Contratas, cesión ilegal de trabajadores y cooperativas de trabajo

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Contratas, cesión ilegal de
trabajadores y cooperativas de
trabajo asociado
LUIS RAMÓN MARTÍNEZ GARRIDO *
E
n el estado actual del mundo de la
producción, industrial y de servicios,
la externalización de gran parte de la
actividad ha dejado de ser una opción voluntarista del empresario. Si quiere producir con
la competitividad que el mercado exige, ha de
encomendar forzosamente parte de su cometido a empresas externas que, por su organización específica, o por tener medios técnicos
más idóneos serán garantía de una mejor producción o un mejor precio.
Este tipo de actividad, en España se ha
extendido de forma intensa debido a la rigidez del mercado laboral. Pero su regulación
legal es deficiente y anticuada, lo que viene
siendo determinante de la existencia de soluciones judiciales, en no pocos casos, contradictorias, originando lo que es más temible
para cualquier empresario: la incertidumbre
y la imposibilidad de cuantificar los riesgos
que una determinada actuación comporta.
Por otra parte, tampoco están definidos de
una manera precisa los limites entre la forma
más frecuente de descentralización, la contrata, y la pseudocontrata o cesión ilegal de
trabajadores.
* Magistrado de la Sala IV del Tribunal Supremo.
En este conjunto de relaciones deficientemente reguladas, ha irrumpido un nuevo factor. En el mercado laboral, especialmente en
los sectores de hostelería e industrias cárnicas, una serie de cooperativas de trabajo asociado vienen prestando servicios por contrata
y, por no hallarse bien definidos los tres campos referidos, producen desconcierto en los
operadores jurídicos y contradicción de resoluciones judiciales, de modo que no quedan
delimitados con precisión los campos lícitos y
abusivos, ni el tratamiento jurídico que haya
de darse a estos últimos.
Valgan como muestra las dos sentencias
citadas por Del Rey Guanter y Gala Durán 1,
de los Juzgados de lo Social de Barcelona
Num. 27 de 28 de julio 1999 y Num. 25, de 20
de octubre 1999.
Enjuiciaba la primera de las resoluciones,
la del Juzgado 27, un supuesto en la que una
cooperativa de trabajo asociado había concertado con una empresa un contrato al que
denominaron «arrendamiento de servicios de
DEL REY GUANTER, S. y GALA DURÁN, C. «Trabajo
Autónomo y descentralización productiva: nuevas
perspectivas de una relación en progresivo desarrollo y
dependencia», en Relaciones Laborales n° 7/8, abril
2000 pág. 106 y ss.
1
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matanza», en virtud del cual la cooperativa se
encargaba, por medio de sus socios trabajadores, de realizar las tareas de producción del
citado matadero. Los socios, estaban dados de
alta en el Régimen Especial de Trabajadores
Autónomos, según opción de los estatutos de
la Cooperativa. La Inspección de Trabajo y
Seguridad Social levantó acta por entender
que el contrato entre cooperativa y empresa
productora se había concertado en fraude de
ley y que existía una relación laboral entre los
socios de la cooperativa y la empresa cliente
por lo que debían encuadrarse en el Régimen
General.
Como datos de hecho a tener en cuenta,
cabe destacar que ropas de trabajo y herramientas eran de la cooperativa de la que los
socios recibían sus retribuciones mensualmente, retribuciones de cuantía superior a las
del Convenio de Industrias Cárnicas. El
poder disciplinario era ejercido por la cooperativa, aunque la comitente podía solicitar la
sustitución de los socios cooperativistas que
observasen mala conducta, debiendo decidir
el Consejo Rector. Las órdenes relativas a la
organización y planificación de la matanza
eran impartidas por el jefe de equipo de la
cooperativa y las instrucciones generales por
el gerente de la empresa comitente. Dato significativo es que la cooperativa tenía una cartera de 50 clientes.
La sentencia del Juzgado 27 rechazaba
calificar de relación laboral la existente entre
la empresa comitente y trabajadores cooperativistas, al no concurrir las notas de dependencia, ajeneidad y carácter personalísimo,
no haberse acreditado la existencia de una
intención decidida de las partes de burlar
norma alguna. En consecuencia declaraba
que se había hecho una válida utilización a
través de la contrata, de la prestación de los
socios de la cooperativa, y, rechazando la
tesis de la Inspección de Trabajo, acababa
desestimando la demanda de oficio.
