EL IMPACTO DE LAS REFORMAS ESTRUCTURALES EN EL DESARROLLO INTEGRAL DE MÉXICO - DR. HÉCTOR AGUILAR CAMÍN, Director de la Revista Nexos: Muchas gracias, de veras, por la invitación. Es un grupo realmente muy notable el que está aquí. Obviamente omitiré meterme en los temas que son de su especialidad, ojalá y pueda aprender algo del Estado, del tema de la vivienda, que es uno, yo creo, de los grandes fracasos de ejecución de este Gobierno; es decir, independientemente de cómo estaba el sector, realmente fue como la primera demostración de que el Gobierno nuevo no venía muy bien afilado para tomar las decisiones correctas a este propósito. Pero bueno, me da mucho gusto estar con ustedes. Me da mucho gusto estar con Jesús (Reyes-Heroles González-Garza), porque lo estimo muy bien, como ustedes se habrán dado cuenta; pero además, porque ha tenido la fantástica posición de poner todos los datos precisos que hacen falta, lo cual me libera a mí de las precisiones y me permite dedicarme a mi especialidad, que son las generalidades. Bueno, tratando de responder al tema de esta charla del impacto de las Reformas Estructurales en el Desarrollo Integral de México, yo digo, coincidiendo con Jesús, me parece que este es un hecho muy claro, que México vive un momento histórico, verdaderamente histórico, de cambios grandes. Y el impacto de esos cambios, de esas Reformas Estructurales en el desarrollo integral de México será, creo yo, efectivamente integral y de larga duración, de larga implicación en el tiempo. Yo no recuerdo ninguna —creo que ustedes tampoco— época de cambios tan profundos en México, cambios que apunten a transformaciones tan sensibles del status quo, que toquen tantos intereses, que planteen tantas modificaciones de fondo en la arquitectura legal e institucional del País. Habría que regresar en la historia, quizá a los años 30’s, para encontrar un menú de cambios de este tamaño, quizá al plan sexenal y a la época de Cárdenas, en donde hubo también una agenda de cambios institucionales, legales, políticos, de extraordinaria profundidad, tanto que en muchos sentidos estas Reformas, que son ya leyes constitucionales y están por ser leyes secundarias del Gobierno de Peña Nieto, lo que está haciendo es desmontando muchas de las herencias de aquella otra época de grandes cambios, de los años 30’s, de los cambios cardenistas. Bueno, estos cambios de ahora tienen el sentido, en muchos aspectos, de salir de aquella herencia estatista, de ese tamaño fue el cambio en los años 30´s y de este tamaño puede ser el cambio que estamos nosotros teniendo el privilegio y orgullo de vivir. Yo quisiera enumerar cada una de estas Reformas y tratar de pensar con ustedes en la profundidad y las consecuencias que pueden tener o que están teniendo ya en los ámbitos que desafían. En la cuenta de las Reformas mayores yo pondría cuatro, cuatro que tienen amplias consecuencias, consecuencias de fin de época de principio de época, es decir, que significan un antes y un después de nuestra realidad institucional. Primero, desde luego, la Reforma Educativa, porque fue la primera en el tiempo y porque es probablemente la que va a tener una incidencia sectorial, en el sector público más amplio y más complejo de la vida nacional. Esta Reforma Educativa ha introducido una cosa que a veces no registramos bien: ha introducido en el sector educativo el principio de la evaluación. Es inimaginable un sistema educativo sin evaluación, consiste precisamente en aprender y demostrar que se ha aprendido. Sin evaluación no hay la mitad del proceso. Bueno, eso es lo que teníamos en México: un proceso educativo con toda la parafernalia burocrática alrededor, que no funcionaba entorno al principio de la evaluación, sino funcionaba entorno a la negociación política del magisterio con el Gobierno. Esta Reforma toca un status quo histórico de décadas. Cambia las reglas de trabajo del mayor Sindicato Público de México, 2 millones de trabajadores, un millón 100, de los cuales tienen plazas de maestros; de esta fuente de trabajo depende el bienestar quizá de unos 8 millones de mexicanos, las familias asociadas a los trabajadores del sector educativo, y se trata del mayor servicio público y el más estratégico que presta el Estado: la educación pública, en particular la básica, que supone el 85 por ciento del total de la educación que se imparte en México. Yo no puedo coincidir más con Jesús, en el sentido de que una siguiente generación de Reformas debería plantearse, que el Estado no puede seriamente ser el proveedor de servicios en esta