impacto de la explotación ganadera

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ÁREA ECOLOGÍA
IMPACTO
DE LA EXPLOTACIÓN GANADERA
Alejandro Quiroga
IMPACTO
DE LA EXPLOTACIÓN GANADERA
AUTOR
Ing. Agr. Alejandro Quiroga
Serie Dictada por alumnos de la Carrera de Ingeniería Agronómica e
Ingeniería de Paisaje
Facultad de Ciencias Agrarias – UNCa.
ÁREA ECOLOGÍA Editorial Científica Universitaria - Universidad Nacional de Catamarca
ISSN: 1852-3013
ÁREA ECOLOGÍA
IMPACTO
DE LA EXPLOTACIÓN GANADERA
Alejandro Quiroga
INTRODUCCIÓN
Se atribuye al ganado gran parte de los problemas ambientales del
mundo, la desertificación, el uso y la contaminación de las aguas, el
calentamiento global, entre otros. Sin embargo existen tecnologías disponibles
que permiten al hombre controlar mejor su medio ambiente, realizar y asegurar
su calidad de vida.
El control y reversión de estos procesos de degradación en tierras de
pastoreo se basan en el conocimiento de algunos fenómenos y principios
fisiológicos, ecológicos y ambientales de las plantas, aplicables con algunas
variaciones en lo específico a todas partes del mundo. Se debe saber que el
ganado doméstico puede ser manipulado con el fin de obtener el efecto
deseado tanto para los animales como para el ambiente.
Si bien se atribuye a los rumiantes el mayor impacto negativo sobre el
ambiente viene al caso mencionar que los cerdos dejados en libertad en los
pastizales naturales pueden resultar muy destructivos, de igual manera los
equinos, kilo por kilo ejercer mas presión sobre los pastizales que los rumiantes
con el agravante que en algunas comunidades el poseer equinos es señal de
rango
social,
lo
que
ocasiona
la
presencia
de
una
gran cantidad de equinos no productivos en el campo.
Los rumiantes domésticos y el hombre han estado asociados el uno con
el otro desde hace siglos. El hombre ha dependido y aun depende de los
rumiantes para obtener alimento, subproductos y servicios. Al mismo tiempo,
los rumiantes han dependido y aún dependen del hombre para su bienestar.
La importancia básica de los rumiantes para el hombre reside en el
hecho de que ellos pueden obtener su alimentación del forraje fibroso y de
subproductos agrícolas e industriales que el hombre no puede consumir o
utilizar directamente. A su vez, los rumiantes proporcionan al hombre
alimentos, subproductos y servicios. Aproximadamente el 50 % de la superficie
terrestre de la tierra es incapaz de producir otra cosa que no sea forraje fibroso.
Esta tierra sería de poca utilidad al hombre sin el ganado rumiante.
EL PASTOREO DESTRUCTIVO CONTÍNUO
Para la comprensión de este tema se requiere tener algún conocimiento
de ciertas definiciones.
Se conoce como pastoreo o apacentamiento a la acción de cosecha
directa del forraje por parte del animal. El proceso de pastoreo consiste en la
búsqueda de los sitios de alimentación (relevamiento, reconocimiento, decisión)
y una vez encontrados la toma de uno o más bocados (Carrillo, 2003).
Este proceso de pastoreo involucra por una parte, la acción selectiva del
animal al cosechar el forraje y por otra las modificaciones que introduce en el
ambiente lumínico, hídrico y edáfico debido al pisoteo, deyecciones y traslados
de nutrientes durante el pastoreo (Carrillo, 2003).
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La tasa de ocupación es el número de tipos y clases específicos de
animales que pastorean o utilizan una unidad de tierra por un período
determinado. El término ampliamente publicitado “capacidad de carga”
originalmente correspondió a la vida silvestre. En su sentido verdadero,
significa el número máximo de animales individuales que pueden sobrevivir al
mayor período de estrés en un área de terreno cada año (ASRM, 1964). En
otros términos, cuando la tasa de ocupación excede, en gran medida, al
suministro de alimentos, algunos animales mueren, otros sobreviven y el
equilibrio se restablece sin que se produzca un daño permanente al hábitat
(Huss, 1993).
Cuando decimos “capacidad de pastoreo” nos referimos a animales
domésticos. Es la tasa de ocupación máxima posible que es consistente con el
mantenimiento o mejoramiento de la vegetación o los recursos relacionados.
Puede cambiar de un año a otro en una misma área debido a la variación en la
producción de forraje debida a las fluctuaciones del estado del tiempo. Con el
paso de los años la capacidad de pastoreo y la capacidad de ocupación se han
convertido en sinónimos (Huss, 1993).
Una tasa de ocupación que exceda la capacidad de pastoreo, aunque
sea levemente o por un período breve de tiempo, se denomina comúnmente
“sobre-pastoreo”. Si dicha tasa es inferior a la capacidad de pastoreo se
denomina “sub-pastoreo”. Los científicos especializados en pastizales usan
términos descriptivos más específicos (Huss, 1993).
Mundialmente se culpa en forma categórica el sobre-pastoreo de la
desertificación, lo que es parcialmente cierto y parcialmente falso, dependiendo
de la situación. Existen diversas intensidades de sobre-pastoreo, tales como
leve, grave, muy grave y destructivo. También las duraciones del sobrepastoreo pueden medirse en meses, años, décadas o aún siglos (Huss, 1993).
Aparte de las sequías prolongadas, las tasas de ocupaciones aceptables
y fijas causarán un sobre-pastoreo temporal en algunos años debido a las
fluctuaciones en la capacidad de pastoreo. Los daños a la vegetación, si es que
los hay, generalmente son reparados por procesos naturales. El sobre-pastoreo
temporal diseñado es útil para controlar la desertificación y revertir el proceso.
Gran número de tecnologías para el mejoramiento de los pastizales tales como
los sistemas de rotación, de rotación diferida y pastoreo en rotación de
descanso incluyen períodos de sobre-pastoreo temporal. Se puede utilizar el
sobre pastoreo con ovejas y cabras para el control de malezas indeseables y
nocivas y el matorral sin dañar el medio ambiente. Por el contrario, se mejora el
micro-ambiente o microclima (Huss, 1993).
En algunos casos, el sobre-pastoreo ha llevado a la creación de nuevos
ecosistemas que son igualmente productivos, si es que no lo son más, y
ambientalmente tan estables como el original (Huss, 1993).
