Trabajo/Mujer - Dones d`Enllaç

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Trabajo/Mujer
Detrás del empobrecimiento, la sobreexplotación
y las relaciones sociales de sexos
Reflexiones críticas a propósito del último informe de la OIT
Charles-André Udry *
Revista A l´encontre (Suiza)
http://www.alencontre.org/
Traducción de Faustino Eguberri para Correspondencia de Prensa
El 7 de marzo, la OIT (Oficina Internacional del Trabajo), publicaba su nuevo informe
sobre “Las tendencias mundiales del empleo de las mujeres”, con ocasión del 8 de
marzo. (1) Constata que las mujeres que trabajan son más numerosas que nunca, pero
que disparidades de situación, de seguridad en el empleo, de salarios y de educación
entre hombres y mujeres contribuyen a la “feminización de la pobreza entre los
trabajadores”.
Según el estudio publicado, el número de mujeres presentes en el mercado de trabajo –
titulares de un empleo o en búsqueda activa de uno- alcanza niveles desconocidos. En
2006, la OIT ha estimado que las mujeres representaban “1,2 millardos de los 2,9
millardos de trabajadores en el mundo”.
Sin embargo, cada vez más mujeres están en el desempleo (81,8 millones), según el
mismo estudio. Que añade: “Cada vez más (mujeres) están confinadas a empleos poco
productivos del sector de la agricultura y de los servicios, o también están menos
remuneradas que los hombres por puestos de trabajo comparables”.
La OIT añade que la proporción de las mujeres en edad de trabajar que disponen de un
empleo, o que buscan uno, ha dejado de aumentar y declina incluso en ciertas regiones,
en parte “debido a un mayor número de mujeres jóvenes que se dedican a estudiar más
que a buscar trabajo”. ¿Y tras los “estudios”?. ¿Y qué tipo de "estudios"?. En cuanto a
las cifras sobre el paro, parecen más que discutibles...
El director de la OIT Juan Somavia (de nacionalidad chilena, ha accedido a sus
funciones en 1999 y su mandato ha sido renovado en marzo de 2003 por una duración
de 5 años), declara en la presentación de este informe: “A pesar de algunos progresos,
demasiadas mujeres están aún bloqueadas en trabajos poco remunerados, a menudo en
la economía informal, sin casi protección jurídica, poco o nada de protección social y
una muy fuerte precariedad”.
Añade: “Promover el trabajo decente como instrumento fundamental del combate
mundial por la igualdad entre hombres y mujeres es un trabajo a largo plazo que
permitirá aumentar las remuneraciones y desarrollar las oportunidades de empleo para
las mujeres y sacar a las familias de la pobreza”.
El informe indica sus buenas intenciones y las de la OIT: “Se (¿quién?) debe dar a las
mujeres la posibilidad de trabajar para salir, ellas y su familia, de la pobreza creando
oportunidades de empleos decentes que les permitirán ejercer una actividad productiva
y remuneradora en condiciones de libertad, de seguridad y de dignidad humana. En caso
contrario, el proceso de feminización de la pobreza entre los trabajadores proseguirá y
se transmitirá a la próxima generación”.
El informe señala también que, hoy, más mujeres en edad de trabajar ocupan un empleo
asalariado (47,9%) que hace diez años (42,9%).
Con una sofisticación socio-económica muy particular, el informe pone de relieve que
“cuanto más pobre es una región, más riesgo corren las mujeres, más que los hombres,
de ocupar empleos familiares no remunerados o de trabajar por su cuenta por pequeños
ingresos”.
