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VII CERTAMEN DE ENSAYO LITERARIO
CENTRO MÉDICO GRAN VÍA
Tema: EL APÓSTOL SANTIAGO
El Camino de Santiago, su religiosidad, carácter secular y su
incidencia histórica en la integración de los pueblos y sus culturas.
Título: LA RUTA DE LA FE
Sumario:
Página
Introducción: Tres gestas, cuatro baluartes
1. Campus Stellae: Embrión de España …………………...
2
2. Santiago Matamoros: La espada y la cruz ………...... 2
3. Un moro postrado ante Santiago Matamoros …….……… 4
4. La Ruta jacobea: cordón umbilical hispano-europeo……5
5. Los Peregrinos: Atletas de la fe ………………………..……
6
6. Vértice de un trío sacro………………………………............ 7
7. El Síndrome de Stendahl ……………………………...........
8
8. Legados del Camino de Santiago………………………..…
8
8.1.- El legado socioeconómico: la burguesía…………. …9
8.2.- El legado artístico: el Románico…………………...… .9
8.3.- El legado humanístico: hospitales, colegiatas ..10.
9. La cruz del Camino de Santiago …………………........… 10
10. Epílogo …………………………………………………….. 12
Datos del Autor
Nombre y Apellidos: ADRIÁN MARTÍN-ALBO (Malagón, Ciudad Real 1.935)
DNI: 751.118 F. Profesión: Médico
Dirección: C/ HILARIÓN ESLAVA, 37. 3º A. 28015 - MADRID
Teléfono 915 495 331 / móvil 600 536 103
INTRODUCCION. Tres gestas. Cuatro baluartes
La Humanidad se ha servido a lo largo de la Historia de hechos, fenómenos y
circunstancias que, si bien inicialmente pudieran parecer carentes de interés,
ulteriormente revelaron una influencia extraordinaria en el devenir histórico. No
rara vez, estos acontecimientos han llevado a los pueblos a sus más altas cotas. Tal
ha ocurrido con las migraciones y movimientos de gentes, fenómenos sociales de
muy variada índole, no siempre pacífica, prodigados en la historia de los pueblos.
España gozó de tres de esos fértiles fenómenos de masas, catalizadores del
espíritu nacional y forjadores de naciones: el Camino de Santiago, la
Reconquista y el Descubrimiento-Conquista de América, hitos que han
vertebrado la mejor historia de nuestra patria. Cabe asegurar, sin temor a la
hipérbole, que todo lo que de acierto y error, de gloria y fracaso, de grandeza y
miseria, de honor y oprobio hay en la Historia de España se asienta sobre estas tres
gestas concatenadas e interrelacionadas precisamente por este orden cronológico.
Sin el fértil aluvión de peregrinos e ideas europeos, sin el tremendo esfuerzo
de siete siglos empleado en la restauración de la España cristiana; y, en fin, sin el
alarde del Descubrimiento, colonización e incorporación de un Nuevo Mundo a la
civilización cristiana occidental, la realidad española de hoy a buen seguro sería
muy otra o, quizá, no sería. Quitemos estas tres gestas de nuestra Historia y
veremos qué nos queda.
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Aun siendo discutible para algunos arqueólogos que la tumba descubierta en
Campus Stellae contenga los restos del Apóstol, tal hipótesis, dada la inmensa
repercusión histórica, no pasa de ser un hecho menor. Nadie puede negar que
Compostela, junto a Covadonga, Guadalupe y el Pilar zaragozano, los otros
baluartes de la Cristiandad, representan lugares y momentos de enorme
trascendencia en la España de ayer y de hoy, depositarios de la energía de la
tradición, de la fe, de la religiosidad y del espíritu forjador de historia.
La vocación europea de Compostela viene a desmentir la pretendida idea
reduccionista y endogámica de la Galicia atávica. Este poderoso foco de atracción
religiosa, cultural y colonizadora se transformó en centro catalizador e integrador
de múltiples y complejas culturas foráneas que los gallegos admitieron y asumieron
como propias. Al tiempo que el nombre de Santiago resonaba en todos los rincones
de la Europa occidental, Compostela irradiaba la fe sobre toda Hispania, en especial
sobre Galicia, y modelaba su personalidad histórica
De ahí que la personalidad gallega, y aún la hispánica, haya sido
condicionada no sólo por los singulares factores geográficos y climáticos sino
también por factores humanos no menos poderosos, vale decir étnicos, políticos,
sociales, administrativos e históricos que dejaron profunda huella en su
poblamiento, modos de vida y desarrollo económico. Entre ellos brilla con luz propia
el Camino Jacobeo, que, al encauzar el movimiento de masas portadoras de las
corrientes culturales europeas, permitió la vinculación entre los reinos cristianos
entre sí y con los países europeos.
De este modo, el Camino se convierte en eje y pivote fundamental sobre el
que gira uno de los hechos históricos más relevantes de España. Gracias a él
llegaron a tierras hispanas, además de miríadas de peregrinos, un flujo continuo de
ideas, conceptos, propósitos y proyectos nuevos, de corrientes de pensamiento, de
elementos artísticos e incluso hábitos de comportamiento cotidianos. La
comunicación se dio también a la inversa, hecho que permitió a Europa conocer el
legado cultural hispanoárabe.Mucho se ha escrito acerca de la trascendencia
religiosa, social y cultural de ese enorme cauce de civilización que fue y es el
Camino de Santiago. Pocos capítulos de la Historia Universal han sido analizados
tan exhaustivamente en todos los aspectos legendarios, culturales, históricos,
topográficos, rituales, sociales, artísticos, lingüísticos, musicales, incluso
gastronómicos. En efecto, pocas veces los autores interesados en un tema histórico
hallaron tal profusión de datos como en ese precursor de las actuales guías
turísticas que es el Liber Sancti Iacobi, redactado por el monje francés Aymeric
Picaud hacia el año 1.135.