dimensión cuantitativa, territorial, social que tiene ahora. Pero el hecho es que ahora esa es la tarea del Estado, es responsable directo de la educación de la educación básica, del 85 por ciento de los mexicanos. De manera que de todas las Reformas, ésta es la que afecta directamente los usos y costumbres, las expectativas y las reglas de la mayor cantidad de mexicanos, directamente: 30, 35 millones de usuarios, y 8 ó 10 millones de dependientes económicos del sector. La Reforma introduce reglas que genera temores fundados e infundados en todo ese territorio. Son nuevas reglas para trabajar, nuevas reglas para medir la calidad del trabajo, nuevas reglas para acceder al trabajo pedagógico y para conservarlo. Esta es una Reforma que significa un antes y un después en el ámbito educativo de México. Segunda gran Reforma, la Reforma, desde luego, en Materia de Competencia Económica, que introduce precisamente el tema de la competencia en una economía, en cuyos negocios grandes, el rasgo dominante es la concentración, no sólo la concentración, sino también la conducta monopólica de las empresas dominantes en los negocios mayores que hay en el País. Bueno, introducir reglas asimétricas y sanciones por prácticas monopólicas a la economía mexicana es realmente tocar el corazón de muchos de los grandes negocios de México. No hay casi ningún negocio fundamental de la economía mexicana donde no puedan encontrarse rasgos de una concentración monopólica u oligopólica, y sobre todo prácticas de esta índole. Vamos, la industria de harina de maíz para hacer tortillas ha de andar en una concentración del 90 por ciento; la industria del pan debe andar por lo mismo; la cerveza más del 60, no sé ahora cómo quedó; la de comercio al menudeo, más de 50; la de cemento casi el 40; y la telecomunicaciones, telefonía y televisión, concentraciones superiores a los 60 y 70 por ciento. Esta es la tercera Reforma grande de amplio espectro y larga duración que estamos presenciando en estos días: la Reforma de Telecomunicaciones. Bueno, quiere introducir precisamente el principio de la competencia en el sector probablemente más dinámico de la economía moderna, y en uno de los sectores más concentrados empresarialmente de México. En telefonía o en la misma empresa tiene casi el 80 por ciento en fija y más del 70 en celular; en audiencias televisivas y en televisión de paga, otra empresa, Televisa tiene cerca del 70; en este sector los agentes dominantes son los dos empresarios probablemente más poderosos de México: el ingeniero Carlos Slim, el más rico del mundo, y el de mayor poder mediático en este País, que es Emilio Azcárraga. De manera que es una Reforma que está tocando seriamente un sector de extraordinaria importancia. Cuarta, obviamente la Reforma Energética, que pretende introducir el principio de la productividad y de la inversión privada en el más tradicional de nuestros bienes de manos muertas, lo digo así provocativamente, porque hay algo de manos muertas o de desamortización en el ámbito de la energía. La energía, tanto en su ámbito petrolero como en el ámbito eléctrico, es el espacio monopólico por excelencia de la economía mexicana, el gran espacio de riqueza natural y riqueza industrial, donde el Gobierno controla el 100 por ciento de un negocio que reparte discrecionalmente a sus contratistas. La historia de este sector en otros países, tanto en el petróleo como en la electricidad, muestran que han sido pilares de modernización industrial, de la expansión de grandes empresas que arrastran tras de sí a otros sectores de la economía. La historia nos dice que este sector en manos del Gobierno ha sido improductivo y vive un ciclo en estos últimos años no de creación, sino de, en cierto modo, destrucción de riqueza. La Reforma Energética busca romper este monopolio, que es también uno de los grandes tabús, una tradición política indesafiable hasta ahora de la vida pública de México. Bueno, tenemos entonces, en suma, cuatro Reformas que desafían profundamente los usos y costumbres del establecimiento educativo, del establecimiento empresarial, del establecimiento de telecomunicaciones y del establecimiento energético de México. Hay al menos otras dos Reformas Constitucionales que desafían el statu quo, aunque tienen menos envergadura estructural, tienen, sin embargo, penetrantes efectos políticos, me refiero a la Reforma en Materia de Transparencia, la Reforma Constitucional que da autonomía al Órgano responsable del acceso a la información y, muy importante, establece bases de transparencia para las