EL MODELADO DE ORIGEN GLACIAR EN LAS MONTAÑAS LEONESAS José María Redondo Vega Amelia Gómez Villar Rosa Blanca González Gutiérrez Pedro Carrera Gómez (editores) UNIVERSIDAD DE LEÓN Secretariado de Publicaciones y M.A. 2002 Fondo cubierta y contracubierta: Depósito glaciar de Villaverde de la Cuerna Cubierta: Vertiente septentrional del Macizo del Vizcodillo Contracubierta: Bloque estriado del complejo morrénico de Salientes Fotografías: José María Redondo Vega y Rosa Blanca González Gutiérrez Diseño cartográfico: Rosa Blanca González Gutiérrez © by Universidad de León Secretariado de Publicaciones y M.A. ISBN: 84-7719-475-0 Depósito legal: LE 760-02 Imprime: Universidad de León. Servicio de Imprenta Prólogo Mucho han cambiado los métodos de trabajo de los geomorfólogos con la incorporación de técnicas experimentales, procedimientos de datación por medios muy sofisticados, utilización de sistemas de información geográfica y teledetección, y aprovechamiento de innovaciones de laboratorio, todo ello para interpretar la evolución de las formas del relieve terrestre y la influencia relativa de los factores que las explican. Mucho han cambiado, por ello, los puntos de vista y los resultados, pero muy probablemente otras cosas, muchas ideas, permanecen: los geomorfólogos siguen siendo, en su mayoría, individuos esculpidos en el sueño de un viaje temporal sobre un espacio heterogéneo al que quieren dominar mentalmente. Quienes han sentido la magia de la Geomorfología al acompañar por el campo a un viejo profesor saben de qué estoy hablando: descubrir que es posible comprender lo que tenemos ante nuestros ojos; percibir que ese paisaje es resultado de una larga evolución que puede definirse a partir de las formas y de los depósitos; aceptar que podemos situarnos por encima del tiempo, que somos capaces -con multitud de dudas y también de errores- de reconstruir una secuencia de fenómenos que han dejado su huella en una ladera o en un fondo de valle. Recuerdo bien las veces en que, siendo todavía alumno o recién licenciado, disfruté del magisterio de personas generosas, de las que recibí no sólo conocimientos, sino también -lo que es mucho más importante- una manera de contemplar y analizar el relieve y su dinámica y, más aún, la avidez entusiasta por relacionar e integrar. Ese mismo entusiasmo se aprecia fácilmente en las páginas de este libro, que tengo el privilegio impagable de prologar. José María Redondo Vega y su equipo de jóvenes geomorfólogos de la Universidad de León (Amelia Gómez Villar, Rosa Blanca González Gutiérrez y Pedro Carrera Gómez) han reunido un conjunto de artículos imprescindibles de ahora en adelante para entender la dimensión y características principales del glaciarismo en las montañas leonesas. He de reconocer que cuando José María Redondo me propuso escribir este Prólogo tocó una de mis fibras más sensibles: mi predilección por los glaciares y el relieve glaciar, objeto de estudio por parte de los geógrafos y geólogos desde los inicios de la Geomorfología. Que ello haya sido así no es ninguna casualidad, pues los glaciares encierran todo el mundo mítico en el que se mueven los geomorfólogos, una belleza excepcional y un marco paisajístico grandioso, especialmente en el caso de los glaciares de montaña. Pero, además, se sitúan en el foco de uno de los problemas científicos de mayor envergadura: las fluctuaciones climáticas y sus consecuencias sobre la actividad de los glaciares y sobre la evolución de las formas de relieve. En los glaciares actuales los geomorfólogos encuentran las bases para explicar la manera en que se produce la erosión glaciar, la velocidad de desplazamiento del hielo, su capacidad para transportar y acumular grandes volúmenes de sedimento, y la respuesta de las masas de hielo frente a variaciones climáticas de corto alcance. En el relieve glaciar, los geomorfólogos despliegan su conocimiento e imaginación para, a partir de unas formas de relieve y, especialmente, de diferentes tipos de depósitos, delimitar la extensión del glaciarismo y definir las fases de estabilización o progresión, determinar el momento en que se produjo el máximo avance del hielo, situándolo en un contexto espacio-temporal más amplio, precisar la ocurrencia de otros fenómenos geomorfológicos próximos y relacionados. La magia de la Geomorfología, a la que aludíamos antes, consiste precisamente en interpretar la evolución de un relieve a partir de unos pocos indicios. Lo que los especialistas encontrarán en El modelado de origen glaciar en las montañas leonesas es Geomorfología en estado puro: mucho trabajo de campo en un territorio privilegiado, muchos conocimientos acumulados por la lectura y la reflexión, una información e interpretaciones de gran calidad y una cartografía detallista que llama inmediatamente la atención del lector, tanto por la simbología sencilla y de fácil lectura, como por lo acertado de los colores escogidos. Los diferentes artículos (ocho en total) se centran en diferentes macizos y valles, expuestos desde el suroeste de la provincia de León (el macizo de Vizcodillo, en la Cabrera Alta, a cargo de los editores de este libro) hasta el extremo oriental de la Cordillera Cantábrica leonesa (los Picos de Europa, cuya autoría corresponde a Enrique Serrano y J.J. González Trueba), pasando por la Sierra del Teleno (Miguel Ángel Luengo Ugidos), la Sierra de Ancares (Marcos Valcárcel y Augusto Pérez Alberti), la Sierra de Gistredo (José María Redondo Vega), las cuencas altas de los ríos Sil, Omaña, Luna y Bernesga (Alipio J. García de Celis y Luis Carlos Martínez Fernández), los valles del Torío y Curueño (Rosa Blanca González Gutiérrez) y Las cuencas altas de los ríos Esla y Porma (Eduardo Alonso