Así, el capítulo “Guía del Peregrino del Codex Calixtinus”, representa el
mayor documento testimonial del oficialmente denominado Primer Itinerario
Cultural Europeo, genuino camino de las estrellas, la indeleble ruta galáctica que
marcara la mítica cabra Amaltea para guiar en las noches oscuras a los atletas de la
fe.
Desde entonces, todos los caminos conducen a Jerusalén y a Roma tanto
como a Santiago.
1.- CAMPUS STELLAE: Embrión de España
Según relata la tradición, el día 25 de Julio de 813, ocurrió el hecho
providencial del descubrimiento de la tumba del Apóstol en un lugar cercano a Iria
Flavia (bello latinismo) donde habíase posado una estrella, llamado por ello
campus stellae. De este modo milagroso, la Providencia marcaba el lecho eterno de
Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo y Hermano del Señor, según el Evangelio de
San Mateo.
Siempre según la tradición, el Apóstol habría predicado en Hispania tras
arribar en barco a la costa gallega. Tras predicar y fundar las iglesias de Padrón y
Muxía, se habría dirigido hacia el Este. Siempre según la tradición, en Zaragoza
se le apareció María, la Madre de Cristo.
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Continuó viaje hacia Jerusalén donde fue apresado y condenado a muerte
por Herodes Agripa. Su cuerpo llegaría de nuevo milagrosamente en barca desde
Palestina a Galicia, donde recibió sepultura.
Con el hallazgo se redondeaba el mito de la evangelización jacobea de
Hispania, manifestado por el monje cántabro Beato de Liébana, misionero y
pionero en el fervor: “Oh, muy digno y muy Santo apóstol, dorada cabeza
refulgente de Hispania, sé nuestro protector y natural patrono”. En su “Breviarum
Apostolorum”, uno de los más asombrosos manuscritos que nos han llegado de la
Edad Media, el Beato se encargó de difundir rápidamente por Europa la noticia del
paso del Apóstol por la Península, el hallazgo de su tumba y, en fin, la buena nueva
jacobea.
La presencia en el Finis Terrae del cuerpo del discípulo del Señor en
aquellos tiempos de aflicción y temor, provoca casi de inmediato una continua riada
de fieles peregrinos, ávidos de las mercedes del Apóstol, desde todos los rincones
de Europa hacia España, portadores de las corrientes culturales y artísticas
occidentales que más tarde habrían de florecer, entre otras, en las admirables
páginas del románico.
Este fenómeno suscitó en pocas generaciones un proceso de honda y amplia
renovación sociocultural y de integración de los pueblos a ambos lados de los
Pirineos, y, con ellos, sus culturas, sus ideas y su arte. Desde comienzos del S.IX,
el primitivo reducto asturiano que había repelido a duras penas las continuas
agresiones sarracenas, consigue afianzarse gracias a Alfonso II El Casto (781842) como núcleo político independiente.
Nace el primero de los reinos cristianos peninsulares.
Aquellos astures montaraces se sienten imbuidos por un nuevo espíritu que
les impele a embarcarse en una empresa de titanes perdurable durante siete siglos
cuya finalidad es la recuperación de la unidad del reino cristiano visigodo abatido
por los musulmanes. Se plantea la lucha ancestral de la Cruz contra la Media
Luna.
Para Alfonso II y sus sucesores en la corona astur, carentes a la sazón de un
aglutinante espiritual que infundiera ánimo en las huestes cristianas al menos en la
misma medida que en el Islam, el hallazgo del Santo Sepulcro fue providencial,
toda vez que se enfrentaban a un poderosísimo enemigo, unido bajo la fe religiosa
islámica, fanática en alto grado.
El monarca, dotado de gran visión político-religiosa, convirtió al Apóstol en
símbolo de la cruzada contra la Media Luna, en el ansiado elemento aglutinador
para la consolidación de su reino y cuna de la Reconquista. De este modo, la
pequeña monarquía astur asume el liderazgo de la esforzada tarea de
cristianización, al tiempo que se abre a las corrientes exteriores y entra en el
concierto de los pueblos cristianos de Occidente.
Para Sánchez Albornoz: “La resistencia del Rey Casto no solo había
salvado el embrión de España sino que le había permitido vincularse al embrión de
Europa”.
Con razón se ha dicho que la España moderna, a excepción de Asturias, es
terreno ganado al Islam.
En 899, Alfonso III reconstruye y amplía la primitiva iglesia compostelana
obligado por la creciente riada de peregrinos procedentes inicialmente de Galicia y
el entorno hispano no sometido a la Media Luna, y ulteriormente de toda la
cristiandad occidental. Aún, en 997, Compostela habría de sufrir el zarpazo
sarraceno del caudillo Almanzor que saqueó y arrasó la incipiente ciudad. En su
regreso a la Córdoba califal seguían al ejército musulmán largas filas de cautivos
cristianos. Sobre sus hombros cargaban las puertas de la ciudad y las campanas de
su catedral que servirían de lámparas en la Mezquita.
El insólito botín no sería devuelto a sus legítimos dueños hasta 239 años
después cuando Córdoba cae en manos de un Rey Santo (Fernando III, 1.236)
autoproclamado “Alférez del Señor Santiago”.
