PALEOLITICO

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PALEOLITICO
El paleolítico, que constituye casi el 99% del registro arqueológico mundial, fue subdividido en tres grandes
fases sucesivas: paleolítico inferior, medio y superior.
El paleolítico inferior cubre un vasto periodo que se inicia con los primeros útiles líticos reconocibles
hallados en yacimientos de Etiopía, fechados hace unos 2,5 millones de años. No obstante, los primeros seres
humanos debieron haber usado útiles mucho antes de esa fecha. Los que fueron fabricados con materiales
orgánicos se han desintegrado y los de piedra sin trabajar son irreconocibles como instrumentos. Los útiles
tallados a partir de piedras son los únicos que permiten ser reconocidos como tales. Homo SapiensLos
instrumentos líticos más simples reciben el nombre de choppers (cantos trabajados monofaciales) y chopping
tools (cantos bifaciales) que constituyen la denominada cultura de los cantos trabajados, propia del Homo
habilis. Fueron tallados mediante percutores con la intencionalidad de crear una serie de útiles rudimentarios
apuntados o con filos por una sola cara, empleados para cortar, perforar o raer. A veces se denominan
instrumentos olduvainenses, por los hallazgos de la garganta de Olduvai (Tanzania), donde se han descubierto
numerosos restos de presencia humana que constituyen los testimonios de la tecnología más antigua y
duradera de la humanidad, ya que permanecieron en uso durante millones de años. El filo de un útil de sílex o
cuarzo es extremadamente cortante; se puede romper o embotar, pero a su vez puede ser retallado o
simplemente desechado para reemplazarlo fácilmente por otro instrumento, dada la disponibilidad de piedra
apropiada. El siguiente paso fue el tallado de bifaces, trabajando bloques seleccionados de piedra por ambas
caras hasta darle la forma deseada, en ocasiones muy sofisticada, como la del bifaz simétrico y piriforme,
encontrado en grandes cantidades en el Viejo Mundo, que fue probablemente un instrumento multiusos
(presentaba un largo filo puntiagudo y cortante y un extremo engrosado a modo de cabeza de martillo). Estos
bifaces hicieron su aparición durante la existencia del Homo erectus (antepasado directo del Homo sapiens),
del que se han encontrado restos desde el sur de África hasta el Sureste asiático y que abarca un periodo
iniciado hace 1,8 millones de años y que se extendió hasta hace unos pocos centenares de miles de años. Los
bifaces debieron ser, por tanto, unos útiles prácticos y eficientes. El achelense constituyó una de las etapas
más importantes del paleolítico inferior, aunque no fue una etapa uniforme. Recibió tal nombre del yacimiento
de Saint−Acheul (norte de Francia), caracterizado por la presencia de bifaces, hendedores y triedros. La
denominada técnica levallois supuso un notable avance; apareció en diferentes lugares y fechas durante este
periodo, probablemente de forma espontánea y no por aculturación. Se denominó así por el yacimiento
homónimo localizado en Francia. Esta técnica consistía en trabajar un núcleo de sílex de grano fino, de tal
forma que se obtuvieran fragmentos denominados lascas, grandes, planas y con filos cortantes, de tamaños y
formas preconcebidas; pero fue en el paleolítico medio cuando alcanzó su máximo desarrollo. El paleolítico
inferior comenzó en Europa a inicios del cuaternario y finalizó con la aparición del hombre de Neardental
hace 120.000 años.
Respecto de los hallazgos relativos al paleolítico inferior en lo que es en la actualidad España sobresale el
yacimiento del Aculadero (Puerto de Santa María, Cádiz). Todos los indicios señalan que la industria hallada
en tal lugar corresponde a la cultura de los cantos tallados. Se calcula que tiene unos 700.000 años de
antigüedad. Este yacimiento muestra que existieron grupos humanos que fueron asentándose en la península
Ibérica y dirigiéndose hacia el norte. Otra importante zona de ocupación humana es la zona del Guadalquivir y
las depresiones (hoyas) de Guadix y de Baza (Granada), en especial el yacimiento de Venta Micena, situado
en las proximidades de Cúllar−Baza, donde aparecieron los polémicos restos del que se creyó, hasta 1997,
hombre de Orce (en realidad, un équido). Otro yacimiento fundamental del paleolítico inferior español es
Atapuerca (Burgos), donde se han hallado numerosos restos, investigados en la actualidad.