Herrero). En definitiva, un grupo de autores experimentados en el estudio del relieve glaciar tanto en el noroeste peninsular como en otros sectores de la Cordillera Cantábrica y en los Pirineos. A la vista de los resultados que se nos presentan en este libro puede parecer sorprendente que el relieve glaciar de la Cordillera Cantábrica ocupe un lugar relativamente marginal entre los estudios sobre el glaciarismo de la península Ibérica. En comparación con la extensa y rica bibliografía existente sobre los glaciares pirenaicos y, en menor medida, sobre la Cordillera Central, la lista de trabajos es claramente menos numerosa. Sin embargo, existen antecedentes muy valiosos, que se remontan a mediados del siglo XIX (Casiano del Prado) y se prolongan en la primera mitad del siglo XX (Obermaier en 1914, Stickel en 1929, Nussbaum y Gigax en 1953, Llopis Lladó en 1954), continuados con la obra de Schmitz en 1969 sobre el relieve glaciar de las montañas de Galicia y León, y reforzados recientemente con los rigurosos trabajos de Alonso Herrero en la cabecera del Esla, Victoria Alonso en el valle de Degaña (suroeste de Asturias), Montserrat Jiménez en la cuenca alta del río Nalón, Castañón en el sector central y occidental del macizo asturiano, Frochoso y Castañón en Peña Prieta, Marquínez y Adrados en Picos de Europa, entre otros. A ellos deben añadirse los estudios de síntesis de Alonso Otero, Arenillas y Sáenz Ridruejo sobre el glaciarismo de las montañas de Castilla la Vieja, Frochoso y Castañón sobre el relieve glaciar de la Cordillera Cantábrica, y Pérez Alberti y Valcárcel sobre el glaciarismo del noroeste de la península Ibérica. En El modelado de origen glaciar en las montañas leonesas, el lector encontrará lo necesario para saber hasta dónde llegó la máxima expansión de las lenguas glaciares en los diferentes valles y macizos y confirmará que se trata de un glaciarismo de tipo alpino de notable entidad, con lenguas de hielo que llegaron hasta los 17 kilómetros de longitud en el valle del Sil o los 15-16 en el valle de Curueño, y que tuvieron sus cubetas terminales a altitud inferior en algunos casos a 1100 m s.n.m. (incluso hasta 600 m en la vertiente occidental de Ancares), después de haber registrado espesores de hasta 340 metros en sus tramos medios. Los distintos artículos señalan la existencia de espectaculares difluencias (por ejemplo, la que se dirigía desde el valle del Sil hacia el de Luna, o desde la cabecera del glaciar de Vivero hasta la cabecera del valle de Omaña) y de pequeños pero interesantes icefields en áreas culminantes, aprovechando restos de antiguas superficies de erosión y/o rellanos estructurales, como sucede en el macizo de Vizcodillo y en los Picos de Europa (entre Peña Santa y Peña Bermeja, con emisión de lenguas en sentido radial). No es de extrañar, pues, que el relieve de origen glaciar ofrezca una gran riqueza de formas, caracterizadas, además, por su bien definida morfología y ocasionalmente, su grandiosidad, con diferentes modelos de circos y magníficas artesas, delimitadas a veces por prolongados cordones morrénicos que contribuyen a precisar la antigua dimensión de las lenguas de hielo en distintos momentos del Pleistoceno Superior. No hay todavía dataciones precisas (aunque sí evidencias relativas obtenidas en Galicia), como tampoco las hay en abundancia en el Pirineo, si bien la disposición y características de los depósitos morrénicos, así como la comparación con lo que ya se conoce en el Pirineo y en otras cordilleras españolas permite distinguir varias etapas. La mayor parte de los trabajos distinguen entre "morrenas externas", correspondientes al máximo avance de los hielos en un momento relativamente temprano (anterior en todo caso a 30.000 B.P.), con valles complejos integrados por varios tributarios, y "morrenas internas", formadas durante un reavance de menor entidad, limitado a lenguas glaciares muy individualizadas, que muy probablemente coinciden con el frío intenso y muy seco registrado en torno a 22.000-18.000 B.P. Marcos Valcárcel y Augusto Pérez Alberti señalan que las primeras se formarían durante un glaciarismo de tipo oceánico, es decir, con abundante innivación, mientras las segundas lo harían durante un glaciarismo más continentalizado. Todos los macizos guardan, además, pequeñas acumulaciones morrénicas en los frentes de circo o al pie de las paredes más resguardadas, pertenecientes a una fase muy tardía (Tardiglaciar según alguno de los autores). En Picos de Europa también se han identificado morrenas de la Pequeña Edad del Hielo. Resultan muy interesantes los esquemas que acompañan a los mapas geomorfológicos, con indicación de la extensión del hielo durante las distintas etapas. Después de lo que se ha escrito en este libro y en otros precedentes, quizás lo más importante que resta por hacer es precisar la cronología de las distintas fases, a la vez que se abordan estudios sedimentológicos de detalle tanto de las morrenas (véanse los llevados a cabo por Rosa Blanca González en los valles del Torío y Curueño) como, sobre todo de depósitos glaciolacustres. Estos últimos encierran registros de enorme valor para precisar la evolución del glaciarismo, como así lo atestigua José María Redondo en el valle del Boeza. Estamos, pues, ante un hito importante en el estudio de los glaciares cuaternarios de la Península Ibérica, plasmado en un libro hermoso que ennoblece el trabajo de todos los geomorfólogos españoles. Yo he disfrutado mucho con su lectura y con los excelentes mapas que invitan a viajar en el tiempo y a imaginar el avance de grandes lenguas desde cumbres agrestes hasta apacibles cubetas terminales, donde los ríos proglaciares describían acumulaciones torrenciales por