Luego, haciendo coexistir un deseo y una constatación, la OIT revela toda la
ambigüedad de este tipo de informe y, más generalmente, de sus estudios: “Acceder a
un empleo asalariado y remunerado es una etapa esencial hacia la libertad y la
autodeterminación para numerosas mujeres. Sin embargo, en los países más pobres la
proporción de mujeres que se desempeñan como trabajadoras familiares auxiliares es
mucho más elevada que la de los hombres, y tienen menores oportunidades de
convertirse en trabajadoras remuneradas y asalariadas. En África Subsahariana y en
Asia Sudoriental, cuatro de cada 10 son clasificadas como trabajadoras familiares
auxiliares, en comparación con dos de cada 10 hombres. En Asia Meridional las
proporciones son de seis de cada 10 mujeres trabajadoras y nuevamente dos de cada 10
hombres, mientras que en Medio Oriente y África del Norte es de tres de cada 10
mujeres y uno de cada 10 hombres”.
El resumen del informe subraya que: “En las últimas “Tendencias mundiales del empleo
de las mujeres (2004)”, se estimaba que al menos 60 % de los trabajadores pobres en el
mundo que, a pesar de tener un empleo, no ganan suficientemente para ponerse, ellas y
su familia, por encima del umbral de 1 dólar por persona y por día, eran mujeres”.
Según el estudio actual de la OIT: “No hay razón para creer que esta situación ha
evolucionado considerablemente”.
Detrás del empobrecimiento, la sobreexplotación y las relaciones sociales de sexos
Todas estas constataciones del estudio de la OIT son cuidadosamente separadas de dos
procesos.
- El primero: La desestabilización de la situación esencial de los/as asalariados/as a
escala mundial. Esto bajo los golpes de la puesta en competencia de los trabajadores y
trabajadoras, casi en tiempo real y en un mercado mundial de trabajo cada vez más
efectivo y sobre el que pesa con todo su peso un ejército de reserva mundializado (el
desempleo en todos sus grados), cuyas componentes son explotados, sometidos,
esclavizables (y asesinables) a discreción.
Esta puesta en competencia se opera por procedimientos (a menudo complementarios)
como: las deslocalizaciones, la puesta en competencia organizada en el interior por las
sociedades transnacionales; el empleo masivo de una mano de obra sin derechos -3
millones en Italia según el último estudio de la CGIL (Il Manifesto, 6 de marzo de
2007), de ellos 500.000 inmigrantes; la subcontratación en cascada; los retrocesos de la
“protección legal”, dicho de otra forma la nivelación por abajo del “derecho del trabajo”
que, en sustancia, fué producto de las conquistas directas o indirectas de las luchas de
los asalariados/as; por la multiplicación de los estatutos, que llega hasta a la vuelta del
trabajo por jornada, incluso en los países europeos; el lugar adquirido por las firmas de
trabajo temporal en el mercado de trabajo (desde Adecco, Manpower hasta las oficinas
que están al borde de la ilegalidad más absoluta); la crisis del “mundo agrícola” que
conduce a la expulsión de centenares de miles de personas de sus pequeñas propiedades
agrícolas o de su empleo (en este sentido, el auge del bioetanol –bajo el impulso de las
firmas occidentales y del agrobussines –ilustra uno de los mecanismos que golpean a las
familias campesinas de los países de la periferia).
Las figuras sociales de estos trabajadores y trabajadoras pueden declinarse sin fin y
trágicamente: la del obrero de la construcción chino –concurrente del bengalí- que
construye un palacio en los Emiratos Unidos o en Arabia Saudita; la de la mujer que
proviene de las Filipinas y sirve de mano de obra semiesclava en una familia de Beirut;
la de la “dependienta” de un bar especializado de Zurich, que viene de Moldavia; sin
nombrar a las “limpiadoras portuguesas” que aseguran en las oficinas y las familias
respetables que la “limpieza helvética” sea perenne y que efectúan esta tarea tras haber
trabajado ya toda la jornada.
- El segundo: en una economía mundial fuertemente jerarquizada, – es decir en la que
los países imperialistas y en transición hacia economías dominantes (como Corea del
Sur) dictan las “reglas del juego” y extraen directa o indirectamente recursos
importantes de los países de la “periferia”–, la situación de las mujeres trabajadoras
(pues todas lo son, incluso si no son asalariadas) adquiere configuraciones que ponen
más visiblemente de relieve su pobreza.