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El arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada (1.170-1.247), narrador de la
legendaria batalla de Clavijo, decidió tomar al Apóstol por adalid de la lucha
secular contra la morisma. A partir de ese momento, la invocación a Santiago,
comprometido activamente en la lucha contra los infieles, es constante en las
arengas militares.
La exclamación ¡Santiago y cierra España! se convierte en grito de guerra
y talismán de la victoria para las huestes españolas. De este modo Santiago
quedaba vinculado in aeternis a la protección de España y los españoles. La
invocación original de Ximénez de Rada, citada por R. de la Cierva es:
“¡Oh, apóstol dignísimo y santísimo, cabeza refulgente y dorada de España,
defensor poderoso y patrono nuestro, asiste piadoso a la grey que te ha
sido encomendada, sé dulce pastor para el rey, para el clero y para el
pueblo, aleja la peste, cura la enfermedad, las llagas y el pecado a fin de
que por ti ayudados, nos libremos del infierno y lleguemos al goce de la
gloria en el reino de los cielos”.
En el S.XIII, el avance de los reinos cristianos hacia el Sur y la desaparición
del riesgo de ataques de la morisma fomentaron la peregrinación europea,
peregrinación que se ha mantenido a lo largo de los siglos hasta nuestros días. De
este modo, el mundo cristiano occidental, tanto el cis como el transpirenaico,
logran romper la barrera que les separaba para integrarse en la realidad del
Occidente europeo.
2.- SANTIAGO MATAMOROS: La espada y la cruz
En aquellos tiempos de continuo guerrear frente a la morisma, Santiago se
convirtió en símbolo, santo y seña providencial para aquella España asediada. De
ahí el sobrenombre de Matamoros y su constante invocación en todas las batallas
libradas a partir de esa época, tanto en la Península como en Ultramar. El de
Patrón de España era título justo y apropiado para quien impulsara a la nación de
un modo como no lo hubiera conseguido ninguna otra fuerza divina, cuanto menos
humana.
En la Historia Compostelana -texto del S.XII- se asevera que los
monarcas hispanocristianos consideraron al Apóstol su más fuerte patrono después
de Dios. De este modo, la ciudad santuario se convirtió en radiante centro religioso
al transferirse a ella la sede episcopal de la antigua Iria así como la sede
metropolitana originaria de Mérida, aún bajo dominio musulmán. La leyenda
asegura que en 844, Ramiro I venció en Clavijo con la ayuda de Santiago,
idealizado desde entonces jinete en corcel blanco, la cruz en una mano y la espada
en la otra, detalles éstos acaso innecesarios toda vez que la espada es espada
cuando se la toma por la empuñadura, pero si se la toma por el filo, aun a riesgo de
herirse, se convierte en cruz. Así lo entendieron los Sanchos, Alfonsos,
Fernandos y más tarde los Cortés, Pizarro y De Soto con los excelentes
resultados conocidos.
Alfonso X el Sabio narra la gesta de Clavijo: “El Apóstol fue con ellos, y
esforzábales a la batalla, y hería él mismo muy de recio a los moros… Los cristianos
fueron, dando grandes voces: ¡Dios y Santiago! Los moros fueron luego vencidos…
El rey don Ramiro tomó de esa vez Calahorra y otros castillos de esa tierra”.
Los cristianos, por tanto, lucharon en Clavijo asistidos por la ayuda divina
de Santiago Matamoros. El grito de guerra ¡Santiago y cierra España!, se oía por
primera vez en la historia.
Más tarde resonaría en Las Navas de Tolosa, en Córdoba, Sevilla,
Granada, Tenochtitlán, Otumba, Cajamarca y Cuzco. Es fama que, en este
último escenario, Atahualpa se interesó por el extraño grito de guerra. Francisco
Pizarro explicó al Inca que se trata del grito con el que los españoles invocan a su
protector y se lanzan incontenibles al combate. Atahualpa comprendió demasiado
tarde.
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3.- UN MORO POSTRADO ANTE SANTIAGO MATAMOROS
El sobrenombre matamoros aplicado al Apóstol evoca en mi memoria la
figura de Mohamed Mezián Kasem, un marroquí, o sea un moro, mauro,
sarraceno, musulmán, mahometano o agareno, gentilicios que los españoles hemos
usado tradicionalmente, exentos de cualquier sentido peyorativo o demérito alguno
por nuestra parte ni por la de sus receptores. Ahora se les llama alauitas, alauíes,
norteafricanos, magrebíes o mogrebíes, evitando escrupulosamente el calificativo
moro, histórica y gramaticalmente correcto, porque, según se dice, no es
políticamente ídem y pudiera herir la sensibilidad de alguien (¡).
No es el caso del moro Mezián, o mejor El Misián, como le conocía la tropa,
hombre en verdad notable. Militar formado en el Ejército español y nacionalizado
español, coincidió con el general Franco en la época marroquí de éste. Al estallar la
sublevación de 1.936, El Misián acudió presto a la llamada de su compañero de
armas. Tras él, en su condición de oficial, formaban de modo incondicional miles de
sus compatriotas fiados en la baraka del jefe, es decir, en la suerte o don divino
que le permitía eludir las balas en el combate.
Alto, delgado, enjuto, frugal, austero, de gesto adusto, recibió el mando de
una unidad marroquí al frente de la cual se distinguió por su valentía, talento y
dotes de mando. Encuadrado en la misma unidad se hallaba el Capitán Médico M.
Ríos Sasiaín, quien, al correr del tiempo, llegó a Director del Hospital Militar del
Aire. Al compartir los riesgos y penurias propios de la guerra, nació una amistad
sincera entre ambos personajes.