Entidades Federativas. A esto hay que añadir la más reciente Reforma que hace responsables a los funcionarios de los Municipios del mal manejo de fondos y recursos federales. La Reforma de Transparencia es un disparo al corazón de la mayor irregularidad del gasto público de los últimos años, que es el gasto que hacen los Estados de Fondos Federales, origen de tantos escándalos de quiebra de finanzas estatales y municipales. Gobernadores y Presidentes Municipales tendrán que rendir cuentas de su ejercicio con estos fondos, lo cual es como decir que tendrán que rendir cuentas de todo lo que gastan, pues los Estados y los Municipios --como nos acaba de mostrar Jesús con tanta precisión-apenas generan ingresos fiscales, reciben prácticamente todo de la Federación. En materia Electoral, la entrega a un solo Instituto del control de todas las elecciones federales y locales, e incluso, si lo piden, de las elecciones internas de los Partidos. La Reforma estable la reelección consecutiva de Legisladores y Presidentes Municipales, y la existencia de candidatos independientes. Desafía esta Reforma varios usos y costumbres políticos y varios actores políticos: en primer lugar, otra vez a los Gobernadores, porque les quita el control de los institutos estatales electorales con los que los Gobernadores cocinan sus elecciones locales. Golpea también a los Partidos, porque les quita el monopolio de poder decidir quiénes son candidatos y quiénes no dentro de sus formaciones políticas, y los obliga --a algo que todavía vamos a ver cómo se va a realizar-- a tener alguna forma razonable y garantizada de elecciones internas, de elecciones primarias. Digo que esto está complicado, porque la primera cosa que habría que tener para eso es lo que los Partidos no tienen, salvo el PAN, que es un padrón de quiénes son miembros efectivos del Partido y, por tanto, quiénes van a participar en esas elecciones. El PAN creo que fue el único que dijo la verdad ahora que les preguntaron por sus padrones, y remitió un documento donde decía que el número de sus militantes totales en el País creo que eran 286 mil. Todos los demás dicen “millones”, pero no los tienen escritos en ninguna parte, ni inscritos en ninguna otra. Entonces, son seis Reformas que marcan un antes y un después en las prácticas públicas de México: una, la Educativa; dos, la de Competencia Económica; tres, la de Comunicaciones; cuatro, la de Energía; cinco, la de Transparencia y Rendición de Cuentas de los Gobiernos Locales; seis, la del nuevo Arbitraje Electoral Nacional. Bueno, ¿qué tienen en común estas Reformas? Una, todas tienen consecuencia de largo plazo; dos, todas tocan sectores claves de la vida económica y política de México; tres, como ya dije, todas desafían diversas modalidades del status quo, una del ámbito de los actores privados, otras del ámbito de los actores públicos; cuatro, todas buscan de alguna manera centralizar procesos de legislación, decisión y asignación de recursos. Estas Reformas buscan recoger algo de las riendas sueltas del federalismo mexicano. Muchos ven en ellas una especie de regreso al pasado, yo no, yo veo sólo un intento de poner orden y de reencausar el desorden. Quinto, muy importante, tienen todas adversarios poderosos y aliados débiles. Voy a volver a esto, porque es el centro de la reflexión que quiero compartir con ustedes, quiero plantearles una especie de adivinanza analítica. Si sumamos todos los intereses reales afectados por estas Reformas, podríamos tener un contingente conservador, renuente al cambio, suficiente para descarrilar o al menos para inmovilizar a un Gobierno. Súmenle: Gobernadores descontentos; empresarios descontentos; los dos empresarios más poderosos, descontentos; el sector educativo, incierto. Pónganlos juntos en un movimiento político y a ver qué sucede. Creo que ese es el problema político número uno de este Gobierno, que no se le reúnan. La coalición de agraviados no encuentre una manera de manifestarse. Agréguese a esto la molestia de una Reforma Fiscal, por llamarle así, muy desafortunada, que ha dañado la tesorería de las empresas, ha tocado el bolsillo de los consumidores, sin mejorar gran cosa las arcas del Estado. Bueno, entonces estamos en un momento de grandes cambios en curso y también de grandes resistencias. Una pregunta clave, desde luego, es cómo pudo Peña Nieto alinear a las fuerzas políticas para emprender en tan poco tiempo estas Reformas que tienen tantos dientes. Quizá vale la pena hablar de esto, a lo mejor podemos hacerlo después, obviamente tiene que ver con el Pacto