Un momento electivo previo al mecanismo

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Localización, caracterización y delimitación
de un tipo de momento electivo previo al mecanismo.
Location, characterization and delimiting
of a type of elective moment previous to the mechanism.
Martín Alomo*
Anuario de Investigaciones, Vol. XVII, Secretaría de Investigaciones,
Facultad de psicología, UBA, 2010.
Resumen
Destinamos este informe a la exposición de nuestros avances respecto de uno
de los objetivos específicos del proyecto UBACyT P039: “Momentos electivos
en el tratamiento psicoanalítico de las neurosis – En el servicio de Clínica de
Adultos de la Facultad de Psicología, UBA”, dirigido por Gabriel Lombardi. Tal
objetivo declara: “definir y distinguir momentos electivos de otras situaciones
que no serían tales”. Procederemos a exponer ejemplos seleccionados de la
literatura freudiana para distinguir en ellos qué es mecanismo y qué momento
electivo previo. Luego, centraremos nuestros esfuerzos en cumplir con los
objetivos que el título enuncia, de acuerdo a los siguientes ejes de análisis: a)
la conceptualización lacaniana de la materialidad del símbolo; b) la pragmática
lingüística; c) las auto-aplicaciones del lenguaje (Lombardi 2008a); d) la
temporalidad del modo de presentación clínica.
Palabras clave: Momentos electivos – Neurosis – Mecanismo – Freud –
Lacan.
Abstract
We destine this report to the exhibition of our advances respect to one of the
specific aims of the project UBACyT P039: "Elective moments in the
psychoanalytic treatment of the neurosis - In the service of Adults' Clinic of the
Faculty of Psychology, UBA ", directed by Gabriel Lombardi. Such an aim
declares: "to define and to distinguish elective moments of other situations". We
will proceed to expose examples selected of the freudian literature to distinguish
in them what is mechanism and what previous elective moment. Then, we will
centre our efforts in expiring with the aims that the title enunciates, in
*
Universidad de Buenos Aires. UBACyT, Proyecto P039. [email protected]
1
agreement to the following axes of analysis: a) the lacanian conceptualization of
the symbol’s materiality; b) the linguistic pragmatics; c) the auto-applications of
the language (Lombardi 2008a); d) temporality of the way of clinical
presentation.
Key words: Elective moments - Neurosis - Mechanism - Freud - Lacan.
Introducción
Comenzaremos por exponer ejemplos seleccionados de la literatura freudiana
para distinguir en ellos qué es mecanismo y qué toma de posición del ser
hablante previa a aquel. Luego, centraremos el esfuerzo de este informe en
cumplir con los objetivos que el título enuncia, de acuerdo a los siguientes
puntos:
a)
una
elucidación
de
las
elecciones
del
ser
hablante,
y
específicamente del momento electivo previo (MEP) al mecanismo, en relación
a la conceptualización lacaniana de la materialidad radical del símbolo; b)
apoyados en la pertinencia de utilizar la noción austiniana de acto de habla
(Austin 1962) como herramienta válida para la elucidación del concepto de acto
en psicoanálisis, cuestión que podemos asumir como suficientemente
establecida (Lombardi 1993a, 57-79 y 2008a, 29-30; Lutereau y Cellerino 2009,
208-10) nos serviremos específicamente de las nociones de acto locucionario e
ilocucionario para analizar la toma de posición del ser hablante en el MEP; c)
nos interesará también trabajar con dos herramientas conceptuales elaboradas
por uno de nosotros a propósito de la articulación entre clínica psicoanalítica y
lógica matemática. Nos referimos a la clínica de la autorreferencia y, en
particular, a dos tipos discernidos en dicha elaboración: la autorreferencia en
sentido impropio (A1), y la autorrererencia en sentido propio (A2) (Lombardi
2008a); d) por último, expondremos la temporalidad del modo de presentación
clínica del MEP.
I. Ejemplos
I. 1. Signorelli.
Recordemos el célebre olvido de un nombre propio brindado por Freud en los
inicios del psicoanálisis y de su Psicopatología de la vida cotidiana. La escena
transcurre durante un viaje en coche (Freud 1898, 282). Allí, la charla con su
compañero de viaje recorre la actualidad política de la región (Bosnia2
Herzegovina), luego deriva a las “peculiaridades de los turcos que allí viven”, y
recala en los pintores italianos. Cuando Freud recomienda “vivamente” a su
compañero que no deje de visitar Orvieto “para contemplar allí los frescos del
Fin del Mundo y del Juicio Final”, he allí el momento de la manifestación del
olvido, de la pausa en el fluir del discurso. Interrupción no buscada ni deseada,
al menos conscientemente. Hoy para nosotros es tan obvio que ese nombre es
el de Signorelli como lo fue para Freud en un momento posterior a la
manifestación del olvido: “(…) debí sobrellevar esta ausencia de recuerdo y el
martirio interior a ella conectado (…) hasta que topé con un italiano culto que
me liberó comunicándome el nombre: Signorelli. Pude entonces agregar por mí
mismo el nombre de pila, Luca” (Freud 1898, 283).
Este será el primero de nuestros ejemplos a considerar. En el análisis del
mismo ahondaremos en otros detalles.
I. 2. “La fe de los antepasados”.
Víctor Tausk, discípulo directo de Freud, nos brinda un precioso ejemplo de
equívoco significante en acto (se trata de un lapsus linguae), incluido por su
maestro en su Psicopatología de la vida cotidiana. Lo encontramos bajo el título
“La fe de los antepasados”. Aquí Tausk, de ascendencia judía, nos cuenta que
encontró un buen lugar para pasar sus vacaciones junto a los suyos, en casa
de una familia amiga. En una charla durante la merienda, la señora de la casa
expresa enunciados antisemitas. Sigamos la historia en los términos
consignados por Freud:
“¨Yo habría debido poner en claro osadamente la situación para dar a mis hijos
el ejemplo de ¨valentía en el sostén de las propias convicciones¨, pero temí las
penosas explicaciones que suelen seguir a una confesión así. Además, me
arredró tener que abandonar el buen alojamiento que habíamos hallado y
estropear de ese modo a mis hijos su período de descanso, de por sí breve, en
caso de que la conducta de nuestros anfitriones se volviera inamistosa por ser
nosotros judíos. Ahora bien, era previsible que mis hijos revelarían la verdad
sincera y despreocupadamente si seguían asistiendo a la plática; así pues,
quise alejarlos de la reunión enviándolos al jardín. ¨Vayan al jardín, judíos
{Juden}¨, dije, y me corregí rápidamente: ¨jóvenes {Jungen}¨. De ese modo, a
través de una operación fallida, yo procuraba expresión a mi ¨valentía en el
sostén de las propias convicciones¨. Por cierto que los otros no sacaron
3
consecuencia alguna de este desliz, pues no le concedieron importancia. Pero
yo tuve que extraer la enseñanza de que la ¨fe de los antepasados¨ no se deja
desmentir impunemente cuando uno es hijo y a su vez tiene hijos¨“ (Freud
1901b, 94)1. He aquí el segundo de los ejemplos que tomaremos en
consideración.
I. 3. “Canal”.
En nuestro análisis, nos serviremos también de un sueño de una paciente de
Freud, del que éste se ocupa a propósito “del significado de la duda y la
incertidumbre en el sueño, con la simultánea contracción del contenido del
sueño a un único elemento (…)” (Freud 1901a, 512). Sigamos la letra de Freud:
“Una paciente escéptica tiene un sueño (…) en que sucede que ciertas
personas le cuentan algo sobre mi libro consagrado al ¨chiste¨ y lo alaban
mucho. Entonces se menciona algo acerca de un ¨canal¨, quizás otro libro en
que aparece el canal, o si no algo con canal ... ella no sabe ... es totalmente
oscuro. (…) A la soñante no se le ocurre nada sobre ¨canal¨; yo, desde luego,
tampoco sé decir nada. Tiempo después, en verdad al día siguiente, cuenta
que se le ha ocurrido aquello a lo cual quizá corresponda, a saber, un chiste
que ha oído contar. En un barco que navega entre Dover y Calais conversa un
conocido escritor con un inglés, quien en cierto contexto cita el dicho ¨Du
sublime au ridicule il n'y a qu'un pas¨ {¨De lo sublime a lo ridículo no hay más
que un paso¨}. Y el escritor responde: ¨Oui, le Pas de Calais¨ {¨Sí, el Paso de
Calais¨}, con lo que quiere decir que encuentra a Francia sublime y a Inglaterra
ridícula. Ahora bien, el Pas de Calais es justamente un canal, el Canal de la
Mancha” (Freud 1916, 108).