La sentencia de 20 de octubre de 1999, del
Juzgado de lo Social nº 25 de Barcelona, llega
230
a solución contraria ante la misma pretensión derivada de actuación de la Inspección
de Trabajo, en supuesto de similar contrato
entre otra empresa del mismo sector de cárnicas y la misma cooperativa. Destaca esta
resolución, como hechos relevantes, cuya concurrencia no consta en los probados de la
anterior, que la empresa comitente «no dispone de personal propio para la realización de
su actividad. Todo el personal de producción
pertenece a la cooperativa demandada... que
no es propietaria de los medios de producción... ni asume el riesgo, ni tiene poder de
decisión respecto a la producción, por tanto
control de la actividad, ni aparece en el mercado como propietaria....». De estos hechos
deduce la juzgadora la existencia de relación
laboral directa entre la empresa comitente y
los socios cooperativistas.
No se trata en este momento de dilucidar
cual de las soluciones era la acertada. De
hecho existen diferencias de matiz entre los
hechos probados de ambas sentencias que
pudieran justificar la disparidad de los pronunciamientos. Pero es más que probable que
en cada uno de esos casos el juzgador ha puesto el énfasis en los hechos que, en justicia,
estimó más relevantes para el pronunciamiento a realizar. Pero la disparidad existe. Y
es debida a una regulación legal que, por
ambigua, la hace posible.
Por ello pasamos a examinar el concepto
legal de los tres elementos que intervienen en
la singularidad de la relación: el concepto de
contrata, la cesión de trabajadores y la cooperativa de trabajo asociado.
LA CONTRATA
En su faceta laboral es institución prevista
en el art. 42 TRLET, norma que proviene del
Decreto 3677/1970 de 17 de diciembre, a través del art. 19 de la Ley 16/1.976 de 8 de abril
de Relaciones Laborales desde la que se
importó, con escasa fortuna, al Estatuto de
los Trabajadores, sin efectuar la adecuación
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necesaria a las variaciones que el mercado
había experimentado en la última década.
Parte de la base este mandato legal de que
el sistema de descentralización productiva, a
través de la subcontratación de obras y servicios de la propia actividad de la empresa principal, es un método de gestión empresarial
susceptible de producir perjuicios a los trabajadores y a la Seguridad Social, aunque no
exista un ánimo deliberado de defraudar.
Método de producción que, en consecuencia,
necesita de un refuerzo legal de los mecanismos de protección y defensa de los derechos,
tanto de los trabajadores, como de la Seguridad Social. El legislador contempla la descentralización a través de la subcontratación,
como una actividad «sospechosa» y, en cualquier caso, «peligrosa» para los trabajadores
y Seguridad Social.
Con ese propósito protector y de prevención de actividades fraudulentas, se arbitró,
desde el Decreto de 1.970, un mecanismo
excepcional a las normas rectoras de la contratación en el Derecho civil. En el art. 1.257
del Código civil, se limita la eficacia de los
contratos a quienes los hubieran otorgado. La
regulación de las contratas, en el campo laboral, supone, por mandato legal, la extensión
de las obligaciones de la empresa principal, a
las derivadas de las relaciones del contratista
con sus trabajadores y con la Seguridad
Social. Deviene así la empresa principal en
un vigilante del cumplimiento de las obligaciones sociales de contratistas y subcontratistas. Mecanismo de indudable eficacia en la
medida en que el empresario principal va a
ser responsable solidario de las obligaciones
de éstos con los trabajadores y con la Seguridad Social. Pero acaso imponga obligaciones
excesivamente rigurosas a los empresarios
principales, cuando se les obliga a responder
de las obligaciones de subcontratistas en
cuya elección ninguna participación tuvieron.
Este sistema fue idóneo y suficiente cuando
se implantó en 1970. En aquella fecha la descentralización productiva afectaba a sólo
algunos sectores de la producción (construcción y construcción naval). En la generalidad
de las empresas se realizaba la práctica totalidad del proceso productivo que les era propio, incluidas las actividades que puedan considerarse complementarias. En los sectores
en los que ya se utilizaba el método de la subcontratación, no afectaba a la mayoría de las
actividades sino sólo a aquéllas que requerían
de cierta especialidad en los trabajadores, o
maquinaria de utilización esporádica. Pero
hoy es otro el panorama del mercado. El método de producción consistente en la obtención
externa de parte, incluso partes esenciales,
del conjunto de la actividad empresarial, se
ha generalizado a todas las áreas de la producción y los servicios y a la casi totalidad de
las actividades de la empresa, incluidas, en no
pocos casos las que constituyen el núcleo de su
actuación en el mercado. Ha cambiado radicalmente la función de la empresa principal,
que pasa a ser una coordinadora de actividades realizadas por terceras empresas. El sistema legal, hoy no garantiza, de manera eficaz, los derechos de trabajadores y Seguridad
Social y es altamente perturbador para el
empresario principal, cumplidor de las normas, a quien se imponen unas obligaciones de
contornos imprecisos y límites desconocidos.