medio de canales trenzados y aguas cargadas de sedimento. Glaciares y ríos, de la misma materia que los sueños. José María García Ruiz Zaragoza, abril de 2002 "Acuérdate de mí cuando entres en la noche con calzado de plata." Rosendo Tello, Más alla de la fábula Huerga & Fierro Editores, Madrid, 1998 Índice 1 EL RELIEVE GLACIAR DEL MACIZO DEL VIZCODILLO, CABRERA ALTA, LEÓN JOSÉ MARÍA REDONDO VEGA, AMELIA GÓMEZ VILLAR, ROSA BLANCA GONZÁLEZ GUTIÉRREZ y PEDRO CARRERA GÓMEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 MIGUEL ÁNGEL LUENGO UGIDOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 MARCOS VALCÁRCEL DÍAZ y AUGUSTO PÉREZ ALBERTI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67 2 El glaciarismo en la Sierra del Teleno (León) 3 La glaciación finipleistocena en el sector noroccidental de las montañas Leonesas: La Sierra de Ancares 4 El relieve glaciar de la Sierra de Gistredo (NW de la Cordillera Cantábrica, León) JOSÉ MARÍA REDONDO VEGA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105 ALIPIO JOSÉ GARCÍA DE CELIS y LUIS CARLOS MARTÍNEZ FERNÁNDEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . 137 5 Morfología glaciar de las montañas de la cuenca alta de los ríos Sil, Omaña, Luna y Bernesga: revisión y nuevos datos (Montaña Occidental de León) 6 El modelado glaciar de los tramos altos y medios de los valles del Torío y Curueño (Montaña Central Cantábrica Leonesa, León) ROSA BLANCA GONZÁLEZ GUTIÉRREZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 El glaciarismo en las cuencas altas de los ríos Esla y Porma 197 EDUARDO ALONSO HERRERO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235 ENRIQUE SERRANO CAÑADAS y JUAN JOSÉ GONZÁLEZ TRUEBA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249 8 Morfología y evolución glaciar en los Picos de Europa León EL RELIEVE GLACIAR DEL MACIZO DEL VIZCODILLO, CABRERA ALTA, LEÓN José María Redondo Vega, Amelia Gómez Villar, Rosa Blanca González Gutiérrez y Pedro Carrera Gómez EL RELIEVE GLACIAR DEL MACIZO DEL VIZCODILLO, CABRERA ALTA, LEÓN Jose Mª Redondo Vega, Amelia Gómez Villar, Rosa Blanca González Gutiérrez y Pedro Carrera Gómez Dpto. de Geografía. Universidad de León 1. INTRODUCCIÓN Y ANTECEDENTES El presente estudio trata sobre las huellas que el glaciarismo pleistoceno ha dejado en el segmento más oriental de la Sierra de la Cabrera (León), sector montañoso que constituye la divisoria principal entre las cuencas de los ríos Eria y Tera, es decir, entre la comarca leonesa de la Cabrera Alta y la zamorana de Sanabria. Se trata de una alineación montañosa de dirección W-E que comprende el Alto del Peñón, 1.888 m, Peña los Alamicos, 1.969 m, Peña Negra-Vizcodillo, 2.122 m, Alto Peniello, 1.944 m, Punta Negra, 1.836 m y Peña Trobisco, 1.746 m (Mapa 1). Desde el punto de vista estructural estas montañas se arman sobre materiales del Paleozoico inferior; el sector culminante lo hace sobre las cuarcitas blancas arenigienses de edad Ordovícico inferior(Matas, 1982) que se disponen en apretados pliegues vergentes de dirección ONO-ESE. La existencia de estos materiales compactos y resistentes en la zona culminante de la alineación explica varios hechos morfológicos que mencionaremos más adelante: por un lado, han permitido la conservación de amplias superficies pandas culminantes; son paleosuperficies de erosión precuaternarias (Llopis y Fontboté, 1959) que fueron aprovechadas como zonas de acumulación culminantes por el hielo glaciar; por otro, que la excavación por el hielo de las cabeceras torrenciales preglaciares, al afectar a estos materiales resistentes, ha generado circos glaciares cuyas paredes, a veces subverticales, han formado magníficos ejemplos de estas formas de erosión. Hacia el sur, configurando la vertiente meridional de la alineación montañosa, se sitúa la serie formada por una alternancia de pizarras, areniscas y cuarcitas, con predominio de las primeras, de edad Ordovícico inferior y que constituyen el muro estratigráfico de la zona de estudio; estos materiales llegan casi al borde de los chanos que forman la culminación del macizo y en ellas se labran algunos pocos marcados circos glaciares de orientación meridional. Hacia el norte, a continuación de las cuarcitas blancas que forman la culminación, se extiende una banda de materiales llanvirnienses en la que además de cuarcitas, en bancos menos potentes, aparecen areniscas y tramos pizarrosos; esta serie es considerada ya como del Ordovícico medio y forma los tramos intermedios e inferiores de los valles en los que se instaló la dinámica glaciar. Más al norte comienza ya el amplio dominio pizarroso de la megaestructura del Sinclinal de Truchas, pizarras que, con diversas denominaciones según su posición estratigráfica dentro de la serie, son la base de las explotaciones cabreiresas de pizarras para cubiertas. Una particularidad de esta vasta formación pizarrosa es que presenta abundantes afloramientos de rocas vulcanosedimentarias (Matas y Velando, 1982) que caracterizan el tramo final de los valles estudiados a partir del valle del río del Lago Truchillas. Mapa 1: Macizo del Vizcodillo: encuadre regional 7 00 000 m.E . 7 10 7 20 León 46 90 Rí o Cab r era Río Er ia 46 80 46 80 Perspectiva isométrica Orientación: 25º Inclinación: 30º Peña Negra Río Eria 46 70 46 70 Escala 1:390.000 Zamora 7 00 000 m.E . 7 10 7 20 A pesar de esa heterogeneidad litológica que se desprende de los caracteres diferentes que componen las series mencionadas, ésta es más aparente que real, ya que en conjunto sólo algunas crestas de afloramientos cuarcíticos destacan sólo levemente sobre las culminaciones o las laderas, pues la mayoría de estas estructuras aparecen demolidas por la intensa acción periglaciar subactual. Por eso esta montaña tiene un aspecto macizo y masivo con muy pocos contrastes litoestructurales, hecho que trasciende a las formas generadas por los glaciares y a sus depósitos asociados (es llamativa la escasez de cantos estriados en esos depósitos). 