Esquilo - Ladeliteratura

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ESQUILO
EL AUTOR Y SU OBRA
Asesinato de Agamenón.
Grabado de 1880.
Esquilo, creador de la tragedia
Esquilo y la tragedia ática
Elementos técnicos
Innovaciones formales
El pensamiento de Esquilo
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ESQUILO, CREADOR DE LA TRAGEDIA
Esquilo
Esquilo nació en la ciudad de Eleusis en el año 525 a.C. Perteneciente a una familia
aristocrática, se cree que fue introducido en los misterios de Deméter, diosa a la cual se le
había erigido un importante templo en su ciudad natal.
Fue soldado en las batallas de Maratón (490 a.C.) y Salamina (480 a.C.). Su epitafio
recuerda estos méritos, aunque no dice nada de las victorias poéticas:
Comenzó a escribir alrededor de los veinticinco años, y continuó haciéndolo hasta su
muerte. De las aproximadamente noventa obras que compuso sólo se conservan siete
tragedias: la trilogía completa La Orestíada, Las suplicantes, Los siete contra Tebas,
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Prometeo encadenado y Los persas.
Obtuvo el primer triunfo en los certámenes del 484 a.C. con una obra de la que
desconocemos el título. Reunió trece victorias en vida y cuatro después de su muerte (su
hijo Euforión presentó alguna piezas no estrenadas en vida por su padre).
Falleció en Gela (Sicila) en el 456 a.C., unos veinte años antes de la Guerra del
Peloponeso que habría de enfrentar duramente a los griegos y terminaría con la hegemonía
de Atenas.
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ESQUILO Y LA TRAGEDIA ÁTICA
La tragedia ya existía cuando Esquilo comenzó a escribir, pero sus aportes al drama le
merecieron ser reconocido como el creador de la tragedia: introdujo el segundo actor,
utilizó con audacia los recursos escénicos, agregó un prólogo antes de la entrada del
coro y estableció
la costumbre de presentar trilogías trágicas. En este último aspecto
Esquilo alcanzó un alto grado de perfección; logró el equilibrio entre la ligazón de sentido y
composición que ofrecía el conjunto y la identidad de cada una de las piezas como unidad
completa en sí misma.
La fuente principal de sus obras fueron las tradiciones míticas y legendarias de la
antigüedad, principalmente de las historias heroicas de los ciclos troyano y tebano.
El legado más importante de Esquilo está en la innovación de los elementos técnicos
y formales de las obras y en la exposición de su pensamiento.
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ELEMENTOS TÉCNICOS
Sus innovaciones técnicas no hay que entenderlas
como invenciones, sino más bien como experimentos a
partir de recursos ya existentes.
Diversos análisis señalan que la puesta en escena
de algunas tragedias requería un uso muy audaz de los
elementos escenográficos (μηχαναι-mekanai): artificios
escénicos, grúas, elementos portantes, efectos acústicos
y luminosos.
La originalidad de Esquilo estuvo en buscar el
efecto de asombro ante lo maravilloso (τερατεια- terateia:
maravilla) más que en pretender crear una ilusión
Hefestos encadena a Prometeo
D.van Baburen, 1623
realista.
Sin lugar a dudas, la obra donde mejor se conjugan los efectos portentosos es
Prometeo encadenado. Como las obras dramáticas son representación, el texto se completa
con el espectáculo: es de imaginar la impresión que provocaría en el público la visión de
Hefestos clavando a Prometeo en una alta cumbre, el ruido de los martillos del dios al
golpear, la aparición de Hermes por los aires, el rumor ensordecedor de la entrada del coro
de Oceánidas…y, finalmente, la caída de la roca al fondo del abismo, en medio del estrépito
de la tormenta.
También en la apariencia y desplazamientos de los personajes se apartó Esquilo de
algunas convenciones de sus contemporáneos. En Las suplicantes
hace ingresar a la
orkestra al coro de las cincuenta hijas de Dánao, perseguidas por un ejército de esclavos
egipcios. Una cantidad considerablemente superior a los doce coreutas habituales y que
debían ocupar completamente la pista ataviados con sus vestimentas suntuosas.
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I N N O VA C I O N E S F O R M A L E S
Esquilo terminó de dar a las tragedias la estructura clásica que conocemos e
introdujo cambios que priorizaron el desenvolvimiento de la acción:
Agregó un prólogo al principio de la obra para lograr el equilibrio entre las
partes líricas (párodos, estásimas y éxodo) y las dramáticas (prólogo y
episodios).
Incorporó el segundo actor (deuteragonista), con lo que facilitó el diálogo.
Construyó trilogías enlazadas temáticamente.
Prometeo encadenado
Rodrigo Arenas
(Medellín, Colombia)
EL PENSAMIENTO DE ESQUILO
Cuando Esquilo obtuvo su primer triunfo en el 484 a.C., ya habían transcurrido casi
cincuenta años desde que se escucharon los primeros diálogos en el teatro; tiempo
suficiente para que la tragedia llegara a su mayoría de edad y el público exigiera a los
poetas cada vez mayor contundencia en sus obras. Entonces, ¿qué ofreció Esquilo para
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merecer el respeto de sus contemporáneos?