Los términos «contrata» o «subcontrata»
no aparecen definidos en nuestra legislación
que incluso ni tan siquiera los utiliza. Como
señalaba Martín Valverde 2 es término usado
en el argot empresarial sin precedentes en
nuestro Derecho civil. La ausencia de una
remisión clara del art. 42 ET a un concepto
técnico acuñado proporciona una dificultad
adicional 3. Los Tribunales han debido deci2
MARTÍN VALVERDE, A. «Responsabilidad empresarial
en caso de subcontrata de obras y servicios» , en Comentarios a las Leyes laborales, dirigida por EFRÉN BORRAJO
DACRUZ. T. VIII EDERSA Madrid 1982 pág.221 y ss.
3
GOERLICH PESET, JM:. «Determinación del supuesto:
la noción de contrata y subcontrata de obras y servicios»,
«Descentralización productiva y protección del trabajo
en las contratas. Estudios en recuerdo de Francisco Blat
Gimeno. Tirant lo Blanch». Valencia 2000, pág. 77 y ss.
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dir, en cada supuesto, si se estaba o no en presencia de una «contrata» incardinable en las
previsiones del art. 42 TRLET. La doctrina
elaborada, especialmente por las Salas de lo
Social de los TSJ, ha distado mucho de resolver el problema por dispersión de soluciones.
Los TSJ, y, en ocasiones el TS, acaso en un
excesivo afán protector, han hecho pronunciamientos desconcertantes. Así, y a modo de
ejemplo, el T.S., Sala de lo Contencioso administrativo, en sentencia de 27 de junio de
1.991 (Ar. 1335), calificó como contrata el
arrendamiento que una empresa de Bingo
realizó a un tercero del bar existente en sus
instalaciones. La del TSJ de Aragón de 21 de
junio de 1999 (Ar. 1757) aplicó los mandatos
del art. 42 a un accidente de trabajo sufrido
por un conductor de una empresa hormigonera que suministraba hormigón a una constructora, condenando solidariamente a ambas
empresas de las resultas de un accidente
sufrido por el trabajador de la primera. Por el
contrario el TSJ de Cataluña, declaró, en S.
de 10 diciembre 1998 (Ar. 4190) que no puede
calificarse como la contrata a que se refiere el
art. 42 TRLET, el contrato en virtud del cual
una empresa realiza embalaje de los automóviles que la empresa SEAT exporta a determinados países, actividad que se realiza en el
parque de proveedores de dicha empresa.
No existe así un concepto de contornos precisos que sirva para decidir cuándo se está en
presencia de una contratación legal, la contrata o subcontrata, que, aunque amplía las
responsabilidades del comitente, lo mantiene
dentro de la legalidad y cuándo la relación ha
de calificarse de cesión ilegal de trabajadores
de consecuencias mucho más graves.
No es este lugar ni ocasión para realizar
precisiones acerca de un concepto legal que
resulta de difícil aprehensión. Baste para
nuestros fines que la contrata puede realizarse a través de los arrendamientos de obra y
servicios en los que, la arrendataria ha de
realizarlos por medio de una organización
empresarial, asumiendo los riesgos propios
de la gestión.
232
Y, cumplidos estos requisitos, la actividad
descentralizadora no tiene un límite legal
que no sea el general de toda institución jurídica, de nulidad de actos ejecutados en fraude
de ley. La sentencia del TS de 27 de octubre
1994 (Ar. 8531) recordaba que «el ordenamiento jurídico no contiene ninguna prohibición general que impida al empresario recurrir a la contratación externa para integrar
su actividad productiva y así lo reconoce el
artículo 42.1 del ET cuando se refiere a la
contratación o subcontratación para “la realización de obras o servicios correspondientes a
la propia actividad de la empresa”, lo que
supone que, con carácter general, la denominada descentralización productiva es lícita,
con independencia de las cautelas legales e
interpretativas necesarias para evitar que
por esta vía puedan vulnerarse derechos de
los trabajadores».