7 30 Base cartográfica: MAPA MILITAR DIGITAL DE ESPAñ A (1997). El modelado de origen glaciar de este macizo ya se cita en los trabajos pioneros que sobre este tema se publicaron en nuestro país; así, en 1931, se habla de la existencia de morrenas würmienses en el valle del Lago de Truchillas, a una cota de 1.600 m originadas por una lengua glaciar que tuvo que alcanzar 4 Km (Vosseler, 1931). Más adelante, en un estudio geológico sobre la comarca cabreiresa, se describen formas glaciares en la Sierra, se plantean las primeras hipótesis sobre su dinámica y se sitúa el frente del hielo a 1.550 m (Llopis y Fontboté, 1959); estos autores se inclinan finalmente por la hipótesis de una sola glaciación con dos estadios de retroceso como demuestran los depósitos escalonados a lo largo de ese valle. No obstante, a pesar de ser el primer precedente claro al estudio actual, sólo se tienen en cuenta las formas erosivas y depósitos en torno a la más alta cota del macizo, el Vizcodillo, ignorándose tanto los valles más occidentales como los situados al este del de Río del Lago. A finales de la década siguiente, se realiza la primera cartografía específica de las formas glaciares dentro de un estudio más general del glaciarismo del NW (Schmitz, 1969), aunque en realidad aporte pocas novedades respecto a las observaciones hechas con anterioridad, ya que si bien se sitúa la morrena terminal en el valle del Río del Lago a 1.320 m, se vuelven a restringir los restos glaciares al entorno de Peña Negra/Vizcodillo. Las más recientes referencias al glaciarismo de este macizo son las que aparecen en estudios regionales de Geografía, a modo de introducción al medio físico (Cabero Diéguez, 1976), o las escasas referencias que figuran en la cartografía geológica a escala 1/50.000 (Matas, 1982). Nosotros pensamos que los cálculos que se hicieron inicialmente sobre la cota hasta la que bajaron los hielos y que están basados en la posición que alcanzan los restos morrénicos en los principales valles afluentes del Truchillas, fueron muy conservadores allí donde la huella glaciar era evidente mientras que en otros valles simplemente se ignoró y ello quizá indica un planteamiento previo rígido por parte de quienes lo realizaron. Es cierto que la posición de este sector de las Sierras Galaico-Leonesas es menos favorable para recibir precipitaciones por su situación mucho más interior que otras del NW pero, no es menos cierto que, otros factores como su elevada altitud y la conservación de amplias superficies finiterciarias en posición culminante dominando los circos orientados al N, pudieron coadyuvar a un mayor desarrollo de los aparatos glaciares. Partiendo de esos escasos datos hemos reconocido detenidamente este territorio con objeto de fijar claramente los límites que tuvo el glaciarismo pleistoceno, se ha realizado una cartografía geomorfológica de todos los valles septentrionales de la Sierra y, en función de los datos cartográficos y de caracterización de los restos de depósitos glaciares tomados en el campo se plantea una hipótesis evolutiva y de cronología relativa que habrá que trabar con otras observaciones y estudios recientes, o en marcha, dentro de las montañas galaicoleonesas. A partir de los escasos datos previos publicados sobre el glaciarismo de la zona, se ha realizado un exhaustivo trabajo de fotointerpretación mediante la utilización de los fotogramas correspondientes de los vuelos de 1957 y 1985; la información obtenida sobre las principales formas de erosión y sedimentación (límites de circos y artesas, umbrales y cerrojos, cubetas de sobreexcavación y lagunas, morrenas) se han dibujado sobre la cartografía a escala 1/ 25.000 del IGN para el conjunto de la zona. Esos croquis preliminares se contrastaron sobre el terreno con objeto de corregir los posibles errores de fotointerpretación y anotar datos no percibidos en el análisis previo. Realizadas las correcciones se dispuso de una localización altimétrica de los principales depósitos que permitió una primera hipótesis sobre la extensión del glaciarismo en la zona, al tiempo que se pudo plantear ya una cronología relativa de los episodios glaciares en la Sierra que era, junto con la cartografía geomorfológica (Mapa 2) el objetivo inicial del trabajo. Cono fluvioglaciar Laguna / desecada-turbera Umbral rocoso Circo glaciar Till indiferenciado Cordón morrénico Leyenda r lla sti E º A 0 1.50 00 1.6 1.300 0 1.40 Vizcodillo 2.122 Aº Vi z c od ill o 00 1.7 Aº M a lic ios o 00 1.8 ? Río Alto Peniello 1.944 las hil c u Tr o Rí Punta Negra 1.836 es str a Ll ? Mapa 2 Esquema geomorfológico de la vertiente septentrional del Macizo de Vizcodillo ago Río del L 0 ? z Valdearro 1 2 Km. Peña Trobisco 1.754 Río Eri a N 2. DESCRIPCIÓN 2.1. El valle del arroyo del Estillar Si exceptuamos la propia cabecera del río Truchillas que se inicia en la vertiente NE del Alto del Peñón, 1.888 m, en la cual las huellas glaciares son lábiles aunque presenta abundantes restos de till dispersos por las laderas, el valle más occidental con clara impronta glaciar es el del Arroyo del Estillar, de apenas 2 Km de longitud entre el borde superior de su circo hasta su desembocadura en el valle de Truchillas. El circo es amplio y en forma de anfiteatro y sólo en el flanco occidental presenta escarpes subverticales; en conjunto tiene casi 1 Km de anchura y presenta dos rellanos a 1.750 y 1.680 m respectivamente. Sobre el circo una reducida superficie casi plana sirvió