Compendio o extracto De la relación que hizo el Ilustrísimo

Anuncio
Compendio o extracto
De la relación que hizo el Ilustrísimo Señor don Francisco Gaspar de
Villarroel, obispo de Santiago de Chile del terremoto que asoló a dicha
ciudad el año 1647.
Escrito por Ramón Briseño el de 1833
Esta relación se halla en el 2º tomo, parte 2º cuestión 22º artículo 2º
de la obra intitulada “Villarroel, gobierno eclesiástico pacífico”.
El padre Olivares en el libro 4º de su historia dice: “que, a poco rato de
haber prendido luces el padre Figueroa a su devota imagen del Señor
de la Agonía, vino el temblor tan recio, que echó por tierra la capilla y
parte de la muralla que era de piedra, cayendo todo esto a los pies del
Sr. como en señal de tributarle reverencia; pero sin tocar su cuerpo ni
apagar las antorchas de cera que ardían en el altar. El terremoto no
hizo más efecto en la imagen del crucifijo, que el muy extraordinario
de bajarle a la garganta la corona que estaba bien apostada a la cabeza
y aunque después de intentó pasarla a su lugar, no se pudo por más
esfuerzos que para subirla se hicieron; y en esta forma persevera hasta
hoy con mucha veneración del pueblo”.
Esta relación se encuentra también en la obra de Don José Pérez García.
“El crucifijo había sido hecho por fray Pedro de Figueroa cuarenta años
antes del terremoto.
De la relación que hizo el Ilustrísimo Señor don Gaspar de Villarroel
(a) obispo de Santiago de Chile del terremoto que azotó dicha ciudad
el 13 de mayo de 1647.
Referiré los sucesos por sus grados, cuidando más de la verdad que del
aliño. Porque tragedia tan lastimosa debe ser representada sin matices
ni cultura.
El lunes 13 de mayo de 1647 (víspera de san Bonifacio) a las 10 y 35
minutos de la noche comenzó un temblor de tierra tan sin prevención
ni amenaza que se arruinaron en un momento todos los edificios, sin
que se percibiese más que un instante entre el temblor y el caer. Tanta
fue su violencia después de haber caído las murallas se vio a los
cimientos arrojar sus mismas piedras. Duró la tierra reciamente
sacudiéndose con un terrible ruido por espacio de medio cuarto de
hora aunque estaba la luna bien alta se obscureció el cielo con unas
densas tinieblas ocasionadas por el polvo y varias nubes que hicieron
apoderarse a los hombres de tal terror y miedo que los más cuerdos
creían ver los preámbulos del Juicio. Fue tan grande el estruendo que
hizo esta (maquina) con su caída que el padre Pedro Moyano visitador
de este obispado y cura de Aconcagua apunta confusamente que le oyó
en la cordillera a 15 leguas de distancia de esta ciudad, y conoció con
evidencia que había caído la ciudad de Santiago. Aún todavía no ha
podido averiguarse la dirección de este terremoto; pero se ha colegido
por varios afectados que vino de Valdivia, pasó por Concepción y
desplegó toda su fuerza por Santiago.
Para dar una idea más completa de lo acaecido en estos terribles
instantes, trataré algunos asuntos en particular.
Templos
La Catedral. Uno de los primeros templos de la América era la catedral
de Santiago: contaba de tres naves de piedra, aunque las colaterales
eran de adobe y había además una excelente sacristía. Todo sucumbió
en los primeros momentos y los arcos de la nave del medio que por su
forma pudieron sustentar la enmaderación no cayeron de pronto pero
se partieron sus piedras cayeron una como de diez quintales de peso
en el patio del obispo como si la arrojaran a mano. También cayó un
rico sagrario en que estaba depositado el sacramento, y un órgano de
tres mil ducados de importe fue derribado sin que sus flautas pudiesen
encontrarse aún pasado un mes. Entre los escombros se encontraron
sin lesión una imagen de San José de alta talla, otra de la expectación se
encontró aún más hermosa que antes a pesar de la elevación de la
caída y de la suma tierra, piedra y madera que sobre sí cayó. También
de Nuestra la de La Victoria y del apóstol San Pedro que estaban en el
altar mayor; y finalmente la del gran patrón de esta ciudad el Apóstol
Santiago. Se regula que importancia la pérdida de este solo templo
como más de 30.000 ducados.
Santa Ana. Este templo cuyo edificio era nuevo, estaba bien labrado y
contenía un rico tabernáculo, cayó sin que de las imágenes y retablos
pudiese sacarse absolutamente nada.
