Los etruscos

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Los etruscos
Aunque por Etruria se entienda la zona de Italia
comprendida entre los ríos Arno y Tíber –que, además
de la Toscana, abarca parte de las actuales regiones de
Umbría y Lacio hasta Roma-, la expansión etrusca alcanzó
también a la Campania y al Valle del Po. Los mismos
pasos siguió el arte que se desarrolló bajo la civilización
etrusca hasta que su identidad se diluyó en la romana,
cuando Roma otorgó la ciudadanía a todos los itálicos libres.
Con un criterio cronológico, la exposición “Los Etruscos” abarca casi mil años, desde
los albores, en el siglo IX a C., hasta el fin de la civilización etrusca con la completa
romanización de Etruria.
La muestra recoge más de 350 piezas, todas ellas patrimonio arqueológico custodiado
en los museos de la Toscana, en su mayor parte en el Museo Arqueológico de
Florencia y se estructura en cinco grandes secciones:
1.- Los orígenes de la civilización etrusca. Cultura villanoviana (siglo IX – siglo VIII a.C.)
2.- La cultura de los príncipes. Edad Orientalizante (finales del siglo VIII – comienzos
del siglo VI a.C.)
3.- La sociedad urbana. (siglo VI – mediados del siglo IV a.C.)
4.- Helenismo y romanización. (finales siglo IV - comienzos siglo I a.C.)
5.- Aspectos de la religiosidad etrusca
1.- Los orígenes de la civilización etrusca. Cultura villanoviana (siglo IX – siglo
VIII a.C.)
Los estudios arqueológicos consideran la cultura villanoviana, que debe su
nombre a la necrópolis donde primero se identificó, como la expresión más antigua de
la civilización etrusca.
La documentación arqueológica en nuestro poder proviene casi exclusivamente
de las necrópolis: del mundo etrusco conocemos ampliamente cómo estaban
construidas las “ciudades de los muertos”, pero sabemos muy poco acerca de las
moradas de los vivos.
Esta cultura se caracteriza por la utilización del ritual de la cremación. Las
cenizas resultantes de la cremación eran recogidas dentro de vasos en forma bicónica.
La urna solía estar cubierta con una copa a modo de tapadera; a veces, en las tumbas
masculinas, por un casco, símbolo de prestigio social. En otros casos, la urna tiene
forma de choza que simbólicamente representa la vivienda. En el interior de la urna
eran colocados los objetos que el difunto llevaba en el momento de la cremación.
Existía una marcada diferenciación entre los ajuares de uno y otro sexo: los
ajuares masculinos comprendían fíbulas, navajas para afeitar y una o más armas; los
femeninos contenían broches, brazaletes, collares y elementos de hilado.
Del aspecto uniforme, “igualitario”, de los ajuares de la fase más antigua se pasa
a otros más heterogéneos que reflejan la progresiva articulación de las comunidades en
distintas clases sociales, dentro de las cuales tiende a sobresalir la aristocracia, que será
protagonista en el siglo siguiente del espléndido florecimiento del período
“orientalizante”.
2.- La cultura de los príncipes. Edad Orientalizante (finales del siglo VIII –
comienzos del siglo VI a.C.)
La edad Orientalizante, comprendida entre las últimas décadas del VIII y el
primer cuarto del siglo VI a.C., puede considerarse, en muchos aspectos, la más
emblemática de la historia de los etruscos. Se trata del período durante el cual los
centros villanovianos se abren al mundo griego, cuya influencia penetra en Etruria no
sólo a través de objetos importados sino también a través de novedades tecnológicas,
como por ejemplo el uso del torno.
La cultura etrusca se caracterizó por su apertura a los estímulos e influjos
culturales mediterráneos, que penetraron gracias el intenso comercio, sobre todo de
metales, en los que esta región fue tan rica.
Estos contactos producen una progresiva transformación en las estructuras
sociales: comienza a nacer una nueva clase de ricos aristócratas que serán
protagonistas del espléndido florecimiento de este período.
Este período está representado en la exposición a través de joyas de oro,
ámbar, vasijas de bronce ricamente decoradas, cerámicas finísimas y plaquetas de marfil
grabadas que decoraban preciosos cofres de madera.
