soluciones casos prácticos_ii - Universidad Pablo de Olavide, de

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SOLUCIONES CASOS PRÁCTICOS DE DERECHO CIVIL III
ADQUISICIÓN DE LOS DERECHOS REALES
PROF. DR. FRANCISCO OLIVA BLÁZQUEZ
UNIVERSIDAD PABLO DE OLAVIDE, DE SEVILLA
1) CASO PRÁTICO 1
Francisco goza del ius ad rem, ya que al no haber recibido físicamente el bien
adquirido únicamente goza de un derecho de crédito para exigir al vendedor alemán
que le entreguen el car, pero no goza de la titularidad dominical sobre el mismo, esto
es, no tiene un ius ad rem.
2) CASO PRÁTICO 2
No se trata de un tesoro, ya que para que así fuera debería estar oculto, cosa que no
ocurre en el presente supuesto. Es evidente que nos encontramos ante un caso de
hallazgo, ya que el abandono –res derelicta-, que podría dar lugar a la adquisición
por ocupación de un bien mueble, no puede presumirse (debe probarse el animus), y
menos aún en un bien del valor de un reloj de oro. Al tratarse de un hallazgo, la
obligación de Pedro es la de depositarla inmediatamente a la autoridad competente –
aunque el CC exige en su artículo 615 que ésta sea el Alcalde, la jurisprudencia ha
admitido la entrega a cualquier autoridad, como una comisaría de la policía
nacional-, ya que no parece posible –o al menos sería una casualidad inaudita- que
Pedro conociera a su poseedor (si así fuera, evidentemente a él tendría que
entregárselo, incurriendo en caso contrario en una situación de posesión que podría
conducir a la adquisición originaria por usucapión mobiliaria ordinaria pasados seis
años, ya que carece de buena fe).
3) CASO PRÁTICO 3
La valoración de la actitud del gerente depende de lo que realmente supiera el mismo.
Esto es, si él desconocía que Luciano provocó consciente y delibedaramente la mezcla
de las aceitunas, está claro que habría actuado bien, ya que si la mezcla se produce por
casualidad se produce un régimen de comunidad por cuotas proporcionales ex artículo
381 CC. Por lo tanto, teniendo en cuenta que lo más probable es que desconociera tal
extremo volitivo e intencional, puede decirse que actuó correctamente. Ahora bien, si
él o sus empleados tuvieran conocimiento de la forma en que su produjo la confusión
o conmixtión, entonces –presuponiendo su buena fe- habría actuado de manera
incorrecta, ya que según el artículo 382.II CC Luciano perdería sus aceitunas y,
además, quedaría obligado a indemnizar a Paula por daños y perjuicios.
4) CASO PRÁTICO 4
a) En ningún caso. No cabe ninguna duda de que el simple hecho de retirar las
tuberías “ya instaladas” en la vivienda implica un deterioro o destrucción de la
propia casa incompatible con el mandato establecido en el artículo 360 CC de
no causar menoscabo en la obra construida. Así pues, Pablo, de acuerdo con la
literalidad del precepto, únicamente podrá exigirle a Xavier que le pague el
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valor de las tuberías así como que le indemnice por los daños y perjuicios
sufridos a causa de su acción.
b) Teniendo en cuenta que en el mundo del Derecho lo más adecuado es actuar
con celeridad y recurrir a acciones que permitan una rápida satisfacción del
demandante, lo más adecuado es la interposición de una acción sumaria de
recuperación de la posesión despojada (art. 250.1.4º LEC). Teóricamente
podría interponerse también la acción reivindicatoria, pero en este caso no es
aconsejable, ya que ésta se resuelve en un juicio declarativo en el que hay que
demostrar la titularidad dominical y que implica una pérdida de tiempo muy
considerable. Por el contrario, las acciones posesorias se realizan en juicios
verbales sumarios en los que únicamente debe demostrarse el hecho de la
posesión, indubitado en un supuesto como el presente.
c) Por supuesto. El artículo 363 CC contempla la facultad del propietario de
exigir la demolición de la obra cuando el constructor hubiera actuado de mala
fe. No obstante, para evitar la aplicación del artículo 364 CC (mala fe
recíproca), debería actuar con celeridad, ya que no es extraña en la
jurisprudencia la admisión de la mala fe del propietario derivada de su
complacencia frente a la construcción ajena. En cualquier caso, no es aplicable
la doctrina de la accesión invertida, pues esta precisa buena fe del constructor
(salvo que haya mala fe recíproca).
d) Bajo ningún concepto. La ocupación solamente tiene lugar sobre bienes
muebles abandonados, nunca sobre bienes inmuebles (desde la Ley 8 de mayo
de 1835, de Mostrencos), que en caso de estar abandonados son de titularidad
estatal (art. 17.4 de la Ley 33/2003, de 3 de noviembre, de Patrimonio de la
Administración del Estado).