El paleolítico medio es un periodo mal definido que comenzó en distintas fechas según las zonas. Está
identificado con el llamado tecnocomplejo musteriense (nombre derivado del abrigo rocoso de Le Moustier, al
suroeste de Francia), que se extendió desde hace 180.000 hasta hace 40.000 años, y coincidió ampliamente
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con la presencia de los neandertales. El musteriense se caracterizó por el desarrollo y perfeccionamiento de
los útiles ya conocidos, los cuales redujeron su tamaño, y la fabricación de objetos sobre lascas: puntas,
raederas y bifaces. Este periodo es denominado en África edad media de piedra y abarca desde hace 150.000
años hasta hace 30.000 años. En ese continente no se han localizado bifaces pero sí se han encontrado
ensamblados diversos útiles de pequeño tamaño, denominados microlitos. Algunos de estos ensamblajes están
asociados a restos humanos anatómicamente modernos.
En el caso español, el paleolítico medio estuvo igualmente caracterizado por su asociación a la presencia del
hombre de Neandertal, aunque hoy día se rechaza la absoluta identificación del musteriense con esta especie.
Junto al instrumental lítico, aparecen objetos óseos. Él numero de yacimientos aumenta de forma muy
considerable; Existen al aire libre y en cuevas, entre las que destaca la cueva de Morín (Cantabria).
El paleolítico superior europeo corresponde ya a la presencia del hombre moderno y está asociado a una
amplia variedad de útiles de piedra, hueso, cornamenta y marfil, incluidos propulsores, arpones y agujas. El
utillaje lítico de este periodo comprende una extensa variedad de instrumentos muy especializados (leznas,
raspadores, grabadores) realizados principalmente sobre hojas y láminas (esto es, lascas largas, estrechas,
delgadas y con filos paralelos, extraídas probablemente de un nódulo golpeado con un punzón y percutor, más
que de forma directa con un martillo). El paleolítico superior en Europa está dividido en tres grandes etapas:
el auriñaciense y perigordiense; el solutrense y el magdaleniense. En España se observan diferencias entre la
región cantábrica y la zona levantina. Algunas fases están asociadas a magníficos ejemplares de útiles líticos.
En el sur de Europa, durante el solutrense, se fabricaron puntas planas y delgadas en forma de hoja, trabajadas
por ambas caras. En el hemisferio norte, el paleolítico superior acabó hace unos 10.500 años con el fin de la
glaciación. En África este periodo recibe el nombre de edad de la piedra final y se extendió hasta la edad del
hierro (pocos siglos antes o después de Cristo, según las diversas zonas) o incluso hasta tiempos históricos,
incorporándose de este modo a lo que en el Viejo Mundo se denomina neolítico. En América, la etapa más
antigua de presencia humana es llamada periodo paleoindio, que comenzó hace 15.000 años (algunos autores
remontan su inicio hasta hace unos 50.000) y concluyó hacia el 5000 a. C. aproximadamente. Está
caracterizado por una serie de puntas cuidadosamente talladas en piedra como las puntas Clovis y Folsom en
el norte y las puntas de cola de pez en el sur.
Un hecho destacado es que la perdurabilidad del utillaje lítico en el paleolítico es muy engañosa. Llega hasta
nosotros gracias a su naturaleza pétrea y su abundancia no refleja necesariamente su importancia. Se han
llevado a cabo estudios de cómo y por qué los pueblos primitivos actuales emplean los útiles líticos, además
de análisis microscópicos que han permitido comparar modos de utilización y las huellas de uso en el utillaje
prehistórico con los actuales, utilizados para funciones específicas con y sobre diversos materiales. Todas
estas investigaciones han sugerido que muchos de estos instrumentos fueron utilizados para obtener y trabajar
materiales orgánicos y que el empleo de la madera fue de enorme importancia en el utillaje paleolítico. Han
pervivido hasta nuestros días pocos objetos de madera correspondientes al paleolítico inferior y medio, como
es el caso de un par de puntas de lanza y un receptáculo en Europa y una delgada placa cuidadosamente
fabricada, en Japón.
