo con él en clase de cocina. Hicieron un bizcocho de
chocolate y aunque el de Chad fue sin duda el mejor, ese muchacho era torpe por
naturaleza y tuvo que advertrle varias veces que tuviera cuidado de no confundir la sal y el
azúcar. No obstante, ese chico si se lo proponía, podía llegar a ser un gran chef.
- Misha –uno de los miembros del grupo ecologista que estaba sentado al otro
extremo de la mesa, le lanzó una octavilla para que lo mirara-. Este fn de semana vamos a ir
a Valley Creek. Quieren cortar un árbol que lleva allí siglos para ensanchar la carretera y
nosotros vamos a manifestarnos. ¿Te apuntas?
Por alguna extraña razón, antes de contestar, Misha levantó la cabeza porque se
senta observado. Por su lado pasaban varios alumnos que se dirigían a sus asientos. Uno de
ellos era Jensen. Ambos se quedaron mirándose por unos segundos, incapaces de decir
nada. Ni siquiera un simple hola.
El más afectado parecía ser Jensen, que incluso se había parado para mirarle. Claro
que eso duró apenas un par de segundos porque Chris, que iba detrás de él, le dio un
empujón mientras se quejaba en voz alta.
- Joder, Jensen, camina, que quiero comerme estos macarrones antes de que le
salgan pelo.
Jensen siguió su camino y Misha se quedó mirando el espacio que había ocupado
segundos atrás. ¿Por qué las cosas no podían ser sencillas con él? ¿Iban a estar así todo el
curso, mirándose y hablándose a ratos?
El resto de la hora no pudo volverse ni siquiera un segundo para mirarle. Los chicos
que estaban sentados a su lado le habían empezado a contar el plan y habían capturado
gran parte de su atención y su tempo. Cuando Misha quiso darse cuenta, el tmbré sonó.
Otro día habría maldecido mil veces la pérdida de tempo, pero ahora sabía que iba a tener
dos horas seguidas con Jensen, y eso compensaba la extraña sensación que había tenido en
la cafetería, porque había querido volverse y mirarle unas mil veces, pero no pudo. No sin
que nadie se diera cuenta.
Jensen sin embargo no le había quitado ojo de encima en toda la hora. Había comido
en silencio mientras los cafres de sus amigos gritaban a su alrededor. Cuando al fn sonó el
tmbre, se levantó para ir a su próxima clase lo antes posible, pero Chris lo detuvo.
- Jensen, to, ¿tenes un minuto? Quiero enseñarte algo.
Jensen maldijo entre dientes. Le hubiera gustado decirle que no, pero su amigo
parecía tan serio que movió la cabeza automátcamente. Chris asintó y lo arrastró hacia los
baños. Incómodo, Jensen se dio cuenta de que ese era el baño donde había entrado el otro
día cuando… bueno, cuando Misha le dejó claro que sabía lo que había estado haciendo.
- Tengo que hablar contgo de algo muy serio.
Jensen levantó una ceja. La últma vez que había visto a su amigo así de preocupado
había sido cuando habían dejado de echar por la tele los vigilantes de la playa.
- Soy todo oídos –Jensen se dejó de caer contra un lavabo y lo miró, siendo
consciente de que ya llegaba tarde.
- Steve y yo queremos prepararle una festa sorpresa a Chad por su cumpleaños, y
nos gustaría que nos ayudases en algo.
- Ya os dije la últma vez que no iba a volver a regatear con una puta nunca más en la
vida. Ni para Chad ni para nadie –Jensen cerró los ojos intentando sacar de su mente la
últma festa de cumpleaños de su amigo.
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- Que no, joder. Verás –Chris murmuró como si hubiera alguien más allí con ellos y
no los dos solos como parecía ser-. Chad está haciendo algo por las tardes, pero no nos lo
quiere decir.
- ¿Cómo lo sabes?
- Por algunas respuestas que nos ha dado y tal. Creo que hay otra persona.
Ahora sí que Chris había logrado captar toda la atención de Jensen.
- ¿Cómo otra persona? ¿Una chica, te referes?
- No sé, to. Pero está raro. Sé que hace algo por las tardes porque lo llamo a casa y
no está y hoy en clase de lengua dijo no sé qué de un bizcochito.
- ¿Bizcochito? –realmente Jensen no creía que Chad estuviera con una chica y que la
llamase bizcochito.
- Sí. ¿Tú sabes algo?
- Ni idea. Últmamente le veo poco, la verdad.
Chris asintó.
- Que esa es otra, macho. ¿Dónde te metes? Apenas tenemos en común un par de
clases. ¿Ya tenes tu horario o es que estás pasando del tema?
Jensen necesitó varios segundos para inventarse algo.
- He tenido un lío en secretaría brutal y no hago más que dar vueltas todo el día. A
ver si se aclaran y deciden a qué clases voy y cuáles no.
Chris pareció entender el problema.
- Quéjate al director. Es un mamón, pero es legal.
A Jensen le chirriaron los dientes al oír nombrar a Jefrey. Ese hijo de puta era el
causante directo de que estuviera volviéndose loco ese año y tuviera que mentrles a sus
amigos. Aunque si no hubiera sido por él, no habría conocido a Misha.
- Eso haré –respondió para quitárselo de encima-. Tengo que irme, Chris. Te
prometo indagar a ver qué diablos le pasa a Chad, ¿vale? Nos vemos luego.
Sin esperar respuesta, Jensen salió corriendo. Tenía que llegar al auditorio de
historia del arte, que era la clase que le tocaba ahora, y esa estaba a tomar por culo, como la
clase de música. Corrió todo lo que pudo por los pasillos vacios del insttuto y llegó a la
puerta del aula lo antes que pudo. Antes de abrir respiró hondo, entró y llamó.
Toda la clase se volvió para mirarle. El profesor, el señor Roché, caminó hacia él.
- Ackles, ¿verdad?
Jensen asintó.
- Lo siento… se me ha hecho tarde.
Sebastan Roché lo miró divertdo cuando se puso a su lado. El chico traía el pulso
acelerado y al correr el pelo se le había revuelto.
- ¿Alguna aventurilla en el servicio, Jensen? –el tono de Sebastan fue lo
sufcientemente bajo como para que solo se enterara ellos dos.
Estupefacto, Jensen se puso colorado y el profesor malinterpretó ese gesto.
- Ahhhh, pillín –le dio un codazo-. Intenta acabar antes la próxima vez, ¿vale? –luego
camino de nuevo hacia el resto de la clase y se sentó sobre la mesa donde había estado
sentado antes-. Pasa por favor, Jensen y toma asiento. Estábamos hablando de que los
primeros preservatvos datan de la época de los egipcios.
Jensen se sentó en el primer sito que vio, colorado aún como estaba, quiso
desaparecer del campo de visión del resto de sus compañeros. No es que le diera demasiada
vergüenza que los demás le mirasen, pero la insinuación del profesor lo había dejado K.O.
- Como os iba diciendo –Sebastan cogió un caramelo y jugó con él en la mano-,
dicen que los egipcios lo inventaron aunque las primeras pruebas son de mucho tempo más
tarde. ¿Sabéis la fecha?
- ¿En Roma? –respondió un muchacho canijo de ojos claros y saltones.
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Sebastan le guiñó un ojo y le lanzó el caramelo.
- Eso lo dices por las orgías y las festecitas que se traían los romanos, ¿no?
La clase rió y Jensen desconectó del todo. Se senta extraño estando ahí en lo que se
suponía debía de ser una clase de arte. Quizás lo que le jodía es que desde donde estaba
sentado, no veía a Misha. Se había pasado todo el día esperando para sentarse a su lado y
ahora ni siquiera lo veía. Genial. Al fnal de la clase estaba enfurruñado consigo mismo y con
el mundo en general. Cuando sonó el tmbre fue el primero en salir y caminó sin levantar la
cabeza del suelo hasta que llegó a la clase de música. Se había llevado toda la mañana
esperando por esas clases y al fnal le estaban defraudando.
Cuando llegó a clase de música, Jensen tomó asiento en una silla cualquiera y esperó
a que el resto de sus compañeros entraran. Muchos eran la mayoría que habían asistdo a la
clase de historia del arte y conforme fueron llegando, se fueron sentando.
- Hey, me llamo Jared –un muchacho muy alto y muy delgado le tendió la mano para
presentarse-. Eres Jensen, ¿no?
Jensen aceptó la mano y se la estrechó.
- Culpable –sonrió a medias.
- Hey, Lauren, ven. Siéntate con nosotros.
Jensen maldijo cuando una chica llegó hasta ellos y se sentó a su lado, ocupando el
único asiento libre que quedaba. Jared los presentó y se pusieron a charlar de algo que
había pasado esa mañana en el colegio a primera hora. Jensen no logró concentrarse en lo
que era, aunque la verdad es que le daba igual. Sólo veía que esa chica, Lauren, le hablaba
muy de cerca y le sonreía todo el rato. Él no pudo menos que devolverle la sonrisa, y así los
encontró Misha cuando apareció por la puerta. Parecía algo más serio que de costumbre y
traía una pila de libros en los brazos. Los dejó en una mesa al fondo de la clase y se acercó
para sentarse al lado de Jared. Éste se volvió y lo saludó. Ese chico parecía conocer a todo el
mundo.
Desde donde estaba sentado Jensen escuchó la voz de Misha, respondiendo a las
preguntas de Jared. Hasta ese momento no se había dado cuenta de lo mucho que había
echado esa voz de menos.
- Lo sé, llego tarde. Lo siento –el profesor de música cerró la puerta tras él y se
acomodó en el sito que quedaba libre-. He pensado que los viernes podríamos dejarlo para
clases menos teóricas y más práctcas, ya que todos estamos mucho más cansados y
deseando que llegue el fn de semana. Así que he pensado que podríamos hacer una clase
musical. ¿Quién toca algún instrumento?
Misha levantó la mano y otro chico con gafas también. Jensen debería de haberla
levantado, pero pasó. No estaba de humor para ponerse a explicar algo sobre su vida y
mucho menos a tocar algo. Cuando estaba así, mejor dejarle a su aire.
El profesor les habló de lo importante que era la música para el ser humano, cosa
que todos sabían y les pidió a los chicos que habían levantado la mano, que tocaran algo. El
chico con gafas se levantó y cogió una armónica. A buen ritmo comenzó a tocar una
conocida sintonía de televisión y el resto de la clase acabó tarareando a la par. Cuando
acabó, le aplaudieron y el profesor les habló de tocar algo que sinteran. Cuando un artsta
estaba inspirado, tenía el don de hacer llegar lo que senta a todo aquel que le escuchara.
- Misha –el profesor de pronto se volvió hacia él-. Sé que tocas el piano porque nos
ayudaste el año pasado en una actuación para el día de acción de gracias. ¿Te apetece tocar
algo?
Misha asintó, se levantó y caminó solemne hacia el piano.
- Recuerda Misha que tenes que tocar algo que sientas, ya sea en este momento o
algo que hayas sentdo alguna vez. Independientemente de que lo que toques lo
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conozcamos o no, nos guste o no, tenes que hacernos sentr eso mismo que tú sientes. ¿De
acuerdo? ¿Podrás hacerlo?
- Voy a intentarlo –el chico sonrió. Levantó la tapa y puso los pies en los pedales del
piano. Antes de bajar los dedos y posarlas sobre las teclas, lanzó una rápida mirada hacia
Jensen.
Cualquiera que lo hubiera visto, simplemente habría pensado que era una mirada al
alzar hacia la clase. Pero no fue así, y Jensen lo sabía. Sabía que eso que iba a tocar, iba para
él.
Los primeros acordes del Nothing Else Matter de Metallica llenaron el aula. No se oía
nada más. El tempo parecía haberse detenido alrededor de él. Incluso muchos de sus
compañeros dejaron de parpadear. Todas las miradas estaban fjas en él. Misha había
cerrado los ojos y se había dejado llevar, deslizándose nota a nota por la canción.
Los labios de Jensen se movían silenciosos, cantando de memoria la letra de una de
sus canciones favoritas de todos los tempos. No pudo quitarle los ojos de encima a los
dedos gráciles y largos de Misha. Se movían rápidos y elegantes, saltando de nota en nota,
acariciando cada tecla como si fuera algo frágil y único.
De pronto el tmbre sonó estruendoso en el aula y Misha paró de tocar. Todos se
quedaron en silencio. Luego, uno a uno comenzaron a aplaudirle.
- Eso ha sido excelente, Misha. Vamos a tener que oírte tocar más a menudo –se
volvió hacia el resto de la clase-. Que tengáis un buen fn de semana a todos.
Cuando quiso darse cuenta, Misha se había quedado solo en la clase. El resto de sus
compañeros y el profesor se habían ido pitando de allí, locos por empezar el fn de semana.
Él se había quedado como un tonto al piano, intentando poner en orden sus ideas. No había
pretendido darle tanta intensidad a la canción, pero le salió así. De pronto una voz le hizo
volver la cabeza.
- ¿Terminarías de tocar la canción para mí?
Misha vio cómo Jensen se acercaba hasta él y se sentaba a su lado en el largo banco
del piano. Éste no le dijo nada, puso las manos sobre las notas correctas y siguió por donde
lo había dejado, casi a mitad de la canción.
Mientras escuchaba, Jensen no había dicho nada. Había salido de la clase casi el
primero y cuando ya estaba llegando al coche, se dio la vuelta. Necesitaba oír el fnal de la
canción. Quería que Misha lo terminara. Lo necesitaba.
Cuando Misha llegó casi al fnal de la canción y aminoró el ritmo para dar paso a las
notas fnales, torció la cabeza para mirar a Jensen. Éste tenía un semblante serio y extraño y
parecía escuchar la música con algo más que con los oídos. Poco a poco, Jensen se fue
acercando a él, rozando su brazo con el suyo. Misha no se echó hacia atrás sino más bien le
salió al encuentro. Cuando ambas cabezas estaban peligrosamente juntas y la canción hubo
terminado, Jensen lo miró. Lo miró fjamente. Luego se fue rápidamente sin mirar atrás y sin
decirle anda.
Misha se quedó allí sentando, con el corazón amenazando con salírsele del pecho y
con un problema en sus pantalones.
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Título: Air on the G string
Capítulo: 4/9 + Epílogo
Autoras: Flexikuki y Taolee
Beteado: Flexikuki y Taolee
Pairing: Jensen/Misha
Fandom: RPS. AU.
Personajes secundarios que irán saliendo: Jefrey Dean Morgan, Jared Padalecki, Chad
Lindberg, Christan Kane, Steve Carlson, Jason Manns, Traci Dinwiddie, Richard Speight Jr,
Kurt Fuller, Lauren Cohan, Robert Benedict…
Rating: Nc-17
Disclaimer: Ellos no nos pertenecen. No hay ánimo de lucro. Esto está hecho por fans y para
fans.
Art: Shirleypaz es un amor y nos ha hecho unos separadores preciosos. Seguro que van a
gustaros. Muchas gracias, amor. Eres un cielo!!! <3
Resumen: Es el últmo curso en el insttuto para Jensen. Un curso que pretende pasar como
todos los demás; estudiando lo justo y divirténdose bastante. Pero el director del centro
aprovecha la ventaja de ser la pareja de su madre para chantajearlo: si no se presenta a las
pruebas de alta capacitación que se hacen cada año con vistas a la universidad, haría pública
su relación con su madre, cosa que Jensen quiere evitar en lo posible. Misha es un chico
inteligente y peculiar. Un buen estudiante con grandes aspiraciones de futuro. Las clases
avanzadas son una gran oportunidad para él, pero no sólo por cuestones académicas. Ese
chico nuevo, Jensen, tan retcente a aceptar pertenecer a un grupo del que se siente
avergonzado, será la llave para abrir la puerta a nuevas experiencias para los dos.
4.
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Había tenido todo el fn de semana para despejarse y aún así se había levantado el
lunes con la cabeza hecha un lío. Jensen ya esperaba que entrar a primera hora de la
mañana en clase de Historia del Arte y encontrarse con Misha allí no iba a ser fácil. El chico
lucía resplandeciente a primera hora de la mañana. Llevaba unos vaqueros y una camiseta.
El pelo no se había terminado de secar del todo, lo que le indicó que estaba recién duchado,
y hablaba animadamente con un compañero. Curiosamente, su sonrisa perfecta le dolió
como una bofetada con el revés de la mano.
Se sentó en la primera silla que encontró libre y rezó para que el profesor llegara
pronto y comenzara la clase. No quería hablar con Misha. Sobre todo después del numerito
de derretrse literalmente a su lado mientras tocaba el piano. ¿Habría notado Misha lo
vulnerable que estaba en aquel momento? Ojalá no se diera cuenta de su estado. Ya había
hecho demasiado el ridículo con él.
Aquel día consiguió esquivar a Misha. Se vio obligado a cruzar un par de palabras
con él en alguna clase, pero nunca habían estado solos y eso había servido de gran ayuda. Si
pudiera hacer lo mismo el resto de la semana… O el resto del mes, mejor. O del curso
entero, ya puestos.
No es que fuera un cobarde. Es que Misha le echaba por terra años de estudiada
heterosexualidad. Nadie, ni sus mejores amigos, ni su madre siquiera, sabía cuáles eran sus
inclinaciones y no podía dejar que aquel to le desmontara el chiringuito. Aparte de hacerlo
sentrse de una forma que no había experimentado antes y que no sabía cómo atajar.
El tal Misha le excitaba hasta decir basta y le hacía dejar al descubierto acttudes que
se había prohibido terminantemente mostrar en público. Desgraciadamente, el demonio
siempre estaba ahí para tentarlo y no pudo dejar de pensar que tal vez tenía que evitar a
Misha en público, por aquello de que alguien notara que se le escapaba un poco de aceite,
pero ¿y en privado? ¿Qué problema había en probar cómo se senta con él en un ambiente
más íntmo? Algo parecido a lo sucedido en clase de música solo que sin salir corriendo
como una niña a las primeras de cambio.
En cuanto pensó en ello descartó la idea. Sólo de pensar en estar a solas con Misha…
No, defnitvamente no era una buena idea. Mejor seguir con el plan original; evitarlo en lo
posible y todo el tempo posible.
Y lo estaba consiguiendo
Después de casi un mes esquivando al chico, estaba casi seguro de poder seguir haciéndolo
por tempo indefnido. La verdad es que se estaba convirtendo en un maestro del engaño.
Aún no les había contado a los chicos lo de las clases avanzadas y estaba seguro de que no
sospechaban nada. Para ellos, el motvo por el cual no estaban tanto tempo juntos como en
otros cursos era que el claustro de profesores había decidido mantenerlos separados, dada
la alta tasa de siniestralidad en el colegio cuando estaban los cinco juntos. Así que con la
trola del complot había conseguido no darles explicaciones sobre su nueva situación
académica.
Con respecto a Misha… Bueno, eso había sido difcil, pero estaba bastante contento
con los resultados. El chico parecía haber entendido que no deseaba ningún tpo de
acercamiento con él y también se había apartado un poco de su camino. Se saludaban,
hablaban en clase si era preciso, pero poco más.
Eso sí, Jensen no había podido dejar de observarlo. Mientras atendía en clase, en la
cafetería, caminando por los pasillos. Cualquier imagen de Misha estaba ya grabada en su
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cerebro después de un mes observándolo. Que no quisiera acercarse a él no quería decir
que no le gustara. Desgraciadamente, le gustaba. Y mucho.
Eso podía haberse quedado así, pero sucedió algo que hizo que viera a Misha con
otros ojos.
El jueves por la tarde estaban todos esperando a Chad en la entrada del insttuto.
Normalmente se iban sin él, pero esa noche tenían ensayo y no querían que el chico volviera
a olvidarse. Aquel ensayo era importante y estaba relacionado con el inminente cumpleaños
de Chad, así que no podían decirle que no podía faltar por nada del mundo.
Aún no sabían qué leches hacía Chad a esas horas en el colegio, pero estaban
seguros de que no había salido por la puerta. Ellos lo habrían visto. Eran las cinco pasadas
cuando un revuelo llamo su atención. Algo pasaba en uno de los pasillos.
Como si supieran lo que ocurría, salieron corriendo hasta el círculo de gente donde
unos cuantos miembros del equipo de football reían e insultaban a alguien. El corro se
despejó lo sufciente por unos segundos como para ver que era a Chad al que pretendían
usar de balón.
Aceleraron el paso, irritados porque los animales de los deportstas la tomaran con
su amigo, y estaban dispuestos a empezar a pisar cabezas en cuanto los tuvieran a mano.
Pero algo los hizo detenerse en seco. Misha, que abultaba casi tan poco como Chad delante
de los enormes jugadores, escudó a su amigo y les plantó cara como un león.
-Dejad de meteros con él. – les gritó. – Iros a tomar batdos de proteínas o chorradas
de esas que hacéis siempre.
-Tú no te metas, piojo. – le ladró uno de los chicos.
-Estáis molestando a mi amigo, así que me meto si quiero.
-Joder, con el canijo. Ya puestos, nos da igual patear un culo que dos, así que si te
interesa… - los jugadores rieron la gracia.
-Aún está por ver que vayáis a patear uno. Ya dos, ni te cuento.
-Te voy a…
El chico, quarterback del equipo del colegio, debía medir como metro y medio más
que Misha por todos los fancos, pero él no se amedrentó. Jensen estuvo a punto de saltar
en defensa de ambos, ya que si aquellos tos empezaban a repartr leches iban a cobrar
tanto Misha como Chad. Lo que le hizo detenerse fue la acttud de Misha, aún frme y seguro
en su sito, plantándole cara a un to que podría romperle todos los huesos de un guantazo.
-¿Qué? – dijo Misha con chulería y adelantando el cuerpo sin miedo. - ¿Qué me vas a
hacer? ¿Me vas a pegar? Venga, hazlo, troglodita.
-No me tentes, imbécil.
-No te tento, pero si has venido a descargar tus frustraciones avasallando a los que
no tenen nada que hacer contgo, déjame decirte que vas a tener que vértelas conmigo.
Nosotros no tenemos la culpa de que la tengas como un cacahuete por culpa de los
esteroides y no se te ponga dura. Lo mismo nos rompes las piernas a los dos, pero voy a
hacer lo que sea por impedírtelo.
El tpo gruñó. Todos estaban esperando la reacción del jugador después de que
aquel insensato insultara su virilidad, cosa que jamás había que poner en duda cuando de un
deportsta se trataba. Afortunadamente, el chico pareció pensárselo mejor y con un “bah,
no merece la pena” casi inaudible, se volvió y desapareció con su corte de hormonados tras
él.
En cuanto se fueron, Misha soltó todo el aire de los pulmones en un suspiro de
alivio. Pareció encoger tras comprender que se había librado de una buena y que lo que
podía haberle pasado si el jugador no hubiera estado tan desconcertado porque alguien
tuviera los cojones de plantarle cara podía haber sido muy serio.
-Joder, Misha, gracias. – le dijo Chad admirado por el coraje de su amigo.
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-No importa, hombre.
El pequeño grupo que formaban los amigos de Chad se acercaron con la boca
abierta y sin dar crédito aún a lo que habían visto.
-¿Pero tú sabes lo que has hecho, insensato? – le recriminó Jason. – Ese gorila es un
cabrón de cuidado. Yo que tú me buscaría un guardaespaldas ya.
-No le tengo miedo a ese. – le contestó Misha.
-Deberías. – dijo Chris. – Yo me las he visto alguna vez con él y es un tpo duro.
-Bueno, cuando me tope con él me aseguraré de tener mucho terreno para correr.
Todos rieron, restándole importancia al asunto. Menos Jensen. Estaba tan
impresionado porque Misha diera la cara por Chad, que no podía dejar de mirarlo como si
fuera un superhéroe.
-Bueno, ¿y se puede saber qué ha pasado? – preguntó Steve.
Misha y Chad se miraron, como pidiéndose permiso para hablar. Entonces Chad
asintó con la cabeza y bajó la mirada.
-Chad ha estado asistendo a la clase de cocina. Al parecer, ese idiota se ha enterado
y le parece un poco patétco así que ha empezado a insultarle. Supongo que no había otro
por aquí cerca y le ha tocado a él.
-¿Estás en clase de cocina? – dijeron todos a coro.
-Bueno… sí. – le respuesta asustada del chico enfadó mucho a Misha, que arremetó
contra los que se hacían llamar sus amigos por no respetarlo.
-¿Hay algún problema porque vaya a clase de cocina? Porque si es así tal vez no
deberíais llamaros amigos suyos. – los chicos callaron de inmediato, amedrentados por la
acttud de Misha. – Los amigos se respetan, se ayudan, no se juzgan jamás. Si Chad quiere
hacer cocina, vosotros deberíais apoyarlo y no reíros de él. Ahora me explico por qué no
quería que os enterarais. Chad es muy buen cocinero. En serio, os sorprendería la habilidad
que tene y tendríais que estar alentándole en lugar de hacerlo sentr mal por hacer algo que
de verdad le gusta y que podría ser una excelente profesión en el futuro.
Agacharon la cabeza avergonzados. El sermón de Misha les había dejado sin
palabras. Saber que Chad había confado en alguien que no pertenecía al grupo antes que en
ellos les hizo pensar que tal vez no eran del todo respetuosos con las inquietudes de los
demás miembros del grupo. Creían respetarse, pero tal vez no lo hacían del todo bien.
Jensen estaba admirado. Misha era valiente y decidido. Y no podía estar más guapo
que con ese ceño fruncido cuando hablaba con tanta seriedad. Tenía tanta razón en todo…
Eso le hizo pensar que tal vez debería contarles a los chicos lo de las clases especiales. Ellos
deberían apoyarlo. Eran sus amigos, ¿no? ¿Qué hacía temiéndoles? Podría extender el turno
de confesiones y de paso contarles que le gustaban los tos. El que tenían delante, para más
señas.
Mejor no soltarles de golpe una bomba así. No estaba del todo seguro de que lo
entendieran bien. Una cosa era confesar que estaba estudiando a sus espaldas y otra muy
distnta soltarles que le iban las pollas. Aquello podía ser demasiado para una sola sesión.
Fuera como fuese, aquel incidente le aclaró dos cosas; la primera era que debía
confar más en sus amigos y exigirles más comprensión y tolerancia dado que eran los
mejores amigos del mundo. Y segundo… que se estaba enamorando de Misha y la misión de
mantenerse alejado de él quedaba ofcialmente abortada.
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Jensen intentó sentarse al día siguiente en una de las clases avanzadas que
comparta con Misha, pero éste ya se había sentado al lado de Jared. Parecían pasarlo bien
charlando animadamente y Jensen estuvo a punto de lanzar una silla por la ventana y
ponerse a gritar como un loco. A toda esa larga lista de sentmientos que habían
empezando a roerle como si fuera un trozo de madera en un sótano, debía sumar los celos.
Genial, estaba celoso de un to que medía dos metros, que tenía unos ojos cristalinos
preciosos y dos hoyuelos adorables en las mejillas. ¡Contra eso no se podía competr, joder!
Frustrado, se sentó en la segunda fla justo detrás de ellos. No se enteraba de la
conversación, pero al menos los veía reírse, y la verdad, no sabía qué era peor. Posiblemente
se tenía que haber sentado al otro lado de la clase donde nos los hubiera visto charlar tan
íntmamente. En serio, su vida era patétca y ojalá se abriera un agujero en el suelo y se lo
tragara.
Para colmo de males, Misha monopolizó casi toda la clase porque tenía que exponer
un trabajo que había mandado días atrás el profesor y ese día casualmente, le tocaba a él.
¿Por qué no se pegaba un tro ya y acababa con ese sufrimiento?
Se pasó la mano por la frente y se quedó así un par de segundos más de la cuenta.
La imagen de Misha echándole huevos a ese grandullón le venía a la mente una y otra vez y
no podía evitar sentrse terriblemente orgulloso por él. Orgulloso y cachondo. Saber que
Misha podía defenderse solo le despertaba muchos sentmientos de distnta índole y todavía
no había podido ponerlos todos en orden ni analizarlos. El día que se pusiera a ello iba a
tener un serio problema.
Al fn la clase terminó y Jensen salió como un rayo. No quería quedarse más tempo
allí para ver cómo Misha y Jared se hacían íntmos. Sólo le faltaba eso.
Cuando tomó la esquina del pasillo para dirigirse a la siguiente clase, que estaba en
el piso de abajo, vio venir a Steve de frente. ¿Qué diablo estaba haciendo ese allí?
Preocupado de que le viera salir de la clase de los avanzados, Jensen retrocedió, chocó con
un compañero, se disculpó y se deslizó de nuevo hacia la clase. Misha, que iba a salir en ese
momento, frenó en seco mientras veía cómo se ocultaba al lado de la puerta, entre el
perchero y un armario. Al ver a Steve en la puerta, creyó entenderlo todo.
- ¡Misha! Te estaba buscando.
Misha se apresuró hacia la entrada de la clase para evitar que el otro entrara.
- ¿Sí? –miró de reojo a Jensen, que apenas estaba a metro y medio de él y que tenía
cara de haber visto un fantasma-. Dime.
- El sábado es el cumpleaños de Chad, y los chicos y yo le estamos preparado una
festa. Como sabemos que Chad y tú sois también colegas, queríamos invitarte para que
fuera una sorpresa. Seguro que a Chad le encantará verte allí.
Jensen abrió mucho los ojos sin poder evitarlo. ¿De quién coño había sido la idea de
invitarle sin consultarlo con él? ¿No se suponía que eran un grupo? Misha había fjado la
mirada en él y había visto su expresión en el rostro.
- No sé… Tengo mucho que estudiar.
- Tío, no me seas cerebrín y la cagues. El otro día te comportaste como un animal y
eso moló que te cagas, ¿sabes? Pensé que jamás diría esto, pero creí que nunca admiraría ni
sería amigo de un to que va a la clase de avanzados.
Misha volvió a mirar de reojo a Jensen, que tenía los dientes apretados y los ojos
cerrados, esperando sin duda que Misha lo delatara.
Pero eso no ocurrió.
- Ya ves. La gente suele sorprender cuando menos te lo esperas –sonrió cuando se
dio cuenta de que Jensen había abierto los ojos y lo miraba asombrado-. ¿A qué hora es la
festa?
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- No lo tengo muy claro, porque hay que llevar las cosas para tocar y todo ese lío, así
que aún no lo sé. Pero si estás interesado, le pregunto a estos y mañana mismo te lo digo.
- Vale.
Steve sonrió y se marchó de allí contento de haber cumplido con su cometdo. Misha
lo vio marcharse y cuando se aseguro de que el colega de Jensen ya no podía oírles, se volvió
hacia él.
- ¿Por qué no le has dicho a tus amigos que estás en la clase de avanzados?
Jensen salió de su escondite y lo miró. Estaba ligeramente colorado y era la primera
vez que Misha se dirigía a él sin que fuera un tema de clase.
- No quería que se rieran de mí.
- Igual deberías de tener un poco más de confanza en tus amigos, Jensen. Lo mismo
te sorprenden –Misha fue a salir de la clase pero entonces pareció acordarse de algo. Se dio
la vuelta y enfrentó de nuevo a Jensen-. ¿Tú te hubieras reído de mí?
Jensen guardó silencio. Posiblemente sí aunque se hubiera reído de toda la clase de
cerebritos avanzados, pero una vez que había conocido a Misha, le hubiera sido imposible e
impensable reírse de él. De él ni de nadie. Ya conocía a la mayoría de los chicos y todos eran
buena gente.
Misha interpretó ese silencio como un sí. Se mordió el labio inferior y se fue de allí
sin decir nada. Cuando llegó a casa, su madre ya tenía el uniforme puesto lista para irse a
trabajar.
- Tu hermana está dormida, así que por favor no toques el piano hasta que se
despierte, ¿vale?
Misha tró la mochila sobré el sofá y resopló. No, claro que no iba a tocar el piano
hasta que se despertara. No estaba loco y no quería tener a una renacuaja berreando toda
la tarde, pero es que había que joderse, no podía hacer nunca nada. Eso le recordó que
quizás el sábado no iba a poder ir a la festa de Chad si tenía que cuidar de su hermana
como cada noche.
- Mamá –llegó hasta la cocina donde se encontraba ella y la miró-. ¿El sábado
trabajas?
- No. Tengo libre. ¿Por?
Misha se sintó un poco mal porque sabía que su madre trabajaba duramente todos
los días de semana y rara vez libraba un sábado, pero es que tenía tantas ganas de ir al
cumpleaños de Chad…
- Me han invitado a una festa. Bueno, en realidad es un cumpleaños, pero creo que
empezará tarde. Me gustaría ir.
Su madre dejó la taza de café sobre el fregadero y lo miró.
- Claro, cariño. Tienes que salir y divertrte. No todo va a ser estudiar.
Misha sonrió. Despidió a su madre y se sentó en el sofá para ponerse a estudiar.
Podía hacerlo en su cuarto, pero si hacía mucho ruido tecleando en su notepad, podría
despertar a la enana que dormía en el cuarto de al lado. A ver si le daba tempo de acabarlo
todo antes de que tuviera que ponerse a jugar con ella.
Y tuvo suerte, porque acabó con toda la tarea que tenía para el día siguiente antes
de que Megan se despertarse. Ahora tendría que ir a prepararse algo para cenar, pero le
entró sueño. Quizás debería aprovechar y echar una cabezadita en el sofá antes de que la
niña se despertarse.
Sin pensárselo más, Misha acomodó varios cojines y se quedó dormido. No durmió
mucho, lo sufciente para soñar con la festa del sábado y con Jensen. Él estaría allí también
y su subconsciente debía de estar preparando algo por adelantado, porque le llenó la cabeza
de imágenes de ese pecoso muy cerca de él mientras le sonreía y le hablaba al oído. Notaba
esos labios próximos a los suyos, incitándole y recordándole una y otra vez que jamás había
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besado a ningún chico. ¿Sabrían esos labios besar como parecía que podían hacerlo? Misha
no sólo quería devorarle el labio inferior, la lengua y la boca en general, sino cada peca que
se fuera encontrando por el camino.
Se despertó sobresaltado y con un bulto prominente en los pantalones. Aún a medio
despertar, Misha tró de la ropa hacia abajo y se agarró la erección que ya había comenzado
a rezumar algo de humedad. No necesitó apenas un par de sacudidas para derramarse sobre
su mano mientras contenía un jadeo. En su mente, la imagen de Jensen daba vueltas una y
otra vez, hasta que el orgasmo lo dejó totalmente saciado y relajado sobre el sofá.
Con pereza, se levantó y caminó hacia el baño. Se duchó y justo cuando salía, Megan
comenzó a llorar. Bueno, al menos había tenido algo de tempo para él.
La noche del sábado, Jensen se esmeró en arreglarse para la festa de cumpleaños
de Chad. Y no lo hacía por Chad, precisamente. El hecho de que Misha también fuera a estar
allí también era motvo más que sufciente para cuidar con detalle su aspecto.
Desgraciadamente, su fondo de armario era similar al de un morador de las arenas así que
no tenía mucho donde elegir. Tenía varios vaqueros, todos rotos y algunos de ellos con
aspecto de no haber visto la lavadora en meses. Las camisetas no tenían un aspecto mucho
mejor. Algunas eran muy chulas, de grupos de rock y de conciertos, pero francamente, no
creía que ninguna fuera capaz de impresionar a un chico que olía como si durmiera abrazado
al osito del suavizante.
Eligió un vaquero negro con rotos en las rodillas y que creía que le sentaba muy
bien. Se puso una camiseta de color blanco con un dibujo de una calavera sonriente y una
camisa de cuadros negros y azules encima. Unas Converse negras que casi no había usado
fueron el mejor complemento, aunque lo cierto es que casi todo su calzado era casi idéntco.
Al menos estas no estaban rotas ni manchadas de sustancias que no sabía ni quería
identfcar.
Pensó en afeitarse. Hacía que llevaba esa barba… no lo recordaba bien, dos meses
tal vez. Es que su cara sin rastro de vello era como la de una geisha. Casi parecía una chica y
odiaba cuando le decían que tenía un rostro muy delicado para ser un chico. Delicado, y una
mierda. La barba se quedaba donde estaba, faltaría más.
Aún llevaba el pelo mojado cuando salió de casa. Se lo había peinado bien, pero lo
había dejado caer sobre la cara de nuevo. Estaba demasiado acostumbrado el escudo de
pelo rebelde. Subió a su coche y se puso camino de casa de Chris, donde había quedado en
recoger a los demás. Steve y Jason habían acordado ir a por Chad y llevarlo a casa de Chris
con el pretexto de que el chico estaba solo en casa y se iban a montar una pequeña festa
allí. No le importaba hacerles de chofer a los chicos, pero estaba deseando que alguno de
ellos se comprara un coche de una vez. Se senta el chofer de Miss Daisy.
No costó demasiado convencer a Chad de que tenían que ir a comprar algo de
alcohol para que aquello pareciera una auténtca festa. Cuando pararon frente al local que
habían alquilado para celebrar el cumpleaños, Chad aún no se daba por enterado. Tuvieron
que empujarlo dentro y gritar con todos los demás invitados que ya habían llegado un “Feliz
Cumpleaños, Chad” bien fuerte.
