el crédito al consumo en la ley 711995, de 23 de marzo

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EL CRÉDITO AL CONSUMO
EN LA LEY 711995, DE 23 DE MARZO
Mercedes Sánchez Ruiz
Ayudante E.U. de Derecho Mercantil
Universidad de Murcia
SUMARIO
1. CONCEPTO Y RÉGIMEN JURÍDICO DEL ~ R É D I T O
AL CONSUMO>>.
2. REFERENCIA A LA DIRECTIVA 871102lCEE, RELATIVA A LA APROXIMACIÓN
DE LAS DISPOSICIONES LEGALES, REGLAMENTARIAS Y ADMINISTRATIVAS
DE LOS ESTADOS MIEMBROS EN MATERIA DE CRÉDITO AL CONSUMO.
3. LEY 711995, DE 23 DE MARZO, DE CRÉDITO AL CONSUMO.
3.1. Ámbito de aplicación de la ley.
3.2. Oferta contractual y su publicidad.
3.3. Contenido necesario y forma de los contratos de crédito al consumo.
3.3.1. Contenido.
a) Cláusulas obligatorias.
b) Consecuencias de su omisión en el contrato.
3.3.2. Forma.
a) Obligatoriedad de la forma escrita.
b) Consecuencias de su incumplimiento.
3.4. Adquisiciones financiadas .
3.4.1. Identidad entre el transmitente del bien y el concedente del crédito o financiador de la adquisición.
3.4.2. «Contratos vinculados».
a) Eficacia.
b) Derechos ejercitables.
3.5. Reembolso anticipado y cobro indebido en los contratos de crédito al consumo.
4. CONCLUSIONES.
1. CONCEPTO Y &GIMEN JURIDICO DEL «CRÉDITO AL CONSUMO*
Son contratos de crédito al consumo aquellos en los que una persona física o jurídica, en
el ejercicio de su actividad, profesión u oficio (empresario), concede o se compromete a conceder a un consumidor un crédito bajo la forma de pago aplazado, préstamo, apertura de crédito o cualquier medio equivalente de financiación, para satisfacer necesidades personales al
margen de su actividad empresarial o profesional.
De acuerdo con este concepto, según el artículo 1 de la Ley 711995, de 23 de marzo, de
Crédito al Consumo (en adelante, LCC), para calificar una determinada relación contractual
como constitutiva de «crédito al consumo», los factores esenciales son los sujetos intervinientes y lafinalidad de la operación. Por tanto, son contratos de crédito al consumo, en principio, aquellas operaciones de financiación concertadas entre un empresario y un
consumidor1.
La LCC no es la única norma que, en nuestro Derecho, regula este tipo de contratos de
crédito. El régimen jurídico del crédito al consumo no responde en Derecho español, ni
siquiera después de la promulgación de la mencionada ley, a principios unitarios2, sino que
debe completarse con otras normas cuyo contenido, rango y ámbito de aplicación difieren
notablemente.
En este sentido, por ejemplo, la venta a plazos puede ser considerada como una modalidad de crédito al consumo3 cuando se celebre entre un consumidor y un empresario, ya
que, de acuerdo con el amplio concepto legal, es crédito al consumo también el concedido bajo la forma de «pago aplazado» (cfr. art. 1 LCC). Cuando se elaboró la LCC, estas
operaciones estaban reguladas en la Ley 5011965, de 17 de julio, sobre ventas de bienes
muebles a plazos. Esta ley establecía un régimen no sólo para las compraventas incluidas
dentro de su ámbito de aplicación, sino también para «los préstamos destinados a facilitar su adquisición». En este sentido, la doctrina había destacado la vocación de generalidad (frustrada sin embargo en la práctica4) que parecía informar esta norma, cuya
regulación se extendía a «los diferentes mecanismos de financiación a la adquisición de
bienes muebles corporales no consumibles, tanto por particulares para sus necesidades
personales o familiares como por profesionales para el desarrollo de su industria, empresa o profesión5».
En consecuencia, en relación con un mismo supuesto de hecho confluyen dos regulaciones, la Ley de ventas a plazos y la LCC, a pesar de que el ámbito de aplicación de ambas no
1 Cfr. la delimitación de este concepto, así como la definición de crédito al consumo que recoge CASADO
CERVIÑO, A,: «El crédito al consumo y la protección de los consumidores», RDBB, No 11, 1983, págs. 486 y SS;
494 y 495. Últimamente, sobre los conceptos de «crédito» y de «crédito al consumo», éste último perfilado a través de una <<delimitaciónsubjetivo/'ncional», vid. GARC~A-PITALASTRES, J.L.: «Las fronteras del Derecho
mercantil: ¿existe el «crédito civil» al consumo?», CDC, no 24, 1997, págs. 17-33.
2 Cfr. ALFAR0 ÁGUILA-REAL, J.: voz «Crédito al consumo», E.J.B., t. 11, Civitas, Madrid, 1995, pág. 1.795.
3 Vid., en este sentido, MARTINEZ DE AGUIRRE, C.: «Sobre la regulación legal de la financiación al consumidor: de la Ley de ventas a plazos a la Ley de crédito al consumo», AC, no 36, 1996-4, pág. 795.
4 Cfr. el exhaustivo análisis desarrollado por MARTÍNEZ DE AGUIRRE sobre los factores que han determinado la «escasa fortuna» de la Ley de ventas a plazos, en «Sobre la regulación legal», cit., págs. 799 a 801
5 Cfr. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, C.: «Sobre la regulación legal», cit., pág. 798.
coincide plenamente puesto que la primera se aplica a operaciones con consumidores y con
no consumidores. Parece previsible, por tanto, que se produzcan conflictos.
Consciente el legislador de esta situación, trata de fijar algunos criterios para su resolución. Así, la Disposición Final segunda de la LCC establecía el carácter supletorio de la Ley
de venta de bienes muebles a plazos. No obstante, esta misma Disposición ordenaba la aplicación a los contratos en los que esta última resultara de aplicación preferente, en todo caso,
de determinadas normas de la LCC. En efecto, la D.F. 2" disponía:
«Los contratos sujetos a la Ley 5011965 que se encuentren incluidos en el ámbito
de aplicación de la presente Ley de Crédito al Consumo se regirán por los preceptos
de ésta última y, supletoriamente, por los de aquélla.
A los restantes contratos sujetos a la Ley 5011965, además de las normas de la
misma, les serán de aplicación las contempladas en el apartado 2 del artículo 6, el
artículo 7, salvo el primer párrafo; el artículo 8; el apartado primero del artículo 14,
y los artículos 17 y 18 de la presente Ley».