El sub-pastoreo continuo o la falta total de defoliación de las plantas
pueden dar como resultado una mala salud vegetal y disminución de la
productividad. Esto se ha visto con frecuencia en estudio con áreas cercadas
donde la vegetación, fuera de ellas y con pastoreo apropiado, es mejor que la
que está dentro. La vegetación prístina no se desarrolló en ausencia de
defoliación causada ya sea por la vida silvestre o el fuego o ambos. En
consecuencia, es necesario algún pastoreo y defoliación para el
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establecimiento y mantenimiento de una cubierta deseable de vegetación
protectora, para lo cual es plausible la participación del ganado doméstico
(Huss, 1993).
Las tasas de ocupación excesivas y los malos sistemas de manejo que
dan como resultado un pastoreo continuamente destructivo constituyen una de
las causas más importantes de la desertificación de las tierras de pastoreo. El
proceso de desertificación se acelera cuando se mantienen estas prácticas
durante las sequías y durante ciertas temporadas cuando las plantas son
altamente vulnerables al abuso. Auque toma mucho tiempo, eventualmente las
tierras de pastoreo quedarán desertificadas (Huss, 1993).
El pastoreo destructivo también es causa del mal rendimiento del
ganado y muchos propietarios de tierras han aprendido esta lección de la
manera más dura. Por lo tanto, no es tan común en las tierras privadas como
en las tierras de pastoreo público o comunitario donde falta un control central. A
pesar de ello, el sobre pastoreo a intensidades inferiores a las destructivas
constituye un problema muy serio en la región. Ello no solo produce una
deterioración gradual, sino que también afecta en forma adversa a la
producción animal (Huss, 1993).
IMPACTOS ASOCIADOS A LA DEFOLIACIÓN
En el caso de los sistemas extensivos de producción con permanencia
durante todo el año en el campo, el animal realiza por si mismo la cosecha del
forraje para su alimentación. Esta cosecha del forraje se lleva a cabo mediante
la defoliación, es decir la remoción total o parcial de hojas, tallos y macollos en
gramíneas y de tallos y hojas en leguminosas. En determinadas circunstancias
se extiende también a los órganos florales. La defoliación queda definida por
tres caracteres: la frecuencia, la intensidad y el momento en que se efectúa
(Carrillo, 2003).
Una planta puede ser desfoliada en cualquier etapa de su ciclo
vegetativo, pero esta acción provocará distintas reacciones de acuerdo al
momento en que se efectúe. La planta admite mayor intensidad de defoliación
durante el estado vegetativo y el macollaje que cuando ha pasado al estado
reproductivo, dado que su ápice se transforma, elonga los entrenudos del tallo
y tiende a elevar y emerger las flores de las hojas, para que se produzca la
fecundación y fructificación (Carrillo, 2003).
En el estado vegetativo el animal extraerá exclusivamente órganos
foliares, mientras que en la etapa reproductiva consumirá parte de los órganos
foliares y, por su altura, parte de la caña que tiende a emerger o ha emergido
ya, y por lo tanto, también parte de los órganos reproductivos (Carrillo, 2003).
Por otra parte, conociendo el momento de transformación de los órganos
vegetativos y su pasaje a reproductivos se podrá, aplicando un severo
pastoreo, detener momentáneamente y retrasar la finalización del ciclo
vegetativo de producción. Ello se debe a que cuando la planta comienza su
fase reproductiva cesa todo nuevo crecimiento de hojas debido a la acción
hormonal de los órganos en transformación. Esta acción hormonal,
denominada dominancia apical impide el desarrollo de yemas axilares y la
producción de nuevos macollos, concentrando todas las energías de la planta
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en el desarrollo de la inflorescencia (panoja, espiga, racimo, etc.) y la obtención
de las semillas (Carrillo, 2003).
Los datos de defoliación por corte con máquinas o herramientas, son
difícilmente extrapolables a los que se obtendrían por pastoreo. En este último
interviene directamente el animal con su selección con respecto a
determinadas plantas u órganos. En forma de efectos secundarios, también el
animal actúa sobre las pasturas por las transformaciones del ambiente
causadas por la deposición de heces y orina y por el pisoteo (Carrillo, 2003).
Una consecuencia directa de la defoliación es la reducción de la
superficie fotosintética y por lo tanto la disminución, a veces drástica, de la
fuente de elaboración de fotosintatos o productos primarios para el crecimiento
y vida de la planta (Carrillo, 2003).
Por otra parte, al reducirse la superficie verde y el volumen de la parte
aérea del vegetal se produce una reducción del volumen radicular, lo que a su
vez provoca la disminución de la capacidad de absorción de nutrientes y agua.
A título de ejemplo, si una planta entera que tiene una determinada presión de
succión, privada de su follaje, puede llegar a tener solo la cuarta o quinta parte
de su capacidad de absorción.
La defoliación también tiene una gran influencia sobre el número de plantas por
unidad de superficie, llegando en algunos casos este efecto a ser más
importante que la misma densidad de siembra (Carrillo, 2003).
La frecuencia e intensidad de defoliación pueden además modificar el
rendimiento total de la pastura. Altas producciones pueden obtenerse con
pastoreos moderados y relativamente largos períodos de descanso o con
pastoreos menos intensos y menores períodos entre pastoreos (Carrillo, 2003).
Una severa defoliación cuando hay intensa radiación solar (verano)
puede producir consecuencias negativas al elevarse la temperatura del suelo,
prácticamente desnudo, lo que aumenta la evapotranspiración con la
posibilidad de afectar yemas y coronas, e incluso provocar mortandad de
plantas (Carrillo, 2003).
En forma simplificada, hay tres factores que explicarían el rebrote
después de la defoliación, la cantidad y disponibilidad de carbohidratos de
reserva, el efecto en el crecimiento de las raíces y el desarrollo del área foliar y
la intercepción de la luz (Carrillo, 2003).
El primero, presenta el inconveniente de no poder contar con sistemas
de manejo basados en el conocimiento del contenido y de los cambios en la
concentración de los carbohidratos que tienen las plantas. Por otra parte, el
efecto del crecimiento de las raíces solo explica una parte del fenómeno, lo
mismo que el área foliar y la intercepción de la luz. Este último asume que
todas las hojas tienen la misma capacidad fotosintética y esto no es real, ya
que las hojas jóvenes, en iguales condiciones ambientales, fotosintetizan más
activamente que las viejas y por otra parte, la respuesta será diferente de
acuerdo a la disposición o el ángulo de las hojas con respecto al tallo o a la luz
incidente (Carrillo, 2003).