San Saturnino. Tenía este santo una iglesia muy antigua y de corta
arquitectura y quedó a pesar de esto en pié la efigie de dicho santo que
estaba en la sacristía del obispo sufrió el golpe de dos vigas en un
brazo y también quedó sin embargo intacta. La ciudad le eligió
entonces por protector de los terremotos, implorando cada año su
auxilio.
Todas las demás parroquias de la ciudad y el seminario de la Iglesia
quedaron enteramente arrasados.
Monasterios
El de Santo Domingo, cuya iglesia y claustro eran nuevos y estaba
todo acabado, quedó de tal modo arruinado que los religiosos no
tuvieron una celda donde recogerse. También se perdieron quince
capillas que había en la Iglesia y una escalera que entre las del Escorial
agradaría. Ascendería toda la pérdida a 200.000.
San Francisco. Era un convento mucho mayor que el precedente, la
iglesia era admirable, tenía dos excelentes claustros, muchas y muy
buenas celdas, un gran número de oficinas, y una torre que se creería la
mejor y más fuerte de la América, todo fue desbaratado cayendo dicha
torre sobre un excelente coro que también arruinó y sirvió para
completar el destrozo. Estaba en el coro actualmente un santo religioso
lego en oración, oprimiole allí la torre y fueron a sacarle después de
veinte días hallando sus miembros y sangre fresca sin rastro de
corrupción y antes oliendo bien. Apreciase la pérdida del monasterio
en 30.000 ducados.
San Agustín que se estaba edificando 60 años ha, casi enteramente fue
destruido. Tiene todavía la iglesia un respetable crucifijo que fue
fabricado, por un religioso (a) que no sabía regla ninguna de escultura,
cuarenta años antes de la época de que hablamos, estaba entonces este
crucifijo en un tabique que cerraba un arco muy fácil de caer y sobre el
cual no tenía que hacer el temblor nada efectivamente es cosa singular
que quedase sin lesión alguna después de caído todo el templo y
pudiesen encontrarlo después fijo en la cruz y sin trastornase el dosel
siendo la única mudanza la corona le hallaron en el pescuezo, prodigio
tan raro que no se encuentra otro semejante en la historia. Aunque
todas las celdas no fueron arruinadas, con todo de las restantes no se
esperaba otra cosa y por esto la comunidad se vio obligada a vivir bajo
un todo de cordellates. Atendería la pérdida total a 100.000 ducados.
La Iglesia y el convento de los padres de Nuestra Señora de la
Merced fueron arruinados completamente. La imagen de San Pedro
Nolasco se encontró vuelta hacia la virgen como implorando perdón
para el pueblo. No se repondrá lo perdido con 100.000 ducados
El Colegio de la Compañía de Jesús quedó todo asolado, excepto una
media baranda que había en la capilla mayor que la sustentaron los
arcos. También perdieron una botica que habían formado a gran costo
y que era el único alivio del pueblo. Se regula la pérdida a ciento tres
mil ducados.
El Hospital San Juan de Dios quedó intacto.
El insigne monasterio de monjas de San Agustín que en santidad y
número podrían competir con cualquiera de Europa no gozó de
inmunidad cayó su rica iglesia y casi todo el convento por Dios
favoreció manifiestamente a sus siervas en esta ocasión, por que
habiéndolas embarazado su turbación no atinaron a abrir las puertas
hasta que cayeron los corredores; de suerte que si ellas hubieran salido
cuando lo deseaban habrían quedado sepultadas bajo los corredores
salvaron pues de las ruinas a pesar de ser cuatrocientos, excepto una
muchacha que se ahogó con el polvo. El obispo dio permiso para que
entrasen cuantos quisieran hacerles chozas internas
hasta que
pudiesen edificar de nuevo. Aseguran que una monja dijo a la abadesa
cuando empezaba el temblor “¿No ve señora en el cielo aquella espada
y un azote con tres ramales?”
El Monasterio de Santa Clara con la iglesia vinieron al suelo. Las
monjas vivían en una laguna pues las carpas se mojaron todas. No les
era lícito quebrantar la clausura según la resolución de su Ilustrísimo
con acuerdo de los doctos.