Es cierto que sus propuestas escénicas debieron resultar innovadoras, pero también
es verdad que los poetas que le siguieron prefirieron volver a espectáculos más sobrios;
hubo que esperar hasta Eurípides para ver nuevamente a los dioses volando en sus carros
sobre el escenario. De manera que debió haber algo más para convertir a Esquilo en la
primera figura de la tragedia ática.
¡Ahí está la clave!: en la respuesta que Esquilo dio a asuntos tan trascendentes como
la naturaleza de la voluntad divina, el sentido del dolor, la esencia de la justicia y la
responsabilidad frente al destino.
En Esquilo los dioses son vistos como entidades todopoderosas cuya voluntad se
mueve gracias a la reflexión y la búsqueda de la justicia.
Este concepto está claramente expresado en el párodos de Agamenón:
“El primero que fue grande en el mundo, aquel dios que estaba rebosando fuerza y
al cual nadie se resistía, nada podría mandar hoy: fue antes; ya nada es. El que vino
después de él encontró quien le venciese, y feneció. Mas quien de corazón celebre a
Zeus con jubiloso himno de triunfo, llegará al colmo de la sabia prudencia.”
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Otras obras muestran a Zeus como un dios terrible, capaz de castigar con fuerza a
quienes se atreven a enfrentarlo. Así, por ejemplo, en Prometeo encadenado el dios somete
a espantosos tormentos al titán que se atrevió a entregar el fuego a los hombres y,
finalmente, lo arroja al Tártaro.
Entonces, ¿cómo se conjuga esto con la creencia en la sabiduría de los dioses?
No hay que perder de vista que las tragedias de Esquilo formaban parte de unidades
mayores, trilogías encadenadas. Lamentablemente se perdieron las otras piezas de ese
conjunto, aunque por referencias indirectas sabemos algo de la obra que seguía. En La
liberación de Prometeo el dios comprende que sus pasiones podrían desencadenar mayores
males al universo y renuncia a su furia; alcanzada la serenidad (σωφροσύνη- sophrosyne),
se restablece la justicia.
Detrás de esto reposa la creencia en el orden moral del universo:
Para los griegos la palabra pathos (παθος), que nosotros traducimos como
sufrimiento, significaba también experiencia. Por el ejemplo que vimos de Prometeo, los
personajes trágicos de Esquilo atraviesan esa experiencia del sufrimiento y alcanzan la
sabiduría, que es una condición necesaria para que prevalezca la justicia.
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Canta el coro en el párodos de Agamenón:
“... aquel dios que encamina a los mortales a la sabiduría y dispuso que en el dolor
se hiciesen señores de la ciencia. Hasta en el sueño mismo el penoso recuerdo de
nuestros males está destilando sobre el corazón, y aun sin quererlo nos llega el
pensar con cordura: don del dios, que sentado en su augusto trono rige con diestra
vigorosa la nave de nuestros destinos.”
Esquilo cree en la justicia de Zeus aunque muchas veces le resulte difícil entender los
designios divinos que conducen a ella. Pero además de la justicia de los dioses, hay
también una justicia que vigila las acciones humanas: Diké (Δικη).
La noción de justicia está estrechamente unida
a la de destino (Μοιρα-Moira). No es el destino en el
sentido de “sucesos” por venir, sino entendido como
la propia condición de cada ser humano: la parte que
a cada uno le corresponde en cada cosa. Los actos
humanos son justos o no, según cuánto se alejen de
lo que es debido hacer a cada persona. La misión de
Diké es velar porque el hombre no se aparte de lo
que le corresponde: si se aleja de ese límite, comete
hybris (υβρις) –exceso- y más tarde o más
temprano sobreviene el castigo. Pero el castigo que
envían los dioses no es un capricho, sino el dictado
Orestes asesina a Egisto y Clitemnestra
Bernardino Mei, 1654
de la razón:
“Enseña la justicia con sus golpes a que comprendan los mortales lo que vendrá
sobre ellos en el porvenir”
(“Agamenón”-Párodos)
El destino es inalterable, ni siquiera los dioses tienen poder para modificarlo; la
obligación de cada persona es respetarlo sin pretender alterar el orden. Entra en juego la
responsabilidad de los individuos: de nuevo la idea del sentido moral del orden universal.
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Las calamidades son resultado del encadenamiento de sucesos anteriores. En la
Orestíada la historia de Agamenón y sus descendientes muestra claramente cómo lo
inevitable no es fatalismo, sino consecuencia: las faltas de los padres recaen sobre los
hijos, forjando una red de culpas y castigos que se trasmite de generación en generación:
“He ahí la tercera tempestad que se desencadenó sobre el alcázar de nuestros
reyes. Los mismos de su linaje la han movido. Comenzaron por el horrendo
banquete que se ofreció al desdichado Tiestes. Vino después el desastroso fin de
aquel valeroso rey que acaudilló a todos los Aqueos: asesináronle en el baño. Y
ahora ¿cómo llamaré a esto último? ¿Mi salvación o mi ruina? ¡Cuándo se saciará;
cuándo se calmará; cuándo se adormecerá siquiera, el encono de la desgracia!”
(“Coéforas”- éxodo)
Detrás de estos conceptos subyace un principio fundamental que resultaba muy claro
para el ateniense del siglo V: la justicia es la única defensa del orden establecido por los
dioses y es deber de los hombres preservarla.
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