-Pero… ¿qué es esto? ¿Qué habéis hecho, cabrones?
-Pues una festa, idiota. – le dijo Jensen revolviéndole el pelo.
-Sí, llevamos un mes organizando todo el tnglado. – le dijo Chris. - ¿Qué te parece?
¿Te gusta?
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-Joder, sí. Me encanta. ¡Y han venido todos! ¡Genial!
Mientras Chad y los demás se dedicaban a saludar a los colegas que habían asistdo
a la festa, Jensen se entretuvo en mirar detenidamente cada rincón del local buscando a
Misha. Había dicho que vendría. Aún era temprano de todos modos y podía llegar más
tarde. No quería pensar que no le hubieran dado permiso para ir o que hubiera cambiado de
idea a últma hora.
Había tomado la determinación, difcil por otro lado, de dejarle bien claro al chico
que tenía cierto interés por él. Tenía que ser sutl, claro. No iba a gritarlo a los cuatro vientos
ni a meterle mano delante de todo el mundo, pero de esa noche no podía pasar que
confesara ante Misha que se senta atraído por él. Se había comido mucho el coco con eso,
pero tras observar detenidamente sus costumbres, estaba casi seguro de que Misha
también era gay.
Y había llegado a esa conclusión por varios motvos. Para empezar, Misha no parecía
tener ningún tpo de interés en las chicas. Le había visto hablar con muchas, pero si le
interesaran habría hecho lo que hacían todos; mirarles las tetas y el culo o intentar
arrimarse a ellas más de la cuenta. Misha no hacía eso jamás. También lo había visto
comportarse de un modo un tanto peculiar, nada realmente comprometedor, pero ningún
to hetero se comportaría así casi con total seguridad.
Y por últmo, y esto le hacía hervir la sangre, le había visto mirar con demasiada
atención al profesor de Historia del Arte, el tal Roché. El tpo era un provocador y un salido,
no había más que verlo y escuchar sus constantes alusiones al sexo, y Misha parecía haberle
encontrado algún tpo de encanto personal. Sobre todo por la parte trasera ya que lo había
visto mirarle el culo al profesor en alguna que otra ocasión.
De todas formas, Misha tenía un modo de ser del que no tenía nada que temer.
Nunca lo despreciaría si estuviera equivocado con respecto a él. Conociéndolo, se esmeraría
en asegurarle que si fuera como él, estaría encantado de tener algo más que amistad.
También podía no gustarle a pesar de ser gay. Jensen no tenía ninguna experiencia con otros
tos. ¿Y si había mal interpretado sus miradas y sus sonrisas y estas no eran más que fruto de
su forma de tratar a los demás?
Le entró un pánico terrible. Ya no estaba tan seguro de ser capaz de sincerarse con
Misha. Se moriría si lo rechazaba. En esa diatriba estaba cuando los chicos lo arrastraron
hasta el escenario. Se suponía que tenían que tocar.
Empezaron el concierto con un grupo de gente, todos amigos y conocidos, algunos
seguidores de la banda, jaleándolos y cantando sus canciones. Jensen se concentró en tocar
la guitarra y dejó de buscar a Misha entre el gento. Posiblemente no aparecería. Pero de
pronto lo vio entre la gente. Se empinaba para mirar sobre las cabezas al escenario mientras
adelantaba posiciones hasta las primeras flas.
Le dio un vuelco el corazón al verlo. Estaba guapísimo, con un pantalón que se
ajustaba a sus caderas como un guante, muy lejos de los pantalones holgados que usaba
para clase, y una camisa negra. Sonreía mientras le miraba, como si pudiera leerle el
pensamiento, y en cuestón de segundos estaba integrado con el grupo de gente, cantando y
bailando sus canciones.
Jamás había tenido tantas ganas de terminar una actuación. Se moría por terminar y
poder hablar con Misha. En cuanto acabaron en últmo tema, Jensen saltó del escenario el
primero y dejó que algunos conocidos lo felicitaran y saludaran con palmadas en la espalda.
Si no hubiera pensado que sería una grosería, se habría deshecho de ellos de cualquier
manera. Cuando llegó hasta donde estaba Misha, Chad estaba colgado de su cuello,
abrazándolo como a un hermano.
-¡Tío, tú también has venido! – le dijo Chad sin soltarlo.
-¿Estás de broma? No podía faltar, to. – le contestó Misha.
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-Hey, Misha. – lo dijo Steve saludándolo como a un colega más. – Me alegro de que
hayas podido venir.
-No podía perderme el cumpleaños de mi maestro de cocina. Aún no me ha
enseñado su receta maestra para hacer creps y no quiero enfadarlo.
Todos se rieron. En unos minutos cada uno estaba por su lado, mezclándose con la
gente y dejando a Misha y a Jensen a solas entre el gento.
-Hola. – le dijo Jensen.
-Hola.
-Ya pensaba que no ibas a venir.
-Ya me has oído. No podía perdérmelo. Chad es mi amigo también.
Alguien empujó a Jensen y se acercó mucho más a Misha sin proponérselo. Se
trasladaron hacia un rincón, lejos de empujones y de intromisiones.
-Me alegro. – contnuó Jensen.
-¿De qué te alegras?
-De que seas amigo de Chad, claro. Le vendrá muy bien tu sensatez. – mintó Jensen.
-Ya. – Misha estaba algo decepcionado porque no era esa la respuesta que
esperaba, pero no dejó ver su desilusión.
-Bueno, ¿quieres una copa?
Jensen necesitaba rebajar la tensión. Una copa le vendría muy bien y estar en la
compañía de Misha iba a requerir una considerable dosis de alcohol.
-De acuerdo. No suelo beber, pero una no me hará daño.
Dos horas después, Misha llevaba encima tres “destornilladores” y se le había
soltado la lengua preocupantemente. Había entablado conversación con casi todos los
invitados a la festa y Jensen estaba seguro de que se iba a marchar de allí con más de un
nuevo amigo. Le hacía mucha gracia verlo tan suelto y despreocupado. Bailó, bebió y rió
como no creía que lo vería hacerlo jamás.
Jensen, que había bebido algo más que Misha, tampoco estaba demasiado
despierto, pero distaba mucho de encontrarse en las condiciones que estaba su amigo.
Misha pestañeaba como si no pudiera fjar bien la vista y le costaba mantener el equilibrio.
Ya iba siendo hora de que dejara de beber y se fuera a casa a dormir la mona.
-Venga, Misha, ya has bebido sufciente. – le dijo quitándole la copa de la mano.
-Qué dices, to, si es la primera. – rescató su copa de manos de Jensen y le dio otro
trago.
-Pues yo he contado cuatro con esta. – Jensen no lo dejó seguir bebiendo. – No creo
que debas beber más.
-¿Que no debo…? Aguafestas, devuélvemela.
-No.
En su afán por recuperar el vaso, Misha se acercó tanto a Jensen que cayó sobre él,
incapaz de mantener el equilibrio. Jensen no tuvo más remedio que sujetarlo para que no
cayera y el cuerpo relajado por el alcohol le produjo un hormigueo en la entrepierna.
-Decidido, te vas a casa.
Le pasó el brazo por la espalda y se puso el suyo sobre los hombros para ayudarlo a
caminar. En la entrada, una zona oscura cuyos rincones estaban ocupados por parejas que
se prodigaban besos y caricias, Jensen tuvo que soltar su preciosa carga para buscar las
llaves del coche. Por desgracia, Misha no estaba en condiciones de mantenerse por sí solo y
cayó de nuevo contra el pecho de Jensen, que lo sujetó rodeándole la cintura con los brazos,
acercándolo demasiado a él.
Se miraron en la oscuridad, con los ojos velados por el alcohol. Durante unos
segundos preciosos, se perdieron en esa mirada a la que el exceso había quitado vergüenza.
-Nunca he besado a nadie. – dijo Misha.
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Jensen alzó las cejas sin creerse lo que oía.
-No te creo.
-Pues es cierto. – Misha hizo una pausa. - ¿Quieres ser tú el primero?
A Jensen se le subió el corazón a la boca. A punto estuvo de gritarle “Oh, sí”, pero no
podía hacer eso. Misha estaba borracho. No sabía lo que decía.
-Estás borracho.
-No tanto. Y quiero besarte.
-Misha…
-Me gustas. Bésame… o lo haré yo.
Jensen no sabía qué hacer. El chico no estaba en condiciones de saber lo que le
estaba pidiendo. En cierto modo se alegraba ya que así le despejaba la duda de su
inclinación sexual, pero besarlo estando así… Misha debería recordar su primer beso.
Debería estar consciente y partcipar con todos los sentdos. Que alguien te robe tu primer
beso no podía estar bien.
Bien mirado, también era una primera vez para él. Había besado a chicas alguna vez,
pocas a decir verdad, pero jamás había besado a otro chico. La tentación era demasiado
grande, no tenía tanta voluntad. Dios, ¿por qué le pasaban esas cosas a él? Se moría por
besar a Misha, pero hacerlo sabiendo que al día siguiente no recordaría nada…
Claro, pensó. Mañana no se acordaría de lo que pudieran hacer. No podría acusarlo
de nada, ni recriminarle nada. No podría revelar que era gay si no recordaba haberse besado
con él. Tomó aire y dejó de pensar.
-Está bien. – le dijo. – Voy a besarte.
-Bien. – fue la respuesta de Misha antes de ofrecerle la boca.
Jensen tenía la intención de ser delicado. Un beso suave y decoroso sería sufciente.
Pero Misha tenía otros planes. Nada más rozar sus labios, Jensen sintó la otra boca
amoldarse a la suya como la pieza de un puzle. Misha sabía a naranja y vodka y movía los
labios sobre los suyos con languidez pero con determinación. Si se había propuesto matarlo,
lo estaba consiguiendo.
Al segundo siguiente ya estaba bebiéndole el aliento, lamiéndole el interior de la
boca y saboreando su lengua. Misha no le dejaba tregua y exigía tanto como daba. Aquello
era el paraíso. El mejor beso del mundo. Y sin consecuencias, ya que dudaba mucho que
Misha recordara nada al día siguiente.
Eso lo animó un poco más y dejó de medirse. Agarró a Misha por las mejillas y lo
hizo ladear la cabeza para tener mejor acceso a su boca, para poder fundirse con él a gusto.
La entrega de Misha le llegó al alma, ya que lo seguía a pesar de estar alcanzando un ritmo
en el que la respiración empezaban a faltar y los jadeos se vertan ardientes en la boca del
otro para exigir más, para disfrutar más.
El beso más caliente y erótco de su vida se lo estaba dando un chico que no había
besado antes, un chico sin práctca ni experiencia alguna. Y no podía ser más sensual. Se
restregó contra Misha y lo empujó hacia la pared, donde la iluminación era aún más tenue.
Lo tenía arrinconado contra la pared, totalmente a su merced, entregado en cuerpo y alma.
Comprobó que Misha estaba igual de duro que él al rozar la entrepierna con la suya. Jesús,
tenía que parar ya. Tenía que apartarse de él cuanto antes.
Le costó la misma vida interrumpir el beso, y aún así la excitación no cesó, pegado al
cuerpo grácil de Misha. Lo miró un segundo y lo vio con los ojos entornados y el cuerpo
hecho mantequilla entre sus brazos. Tan sólo una cosa estaba latendo endurecida en su
cuerpo y no quería ni pensar en ella. La cordura lo trajo a la realidad y se apartó aún más de
él.
-Ya vale, Misha. Será mejor que te lleve a casa.
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-No. – respondió con la voz enrarecida. – Bésame otra vez. Me ha gustado eso que
has hecho con la lengua. Hazlo de nuevo.
-Misha, por favor…
Se arrojó de nuevo a sus labios, pero Jensen lo frenó. Si volvía a sentr su lengua en
la boca de nuevo no respondería.
-Se me ha puesto dura. – dijo Misha acariciándose por encima de los pantalones con
la mayor naturalidad del mundo. - ¿Es eso normal con un solo beso?
-Joder, qué difcil va a ser esto.
-Jen, - sollozó echándole los brazos al cuello. – bésame de nuevo. Por favor.
No podía negarse, joder. No podía. Tener a Misha en aquel grado de sumisión entre
los brazos no se podía desperdiciar por unas estúpidas normas morales. Volvió a agarrarlo
por la cintura, dispuesto a perder hasta su últmo aliento pegado a su boca cuando Misha se
desplomó sin sentdo contra él. Ya sabía que algo así podía pasar.
Lo mejor sería seguir con el plan original y llevarlo a casa. Miró en su cartera y
encontró la dirección en el carnet de la biblioteca. Tras meterlo en el coche y acomodarlo
para que no se hiciera daño, puso rumbo a casa de Misha. Antes de llegar, paró junto a una
acera e intentó despabilar al chico. Si intentaba llevarlo a casa en esas circunstancias, podía
acabar siendo blanco de la ira de su madre, que posiblemente no habría visto a su niñito en
esas circunstancias jamás.
Misha recobró el conocimiento e intentó centrar la vista. Cuando vio a Jensen,
pareció reaccionar de algún modo.
-¿Dónde estamos?
-En mi coche. A una manzana de tu casa. – Misha se estremeció. – Tranquilo, no
pensaba dejarte allí hasta asegurarme de que podías llegar a tu habitación por tu propio pie
y sin que tu madre monte un cisco.
-Uf, gracias. No sé qué le habría dicho a mi madre si me ve llegar borracho. – se
acomodó la ropa y el pelo y siguió hablando. – ¿He hecho alguna tontería?
-No sé. ¿A qué llamas tú tontería?
-Yo que sé. No recuerdo nada.
-¿Nada de nada?
Misha abrió mucho los ojos y mudó el color de la cara.
-¡Ay, Dios! ¿Qué he hecho? Dímelo, sea lo que sea dímelo.
Jensen estuvo a punto de contarle la verdad. Tal vez fuera mejor que no lo supiera.
Era lo mejor para los dos.
-Tranquilo, no has hecho nada malo. Bueno, te has subido a la barra a bailar con
Chad.
-Joder…
-No te preocupes. Al menos tú llevabas los pantalones puestos.
Misha se rió y el esfuerzo le produjo una punzada en la cabeza. Se llevó una mano a
la sien e hizo una mueca de dolor.
-Será mejor que te lleve a casa.
-Sí, será lo mejor.
Arrancó y condujo los escasos metros que los separaba de la casa. Paró un poco
apartado de la puerta, para que su madre o cualquier otra vecina noctámbula no pudiera
verlos. Misha salió del coche y se asomó por la ventanilla para despedirse de Jensen.
-Muchas gracias.
-No hay por qué darlas. Ha sido divertdo.
-Sí, desde luego que lo ha sido.
Se dedicaron unas sonrisas tmidas antes de que Misha dijera algo más antes de irse.
-Nos vemos el lunes, Jensen.
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-Claro. Hasta el lunes, Misha.
Jensen lo vio ir hasta la puerta. Esperó a verlo entrar para arrancar y marcharse de
allí con algo parecido a un remordimiento de conciencia oprimiéndole el pecho.
Título: Air on the G string
Capítulo: 5/9 + Epílogo
Autoras: Flexikuki y Taolee
Beteado: Flexikuki y Taolee
Pairing: Jensen/Misha
Fandom: RPS. AU.
Personajes secundarios que irán saliendo: Jefrey Dean Morgan, Jared Padalecki, Chad
Lindberg, Christan Kane, Steve Carlson, Jason Manns, Traci Dinwiddie, Richard Speight Jr,
Kurt Fuller, Lauren Cohan, Robert Benedict…
Rating: Nc-17
Disclaimer: Ellos no nos pertenecen. No hay ánimo de lucro. Esto está hecho por fans y para
fans.
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Art: Shirleypaz es un amor y nos ha hecho unos separadores preciosos. Seguro que van a
gustaros. Muchas gracias, amor. Eres un cielo!!! <3
Resumen: Es el últmo curso en el insttuto para Jensen. Un curso que pretende pasar como
todos los demás; estudiando lo justo y divirténdose bastante. Pero el director del centro
aprovecha la ventaja de ser la pareja de su madre para chantajearlo: si no se presenta a las
pruebas de alta capacitación que se hacen cada año con vistas a la universidad, haría pública
su relación con su madre, cosa que Jensen quiere evitar en lo posible. Misha es un chico
inteligente y peculiar. Un buen estudiante con grandes aspiraciones de futuro. Las clases
avanzadas son una gran oportunidad para él, pero no sólo por cuestones académicas. Ese
chico nuevo, Jensen, tan retcente a aceptar pertenecer a un grupo del que se siente
avergonzado, será la llave para abrir la puerta a nuevas experiencias para los dos.
5.
Jensen casi abrió él mismo las puertas del insttuto al siguiente lunes. Decir que estaba
deseoso de ver a Misha era quedarse corto. Se había pasado todo el fn de semana
pensando en él y en esos besos que se habían dado. De hecho, se había pajeado varias veces
pensando en ellos. Bueno vale, muchas veces.
Al principio pensó que lo mejor sería que Misha no se acordase de nada, como le
había pasado en el coche cuando lo llevó a casa, así su integridad de machote estaría a salvo
en el inst. No es que Misha fuera a chivarse, pero cuando menos gente lo supiera, mejor.
Ahora esa idea ya no le parecía tan buena. Quería que se acordara de todo, como él,
y que sólo recordar lo que pasó le hiciera notar cierta trantez en la entrepierna, como él.
Diablos, quería volver a besar a Misha.
La primera hora fue historia del arte y Jensen no lo había pasado tan mal en su vida.
Al principio todo empezó bien. Los chicos habían comenzado a entrar el clase y él espero
paciente a Misha, que llegó apenas unos minutos después que él. En cuanto lo vio se sentó a
su lado. Pero nada más pasó. Jensen se maldijo por sentrse desilusionado. ¿Qué diablos
quería que pasara? ¿Qué lo tumbara sobre la mesa del profesor y se lo comiera a besos?
Seguramente al profesor Roché le hubiera encantado la escena, pero había que ser realistas
y eso no lo era. Pero joder, con una sencilla alusión o algo se habría dado por satsfecho.
Nada. Quizás Misha no se acordaba, o lo mismo era tmido y le daba vergüenza hablar de
ello. Eso también podía ser. Decidió abandonar el tema, al menos por un rato y concentrarse
en la clase, pero ahí empezó la tortura.
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- Hoy vamos a hablar de la erótca en la historia del arte –Sebastán se sentó sobre la
mesa y miró a sus alumnos-. ¿Alguien sabe decirme algún monumento erótco o algo que
esté ligeramente relacionado?
- ¿Las esculturas romanas?
Sebastan giró la cabeza para comprobar que su alumno de siempre había
respondido a la pregunta.
- Richard, ¿verdad? –le guiñó un ojo cómplice-. Tú y yo nos vamos a llevar muy bien
este año. Y sí, Roma es un buen ejemplo para casi todo, en este caso, para la erótca y el
poder, pero esa es otra historia.
Jensen se movió incómodo cuando el profesor accionó el proyector y varias
esculturas de tos impresionantes que vivieron siglos atrás se mostraban impúdicamente
mientras un tarado los esculpía en piedra.
- Y no solo tenemos cuerpos de atletas o dioses en Roma, también hicieron objetos
muy divertdos –Sebastán apretó el botón y un falo enorme de piedra apareció ante todos.
Los alumnos rieron a la par que él-. Este monumento, aunque os cueste trabajo creerlo, está
junto a una iglesia muy antgua en España.
- ¿Los Romanos se dedicaron a esculpir penes por el mundo? –Jared parecía
asombrado.
- Eso parece. Recuerda que ellos no percibían el sexo como lo hacemos nosotras
ahora –Sebastan se quedó unos segundos pensatvo-. Ah… quién viviera ahora mismo en
aquella época.
- Murieron por beber en ánforas cubiertas de plomo –respondió Jensen cortante. A
ver si así desviaba el tema.
- Es una de las teorías, sí, pero a mí me gusta quedarme con lo bueno –apretó de
nuevo el botón del proyector-. Como por ejemplo esto, un pene esculpido en una casa en
Pompeya. O este otro en la muralla de Ampurias.
Jensen apretó los dientes. Ver penes le molestaba y mucho más ahora, que
cualquier cosa le hacía recordar el leve frotamiento que se había dado con Misha el sábado
anterior. Recordarlo de nuevo lo puso más duro que todas esas rocas milenarias de las
diapositvas.
De reojo miraba a Misha para ver su reacción, pero éste parecía tomar apuntes y
estar comportándose como siempre. ¿Qué diablos estaba escribiendo?
Cuando la clase terminó, Jensen salió como si le hubieran dado una paliza.
- Luego te veo –Misha le palmeó el hombro como si nada y desapareció por la
esquina del pasillo.
Genial. Su comportamiento le estaba tocando mucho la moral. ¿Y si realmente no se
acordaba de nada? ¿Quería decir eso que quizás él debería refrescarle la memoria?
El resto de la semana fue un calvario. Cierto era que Misha y él hablaban bastante y
con la excusa de tener a Chad como amigo en común, habían podido charlar un par de veces
en la cafetería, pero poca cosa. Cuando Jason enseñó en su teléfono móvil las fotos que
había hecho de la festa, Misha no había dado signos de recordar esa parte de la noche.
Aunque claro, tampoco iba a decir nada delante de sus amigos. El caso es que el hecho de
que no recordara nada le molestaba.
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Hablaban, comentaban algunas clases y se saludaban por el pasillo, pero nada más.
Misha no daba muestras de saber que se había besado con Jensen. ¿Debía entonces,
recordárselo? Misha le había dicho que no había besado nunca a ningún chico. Era un buen
acto que el primer beso que le dieran lo recordara, ¿no? Al fnal cambió de opinión cuando
vio que Misha parecía ir a su bola, tratándole como a un colega más. Entonces Jensen
decidió pasar de él también. No es que quisiera, es que se estaba volviendo loco. Y como era
de esperar, la suerte no estaba de su lado.
- Este año, el director nos ha pedido que colaboremos en la función de navidad –el
profesor de música se sentó en el sito que quedaba libre y los miró-. Ya tenemos a los más
jovencitos cantando villancicos así que hemos pensado que para que la gente vaya y todo
sea más ameno, podemos hacer una festa con canciones variadas que los profesores
elegiremos.
- ¿Por qué? –Lauren parecía muy interesada en el tema.
- Porque no queremos que acabéis cantando canciones con letra inapropiada de
Britney Spears o lady Gaga. Así que eso no es discutble –sentenció-. Como tampoco lo son
los grupos. Vuestra actuación contará para la nota fnal de curso y es muy importante que
todos colaboréis y lo hagáis lo mejor posible. Ya tengo los grupos hechos. Vamos a ver…
La mente de Jensen se desconectó. Esa semana había sido larga de narices y estaba
cansado. Quería llegar a casa, trarse en la cama y dormir un mes seguido.
- Los próximos serán Misha Collins, que tocará el piano y Jensen Ackles, que cantará.
Vais a hacer “Piano Man” de Billy Joel.
La mente de Jensen volvió a la clase.
- Yo no canto.
Todos se callaron y lo miraron. No fue lo que dijo sino cómo lo dijo.
- ¿Perdón? –el profesor volvió la cabeza para mirarle.
Jensen intentó suavizar el tono.
- Yo toco la guitarra, pero no canto.
- Jensen… sé que estás en un grupo, y que, aunque hagas los coros, sé que cantas.
No me hagas tener que buscar la actuación de hace un par de años.
- Pero…
- Sufciente, Jensen –el profesor se puso serio-. Si lo necesitáis podéis pedirle a algún
compañero que toque la harmónica o algo.
Jensen guardo silencio durante el resto de la clase. Cuando el tmbre sonó, recogió
su mochila, la parttura con la letra y acordes que el profesor les había facilitado y salió de
allí. Llevaba tal cabreo que se hubiera puesto a dar cabezazos a las paredes sin pensarlo. No
sólo le habían jodido teniendo que cantar, sino que encima tenía que ensayar con Misha.
Eso signifcaba más horas juntos, justo ahora que había decidido pasar de él, alejarse, dejar
de rallarse con el tema. De verdad, ¿por qué la vida le odiaba tanto?
Las siguientes semanas no mejoraron en absoluto. Para colmo en el insttuto se
respiraba ya aire navideño y a él no le gustaba. No es que no le gustasen esas fechas, claro
que sí, porque signifcaba no ir a clase por varias semanas y petardear por ahí con sus
colegas, pero la gente parecía estar demasiado feliz y eso, cuando él se senta tan miserable,
le jodía mucho.
- Jensen, tenemos que hablar.
Jensen se dio la vuelta y vio a Misha tras él.
- Tú dirás –se volvió para cerrar su taquilla y hacerle caso.
- Sé que no te gusta, pero tenemos que ensayar la canción. Yo ya he practcado en
casa y tengo las notas seguras, pero necesito acoplarlas a tu tono. Tenemos que quedar o no
nos dará tempo.
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- Lo siento, estoy ocupado –se colgó la mochila al hombro y se alejó de allí sin decirle
nada más. No estaba siendo justo con él, pero no podía hacer otra cosa.
Aunque algo sí que podía hacer. En lugar de poner rumbo a su siguiente clase, lo
hizo hacia el despacho del director. Llamó a la puerta y esperó a que Jefrey respondiera.
Hasta ese mismo día no se había percatado de una cosa, y ya era hora de que hablaran
seriamente.
- Adelante.
Jensen abrió la puerta y entró. La cerró y se quedó esperando a que Jefrey le diera
permiso para sentarse. Cuando el hombre se dio cuenta de que era Jensen el que había
llamado, dejó los papeles que tenía sobre el escritorio a un lado y le indicó con una mano
que se sentara.
Esperó a que el chico estuviera cómodo para empezar a hablar.
- Tú dirás, Jensen.
- Esto que me has hecho ha sido una putada.
Jefrey frunció el ceño algo confundido.
- Creí que ya te habías adaptado a lo de las clases avanzadas.
- Eso no –ladró mirándole fjamente-. Me refero a lo del profesor de música.
- ¿Qué le pasa?
- Que ese hombre no estaba aquí hace dos años. ¿Cómo sabía que yo canté un solo
en una festa del colegio?
- Habrá visto algún video –se encogió de hombros restándole importancia.
- ¿Te crees que soy tonto?
Ambos mantuvieron un pulso con la mirada durante unos segundos hasta que
Jefrey cedió y suspiró.
- Está bien, yo le dije que cantabas muy bien.
- ¿Por qué lo hiciste? –la voz de Jensen era cortante y fría.
- Porque realmente cantas muy bien, Jensen.
- ¿No has tenido ya bastante jodiéndome con lo de las clases avanzadas? Ahora
encima esto. Y no puedo decir que no o me suspenderán –rugió-. Sabes que no canto en
público. Que soy muy tmido y no se me da bien.
Jefrey no toleró más quejas. Se levantó de la silla y lo miró desde arriba. La cara
indicaba a todas luces que estaba muy enfadado.
- Estoy cansado, Jensen, cansado de que no te des a valer. Jamás hubieras
intentando lo de la clases avanzadas si no llego a obligarte aún teniendo cualidades de sobra
para ello. Ahora con la música igual –tragó saliva y siguió hablando-. ¿Qué coño te pasa?
¿Por qué no te das a valer en nada? ¿Por qué no confas un poco más en t y en tus
cualidades?
Jensen se mordió el labio.
- Si estás intentando hacer de padre, olvídalo. No necesito ninguno.
Más furioso que antes, salió de allí sin contestarle cerrando la puerta de un portazo.
No estaba cabreado con Jefrey, sino consigo mismo, porque casi todo eso que le había
dicho allí dentro era cierto, pero no tenía las respuestas para nada de lo que le habían
preguntado. Cabreado, se fue para casa.
La actuación de Navidad estaba a punto de empezar. Habían recogido sus
califcaciones y después de alguna que otra sorpresa desagradable, todos los alumnos y
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padres que habían sido invitados, entraron en el salón de actos para dar comienzo la
celebración.
Comenzaron los chicos del primer curso cantando un villancico navideño al que
habían cambiado la música y lo habían dejado a ritmo de rap. Fue horrible, pero la gente
aplaudió encantada. Los alumnos de segundo curso tuvieron mejor gusto e hicieron un
teatro navideño. Fue sumamente desconcertante y la mayoría de ellos estuvieron riéndose
todo el rato olvidándose de la letra, pero fue divertdo. Intercalando actuaciones, los chicos
de la clase de música fueron saliendo al escenario y fueron tocando y cantando según les
tocaba. Hasta que el espectáculo llego al fnal, y Misha y Jensen tenían que salir al escenario.
Misha ya había decidido salir al escenario él solo. Interpretaría un solo de piano y que fuera
lo que Dios quisiera. Entendía y no entendía a Jensen. Él mismo odiaba que le mandaran
hacer algo si no se encontraba preparado para hacerlo, pero Jensen podía haberse
comunicado con él en todo ese tempo y no haberle evitado como había estado haciendo.
El últmo grupo de teatro actuó y tras ellos hubo una ligera pausa para que a Misha
le diera tempo de arrastrar el piano desde bambalinas hasta un lado del escenario. El día
anterior lo había llevado junto con el profesor y varios alumnos hasta allí para dejarlo todo
listo y no perder tempo. Ese mismo día Misha había llegado mucho antes y se había
entretenido en dejar presentable el piano, limpiarle el polvo y sacarle brillo.
Observó las cortnas echadas y el murmullo de la gente hablando detrás. Respiró
hondo y se sentó en el banco, concentrándose para empezar a tocar. Entonces notó una
mano en el hombro. Volvió la cabeza y vio a Jensen.
- Misha… lo siento.
Misha guardó silencio esperando que el otro siguiera hablando. Y así lo hizo.
- Estas últmas semanas he sido un capullo y no te mereces que te haya tratado así.
¿Aún estoy a tempo de hacer esto contgo?
- No hemos ensayado…
- Yo he practcado en casa. Lo has hecho en la nota original ¿verdad?
Misha asintó. No se esperaba que Jensen apareciera y que al fnal fuera a cantar con
él.
- Sé que no hemos ensayado juntos, pero creo que podemos hacerlo. Yo te sigo el
ritmo y me amoldo a t, ¿vale? –acercó el pie del micrófono y lo puso en el centro del
escenario-. No podemos dejar que esto nos baje la nota a fnal de curso.
Misha sonrió. Eso ya lo sabía él, pero no había querido presionarle.
- Está bien –respondió no muy convencido. No le gustaban las improvisaciones y
nunca había oído cantar a Jensen. Quizás el profesor había subestmado al chico y no lo
hacía tan bien al fn y al cabo. O quizás Jensen era demasiado modesto. En unos pocos
segundos más lo sabría.
Jensen respiró hondo y se volvió una últma vez mirando hacia Misha apartándose
del micro.
- Lo vamos a hacer que te cagas.
Misha sonrió por su expresión. Se centró en las teclas y esperó a que los
presentadores salieran a anunciarles.
- Y para terminar, dos chicos de la clase de música; Misha Collins al piano y Jensen
Ackles al micrófono. Interpretarán para nosotros “Piano Man”. ¡Démosles un fuerte
aplauso!
El salón de actos aplaudió y pronto guardó silencio esperando a que comenzaran.
Misha asintó con la cabeza y comenzó a tocar. Las primeras notas salieron fuidas y
elegantes, ejecutándolas a la perfección. El intro de la canción era perfecto. Acentuó las
notas y le dio paso a Jensen.
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El chico comenzó a cantar con voz segura pero débil, como si tuviera miedo de
hacerlo más alto. Misha levantó la cabeza y lo miró asombrado. Estaba equivocado. Jensen
no tenía una buena voz; tenía una voz increíble.
Como si supiera que el otro lo estaba observando, giró la cabeza levemente
mientras cantaba y lo miró. Misha asintó y sonrió. Fue la sonrisa más bonita que había visto
Jensen en toda su vida. Parecía increíble que con un simple gesto pudiera darle tanta fuerza
y confanza. Decidido, se armó de valor y alzó la voz, ajustándose perfectamente a la
segunda estrofa de la canción.
Conforme seguía, Jensen más se soltaba. Llegó a coger el pie del micro para moverse
ligeramente para darle más fuerza a la letra a la misma par que desgarraba el tono, como
hacía el mismo Billy Joel.
Eran uno. En ese mismo momento fueron uno. Y no habían necesitado ensayar ni
nada, pero lo hicieron como si hubieran nacido para ello. Se complementaban en la fuerza y
en la intensidad que ambos usaron para interpretar la canción. El solo del piano fue
memorable y Jensen lo siguió con el mismo empuje. No sabía muy bien cómo lo había
hecho, pero Misha, sin abrir la boca, estaba expresando lo mismo que él.
Cuando acabaron y todo quedó en silencio, durante unos segundos no se oyó una
mosca. El público había estado práctcamente con la boca abierta viviendo la canción con
ellos, y cuando acabaron, tardaron un poco en darse cuenta que lo que acababan de vivir
había sido real. Los aplausos comenzaron a sonar de golpe y la gente se puso en pie. Jensen
se asombró tanto de verles que incluso se echó un paso hacia atrás. Fue a buscar a Misha al
piano y lo trajo con él al centro del escenario. La presentadora llegó y los abrazó mientras
aún se escuchaban los aplausos y los vítores.
Jensen miró a los asientos. Veía muchas caras, pero en ese momento no hubiera
sido capaz de reconocer a nadie. Tan sólo se detuvo en una fgura alta que había al fondo del
salón de actos y que aplaudía con la misma fuerza que los demás.
Jefrey se dio cuenta de que Jensen lo miraba y le sonrió. Se senta muy orgulloso de
él a pesar de que no se llevaban bien. Ojalá ese muchacho comprendiera que tenía el
talento sufciente para conseguir lo que se propusiera en la vida. Si tan solo se lo creyera un
poco…
Arrastrar el piano de vuelta costó lo suyo. El salón de actos ya estaba vacío y todos
los asistentes estaban en el gimnasio donde habían preparado unas mesas con algo para
comer y beber antes de que se fueran de vacaciones. Misha, Jensen y un par de chicos más
de la clase de música devolvieron el piano a clase. Gracias a Dios ese trasto tenía ruedas,
sino hubiera sido una misión imposible.
Cuando lo dejaron en el sito de siempre, los chicos se fueron y dejaron a Misha y
Jensen solos. Misha se volvió hacia Jensen para mirarle.
- Has estado genial hoy.
Jensen levantó la cabeza y lo miró con un brillo especial en la mirada.
- Ha sido gracias a t que me has guiado bien con las notas, sino me habría perdido.
- Que tengas buena voz no tene nada que ver conmigo.
Jensen se sonrojó levemente.
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- Voy a buscar las llaves para cerrar la clase. Ahora vengo –Misha salió por la puerta
dejando solo a Jensen un rato.
Éste se sentó en la banqueta donde Misha había estado antes y levantó la tapa del
piano. Sin apretar, acarició las teclas una a una. Finalmente comenzó a tocar aquella melodía
de Bach, “air in G string” y que había dejado a medias cuando Misha lo había pillado.
Levantó la cabeza mientras dejaba pasar distraídamente los dedos sobre las teclas y
entonces, al igual que la vez anterior, lo vio observarle desde la puerta. Esta vez Jensen no
paró, sino que volvió la cabeza y siguió tocando.
Misha llegó hasta él y se sentó a su lado. Colocó las manos por su lado del piano y lo
siguió. Tocar el piano de esa manera era muy complicado, pero él lo hacía como si fuera pan
comido.
Estuvieron en silencio tocando nota a nota, siguiendo el ritmo, amoldándose el uno
al otro hasta que la melodía llegó a su fn. Jensen se había perdido en esos dedos largos y
elegantes de Misha, y seguro que más de una vez había errado más de una nota, pero no le
importó. Volvió la cabeza hacia un lado y lo miró. Miles de dudas le asaltaron. Quería
recordarle que se habían besado y que había sido lo más jodidamente caliente que había
experimentado en toda su vida. Pero también quería no hacerlo. En parte se avergonzaba
por haberse dejado llevar, por haberse aprovechado de él cuando estaba borracho, por
mucho que Misha le hubiese insistdo.
- Quiero volver a besarte, Jensen.
Jensen se quedó sin aire. Esa frase, sencilla y simple, le daba a entender que Misha
recordaba lo que había pasado y que no le echaba en cara nada.
Sin decir si sí o si no, Jensen se inclinó hacia él y Misha le salió al encuentro. Se
besaron como esa primera vez pero sin alcohol de por medio. La pasión fue la misma y el
atrevimiento también. Rozaron los labios y se mordisquearon en el acto. Una lengua salió al
encuentro de la otra y de pronto el suave sonido de los besos se convirteron en esporádicos
jadeos.