LA CESIÓN DE TRABAJADORES
Otra de las características de nuestra
regulación legal es la imprecisión de los límites entre la descentralización productiva a
través de las contratas (actividad lícita, aunque sujeta a responsabilidades) y la cesión
ilegal de mano de obra (forma de actuación
ilícita y sujeta a otras especiales responsabilidades previstas en el art. 43 TRLET). La
diferenciación entre ambas actividades ha
fluctuado en una jurisprudencia, que un sector de la doctrina ha calificado «de indicios» 4.
Al no existir criterio legal de precisión del
concepto de cesión ilegal, las resoluciones
judiciales han de basarse en los indicios de
una actuación fraudulenta. A partir de las SS
del TS de 19 de enero de 1994 (Ar. 352), 21 de
marzo 1997 (Ar. 2612), 12 diciembre 1997
4
MARTÍNEZ FONS, D. "Los límites en la descentralización productiva: la frontera con los fenómenos de
cesión ilegal de trabajadores" en «Descentralización Productiva y nuevas formas organizativas de trabajo» X Congreso Nacional de Derecho del Trabajo, MTAS Madrid
2000 pág. 119 y ss.
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(Ar. 9315) y 3 de febrero 2000 (Ar. 1600) se ha
consolidado la que establece que se está en
presencia de una contrata –no cesión ilegal–
cuando
– el contratista, tiene una organización
propia, con existencia autónoma, contando con medios personales y materiales, necesarios, organizando y dirigiendo el trabajo, y
– pone esa organización a disposición de
la empresa cliente en la ejecución del
contrato entre ambas.
De faltar una de estas dos circunstancias,
la prestación de servicios que el contratista
realice para la empresa principal, será calificada como cesión ilegal de trabajadores, prohibida por el art. 43 TRLET, a no ser que la
prestación se realice a través de una empresa
de trabajo temporal que actúe cumpliendo los
requisitos establecidos en su Ley reguladora
14/1994.
El precepto rector de la cesión ilegal de trabajadores, el art. 43ET, fue objeto de nueva
redacción por la Ley 10/1994 de 19 de mayo,
modificación, que salvo excepciones, apenas
ha sido tomada en consideración por las resoluciones judiciales y la doctrina 5 . Y sin
embargo las modificaciones son esenciales.
En su versión original el art. 43.1 era del
siguiente tenor: «Se prohibe el reclutamiento
y la contratación de trabajadores para prestarlos o cederlos temporalmente a un empresario, cualesquiera que sean los títulos de
dicho tráfico de mano de obra, así como la utilización de los servicios de dichos trabajadores sin incorporarlos al personal de la empresa en que trabajan». Tras la reforma, consecuencia de la legalización de las empresas de
trabajo temporal, el mismo párrafo 1 del mismo art. quedó en los siguientes términos: «la
contratación laboral de trabajadores para
Entre las excepciones v. RODRÍGUEZ RAMOS, Mª J.
«La cesión ilegal de trabajadores tras la reforma de
1994» Tecnos, Madrid, 1995.
cederlos temporalmente a otra empresa sólo
podrá efectuarse a través de empresas de trabajo temporal debidamente autorizadas en
los términos que legalmente se establezcan».
Las restantes modificaciones fueron de
menor entidad.
Se han dulcificado los términos del mandato legal, desde la prohibición absoluta de la
versión originaria, hasta la limitada del texto
de 1994.
En cualquier caso, incluso después de la
reforma, el concepto y delimitación legal de la
actividad prohibida queda sin decidir. Coincidimos en que lo que el precepto estatutario
proscribe es la interposición en el contrato de
trabajo. Martín Valverde 6 la define como
«combinación de negocios jurídicos en virtud
de la cual una persona ostenta frente a otra u
otras, y frente a terceros, una titularidad
aparente de relaciones jurídicas que oculta o
encubre al titular verdadero y real de las mismas». En el mismo sentido la sentencia TS 14
septiembre 2001 (Recurso 2142/2000), tras
señalar el carácter complejo de la interposición establece que «implica ..varios negocios
jurídicos coordinados: 1) un acuerdo entre los
dos empresarios –el real y el formal– para
que el segundo proporcione al primero trabajadores que serán utilizados por quien, sin
embargo, no asume jurídicamente la posición
empresarial; 2) un contrato de trabajo simulado entre el empresario formal y el trabajador y 3) un contrato efectivo de trabajo entre
éste y el empresario real, pero disimulado por
el contrato formal».