En las gramíneas, donde muchas de las hojas jóvenes y activas son
producidas en la parte superior de la pastura, la defoliación extrae una alta
proporción del material en crecimiento fotosintéticamente más activo. Por ello el
más efectivo sistema de defoliación sería aquel que solo existiría en la
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imaginación, ya que consistiría en ir extrayendo las hojas a medida que van
llegando a su madurez, es decir que siempre se debían extraer las hojas
inferiores y dejar las superiores, más activas o aún no expandidas totalmente
(Carrillo, 2003).
La respuesta a la defoliación dentro de un sistema de manejo dependerá
del número de especies que integran la mezcla, su estado de crecimiento,
hábito de crecimiento y porcentaje o número de tallos elongados y no
elongados. El pastoreo por otra parte, introduce interrelaciones entre el animal
y las plantas que pueden alterar la respuesta de la planta (Carrillo, 2003).
IMPACTOS DERIVADOS DE LA SELECTIVIDAD
La capacidad de elegir o seleccionar el forraje para la ingesta en
condiciones de pastoreo se conoce como selectividad. Está condicionada entre
otros factores, por la disponibilidad, la accesibilidad y la palatabilidad (Carrillo,
2003).
Para seleccionar o elegir el forraje, el animal emplea el olfato, el gusto y
el tacto, siendo por lo general las plantas glabras, tiernas o suculentas más
apetecidas que aquellas pilosas, rígidas o groseras. Como norma general y
práctica tanto bovinos como ovinos prefieren las hojas a los tallos y el material
vivo y joven al muerto y/o maduro. Para que exista selectividad del forraje por
parte del animal deben existir distintas especies en la pastura, o plantas en
diferente estado de desarrollo, o con órganos diferentes. El animal que no tiene
opciones comerá lo que tenga, cualquiera sea su palatabilidad, calidad,
accesibilidad o cantidad (Carrillo, 2003).
En las regiones semiáridas la selección suele ser mayor que en las
regiones húmedas. En estas últimas las distintas especies tendrán menor
diferencia entre ellas, ya sea en las mismas plantas, o partes de ellas, que en
las regiones semiáridas. A medida que la disponibilidad disminuye, la diferencia
entre lo ofrecido y lo consumido tiende a reducirse (Carrillo, 2003).
Otro efecto de la selección se manifiesta con respecto al porcentaje de
material muerto que existe en la pastura antes y después de un pastoreo.
Generalmente, después del pastoreo el porcentaje del material muerto
aumenta al disminuir el forraje verde por selección y consumo del animal
(Carrillo, 2003).
La selectividad produce, según las especies, una velocidad de
recuperación diferente, lo que trae apareados cambios en la composición de
las plantas. El animal al seleccionar plantas o partes de ellas, que por lo
general son órganos mas jóvenes, y que son de mayor digestibilidad o
contenido proteico y más pobres en fibra, deja un rastrojo de diferente
composición al aumentar proporcionalmente las partes basales de las plantas,
ricas en tejidos de sostén, y partes muertas o senescentes. El efecto de la
selección es más notable en especies de porte erecto y mayor desarrollo, que
en especies de menor desarrollo o directamente rastreras (Carrillo, 2003).
La selectividad también influye en la fisonomía de las pasturas formadas
por varias especies, ya que al ser consumidas ciertas plantas o partes de ellas,
se observan manchones o lugares más pastoreados que otros. Al someter a la
pastura a un pastoreo libre y no intensivo, su línea superior será totalmente
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irregular, como resultante de la selectividad del animal. Se podrán observar
zonas no pastoreadas y de libre crecimiento y zonas muy pastoreadas por
efecto de la distinta palatabilidad (Carrillo, 2003).
No obstante, también se pueden encontrar plantas palatables no
consumidas por el animal. Este rechazo de plantas generalmente aceptadas
por el ganado, se deberá seguramente a la acción directa o a salpicaduras de
orina y heces, que el mismo animal al ir pastoreando va dejando sobre la
pastura. Se comprobó que el rechazo se debe más al olor que al gusto. El
problema del rechazo de zonas aledañas a heces y orina depende mucho de la
carga animal y del clima. Por otra parte, el rechazo de zonas afectadas por
orina, dura menos tiempo, ya que se descompone y es asimilada por las
plantas o lavada por lluvias mucho más rápido que las heces (Carrillo, 2003).
Esta causa de rechazo por salpicaduras de heces u orina puede
desaparecer por lavado por las lluvias y sin embargo persistir su rechazo por
parte del animal. Se produce allí otro fenómeno. Al ser rechazada en un primer
momento, e incluso verse favorecidas por la acción fertilizante de las
deyecciones, las plantas continúan con su desarrollo y cuando ha pasado el
efecto del olor desagradable, el animal no las consume porque han perdido
calidad al aumentar los tejidos lignificados y el animal prefiere volver a los
rebrotes tiernos de las plantas anteriormente comidas (Carrillo, 2003).
Por otra parte, los “manchones” de rechazo, al haber recibido el aporte
de elementos minerales, especialmente nitrógeno de la orina, adquieren mayor
desarrollo, siendo fáciles de reconocer por su mayor altura y color verde más
intenso. En el campo se los denomina manchones de fertilidad (Carrillo, 2003).
IMPACTOS EN LA COMPOSICIÓN BOTÁNICA DEL ECOSISTEMA
El hecho de que en una pastura existan diferentes especies, o que exista
una sola en distintos estadios de desarrollo, permite que el animal seleccione
su alimento por palatabilidad extrayendo ciertas especies o partes de ellas,
mientras que otras permanecen intactas y se desarrollan o aumentan su
proporción ocupando incluso los espacios dejados por las especies palatables.
Estos espacios libres pueden también ser ocupados por malezas naturales o
introducidas por los mismos animales, o por pájaros, o por el arrastre del agua
o el viento, o aún por el mismo hombre (Carrillo, 2003).
Todas las especies cumplen su ciclo llegando a florecer, fructificar y
morir. Si son anuales, deberán tener un período de descanso para poder llegar
a producir semillas y perpetuarse en la pastura. En caso contrario tenderán a
desaparecer. En cambio en las gramíneas perennes, si bien sus partes o
macollos cumplen igualmente el ciclo anual hasta su fructificación y muerte,
tienen en cierto modo asegurada su perennidad por la continua producción de
nuevos macollos. Estos macollos, según el momento de su desarrollo, pueden
resultar fértiles o infértiles durante ese ciclo. Los fértiles completarán su ciclo y
morirán, los infértiles, en cambio, permanecerán en estado vegetativo hasta el
próximo ciclo de crecimiento (Carrillo, 2003).