La posición era incómoda, así que Misha se levantó y se puso entre el piano y la
banqueta, justo entre las piernas de Jensen. Esperaba que este se levantara y siguiera
besándole, pero a la cuenta los planes de Jensen eran otros; Le levantó la camiseta y dejó al
descubierto el abdomen, plano y frme. Tenía los vaqueros caídos por debajo de las caderas
y los huesos se marcaban seductoramente bajo la piel. Sin demorarse y sin esperar
respuesta, Jensen arrimó los labios a la suave piel y le besó las caderas, dejando un reguero
húmedo tras de sí que encendía más aún todos los sentdos de Misha.
- Jensen… -jadeó cuando notó que los labios de éste se habían deslizado
peligrosamente hacia abajo, hacia el borde del pantalón.
Finalmente Jensen se levantó y lo arrinconó contra el piano. Algunas teclas sonaron
al azar sonando algo mal cuando Misha se dejó de caer levemente sobre ellas. Había vuelto
a besarlo y a apretar su cuerpo contra el suyo, pero ésta vez Jensen no se conformó con eso.
Volvió a deslizar la mano por debajo de la camiseta de Misha y le acarició de nuevo la misma
zona, apretando ligeramente con la yema de los dedos.
Misha gimió entre sus labios. Senta cómo la mano del otro se deslizaba
perezosamente había abajo por dentro de su ropa. Joder, eso no se lo esperaba, pero ni loco
iba a detenerlo. Siguió besándole, dejándose arrastrar por esa sensación.
Jensen apartó el elástco del calzoncillo de Misha y siguió su avance. Encontrarle ya
duro y dispuesto provocó la misma sensación en él, que alivió momentáneamente
restregándose contra una de las caderas de Misha, tal y como había hecho en la festa
semanas atrás.
Ésta vez Misha actuó y acercó la mano hacia él para acariciarle, primero por encima
de los pantalones y luego por dentro. Ambos con las manos comprometdas siguieron
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besándose y devorándose un rato más, hasta que un sonido de pisadas y voces por el pasillo
los alertaron.
Se separaron en cuestón de segundos. Jensen casi se cayó de culo al tropezar con la
banqueta. Por suerte, las pisadas y las voces pasaron de largo, así que se quedaron allí en
medio mirándose a la cara logrando recuperar la respiración.
- Creo que deberíamos ir a la festa. Seguro que habrá gente buscándonos.
Jensen asintó. Iba a necesitar un par de minutos más para recuperar la calma para
que su cuerpo le hiciera caso y volviera a su estado normal. Cerraron la puerta de clase con
llave y caminaron hacia la festa. Jensen iba dándole vueltas al coco. Su cuerpo seguía
protestando. Y él también. Necesitaba más, necesitaba a Misha y no iba a poder esperar
tanto como la últma vez.
- Misha –tosió al ver que la voz no le salía del todo natural al tener la boca seca-.
Había pensado que estas vacaciones podríamos quedar para tomar algo, o para repasar
algunos apuntes. Lo que preferas.
Misha se volvió y lo miró con una mirada extraña en el rostro. Durante unos
segundos guardó silencio, cosa que puso terriblemente nervioso a Jensen. Finalmente le
respondió.
- Me encantaría, Jensen, pero me voy mañana a Boston de vacaciones. A mi madre
le debían días en el trabajo y vamos a aprovechar para ver a la familia, que hace mucho
tempo que no la vemos.
Jensen asintó. Claro, la familia era muy importante. Era lógico.
- Pero podemos quedar a la vuelta –Misha se volvió hacia él antes de entrar en la
festa-. Sólo serán un par de semanas.
Jensen volvió a asentr. Sí, un par de semanas. Se podía decir pronto, pero ojalá sus
pelotas fueran tan comprensivas.
Estuvo en la festa un rato, aceptando elogios y admiraciones por parte del resto de
sus compañeros y alumnos del colegio. Menos mal que su grupo no había asistdo, porque
ya lo que le faltaba era tener que aguantarles con sus bromas y comentarios.
Cuando al cabo de un rato, su humor empeoró, se quitó del medio. Ni siquiera se
despidió de Misha. No podía hacerlo sin suplicarle que se quedara aunque fuera unos días
más, así que camino cansado hacia su coche y se largó de allí. Seguro que iban a ser las
navidades más largas de toda su vida.
Jamás había deseado tanto que acabaran las vacaciones de Navidad como ese año.
Se le habían hecho largas, pesadas y aburridas. Ni la festa de Fin de Año con los chicos le
había conseguido animar más que el rato que estuvo considerablemente apartado de la
realidad gracias al alcohol. Aparte de eso, el resto de las festas habían tardado demasiado
en pasar y ni la generosidad de su madre, y sospechaba que la de Jef también, a la hora de
los regalos navideños le habían servido de distracción.
Lo más preocupante fue cuando comenzó a estudiar sin que nadie le amenazara. Se
lo achacó al aburrimiento supino que se cernía sobre él, pero mucho temía que se estuviera
convirtendo en un cerebrito en toda la plenitud de la palabra a mayor velocidad de la que
esperaba. Por eso celebró el día que había que regresar el colegio en privado. Que nadie
supiera que le hacía feliz volver al insttuto.
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Estaba realmente nervioso. En la primera clase iba a ver a Misha por fn. Después de
esas semanas sin verlo, ansiaba el encuentro más que cualquier otra cosa. Estuvo en el aula
el primero y esperó a que Misha llegara con impaciencia. Pero no llegó. Y eso le preocupaba.
Salió de clase con la sensación de haber perdido totalmente el tempo allí dentro. No
había dejado de pensar en él y en que no faltaría voluntariamente a clase jamás. Tal vez le
había pasado algo. O tal vez estaba sacándolo todo de madre sin motvos. Misha podía
haberse quedado dormido o estar envuelto en algún proyecto importante que requería que
sacrifcara alguna clase o estaba cuidando de su hermana o… Podía haber mil y un motvos
para que Misha no estuviera allí aquella mañana, el problema era que no era capaz de
imaginar un motvo que no le hiciera preocuparse terriblemente por él.
Cuando Misha faltó a la segunda clase que compartan, la preocupación se
transformó en miedo. ¿Y si estaba enfermo? ¿Y si había pasado algo terrible en casa? Dios,
no podía dejar que su imaginación tremendista se apoderara de la situación o acabaría
llamando a todos los hospitales y movilizando al ejército.
Sólo había una forma de saber lo que podía haber pasado, pero no sabía el número
de Misha. No había sido capaz de pedírselo y ahora se arrepenta. Si al menos hubiera una
forma de contactar con él. De pronto se le ocurrió algo. La madre de Misha podía haber
llamado al colegio para avisar de que no iba a asistr a clase. Sería lo más normal si el
problema era una enfermedad o cualquier otra cosa que atañera a la familia. No veía a
Misha capaz de faltar a clase por cualquier cosa. Algo debía de haber pasado y nunca faltaría
sin avisar de que iba a hacerlo.
Lo más rápido y seguro era hablar con Jefrey. Odiaba tener que recurrir a él, pero si
así conseguía notcias de Misha podría pasar ese dato por alto. Su casi padrastro estaba en
su despacho, revisando expedientes con cara de haber preferido estar en cualquier otra
parte.
-¿Puedo pasar? – Jensen asomó la cabeza por la puerta del despacho tras dar unos
golpecitos. Ni siquiera esperó a que respondiera.
-Claro. – dijo Jef soltando los papeles sobre la mesa pesadamente. - ¿En qué puedo
ayudarte?
-Verás… Bueno, es complicado. – Jensen se tocó la cabeza sin estar del todo seguro
de lo que iba a decir. – Es un compañero. De las clases avanzadas.
-Um… ¿Qué pasa con él? Espero que no te hayas metdo en ningún lío, Jensen.
-¡No, no es eso! – se apresuró a decir. – Es que no ha venido hoy a clase y… Bueno,
digamos que eso no es muy normal en él.
Jefrey sonrió y enlazó las manos sobre la mesa.
-¿Tú preocupándote por un compañero? Y encima de los empollones. Alguien está
empezando a comportarse como un chico bueno sin que nadie le haga chantaje.
-Uf, no empieces, joder. ¿Me puedes ayudar o no?
-Depende. ¿Qué te pasa exactamente?
-Quería saber si por casualidad ha llamado para decir que está enfermo o algo así. Es
muy responsable y no faltaría sin avisar de que iba a hacerlo.
-¿Y se puede saber cuál es tu interés en todo esto?
Jensen dudó. No podía decirle que aquel chico le gustaba y que estaba preocupado
por él. Cuánto menos supiera Jef de su interés por Misha, mejor.
-Estamos juntos en un trabajo. Hay que presentarlo esta semana y no puedo hacerlo
sin él. Si no piensa venir, necesito tempo para avisar el profesor de que lo voy a presentar
solo. No pienso llevarme un suspenso por culpa de un pringado.
-Bien. – Jef analizó a Jensen unos segundos y contnuó hablando. – A ver, cómo se
llama ese “pringado”. Si ha llamado, alguien debe de haberlo atendido.
-Collins. Misha Collins.
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Jef descolgó el teléfono y marcó un número interno.
-Sí, buenos días. Mira, quiero saber si alguien ha llamado para avisar que un alumno
va a faltar hoy. Sí… Collins, Misha. Ajá… Ah, es cierto. Sí, sí, tranquilo, ya lo recuerdo. Gracias
de todas formas. Hasta luego.
Colgó despacio y con el semblante serio.
-¿Y bien? – le preguntó Jensen.
-No recordaba el caso. Efectvamente, la madre de este chico llamó esta mañana
para decir que Misha no asistrá a clase durante varios días. Parece ser que un accidente les
ha impedido regresar a tempo de Boston.
-¿Un accidente? – Jensen se alarmó mucho. - ¿Ha tenido un accidente? Pero… ¿qué
ha pasado? ¿Él está bien? ¿Y su familia? Joder… Sabía que pasaba algo grave, lo sabía.
-Tranquilo, hombre, tranquilo. El accidente no lo han sufrido ellos. Al parecer ha
habido un accidente sin importancia en las vías del tren, algo relacionado con un choque de
dos trenes de mercancías por un problema de guardagujas o algo así, y han tenido que
retrasar la vuelta. Tu amigo se incorpora el jueves.
Jensen soltó un suspiro. No pretendía dejar ver sus emociones delante de Jef, pero
el alivio que sintó fue tal que no pudo contenerse.
-Parece que ese chico es muy importante para t.
-¿Cómo? ¡Qué va! Es por el trabajo, ya te lo he dicho. No pienso hacer yo todo el
curro solo.
-Ya veo, ya.
-Bueno, gracias. – Jensen salió de allí antes de que ese idiota siguiera mirándole
como si pudiera leerle la mente. Lo veía muy capaz, así que mejor alejarse de él antes de
que se enterara de algo que no quería que supiera.
Con la tranquilidad de saber que Misha regresaría pronto, Jensen se esmeró más
que nunca en clase. Tomó un millón de apuntes en las avanzadas para poder pasárselos
cuando volviera. Seguro que le agradecía el detalle. Y se le ocurrían varias formas de
gratfcación para sugerirle en el caso de que él no tuviera claro qué tpo de compensación le
complacería más.
Así que el jueves se levantó tan nervioso que no sabía ni lo que ponerse. Tampoco
tenía demasiado donde elegir, pero le apetecía estar presentable para Misha. Aunque no
pudiera estar tan impecable como él, Misha se merecía que al menos no le miraran como si
su acompañante hubiera salido de una película de Tim Burton.
Revisó todo su armario, pero no tenía nada que se pudiera salvar. Tal vez alguna de
las camisetas que le habían regalado por Navidad y los últmos vaqueros que se había
comprado. Eran de su estlo pero algo menos penoso. Estaba hecho un lío. Se tocó la barbilla
en un gesto de indecisión, acariciándose la perilla espesa y rubia. Algo debía haber que
impresionara a Misha, pero ¿qué?
De pronto lo vio. Claro, eso era. Si quería causar impacto con su aspecto no tenía
que centrarse únicamente en la ropa. Había otras cosas. Corrió al baño, decidido a hacer lo
que tenía en mente antes de cambiar de opinión. Se miró al espejo y volvió a mesarse la
perilla. La había dejado crecer demasiado y casi le tapaba media cara. Lo cierto es que le
gustaba; le daba un aire peligroso y de tpo duro y a la vez se encargaba de disimular aquella
horrible cara de nena que tanto le molestaba.
Sin pararse a pensar lo que hacía, cogió unas tjeras y se recortó la perilla rubia hasta
dejar el vello muy corto. Lo sufciente como para que la cuchilla no le destrozara la cara al
afeitarse. En menos de diez minutos tenía la cara libre de todo rastro de pelo y volvía a ver
su rostro al completo. Seguía siendo tan delicado como cuando se dejó crecer la barba,
desgraciadamente, pero no podía hacer gran cosa con eso.
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Satsfecho con los resultados, a pesar de todo, salió de su cuarto y bajó a la cocina.
Aún no había terminado el trabajo y tenía que encargarse de que estuviera listo antes de
que empezara la primera clase. Su madre arrastraba los pies por la cocina, aún en bata y con
los ojos pegados.
-Jensen, hijo, ¿dónde vas tan temprano? ¿Has vuelto a mirar al revés el
despertador?
-No, mamá. Hoy tengo cosas que hacer antes de ir a clase así que me tengo que
marchar más temprano. – cogió una manzana del frutero y le dio un beso a su madre en la
mejilla antes de salir corriendo. – Ya desayunaré por ahí. Hasta luego.
-Adiós, hombre… Uy, un momento. – la mujer se tocó la cara, justo donde Jensen le
había dado el beso. – Me ha dado un beso. ¡Y se ha afeitado! Dios. ¡Jef, - gritó subiendo las
escaleras deprisa. – no te vas a creer lo que ha hecho Jensen!
Jensen puso rumbo a casa de Chad. No es que se le hubiera ocurrido ponerse en
manos de Chad a pesar de conocer la destreza que su amigo tenía con el cuchillo cebollero,
pero su hermana era peluquera. Ojalá la chica estuviera en casa y quisiera prestarse a
ayudarle.
Como era de esperar, a esas horas Chad estaba aún sobado a pesar de que su casa
era un hervidero de actvidad. Siempre le había resultado chocante el ambiente familiar en
el que vivía su amigo. Cualquiera habría pensado encontrarlo en un piso desangelado y
sucio, viviendo en el seno de una familia desestructurada y sufriendo una terrible falta de
atención. Pero no era así. Chad vivía en una preciosa casa con unos padres responsables,
trabajadores y volcados en sus hijos. El ambiente de esa casa era tan diametralmente
opuesto a la imagen que daba Chad que cualquiera habría pensado que no era cierto que su
amigo viviera allí.
Llamó a la puerta trasera que comunicaba con la cocina antes de entrar. La madre
de Chad preparaba tostadas y freía beicon como para un regimiento mientras su marido, un
hombre alto y delgado, servía café en una taza. Mirando al hombre, uno podía imaginar
cómo sería Chad dentro de treinta años ya que eran asombrosamente parecidos.
-Vaya, Jensen. Cuánto tempo sin verte. – el hombre se le acercó y le dio una
palmada amistosa en el hombro y lo empujó ligeramente al interior, invitándolo a pasar.
-Sí, mucho tempo. ¿Cómo están?
-Muy bien, cielo. ¿Y tú? – le respondió la madre. – Estás muy guapo, ¿lo sabías?
-Vaya, gracias. – Jensen se puso colorado. - ¿Chad aún está en casa?
-En casa… Aún está en la cama. – protestó la mujer. – Este chico duerme demasiado.
Voy a tener que llevarlo al médico.
-Que no, mujer. Al chico no le pasa nada. – dijo el padre con un tono que dejaba
claro que habían tenido aquella conversación más de una vez antes de esa. – Está pasando
una etapa de muchos cambios, eso es todo. ¿Verdad, Jensen?
El hombre le guiñó un ojo cómplice y Jensen no tuvo más remedio que sonreír,
entendiendo lo que el hombre estaba queriendo decir.
-La verdad es que a quién busco es a su hija. ¿Está ella en casa? – Jensen se moría de
vergüenza allí de pie preguntando por la hermana de su amigo. Si sus padres hubieran sido
otros, posiblemente habrían malinterpretado su interés y lo habrían echado de allí. Pero los
padres de Chad no.
-¿Sally? Sí, aún sigue en casa. ¿Quieres que la vaya a buscar?
-Si es tan amable.
La mujer subió la escalera de la cocina hasta el primer piso y cuando bajó, lo hizo
acompañado de una chica rubia y esbelta. La hermana de Chad era una belleza de piel
blanca y ojos verdes. Tenía varios años más que él y había sido animadora del insttuto. Su
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amor por la estétca y la moda al habían llevado a estudiar Peluquería y Estétca y ahora
trabajaba en un prestgioso salón de belleza de la ciudad.
-Hola, rubito. – lo saludó la chica llamándolo como cuando eran críos. – Dice mi
madre que preguntas por mí. A ver, - la chica entrelazó las manos sobre el pecho, como si
fuera a rezar. – dime que me quieres para lo que yo imagino.
Jensen dudó. Sally siempre había sido muy amble con él, incluso cuando ella estaba
en el últmo curso en el insttuto y era una animadora admirada por todos los chicos de
cualquier curso y ellos unos enanos de primero con la cara llena de granos. Sabía que podía
confar en ella.
-¿Querrías cortarme el pelo?
-¡Siiiiii! – chilló la chica dando salttos. – Dios, las ganas que tenía de quitarte esas
greñas que te tapan esa cara tan rica.
La chica le pellizcó los mofetes como cuando tenía ocho años y tró de él hasta
sentarlo en una silla en medio de la cocina.
-Siéntate aquí. Voy por mis utensilios. No te muevas, ¿me oyes?
Ni se le ocurriría.
Unos minutos después bajó Chad, con la cara surcada por las marcas que le habían
dejado las sábanas al dormir y los ojos llenos de legañas. Arrastraba los pies descalzos y se
rascaba el trasero por dentro de los pantalones de chándal que usaba como pijama.
-Tú, antes de sentarte a mi mesa lávate las manos. – su madre le amenazó con la
espumadera. – Buenos días, hijo.
-Buenos días, mami. ¿Qué haces tú aquí, to? – le preguntó extrañado.
-Le voy a cortar el pelo. – respondió Sally, que en ese momento llegaba con los
brazos cargados con utensilios de peluquería. Llevaba puesta una bata de color rosa donde
se podía leer su nombre bordado en bonitas letras cursivas en un tono de rosa más fuerte.
-¿Cómo? ¡Venga ya! ¿Qué has hecho para convencerlo de que se ponga en tus
manos? ¿No le habrás enseñado las peras?
-¡Chad, cuida tu lenguaje! – le recriminó su madre.
-Pues no, listo. Ha sido él quien ha venido a pedirme que lo libre de esa horrible
maraña que le tapa media cara.
-¿Es eso cierto, Jen?
Jensen miró a su amigo medio azorado. No temía la reacción de Chad, la verdad,
pero eso de dar explicaciones siempre se le había dado muy mal.
-Pues sí. Ya me he cansado de tanto pelo.
-¿Ves? – le dijo Sally con mofa. – Ahora apártate y déjame trabajar, enano.
Quince minutos después, Jensen había cambiado totalmente su aspecto. Sally había
hecho un magnífco trabajo y ahora lucía un peinado muy favorecedor, con el pelo muy
corto por la nuca y las patllas y algo más largo y peinado de punto arriba. Le había puesto
gomina y se lo había dejado calculadamente despeinado. Jensen no podía creerse que aquel
que le miraba desde el espejo era él. Estaba genial.
-Estás guapísimo, Jensen. – le dijo la chica quitándole unos restos de pelo pegados al
cuello. – El cambio es increíble.
-Pues sí. La verdad es que no está mal. Me gusta.
-Y seguro que a ella también le gusta. – le susurró al oído.
Jensen se sonrojó hasta las orejas, mucho más visible ahora que no tenía ni la perilla
ni la melena para esconder sus expresiones. En una cosa sí que tenía razón Sally; lo había
hecho por alguien especial.
Después de desayunar con la familia de Chad, condición puesta por la madre para
poder salir de esa casa, se fueron juntos al insttuto. Iban con los segundos contados, pero al
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menos su viejo coche se estaba portando esa mañana y los llevó al colegio antes de que
sonara la campana.
Con el tmbre retumbando por los pasillos, Jensen corrió escaleras arriba hasta la
clase de Teoría de la Música. La puerta ya estaba cerrada, pero por el cristal pudo ver que el
profesor estaba soltando sus libros sobre la mesa, señal de que acababa de llegar, y los
alumnos aún se estaban acomodando en sus asientos. Sin llamar previamente, abrió la
puerta.
Todas las miradas se centraron en él, incluida la del profesor, que parecía no
reconocerlo como alumno suyo.
-Lo siento. No llego tarde, ¿verdad?
-Ackles. Vaya, esto sí que es una sorpresa. No lo he reconocido a primera vista. Pase
y siéntese por favor.
Jensen entró en la clase consciente de que todos los ojos estaban puestos en él. Sus
compañeros lo miraban con la boca abierta, incapaces de creer que aquel chico fuera
Jensen, el melenudo que tocaba la guitarra. Escuchó algunos cuchicheos a su paso y vio
alguna sonrisa en las caras de las chicas, pero no les prestó atención. Su interés estaba en
otra parte; intentaba localizar a Misha entre los compañeros.
Cuando por fn se tropezó con su mirada, Misha tenía la boca abierta, literalmente, y
lo miraba como si no pudiera creerse lo que veía. Afortunadamente había un asiento vacío
junto a él y Jensen lo ocupó de inmediato.
-Hola. – le susurró, ya que el profesor ya había empezado con la lección.
-Hola. – respondió Misha impresionado.
Había notado su expresión de asombro. Justo lo que él quería; lo había
impresionado. Jensen le lanzó una sonrisa sobrada y Misha apartó la mirada, víctma de un
incipiente sonrojo. Crecido por el éxito conseguido, Jensen se centró en lo posible en las
explicaciones del profesor y esperó que la clase terminara lo antes posible para poder
saludar a Misha como realmente deseaba.
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Título: Air in the G string
Capítulo: 6/9 + Epílogo
Autoras: Flexikuki y Taolee
Beteado: Flexikuki y Taolee
Pairing: Jensen/Misha
Fandom: RPS. AU.
Personajes secundarios que irán saliendo: Jefrey Dean Morgan, Jared Padalecki, Chad
Lindberg, Christan Kane, Steve Carlson, Jason Manns, Traci Dinwiddie, Richard Speight Jr,
Kurt Fuller, Lauren Cohan, Robert Benedict…
Rating: Nc-17
Disclaimer: Ellos no nos pertenecen. No hay ánimo de lucro. Esto está hecho por fans y para
fans.
Art: Shirleypaz es un amor y nos ha hecho unos separadores preciosos. Seguro que van a
gustaros. Muchas gracias, amor. Eres un cielo!!! <3
Resumen: Es el últmo curso en el insttuto para Jensen. Un curso que pretende pasar como
todos los demás; estudiando lo justo y divirténdose bastante. Pero el director del centro
aprovecha la ventaja de ser la pareja de su madre para chantajearlo: si no se presenta a las
pruebas de alta capacitación que se hacen cada año con vistas a la universidad, haría pública
su relación con su madre, cosa que Jensen quiere evitar en lo posible. Misha es un chico
inteligente y peculiar. Un buen estudiante con grandes aspiraciones de futuro. Las clases
avanzadas son una gran oportunidad para él, pero no sólo por cuestones académicas. Ese
chico nuevo, Jensen, tan retcente a aceptar pertenecer a un grupo del que se siente
avergonzado, será la llave para abrir la puerta a nuevas experiencias para los dos.
6.
Misha estaba deseando llegar al insttuto. Para un adicto a las clases como él, faltar
tres días había sido todo un suplicio. Al menos tenía la tranquilidad de saber que en el
colegio sabían el motvo de su retraso y no repercutría en su impecable hoja de asistencia.
Estaba más que justfcado y eso lo tranquilizaba. Pero no era eso lo que le emocionaba de
su vuelta. Era Jensen.
Bastante duro había sido ya no tener contacto con él durante todo ese tempo como
para haber tenido que aguantar también ese retraso. Se arrepintó de no pedirle su teléfono,
aunque tampoco tuvo demasiada oportunidad, ya que la últma vez que lo vio fue en la
festa de Navidad y lo perdió de vista. Ni siquiera sabía si le había pasado algo para haberse
marchado así. Pero todas esas dudas iban a quedar resueltas en cuestón de minutos, en
cuanto empezaran la clase.
Tenía toda una lista preparada de cosas que le gustaría preguntarle, contarle, saber
de él. Su últmo encuentro bien valía para empezar a entender su relación como “algo más
que amigos”. Aunque no hubieran sido amigos realmente. Bueno, otra cosa más
extraordinaria que vivir con Jensen. En el camino de conocerse, podían aprender a ser
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amigos también. Eso de que las parejas no pueden ser amigos siempre le había parecido
absurdo. ¿Quién puede conocerte mejor que alguien que comparte contgo un sentmiento
tan grande como el amor? ¿Quién mejor para contarle tus problemas, tus inquietudes?
¿Quién mejor para depositar tu confanza y tus secretos más íntmos?
Se sintó absurdo pensando en Jensen en esos términos. No era su novio, ni su chico,
ni nada que se le pareciera. No había razón para hacerse ilusiones porque no habían hablado
del tema y lo mejor era no montarse películas que aún no se habían empezado a rodar. Para
él, aquellos besos junto al piano fueron increíbles y maravillosos, pero no sabía qué habían
signifcado para Jensen. Tal vez para él no había sido más que un rollo pasajero. Esa idea le
entristeció un poco, pero igual que no se hacía ilusiones, no descartaba nada hasta tener el
no retumbándole en los oídos.
Llegó a clase, ocupó una silla y esperó. Sus compañeros llegaron. El profesor
también llegó. Pero Jensen no llagaba. Se impacientó un poco. Tranquilo, llegará tarde otra
vez, se dijo. Justo cuando el profesor se deshacía de los pesados libros que portaba, la
puerta volvió a abrirse. Como si supieran que aquel momento iba a ser extraordinario, todos
se giraron a la vez para ver quién entraba en clase después que el profesor. Y entonces lo
vio.
Jensen estaba en la puerta, guapo como nunca lo había visto antes, luciendo un
cambio de look tan radical que hasta el profesor tuvo que esforzase en reconocerlo. Se
había cortado el pelo y afeitado la perilla. Ahora podía verse su cara en toda su plenitud.
Una cara creada para enamorar a cualquiera. Por fn podía verle los ojos verdes claramente
y admirar los labios que había sentdo contra los suyos. Aunque se había imaginado que
serían así de sensuales a pesar de estar ocultos por la barba, ver su boca sin ningún
obstáculo le encogió el corazón. Y las pecas. Cientos, miles de pecas salpicando la piel suave
de su rostro.
Dios, era perfecto. El pelo corto mostraba las orejas, curiosamente llenas de pecas
también, y el cuello. Habría pasado el resto de la mañana besando ese cuello, mordiendo
esas orejas. Se habría pasado el resto de su vida besando a Jensen en cualquier parte de su
anatomía. Hasta parecía más adulto. Más alto. No estaba seguro, pero el chico que había
entrado en la clase traía consigo una estela de magnetsmo al que no podía resistrse.
Contra todo pronóstco, ambos aguantaron estoicamente toda la clase sin perder los
nervios. Se echaban miradas furtvas y se sonreían tontamente, pero aguantaron el tpo. A
pesar de eso, ambos ansiaban que se acabara la clase cuanto antes. Casi les da un infarto
cuando sonó la campana.
Recogieron sus libros sin hablarse y salieron, uno unos pasos por delante del otro. Se
aseguraron de que nadie les prestaba demasiada atención antes de hablarse, como si los
demás pudieran descubrir lo que estaban sintendo con solo mirarlos. Ellos se sentan como
si fuera así.
-Te he echado de menos. – dijo Misha bajito, sin mirarlo.
-Y yo a t.
Siguieron caminando por los pasillos hasta la segunda planta, al fnal del últmo
pasillo, donde Misha tenía clase de matemátcas. Pararon unos metros antes y se miraron.
-¿Podemos vernos luego? – preguntó Jensen casi en un susurro.
-Si quieres…
-Claro que quiero. Tenía tan… - unos chicos pasaron muy cerca de ellos y Jensen tró
del brazo de Misha para apartarlo un poco más del paso de la gente. – Tenía tantas ganas de
verte.
-Yo también. – Misha sonrió y se lamió los labios.
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Jensen le devolvió la sonrisa entes de trar de él de nuevo hasta meterlo en el baño
delante de él. Cuando la puerta se cerró tras ellos, lo agarró del cuello y lo besó. Misha le
devolvió el beso encantado, sujetándose a su cintura.
-Me encanta tu cambio de imagen. – dijo contra su boca.
-¿Sí? ¿De verdad te gusta? – preguntó Jensen sin apartarse de los labios que tanto
había echado de menos.
-Ajá. Estás muy guapo.
Se besaron un rato más, apenas unos segundos ya que Misha tenía que entrar en
clase. Se soltaron a regañadientes antes de salir, asegurándose de que nada delataba lo que
habían estado haciendo en el baño.
-Misha, tenemos que vernos. – le dijo antes de irse.
-Sí. Pero no aquí. En el colegio es complicado y peligroso. Y además no tenemos
intmidad.
-Cierto. A ver… ¿qué haces el sábado? ¿Te apetece ir al cine o ir a tomar unas birras?
-Joder, no puedo. – Misha respondió apenado. – El sábado tengo que cuidar de mi
hermana. Mi madre trabaja toda la noche.
-Vaya. Bueno, ya se nos ocurrirá algo.
Dicho esto, Jensen le guiñó un ojo y se marchó, dándole la espalda. Misha lo observó
caminar unos segundos. Amaba su forma de moverse; cómo andaba con paso seguro y
mecía los hombros al compás de sus pasos. Se obligó a entrar en clase antes de que el diablo
terminara de convencerle de salir corriendo tras él y saltarse la clase.
Apenas habían tenido tempo de estar a solas, pero al menos habían estado juntos.
Aprovecharon todo el tempo que pudieron entre clases, en las asignaturas que compartan
y en el comedor. Chad, bendito fuera, invitó a Misha a su mesa y él no se negó, así que
comparteron sito en la cafetería los dos últmos días de la semana. Era agradable comer
juntos, pero era muy complicado no delatarse ante los chicos. Cualquier mirada, cualquier
roce o una palabra dicha con una entonación concreta podría hacerlos sospechar.
Se habían robado algún beso en el baño y aprovechado la tranquilidad de alguna
clase para rozarse de algún modo, pero cada vez era más evidente que todo eso era
insufciente. Jensen se moría por pasar algo de tempo a solas con Misha, algo más de cinco
minutos tan cortos como frustrantes. Había descubierto que Misha también era capaz de
comportarse como un cabrón cuando se trataba de defender lo suyo y se había reído
cuando lo había visto enrojecer cuando alguna chica, que de pronto habían descubierto su
existencia desde que se había cortado el pelo, le ponía ojitos o se insinuaba más de la
cuenta.
Aquella chica de avanzados, Lauren, había sido especialmente descarada
acercándose demasiado, sentándose a su lado rozándole la pierna contra la suya y
poniéndole el escote delante de la cara sin ningún pudor. La reacción de Misha a aquel
despliegue de frescura había sido meterle un bolígrafo, al que previamente había quitado la
protección del capuchón, en el bolsillo trasero de la falda que llevaba. En cuestón de
segundos la tnta había arruinado por completo la tela vaquera de color celeste. Entonces
Misha fnalizó su labor.
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-Perdona, Lauren. – la llamó dándole un golpecito en el hombro desde atrás, donde
había quedado relegado cuando la chica le robó el único asiento libre junto a Jensen. – Creo
que tenes una mancha en la falda.
-¿Cómo? ¿Una mancha? – la chica se puso de pie y giró medio cuerpo para poder
observar la prenda por detrás. - ¡Oh, Dios mío, mi falda!
Salió corriendo al baño. Desgraciadamente, aquella mancha sería imposible de
quitar, pero al menos estaría un buen rato entretenida en el baño intentándolo. Misha
aprovechó la ocasión para sentarse en el sito vacío junto a Jensen, que había adivinado la
jugada.
-Eres un poco puta cuando quieres, ¿eh? – le dijo bajito.
-Podría serlo más.
La mirada sugerente de Misha le dejó claro a lo que se refería y se estremeció
ligeramente. Seguramente no era consciente de lo erótco que podía llegar a ser si se lo
proponía, pero Misha era cada vez más directo y aquello lo excitaba mucho. Ojalá pudieran
disponer de algún tempo a solas; le iba a exigir que cumpliera cada una de las promesas
mudas que le había hecho sólo en los dos últmos días.
Desafortunadamente, ni siquiera tuvieron tempo de verse. Jensen perdió de vista al
chico durante lo que restó del día. Imaginó que andaría metdo en la biblioteca o
preparando algún trabajo. Cuando se cansó de buscarlo sin éxito, se marchó a casa,
lamentando haber olvidado pedirle el teléfono de nuevo.
Misha estaba muy ocupado calentando el puré de verduras y pescado que debía
darle de cenar a su hermana mientras sujetaba a la cría con un solo brazo. La pequeña debía
de olerse que la hora de la cena estaba cerca y estaba totalmente frenétca. No porque se
sintera feliz por la inminente ingesta, sino todo lo contrario. Su hermana era la criatura más
complicada para comer del mundo.
La cría protestaba y se retorcía mientras él hacía malabares para no dejar caer el
pequeño cuerpecito al suelo. No podía soltarla porque entonces tendría que pasar otros
veinte minutos intentando atraparla, se volvería a enfriar el puré y tendría que volver a
empezarlo todo desde el principio. Odiaba los turnos de noche de su madre y no por el
hecho de quedarse con la niña. Era porque había un millón de cosas más interesantes que
podía estar haciendo una noche de sábado que cambiar pañales.
Como una señal divina, el tmbre de la puerta sonó entre los berridos de la niña.
Luchando por mantener las manos alejadas de su pelo, Misha abrió la puerta y se llevó una
grata sorpresa.
-¡Jensen! ¿Qué haces aquí?
Misha seguía su ardua batalla contra el monstruo en pijama que sostenía. La
aparición de Jensen le había sorprendido tanto que había bajado ligeramente la guardia y su
oreja derecha estaba sufriendo las consecuencias.
-¿Puedo pasar? – preguntó Jensen.
-¡Claro! Pasa, pasa. – Misha se apartó del vano de la puerta para dejarlo entrar.
Cerró la puerta tras él de una patada.
-Si quieres vuelvo más tarde. Cuando te hayas deshecho del Gremlin.
-No, no hace falta. Lo tengo todo controlado. – dijo mientras la niña le mordía la
oreja.
-Ya veo, ya. Yo apuesto por el Gremlin, la verdad.
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-Jajá. Muy gracioso.
-A ver, déjame a mí, anda. – Jensen alargó los brazos para agarrar por la cintura a la
pequeña.
-Cuidado que muerde. – le avisó Misha, que tenía el pelo revuelto y la respiración
sofocada, como si hubiera estado luchando con un gorila en lugar de con una niña de poco
más de un año.
Cuando Jensen cogió a la niña, ésta se calmó milagrosamente. Redujo sus
movimientos hasta relajarse en brazos del rubio, que la sostenía con un brazo. Al segundo
siguiente, Megan dejó de caer su cabecita contra el hombro de Jensen con acttud relajada.
-No me lo puedo creer. Porque lo estoy viendo con mis propios ojos, sino no lo
creería jamás. – dijo Misha asombrado.
-Me parece que este pequeño bichito te tene cogido por los huevos, Misha. Por eso
se porta así.
-¿Cómo? ¡Qué va! No quiere comer, eso es lo que le pasa. Sabe que yo le voy a dar
la cena se ponga como se ponga y para ella eres el príncipe azul que viene a rescatarla del
terrible monstruo de puré de verduras.
-En ese caso, aprovechemos que la tengo engañada y trae ese puré. A ver si consigo
que coma.
Misha fue a la cocina a por la cena de su hermana. Aún estaba caliente,
afortunadamente. Colocó un plato en una bandeja junto a una cuchara de plástco y un
biberón con agua.
-Si consigues que abra el pico y se deje meter la cuchara, seré tu esclavo durante
una semana. No, un mes.
-¡Ah… hombre de poca fe!
Jensen se sentó en el sofá y acomodó a la niña sobre una de sus rodillas. Empezó a
hablarle de comics, de los X-Men y de La Liga de la Justcia. La cría no debía de entender
nada, pero lo miraba embobada como si lo que le estaba contando fuera lo más interesante
que había oído jamás. Aprovechando aquel encandilamiento, Jensen fue metendo una tras
otra cucharadas de puré en la pequeña boquita. La niña cooperaba sin saber que lo estaba
haciendo, embelesada con las historias del chico.
