UN INTENTO POR COMPRENDER LA MENTE ASESINA

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Revista de Psicoanálisis, Psicoterapia y Salud Mental Vol. 2 nº
6, 2009
UN INTENTO POR COMPRENDER LA MENTE
ASESINA
Aurora Gardeta Gómez
1
Thomas Hobbes: el hombre es un lobo para el hombre.
Los deseos de muerte coexisten entre nuestras emociones junto con
los deseos de vida, al igual que los sentimientos de amor y odio que
forman parte de nuestras emociones. Muchos de nuestros instintos
destructivos más primitivos son desplazados o sublimados en la vida
adulta consecuencia de nuestro desarrollo en virtud de la adaptación
social.
Algunos de ellos se mantienen en nuestra conciencia y son
características que compartimos todos los seres humanos, como por
ejemplo,
el atractivo por la muerte como fuente de nuestra
curiosidad. La muerte es un misterio que desconocemos y como tal
nos atrae. Prueba de ello son las películas que consumimos donde la
crueldad es la fuente de interés de la que se nutre su éxito, las
novelas negras a las que nos aficionamos o las noticias que difunden
los medios de comunicación explotando su contenido morboso para
aumentar las audiencias.
1
Coordinadora de la Unidad Clínica de Psicoterapia Psicoanalítica Breve de la Usal.
El ser humano necesita estar de forma permanente
inmerso en
estímulos que le resulten excitantes y mantengan vivo al sujeto
psíquico. Estos estímulos pueden ser diversos para cada uno de los
sujetos y juegan un importante papel en la vida de la persona. Es
esa búsqueda de excitación la que nos distingue como sujetos
individuales, pero, ¿en qué momento esa búsqueda de estímulos se
inclina hacia la destrucción?
Se
empezará
por
centrar
la
atención
en
las
personalidades
psicopáticas, en un intento por comprender qué los hace diferentes.
Nos enfrentamos al deterioro más grave de las funciones del superyo
que abre las puertas al comportamiento antisocial. La persona
incapaz de experimentar un verdadero compromiso de amor con otro
ser humano, no está coaccionado por los
remordimientos si se
propone dañar, extorsionar o degradar, hasta el punto de sentirse
libre para acabar con la vida de otro.
Pero la ausencia de culpabilidad no se puede asumir como una
característica definitoria de la personalidad psicopática. Aunque en
algunos
casos
la
incapacidad
de
amar
y
la
ausencia
de
remordimientos se manifiesten de forma evidente como típicamente
psicopáticas,
se
encuentran
también
síntomas
ansiógenos
o
depresivos u otras señales neuróticas.
Si bien es cierto que la indiferencia ante el sufrimiento humano les
permite perpetrar los crímenes más atroces, habrá que analizar si
está o no acotada
a una esfera social tal como las figuras de
autoridad, o un grupo minoritario ya sea este de carácter religioso,
étnico, etc., y sin embargo se muestren intensos sentimientos de
amor ante sus familiares, amigos o grupo perteneciente.
Las fallas en los sentimientos de culpabilidad y de capacidad de amar
no son los únicos elementos que crean problemas para hacer la
diferencia
entre
las
personalidades
psicopáticas
y
el
resto.
Igualmente ocurre atendiendo al nivel más comportamental: no se
puede definir al psicópata por sus actos destructivos porque no es el
crimen quien define al criminal.
La exigencia histórica ha obligado durante años a cometer homicidios
a personas que estaban muy lejos de responder a una caracteriología
psicopática. Nadie se extraña que en tiempos de guerra, cualquiera
de los combatientes apretara el gatillo para dar muerte a otro ser
humano. Claro está que en este caso el comportamiento criminal se
justifica por la propia supervivencia, pero no faltan ejemplos para
ilustrar otros casos en los que esta condición no se cumple.
Recordemos el experimento de Stanley Milgran en el que participaron
personas que en principio no pertenecían a ninguna categoría
diagnóstica. Fueron capaces de infligir sufrimiento a otro ser humano
por el simple hecho de formar parte de un experimento. Bajo el
mandato del investigador, los sujetos experimentales propinaron
descargas eléctricas a otros desconocidos siguiendo las instrucciones
que se les indicaba, llegando
incluso a creer que la intensidad de
dichas descargas podían provocar la muerte del sujeto.
Otra perspectiva a tener en cuenta
para escrutar la mente
psicopática es si se puede tomar como genuina la dinámica individual
que motiva sus comportamientos destructivos.