Conocí a ambos en el mencionado Hospital, donde El Misián, anciano y
enfermo, ingresó en las postrimerías de su vida. Al finalizar la guerra recibió el fajín
de General y, a poco, se le distinguió con el honroso nombramiento de Gobernador
Militar de Galicia, cargo que le obligaba cada 25 de Julio a hacer los honores al
Santo Matamoros. Como le hiciera ver la paradoja: “¿Cómo se explica eso, mi
general?”, él con infinita nostalgia rememoraba: “Bonito papel el mío ¿verdad? Un
moro que jamás renunció a ser moro se ve postrado de rodillas a los pies del Santo
Matamoros… ¿quién me lo iba a decir a mí?”.
Con acento sincero, la voz entrecortada y la mirada húmeda, añadió “Pero,
puedes creerme, doctor, yo lo hacía de todo corazón porque era el patrón de
España, mi segunda y amada madre”. Y bajando la voz, en tono confidencial, junto
a mi oído: “Te confesaré un secreto. Yo he hecho el Camino tres veces: a pie, a
caballo y en bicicleta, seguido por mi escolta mora, siempre orgulloso, siempre
emocionado, siempre esperanzado… Doctor, prométeme que, en tanto yo viva, no
dirás esto a nadie”. “Descuide, mi general”.
Aún no hace mucho, un político ignaro mandó retirar de la Catedral una
imagen de Santiago sobre su blanco corcel repartiendo mandobles a los moros.
“Podían ofenderse los magrebíes”, explicoteó el cuitadiño.
4.- LA RUTA JACOBEA. Cordón umbilical hispano-europeo
La Ruta jacobea, genuino cordón umbilical hispano-europeo, trazada sobre
antiguos senderos celtas y calzadas romanas, utiliza una ruta de estrellas hasta la
ciudad de las conchas y las torres que trepan hasta el cielo. Es la vía que más
habría de contribuir a la reactivación económica de la España cristiana y a su
renovación socio-cultural. El camino funcionó como una especie de poderoso nexo
humanístico, comercial y artístico. A su vez, dotado de un sello de exaltada
religiosidad y carácter secular, sirvió a la integración de los pueblos.
En la principal ruta jacobea o Camino francés los peregrinos habían de
salvar abruptos pasos de montaña en Navarra, Guipúzcoa, Vizcaya y Asturias
con tal de evitar las aceifas islámicas (razzias de verano) en la llanada alavesa y
norte de Burgos. A medida que la Reconquista progresa los caminos se van
desplazando hacia el sur, hacia Logroño y Nájera, restableciendo el antiguo
camino romano cabe el valle del Ebro.
Durante el siglo X, las condiciones para el desarrollo de la peregrinación
compostelana fueron poco favorables debido a la inseguridad del Camino.
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Sería a partir del siglo XI cuando se consolidaría plenamente esta ruta de
peregrinación, coincidiendo con el crecimiento y la expansión económica que se
producen en toda Europa. Se calcula que el número de romeros que llegaban hasta
Compostela no era inferior al medio millón al año, cifra desmesurada para la
época
Hacia el S.XII queda configurada la vía descrita en la Guía del Peregrino
del Codex Calixtinus. Para esa época, pues, se hallan determinados los itinerarios
principales de la Ruta compostelana cuyo trayecto queda dividido en trece etapas
cada una de las cuales se hacía en varios días, a razón de 35 kms diarios a pie.
Los peregrinos accedían desde Francia por el puerto de Roncesvalles y el
de Somport o Summo Porto (punto más alto del Camino a través de los temidos
Montes Asperos) que conducía a Jaca. Ambas rutas se unían en Puente la Reina y
desde aquí el Camino se dirigía hacia Pamplona y Estella. Ya en tierras riojanas
discurría por Logroño, Nájera y Santo Domingo de la Calzada. Ulteriormente
dirigíase hacia Burgos, Castrogeriz, Frómista, Carrión de los Condes,
Sahagún, León y Astorga. De aquí al Bierzo, por Ponferrada y Villafranca.
Finalmente accedía a la ansiada Galicia por Cebreiro, Portomarín, Triacastela,
Sarria, Palas de Rei y Labacolla para concluir en Santiago de Compostela.
Durante el S.XIV se abriría un nuevo camino por Irún y Vitoria hacia
Burgos. Incluso existen rutas marítimas que desde Inglaterra, Irlanda y
Noruega por el Norte, y desde el Sur de Francia, arribarían a La Coruña. Además
de estos itinerarios principales, existían otras rutas como el Camino Portugués,
muy frecuentado por los vecinos lusos.
Hasta el siglo XIII tuvo lugar el desarrollo más brillante del Camino de
Santiago, testigo del paso de todo tipo de peregrinos, quienes, procedentes de
cualquier comarca cristiana de Europa, acudían a Santiago movidos por diversos
intereses, tanto religiosos y piadosos como económicos. En tal centuria se consagró
la monumental catedral compostelana. A la ceremonia, que tuvo lugar en abril de
1.211, asistió el rey Alfonso IX de León.
En las postrimerías de la Edad Media, la peregrinación a Compostela
experimentó cierto retroceso. La peste negra, las frecuentes guerras europeas y el
cisma que se produjo en el mundo cristiano en 1.378, entre otros motivos, dañaron
el pujante desarrollo de la Ruta jacobea.
5.- LOS PEREGRINOS: atletas de la fe
García de Cortázar llama atletas de la fe a estos animosos romeros que
en gran número llegaban anualmente a Galicia. A ellos dedicó el francés Troyes el
Cancionero de los peregrinos:
“Quand nous partimnes de France / nous dimes adieu a nos femmes /
et a nos petites enfants /
a Dieu je les recommande / et a Saint Jacques le Grand / nous prions
la Vierge Marie /
et son cher enfant / qu´il nous fasse la grace / de voir Saint Jacques
le Grand”.