-¿Cuánto pides por venir a darle de cenar cada noche? Pide lo que sea, te lo daré
encantado. – Misha no salía de su asombro y los observaba con la boca abierta.
-Cuidado, chiquitn. – le respondió Jensen mirándolo sin romper el contacto visual
con la niña. – No sea que no seas capaz de darme lo que pida.
El tono íntmo y sensual de Jensen le despertó cierto anhelo. Por descontado que le
daría lo que pidiera. Lo que fuera.
-¿Has cenado? – preguntó Misha.
-No, me he bebido dos birras, pero no he comido nada.
Eso explicaba el tono encendido de sus mejillas. Estaba tremendamente guapo, con
aquel peinado y todas aquellas pecas a la vista, ligeramente coloreadas por un favorecedor
tono rosado. Llevaba una camiseta demasiado ajustada para los gustos del chico y un
vaquero desgastado. Lo que ya había dicho; tremendamente guapo.
-Si te parece puedo preparar algo mientras terminas de domar a la mocosa.
-Perfecto.
Durante media hora, Misha se encerró en la cocina y revolvió todos los muebles y
cajones, la nevera y la despensa, buscando algo especial que ofrecerle a Jensen. No había
nada que se pudiera llamar extraordinario, pero había pollo frito y algo de lechuga. Preparó
una ensalada y una salsa de vino y mostaza para el pollo. Cuando lo tenía todo casi listo,
Jensen se asomó a la cocina con la pequeña casi dormida en sus brazos.
-Creo que he vencido al monstruo.
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-Ya veo, ya. Te mereces un premio.
Misha le quitó a la niña de los brazos y se la acomodó contra su propio hombro. La
niña reconoció al instante la postura y se acopló al hueco de su cuello para dormir. Cuando
la acostó en su cuna ya estaba totalmente dormida.
-Bueno, pues ya está dormida.
-¿Y mi premio?
-¿Cómo?
-Has dicho que merezco un premio. – Jensen se acercó un poco más a él. – Y lo
quiero ahora.
El tono utlizado era tan claramente sensual que Misha se sintó invadido antes de
que Jensen lo besara, utlizando la lengua para enloquecerlo. Tras un largo y ardiente beso,
Misha se apartó de él, consciente de que si seguían así terminarían perdiendo la cabeza.
Mejor hacerlo con el estómago lleno, por si acaso.
-¿Cenamos?
-Yo ya estoy cenando.
-A ver, te propongo algo. – dijo Misha frenando al chico que se lanzaba de nuevo a
por su boca. – Comemos algo, nos vamos a la sala, ponemos una peli, bajamos un poco la
luz… y vemos a ver qué pasa.
-Umm… - Jensen fngió sopesar la propuesta de Misha, pero ya había decidido antes
de que terminara de hablar que era una buena idea. – Vale. Trato hecho.
La charla durante la cena fue tan natural que bien podría parecer que lo hacían cada
día. Aunque los temas de conversación eran totalmente neutrales, la atracción entre ellos
era demasiado evidente. Por eso recogieron en tempo record los platos sucios de la cena y
la cocina. A los pocos minutos estaban sentados en el sofá, con la única luz de una lámpara
de pie situada en un rincón.
-Bien, ¿qué te apetece ver? – preguntó Misha mientras cogía el mando de la tele.
-No quiero ver nada, Misha.
Jensen el quitó el mando y lo tró sobre la mesa de cualquier forma. Después lo
atrajo hasta tenerlo pegado al pecho y comenzó a besarlo. Misha reaccionó enseguida y le
devolvió los besos multplicados por dos. Agradeciendo la forma en que Misha respondía a
sus besos,
Jensen se dejó llevar. Estaban solos, lo que habían querido durante los dos
últmos días, y desaprovechar esa oportunidad sería una locura.
Metó las manos por debajo de su camiseta y Misha se estremeció al sentr las
palmas calientes contra su piel. Jadeó en su boca y lo dejó que explorara su cuerpo a placer.
Durante un rato, Jensen acarició al chico sin descanso. El pecho, los brazos, la espalda. Todo
sin dejar de besarlo excepto en el segundo que tardó en sacarle la camiseta y hacer lo
mismo con la suya propia.
-Tenía muchas ganas de tocarte, Jensen. – dijo Misha en un susurro mientras
arrastraba los dedos por sus costllas. – Desde que te vi aquel primer día. ¿Te acuerdas?
-¿El primer día de clase? Lo recuerdo. ¿Entonces ya pensabas en tocarme así? Eres
un depravado, to. – bromeó Jensen.
-No. Soñaba con tocarte así.
Misha colocó la mano sobre el bulto de los pantalones y Jensen dio un respingo. No
se esperaba aquello y la entrepierna le dio un saltto contra la mano de Misha.
-¡Joder! – sollozó.
Dejó que el chico lo acariciara mientras él controlaba las ganas de correrse allí
mismo, dentro de los pantalones. Él también le dedicó la misma atención a Misha y disfrutó
viéndolo echar la cabeza hacia atrás entregándose por completo a él. Perdidos en un mar de
sensaciones totalmente nuevas para ambos, se desabrocharon los pantalones el uno al otro,
actuando de igual modo.
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-Es la primera vez que toco a otro to. – dijo Jensen extasiado.
-Yo también. – respondió Misha.
Jensen comenzó a mover la mano sobre la erección de Misha y éste hizo lo mismo.
Ambos se estremecieron a la vez al rozar la piel húmeda de la punta, la fna piel del tronco
surcado de erótcas venas y la aterciopelada envoltura de los testculos.
-Pues vaya dúo que formamos tú y yo. – Jensen rió contra la boca sensible por los
besos.
-Me alegro de que seas tú el primero, Jensen.
-Yo también. – respondió mucho más serio.
Hizo que Misha se recostara sobre el sofá y lo libró del todo de la ropa. Después
comenzó un examen exhaustvo del cuerpo desnudo ante él con las manos, los labios, la
lengua. Los suaves jadeos de Misha sólo servían para excitarlo más. Se retorció sobre él
buscando alivio y Misha entendió enseguida el mensaje.
Cambió posiciones con Jensen y le hizo lo mismo que había hecho con él. Lo
desnudó y le dejó una miríada de besos y caricias por todo el cuerpo. Pero no paró ahí. Sin
ningún tpo de pudor, se acomodó entre sus piernas y movió el miembro de Jensen ante su
cara. Tras echarle un vistazo rápido para asegurarse de que tenía toda su atención, lamió la
punta húmeda sin apartar los ojos de los suyos.
Jensen casi soltó un grito. No podía haber nada mejor que la lengua de Misha
lamiendo su polla, de arriba abajo, como si fuera un caramelo. Pero se equivocaba. Mucho
más placentero fue enterrarse en su boca hasta más de la mitad.
-¡Joder, joder, jo… oh, Dios!
Misha no tuvo misericordia de sus gemidos y siguió torturándolo con la lengua y los
labios. Se ayudaba con la mano, masturbándolo mientras lo engullía hasta casi rozarse la
campanilla. Era la primera vez que hacía algo así y no estaba seguro de que Jensen gimiera
de placer o de dolor.
-¿Te gusta? – le preguntó.
-¿Tú que crees? – respondió el rubio con la respiración alterada.
-Es la primera vez que hago una mamada. Podía estar haciéndolo mal, no sé.
Jensen suspiró como si le faltara el aire y le acarició la cara. Secó con un dedo la
humedad de su labio inferior, brillante por la saliva utlizada para darle más placer.
-También es la primera vez para mí. Nunca me la había chupado nadie y no sé si lo
estás haciendo bien o no, pero estoy a punto de morirme aquí mismo.
Misha rió y volvió a meterse la polla en la boca, ganándose un quejido de placer por
parte de Jensen. Saber que lo estaba haciendo disfrutar le hizo volverse más osado y jugó
con sus testculos y su miembro sin descanso durante unos minutos más, chupando y
lamiendo como si tuviera los minutos contados.
Y en realidad los tenía, porque él mismo se había estado tocando mientras se la
chupaba a Jensen y estaba tan terriblemente cachondo que sabía que se correría en cuanto
él lo hiciera.
-¡Para! – el grito de Jensen lo sobresaltó. Se apartó de él y vio cómo el chico se
masturbaba violentamente hasta descargarse sobre su vientre.
Con los sollozos de Jensen en los oídos, se puso de rodillas entre sus piernas y
comenzó a pajearse. Iba a correrse en cuestón de segundos, pero Jensen tenía otros planes
para él.
-No corras tanto, nene. Yo aún no te he probado.
Se agachó delante de él y se metó la erección en la boca, entera y de un solo envite.
Misha jadeó al notarse totalmente rodeado por la calidad humedad de su boca y apoyó una
mano sobre su cabeza. No hizo falta marcarle el ritmo; Jensen comenzó a chupársela con
ímpetu y llegando a rozarle las pelotas con los labios. Maldita fuera, aquel to tenía una boca
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enorme y una garganta profunda capaz de abarcarlo entero y eso era… Oh, Dios, eso era el
paraíso.
Jensen parecía muy entregado a su labor y jamás hubiera dicho que nunca había
hecho eso antes. Sin proponérselo, embistó con las caderas contra su boca y esperó a que el
chico protestara. Pero no lo hizo. Jensen lo tragaba entero, arrancándole sollozos de puro
placer cada vez que se deslizaba por todo el largo de su polla. Aquel to había nacido para
hacer mamadas y él no iba a aguantarse mucho más o se correría en su boca.
Pensar en derramarse entre sus labios fue la gota que colmó el vaso. Le apartó la
cabeza sin ninguna delicadeza y se masturbó frenétcamente hasta que se corrió,
manchando a Jensen a su paso. Cuando el chico estuvo del todo incorporado, vio cómo su
semen le resbalaba por el cuello y el pecho.
-Ha faltado poco, ¿eh? – le dijo sin rastro de enfado.
-Lo siento, es que eso ha sido… Ha sido… Joder, ha sido una mamada de primera,
Jensen. – Misha estaba exhausto y se dejó de caer en el sofá. Instntvamente extendió los
brazos, reclamando un abrazo de Jensen.
-Pues también era la primera vez que lo hacía, fjate. – dijo tumbándose sobre él y
acomodándose con pereza entre sus brazos.
-Joder… Pues no quiero pensar lo que puedes llegar a hacer con un poco de práctca.
Jensen levantó la cabeza y lo miró con una sonrisa en los labios que le llenó el pecho
de mariposas.
-¿Qué te parece si vamos al baño, a quitarnos toda esta pringue, y hablamos de esas
clases práctcas?
Misha se levantó del sofá a la vez que él, contagiado de la felicidad que de pronto
parecía desprender Jensen por cada poro. Se agachó a recoger la ropa trada en el suelo y
Jensen le dio una palmada en el culo.
-Olvídate de la ropa ahora, Misha. Yo no pienso ponérmela aún.
Lo vio correr como un crío hasta el baño y lo siguió. Si quería jugar, eso harían.
Jensen había escuchado decir en alguna ocasión que el amor cambiaba a las
personas y tal vez fuera verdad. A lo mejor llamarlo amor era muy precipitado, pero por
alguna razón se negaba a llamar sólo sexo a lo que tenía con Misha. No quería ni pensar en
que estuviera confundiendo una cosa con la otra y que en realidad lo que le pasaba era que
había empezado a disfrutar de una serie de cosas desconocidas para él hasta el momento
que estaban infuyendo en su vida. La casualidad o el destno habían querido que las
estuviera experimentando con Misha en lugar de con cualquier otro, pero puestos a
quedarse únicamente con el sentmiento más fuerte, el amor ganaba por goleada.
Ofcialmente, estaba loco por Misha.
El fn de semana había sido increíble a pesar de haber tenido que marcharse de casa
de Misha cuando mejor estaban; a esas horas del día en que él sol está a punto de salir y
todo está en silencio, abrazados en la cama de Misha, a medio vestr por si llegaba su madre
y no les daba tempo a adecentarse lo sufciente, disfrutando del placer de los besos y las
caricias recién descubiertas.
Fue una pena tener que abandonar su cama antes de que su madre regresara del
trabajo para evitar dar explicaciones y escenas molestas. Después de lo que habían hecho,
se senta tan a gusto y tan desinhibido en su compañía que se habría quedado allí para
siempre. Su compañía era todo un regalo aunque lo del sexo tampoco estuvo mal. Cada vez
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que pensaba en lo que habían hecho se excitaba. Recordaba a Misha complaciéndolo como
no lo había hecho nunca nadie y cómo no había tenido reparo en hacer lo mismo por él.
Afortunadamente ambos estaban de acuerdo en que no había prisa en llegar hasta el fnal y
que era mejor ir poco a poco. De todas formas, en esos momentos daría cualquier cosa por
hacerlo con Misha.
No era de extrañar que pensando en todo eso se hubiera levantado con semejante
erección. No es que fuera tan raro, pero desde que había probado algo más que la
masturbación, su cuerpo parecía pedirle sexo en todo momento. Cada mañana desde el
pasado fn de semana había tenido que aliviarse rápidamente, ya que cuando despertaba
del todo, después de un sueño repettvo en el que Misha le lamía la polla durante horas, ya
estaba casi a punto de explotar. Apenas necesitaba un par de caricias con la presión justa
para dejarse arrastrar por un orgasmo que no había sentdo nunca tan intensamente.
Levantarse, ducharse y preparase para ir al insttuto no había sido nunca una tarea
tan amena. Hasta su madre había notado el cambio y lo que era más preocupante, también
lo había notado Jefrey. Tal vez levantarse por las mañanas silbando y saludando con tanta
energía a su madre con un cariñoso beso y a Jef con una palmada en la espalda, no había
sido la mejor idea. Ahora ambos se empeñaban en descubrir qué leches le pasaba. Su madre
quería pensar que se había enamorado por primera vez y Jef no quería ni pensar en que esa
felicidad se debiera al consumo de drogas. En cierto modo, ambos estaban bien
encaminados: lo que senta por Misha era casi como una droga.
Le encantaba llegar al cole y verlo en la entrada, charlando con algún compañero o
con Chad, que seguía viéndolo como a un ángel de la guarda. Nadie podía imaginar que
estaba esperándolo a él, que aquello de entretenerse en la puerta del insttuto no era más
que una forma de hacer tempo hasta que él llegaba. A veces era al revés, él llegaba antes y
se diverta mucho viéndolo llegar unos minutos después corriendo para no perderse el
encuentro. Lo importante era lo que se decían con sólo mirarse. Nadie a su alrededor se
hacía una idea de lo que sentan al verse de lejos, lo importantes que eran esas miradas que
a simple vista no signifcaban nada y esas palabras mudas que cada uno leía en la expresión
y en los movimientos del otro.
Las clases compartdas eran lo mejor del día. Se sentaban juntos y aprovechaban
cualquier momento para dedicarse alguna caricia, siempre imperceptble para los demás.
Jensen adoraba la forma en que Misha se lamía los labios, por ejemplo. Para cualquiera que
lo viera, lo suyo no era más que un problema de sequedad labial, pero él sabía leer bien el
rostro de Misha. Sabía lo que le quería transmitr con esa mirada perezosa usada mientras
se pasaba la lengua por el labio superior. Y lo que le prometa con cada mordisco que se
daba en el labio inferior. El simple hecho de verlo asomar la punta rosada de la lengua entre
los labios era toda una declaración de intenciones por su parte. El chico había resultado ser
puro fuego y a Jensen le encantaba eso.
Pero nunca se es del todo feliz. O al menos eso dicen.
El viernes supo que algo no andaba bien en cuanto llegó al insttuto. Chris estaba
muy serio y Jason tenía cara de preocupación. Como siempre, Jensen le echó una mirada a
Misha antes de hacer cualquier otra cosa. Necesitaba ese contacto visual para empezar bien
el día. Después, siempre se reunían con los chicos, entre los que a veces estaba Misha, y la
jornada empezaba, pero ese día era distnto. Chris y Jason estaban apartados mientras Steve
y Chad charlaban con Misha y otro chico más.
-Hey. ¿Cómo va eso? – dijo Jensen al llegar junto a sus amigos.
-Bien. ¿Y a t que tal te va?
Notó de inmediato el tono sarcástco de Chris, que no sabía ni quería disimular sus
estados de ánimo fueran cuales fueran.
-¿Pasa algo? – preguntó algo receloso.
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-No sé. ¿Qué crees tú que puede pasar?
Jensen resopló. No tenía ganas de adivinanzas a esas horas.
-Oye, si pasa algo dímelo. Es muy temprano para gilipolleces, ¿vale?
-Vale. ¿Si es lo que quieres? – Chris se levantó del capó del coche donde había
estado sentado hasta ese momento y lo encaró a pesar de ser varios centmetros más bajo
que Jensen. – Nos has mentdo.
-¿Cómo? – preguntó Jensen después de unos segundos de estupefacción.
-Eso. Nos has estado mintendo. ¿Cómo nos haces eso, to? Somos tus amigos, o eso
creíamos. – Chris miró a Jason que aún no había abierto la boca. – Los amigos confan los
unos en los otros, ¿no? Nos ha jodido enterarnos por otras personas de lo tuyo, Jensen. Muy
fuerte, to. Muy. Fuerte.
Jensen estaba seguro de que había mudado todo el color de la cara. No sabía lo que
decir. No estaba preparado para aquella conversación y mucho menos en aquel sito y
rodeado de gente a la que no le importaba su vida. Aguantó las ganas de mirar a Misha,
únicamente para coger fuerzas para enfrentarse a aquello. Lo mejor era no llamar
demasiado la atención sobre él. Puede que sus amigos hubieran descubierto su secreto,
pero eso no quería decir que supieran con quién la estaba viviendo.
-¿Cómo… cómo os habéis enterado?
-No somos tontos, Jen. No había más que mirarte bien para saber que algo no iba
como siempre. Hemos atado cabos, eso es todo.
Joder, vaya mierda. No era así como tenía pensado sincerarse con sus amigos. Sabía
que tendría que hacerlo tarde o temprano, pero ¿así?
-Mira, Chris… Esto es muy difcil para mí, así que déjame que os lo explique bien,
¿vale? Este no es el momento ni el lugar. Después, a la hora del almuerzo…
-A la hora del almuerzo… - rezongó Chris. – No nos marees más, Jensen. Sé sincero
de una vez, joder.
Jensen tragó saliva. No tenía ni idea de qué coño decirles. Se quería morir allí mismo
y miró por instnto a Misha, que ya había advertdo que algo pasaba y lo miraba con cara de
preocupación.
-Veréis… yo… Supongo que os habrá chocado saber que soy… distnto. Pero sigo
siendo yo, tos. Hemos compartdo muchas cosas importantes y yo ya era así cuando todas
ellas sucedieron. No tene que cambiar nada entre nosotros. Nada.
-Eso no le quita importancia al hecho de que nos has mentdo.
-Ya, y lo siento, pero entendedme. ¿Cómo les contaríais una cosa así a vuestros
mejores amigos?
-¡Joder, yo nunca me voy a ver en esa situación, to! ¿Por quién me has tomado?
Jensen se indignó por el comentario. No podía admitr que su amigo lo insultara de
ese modo por una estúpida cuestón de prejuicios.
-Oye, tampoco hay de lo que avergonzarse. Lo mío no es tan raro, ¿sabes? Es una
opción, tan válida como la vuestra, y no le hago daño a nadie. – le soltó de golpe, intentando
controlar la rabia de ver cómo sus amigos se ponían en su contra. – Podría pasarte a t.
-¿A mí? ¡Venga ya, chaval! – dijo Chris indignado. - ¿Yo en avanzados? Ni muerto,
vamos.
Jensen abrió la boca, mudo de asombro. Durante unos segundos fue incapaz de
procesar la información. Le daba la sensación de que todo aquello había sido un
malentendido, pero…
-¿Cómo dices?
-Avanzados, Jensen. Eso digo. Yo jamás me metería en una clase llena de empollones
por decisión propia. Así que empieza a contar qué coño haces en esas clases.
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Entonces estalló en carcajadas. Se estuvo riendo como un poseso durante un minuto
mientras sus amigos lo miraban como a un loco peligroso. Durante un rato había creído
frmemente que sus amigos habían descubierto que era gay y había preferido que la terra
se lo tragara antes de afrontar aquello de aquella forma tan agresiva. Ahora, sabiendo la
verdad, lo de las clases avanzadas era una estupidez tan grande que estaba dispuestos a
contarles hasta lo de Jefrey.
-Vale, lo siento. – dijo intentando recuperarse del ataque de risa. – Es cierto, sí.
Estoy en avanzados desde principio de curso y estoy muy contento, la verdad. Lo hago por
mi futuro, porque tengo apttudes para hacerlo y porque no puedo dejar pasar la
oportunidad que me han ofrecido. Si no sois capaces de entenderlo… bueno, me dolerá
mucho vuestro rechazo, pero es mi futuro. Tenéis que entenderlo.
Chris y Jason lo miraron muy serios. Aquella parrafada los había dejado
descolocados. Afortunadamente, Jason, que se había mantenido callado todo el tempo,
reaccionó de pronto.
-¿Qué dices, Jensen? Nadie te está rechazando. Lo que nos ha jodido ha sido que no
nos lo contaras. Creíamos que confabas en nosotros. Somos tus colegas, to. ¿Lo recuerdas?
Jensen suspiró profundamente. Aquellos botarates le estaban provocando
ganas de echarse a llorar, maldita sea. Parpadeó un par de veces, conteniendo las lágrimas,
y aguantó como pudo las ganas de echarles los brazos al cuello a los dos y darles el abrazo
más grande que les hubieran dado a cualquiera de ellos.
-Sí, lo sé. Y soy el to más afortunado del mundo por teneros como colegas.
Perdonadme, por favor. Pensaba que os ibais a meter conmigo y eso, ya sabéis.
-Bueno, de eso no te creas que te vas a librar, cerebrito. – le dijo Chris dándole una
colleja.
No le importaba. Sabía que los tenía de su lado y le daba igual tener que aguantarlos
mofándose de él hasta que acabara el curso. Miró hacia donde estaban Misha, Chad y Steve.
En un segundo estaban los tres a su lado, aunque Misha no se enteraba de nada de lo que
pasaba. Al menos los veía sonreír y eso era buena señal.
-¿Puedo preguntar qué pasa? – preguntó Misha.
-¿Que qué pasa? – le dijo Chris muy serio. – Anda, no te hagas el tonto. Sabemos
que este idiota está contgo en avanzados y no nos ha dicho nada. ¡Y tú lo has estado
encubriendo! Te mereces el mismo castgo que él.
Chris le dio una colleja suave y todos se rieron. Misha también rió. Verse involucrado
en un grupo tan compacto de amigos como uno más era una novedad y le hacía sentr muy
bien.
Sonó la campana y todos entraron al colegio. Esta vez, Jensen acompañó a Misha
hasta la clase sin hacer el numerito de siempre de ir hacia cualquier sito hasta que los chicos
no podían verlo y volver sobre sus pasos hasta la clase de avanzados. Caminó junto al chico
con una sonrisa en la cara que iluminaba todo a su paso.
-Me encanta verte así. – le dijo.
-¿Así cómo? – le preguntó Jensen.
-Así de feliz. – respondió Misha con una sonrisa casi tan resplandeciente como la
suya.
-Pues deberías estar acostumbrado. – le dijo acercándose un poco a su oreja. – Estoy
así desde que te conozco.
Misha creyó explosionar de amor allí mismo. Se habría trado a su cuello y le habría
estado besando hasta la siguiente clase. Jensen leyó la contención y la promesa muda en la
cara de Misha.
-Sé lo que estás pensando y vas a tener oportunidad de demostrarme todo lo que
estás pensando cuando salgamos. Hoy te llevo a casa en coche.
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-¿Estás seguro?
Jensen no contestó. Le dedicó una sonrisa que le hizo temblar las piernas y le abrió
la puerta de la clase para que pasara delante de él. Misha no podría quererlo más que en
ese momento. En aquellos momentos no imaginaba nada que pudiera empañar la felicidad
que le producía tener a su lado a un chico como Jensen.
Título: Air on the G string
Capítulo: 7/9 + Epílogo
Autoras: Flexikuki y Taolee
Beteado: Flexikuki y Taolee
Pairing: Jensen/Misha
Fandom: RPS. AU.
Personajes secundarios que irán saliendo: Jefrey Dean Morgan, Jared Padalecki, Chad
Lindberg, Christan Kane, Steve Carlson, Jason Manns, Traci Dinwiddie, Richard Speight Jr,
Kurt Fuller, Lauren Cohan, Robert Benedict…
Rating: Nc-17
Disclaimer: Ellos no nos pertenecen. No hay ánimo de lucro. Esto está hecho por fans y para
fans.
Art: Shirleypaz es un amor y nos ha hecho unos separadores preciosos. Seguro que van a
gustaros. Muchas gracias, amor. Eres un cielo!!! <3
Resumen: Es el últmo curso en el insttuto para Jensen. Un curso que pretende pasar como
todos los demás; estudiando lo justo y divirténdose bastante. Pero el director del centro
aprovecha la ventaja de ser la pareja de su madre para chantajearlo: si no se presenta a las
pruebas de alta capacitación que se hacen cada año con vistas a la universidad, haría pública
su relación con su madre, cosa que Jensen quiere evitar en lo posible. Misha es un chico
inteligente y peculiar. Un buen estudiante con grandes aspiraciones de futuro. Las clases
avanzadas son una gran oportunidad para él, pero no sólo por cuestones académicas. Ese
chico nuevo, Jensen, tan retcente a aceptar pertenecer a un grupo del que se siente
avergonzado, será la llave para abrir la puerta a nuevas experiencias para los dos.
7.
Misha llegó a casa antes de lo previsto. Jensen lo había acercado con el coche y no
había tenido que esperar a que llegara el bus que hacía la ruta para llevarle a casa. En
cuanto abrió la puerta, la voz de sus padres les llegó desde el dormitorio. Hablaban muy
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bajito pero aún así Misha los oyó desde el salón. Parecían preocupados, pero desde donde
estaba no podía distnguir bien las palabras. Cuando oyó a su madre salir del cuarto, dejó la
maleta sobre el sofá y la miró.
- ¿Ha llegado papá?
Su madre, ojerosa, levantó la cabeza asustada porque no esperaba verle allí tan
pronto. Traía a Megan en los brazos medio dormida.
- Sí. Ha llegado hace una hora. Mañana tene que volver a irse para hacer otra ruta
con el camión –se acercó hasta él y le dio un beso-. Has llegado pronto. ¿Va todo bien?
Misha asintó.
- Si. Me ha traído un compañero en coche.
Ambos entraron en la cocina para darle de cenar a la niña.
- ¿Quién? ¿Jensen?
Misha se sonrojó un poco y asintó con la cabeza. Su madre sonrió y durante un par
de minutos no dijo nada. Cogió el biberón de la niña que previamente había dejado
enfriando sobre la encimera y se volvió hacia él.
- ¿Te gusta ese chico?
Misha se tenía que haber visto venir la pregunta. Ya conocía a su madre y sabía que
solía ser muy directa, fuera cual fuera el tema. También era su mejor amiga y a la que
acababa contándoselo todo tarde o temprano. Nunca se había parado a pensar en ello, pero
la relación que tenía con ella rozaba más la amistad que lo familiar.
- Sí –respondió tmidamente-. Jensen es un chico de las clases avanzadas.
- Lo sé –palmeó la espalda de la niña suavemente-. Con el que tocaste el piano en la
función de navidad, ¿no? Estoy deseando ver el video.
Misha sonrió.
- Te lo buscaré. Por cierto, mamá, ¿de qué hablabais tú y papá?
La expresión de la mujer cambió, pero lo disimuló rápidamente cuando Megan tró
el biberón al suelo.
- ¡Megan! –la riñó sin mucho entusiasmo. Luego se volvió hacia Misha-. De nada en
concreto. Ya conoces a tu padre. Llega cansado y no tene muchas ganas de hablar.
Misha no pareció muy convencido pero no quiso insistr. Si su madre no se lo quería
contar, no iba a obligarla.
- Voy a hacer la tarea de clase.
Misha fue a salir de la cocina pero su madre lo detuvo.
- Cariño. ¿Por qué no traes a Jensen a cenar mañana? Si venís a esta misma hora
podemos cenar los tres juntos antes de que me vaya al trabajo.
- Le preguntaré si puede.
Su madre asintó. Lo vio salir de la cocina y cuando se quedó mirándole desde la
puerta de la cocina, su expresión cambió. Sabía que tenía un hijo increíble y ojalá pudiera
darle todo lo que el necesitaba. Pensar que si las cosas se torcían podía quitarle lo que él
más quería le rompía el alma. No. Tenía que solucionarlo como fuera.
- Que, ¿qué?
- Que mi madre quiere que vengas a cenar esta noche.
- Te he oído la primera vez –Jensen estaba sentado a su lado en la clase de historia
del arte esperando a que comenzara la clase-. ¿Por qué quiere conocerme?
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Misha se encogió de hombros.
- Le he dicho que somos amigos –lo miró fjamente cuando vio que Jensen se le
había quedado mirando sin pestañear-. Porque somos amigos, ¿no?
- Sí, somos amigos –se rascó el puente de la nariz intentando distraerle-. ¿No?
Afortunadamente el profesor llegó y tuvieron que guardar silencio. Jensen se quedó
rallado pensando en la pregunta de Misha. ¿Eran amigos o eran algo más que amigos?
Desde luego algo había, porque también era amigo de Steve, Jason y los demás, y ni por
asomo se le ocurriría pensar en ellos de la misma forma en que pensaba en Misha. Ni hablar.
Así que por lo tanto algo debía de haber, ¿no? La pregunta era, ¿el qué?
Jensen avisó a su madre de que no le esperase para cenar. Le dijo que tenía que
preparar un trabajo con un compañero de clase y se quedaría hasta tarde. Su madre no le
puso ninguna traba y tras la breve llamada telefónica, ambos se montaron en el coche y
fueron hasta la casa de Misha. Cuando llegaron, Misha pasó primero y Jensen caminó
despacio tras él. No conocía a esa mujer y no sabía si se iban a odiar o no. Muchas relaciones
se habían ido a pique por ese tpo de cosas.
Apenas habían llegado al salón cuando Jensen vio aparecer a una mujer rubia de
ojos casi tan bonitos como los de Misha aparecer por una de las puertas con Mega en
brazos. En cuanto lo vio, la niña echó los brazos hacia delante para que Jensen la cogiera.
- Ya veo que vosotros dos os conocéis –llegó hasta ellos y dejó a la pequeña en
brazos del recién llegado-. Hola Jensen, me llamo Samantha y soy la mamá de Misha.
- Buenas tardes, señora Collins.
- Llámame Samantha, por favor –frunció el ceño gratamente sorprendida por los
buenos modales de Jensen-. Veo que Megan te adora.
- Ya te comenté que Jensen estuvo aquí para traerme los apuntes que me faltaban.
La mujer asintó.
- Es cierto –sonrió-, pero no sabía que eras tú.
Jensen no supo qué decir. Afortunadamente la pequeña eligió ese momento para
moverse inquieta contra su pecho y vomitar sobre su camiseta.
- ¡Oh, vaya por Dios! –Samantha cogió a la niña que había empezado a llorar y
caminó hacia la cocina para traer algo y limpiar a Jensen-. Lo siento muchísimo, de verdad.
- No pasa nada –sonrió mientras intentaba coger el trapo que esa mujer ya había
empezado a frotar contra su pecho-. Está bien.
- Misha, déjale una camiseta tuya mientras intento lavar esta.
- Señora Collins, está bien. De verdad. Era una camiseta vieja. Da igual.
La mujer lo miró con ojos agradecidos y meció a la niña que parecía tener un mal
día.
Misha llegó con una camiseta con un velero, palmeritas y un arcoíris y Jensen se lo
quedó mirando. Sonrió sabiendo que ese capullo lo había hecho a propósito. Cogió la
camiseta de su mano y fue hacia el cuarto de baño. Apenas tardó medio minuto. Cuando
volvió, Misha y su madre estaban sentados en el sofá y la mujer servía algo que parecía té
frío en unos vasos.
- He hecho pizza casera para cenar. Espero que te guste, Jensen.
- Estoy seguro de que sí –aceptó el vaso de las manos de Misha y le dio un sorbo-.
Gracias por invitarme.
Los tres estuvieron un rato charlando hasta que el horno anunció que ya estaba la
pizza. Cenaron y les dio tempo de hablar un poco más. Samantha era una mujer increíble.
Les estuvo contando sobre su época hippy y lo bien que lo había pasado de festa en festa
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en la universidad. Jensen sonrió pensando en las historias que le había contado su madre de
cuando era joven, que se parecían bastante, salvo que esta mujer parecía haberlo vivido más
plenamente y sin tapujos.
- Chicos, tengo que irme ya –Samantha se puso el abrigo y caminó hacia Misha para
despedirse-. No te olvides de darle el jarabe a Megan y no hagáis mucho ruido, ¿vale? –
luego se volvió hacia Jensen y le dio dos besos-. Ha sido un placer, Jensen. Por favor, vuelve
pronto.
El muchacho se sonrojó ligeramente.
- El placer ha sido mío. Gracias.
Misha cerró la puerta y se volvió hacia Jensen mirándole fjamente con un brillo
extraño en la mirada. Jensen sabía de sobra lo que signifcaba esa cara. Era la que Misha
ponía justo antes de abalanzarse sobre él y dejarle el cerebro sorbido por sus besos. Y así
habría sido si Megan no hubiera elegido ese momento para despertarse. Misha maldijo por
lo bajo y fue a por la niña. Le dio el jarabe e intentó calmarla, pero no hubo manera. Jensen
terminó por cogerla en brazos y mecerla. Cuando empezó a susurrar una canción, Megan
pareció calmarse y se calló.
- No sé qué mañas te das, Jensen, pero si sigues teniendo tan buena mano, no voy a
dejar que te vayas en toda la noche.
Jensen levantó la vista para mirarle. Esas palabras podían tomarse por varios
sentdos y ambos lo sabían, aunque si Misha había elegido hacerse el despistado, él le
seguiría el juego.
- Bueno, todo dependerá de cómo se me dé y de las exigencias que me pongan.
Misha sonrió. Se fue a la cocina para fregar los platos y Jensen, mientras tanto, se
quedó por el piso meciendo a la niña y cantándole canciones de su grupo que, aunque por el
tpo de letra no era la más indicada para un bebé, parecía ser lo único que calmaba a Megan.
Misha lo oía a lo lejos y sonreía cada vez que Jensen intentaba cambiar la letra para suavizar
las rimas. Cuando terminó, se secó las manos con el trapo de la cocina y salió a buscarle. No
lo encontró en el salón, ni el cuarto de Megan. ¿Dónde se había metdo? Una luz tenue
proveniente de su habitación le llamó la atención. Abrió la puerta entreabierta poco a poco
y desde allí se quedó mirando la escena. Jensen estaba tumbado sobre su cama con la niña
sobre su pecho, ambos completamente dormidos.
Se hubiera quedado mirando la escena un par de horas más, pero no era justo que
Megan estuviera sobre ese pecho que él había reclamado para sí mismo mucho antes que
ella. Se acercó a ellos y con cuidado levantó a la pequeña. La sostuvo entre los brazos y la
llevó hasta su cuna. La acostó y encendió el intercomunicador que había enganchado en la
cuna. Cogió el aparato y caminó de nuevo hacia su cuarto.
Jensen ni siquiera se había movido. Seguía tumbado boca arriba con las piernas
cruzadas a la altura de los tobillos y la cabeza ligeramente vuelta hacia un lado. Misha se
quitó las zapatllas de deporte y se echó en la cama a su lado, tumbándose parcialmente
sobre él. Jensen se amoldó a su cuerpo y siguió durmiendo. Sin poderlo evitar, Misha cerró
los ojos y se durmió junto a él.
Poco a poco se fue despertando. Notaba mucho calor y su cuerpo sólo quería
restregarse contra el que tenía al lado. Comenzó a ronronear y cuando abrió los ojos, se
encontró con unos ojos verdes y grandes que le miraban.
Misha intentó incorporarse, pero Jensen estaba práctcamente sobre él. Le había
puesto una pierna sobre las suyas y su torso aplastaba levemente el suyo. La mano que
había deslizado por dentro de los pantalones de pronto le llamó la atención y sin poderlo
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evitar, exclamó un jadeo cuando la muñeca de Jensen dio un giro para comenzar a
masturbarle desde otro ángulo.
- Jensen… -Misha echó la cabeza hacia atrás hundiéndola más en la almohada
cuando el otro comenzó a mordisquearle el cuello y la clavícula-. ¿Qué haces?
La pregunta era tonta en sí porque era más que obvio lo que estaba haciendo
Jensen, pero éste decidió contestarle como si no estuviera tan claro.
- Me dijiste que tengo muy buena mano –le mordió el hombro y recorrió con la
lengua la suave hondonada de piel que allí se le formaba-. Y no quiero que se me otorgue
ningún ttulo sin ser merecedor de ello –dejó de lamerle el cuello para mirarle fjamente a
los ojos-. Dime Misha, ¿crees que tengo buena mano?