por México. Todos hemos oído hablar de Pacto por México, pero quizá valdría la pena darle una pensada a cómo es que se fue creando la posibilidad de esos Acuerdos en el curso de los años anteriores a la elección de 2012. Pero yo me quiero concentrar ahora en este problema, particularmente tenso y contradictorio de las Reformas, y la resistencia a las Reformas. El rasgo fundamental de estas Reformas y del momento político en que estamos, es que estas Reformas prometen mucho, pero entregan poco, están entregando poco; peor, van a tardar tiempo en entregar lo que pueden entregar. Son Reformas de mediano y largo plazo frente a una expectativa pública, de corto plazo, porque llevamos año y medio, poco más de año y medio de Gobierno, con resultados muy pobres respecto de estas expectativas. De modo que hay grandes expectativas nacionales e internacionales, con las Reformas del Gobierno Peña Nieto, pero hay pocos logros que ofrecer; más bien lo contrario, en materia de crecimiento, empleo, inversión y mejora de la calidad y el precio en los bienes. Las esperanzas son altas, otra vez, las realidades son pobres. A mí este momento de México me hace pensar en un pasaje clásico de Maquiavelo, en un pasaje de los profetas desarmados. Creo que esta referencia básica o clásica del pensamiento político puede ser útil para pensar en el momento que vivimos en México. Me voy a permitir leerles en extenso ese pasaje, porque es una joya, pero para tratar luego de traerlo o traducirlo a la situación por la que cruza el Gobierno reformador de México con su ambiciosa agenda de cambios. El pasaje que me refiero está en el Capítulo 6º del Príncipe, dice así: “No hay nada más difícil de hacer, ni resultado más incierto, ni más difícil de gobernar que la introducción de un orden nuevo de cosas, porque quien lo introduce tiene como enemigos a todos los que medran del viejo orden, y como aliados tibios sólo a quienes podrían medrar del nuevo”. Esta tibieza de los aliados nace en parte del miedo a los adversarios que tienen de su parte la Ley, y en parte del escepticismo natural de los hombres, que no creen realmente en las cosas que no han experimentado. Sucede, entonces, que cuando los enemigos del nuevo orden atacan, lo hacen con celo, y los otros lo defienden con dudas, y están, junto con su Príncipe, en peligro. Para examinar este asunto a fondo, sin embargo, hay que saber si estos innovadores actúan por su cuenta o dependen de otros. Esto es: si están obligados a pedir o pueden usar su poder para la conducción del cambio. En el primer caso, si tienen que pedir, siempre terminan mal y no logran nada; pero cuando descansan en sus propios recursos y pueden usar el poder, entonces pocas veces corren peligro. De esto deriva el hecho de que todos los profetas armados fueran victoriosos, y los desarmados caminaran a la ruina, añádase que la gente es voluble por naturaleza, y es fácil convencerla de algo, pero difícil sostenerla en esa convicción. De modo que los cambios deben manejarse de tal manera que cuando la gente ya no crea, pueda ser obligada a creer por la fuerza. Moisés, Ciro, Teseo y Rómulo no hubieran podido hacer --sigue Maquiavelo-- que sus instituciones se respetaran mucho tiempo, si hubieran estado desarmados. Como en nuestros tiempos sucedió al hermano Girolamo Savonarola, que fue destruido cuando el populacho dejó de creer en sus nuevas instituciones y no tuvo forma de mantener juntos a los que habían creído, ni de hacer creer a los descreídos. En consecuencia, estos hombres, los profetas desarmados tienen grandes problemas para salir adelante, enfrentan todos los peligros conforme avanzan y deben vencerlos todos con su habilidad. Pero una vez que los han vencido y han empezado a ser respetados, una vez removidos aquellos que envidian sus méritos, permanecen poderosos, seguros, celebrados y felices. Ese es el mensaje de Maquiavelo. Bueno, mi pregunta, mi adivinanza para ustedes es: si el Presidente Peña Nieto es un profeta armado o un profeta desarmado; si su Gobierno podrá sostener la fe de la gente en sus Reformas el tiempo suficiente para que maduren; si podrá imponer esa creencia o sostenerla en nuestra sociedad por la fuerza del Estado o si los adversarios de las Reformas ganarán la partida, reunirán sus intereses afectados y derrotarán, o por lo menos le harán la vida de cuadritos al reformador. Bueno, naturalmente yo creo que el Presidente Peña no es ni un profeta armado, ni un profeta desarmado, lo estoy usando como una simple analogía. No puede imponerse por la fuerza como un profeta