Por lo que se refiere a la tipología de las tumbas y a la composición de los
respectivos ajuares, el mundo etrusco se caracteriza, es este período, por una neta
división de las clases sociales, determinada por el nacimiento de núcleos familiares
hegemónicos: una estructura encabezada por los príncipes.
Los grandes túmulos, situados en posiciones destacadas y con sus dimensiones
a menudo imponentes, constituyen la característica más visible de la importancia y de
la riqueza familiar: las estructuras internas resultan ser habitualmente obras maestras
de arquitectura, con variedad de tipologías y de soluciones que indican no sólo la
elevada capacidad de los constructores, sino también el refinamiento y la exigencia de
su ejecución.
Quizás el máximo signo de la riqueza y del esplendor alcanzado por la
aristocracia etrusca de la Edad Orientalizante está representado por las magníficas
piezas de orfebrería que nos han proporcionado las tumbas principescas. Se trata de
verdaderas obras de arte que atestiguan el elevado nivel conseguido por los artesanos
etruscos.
En el apartado correspondiente a este período se encuentra la cerámica de
bucchero nero, llamada así por el color negro intenso de su superficie, que fue la
producción alfarera etrusca más característica hasta el siglo V a.C. Hay también vasos
canopos que reproducen la figura del difunto, ya fuera hombre o mujer; vasos corintios
importados con sus relativas imitaciones fabricadas en Etruria (vasos etruscocorintios), además de una serie de ungüentarios figurados importados de Oriente.
Un ulterior signo de distinción social de los príncipes es que demuestran
conocer la escritura y la usan, tanto para dejar una señal duradera en las estructuras de
las tumbas, como para indicar la procedencia o pertenencia de un objeto: para designar
unas veces al donador o al oferente, otras al destinatario de un obsequio. Y no sólo se
enorgullecen de poseer la escritura sino que la enseñan, como lo indica la presencia de
alfabeto sobre vasijas y otros objetos, como lo demuestra la célebre tablilla para
escribir hallada en el “Circolo degli Avori” (Círculo de los marfiles) de Marsiliana
d’Albegna.
3.- La sociedad urbana (siglo VI – mediados del siglo IV a.C.)
A finales del siglo VII a.C. se definió, en líneas generales, la estructura de las
principales ciudades etruscas. A partir de ahí, las aldeas comienzan a cerrarse con
murallas y la aristocracia dominante es la urbana. Esta transformación social está bien
representada en las necrópolis, donde los grandes túmulos principescos propios de la
época anterior dan paso a tumbas reservadas a grupos familiares, con características
similares entre ellas, cuya planta imita la arquitectura doméstica.
Si en la etapa precedente la riqueza estuvo en manos de un reducido grupo de
familias aristocráticas, una redistribución de los bienes favoreció el surgimiento de una
clase media, fundamentalmente relacionada con el comercio y con las actividades
artesanales, que conquistó espacios de acción significativos y a menudo influyó de
manera notable en la economía y en la política de la Etruria.
Entre los objetos más importantes de este período podemos señalar los
pequeños bronces de Brolio. Continúa la producción en bucchero: en la muestra se
exponen objetos de bucchero pesante de Chiusi, así llamado, no sólo por el tamaño
enorme de las piezas, sino también por la decoración, que resulta muy cargada.
Asimismo, veremos cerámica figurada, que se desarrolló en este período a imitación de
los vasos áticos de Figuras Negras y, más adelante, de Figuras Rojas.
Si el V siglo comenzó con los Etruscos aún en fuerte expansión, terminó en
cambio con su potencia notablemente reducida: en el 396 a.C., Roma conquistó la
etrusca Veio e inició su victorioso avance en Italia central. Simultáneamente, los Galos
se introducían en la zona norte, donde los núcleos etruscos menores desaparecieron y
los mayores comenzaron a presentar características celtas.
Una serie de derrotas provocaron el cierre de los puertos etruscos del Tirreno
y el comercio griego, dominado por Atenas, se trasladó hacia los ricos mercados del
Adriático. La crisis dañó sobre todo a los centros de la Etruria meridional costera, más
interesados en los intercambios marítimos, mientras otros, cuyo comercio estaban
destinados a otros lugares o que poseían una economía basada fundamentalmente en la
agricultura, no sufrieron las mismas consecuencias.