A Misha le faltó poco para correrse. Tener esos ojos y esos labios tan cerca y oírle
hablar con ese doble sentdo fue demasiado para él. Solo atnó a asentr levemente con la
cabeza y a levantar las caderas para salirle al encuentro de esa mano.
- Me lo tomaré como un sí –Jensen sonrió mientras bajaba la cabeza para besarle.
Sus labios se fundieron y en la habitación sólo quedó el tenue jadeo de ambos al
besarse y el sonido de la mano de Jensen adquiriendo más velocidad sobre el excitado
miembro de Misha.
- Jensen, para –Misha se agarró a su brazo e intentó separarle, pero el otro no se
dejó. Estaba peligrosamente cerca del borde y veía como poco a poco se deslizaba por él.
- No –fue la única respuesta que escapó de los labios de Jensen antes de morderle la
barbilla y seguir bajando luego hacia una parte de la clavícula que quedaba al descubierto
por el cuello de la camiseta.
No podía más. No había marcha atrás. Arqueó la espalda y se agarró a él frmemente
mientras intentaba no perder del todo el control, consiguiéndolo a medias. Se corrió entre
sus dedos en cuestón de segundos, empujándole con las caderas y ahogando un sonido
sordo al fnal de la garganta. Jensen sintó la mano húmeda y caliente y eso le excitó mucho.
No dejó de mover la mano hasta que Misha no paró de estremecerse bajo él.
Se levantó de un salto de la cama y fue al baño a limpiarse la mano. Luego trajo
toallitas húmedas y las uso con Misha, para limpiarlo lo poco que se había manchado sobre
el vientre. Jensen le apartó bastante la ropa interior y le dio con la toallita hasta que lo
consideró oportuno. La zona en cuestón parecía limpia desde un principio, pero no iba a ser
Misha el que le dijera nada si ese era el pretexto que había encontrado para verle con
menos ropa.
En silencio, Jensen terminó, tró las toallitas a la papelera y volvió a tumbarse en la
cama junto a él. Misha se incorporó y se puso de lado. Sin preámbulos le levanto la camiseta
hasta el estómago y luego comenzó a abrirle los botones del pantalón.
- Levanta –ordenó cuando vio que no podía seguir desnudándole si Jensen no
levantaba las caderas y deslizaba la ropa hacia abajo.
Le obedeció sin oponerse y Misha tró de los pantalones y los calzoncillos hacia
abajo, casi hasta las rodillas. Jensen se sintó un poco expuesto, pero confaba en Misha, así
que se dejó hacer. Éste no paró hasta que la ropa estuvo enrollada y hecha un ovillo a la
altura de los tobillos. Comenzó a subir la mano por la pierda de Jensen, fuerte y también
salpicada de varias pecas. Al llegar a la altura de las rodillas, tró de ellas desde la parte de
atrás hasta hacerle doblar las piernas. Cuando consiguió lo que deseaba, siguió
recorriéndole con la mano la suave zona de los muslos hasta llegar a su ingle. Allí una
creciente erección parecía darle la bienvenida.
Sin hacerse de rogar, Misha lo agarró y comenzó a masturbarle abiertamente.
Deslizó la mano arriba y abajo mientras oía la respiración de Jensen hacerse más profunda.
Misha no apartaba la mirada de su pene. Jensen era grande y hermoso. Sus dedos
largos apenas le abarcaban por completo y la lubricación que había empezado a aparecer
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por la punta lo volvió brillante y más rosado. Sin tapujos, llevó el dedo índice hacia el glande
y jugó con las gottas que allí se habían formado. La esparció por la hendidura y los círculos
de alrededor.
Jensen tuvo que cerrar los ojos unos segundos o se correría en ese preciso instante.
Ver a Misha jugar con su polla era mucho más de lo que podía soportar. Al menos por el
momento.
Quizás haber cerrado los ojos no fue una buena idea porque cuando los abrió,
descubrió que esa mano se deslizaba por entre sus piernas según la perspectva que él tenía.
Lo notó hacerle cosquillas con la yema del dedo sobre sus testculos y acariciar suavemente
la zona del perineo, pero siguió. Misha siguió bajando bastante más.
Aprovechando que tenía el dedo humedecido, lo acarició entre las nalgas y rodeó su
entrada sin hacer presión en ningún momento por entrar en él.
Jensen tenía los nervios a for de piel y aunque nunca había hecho eso antes, sabía
cuáles eran las intenciones de Misha.
Como si este supiera que estaba pensando en él en ese mismo momento, levantó la
cabeza y buscó su mirada. No hizo falta que se dijeran nada para saber qué opinaba cada
uno. Jensen respiró hondo y asintó, signifcara eso lo que signifcara. No tenía del todo claro
lo que iba a sentr, si le iba a gustar o si por el contrario iba a doler, pero alguna vez tenían
que dar el siguiente paso y ese era un buen momento como cualquier otro para hacerlo.
También otro dato importante era que confaba en Misha y si tenía que hacer eso, él era la
persona más indicada.
Se relajó y se concentró en ese dedo que jugaba en esa zona tan íntma de su
anatomía. El dedo de Misha se movía en círculos, apretándose ligeramente contra su
entrada, haciendo que se relajara y todo fuera más placentero. Jensen bajó la cabeza y
observó la escena; Misha estaba medio sentado al lado de su cadera mientras una mano se
perdía entre sus muslos. Ver esa escena, con las piernas dobladas y separadas hacia los
lados por el placer que comenzaba a sentr, lo puso de cero a mil en un segundo. Eso y ver
cómo Misha, consciente de que lo estaba mirando, se agachó y lo envolvió por completo con
su boca comenzando a chuparlo mientras deslizaba, ahora sí, bastante más el dedo hasta
colar la primera falange.
Jensen arqueó las caderas y se sostuvo a la cama fuertemente con los puños
cerrados mientras comenzaba a correrse sin control en la boca de Misha.
- ¡Dios!
Una serie de jadeos y gruñidos fueron acompañados de esa única palabra a la par
que todo su cuerpo se estremecía y explotaba de placer. Se senta arder y joder, tardó toda
una vida en volver a la realidad, totalmente saciado y sudoroso.
Misha sonrió al verle. Se levantó y fue al baño a enjuagarse la boca y lavarse las
manos. Cuando volvió, Jensen seguía tumbado, medio desnudo y con una innegable cara de
felicidad en el rostro. Caminó de nuevo hacia él y se tumbó a su lado.
- ¿Estás bien? –le preguntó dudando cuando vio que Jensen no se movía.
- Estoy más que bien –Jensen al fn se movió. Con pereza se puso la ropa algo torcida
y rodó hasta ponerse de costado mirando al otro a la cara-. Estoy en la puta gloria ahora
mismo.
Misha sonrió tmidamente.
- Bien, porque es la primera vez que hacía esto y estaba algo preocupado porque no
fuera a gustarte o te doliera.
Jensen se dejó de caer sobre él y le pasó una mano sobre el estómago.
- A t y a mí nos quedan todavía muchas primeras veces, Misha. Y espero durar algo
más que un crío de trece años la próxima vez.
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- Yo hubiera durado menos –se sinceró a medias, porque el día anterior, cuando su
madre le había dicho que invitara a Jensen a cenar, su mente comenzó a maquinar y se
encontró a media noche probando eso que había hecho con Jensen pero consigo mismo.
Incluso él había durado bastante menos. El día que Jensen se le acercara de verdad, iba a ser
un triste espectáculo.
- Lo perfeccionaremos –murmuró medio dormido.
Misha lo miró y, efectvamente, Jensen se estaba quedando dormido.
- Jensen. ¿No íbamos a estudiar?
- Sí –ni siquiera abrió los ojos-. Ve sacando los apuntes.
Pero Misha no lo hizo porque Jensen cayó profundamente dormido. No quería
despertarle para una mierda de ejercicio que bien podrían hacer al día siguiente. Amoldó la
almohada bajo su cuello y él también se quedó dormido.
A las dos de la mañana el llanto de Megan se oyó a través del intercomunicador
despertándoles a ambos.
- ¡Joder! –Jensen se levantó de un salto para ponerse las botas y adecentarse la
ropa-. Mi madre me mata.
Misha, que había ido a por la niña, la traía en brazos mientras el otro terminaba de
quitarle las arrugas a la ropa.
- ¿Crees que te dirá algo? –Misha le puso el chupete a la niña y ésta se dejó caer
sobre su hombro quedándose dormida casi en el acto.
- No lo sé. Normalmente si la aviso no pasa nada, pero es que le dije que sólo
vendría a cenar y a estudiar un rato.
Misha encogió la cara. Su madre era igual. Él podía hacer lo que quisiera, pero tenía
que avisar primero.
- Me voy –recogió su mochila y caminó hacia la puerta del piso con Misha pisándole
los talones. Antes de irse se volvió-. Te veo mañana en clase.
- Sí. No te duermas.
Jensen asintó. Se agachó para darle un beso rápido en los labios y de paso otro a la
pequeña en la cabeza. Luego salió cerrando poco a poco la puerta.
Cuando llegó a casa, aparcó el coche con cuidado de no hacer ruido como la últma
vez, que tró el cubo de la basura, y caminó hacia la casa por el pato trasero.
Todo estaba a oscuras. Buena señal. Abrió la puerta de la cocina y entró. Cuando ya
iba a mitad de camino hacia las escaleras, una voz grave lo detuvo.
- ¿Tu madre te ha dado permiso para llegar tan tarde?
Jensen dio un salto asustado y se dio la vuelta. Caminó de vuelta hacia la cocina y
encendió la luz. Con las prisas, no había visto a Jefrey apoyado al lado de la nevera
bebiendo un vaso de leche.
- Me han invitado a cenar, luego a estudiar y nos quedamos dormidos.
Jefrey levantó una ceja y lo miró de arriba abajo. La verdad es que la ropa de
Jensen daba pena verla. Daba la impresión que había estado revolcándose por ahí en la
cama de alguien en lugar de haber estado estudiando.
- ¿Seguro?
Jensen apretó la mandíbula y se acercó a él.
- La teoría musical es un campo de estudio que tene por objeto la investgación de
los diversos elementos de la música, entre ellos el desarrollo y la metodología para analizar,
escuchar, comprender y componer música –le soltó la misma parrafada que Misha días atrás
cuando estaban estudiando en la biblioteca. No sabía cómo, pero con solo escucharle,
Jensen podía memorizar cualquier cosa que el otro dijera.
- Impresionante –Jefrey dejó el vaso vacío en el fregadero y pasó por su lado rumbo
a la escalera-, pero la verdad es que no me hacía falta, Jensen. Con tu palabra me vale.
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Jensen lo siguió varios escalones por detrás pensando en lo capullo que era ese to.
Estudiar con Misha era un lujo. Al menos eso pensaba Jensen. Conforme fueron
pasando las semanas y pasaban más tempo en la biblioteca preparándose para los
exámenes fnales, más se preguntaba cómo había podido estar todos esos años sin él. Se
había acostumbrado tan rápido a su presencia que ya no podía imaginarle fuera de su vida.
Sin él, posiblemente, seguiría siendo ese rockero melenudo, mal estudiante y mal ejemplo
para el colegio y para la sociedad. Ahora se había convertdo en uno de los mejores alumnos
de esa escuela y él sabía que en gran parte se lo debía a Misha.
Conforme pasaban los días, Jensen también se dio cuenta de que el carácter de
Misha había cambiado, volviéndose algo más serio y pensatvo. Jensen había querido
preguntarle un par de veces, pero nunca llegaba a formular la pregunta. Posiblemente
estuviera preocupado por los exámenes de fnal de curso. Sabía que necesitaba unas
califcaciones excelentes si quería entrar en la universidad que él quería, y eso era mucha
presión. Por eso Misha estaba a veces distante y distraído, serio y en su mundo, como podía
estar a su lado atento a todo. No había nunca un término medio. Como ese mismo día en la
cafetería. Jensen había llegado a su mesa de siempre acompañado de Steve, Jason y Chad.
Se sentaron y comenzaron a comer y a gritarse entre ellos. Algo que sucedía todos los días a
la misma hora, por eso los alumnos de alrededor ya ni les prestaban atención.
Jensen en realidad estaba ajeno al barullo que se había formado en su propia mesa
porque estaba pendiente de Misha. Éste parecía hablar muy animadamente con el grupo
ese de frikies verdes. Debían de estar tramando algo porque estaban todos apoyados con
medio cuerpo sobre la mesa y mirando de cerca lo que parecía ser un cartel. Había nueve
culos en pompa rodeando a una mesa, pero Jensen sólo tenía ojos para uno. Para el suyo.
Misha tenía el mejor trasero de todos. Firme, redondo y prieto. Deseó pasar por su lado y
acariciárselo o al menos palmeárselo con ganas. El pantalón se le había deslizado por las
caderas y mostraba un poco más de su ya no tan espalda. Jensen se imagino pasando sus
dedos por ahí, lamerle, subir hasta… Bien. O paraba o no iba a poder levantarse de esa mesa
en un buen rato. Y lamentablemente esa no era la primera vez que le pasaba. Sin contar
además la cara de panoli que debía de tener, babeando sobre la mesa en plan extraterrestre
de los Simpson.
- ¿Qué? ¿Hay buenas vistas? –Steve, que parecía haber abandonado el intento de
despertar a Chad a base de gritos, se volvió hacia Jensen y lo miró divertdo.
Jensen agarró su refresco con fuerza casi volcándolo. Le dio un trago y carraspeó.
- ¿Vistas de qué? –buscó por la cafetería hasta que encontró a Amanda.
Amanda era una belleza de chica, jefa de las animadoras que lucía con orgullo su
talla cien de sujetador y algo liberal. Los chicos ya habían escrito varias canciones dedicadas
a ella. Sin decir su nombre, por supuesto, pero la verdad es que pocas chicas más del
insttuto tenían esos pechos y esa boca.
- Ah, Amanda –Jensen se relajó pensando que Steve se refería a eso.
Su amigo lo sacó de su error inmediatamente.
- No joder, el culo de Misha. Era eso lo que estabas mirando, ¿no?
Jensen estuvo seguro que toda la sangre de su cuerpo se detuvo. De hecho supo
que su corazón jamás volvería a latr como antes. Esbozando una sonrisilla tonta, se volvió
hacia Steve para mirarle e intentar disimular.
- Tío, ¿te gusta el culo de Misha?
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- No, a mi no –sonrió más abiertamente viendo que Jensen se ponía más y más
nervioso-, pero a t sí.
- ¡Qué! ¿Cómo? –se rió como si lo que acabara de decir fuera la chorrada más gorda
del mundo-. Tío, ¿hace falta que os recuerde que yo escribí la letra de “crazy vaginas” y “Tit
Tit Titleholder”?
- Bah, y Jason ha escrito sobre los porros de Hamaica y nunca ha fumado nada tan
bueno en su lamentable vida.
Jason le hizo la señal de la paz con los dedos desde el otro lado de la mesa y siguió
con su empeño de despertar a Chad. Finalmente lo consiguió.
- Cabrones, estaba soñando con Angelina Jolie –bostezó ruidosamente mientras se
llevaba las patatas de Jensen a la boca-. ¿De qué hablabais?
- De que a Jensen le gusta el culo de Misha –esta vez fue Jason el que contestó.
- Ah, ¿solo eso? –Chad se acurrucó de nuevo sobre la mesa poniendo la cabeza
sobre los brazos y cerrando los ojos-. Avisadme cuando habléis de algo que yo no sepa.
A Jensen estaba a punto de darle una apoplejía.
- Tíos, que yo no…
- Niégame que no le estabas mirando el culo a Misha hace un minuto –Steve señaló
hacia la mesa de al lado. Todos volvieron la cabeza a la vez y se quedaron mirando los nueve
traseros que aún seguían en la misma posición de antes-. Joder, van a pesar que somos
bujaras o algo.
Como si lo hubieran ensayado, apartaron a la par la mirada y se miraron entre ellos.
Jason esperaba tranquilo desde su asiento a que Jensen dijera algo y Steve comía
tranquilamente la mezcla extraña de comida que había en su plato.
La verdad es que esta era la oportunidad perfecta para decirles la verdad, aunque
sus amigos parecían conocerla mejor que él.
- Mira Jensen, sabemos que eres gay, o al menos lo sospechábamos. Y desde que te
juntas con Misha nos quedó claro.
Jensen miró a Jason que era el que había hablado y no dijo nada, esperando a que su
amigo se explicara. Y lo hizo.
- Para empezar nunca te hemos visto con una ta. Siempre dices que te tras a miles,
pero lo dudamos seriamente. Sobre todo por cómo te miran las tts y tú no las haces ni
caso.
- ¿Cómo me miran las tas? –Jensen se había perdido.
- Te miran como si fueras la últma coca cola del desierto –Steve siguió comiendo
como si nada-. Recuerdo a más de una haberte plantado las tetas en la cara al salir de un
concierto y tú no hacerlas ni puto caso.
- Ya bueno, pero eso es porque salgo cansado de tocar…
- Yo también salgo cansado de tocar, pero nunca le digo que no a una ta cachonda,
¡por Dios! –Steve gruñó como si decir que no en esas circunstancias fuera en contra de la
biblia de los roqueros-. Tendría que estar muerto y a dos metros bajo terra para que no se
me empinara ante la presencia de dos buenas tetorras en la cara.
- Jensen –Jason seguía en la misma postura como si lo hubieran pegado a la silla-,
eso es porque eres gay. Pero oye, que no nos importa, ¿eh?
La cabeza le dio vueltas. En su mente aparecieron varias excusas para soltarles y
seguir disimulando, pero desistó. Sus amigos ya lo sabían y parecía que antes que él y todo.
Y se lo habían tomado asombrosamente bien que era lo importante. No podía dejar pasar
esa oportunidad, así que fnalmente asintó.
- Vale –alejó su plato del borde y los miró a ambos-. Es cierto. Soy gay y me gusta
Misha.
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Decirlo en voz alta sólo sirvió para que el sentmiento que revoloteaba dentro de él
se hiciera más grande. Una sensación de felicidad le embargó y le hizo sonreír como un
tonto.
- Gracias por habéroslo tomado tan bien. Sois los mejores.
- Lo sabemos –Jason le dio un codazo a Chad cuando éste comenzó a roncar y el
muchacho se despertó.
- Joder tos, no me dejáis descansar tranquilo. Vais a afectar a mi crecimiento.
- Tú ya has crecido todo lo que tenías que crecer, tarado –Steve le tró una patata
que rebotó contra su cabeza y cayó a la mesa.
Chad la cogió y se la llevó a la boca.
- ¡Al fn pude escaparme de la clase de castgo! –Chris se sentó de pronto entre ellos,
trayendo consigo una bandeja repleta de cosas-. No he visto ta con más mala leche que la
profe de francés, hija de puta –abrió la anilla de su coca cola y le dio un sorbo-. Bueno, ¿de
qué hablabais?
- De que Jensen es gay y le gusta el culo de Misha.
- ¡Tío! –Jensen miró a Chad como si tuviera el poder de fulminarle con la mirada.
Contra todo pronóstco, Chris se volvió hacia su derecha y le dio dos palmadas
demasiado sonoras a Jensen en medio de la espalda.
- ¿A fn has tenido huevos de contárnoslo? Menos mal to, porque ya empezaba a
aburrirme.
Jensen fipó.
- ¿Se puede saber desde cuándo lo sabéis?
- Yo desde hace dos años –Steve levantó la mano como si eso fuera un concurso de
la tele.
- ¿Y por qué no me habíais dicho nada?
- Hombre, el “Jensen, creemos que eres gay” no nos sonaba demasiado bien cuando
lo ensayamos –Chad parecía haberse despertado fnalmente y parecía algo más centrado-.
Así que esperamos a que estuvieras preparado para decírnoslo tú.
- Y has tardado, cabrón –Steve le guiñó un ojo-. Pero oye, fjo a que ahora te sientes
mejor que antes.
- Y podemos charlar del culo de Misha si quieres.
Cuatro cabezas se volvieron hacia Chad, todas indicándole claramente que ni de
coña iban a hablar del culo de otro to. Ni siquiera Jensen iba a hacerlo.
- Tío, ¿cómo diablos consigues tanta comida? –Jason había comenzado a hurgar en
la bandeja de Chris, que práctcamente traía de todo.
- ¿Veis a la chica de la cafetería? La rubita que está sirviendo tras la barra –Chris
esperó a que todos la visionaran para seguir hablando-. Anoche la hice muy feliz –sonrió-.
Dos veces.
- Joder to, pues está tremenda –Chad ni pestañeaba mirando a la rubia de pelo
largo y sonrisa encantadora.
Todos asinteron menos Jensen.
- Bah, no es para tanto.
Sus amigos se volvieron hacia él pero sólo Steve negó con la cabeza.
- ¿Ves, Jensen? Por comentarios como ese sabíamos que eras gay.
El resto de la hora lo pasaron escuchando las hazañas sexuales de Chris del día
anterior. Jensen lo escuchó porque no le quedaba más remedio y porque ya estaba
acostumbrado a las historias gráfcas de su amigo. Él no se imaginaba contando sus
intmidades con Misha así como así. De hecho contar lo que Misha le había hecho días atrás
le hizo enrojecer levemente. No porque se avergonzara, sino porque lo consideraba un acto
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demasiado íntmo y había disfrutado tanto que no veía el momento de seguir
experimentando con él.
¡Mierda! Se había vuelto a empalmar otra vez.
Cuando la clase de álgebra terminó, Jensen corrió hacia la clase de arte donde Misha
seguramente ya le estaría esperando. Y así fue. Cuando llegó, lo encontró en su asiento de
siempre. Jensen llegó y se sentó a su lado.
- Voy a ir luego a tomar algo con los chicos. ¿Te apuntas?
Misha se volvió. Le sonrió tristemente y negó con la cabeza.
- Tengo mucho que estudiar –se excusó-. Otro día voy con vosotros.
El ánimo jovial de Jensen se le cayó a los pies cuando vio el estado tan triste y
decaído de Misha. Esta vez no iba a dejar pasar la oportunidad de hablar sobre ello.
- Misha, llevas varias semanas triste. ¿Qué te ocurre?
- Estoy cansado y agobiado por los exámenes, es todo –le sonrió con desgana
intentando que dejara de preocuparse.
Jensen no lo vio tan claro.
- ¿Seguro? ¿Estás bien conmigo? –una alarma se le encendió en la cabeza pensando
que pudiera tratarse de algo que no fuera bien entre ellos-. Si es algo entre nosotros, me lo
dirías, ¿verdad?
- Jensen –Misha lo miró seriamente a los ojos y se lo confrmó-. Tú eres lo único que
me mantene a fote ahora mismo. Estaría hundido en este colegio y en estas clases sin tu
presencia.
Jensen lo creyó. Conocía la mirada de Misha y sabía que no le menta. Él senta lo
mismo, pero aún no tenía valor de decírselo.
El profesor entró en clase y con él gran parte de los alumnos. Jensen cruzó los brazos
sobre el pecho, como solía hacer a menudo en las clases y bajo su propio brazo acariciaba
con sus dedos a escondidas la piel del brazo de Misha.
Misha cerró los ojos un segundo y suspiró. Sí, desde luego que Jensen le estaba
salvando la vida.
Había sido muy duro mantener el tpo delante de Jensen todo el día. Estaba
especialmente feliz y no había podido partcipar de su alegría ni un solo segundo. Tan solo
de pensar que muy pronto dejaría de verlo a diario, de comer con él, de sentrlo sentado a
su lado, le hacía abstraerse de cuanto ocurría a su alrededor. No tenía ni idea de lo que hacía
tan feliz a Jensen, pero era incapaz de encontrar lo ánimos para acompañarlo.
Misha salió de su últma clase con la sensación de que no había pillado nada. Estaba
tan en blanco que no recordaba nada de lo que el profesor había dicho. Lo mejor era irse a
casa y buscar una solución al problema que ocupaba todos sus pensamientos antes de que
la presión le hiciera ponerse a gritar en medio de la calle.
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Habría preferido volver a casa sin que nada ni nadie le interrumpiera, no tenía
cuerpo para socializarse con nadie, pero al salir del colegio se encontró con que Jensen le
estaba esperando. Apoyado en su coche, con esa seguridad y ese encanto natural que tanto
mostraba últmamente, Jensen lo esperaba sonriente para llevarlo a casa. No podía negarse.
Aquella mirada y aquella sonrisa lánguida lo arrastraban como una corriente en el mar.
¿Cómo negarse a pasar con él lo que podía ser su últmo día juntos? Tenía que aprovechar
cada segundo, por eso se acercó a él muy resuelto y tró los libros por la ventanilla de atrás
del coche antes de pararse frente al chico.
-Creía que te ibas a tomar algo por ahí con tus amigos – le dijo.
-He cambiado de idea. Prefero pasar la tarde contgo.
-Espero que hayas inventado una buena excusa para pasar de ellos. – le dijo Misha
acercándose un poco. Para su sorpresa, Jensen no hizo ademán de apartarse, más bien
parecía a punto de eliminar el espacio vacío entre ambos de un momento a otro.
-Claro, la mejor de las excusas. – respondió Jensen con una sonrisa pícara. – Les he
dicho que me iba contgo a meternos mano por ahí.
Misha estalló en carcajadas. Era la primera vez que reía así en días y bendijo a
Jensen por ello. Siempre le ponía de buen humor, no sabía bien por qué.
-Ya, claro, y a ellos les habrá encantado oír eso, ¿verdad?
-Bueno, ya se irán acostumbrando.
La forma de hablar de Jensen era muy sospechosa, como si estuviera diciendo la
verdad.
-Jensen, tú… ¿Se lo has contado? – preguntó Misha con incredulidad.
-No ha hecho falta. Se han dado cuenta ellos solitos. – Jensen se incorporó y caminó
rodeando el coche hasta la puerta del conductor. Cuando estuvo sentado al volante, abrió la
puerta del copiloto, invitando a Misha a entrar.
-No puede ser. ¿Lo saben? – Misha lo vio asentr con la cabeza y la sonrisa aún
dibujada en la cara. – Pero… pero…. ¿cómo? Quiero decir, ¿quién se lo ha dicho, cómo lo
han descubierto, cómo se lo han tomado?
-Uf, esas son muchas preguntas seguidas. – dijo Jensen arrancando el coche y
poniéndose en marcha. – Mejor vamos a un sito tranquilo y te cuento.
Jensen condujo durante un rato antes de internarse en una calle tranquila, justo
detrás del edifcio vacío del viejo teatro. Misha no podía dejar de mirarlo, tan seguro y
sereno. Sin duda, deshacerse de esa carga le había sentado muy bien. Ahora que no tenía
nada que ocultar parecía más contento y relajado, después de haberse librado de la carga de
estar ocultando algo tan importante a sus mejores amigos.
Misha maldijo su suerte. Eso tenía que suceder justo en ese momento, con lo feliz
que le habría hecho poder pasear tranquilo con Jensen por la escuela sin temor a perjudicar
su reputación con alguna mirada o roce fortuito. Decidido a aprovechar el poco tempo que
le quedaba, esperó a que Jensen parara el motor para echarse sobre él y besarlo
apasionadamente. Fue rudo y exigente. Acorraló a Jensen en su propio asiento y lo asaltó
como si fuera su últma comida.
-Eh, eh, un momento. – lo interrumpió Jensen a duras penas ya que Misha le meta
la lengua en la boca cada vez que separaba los labios aunque fuera para coger aire.
-¿Qué pasa? ¿No te gusta?
-Sabes que sí, Misha. Me encanta verte tan cachondo, pero sé que te pasa algo. ¿Por
qué no me lo cuentas?
Misha lo miró un momento con una buena dosis de desconcierto antes de volver al
asalto.
-Luego. – le dijo mientras le levantaba la camiseta y atrapaba un pezón con
demasiada ansia. – Ahora quiero lamerte entero. Ábrete el pantalón.
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-Misha, para ya, por favor. – Jensen le agarró las manos que jugaban con su
bragueta y se las sujetó en alto. - ¿Qué es lo que pasa?
-Nada.
-Misha…
-Oh, venga ya. No seas pesado y déjame que te la coma, anda.
-¡He dicho que ya basta, joder!
Misha se quedó pasmado. No esperaba que Jensen le gritara. Se soltó del agarre que
le mantenía inmovilizado por las muñecas de un trón y se sentó derecho en su asiento,
enfurruñado y con la cabeza baja como un niño pequeño.
-Misha, tú no eres así. Por favor, dime qué te pasa. – le suplicó Jensen con tono
apenado.
Dudó mucho si decírselo. Aquello era más duro de lo que pensaba y las ganas que
tenía de echarse a llorar no hacían más que empeorarlo todo. Cerró los ojos intentando
controlarse y sintó la mano de Jensen posarse con suavidad sobre su rodilla. Era una caricia
inocente y pensada para consolarlo, para apoyarlo. Tenía que confar en él. Tarde o
temprano tendría que decírselo de todas formas.
-Voy a dejar el insttuto.
Jensen tardó en reaccionar. No podía haberlo escuchado bien.
-¿Cómo? Estas de broma, ¿verdad? – al ver que Misha no levantaba la vista, supo
que hablaba en serio y le entró un miedo terrible, miedo a perderlo. – No puede ser. No
puedes irte, Misha. ¿Por qué? ¿Te vas a otro colegio o qué?
-No, simplemente dejo los estudios.
-¿¡Pero qué cojones dices!? No puedes hacer eso. ¿Estás loco? Eres un estudiante
modelo. Tienes un futuro fantástco, Misha. No puedes hacer eso. No puedes abandonar. No
puedes abandonarme.
Misha levantó la vista al oír esa últma frase. Mirar a Jensen en ese momento fue un
gran error. El chico tenía los ojos llenos de lágrimas contenidas y los labios apretados,
luchando como podía por no derrumbarse.
-No te abandono. No podría hacer eso jamás. Pero tengo que ponerme a trabajar. –
hizo una pausa para coger aire. – Han despedido a mi madre. No podemos permitrnos un
sueldo menos en casa así que tengo que dejar los estudios y ayudar en casa. No me queda
otra.
-Pero eso es injusto. No puedes sacrifcarte de ese modo, Misha. Tienes un futuro
brillante y lo vas a trar por la borda. Por favor, piénsalo bien.
-No tengo nada que pensar, Jensen. Tengo que hacer esto. No es por gusto ni es un
capricho. Soy una persona responsable y me veo en la obligación de hacer esto. Por mi
familia, por mis padres. Por Megan.
Jensen se sentó mirando al frente. No podía creerse que aquello estuviera pasando.
Tenía ganas de golpearse la frente contra la luna delantera hasta hacerla estallar o hasta que
sangrara hasta por los ojos, lo que sucediera primero.
-Pero podemos seguir viéndonos, si quieres. – habló Misha intentando quitarle
importancia al asunto. – Podemos quedar cuando yo salga del trabajo o cuando tú salgas de
clase. No sé. Será cuestón de cuadrar horarios y…
-No puedes dejar de estudiar. – espetó Jensen muy seriamente. – No voy a permitr
que destroces así tu futuro.
-Joder, no me lo pongas tan difcil.
-Mira, puedes buscarte algo por las tardes. No tendrías que faltar a clase. A últma
hora tal vez, pero podemos arreglarlo.
-No puede ser. Ya he encontrado algo y es en horario escolar.
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Jensen no disimuló su desilusión. Así que ya había encontrado algo. Eso quería decir
que tenía los días contados en la escuela. Dios, aquello no podía ser verdad.
-¿Cuándo te vas?
Misha ttubeó antes de hablar.
-Ahora que ya lo sabes nada me impide hacerlo cuanto antes así que… mañana.
-¿Mañana? ¿Te vas mañana? ¡¿Y cuándo pensabas decírmelo?!
Misha se tapó la cara con las manos. Ya no podía más. De pronto escuchó que el
coche se ponía en marcha.
-Será mejor que te lleve a casa. – escuchó decir a Jensen en un tono seco y amargo.
Durante el trayecto hasta su casa ninguno de los dos dijo nada. La tensión entre ellos
se podía cortar con un cuchillo y parecían haberse distanciado kilómetros enteros aún
estando sentados el uno junto al otro. Cuando Jensen paró el coche frente a su casa, Misha
salió y sin decir una sola palabra recogió sus libros del asiento trasero. Apenas cerró la
puerta, el coche se puso en marcha de nuevo con un chirriar de ruedas y sólo entonces dejó
escapar las lágrimas que le habían estado quemando los ojos. Entre la nube vidriosa de las
lágrimas, vio marcharse a Jensen mientras su corazón se retorcía de dolor.
Título: Air on the G string
Capítulo: 8/9 + Epílogo
Autoras: Flexikuki y Taolee
Beteado: Flexikuki y Taolee
Pairing: Jensen/Misha
Fandom: RPS. AU.
Personajes secundarios que irán saliendo: Jefrey Dean Morgan, Jared Padalecki, Chad
Lindberg, Christan Kane, Steve Carlson, Jason Manns, Traci Dinwiddie, Richard Speight Jr,
Kurt Fuller, Lauren Cohan, Robert Benedict…
Rating: Nc-17
Disclaimer: Ellos no nos pertenecen. No hay ánimo de lucro. Esto está hecho por fans y para
fans.
Art: Shirleypaz es un amor y nos ha hecho unos separadores preciosos. Seguro que van a
gustaros. Muchas gracias, amor. Eres un cielo!!! <3
Resumen: Es el últmo curso en el insttuto para Jensen. Un curso que pretende pasar como
todos los demás; estudiando lo justo y divirténdose bastante. Pero el director del centro
aprovecha la ventaja de ser la pareja de su madre para chantajearlo: si no se presenta a las
pruebas de alta capacitación que se hacen cada año con vistas a la universidad, haría pública
su relación con su madre, cosa que Jensen quiere evitar en lo posible. Misha es un chico
inteligente y peculiar. Un buen estudiante con grandes aspiraciones de futuro. Las clases
avanzadas son una gran oportunidad para él, pero no sólo por cuestones académicas. Ese
chico nuevo, Jensen, tan retcente a aceptar pertenecer a un grupo del que se siente
avergonzado, será la llave para abrir la puerta a nuevas experiencias para los dos.
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8.
Decir que las semanas se habían hecho inmensamente largas era ser demasiado
generoso. Aún tenía grabado en la mente la forma en Misha salió de su coche, recogió sus
libros y lo perdió de vista. Cada día se arrepenta más de que ese hubiera sido su fnal
porque no tendría que haber sido así. Si él se senta mal, no podía ni imaginar cómo se
tendría que sentr Misha, que había tenido que sacrifcarse por el bien de su familia. Sabía
cuánto le gustaba estudiar, cuánto deseaba ir a la universidad, lo que disfrutaba
aprendiendo cosas nuevas. Y ahora encima llegaba él y se enfadaba.
Jensen se maldecía por haberse comportado como un capullo egoísta e intentó
ponerse en contacto con él varias veces, incluso condujo un par de veces hasta donde vivía.
Pero nunca se atrevió a subir. Ni a llamarle.
La verdad es que durante esas semanas que habían transcurrido sin él, Jensen
siempre había conservado la esperanza de que Misha regresara en cualquier momento y
que todo fuera como antes, pero no lo fue. De hecho, cuando empezaron los exámenes
fnales y Misha seguía sin estar ahí, fue consciente de que no volvería nunca.
Las clases normales eran igual de aburridas que siempre, pero al menos no eran una
tortura como las avanzadas. Senta la ausencia de Misha como un enorme agujero a su lado
imposible de llenar. Iba de clase en clase sentándose en la silla, ocupando un lugar en el
espacio y teniendo la mente ida a kilómetros de allí.
Con frecuencia se preguntaba qué estaría haciendo Misha en ese momento, porque
ni siquiera sabía de qué era el trabajo que había encontrado. A esas alturas y sabiendo lo
sociable que era, posiblemente ya tuviera amigos nuevos y, por qué no, alguien que le
gustase.
Eso le hizo recordar el principio de curso, cómo Misha se presentó ante él, la forma
tan natural de hacer amigos, cómo se había ganado a su grupo y se había hecho colegas
suyos también. Ahora todo aquello quedaba tan lejano, que incluso se preguntaba si alguna
vez había llegado a ocurrir.
La clase de estudio de arte se le estaba haciendo eterna y eso era muy raro, porque
a Jensen le encantaba dibujar y aplicar nuevas técnicas a los dibujos que hacía, pero
últmamente hasta esa clase se le hacía un horror. Se acomodó en su asiento e intentó
prestar atención al profesor que hablaba de sombras y líneas en un ejemplo en la pizarra,
pero le fue imposible. Poco a poco notó cómo se le iban cerrando los párpados hasta que se
durmió.
- Comencé a sentr algo por t cuando te escuché aquella vez tocando la melodía de
Bach.
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Jensen se volvió. Misha avanzaba por el pasillo hasta llegar junto a él. Sonreía y los
ojos azules brillaban de una manera especial.