armado, pero tampoco carece de fuerza para someter uno a uno a todos los que se oponen a sus Reformas. La lucha de los afectados es sorda, pero hasta el momento ineficaz. La iniciativa la lleva el Gobierno reformador. Esta resistencia no ha alterado el curso de las Reformas, aunque haya podido retrasar sus tiempos, pero el combate apenas empieza, y no es un combate que se libra a campo abierto “a vencer o morir”, sino en un entorno democrático, donde triunfar en el fondo es ganar las elecciones, y perder es perder las elecciones. Traducido al entorno democrático de México, el Pasaje de Maquiavelo quiere decir más o menos lo siguiente: Peña Nieto ha sido capaz de legislar las Reformas profundas que el País necesitaba con urgencia, pero puede pagar caro en las urnas el hecho de que los beneficios de esas Reformas no aparezcan con claridad en el horizonte de los votantes; por ejemplo, para las elecciones de 1915, y aún para las de 1918. ¿Por qué? Porque ninguno de los frutos plenos de estas Reformas son de maduración corta, ninguno. Es imposible pensar en una transformación profunda y perceptible del sistema educativo en pocos años; tardaremos en ver sus resultados al menos una década. La competencia económica de espíritu antimonopólico tardará años en dar los frutos de calidad y precio que se espera de ella, y pasarán años antes de que el País pueda ver resultados petroleros, por ejemplo, en Aguas Profundas --ahí nos puso el calendario muy bien, Jesús--, aunque es posible que su eficiencia eléctrica pueda mejorar si conecta sus plantas al gas barato que hay en el Sur de los Estados Unidos. Pero los Gobiernos tienen puros retos de corto plazo, de eso se trata el Gobierno, de atender lo inesperado y atender el corto plazo. El reto de corto plazo del Gobierno de Peña Nieto es: mejorar los resultados de la economía y de la vida pública. No contará para ello con los efectos benéficos de largo plazo de las Reformas Legisladas; esto quiere decir que la economía no podrá crecer durante los siguientes tres, cuatro o cinco años mucho más allá de las tasas promedio del 2 por ciento --entre el 2 y el 2.5 precisaba Jesús en su gráfica-- en que ha crecido en los últimos 30. De modo que llegadas las elecciones, el País volverá a las conductas de competencia y división política, característicos de la vida democrática, que el Pacto por México suspendió por estos meses. Difícil es esperar también en el corto plazo una mayor eficacia en la conducción gubernamental: lastrada como está, en el orden federal, por la baja calidad gerencial y política, y el reglamentismo burocrático. No hay que desestimar el hecho de que nuestra transición democrática se hizo entregando el Poder a personas que, desde luego, lo merecían, pero que no habían estado ahí nunca en los altos niveles de decisión del Gobierno Federal. Sucedió en el 2000, sucedió en el 2006 otra vez y sucedió otra vez en el 2012, en donde sólo por excepción volvimos a poner en el Gobierno Federal gente que hubiera tenido la experiencia adecuada en el Gobierno Federal. Esto es algo que no podemos pensar que no tiene consecuencias en la calidad de la gestión política y burocrática del Estado Mexicano. Piensen: ¿de qué cálculos puede salir la predicción de que durante el año 2013 la economía iba a crecer al 3.9, para terminar en un crecimiento de 1.1? ¿Cómo puede írsele a un cálculo tantos puntos del PIB? Para empezar, y al año 2014, una precisión igual y un ajuste automático, mucho más rápido de las similares proporciones; es decir, le han fallado, en un año y dos meses, casi 5 puntos del PIB. ¿Cómo pueden haber hecho eso? Eso es lo micro. Yo tengo una revista, donde escribe Jesús, por fortuna, y tenemos una relación muy buena, unas pautas de publicidad que nos da CONACULTA, y renovamos cada año. Con el cambio, en el CONACULTA llegó un hombre muy inteligente, uno de los que sí habían estado ahí, por fortuna, Rafael Tovar, y tiene una experiencia comparativa muy precisa del CONACULTA que él dejó el Siglo pasado y el CONACULTA al que él regresa con este Gobierno, dice: “Es increíble, no sé a dónde regresé, tengo hoy que hacer cuatro veces más trámites para conseguir lo mismo que conseguía hace 10 años. Han llenado el Gobierno Federal de normatividades estúpidas y de recelos burocráticos, que lo único que ha hecho crecer en abundancia es la imaginación de otros burócratas que se dedican a controlar las decisiones de sus jefes para que sea realmente muy difícil tomar una decisión que tenga que ver con dinero”. Y en el orden local, qué decir del orden local, si