Por otra parte, la Disposición final tercera ordenaba al Gobierno la modificación de la
Ley 5011965, con el objeto de que quedaran finalmente clarificados sus respectivos ámbitos de aplicación y se eviten, en lo posible, conflictos entre ellas. En cumplimiento de
este mandato, se ha promulgado recientemente la Ley 2811998, de 13 de julio6. Esta
norma, que deroga la Ley 50165, de 17 de julio, sobre venta a plazos de bienes muebles,
establece en su artículo 2 el carácter supletorio de la Ley de ventas a plazos respecto a la
LCC, declarando esta última de aplicación preferente «en todo aquello que favorezca a l
consumidor».
Además, la nueva Ley de ventas a plazos opta por eliminar la citada Disposición Final
2" de la LCC, calificada de «compleja» por el propio legislador, e incorpora directamente
en el contenido de la Ley 2811998 aquellos aspectos de la LCC cuya aplicación quiere
extenderse a todas las operaciones incluidas dentro su propio ámbito de aplicación, o bien
establece remisiones específicas a preceptos concretos de la LCC7.
Este panorama normativo viene a complicarse aún más cuando el empresario o concedente es una entidad de crédito o establecimientofinanciero de crédito, caso en el cual la
aplicación del capítulo 111 de la LCC, según su Disposición Final primera, queda subordinada a la inexistencia de normativa sectorial específica «que en cualquier caso respetará el
nivel de protección del consumidor previsto por aquella».
Por tanto, en aquellas operaciones de crédito al consumo en las que el financiador
sea una entidad de crédito o un establecimiento financiero de crédito, se aplica la LCC
excepto en las materias relativas a las ofertas contractuales y su publicidad, así como
6 Aunque se ha superado con creces el plazo de seis meses desde su entrada en vigor establecido en la LCC
para llevar a cabo esta modificación, el Proyecto de ley de venta a plazos de bienes muebles (BOCG 29 de abril de
1997), publicado en AC Legislación, 1997-1, págs. 645 y SS.,ha dado paso a la Ley 2811998, de 13 de julio, de ventas de bienes muebles a plazos (BOE no 67, de 14 de julio).
7 Como se señala en la Exposición de Motivos de la Ley 2811998, «hay numerosas remisiones a la Ley de Crédito al Consumo, tanto haciendo referencias expresas como trayendo a la Ley el contenido de aquellas disposiciones
encaminadas a proteger al consumidor y que se han declarado de aplicación necesaria a las ventas a plazos».
respecto a la información que las entidades de crédito deben proporcionar a los consumidores sobre los anticipos en descubiertos que realicen en el marco de un contrato de
cuenta corriente. En estas materias, reguladas en al capítulo 111 LCC, se considera de
aplicación preferente, en su caso, la normativa sectorial específica, propia de las entidades de crédito8.
Por tanto, en las materias que hemos apuntado, las disposiciones normativas sectoriales
se aplicarán prioritariamente, sustituyendo a las contenidas en el capítulo 111de la LCC. No
obstante, plantea algunas dudas la exigencia de que la normativa sectorial aplicable deba
respetar el nivel de protección del consumidor alcanzado por la LCC, lo que parece que
debe interpretarse como un límite legal, de carácter material, a los órganos con potestad
reglamentaria en esta materia y, en particular, al Banco de España9.
No es necesario insistir en la complejidad del «sistemalo» diseñado por el legislador
español, que configura el obstáculo principal para la consecución de la finalidad esencial
perseguida por esta disciplina: la protección de los consumidores de crédito".
En las páginas que siguen centraremos nuestra atención en el régimen previsto por la
LCC, tratando de sistematizar, en la medida de lo posible, el contenido de esta norma, cuyo
origen debe situarse en las exigencias armonizadoras procedentes del Derecho comunitario
europeo.
8 Esta normativa sectorial viene constituida, principalmente, por un conjunto de disposiciones de rango reglamentario, dictadas en desarrollo de la Ley 2611988, de 29 de julio, sobre disciplina e intervención de las entidades de
crédito. Cfr. la Exposición de Motivos de la LCC, donde expresamente se señala que, en desarrollo de esta ley, «se
han dictado ya normas importantes en materia de crédito al consumo», si bien sólo son aplicables a las entidades de
crédito y, además, tienen carácter administrativo, por lo que no afectan al régimen de obligaciones y contratos.
Entre las disposiciones que conforman esta normativa sectorial destacan la O.M. de 12 de diciembre de 1989
(BOE 19-12, 2700), y la Circular del Banco de España 811990, de 7 de septiembre (BOE 20-12, 1944), sucesivamente modificada por las Circulares 1311993, de 21 de diciembre (BOE 31-12,3623) 511994, de 22 de julio (BOE
3-8, 2281) y 311996, de 27 de febrero (BOE 13-3,5846). Finalmente, en el sector específico de los préstamos hipotecarios, debe tenerse en cuenta la O.M. de 5 de mayo de 1994, sobre transparencia de las condiciones financieras
de los préstamos hipotecarios.
9 ALFAR0 ha criticado duramente esta previsión, que tiene como efecto «que una ley específica sea supletoria de una norma reglamentaria». A su juicio, la única (interpretación sensata» es considerarla como «una legitimación a la Administración para llevar a cabo un doble desarrollo reglamentarion a cargo del Banco de España o
del Ministerio de Economía y Hacienda, respectivamente, «en función de que el prestamista sea o no una entidad
de crédito». Cfr., J. ALFAR0 AGUILA REAL, «Observaciones críticas al Proyecto de Ley de Crédito al Consumo», RDBB, no 56, 1994, págs. 1.036 y SS., en particular pág. 1.037.
10 Vid. MARTÍNEZ
DE AGUIRRE, C., «Sobre la regulación legal», cit., pág. 808.
11 Cfr. la Exposición de Motivos de la LCC, que alude en varias ocasiones a esta finalidad tuitiva. En torno
a la protección de los consumidores en éste ámbito, vid. el pormenorizado estudio de CASADO CERVINO, A,: «El
crédito al consumo», cit., págs. 483 y ss
2. REFERENCIA A LA DIRECTIVA 87/102/CEE, DE 22 DE DICIEMBRE DE 1986,
RELATIVA A LA APROXIMACIÓN DE LAS DISPOSICIONES LEGALES,
REGLAMENTARIAS Y ADMINISTRATIVAS DE LOS ESTADOS MIEMBROS
EN MATERIA DE CRÉDITO AL CONSUMO
La LCC tiene por objeto, según su Exposición de Motivos, la adaptación al Derecho
español de la Directiva 87112lCEE de 22 de diciembre, modificada por la Directiva
90/88/CEE, de 22 de febrero de 1990T2.