- ¿En serio? –Jensen no podía evitar sentrse obnubilado por ese rostro casi
perfecto-. Porque por la mirada que me echaste, pensé que querías matarme por haber
tocado el piano.
- Bueno –se acercó mucho más hasta casi rozarle-, me jodió que lo tocaras a él y no
a mí. Pero ya se me ha pasado.
Jensen aprovechó la cercanía para hundir la cabeza en su cuello y desperdigar varios
besos húmedos sobre su piel.
- Mis dedos son todos tuyos si los quieres –murmuró casi sin dejar de besarle,
calentándole la piel con su aliento.
- Genial –Misha se dejó besar. Incluso echó la cabeza hacia atrás proporcionándole
más accesibilidad a los labios de Jensen-. Aunque me conformo sólo con un par de ellos.
Jensen sonrió por esa respuesta tan descarada, pero así era Misha; ligeramente
tmido y arrolladoramente atrevido a la vez.
- Misha… -susurró su nombre sobre su piel-. Te he echado tanto de menos…
- ¡Jensen!
Jensen pegó un bote de la silla. De pronto se encontró sentado en su asiento en la
clase de dibujo con el profesor mirándole seriamente y sus compañeros ahogando risitas
entre ellos.
- ¿Está usted cansado, señor Ackles? –el profesor Fuller, un cabrón de los gordos, lo
miraba detenidamente casi sin pestañear-. Lo mismo quiere que le traigamos de la clase de
hogar un par de almohadas para que se sienta usted más cómodo y eche una cabezadita
más larga.
Jensen suspiró.
- No gracias, estoy bien así.
La clase rió y Fuller mudó el gesto de la cara a otro mucho más amenazador.
- Igual se despejaría un poco por el pasillo de camino al despacho del director –lo
dijo con una sonrisilla triunfal, como si en lugar de mandarlo al despacho de Jefrey lo fuera
a mandar al inferno de cabeza.
Jensen tardó varios segundos en responderle, pero no porque le tuviera miedo o se
lo estuviera pensando, sino porque sabía que Fuller odiaba esperar, así que lo hizo adrede.
Recogió sus libros, se guardó el móvil en el bolsillo, se puso la chaqueta y todo en silencio
mientras el resto de sus compañeros le miraban. Finalmente, cuando estuvo listo, se volvió
tranquilamente hacia el profesor.
- Creo que tene razón. Me daré una vueltecita hasta el despacho del dire.
Los alumnos rieron de nuevo y le vieron salir de clase. Cuando Jensen cerró la
puerta, quitó esa sonrisilla picarona que solía poner cuando hacía alguna maldad. Durante
unos segundos se lo había pasado bien, pero ahora que todo había pasado, volvía a comerse
el coco con lo de siempre.
Sin darse demasiada prisa, caminó hacia el despacho de Jefrey. Fuller seguramente
ya habría dado el aviso de que un alumno iba para allá y seguramente ya lo estuviera
esperando.
Podría atravesar la cafetería y acortar camino hacia el despacho, pero Jensen decidió
dar un pequeño rodeo. Le iba a venir bien estrar las piernas y pensar qué diablos iba a
decirle a Jefrey. Sí, se había quedado dormido en clase, pero esa no era razón para que lo
ridiculizara como ese mamón había intentado hacer.
Cuando iba a mitad de camino, las notas de un piano le llamaron la atención.
Levantó la cabeza y giró el cuello hacia su derecha donde se abría un pasillo que
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desembocaba a la clase de música. Al fondo, la puerta estaba abierta, por lo que el sonido
del piano le llegaba alto y claro.
Como atraído por una luciérnaga hacia la luz, Jensen caminó por el pasillo directo a
la clase. Reconocía esa melodía, era la melodía de ellos. El corazón comenzó a latrle dentro
del pecho pensando que quizás Misha había vuelto y estaba allí esperándole.
Aceleró el paso para llegar lo antes posible, pero cuando ya casi iba a alcanzar la
puerta, la persona que estaba tocando el piano se equivocó de tecla y un sonido estridente y
errado retumbó en el pasillo. Lo enmendó y siguió tocando, pero volvió a equivocarse.
Eso le hizo entender a Jensen que la persona que estaba ahí dentro no era Misha. Él
jamás habría fallado una nota tan fácil y si lo hubiera hecho, habría practcado esa parte de
la parttura mil veces antes de seguir adelante como intentaba hacer el que estaba tocando
el piano en ese momento.
Sólo para cerciorarse, Jensen se asomó ligeramente por un lado de la puerta y vio a
Lauren practcando. Retró la cabeza antes de que le viera y volvió por donde había venido.
Eso le hizo recordar el día en que Misha le metó el boli en la falda para vengarse de ella. No
podía evitar una sonrisa cuando rememoraba ese momento. Ahí se dio cuenta de que jamás
volvería a vivir nada así con Misha. Y mucho se temía que con nadie más.
Pestañeando furiosamente para evitar que se le notasen los ojos vidriosos, Jensen
dio tres golpes en la puerta y esperó a que Jefrey le contestara.
Después de varias semanas alejado del colegio, Misha aún seguía manteniendo su
rutna de estudio en casa. Como si todo lo que le pasaba no fuera más que una broma
pesada, esperaba despertar un día y descubrir que nada había cambiado. Que seguía yendo
al colegio, asistendo a las clases avanzadas, compartendo su tempo libre con sus nuevos
amigos. Que seguía teniendo a Jensen a su lado.
De todo lo que había perdido en ese tempo, lo que más le dolía era Jensen.
Curiosamente, siempre había pensado que abandonar su educación sería lo peor que podía
pasarle en la vida, pero se equivocaba. Lo peor había sido dejar a Jensen atrás. Si tuviera que
elegir una sola cosa para recuperar de su vida anterior sería a él, sin dudarlo un segundo.
Afortunadamente había muchas formas de instruirse y él siempre había sido
bastante autodidacta. Podría sacar tempo para fnalizar sus estudios en algún momento,
aunque le llevara más años de los previstos, pero Jensen… ¿Cómo iba a vivir sin él? ¿Qué
podía encontrar lo sufcientemente bueno como para susttuirlo? Jamás podría llenar su
vacío.
Había tenido la esperanza de poder contnuar con su relación aunque no siguiera
asistendo al insttuto, pero había cometdo el error de no confar en él. Se había visto muy
capaz de solucionar el problema antes de tener que tomar medidas desesperadas. Y no
había sido así. Si hubiera confado en Jensen desde el primer momento, haberle hecho
partcipe de sus problemas y haber buscado juntos una solución factble, tal vez ahora
estaría igual de jodido pero con Jensen a su lado. No lo había hecho y ahora no tenía nada.
Bueno, tenía un trabajo que solucionaba en parte el problema económico por el que
atravesaba su familia ya que su sueldo no era ninguna maravilla, pero al menos era algo.
Trabajar de reponedor en un supermercado de barrio no era ni mucho menos su empleo
soñado, pero no había otra cosa. Pasaba el día entero allí metdo, reponiendo estanterías,
ayudando a llenar las bolsas de los clientes, limpiando los pasillos cada vez que algún crío
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traba un tarro de mayonesa o un yogurt. Hacía de todo lo que le mandaran. No tenía más
remedio.
No se avergonzaba de lo que hacía ya que lo hacía por una buena causa, pero aún
recordaba el día en que Jensen se había plantado allí. Habían pasado casi dos semanas
desde aquella triste tarde en que lo había dejado en casa y se había marchado con el coche
sin decir adiós y tenía que reconocer que el corazón le dio un vuelco al verlo. Habría
preferido que le hubiera llamado y haber quedado al salir del trabajo o después de que se
hubiera adecentado un poco, pero que fuera a buscarlo era tan importante para él que poco
le importó llevar el uniforme del súper y estar sudoroso y sucio.
-Jensen. – le había dicho al verlo, sin creerse aún que estuviera delante de él.
-Misha. Tenemos que hablar.
-Ahora mismo no puedo. ¿Puedes esperar a que termine? Podrías esperarme en…
-No, no puedo esperar.
La respuesta tajante de Jensen le dio mala espina. Todas sus esperanzas de tener
una reconciliación tranquila y romántca se desvanecieron al instante.
-Bueno, podemos hablar mientras hago mi trabajo. Pero date prisa. Si me ven de
charla pueden despedirme.
Misha comenzó a andar por el pasillo ordenando los productos que estaban mal
colocados o fuera de su sito.
-Misha, tenes que volver a la escuela. – empezó Jensen con tono serio. – Sí, ya sé
que tenes que trabajar, pero podemos buscar una solución.
-No hay solución posible, Jen. Tengo que trabajar me guste o no.
-Vale, pero no tenes que sacrifcarte del todo. ¿Y si buscas algo a media jornada? Si
trabajas sólo por la tarde puedes asistr a clases por la mañana. Tal vez tendrías que
sacrifcar una o dos horas de las últmas, pero no creo que sea un problema.
-Jensen…
-También podría ayudarte yo. Puedo conseguir un trabajo también y colaborar un
poco. No me importa darte mi sueldo para que los lleves a casa…
-¡Jensen! – lo cortó Misha. – No hace falta que hagas eso. Ya nos las apañamos
solos.
Jensen lo vio hacer su trabajo con la cara seria y los labios apretados. Si empezaban
así, mal asunto.
-No seas orgulloso, Misha. Yo sólo quiero que vuelvas al cole.
-¿Por qué? – le preguntó Misha parándose frente a él.
Jensen hizo una pausa antes de seguir hablando.
-Porque eres un gran estudiante y no es justo que abandones tu educación, por eso.
Misha se sintó algo decepcionado. Había esperado una declaración de amor, una
muestra del afecto que pensaba que senta por él. Pero no fue así.
-No te preocupes por mí. Me las apañaré.
-¿Y si te presenta por libre a los exámenes? – contnuó Jensen persiguiéndolo por el
pasillo de los productos de limpieza.
-Eso cuesta dinero, Jensen.
-Ya, pero yo podría…
-¡Que no! ¿Cómo quieres que te lo diga? No quiero tu caridad, Jensen.
Jensen se quedó pasmado. No esperaba una contestación así por parte de Misha.
¿No entendía que él sólo quería que volviera con él, tenerlo cerca cada día como antes? Las
clases sin Misha habían sido infernales y no quería seguir sinténdose así de mal al ver su
asiento vacío.
Ambos se miraron sorprendidos. Posiblemente aquella salida de tono le había
afectado a Misha tanto como a él.
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Mientras sentan que el tempo se había detenido, una señora entrada en años,
vestda con un chándal con la chaqueta foreada, se les acercó.
-Chico. ¿Me puedes decir dónde están las compresas?
Ambos miraron a la señora como si fuera de otro planeta. Lo cierto era que con
semejante indumentaria lo parecía.
-Segundo pasillo a la izquierda, señora.
La mujer se marchó tras darle las gracias y regresaron a la realidad.
-No sabes lo que estás haciendo, Misha. Lo estás jodiendo todo.
-Es mi vida, Jensen. Si lo jodo todo… pues mala suerte.
-Joder, Misha…
-Chico, chico… Las compresas no están donde me has mandado. – les interrumpió la
misma señora. Jensen la miró desde arriba como si fuera un bicho ya que no debía de medir
más de metro y medio.
-Se habrá confundido de pasillo, señora. Están en el segundo pasillo a la izquierda. –
esta vez acompañó la información con un giro de la mano hacia la izquierda.
-Miraré de nuevo. – dijo la mujer sin mucho convencimiento.
-A ver, escúchame bien, ¿vale? – contnuó Jensen. – Tienes un futuro prometedor. Si
lo dejas ahora vas a arrepentrte toda tu vida. Por favor, Misha.
-Deja de insistr, ¿quieres? Tengo que afrontar mis responsabilidades. Soy
responsable y no podría ir a estudiar cada día sabiendo que en casa no se pueden pagar las
facturas.
-Eres cabezota, ¿eh? Te estoy dando soluciones…
-Nada. Donde tú me dices no están las compresas, chico. ¿Cómo es posible que no
sepas dónde están las cosas, niño? – la señora se volvió a meter en la conversación, riñendo
a Misha como si la culpa de su inepttud la tuviera él.
-¡Señora, deje de dar por culo, ¿quiere?! – le gritó Jensen harto de interrupciones. –
Pregunte a otro o yo que sé. De todas formas, ¿para qué quiere usted compresas, so
momia? ¿Las va a usas de posavasos?
-¡Jensen!
-¡Oh, Jesús bendito, qué grosero! Ahora mismo voy a hablar con el dueño.
-¡Vaya usted a hablar con el Papa, si quiere! ¡A ver si hace un milagro y consigue que
vuelva a usted a menstruar para poder usar las putas compresas! – le gritó Jensen mientras
la diminuta mujer corría por el pasillo hacia la zona de cajas.
-Me vas a meter en un lío, Jen.
-¡Me la suda! – gritó. - ¿Vas a aceptar alguno de mis ofrecimientos o a pensarlo al
menos?
-Ya te he dicho que no necesito tu limosna, Jensen.
-¡A la mierda! – gritó y se marchó con paso airado, trando a su paso un paquete de
bayetas al suelo de un manotazo.
Misha lo siguió, preocupado por el estado en que se marchaba. Al llegar a las cajas,
por donde se podía salir sin compras, la señora de antes volvió a pasar junto a ellos
corriendo. Si su suerte para encontrar lo que buscaba era siempre así, seguramente seguiría
corriendo por el supermercado buscando al encargado cuando llegara la hora de cerrar.
Jensen frenó en seco y se dio la vuelta. Entró en un pasillo y cuando regresó traía un
paquete de compresas en la mano.
-¡Toma, bruja! – le dijo a la mujer lanzándole el paquete a la cara. – Déjate de
comprar compresas y cómprate unas gafas, joder.
Con esta últma frase gloriosa, Jensen salió del supermercado y no lo había vuelto a
ver hasta la fecha. Ojalá las cosas no hubieran sido así. Ojalá pudiera volver a la escuela,
junto a Jensen. Allí era donde quería estar.
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Jensen estaba repantngado en la silla que había libre enfrente de la mesa de Jefrey.
Miraba hacia el suelo y distraídamente tamborileaba con los dedos índice y corazón el brazo
de madera. Jefrey lo miraba sin decir nada. El muchacho llevaba allí sentado casi cinco
minutos y ninguno de los dos había dicho nada aún. La verdad es que estaba esperando a
que dijera algo porque estaba seguro que algo le pasaba. Jensen llevaba un tempo muy
extraño, tanto en el insttuto como en casa. Al principio pensó que se había enfadado con
sus colegas de siempre, pero cuando los vio juntos en la cafetería almorzando como todos
los días, pensó que tenía que ser otra cosa. También era muy extraño que lo mandaran a su
despacho así porque sí. Al menos en ese últmo año. Todo había ido tan bien hasta ahora…
- Jensen… -carraspeó un poco antes de seguir hablando-. ¿Qué te ocurre? No es
normal verte por aquí porque te haya mandado un profesor. Al menos no últmamente.
El muchacho siguió tamborileando como si estuviera solo y Jefrey tuvo la paciencia
de dejarle hasta que fnalmente reaccionó. Dejó de mover los dedos y levantó la cabeza para
mirarle.
- ¿Cuándo supiste que te gustaba mi madre?
Jefrey lo miró fjamente. No se esperaba esa pregunta y la verdad es que lo había
pillado por sorpresa. ¿Para qué diablos quería saber eso? Lo miró fjamente a los ojos y supo
que esa respuesta era importante para él. Asintó e hizo un chasquido con la lengua antes de
hablar.
- En cuanto la vi –sonrió como si estuviera reviviendo ese recuerdo en ese mismo
momento-. Tú acababas de entrar en primero, junto con tus amigos esos macarrillas que
tenes, y no se os ocurrió otra cosa que echar terra en los sanitarios del baño de los chicos.
Jensen sonrió a la par.
- Había olvidado esa broma.
- Yo no –Jefrey cambió el ceño y lo miró como si de pronto se hubiera enfadado con
él-. Las cañerías del baño explotaron y estuvimos recogiendo aguas fecales de la clase de la
señora Gordon durante dos semanas. En todo el curso escolar no se pudo usar esa aula por
el hedor, Jensen –luego volvió a relajar el rostro-. Recuerdo que llamé a vuestros padres y
también recuerdo cuando tu madre se citó conmigo. La vi llegar por el pasillo de la entrada
contgo a rastras porque no querías entrar en mi despacho. Te dijo una frase de esas suyas
solemnes y directas y tú te pusiste más recto que una vela. Entonces lo supe.
Jensen se lo quedó mirando. No recordaba ese momento, pero eso de las frases
directas y rotundas era algo muy característco de su madre. Era curioso que gracias a ese
incidente esos dos se hubieran conocido.
- ¿Por qué querías saberlo, Jensen? –Jefrey se reclinó en su asiento y se balanceó
ligeramente-. ¿Qué tene que ver con que estés aquí?
- Misha ya no está –fue lo único que pudo decir sin que se le quebrara la voz.
Jefrey dejó de balancearse y lo miró preocupado.
- Misha… -murmuró pensatvo, hasta que cayó en quién era-. Ah, Misha Collins. El
chico que estaba contgo en las clases avanzadas, ¿no? Es una pena que tuviera que dejar el
insttuto. Era un gran estudiante –añadió-. Creo que era compañero tuyo. ¿Es eso? ¿Le echas
de menos?
Echarle de menos era quedarse muy corto. Echarle de menos no era ni la sombra de
lo que realmente senta, pero no conocía otra palabra para explicarlo. Senta un nudo en el
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pecho y la sensación de que se ahogaba cada vez era más contnua. Inconscientemente se
puso a hablar.
- Al principio me enfadé porque me lo dijo justo antes de marcharse. Le eché en cara
que no había tenido cojones de decirme nada –murmuró-. Luego, pensando y poniéndome
en su lugar, me di cuenta de que quizás yo también hubiera hecho lo mismo. No sé cuántos
días estuve enfadado, no me acuerdo y cuando se me pasó, me hundí -había tenido la
cabeza gacha mientras hablaba y sólo en ese momento levantó la vista para ver que Jefrey
le miraba atentamente esperando a que contnuara-. Intenté arreglarlo. Fui a donde trabaja
y le ofrecí ayudarle económicamente, trabajar incluso media jornada para que él pudiera
trabajar la otra media y no perderse todas las clases, pero…
- Pero no dio resultado, ¿verdad? –sentenció-. Jensen, sé que tu intención era buena
y querías ayudarle, pero las cosas no se hacen así. Normalmente no son tan fáciles. Tú
conoces mucho mejor a Misha que yo, pero por lo poco que sé de él, no me da la impresión
de que sea un muchacho que deje que los demás arreglen sus problemas.
Jensen hizo un gesto con la cara. Eso lo sabía él de sobra. Misha era muy testarudo y
con un sentdo de la responsabilidad muy desarrollado.
- No te preocupes. Quizás Misha esté enfadado ahora, pero él sabe que eres su
amigo y que lo has hecho por su bien. Cuando termine el curso quedareis para tomaros algo
y retomar vuestra amistad.
Los ojos de Jensen se tornaron vidriosos pero no llegó a llorar. Tragó saliva y respiró
hondo antes de hablar.
- Jefrey. Mi… mi relación con Misha es algo más profunda que una amistad –
contuvo el aliento hasta que lo dejó ir poco a poco-. Soy gay. Y Misha también. Somos…
bueno, éramos algo más que amigos.
El director no dijo nada. Nunca se le había pasado por la cabeza que a Jensen le
pudieran gustar los chicos, pero la verdad es que no le sorprendió.
- ¿Es la primera vez que se lo dices a alguien?
- Se lo dije a mis amigos hace un tempo. Bueno, en realidad me lo dijeron ellos a mí,
porque ya lo sabían. Así que sí, es la primera que se lo digo a alguien.
Para Jefrey eso fue todo un honor. Su relación con Jensen nunca había sido del todo
buena. No porque se odiasen, sino porque él era el director del insttuto y Jensen estaba en
la edad ideal para vengarse del mundo. Ahora presenta que las cosas iban a cambiar.
- Ahora entendo mucho más como te sientes –la voz del hombre parecía haber
bajado varios tonos-. Sólo puedo decirte que tengas paciencia. Misha tene que adaptarse a
su nueva situación y reconstruir su vida. Dale tempo.
Jensen asintó sabiendo que no tenía que ser fácil para él haber dejado lo que más
quería para ponerse a trabajar.
- Todo es tan injusto –rascó con la uña la madera de la silla sacando una pequeña
lasca. Intentó ponerla en su sito para que no se notara y miró de nuevo a Jefrey-. No te
puedes hacer una idea de las ganas que tenía de ir a la universidad y de estudiar una carrera
–sorbió por la nariz-. Nos han jodido a ambos.
- La vida da muchas vueltas, Jensen. No te hundas –fue lo único capaz de decir. La
madre de Misha había hablado personalmente con él y le había contado cómo estaba la
situación familiar y por todos los apuros que habían pasado. Que Misha estuviera en las
clases avanzadas era casi un milagro porque eso le aseguraba una buena beca para pagar la
universidad. Pero no podían hacer nada. Eso era lo que había y no se podía luchar contra el
destno.
- Supongo que necesito tempo, eso es todo –Jensen se levantó del asiento y lo
miró-. Dime cuántas horas tengo que pasar en el cuarto de castgo por haberle contestado al
profesor Fuller y me iré para allá.
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- Déjalo. Otro día te pasaré la factura –sonrió perezosamente, porque la situación de
Jensen lo había dejado más triste y pensatvo de lo que había esperado en un principio-.
Fuller es un chulo y no es justo tu castgo al fn y al cabo.
Jensen lo miró asombrado. Asintó con la cabeza y caminó hacia la puerta para asir el
pomo cuando la voz de Jefrey lo detuvo.
- Gracias.
El muchacho se volvió con el ceño fruncido sin comprender a qué venía eso. Jefrey
se lo explicó.
- Por confar lo sufciente en mí para contármelo, Jensen. Te lo agradezco.
Jensen asintó. Fue a salir por la puerta, pero cambió de parecer y volvió a entrar.
- Jefrey… hace un tempo te dije que no necesitaba que hicieras de padre conmigo –
levantó la vista y lo miró fjamente a los ojos-. Estaba equivocado. Lo necesito.
Jefrey asintó emocionado, aunque se aseguró bien de ocultar lo que senta.
- Puedes contar conmigo para lo que sea, Jensen. Siempre.
El muchacho sonrió y asintó, y tras eso salió cerrando la puerta con cuidado. Jensen
se quedó mirando el espacio vacío que había dejado, recordando. Cada vez que Jensen
había entrado en ese despacho había dado unos portazos tremendos al marcharse. Tanto
era así que Jefrey había tenido que arreglar esa puerta un par de veces. Cuando le anunció
a Jensen a principio de año que estaría en las clases avanzadas, se gastó una pasta en
reforzar las bisagras y el pomo… ahora que Jensen parecía haber aprendido cómo cerrarla.
Sonrió por la ironía.
Intentó sacar los problemas de Jensen y de Misha de su cabeza y volver al trabajo
cuando de pronto se le ocurrió algo. Alcanzó el teléfono, apretó una tecla de marcación
rápida y espero respuesta.
- Hola ¿Te interrumpo? –asintó, escuchando lo que la otra persona le decía al otro
lado de la línea-. Quería comentarte una cosa…
Jensen había llegado a pensar que jamás volvería a la vieja rutna. Recordaba los días
en que remoloneaba en la cama hasta que su madre venía a sacarlo a rastras o se levantaba
de malos modos precisamente para evitar eso. Se había acostumbrado a enfrentarse al día
con ilusión y buen humor, además de haber aceptado la rutna de estudio y clases como si se
hubiera estado perdiendo lo mejor del mundo durante todo ese tempo. Ahora estaba
seguro de que lo que le hacía saltar de la cama cada mañana lleno de energía no eran las
clases, ni el colegio.
Desde que Misha había dejado de asistr al insttuto, las clases se habían vuelto
aburridas y eternas. Por eso se había planteado seriamente no ir al colegio. ¿Para qué? ¿Qué
podía encontrar allí que pudiera levantarle al ánimo? Lo cierto era que no creía posible
encontrar nada que le arreglase el día, ni en el colegio ni fuera de él, pero al menos en casa
no tendría que escuchar memeces ni aguantar a más de un imbécil.
Cuando su madre llamó a su puerta para recordarle la hora que era y que llegaría
tarde le dijo que no se encontraba bien y que no saldría de la cama. Como era de esperar, la
mujer entró al cuarto preocupada, dispuesta a tomarle la temperatura, examinarle la
garganta, buscar irritaciones o sarpullido por cualquier parte de su cuerpo, tomarle el pulso
y hacerle un escáner cerebral si era necesario para diagnostcar lo que pudiera tener su
pequeñín. Jensen se tuvo que librar de ella casi a manotazos y jurarle que no le ocurría nada
preocupante, que tan sólo tenía un fuerte dolor de cabeza causado por una noche de mal
sueño.
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Escuchó la puerta cerrarse. Su madre se había ido al trabajo. Jefrey lo había hecho
diez minutos antes. Estaba solo. De hecho, estaba más solo que nunca.
Aquel día lo pasó durmiendo casi íntegramente y nadie le dio demasiada
importancia. Tener al director del colegio en casa tenía la ventaja de que no hacía falta
llamar para decir que estaba enfermo así que se podía decir que contaba con la venia del
jefe para saltarse las clases y eso fue lo que hizo durante dos días amparado en un
inexistente dolor de cabeza.
Durante la cena del segundo día, Jefrey lo había estado observando con demasiado
interés. Estaba seguro de que no se creía lo de su jaqueca pero no dijo nada. El cuarto día
entró en su cuarto mientras jugaba a la consola y se sentó en su cama, a su lado. Esperó
unos minutos viéndolo jugar a Zelda antes de hablar.
-¿Cuándo piensas volver a clase, Jensen?
No contestó. Al menos no enseguida. Sabía que no se marcharía hasta que le
respondiera.
-No sé. ¿Por qué?
Jef suspiró con fuerza. Parecía cansado.
-No puedo justfcarte más, Jensen. No tenes certfcado médico y no puedo seguir
mintendo.
Jensen no le preguntó cómo sabía que no estaba realmente enfermo. Jef era muy
listo y sabía que no lo había engañado en ningún momento. Intentar convencerlo de lo
contrario no haría otra cosa que enojarlo.
-¿Por qué no? Eres el director. Nadie te va a llevar la contraria.
-En el insttuto, con el curso normal, es posible, pero la comisión del curso de
colocación avanzada no va a permitr más faltas de asistencia sin justfcación.
Jensen se quedó helado por unos segundos. Sabía que abandonar las clases no era
buena idea, pero poco le importaba. Lo que no esperaba es que doliera tanto saber que
estaba poniendo en juego una de las dos únicas cosas que le habían hecho tener ilusión. Una
de ellas la había perdido ya y la otra la perdería muy pronto si seguía así.
-¿Merece la pena, Jensen? Piénsalo bien, por favor. Desamores hemos tenido todos,
pero un fallo en esta etapa de tu educación puede echar a perder tus posibilidades de
futuro.
Jensen lanzó el mando de la consola sobre la cama y miró a Jefrey por primera vez.
Lo hizo con ira contenida y con algo de dolor. Jef entendió enseguida que le había hecho
pensar en Misha. Le había recordado sin proponérselo que su amigo, algo más según Jensen,
había visto hundirse todas las ilusiones puestas en la extraordinaria oportunidad que le
brindaba el curso de colocación avanzada. Él más que nadie, desde el punto de vista de
docente, veía injusto que un chiquillo de diecisiete años llevara sobre sus jóvenes hombros
la responsabilidad de sacar de un problema tan serio a su familia.
-Jensen, - le dijo colocándole una mano en el hombro con camaradería. – tal vez se
arregle todo…
-Márchate, Jef. – Jensen se libró de la mano del hombre de un trón.
-¿No ves que así no solucionas nada?
-Te he dicho que te marches.
Jensen cogió de nuevo al mando de la consola, dispuesto a ignorarlo, pero en lugar
de ponerse a jugar, se quedó mirándose las manos, perdido en sus propios pensamientos.
Estaba actuando como un gilipollas y lo sabía. No era justo que él, que podía ir y aprovechar
las clases, se estuviera quedando en casa en plan drama queen. Estaba haciendo lo peor que
podía hacer y lo peor de todo es que faltando a las clases le estaba faltando el respeto a
Misha, porque sabía que si pudiera, no habría dejado de ir así como así.
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- Mañana tenes que volver a clase, ¿entendido? –la voz de Jefrey no sonó dura,
pero sí le dio un toque de autoridad.
Jensen asintó levemente aún con la vista perdida en el mando. Jefrey se levantó de
la cama en silencio y salió sin decirle nada más.
A la mañana siguiente se despertó temprano para ducharse, vestrse e ir a clase,
pero primero bajó a la cocina a desayunar. Allí su madre y Jefrey ya estaban vestdos y listos
para marcharse. Jensen levantó una ceja al verles tan elegantes a una hora tan temprana.
- ¿A dónde vais?
Traci lo miró con cara de disgusto y una mano apoyada en la cintura.
- Cariño, te dije hace una semana que me iba a ir el fn de semana a acompañar a Jef al
congreso que tene en Los Ángeles. ¿Te has olvidado?
Jensen la miró con cara de pez. Pues sí, se había olvidado, pero era normal puesto que
últmamente no tenía la cabeza donde debería tenerla.
- Bueno da igual –Traci cogió el bolso, las llaves y las gafas de sol y se acercó para darle
un beso en la cabeza a su hijo-. Dúchate y vete a clase, ¿entendido? A la vuelta hablamos.
Jensen asintó. Jef pasó por su lado y se paró un instante junto a él.
- Es importante que vayas a clase, Jensen.
- ¡Joder, que ya me he enterado! –se levantó de mala gana y salió al pasillo. Les deseó
buen viaje medio enfurruñado y subió a su cuarto para coger ropa limpia y ducharse.
O al menos esa fue su intención en un principio, pero cuando se tumbó en la cama, un
ligero sopor comenzó a envolverle. Intentó desperezarse, pero su cuerpo lo ignoró. La
puerta de la entrada se cerró, informando de que su madre y Jef se habían ido. ¿Y si dormía
un rato? Un poco sólo. Total, los viernes no tenía gran cosa y tampoco tenía ningún examen.
Se acomodó mejor entre las sábanas y cerró los ojos hasta que fnalmente se abandonó al
sueño.
El teléfono hizo que se diera la vuelta en la cama y alargara la mano para cogerlo.
- ¿Hmmm?
- ¿Qué diablos haces ahí? ¿No has ido a clase? ¿Te has quedado dormido? ¡Jensen!
Jensen abrió los ojos de golpe y miró el reloj de la mesilla de noche. Joder, las tres de la
tarde. ¿Cómo diablos podía haber dormido tanto?
- ¿Jensen? – su madre parecía muy disgustada al otro lado del aparato-. ¡Jensen,
reacciona!
- Lo siento mamá, fui a ducharme y me quedé dormido. No volverá a pasar.
- ¿Cómo se puede ser tan tonto? Hijo, de verdad… -Traci había comenzado a decir un
montón de cosas muy seguidas una detrás de otra y el cerebro de Jensen no estaba aún del
todo despierto para semejante velocidad-. ¿Sigues ahí?
- Sí. Sí. Lo siento –se pasó la mano por la cara mientras se levantaba y se miraba al
espejo. Tenía una pinta horrible; el pelo lo tenía sucio y pegado a la frente. La barba de
varios días le salía tricolor y de forma desordenada por el mentón y ni hablar de lo pastosa
que tenía la boca. Parecía que se había llevado años hibernando.
- Hijo –Traci parecía a punto de perder la paciencia de un momento a otro-. Tanto Jef
como yo te hemos dicho esta mañana que era muy importante que fueras hoy al insttuto.
¿Es que no escuchas?
- Ya lo sé. Lo siento, ¿vale? –Jensen caminó por el pasillo directo a la ducha mientras el
teléfono inalámbrico se escuchaba peor-. El lunes iré sin falta. Te lo prometo. Además, hoy
no era tan importante ir. No había ningún examen y las clases ya son de repaso.
- ¿Qué no era importante ir hoy? –Traci bufó y se cambió el teléfono de oreja. De
fondo se oyó que Jefrey decía algo, pero Jensen no pudo apreciar qué era porque su madre
parecía haberse tomado su falta de asistencia como algo personal-. ¡Qué no era importante!
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–gritó-. Para tu información, Jensen, Misha iba a ir hoy al colegio y se iba a encontrar contgo
en clase.
Jensen había alargado el brazo para abrir el grifo de la ducha, pero las palabras de su
madre lo detuvieron. Caminó de nuevo hacia su cuarto para recuperar la cobertura del
teléfono.
- ¿Qué? –preguntó pensando que no había oído bien.
- Que Misha ha vuelto hoy a las clases –se escuchó alto y claro. También escuchó lo
últmo que dijo su madre-. Eres tonto.
- Pero… -no atnaba a hablar. Primero… ¿qué era eso de que Misha había vuelto a
clase? Y segundo, ¿cómo diablos se había enterado su madre de lo suyo con Misha y desde
cuando le importaba tanto?-. No entendo… ¿Cómo?
- Jensen… ¿preferes quedarte charlando conmigo al teléfono antes de ir a buscar a
Misha?
- No –jadeó medio sin voz porque el corazón le había empezado a ir demasiado deprisa
y las piernas le había comenzado a temblar. Qué más daba el cómo, lo importante era que
Misha había vuelto y él estaba ahí como un tonto perdiendo el tempo.
- ¡Pues corre, ve a buscarle! –su madre parecía más emocionada que él. De hecho lo
estaba-. Pero dúchate antes, por dios hijo, que te huelo desde aquí.
Jensen se actvó. Se despidió de su madre no supo muy bien cómo porque no
recordaba lo que le había dicho y tró el teléfono sobre las sábanas antes de salir corriendo
hacia el baño. Se duchó en cuestón de segundos y se afeitó también en un tempo record. Al
principio había pensado dejarse la barbita, por eso de ahorrarse tempo, pero recordó lo
mucho que le había gustado a Misha verle sin ella, así que se tomó un par de minutos más
para repasarla bien y que el afeitado le quedara como a Misha le gustaba.
Aún con la camisa medio abierta y el pelo mojado, se puso las primeras zapatllas
deportvas que encontró y salió corriendo escaleras abajo. Agarró el pomo de la puerta y tró
de ella para salir como un rayo a coger el coche, cuando de pronto tuvo que frenar en seco.
Y menos mal que lo hizo porque si no se lo habría llevado por delante.
Frente a la puerta, sonriente y con esos ojos tan grandes y azules que él conocía bien,
se encontraba Misha. Lo miró de arriba abajo por su atuendo a medio abrochar y fnalmente
le sonrió más ampliamente cuando sus ojos encontraron los irises verdosos de Jensen.
- Hola Jen.
Título: Air on the G string
Capítulo: 9/9 + Epílogo
Autoras: Flexikuki y Taolee
Beteado: Flexikuki y Taolee
Pairing: Jensen/Misha
Fandom: RPS. AU.
Personajes secundarios que irán saliendo: Jefrey Dean Morgan, Jared Padalecki, Chad
Lindberg, Christan Kane, Steve Carlson, Jason Manns, Traci Dinwiddie, Richard Speight Jr,
Kurt Fuller, Lauren Cohan, Robert Benedict…
Rating: Nc-17
Disclaimer: Ellos no nos pertenecen. No hay ánimo de lucro. Esto está hecho por fans y para
fans.
Art: Shirleypaz es un amor y nos ha hecho unos separadores preciosos. Seguro que van a
gustaros. Muchas gracias, amor. Eres un cielo!!! <3
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Resumen: Es el últmo curso en el insttuto para Jensen. Un curso que pretende pasar como
todos los demás; estudiando lo justo y divirténdose bastante. Pero el director del centro
aprovecha la ventaja de ser la pareja de su madre para chantajearlo: si no se presenta a las
pruebas de alta capacitación que se hacen cada año con vistas a la universidad, haría pública
su relación con su madre, cosa que Jensen quiere evitar en lo posible. Misha es un chico
inteligente y peculiar. Un buen estudiante con grandes aspiraciones de futuro. Las clases
avanzadas son una gran oportunidad para él, pero no sólo por cuestones académicas. Ese
chico nuevo, Jensen, tan retcente a aceptar pertenecer a un grupo del que se siente
avergonzado, será la llave para abrir la puerta a nuevas experiencias para los dos.
9.
- Hola Jen.
Jensen se lo quedó mirando. Era Misha. Era él. En la puerta de su casa. Tan sonriente
y tan guapo como siempre.
- Misha –fue lo único que atnó a murmurar antes de trar de su brazo y arrastrarle
con él dentro de la casa. Cuando la puerta se cerró tras ellos, lo abrazó fuertemente y se
quedó así un rato. Aún sin creerse que fuera real.