Martín Valverde 7, resume la doctrina uniforme respecto a la razón de la prohibición
señalando que, en primer lugar, «la cesión de
trabajadores distorsiona el mercado de trabajo haciendo aparecer como empresario a
quien es un mero cedente o prestamista de
mano de obra. «De ahí derivan dos posibles
5
6
7
MARTÍN VALVERDE, A. op.cit. pág. 290.
MARTÍN VALVERDE, A. op.cit. pág. 276.
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consecuencias fraudulentas: desviación de
normas sectoriales y consideración como
empresario de testaferros insolventes. La primera de las consecuencias se produciría por
inaplicación del convenio correspondiente a
la actividad realmente desarrollada por el
trabajador y simultánea aplicación del convenio aplicable en el sector del testaferro. En el
mismo sentido la ya citada sentencia TS 14
septiembre 2001 recuerda que «la finalidad
que persigue el art. 43 E T es que la relación
laboral coincida con la formal y que quien es
efectivamente empresario asuma las obligaciones, que le corresponden, evitando así que
se produzcan determinadas consecuencias
que suelen asociarse a la interposición, como
son la degradación de las condiciones de trabajo, cuando la regulación profesional vigente para el empresario formal es menos beneficiosa para el trabajador que la que rige en el
ámbito del empresario real, o la disminución
de las garantías cuando aparecen empleados
ficticios insolventes».
Dos razones más añade Martín Valverde a
la prohibición: la disminución de los recursos
de defensa de los trabajadores, por la dispersión de la mano de obra que suelen llevar consigo los fenómenos de cesión, y, la idea de que
la obtención de un beneficio por la provisión
de fuerza de trabajo ajena no es una actividad
económica lícita que deba ser consentida por
el ordenamiento jurídico. Razón esta última
que, hoy, después de legalizadas las empresas de trabajo temporal, ha dejado de ser concluyente.
De lo expuesto se deduce que la línea divisoria entre la contrata y la subcontrata es de
contornos imprecisos, siendo la última concreción jurisprudencial, la mas arriba
expuesta de requerir, para la existencia de la
contrata que el contratista sea empresa (real)
y se comporte como tal (poniendo a disposición del cliente su organización). Pero, como
pone de relieve la sentencia TS 17 diciembre
2001 (Recurso 244/2001), «en empresas de
actividad simple, esta puesta a disposición de
organización de elementos personales y
234
materiales queda reducida a mínimas aportaciones, como ocurre en las empresas de limpieza y vigilancia, aceptándose que, por las
características de la actividad, la organización puesta al servicio de la empresa comitente ha de ser necesariamente de la máxima
simpleza». Siendo de destacar que en los dos
citados tipos de actividad referidos es comúnmente admitido la existencia de contrata
válida, no poniéndose en cuestión la posibilidad de cesión ilegal.
LAS COOPERATIVAS DE
TRABAJO ASOCIADO
En el complejo mundo del mercado más
arriba expuesto, como anticipábamos, han
irrumpido, con notoria fuerza, las llamadas
empresas de servicios y las cooperativas de
trabajo asociado. Las razones de estas dos instituciones son notoriamente distintas. Las
primeras, las llamadas empresas de servicios,
parecen obedecer al deseo de eludir la normativa en materia de empresas de trabajo temporal 8. Su actuación en el mercado es problemática en la medida en que, si su finalidad es
la expuesta, la presencia de actuación fraudulenta parece patente, en la generalidad de
los casos. Por el contrario, las cooperativas de
trabajo asociado se insertan en la realidad de
ese movimiento cooperativista que pretende
la solución de los problemas del paro por los
propios interesados. Movimiento estimulado
desde la Constitución (art. 129.2) y desarrollado por Ley 9.
Vid. GOERLICH PESET, JM. «Empresas de servicios,
empresas de trabajo temporal y cesión ilegal de trabajadores» en Actualidad Laboral, N° 3 del 15 al 21 de enero 2001.
9
La Constitución no incluyó el régimen legal de las
cooperativas en ninguno de los listados de los art. 148
(materias a asumir por las comunidades autónomas) y
149.1 (materias de la competencia exclusiva del Estado).
Por tanto era materia susceptible de incluir en el mandato del 149.3 que permite que las que no sean exclusiva
competencia del Estado podrán corresponder a las
Comunidades Autónomas , en virtud de sus respectivos
8
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La actual Ley estatal de Cooperativas
27/1999 de 16 de julio, en su Exposición de
Motivos, menciona el autoempleo colectivo
como fórmula para la inserción social, la
atención a colectivos especialmente con dificultades de inserción laboral... En su art.