5) CASOS PRÁTICO 5
a. No es posible que la alegada adquisición por usucapión ordinaria prospere
en este caso, al menos por dos razones:
i. En primer lugar, la usucapión ordinaria exige justo título, esto es,
un título existente o verdadero y válido. En este caso, al darse un
supuesto de simulación absoluta, simplemente no hay título, y en
consecuencia no procede la usucapión ordinaria.
ii. Finalmente, Rafael ha estado fuera del país, por lo que se trata de
un supuesto de prescripción entre ausentes y, en consecuencia, el
plazo de la usucapión se eleva desde los diez hasta los veinte años
(arts. 1957 y 1958 CC).
b. Para que proceda la usucapión, hace falta que la posesión del bien –o
derecho real- sea ininterrumpida (art. 1941 CC), y se entiende que la
posesión se interrumpe naturalmente siempre que por cualquier causa se
cesa en ella por más de un año (art. 1944 CC). Así pues, lo que Rafael
pretende es probar que Emilio no poseyó de manera ininterrumpida, tal y
como exige el legislador, por lo que no podría alegar la usucapión.
c. Teóricamente puede renunciarse a la prescripción ganada sin problemas,
ya que se trata de algo puramente voluntario que depende de los intereses
personales, por lo que es posible siempre y cuando se sea mayor de edad
(art. 1935 CC). No obstante, la renuncia a los derechos, declara el artículo
6.2 CC, no será válida cuando perjudique a terceros, como ocurre en este
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caso. Por eso, el artículo 1937 CC reconoce que los acreedores pueden
hacer valer la prescripción ganada por su deudor.
6) CASO PRÁCTICO 6
a. No. Para que haya transmisión de la propiedad hace falta que exista título y
modo. El título debe ser el suficiente para poder operar la transmisión
dominical (una compraventa, una donación), y es claro que un depósito no
cumple ninguna de esas funciones. Por otro lado, podría pensarse que en el
caso ha habido traditio o entrega, ya que es cierto que el mapa le fue
entregado en 1915 al museo. Sin embargo, como hemos señalado, se hizo a
título de depósito, esto es, con la finalidad de que el museo lo guardase y
custodiase entre sus fondos. Y no debe olvidarse que para que haya tradición
propiamente dicha hace falta un “comportamiento traslativo”, esto es, un
deseo real de entregar un bien a título de propiedad. Así pues, no ha habido a
efectos transmisivos del dominio ni título ni modo.
b. Tampoco. Presupuesto imprescindible para adquirir por usucapión es que
exista una posesión ad usucapionem, esto es, a título de dueño, pacífica,
pública y continua. En el caso estudiado no existe posesión a título de dueño,
ya que el museo carece de un derecho real sobre el mapa (el depósito es un
simple contrato) y en consecuencia es imposible que se de la usucapión por
mucho que tiempo que el museo llegue a poseer el mapa.
c. No. La acción reivindicatoria exige la concurrencia del requisito de la
“contrario possessio” o posesión injustificada por parte del demandado. Es
evidente que el mapa no carece de una posesión justificada, ya que
precisamente posee en base a un título válido y legal como el de depositario.
Por todo ello, no es procedente la reivindicatoria y sí las acciones de
incumplimiento contractual.
7) CASO PRÁCTICO 7
a. No. El artículo 17 de la Ley 33/2003, de 3 de noviembre, de Patrimonio
del Estado, establece claramente que los llamados “inmuebles vacantes” o
sin dueño pasan directamente o ex lege a ser patrimonio del Estado
español, siendo imposible jurídicamente su ocupación como modo de
adquirirlos. La ocupación se reduce a los bienes muebles que hayan sido
abandonados (res derelicta) o que nunca hayan tenido dueño (res nullius).
b. No. Puesto que existe un poseedor de la finca, Alberto, es necesario acudir
a la vía de la jurisdicción ordinaria a través de la correspondiente acción
reivindicatoria en la que se resolverá el derecho de propiedad sobre dicho
bien inmueble vacante. La vía administrativa directa sólo cabe cuando no
existan poseedores que aleguen un posible derecho sobre el bien inmueble
aparentemente vacante.
c. Ante todo, debe señalarse que un bien inmueble vacante puede ser
adquirido por usucapión, siempre que concurran los requisitos exigidos.
¿Lo hacen en este caso¿ Puesto que han transcurrido 20 años y se trata de
un bien inmueble, tan solo procedería la usucapión ordinaria, que exige
justo título y buena fe. En un principio puede considerarse que existe justo
título, ya que hay un contrato privado de compraventa apto para transmitir
el dominio. Sin embargo, la buena fe, entendida como la creencia de que
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la persona de quien recibió el dominio era su propietaria y podía transmitir
el dominio (art. 1950 CC), brilla por su ausencia, en cuanto Lucrecio le
advirtió a Alberto que la finca no podía inscribirse ya que él la había
ocupado. Por lo tanto, no ha podido adquirir por usucapión.
