ARTE ROMANICO Historia y Teoría del Arte INTRODUCCION

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ARTE
ROMANICO
Historia y Teoría del Arte
INTRODUCCION
Concepto
El concepto de arte Románico se introdujo en la historia del arte occidental a principios del pasado siglo, en
un contexto intelectual y dialéctico típicamente romántico, con la intención de resalta la latinidad o, si se
prefiere, la romanidad de una serie de manifestaciones arquitectónicas medievales frente a la germanidad de
otras. Aunque se aplicaba por analogía respecto de lo que conocemos como lenguas romances o románicas,
esto es las que derivan del latín vulgar, es evidente que en un contexto filológico significa algo muy distinto
que cuando se trata de historia del arte.
CRONOLOGIA Y EVOLUCION
Las primeras manifestaciones de lo que hoy entendemos por arte Románico − concepto al que primeramente
se dio una amplitud mucho mayor, al situarse sus comienzos en el remoto siglo V − se produce de forma
paralela en diversos núcleos a la vez alrededor del año 1.000, que no fue, ni mucho menos, una fecha tan
crítica como a menudo a querido suponerse. Progresivamente, los diversos ensayos y tentativas, inicialmente
dispersos, convergen gracias a la acción de una serie de elementos catalizadores, llegándose a la definición de
un sistema Románico propiamente dicho, cuya máxima vigencia se mantendrá a lo largo de los siglos XI y
XII.
Si en el siglo XI se produce la fijación y la difusión generalizada del Románico en el terreno arquitectónico,
durante el siglo XII se enriquece plásticamente y determina nuevas soluciones a partir de las cuales se
desarrollará. No obstante, el nacimiento de este último no implica la súbita muerte y desaparición del
Románico, pues dentro de él cambian otras muchas posibilidades de evolución las cuales serían exploradas y
desarrolladas a lo largo del mismo siglo XII y del siguiente.
Aunque ninguna de estas posibles vías de evolución del sistema Románico logrará universalizarse tanto como
la solución gótica, que apoyada por fuerzas muy poderosas, se convertirá en el sistema alternativo al
Románico y acabará por extenderse en forma generalizada, entre ambas manifestaciones tiene cabida una
serie de experiencias que aquí denominamos consecuencias del Románico por cuanto entendemos que
también son intentos de búsqueda, de renovación, de apertura, desarrollados a partir del sistema Románico.
Sin embargo, no tendrán la fuerza suficiente para transformarse en sistemas alternativos y, por tanto, acabarán
siendo absorbidos por la mayor fuerza expansiva del sistema gótico.
Transfondo Historico
Para caracterizar históricamente este período y para establecer unas mínimas referencias del marco histórico y
cultural en que nace y se desarrolla el Románico, podemos señalar 4 fenómenos básicos: la estabilidad
europea, el feudalismo, el monaquismo y las peregrinaciones.
Estabilización y Expansión Europeas
Decimos que el Románico surge en un momento de estabilidad y hasta de expansión, por cuanto la historia
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europea, tras la profunda crisis implícita en el hundimiento de la estructura del imperio romano (año 476),
había entrado en una fase de inestabilidad provocada por las migraciones de los pueblos bárbaros, las
invasiones (los árabes entran a la península ibérica en el año 711) y la debilidad de los pueblos constituidos.
Solo la iglesia romana y el monaquismo representaban en aquellos momentos un factor capaz de garantizar
una cierta permanencia y de sentar las bases de una cultura común, heredada de las tradiciones y los haberes
del mundo antiguo.
Por consiguiente, una eventual recuperación del equilibrio europeo pasaba por el compromiso entre los
poderes civiles, de naturaleza germánica, y el poder religioso establecido en roma. Este compromiso se
tradujo en la recuperación de la antigua idea imperial, que se materializó cuando Carlomagno fue coronado
emperador por el Papa León III la víspera de Navidad del año 800. Así, no en vano Carlomagno es
considerado el Padre de Europa.