1.1 define a la cooperativa como «una sociedad constituida por personas que se asocian, en régimen de libre adhesión y baja
voluntaria, para la realización de actividades empresariales, encaminadas a satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas y sociales, con estructura y funcionamiento democrático, conforme a los principios formulados por la alianza cooperativa
internacional, en los términos resultantes
de la presente Ley».
De entre las formas que la cooperativa
puede adoptar, nos interesa aquí la de trabajo asociado que, en el art. 80.1 de la Ley se
conceptúa como «las que tienen por objeto
proporcionar a sus socios puestos de trabajo,
mediante su esfuerzo personal y directo, a
tiempo parcial o completo, a través de la
organización en común de la producción de
bienes o servicios para terceros. También
podrán contar con socios colaboradores».
A la vista de estos mandatos legales es
necesario precisar la naturaleza jurídica de la
relación entre cooperativa de trabajo asociado y socio trabajador. Ortiz Lallana 10 señala
Estatutos. Así los Estatutos de Autonomía del País Vasco
(art. 10.23), Cataluña (art. 9.21) Andalucía (art. 13.20),
Valencia (art.31.21) y Navarra (art.44.27) declararon la
competencia exclusiva para regular «cooperativas, pósitos y Mutualismo no integrado en el Sistema de la Seguridad Social, respetando la legislación mercantil». Posteriormente todas las Comunidades Autónomas han dictado la correspondiente Ley de Cooperación de modo
que la Ley 27/1999 de 16 de julio, es de aplicación a las
sociedades cooperativas que desarrollen su actividad en
el territorio de varias Comunidades Autónomas y a las
que realizan su actividad, principalmente en Ceuta y
Melilla (art. 2).
10
ORTIZ LALLANA, C. «La prestación laboral de los
socios en las cooperativas de Trabajo Asociado» Bosch
Casa Editorial S.A. Barcelona, 1989, pag. 47 y siguientes.
las siguientes características de esta relación:
– se trata de una relación de trabajo surgida de un negocio jurídico societario,
– los trabajadores participan de los beneficios de la cooperativa de Trabajo Asociado, si los hubiere,
– existe una subordinación organizativa
del socio a los directivos de la cooperativa o a sus órganos gestores,
– esta subordinación es consecuencia de
la necesaria organización del trabajo
para llegar a resultados productivos y se
desenvuelve, por tanto, en un ámbito
que no afecta al plano estructural de la
relación de prestación de servicios.
De esas notas extrae Ortiz Lallana la conclusión de que se trata de una «relación ubicada en una zona límite entre el trabajo autónomo y el realizado por cuenta ajena», tesis
que, en tales términos, podemos compartir.
Pero lo cierto es que se inclina hacia su calificación como relación susceptible de ser regida
por la legislación laboral y es esa conclusión
que no estimamos aceptable.
La propia Ley de Cooperativas establece
reglas de todo punto incompatibles con las
normas laborales. Tales son los, mandatos
legales relativos al ingreso (art. 81), régimen
disciplinario (art. 82), jornada descanso fiestas y vacaciones (art. 83), baja obligatoria en
la cooperativa (art. 85), mandatos que, aún
teniendo contenido similar con los que regulan la relación laboral en el TRLET, están
expresa y legalmente diferenciados. Creemos
por ello que la relación de trabajo del socio
trabajador en la cooperativa es más próximo
la figura del trabajador autónomo que a la del
trabajador por cuenta ajena y le afecta el
mandato de la Disposición Final Primera del
TRLET, que excluye del ámbito de la legislación laboral, el trabajo realizado por cuenta
propia, excepto en aquellos aspectos que, por
precepto legal, se disponga expresamente,
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como ha ocurrido en la regulación de la prevención de riesgos laborales. Por consiguiente, la relación entre cooperativa y sus socios
trabajadores no es laboral, no es una relación
de dependencia y retribución por una actividad cuyos resultados prósperos o adversos
repercuten en el patrimonio del empleador.
Se trata de una relación societaria por mandato legal. Así lo dispone expresamente la
Ley 27/1999, en su art. 80 afirmando que «la
relación de los socios trabajadores con la cooperativa es societaria».