Con anterioridad a la promulgación de la Ley, gran parte del contenido de estas normas
comunitarias ya había tenido acceso al Ordenamiento español a través de la normativa sectorial aplicable a las entidades de crédito a la que ya nos hemos referido. Tales disposiciones, sin embargo, no bastaban para la adecuada transposición de las Directivas comunitarias
en materia de crédito al consumo, ya que aquéllas requerían la extensión de su régimen a
otros empresarios, además de las entidades de crédito (únicas a las que se aplica la normativa sectorial citada). Por otra parte, las Directivas afectaban al «régimen de perfeccionamiento, eficacia y ejecución de los contratos» y, como hemos apuntado, a la Ley sobre ventas
de bienes muebles a plazos, circunstancia por la cual era preciso que la norma de transposición tuviera rango de Ley13.
Debe tenerse en cuenta que la Directiva 871102lCEE sobre crédito al consumo ha sufrido una nueva modificación, de reducido alcance, por medio de la Directiva 9817lCE de 16 de
febrero de 199814, que cambia la redacción del artículo 3 de la Directiva 871102lCEE en
materia de publicidad, así como los Anexos relativos al cálculo de la T.A.E.I5.
3. LEY 711995, DE 23 DE MARZO, DE CRÉDITO AL CONSUMO
3.1. Ámbito de aplicación de la ley
No resulta en absoluto sencillo describir cuál es el ámbito de aplicación de la LCC. Aunque, como hemos visto, en su artículo 1 define el crédito al consumo de un modo muy
amplio, su regulación no se extiende, sin embargo, a todo crédito susceptible de ser calificado como tal o en general destinado a permitir el acceso a los llamados bienes de c o n ~ u m o ' ~ .
Por el contrario, para determinar si un contrato de este tipo está incluido en el ámbito de aplicación de la LCC, así como si ésta debe aplicarse íntegramente o sólo en algunos de sus pre-
12 Vid. un estudio detallado de la Directiva en AMORÓS DORDA, E J . : «La Directiva 871102lCEE. Protección del consumidor y crédito al consumo», CDC, no 2, 1987, págs. 123.145.
13 Sobre este tema, vid. ALFAR0 ÁGUILA-REAL, J.: «Observaciones críticas», cit., págs. 1.033 y 1.034, así
como la Exposición de Motivos de la LCC.
14 DOCE no 101, de 1 de abril de 1998.
15 Cfr. SÁNCHEZ-CALERO GUILARTE, M.: «Modificaciones en la normativa comunitaria en materia de
crédito al consumo», RDBB, no 69, 1998, págs. 272 y 273.
16 Esta expresión es utilizada por ROCA GUILLAMÓN, J.: «Los contratos de crédito al consumo. Forma y
contenido, reembolso anticipado y cobros indebidos.(Ley 711995, de 23 de marzo», en AA.VV., Crédito y protección del consumidor, (dir. NIETO CAROL, U.), Estudios de Derecho judicial, CGPJ, Madrid, 1996, pág. 148.
ceptos, será necesario atender a cuatro factores: los suietos (i), el importe (ii), el obieto (iii)
y el plazo pactado vara el reembolso (iv) en la operación de crédito de que se trateI7.
i) Desde el punto de vista subjetivo, la aplicación de la LCC requiere que el contrato se
celebre entre un empresario y un consumidor.
Se considera empresario, a estos efectos, toda persona física o jurídica que, en el ejercicio de su actividad, profesión u oficio, conceda a un consumidor un crédito bajo cualquier
forma de financiación (pago aplazado, préstamo, apertura de crédito, u otro medio equivalente), para satisfacer necesidades personales de éste al margen de su actividad empresarial
o profesional (art. 1.1. LCC). Respecto al empresario que tenga el carácter de entidad de crédito, debe recordarse que la aplicación del capítulo 111 de la Ley queda subordinada a la inexistencia de normativa sectorial específica (D.F. primera).
De acuerdo con el artículo 1.2 LCC, se entenderá por consumidor la persona física que,
en las relaciones contractuales reguladas en esta Ley, actúa con un propósito ajeno a su actividad empresarial o profesional. Debe hacerse notar que este concepto es más restringido
que el previsto en la Ley 2611984, de 19 de julio, General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, que también incluye a las personas jurídicasI8.
ii) Atendiendo al importe del crédito, quedan excluidos del ámbito de aplicación de la ley
los contratos de crédito cuyo importe sea inferior a 25.000 pesetas o superior a 3.000.000. A
estos últimos, no obstante, les será de aplicación el capítulo 111.
La fijación de estos límites encuentra su justificación, según algún autor, en cuanto a la
cuantía mínima, en la conveniencia de no imponer cargas de información en casos donde el
perjuicio para el consumidor puede ser irrelevante, mientras que, en cuanto al límite de
3 millones, la razón parece residir en la presunción de que el consumidor, en tales casos, está
en condiciones de obtener por sí solo la información adecuadaI9. Parece, sin embargo, que
esta última presunción no está demasiado justificada si tenemos en cuenta la escasa cuantía
de la cifra máxima fijada por el legislador, que dejará fuera del ámbito de aplicación de la
Ley a numerosas operaciones de crédito realizadas por consumidores.
iii) Desde el punto de vista del ob!eto del contrato, la LCC realiza cuatro exclusiones. En
primer lugar, se excluyen los contratos de suministro, ya que, según el art. 1.3, no se consideran contratos de crédito aquellos que consistan en la prestación de servicios de forma continuada, en los que el consumidor tenga derecho, dentro de su periodo de duración, a pagar
los servicios a plazos20. En segundo lugar, en cuanto a los contratos de crédito en cuenta
17 Vid. las reflexiones de ALFAR0 ÁGUILA-REAL, con relación al Proyecto pero perfectamente aplicables
a la Ley, sobre la complejidad que encierra la determinación del ámbito de aplicación de la LCC, así como las sugerencias propuestas por este autor para simplificarlo, en «Observaciones criticas», cit., págs. 1.034 a 1.036.
18 Cfr. SÁNCHEZ CALERO, F., Instituciones de Derecho Mercantil, 11,20"ed., McGraw-Hill, Madrid, 1997,
pág. 276. Sobre el concepto de consumidor, cfr. artículo 1.2 y 1.3 de Ley 2611984, de 19 de julio, General para la
Defensa de los Consumidores y Usuarios. Vid., asimismo, A. BERCOVITZ, en R. BERCOVITZIJ. SALAS
(Coords.), Comentarios a la Ley Generalpara la Defensa de los Consumidores y Usuarios, Civitas, Madrid, 1992,
págs. 25-43.