Existe poca duda en lo que respecta a la expansión de las malezas
leñosas en todo el mundo. Hay evidencias de que las malezas leñosas han
invadido las praderas de gramíneas viniendo de áreas contiguas, así como
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también se sabe que algunas siempre estuvieron presentes, que se han
expandido en número y han aumentado su cobertura. La expansión de los
arbustos por el sobrepastoreo trajo como consecuencia una reducción
considerable en la capacidad de pastoreo, creando además problemas de
conservación de agua y suelo (Huss et. al., 1996).
El sobrepastoreo continuo en todo el mundo ha causado un deterioro
extensivo de las praderas naturales. Las gramíneas son generalmente
preferidas por los bovinos antes que los arbustos, por lo que la reducción de la
cubierta de gramíneas es usualmente el primer paso en el deterioro de las
praderas. La reducción en la cubierta permite una expansión de las plantas no
pastoreables dentro de los que se incluyen ciertos arbustos, ya que estos
aumentan su población simplemente porque no son dañados por el pastoreo y
por haberles disminuido la competencia (Huss et. al., 1996).
El sobrepastoreo también ha contribuido a la cesación del fuego, ya que
las gramíneas son un buen combustible y al disminuir su cantidad por la
presión del pastoreo, la cantidad de combustible consecuentemente se ha visto
reducida (Huss et. al., 1996).
IMPACTOS DEL PISOTEO
La acción del animal crea condiciones que modifican el microclima y el
suelo. En éste la humedad, temperatura, porosidad, transformación y reciclaje
de nutrientes pueden sufrir grandes variaciones. Es difícil separar los efectos
del pastoreo sobre el suelo y el ambiente que rodea a las plantas, del efecto
directo o indirecto que ellos tendrán sobre las mismas. El animal en pastoreo
no solo causa daños a las plantas por defoliación sino también a través de su
acción sobre el suelo al caminar, correr o echarse. El efecto del pisoteo está
influenciado por las condiciones climáticas, el comportamiento animal,
disponibilidad de la pastura, cobertura basal de las especies y suelo desnudo,
sistema de pastoreo y carga animal (Carrillo, 2003).
El animal afecta a la pastura tanto en forma directa como indirecta. En
forma directa porque al caminar daña a las plantas y con el tiempo causa una
reducción en el rendimiento de la pastura. Esta reducción se debe a la
disminución por la producción de daños por pisoteo causados por lesiones
mecánicas de los bordes filosos de sus pezuñas. Estos daños pueden ser
magullamientos de tallos y coronas, destrucción de hojas, heridas en raíces
superficiales, estolones y ápices de crecimiento. Son más propensos a sufrir
daños por pisoteo los tapices con poca densidad de macollos o aquellos
expuestos al pastoreo luego de un corte (Carrillo, 2003).
La tolerancia al pisoteo depende de las especies. Entre los factores de
resistencia o tolerancia estarían la altura de los ápices vegetativos, hábito de
crecimiento (césped o mata), tipos de tallos (rastreros: estolones y
subterráneos: rizomas) (Carrillo, 2003).
La acción del animal en pastoreo, por ejemplo influye en forma indirecta
en la pastura por la compactación y la desagregación del suelo. La primera a
su vez tiene influencia sobre el movimiento de agua en el suelo. Si bien la
cantidad de agua de lluvia que penetra en el suelo o que corre sobre él se ve
influida por la cantidad y volumen de las plantas que lo cubren, así como la
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pérdida de humedad del suelo por evaporación directa, está regulada en cierta
forma por la cobertura o techo que las plantas hacen sobre él (Carrillo, 2003).
Pero la penetración del agua en el suelo depende en gran medida del
grado de compactación que realiza por pisoteo el ganado al desplazarse para
su pastoreo, caminar hacia la aguada, o hacia y en los reparos naturales,
correr, echarse para la rumia, etc. Todas estas acciones no solo pueden dañar
en forma directa a las plantas sino incluso provocar su desaparición en forma
total (Carrillo, 2003).
La compactación afecta también a la pastura al reducir el crecimiento de
las raíces. En los casos en que se logra desagregación de la superficie del
suelo pueden producirse fenómenos de erosión. En condiciones naturales de
pastoreo, con baja carga animal, las áreas que se presentan más dañadas son
aquellas que sirven de punto de reunión de los animales, como las
proximidades de los bebederos o los lugares donde establecen sus
“dormideros” (Carrillo, 2003).
El daño aumenta en las áreas donde por cualquier causa se produce un
sobrepastoreo, ya que al disminuir la cubierta vegetal se provoca un aumento
de temperatura en el suelo por acción directa de los rayos solares, lo que a su
vez trae apareada una mayor velocidad de evaporación de agua y posibles
daños en yemas y coronas, llegando incluso a la muerte de las plantas. Si se
compara la acción de los animales adultos con respecto a los jóvenes, se
observa un mayor daño en la vegetación y en el suelo con los animales más
pesados, lo que aumenta cuando corren o se desplazan y el suelo está helado
o muy húmedo (Carrillo, 2003).
El grado de daño, a igualdad de condiciones climáticas o de tamaño de
animales, dependerá de la estructura de la pastura. Si está formando matas o
césped variará con la susceptibilidad de las mismas al pisoteo y al pastoreo,
así como también con la naturaleza del suelo. Una forma sencilla de constatar
dichos daños es observando las zonas aledañas a un monte de reparo. En
esas zonas prácticamente no existirán plantas y el suelo se hallará compactado
por el pisoteo. En cambio, en zonas donde los animales pastorean en forma
dispersa es más difícil constatar estos daños (Carrillo, 2003).
Cuando las lluvias son abundantes o hay escasa evapotranspiración y el
agua permanece sobre el suelo o saturándolo, se produce barro y daños
variables. Estos pueden agruparse en los a corto plazo y los que sólo se
manifiestan a largo plazo. Los primeros son los daños físicos directos por
quebraduras, roturas, cortes o incluso arranque de plantas. Los efectos a largo
plazo son una consecuencia de la compactación por pisoteo, que provoca
pérdidas de aireación del suelo y por lo tanto en el intercambio gaseoso y en la
infiltración del agua (Carrillo, 2003).