De lo que hicieron los habitantes
El obispo dio a los sacerdotes simples la facultad de confesar y
repartiría cincuenta por las calles. Confesábanse a veces casi todos. Los
que venían en mala amistad se casaron se reconciliaron los amigos y la
confusión fue tan general tan desesperada y tales las demostraciones
que difícilmente fueron mayores las de Nínive. Se trajo el Santo
Sacramento de la Merced en una caja de plata y se colocó en la plaza
donde lo descubrió el obispo y entonces se desvanecieron las nubes
que con su oscuridad atemorizaban a los ciudadanos. Vino a si mismo
de San Francisco la imagen milagrosa de Nuestra Señora del Socorro y
de san Agustín, el crucifijo que se había librado de la ruina. Se hizo
esto último con una solemne procesión en que venía el obispo y los
religiosos descalzos y acompañada de un inmenso pueblo que llenaba
el aire de clamores y gemidos. Todas estas imágenes se colocaron
también en la plaza y delante de ellas se azotó el pueblo que
aterrorizado por las muchas grietas abiertas en aquel lugar y por la
frecuencia y violencia de los temblores, imploraba el perdón temiendo
quedar sepultado en la tierra. Amaneció al otro día llorando y
crujiendo la superficie se dijeron muchas misas y comulgó gran
número de personas, pero el temor cobró fuerzas al anochecer,
reuniose la multitud e hizo tan gran ruido y conmoción que el obispo
fue obligado a salir de su toldo para rogarles se sosegasen y recogiesen.
Pero no teniendo donde irse los infieles, se vio también obligado a
consolarlos allí mismo, para lo cual se subió al bufete en que estaba el
crucifijo de San Agustín y les hizo un fervoroso sermón de hora y
media esforzó tanto la voz que se oía a cinco cuadras de distancia.
Finalizado el sermón les mandó retirarse lo que efectuaron después de
haber recibido tres absoluciones y la bendición episcopal. Este prelado
tan sabio como virtuoso recorrió toda la ciudad con heroico celo
repartiendo limosnas y consolación a los afligidos.
La real Audiencia manifestó también su caridad nombrando a uno de
sus miembros para que aligerase la fábrica de las iglesias y
monasterios, en particular una capilla de madera en la plaza para
depositar el santo sacramento.
El gobernador don Martín Mujica envió una buena cantidad de dinero
para que se repartiese entre los pobres más necesitados, remesa que
prueba la beneficencia de este hombre pues vino tan a tiempo que era
absolutamente necesaria pues caído los hornos y molinos se puso muy
caro el alimento común de la clase infeliz.
Prodigios en el terremoto
El pueblo siempre supersticioso inventó mil hablillas tan necias e
infundadas que por eso no refiero. El de mayor importancia fue la de la
caída de la corona al pescuezo del crucifijo en San Agustín cuya
descripción queda hecha ya cuando hablé de la iglesia. También hubo
otra de no menor consideración. El capitán don Lorenzo de Moraga
que era hombre de categoría, azotó a un mulato suyo el cual murió de
sentimiento y emplazó a su amo al tribunal de Dios. Efectivamente tres
días después del vaticinio tembló y el capitán fue sepultado en sus
ruinas. El oidor don Antonio de Heredia caballero Manchego se asió de
un naranjo que tenía en su casa porque era tanta la fuerza del temblor
que no podía contenerse en pie y el naranjo le arrojó tres veces a tres
varas de distancia. En fin, cada uno de los que sobrevivieron a este
desastre pudo asegurar que fue un prodigio su conservación.
Los que murieron en el temblor pasarían de 600 según el cálculo
común. Se dispensaron los (derechos) de entierro y eran tantos los que
llegaban que el obispo tuvo que pagar de su bolsillo a los que habrían
las sepulturas porque no infectase el aire la corrupción de los
cadáveres tendidos en la calle. Hubo en fin casa donde murieron trece.
En memoria de tan inaudito desastre y para aplacar la ira del
omnipotente, se hace todos los años una solemne rogativa que se llama
de mayo por haber sucedido en dicho mes nuestra desgracia. Se
finaliza con una respetable procesión a la que asisten todos los
tribunales y un numeroso pueblo. En ella salen principalmente el Señor
que permaneció durante el temblor fijo en la cruz y solamente con la
corona de espinas en el pescuezo. Luego San Saturnino que también
permaneció ileso a pesar del golpe que sufrió en un brazo y que se
encontró desnudo de medio cuerpo y con una disciplina en
demostración de pedir por la conservación de este pueblo. Y lo último
es la reina de los Ángeles María Santísima sin pecado original Amén.
Fin
Descargar