Misericordia, caridad, justicia y culto

Anuncio
1
¿QUÉ ES EN ESENCIA LA RELIGIÓN?
Lectura 3
MISERICORDIA, CARIDAD, JUSTICIA Y CULTO
Enrique Dussel
Debo decir que la presencia del tomismo en América Latina es originaria en nuestra historia. La
plataforma de la conquista Y. de la evangelización americana fue la isla de Santo Domingo. ¡Se llama de la
misma manera que el fundador de la Orden a la que pertenecía Tomás! Y no es por casualidad, pues en
nuestro horizonte americano se implantaron fuertemente los seguidores de Santo Tomás. En efecto, en 1510,
sólo diez y ocho años después del descubrimiento, llegan los primeros dominicos a América. Puedo afirmar que
su llegada significó un cambio cualitativo en el proceso de la presencia de europeos en América. Fueron los
primeros que levantaron la voz crítica contra las estructuras económicas americanas. Los primeros, porque
antes habían llegado los franciscanos, y no habían logrado ver esa realidad.
Al respecto, deseo leer un texto. En la Suma teológica, II-II, q-30, art. 4, ad. 2, escribe Tomás de Aquino:
"Y en cuanto a lo segundo hemos de decir que la perfección de la religión cristiana consiste en la misericordia,
en cuanto a las obras exteriores". La misericordia: esta sencilla virtud que consiste en el amor al miserable; la
esencia de la caridad. Algo antes había tratado la cuestión de que la caridad es "la forma de todas las virtudes".
Relacionado con esto había discutido también, el problema de la justicia; de la que escribe: "la justicia se refiere
al otro". Recordemos que la religión es una virtud que depende de la justicia. Esta es la estructura y sus
componentes: misericordia, caridad, justicia y religión. Es aquí donde deseo plantear una "cuestión disputada"
entre muchas otras existentes. Pero un tema que surge desde nuestra historia y que nos puede sugerir lo que
fue el tomismo en América Latina.
Estaban estos dominicos, que eran tres, Antón de Montesinos, Pedro de Córdova y un tercero que volvió
pronto, en un ranchito pajizo. "En este tiempo ya los religiosos de Santo Domingo, cuenta en la Historia de las
Indias Bartolomé de las Casas, habían considerado la triste vida y aspérrimo cautiverio que las gentes naturales
de esta isla padecían y cómo se consumían sin hacer caso de ello los españoles que los poseían más como si
fueran animales sin provecho. Acuerdan todos [los dominicos], los más letrados de ellos [eran apenas tres], por
orden del prudentísimo siervo de Dios, fray Pedro de Córdova, vicario de ellos, el sermón primero acerca de la
materia de predicarse debía, y conformáronlo todos con sus nombres". Escribieron entonces el sermón y todos
le pusieron la firma, para expresar: la comunidad estamos de acuerdo. "Y se lo dieron al muy colérico y
eficacísimo predicador Antón de Montesinos". Es decir, que después de ponerse de acuerdo sobre lo que iban a
decir, habló Montesinos. Y fue aquel 21 de diciembre de 1511, en Un domingo de adviento, que dijo: "Yo soy la
voz que clama en el desierto de esta isla, y para os lo dar a conocer me he subido aquí. Yo soy la voz de Dios
en el desierto de esta isla, y por lo tanto conviene que con atención, no con cualquiera, sino con todo vuestro
corazón y con todo vuestro sentido, la oigáis. Esta voz, que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís
por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. ¿Estos no son hombres? [Observen cómo
esboza un discurso tomista]. ¿No tienen ánimas racionales? ¿No estáis obligados a amarles como a vosotros
mismos? Tened por cierto que en el estado en que estáis no podéis más salvaros que los moros y los turcos
que carecen y que no quieren".