El Feudalismo
Sobre la base de la diversificación y de la multiplicación de los focos de actividad y de creación, extendidos
de punta a punta de la Europa Occidental, puede desarrollarse un lenguaje artístico que se basa en la adopción
de determinadas soluciones comunes, pero que al mismo tiempo permite modismo y variantes locales.
Evidentemente, el Románico no es un lenguaje metropolitano, dependiente de las emanaciones de una gran
metrópolis, sino fruto de una circulación y de un intercambio de ideas mucho más fluido de lo que hasta los
siglos precedentes había sido posible.
Todo esto coincide, y no por casualidad, con un momento histórico en que la sociedad todavía se organiza y
estructura en función del sistema feudal. A pesar de que la época del Románico vive ya la fase terminal del
feudalismo, predominan aún los principios de éste. En síntesis, el feudalismo es una forma de poder y de
dominio que implica una larga cadena de jerarquización y subordinación de los poderes mediante el vasallaje,
y una de cuyas consecuencias más directas es la fragmentación y la subdivisión de los dominios territoriales
hasta unos niveles de gran complejidad.
El Monaquismo
Junto al feudalismo hay que tener en cuenta otro fenómeno histórico de no menor importancia: el
monaquismo, la mayor fuerza de la iglesia durante la alta edad media. Téngase en cuenta, por ejemplo, que
durante el siglo XI y buena parte del XII la mayoría de los Papas fueron monjes. De orígenes orientales, el
monaquismo contribuye a la expansión del cristianismo en occidente, estructurándose sobre la base de la regla
de San Benito, uno de cuyos principios es la compatibilidad entre la vida contemplativa y el trabajo manual
(hora et labora). En ello se diferencia claramente del monaquismo oriental, que ponía mayor énfasis en el
ascetismo. Un monasterio occidental, por tanto, no es solo un lugar de retiro espiritual, sino que puede
convertirse en un centro de actividad y de producción, entendida ésta como algo útil y al servicio de la
sociedad.
Las Peregrinaciones
Dentro de este contexto histórico incluimos el fenómeno de las peregrinaciones, en tanto que constituyen un
importante factor de intercambio y de síntesis, aspectos sobre los que se produce el desarrollo del arte
Románico. Estrechamente vinculado a las mismas está el fenómeno del culto a los lugares sagrados y a las
reliquias, cuya extraordinaria fuerza de atracción y de irradiación, a menudo rodeada de creencias y leyendas
que las convierten en entidades dotadas de poder salvífico propio, cuando no mágico, es algo que traspasa el
ámbito estrictamente religioso y devocional para convertirse en un aspecto muy revelador de las
características de la mentalidad medieval, a la vez que constituye también uno de los principales motores de la
creación artística.
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CARACTERISTICAS FUNDAMENTALES DEL ROMANICO
De lo dicho hasta aquí se desprende que el Románico es un arte de contenido eminentemente religiosos. Ello
no significa que solo se manifieste a través de obras vinculadas al culto. Evidentemente, no es así. Dentro del
arte Románico también tienen cabida las realizaciones de carácter civil o profano algunas de ellas de
extraordinaria importancia. No obstante, es innegable que el factor religioso contribuye mucho mas que
cualquier otro a la internacionalización y difusión de aquellos elementos que nos permiten abstraer la idea de
la existencia de un sistema Románico. Este se constituye y desarrolla en función de unos modelos y arquetipos
de contenido religioso, y es en este ámbito donde produce sus manifestaciones más características.
Orden Románico
Si se pretende explicar el arte Románico a partir de unos tipos básicos, es necesario referirse a la Iglesia, al
Monasterio, a las portadas, los Claustros, la decoración y el mobiliario de las iglesias, los libros litúrgicos, etc.
Solo a partir de estos elementos podremos entender lo que es y lo que representa el sistema Románico, y
únicamente a partir de ellos podremos llegar a generalizar, incluyendo dentro del Románico otras
manifestaciones de diversa naturaleza.
FASES DEL ESTILO ROMANICO
Se distinguen cuatro fases en la evolución y tipología del Románico:
Primer Románico
Nacido en el norte de Italia, y extendido por el sur de Francia y norte de Cataluña y Aragón. Evoluciona en
todo el siglo XI y comienzos del XII.