D.J.West en su libro la delincuencia juvenil propone un ejemplo: “el
mismo hecho violento ha podido ser cometido por la liberación de una
madre dominadora que sofoca sus aspiraciones masculinas, otro por
estar supercompensándose un secreto sentimiento de ineptitud y otro
por dirigir hacia adultos inocentes el odio que ha ido acumulando
contra un padre cruel ante el cual no se atreve a manifestar sus
sentimientos. Pero esto tampoco es suficiente porque cualquiera de
estas reacciones a la presión puede ocurrir en una personalidad
normal, neurótica o psicopática”
Bajo
diferentes
estructuras
podemos
encontrar
los
mismos
comportamientos antisociales pero examinando a fondo se observa
que tanto en la personalidad normal como en la neurótica2, a
diferencia del psicópata, se vive dentro de la ley y se acepta en la
mayor parte de las facetas de la vida. Pero, producto de un conflicto
interno e
inconsciente del que el sujeto no puede desprenderse,
comete un acto delictivo -aun manteniéndose como una persona
adaptada en el resto de ámbitos -. En vez de resolver las tensiones
en forma de síntomas, aparece la conducta antisocial como el acting
out
de
la
culpa
desplazamiento
inconsciente,
esto
es,
entendida
como
el
a un nivel más aceptable que el que suscita la
asunción de cargar con el peso del conflicto original.
Cualquiera es capaz de agredir o matar, aunque las razones sean
muchas y muy diferentes3, pero cuando el único propósito es el de
lograr satisfacción, matar por el placer de hacer daño, cabe hacerse
la pregunta de a quién y por qué.
2
Si cabe hacer esta diferencia, o mejor dicho, si podemos hablar de una personalidad normal libre de
neuroticismo.
3
La agresión defensiva, como via de supervivencia. Pensemos por ejemplo en una pelea calllejera donde
un mal golpe se cobra la vida de una persona (aunque como dijo Erich from, desde que Freud introdujo la
noción de motivación inconsciente, pocas personas podrían salvarse de la intencionalidad de esta
En los homicidas, sobre todo cuando estos son capaces de matar a
más de una persona, un fenómeno que se encuentra con frecuencia
es el desplazamiento. Unas relaciones patológicas en el núcleo
familiar, ya desde la infancia del individuo, empiezan a gestar
fantasías de venganza que responden a las representaciones internas
de la persona con sus padres. La elección de la víctima para la
descarga de crueldad está dentro de la triangularidad edípica, pero
los actos se dirigen hacia otra/s persona/s.
El niño que creció en un ambiente hostil y negligente, no pudo más
que mantenerse en una actitud masoquista frente a los cuidadores
que más adelante se convertirá en hostilidad expresada hacia otras
personas, siendo un reflejo de la crueldad sufrida.
Esta sumisión en las primeras
relaciones, fue la única salida
tolerable. Se crea una identificación con un objeto cruel y despiadado
interiorizando la agresión como la forma de relación con los demás.
Encontrar dificultades para
obtener el amor necesario del que sólo
nos pueden proveer nuestros primeros cuidadores -sin los que no
sobreviviríamos ante un mundo en el que nacemos indefensosgenera una frustración que es la antesala de los impulsos agresivos
posteriores.
Sin embargo, no todos los que sufrieron esa infancia se convierten en
seres despiadados y crueles en la vida adulta, porque se pueden
compensar las carencias con relaciones afectivas y reparadoras con
otras figuras diferentes a las primeras.
conducta), la agresión instrumental como via para conseguir un fin (el drogadicto capaz de robar, asaltar
y matar para conseguir la sustancia), etc.
La persona que se encuentra en situación de manifestar su
agresividad, no puede hacerlo libremente contra quien gestó los
impulsos agresivos, sino que será necesario un desplazamiento hacia
otras figuras diferentes a los agentes frustrantes, como se comentaba
antes. Se busca un sustituto sobre el que descargar la violencia que
puede adoptar múltiples formas como la del vandalismo. Aquí se
dirige la destructividad hacia la propiedad ajena, que no es otra cosa
más que una forma de revelación contra la autoridad, contra la ley,
en última instancia, contra el padre que la representa.
Cuando hubo una relación afectiva suficiente, el miedo a la pérdida
del amor, es un poderoso incentivo para mantenerse en una posición
de conformismo frente a las normas.
Pero cuando esto no ocurre, y por el contrario encontramos a unos
padres hostiles, incoherentes en sus reacciones, alternativamente
afectivos y punitivos ante la misma situación, el niño no interioriza las
normas necesarias para su posterior funcionamiento.