también de zona de acumulación y alimentación del circo como lo prueba la presencia de algún bloque errático suspendido justo en su borde superior (Foto 1). Este valle glaciar conserva dos morrenas laterales que flanquean la artesa llegando la de la izquierda hasta el fondo de valle principal a 1.400 m, mientras que la derecha se desdobla en un nivel inferior que enlaza con el ápice de un cono fluvioglaciar que llega hasta el talweg del Truchillas. Estas dos morrenas laterales indicarían una fase de estabilización post-máximo de la lengua, momento en que formaron un arco frontal que tuvo que ocupar todo el fondo del valle principal por debajo de los 1.400 m (lugar que hoy ocupa parcialmente el cono fluvioglaciar) y que enlazaría con los restos de till glaciar situados en la margen izquierda de aquél. Dentro de la artesa, en posición interna respecto a los depósitos citados, se conservan cordones morrénicos que corresponderían a una fase posterior de estabilización con el frente del glaciar situado en torno a los 1.600 m. El valle aún presenta una pequeña morrena lateral izquierda situada entre 1.700-1.750 m y que se ubica ya dentro del ámbito del circo sobre su umbral superior, la cual habría que relacionar con una tercera fase de acantonamiento del hielo dentro del ámbito del circo. Sobre ese umbral quedan restos de una cubeta de sobreexcavación ocupada en la actualidad por una turbera. 2.2. El valle del barranco de Vizcodillo Este valle glaciar tiene en su cabecera un amplio circo de más de 1,5 Km de ancho con su parte occidental orientada al NNE, mientras que la oriental lo hace hacia el NNO. El flanco más occidental arma un escarpe subvertical en las cuarcitas arenigienses. En la montera del circo las crestas cuarcíticas casi derruidas por la gelifracción dominan los restos de la superficie de erosión culminante del macizo, Las Chanas 1.950 m, superficie que se prolonga, y amplía considerablemente, hacia el E, formando los chanos culminantes del Vizcodillo; este sector culminante pudo funcionar como una pequeña zona de acumulación y alimentación del circo según se deduce de su morfología y suave pendiente hacia el norte. El valle presenta en su fondo tres rellanos escalonados, a 1.620, 1.700 y 1.750 m respectivamente, estos dos últimos sobreexcavados y ocupados por dos pequeñas lagunas y dentro del ámbito del circo al pie de su flanco occidental (Foto 2). Sobre los dos bordes de la artesa se localizan unas morrenas laterales bien desarrolladas que llegan, en el caso de la más oriental, hasta el valle principal a 1.350 m y con una longitud superior al kilómetro; al igual que en el caso anterior, el arco frontal que tuvo que unirlas en el máximo no se conserva. En este valle no se conservan morrenas internas ya que sólo en el umbral superior las dos lagunas están casi inapreciablemente cerradas por unos pequeños lomos morrénicos. 2.3. El valle del reguero del Malicioso La cabecera la forma un doble circo separado por un enérgico espolón de cuarcitas. En el más occidental (Foto 3) el hielo labró un circo de flancos regulares y simétricos perpendicular a las estructuras paleozoicas; la adaptación de la forma a la estructura se refleja en el fondo del circo que es una sucesión de 4 umbrales formados por barras cuarcíticas pulidas por el hielo y de cubetas de sobreexcavación la inferior de las cuales ocupó una laguna hoy completamente transformada en una turbera. El otro circo, el oriental, tiene menor dimensión y sus flancos asimétricos: el occidental es un escarpe subvertical, mientras que el oriental está mucho menos marcado; su fondo está cerrado por una barra de cuarcitas sobre la que se apoya un arco morrénico que delimita una pequeña cubeta en cuyo fondo se localiza La Laguna. Desde la confluencia de ambas cabeceras se abre una amplia artesa enmarcada por dos morrenas laterales que llegan hasta el collado de Las Llaneras a 1.360 m, las cuales, indicarían la posición de estabilización post-máximo pues es probable que durante el máximo impulso del hielo este formara una difluencia hacia el este canalizado por la cresta cuarcítica que delimita el collado por el norte, difluencia que deducimos del abundante material morrénico disperso por esas laderas y por debajo de la cota del collado. Por ello, las morrenas laterales corresponden ya a una fase posterior y, como en los casos anteriores, su unión frontal, que estaría a más baja cota, ha desaparecido. Llama la atención la lateral derecha ya que constituye una forma prácticamente continua que arranca casi en La Laguna del circo oriental a 1.850 m y termina en el mencionado collado (Foto 4) con una longitud de casi 2 Km. Estas morrenas laterales encierran un arco interno, cortado por el arroyo, bien conservado, cuyo frente se localiza en la cota de 1.550 m, el cual indicaría otra fase ulterior de estabilización del hielo en esa altitud. Las numerosas y bien desarrolladas formas de sedimentación glaciar que contiene este valle indican una activa dinámica del glaciar que las formó que habría que relacionar con su abundante alimentación en la cual ha influido, sin duda, la amplia superficie que se desarrolla al pie de Peña Negra y Vizcodillo 2.122 m y que sirvió de zona de acumulación y de sobrealimentación de sus circos, además del que por el este encierra el Lago de Truchillas. 