Segundo Románico
Procedente de Francia y difundido al principio por el camino de Santiago, es la fase más noble del estilo, de
gran belleza y equilibrio de formas. Llega a España a finales del siglo XI y comienzos del XII.
Tardorrománico
Es la evolución Barroquizante del estilo, con carga de escultura preciosista y más naturalista. Se conbinan
formas románicas y otras decididamente ya góticas. Se desarrolla a partir de mediados del siglo XII y
comienzos del XIII.
Románico Mudéjar
Estilo exclusivamente español en el que se combinan formas estructurales románicas con decoraciones
Musulmanas propias de los alarifes mudéjares que iban quedando en los territorios conquistados por los
cristianos a los musulmanes.
ARQUITECTURA
La característica mas destacada de la arquitectura Románica es la solides y la monumentalidad y sus
elementos distintivos son el Arco de medio punto y su desarrollo, la Bóveda de Cañón.
El Templo Románico
La planta del templo Románico es basilical, con crucero − que puede sobresalir o no −, de una, tres o cinco
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naves, terminadas a la cabecera en ábsides y a los pies rectilíneas y en algunas ocasiones presididas de
pórticos. Con el paso del tiempo, las iglesias de peregrinación prolongan las naves longitudinales en un
deambulatorio o girola que recorre el ábside principal y al que se abren capillas. Existen iglesias de plantas
central.
Como soportes es frecuente que existan criptas bajo el ábside central, sostenidas por gruesas columnas o
pilares y cubiertas por bóvedas de arista.
El peso de las cubiertas obliga a levantar gruesos muros con escasas aberturas, las llamadas ventanas
abocinadas. Reforzando los muros, hay contrafuertes exteriores, que actúan también como elementos
decorativos, alternando con las ventanas cubiertas por arcos de medio punto. En la parte superior del exterior
de los muros, bajo la cornisa, se sitúan arquillos y bandas lombardas que, a veces, se prolongan hasta el suelo.
Los soportes exentos son pilares de sección cuadrada o rectangular a los que se adosan pilastras o
semicolumnas. El conjunto es sólido en lo construido y ligero visualmente.
En cuanto alas cubiertas, las primitivas cubiertas de madera son sustituìdas progresivamente por bóvedas de
piedra (cañón reforzado por arcos fajones que descargan sobre puntos concretos − reforzados en el exterior−
el enorme peso de la cubierta). En el siglo XII se utilizan bovedas de cañón apuntado. En algunas ocasiones se
construyen cúpulas.
Las torres son elementos sustantivos de la arquitectura románica; se construyen en las zonas laterales de la
fachada, sobre el centro del crucero, a los extremos de éste y en otras ubicaciones. Son, sobretodo, de planta
cuadrada, pero existen también las circulares (como la archifamosa Torre de Pisa), o de planta poligonal. En
contraste con el resto del edificio, las torres suelen ser ligera, caladas por ventanas a menudo geminadas.
La fachada más importante es la que abre el acceso al templo; en ella se sitùa la portada. Por esta razón la
decoran tantos elementos constructivos como esculturales.
Además de los ya citados, son Románicos los templos de la Madeleine (Vezelay), Paray−le−Monial
(Borgoña), la catedral de Angulema, Santa Fe de Conques, Saint− Benoit−sur−Loire (Loiret), la catedral de
Caen y la abadía de Mont−Saint−Michel (Normandía), en Francia. En la península Ibérica destacan San Pere
de Rodes, Santa María de Ripoll, Sant Vicenç de Cradona, Sant Joan de les Abadesses, la Catedral de La Seu
de Urgell, las pequeñas iglesias pirenaicas de Boí, Taüll y Erill−la−vall, la parte antigua de la catedral de
Girona, la catedral de Jaca, el admirable claustro de San Juan de Peña, San Miguel de Estella, San Salvador de
Leyre, San Isidro de León, la catedral de Zamora y las colegiatas de Toro y Santillana del Mar. En Italia, San
Miniato al Monte (Florencia) y San Ambrosio de Milán. Son románicas las catedrales de Coimbra y Braga.