Escribe todavía Bartolomé: "y les dejó atónitos; a muchos como fuera de sentido, y a otros empedernidos,
y algunos compungidos, pero a ninguno convertido". Y comenta Bartolomé que volvieron los dominicos con
Antón a su casa pajiza, un rancho, un bohío, "donde por ventura no tenían qué comer sino un caldo sin aceite,
como algunas veces les acaecía". Aquí hay dos asuntos interesantes. Primero, que para Bartolomé el no tener
qué comer era una ventura y, en segundo lugar, no lo tenían. Con el discurso de Montesinos se armó gran
revuelo entre los conquistadores, nuestros primeros opresores. La praxis de la dominación latinoamericana
origina la oligarquía que todavía está en el poder, cambiando de maneras y de modos de producción, como
clases sociales, pero que son los mismos de la Española hasta hoy. Los conquistadores presionaron; los
monjes estaban arrinconados, pues todo el pueblo se les venía encima. Por todo ello, se decidieron predicar de
nuevo el domingo siguiente. Observen, lo que escribe Bartolomé: "Para oír aqueste sermón segundo, no fue
menester convidarles porque no quedó persona en la ciudad que en la Iglesia no se hallase, unos a otros
convidándose que se fueren a oír lo que iba a decir el fraile que se iba a desdecir. Llegada la hora del sermón,
subió al púlpito y tomó la sentencia de Job 36: Tornaré a referir desde un principio mi ciencia y verdad que el
domingo pasado os prediqué y aquellas mis palabras y que así os amargaron, mostraré que son verdaderas". Y
les dio una filípica más dura que la del domingo anterior.
2
Este es, como ustedes ven, el origen de la Orden de los Predicadores en este continente. De tal manera
que ser fiel a esto podría significar practicar hoy una filosofía de la liberación o filosofía crítica.
Todo esto llegó a oídos de un cura encomendero que estaba en una isla, una isla del Caribe que
pareciera que .Dios ha llamado a grandes cosas; era la isla de Cuba. Ahí estaba un cura encomendero que se
llamaba Bartolomé de las Casas, quien después de siete años de aventuras, fracasado, tuvo que aceptar sus
limitaciones y se preguntó: ¿Y ahora qué hago? Se hizo dominico en 1523 en Santo Domingo. Es de notar que
ese gran Profeta elige a los dominicos como su Orden, pues era el grupo más crítico de la América originaria.
Pero antes de esto, en 1514 el clérigo Bartolomé de las Casas andaba muy ocupado -dice de él mismo
Bartolomé--, "muy solicito en sus granjerías, como los otros, enviando a los indios de su repartimiento a las
minas a sacar oro y hacer sementeras y aprovechándose de ellos cuanto más podía". Bartolomé va a escribir
después que ya había escuchado hablar a los dominicos de Santo Domingo, que había escuchado argumentos
que habían convertido su inteligencia, pero "lo de dejar los indios", eso nunca lo había aceptado. Después
escribe que "estudiando los sermones que les predicó la pascua pasada a Diego de Velásquez y a otros de
aquel tiempo, empezó a considerar consigo mismo sobre algunas autoridades de la Sagrada Escritura, cayó en
sus ojos un texto del Eclesiástico 34, que decía: "Sacrificios de bienes injustos son impuros. No son aceptadas
las ofrendas de los impíos ni por sus muchos sacrificios les perdona sus pecados. Es sacrificar al hijo en
presencia de los padres, robar a los padres para ofrecer sacrificios. El pan es la vida del pobre; el que lo
defrauda es asesino. Mata a su prójimo quien le quita su salario, quien no paga el justo salario derrama su
sangre". Con la lectura de este texto comenzó -escribe nuevamente de él mismo Bartolomé-- a considerar la
miseria [miseria, misericordia, filosofía de la miseria] y la servidumbre que padecían aquellas gentes
(aplicándose lo primero a sí mismo y lo segundo a la realidad caribeña) determinó así mismo convencido de la
misma verdad, ser injusto y tiránico todo cuanto acerca de los indios en estas Indias se cometía". Esta es la
conversión de Bartolomé, de la cual quiero comentar rápido algunos puntos: el pan, el trabajo y la vida; es el
pensamiento esencial de la tradición hebrea, y por lo tanto bíblica.