lo que hemos visto es el carnaval increíble de la debilidad institucional más profunda que pueda verse en el ámbito de estos Gobiernos, que han tenido 10 años de jauja, corrupción y dispendio, y de una irresponsabilidad fundamental como Gobiernos, porque son Gobiernos --como ya dijimos-- que no hacen ninguna de las dos cosas que hace un Gobierno: ni cobran impuestos, ni aplican la Ley. ¿Qué hacen, entonces? Bueno, una prueba de fuego para ambos órdenes de Gobierno sigue siendo, desde luego, el reto de la inseguridad, la violencia y el crimen organizado. Esta es una herencia de la muy desdichada decisión de tomar por los cuernos y asumir como propia la guerra contra el narcotráfico. Podemos hablar de esto en la fase de preguntas y respuestas, es realmente una historia siniestra que pueden leer con gran beneficio en un libro de Guillermo Valdés, que se llama “Historia del Narcotráfico en México”, y que empieza en 1914. Cada vez que México se ha puesto a seguir la política americana de perseguir el narcotráfico en México, ha hecho un desastre en su territorio sin haber conseguido nada de los beneficios buscados en el territorio americano. La fase peor y más sangrienta la acabamos de vivir durante el Gobierno del Presidente Calderón. Pero quiero decir algo, pese a que el saldo de esa guerra es, desde luego, un desastre mediático institucional y criminal, pese a que la inseguridad y la violencia del crimen organizado son un problema gravísimo en muchas Ciudades y para muchas familias, en mi opinión, sin embargo, esta inseguridad y esta violencia no representan un desafío para la estabilidad fundamental del régimen político del País, n para su funcionamiento. La capacidad de respuesta del Estado frente a estos problemas, crece en vez de menguar y ha podido revertir la situación en Ciudades donde parecía imposible hacerlo, como Tijuana, o Ciudad Juárez, o Monterrey; y en Estados ahora como Michoacán. Yo creo que la violencia criminal no pone en riesgo la estabilidad política de México, no es un hoyo negro por donde pueda vaciarse el País o ponerse en situación de una crisis generalizada. Podemos volver a este tema después. Déjenme decirles lo que creo que puede pasar con este asunto del profeta desarmado o medio armado, en que he convertido abusivamente quizá al Presidente Peña. Mis expectativas son muy altas en el mediano y en el largo plazo. Yo creo que Peña Nieto y sus aliados en el Pacto por México han hecho las Reformas difíciles que el País necesitaba. Creo que cuando estas Reformas maduren, el crecimiento promedio de México será cuantitativamente mayor y cualitativamente mejor al que tenemos hoy. Entre otras cosas, porque se habrán liberado de sus trabas monopólicas y burocráticas dos sectores claves para la creación de nueva riqueza, que son las Telecomunicaciones y la Energía. Nuestras visiones para el corto y el mediano plazo son menos optimistas. Creo que algunos de los sectores modernizados por las Reformas, afectados, empeorarán antes de mejorar. Creo que la capacidad de ejecución del Gobierno para aplicar las reglas que él mismo se ha puesto, es y seguirá siendo baja. Creo que la vida y la competencia democrática desprestigiarán estos cambios antes de que maduren sus frutos por razones electorales y de competencia partidista. Pero creo que el barco está en el camino correcto y que México está más cerca hoy de ser un País próspero, democrático y equitativo de lo que estaba hace dos años. En el ‘88 yo escribí un libro llamado “Después de un Milagro”, y ahí describía las tendencias políticas, sociales, económicas del País en la década de los 80’s, al final de la crisis de los 80’s. Y anticipaba en ese libro un horizonte de prosperidad. Se lo di a leer a Edmundo O ‘Gorman, el historiador, y conversando se empezó a burlar un poco de mí y me dijo: “Ah, entonces usted no cree que el futuro de este País es el desastre”. Le dije: “No, yo creo que no, yo creo que este País está condenado a la prosperidad y a ser un País rico, un País equitativo y ser un País democrático”. Bueno, luego vino la crisis de 1994 y 1995, y moderé bastante mi optimismo, y entonces empecé a decir: “Bueno, yo creo que México está destinado a esto, aunque quizá yo no lo voy a alcanzar a ver, pero estoy seguro que lo van a ver mis hijos”. Ahora, luego de las reformas en este año y medio, estoy incurriendo en la imprudencia de volver a mi previsión inicial y a creer que voy a ver ese País moderno con mis propios ojos. Creo que no estamos tan lejos de ahí, creo que estamos, sobre todo, en el camino correcto. Gracias.