19 Cfr., con relación a la Directiva, que también establecía un límite cuantitativo inferior y otro superior,
ALFAR0 ÁGUILA-REAL, J.: voz «Crédito al consumo», cit., pág. 1.795.
20 Art. 1.3 LCC.
corriente concedidos por una entidad de crédito que no constituyan cuentas de tarjeta de crédito, únicamente se les aplica el artículo 19, que establece determinados deberes de información al consumidor sobre los anticipos en descubiertos2'.
Respecto a los créditos garantizados con hipoteca mobiliaria, en tercer lugar, se excluye
prácticamente la aplicación de la LCC, ya que no se les aplicará el capítulo 11. Es precisamente en ese capítulo donde se contienen las disposiciones más importantes de la ley, en
materias tales como la forma y contenido de los contratos, algunas reglas en caso de ineficacia, reembolso anticipado del crédito y cobro de lo indebido, o la eficacia de los contratos
de adquisición de un bien vinculados a la obtención de un crédito. De este capítulo segundo,
únicamente se aplicará a los créditos hipotecarios la norma que establece los derechos ejercitables en los contratos vinculados (art. 15 LCC), excluyéndose, además, la aplicación a
aquéllos del artículo 19, relativo a la información al consumidor sobre los anticipos en descubierto22.En cuarto y último lugar, quedan excluidos los créditos gratuitos, y aquellos en
los que, sin fijarse interés, el consumidor se obligue a reembolsar de una sola vez un importe determinado superior al del crédito concedido23.
Fuera de estos supuestos, expresamente excluidos, quedan regulados por la presente Ley,
desde el punto de vista objetivo, operaciones de muy diverso tipo, ya que, según su artículo 1,
ésta se aplica a todos aquellos contratos en los que una persona concede o se compromete a
conceder crédito «bajo la forma de pago aplazado (...) o cualquier medio equivalente de
iv) Finalmente, según el plazo pactado para el reembolso, se excluyen los créditos a corto
plazo. Quedan fuera del ámbito de aplicación de esta ley aquellos créditos en los que el consumidor reembolse el crédito dentro de un único plazo que no rebase los tres meses, o en
cuatro plazos, como máximo, en un periodo que no supere el añoz5.
3.2. Oferta contractual y su publicidad
Entre los mecanismos de protección del consumidor de crédito, la fijación de deberes de
información se ha revelado como un medio especialmente útil para tal fin, siendo el más utilizado por el l e g i ~ l a d o r ~ ~ .
La LCC anticipa el deber de proporcionar al consumidor una información adecuada y
veraz incluso al periodo anterior a la celebración del contrato de crédito. Así, el artículo 16
regula las ofertas contractuales en este sector, imponiendo al empresario su mantenimiento
21 Art. 2.1.c) LCC.
22 Vid. artículos 2.2., 6 a 14, 15 y 19 LCC.
23 Art. 2.1.d) LCC.
24 Respecto al ámbito de aplicación de la LCC, desde un punto de vista objetivo o material, vid. GARC~APITA LASTRES, J.L.: «Las fronteras del Derecho mercantil», cit., págs. 33-70.
25 Art. 2.1.b) LCC.
26 Esta afirmación tiene validez no sólo en el ámbito de la LCC, sino, sobre todo, para las normas sobre transparencia bancaria y protección de la clientela de las entidades de crédito. Sobre la importancia de la información
para la protección de los consumidores, vid. CASADO CERVINO, A.: «El crédito al consumo», cit., págs. 495 y SS;
ALFAR0 ÁGUILA- REAL, J.: voz «Crédito al consumo», cit., pág. 1.795.
por un periodo mínimo de diez días, así como la entrega, si el consumidor lo solicita, de un
documento en el que consten «todas las condiciones del
Igualmente, se establece la obligación de expresar la T.A.E. en la publicidad de tales ofertas exhibida en los locales comerciales del empresario, siempre que en ella se indique el tipo
de interés u otras cifras relacionadas con el coste del crédito (art. 17 LCC). Este último precepto resulta, en nuestra opinión, de escasa utilidad para cumplir la finalidad de información
del consumidor que lo inspira. De un lado, puede eludirse fácilmente no indicando en la
publicidad el tipo de interés ni otra cifra relacionada con el coste del créditoz8y, de otro, se
refiere únicamente a la publicidad que se exhiba en los locales del empresario.
3.3. Contenido necesario y forma de los contratos de crédito al consumo
3.3.1. Contenido
a) Cláusulas obligatorias
En los contratos de crédito al consumo deberán constar, necesariamente, los datos previstos en el art. 6.2 LCC, pudiendo ser ampliado este contenido legal mínimo por vía reglamentaria.
Las menciones exigidas por la LCC son las siguientes:
1. El coste total del crédito, a través del establecimiento de la tasa anual equivalente
(T.A.E.)29.
2. Los diferentes pagos a realizar por el consumidor, señalando su número, importe y
periodicidad o fecha.
3. Por último, una relación de los elementos que componen el coste total del crédito
(garantías, comisiones u otros gastos a cargo del prestatario).
En el artículo 18 se establecen los conceptos que comprende el coste total del crédito
(intereses y demás gastos o cargas para el consumidor, incluidos, en su caso, los seguros de
amortización del crédito) y se define la T.A.E. como «el coste total del crédito, expresado en
un porcentaje anual sobre la cuantía del crédito concedido»30.El artículo 8, a su vez, regula
27 La dificultades para exigir al empresario el cumplimiento de este deber de entrega del documento en el que
conste la oferta han sido resaltadas por ALFARO, quien considera más acertado suprimirlo, manteniendo únicamente la inevocabilidad, durante siete días (diez, según la ley) de toda oferta de crédito que realice un empresario
a un consumidor. Cfr. ALFARO ÁGUILA-REAL, J., «Observaciones críticas», cit., págs. 1.040 y 1.041.
28 Se refiere a esta circunstancia, que se produce de modo idéntico respecto al paralelo art. 15 LVP,
MARTÍNEZ DE AGUIRRE, C.: «Sobre la regulación legal», cit., pág. 808.
29 Cfr. la definición de la T.A.E. prevista en el art. 18 LCC, así como el Anexo, donde se especifica la fórmula matemática para su cálculo. Vid., asimismo, la Directiva 98/7/CE de 16 de febrero de 1998 (DOCE no 101, de 1 de
abril de 1998, pág. 17 y SS),que tiene por finalidad armonizar las diferentes versiones comunitarias en la materia.