La relación de los tres factores que tratamos de conjugar: contratas, cesión ilegal de
trabajadores, y trabajadores de cooperativas
de Trabajo Asociado, se ha de ver forzosamente afectada por esta calificación de la
relación jurídica del socio trabajador con la
cooperativa. Recordemos que la doctrina
jurisprudencial ha señalado que el supuesto
de interposición implica «varios negocios jurídicos coordinados: 1) un acuerdo entre los dos
empresarios –el real y el formal– para que el
segundo proporcione al primero trabajadores
que serán utilizados por quién, sin embargo,
no asume jurídicamente la posición empresarial; 2) un contrato de trabajo simulado entre
el empresario formal y el trabajador y 3) un
contrato efectivo de trabajo entre éste y el
empresario real, pero disimulado por el contrato de trabajo formal» (Sentencia TS. 14 de
septiembre 2001 Recurso 2142/2000). El
segundo de los componentes del negocio
interpositorio, el contrato simulado entre
empresario formal y trabajador, no se dará
nunca cuando se trata de socios trabajadores
de cooperativas de trabajo asociado. Su relación con la cooperativa no es la derivada de
un contrato de trabajo. No será posible, en
consecuencia, aplicar el art. 43 TRLET en los
supuestos en los que los servicios se presten
por socios trabajadores de cooperativas de
trabajo asociado 11. No quiere ello decir que no
11
En contra RAMÍREZ MARTÍNEZ, J.M. y SALA FRANCO, T.
«Contratas y subcontratas de obras y servicios y cesión
ilegal de trabajadores», en AA.VV. «Descentralización
236
pueda producirse una utilización abusiva de
los servicios de los trabajadores de estas entidades, ni que estemos defendiendo la existencia de una cesión de mano de obra a través de
las cooperativas de trabajo asociado, en modo
similar al que se autoriza a las empresas de
trabajo temporal. Podrán producirse situaciones en las que la relación jurídica entre la
empresa comitente y la cooperativa, no serán
incardinables en el concepto que, de la contrata del art. 42 TRLET, ha quedado delimitado en la doctrina jurisprudencial: organización empresarial y puesta a disposición del
comitente de tal organización. Ahora bien,
aún no pudiendo calificarse de contrata una
prestación de servicios a través de la cooperativa la situación creada no es subsumible en
la cesión ilegal de trabajadores del art. 43
TRLET, sino en la genérica figura del fraude
de ley ex art. 6.4 del Código civil, calificación
que permitirá llegar a conclusiones parecidas
mas no idénticas a las derivadas del precepto
estatutario.
Por otra parte, para calificar como fraudulenta la contratación, no puede olvidarse que
el objeto de la cooperativa es «proporcionar a
sus socios puestos de trabajo mediante su
esfuerzo personal y directo, a tiempo parcial o
completo, a través de la organización en
común de la producción de bienes o servicios
para terceros» (art. 80 de la Ley 27/1999 de 16
de julio). Este dato ha de influir de manera
decisiva en la calificación del contrato de
arrendamiento de servicios entre comitente y
cooperativa, y deberá ser determinante de un
menor rigor en el enjuiciamiento, de modo
similar al que viene siendo usual en la califi-
productiva y protección del trabajo en contratas. Estudios en recuerdo de Francisco Blat Gimeno», Tirant lo
Blanch, Valencia 2000, pág 117. Para estos autores la
caracterización de la contrata responderá siempre a la
presencia o ausencia de los elementos que identifican a
la primera , siendo irrelevante el que la figura interpuesta sea persona física o jurídica, sociedad de capital,
sociedad cooperativa o anónima laboral, unión temporal de empresas, agrupación de interés económico o una
fundación.
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LUIS RAMÓN MARTÍNEZ GARRIDO
cación de la puesta a disposición en las
empresas de limpieza o de vigilancia, en las
que son pocos los elementos aportados que
exceden de la mera aportación de trabajadores.
Eludir las limitaciones legales en la utilización de los servicios de las empresas de trabajo temporal puede ser una de las tentaciones más sugestivas en la utilización abusiva
de los servicios de las cooperativas de trabajo
asociado. A partir de la Ley 29/1999 de 16 de
julio, que dio nueva redacción al art. 11 de la
Ley 14/1994, reguladora de las empresas de
trabajo temporal, los trabajadores en misión
tienen derecho, durante los períodos de prestación de servicios en las empresas usuarias
a percibir, como mínimo, la retribución establecida para el puesto de trabajo a desarrollar en el convenio colectivo aplicable a la
empresa usuaria, calculada por unidad de
tiempo. Eludir los salarios y demás condiciones de trabajo del convenio aplicable en la
empresa comitente será igualmente un fin
reprobable. Como señalaba la Sentencia del
T.S. de 21 de marzo de 1997 (Ar. 2612), «lo
que se pretende normalmente con la interposición en el contrato de trabajo es eludir la
aplicación de las normas más favorables al
trabajador». En consecuencia, puede ser criterio fuertemente indiciarlo de la existencia
de utilización fraudulenta de los servicios de
la cooperativa de trabajo asociado, el hecho
de que lo socios que los realizan acaben percibiendo retribuciones inferiores a los salarios
del convenio aplicable en la empresa servida.