Son estas categorías las que deseo explicar, pues es una cuestión antropológica que la filosofía se
acostumbra a considerar poco, ya que partimos frecuentemente de los presocráticos, pero nos olvidamos de
que hay una tradición semítica. Podría tomar un texto de Hammurabi para hacer una filosofía de la religión (que
es lo que estoy haciendo ahora), o puedo tomar también un texto de Tlacaelel o Quetzatcoatl para ver qué
antropología tenían los pueblos prehispánicos. Es decir, no tenemos sólo que tomar ejemplos griegos, y creer
que porque Aristóteles escogió ejemplos de Homero o Hesiodo sólo puede la filosofía elegir dichos ejemplos,
siendo que es la tradición filosófica de un pueblo como cualquier otro.
El texto semita comienza expresándose así: "El pan es la vida del pobre". En este caso único voy a usar
un instante el papelógrafo para hacer un esquema, pues me gustaría que el punto se grabara profundamente.
Decir que "el pan es la vida del pobre", es decir que hay un sujeto que es productor, o si ustedes quieren,
trabajador. La palabra trabajador no es griega, sino que viene del hebreo habodáh, que significa trabajo; de ahí
viene el hébed, que significa el "siervo"; el "siervo de Yavéh" es el trabajador de Yavéh. Trabajar la tierra, en
hebreo, es transformar la tierra: agricultura. Este tema es profundamente ancestral, es, en este caso,
profundamente tomista y, en concreto, latinoamericano y profético, en el sentido de un Bartolomé de las Casas.
El hombre por el trabajo se relaciona con la naturaleza. Precisamente, sobre esto hay un texto que lo tomo
también desde el punto de vista cultural-filosófico, que dice: "Te ofrecemos señor este pan, fruto del trabajo y de
3
la tierra". La tierra es la naturaleza. Ustedes saben que el sujeto productor por el trabajo constituye la naturaleza
como materia de trabajo. En este caso la materia no es la materia cosmológica de Engels ("todo es materia"),
sino que es un concepto poiético o productivo. El ego laboro, no el ego cogito, es el a priori de la materia, en
tanto el sujeto constituye a la naturaleza como materia, cuando la trabaja. Si no hay sujeto que trabaje, no hay
materia, en el sentido de un "materialismo productivo", es decir, que tiene a la historia y al hombre como
fundamento de la materia. Si digo que el sol es material, eso no me interesa. Pero si digo que "el sol calienta la
semilla del trigo", ese sol sí ya es materia de producción. Entonces, estamos hablando de la materia como acto
segundo y constituido por el "yo trabajo", por su parte, esa materia llega a ser un producto. En el mundo
mediterráneo el símbolo universal del producto cultural es el pan de trigo, como entre los aztecas era la tortilla
de maíz, y entre los incas la papa o la patata. El pan era algo así como el producto universal. Y cuando indica
este texto que "el pan es la vida" ¿qué significa? Cuando el sujeto trabaja, gasta energía, suda, gasta calorías.
El pan como consumo se transforma en consumo productivo; es vida y el hombre puede volver a trabajar. Decía
alguien que éste es un círculo: un consumo productivo y una producción conjuntiva. Pero si este pan no le
Vuelve al productor, no recupera la energía de su vida, el pan se va a otro. El pan, entonces, es la muerte. Es la
pérdida de la vida del pobre. Aquí nos encontramos con otro término: se supone que hay un pobre. Si lo hay,
antes hay un rico, pues el término pobre es dialéctico. Si hay un pobre no es alguien que sólo le falte algo. El
pobre ha producido un bien y el bien es su producto; lo ha producido por el trabajo; volverlo a sí es justamente
el consumo. Si algunos dicen que pobre es el que "no tiene", es falso en parte: no es el que "no tiene" sino que
el pobre es con respecto a un rico, y el rico con respecto al pobre es su dominador, es decir, es el que ejerce
una praxis de dominación que lo constituye al otro como pobre y "no tiene" porque ha sido despojado de su
bien. Ser pobre, necesariamente, es incompatible con ser rico. Si no hay pobres, no hay ricos. Si hay pobres,
hay ricos y este rico no puede ser pobre al mismo tiempo, a no ser que exista un rico que lo explote, y entonces
es pobre porque hay un rico que lo domina. Es un concepto complejo. Ser pobre no es simplemente falta de
sino "falta de" lo que ha producido y otro se lo ha arrebatado, se lo ha quitado. La vida del pobre, que debería
recuperarse y reconstituirse por el consumo al ir a parar el fruto de su trabajo a la mano de otro, se transforma
en muerte.