Un rodeo que pastorea tranquilo causa menos daño que otro que se
desplaza por un lugar, aumentando los daños con la velocidad de los animales.
Para ello baste comprender que todo el peso del animal normalmente
descansa sobre las cuatro patas, las que ejercen presión sobre el suelo a
través de las pezuñas. Cuando un animal adulto pesa 400-500 Kg y sus
pezuñas tienen una superficie total de alrededor de 280 cm2, la presión será de
1,400 a 1,600 Kg/cm2. Cuando este animal camina rápido o corre, todo su peso
descansa momentáneamente en solo dos patas, lo que duplicaría la presión
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por centímetro cuadrado pero que a su vez se ve potenciada por la fuerza del
impacto (Carrillo, 2003).
La compactación del suelo restringe el crecimiento de las plantas por
falta de aire y agua, ya que por un lado no se permite la respiración normal de
las raíces y por otro lado gran parte del agua que cae como lluvia se escurre
superficialmente. La pérdida superficial de una lluvia suave comienza
rápidamente en una pastura intensamente pastoreada debido al doble efecto
de la falta de cobertura y la compactación del suelo con disminución de la
porosidad. En una pradera excelente y bajo un pastoreo liviano ocurrirá todo lo
contrario, ya que el agua caerá lentamente hacia el suelo y será fácilmente
absorbida por el mismo sin que se produzca escurrimiento (Carrillo, 2003).
La acción del pisoteo puede tener ciertos efectos benéficos como la
formación de “piso” en pasturas recién implantadas y en donde no se haya
tomado la precaución de obtenerlo antes de la siembra mediante el laboreo
adecuado y conseguir mejor “anclaje” de las raíces durante los primeros
pastoreos, obtener el enterramiento o “siembra a pezuña” de semillas y
órganos de reproducción vegetativa, rotura de “costras” superficiales e
incorporación de materiales muertos, que al mezclarse con el suelo se
descomponen mas rápidamente (Carrillo, 2003).
IMPACTOS DE LAS HECES Y LA ORINA
El material vegetal extraído por los animales en pastoreo, una vez
digerido y usado como fuente de energía y de materia prima para
mantenimiento, desarrollo, engorde o producción, retorna en gran parte al suelo
en forma de excretas. Estas pueden ser sólidas o semisólidas (heces) y
líquidas (orina). Las heces y orina pueden tener sobre la vegetación un efecto
directo e inmediato, ya que favorecen el reciclaje de nutrientes y el crecimiento
de ciertas áreas, pero por otra parte pueden tener un efecto negativo inmediato
cuando actúan por obstrucción y sombreado. En otros casos, afectan por
proximidad o salpicaduras a ciertas áreas que son rechazadas por el animal,
produciéndose su desarrollo y crecimiento sin ser afectadas por el pastoreo
(Carrillo, 2003).
Con clima seco, las heces al deshidratarse rápidamente se tornan
acartonadas y su descomposición es muy lenta, pudiendo llegar a necesitar
para ello varios meses. Un fenómeno de lenta descomposición también ocurre
con los restos vegetales, que forman un mantillo abundante, caracterizado por
una alta relación carbono nitrógeno, baja actividad microbiana y de la
microfauna. Agentes de gran importancia en la transformación e incorporación
de la materia orgánica, proveniente tanto de las heces como de las partes
muertas de las plantas, son las lombrices. Estas aumentan con la humedad, el
contenido de tréboles o la incorporación de fertilizantes, especialmente
nitrogenados (Carrillo, 2003).
La orina puede llegar a tener un efecto negativo que se manifiesta en forma de
manchones de plantas muertas en períodos de sequía, debido a la alta
concentración de las sales. Con las heces y orina se incorporan al suelo
residuos de forraje no digeridos y productos del metabolismo. Entre el 10 y el
20 % de la materia seca de las heces está constituido por bacterias vivas y
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muertas, protozoarios, larvas, huevos y parásitos. Entre los elementos
minerales más importantes que contienen las heces se encuentra la casi
totalidad del calcio y fósforo, mientras que la mayor parte del nitrógeno y del
potasio se elimina por la orina (Carrillo, 2003).
El área rechazada por el animal depende mucho de la presión de
pastoreo. A mayor presión de pastoreo, menos superficie de rechazo. El efecto
del rechazo depende principalmente de la degradación de heces y orina y ésta
a su vez, está en relación directa con las lluvias y humedad atmosférica. En
lugares lluviosos su efecto desaparece rápidamente mientras que en climas
secos pueden durar más de un año. La cantidad de heces y orina aumenta con
el consumo de forraje, y éste a su vez está muy relacionado con la
digestibilidad del mismo (Carrillo, 2003).
Las deyecciones devuelven al suelo parte de los nutrientes extraídos de
él, dependiendo la magnitud y la velocidad de retorno de la producción de
forraje y de la carga animal, de los propios nutrientes facilitados por el suelo a
las plantas, de la tasa de retorno y de las pérdidas que se produzcan. Las
pérdidas que se producen durante el reciclaje ocurren especialmente en la
fracción nitrógeno por volatilización y lixiviación o lavado. En cambio el fósforo,
permanece en el suelo debido a su baja movilidad. El nitrógeno es excretado
fundamentalmente en la orina en forma de urea y otros compuestos menores.
Estos se convierten rápidamente en formas disponibles para los
microorganismos del suelo y para las plantas. El nitrógeno que excreta en
heces, en forma de compuestos orgánicos debe sufrir primero la mineralización
para poder estar disponible para las plantas. El fósforo es excretado en las
heces y se reincorpora al suelo en forma inorgánica, pero parte de él es fijado
por las partículas del suelo (Carrillo, 2003).
No obstante, el ciclaje de elementos minerales por parte de los animales
en pastoreo resulta ineficiente debido a la distribución desuniforme de sus
excretas. En el caso de las heces por ejemplo, casi el 50 % de ellas se
concentran en los lugares de reunión o congregación del ganado (aguadas,
reparos, dormideros) y estos lugares ocupan una superficie que oscila en el 6
% del total del potrero. Este porcentaje de concentración de heces disminuye a
medida que se incrementa la carga animal, ya que los animales deben
permanecer más tiempo en el potrero para cubrir sus requerimientos
alimenticios (Carrillo, 2003).