30 ALFARO, por su parte, define la «tasa anual efectiva» como «la determinación del tipo de interés de acuerdo con lo que resulta de su cálculo como intereses anuales pospagables, es decir, sumados al capital anualmente».
Cfr. ALFAR0 ÁGUILA-REAL, J.: voz «Crédito al consumo», cit., pág. 1797. Para una visión de la T.A.E. desde
el punto de vista económico, vid. SÁNCHEZ SÁNCHEZ, M.P.: «Aspectos económicos de la Ley 711995, de 23 de
marzo, de Crédito a Consumo», CDC. n017, 1995, págs. 275 y SS.
las condiciones para que proceda una eventual modificación del coste total del crédito, la
cual no podrá realizarse, en perjuicio del prestatario, a no ser que esta posibilidad hubiera
sido prevista de modo expreso en el contrato. Este mismo precepto fija, además, el contenido necesario del documento en el que debe hacerse constar la modificación, del mismo modo
que se hace en al artículo 6 respecto a la propia celebración del contrato.
b) Consecuencias de su omisión o inexactitud en el documento contractual
Paralelamente a la exigencia de las tres menciones obligatorias que hemos apuntado, la
LCC (art. 7) señala consecuencias distintas para la omisión o la inexactitud de cada una de
ellas.
i) Así, si se omite la T.A.E., el consumidor deberá abonar únicamente el interés legal.
ii) Si no se expresa el número e importe de los pagos, el consumidor estará obligado a
pagar el precio al contado o el nominal del crédito en los plazos convenidos, siempre que
tales plazos no se hayan omitido o se hayan hecho constar pero sean inexactos. En caso de
que se hayan omitido los plazos o consten inexactamente, se establece que no podrá serle
exigido el pago al consumidor antes de la finalización del contrato.
iii) Por último, cuando la omisión se refiera a los elementos diversos que componen el
coste total del crédito, no podrá exigirse al consumidor el abono de gastos no citados en el
contrato ni la constitución o renovación de garantías.
Así pues, se establecen determinadas consecuencias para los supuestos en que falten en
contrato circunstancias que configuran el contenido necesario del mismo, de acuerdo con
I dispuesto en el artículo 6 LCC. Tales consecuencias varían en atención al dato concreto
que haya sido omitido. En caso de que consten todas estas menciones pero alguna de ellas
sea inexacta, el último párrafo del artículo 7 dispone que se modularán las consecuencias que
hemos señalado en función del perjuicio que de la inexactitud se derive para el consumidor.
Por tanto, el Juez podrá moderar tales consecuencias atendiendo al daño que la constancia
inexacta en el documento contractual de las menciones previstas en el artículo 6.2 haya causado al prestatario/c~nsumidor~~.
3.3.2. Forma
a) Obligatoriedad de la forma escrita
Los contratos sometidos a la LCC deberán formalizarse por escrito, debiendo entregarse
un ejemplar debidamente firmado a cada una de las partes que i n t e r ~ e n g a n(art.
~ ~ 6.1 LCC).
Se establece, pues, una excepción al principio de libertad de forma (art. 1278 CC) al exigirse la forma escrita para los contratos de crédito al consumo, aunque no es preciso que
31 Señala diversas cuestiones suscitadas por este inciso ROCA, J.: «Los contratos de crédito», cit., págs. 166 y SS.
32 En tomo a los problemas interpretativos que plantea este «deber de formalizar el contrato en tantos ejemplares como partes intervengan y entregar a cada una su ejemplar firmado», vid. ROCA GUILLAMÓN, J.: «Los
contratos de crédito», cit., págs. 156 a 159.
conste en documento público. La razón de este requisito formal debe buscarse en el deseo de
introducir certeza en el contenido y en los términos de una relación que reviste cierta complejidad. Se trata de proporcionar mayor seguridad al consumidor, mediante la información
que se le suministra por escrito sobre las condiciones y el contenido de la relación jurídica
de la que es parte33.De ahí que la exigencia de forma escrita, para lograr la finalidad informadora expresada, vaya ligada, como hemos visto, a la determinación por el legislador del
contenido necesario del contrato de crédito al consumo.
b) Consecuencias de su incumplimiento
Conforme a las reglas generales del Derecho civil, el incumplimiento de un requisito de
forma ad solemnitatem constituye una infracción de la norma legal que lo impone y, en consecuencia, determina la nulidad radical o absoluta del negocio (art. 6.3 CC). El artículo 7.1
LCC constituye una aplicación de esta regla general, ya que establece la nulidad del contrato de crédito al consumo en el que se haya incumplido la forma escrita.
La consecuencia de tal nulidad será, por tanto, «la ausencia de los efectos queridos o buscados por las partes mediante su celebración, aunque no de otros que pudieran ser consecuencia de la propia nulidad»34.
Sin embargo, se ha criticado este resultado por ser absolutamente contrario al fin tuitivo
perseguido, ya que el consumidor debería restituir de modo inmediato lo recibido en virtud del contrato35.Esta circunstancia, especialmente gravosa para el consumidor, hace que
esta sanción de nulidad en caso de incumplimiento de la forma escrita legamente establecida deba ser intrepretada con cierta cautela36.
Por otra parte, la declaración de nulidad del contrato de crédito al consumo, a falta de una
restricción expresa de la legitimación para el ejercicio de la acción de nulidad en estos casos,
podría ser instada por el propio empresario responsable del incumplimiento de las formalidades legalmente previstas3'.
En consecuencia, los perjuicios que la sanción de nulidad establecida en el art. 7.1 LCC
puede causar al consumidor parecen justificar una interpretación «correctora» o, al menos,
flexible, que conduzca a resultados más coherentes con el espíritu y finalidad de la norma.
De acuerdo con la interpretación mayoritaria de nuestra doctrina y jurisprudencia en
materia de forma de los contratos. la falta de observancia de la forma ad solemnitatem no
33 Vid., en este sentido, ROCA GUILLAMÓN, J.: «Los contratos de crédito», cit., pág. 153.
34 Cfr. ROCA GUILLAMÓN: «Los contratos de crédito», cit., pág. 154.
35 Apuntan este efecto ALFARO: «Observaciones críticas», cit., pág. 1.042 y ROCA GUILLAMÓN: «Los
contratos de crédito», cit., pág. 155.
