Cuatro años gestionando la responsabilidad penal de las sociedades Autor: Yune Dirube Cargo: Abogado, Asociada Senior de BDO Abogados Han trascurrido casi cuatro años desde que se introdujo en el Código Penal español la posibilidad de condenar a las personas jurídicas como responsables penales de un delito (artículo 31 bis del Código Penal añadido por la Ley Orgánica 5/2010, de 22 de junio). El cambio en la normativa supuso un giro de ciento ochenta grados en nuestro ordenamiento jurídico que se había regido por el aforismo latino societas deliquere non potest (las sociedades no pueden delinquir) según el cual la única responsabilidad que se le podía exigir a una empresa era la civil, incluso en casos en los que la comisión del delito hubiera ocurrido en el seno de la compañía, aprovechándose de la pertenencia a una empresa y aunque el ilícito penal hubiera sido de algún modo beneficioso para la misma. La entrada en vigor de la norma abrió nuevas puertas a los operadores jurídicos, entre otras, que ahora puedan continuarse procesos penales aunque sea desconocida la persona física que ha cometido el delito y que sea posible exigir responsabilidades más gravosas que las meramente pecuniarias para sociedades que de algún modo hubieren facilitado o incluso promovido la comisión del ilícito penal. Desde el mismo momento del cambio normativo se invocó la responsabilidad de la persona jurídica en numerosos procedimientos penales (p.e.: Caso Prestige), si bien el primer Auto de procesamiento de persona jurídica se hizo esperar casi un año ya que se dictó el 11 de octubre de 2011 en un caso en el que un grupo organizado de narcotráfico había utilizado un entramado societario con el fin de transportar a España un cargamento de cocaína escondido en máquinas excavadoras que fue interceptado en Venezuela (Juzgado central de instrucción nº 6, recurso 19/2011). El Juzgado Central de Instrucción entendió en este caso que se daban todos los presupuestos para aplicar el artículo 31 bis del Código Penal: la responsabilidad penal de la persona jurídica estaba contemplada en el tipo penal, el delito se había cometido por los representantes de hecho o administradores de la compañía, por cuenta de la persona jurídica, en provecho de la misma y en ejercicio de sus actividades sociales. Sin embargo donde el impacto que la reforma del Código Penal ha tenido en España se hace evidente es en el día a día de las compañías y en la investigación de los delitos perpetrados, más que en las resoluciones judiciales. Hoy en día las empresas están concienciadas con la necesidad tanto de detectar e impedir la comisión de ilícitos penales en sus filas, como de colaborar en la investigación de los mismos si éstos llegan a ejecutarse. Si con la antigua regulación las sociedades optaban en ocasiones por resolver el problema internamente, despidiendo al autor del delito sin hacer ruido para evitar así un daño reputacional, la nueva redacción del Código Penal ha conllevado que las compañías tengan una mayor implicación en el esclarecimiento de los hechos en la vía judicial, porque el impacto que puede tener en su imagen una eventual imputación directa fomenta la colaboración en la investigación. Del mismo modo, las sociedades son hoy conscientes del papel que juegan a la hora de evitar que sus directivos, representantes o empleados tengan la tentación de cometer ilícitos penales aprovechándose de su integración en la compañía, y para ello se han implantado en los últimos años mecanismos de detección, supervisión y vigilancia de irregularidades. Recordemos que una persona jurídica imputada en un procedimiento penal puede atenuar su culpa o incluso eliminarla en casos de: (i) confesión de la infracción antes de que se conozca que el procedimiento judicial se dirige contra ella - para lo cual son necesarios los sistemas de comunicación interna que permitan que sea la compañía la primera en conocer el delito perpetrado en su organización-, (ii) colaboración con la instrucción del delito – para lo cual son necesarios sistemas de supervisión suficientes que aportarán valiosos datos a la investigación-, (iii) reparación o disminución del daño – a cuyo fin resultan útiles los sistemas de detección que podrán identificar las consecuencias de un eventual delito – y (iv) el establecimiento de medidas eficaces que, en definitiva, prevengan la comisión de delitos y su descubrimiento. Efectivamente, tras la entrada en vigor de la Ley Orgánica 5/2010, de 22 de junio que modificó el Código Penal las sociedades se han sometido a compliances penales solicitando la ayuda de expertos que detecten deficiencias en los sistemas de las propias mercantiles que de algún modo faciliten la comisión de delitos (desde criterios de autorización de pagos muy laxos, hasta escasa supervisión de normativas medioambientales o de pago de impuestos). Han trascurrido casi cuatro años desde que se introdujo en el Código Penal español la posibilidad de condenar a las personas jurídicas como responsables penales de un delito y podemos afirmar que se ha conseguido una concienciación de las personas jurídicas y un compromiso por su parte para la prevención y detección de delitos que redunda en un más que obvio beneficio social.