Se estima que se empezó a emplear el fuego hace 1.5 millone sde años. Abundan restos de hogares en los
lugares de habitación del paleolitico medio y superior. En principio fue utilizado probablemente como medio
de iluminación, de calectación y de protección contra los animales salvajes, pero con el paso del tiempo de
emplearía también para cocinar alimentos. En el paleolitico superior se utilizó para calentar los bloques de
piedra a fin de facilitar su trabajo, para alterar el color de los pigmentos minerales y en algunas zonas, como
Moravia y Japón, para cocer figurillas de arcilla.
Descubrimiento
Los primeros hallazgos de arte paleolítico fueron piezas de arte mueble descubiertas en las cuevas y abrigos
rocosos del suroeste de Francia en la década de 1860. Los objetos eran indudablemente antiguos,
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probablemente herramientas y útiles paleolíticos así como huesos de animales del periodo glacial. Algunas de
las especies representadas se extinguieron, y otras abandonaron la región hace ya mucho tiempo.
Estos descubrimientos activaron el interés por la excavación en cuevas y abrigos rocosos en busca de arte
prehistórico. Algunas personas se habían dado cuenta ya de la existencia de dibujos en las paredes, pero
apenas dieron importancia al asunto. El primer llamamiento serio en favor de la existencia del arte rupestre
paleolítico se hizo en 1880, cuando el español Marcelino de Sautuola dio a conocer sus hallazgos en la cueva
de Altamira (Cantabria). Sus opiniones fueron tratadas con escepticismo por los arqueólogos de la época,
hasta que el deslizamiento de una falla ocurrido en la cueva de La Mouthe (Dordoña) en 1895, sacó a la luz
una galería con grabados tallados en sus paredes. Los sedimentos paleolíticos aparecidos allí confirmaron la
antigüedad de las pinturas. En 1901 se encontraron otros grabados en la cueva de Les Combarelles (Dordoña)
y pinturas en la cercana Font de Gaume. En 1902 los arqueólogos reconocieron oficialmente la existencia del
arte rupestre. Tras esto, nuevos y numerosos hallazgos se sucedieron ya de forma continuada. Los
descubrimientos todavía prosiguen; en Francia y España, incluso hoy, se descubre un promedio de un
yacimiento nuevo cada año. En fechas recientes, manifestaciones de arte rupestre de similar cronología han
aparecido en otras partes del mundo como Australia, América y el sur de África.
Localización
Se han encontrado objetos de arte paleolítico dispersos por múltiples lugares desde la península Ibérica y el
norte de África hasta Siberia, con una notable concentración de restos en Europa occidental, oriental y central.
Se conocen miles de ejemplares: mientras en algunos lugares apenas hay unos pocos o ninguno, en otros se
cuentan a centenares los artículos de arte mueble aparecidos.
Se han localizado cuevas con decoración paleolítica desde Portugal y el sur de España hasta el norte de
Francia. Su distribución es desigual, con abundancia de ejemplos en zonas ricas en restos muebles. Destacan,
por encima de todas, las regiones del Périgord, los Pirineos franceses y el norte de España, donde cabe reseñar
las cuevas de Altamira y Puente Viesgo en Cantabria, y Tito Bustillo y Peña Candamo en Asturias. También
hay concentraciones aisladas en Italia y Sicilia, así como en el suroeste de Alemania, Yugoslavia, Rumania y
Rusia. Algunas de estas cuevas contienen sólo unas pocas figuras o simplemente una, mientras que en otras,
como las francesas Lascaux y Les Trois Frères, las tienen a centenares. En años recientes este tipo de
representaciones paleolíticas han aparecido también en rocas al aire libre, conservadas en circunstancias
excepcionales. Hasta ahora, estas pinturas se han hallado en diversos lugares de España, Portugal y los
Pirineos franceses.
Cronología
Recientemente, el análisis de diminutas cantidades de pigmentos procedentes de los dibujos y pinturas
rupestres ha demostrado que en muchos casos tales muestras contenían restos de carbón vegetal. La datación
por isótopos radiactivos como el carbono 14 pone de manifiesto que la acumulación de figuras en las paredes
de las cuevas fue un hecho inusual, separado a veces por largos periodos de tiempo.