Con este sueño, quedan planteados los tres ejemplos sobre los que
intentaremos localizar nuestro objeto de estudio: el momento electivo previo al
mecanismo. Para ello, será necesario que en primer lugar nos ocupemos de la
localización del mecanismo en cuestión.
II. Localización del momento electivo previo (MEP) al mecanismo.
¿A qué llamamos mecanismo y a qué momento electivo en los ejemplos
expuestos más arriba? Intentaremos demostrarlo paso a paso.
1
El doble entrecomillado se debe a que citamos a Freud, quien a su vez cita a Tausk.
4
II. 1. Signorelli.
II. 1. 1. Mecanismo.
En este caso, denominamos “mecanismo” a la manifestación de la eficacia de
lo reprimido, Herr, Signor, Sig, que afecta al hablante en su discurso, ya que no
puede recordar el nombre solicitado. Es a partir del análisis ensayado por
Freud sobre la propia materia significante (Boltraffio, Trafoi, Boticelli) y sus
asociaciones correspondientes (los turcos, sexualidad, muerte), que nos
anoticiamos de los nombres sustitutivos convocados al agujero y las temáticas
vinculadas. Pero ello no es lo único convocado allí; también hay una
proliferación imaginaria en lugar del significante unterdrükt: Freud cuenta que
tiene una visión “hiper-nítida” del cuadro (Freud 1898, 282-3).
Queda claro, entonces, a qué llamamos mecanismo en este caso: no se trata
sino de la represión, puesta de manifiesto -como no podría ser de otro modo- a
partir de sus retornos. En este caso se pone de manifiesto a través del agujero
provocado por el olvido, ya que no se consuma un equívoco en forma de
lapsus linguae en el ritmo del discurso -como veremos en el caso de Tausk-,
sino que el significante faltante provoca una pausa, un silencio que es vacío y
detención del discurrir significante, con el surgimiento de una imagen mnémica
relativa al elemento faltante.
II. 1. 2. MEP.
Leamos a Freud:
“Supongo que la serie de pensamiento sobre las costumbres de los turcos en
Bosnia, etc., cobró la capacidad de perturbar un pensamiento siguiente porque
yo había sustraído mi atención de ella antes que concluyera. Lo recuerdo bien;
quería yo contar una segunda anécdota que en mi memoria descansaba
próxima a la primera. Estos turcos estiman el goce sexual por sobre todo, y en
caso de achaques sexuales caen en un estado de desesperación que ofrece un
extraño contraste con su resignada actitud ante la proximidad de la muerte.
Uno de los pacientes de mi colega le había dicho cierta vez: ¨Sabes tú, Herr,
cuando eso ya no ande, la vida perderá todo valor¨. Yo sofoqué la
comunicación de ese rasgo característico por no querer tocar ese tema en
plática con un extraño. Pero hice algo más: desvié mi atención también de la
prosecución de estos pensamientos, que habrían podido anudárseme al tema
¨muerte y sexualidad¨“ (cursivas nuestras) (Freud 1901b, 11). Es luego de esta
5
toma de posición que Freud olvida sin querer lo uno, pretendiendo olvidar
adrede lo otro.
En cuanto al anudamiento al tema “muerte y sexualidad”, entre otras
determinaciones, emerge en el lugar mismo de la manifestación fenoménica del
olvido a través del nombre Boltraffio. Freud había recibido la noticia de la
muerte de un paciente con “perturbaciones sexuales incurables” en la ciudad
de Trafoi, “y este nombre es demasiado semejante a la segunda mitad del
nombre ¨Boltraffio¨ para no haber ejercido un influjo de comando sobre la
elección de éste” (cursivas nuestras) (Freud 1898, 285-6). Boltraffio, junto a
Boticelli, son dos nombres que se ofrecen al rememorar de Freud, como
sustitutos equívocos del buscado Signorelli2.
Nótese el modo en que Freud refiere a una elección en juego aquí: “un influjo
de comando sobre la elección de éste”, es decir: la elección cuyo objeto Boltraffio- quien busca Signorelli inconscientemente obtiene en su división3.
Aquí observamos algo del orden de una selectividad automática, una elección
en donde lo que elige y lo elegido se nutren de la materialidad del significante,
sin el consentimiento del ser hablante (más adelante volveremos sobre este
“influjo de comando” freudiano). Sin embargo, este no es nuestro MEP al
mecanismo. En el lugar del MEP ubicamos la toma de posición que Freud
manifiesta en estos términos: “Yo sofoqué la comunicación de ese rasgo
característico”.
Aquí nos limitamos a señalar la localización del fenómeno en el ejemplo. Luego
de operar del mismo modo con cada uno de los otros dos casos, nos
focalizaremos en la caracterización y delimitación del MEP, procurando seguir
un movimiento que nos lleve del ejemplo a la conceptualización.
II. 2. “La fe de los antepasados”
II. 2. 1. Mecanismo.
Transcribimos el ejemplo proporcionado por Tausk tal como lo consigna Freud,
en el punto en que se manifiesta el mecanismo, que no es otra cosa que un
2
Remitimos al análisis detallado que Freud opera con la materia significante de su olvido y sus intentos
fallidos de obtener el nombre buscado (Freud 1898, 286; y 1901b, 12).
3
En su argumentación de por qué la “psicosíntesis” no es una tarea del analista, Freud plantea que “en la
vida anímica enfrentamos aspiraciones sometidas a una compulsión de unificar y reunir (…). Así, la
psicosíntesis se consuma en el analizado sin nuestra intervención, de manera automática e inevitable”. Y
sirviéndose de una analogía química, agrega: “al mismo tiempo que el químico consigue aislar ciertos
elementos, se producen síntesis que no estaban en sus designios, a causa de la liberación de las afinidades
electivas entre las sustancias” (cursivas nuestras) (Freud 1918, 156-7).
6
equívoco significante puesto en acto sin consentimiento del ser hablante, bajo
la forma de un lapsus:
“Quise alejarlos de la reunión enviándolos al jardín. ¨Vayan al jardín, judíos
{Juden}¨, dije, y me corregí rápidamente: ¨jóvenes {Jungen}¨”.
II. 2. 2. MEP.
En este caso, localizamos el MEP en el siguiente segmento del relato:
“Merendábamos un día con nuestros huéspedes, gente de ordinario amistosa,
y la señora de la casa, que no sospechaba el origen judío de los demás
miembros del grupo en vacaciones, dirigió unas hirientes invectivas contra los
judíos. Yo habría debido poner en claro osadamente la situación para dar a mis
hijos el ejemplo de ¨valentía en el sostén de las propias convicciones¨, pero
temí las penosas explicaciones que suelen seguir a una confesión así.
Además, me arredró tener que abandonar el buen alojamiento que habíamos
hallado y estropear de ese modo a mis hijos su período de descanso, de por sí
breve, en caso de que la conducta de nuestros anfitriones se volviera
inamistosa por ser nosotros judíos” (cursivas nuestras) (Freud 1901b, 94).
Podríamos abreviar este MEP, parafraseando el ejemplo Signorelli, del
siguiente modo: “Yo sofoqué el sinceramiento de nuestra condición de judíos”.
II. 3. “Canal”.
II. 3. 1. Mecanismo.
En este caso, no difiere el mecanismo, ya que se trata una vez más de
represión. Sí, en cambio, difiere el producto: la formación en cuestión es un
sueño, y lo que importa entonces, es el relato que lo presenta a su analista. He
aquí la manifestación del mecanismo, esta vez correspondiente a una paciente
de Freud:
“Una paciente escéptica tiene un sueño más largo, en que sucede que ciertas
personas le cuentan algo sobre mi libro consagrado al ¨chiste¨ y lo alaban
mucho. Entonces se menciona algo acerca de un ¨canal¨, quizás otro libro en
que aparece el canal, o si no algo con canal ... ella no sabe ... es totalmente
oscuro” (Freud1916, 108).