Las gentes allegadas a Compostela conformaban una población de
procedencia muy heterogénea. Recibidos bajo el nombre genérico de francos, bien
que muchos de ellos procedían de Centroeuropa, su asentamiento en ciudades y
villas vióse recompensado con importantes privilegios fiscales y forales, fenómeno
que fomentó la aparición de la burguesía.
Muchos echaron raíces en los burgos a lo largo de la Ruta y en la tierra
galaica hasta su total integración social. Es esta población franca la que impulsará
durante los siglos XI y XII una renovación económica y comercial de gran
trascendencia para toda la Península.
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Un texto hallado en Sahagún hace referencia a la presencia en la villa de
“gentes de todas las partes del universo, de muchos y diversos oficios, a saber
herreros, carpinteros, sastres, pelleteros, zapateros, escutarios y otros muchas
artes”, de naturaleza “gascones, bretones, alemanes, ingleses, borgoñones,
normandos, tolosanos, provenzales, lombardos y muchos otros de extrañas
lenguas”.
No tiene nada de extraño que en tales aglomeraciones emergieran gentes de
todos los oficios y condiciones: artesanos, mercaderes, banqueros, miembros de
casas reales y familias nobiliarias, junto a otros de humilde condición, mendigos, y
aún pícaros, maleantes, malhechores, delincuentes, prostitutas y aprovechados de
la situación.
Los peregrinos utilizaban varios elementos en su indumentaria que
acabarían convirtiéndose en símbolos distintivos: el vestido o sayal en forma de
tosco saco de piel color castaño con mangas y esclavina, el zurrón o morral, el
bordón o bastón, y la calabaza para el vino y agua, símbolos que, junto a la gran
concha de vieira o venera bien visible en el capote, han llegado hasta nuestros días.
Hoy, la venera es símbolo jacobeo universal alusivo a la caridad y el amor a
Dios.
La vía de acceso a la ciudad se hallaba plagada de hospederías, capillas y
puestos de cambio de moneda. Los viajeros llegaban por Los Concheiros, donde
se podían adquirir las veneras, descendían por la Rúa de San Pedro hasta la Puerta
do Camiño en la muralla y se internaban por las Casas Reales, Plaza del Pan y Rúa
de la Azabachería hasta la hermosa Plaza del Obradoiro. El recinto se halla cerrado
por el Palacio Raxoi, y a los laterales por el Hostal de los Reyes Católicos más
el palacio de Gelmírez y el Colegio de San Jerónimo.
En el atrio, lonja o paraíso de la catedral creció un pintoresco y bullicioso
mercado de emblemas del Santo, veneras, botas de cuero y calabazas secas para el
agua o vino, sombreros, calzado, bolsas, morrales, correas, cinturones, hierbas
medicinales, y otros muchos objetos votivos que hoy se ofrecen como souvenirs.
Es fama que, a lo largo de su historia, recorrieron el camino Luis VII, Rey
de Francia, Francisco de Asís, el pintor flamenco Jan Van Eick, el viajero alemán
Jerónimo Münzer, los duques de Aquitania, condes de Flandes, duques de
Lancaster y de Sajonia, Alfonso VI de Castilla, conquistador de Toledo, incluso
ya en el S.XV Isabel y Fernando que impulsarían la construcción del hermoso
Hostal de los Reyes Católicos.
Por encima de avatares políticos y bélicos la peregrinación no se ha detenido
a lo largo de los siglos. La llama de Santiago allá en su rincón galaico no se ha
apagado jamás, tanto más cuanto que siempre ha existido una política inteligente
de atracción de peregrinos (Jubileo, Año Santo, etc) precisamente en esta
nuestra era en que el turismo se considera ocio y derecho de gentes.
6.- VÉRTICE DE UN TRÍO SACRO
La gigantesca joya arquitectónica de la Catedral de Compostela no lo es
sólo de Galicia y de las Españas sino de toda la Cristiandad. En ella y su mágico
entorno del Obradoiro se dan la mano en afortunada síntesis, único ejemplar en el
mundo, los estilos románico, renacentista, barroco, plateresco y neoclásico.
A un tiempo relicario, luz, estela cristiana y obra extraordinaria de la
civilización occidental, la seo compostelana se halla dotada del más bello pórtico
expuesto a ojos mortales, el más prodigioso poema pétreo que se haya podido
esculpir, el conjunto más importante de la escultura románica española: el Pórtico
de la Gloria, concluido en 1.188 por el maestro Mateo, obra cumbre de la
escultura románica, genuina Biblia pétrea, cuyo influjo arquitectónico penetró en
Europa, como es patente en Amiens, Chartres y Reims.
El templo, ricamente decorado y poseedor de un extraordinario empuje
ascensional, induce a la oración.
Unamuno repara en el grado de espiritualidad alcanzado: “Aquí hay que
rezar de un modo u otro, haya o no Dios para el viajero”.
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En la portada meridional se encuentra la puerta de Platerías, fechada en
1.103, la única conservada entre las descritas en el Códice Calixtino y concluída en
1.128 bajo el mandato del prelado Diego Gelmírez. En el siglo XVIII se añadió la
fachada del Obradoiro diseñada por el arquitecto F. Casas y Novoa.