2.4. El valle del río del Lago Tiene su cabecera en una amplio circo de paredes escarpadas, labrado en las cuarcitas ordovícicas, que forman el flanco oriental del pico Vizcodillo, de 2.122 m; en el escarpe son visibles los potentes bancos de cuarcitas blancas plegadas que forman el armazón estructural del sector culminante del macizo. El circo dispone de un amplia superficie culminante, casi 2 Km2, localizada a varios niveles, entre 1.930 m en su sector más meridional y 2.060 m en el septentrional; esa superficie se descompone en unos dilatados y continuos chanos que convergen sobre el circo principal o sobre la cabecera secundaria situada al SE. El fondo del circo está ocupado por el Lago de Truchillas cuya extensa lámina de agua contrasta con los flancos del circo subverticales acentuando la energía del relieve; este lago está cerrado al este por una morrena fronto-lateral (Foto 5) y al sur por un pequeño cono fluvioglaciar en cuyo frente se abre un angosto canal de egresión que da nacimiento al Río del Lago. El valle presenta un complejo sistema morrénico escalonado a diferentes cotas; en la zona superior, y arrancando de los flancos del circo, se localizan dos grandes depósitos morrénicos: la morrena lateral derecha entre 1.840-1.630 m, que se correspondería con la fronto-lateral izquierda que delimita el lago (ésta, además, presenta en su lado interno que da al lago dos niveles escalonados). Valle abajo aparecen dos grandes morrenas adosadas a la vertiente izquierda, una en posición interna entre 1.650-1.550 m (Foto 6) y la más externa y baja entre 1.620– 1.430 m. Los restos glaciares se prolongan, desde esa última cota, a lo largo del valle hasta la confluencia con el Barranco de Piniello: en el tramo superior la morrena aparece removilizada alternando los restos dispersos en la zona basal de la vertiente de la margen derecha con sectores en los que el depósito muestra su techo aplanado (como si de una terraza fluvioglaciar se tratara) pero con una pendiente elevada; en el tramo inferior, justo aguas arriba de la confluencia, se conserva un lomo morrénico poco marcado en el fondo del valle y cuyo frente se sitúa a 1.270 m. Otros pequeños depósitos glaciares se conservan sobre la vertiente del valle orientada al este al abrigo de pequeños resaltes de cuarcitas pulidos por el hielo y cerrando pequeñas cubetas de sobreexcavación. Su posición más alta y al pié del circo de pared que prolonga hacia el norte el principal que alberga el Lago de Truchillas, hace que los consideremos como posteriores a la formación de las grades morrenas laterales inferiores y sin una relación morfodinámica con la lengua del valle principal. No ocurre lo mismo con el pequeño arco morrénico frontal que cierra la vega alta del valle situada antes del umbral del Lago de Truchillas, el cual correspondería a una situación de estabilización transitoria de la lengua principal entre la formación de la morrena lateral inferior interna y las superiores que arrancan desde el circo. Este valle del Río del Lago es, de todo el macizo, el que contiene las huellas glaciares más claras y quizá por eso es el único que llamó la atención en los estudios sobre glaciarismo que comentamos al principio. El valle recibe por su margen derecha el Barranco de Piniello que circula por una amplia artesa cuya cabecera configura un amplio anfiteatro que culmina en el Alto de Peniello a 1.944 m; el encajamiento del arroyo homónimo deja al descubierto un amplio y extenso depósito de till glaciar que ocupa el flanco izquierdo del valle entre 1.460-1.650 m; sin embargo, más abajo y hasta su confluencia con el del Lago, no quedan restos visibles de sedimentos glaciares aunque el perfil transversal del valle indique claramente el paso del hielo. 2.5. El valle del río Llastres Es una extensa artesa glaciar cerrada por un amplio anfiteatro, de más de 2 Km de ancho, dominado por los altos de Peniello 1.944 m y Punta Negra 1.836 m. El mencionado anfiteatro que constituye su cabecera presenta una tosca adaptación a las directrices estructurales; por un lado, los flancos de lo que sería el circo se orientan netamente en la dirección NO-SE de los ejes de las deformaciones hercínicas, por eso el circo aparece abierto al NO y sólo cuando abandona el ámbito del circo, la artesa cambia de dirección al NNE, hacia el pueblo de Valdavido; pero, además, el flanco derecho del circo lo constituye una enérgica crestería de cuarcitas que coincide toscamente con una charnela anticlinal que se prolonga hasta el otro lado del valle en el Alto del Valle; el flanco izquierdo del circo que forma el dorso septentrional del Alto de Piniello, coincide en este caso con un eje sinclinal de los mismos materiales; entre ambos flancos quedan restos de la superficie de erosión culminante que cortan las deformaciones hercínicas y que enlazan suavemente con el borde superior y central del circo. Sobre la ladera occidental se conserva un complejo morrénico lateral entre 1.650 y 1.550 m que consta de cuatro niveles superpuestos (Foto 7) e indicarían sucesivas fases de estabilización de la lengua que en el máximo llegó a tener en torno a 180 m de potencia. La lengua tuvo que formar una difluencia hacia el valle vecino del Barranco de Piniello como se deduce de la posición más elevada de la morrena superior con respecto al collado del Alto del Valle. Más abajo quedan restos morrénicos esparcidos por el fondo del valle hasta la confluencia con el de Valdegallinas; estos restos probablemente fueron lavados por los mineros romanos ya que todos los cantos y bloques del depósito forman hoy día una muria casi continua a pie de vertiente. Por lo que se refiere al mencionado valle afluente de Valdegallinas presenta una potente acumulación de till glaciar fosilizado por un glaciar rocoso de lengua de edad tardiglaciar. 