II. 3. 2. MEP.
La escucha freudiana se ofrece como tal incluso a los silencios. Al día
siguiente, la paciente aporta otras asociaciones que canalizan el sentido del
sueño:
7
“A la soñante no se le ocurre nada sobre ¨canal¨; yo, desde luego, tampoco sé
decir nada. Tiempo después, en verdad al día siguiente, cuenta que se le ha
ocurrido aquello a lo cual quizá corresponda, a saber, un chiste que ha oído
contar. En un barco que navega entre Dover y Calais conversa un conocido
escritor con un inglés, quien en cierto contexto cita el dicho ¨Du sublime au
ridicule il n'y a qu'un pas¨ {¨De lo sublime a lo ridículo no hay más que un
paso¨}. Y el escritor responde: ¨Oui, le Pas de Calais¨ {¨Sí, el Paso de Calais¨},
con lo que quiere decir que encuentra a Francia sublime y a Inglaterra ridícula.
Ahora bien, el Pas de Calais es justamente un canal, el Canal de la Mancha”
(Freud 1916, 108).
Asombrosamente, luego de la intervención abstinente de Freud (su silencio
eminentemente ético: “yo, desde luego, tampoco sé decir nada”), las
asociaciones entregan una solución al enigma planteado por el sueño. Al
respecto, Freud concluye:
“¿Si yo creo que esta ocurrencia tiene algo que ver con el sueño? Por cierto
que sí; opino que da realmente la solución del elemento ¨canal¨. ¿Acaso
pueden suponer que fue agregado con posterioridad? La ocurrencia, en efecto,
atestigua el escepticismo que se oculta en la enferma tras sus insistentes y
cargosas manifestaciones de asombro, y la resistencia es en verdad el
fundamento común de ambas cosas, tanto de su demora en producir la
ocurrencia cuanto de que el elemento onírico correspondiente resulte tan
impreciso” (Ibíd.).
Localizamos el MEP aquí en la posición resistencial que suponemos, con
Freud, en la causa de la demora de las asociaciones de la paciente respecto de
sus verdaderas opiniones acerca de la teoría del Witz4. Por lo tanto leemos
este MEP del mismo modo que los anteriores, se trata de un “yo sofoco”, en
este caso adjudicado a la soñante. “Yo sofoco mis opiniones respecto de sus
teorías: de lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso; aunque las
personas las alaben y las consideren sublimes, no son sino ridículas”, tal podría
ser el enunciado crítico hacia Freud que la paciente silencia. Al respecto, Lacan
comenta:
4
Nótese la distinción: ubicamos el MEP no en la demora -manifestación de la resistencia- sino en su
causa.
8
“Presten atención, pues esto cumple la misma función que el surgimiento de la
presencia en el momento de la resistencia. La enferma, escéptica, discutió
antes largamente el mérito de la teoría de Freud sobre la agudeza. Luego de la
discusión, en el momento en que su discurso vacila y no sabe ya qué camino
tomar, aparece exactamente el mismo fenómeno -la resistencia tiene
presentación transferencial- (…). De lo sublime a lo ridículo no hay más que un
paso; éste es el punto donde el sueño se engancha al oyente, pues esto es
para Freud.
Así, canal no era gran cosa, pero es indiscutible después de las asociaciones”
(Lacan 1953a).
III. Elucidación del MEP.
Nuestra búsqueda de especificidad en lo que atañe a un MEP a la puesta en
marcha del mecanismo automático pretende continuar el camino inaugurado
por Freud, quien sostiene hasta las últimas consecuencias la posición ética del
psicoanálisis en una responsabilidad ineludible: por nuestros deseos; también
por lo que se piensa sin saber que se piensa; aun por nuestros sueños. Tal
como uno de nosotros ha tenido oportunidad de preguntarse: “¿son estas
distintas ¨posiciones¨ el resultado de una toma de posición del ser hablante, o
se trata meramente de mecanismos?” (Lombardi 2008c, 121). Justamente esta
es la pregunta que, articulada a la ética freudiana, anima nuestro propósito de
precisión. Y la respuesta arriesgada entonces también incita nuestra búsqueda:
“Parece evidente en todo caso que una vez instaurado el mecanismo, éste
opera como tal, automatizando la respuesta subjetiva; sin embargo
encontramos en Lacan una prudencia que concierne a la ética del
psicoanálisis, dejando abierta la pregunta acerca de si la puesta en marcha del
mecanismo no fue precedida, e incluso encendida por una elección, una toma
de posición del ser. Esa prudencia nos deja la posibilidad de trabajar todavía
con seres capaces de elegir, en lugar de reparar autómatas, órganos enfermos
o errores cognitivos” (Ibíd., 121-2).
A continuación, luego de haber localizado el MEP en nuestros tres ejemplos,
procederemos a una elucidación conceptual del mismo en relación a los cuatro
puntos señalados más arriba.
9
III. 1. Elucidación del MEP en relación a la materialidad del símbolo.
Respecto de nuestro primer ejemplo, comenta Lacan que “pudimos darnos
cuenta de que la imposibilidad en que se encuentra Freud de evocar el nombre
de Signorelli, en el diálogo que lleva a cabo con el colega que es entonces su
compañero de viaje responde al hecho de que censurando en su conversación
anterior con el mismo todo lo que las palabras de éste le sugerían tanto por su
contenido como por los recuerdos que en él formaban su séquito, de la relación
del hombre y del médico con la muerte, o sea con el amo absoluto, Herr,
signor, Freud había abandonado literalmente en su interlocutor, y por lo tanto
desprendido de sí, la mitad rota (entendámoslo en el sentido más material del
término) de la espada de la palabra, y por un tiempo, precisamente aquel en
que seguía dirigiéndose a dicho interlocutor, no podía disponer de ese término
como material significante, por quedar ligado a la significación reprimida”
(cursivas nuestras) (Lacan 1954, 363).
¿Cómo entender esto en relación a la estructura del símbolo considerado en su
más radical materialidad? Y también, ¿cuál es la mitad de esta espada rota
patrimonio de Freud en el diálogo con su compañero? Luego, ¿cuál es el
interés que esta elucidación reviste en relación al problema de las elecciones
del ser hablante? En lo que sigue, avanzamos sobre respuestas posibles a
estos interrogantes.
Sigamos la reflexión de Lacan respecto del olvido freudiano, que en su
continuación lleva la cuestión hacia un punto sumamente sensible para los
intereses de este informe: “¿Pero podemos contentarnos con hablar aquí de
represión? Sin duda podemos asegurar que está presente sólo por las
sobredeterminaciones que Freud nos da del fenómeno, y podemos confirmar
también por la actualidad de sus circunstancias el alcance de lo que quiero
darles a entender en la fórmula: el inconsciente es el discurso del Otro (…) Así
es como el eje de los polos en que se orientaba un primer campo de la palabra,
cuya imagen primordial es el material de Ia tésera (donde volvemos a encontrar
la etimología del símbolo), está cruzado aquí por una dimensión segunda no
reprimida sino engañosa por necesidad. Ahora bien, a aquella de donde surge
con el no-ser la definición de la realidad” (cursivas nuestras) (Lacan 1954, 364).
Observamos que soportados en la materialidad del símbolo como tésera, como
parte, como mitad rota, emergen problemas relativos a la verdad y a la realidad
10
que en ella se sustenta. Y nos intereserá llevar la cuestión hacia la parte
misma, eso fragmentario como apoyo y determinación últimos de toda realidad.
Guíemos nuestros pasos, entonces, por la parte:
“Miren ustedes aquí por la relación del elemento onírico con su inconsciente.
Es como un pequeño fragmento de eso inconsciente, como una alusión a eso;
por su aislamiento se volvió enteramente incomprensible” (1916, 108), dice
Freud refiriéndose al elemento “canal”: un pequeño fragmento. Y es también un
pequeño fragmento de significante hundido en las profundidades de la
sofocación, del sepultamiento (Unterdrückung) aquel que subyace al olvido del
nombre Signorelli: “Herr”. Escribe Freud: “¨Sabes tú, Herr, cuando eso ya no
ande, la vida perderá todo valor¨. Yo sofoqué la comunicación de ese rasgo
característico por no querer tocar ese tema en plática con un extraño” (Freud
1901b, 11). En el ejemplo de Víctor Tausk, el fragmento es claramente silábico:
“jung” por “jud”, ya que la desinencia “ens” persiste para jóvenes y judíos
(incluso podríamos pensarlo fonemático: “ng” por “d”, si observamos que “ju”
perdura)5. Por otra parte, la enseñanza que dice extraer Tausk del evento, “la
¨fe de los antepasados¨ no se deja desmentir impunemente cuando uno es hijo
y a su vez tiene hijos”, implica que lo que no se deja desmentir fácilmente se
denuncia a través de un fragmento, de un elemento discreto partido, roto. Por
lo tanto, al no ser gratuito desconocer (verleugnen) la fe de los antepasados, se
comprende entonces que lo gravoso de tal desconocimiento se sostenga en la
punta quebrada “jud”, que luego logra acceder al plano discursivo a través del
equívoco, y con ella la fe y los antepasados reclaman su lugar en ese mismo
contexto discursivo en el que había sido previamente denegada su admisión.