Para el geógrafo árabe Muhammad al-Idrisi, la catedral “no cedía en
tamaño a la de Jerusalén y aun podía rivalizar con la del Santo Sepulcro por su
hermosa fábrica y sus riquezas”. Por su parte, el citado Liber Sancti Iacobi
comenta que la ciudad y su catedral “florecen por el brillo de los milagros (…) en
ella se concede salud a los enfermos, recobran la vista los ciegos, se suelta la
lengua a los mudos, se abre el oído a los sordos, vuelven a andar los tullidos y
quedan liberados los endemoniados, se rompen las ataduras del pecado, se abre el
cielo para los afligidos, hallan consuelo los tristes”.
Hoy, pese a ser más antiguas las ciudades de Lugo, Vigo y la Coruña,
Compostela convirtióse en la ciudad insigne, la urbe incomparable, genuina capital
del País gallego, Patrimonio de la Humanidad y vértice, junto a Roma y Jerusalén,
del trío de ciudades sacras de la Cristiandad, formidables polos de atracción
religiosa.
7.- EL SÍNDROME DE STENDHAL
Cuenta Stendhal que, tras unos días en Florencia, hubo de guardar cama
aquejado de una extraña astenia, lasitud, languidez y decaimiento del ánimo. El
escritor no halló otra causa que la avalancha de belleza que había penetrado por
sus ojos y abrumado todo su ser. Desde entonces, se da el nombre de Síndrome de
Stendhal a un cuadro clínico similar al éxtasis místico subsiguiente a la
contemplación masiva de la beldad, tal si de un atracón o hartazón de hermosura
capaz de alterar el equilibrio psicofísico se tratara.
Así las cosas, yo emplazo a cualquier criatura racional para que, si aún no lo
ha hecho, visite Compostela, la más feliz y excelsa de las ciudades de Hispania, se
deleite con una sabrosa mariscada regada con un albariño vernáculo, dance al son
de una briosa pandeirada en sus calles y plazuelas antañonas, se detenga en el
Obradoiro y penetre, bajo ese poema en piedra del Pórtico de la Gloria, en el
túnel del tiempo de la portentosa Catedral.
A continuación, en el caso que haya logrado esquivar los deletéreos efectos
del síndrome stendhaliano y no se ha abrumado ante el alud de arte, tradición,
historia y belleza, yo lo emplazo, digo, para que ponga en solfa la adscripción de la
asombrosa ciudad y, mano en precordio, asegure que todo aquel alarde de
excelencia no se debe a intercesión divina sino al hallazgo de los desconocidos
restos de una desconocida tumba romana.
8.- LEGADOS DEL CAMINO DE SANTIAGO
A principios del S.XI se derrumba el otrora esplendoroso Califato de
Córdoba. Resurge la Cruz, se amplían las tierras de cultivo, aumenta la producción
agrícola, se asiste a un espectacular crecimiento demográfico, al resurgimiento de
las actividades artesanales y comerciales de las ciudades, sobreviene un período de
bonanza económica y social y, en definitiva, el Camino de Santiago experimenta un
importante desarrollo.
Sus legados llegan hasta hoy. Veamos los aspectos socio-económico,
artísticos y humanísticos.
8.1.- EL LEGADO SOCIO-ECONÓMICO: la burguesía.
El Camino de Santiago derramó abundantes beneficios económicos toda vez
que los privilegios concedidos a los pueblos y gentes aledañas atrajeron a una
multitud de artesanos, mercaderes e industriales ultrapirenaicos, germen de los
primeros núcleos burgueses de la Península.
Los monarcas de Navarra, Castilla y Aragón ven en el Camino abierto el
medio idóneo para conseguir la repoblación de las tierras conquistadas, establecer
la columna vertebral de la comunicación humana y económica entre sí y con
9
Europa, orientar el asentamiento de artesanos y comerciantes en las villas y burgos
preexistentes (Jaca, Estella, Nájera) y, en fin, facilitar el nacimiento de nuevos
núcleos a los que se dota de favorables fueros urbanos.
La afluencia de europeos deseosos de venerar el sepulcro y de ganar las
indulgencias no deja de crecer hasta el S.XVI. De este modo Santiago se convierte
en muy poco tiempo en meta del peregrinaje cristiano. Aun cuando parte de la
Península se hallaba aún bajo el Islam, se originó un fecundo intercambio
comercial, mercantil, industrial, artístico, social y cultural que culminó en una época
de esplendor entre los S.XI y XV, que de otro modo jamás se hubiera conseguido.
Con los peregrinos emergería una nueva clase social, la burguesía urbana,
dotada de gran laboriosidad y acendrada fe católica, circunstancias que se
plasmarían en la creación de riqueza y en la construcción de las catedrales
románicas. La prosperidad de estas villas contribuye no sólo a la uniformidad de
amplias zonas de frontera sino que asienta la autoridad regia y, algo muy
importante para la Corona, la fidelidad de los nobles.
Asimismo, el Camino conecta vitalmente a los nuevos reinos de España con
la Cristiandad europea y sirve de vía de aporte para productos de toda Europa,
incluso del mundo islámico, y con ellos, la cultura, el arte y las ideas. De este modo
se llega al polo de crecimiento demográfico y económico más notable de Europa.
8.2.- EL LEGADO ARTÍSTICO: el románico
Muchas de las ermitas, iglesias, basílicas, hospitales, abadías y colegiatas de
la ruta del Románico español de la época, superponible a la trayectoria del Camino,
se conservan intactas tal si de antañonas abuelas, no por ello menos hermosas, se
tratara. Otras fueron restauradas con el mimo y amor debido a una obra de arte.
Otras, en fin, desaparecieron barridas por el viento de los tiempos y acaso por la
desidia de los hombres.
Dicho queda que el Camino desempeñó una función primordial en la
expansión del románico europeo, materializado en Jaca, Frómista, Leyre, León
(San Isidoro) y Santiago.