Otros Edificios Románicos
El monasterio o abadía es una unidad económica y religiosa, al tiempo que cede de poder temporal puesto que
controla, en la persona del abad o abadesa, las tierras, aldeas, bienes y personas que le pertenecen. Es también
centro de producción artística e intelectual. El monasterio incluye la sala capitular, el refectorio, los
dormitorios, bibliotecas, lagares, almacenes, cuadras, etc.
Su elemento más destacado es el claustro − el templo, que es el núcleo central de las actividades religiosas, se
asemeja al descrito más arriba −. La planta del claustro suele ser cuadrada, con la parte central descubierta y
los cuatro laterales cubiertos, pero abiertos a la zona central mediante arquerías.
La arquitectura civil que ha sobrevivido sobretodo la militar y residencial de la nobleza laica, que se plasma
en el castillo. Su elemento más característico es la torre, de utilidad defensiva y símbolo de poder al mismo
tiempo, rodeada de fosos y defensas. Subsisten también algunas murallas de ciudades como la Avila − y
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algunos palacios − el del Obispo Gelmirez en Santiago de Compostela es una magnífica muestra de
arquitectura románica urbana y civil.
ESCULTURA
La escultura románica representa una de las grandes experiencias en la historia de la cultura y del arte
occidental, por cuanto implica la recuperación del uso monumental del arte del volumen, que había entrado en
una profunda crisis tras la difusión de pensamientos y creencias de tipo espiritualista de la baja antigüedad.
Como consecuencia de ello, las grandes civilizaciones que reemplazan la cultura clásica alrededor del
Mediterráneo, Bizancio y el Islam, rehuyen sistemáticamente la figuración escultórica a pleno volumen por
entender que su cultivo podía contribuir a fomentar la idolatría. Igualmente, la escultura es un arte extraño a la
cultura y a la mentalidad de los pueblos bárbaros que extienden su dominio por Europa Occidental.
Influencias de la Escultura en la Arquitectura
La escultura románica se integra en forma plena en el contexto arquitectónico, lo que no solo determina sus
marcos estructurales, sino incluso una buena parte de sus formalizaciones.
El concepto clásico de estatua, de escultura exenta, que resaltaba la individualidad de las figuras y se
desarrollaba conforme a un canon de proporciones humanas, es prácticamente ignorado por los escultores
Románicos, que lo sustituyen por un sucedáneo que será uno de los motivos más representativos de su arte: el
de la figura dispuesta bajo una arcada.
Ni la escultura románica ni la arquitectura implican la recuperación o el renacimiento del sentido clásico, sino
que representan una creación absolutamente original en la que se funden tradiciones y aportaciones de
procedencia diversa. Sobre la base de la cultura figurativa clásica y helenística, patente tanto en lo figurativo
como en determinados aspectos del repertorio ornamental de carácter marcadamente naturalista, se incorporan
también elementos tomados del universo figurativo de los pueblos bárbaros, del mundo bizantino e islámico e
incluso de culturas orientales más remotas, como Mesopotamia o Persia. Ello también se evidencia en
determinados aspectos de la ornamentación, así como de una forma muy especial en el tema animalista, que
adquiere una importancia considerable y que, en general, es desarrollado con un sentido radicalmente
antinaturalista, con una acusada preferencia por las figuras mixtas o metamorfoseadas.
El caso más evidente es el de tetramorfos, que acompaña constantemente a uno de los grandes temas de la
iconografía románica, el Cristo en majestad, y cuya representación evoca sus raíces mesopotámicas. Como
escribía Focillón, la escultura románica elabora un humanismo que le es propio y que es tan extraño respecto
del genio antiguo como de las culturas orientales, por lo cual sea posiblemente la primera definición de
occidente.
A diferencia de la arquitectura o de la pintura románica, muy condicionadas por los modelos tardoantiguos o
bizantinos, respectivamente, la escultura es quizás la manifestación más original de su tiempo, en la que se
evidencia de síntesis que determina el arte Románico.