Misha se dejó abrazar y le devolvió la muestra de cariño. Él también lo había echado
de menos, muchísimo de menos, y que estuviera abrazándole de nuevo era como un sueño
hecho realidad. Se había pasado tantas noches en su cama pensando en ese momento…
- Estás aquí –Jensen se alejó un poco, pero sólo el sufciente para poder mirarle a los
ojos sin bizquear.
- Sí –Misha sonrió por la conversación de besugos que estaban teniendo-. En
realidad fui a buscarte a clase, pero no estabas –frunció el ceño-. ¿Me explicas que haces
faltando a clase?
Jensen eligió ese momento en concreto para besarle. Le mordió los labios
cogiéndole de ambas mejillas y someténdole a sus besos. El caso es que Misha se dejó
llevar, al menos los primeros minutos. Luego insistó en seguir hablando.
- Jensen, contéstame, por favor.
- Te he echado mucho de menos, Misha –le susurró sobre los labios mientras
troneaba del labio inferior-. Mucho.
- Yo también –Misha logró echarse un poco hacia atrás y le miró fjamente-. Por
favor. Contéstame.
Jensen hizo un chasquido con la lengua.
- He estado… un poco desganado, ¿vale? Pero ya me han sermoneado ayer y hoy, así
que ya he tenido bastante y he aprendido la lección –sonrió al ver la expresión en los ojos de
Misha-. Además hoy tenía pensado ir a clase, pero estaba tan cansado que me dormí. Lo
siento. Si llego a saber que ibas a estar tú allí, habría abierto yo las puertas del colegio
personalmente.
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Misha sonrió y le besó. Ésta vez fue él el que profundizó el beso y el que avasalló
esos carnosos labios. Jensen se dejó llevar sin más. Dio un par de pasos hacia delante y
apoyó con cuidado la espalda de Misha contra la pared más cercana. Enterró los dedos en su
alborotado cabello y se dejó besar.
Un jadeo, no se supo muy bien de quién, les hizo abrir los ojos y mirarse. Se
deseaban, lo necesitaban. Ese era el momento. Jensen enterró la cabeza en su cuello,
dejando un reguero de besos húmedos hasta su clavícula. Con la mano que no le acariciaba
la cabeza, comenzó a abrirle la camisa y en cuanto un trozo de piel quedaba al descubierto,
Jensen depositaba sus labios y lamía la piel. Había echado de menos su olor y su sabor. Tenía
la piel salada a la par que olía al gel con el que se duchaba. Lo sabía porque habían
compartdo ducha y jabón en su casa más de una vez, sólo que sobre su piel no olía ni la
mitad de sexy que sobre la de él. Quizás fuera Misha. Todo él le volvía loco y se podía pasar
horas besándole. De pronto pensó que, quizás, no tenían tanto tempo como a él le gustaría,
así que decidió cerciorarse para que le diera tempo de hacerle todo lo que tenía en mente.
- ¿A qué hora tenes que volver?
Misha bajó la cabeza porque Jensen iba ya con sus besos a la altura del estómago.
- ¿A dónde?
- Al trabajo –siguió bajando hasta que llegó al ombligo. Allí lo rodeó con la lengua e
incursionó en él. De pronto levantó la cabeza y lo miró-. ¿Vas a trabajar ahora sólo media
jornada por las tardes para poder terminar el curso?
Misha negó con la cabeza y Jensen se lo quedó mirando. Se levantó y se puso a su
altura porque se estaba empezando a poner nervioso.
- No entendo.
- ¿No te han contado nada?
Jensen meneó la cabeza. Ahora fue el turno de Misha de pillarle por sorpresa. A
diferencia de Jensen, que tuvo que abrirle toda la camisa, él ya tenía eso ganado, por lo que
fue directo a su entrepierna. Jensen estaba práctcamente erecto y el pantalón a medio
abrochar le ayudaba a poder empalmarse sin sentrse oprimido.
Cuando notó la mano sobre su erección, jadeó y se dejó de caer un poco sobre él.
- Verás –Misha lo acarició mientras seguía hablando-. No sé muy bien cómo ni por
qué, pero tu madre llamó a la mía antes de ayer para informarle de una oferta de empleo.
Jensen frunció el ceño. Su madre trabajaba en la ofcina de empleo, pero no sabía
que conocía la situación de Misha. Éste siguió hablando ajeno a esa mirada.
- Mi madre fue ayer a la entrevista y la han cogido –volvió a apretar la mano sólo
para apreciar el ligero bote que pegó Jensen-. Luego fue a hablar con el director y no hay
problema con que vuelva. Los profesores me harán sin problemas los exámenes que me he
perdido.
Misha soltó el agarre únicamente para colar la mano por dentro y acariciarle ya sin
ropa de por medio. Jensen jadeó confundido.
- Joder, Misha, no me toques así cuando me hablas que no puedo pensar con
claridad.
Misha se rió y eso fue como música para sus oídos.
La cabeza de Jensen intentaba hilar toda la información que le había dado Misha.
Tenía toda la pinta a que había sido obra de Jefrey, que se lo había dicho a su madre y ésta
había llamado a Samantha. Claro, de ahí que estuvieran tan interesados en que fuera esa
mañana a clase. Joder, pues podían haber sido más claros.
Misha lo distrajo de nuevo de sus pensamientos cuando le mordió el cuello a la
misma par que pasaba los dedos por la sensible piel del glande de Jensen, capturando la
humedad y usándola para deslizar mejor la mano sobre él.
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- Me matas –sonrió dejándose besar por los labios del otro. Estaba tan cachondo
que si seguían a ese ritmo, iba a dar un espectáculo lamentable.
- Vamos a mi cuarto –lo cogió por la muñeca y tró de él escaleras arriba hasta que
llegaron a su dormitorio. Allí todo era un caos. Las sábanas estaban revueltas y sudadas,
había ropa desperdigada por todas partes y aún no había abierto las ventanas para ventlar
la habitación-. Siento el desorden.
- Yo no –Misha lo adelantó y se coló en la habitación de Jensen. No era como se lo
había imaginado, pero le pegaba. La enorme cama a un lado de la habitación estaba hecha
un desastre, pero a él no le importó. Se volvió de nuevo hacia Jensen y lo miró. Sin apartar la
mirada de su cara, terminó de quitarse el últmo botón que le faltaba a la camisa y la tró a
un lado, sin importarle tampoco que así la habitación quedara más confusa aún. Luego
siguió con los pantalones. Los abrió poco a poco, pero no se los bajó. Primero utlizó los pies
para quitarse las zapatllas de deporte, pero fnalmente se tuvo que agachar para quitarse
los calcetnes. Cuando se enderezó, comprobó que Jensen seguía en el mismo sito en la
entrada de la habitación y lo miraba fjamente-. Ven.
Jensen acudió como si fuera un canto de sirena. Se acercó a él y lo recorrió con la
mirada. Sin decir nada, llevó las manos a sus caderas y lo acarició. Misha bajó la cabeza y
contuvo el aliento al ver cómo esos dedos recorrían su piel.
Poco a poco le bajó los pantalones y los calzoncillos hasta que lo dejó totalmente
desnudo. Misha no sabía muy bien qué hacer ahora. ¿Se iba a la cama? ¿Lo arrastraba con
él? ¿Esperaba a que se quitara la ropa o le ayudaba? Al menos parecía que Jensen tenía las
ideas algo más claras que él porque, empujándole con cuidado, le indicó que se sentara en la
cama, así que Misha lo hizo y se sentó en el borde.
Estar en bolas en la cama de otro era una sensación extraña, pero a Misha le gustó.
Le hacía sentrse osado a la par que nervioso. El abdomen de Jensen quedaba
peligrosamente cerca de su cara, así que sin pensárselo, comenzó a desperdigar besos y
caricias por toda esa sensible piel. Jensen echó la cabeza hacia atrás, mareado por el placer.
Misha hacía ruido con sus labios y cada movimiento que hacía, notaba cómo se le ponía más
y más dura. Tres besos más así y se correría en los pantalones.
- Misha –jadeó agachándose y poniéndose de rodillas entre sus piernas-. Si sigues
haciendo eso no voy a aguantar ni dos minutos.
- Pues házmelo tú a mí –Misha se echó hacia atrás en la cama separando un poco
más las piernas para hacerle hueco a su cuerpo.
Jensen lo miró. Desde esa perspectva, podía ver toda su erección. Y sus testculos.
Incluso el trasero. Se obligó a cerrar los ojos y a serenarse porque correrse en los pantalones
cuando te besaban era menos malo que correrse tan solo mirando.
Respiró hondo y volvió a abrir los ojos. Bien, lo tenía todo bajo control. Echó el
cuerpo hacia delante y lo lamió todo entero, desde las pelotas hasta la punta, notando como
daba varios trones al pasar la lengua caliente y húmeda sobre él.
Misha gimió, pero no se movió. Por Dios, necesitaba sentr los labios alrededor de él,
lamerle, chuparle hasta dejarle sin sentdo.
Jensen debía de estar leyéndole el pensamiento porque eso fue precisamente lo que
hizo; lo sostuvo con una mano mientras se lo introducía en la boca poco a poco. Ambos
jadearon por la sensación y Jensen siguió con lo suyo. Se deslizaba de arriba abajo,
lamiéndole y saboreándole cuán largo y ancho era. Se acompañaba con ligeros movimientos
con la mano para masturbarle a su paso. Notar la respiración entrecortada de Misha le
indicaba que lo estaba haciendo bien, muy bien.
Levantó la cabeza y lo miró. Verle con la cabeza hundida entre sus sábanas, con los
ojos cerrados y la boca abierta, le pudo. Esa imagen le llegó directamente a la polla, que se
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movió incómoda dentro de los pantalones. Agachó de nuevo la cabeza para propinar un
beso en uno de sus muslos.
Se quedó un par de minutos ahí, besando esa sensible zona mientras miraba cómo
su propia mano subía y bajaba masturbándole.
Misha había separado más las piernas en una clara invitación que a Jensen no le
pasó por alto. ¿Le dejaría? La única forma de comprobarlo fue poniéndose manos a la obra.
Acercó el dedo corazón a la entrada y lo acarició superfcialmente, sin intentar entrar ni
nada.
Los rosados pliegues de Misha se contrajeron por el contacto y a Jensen se le secó la
boca imaginándose lo que seguía a todo eso. Necesitaba lubricante y lo necesitaba ya.
Al ver que el otro había parado, Misha se incorporó apoyándose sobre los codos
para ver qué hacía. Lo vio bajándose los pantalones hasta dejarlos a mitad de los muslos y
con determinación comenzó a masturbarse.
Se miraron durante una milésima de segundo, haciendo que Jensen se sonrojara
hasta las orejas. Misha sonrió, conociendo la extraña tmidez que a veces tenía Jensen, así
que lo ayudó a desviar la atención. Levantó las piernas y apoyó los pies sobre el borde de la
cama, abriéndose más y mostrándose más hacia el otro. Jensen lo vio y tuvo que parar la
mano. Varias gottas de líquido pre seminal comenzaron a brotar del glande, anunciando lo
cachondo que estaba. Eso era lo que había estado intentando conseguir al masturbarse y
que Misha había logrado con el simple gesto de abrir las piernas y sin tan siquiera tocarle
Esparció las gotas sobre el dedo corazón y lo llevó de nuevo a la entrada de Misha.
Esta vez haciendo un vano intento por incursionar en él, pero no demasiado.
Misha volvió a dejarse de caer sobre la cama y se obligó a respirar hondo. Ya lo
había probado consigo mismo y sabía que si estaba nervioso, la cosa no funcionaría. Cerró
los ojos y pensó en Jensen. Confaba en él y sabiendo eso, todo saldría bien.
Jensen comenzó a sudar. Apenas había deslizado la primera falange dentro de él
cuando comenzó a tener dudas. ¿Y si no lo hacía bien? ¿Y si le hacía daño? ¿Le estaría
gustando? Cuando Misha se lo hizo, fue una sensación increíble, pero no sabía si él lo haría
igual de bien. Para empezar no tenía tanta paciencia como Misha y sus dedos eran
demasiado gruesos. ¿Y si le hacía daño?
- Misha –jadeó con la boca más seca que antes-. Si hago algo que no te gusta o te
hago daño, me lo dirías, ¿verdad?
Misha abrió los ojos y lo miró detenidamente. ¿Se podía querer más a una persona?
Posiblemente no. Eso le provocó una extraña sensación en la boca del estómago que lo puso
inusualmente contento.
- Confo en t, Jensen. Y sé que todo lo que tengas para ofrecer va a gustarme.
Con esas palabras retumbando en sus oídos, Jensen incursionó el dedo un poco más
hasta casi la segunda falange. Luego lo retró del todo con cuidado y volvió a adentrarse en
él, ésta vez algo más rápido, hasta que cogió cierto ritmo.
Lo cierto es que el dedo parecía salir y entrar sin demasiada difcultad. ¿Era ese el
momento de probar un segundo dedo? Tragando saliva, Jensen respiró hondo y al ir a
deslizar el dedo de nuevo en el orifcio, cambió de idea y añadió el dedo anular. Al no estar
lubricado, no se deslizó con demasiada facilidad, provocando que Misha diera un salto sobre
la cama.
- ¡Dios, lo siento, Misha! –sacó los dedos y lo miró-. ¿Estás bien? ¿Te he hecho daño?
Misha asintó. No había sido un dolor en sí, tan solo un pequeño pinchazo que ya
había pasado.
- Sí, no te preocupes –volvió a relajarse sobre la cama para esperar el siguiente
movimiento de Jensen.
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- Creo que necesito más lubricante –Jensen gateó un poco por la habitación hasta el
escritorio que había a un lado de la habitación. Misha lo miró divertdo moviéndose con los
pantalones medio caídos y enseñando parte del trasero-. Lo tengo.
Jensen volvió hacia él con un bote en las manos. Lo abrió y se embadurnó bien las
manos. Misha lo miró y levantó una ceja.
- Me estás asustando.
Jensen lo miró confundido hasta que cayó en lo que quería decir Misha.
- No, joder –volvió a ruborizarse por la insinuación del otro. Iba a seguir hablando,
pero sus propios movimientos lo detuvieron. Ahora con el lubricante, el primer dedo entró
práctcamente solo. Cuando lo extrajo y fue a añadir el segundo, sólo tuvo que hacer una
ligera presión. Durante esos escasos segundos en los que Jensen comenzaba a adentrarse en
él, Misha jadeó. Estaba algo incómodo, pero la sensación cambió cuando fnalmente el dedo
de Jensen avanzó todo lo que pudo.
Profundizó un par de veces en él a buen ritmo hasta que fnalmente sacó los dedos,
se levantó y se quitó toda la ropa hasta quedarse desnudo entre sus piernas. Puso las
rodillas en el borde de la cama y lo miró.
- Misha.
- ¿Qué?
- Dime que tenes un condón.
Misha levantó una ceja y comenzó a reírse. Jensen quería asesinar a alguien en ese
momento.
- Joder, me he trado años con un condón en la cartera dando tumbos y la semana
pasada precisamente lo tré porque total, como no iba a usarlo… -el enfado era latente en su
voz.
Misha intentó tranquilizarlo.
- Jensen. Yo nunca he estado con nadie y tú tampoco. Y sospecho que no voy a
quedarme embarazada así que, ¿por qué no lo hacemos sin condón?
Jensen lo miró. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Hacerlo sin condón tenía
que ser mil veces mejor que con él, ¿no?
Torpemente asintó. Se acomodó entre las piernas de Misha y se masajeó la polla
dándose un par de trones. No es que se le hubiera bajado la erección, porque más duro no
podía estar, lo hizo con la mano que tenía manchada de crema, para lubricarse bien y
facilitar el trabajo.
Cuando terminó, se agarró la punta y se acercó a la entrada de Misha. Se apoyó
contra ella y presionó levemente. El pene de Jensen tenía bastante más diámetro que dos de
sus dedos, por lo que le costó un poco a pesar del lubricante. Misha lo notó abriéndose paso
dentro de él y Jensen sintó que jamás nada le había oprimido y satsfecho tanto que eso.
Adelantó las caderas un poco más para ir introduciéndose poco a poco, para ir
acostumbrando el cuerpo lentamente.
Misha se había puesto en tensión. No le dolía exactamente, pero notaba cierta
trantez, como si su cuerpo no fuera capaz de adaptarse más a Jensen. Respiró hondo y
sonrió justo en el momento en el que su cuerpo cedía a la presión de Jensen, haciendo que
este resbalara fnalmente y se adentrara casi en su totalidad.
Jensen perdió el equilibrio y cayó hacia adelante. Por suerte tuvo refejos y se pudo
sostener a ambos lados del cuerpo de Misha. Finalmente dejó de caer su peso sobre el suyo.
- ¿Estás bien? –Misha lo miró a escasos centmetros de su cara.
- ¿No tendría que ser yo el que te hiciera esa pregunta?
Misha sonrió. Distraerse le venía bien, porque dolía. No mucho, pero sí lo sufciente
como para querer cerrar los ojos y respirar varias veces seguidas.
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- Estoy bien –mintó. Porque sabía que si le decía que le dolía un poco, Jensen no
querría seguir y él sí que quería seguir. Lo deseaba. Sabía que ese dolor era pasajero y que
se iría de un momento a otro-. ¿Y tú?
- También –jadeó sin moverse-. Me aprietas tanto que sospecho que si me muevo,
terminaré en un segundo. Y eso es muy triste –se rió de sus propias palabras.
- Yo no estoy apretando. Soy así.
- Joder –Jensen apoyó la frente sobre uno de sus hombros y suspiró-. Voy a
moverme un poco, ¿vale?
Misha asintó. Cuando Jensen comenzó a balancear las caderas, esa sensación
molesta había desaparecido. Con cada envite, su cuerpo mandaba descargas eléctricas a su
cerebro y luego a cada uno de sus miembros. Sentr a Jensen sobre él, pegado a su cuerpo,
lo compensaba todo.
Jensen encontró sus labios y los besó a la misma par que aceleraba el ritmo. Misha
lo seguía saliéndole al encuentro y rebotando contra él.
No correrse en ese mismo momento era un esfuerzo sobrehumano. Sudaba
copiosamente y varias gottas de sudor le resbalaban por la nariz hasta caer sobre Misha.
Jensen se incorporó. No supo exactamente cuándo se levantó, ni cuándo se afanzó
a las caderas de Misha ni cuando comenzó a arremeter contra él chocando contra la
próstata de Misha.
Éste arqueó la espalda jadeando, el corazón laténdole frenétco en el pecho. Vio
cómo Jensen alcanzaba su erección y comenzaba a masturbarlo al mismo ritmo que
arremeta contra él. Misha jadeó y supo que hasta ahí había llegado.
Comenzó a correrse sobre la mano de Jensen y sobre su propio abdomen como si no
lo hubiera hecho en la vida. Tuvo que agarrarse a las sábanas fuertemente con los puños
cerrados, para contenerse en parte por lo que senta. El orgasmo fue como una ola gigante
que lo arrastraba sin importar lo que se llevaba por delante.
En una de sus últmas sacudidas, contrajo tanto los músculos del cuerpo, que Jensen
casi gritó extasiado. Jadeando, supo que iba a correrse en cuestón de segundos.
Y así fue. Con un gruñido largo y casi salvaje, Jensen se derramó caliente y espeso
dentro de él. Le clavó los dedos en las caderas mientras lo sostenía para adentrarse todo lo
posible.
Durante los segundos que duró el orgasmo no pudo respirar, y cuando poco a poco
todo fue volviendo a su ritmo y recuperó el aliento, se sintó mareado y satsfecho. La últma
sacudida la hizo gruñendo, haciendo un ruido extraño con la garganta.
Se quedó varios segundos así, de rodillas, respirando, viendo cómo Misha lo miraba
a su vez.
Finalmente se decidió a salir de él. Lentamente, echando hacia atrás las caderas y
deslizándose a su vez hacia fuera. Cuando lo hizo, un par de gotas blanquecinas y rojizas se
escaparon entre ellos manchando las sábanas. Genial. Su madre iba a fipar en colores, pero
eso a él le importaba bien poco. Se estró sobre la cama al lado de Misha, completamente
satsfecho, y lo miró.
Misha parecía estar en otro mundo, con el cuerpo relajado, la mirada perdida y una
sonrisilla tonta en la cara. Porque acababa de trárselo, porque si no habría jurado que se
había fumado algo.
- Misha –lo llamó.
Misha hizo un sonido parecido al de un gato y volvió la cabeza para mirarle. Jensen
sonrió.
- ¿Estás ronroneando? –comenzó a reírse.
- Bueno, tú has gruñido –respondió sin inmutarse-. Cada uno demuestra lo que
siente como quiere.
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- Tienes razón –se restregó un poco contra él hasta que tuvo que parar porque
joder, se estaba poniendo duro otra vez-. ¿Nos duchamos? Y así de paso cambio las sábanas.
Mi madre va a querer que le responda un montón de preguntas cuando las vea.
Misha se incorporó y se sentó. Al hacerlo, el semen que se había quedado sobre su
estómago resbaló hacia abajo y se perdió entre sus muslos. Allí precisamente las sábanas
tenían distntas manchas de diferente color. Se incorporó mejor para analizarlo cuando el
trasero le dio una punzada.
- ¿Estás bien? –Jensen se había levantado y lo miraba desde los pies de la cama.
- Sí. Sólo que creo que voy a tener que sentarme con cuidado hoy.
Jensen se ruborizó.
- Lo siento.
Misha se levantó y le plantó un beso en los labios.
- Yo no. Vamos a la ducha –y tró de él hasta salir de la habitación-. Luego te
enseñaré a poner una lavadora.
Pasaron un fn de semana increíble. Se habían metdo mano práctcamente en todas
las habitaciones de la casa y Jensen descubrió lo satsfactorio que era hacer la comida
cuando tenes a alguien pegado a tu espalda que está medio desnudo y que te incita para
que cometas alguna locura mientras cocinas. Y Jensen se dejó llevar, ambos lo hicieron y fue
un fn de semana asombroso.
El lunes llegó y aunque hubiera preferido quedarse en la cama a retozar un poco
más, ahora tocaba ser responsable y dar el últmo achuchón al curso, que ya estaba casi
terminando. Varios profesores sermonearon a Jensen por haber faltado últmamente y éste
no pudo hacer otra que agachar la cabeza y ponerse colorado. Tenían razón, no lo había
negado en ningún momento, pero antes no había tenido fuerzas para nada. Su visión de
futuro era negra y sombría y realmente, llegó a un punto en que todo le importó una
mierda. Ahora y apenas tres días más tarde, el sol volvía a brillar, volvía a tener ganas de
estudiar y de seguir adelante. ¿Cómo era posible que una sola persona pudiera hacer tal
cosa?
Misha tuvo que aplicarse también. Esa semana ya tenían varios exámenes bastante
fuertes y tenía que añadir los que se había perdido. No lo llevaba mal, pero quería dar tanto
de sí, que se preocupaba en exceso no sacar la nota que necesitaba para ir a la universidad
que él quería. Jensen lo tranquilizó y justo dos segundos antes de que sonara la campana
para el almuerzo, intentó tranquilizarle.
- Misha –Jensen recogió sus cosas con calma y cuando terminó lo miró-. Ahora
mismo podrías hacer ese examen sin estudiar y sacarías mejor nota que muchos de estos
tos que llevan parténdose los cuernos todo el año estudiando.
- Ya… -Misha no parecía muy convencido.
- Oye, tengo que hablar con el profesor acerca de un trabajo que no entregué para
subir nota. Voy a ver si puedo convencerle y me deja dárselo ahora.
Misha le puso morros, haciendo así que el otro comprendiera que no le gustaba
nada que hubiera abandonado sus obligaciones el tempo que él no había estado, pero no
iba a seguir dándole la brasa. Ya habían vuelto a ser los de siempre y tenían que
concentrarse para los exámenes.
- Está bien –se puso la mochila al hombro y asintó con la cabeza.
- Espérame en la cafetería. Voy enseguida.
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Misha asintó de nuevo y caminó hacia allí. Cuando llegó, se puso a la cola para
comprar algo para comer. Inconscientemente, fue poniendo en la bandeja algo para Jensen
y para él. Así el otro se ahorraría la cola. Cuando terminó y caminó hacia las mesas, de
pronto se percató de que Jensen aún no había llegado y, aunque era amigo de su grupo, eso
no le concedía la sufciente confanza como para ir a sentarse con ellos por todo el morro.
Quizás lo mejor fuera sentarse con los chicos del grupo ecologista como siempre, y cuando
llegara Jensen, darle su comida y listo. Era la primera vez que se veía en una situación así y
no supo muy bien cómo actuar. Por supuesto que quería sentarse con él, pero no iba a auto
invitarse aunque Chad también fuera su colega.
Fue a dar un paso hacia su mesa de siempre cuando una voz grave y rotunda sonó a
su espalda.
- Eh tú, Collins. ¿Vas a comer ahí de pié o qué?
Misha se dio la vuelta. Christan, que era el que había hablado, lo miraba fjamente
mientras mastcaba Dios sabría el qué. Sonrió tmidamente y se acercó a la mesa para
sentarse junto a Chad. El resto del grupo también estaba ahí.
- Tío, me alegra verte –Chad le dio una palmada en la espalda y el resto de los
muchachos asinteron también.
- Yo también –respondió tmidamente casi sin levantar la cabeza del plato. Esos eran
los colegas de Jensen y aunque sabía que eran buena gente y que se había ganado el respeto
de todos ellos cuando salvó a Chad de aquel bruto, no podía evitar sentrse un poco fuera de
lugar.
- A nosotros también nos alegra verte, Misha –Steve le había dado la vuelta a la silla
y se había sentado a caballito mientras se comía un plato enorme de puré de patatas-.
Jensen ha ido como un alma en pena estas últmas semanas. Ni ha venido a clase, ni ha
venido a los ensayos… una mierda con poco pelo estaba hecho.
- Estamos comiendo, Steve –hubiera quedado muy elegante si esas últmas palabras
de Chad hubieran quedado ahí y no en un sonoro eructo-. Lo siento. Demasiada coca cola.
- Algún día nos echarán de la cafetería por eso –Chris seguía comiendo patatas como
si nada-. Aunque el año pasado nos echaron por algo parecido que pasó con un batdo de
fresa.
Todos asinteron.
- Me sentó mal, ¿vale? –Chad siguió mangándole comida del plato como si nada.
- Yo lo recuerdo –Misha asintó mientras empezaba a comer –Fue apoteósico.
Todos rieron recordando aquel día en el que Chad vomitó batdo de fresa por la
boca, por la nariz y por los oídos, todo al mismo tempo.
- ¡Hey! –Jensen llegó hasta la mesa y se quedó de pié al lado de la mesa, viendo a
Misha sentado con ellos-. ¿Recordando de nuevo lo del batdo del año pasado?
- Sí .Algún día tendré que realizar alguna otra proeza para superarme a mí mismo –
sonrió con la boca llena-. Siéntate to, ¿qué haces ahí de pie?
- Iba a ir a comprarme algo para comer, pero hay demasiada gente y no me va a dar
tempo. Así que…
- Yo te he comprado algo.
Todos, muy sonrientes, se volvieron hacia Misha.
Jensen caminó hasta él y se sentó en la silla de al lado, que estaba libre.
- ¿En serio? Gracias, to. Me muero de hambre.
Misha esbozó una sonrisa y levantó la cabeza para comprobar que los chicos aún lo
miraban divertdo.
- ¿Qué? –les plantó cara-. Habría hecho lo mismo por cualquiera de vosotros.
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- Eso es porque no sabes cuánto come Chad, que si no, no habrías dicho eso –Chris
hablaba por experiencia propia. Luego cambió de tema-. Por cierto, he oído por ahí que vais
a tocar en la festa de fn de curso.
- Sí, aunque aún no sabemos qué vamos a hacer –Jensen le dio un bocado a su
sándwich y estró el brazo para beber de la lata de Misha. Todos se dieron cuenta de ese
dato, menos él, pero nadie dijo nada-. Eso sí, paso de cantar.
- Yo había tenido una idea –Misha los miró uno a uno-, pero necesito la ayuda de
todos vosotros.
El grupo lo miró con curiosidad. Personalmente no habían visto tocar a Misha, pero
sabían que era muy bueno, así que sus palabras captaron la atención de todos
inmediatamente. A Misha no le quedó otra que explicar su idea.
Los exámenes fueron duros y complicados. Jensen deseó arrancarse el cerebro un
par de veces y comérselo, pero con la ayuda de Misha pudo terminar el curso sin volverse
loco. Fueron días durmiendo poco, estudiando mucho y lo que peor llevaba, manteniendo
las manos alejadas de su novio. Porque lo era. Le daba igual resultar un antguo y un carca,
pero no le parecía justo llamar a Misha como un colega más porque no lo era. Era su novio, y
punto.
Los ensayos también fueron casi a diario, lo que también le quitó horas para poder
estar con Misha a solas. Jensen no veía el momento en que todo eso terminara y poder
escaparse con él por ahí. Tenerle para sí solo todo un día y no tener que esconderse de
nadie.
Cuando llegó el día de la graduación, le pareció mentra. Haber aprobado todo ya le
pareció increíble, pero esas notas que había sacado no las había visto en la vida. Estaba
sorprendido y sin duda todo eso había sido posible gracias a Misha.
La ceremonia de entrega del diploma ya había empezado y Jensen aún corría por el
pasillo desierto del inst en busca de Misha. Los de las clases avanzadas salían al fnal, pero
aún así no podían entretenerse mucho.
Misha se había quedado en el salón de actos preparándolo todo para la festa de la
tarde. Jensen lo conocía demasiado bien y sabía que aún seguiría ahí sacándole brillo a ese
maldito piano. Al fnal iba a empezar a tenerle envidia al trasto ese.
Tal y como supuso, Misha estaba ahí, enfrascado, pasando un trapo seco por cada
una de las teclas. Jensen se acercó por detrás y le sopló en el cuello. Misha sonrió y sabiendo
de sobra que era él, se dio la vuelta.
- Ya voy.
Jensen no había abierto la boca, pero debía de traer cara de meterle prisa, porque el
otro no necesitó que le dijera nada más. Cuando acabó, se dio la vuelta y se lo quedó
mirando. Jensen apoyó la ropa que traía en la mano sobre el piano. Era la toga y el birrete de
ambos. Lo vistó con cuidado y luego Misha hizo lo mismo con él. Durante unos segundos se
quedaron mirándose.
- Gracias.
Misha se lo quedó mirando casi sin parpadear porque no entendía a qué venía eso.
Lo veía bastante emocionado y no quiso cortarle cuando vio que Jensen comenzaba a
hablar.
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- Por todo, Misha. No me mires así –sonrió sonrojándose-. Porque cuando empecé el
curso y supe que tenía que estar en la clase de avanzados, pensé que sería el fn del mundo.
Tú me has hecho ver todo esto de forma muy distnta y apreciar realmente lo que tengo –
suspiró intentando que no se le quebrara la voz-. Te quiero.
- Yo también te quiero, Jensen –Misha se abrazó a él y estuvieron así un rato, hasta
que Misha se echó para atrás y le sonrió-. Jefrey va a fipar cuando no nos vea con los
demás.
- ¡Joder, Jefrey! –le cogió de la muñeca y tró de él-. ¡La ceremonia ya había
empezado cuando he venido a buscarte!
Corrieron atravesando el colegio y llegaron justo a tempo cuando los chicos de las
clases avanzadas subían a la pequeña tarima situada en el centro del pato. Jefrey los vio
pasar de reojo, pero no dijo nada y siguió con su discurso.
La ceremonia se celebró sin incidentes ni altercados. Hubo una pequeña recepción
antes de que empezara la actuación fnal de fn de curso, donde el resto de los alumnos del
colegio también estaban invitados y que comenzarían a llegar de un momento a otro.
Aprovechando que Jefrey había terminado de hablar con algunos profesores,
Jensen se acercó hasta él para charlar un rato.
- Jef.
Jefrey se dio la vuelta y vio al chico tras él.
- Jensen, ¿qué tal?
Ambos se quedaron mirándose unos segundos. Ninguno de los dos había tenido
tempo de hablar mucho últmamente, y su relación seguía siendo un algo extraño entre
director de insttuto y padre moderno. Jensen sabía que el paso tenía que darlo él y eso era
precisamente lo que iba a hacer.
- Jef –Jensen habló bajito para que nadie más de los que había cerca se enteraran-.
Quería darte las gracias por haber confado en mí desde el principio. Si no hubieras insistdo
en que me apuntara a lo de las clases avanzadas, seguiría siendo un tarugo melenudo y
bueno… -se sonrojó-. No habría conocido a Misha.
Jefrey sonrió.
- Me alegro de haber sido útl –le respondió el hombre. Le hubiera gustado darle un
abrazo, porque el chico lo había hecho muy bien durante todo el curso, y aunque a veces
tuvo sus dudas de si lo conseguiría, jamás había dejado de confar en él ni un solo momento.
- ¿No ha venido mi madre? –Jensen la buscó entre los padres de los demás alumnos
y la divisó a lo lejos hablando con un par de madres de otros chicos de su clase.
- Sí –Jefrey señaló donde el chico ya estaba mirando-. Le comenté lo de vernos
juntos en público, que podía repercutr de mala manera en tu reputación y tal, y lo ha
entendido, así que está disimulando por ahí.
Jensen hizo un gesto con la boca. Mierda, se le había olvidado eso. Después de todo
lo que habían hecho su madre y Jef por él y por Misha, él no se había vuelto a acordar de
eso y de esa estúpida pataleta que tuvo con él cuando comenzó el curso.
- Jef, lo siento, no me acordaba de eso. Rómpelo. Me lo prometste, pero eso ya no
me importa –lo miró todo lo seriamente que pudo-. Sería un placer para mí que ofcialmente
formaras parte de esta familia. Aunque no sé si voy a poder llamarte papá, ¿sabes?
Jefrey lo miró emocionado. Sin poder contenerse, le dio un abrazo de oso al
muchacho que casi lo dejó sin aliento.
- Gracias, Jensen. Tu consentmiento signifca mucho para tu madre y para mí.
- Mis dos hombres favoritos abrazándose –Traci llegó hasta ellos y los miró-. ¿Me he
perdido algo?
Jensen miró por encima del hombro de su madre que Steve, Chris y todos los demás,
incluido Misha, le hacían gestos para que fuera con ellos para prepararse para la actuación.
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- Ermm sí, pero Jef te lo explica –le dio un beso a su madre en la mejilla-. Luego os
veo –y salió corriendo tras sus compañeros a terminar de prepararlo todo.
En momentos como esos era cuando Jensen echaba de menos tener el pelo largo.
Antes, cuando estaba encima de un escenario, se echaba los pelos a la cara y se ocultaba del
mundo. Ahora no podía hacerlo, y allí estaba, en medio del escenario, con Misha al piano a
un lado, Chad detrás de él a la batería y el resto de sus colegas esparcidos por el escenario,
cada uno preparado y listos para empezar. El profesor de gimnasia y la profesora de francés
los habían anunciado y tras abrir el telón, comprobaron que todos los asientos estaban
ocupados. Incluso había gente por los pasillos y en la puerta. Jensen divisó atrás del todo a
Jefrey con su madre al lado. Todos esperaban a que comenzaran. Respiró hondo, asintó y el
primer acorde a modo de señal salió de su guitarra, avisando al resto del grupo.
http://www.goear.com/listen/ea337b5/air-on-the-g-string-js-bach
Estos respondieron, comenzando a tocar como uno solo.
El solo de guitarra de Jensen sobresalía sobre los demás, saltando de nota en nota
como habían planeando, dándole a la melodía un tono mucho más heavy y moderno. De
fondo Misha y Chad llevando el peso del ritmo para que el resto pudiera disfrutar con sus
guitarras se miraban de vez en cuando, asintendo con la cabeza para dar a entender que
ambos vivían y experimentaban lo mismo. Esa era la magia de la música, que daba igual lo
que fueras, porque un sentmiento era un sentmiento y ahora mismo esos chicos tan
distntos estaban compartendo la misma pasión.
Jensen se movía por el escenario, enfrentándose a Chris y picándose con las
guitarras, ambos acoplándose al otro y dejando al público con la boca abierta.
Cuando todo acabó, el público se puso en pie y aplaudió durante mucho rato. Jensen
sonrió, incapaz de comprender cómo había llegado hasta allí y cómo podía estar viviendo un
día tan especial como ese. Se volvió y miró a Misha que se había puesto de pie y sonreía
como los demás. Por un segundo sus miradas se cruzaron y fue maravilloso. Jensen tuvo
claro que a partr de entonces, fuera lo que fuera e hiciera lo que hiciera, podía enfrentarse
a ello siempre y cuando Misha estuviera con él a su lado.
FIN
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Título: Air on the G String
Capítulo: Epílogo/10 + Epílogo
Autoras: Flexikuki y Taolee
Beteado: Flexikuki y Taolee
Pairing: Jensen/Misha
Fandom: RPS. AU.
