El Volcán Cosigüina. Explotó hace 170 años. Revista No. 91

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El Volcán Cosigüina. Explotó hace 170 años.
Revista No. 91
Un viernes 20 de enero de 1835 a las 6 de la mañana, el Volcán Cosigüina comenzó a
echar un hilo de humo que se perdió entre las nubes que mantenían cobijado el cono del
volcán por su enorme altura, que se calculaba en unos dos mil metros sobre el nivel del
mar. Una hora después se sintieron los primeros retumbos, seguidos de temblores.
Los animales comenzaron la huida ahí iban las bandadas de aves, las manadas de
venados, jabalíes y coyotes, los jaguares, pumas y dantos y toda clase de animales que se
mezclaba con el ganado de la zona, que huía sin rumbo.
A las 11 de la mañana su explosión estremeció a toda Centroamérica, el cielo de
Chinandega, El Salvador y Honduras se oscureció completamente.
Tres días duró la erupción: el primer día por la presión de los gases voló el taponazo,
lanzando grandes piedras hacia el Océano Pacífico, donde quedaron promontorios de
rocas, llamados islas Farallones que cerraron un poco la boca del Golfo de Fonseca.
El segundo día siguió arrojando humo, piedras y cenizas, que llegaron hasta Ecuador.
El tercer día los bordes de aquella inmensa boca se desplomaron con grandes estruendos,
unos cayeron afuera y otros dentro del cráter.
Las piedras pómez que arrojó en esos días flotaron hasta Colombia. En esos días Oaxaca
en México y algunas islas del Caribe se cubrieron de sombras por las cenizas lanzadas
por el volcán, de ahí que se le llamó el año del polvo.
Relatos de aquella época, recogidos en “Historia de la Federación de la América
Central”, cuentan que: ”llegó a causar las tinieblas más completas, de modo que fue
indispensable encender velas y hachones para ver a medio día, pues sin luz artificial era
imposible verse la palma de la mano, y las personas se tropezaban unas con otras al
circular por las calles”.
“Los fieros tigres llenos de mansedumbre, y los huraños venados, perdida la timidez, se
llegaban a las poblaciones en busca de la luz de los hachones…”
“En Nacaome, lugar de Honduras situado al norte del Cosigüina, los habitantes vieron en
la oscuridad del cielo ”vislumbres colorantes”, con lo que creyeron atemorizados que
podía incendiarse la atmósfera”.
Después de la erupción, muchas personas perecieron de dolores de garganta, tos, catarros
y disentería; la península quedó destruida, el ganado cimarrón y de crianza quedó
sepultado bajo toneladas de arena y ceniza.
El poco ganado que se salvó fue arreado por sus dueños hacia las haciendas y encierros,
ubicados en los pueblos vecinos, que tuvieron la suerte de salvarse, porque el Cosigüina
lanzó su vómito de fuego hacia el Océano Pacífico.
Un mirador de tres países
El Volcán Cosigüina después de la erupción de 1835, en su parte más alta mide 872
metros, desde ahí se puede ver el Estero Real, las islas del Golfo de Fonseca, los volcanes
de Conchagua y San Miguel en El Salvador, y las costas de Honduras, por lo que es un
mirador de tres países. En su caldera, que tiene un ancho de dos kilómetros y medio, y
700 metros de profundidad, hay una laguna de color azul verdoso.
La península de Cosigüina, ha estado abandonada por el Estado, lo que ha permitido la
cacería sin control y el saqueo de madera de cedro, laurel, y leña de quebracho, parte de
estos recursos se han vendido en Honduras y El Salvador. Los incendios han causado
daño así como el crecimiento de la agricultura y las áreas de pastos para el ganado.
En el área cercana al volcán hay 21 comunidades con un total de mil ochocientas
cincuenta familias, que viven de la pesca, la siembra de maíz, frijol y del comercio de
quesos, pescados y cerdos en pie, con Honduras y El Salvador, a través del Golfo de
Fonseca.
También hay haciendas donde se cría ganado o se cultiva soya, ajonjolí, sorgo y maíz, ahí
se produce la quinta parte del maní que exporta Nicaragua.