2.6. El valle de Valdearroz Es el más oriental en el que han quedado muestras glaciares ya que el siguiente por el E, valle del Río Nazarre, aunque tiene un marcado circo en su cabecera al NE de Peña Trobisco y un lomo de aspecto morrénico en la parte inferior del valle a 1.250 m, la ausencia de cortes visibles nos hacen, de momento, dudar de su origen glaciar. En Valdearroz, al contrario, las huellas del paso del hielo son mucho más claras; el valle ya fue citado por Llopis y Fontboté (1959) como posible contenedor de restos glaciares. La cabecera la forma un amplio anfiteatro orientado al norte con el extremo occidental más escarpado y dominado por las cresterías cuarcíticas; el tramo central y oriental de la parte superior, Peña Trobisco 1.754 m, forma una estrecha sucesión de chanos culminantes que repiten la misma morfología, aunque de menores dimensiones y a más baja cota, que las cabeceras situadas más al oeste. Por lo que se refiere a los sedimentos que dejó el glaciar, éstos aparecen bajo la forma de dos morrenas cerca de su cabecera y bajo el flanco occidental del circo así como de potentes recubrimientos de till glaciar (Foto 8) que tapizan los fondos y vertientes del valle y que quedan al descubierto por incisiones lineales nacidas de las obras auxiliares de repoblación forestal (pistas de acceso). 3. INTERPRETACIÓN A la espera de confirmar el posible origen glaciar de los bloques erráticos de cuarcita apoyados sobre la formación vulcanosedimentaria situados frente a la salida al valle principal del Río del Lago, las morrenas existentes nos permiten hablar de una glaciación en el macizo del Vizcodillo con una pulsación máxima que tuvo que llegar hasta el valle principal del río Truchillas, al menos por lo que se refiere a los más occidentales, desde todos los valles de dirección S-N que escurren desde el macizo hasta el mencionado valle principal. En los valles más orientales (Llastres, Valdearroz) no hay muestras claras de que llegue la influencia glaciar hasta Valdavido, y menos aún al valle principal del Eria ya que los restos de till glaciar apenas se prolongan hasta la cota de 1.250 m. A continuación se produce una situación de estabilización post-máximo que en el valle del Río del Lago se localiza a 1.430 m (morrena lateral externa). Seguidamente se producen tres retrocesos frontales por pulsaciones: a 1.550 m (morrena lateral interna), a 1.610 (la pequeña morrena frontal intermedia), y a 1.640 m (morrenas laterales superiores, la izquierda de las cuales cierra ya la cubeta de sobreexcavación que hoy ocupa el lago). Con posterioridad, el hielo queda constreñido y acantonado en el circo glaciar del Lago de Truchillas, cortándose la mayor parte del aporte que recibía del pequeño icefield instalado en las superficies pandas culminantes lo cual se deduce de dos hechos: por un lado, de la formación de las morrenas culminantes, los dos niveles al pie de Peña Negra y, sobre todo, la poco marcada morrena lateral izquierda que se adosa al flanco meridional del circo del Lago Truchillas; por otro, que cerrando el lago se establecen dos niveles internos, a 1.780 y 1.760 m, adosados a la morrena frontolateral izquierda de la fase anterior lo que denota la presencia de hielo sólo en el ámbito del circo y disminuyendo de volumen de forma paulatina. En esta fase es posible que persistiera hielo glaciar en las pequeñas cubetas de sobreexcavación enmarcadas por barras cuarcíticas situadas al N de este circo y que dejaron pequeñas acumulaciones morrénicas. Dado que los restos de sedimentos glaciares aparecen perfectamente escalonados en altitud pero sin conexión entre ellos, en el caso del valle del Río del Lago cabe pensar en una lengua muy pulsadora con los cuatro frentes de estabilización tan marcados que hemos mencionado. Por lo que se refiere al valle del río Llastres, al contrario, aparecen cuatro niveles encajados, morrenas laterales izquierdas, el superior dejado en el pleniglaciar máximo cuando una parte del hielo difluía por el collado del Alto del Valle, y el inferior a 1.500 m; la posición encajada de estos lomos morrénicos laterales denota una reorganización del flujo del glaciar con una clara disminución de su potencia. En los otros valles glaciares situados hacia el oeste también se observan morrenas laterales que enmarcan la artesa, en este caso a ambos lados, y que se prolongan hasta el fondo de valle del río Truchillas y enmarcadas por éstas, otras más internas y altas que marcarían dos fases de estabilización. En el valle del Reguero Malicioso, La Laguna que ocupa la cubeta de su circo más oriental está cerrada por una pequeña morrena frontal que indicaría, como en el Lago Truchillas, una ulterior fase de confinamiento del hielo glaciar en el estricto ámbito del circo. EL MAYOR DESARROLLO QUE ALCANZAN, TANTO LAS FORMAS EROSIVAS (PROFUNDIDAD Y AMPLITUD DE LOS CIRCOS Y ARTESAS Y LONGITUD DE ÉSTAS), COMO SEDIMENTARIAS, EN LOS VALLES MÁS CENTRALES DE LA SIERRA (DEL RÍO DEL LAGO Y DEL REGUERO DEL MALICIOSO) (ARROYO DEL ESTILLAR Y BARRANCO DE VIZCODILLO) SE FRENTE A LOS OCCIDENTALES EXPLICARÍA POR UNA MEJOR ALIMENTACIÓN DE LOS PRIMEROS AL DISPONER DE UNA AMPLIA SUPERFICIE CULMINANTE SITUADA EN LA MONTERA DE SUS CIRCOS (SECTOR PEÑA NEGRAVIZCODILLO) LO QUE POSIBILITARÍA LA GÉNESIS DE UN PEQUEÑO ICEFIELD, CUESTIÓN ÉSTA YA APUNTADA HACE TIEMPO (LLOPIS Y FONTBOTÉ, 1959), QUE TUVO QUE SOBREALIMENTAR ESOS CIRCOS MÁS DESARROLLADOS. EN LOS MÁS OCCIDENTALES, AL CONTRARIO, LA ZONA SUPERIOR DE SUS CIRCOS SE REDUCE AL EXIGUO CORDAL ROMO DE LA DIVISORIA PRINCIPAL DE AGUAS CON LA VERTIENTE SANABRESA. POR OTRO LADO, LOS VALLES MÁS ORIENTALES (LLASTRES Y VALDEARROZ) DISPONEN TAMBIÉN DE RESTOS AMPLIOS DE SUPERFICIES EROSIVAS CULMINANDO SUS CIRCOS PERO LO HACEN CASI 200 M DE COTA POR DEBAJO DE LAS DEL VIZCODILLO CON LO QUE ES DE SUPONER UNA MENOR INFLUENCIA DE ESE EFECTO. 