36 Según ALFARO: («Observaciones criticas», cit., pág. 1.042), la sanción de nulidad del contrato sólo procederá cuando aún no se haya realizado la entrega (del dinero o, en caso de adquisiciones financiadas, del bien),
apoyándose esta solución en el carácter real del contrato de préstamo.
37 ROCA GUILLAMÓN, J.: («Los contratos de crédito*, cit., pág. 155) se refiere a la vigencia, en estos
supuestos, de la regla de no ir contra los propios actos, manifestación «típica» del principio de buena fe. Vid., por
todos, WIEACKER, F.: El principio general de la buenafe (trad. esp. J.L. CARRO), Civitas, Madrid, 1977, págs.
60-63, así como el prólogo a esta obra de L. DÍEZ PICAZO, pág. 21; MIQUEL GONZÁLEZ, J.M.: Comentario
del Código civil, Ministerio de Justicia, t. 1, págs. 50-53.
determina la invalidez del negocio, sino que su plena eficacia queda subordinada al otorgamiento de la forma incumplida, para lo cual las partes podrán, también en estos casos,
compelerse recíprocamente a la adecuada formalización de aquél (art. 1279 CC), siempre
que concurran los requisitos esenciales de validez previstos en el artículo 1261 CC. En
consecuencia, considerada como ad solemnitatem la forma escrita exigida para los contratos de crédito al consumo, cabe extender tal interpretación a estos supuestos, a pesar del
tenor literal del artículo 7.1 LCC. Habiendo sido admitida esta interpretación flexible
incluso en supuestos de incumplimiento de la forma pública (p.ej. escritura pública exigida para la aportación de bienes inmuebles a una sociedad civil, arts. 1667 y 1668 C.C.),
no parece difícil extenderla a un caso en que tan sólo se requiere que el negocio conste por
escrito38.
3.4. Adquisiciones financiadas
A pesar de las dificultades que la defectuosa técnica legislativa en esta materia provoca39,
cabe distinguir, en la regulación legal, dos supuestos diferentes de adquisiciones de bienes
financiadas con créditos al consumo: por una parte, aquellas en las que concurre en un
mismo empresario la condición de transrnitente o vendedor y financiador de la adquisición
(art. 9) y, por otra parte, aquellos supuestos en que no se produce tal identidad, de modo que
existen sendos contratos que ligan al consumidor, respectivamente, con el «proveedor» del
bien o servicio (según la terminología legal) y con el financiador, existiendo entre éstos dos
últimos una «vinculación» o acuerdo de colaboración. En este sentido, la LCC emplea, en
los arts. 14 y 15, la expresión «contratos vinculados» para referirse a los casos en que el proveedor de bienes o servicios de consumo haya concertado su financiación en exclusiva con
un determinado prestamista o financiadoiilO.
Conviene examinar separadamente los dos tipos de adquisiciones financiadas que hemos
señalado.
38 Seguimos aquí la solución propuesta por el profesor ROCA GUILLAMÓN. Sobre la cuestión, vid.,
ampliamente, ROCA GUILLAMÓN, J.: <Los contratos de crédito», cit., págs. 150 a 156.
39 Cfr. SÁNCHEZ HERRERO, J.R.: «Comentario a la Ley 711995, de 23 de marzo, de Crédito al Consumo»,
AC, no 31, 1996-3, págs. 714 y 715.
40 Junto a los preceptos señalados en el texto, el artículo 12 también se refiere a los contratos vinculados, para
regular las excepciones oponibles en caso de que existan obligaciones cambiarias. Según esta norma, «(...)si el consumidor y su garante se hubieran obligado cambiariamente mediante la firma de letras de cambio o pagarés,
podrán oponer ante el tenedor al que afecten las mencionadas circunstancias del artículo 15 las excepciones que
se basen en sus relaciones con el proveedor de los bienes o servicios correspondientes». Como ha señalado ALFARO, («Observaciones críticas», cit., pág. 1.051) esta norma no altera en nada el régimen previsto en los arts. 20 y
67 LCCh. Por otra parte, la LCC no establece una regulación alguna específica para el caso de que medien obligaciones cambianas en el supuesto de que proveedor y concedente coincidan. Señala los problemas que este vacío
legal puede provocar ALFARO, «Observaciones críticas», cit., pág. 1.052.
Fuera ya de los supuestos de obligaciones cambiarias, otra norma que viene a reproducir, para los contratos de
crédito al consumo, las reglas generales de la cesión de créditos es la prevista (con un ámbito general, y no referida, como el art. 12, exclusivamente a los contratos vinculados), en el artículo 11, con la rúbrica Excepciones oponibles en caso de cesión. Sobre cesión de créditos, vid. DÍEZ-PICAZO, L.: Fundamentos del Derecho civil
patrimonial. Las relaciones obligatorias, t. 11, Civitas, Madrid, 1993, págs. 804 y SS;en especial, pág. 823.
3.4.1. Identidad entre el transmitente del bien y el concedente del crédito
En caso de créditos concedidos por el mismo vendedor para la adquisición de determinados bienes de consumo, la nulidad o resolución de la venta o del contrato de financiación
determinará, según las reglas generales, la restitución recíproca de las presta~iones~~.
Ahora bien, cuando no sea imputable la nulidad (o la r e s o l ~ c i ó n )al~ vendedorfpresta~
rnista, tendrá derecho a deducir una serie de cantidades (cuyo importe fija el art. 9 LCC en
términos porcentuales) en concepto de «indemnización por la tenencia del bien por el comprador», así como «por la depreciación comercial del objeto», sin perjuicio de las acciones
que pudieran corresponderle, en su caso, por el deterioro de éste.
Esta norma no supone, sin embargo, una novedad en nuestro Ordenamiento, sino que, en
realidad, tan sólo viene a trasladar al ámbito del crédito al consumo la regulación, prácticamente idéntica, establecida en el artículo 11 de la Ley de ventas a plazos de 1965 para los
supuestos de resolución de los contratos que regulad3.
a) Eficacia (art. 14 LCC)
Conforme al art. 14 LCC, «la eficacia de los contratos de consumo en los que se establezca expresamente que la operación incluye la obtención de un crédito de financiación
quedará condicionada a la efectiva obtención de ese crédito», siendo nulo el pacto por el
que se obligue al consumidor a realizar el pago, ya sea al contado o según otra fórmula, para
el caso de que no obtenga finan~iación~~.