En última instancia, esta pauperización no es sino la expresión fenomenológica (y
engañosa) de su sobreexplotación y de su opresión. Una sobreexplotación que es, de
hecho, camuflada por el término de “empobrecimiento mayor de las mujeres, entre otras
monoparentales”.
Dos ejemplos. Una mujer que vende buñuelos en una carretera en Bolivia, en México o
en otra parte participa de un proceso de reproducción de la fuerza de trabajo cuyo precio
ha alcanzado el mínimo físico. Este mínimo fisiológico, de forma artificiosa y reificada,
está representado por la referencia del Banco Mundial a un dólar por día para fijar el
“límite” de la indigencia y a dos dólares para el de la pobreza....
Aclaremos. El trabajador (masculino) que va a comprar este buñuelo, al precio más
bajo, va a poder “alimentarse” (sobrevivir) y a partir de ahí buscar un trabajo de
jornalero o precario, pero más “regular”, que le permitirá subsistir y hacer vegetar a su
“familia”.
La mujer que ha producido ese buñuelo ha movilizado a menudo a su hija para ayudarle,
de ahí una desescolarización precoz o parcial de una parte de las niñas. Esta
movilización de la hija se inscribe en el lugar del “trabajo doméstico” que supone una
especie de disponibilidad del tiempo de las mujeres al servicio de la familia (con marido
o monoparental).
La hija o la hermana puede también fabricar y vender buñuelos, bajando su precio de
venta al máximo (consiguientemente el valor de su fuerza de trabajo) a fin de encontrar
un comprador o compradora, en un mercado en tensión. El comprador es un o una
asalariada precarizado/a. Estas mujeres (adultas, adolescentes o niñas) efectúan este
trabajo para “completar” una renta muy débil de una hermana o de una madre que, por
su parte, está “confinada” (según el término de la OIT) a un trabajo subpagado, por
tanto que sufre una sobreexplotación evidente, puesto que no le permite reproducir su
fuerza de trabajo para ella y su progenitura.
Igual que estas relaciones sociales de explotación que se articulan con las relaciones
sociales de sexo (la asignación a toda la gama de los trabajos domésticos, en y fuera del
hogar), el sustrato de la sobreexplotación de las mujeres no es puesto de relieve. A partir
de ahí, la doble lucha contra la explotación, la opresión y la emancipación no será
puesta al orden del día, política y prácticamente. Lo que hará la “dicha”, o al menos la
renta, de las buenas almas asalariadas por las ONGs (Organizaciones No
Gubernamentales) que son, cada vez más, COG (Casi organizaciones Gubernamentales)
¿Qué empleos “decentes”?
En cuanto a la “creación de empleos decentes” para las mujeres, gran tema conclusivo
del Informe de la OIT, habría en primer lugar que plantear una pregunta: ¿los empleos
creados en el mundo, entre otros en los llamados servicios o la industria, no implican,
cada vez más, flexibilidad, en el sentido más amplio del término?
Y esto tanto en los países del “centro” como en los de la “periferia”, incluso si existen
diferencias cuantitativas y cualitativas en las modalidades de explotación del trabajo
asalariado entre estos dos espacios (“centro” y “periferia”).
Sin embargo, se expresan convergencias a escala mundial bajo los golpes de la
restauración conservadora. La flexibilización está en el centro de la reorganización de
las “relaciones de trabajo”. Sin embargo, la flexibilidad está en relación estrecha con las
relaciones sociales de sexos. En efecto, el “estatuto de las mujeres” facilita la expansión
del trabajo a tiempo parcial obligado (no elegido), con un salario de miseria y,
conjuntamente, las formas de trabajo flexible de los hombres, pues “la intendencia
sigue”, es decir, la carga del trabajo doméstico (en sus diversas facetas) asumida, bajo
forma de obligación también (incluso si lo niegan las interesadas) por las mujeres.