Desde este punto de vista, este MEP ha consistido en una negación previa6
respecto de una moción que reclamaba su derecho a existir en el discurso.
Respecto del olvido de los sueños, comenta Lacan a propósito de “canal”:
“El sueño no vale para él -es decir para Freud- sino como vector de la palabra.
Tan es así que todos los fenómenos que da ese olvido, incluso de duda, que
5
Roman Jakobson cita un diálogo entre Alicia y el Gato, del capítulo VI de la obra de Lewis Carroll:
“¨‘¿Has dicho pig (cerdo) o fig (higo)?’ dijo el Gato. ‘He dicho pig’ replicó Alicia¨”. Y continúa
Jakobson: “En este enunciado concreto, el receptor felino trata de captar nuevamente una elección
lingüística realizada por el emisor” (cursivas nuestras) (Jakobson y Halle 1967, 99). Es claro que el objeto
de tal elección es una unidad fonemática: o bien p, o bien f.
6
Algo así como la llamada “censura previa” que algunos medios de prensa han debido practicar sobre sus
propias producciones, para lograr subsistir en tiempos hostiles, por ejemplo durante la última dictadura
militar en Argentina.
11
vienen a estorbar el relato, han de interpretarse como significantes de esa
palabra (…) [y] esto no sirve sino para hacer más seguro que se trata de la
punta quebrada de lo que en el sueño constituye su punta transferencial, dicho
de otra manera lo que en dicho sueño se dirige directamente al analista”
(cursivas nuestras) (Lacan 1954, 363).
Nuestras cursivas pretenden ser colofón que indica la parte, el fragmento, la
punta quebrada, como eso mismo que tiende hacia el oyente, la punta
transferencial. Este fragmento es testimonio en su basculación hacia el borde
transferencial del decir, de la presencia del oyente como punto de atracción,
como centro gravitacional, el meollo del asunto -más adelante retomaremos
este punto.
En cuanto al olvido de Signorelli, notamos cómo Lacan produce una
articulación entre la estructura fragmentaria del símbolo y la realidad discursiva
(Lacan 1954, 363). El fragmento partido abandonado, unterdrückt, es el mismo
que determina la realidad a partir de su eficacia inconsciente. Podemos decir
que el significante Herr deviene lo reprimido, luego de que la mitad rota de la
palabra ha sido abandonada mediante un acto de desconocimiento,
Verleugnung, en el que consiste el MEP del que Freud comenta “yo sofoqué la
comunicación de ese rasgo característico por no querer tocar ese tema en
plática con un extraño”.
Por otra parte, ya en Función y campo de la palabra Lacan había planteado la
cuestión de ésta como símbolo quebrado, roto. A propósito de aquello que la
presencia del analista escande, el discurso del analizante, escribe lo siguiente:
“Por vacío que aparezca ese discurso en efecto, no es así sino tomándolo en
su valor facial: el que justifica la frase de Mallarmé cuando compara el uso
común del lenguaje con el intercambio de una moneda cuyo anverso y cuyo
reverso no muestran ya sino figuras borrosas y que se pasa de mano en mano
¨en silencio¨. Esta metáfora basta para recordarnos que la palabra, incluso en
el extremo de su desgaste, conserva su valor de tésera” (1953b, 241).
La tésera7 tal como se la utilizaba en el Imperio Romano8, consistía en un trozo
de madera, marfil, piedra o metal, y representaba una contraseña, una clave
7
Del latín tesséra ¨dado¨, ¨ficha¨, y este del griego τεσσαγϖνος ¨cuadrado¨. Cf. J. Corominas y J. A.
Pascual, Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico, Gredos, Madrid, 1992.
12
para que los legionarios se reconocieran entre sí y pasaran cuando eran
enviados en misión, o encontrados en el campo de batalla. La tésera que
pasaba de mano en mano, en silencio, inadvertida como cosa en sí tras la
pantalla de la convención, constituía de este modo la clave de un “pase”.
En el mismo texto, Lacan articula la cuestión del símbolo como fragmento,
como parte, con el problema de la constitución de la realidad y la verdad que
ella misma -la parte- funda, en encrucijadas en que el problema de la elección
se hace presente definitoriamente:
“Pues de la verdad de esta revelación -la realidad de lo que no es ni verdadero
ni falso- es la palabra presente la que da testimonio en la realidad actual, y la
que la funda en nombre de esta realidad. Ahora bien, en esta realidad sólo la
palabra da testimonio de esa parte de los poderes del pasado que ha sido
apartada en cada encrucijada en que el acontecimiento ha escogido” (cursivas
nuestras) (Ibíd., 245-6). Y dos páginas más adelante, a propósito del lugar del
inconsciente freudiano como una posición tercera a la alternativa intersubjetiva,
y como tal una práctica de discurso, escribe: “El inconsciente es aquella parte
del discurso concreto en cuanto transindividual que falta a la disposición del
sujeto para restablecer la continuidad de su discurso consciente” (cursivas
nuestras) (Ibíd., 248).
Convengamos que es imposible no escuchar las resonancias de las partes
abandonadas, “mitades rotas” que han determinado en ciertas encrucijadas del
destino del ser hablante manifestaciones de fenómenos inesperados, tales
como los casos de nuestros tres ejemplos. Es cierto que nos referimos a un
destino modesto y quizá de poca monta, un destino cotidiano, al alcance de
una conversación aparentemente trivial. No nos referimos a las grandes
decisiones que enmarcan el gran destino épico o trágico de la vida del héroe
clásico, sino al destino de ese ser que en el habla se esencia, en cada acto de
habla. Volvamos sobre lo que decía Freud respecto de “la elección” de
Boltraffio como nombre sustitutivo del otro esquivo: “(…) [Trafoi] es demasiado
semejante a la segunda mitad del nombre ¨Boltraffio¨ para no haber ejercido un
influjo de comando sobre la elección de éste” (cursivas nuestras) (Freud 1898,
8
También estaba presente en la Grecia Antigua, aunque con connotaciones algo diversas. En Roma fue
más acentuado el uso militar de la misma, al modo de contraseña (Cf. L. Pérez Vilatela: “Aspectos de la
tésera latina de Fuentes Claras”. Alazet: Revista de filología, Instituto de Estudios Altoaragoneses, Nº 5,
España, 1993 , pp. 127-50).
13
286). ¡Un influjo de comando9! ¿Qué otra cosa puede ser un influjo de
comando sino lo que Lacan describe de este modo: “Mostraremos que no hay
palabra sin respuesta, incluso si no encuentra más que el silencio, con tal de
que tenga un oyente, y que éste es el meollo de su función en el análisis” (Ibíd.,
237)? Éste con acento escrito, pronombre que en este caso metaforiza al
oyente. Él es el meollo de la función de la palabra en el análisis entonces, el
oyente para el que la espada de la palabra se presenta rota; y he aquí un modo
de entender parte del meollo, a condición de darle a ese para todo el peso que
merece. Ese oyente presenta una instancia por fuera del discurso del
analizante, hacia la cual -entiéndase este hacia como una tendenciacomienzan a evidenciarse los fenómenos llamados de resistencia. “Y esta
coyuntura es promovida a la función de puntuación de su palabra. Para dar a
entender semejante efecto hemos hecho uso de la imagen de que la palabra
del sujeto bascula hacia la presencia del oyente” (cursivas nuestras) (Lacan
1954, 358).
Y este para-el-oyente sobre el que bascula el acto de habla cuando interviene
en un discurso es ejemplificado por Lacan de muchas maneras, todas ellas
conectadas por vías más o menos alusivas a la circulación de la tésera que
pasa de mano en mano. Por ejemplo, en la comparación con el juego de la
sortija, en el que el verbo realizado en el discurso “corre de boca en boca para
dar al acto del sujeto que recibe su mensaje el sentido que hace de ese acto un
acto de su historia y que le da su verdad” (Lacan 1953b, 248-9). En este mismo
sentido, Lacan no confina su proliferación de ejemplos a la conducta del
hombre: “Se ve que no retrocedemos ante una búsqueda fuera del dominio
humano de los orígenes del comportamiento simbólico”, dice a propósito de la
conducta de algunas aves marinas: “¿Esta neutralización del significante -la de
un significante que pierde el sentido10- es la totalidad de la naturaleza del
lenguaje? Tomado así, se encontraría su despuntar entre las golondrinas de
mar, por ejemplo, durante el pavoneo, y materializada en el pez que se pasan
de pico en pico y en el que los etólogos, si hemos de ver con ellos en esto el
9
Influjo de comando que nos recuerda al automatismo de comando kräepeliniano, con la siguiente
salvedad: éste puede ser leído únicamente como un ejemplo crudo del modo en que el significante afecta
al viviente; aquel, además, como un ejemplo claro de la determinación del significante sobre el
significante.