Por otra parte, la ineficacia del contrato de compraventa (u otro cuyo objeto sea la satisfacción de una necesidad de consumo) determinará la ineficacia del contrato de financiación
vinculado a aquél. En tal caso, deberá procederse a la restitución recíproca de las prestaciones en ambos contratos y, respecto al contrato de consumo, el vendedor tendrá derecho a
practicar las deducciones fijadas en el artículo 9, por la tenencia del bien por el comprador
y por la depreciación comercial del objeto, siempre que concurran los presupuestos estable41 En tomo a la restitución de las prestaciones y la posibilidad de indemnizaciones previstos en el art. 9 LCC,
vid. el estudio de VERDERA SERVER, R.: «Liquidación de relaciones contractuales derivadas de crédito al consumo: notas sobre el artículo 9 LCC», ADC, 1996, 11, págs. 606 y SS.
42 Algún autor se ha planteado si las deducciones previstas en este artículo procederán en los supuestos de
resolución (y no sólo nulidad, conforme al tenor literal del precepto) por causa no imputable al vendedor, considerando que una respuesta negativa implicaría «una excesiva amplitud en la protección del consumidor».
Vid. SÁNCHEZ HERRERO, J.R.: «Comentario», cit., pág. 715; vid., en este mismo sentido, si bien implícitamente,
MARTÍNEZ DE AGUIRRE, C.: «Sobre la regulación legal*, cit., pág. 808. En el mismo sentido, VERDERA SERVER, R.: «Liquidación», cit., págs. 625 y 626.
43 Cfr. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, C.: «Sobre la regulación legal», cit., pág. 802; SÁNCHEZ HERRERO,
J.R., «Comentano», cit., pág. 714 infine.
44 «En todo caso -precisa el art. 14.3 LCC- deberá quedar documentalmente acreditada la identidad del
proveedor de los bienes o servicios en el contrato de consumo y la del concedente en el contrato de crédito, de
forma que cada uno de ellos aparezca ante el consumidor como sujeto de las operaciones relacionadas con los respectivos contratos de los que es parte (...)».
cidos en dicho precepto, es decir, que las causas que hayan determinado la ineficacia del contrato de compraventa no le sean imputables al vendedor.45
El legislador manifiesta, cuando menos46,cierta desconfianza hacia los «contratos vinculados», al reconocer el derecho del consumidor a no concertar el crédito con el financiador con quien el proveedor acordó en exclusiva la financiación, pudiendo concertarlo con un
concedente distinto (art. 15.1.b) o bien realizar el pago en la forma que acuerde con el proveedor (art. 14.3, par. segundo).
No queda claro, sin embargo, si en tal caso el proveedor estará obligado a contratar con
el consumidor, contraviniendo así su acuerdo de financiación en exclusiva con un determinado financiador, ni las consecuencias que se seguirían para aquél en caso de que, incumpliendo aquella obligación, se niegue a contratar con el consumidor. Por esta razón, en la
práctica, la negativa del consumidor a concertar el contrato de crédito «vinculado» conducirá, en la mayoría de los casos, a que tampoco llegue a concertarse el contrato de adquisición.
Además, el temor de que tales negativas se produzcan, más que razonable a la vista de las
facilidades dadas por el legislador, tendrá como consecuencia la falta de incentivos para establecer este tipo de vinculaciones, lo cual perjudicará a todos los sujetos implicados, incluido el consumidor que perderá la ocasión de obtener mejores condiciones de finan~iación~~.
b) Derechos ejercitables
En caso de que el consumidor decida concertar estos «contratos vinculados», el artículo
15 le reconoce la posibilidad de ejercitar frente al financiador los derechos que le correspondan frente al proveedor, siempre que se haya producido el incumplimiento o cumplimiento defectuoso de éste y el consumidor haya reclamado judicial o extrajudicialmente
contra el proveedor y no haya obtenido la satisfacción a que tiene derecho. En definitiva, lo
que se reconoce al consumidor es la posibilidad de oponer la «exceptio non adimpleti contractusn y la de «non rite adimpleti contractus» no sólo frente al proveedor sino también
frente al financiador, negándose a seguir pagando los plazos del
En el régimen previsto en los arts. 14 y 15 LCC, subyace la finalidad de evitar que esta
«vinculación» perjudique al consumidor. Esta razón, unida a la de no propiciar restriccio-
45 Sobre los presupuestos de aplicación del artículo 9 LCC, vid. VERDERA SERVER, R.: «Liquidación, cit.,
págs. 620-627.
46 ALFAR0 considera que la intención del legislador era «impedir la existencia de contratos definanciación
y contratos de adquisición anudados entre si». En nuestra opinión, nada habría impedido al legislador, si hubiera
sido esa su intención, prohibir tal vinculación en aquellos contratos que tengan por objeto satisfacer necesidades de
consumo, en lugar de dedicar varios preceptos (bastante defectuosos técnicamente, por cierto) a su regulación. No
obstante, su desconfianza hacia los contratos vinculados, por los riesgos que pueden derivarse para el consumidor,
le lleva a reconocer a éste en varias ocasiones la posibilidad de optar por no concertar el contrato de crédito con el
financiador con quien el proveedor se hallaba vinculado (arts. 14.3., párr. segundo y 15.1.b) LCC), e incluso a tener
por no puestas aquellas cláusulas en las que el proveedor exija que el crédito se concierte únicamente con un financiador determinado (art. 14.1, par. segundo).
47 Vid., en este sentido, ALFAR0 AGUILA-REAL, J.: «Observaciones criticas», cit., pág. 1.049.
48 Para una enumeración de los numerosos problemas plateados por esta regulación, vid. nuevamente ALFARO: «Observaciones críticas», cit., págs. 1.050 a 1.052.
nes a la libre competencia en el sector, lleva incluso a tener «por no puestas las cláusulas
en las que el proveedor exija que el crédito para su financiación únicamente pueda ser
otorgado por un determinado concedenten (art. 14.1, pán: segundo). Esta norma parece
excluir la eventualidad de que los contratos vinculados puedan ser queridos por el propio
consumidor, y no solamente «exigidos» por el concedente, ya que el legislador no parece
haber tenido en cuenta las ventajas que de la «vinculación» pueden derivarse para el consumidor. De su tenor literal debería deducirse la proscripción de los contratos vinculados
en el sector del consumo.
Sin embargo, el concierto en exclusiva de la financiación de las adquisiciones es, al
mismo tiempo, requisito necesario para la aplicación del régimen de los arts. 14 y 15 LCC,
y parece desmentir la intención legal de
lo cual plantea serias dudas para su interpreta~ión~~,
prohibir tales conciertos, en una interpretación de la norma estudiada en relación con el contexto normativo en el que se sitúa.