Lo mismo que sucedió con las ciudades, ocurrió con las clases sociales: la crisis
embistió sobre todo a aquellas relacionadas con el comercio y con la actividad
artesanal, actividades típicas de la clase media.
4.- Helenismo y romanización (finales siglo IV - comienzos siglo I a.C.)
En este periodo se produce el declinar de Etruria, cuyo territorio es
progresivamente englobado por Roma y pierde su autonomía. La conquista de la
Etruria meridional, donde la aristocracia terrateniente se ve privada de gran parte de
sus tierras, lleva a los centros más importantes hacia una rápida decadencia y
determina también un progresivo declive de la actividad artística. Sólo gracias a
Tarquinia se puede seguir la evolución de los talleres de los escultores, responsables
de la producción de los sarcófagos.
En esta sección se presentan vasos con barniz negro y urnas cinerarias de
Volterra, Perusa y Chiusi, así como sarcófagos de terracota de Tuscania.
El factor más representativo del período helenístico es que el artesanado tiende
a asumir cada vez más un carácter industrial, llegándose a una especie de
estandarización de la producción artesanal: la cerámica, las terracotas votivas y los
mismos bronces son ahora producidos en serie en la mayor parte de los casos. Así lo
encontramos en las urnas cinerarias, cuya producción da vida a activos talleres
especializados en las ciudades de Volterra, Chiusi y Perusa.
5.- Aspectos de la religiosidad etrusca
Aunque no sabemos de una tradición literaria propia, las fuentes latinas nos han
transmitido el profundo sentido de lo sagrado entre los etruscos: Sólo a través de
estos testimonios y de los datos proporcionados por la investigación arqueológica,
conocemos algunos aspectos de la religión de este pueblo. En esta última sección de la
muestra se presentan numerosos exvotos y objetos de culto representativos de la
religiosidad etrusca.
Siempre gracias a fuentes latinas sabemos que las normas relativas a la práctica
religiosa estaban codificadas en los Libros Sacros, en los cuales los etruscos habían
recogido la totalidad de los preceptos religiosos.
En los Libri Haruspicini, por ejemplo, se establecían todas las normas necesarias
para el examen de las vísceras de las víctimas sacrificadas, objeto de adivinación. El
órgano principal de este tipo de examen era el hígado: se conservan no sólo
numerosos documentos arqueológicos, como espejos figurados y urnas cinerarias
esculpidas, que lo representan en manos de los sacerdotes etruscos, sino también
verdaderos modelos en arcilla, bronce u otros materiales. Aquí veremos varios
ejemplares de unos y otros, como la “Tapa de una urna cineraria con arúspice”, el
sacerdote que interpretaba las señales en las vísceras, donde el personaje lleva un
hígado en la mano; o el “Plomo de Magliano”, una lámina de este material, que
representa probablemente un hígado, donde aparecen inscritas las indicaciones para la
realización de sacrificios.
En el mundo antiguo, la ofrenda a la divinidad era un aspecto primordial en el
ámbito del culto religioso. Una rica documentación en este sentido proviene de los
grandes santuarios de Etruria y en especial de las excavaciones en los depósitos
votivos localizados en el interior de las áreas sagradas donde se guardaban los dones
ofrecidos a los dioses, ya que su número aumentaba continuamente y era necesario
conseguir y utilizar nuevos espacios. Estos depósitos, relacionados estrechamente con
el poder económico del devoto y diferentes entre sí en cuanto a calidad, constituyen
un testimonio inagotable para el conocimiento del culto y de las prácticas religiosas.
En la edad más antigua las ofrendas estaban casi siempre constituidas por
objetos en cerámica y, en raras ocasiones, por estatuas de bronce que representaban a
distintas divinidades, figuras de oferentes y de animales, monedas o modelos en arcilla
de edificios. A veces la ofrenda estaba enriquecida por inscripciones que recuerdan el
nombre del dios o del oferente.
El fenómeno de la devoción asume dimensiones particularmente vistosas en
épocas clásico-tardía y helenística, ya que la vasta tipología se enriquece con la especial
serie de exvotos anatómicos. Estos objetos que reproducen las distintas partes del
cuerpo -cabezas, piernas, manos, pies, vísceras- están claramente relacionados con la
esfera de la salud y la fecundidad: estos exvotos casi siempre son expresión de la
religiosidad de las clases más modestas y suelen ser de producción local.
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