El Cosigüina es la zona del Pacífico seco de Nicaragua donde más llueve. De la erupción
de1835 quedaron los Farallones, que son paredones acantilados donde se ven diversas
capas de lavas, cenizas y árboles convertidos en carbón.
La parte más alta de los Farallones es Punta Cosigüina, con una altura de 100 metros
sobre el nivel del mar, de ahí va bajando hasta Punta San José. Al pie de los acantilados
en Ocosme, hay una playa angosta de arenas negras del tiempo de la erupción.
A diez Kilómetros adentro del golfo están las islas Farallones, que pertenecen a
Nicaragua, ahí muchas aves marinas tienen sus nidos.
En la base oriental del volcán junto al camino de Potosí al pie de la Loma San Juan hay
una fuente de aguas termales.
El Volcán fue declarado Reserva Natural, el 8 de septiembre de 1983, pero desde 1958
había sido declarada refugio de vida silvestre.
La Reserva tiene una extensión de 13 mil 160 hectáreas. Es una zona muy hermosa,
propia para desarrollar el turismo.
Esto lo explica Bismarck Caballero de la Fundación Luchadores Integrados al Desarrollo
de la Región, LIDER, organismo que administra la Reserva.
Los humedales, uno de sus atractivos
En la Reserva Natural, los humedales de los terrenos bajos, son uno de los atractivos.
Don Santos Guevara nos recibe en los humedales de Las Pozas, y nos cuenta:
“Yo soy un guardaparque voluntario y líder de la comunidad de La Piscina. Con LIDER
llevo sobre dos años. Cuando construimos este pequeño sendero para recorrer el humedal,
pusimos varas de madera para retener la tierra, también construimos puentecitos en los
lugares donde pasa el río.
En este humedal se encuentra la palma paceña, que es la palma con que se hacen los
ranchos, ella nace rápido pero es tardada para crecer, necesita cinco o seis años para que
la palma esté de corte y llega a medir unos 15 metros de alto.
Aquí hay tamarindo de charco, curumo, mangle rojo y angelín donde los comejenes
hacen nidos y en esos nidos ponen los chocoyos. La totora o tule se usa para cubrir la
cumbrera de los ranchos, como si fuera una albarda que se amarra con alambre.
En uno de los senderos se construyó una torre para mirar las aves, que vienen por
temporadas a poner y a empollar los huevos, cuando sus hijitos pueden volar, se van. Los
piches que vemos aquí en tiempo de lluvia, nos han dicho que vienen huyendo del frío de
México, donde viven el resto del año en una gran laguna. También viene el sarapico.
Hay aves que viven aquí todo el año la garza morena, el panchón, la cuaca, el garzón y el
achoscón. En el humedal está el río de San Juan, que nace en el ojo de aguas termales
donde ahora hay una piscina. Ya en el curso del río caen otros vertientes, que se juntan
con el agua salada, cuando sube la marea.
En el río hay pargos, robalos, guichos y cuajipales. Yo el más grande que he llagado a ver
es de unos dos metros. Son bravos, yo no me meto a pescar.
En los raizales de los mangles, viven muchos animales, viera a los mapachines comiendo
tisguacales y punches. Este humedal es un lugar donde pueden venir gente a conocer o a
estudiar las plantas y animales.
Nosotros como comunidad hemos recibido capacitaciones y se han formado guías de
aquí, para llevar a las visitas a recorrer el humedal.
También se trabaja con la comunidad para que no saque la palma, el mangle o los
animales del humedal, porque este lindo lugar se acabaría. Ya sin el manglar, ni el
curumal las iguanas, los peces y las aves ya no tendrían donde poner sus huevos, ni dónde
vivir, ni qué comer. En cambio con las visitas a este lugar la comunidad se beneficiaría.
Si usted está interesado en visitar este lugar, haga su enlace en El Viejo con Fundación
LIDER, Bismark Caballero o Jhony Montes, en los teléfonos: 344 2335, 850 6612.
E mail: [email protected] Del Mercado Central 3 cuadras al Norte.
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