El texto bíblico explica lo siguiente: "El pan es la vida", y es la "vida del pobre". Piensen ustedes despacio
el texto que leyó Bartolomé de las Casas con el cual este hombre, que ya era tomista porque había estudiado
en Roma, y que lo será mucho más después al entrar a la Orden de los dominicos, donde estudiará doce años
en silencio antes de lanzarse a sus grandes obras misioneras de Guatemala, se convirtió en profeta. El texto,
decíamos antes, expresa que "el pan es la vida del pobre". "El que lo defrauda es un homicida", es decir,
asesino. El que le saca el pan al que lo ha producido y le impide este medio de la vida, en vez de ser el pan de
la vida, va a manos de otro, y se convierte en su muerte. Esto no lo inventó un raro filósofo del siglo XIX que, de
paso, era judío y nieto del Rabino de Tréveris, de modo que cuando jugaba en la calle, le decían: ¡"Mira, ahí
está el nieto del Rabino!" Este muchacho algo de esto entendió, pues le vino por la tradición de su pueblo. "El
pan es la vida del pobre; el que lo defrauda, es un homicida. Mata a su prójimo quien le quita su salario, quien
no paga el justo salario derrama su sangre". En el texto, ahora de pronto, la sangre y el pan empiezan a
conjugarse, es decir, que aquí hay alguien que sangra. ¿Por qué sangra? Porque si el pan no vuelve al cuerpo,
es como si se derramara la sangre del pobre.
Empezamos aquí a percibir toda una racionalidad tremenda, pues no se trata solamente de una relación
productiva o poiética hombre-naturaleza, sino que hay otra relación hombre-hombre. Y para Tomás, la justicia
es "con respecto a otro". Ad Alterum. Y las relaciones entre dos se llaman relaciones prácticas. Por lo general,
se confunde praxis con poíesis. Poíesis es producir, hacer; los latinos lo sabían y Tomás también: facere.
Mientras que obrar es praxis, que viene de "prattein", opero; y por lo tanto no es facere, sino operare. Las
relaciones entre los hombres son prácticas; y las relaciones del hombre-naturaleza, son productivas. Pero la
relación hombre-hombre a través del pan es práctico-productiva, porque uno domina a otro (eso es práctico) y le
saca el fruto de su trabajo, de su poíesis, de su producción. Entonces, la relación es productiva, por un lado, y
práctica, por otro. Cuando se cruzan, ¿cuáles son esos tipos de relaciones? Las relaciones entre los sujetos a
través del producto de su trabajo, son las relaciones económicas. La economía no es más que la relación entre
dos sujetos a través del producto de su trabajo. Es decir, un rico se relaciona con un pobre, no directamente,
sino a través de la apropiación del producto del trabajo del pobre. Por lo tanto, "es sacrificar al hijo en presencia
de su padre, robar al pobre para ofrecer sacrificios". Pero la cuestión aquí se complica, pues miren lo que pasa.
Bartolomé de las Casas era un sacerdote -y éste es un hecho histórico que el filósofo está pensando; no
es teología- sujeto que, por su parte, era un encomendero. Estaba en su "granjería" explotando a los indios, que
eran los pobres, en una relación práctica de dominación. El pobre le producía oro y trigo, y de eso se apropiaba
4
el encomendero, pues les explotaba el tiempo y, además, el fruto de su trabajo. Y les tomaba su pan; pero
como Bartolomé era también sacerdote, les tomaba el pan y lo ofrecía a alguien que era el Absoluto Dios. Y
entonces comprendió al leer el texto antiguo: "Sacrificios de bienes injustos son impuros. No son aceptadas las
ofrendas a los impíos, ni por sus muchos sacrificios les perdona sus pecados. Es sacrificar al hijo en presencia
del padre, robar a los pobres para ofrecer sacrificios". Es decir, este pan que ofrecía al Absoluto, reconoce
Bartolomé, se lo ha robado al indio. Esto es la muerte del indio, porque no es consumo, porque no es vida. Ese
pan no puede ser pan de vida, sino que es ya pan de muerte, y el que lo coma, come su perdición. Ese pan es
fruto de un asesinato, es la sangre del pobre. Ofrecer a Dios este pan es nada menos que ofrecer el hijo, que es
el pobre, el indio; es matarlo en presencia del padre. No estoy inventando, lean ustedes el libro del Eclesiástico.