PINTURA
La pintura mural románica se integra, como la pintura, en le contexto arquitectónico. En realidad, el modelo
ideal de templo Románico exige tanto un complemento escultórico en sus puntos más sensibles y
especialmente en la portada, al exterior, como una decoración pictórica que dé sentido al espacio interior,
siguiendo una costumbre bien arraigada desde los primeros momentos del cristianismo. Cabe tener en cuenta
que la función de la pintura mural no consiste únicamente en rellenar de imágenes unos espacios
determinados.
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La iglesia, por su concepción simbólica, debe complementar la propia arquitectura, creando un ambiente
interior que denote su carácter sagrado. Por consiguiente, la valorización de la pintura románica no debe
hacerse solo en función de sus contenidos formales e iconográficos, sino que también debe tenerse muy en
cuenta su significación estética, el uso que hace del color, de los grafismos, de las imágenes y, al final y al
cabo, como se despliega sobre su soporte arquitectónico. Tanto es así que antiguamente se distinguieron dos
grandes grupos de pintura románica en Francia: El de las pinturas mate sobre fondo claro, que se extiende
mayoritariamente desde el Loira al Languedoc, al oeste del país, y el de las pinturas sobre fondo oscuro, que
predomina en Borgoña y Auvernia.
Esta diferenciación no se basaba, naturalmente, en el simple tono de los fondos, sino que implicaba cuestiones
muy profundas de orden técnico, formal, estilístico, etc. En realidad, mientras que el grupo del oeste parece
tener sus antecedentes más inmediatos en la decoración y en la pintura de manuscritos del mundo carolingio u
otoniano, la otra corriente se vincula más directamente a modelos y influencias bizantinas. Así pues, algo en
apariencia tan intrascendente como los fondos revela la existencia de dos tradiciones y dos conceptos
pictóricos diferentes, cuyos respectivos orígenes se remontan a la baja antigüedad, y que dentro del Románico
parecen converger gracias sobretodo a la utilización de unos programas iconográficos y a unos modelos
arquetípicos prácticamente comunes.
ARTES MENORES
Metales
Podemos distinguir tres grandes grupos: la técnica del bronce fundido; los objetos suntuarios realizados con
metales preciosos y destinados a constituir los tesoros de los monasterios y catedrales, y los esmaltes, que, por
su elaboración en centros especializados, ofrecen manifestaciones extraordinarias junto a otras realizadas de
forma seriada, casi industrial. En sus distintos apartados las artes del metal constituyen un aspecto capital de
la plástica medieval no solo por el propio interés artístico de los objetos en sí mismos, sino porque su mayor
proximidad a lo sagrado, en tanto que objetos preciosos, expresa con mucha claridad los ideales estéticos y
conceptuales que se canalizan a través de ellos.
Esmalte
Junto a los relicarios y a los frontales de altar, también se ejecutaron en metales preciosos elementos como
candelabros, cruces, cálices y otros objetos litúrgicos. Una técnica intermedia entre la orfebrería y la simple
metalistería es la del esmalte, que durante el Románico vive una expansión muy considerable y que también
sirvió para producir numerosos objetos como los que acaban de mencionarse. En realidad no es prudente
disociar radicalmente el esmalte del resto de las artes del metal, por cuanto los centros de producción son
coincidentes, ya que el cultivo de estas técnicas obedece al arraigo de tradiciones muy antiguas que, por otra
parte, se prolongarán más allá del período románico y de los siglos medievales.
La técnica del esmalte consiste en una aplicación de una pasta vítrea fundida sobre metal, generalmente cobre.
Textil
Paralelamente a la recuperación del sentido monumental en la pintura se constata el mismo proceso en algunas
artes conexas, sobretodo en el arte textil, que dentro del Románico ofrece algunos testimonios excepcionales
de representaciones figuradas a gran escala. No se trata todavía de tapices propiamente dichos, sino de
bordados, es decir de obras muy probablemente ejecutadas por manos femeninas y con carácter excepcional,
sin que a partir de ellas pueda deducirse que existieran escuelas específicamente dedicadas a estas labores.
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