A fin de tratar de disminuir las diferencias en la distribución de las heces
y orina en todo el potrero, el manejo con altas cargas y rotaciones en los
pastoreos, constituyen una buena herramienta, pero siempre existirá
desuniformidad, la que se acentúa en potreros con distinto tipo o calidad de
pasturas, pues los animales se concentrarán en aquellas áreas con especies
más palatables. Sin embargo, en el caso del nitrógeno, en una pastura con
leguminosas estas desuniformidades pueden en gran parte superarse por la
fijación simbiótica de este elemento, lo que no sucede con los otros nutrientes
minerales, siendo conveniente y hasta necesaria su aplicación en forma de
fertilizantes (Carrillo, 2003).
IMPACTOS DERIVADOS DE LA DISPERSIÓN DE ENDOPARÁSITOS
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Las plantas se comportan como vehículos pasivos de las
endoparasitosis facilitando la entrada de las larvas al organismo del animal.
Dentro del animal los parásitos llegan al estado adulto, se reproducen y sus
huevos son expulsados en las heces. Nacen luego las larvas y después de
sufrir varios cambios y convertirse en infectivas pasan a las hojas de las
plantas, donde son ingeridas nuevamente por los animales en pastoreo
(Carrillo, 2003).
Las heces se comportan así como vehículos de los parásitos expulsados por
los animales portadores y los animales limpios o sanos, al provocar el infestado
o enfermado de las pasturas y el nuevo contagio. El desarrollo de las larvas y
su distribución se realizan, si se toma la deyección o “bosta” como centro, en
forma centrífuga, disminuyendo su concentración en la pastura a medida que
se alejan de dicho centro. Las lluvias facilitan la diseminación de las larvas por
todo el potrero (Carrillo, 2003).
IMPACTOS SOBRE LA FAUNA SILVESTRE
Específicamente sobre la fauna silvestre, el impacto del sobrepastoreo
se produce principalmente a través de modificaciones en su hábitat. La
composición y la estructura de la vegetación, elemento esencial de aquél, ya
que representa alimento y refugio, son dañadas en primer lugar. Ello afecta la
heterogeneidad espacial (horizontal y vertical) y, al disminuir las posibilidades
de ocupación, la diversidad de la comunidad y en consecuencia, su estabilidad
(Kufner et. al., 1989).
Esto es así porque los hábitatats especialmente complejos pueden
soportar comunidades más ricas y estables ya que brindan mejores
oportunidades para la segregación de los nichos ecológicos a partir del uso
diferencial de microhábitats (Pianka, 1966). Asimismo está demostrado que
especies con patrones semejantes de utilización de recursos, pueden coexistir
en hábitats más productivos, aumentándose la diversidad. En cambio, en áreas
menos productivas como el árido, especies ecológicamente similares en sus
requerimientos pueden ser excluidas, perdiéndose diversidad en la comunidad
biótica (Kufner et. al., 1989).
Dos mamíferos silvestres destacan por ser herbívoros de tamaño
mediano, que manifiestan sensibilidad a la degradación por sobrepastoreo.
Uno de ellos, el mara (Dolichotis patagonum), es un roedor cávido
endémico de la zona árida-semiárida argentina. Este vistoso animal de
preciada carne es objeto de cacería deportiva y de subsistencia. La especie,
poco abundante evidencia un aumento relativo de la población (en la llanura
árida de Mendoza) en condiciones de disturbio ambiental. Los estudios de uso
del hábitat por este herbívoro en relación con la estructura de la vegetación,
demuestra que existe una preferencia por los lugares con mayor proporción de
suelo descubierto y con vegetación abierta. Esto se debe a que el factor visual
es importante en el mara para comunicarse con sus conespecíficos así como
para prevenir la predación (Kufner et. al., 1989).
En este sentido se vale también de la carrera rápida en grandes
espacios. Dado que los efectos del sobrepastoreo en el área de estudio son
precisamente la disminución de la cobertura del estrato herbáceo-graminoso y
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el aumento de la proporción de suelo descubierto, ambas condiciones originan
un hábitat de vegetación esparcida donde la visibilidad y las posibles vías de
escape están aumentadas para esta corredora. Desde este punto de vista, la
modificación estructural de la vegetación por pastoreo parece crear condiciones
de hábitat favorables para el mara. Por otra parte, en presencia del ganado, el
patrón dietario del mara se ve modificado tanto en composición como en
evolución anual. Cuando deben coexistir, el solapamiento dietario es reducido
en virtud del desplazamiento que sufre la dieta del mara (Kufner et. al., 1989).
La plasticidad al adecuar su alimentación y sacar provecho de los
cambios estructurales en el hábitat producidos por la actividad ganadera, le
permite acomodarse y resistir, hasta el momento, los procesos de degradación
y desertificación. No hay que olvidar, sin embargo, que en estas circunstancias
las poblaciones de algunos herbívoros crecen inicialmente para declinar luego,
si los desequilibrios ocasionados en el sistema aumentan. Por lo tanto se
debería tomar el aumento poblacional de la especie silvestre en el campo
pastoreado, como síntoma de degradación ambiental. Estas evidencias
permitirían considerar al mara como una especie indicadora (Kufner et. al.,
1989).
Otra especie sensible al disturbio ambiental es la vizcacha, Lagostomus
maximus. Este roedor chinchillido colonial, de vida cavícola y nocturna,
modifica su dieta en campos pastoreados. Por otra parte se han registrado
aumentos en la densidad de colonias activas en áreas con síntomas de
degradación ya sea por incendio, sobrepastoreo, proximidad de la vivienda
humana, destrucción de la cubierta vegetal en general. La vizcacha colabora
incrementando secundariamente estos efectos por su hábito de pelar el terreno
que circunda su cueva, en un radio que variaría según el número de
integrantes de la colonia y la disponibilidad de alimento cercano. La antropofilia
evidenciada en su inclinación a invadir áreas modificadas y degradadas, la
convierten también en una especie indicadora de procesos de desertificación y
sus síntomas (Kufner et. al., 1989).
Otras especies de mamíferos pequeños y menos conspicuos como son
los cuises (Microcavia y Galea), tunduques o tuco-tucos (Ctenomys), ratones
(Akodon, Graomys, Calomys, Eligmodontia), etc. no tienen menos importancia
como receptores, activantes y modificadores en un medio en que se
desencadena un proceso de deterioro como el sobrepastoreo (Kufner et. al.,
1989).
De los primeros Microcavia es colonial, con un comportamiento similar al
de la vizcacha en el sentido que colabora secundariariamente con la
degradación. Se alimenta principalmente de dicotiledóneas, Galea en cambio lo
hace sobre gramíneas, con incidencia menos localizada ya que es solitario.