La verdad es que son textos tremendos, brutales.
Preguntémonos ahora cuál es la relación dominador-dominado, producción-sistema de encomienda. La
encomienda es un sistema tributario; un modo de producción que se está estudiando; un mercantilismo
tributario dentro de un sistema monetario internacional. Y Bartolomé dice al respecto: "Todo acerca de lo que en
estas Indias se ha hecho es injusto y tremendo pecado". Esas son las estructuras económicas, y Bartolomé
comprendió pronto la relación entre las estructuras económicas y el culto a Dios. Sin saberlo, era ya
antihegeliano dos siglos antes de Hegel, y por otra parte, mejor hegeliano que Hegel porque él planteó la
dialéctica del señor-esclavo explícitamente, cuando dijo: "Dos maneras generales han tenido los que allá han
pasado y se llaman cristianos, en destruir y raer de la haz de la tierra a estas gentes. Una porque los matan y
otra porque los han sometido a la más horrible servidumbre". La dialéctica del señor y el esclavo es la relación
indicada en la Destrucción de las Indias. Les digo que Bartolomé es antihegeliano por lo siguiente. Hegel, en la
Fenomenología del espíritu, en la Enciclopedia, en la Filosofía del derecho, pero sobre todo en la Filosofía de la
religión, dice que el acto último, anterior al Saber Absoluto, es la fe. La fe consiste en afirmar como idéntica a la
representación de la idea con la idea misma. No explico la cuestión, pues es un tema muy preciso. Dice además
que el acto del culto absoluto a Dios es justamente una creencia de que la representación es la idea; es por ello
un acto intelectual. Mientras que Bartolomé descubre que el culto al Absoluto no es un acto intelectual de fe,
como explicó Santiago, "los demonios también creen", el asunto es de praxis, no es asunto de fe, de
inteligencia, sino de trabajo, de producto, de comer, de tener hambre, de vida y de muerte. ¿Por qué? Porque el
Altísimo "no acepta las ofrendas de los impíos, ni por muchos sacrificios les perdona sus pecados". Recuerden
que aseas 6, 6 dijo: "Misericordia quiero y no sacrificio". De la misericordia hablaba Tomás, y también los
dominicos se entristecían de la miseria de aquel pueblo. El tema de hoy, precisamente, lo hubiera querido
nombrar como "hacia una filosofía de la miseria", y verán enseguida por qué. Esta relación entre la estructura
económica como condición de posibilidad del culto, esta relación esencial está dada también en el pensamiento
hebreo. Trabajar, en hebreo, es habodáh, "trabajar la tierra, y habodáh es también rendirle "culto" a Dios. En
griego, habodáh se dice diakonía, y por diakonía nosotros decimos servicio, y hablamos "de servicio divino" en
el templo, y usamos luego esa palabra en el "servicio al hermano". En hebreo, trabajar la tierra y rendir culto a
Dios está expresado por la misma palabra, y es el trabajo del siervo, del oprimido, del trabajador. Es decir, la
liturgia -estoy en filosofía de la religión, no en teología- y la estructura económica guardan un condicionamiento
y determinación mutuos. No hay culto al Absoluto, que es el Dios de los pobres, que no sea al mismo tiempo
exigencia de justicia a nivel económico. Esto lo descubrió explícitamente Bartolomé de las Casas; no es un
invento del siglo XIX; es del siglo XVI. Es un fruto de la predicación de los dominicos en la América Latina, del
tomismo.
(Aparte de la ponencia sobre "¿Tomismo y metafísica en América Latina?"- en Ponencias del I Congreso
Internacional de Filosofía Latinoamericana, Bogotá, Ed. USTA-CED,1980).
Descargar