8) CASO PRÁCTICO 8
a) No. Ya señalé en la anterior pregunta que la ocupación únicamente se da
respecto a los bienes muebles que hayan sido abandonados (res derelicta)
o que nunca hayan tenido dueño (res nullius). Es cierto que la saca con el
dinero y títulos valores es un bien mueble, pero no puede considerarse
como una res derelicta, en tanto que, salvo prueba en contrario que no
concurre en este caso, en ningún caso la entidad propietaria, Cajaluz, ha
tenido la intención de dejar de ser propietaria de la saca (animus
derelinquendi) mediante su desapoderamiento (corpus derelectionis).
Puesto que tampoco se trata de un bien mueble que nunca ha tenido dueño,
está claro que la ocupación es imposible sobre estos bienes muebles.
b) Se trata de un hallazgo. Aunque por el hecho de tratarse de dinero
podríamos pensar que se trata de un tesoro, dicha calificación sólo es
procedente cuando el depósito de dinero se encuentra oculto y,
además, su dueño no puede encontrarse (art. 352 CC). Ninguno de los
dos requisitos concurre en este caso, ya que el dinero se encuentra
tirado en la calle y su legítimo propietario ha sido inmediatamente
identificado. Por todo ello, está claro que nos encontramos ante un
hallazgo, es decir, ante un bien mueble del cual su legítimo dueño ha
sido desposeído de manera involuntaria y que en consecuencia hay que
restituir.
c) Si realizáramos una interpretación literal del artículo 615 CC
tendríamos que contestar que no. Efectivamente, este precepto obliga a
la consignación al Alcalde, y no al juzgado, por lo que podríamos
entender que no se ha cumplido con lo estipulado legalmente. Esta
interpretación, además de ser de un rigor y formalismo
contraproducente para resolver los conflictos que se presentan en la
vida, debe ser compaginada con otros criterios, como la interpretación
teleológica, que atiende a la finalidad de la norma, así como la
sociológica, que toma en consideración la realidad del momento y la
sociedad en la que las normas hayan de ser aplicadas. Pues bien,
teniendo en cuenta a los mismos, es más que evidente que cualquier
juez llegaría a la conclusión de que el requisito de la consignación se
cumple ya sea entregando al Alcalde, al juzgado o incluso en una
comisaría, tal y como declaró la sentencia de la Audiencia Provincial
de Zaragoza de 12 de abril de 2002.
d) Aunque es discutible, parece que no. El artículo 615 CC es nítido
cuando señala que el que se encuentra un bien mueble debe depositarlo
o consignarlo “inmediatamente”. Se trata de una norma que exige una
diligencia demostrativa de la buena fe del que halla y que le hace
acreedor de la recompensa. Pues bien, en el caso estudiado es más que
evidente que Juan actúa con poca diligencia al demorar la
consignación, por lo que podría entenderse (y así lo hacen algunas
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sentencias) que no ha demostrado la buena fe necesaria para poder
recibir la recompensa.
9) CASO PRÁCTICO 9
a. Esta cuestión nos remite al arduo problema de la posibilidad de que los
particulares puedan crear derechos reales mediante su autonomía de la
voluntad. Téngase en cuenta que se trata de un contrato en el que un
vendedor inserta una cláusula con el deseo de que tenga eficacia no
solamente frente al comprador, el Ayuntamiento (eficacia interpartes típica
de los derechos de crédito), sino también frente a terceros o erga omnes,
como cualquier derecho real. Puesto que la cláusula ha accedido al
Registro de la Propiedad y ha podido ser conocida por cualquiera
considero que, teniendo en cuenta la postura más o menos favorable al
numerus apertus, podría admitirse su eficacia frente a terceros. No
obstante, es una cuestión muy polémica y discutida, por lo que aceptará la
respuesta contraria siempre y cuando se argumente debidamente.
b. Se trata de un tesoro, sin duda alguna. En este caso el depósito de dinero se
encuentra oculto (únicamente pudo ser hallado en el curso de unas obras
de restauración) y, además, su dueño en un principio no puede hallarse, de
acuerdo con los datos consignados en el supuesto (art. 352 CC).
c. No. Al tratarse de un descubrimiento realizado por los obreros en
propiedad ajena, la mitad se aplica al descubridor (art. 351.II CC) y la otra
mitad, evidentemente, al propietario. Por lo tanto, el pacto del 75%-25%
no es legalmente correcto.
d. Cuando se trata de bienes de un interés artístico, histórico o arqueológico
la propiedad y sus normas sufren una serie de límites por razón del interés
público especiales. Por lo que nos atañe, según la Ley 16/1985, de
Patrimonio Histórico Español, estos bienes son considerados de dominio
público y, en consecuencia, no pueden ser adquiridos en propiedad por los
particulares, que han de entregarlo a la Administración competente en un
plazo de 30 días. No obstante, propietario y descubridor tienen derecho a
un premio en metálico equivalente a la mitad del valor que en tasación se
le otorgue al descubrimiento, a repartir entre ellos a partes iguales.