10
Aquí la referencia es el célebre “tonel de las Danaides”.
14
instrumento de una puesta en movimiento del grupo que sería un equivalente
de la fiesta, tendrían justificación para reconocer un símbolo” (Ibíd., 261-2). Una
vez más, la cuestión del símbolo que remite a la estructura rota de la tésera,
esta vez “materializada” en la metáfora del pez que pasa “de pico en pico”.
Por otra parte, en la elaboración del modo en que el símbolo como “punta
quebrada de la espada de la palabra” determina la realidad del hombre, con
Lacan, podemos ubicar los tres ejemplos que hemos expuesto, esas tres
formaciones del inconsciente, consideradas ahora como síntomas11: “La
palabra es aquí expulsada del discurso concreto12 que ordena la conciencia
(…). El síntoma es aquí el significante de un significado reprimido de la
conciencia del sujeto. Símbolo escrito sobre la arena de la carne y sobre el velo
de Maya13, participa del lenguaje por la ambigüedad semántica que hemos
señalado ya en su constitución” (Ibíd., 269-70).
Retomemos la pregunta de Lacan, en un intento de avanzar sobre nuestros
interrogantes: ¿Podemos contentarnos con hablar aquí de represión? En lo que
atañe al MEP no alcanza con hablar de represión. Más bien, ella evidencia que
ha habido un fragmento, una mitad rota sobre la cual cierta toma de posición
previa del ser hablante ha ejercido algún tipo de censura. Este ejercicio, este
“yo sofoco” activo que ubicamos en el lugar del MEP, promueve efectos que no
han podido ser controlados por un agente consciente (verbigracia, la puesta en
marcha de la mentada represión). Por esto mismo, toda instancia consciente no
puede sino verse sorprendida en su división cuando tal vez por un “influjo de
11
Considerémoslas como “acciones sintomáticas”.
Signorelli es expulsada, y no retorna sino como olvido; Judens es expulsada, y retorna con la fuerza del
acto fallido (en realidad logrado); “canal” es expulsada fuera del discurso concreto por vaciamiento del
contexto discursivo, presentándose como aislada, absoluta (posición absoluta que logra ser relativizada al
día siguiente del relato del sueño, cuando es reingresada al plano discursivo). La presentación
absolutizada de “canal”, y su “relativización” al día siguiente, evoca el drama de cierto tipo de afásicos
cuyas particularidades lingüísticas fueron estudiadas en detalle por Jakobson. Por ejemplo, una paciente
para poder servirse en el discurso de la palabra cuchillo, “llamaba al cuchillo alternativamente
cortaplumas, mondador, cuchillo de pan o cuchillo y tenedor; de esta forma la palabra cuchillo, forma
libre, capaz de presentarse aislada -aunque de un modo incomprensible para la hablante- se convertía en
una forma ligada” (Jakobson y Halle 1967, 109).
13
Nietzsche, en El origen de la tragedia, se refiere a la diosa veda y asocia su velo con lo apolíneo que
enmascara a lo dionisiaco haciendo la vivencia trágica de la vida soportable (Vg. (1871), Alianza, 1997,
pp. 45-9). Podemos asociar también dicha referencia en Nietzsche -la del velo de Maya- a la apariencia, a
la ilusión, a las creencias, a las ideas y a la verdad, de un modo que nos permite articular lo que se lee a
través de él con la lógica de la tésera, porque “las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo
son, metáforas que han perdido su fuerza sensible, monedas que han perdido su imagen y que ahora
entran en consideración como metal, no como tales monedas.” (Vg. (1873), El libro del Filósofo, Taurus,
2000, p. 91).
12
15
comando”, la elección que los significantes reprimidos incitan pasivizándola, no
hace sino reingresar14 -ya sea en forma de olvido, de equívoco o de sueño- el
fragmento que retorna ahora en la flagrancia del mecanismo operante,
deviniendo tal reingreso la constatación fehaciente de la necesidad lógica de la
presencia anterior de eso que aquí llamamos MEP.
III. 2. Elucidación del MEP a la luz de la pragmática lingüística.
III. 2. 1. Los “actos de habla” de J. L. Austin.
En la línea de la tradición anglosajona de la filosofía del lenguaje, cuyos
representantes más salientes son Wittgenstein, Gardiner y Grice, John
Langshaw Austin encuentra su especificidad en la teorización de los actos de
habla (1962). En su teoría, comienza por diferenciar dos tipos de enunciados:
constativos y realizativos o performativos. En estos últimos, el acto de habla
consuma el acto en el decir mismo: al decir “prometo”, prometo15. Luego, Austin
subsume los enunciados constativos y realizativos en el concepto más
abarcativo de “actos de habla”, señalando que muchas veces se torna
realmente oscuro todo intento de clasificación excluyente. Sin embargo, ésto no
significa que no se pueda aislar lo propiamente realizativo de un enunciado, por
ejemplo en el análisis del poder ilocucionario del mismo. Gabriel Lombardi
escribe: “(…) para jurar, necesito decir “juro”, y este significante, al
pronunciarse, es repetición en acto: el nivel locucionario repite el ilocucionario,
el acto de decir repite el significante que se realiza al decir” (1993, 63). En otras
palabras, en este ejemplo, en el nivel locucionario digo “juro”, y en el
ilocucionario, juro.
En cuanto a las condiciones de los enunciados realizativos, Austin señala a los
verbos en presente del indicativo, en voz activa, y conjugados en la primera
persona del singular (con algunas salvedades relativas a escritos formales, por
ejemplo). Esto en lo que atañe al verbo; pero en relación al contexto fáctico
para que un acto de habla se produzca, las condiciones son otras. Allí, los
realizativos pueden ser afortunados o infortunados, a diferencia de los
constativos, de los cuales puede predicarse verdad o falsedad. A propósito de
este punto, Austin desarrolla su “Doctrina de los infortunios” (Austin 1962, 53 y
sig.).
14
15
En este caso, “la elección” es el sujeto de la frase verbal “no hace sino reingresar”.
Cf. el tratamiento que le da a este punto G. Lombardi (1993a, 57-79 y 2008a, 29-30).
16
Es afortunado para el acto de casarse, por ejemplo, que se diga “sí, acepto” en
el momento apropiado, no antes ni después. Tampoco sería conveniente a los
fines de tal acto, que quien presida la ceremonia no revista las condiciones
formales que las convenciones demandan para tales circunstancias (ser juez,
sacerdote, etc.). Esta doctrina de los infortunios reconoce y ubica diversos tipos
posibles de condiciones para que los actos sean afortunados. El no
cumplimiento de alguna de estas condiciones explica que el acto se diluya en la
ineficacia, cayendo en el fallido terreno de los infortunios. De algún modo, este
plano, el de la posibilidad de fijar a priori las condiciones de fortuna o infortunio
de un acto de habla, escapa a la pertinencia de intentar sostener la analogía
con lo que respecta al acto analítico. Sin embargo, ello no restringe el interés
para el psicoanálisis respecto de tal doctrina; más aún, tal vez no sea
inconveniente ocuparse en detalle de esta intersección conceptual en próximos
desarrollos. De algún modo, avanzar en esta línea investigativa sería continuar
con el planteo iniciado al respecto por Lombardi en “El acto analítico
considerado a la luz de sus infortunios” (1993a). En este informe nos limitamos
a señalar el punto.
III. 2. 2. El caso de los verbos “ejercitativos”.
Austin, en su intento progresivo de formalizar y ser lo más específico posible
respecto de sus actos lingüísticos llega, como decíamos, a subsumir los
realizativos y constativos en los actos de habla, con sus niveles locucionario,
ilocucionario y perlocucionario (éste último remite a los efectos que el acto
perpetrado provoca en el oyente, y no nos referiremos a él en este informe). En
este camino, y asumiendo que los aspectos realizativos y constativos, en
diferentes niveles, están presentes en todos los actos de habla, el filósofo
oxoniense plantea entonces la siguiente lista de elementos constitutivos de los
actos:
“1) Una dimensión relativa al carácter afortunado o desafortunado de la
expresión;
1a) Una fuerza ilocucionaria;
2) Una dimensión relativa a la verdad y falsedad de la expresión;
2a) Un significado locucionario (sentido y referencia)” (Austin 1962, 195).
