Slavoj Žižek: El filósofo de la anarquía

Anuncio
ENTREVISTA: EN PORTADA
Slavoj Žižek: El filósofo de la
anarquía
VÍCTOR LENORE 01/04/2011 EL PAÍS
Se nutre por igual de Rousseau, Kafka o David Lynch. El venerado pensador de la era
pospop visita el Festival de las Letras de Bilbao con sus provocativas reflexiones.
Una vez pregunté a un amigo filósofo cuál era la importancia de Slavoj Žižek en
el pensamiento contemporáneo. Su respuesta fue esta: "¿Recuerdas aquel
episodio de Los Simpson en el que Bart se presenta a delegado de clase? Su
contrincante, el típico alumno aplicado, siente que va a perder y recurre a la
campaña negativa usando el eslogan 'Con Bart llegará la anarquía'. Simpson
contraataca haciendo suya la frase '¡Con Bart llegará la anarquía!'. Algo parecido
pasa con Žižek". El profesor esloveno tiene un discurso adictivo donde se
mezclan política, psicoanálisis, lucha de clases, taquillazos de Hollywood y algún
chiste grueso. Una estrategia efectiva para devolver la filosofía al público masivo
que podremos comprobar el jueves 7 de abril en su visita al Festival
Internacional de las Letras que organiza AlhóndigaBilbao.
"No soy un ingenuo, ni un utópico; sé que no habrá una gran
revolución"
EP3. En su libro El acoso de las fantasías (1997) explica que los medios
audiovisuales pueden emborronar nuestra percepción de la realidad. ¿Qué
opina de la aparición de la redes sociales?
Slavoj Žižek. Muchos se quejan de que Twitter o Facebook son comunidades
artificiales, sucedáneos de la interacción humana cara a cara. Yo celebro estas
comunidades artificiales; te permiten escapar de tu lugar asignado en la
sociedad. Imagina vivir en un país como Arabia Saudí. Yo me sentiría liberado
usando Twitter.
EP3. Muchos medios atribuyen a estas redes un papel importante en
movimientos de protesta actuales. ¿Está de acuerdo?
S. Z. Me interesan más otras cosas. Por ejemplo, los conceptos de posible e
imposible. Hoy cualquiera con dinero puede viajar al espacio, cada mes
anuncian descubrimientos contra algún tipo de cáncer, incluso se habla de
avances para alcanzar la inmortalidad. Al mismo tiempo, en cada telediario,
salen políticos y economistas explicando que no hay dinero para mantener la
Seguridad Social. Vivimos una época que promueve los sueños tecnológicos más
delirantes, pero no quiere mantener los servicios públicos más necesarios.
EP3. ¿Qué postura toma frente a esto?
S. Z. No estoy en contra del capitalismo en abstracto. Es el sistema más
productivo en la historia. Me considero comunista, aunque el comunismo no sea
ya el nombre de la solución, sino el del problema. Hablo de la lucha encarnizada
por los bienes comunes. Las corporaciones intentan privatizar los recursos
naturales, la biogenética o los conocimientos. El capitalismo actual se mueve
hacia una lógica de apartheid, donde unos pocos tienen derecho a todo y la
mayoría son excluidos.
EP3. Su último libro, Living in the end times (2010), explora nuestra negativa a
aceptar que el mundo está al borde del colapso. ¿Qué nos impide tomar
verdadera conciencia?
S. Z. Nos gustan las respuestas sencillas. En vez de pensar sobre la estructura
del sistema, nos refugiamos en cuestiones morales. El anticapitalismo es muy
popular entre las grandes estrellas de Hollywood. Todos están en contra de
alguna compañía que explota niños o que contamina el medio ambiente. Hacen
estas cosas para calmar su conciencia individual. Me opongo por completo a lo
que suele llamarse estilo de vida ecologista. Hablo de la gente que recicla, tiene
paneles solares y compra comida orgánica. Leí hace poco un informe que
demuestra que si todos siguiéramos esas pautas de consumo provocaríamos una
catástrofe, ya que los artículos ecológicos son mucho más caros de producir.
EP3. ¿Cuál es la alternativa?
S. Z. La solución que ofrecían era que la mayor parte posible de la humanidad
viviera apiñada en grandes ciudades. Así, todos los servicios serían más baratos.
El sueño de todos de la casita en el campo o en las afueras puede acabar en
cataclismo.
EP3. ¿Hay que replantearse todo?
S. Z. Hay que ser más hedonistas. El problema es que no nos centramos en lo
que realmente nos satisface. Estamos atrapados en una competición malsana,
una red absurda de comparaciones con los demás. No prestamos suficiente
atención a lo que nos hace sentir bien porque estamos obsesionados midiendo si
tenemos más o menos placer que el resto. En estos casos extremos, me gusta
recurrir a los clásicos. Por ejemplo, Rousseau. Él veía el egoísmo como algo
saludable. El único límite que ponía es que no es legítimo preferir el bien propio
si causa un mal a otros. Los capitalistas actuales son fanáticos religiosos que
defienden sus beneficios aunque traigan la ruina para millones de personas.
EP3. ¿Qué movimientos sociales sigue?
S. Z. No está todo tan mal como pintan mis libros. Me han sorprendido las
revueltas en el norte de África. Europa nunca ha creído que los árabes fueran
capaces de hacer una revolución democrática a gran escala, independiente de
valores religiosos. Ahora mismo estoy en Londres y tenemos una huelga masiva
en la educación superior. El Plan Bolonia es una catástrofe. La derecha quiere
suprimir las humanidades. En vez de pensadores, quieren convertirnos en
expertos que cumplan los encargos que las élites plantean. Me parece
importante defender que los grandes problemas nos conciernen a todos. La
derecha debería estar en contra del Plan Bolonia. Convertir la Universidad en
una empresa es mucho más peligroso para Europa que el fundamentalismo
islámico.
EP3. Ha dicho que si pudiera viajar en el tiempo escogería el siglo XIX para
poder ser alumno de Hegel.
S. Z. Él demostró que cuando persigues una cosa se puede convertir en la
contraria. En Occidente queremos libertad y dignidad, pero estamos dispuestos
a abolirlas en nombre de esa misma búsqueda. Otro ejemplo: tenemos más
poder que nunca sobre la naturaleza, pero nunca hemos estado más expuestos a
catástrofes ecológicas.
EP3. ¿Cuál es el objetivo de sus libros?
S. Z. Me encanta una anécdota, seguramente apócrifa, de la Primera Guerra
Mundial. Un puesto militar alemán escribe un telegrama a sus aliados
austriacos: "Aquí la situación es seria, pero no catastrófica". La respuesta dice :
"Aquí la situación es catastrófica, pero no seria". Esta última frase define
nuestra época. Nos cuesta tomar en serio la debacle a la que nos enfrentamos.
No soy un ingenuo, ni un utópico; sé que no habrá una gran revolución. A pesar
de todo, se pueden hacer cosas útiles, como señalar los límites del sistema.
Muchos sabemos que unas cuantas reformas no van a sacarnos del atolladero.
EP3. Es conocida su habilidad para explicar el concepto más denso con una
metáfora de la cultura popular. ¿Qué contenidos pop le interesan más ahora?
S. Z. Me gustan las nuevas teleseries. Los Soprano o Mujeres desesperadas me
parecen demasiado pretenciosas. The Wire, en cambio, fue un diálogo con los
espectadores sobre problemas urbanos. En realidad mi favorita es Héroes. Trata
de un grupo de marginados, cada uno con un poder distinto, que se unen para
fabricar una sociedad alternativa. Hay que encontrar nuevas formas de
conciencia.
Descargar