Pero, a contrario sensu, si tales retribuciones
son iguales o superiores, lo que se habrá contratado será un plus de eficacia que no hay
razón para vetar.
Recientemente, el TS, ha tenido ocasión de
pronunciarse en un supuesto de servicios de
una cooperativa que prestaba servicios a una
empresa de matadero de aves, en Sentencia
de 17 de diciembre de 2001 (Recurso
244/2001) y, tras enjuiciar las circunstancias
del caso, de las que no se desprendía la existencia de contratación abusiva añadía que
«cierto es que, con matices diferenciales en
los elementos de hecho, podría darse una
situación de prestamismo prohibido si hubiera una explotación de mano de obra mediante
apropiación de parte de los beneficios por un
tercero que nada aporte a la realización del
servicio. Pero tal proceder no puede presumirse en una cooperativa de trabajo asociado
en la que los resultados de la explotación han
de recaer necesariamente sobre los socios».
En definitiva la prestación de servicios a
través de este tipo de cooperativas, goza de
una presunción de legalidad más intensa que
la que acompaña a todo negocio jurídico. No
es suficiente para estimar que existe una
situación fraudulenta el hecho de que la aportación de elementos a la contrata sea simple o
de escasa relevancia. Por el contrario, sí puede ser un fuerte indicio de la existencia de
actuación en fraude de ley el que los socios
trabajadores disfruten de peores condiciones
que las que corresponde a los de la empresa
servida.
Acreditada la existencia de actuación en
fraude de Ley, ya hemos descartado la aplicación del art. 43 TRLET, al ser la relación
cooperativa socio, de naturaleza societaria y
no laboral. Los efectos serán los establecidos
en el art. 6.4 del Código civil: el acto fraudulento no impedirá la debida aplicación de la
norma que se hubiere tratado de eludir. En
consecuencia deberán aplicarse a los socios
las condiciones de trabajo del convenio colectivo de la empresa comitente. De ello responderán solidariamente los coautores del acto
fraudulento, empresa comitente y cooperativa. La posibilidad de exigir el socio cooperativista la integración en la plantilla de la
empresa comitente dependerá de que los servicios se hayan prestado de forma en que
sean incardinables en el concepto de relación
laboral establecido en el art. 1 del TRLET.
De concurrir las notas de ajeneidad, dependencia, y organización del comitente, éste
tendrá la consideración de empleador y el
socio podrá exigirle el reconocimiento legal
de esta situación y el cumplimiento de las
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ESTUDIOS
obligaciones que de ella se deriven. Solución
similar a la que se produce cuando un trabajador contrata sus servicios como autónomo
para un empleador y la relación resulta
incardinable en el concepto de relación labo-
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ral. No se trata de cesión ilegal de trabajadores –nadie se cede a sí mismo– sino de un
contrato de trabajo encubierto que, despojado de la cobertura ha de surtir los efectos que
le son propios.
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LUIS RAMÓN MARTÍNEZ GARRIDO
RESUMEN: Partiendo del fenómeno de la descentralización productiva y su creciente expansión, el presente estudio analiza la conexión entre tres figuras decentralizadoras: la contrata, la cesión
ilegal de mano de obra y la cooperativa de trabajo asociado.
Tras hacer referencia al perfil difuso que la figura de la contrata tiene en nuestro Ordenamiento, y tras señalar el criterio jurisprudencial arbitrado para apreciar la ilegalidad de la
cesión de mano de obra, el estudio se centra en la naturaleza del vínculo jurídico entre cooperativa de trabajo asociado y socio trabajador (vínculo societario: art. 80.1 de la Ley de Cooperativas), de la que deduce la inaplicabilidad del art. 43 ET y la aplicabilidad, en caso de fraude, del art. 6.4 del Código Civil; más que de cesión ilegal de mano de obra se trataría de un
supuesto de contrato de trabajo entre el empresario principal y el (falso) socio-trabajador.
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