Podemos observar que los puntos 1 y 1a están referidos a la fuerza
ilocucionaria y al carácter afortunado o desafortunado del aspecto realizativo; y
17
los puntos 2 y 2a se refieren al aspecto constativo de los enunciados, en los
que tiene mayor peso el aspecto locucionario de la expresión, y que son
pasibles de ser afectados por una V o una F.
Para precisar más aún su elucidación del poder ilocucionario de los
enunciados, Austin clasifica los verbos en cinco clases, manteniendo la fórmula
de la primera persona del singular activa del presente indicativo. Estas cinco
categorías son: verbos judicativos, ejercitativos, compromisorios, comportativos
y expositivos (Ibíd., 198).
De todos ellos, nos interesa en particular el grupo de los “ejercitativos”. Austin
los define del siguiente modo: “(…) los ejercitativos consisten en el ejercicio de
potestades, derechos o influencia. Por ejemplo designar, votar, ordenar, instar,
aconsejar, prevenir, etcétera” (Ibíd., 199). Y más adelante, en la misma
conferencia, es aún más específico: “Un ejercitativo consiste en dar una
decisión a favor o en contra de cierta línea de conducta, o abogar por ella. Es
decidir que algo tiene que ser así, como cosa distinta de juzgar que algo es así
-notamos aquí que los separa de los judicativos-. Es abogar porque algo sea
así, como cosa opuesta a estimar que es así (…) Los arbitradores y los jueces
emplean ejercitativos, y también emiten judicativos. Sus consecuencias pueden
ser que otros sean ¨compelidos¨, o ¨autorizados¨ o ¨no autorizados¨ a hacer
ciertos actos” (Ibíd., 203).
Ya en la primera de sus conferencias en Harvard compiladas en Cómo hacer
cosas con palabras, Austin se refería a “esa clase avasalladora que más
adelante llamaremos la de los ¨ejercitativos¨” (Ibíd., 45).
Proponemos ahora una revisión de los ejemplos que hemos llamado MEP al
mecanismo, de modo tal de intentar una lectura de aquello que realizan. En el
primero de ellos, referido a Signorelli, hemos señalado como MEP el siguiente
fragmento: “Yo sofoqué la comunicación de ese rasgo característico por no
querer tocar ese tema en plática con un extraño” (cursivas nuestras) (Freud
1901b, 11). Del segundo ejemplo, el caso de Tausk, he aquí el MEP: “Yo
habría debido poner en claro osadamente la situación para dar a mis hijos el
ejemplo de ¨valentía en el sostén de las propias convicciones¨, pero temí las
penosas explicaciones que suelen seguir a una confesión así” (Freud 1901b,
94). Aunque Tausk no lo diga, no es difícil concluir que lo que hace no es otra
cosa que sofocar. En el presente del indicativo, suponemos estas palabras
18
para el padre de familia previsor y cuidadoso: “sofoco la confesión que
sostendría mis propias convicciones”.
En cuanto al MEP del sueño “canal”, ubicamos allí la sofocación por parte de la
paciente de decirle a su analista lo poco serias que le parecían sus teorías
sobre el chiste. En el seminario de Lacan, es A. Didier-Weil quien lo señala de
este modo: “(…) se podría pensar que si ella -la paciente- hubiera dicho a
Freud en el marco de una sesión ¨sus teorías, de lo sublime a lo ridículo, no
hay más que un paso¨, si ella se lo hubiera dicho, habría hecho la economía de
ese sueño” (Lacan 1979)16.
Notemos ahora que en la constitución de todos los MEP que hemos referido,
de lo que se trata es de sofocar algún significante. Y más precisamente,
suponemos que en el momento en que tal acto se perpetra, el mismo que
describe el verbo -“ejercitativo” según la clasificación austiniana-, ello ocurre
precisamente en el presente del acto: “mejor esto no lo digo, lo sofoco, para: a)
no entrar en plática con un extraño sobre estos temas; b) no perder los favores
de mis anfitriones; c) no decirle a mi analista que sus teorías son ridículas”.
En cuanto al tipo de acto que la realización del “sofoco” perpetra, se trata de
uno que halla tal realización en una autoafirmación del verbo ejercitativo:
sofoco mi ascendencia judía, y efectivamente eso ocurre. Y a tal punto ocurre,
que me percato de tal acto en las consecuencias de su eficacia: la activación
del mecanismo represivo constatado en los retornos que induce.
III. 3. Elucidación del MEP a la luz de las auto-aplicaciones del lenguaje.
Gabriel Lombardi, en Clínica y lógica de la autorreferencia (2008a), realiza
aportes que consideramos una novedad epistémica en su articulación de la
lógica
matemática
con
la
clínica
psicoanalítica.
Nos
referimos
más
específicamente a la clínica de la autorreferencia y, en particular, a dos tipos
que su tesis discierne: la autorreferencia en sentido impropio (A1) y la
autorreferencia en sentido propio (A2).
A partir del tipo de autorreferencia A1, “aplicación del significante al sujeto”, es
posible establecer una clínica de la significación personal en la que se
destacan: a) las distintas formas de la autorreferencia psicótica; b) la clínica
freudiana del autorreproche; c) el olvido de los nombres propios; d) la
16
J. Lacan, Seminario 26: La topología y el tiempo, inédito, clase del 5-5-1979.
19
transferencia,
en
la
cual
podemos
observar
la
participación
de
la
autorreferencia en el funcionamiento mismo del dispositivo analítico, incluso
como condición de tal funcionamiento (Ibíd., 174)17. Este tipo de autorreferencia
A1 “aun si no se la advierte, interviene en la formación de los sueños, los
olvidos, los deslices del neurótico, del poeta, del hombre normal” (Ibíd., 169).
En el caso de A2, “autorreferencia como auto-aplicación del símbolo”, podemos
ubicar una clínica de las autoaplicaciones del lenguaje o autorreferencia en
sentido propio, en la cual el significante opera su recursión sobre sí mismo. Si
bien es cierto que el sujeto del psicoanálisis requiere necesariamente de la
autoaplicación del significante, tal como podemos observarlo en la definición
recursiva que Lacan ofrece del mismo (“el sujeto es lo que un significante
representa para otro significante”), eso no implica que todas las recursiones
ofrezcan como resultado un efecto sujeto. A partir de las auto-aplicaciones A2,
podemos reordenar la clínica psicoanalítica del siguiente modo: a) el
inconsciente, en tanto saber no sabido; b) el sujeto supuesto al saber, en tanto
opera un llamado al saber del Otro (Ibíd., 190); c) la repetición azarosa, diversa
del automaton, una repetición propia de los seres capaces de elección, apò
túkhes (Ibíd., 199); d) la pulsión, que puede ser entendida a través de la
repetición transfinita como “la manifestación de una falla en el Otro que divide
al sujeto” (Ibíd., 202), emparentada con la percepción gödeliana de la
inconsistencia del Otro del lenguaje matemático, que hunde sus raíces en el
método cantoriano en el que los enteros positivos enumeran diagonalmente a
los reales existentes entre 0 y 1, con el sorprendente resultado de que la lista
de estos es más larga que la de aquellos (Ibíd., 40-1); e) el acto que, como un
modo de satisfacción de la pulsión, resulta de la autoaplicación del significante
que “suspende la modalidad dividida de existencia del sujeto” (Ibíd., 208)
produciendo un efecto de entereza, de ser singularmente fuerte correlativo a la
destitución subjetiva; f) el síntoma, en cuanto todo síntoma requiere un autodiagnóstico, abre para el psicoanálisis “una suerte de autoclínica del sujeto que
padece del saber que se autoaplica equívocamente”; g) la intervención analítica
17
Los puntos “a” y “d”, los fenómenos de la psicosis y la autorreferencia en la transferencia, fueron
analizados por uno de nosotros en “Eigenbeziehung: fenómeno elemental y ¨autorreferencia de
transferencia¨” (Alomo 2007). Distinguimos allí dos tipos de autorreferencia, que -sin embargo- a la luz
de Clínica y lógica de la autorreferencia es conveniente reordenar, remitiéndolos a una clasificación más
amplia. En tal sentido, rectificamos la clasificación de esos dos tipos de autorreferencia más bien como
dos modos de presentación del tipo A1.