El nivel comportamental de la frustración es una de las dos caras que
presenta, es más, se podría decir que es el reflejo de lo que ocurre a
un nivel más profundo. El odio expresado mediante actos violentos
esconde la inhabilidad para tolerar su frustración interna, dentro de
una estructura formada por un yo débil, con una baja estimación y
con unas defensas que se derrumban con facilidad.
Desafiar la ley en cualquiera de sus formas, a sabiendas del carácter
punitivo asociado a su falta de cumplimiento y de los riesgos a los
que se exponen al implicarse en situaciones peligrosas invita a
reflexionar si la contrapartida al comportamiento externo
relacionado con deseos inconscientes de sufrir.
está
En un estudio realizado en la Universidad de Columbia4, los
delincuentes mostraron una propensión a los accidentes dos veces
mayor que los no delincuentes. Esto es muy significativo si se tiene
en cuenta que la propensión a sufrir un accidente tiene su origen en
inclinaciones masoquistas: gozar del dolor, sintiendo alivio con las
desgracias porque inconscientemente creen merecerlas.
Hablar de un yo débil, con una historia infantil plagada de carencias
afectivas - en la que seguramente la parte narcisista fue gravemente
dañada y no pudo desarrollarse con normalidad- no sorprende
encontrar su relación con rasgos masoquistas. Pero llevando al límite
las conclusiones,
si el delincuente dirige hacia el exterior el
comportamiento destructivo cuando busca el castigo hacia sí mismo,
el homicida que dirige su deseo de muerte hacia los demás, ¿es un
suicida inconsciente?
Para Abrahamsem, el deseo de muerte está dirigido originalmente
contra el propio ego de la persona pero el homicida, temeroso de
matarse a sí mismo, mata a otra persona en su lugar. Los impulsos
homicidas y suicidas están entrelazados. También nos dice que
en última instancia, cuando una persona recurre a la violencia, lo
hace con el fin de obtener poder, que acrecienta su propia estimación
fundamentalmente fincada en su identidad sexual.
La conexión que tiene el crimen con la sexualidad es otra reflexión
necesaria para entender otro de los factores que influyen. A
continuación se exponen dos ideas acerca de esta cuestión:
4
David Abrahamsen, The psychology of crime, 1967.
Si entendemos el comportamiento sexual como una de las conductas
menos pautadas y aprendidas, tal como lo entiende Erich From, el
comportamiento sádico
en la intimidad, es un reflejo del carácter
sádico de la personalidad, que aparece en las perversiones. Nos dice:
"en ninguna esfera del comportamiento se manifiesta el carácter de
una persona tan claramente como el acto sexual".
Esta correspondencia entre el comportamiento sádico sexual y rasgos
sádicos del carácter, se aprecia con frecuencia en aquellos casos en
que el atacante, no conforme con matar a su víctima, también la
utiliza como objeto sexual al que violar, humillar y denigrar.
La relación violencia vs sexualidad, no resulta difícil de imaginar si
pensamos en la cantidad de parejas que resuelven sus disputas en la
cama. La violencia es sustituida por el sexo y al revés.5
De la misma manera que en las relaciones sexuales para que haya
una posición, necesariamente se tiene que dar la otra, la violencia
dentro de las parejas sentimentales se mantiene porque además de
un agresor, hay una víctima.
En ningún momento se pretende justificar la violencia, ni la
responsabilidad del homicida en su caso, sino simplemente plantear
una breve reflexión al respecto.
Desde el comienzo de la
relación sentimental, los miembros de la
pareja hacen una elección de aspectos del otro que encajan con los
intereses de uno y en esa elección se ponen en juego elementos
inconscientes de cada integrante.
5
Véase el paralelismo que en el mismo acto sexual tienen estos conceptos atendiendo a las dos posiciones
que se adoptan: “agresiva” donde uno da, penetra (sádico) y otro recibe (masoquista).
En una relación de maltrato, necesariamente tiene que existir una
víctima
dispuesta
a
sufrir:
el
autocastigo
y
la
necesidad
de
experimentar daño predisponen a la búsqueda inconsciente de un
amante sádico, con el que convertirse en víctima
de sus propias
pulsiones, exponiéndose a situaciones peligrosas que conforman el
equilibrio entre el que victimiza y el que tolera la victimización. Tanto
uno como otro construyen la dinámica de la interacción emocional
Pero el que la víctima tenga un papel activo en su relación con el
homicida, no ocurre siempre. Con frecuencia la víctima no es una
persona conocida y la única implicación que tuvo
fue estar en el
lugar inadecuado en el momento menos idóneo. En este caso: ¿cómo
surge el crimen? Una posible explicación, parte de la aparición de
emociones hostiles que comienzan a pujar por su realización. Si las
defensas del individuo no son suficientes y la sublimación como vía
de escape, fracasa, una dificultad externa puede convertirse en el
detonante que facilite el paso de la fantasía al acto.