Las Órdenes religiosas mostraron gran actividad jalonando el Camino con
templos, monasterios y hospederías, construidos en el nuevo orden arquitectónico
románico.
Así, los hijos de Cluny, incorporados a la ardua tarea desde sus comienzos,
se convierten en fervorosos propagandistas de la ruta jacobea a la que aportan la
construcción de numerosos templos y hospederías en importantes etapas del
Camino, como Nájera o Sahagún, al tiempo que introducen el arte románico
cuyos templos se desbordan por tierras catalanas y pirenaicas jalonando el Camino
hasta concluir en el maravilloso relicario del Pórtico de la Gloria.
De forma paralela, Europa conoció elementos musulmanes trasvasados
desde la Península Ibérica. El arte peninsular cruza las fronteras en dirección
contraria, al punto que hoy se pueden contemplar motivos mozárabes y andalusíes
en iglesias y monasterios del Midi galo, Aquitania, Auvernia y Borgoña.
La ruta de Somport cuenta con el primer monumento importante, la
catedral de Jaca, considerada como uno de los ejemplos más representativos del
románico, modelo que ejerció una intensa influencia a lo largo del Camino, como se
aprecia en San Pedro el Viejo de Huesca y el Monasterio de San Juan de la
Peña.
En tierras castellano-leonesas cabe admirar el Monasterio de Santo
Domingo de la Calzada, donde asimismo existió una ermita y un hospital, hoy
desaparecidos, fundados por el santo homónimo. En esta localidad se levantó la
Catedral de El Salvador, que data de 1.158, notable ejemplo de la transición
románico-gótica, cuyas trazas responden al modelo de gran iglesia de
peregrinación. Ya en Palencia se hallan las iglesias de Carrión de los Condes y
de San Martín de Frómista, único resto del monasterio del mismo nombre
fundado hacia 1.066 por la reina doña Mayor, esposa de Sancho el Mayor, un
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magnífico testimonio del primer románico hispano construido para albergar los
restos del santo trasladados desde Sevilla en 1.063.
En Galicia, fin del Camino, Finis Terrae, se eleva el edificio cumbre del
románico europeo: la catedral de Santiago de Compostela, destinada a albergar
la tumba del Apóstol. La construcción del templo actual se llevó a cabo sobre la
primitiva basílica de Alfonso III del siglo IX, de la que se conservan algunos
restos. Los trabajos, iniciados hacia el 1.075, concluyeron el 1.128.
8.3.- EL LEGADO HUMANÍSTICO: Hospitales y Colegiatas.
En una época oscura de la Humanidad en que la vida valía bien poco, en que
el hombre llevaba una existencia precaria, asediado por tiranos brutales, guerras,
hambrunas, calamidades y pestes, la supervivencia no pasaba de los cuarenta años
en tanto que la mortalidad infantil era aterradora. Los Cuatro Jinetes del
Apocalipsis cabalgan a su libre albedrío. En tal situación surge la buena nueva de
Compostela y se abre el Camino de Santiago como vía de fervorosa súplica y
expiación. La noticia trasciende al mundo conocido.
Hacia allá se encaminan muchos peregrinos humildes, llorosos, implorantes,
manos extendidas, rodillas ensangrentadas que se acercan trabajosamente hasta la
santa efigie. El Apóstol atiende sus súplicas, enjuga sus lágrimas, cura sus llagas,
mitiga su hambre y calma su sed. Son tantos y tan míseros que debe acabar
fatigadísimo día tras día allá en el cerro del Campus Stellae.
Las penurias propias de la época crecen con la afluencia de peregrinos. Es
entonces cuando, movidos por la piedad y el altruismo, los españoles, la España del
momento, de la que la Iglesia forma parte muy significativa, toma conciencia de la
atroz situación y acomete una más que encomiable tarea humanitaria, desconocida
hasta entonces. España supo responder al reto de la avalancha europea de una
muchedumbre antes mísera y necesitada que boyante. Honra fue para nuestra
Patria, bien que mantúvose cuidadosamente silenciada acaso porque contradice la
pretendida crueldad ancestral divulgada en Europa a través de la insidiosa
Leyenda Negra.
A tal fin se acomete la construcción de numerosos puentes y caminos,
hospitales, hospederías y alojamientos públicos para el cobijo de los peregrinos,
tarea en la que destacan los monjes cluniacenses.
A esta piadosa función responden los Hospitales, las Colegiatas y las
Iglesias de peregrinación. Las autoridades se vieron obligadas a construir
Hospitales de beneficencia atendidos por voluntarios y misioneros de
instituciones religiosas o laicas, tales las Cofradías de Santiago, instituciones pías
encargadas de hospedar y ayudar a los romeros, dar sepultura a los fallecidos y
otras tareas humanitarias. Junto a los hospitales se alzaban mercados, hospederías,
posadas y mesones, para acoger a los miles de peregrinos, en su mayoría humildes
y necesitados, enfermos y lisiados. Es fama que recibían asistencia gratuita, así
como alojamiento, atenciones sanitarias, servicios religiosos y alimentos,
esencialmente pan, carne, verduras y legumbres.
Gran prestigio ganaron los Hospitales de Somport y Roncesvalles, Puente
la Reina, Sarria, Santo Domingo de la Calzada, Nájera, Sahagún y Astorga
que contaba con tres hospitales. Compostela llegó a sumar quince, completados
con el bellísimo ejemplar de la Plaza del Obradoiro, cuya construcción se debe a
los Reyes Católicos, hoy Parador Nacional. Burgos dispuso de veintidós
hospitales que sumaban 87 camas y dos hospederías para hombres y mujeres. En
la Ciudad del Cid era famoso el Hospital del Rey, que data del reinado de
Alfonso VIII de Castilla, el vencedor en Las Navas de Tolosa. Asimismo,
León llegó a contar con diecisiete hospitales. De ellos los más renombrados eran
los de San Marcos y San Isidoro, construido junto al suntuoso monasterio del
mismo nombre, una de las sedes más importantes de la Orden de Santiago.