Personajes secundarios que irán saliendo: Jefrey Dean Morgan, Jared Padalecki, Chad
Lindberg, Christan Kane, Steve Carlson, Jason Manns, Traci Dinwiddie, Richard Speight Jr,
Kurt Fuller, Lauren Cohan, Robert Benedict…
Rating: Nc-17
Disclaimer: Ellos no nos pertenecen. No hay ánimo de lucro. Esto está hecho por fans y para
fans.
Art: Shirleypaz es un amor y nos ha hecho unos separadores preciosos. Seguro que van a
gustaros. Muchas gracias, amor. Eres un cielo!!! <3
Resumen: Es el últmo curso en el insttuto para Jensen. Un curso que pretende pasar como
todos los demás; estudiando lo justo y divirténdose bastante. Pero el director del centro
aprovecha la ventaja de ser la pareja de su madre para chantajearlo: si no se presenta a las
pruebas de alta capacitación que se hacen cada año con vistas a la universidad, haría pública
su relación con su madre, cosa que Jensen quiere evitar en lo posible. Misha es un chico
inteligente y peculiar. Un buen estudiante con grandes aspiraciones de futuro. Las clases
avanzadas son una gran oportunidad para él, pero no sólo por cuestones académicas. Ese
chico nuevo, Jensen, tan retcente a aceptar pertenecer a un grupo del que se siente
avergonzado, será la llave para abrir la puerta a nuevas experiencias para los dos.
Epílogo.
Jensen preparó la mochila en cuestón de segundos. Todo lo que iba a necesitar eran
un par de bañadores, una toalla, crema bronceadora y lubricante. Aunque si se apuraba, con
la crema bronceadora le bastaba.
Se iba a ir con Misha el fn de semana a un camping. No era el mejor momento para
eso porque en pleno verano hacía demasiado calor, pero la idea de estar en una tenda de
campaña, nadando en el lago y con Misha las veintcuatro horas del día, le hacía
tremendamente feliz. Ni el calor, ni los mosquitos podían amargarle el buen humor que
tenía. Ahora sólo quedaba el toque fnal. Dejó la mochila al lado de la puerta de entrada y
caminó hacia la cocina donde su madre y Jefrey hacían la comida.
- ¿Ya te vas, cariño? –Traci se acercó hasta él y lo abrazó-. Conduce con cuidado y
llámame cuando lleguéis, ¿vale? –le quitó una pestaña fctcia de la mejilla-. ¿Quieres
llevarte algo para comer? ¿Lo has cogido todo? ¿Os acompañamos?
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- Mujer, cállate y suéltale –Jefrey le dio vuelta al pollo que había en la sartén y se
acercó hacia ellos-. Ya son mayorcitos y van a estar sólo un par de días a apenas doscientos
kilómetros de aquí. No se van a la guerra.
- Gracias –Jensen se desprendió de su madre y se acercó más a Jefrey para llevar a
cabo el plan que tenía trazado-. Por cierto, Jef, me dijiste que estabas deseando ejercer el
papel de padre.
Los ojos de Jefrey brillaron.
- Claro –respondió emocionado-. Claro. Sabes que siempre puedes contar conmigo,
Jensen. Para lo que quieras.
- Genial –sonrió el muchacho-. ¿Me dejas el coche?
Traci comenzó a reírse al ver la cara que se le había quedado a Jef.
- ¿No querías un hijo? –la mujer le dio una palmada en la espalda-. Pues ahí tenes.
- Lo cuidaré bien y te lo devolveré con gasolina –Jensen lo miraba con su cara de
niño bueno y adorable para darle más efecto-. Ya sabes que mi coche está hecho una mierda
y no quiero que nos quedemos trados a mitad de camino…
De paso con ese comentario se ganaba a su madre.
- Venga cariño, déjaselo. Nosotros no vamos a ir a ningún sito este fn de semana –
Traci se mordía el labio inferior esperando la respuesta del hombre.
Jefrey se acercó hasta la entrada y cogió las llaves que había dejado sobre el
recibidor. Luego volvió a la cocina haciendo tntnear el llavero entre las manos.
- Un arañazo, Jensen, uno solamente, y te pasarás lo que queda de verano cortando
el césped del vecindario para pagar la pintura.
- Hecho –Jensen cogió las llaves y salió pitando antes de que el hombre cambiara de
idea-. Os llamaremos cuando lleguemos allí.
La puerta de entrada sonó tras él y los dos adultos se quedaron mirándose en la
cocina.
- Has caído en la trampa –Traci aún seguía riéndose.
- Tú tampoco has ayudado mucho, la verdad. Sois los dos unos liantes.
Traci caminó hacia él y lo abrazó por la espalda.
- Vamos Jef, no te enfades. No ibas a usar el coche de todas maneras.
Jefrey se dejó mecer entre los brazos de ella sin darse la vuelta.
- ¿Y si surge algo y queremos ir a algún sito? ¿Y si nos aburrimos de estar aquí todo
el fn de semana?
- Bueno, ya se me ocurrirá algo para tenerte entretenido –la mujer deslizó la mano
por la cintura del pantalón y le acarició la entrepierna que tardó muy poco en reaccionar.
Jefrey gimió y se dio la vuelta. La cogió en peso haciendo que rodeara su cintura con
las piernas y la llevó hacia la mesa donde la dejó de caer en el borde para poder restregarse
contra ella.
- Se te va a quemar el pollo –la voz de Traci no fue muy convincente cuando notó las
enormes manos de ese hombre abriéndole el enganche del sujetador por debajo de la
camiseta.
- ¿A quién le importa el pollo ahora mismo? –hundió la cabeza en su cuello y siguió
con lo que estaba haciendo. Al fnal no iba a importarle tanto que Jensen se hubiera llevado
su coche.
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Había quedado con Misha en la puerta de su edifcio. Éste lo vio llegar y abrió la
boca, perplejo, cuando vio a Jensen conduciendo esa preciosidad de Cadillac Escalade.
- ¿Cómo has conseguido que Jefrey te deje el coche? –Misha se sentó en el asiento
del copiloto y miró el interior con veneración-. Dime por favor que no lo has dejado
amordazado en el sótano.
Jensen sonrió.
- No. He usado mi mejor arma.
Misha levantó una ceja.
- ¿Tu lengua?
La risa de Jensen lo llenó todo. Cuando terminó de reírse, se lo explicó.
- Casi, pero no –arrancó el coche y se incorporó al tráfco-. Él quería que yo fuera su
hijo y yo le he tratado como a un padre.
Misha asintó con la cabeza comprendiendo la jugada.
- Eres cruel, pero me alegra que lo hayas hecho.
- Ah, ¿sí? Pensé que ibas a sermonearme por mis pérfdas táctcas o algo así.
- ¿Estás de coña? ¿Tú has visto cuánto espacio hay en la parte de atrás? –soltó
mientras ponía una mano sobre la pierna de Jensen e iba subiendo hacia arriba.
- Joder.
Jensen se preparó para sentrlo de un momento a otro. Se agarró con fuerza al
volante, como si eso pudiera mantenerlo anclado a la terra. Nada podía conseguir que no
saliera disparado hacia la luna cuando Misha lo tocaba. Era frustrante perder el control de
ese modo, pero era quizás la única situación en la que se permita soltar las riendas un poco.
En realidad no las soltaba; se las entregaba por completo a Misha. Y en esa ocasión se
alegraba de hacerlo ya que esperaba con ansia que el chico derribara todas sus defensas
como solía hacerlo: con una sola y simple caricia.
-Ya habrá tempo para esto más tarde. – dijo Misha retrando la mano de su muslo y
regresando a su postura inicial en el asiento.
Mierda.
Pensó en decirle que no parara, que siguiera con lo que tenía pensado cuando se le
ocurrió señalar lo espacioso y confortable que era el coche en el que viajaban mientras le
acariciaba la pierna. Tal vez tenga razón, pensó. No respondía de sus actos si Misha lo
tocaba más íntmamente mientras conducía. Y tenía razón: ya habría tempo para eso más
tarde. Mucho más tempo.
Misha reclinó un poco el asiento, se quitó los zapatos y los subió al salpicadero. No
llevaba calcetnes y la visión de sus pies desnudos le aceleró el pulso. Verlo así, relajado y
cómodo, era simplemente embriagador. Misha subió los brazos sobre su cabeza y la
camiseta subió por su vientre como si se hubiera movido por voluntad propia, dejando a la
vista la cintura del pantalón. Caída como siempre sobre las caderas, la cinturilla dejaba a la
vista los bóxers y la línea de suave vello que se perdía dentro de ellos. Jamás podría
controlarse ante una situación como esa estando junto a él. Era una especie de instnto
lobuno. Posiblemente el lobo de Caperucita sintera lo mismo al verla pasear por el bosque.
¿Cómo controlar los impulsos cuando una desvergonzada niña te restriega sus encantos por
la cara?
No conocía demasiado bien aquellas carreteras, pero sabía que los caminos que la
bifurcaban tan sólo llevaban a zonas forestales. Sabiendo que irían a parar a alguna parte en
medio del bosque, Jensen giró en la primera salida que vio.
-Oye, ¿no te estás equivocando de camino? Creo que la carretera que lleva al
camping está más adelante. – le dijo Misha al observar la maniobra.
-Ya sé que está más adelante. Pero no me estoy equivocando de camino.
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Acompañó la frase con una media sonrisa pícara. Cuando le echó un vistazo a Misha,
el chico le estaba observando con cara de interrogación. Al ver su expresión, Misha entendió
de inmediato lo que se proponía y le devolvió la sonrisa, la suya cargada de sensualidad.
-¿Pretendes aprovecharte de mí? ¿Aquí, en medio del bosque? – le preguntó
fngidamente escandalizado.
Jensen se lamió los labios en respuesta y Misha sintó que se derreta de cintura para
abajo. Amaba esa expresión de niño malo. Le ponía terriblemente cachondo.
-¿Vas a poner resistencia? No me des motvos para atarte porque llevo meses
queriendo hacerlo.
-¿Quieres atarme? ¿En serio has fantaseado con hacérmelo mientras estoy atado?
-¿Te parece mal?
-Bueno, no. Pero había pensado no poner resistencia a lo que sea que tenes en
mente hacerme y ahora me están entrando ganas de lo contrario.
Jensen soltó una carcajada.
-¿Eso quiere decir que quieres que te amarre las manos al reposacabezas y te haga
todo lo que se me antoje?
Misha se estremeció visiblemente. Se puso serio de pronto. Aquello podía parecer
un juego, pero sólo de imaginarse la situación se había puesto a mil; en el mismo momento
en que su polla dobló su tamaño natural había dejado de ser un juego.
Se quitó el cinturón de seguridad y se arrimó a Jensen todo lo que la palanca de
cambios y el espacio que necesitaba el chico para conducir sin sufrir un percance se lo
permitó. Al ver cómo había cambiado su expresión, y reconociendo aquel brillo en sus ojos,
Jensen perdió también la sonrisa. Antes de darse cuenta, Misha le había desabrochado el
pantalón y se había inclinado sobre su regazo. Cuando paró el coche, en medio de una
arboleda espesa, Misha ya le estaba lamiendo sin esperar a que estuviera totalmente duro.
Lo sintó crecer en su boca. Aquello era muy gratfcante. Sentr que le provocaba la
erección con su boca y su lengua le otorgaba un poder demasiado dulce sobre Jensen. Sabía
que el chico se derreta en su boca, literalmente, cuando hacía eso y por eso lo hacía cuando
más desprevenido estaba. Escuchó el gemido y sintó los dedos enterrarse en su pelo. Él
mismo gimió contra la carne endurecida y aceleró el ritmo.
Jensen no se cansaría jamás de aquello. Ver a Misha entre sus piernas, engulléndolo
entero mientras su cabeza subía y bajaba era una de las cosas más erótcas que había visto
jamás. Siempre se decía a sí mismo que podría pasar horas dejándose lamer y chupar. Pero
el chico tenía una habilidad especial haciendo mamadas y nunca aguantaba tanto como
quisiera. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Tal vez si no lo veía, si sólo se limitaba a
sentrlo…
Pero no funcionaba. Aún tenía los dedos perdidos en su pelo y la mano apoyada en
su cabeza y podía sentrla subir y bajar a lo largo de su polla. También podía escuchar los
sonidos de succión y el roce húmedo al deslizarse por el tronco. Senta la saliva empaparlo
entero y resbalar hasta sus testculos. El aire caliente de la respiración de Misha le rozaba el
pubis y hacía que el vello rizado se crispara. Los gemidos que emita el chico hacían que su
pene palpitara y se le endurecieran las pelotas. Maldita fuera; iba a tardar dos segundos en
correrse en su boca, como cada vez que le hacía una mamada.
Pensar en derramarse en su garganta fue la gota que colmó el vaso, pero no estaba
dispuesto a terminar tan pronto. Agarró a Misha por el pelo y lo apartó, asegurándose de
que el trón no era demasiado fuerte. Cuando levantó la cabeza, Misha se estaba lamiendo
los labios, húmedos e hinchados por el trabajo.
-¿Qué pasa? – le preguntó, aunque sabía la respuesta.
-Ya lo sabes… que me corro. – Jensen respondió justo antes de besarlo.
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Misha abrió la boca y lo incitó a que usara la lengua. No se resistó y le dio el beso
que requería, un beso sucio y provocatvo, justo como a él le gustaba. Sin apartarse de su
boca, abrió el pantalón de un solo movimiento y retró toda la ropa que pudiera
entorpecerle. Cuando enterró la erección de Misha en su puño suspiró de placer.
-¿Probamos si realmente el asiento trasero es tan confortable como parece o temes
que tu padrastro haya instalado una alarma ant-sexo ahí detrás?
-Dudo mucho que haya hecho eso, si es que se puede hacer. Además, mientras nos
encuentra nos da tempo a follar tranquilos.
Entre risas, se pasaron al asiento trasero y se deshicieron de la ropa por el camino.
Estar completamente desnudo en el coche de Jef era muy raro, pero le daba lo mismo el
sito si la promesa de mantener sexo con Misha era tan clara. Y tan claro como el agua era
que eso iba a pasar en breve, ya que el chico apenas esperó a que se sentara para colocarse
a horcajadas sobre sus piernas.
Misha no pesaba demasiado, o quizás ya se había habituado a esa postura ya que la
adoptaban con frecuencia. Tenía las piernas del chico dobladas a cada lado de sus muslos,
sus nalgas descansando sobre ellos y los genitales totalmente pegados a los suyos. El simple
roce de su piel desnuda lo volvía loco y adoraba acariciarle la espalda y el trasero. Era suave
y cálido. Con cada caricia, Misha se restregaba contra su mano como un gato. Incluso
ronroneaba. A pesar de que siempre se prometa ir despacio con él, en cuanto lo tenía en
ese estado de excitación no podía refrenar el impulso de lanzarse sobre él hasta satsfacerlo
por completo y satsfacerse a sí mismo en el camino. Aquella ocasión no iba a ser distnta.
-Tranquilo. – le dijo cuando Misha comenzó a contonearse con urgencia contra él. –
Tenemos tempo, ¿recuerdas?
-Me da igual. – le respondió mordiéndole los labios. – Quiero follar ya.
No le dio tempo a convencerlo. Se alzó un poco y se separó de su cuerpo. Después
se escupió en la mano y se la aplicó entre las nalgas, humedeciendo la entrada. No estaba
seguro de si Misha se había dilatado algo de paso, pero la penetración fue bastante fácil
para no estar preparado. Supuso que Misha estaba igual de cachondo que él y por eso la
cosa estaba resultando tan rápida y sencilla, pero en cuanto se sintó rodeado por la caliente
y apretada cavidad, se olvidó de todo y sólo pudo pensar en el placer que aquello le estaba
dando.
Jadearon a la vez. Jensen apenas tuvo que moverse ya que Misha, invadido por una
terrible urgencia, comenzó a moverse sobre él mientras emita sonoros gemidos que
mezclaba con palabras sucias y escandalosas, pensadas para excitarlo aún más. No eran
realmente necesarias porque el simple olor que Misha emanaba le ponía a mil. Aquel olor a
sexo, sudor y algo más, algo dulce y picante a la vez.
Con los sentdos embotados y embriagado por la sensación placentera del sexo,
Jensen sujetó a Misha por las caderas y arremetó con fuerza. Repitó el movimiento en
varias ocasiones, tantas como fueron necesarias para llamar al orgasmo y hacerlo explotar
entre la carne apretada de su trasero. Gritó su nombre y le clavó la mirada mientras se
derramaba en su interior. Esos mismos ojos brillaron en el momento justo que él también se
corría sobre el pecho perlado de sudor del rubio mientras sollozaba su nombre.
Misha se abrazó a Jensen, apoyando todo su peso sobre su pecho sin importarle que
estuviera manchado y pringoso. Ni que fuera la primera vez que hacían algo así. Cuando se
apartó un poco para mirarlo, Jensen tenía tal cara de felicidad que se le cortó la respiración.
-Siempre te voy a recordar así, ¿sabes?
-¿Así cómo? – le preguntó Jensen.
-Así. Saciado, satsfecho. La viva imagen del sexo, con los labios hinchados y la
expresión relajada. No quiero que pienses que esto es por el sexo, no, pero en estos
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momentos te quiero aún más. Y me encanta saber que estás así por mí. Me gusta
complacerte.
Jensen sonrió apretando las mandíbulas. Todavía no llevaba muy bien todo eso de
hablar de los sentmientos y abrir su corazón así que cuando Misha se ponía terno la
vergüenza se lo tragaba. Además, tampoco quería que se diera cuenta de que en el fondo
era un sensiblón y aquellas cosas que le decía casi le hacían soltar una lágrima. Sólo casi.
-¿Me quieres más después de follar? Pues voy a tener que estar haciéndolo cada día,
así no dejarás de quererme nunca.
-No lo haría de todas formas. – Misha se apartó y se sentó junto a él. – Pero si eso es
lo que quieres, ¿quién soy yo para impedírtelo?
Ambos rieron a la vez. Jensen vio cómo el chico intentaba adoptar una postura
cómoda para no manchar la tapicería y sólo entonces recordó dónde estaban y que debían
seguir su camino.
-Más vale que sigamos si no queremos llegar al camping cuando sea ya de noche. Allí
podemos seguir con esta charla… - le acarició el miembro ahora en reposo con un dedo y le
dio un beso en la comisura de la boca. - … si quieres.
-Querré, querré. No te quepa duda.
Jensen soltó una carcajada al tempo que se limpiaba y buscaba la ropa.
-Has resultado más putlla de lo que pensaba, Collins. Si lo llego a saber antes…
Misha le dio un cachete en el culo mientras se pasaba al asiento delantero. Después
lo siguió.
-Eso lo dices porque no lo has probado.
Jensen arrancó el coche y le echó un últmo vistazo al chico mientras se acomodaba
a su lado, que volvió a subir los pies al salpicadero y se reclinó. Cerró los ojos, relajado y
feliz. Tuvo la tentación de contarle que ya había pensado en eso. Que había contemplado la
posibilidad de cambiar los papeles con él. Había observado cómo disfrutaba del sexo, cómo
se entregaba y gozaba cada vez que lo hacían. Si Misha era capaz de disfrutar de ese modo
no había razón para que él no lo gozara también.
No es que tuviera miedo ni mucho menos, pero siempre había pensado que debía
doler bastante. Sin embargo, viendo cómo Misha era capaz de rogarle que se la metera, no
debía ser tan doloroso como imaginaba. Había dejado que el chico le metera un dedo de
vez en cuando y reconocía que lo había disfrutado, pero un dedo era una cosa muy
insignifcante comparada con un pene erecto y duro. Se estremeció ligeramente, aunque no
tenía claro si no había sido de placer, porque estaba seguro que Misha siempre sería
delicado y cuidadoso y que con él siempre disfrutaría. Le hiciera lo que le hiciera.
El viaje duró apenas media hora más y en ese tempo tuvo tempo de escuchar las
locuras de Misha, de rebatrlas, de compartrlas y de jurarle que si no se callaba iba a dar la
vuelta y lo iba a abandonar en la puerta del hospital de enfermos mentales. El otro contestó
con una carcajada. Y por supuesto no se calló.
El camping estaba emplazado en un sito fantástco. Había una zona despejada entre
árboles donde estaban aparcadas las caravanas y otra más apartada donde colocar las
casetas de campaña. También había un bar con un merendero con mesas de madera donde
comer a la sombra y un pequeño parque infantl con toboganes y columpios.
Afortunadamente, aquel sito era muy espacioso y no había necesidad de colocarse
demasiado cerca de donde estaban el resto de los campistas. Eligieron levantar su pequeño
campamento cerca del río, en una zona arbolada casi en la orilla y bastante apartada de
cualquier otro campamento.
Jensen se sorprendió de la habilidad de Misha para montar una de esas casetas
infernales. Viéndolo, cualquiera diría que era fácil, pero sabía por experiencia propia que no
era así. Había ido de acampada con los chicos alguna que otra vez y en más de una ocasión
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habían terminado por desistr y habían acabado usando la tela impermeable de la tenda
para taparse mientras dormían al raso. Por suerte, todos estaban demasiado borrachos
como para importarles.
-Hay que ver lo apañadito que eres, to. – le dijo a Misha mientras terminaba de
montar la tenda. Él había optado por tumbarse bajo un árbol y observarlo cuando el chico le
prohibió tocar nada más la segunda vez que hizo un nudo con los vientos.
-No es tan difcil. Tú eres un patoso, que lo sepas.
Misha se volvió a agachar para afanzar las cuerdas y le regaló una bonita vista de su
trasero y de la cintura de los calzoncillos sobre los pantalones.
-Ahora mismo me da igual serlo. – dijo Jensen relamiéndose.
Misha miró sobre su hombro y descubrió a Jensen babeando mientras le miraba el
culo. No pudo evitar sonreír. No iba a encontrar mejor oportunidad de torturarlo que esa.
-Es una pena. – Misha se inclinó aún más. Se puso de rodillas y elevó el trasero
cuanto pudo mientras abría las piernas. Si se veía tan apretado como se senta, Jensen debía
tener en ese momento una vista muy detallada de sus pelotas.
Escuchó un gruñido a su espalda y sonrió satsfecho. Hacerlo sufrir de ese modo le
proporcionaba una sensación tan placentera que empezó a empalmarse. Sin duda, eso
también debía de estar viéndolo Jensen desde su posición. Decidió torturarlo un poco más y
se quitó la camiseta. La tró a un lado y se bajó un poco más el pantalón. Cualquiera habría
dado por hecho que el gesto estaba únicamente destnado a ponerse más cómodo, pero
sabía que aquello era como abrir un bote de miel delante de un oso para Jensen.
Habría jurado que lo había escuchado jadear y desde allí podía oír su respiración.
Aprovechó la colocación de un anclaje que se resista para ponerse en cuclillas y
contonearse arriba y abajo como si hiciera sentadillas. Había hecho eso mismo sobre el
miembro erecto de Jensen y sabía que aquel movimiento lo enloquecía. Sobre todo si lo
miraba desde atrás. Era cuestón de tempo que su chico no soportara más la tensión, y la
presión en los pantalones, y se acercara a él con intenciones que ya podía imaginarse.
Jensen, por su parte, estaba sufriendo y disfrutando el espectáculo a partes iguales.
Antes de darse cuenta de lo que hacía, ya estaba masajeándose la entrepierna sobre los
pantalones. Misha podía ser terriblemente provocatvo y el muy cabrón lo sabía. No le cabía
duda de que lo estaba haciendo a propósito, así que le siguió el juego cuanto pudo. Pero lo
de las sentadillas era crueldad mental. No podía resistrse a ese movimiento y Misha lo
sabía. Se puso de pie y caminó hasta él con las piernas ligeramente más arqueadas que de
costumbre debido a la erección descomunal que sufría.
-¿Necesitas ayuda? – le dijo cuando estuvo a su lado.
Misha levantó la vista y lo vio allí de pie, junto a él, con los ojos entornados y los
labios entreabiertos. Lo conocía lo sufcientemente bien como para saber que estaba a
punto de explotar. Desvió la mirada ligeramente y vio el bulto descarado de los pantalones
que Jensen no intentaba ocultar. Más bien, parecía estar adelantando la pelvis para que el
bulto fuera más notable.
-No, gracias. Me las puedo apañar solo. – le dijo con la voz enronquecida.
-Eso de apañártelas solo… está bien cuando no tenes quien te eche una mano. Pero
ya que me tenes a mi aquí…
Jensen se arrodilló junto al chico, acercándose cuanto pudo y atrapando su mirada
en una sensual y lujuriosa. La metáfora refriéndose a las manos y a lo que podían hacer con
ellas era tan simple como efcaz ya que Misha sintó un trón de deseo de sólo pensar en
tener las manos de Jensen sobre su cuerpo. Jamás comprendería qué demonios tenía aquel
to como para ponerlo a mil en un segundo. Y eso después de haber tenido relaciones
menos de una hora antes.
-¿A qué te estás ofreciendo, exactamente? – le preguntó.
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-A lo que haga falta. – respondió Jensen acercándose a su boca.
-¿A lo que sea?
-¿No me ves capaz?
Jensen adelantó una mano y agarró el bulto incipiente que lucía Misha, que adelantó
las caderas ofreciéndose. Enterró la cara en su cuello y lamió el pulso desde la clavícula
hasta detrás de la oreja. Misha se estremeció y soltó un jadeo. Aquello era lo que estaba
buscando, hacerle perder la razón.
-Dime que la puta caseta ya está lista y podemos meternos dentro. Me muero por
echarte un polvo.
-Está lista, sí. – respondió Misha con el aliento entrecortado.
Se meteron dentro y se deshicieron de la ropa en cuestón de segundos. Misha se
tumbó bocarriba con las piernas abiertas, en una clara invitación y Jensen se acomodó sobre
él, metendo la cabeza entre sus piernas y colocando las suyas a ambos lados de su cabeza.
Durante varios minutos se dieron placer el uno al otro sin contemplaciones, lamiendo y
chupando. Perdieron la noción del tempo y no se dieron cuenta de que el sol se estaba
empezando a poner, envolviéndolos en una oscuridad acogedora.
Jensen se apartó y se tumbó bocarriba, agitando el miembro en su mano en un claro
gesto.
-Ven aquí. – dijo. – Enséñame cómo haces eso de ponerte en cuclillas y moverte
arriba y abajo. Quiero verte.
Misha obedeció. Se subió a horcajadas sobre sus caderas y se restregó contra su
erección mientras lo besaba profundamente. Después se puso de pie y fue bajando el
cuerpo lentamente mientras Jensen se sujetaba la polla, ansioso por estar en su interior.
Cuando lo penetró, soltó un suspiro. Cualquiera habría dicho que llevaba meses sin follar del
placer increíble que le recorrió el cuerpo. Cuando Misha comenzó a moverse sobre él la vista
se le nubló. Tuvo que pestañear varias veces para aclarársela. La oscuridad de la caseta
tampoco ayudaba, pero había luna llena y alcanzaba a ver algo con la pobre claridad que
desprendía.
-Joder, qué gozada. – jadeó. – Vamos a estar follando todo el fn de semana. Dime
que vamos a hacerlo, anda.
Las súplicas de Jensen hicieron reír a Misha. Era increíble lo cachondo que podía
llegar a ponerlo con un par de palabras, con aquella voz grave y enronquecida por el deseo.
Él mismo deseaba pasarse así el resto del fn de semana y del mes si se lo pedía. Jamás se
cansaría de aquello.
-Para eso he venido, para tenerte dos días follándome, ¿no lo sabías?
Jensen soltó una carcajada y la vibración de su cuerpo hizo que Misha se
estremeciera.
-¿Para eso me quieres? ¿Para que te sirva de esclavo sexual?
-Justo eso.
Misha aceleró el ritmo y Jensen sintó el orgasmo arremolinarse en su vientre, pero
de pronto lo frenó. Aquello a lo que llevaba dando vueltas tantos días le estaba acosando de
nuevo y había tomado una decisión. Y quería llevarla a cabo antes de que se arrepintera.
-Quiero probar. – dijo apartando a Misha y sentándose.
-¿Cómo? ¿Qué quieres probar?
-Ya sabes.
Misha abrió mucho los ojos comprendiendo de pronto.
-¿Estás seguro?
-Claro. Te veo cómo disfrutas cada vez que te la meto y quiero comprobar por mí
mismo que es tan placentero como muestra tu cara cuando te follo.
-Es placentero, no te quepa duda, pero no quiero lloriqueos después ¿eh?
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-Pero qué dices. Yo no lloriqueo, to.
-Eso vamos a verlo.
Misha la dio la vuelta hasta colocarlo boca abajo y le hizo hincar las rodillas en el
suelo. Así expuesto, comenzó a lamerle la entrada. Muy despacio, dándole toques suaves
con la lengua y humedeciéndolo del todo. Jensen gimió al sentr su boca contra las pelotas y
su lengua recorrerlo hasta la entrada. El roce de la lengua contra los pliegues sensibles
estaba haciendo efecto ya que comenzó a relajarse y Misha empezó a hacer presión con la
punta de la lengua. Notaba cómo aquella lengua se introducía levemente entre el apretado
músculo y la excitación aumentó.
Cuando notó el primer dedo dio un leve respingo, pero porque no lo esperaba, no
porque sintera dolor o molesta alguna. De hecho, el dedo se coló hasta la primera falange
con asombrosa facilidad. Misha fue muy cuidadoso, pero no paró ni un momento. Siguió
introduciendo el dedo lentamente mientras veía cómo se perdía en su interior. Aquello era
demasiado erótco y a esas alturas estaba demasiado cachondo así que prefrió no tocarse.
Sabía que si lo hacía acabaría corriéndose antes de metérsela y no quería eso.
-Si te hago daño avisa y lo dejo. – le dijo.
Jensen sólo atnó a mover la cabeza en una negación que era incapaz de emitr en
palabras. Aquello daba mucho gusto, joder. Quería más.
-Sigue. – le respondió con la voz ronca.
Misha le hizo caso encantado y comenzó a mover el dedo, despacio al principio y a
una velocidad moderada después. Oía los gemidos de Jensen y sabía que le estaba
proporcionando el placer que el chico esperaba. Ojalá no lo defraudara cuando llegaran a
más.
Aprovechó el estado de entrega de Jensen para añadir otro dedo. Muy despacio, se
hizo paso en su cuerpo con ambos y esperó a que las señales le indicaran que podía
contnuar. Jensen se relajó contra su mano y adaptó los músculos alrededor de los dedos,
dándole así el permiso que necesitaba para contnuar. Durante varios minutos lo folló con
los dedos y le escuchó gemir y jadear, decir su nombre entre suspiros sensuales. Todo eso
mezclado con las palabras sucias que el chico utlizaba para incitarlo hizo que Misha viera
claro el momento en que debía pasar a la siguiente ronda.
Se afanzó de rodillas tras él y escupió con acierto en la entrada. Esparció la saliva
por toda la zona y se volvió a escupir en la mano, esta vez para embadurnarse el miembro
antes de introducirlo. Había visto a Jensen hacer ese gesto y confaba que fuera humedad
sufciente para entrar en él sin hacerle daño, tal y como pasaba con él mismo. Colocó la
punta entre los pliegues y presionó ligeramente. Antes de que la cabeza púrpura se perdiera
en él, Misha acarició la espalda de Jensen para darle énfasis al hablarle.
-Jen… ya sabes que es la primera vez que… que hago esto y… oh, dios… si lo hago
mal… o te… uf… te hago daño, dímelo y para… pararé. ¿De acuerdo?
La excitación lo hacía hablar entre jadeos y la sensación de estar adentrándose en
aquel cuerpo le rompía la voz, pero Jensen le respondió girando cuanto pudo la cabeza.
-También es la primera vez para mí, ¿recuerdas? – dijo con la voz enronquecida. –
Sigue, Misha. Fóllame.
No hizo falta nada más para azuzar a Misha. Se fue colando muy lentamente en el
otro mientras le separaba las nalgas y tan sólo tuvo que parar una vez antes de entrar del
todo. Cuando se introdujo por completo, ambos suspiraron y se tomaron unos segundos
para adaptarse el uno al otro, pero en seguida los cuerpos empezaron a pedir más y Misha
comenzó a moverse en su interior. Lo envistó agarrándolo por las caderas con la fuerza
justa. No quería ser demasiado brusco y tampoco quedarse corto. No quería dejarse llevar
por que entonces empujaría con demasiada fuerza y se correría en segundos y no quería
eso. Quería que Jensen lo disfrutara y quería disfrutar él de la primera vez.
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Jensen estaba realmente en éxtasis. Tal vez había escocido un poco al principio, una
especie de quemazón que desapareció casi al instante, pero aquello estaba resultando
jodidamente placentero. Se senta lleno. El roce contra su próstata estaba siendo un gran
descubrimiento y una oleada de placer lo recorría cada vez que Misha rozaba ese punto.
Escuchaba sus jadeos, notaba su cuerpo chocar contra el suyo y senta sus dedos clavados en
la suave carne de sus caderas. Aquello era el paraíso.
-Jensen… - jadeó Misha. - … me voy a correr… no puedo más… joder, Jen.
Misha salió de su cuerpo apretado justo cuando el chorro caliente salía despedido.
Vio la entrada lujuriosamente manchada de su semen y presa de una irremediable ola de
placer, volvió a enterrar la polla entre los pliegues del chico. Envistó con fuerza hasta que
terminó de correrse en su interior, emitendo un grito gutural que le quemó la garganta.
Jensen sintó la húmeda caricia del semen recorriendo su perineo y se agarró la polla
endurecida al máximo. El líquido espeso le manchó los dedos y lo utlizó para masturbarse.
Reculó contra Misha, indicándole que no saliera aún de su cuerpo. Quería correrse mientras
lo senta dentro, mientras aún palpitaba en su interior con las últmas sacudidas del
orgasmo. Misha entendió las señales y se afanzó contra sus caderas, empujando hasta el
fondo, intentando pulsar ahí donde sabía que radicaba el centro del placer de su chico.
Gritó al correrse. Como no lo había hecho nunca. Y se corrió como nunca, con
espasmos largos y sacudidas electrizantes. Apretó los músculos alrededor de la polla
enterrada en su cuerpo y gozó del orgasmo más brutal que podría haber imaginado. Duró
más que de costumbre ya que al apretarse contra el miembro aún erecto hacía contacto con
su próstata, un gran descubrimiento que no dejaría nunca de agradecerle a Misha.
Se desplomó con Misha sobre su espalda. No le importó caer sobre su propio semen
ni sentr que el de Misha le manchaba las nalgas. Había sido un polvo brutal y lo demás no
importaba.
-¿Qué tal? – le preguntó Misha con la respiración aún agitada.
-La puta hosta, to. – jadeó Jensen con los ojos cerrados y cara de éxtasis.
Misha soltó una carcajada y le besó la nuca.
-¿Tú qué tal?
-La puta hosta… más uno.
Esta vez le tocó a Jensen reírse.
Misha se apartó de él y enseguida lo echó de menos contra su cuerpo, dentro de él.
Se giró para mirarlo y vio cómo el chico encendía una lámpara. La luz iluminó el reducido
espacio de la caseta y le dejó ver a Misha con claridad. Estaba radiante, saciado, satsfecho.
Feliz. Y él debía tener el mismo aspecto, no le cabía duda.
-Prométeme que va a ser siempre así. – le dijo.
-No puedo prometerte eso, Jen. – le dijo tumbándose sobre él y acariciándole la cara
con un dedo. – Ojalá fuera así toda la vida, pero no siempre vamos a ser jóvenes y efusivos.
-Ah, ¿no? – bromeó Jensen.
-Me temo que no.
-Ah, pues entonces tenemos que aprovechar mientras dure, ¿no crees?
-Claro. – Misha le dio un beso profundo y sensual. Si algo bueno tenían era
precisamente la juventud que les permita volver a empalmarse y tener ganas de repetr una
y otra vez. Y él ya empezaba a tener ganas de nuevo.
-Vamos al río. – dijo Jensen poniéndose en pie de un salto. Tiró de Misha para
incorporarlo.
-¿Cómo? ¿Tú sabes lo fría que debe de estar el agua, Jensen?
-¿Y qué? ¿Cuánto tempo crees que va a tardar en calentarse en cuanto empecemos
a darnos el lote?
-Lo dices en serio, ¿verdad?
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Tuvieron que agachar la cabeza ya que la caseta era demasiado pequeña para su
estatura, pero eso no les impidió fundirse en un beso sensual.
-Nunca he follado en un río. – dijo Jensen. - ¿Qué me dices?
No hacía falta decir nada. Misha sonrió y salió corriendo de la tenda,
completamente desnudo y seguido de Jensen. Se lanzó al río entre risas y Jensen se lanzó
tras él. En la oscuridad de la noche, ambos se aseguraron de disfrutar de la felicidad de estar
juntos y de haberse encontrado. Había que celebrar que sus vidas se habían cruzado en el
mejor de los momentos y así lo hicieron. Durante toda la noche y los días que siguieron.
THE END
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