20
también recurre a la autoaplicación A2, como podemos constatarlo fácilmente
en la modalidad de la cita, por ejemplo.
A partir de este desarrollo, podemos producir un reordenamiento de lo dicho a
propósito de los actos de habla y de los fenómenos que hemos comentado a
modo de ejemplo. Tal reordenamiento se muestra propicio para la finalidad de
este escrito. Para ello, nos serviremos de los siguientes puntos:
-De A1, su intervención en: los olvidos de nombres propios, los deslices del
neurótico y la formación de los sueños.
-De A2, su participación en: el acto, que como un modo de satisfacción de la
pulsión, resulta de la autoaplicación del significante que “suspende la
modalidad dividida de existencia del sujeto”. Aunque no se trate en este caso
del acto de la separación, de la destitución subjetiva del final, sí se trata, sin
embargo, del acto en tanto “ser capaz de elección”. “En psicoanálisis (…) si no
se le hace lugar al ser capaz de elección, no hay psicoanálisis.//
Evidentemente, para ser lógica y éticamente ¨correcta¨, tal simbolización no
puede limitarse a producir un sujeto sometido a los efectos ¨pato-lógicos¨ de la
¨re-petición¨18, sino que además, en una suerte de casualidad, debe hacer lugar
al abrupto lógico del acto, que es el ser capaz de elección” (Ibíd., 218).
Como decíamos, en el caso del MEP no nos referimos al acto del final, que
resulta en una ganancia de ser para el sujeto que elaboró su división
suficientemente en el camino de un análisis, sino que nos referimos a un tipo
de acto más modesto en su alcance, un pequeño acto. Este acto mínimo, tal
vez imperceptible y por ello mismo desatendido, es el que encontramos en el
punto señalado como MEP. Minúsculo pero acto al fin, y como tal,
manifestación de la capacidad de elección del ser hablante19.
También nos interesa de A2 el siguiente punto: la repetición azarosa, diversa
del automaton, una repetición propia de los seres capaces de elección, apò
túkhes” (Ibíd., 199). “Como por casualidad” es el tipo de repetición que realiza
el acto.
En lo que concierne al MEP, en tanto acto, se trata allí de una repetición que en
la misma realidad que constituye muestra la cualidad de su acto: el mismo
18
“Re-petición”, que en nuestro idioma remite a “re-demanda”, un pedido en el que la repetición insiste.
G. Lombardi se ha referido a este punto en su conferencia “Los actos imperceptibles”, dictada en el
Foro Analítico del Río de la Plata, el 19 de octubre de 2009.
19
21
significante del acto constituye su propia realidad, del mismo modo que
Benveniste postula para los actos de habla realizativos “una propiedad singular,
la de ser sui-referencial, de referirse a una realidad que él mismo constituye,
por el hecho de ser efectivamente enunciado en condiciones que lo hacen acto”
(Benveniste 1966, 195; Recanati 1979, 83).
En el olvido de Signorelli, Freud nos comenta las razones debido a las cuales
sofocó esa representación. Si llevamos ese punto que hemos denominado
MEP a las condiciones del acto, y como tal a la voz activa de la primera
persona del singular en modo indicativo, podemos ilustrar este avatar de la vida
psíquica de Freud -que generosamente dona para el progreso de su cienciaapelando a un verbo de los que Austin llama ejercitativo, del siguiente modo:
“Sofoco”. Y he allí que tal significante deviene acto logrado en tanto la
sofocación se perpetra. Yo digo “sofoco”, y efectivamente sofoco esas
representaciones. Por lo tanto, en este tipo particular de MEP, se trata de un
ejemplo de A2, en el que el significante “sofoco” se auto-aplica y constituye
efectivamente un sofoco para una serie de representaciones. Podemos decir
también que este MEP se corresponde con un tipo de autorreferencia
afirmativa, condición que podemos verificar en el hecho de que el enunciado no
contradice a la enunciación: lo que evidentemente se perpetra es una
sofocación, en acto. Y si continuamos la caracterización del MEP a partir de
nuestra lectura que -metafóricamente y a posteriori- lo considera como acto de
habla, diremos que su configuración evoca la de los realizativos explícitos
puros (Austin 1962, 127-37), aunque si nos alejamos de la metáfora lingüística,
se trata más bien de un tipo de acto “implícito”, del que sólo nos anoticiamos no sólo el oyente, sino también quien lo comete- por sus efectos. Por otra
parte, “como por casualidad”, apò túkhes, aquello que Gödel plantea acerca del
modo de hallazgo de las sentencias indeducibles (Lombardi 2008a, 49 y 102)
funciona también para este acto leído como enunciado realizativo -nos
referimos al MEP- pero lo que encuentra no es su indeducibilidad, sino su
autoconfirmación (más abajo volveremos sobre la túkhe, “el ser capaz de
elección” (Ibíd., passim).
¿Cuáles son las consecuencias de esta autoaplicación A2 en que consiste el
MEP estudiado? Observamos que la sofocación que Freud opera sobre una
serie de representaciones, tiene efectos colaterales, o mejor dicho co22
secuenciales. Freud escribe: “Es verdad que yo quería olvidar otra cosa que el
nombre del maestro de Orvieto; pero esto otro consiguió ponerse en conexión
asociativa con su nombre, de suerte que mi acto de voluntad erró la meta, y yo
olvidé lo uno contra mi voluntad cuando quería olvidar lo otro adrede” (cursivas
nuestras) (Freud 1901b, 12). ¿Y qué es “lo otro”? Se trata de las
representaciones acerca de los turcos relativas a sexualidad y muerte,
anécdota que -en el decir de Freud- “en mi memoria descansaba próxima a la
primera”. ¿Y cuál es esa primera? Se trata de aquella cuyo núcleo pulsiona en
la siguiente frase: “Sabes tú, Herr, cuando eso ya no ande, la vida perderá todo
valor”. Luego, cuando en el diálogo con su partenaire Freud no halla el nombre
buscado, allí ubicamos el mecanismo en pleno funcionamiento: represión de lo
unterdrückt, y consecuente agujero en la superficie discursiva con proliferación
imaginaria (la imagen hiper-nítida del cuadro). Ponemos este tipo de fenómeno
a cuenta de una autorreferencia en sentido impropio A1, en la que el
significante “mira” al sujeto, dividiéndolo.
En el ejemplo de Tausk, el significante que “mira” al sujeto dividiéndolo
evidencia ser de modo abrupto “Judens”, autorreferencia A1. Y como en el
ejemplo anterior, podemos hallar en un tiempo previo una autoaplicación del
tipo A2, en la que consiste el MEP. Si tuviéramos que reconstruir tal momento
electivo, podríamos utilizar el mismo elemento que en el caso anterior, “sofoco”.
Por lo tanto, aquí también tenemos una autoaplicación A2 (MEP) que produce
una autorreferencia A1 (mecanismo). Una toma de posición previa a la
manifestación del acto fallido (o logrado, según el enfoque que se privilegie)
que sorprende al sujeto poniendo de manifiesto su división en el equívoco que
lo toma por sorpresa.
En el ejemplo “canal”, reconstruimos también una toma de posición previa, tal
como la de silenciar -lo que también es sofocar- la opinión respecto de las
teorías freudianas sobre el Witz.
En este mismo sentido que intentamos establecer, a propósito de la belle
indifférence de la histérica, Lombardi señalaba en 1993: “Por muy paradójico
que parezca, el histérico es responsable del acto por el que se produce como
sujeto (…)” (Lombardi 1993a, 59). Es clara la propuesta: el acto produce un
sujeto, A2
A1, o lo que es lo mismo, MEP
mecanismo. Y este último
“opera como tal, automatizando la respuesta subjetiva” (Lombardi 2008c, 121).
23
En cuanto al apò túkhes, el “por casualidad” del acto, podemos decir que en el
caso del MEP se trata de una eutúkhia20, es decir de un encuentro afortunado.