4. DISCUSIÓN/CONCLUSIONES La Sierra del Vizcodillo, ha permanecido lo bastante aislada como para que el conocimiento que se tiene de su dinámica geomorfológica glaciar haya sido, hasta ahora, relativamente escaso. Y esto es así a pesar de su proximidad a la Sierra de Segundera cuya sobresaliente impronta glaciar sí ha merecido una mayor atención (además de los mencionados estudios de Vosseler, 1931, y Schmitz, 1969, entre otros, están los más recientes de Llopis Lladó, 1957, o de Martínez de Pisón et al, 1989). Por ello, incluso las referencias concretas a las formas y a la dinámica glaciar del macizo (Llopis y Fontboté, 1959), son lo suficientemente vagas e incompletas como para precisarlas y tener que realizar una revisión a la luz de los datos que nuestro recorrido por la zona ha puesto al descubierto. Para empezar creemos que el conocimiento que se tenía de este territorio era muy incompleto, por eso sólo se mencionan datos concretos de sus valles más centrales, pasando por alto otros, como los de Llastres, o Estillar, con algunos de los mejores ejemplos de morrenas laterales de toda la Sierra de La Cabrera. Por lo que se refiere a las antiguas observaciones, la morrena lateral izquierda en el valle del Río del Lago no llega hasta la cota de 1.550 m, punto a partir del cual comienza el fluvioglaciar (Llopis y Fontboté, 1959), sino hasta 1.430 m y este dato ya permite ampliar considerablemente el espacio ocupado por la glaciación en estas montañas. Pero es que, además, la terraza fluvioglaciar que se cita 20 m sobre el talweg actual a partir de la cota mencionada, los datos referidos a su fábrica, y características según se puede observar en algún corte visible, revelan unos caracteres antes que fluvioglaciares de till subglaciar. La forma plana que tiene el depósito y su situación en el margen fluvial actual, no son suficientes datos para su adscripición a un depósito fluvioglaciar, sobre todo si éste tiene tan elevada pendiente longitudinal (casi la misma que las morrenas con las que enlaza y que le fosilizan parcialmente en su raíz) y, sobre todo, de sus caracteres sedimentológicos en los que la ausencia de la más mínima selección o clasificación por el agua empece su consideración fluvioglaciar. Es más, en algún punto concreto este depósito “fluvioglaciar” incluso adquiere el carácter de un till alojado en contacto erosivo con las pizarras del sustrato parecido al que existe, en posición similar y a la misma cota, unos 1.300 m, en el valle de Vadegallinas situado al este. Por otro lado, la existencia de restos de till subglaciar en casi todos los valles por debajo de la cota de 1.300 m (Valdearroz, Valdegallinas, Río del Lago y el propio valle de Truchillas), nos permite suponer una localiación de los frentes de las diferentes lenguas en una situación mucho más baja de la que se deduce de las morrenas laterales que se conservan. En este sentido, nosostros hemos fijado una posición de la línea de equilibrio glaciar, E.L.A., que durante el máximo se situaría entre 1.4501.400 m para la zona estudiada, lo cual incrementa considerablemente la superficie de acumulación glaciar en el macizo y explicaría la posición tan baja que alcanzan los restos de till subglaciar y aún de algunas morrenas laterales. Esa posición se aviene mucho más con las recientes observaciones sobre este particular en las montañas del noroeste (Valcárcel y Pérez Alberti, 1998), que con otras anteriores, como los 1.600-1700 m que propone Schmitz (1969) que implicaría, en la mayoría de los valles, ceñir la zona de acumulación al ambito de los circos y a sus chanos culminantes. Todo ello indica que, aún con las limitaciones que se deducen de la posición del macizo más interior y, por ello, menos favorable para la acumulación de hielo, la Sierra del Vizcodillo fue un importante foco de glaciarismo y que éste fue de mayor intensidad y mayor extensión de lo que hasta ahora se había constatado. 5. BIBLIOGRAFÍA Cabero Diéguez, V., 1976. Estudio geográfico de un espacio marginal en las Montañas galaico-leonesas: La Cabrera. Departamento de Geografía, Universidad de Salamanca. LLopis Lladó, N., 1.957. Estudio del glaciarismo cuaternario de Sanabria. I Congreso Internacional del INQUA: 38-41. Madrid. LLopis Lladó, N., y Fontboté, J.M., 1959. Estudio Geológico de la Cabrera Alta (León). Monografías Geológicas, XIII. Instituto de Geología Aplicada, C.S.I.C., Oviedo. Martínez de Pisón, E., et al., 1989. Observaciones sobre la morfología glaciar de Sanabria. XI Congreso Nacional de Geografía. AGE: 165-165. Madrid. Matas, J., 1982. Cartografía. En L.R. Rodríguez Fernández (superv.), Mapa Geológico de España, E., 1/50.000, nº 230: Castrocontrigo. Matas, J y Velando, F., 1.982. Memoria. En, L.R. Rodríguez Fernández (superv.), Mapa Geológico de España, E., 1/50.000, nº 230: Castrocontrigo. Schmidt, H., 1969. Glacialmorphologische untersunchungen in Bergland. Nordwestspaniens (Galicien-León). Kölner Geographische Arbeiten, 23: 157p. Valcárcel Díaz, M., y Pérez Alberti, A., 1998. Límite máximo de la glaciación y línea de equilibrio glaciar en el noroeste de la Península Ibérica durante el último periodo frío, p 455-462. En, A. Gómez Ortiz et al (eds), Investigaciones Recientes de la Geomorfología Española. Aportaciones a la V Reunión Nacional de Geomorfología, Granada. Vosseler, P., von 1931. Eiszeitstudien im nordwestlichen Sapanien. Zeitschrift für Gletscherkunde, 88-104. Foto 1. Bloque errático. Borde superior del circo del valle del Estillar. Foto 2. Lagunas del circo del barranco del Vizcodillo; en el plano intermedio se observa la morrena lateral izquierda de este valle glaciar. Foto 3. Circos glaciares del valle del M alicioso; obsérvese la superficie chana culminate y las morrenas laterales que flanquean el valle. Foto 4. D etalle de la morrena lateral izquierda del valle del M alicioso, en la zona próxima al collado de las Llaneras.