Realmente el tema propuesto es muy complejo y tiene muchos factores que se pueden interpretar desde puntos de vista extremadamente opuestos, algunos de los cuales (la mayoría) ya han sido planteados por el ponente u otrxs comentaristas. En mi análisis voy a ser, como dice Joan Coscubiela, hipercrítico, pero partiendo de una premisa a mi juicio fundamental: Mientras exista el trabajo asalariado en cualquier forma y sistema que podamos imaginar, serán imprescindibles los sindicatos. Hacer el apunte de que, en principio, hablo siempre de los mayoritarios, UGT y CCOO, aunque algunos puntos sean extensivos en mayor o menor grado al resto de sindicatos. Mi crítica comienza por el análisis del propio título: “Los sindicatos en tiempos neoliberales” y aquí debemos comenzar planteando, desde mi punto de vista, ¿cuál es la cuota de responsabilidad de los sindicatos en qué estemos en estos tiempos neoliberales? Es evidente que si hemos llegado a esta situación en que imperan las doctrinas del capital haciendo y deshaciendo a su antojo, es porque algo, muchas cosas, ha fallado, y en esta lucha la oposición de los sindicatos era fundamental por lo cual no podemos sino deducir que sus errores también han sido fundamentales. En primer lugar desde mi punto de vista el error crucial que han cometido los sindicatos mayoritarios y que es la causa última del resto de errores en la actuación sindical, es que se ha abandonado, o por lo menos arrinconado en el desván de los trastos inútiles, la lucha por el socialismo (sensu latu). El objetivo último de cualquier sindicato ha de ser la consecución de la implementación de un modelo económico socialista, única garantía real de los plenos derechos de los trabajadores. Sin embargo, la acción sindical se ha centrado única y exclusivamente en lo inmediato, obviando este objetivo a largo plazo. Es evidente y de sobras conocido que el capitalismo no tiene como objetivo el beneficio social, sino el beneficio privado. Si una empresa realiza funciones de mecenazgo a alguna causa social, no lo hace por altruismo sino por los beneficios fiscales que conlleva, por el efecto de propaganda que supone un importante ahorro en campañas publicitarias hacia sus productos. Es decir, el beneficio privado y no el beneficio social. Desde este punto de vista, la existencia de derechos de lxs trabajadorxs (o cualquier sistema de reparto solidario de la riqueza) supone para el capital un inconveniente y una amenaza para su objetivo prioritario. No hay más que escuchar declaraciones como las del economista Juan Rallo (creo que es su nombre) hablando de eliminar los chantajes que para el/la empresarix suponen los convenios colectivos o la ofensiva para reducir a nada el derecho a huelga. Por lo menos ahora no pagan a pistoleros. Sobre este punto ya volveremos, ahora avanzaremos en el desarrollo argumental. La acción sindical, entonces, no debe circunscribirse únicamente al ámbito laboral, sino también al político, en el sentido de que las condiciones laborales y los derechos de lxs trabajadorxs no dependen únicamente del forzamiento de la voluntad del patrono, con quien se pueden negociar los aspectos concretos de tales derechos, sino también con el/la legisladorx, que es quien tiene la competencia de regular tales derechos. Sin embargo éste último aspecto ha sido relegado a un segundo plano por los sindicatos, aceptando parcialmente el papel de arbitraje del ejecutivo y el legislativo en vez de considerarlos parte contraria (mientras no se demuestre con hechos que están de parte de los intereses de lxs trabajadorxs. Y a continuación pondremos un ejemplo significativo: Encontramos que la tan mencionada Constitución Española de 1978 (por desgracia aún vigente) expresa en su artículo 129.2 que: “Los poderes públicos promoverán eficazmente las diversas formas de participación en la empresa y fomentarán, mediante una legislación adecuada, las sociedades cooperativas. También establecerán los medios que faciliten el acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción.” Es decir, que la acción sindical también debe dirigirse a forzar al legislador a la elaboración de leyes que regulen favorablemente los derechos de lxs trabajadorxs y en este caso concreto al fomento de la participación y propiedad de lxs trabajadorxs en los medios de producción. Sin embargo, y corríjame alguien si en mi ignorancia digo algo erróneo, no se ha avanzado prácticamente nada en lo que se refiere a la aplicación del artículo antes mencionado y que supondría un prólogo a la consecución del socialismo, o por lo menos un paso en ese sentido. Ni se ha promovido nada ni se ha facilitado nada y no se ha luchado por la consecución de la aplicación de este artículo en su sentido más amplio y favorable a lxs trabajadorxs, excepto una regulación esquelética de las sociedades cooperativas. Es