Un “sofoco” que efectivamente sofoca, es decir que el redoblamiento del
significante en el que el acto se apoya, configura la realidad que constituye eso
mismo que propicia. Por esto mismo no se trata de una dustukhía21, y por eso
mismo aquel “buen encuentro” es tal a los efectos de la resistencia, pero no del
análisis (del mismo modo que lo que Freud considera transferencia “positiva”
en un primer momento, si persistiera siempre imperturbable devendría
“positiva” a los fines de la resistencia). Buen encuentro del “sofoco” con el
sofoco, del “censuro” con la censura, y es en ese sentido que el MEP, en lo que
tiene de acto, y como tal de túkhico, es una buena túkhe22. Distinto del efecto
que puede esperarse de una repetición verdadera, en la que el peso de la
dustukhía da el signo de la pérdida, y por eso mismo el neurótico le teme.
Lombardi, refiriéndose al duelo, lo plantea claramente: “(…) el neurótico sólo
aspira al reencuentro, al reencuentro al que tanto teme. ¿Por qué le teme?
Porque si se logra, será una verdadera repetición: la de la pérdida en acto del
objeto en el momento del (des)encuentro, la dustukhía, el infortunio” (Lombardi
1993a, 71).
Por lo tanto, estamos en condiciones de señalar que en el caso del MEP que
caracterizamos, se trata de una autoaplicación A2, y de un acto afortunado a
los fines de la censura: eutukhía, y en este sentido, un acto que -en tanto
momento electivo- toma posición por no ceder el objeto al plano discursivo, y
de este modo, resistencialmente, opera una reticencia en lo que es la entrega,
la cesión del objeto al oyente en transferencia23. El mecanismo represivo
20
Utilizamos el término eutukhía, “buen encuentro”, en el mismo sentido que J. Lacan, como un
elemento que va con otro en una relación de conveniencia de acuerdo a fines. El ejemplo es la publicación
de Lo visible y lo invisible, de Merleau Ponty, y la puntualización del modo en que “en el inconsciente,
podemos situar la conciencia” (Lacan 1964, 87).
21
La dustukhía en cambio, el “encuentro desafortunado”, queda definida como un efecto sorpresivo en el
que el sujeto es dividido. Por ejemplo, en relación a la mirada en la tromp l’oeil, el fenómeno anamórfico
(Ibíd., 92-7).
22
Respecto del vínculo entre el ejercicio de la libertad en la toma de posición del ser y la resistencia, a
propósito de los síntomas en los niños, uno de nosotros ha señalado: “Tal vez esto se aplique también a
los primeros síntomas de los niños, si es que, como interpretamos en psicoanálisis, hay ya en esos
primeros síntomas una manifestación del ser capaz de elección bajo la forma de una rebelión, una
resistencia, una decisión por la que el niño se aparta de la posición de docilidad, al desobedecer el
programa que el Otro parental o escolar pretende inculcarle” (Lombardi 2008c, 108).
23
Sigmund Freud precisa respecto del momento en que “las asociaciones se deniegan”: “Me refiero al
caso en que realmente faltan y no, por ejemplo, cuando son silenciadas por [el paciente] a consecuencia
de un trivial sentimiento de displacer” (Freud 1912, 99). Entendamos nuestro MEP entonces como
24
desencadenado por tal reserva es posterior, y permite constatar en un acto
fallido cuyo efecto es la división del sujeto (A1), la pre-existencia lógica de un
acto logrado (A2).
III. 4. Temporalidad del modo de presentación clínica del MEP.
A partir de la localización y caracterización de los MEP analizados en los
ejemplos propuestos, estamos en condiciones de desarrollar una elucidación
de la temporalidad del modo de presentación clínica de los mismos.
-Tiempo 2 (t2): presentación fenoménica del mecanismo en la constatación del
retorno de lo reprimido en diversas formaciones del inconsciente: olvidos,
lapsus, sueños (A1).
-Tiempo 3 (t3): el sujeto afectado por esa división (efecto sujeto) deviene un
narrador situado en un momento ulterior, de aquello que si no narrara, no
tendríamos ocasión de conocer. El objeto del relato constituye los detalles y
condiciones particulares del MEP.
-Tiempo 1 (t1): se trata de las condiciones del MEP, reconstruidas por el relato
posterior. Este MEP se corresponde -y esto sólo se constata en el relato- con
las coordenadas de un acto logrado, es decir una autorreferencia afirmativa,
que como vimos responde a la estructura A2, en la configuración de un acto
afortunado a los fines de la censura, eutukhía. Un acto logrado en tanto
denegación de ingresar al plano discursivo los elementos significantes
sofocados.
Notamos luego que el acto logrado, en su efecto de acto, y como tal A2, resulta
causante de un tipo de autorreferencia A1, en que “Herr” o “Juds” se revelan (y
rebelan) “mirando” al sujeto y dividiéndolo.
Conclusiones
En los ejemplos analizados, queda clara la disposición de la temporalidad tal
como acabamos de explicarla. Para concluir, nos ocuparemos a continuación
de otros aspectos del dispositivo clínico, que la disposición de los elementos en
la temporalidad descrita nos lleva a tener en cuenta.
antífrasis de la referencia freudiana, que podríamos escribir así: “nos referimos al caso en que las
asociaciones son silenciadas por el paciente a causa de un sentimiento de displacer, y no, por ejemplo,
cuando realmente faltan”.
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En lo que respecta a Freud y a Tausk, contamos allí con un compromiso claro
con el inconsciente y con el psicoanálisis. En este sentido, no caben dudas de
que las confesiones de ellos (t3), posteriores al efecto sintomático (t2), se
deben a ese mismo compromiso. Es claro que de no mediar tal disposición
investigativa, el MEP (t1) sería inaccesible al oyente y como tal inexistente en
el plano discursivo. En este sentido, podemos leer la fuerte decisión de Freud resulta obvio decirlo- y de Tausk, como el acto de introducir sus íntimas
elucubraciones en un discurso. En cierta forma, podríamos pensar la
constitución de los tres tiempos como un acto político: “¨El inconsciente es la
política¨, resumió Lacan. Entrar en un discurso es ¨una decisión política¨, como
se decía en los años ’70 (…)” (Lombardi 1999, 163).
En lo que respecta a la paciente que parecía no tomar en serio la teoría
freudiana del Witz, además del escepticismo que Freud consigna, evidencia su
disposición de volver a Freud al día siguiente, y he allí que se produce lo que
podemos leer como la formalización de los tres tiempos, que nos permiten
inferir la existencia de un MEP. En cuanto al interés notorio de la paciente
respecto de Freud, comenta Lacan: “Una paciente, escéptica, y a la vez muy
interesada en Freud…” (1953a).
Estos señalamientos apuntan a la localización de dos puntualizaciones
accesorias. La primera: antes del advenimiento del MEP como tal, es decir
como t1, y luego de la manifestación del mecanismo represivo en el retorno
que propicia (t2), en el efecto sujeto, media allí una decisión que es la de
participar de un discurso y, por lo tanto, si el oyente es un analista, esta es la
posibilidad -y la condición- para vincularse con él en calidad de analizante. Este
punto decisivo que queda señalado entre el t2 y el t3 remite al decir como
acto24. La segunda puntualización es derivada de la primera, y nos indica que
cada vez que un analista pueda ubicar en su paciente los tres tiempos aquí
descritos, y por consiguiente el MEP a la manifestación del mecanismo, tal
constatación sería un índice de la presencia de un analizante en el dispositivo.
De este modo, esta comprobación podría devenir prueba del inicio de un
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“¿Y qué es el decir?, es la referencia del discurso psicoanalítico, lo más real a que por él tengamos
acceso, ese real donde el sujeto se funda como ser social. El decir es el lazo, es el discurso mismo, en
acto” (Lombardi 1999, 168). Y en nota al pie: “Lacan llega a esa concepción ¨realizativa¨ del decir en su
seminario 19, …ou pire” (Ibíd., 183).
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tratamiento analítico, o bien de su marcha. Ambas puntualizaciones accesorias,
que se deducen del objetivo principal de este informe, necesitan ser sometidas
a prueba a partir del estudio de material clínico en la prosecución de nuestra
investigación.
Por último, señalamos cuatro puntos que este informe deja planteados sin
avanzar sobre ellos, y que ameritarían desarrollos ulteriores: a) una
delimitación clara de la noción freudiana de censura y su articulación con la
resistencia, con el interés puntual de elucidar la participación de aquella en lo
que respecta al MEP; b) una indagación intensiva tendiente a rastrear los
nexos entre MEP y síntoma analítico; c) una correcta elucidación del
desconocimiento (Verleugnung) y de la denegación (Verneinung) en lo que
atañe a la estructura del MEP; d) la constatación clínica de las dos
puntualizaciones accesorias detectadas y expuestas en el párrafo anterior.
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