Para la siguiente descripción se han sacado fragmentos del libro de
Robert Resller que pone como punto inicial la pérdida de empleo para
ilustrar cómo se van sucediendo los hechos:
Los niños desviados, cuando entran en la adolescencia, con el inicio
de la pubertad y la excitación sexual, se vuelven solitarios y
agresivos, se sienten engañados por la sociedad y canalizan esa
hostilidad hacia sus fantasías.
Ya en la vida adulta, se retraen hacia sí mismos centrándose en sus
propios problemas, excluyendo todo lo demás y utilizando sus
fantasías como la solución. Dichas fantasías se caracterizan en ellos
por tener elementos visuales fuertes y temas relacionados con la
dominación, venganza, el acoso y el control.
Mientras una persona normal fantasea con aventuras sexuales donde
la pareja imaginaria se divierta tanto como el que tiene la fantasía, el
desviado relaciona el sexo con actos destructivos que incluyen
degradar, humillar y dominar, y cuanto más se divierten los asesinos
más peligro corre la pareja imaginaria que
es despersonalizada,
convirtiéndola en objeto.
En el fondo las conductas criminales son autodestructivas porque el
asesino conoce que el crimen no está permitido y que quedará mal
parado si es descubierto. Aun así, toda la experiencia acumulada en
su vida le empuja a cruzar el umbral. Más tarde, llegará a creer que
es invencible y que nunca será detenido.
La presión va aumentando a medida que se acerca el instante de
cometer el acto violento. Aparece entonces una posible víctima, y el
potencial asesino se convierte en asesino real. El asesino está a la
vez asustado y emocionado. Durante el crimen ha experimentado una
fuerte excitación y eso le ha gustado. Espera varios días temiendo ser
detenido y castigado pero no sucede nada.
Lo más habitual es que después de cometer el primer asesinato su
egocentrismo aumente y le lleve a creer que puede repetirlo con
impunidad. Enriquece sus fantasías con detalles del primer asesinato
y empieza a construir el siguiente.
El primer crimen tenía algunos elementos de espontaneidad pero la
próxima víctima será seleccionada más cuidadosamente, se ejecutará
de un modo más experto y la víctima sufrirá más violencia.
El asesino en serie6, tras cada crimen, piensa en cosas que podría
haber hecho para que el asesinato hubiera sido más satisfactorio, y
que les empujan a cometer el siguiente homicidio.
Aquí se relata el suceder de los hechos sobre la base de un homicida
consciente de lo que hace, pero también hay estados que escapan al
control de la persona y que pueden conducir a perpetrar un
asesinato. La influencia de una enfermedad mental que haya mediado
en el crimen -un psicótico que en pleno delirio agrede o mata a otra
persona- al menos encuentra
solución en la medicina como vía de
tratamiento a través de los neurolépticos, pero no corre la misma
suerte el caso de las psicopatías, para las que no existe respuesta
farmacológica. Por lo pronto, sólo cabe plantearse como alternativa
de tratamiento un encuadre terapéutico, y la pregunta entonces es si
fuese posible abordarlo desde esta perspectiva.
El primer paso para crear una alianza terapéutica y un compromiso
de trabajo pasa por el reconocimiento de que hay un problema que
crea sufrimiento.
En
las
personalidades
psicopáticas,
la
ausencia
de
malestar
consciente es uno de los impedimentos para comenzar la terapia.
Cuando además, el sujeto obtiene beneficio por la
escrúpulos,
de
empatía,
de
sentimientos
de
culpa,
falta de
etc.,
-
generalmente laboral, que lo coloca en posición ventajosa respecto
del resto- el trabajo terapéutico se hace inviable.
Es necesario que el paciente –en cierta medida- pueda hacerse
responsable de lo que le ocurre, de mantener en su vida relaciones
sinceras y comprometidas, de construir una
moral y de tener una
capacidad para la depresión y la culpa, pero sobre todo, de ser capaz
de amar a los demás. La ausencia de la última en el adulto requiere
6
Término acuñado por el propio Robert Ressler
de un aprendizaje que tuvo que darse en las primeras etapas en las
que el niño, pasa del amor exclusivamente dedicado a uno mismo a
convertirse en amor al otro.