Estos cuises tienen un consumo de forraje aproximadamente dos veces
relativamente mayor que el del mara; es decir, que pueden colaborar
activamente no solo en la destrucción de la cubierta vegetal y a la aceleración
de los procesos erosivos, sino también competir por alimento con otros
herbívoros (Kufner et. al., 1989).
Por su parte, los ctenómidos son roedores excavadores que remueven y
reorganizan el suelo con algunas acciones benéficas como el trasporte de
materia orgánica bajo la superficie, aereación, recepción y retención del agua
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de lluvia y otras perjudiciales tales como ataque a las raices de las plantas,
alteración de las asociaciones vegetales dominantes, acumulación en
superficie de material del subsuelo, acumulación de material suelto en túmulos
alrededor de las bocas, que favorece la erosión (Kufner et. al., 1989).
Dregne (1982) indica que en Sudamérica, la degradación de tierras ha
sido más severa en las áreas cultivadas de los Andes y en las tierras de uso
pastoril en la Argentina. Lo cual lleva a considerar al sobrepastoreo como
importante causa de degradación y desertificación de vastas zonas de
Argentina (Claver et. al., 1989).
El sobrepastoreo produce disminución o pérdida de la cobertura vegetal,
degradadación de la composición de la flora, pérdida de la sombra, remoción
del mantillo y compactación del suelo por efecto del pisoteo del ganado. El
resultado de estas acciones provoca la pérdida de la capacidad de amortiguar
la acción de la lluvia y el viento y la capacidad de retención de agua, lo cual
conduce al desecamiento, erosión y por último a la desertificación (Claver et.
al., 1989).
La aridización del ambiente resultante del sobrepastoreo favorece a los
insectos xerófilos, incluso propicia el establecimiento de especies
semidesérticas o desérticas (Claver et. al., 1989).
Existen abundantes evidencias de los efectos del sobrepastoreo sobre la
fauna de insectos, siendo escasas las referencias respecto del pastoreo en
general. Las langostas y tucuras que ocasionan grandes daños en cultivos o
pastizales, son un buen ejemplo de los desequilibrios provocados por el
hombre con una inadecuada intervención en el ecosistema. Abundante
bibliografía da cuenta de las relaciones entre el sobrepastoreo y el aumento de
las poblaciones de acridios (Claver et. al., 1989).
Para comprender la causa que origina estos resultados, es preciso hacer
referencia a la biología de los acridios. Estos insectos exigen para su ciclo vital
dos hábitats distintos: el de oviposición en zonas secas, calurosas, con suelos
parcialmente cubiertos y otra para refugio y alimentación en su vida activa, más
húmedo y con vegetación y suelo más cubierto. Estos ambientes pueden
encontrarse juntos en los mismos campos, o separados por grandes distancias
caso que exige el vuelo migratorio dando lugar a la división de los acridios en
gregario-migradores, conocidos como langostas y solitarios-sedentarios
llamados tucuras (Claver et. al., 1989).
El hombre a través de un inadecuado manejo de las tierras ha preparado
los dos ambientes favorables para el desarrollo de las tucuras y langostas. Así
el sobrepastoreo de los campos produce un hábitat propicio para la oviposición
y cría; y la implantación de cultivos ofrece recursos en abundancia que son
aprovechados por la fase activa de estos insectos provocando grandes daños
en los mismos. La disposición intercalada o en forma de parches de estos
ambientes favorece el aumento poblacional de estas especies, que se
transforman en importantes plagas (Claver et. al., 1989).
En Argentina Lieberman (1960) localiza los lugares de oviposición de las
tucuras en terrenos bajos, salinos, campos incultos, alfalfares en decadencia y
campos sobrepastoreados y los lugares de refugio en áreas cercanas con
vegetación natural o cultivos. La langosta Schistocerca ameriana típico insecto
de desierto, hoy bajo control, tiene su área permanente de cría, en nuestro
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país, en la región del noroeste, en zonas muy calurosas o secas, como
arenales y medanos, desde donde realizaba grandes migraciones en forma
gregaria hacia zonas más húmedas desbastando la vegetación natural o
cultivos (Claver et. al., 1989).
Respecto de las tucuras que atacan pasturas en nuestro país, las
razones básicas para el importante aumento de las poblaciones de especies
tales como Dichroplus sp. y Rhammatocerus sp., durante los años cuarenta, se
deberían, según Drake y Richardson (1940); Lieberman (1940 y 1960) y Santa
María (1985) al sobrepastoreo de los campos que produjo ambientes
favorables para la cría de estos acridios (Claver et. al., 1989).
Distintas especies de hormigas cortadoras, frecuentes plagas de cultivos
y pasturas, responden a los cambios del hábitat provocados por el
sobrepastoreo aumentando sus poblaciones. Es el caso de Atta vollenweideri
en el Chaco occidental en Argentina, donde la densidad de los nidos varía
entre 2,9 y 4,4 nidos por hectárea, en zonas muy degradadas por la explotación
ganadera y forestal (Bucher y Zuccardi, 1967). Estos valores serían según
Bucher (1980), mayores que los que ocurren en áreas naturales y se debería al
sobrepastoreo de los campos (Claver et. al., 1989).
Dichas hipótesis se confirman con los estudios sobre otra hormiga
cotadora, Acromyrmex lobicornis realizados en el Monte en Argentina. Allí se
encontró que la densidad de colonias en campos sobrepastoreados es
significativamente mayor con respecto a la estimada en áreas no perturbadas
dentro de la Reserva Ecológica Ñacuñán (Claver, 1986 inédito). El origen de
este comportamiento debe estar relacionado con la preferencia que estas
especies tienen con las condiciones ambientales creadas por el sobrepastoreo
tales como la mayor aridez, menor cobertura vegetal entre otras. Por otra parte
el aumento excesivo de estas hormigas cortadoras podría contribuir a un mayor
deterioro del ambiente debido a su intervención en procesos de erosión o por
su impacto sobre la vegetación ya que son importantes consumidores (Claver
et. al., 1989).
Bucher (1974 y 1980) y Morello (1970) consideran a las hormigas
cortadoras el principal competidor del ganado en Chaco por el alto consumo de
vegetación que realizan estimando, para Atta vollenweideri en 3,3 a 0,5 kg de
materia seca por hectárea y por día, comparable a la del ganado vacuno en
esa área. De este modo la acción conjunta del ganado y las hormigas
intensifican los efectos del sobrepastoreo produciendo una mayor degradación
del ambiente (Claver et. al., 1989).