Además, es un poco cínico hablar de “creación de empleos decentes” cuando múltiples
investigaciones sociológicas demuestran que, por ejemplo, en la industria electrónica –
en donde las mujeres tienen un empleo “estable” y asalariado- las condiciones de
trabajo y de salario son execrables.
Es lo que explicaban, el 27 de febrero de 2007, las moderadas organizaciones de
asistencia helvéticas, Pan para el prójimo y Acción de Cuaresma: “Tras la pantalla de
nuestros ordenadores se encuentra una realidad de otra época”, ha declarado Chantal
Peyer, responsable de la política de desarrollo en Pan para el prójimo. Para los
empleados de este sector, esencialmente mujeres, son “horarios demenciales, salarios
bajos y una exposición a productos tóxicos”.
Jenny Chan, miembro de SACOM (Estudiantes y universitarios contra la mala
conducta de las empresas), ha citado, en la conferencia de prensa del 27 de febrero de
2007, algunos casos de “abusos” contabilizados por su organización: trabajo de niños de
menos de 16 años, horas suplementarias obligatorias, salario mínimo no respetado y
ausencia de seguridad social. En período de alta producción, las obreras trabajan 12
horas al día, siete días a la semana, con horas suplementarias obligatorias. Las
empleadas no son pagadas más que 50 céntimos suizos la hora e inhalan sustancias
tóxicas.
La industria electrónica es “una de las más tóxicas del mundo”, según la SACOM.
Utiliza el plomo, el bario, el cromo o el ácido nítrico. La inhalación y la manipulación
de estos productos provocan problemas respiratorios y “una tasa anormalmente alta de
cánceres y de abortos entre las obreras”.
Responder a las necesidades de empleos “decentes” y, conjuntamente, a la dignidad de
las mujeres en todas sus dimensiones –esa dignidad invocada en el preámbulo de la
Declaración universal de los derechos humanos de 1948 (2) - implica una ruptura con
esas relaciones sociales de explotación y las relaciones sociales de sexos.
Plantear esta exigencia –y no caer en la trampa, de hecho, semicaritativa el informe de
la OIT- implica:
1º hacer emerger el contenido real de las exigencias (explícitas o implícitas) de las
mujeres trabajadoras y a lo que esas necesidades/exigencias se enfrentan efectivamente,
consiguientemente qué formas y tipos de dominación reinan en la sociedad, en los
planos de las múltiples relaciones sociales y de propiedad;
2º superar el anticapitalismo. Es decir, el pensamiento primitivo que permanece en el
terreno de una negación negativa. Dicho de otra forma, que no parte de las necesidades
y reivindicaciones así como de las potencialidades (negadas, rotas a veces) existentes
hoy en las sociedades que permitirían romper y superar el capitalismo.
Esto a fin de hacer emerger una concepción de negación positiva, una revalorización del
socialismo como una modalidad de organización y de gestión de la sociedad, en la que
los derechos sociales y democráticos así como una dignidad ampliada se convierten en
los elementos de una emancipación que hace de los seres humanos los actores comunes
e interactivos de una mundialización construida por las y los que la producen
efectivamente, mientras que ellos/ellas no son sino sus objetos despreciados y por tanto
sin dominio sobre su propia vida.
* Economista marxista, militante del Movimiento Por el Socialismo (MPS) y del
movimiento en defensa de los trabajadores inmigrantes en Suiza. Redactor de La Breche
(mensuario del MPS) y director de la colección Cahiers libres, Editions Page deux
(Lausanne). Es profesor en la cátedra Economía de la Globalización en la Universidad
de Venecia (Italia) y miembro de ATTAC.
Notas
1. Ver el informe de la OIT:
http://www.ilo.org/public/spanish/employment/strat/download/getw07.pdf
2. “Considerando que el reconocimiento de la dignidad inherente a todos los miembros
de la familia humana y de sus derechos iguales e inalienables constituye el fundamento
de la libertad, de la justicia y de la paz en el mundo” (1948).
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