Entre otras muchas incertidumbres que este régimen suscita50,cabe plantearse si tales
cláusulas serían válidas si se proponen dos o más financiadores «en exclusiva» para que
el consumidor elija, lo que, además de preservar la competencia, permitiría eludir la contradicción en que, al menos aparentemente, el legislador ha incurrido. Cuestión distinta es
que esta clase de vinculaciones interesen a proveedores y financiadores, los cuales evitarán realizarlas, como es obvio, cuando no les reporten ningún beneficio, lo que se traducirá, en muchos casos, en un encarecimiento de la adquisición y10 del crédito para el
consumidor.
3.5. Reembolso anticipado y cobro indebido en los contratos de crédito al consumo
La LCC contiene, finalmente, una referencia específica al reembolso anticipado del crédito al consumo, y a lo que denomina «cobros indebidos».
El reconocimiento al consumidor de la facultad de reembolsar anticipadamente el crédito recibido, cesando el devengo de intereses y extinguiendo la relación con el concedente del
crédito, se realiza en términos muy amplios, pues, conforme al art. 10 LCC, «el consumidor
podrá reembolsar anticipadamente de forma total o parcial y en cualquier momento de
vigencia del contrato, el préstamo concedido»jl.
49 Cfr. ALFARO: «Observaciones criticas», cit., págs. 1.048 y SS.
50 Vid, una vez más, la enumeración que realiza ALFARO: «Observaciones criticas», cit., págs. 1.050, 1.051
y 1.052.
51 Esta amplitud ha sido considerada por algún autor como una restricción excesiva a la negociación entre
consumidor y empresaxio, si bien debe tenerse en cuenta el escaso margen de actuación que, en la práctica, tienen
los consumidores en este sector. Vid. ALFARO: «Observaciones criticas», cit., pág. 1.044 y SS, quien proponía
incluso, en fase de Proyecto, la supresión de la norma. Destaca, en cambio, la defensa de los consumidores como
fin inspirador de la LCC y justificación, en consecuencia, de medidas excepcionales, como es la de un amplio reconocimiento del derecho al reembolso anticipado, respecto a las normas generales del Derecho de obligaciones y
contratos, ROCA GUILLAMÓN: «Los contratos de crédito», cit., pág. 177. Sobre el reembolso anticipado en el
crédito al consumo, desde una perspectiva comparativa en relación con los préstamos hipotecarios, vid. ANDREU
MARTÍ, W.M.: «El reembolso anticipado del crédito*, RJRM, No 23, 1997, págs. 85 y SS.
De esta forma, el «pactum de non petendo» que constituye el elemento esencial o determinante en los contratos de créditos2,resulta establecido en todo caso en favor del deudor,
por lo que se le faculta para restituir el importe del crédito en cualquier momento, dentro del
periodo de duración del contrato. Además, podrá restituir tanto el importe total del crédito
como parte del mismo.
No obstante, ante la excesiva onerosidad que el ejercicio de esta facultad supone para el
concedente, sobre todo tratándose de un profesional en el ejercicio de esta actividad crediticia, se trata de restablecer el «justo equilibrio de las contraprestaciones». Para ello, se autoriza expresamente que éste pueda obtener alguna compensación, si bien la LCC la somete a
dos límites, uno formal (debe haberla pactado previamente) y otro cuantitativo (no podrá
exceder en ningún caso del 1'5% o 3% del capital reembolsado anticipadamente, respectivamente, según se trate de créditos a renta variable o a renta fija)53.
Por otra parte, el artículo 13 LCC regula los efectos del «cobro indebido» en los contratos regulados por dicha ley. Cuando se produzcan cobros indebidos en el marco de las relaciones contractuales incluidas en el ámbito de aplicación de esta Ley, las cantidades
percibidas indebidamente producirán inmediatamente, y con independencia de la buena o
mala fe de quien lo reciba (normalmente, el concedente del crédito) el interés legal, salvo
que el contractual fuese superior, en cuyo caso devengará este último.
Cuando el empresario haya actuado con mala fe o, en su caso, negligencia deberá indemnizar los daños y perjuicios causados al consumidor. No obstante, esta obligación de indemnizar se complementa con una severa sanción legal, pues se establece, en todo caso, una
cuantía mínima de la indemnización, calculada con arreglo a los criterios señalados directamente por la Ley. Esta cuantificación mínima de la indemnización a que tiene derecho el
consumidor se fija en cinco puntos más del interés legal (o bien del contractual si resulta una
cantidad mayor), respecto a la cantidad indebidamente cobrada mediando mala fe o negligencia del concedente del crédito.
4. CONCLUSIONES
En este breve repaso de los aspectos más relevantes regulados por la LCC cabe extraer,
como conclusión general, la de que esta norma merece un juicio favorable tanto por su oportunidad en nuestro Ordenamiento (aunque la iniciativa no sea atribuible al legislador español, sino al comunitario) como en cuanto al aceptable grado de consecución de sus objetivos,
muy especialmente el de tutela del consumidor de crédito. En este sentido, la introducción
de una disciplina del reembolso anticipado, los contratos vinculados o los cobros indebidos
pueden constituir medidas eficaces para el logro de aquel fin.
52 Vid. SÁNCHEZ CALERO, F.: Instituciones, cit., pág. 300. Como señala este autor, «la operación de «crédito» implica A e s d e la óptica jurídica- cualquier contrato cuyo objeto es, principalmente, el aplazamiento del
cumplimiento de una obligación dineraria~.Sobre el concepto de crédito, en este mismo sentido, cfr. GARCÍAPITA Y LASTRES, J.L.: «Las fronteras del Derecho mercantil», cit., págs. 17 y ss.
53 Sobre el carácter de cláusula penal de esta compensación, vid. ROCA GUILLAMÓN, J.: «Los contratos
de crédito», cit., págs. 172 y SS.
Esta conclusión general no es óbice, sin embargo, para señalar la necesidad de mejorar
determinados aspectos de la regulación legal del crédito al consumo. En este sentido, resultaría muy conveniente la clarificación de su ámbito de aplicacións4,así como resolver la
contradicción que se deriva del régimen previsto para los contratos vinculados, que puede
conducir a eliminar, en todo caso, los incentivos para estas vinculaciones y, con ello, en
ocasiones, la posibilidad de obtener el crédito por el consumidor en condiciones más ventajosas.
54 Nos unimos así a lo que parece una opinión generalizada en la doctrina que se ha ocupado de esta norma.
Vid., por ejemplo, ALFARO: «Observaciones críticas», cit., pág. 1.053;MARTINEZ DE AGUIRRE, C.: «Sobre la
regulación», cit., pág. 808.
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