más, cada vez estamos más lejos de la letra y espíritu de este artículo, siendo lxs trabajadorxs en la filosofía imperante en la actualidad, meras extensiones de los medios de producción, en el mejor de los casos. Esto nos lleva a otro punto a mi juicio crucial, que se divide en dos aspectos íntimamente ligados: El binomio conflicto/negociación y la desideologización de los sindicatos. En efecto, los sindicatos están cada día más desideologizados, por el abandono de su personalidad política frente a la potenciación de su personalidad meramente laboral. Y así tenemos que dicha despolitización ha redundado en la asunción por parte de lxs negociadorxs de la lógica neoliberal, y me explico. Cuando existe un conflicto laboral, se ha mirado mucho los parámetros que importan al capitalismo, esto es, productividad/salarios, viabilidad de la empresa, etc. Pero si los sindicatos hubieran conservado su espíritu de clase, estos parámetros no le hubieran importado a la hora de negociar en un conflicto. En efecto, si el espíritu hubiera sido avanzar hacia el socialismo, el hablar de la viabilidad de una empresa privada o de parámetros de productividad en el ámbito de una negociación, no hubiera supuesto la más mínima cortapisa ni hubiera tenido ningún significado coactivo. Si se hubiera luchado por la propiedad y participación en la empresa, entonces sí que hablaríamos de otra cosa, pero no siendo así, desde la perspectiva socialista NO SE DEBERÍA TENER EN LA MENOR CONSIDERACIÓN LA VIABILIDAD DE UNA EMPRESA PRIVADA. Este ha sido, sin duda, un gran éxito del capitalismo neoliberal. En este punto nos encontramos que llegado al punto del binomio conflicto/negociación, se ha primado siempre el aspecto negociación por un lado (el conflicto afecta a los parámetros de viabilidad y productividad), y además se llega muy debilitado a la negociación, puesto que la lucha directa, que es precisamente el mejor instrumento del sindicato, es la última opción. Y ello ha tenido como consecuencia cesión tras cesión en los derechos e intereses de lxs trabajadorxs, puesto que es sabido que lo único que se puede negociar desde una posición de debilidad, es la propia rendición. Únicamente en los últimos tiempos de la crisis/estafa estamos viendo que comienza a recuperarse algo de este espíritu perdido, sin embargo tal recuperación llega cuando los sindicatos están precisamente más debilitados y desacreditados. Otros aspectos criticables desde mi punto de vista en la acción sindical, que creo han supuesto importantes errores estratégicos de nefastas consecuencias, han sido la pérdida de la acción unitaria de lxs trabajadorxs, auténtica fuerza del sindicato en cualquier tipo de lucha, tanto da si se opta por la vía negociadora como por la conflictividad. En efecto, en primer lugar nos encontramos con la excesiva sectorialización de los sindicatos, lo cual ha dado primacía a la negociación de convenios colectivos sectoriales, siendo que en la negociación se han obviado el apoyo y los intereses del resto de sectores. Ello, conlleva la aparición de sectores “privilegiados” frente a otros sectores “deprimidos”, lo cual lleva a la división de la clase trabajadora y a la pérdida de la unidad de acción, restando eficacia a cualquier lucha En mi opinión, debería haberse hecho énfasis en la realización de negociaciones colectivas globales, esto es, por ejemplo la elevación del salario mínimo interprofesional y de los diferentes parámetros que inciden en el salario final percibido por unx trabajadorx cualquierx. Intentar modificar dichos aspectos por parte de un sector empresarial cualquiera resulta mucho más complicado, por cuanto bajar unos determinados sueldos supone abrir las puertas a la misma bajada en el resto de sectores. Otro aspecto es que no se ha tenido en consideración los efectos de la globalización en la lucha sindical, o lo que es lo mismo, la pérdida del internacionalismo. En efecto, el trabajo semiesclavo en otros países supone una amenaza para los derechos e intereses de lxs trabajadorxs de los países “desarrollados”. No se ha buscado el forzar la mejora de las condiciones de lxs semiesclavxs de esos países, por ejemplo, forzando vetos a las importaciones de productos de tales países mientras no se garanticen unos derechos mínimos. Es curioso lo fácil que aplican sanciones y vetos de importación/exportación de productos los Gobiernos nacionales por causas políticas y lo difícil que es que se apliquen por causas laborales. Dejo aquí el escrito, ya que pienso que la extensión comienza a ser excesiva, no obstante me dejo en el tintero aspecto como la excesiva “institucionalización” de los sindicatos (debida en parte a, precisamente la asunción de la lógica capitalista), o su relación con los movimientos sociales, los cuales se nutren en gran parte precisamente de sindicalistas. Salut i revolució.