10) CASO PRÁCTICO 10
a. En ningún caso. Por de pronto, para que exista ocupación hace falta un
acto voluntario de abandono (ya que un piso no es res nullius) que no
concurre en este caso, en tanto que el animus dereliquendi o intención de
abandonar brilla, como puede comprobarse fácilmente, por su ausencia.
Pero aún más importante es el hecho de que la ocupación tan solo se
predica respecto a los bienes muebles carentes de dueño, no con relación a
los bienes inmuebles. Los inmuebles sin dueño (los conocidos como
“vacantes”) pasan a ser patrimoniales del Estado desde la llamada Ley de
Mostrencos del año 1835 (actualmente lo establece el artículo 17 de la Ley
33/2003, de 3 de noviembre, de Patrimonio del Estado).
b. En pura apariencia sí. En nuestro sistema legal rige ex art. 609 CC el
principio del título y el modo. Existe título en este caso, ya que el contrato
de compraventa es hábil y suficiente para transmitir la titularidad
dominical sobre un bien. ¿Y modo? Puesto que Juan Carlos le entregó a
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María Luisa el piso, podríamos deducir que existión una tradición material
o física. Luego, aparentemente hay título y modo y por lo tanto
transmisión de la propiedad. Sin embargo, en el ordenamiento jurídico
español se exige, para que la tradición tenga eficacia traslativa, la
legitimidad dispositiva por parte del tradens. En este caso está claro que
Juan Carlos, al no ser dueño del piso, nada puede transmitir (nemo plus
iuris transferre potest quam ipse habet), y en consecuencia no opera una
válida transmisión de la propiedad. Obsérvese que, no obstante, el contrato
es válido en cuanto que tiene consentimiento, objeto y causa.
c. El enunciado del supuesto de hecho abre la vía a la adquisición mediante
usucapión. María Luisa está claro que ha gozado de una posesión ad
usucapionem sobre el piso. La posesión, a efectos de la usucapión, debe
ser en concepto de dueño, pública, pacífica y no interrumpida (art. 1941
CC). María Luisa compró el piso mediante contrato y ha actuado en todo
momento como si fuera su propietaria, por lo que no cabe ninguna duda de
que es poseedora en concepto de dueña (art. 432 CC). Por otro lado, su
posesión, que sepamos, ha sido pública (no se dice en ningún sitio que
haya actuado de manera clandestina), pacífica y no se han dado las causas
de la interrupción civil o natural existentes (arts. 1943 y ss. CC). Por lo
tanto, no cabe ninguna duda de que su posesión ha sido apta a todos los
efectos para consolidar la usucapión. Ahora bien, ¿ha transcurrido el
tiempo necesario? Aunque en el caso no se dice expresamente cuándo
adquirió el piso, puede deducirse que la fecha de compra fue en el año
1993, coincidiendo con el momento en que el arrendatario y vendedor dejó
de pagar el alquiler. De ser así, habrían transcurrido los 10 años necesarios
para que se diera la usucapión ordinaria. No obstante, este tipo de
usucapión precisa además la concurrencia de dos requisitos: justo título y
buena fe. El justo título no es más que un negocio apto para transmitir la
propiedad sobre un bien (art. 1952 CC). Dicho título debe ser verdadero
(no putativo o similado) y válido, es decir no radicalmente nulo (art. 1953
CC). Pues bien, en este caso María Luisa cuenta con justo título, ya que
adquirió mediante un contrato de compraventa real en el que como hemos
visto concurren todos los requisitos de validez exigidos por el artículo
1261 CC. Por otro lado, la buena fe ad usucapionem tiene una dimensión
positiva, en tanto que creencia de que la persona de quién se recibió la
cosa era su dueña y podía transmitirla (art. 1950 CC). En el caso se indica
con toda claridad que María Luisa fue víctima de un trágico engaño y que
actuó en todo momento en la creencia de que el arquitecto era el dueño del
piso, razón por la cual hay que entender que goza del atributo de la buena
fe posesoria. Por todo ello, puede afirmarse que María Luisa adquirió el
piso por usucapión ordinaria. En cualquier caso, tened en cuenta que si
resultara aplicable el Derecho catalán (lo cuál va a depender de la
vecindad civil de María Luisa ex art. 12 CC) sería necesario el transcurso
de 20 años ex art. 531-27.1 CCCat).
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