Junto a los Hospitales cumplieron una misión fundamental las Colegiatas,
una interesantísima aportación del espíritu humanístico de la época, desconocido en
otras latitudes.
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Se trata de instituciones eclesiásticas formadas por un complejo de hospital,
hospedería, iglesia y abadía. Muchas de ellas se conservan intactas. Así, en
el Camino navarro se pueden admirar los hitos fundamentales de la Real
Colegiata de Nuestra Señora de Roncesvalles y la de Santa María la Real de
Sangüesa.
Con este criterio humanitario se construyeron varias Catedrales de grandes
dimensiones, tal la compostelana obligada a acoger anualmente a medio millón de
peregrinos. La ciudad concibe y exporta el modelo de las Iglesias de
peregrinación, dotadas de amplias, generosas y dilatadas naves de altas
techumbres aptas para acoger y proteger grandes muchedumbres de los rigores
climáticos.
Junto a la de Compostela responden al modelo de iglesias de peregrinación,
las de Pamplona, San Sernín (San Saturnino) de Toulouse, Saint Martin de Tours
y otras.
9.- LA CRUZ DEL CAMINO DE SANTIAGO
El Camino de Santiago, como toda obra humana, tuvo su cara hermosa
plasmada en su papel de embrión de España, en su decisiva influencia histórica, en
la integración de pueblos y culturas, en su fomento del arte, de la riqueza, del
comercio, en su aspecto humanitario, en la construcción de catedrales, abadías,
etc, pero también tuvo su faceta negativa, su cara fea, es decir, su cruz.
A lo largo de su historia, la Ruta sufrió duros reveses materializados en la
falta de víveres, la hambruna, la higiene deficiente y el hacinamiento. Todo ello
condicionaba el deterioro biológico de las poblaciones, presa fácil de parasitosis y
enfermedades infecto-contagiosas, tales el tifus, viruela, lepra, difteria, tracoma y
especialmente, la peste bubónica, sempiternas compañeras de la pobreza y la
miseria.
Es preciso añadir las enfermedades de otro tipo como las deficiencias y
carencias alimentarias, así como los traumatismos, lesiones y mutilaciones
sobrevenidas en el camino o contraídas de antemano (motivo de muchas visitas al
Apóstol en la esperanza de su curación, vía expiación de los pecados), más las
lesiones y muertes violentas por asaltos y robos.
En 1.348 se abatió sobre Europa una pandemia de peste bubónica
velozmente propagada a lo largo del Camino con el resultado de millones de
muertos. Amplias zonas europeas quedaron despobladas. Las catedrales servían de
refugio a la amedrentada multitud, hecho que agravaba la situación a causa del
contagio personal y la higiene deficiente. La enfermedad, trasmitida por la picadura
de pulgas, utiliza las ratas como animal reservorio que medran a favor de la
suciedad, el hacinamiento y la miseria.
De este modo, las leyes biológicas se cumplieron con siniestra puntualidad,
tal como ocurriría siglo y medio más tarde en la América recién descubierta, virgen
de contactos con europeos, inmunes éstos a las terribles plagas precisamente por
haberlas padecido con anterioridad.
De esta pandemia de mediados del S.XIV hízose eco Boccaccio en El
Decamerón:
“… a la egregia ciudad de Florencia llegó aquella cruel y mortífera epidemia
sobre los mortales; y habiendo comenzado en las partes de Oriente y, tras
haber privado a sus provincias de innumerable cantidad de vivientes,
prosiguió su crudo y horrible progreso
y se extendió por el lado de
Occidente sin que valiera contra ella ninguna sesuda precaución ni provisión
alguna de los hombres…”.
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EPÍLOGO
Compostela, se ha dicho, floreció de una tumba, de un reguero de estrellas y
de una ensoñación colectiva. Poco importa la autenticidad de los restos hallados
aquel verano del 813 en Campus Stellae para cuanto ocurriría ulteriormente al calor
de la fe, tanto más cuanto que, para dar carta de naturaleza sobrenatural al hecho
histórico, un brillante, lácteo y eterno sendero cruza los cielos marcando la ruta
hacia Occidente.
Hoy, tanto la ciudad de Santiago como el Camino, gozan del reconocimiento
universal en su condición de Patrimonio de la Humanidad, de Primer Itinerario
Cultural Europeo y Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en tanto que
“lugar de peregrinación y de encuentro entre personas y pueblos que, a través de
los siglos, se ha convertido en símbolo de fraternidad y vertebrador de la conciencia
común europea”.
Dado que el Camino estableció un activo comercio de España con Flandes,
Francia, Inglaterra y resto de la Europa occidental, incluso con Al Andalus,
puede afirmarse sin caer en exageración que el Camino se halla en la apertura de
mercados, en el nacimiento de una burguesía fecunda para el desarrollo de los
pueblos y en definitiva en los orígenes de Europa, es decir en lo que hoy llamamos
Comunidad Económica Europea.
En el sentir de R. de la Cierva el Camino de Santiago “fue uno de los
grandes hitos en la Historia de España y de la Iglesia Universal que perdura
vivísimo en nuestros días”.
- FIN
-
A. Martín-Albo
ABRIL 2009
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