Para kernberg, excepto en circunstancias poco usuales, el tratamiento
está contraindicado para estos pacientes, principalmente en aquellos
casos en los que el paciente antisocial muestra como elementos
gratificantes las disposiciones sádicas de sus impulsos que pueden
ser
proyectadas
en
la
trasferencia
durante
el
proceso
psicoterapéutico, menospreciando al terapeuta y manipulándolo,
incluso haciéndole participe de las atrocidades cometidas o las que
están por planear.
Como se comenta al comienzo del artículo, puede haber restos de
estructuras neuróticas en el psicópata y es en esos resquicios donde
podemos mantener la esperanza de que la agresión pueda ser
sublimada en otros fines más adaptativos, si contamos con un
superyo que condene las pulsiones.
Siempre que haya sufrimiento en el sujeto, la disposición al cambio
permite un espacio de trabajo, y aunque en muchos de los casos no
se haga consciente, los conflictos emocionales entre ellos son muy
comunes.
Pero el que se desaten antiguos conflictos no parece suficiente para
entender que una persona lo resuelva mediante el homicidio. Quizás
la intervención de rasgos de la personalidad sádica, de una respuesta
al interés por el sufrimiento ajeno y la búsqueda de angustia del otro
El sádico vierte su esfuerzo
en el control y la dominación de los
objetos con fines sexuales. De nuevo se repite la conexión
entre la
sexualidad y la destrucción.7
En el amor hay un riesgo de ser rechazado por el otro y eso escapa
al control del sádico que únicamente se siente cómodo allí donde
puede ejercer su dominación. Por el contrario, aquello que le
provoque incertidumbre, tambaleará su débil yo incapaz de soportar
lo incierto. De igual manera que sucede con el amor, pasa
nuevo, que
con lo
es temido y por tanto rechazado.- por ejemplo, la
xenofobia motivada por temores sádicos que se convierten en odio u
hostilidad hacia los extranjerosEl sadismo encuentra múltiples vías para su expresión. La violencia
física es una de las más crueles que adopta pero no hay que olvidar
que a través de la palabra, también se satisface el impulso agresivo.
Para Stekel, el hombre normal disimula o sublima su crueldad infantil
y se somete a las exigencias de la civilización; pero en su fuero
íntimo, sigue siendo cruel.
¿Que pasaría si el ser humano no encontrara impedimentos en el
mundo exterior y pudiéramos expresarnos con total impunidad?
El paso de la fantasía al acto no está separada más que por una
delgada línea que no es fácil delimitar. No podemos separar las
características individuales de la situación, ni tampoco sería posible
hacer un análisis por separado de la influencia de uno y de otro.
7
Freud en 1905 nos decía que la crueldad y el instinto sexual están íntimamente ligados. “Fijación de los
fines sexuales preliminares”
La misma dificultad se presenta si caemos en la tentación de definir
la mente asesina como parte constitutiva del individuo buscando la
presencia
o
ausencia
de
componentes
representativos
para
establecer unas fronteras que no existen. No hay un perfil psicológico
concreto, así que habrá que tener en cuenta el cúmulo de factores
que influyen en cada caso.
BIBLIOGRAFÍA
Abrahamsen, D. (1976). "La mente asesina". México, D.F. Fondo de
cultura económica.
Cáceres Lescarboura, A. (1991). " Los habitantes del pozo. Vida y
muerte en una cárcel-manicomio". Alicante. Editorial Agualclara.
Freud, S. (1909). " Análisis de la fobia de un niño de cinco años".
(O.C.II. 1365-1440). Madrid. Biblioteca nueva.
Freud, S. (1915). "Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la
muerte". (O.C.II. 2101-2117). Madrid. Biblioteca nueva.
Freud, S. (1915). " Los instintos y sus destinos". (O.C.II. 20392052). Madrid. Biblioteca nueva.
Freud, S. (1905). "Tres ensayos para una teoría sexual". (O.C.II.
1169-1237). Madrid. Biblioteca nueva.
Fromm, E. (1975). " Anatomía de la destructividad Humana". España.
Siglo Veintiuno Editores.
Kernberg, O.F. (1987): " Trastornos graves de la personalidad".
México, D.F.Editorial: el manual moderno.
Ressler, R.K. (2005). "Asesinos en serie". Barcelona. Editorial Ariel.
Stekel, W. (1954): " Sadismo y masoquismo. Psicología del odio y la
crueldad" Buenos Aires. Ediciones Imán.
West, D.J. (1970). " La delincuencia juvenil". Barcelona. Editorial
Labor.
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