La mayoría de las actividades humanas implementadas para el
desarrollo en base a los diferentes usos de la tierra, tienen profundos efectos
sobre la fauna de insectos. Los desequilibrios ecológicos provocados por
dichas actividades, han favorecido directa o indirectamente la transformación
de muchas especies, que previamente vivían en la vegetación natural, en
plagas. El sobrepastoreo, producto de un inadecuado y abusivo manejo del
recurso vegetal, provoca cambios profundos en el ecosistema, que inducen el
aumento de ciertas especies de la fauna de insectos, como langostas, tucuras
y hormigas, que a su vez agregan nuevos impactos al mismo ambiente (Claver
et. al., 1989).
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COMO MINIMIZAR LOS IMPACTOS NEGATIVOS DE LA GANADERÍA
El ecosistema de las tierras de pastoreo es un fenómeno complejo que
abarca múltiples funciones interrelacionadas cada una de las cuales tiene
influencia sobre las otras (Huss, 1993).
La cantidad de energía que se produce y pone a disposición de otros
componentes vivientes del ecosistema depende de las características,
composición y salud de la vegetación. La vegetación se puede manipular
acrecentando o disminuyendo su eficiencia en la producción bruta de energía
dependiendo de las respuestas fisiológicas y ecológicas a las manipulaciones.
La producción de energía por debajo del potencial, que da como resultado una
declinación de la productividad, es un síntoma de desertificación (fig pag 22)
(Huss, 1993).
Los animales convierten la energía y otros nutrientes producidos por las
plantas en productos de utilidad directa para el hombre. El ganado doméstico
se puede manejar y su impacto en el resto del ecosistema puede ser
significativo, pero controlado. El impacto puede mejorar o perjudicar la función
general del sistema (Huss, 1993).
Es altamente significativo el hecho de que es posible controlar el impacto
del ganado doméstico en el funcionamiento global y en la producción de
energía del ecosistema. Aquí se encuentra la raíz del rol del ganado doméstico
en el control de la desertificación y la rehabilitación (Huss, 1993).
El suelo es el componente sustentador del ecosistema. Hace las veces
de una casa para las raíces y algunos órganos de reproducción vegetativa y
como bodega para el aire, el agua y los minerales. Las cuatro fracciones del
suelo son los materiales minerales, la materia orgánica, el agua y el aire. El aire
y el agua en el suelo son variables y su contenido determina la aptitud del suelo
para el desarrollo de plantas. La facilidad con que el aire y el agua penetran en
el suelo depende de sus condiciones o del grado de porosidad, la agregación y
la granulación. La materia orgánica, el humus y las raíces juegan un rol
importante en su formación. La materia orgánica es transitoria ya que sucumbe
al ataque de los micro-organismos. Por tal motivo, debe ser renovada
constantemente (Huss, 1993).
Los productores deben proporcionar directa o indirectamente un
suministro adecuado de materia orgánica para esta renovación. Al no suceder,
se deterioran las condiciones del suelo lo que dificulta la penetración del aire y
del agua, y aumenta el peligro de erosión. La eficiencia global del sistema
resulta perjudicada (Huss, 1993).
Los descomponedores y microconsumidores incluyen las bacterias, los
hongos, los nemátodeslas termitas, las langostas y otros insectos. Estos
descomponen material vegetal y animal vivo y muerto contribuyendo materia
orgánica y humus a la composición de los suelos. También constituyen un
componente vital en el ciclo nutricional. Un ecosistema utiliza los mismos
nutrientes una y otra vez y un ciclaje apropiado asegura un suministro
adecuado. En este punto conviene decir que los microconsumidores, la vida
silvestre y los roedores consumen grandes cantidades de forraje viviente lo que
influye en la capacidad de pastoreo (Huss, 1993).
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El microclima es un factor que regula la velocidad y eficiencia de las
funciones del ecosistema. La naturaleza del microclima es controlada por las
funciones de los otros componentes (Huss, 1993).
Dado que las necesidades de las poblaciones indígenas eran reducidas,
sus manipulaciones se relacionaban principalmente con la caza. El fuego era
una de sus herramientas de caza. Estos además de los incendios naturales y
probablemente incendios accidentales fueron instrumentales en la formación y
mantenimiento de los pastizales y sabanas prístinas (Huss, 1993).
El hombre moderno es el gran manipulador y el ganado doméstico su
principal herramienta. El hombre moderno puede manipular el pastoreo ya sea
para destruir, mejorar o mantener el ecosistema de las tierras de pastoreo. El
objetivo debe ser el mejoramiento seguido por el mantenimiento y será
necesario lograrlo si el hombre pretende vivir y depender de las tierras de
pastoreo por largo tiempo. Se puede lograr con la aplicación de principios y
prácticas de manejo de pastizales (Huss, 1993).
El manejo de pastizales es una disciplina relativamente nueva
desarrollada en Norte América hace unas pocas décadas por científicos
preocupados del deterioro de las tierras de pastoreo. Se define como la ciencia
y el arte de planificar y dirigir la utilización de las tierras de pastoreo con el fin
de alcanzar una producción ganadera máxima, sostenida y económica
consecuente con la conservación y/o mejoramiento de los recursos naturales
relacionados: el suelo, el agua, la vegetación, la vida silvestre y la recreación.
(Huss y Aguirre, 1974) (Huss, 1993).
El manejo de los pastizales de acuerdo con esta definición tiene dos
objetivos: obtener una producción ganadera máxima, sostenida y económica, y
conservar y/o mejorar el recurso natural relacionado. El manejo científico de los
pastizales se basa en la premisa de que los pastizales pueden ser mejorados y
pastoreados a perpetuidad por el ganado doméstico y que, al mismo tiempo, se
puede obtener una cuenca de alta calidad, vida silvestre, recreación y, donde
sea apropiado, productos forestales (Huss, 1993).
Para lograr este primer objetivo, el gestor no solo deberá planificar y
dirigir la utilización de las tierras de pastoreo para obtener una producción
máxima, sino que también deberá preocuparse de que el forraje sea convertido
eficientemente por los animales en productos aptos para el consumo, sobre
una base sustentable. La recuperación del pasto y la crianza de animales
nunca se pueden considerar separadamente en el manejo de pastizales. La
ciencia de los pastizales es el conjunto organizado de conocimientos sobre el
cual se basa la práctica del manejo de los pastizales (Huss, 1993).
BIBLIOGRAFÍA
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