Aparte de los hallazgos esporádicos de objetos decorativos de épocas precedentes, los descubrimientos más
antiguos de arte paleolítico se sitúan dentro del periodo auriñaciense, hace 32.000 años. Tales objetos son, por
un lado, pequeñas estatuillas antropomórficas y zoomorfas talladas en marfil y piedra, aparecidas en
yacimientos del suroeste de Alemania y Austria; y por otro, sofisticadas pinturas como las recientemente
descubiertas en la cueva de Chauvet en Ardeche (Francia). Las pruebas de carbono 14 realizadas sobre dos
figuras de rinoceronte lanudo y una de bisonte han arrojado una antigüedad de entre 30.000 y 32.000 años,
convirtiendo a estas pinturas, por el momento, en las más antiguas del mundo.
Técnicas y materiales
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El arte mueble abarca una extensa variedad de formas y materiales. La más simple fue la manipulación de
objetos naturales como colmillos, conchas o huesos tallados o perforados para fabricar collares y pendientes.
En algunos yacimientos han aparecido cientos de plaquetas (piedras con dibujos grabados). También aparecen
grabados en los diferentes objetos de hueso tallado, como arpones, anzuelos, cuchillos, punzones y bastones
de mando. En diversas zonas, sobre todo en Moravia, se han encontrado pequeñas esculturas de terracota con
figuras humanas y animales, pero la mayoría de las estatuillas paleolíticas estaban hechas de marfil o piedra
blanda. El marfil también se usó para componer collares, pulseras y brazaletes. Particular interés ofrecen unas
características figuritas femeninas de pequeño tamaño talladas en piedra, casi todas del periodo auriñaciense,
denominadas genéricamente Venus. Con una clara tendencia a la esquematización y un especial interés por
resaltar los atributos sexuales, de entre las más de cincuenta figuras descubiertas destacan la Venus de
Willendorf y la Venus de Savignano.
El arte rupestre comprende una asombrosa variedad de técnicas. Un recurso llamativo fue la utilización de las
protuberancias naturales de la roca y las estalactitas para acentuar o representar determinadas figuras. La
manera más simple de transformar las paredes de la cueva fue imprimir la huella de los dedos sobre la capa de
barro que recubre la roca. En algunas cuevas, estas marcas también representan figuras reconocibles. El
trabajo en arcilla, limitado al área pirenaica, se extiende desde la estampación sobre las paredes de las huellas
de las manos hasta los grabados en el suelo de la cueva y la realización de bajorrelieves mediante la
acumulación de grandes cantidades de arcilla. Los famosos bisontes de Le Tuc d'Audoubert están modelados
en altorrelieve, y el oso tridimensional de Montespan contiene cerca de 700 kilos (más de media tonelada) de
arcilla.
Las figuras de barro sólo se han encontrado en las zonas más profundas y oscuras de las cuevas, mientras que
las esculturas en piedra han aparecido siempre en los abrigos rocosos o en las partes iluminadas de las cuevas,
es decir, en el tramo más próximo a la entrada. La escultura rupestre, tanto en alto como en bajorrelieve, se
limita a la región central de Francia, zona con abundancia de piedra caliza. Casi todas estas esculturas tienen
restos de pigmento rojo, lo que demuestra que en su momento estuvieron pintadas, como la mayoría del arte
mueble.
El pigmento rojo usado en las paredes de las cuevas estaba compuesto por óxido de hierro (hematites u ocre)
mientras que el pigmento negro suele ser manganeso o carbón vegetal, derivado de la combustión de la
madera. El análisis de los pigmentos, particularmente en la cueva de Niaux, en los Pirineos, ha puesto de
relieve el uso de recetas o trucos pictóricos basados en la combinación del pigmento con talco o feldespato
(para dar más cuerpo a la pintura), y con aceites vegetales o animales como aglutinantes.
La manera más rudimentaria de aplicar la pintura en los muros de las cuevas fue con los dedos, aunque por
regla general se utilizaron diversos tipos de útiles que no se han conservado hasta nuestros días. Las
investigaciones apuntan hacia pinceles hechos con cerdas de animales o pequeñas ramas. Los trozos de
pigmento encontrados en el suelo pudieron haber formado parte de lápices o tizas. Para esbozar el contorno de
las manos (posándolas sobre la pared de la cueva) y algunos puntos y figuras, la pintura fue, sin duda, rociada
directamente con la boca o por medio de un canutillo provisto de pintura. También se pintaron figuras en los
techos de las cuevas. Algunos, como los de Altamira (España), podían alcanzarse sin dificultad, pero en otros
lugares era necesario utilizar una escalera de mano o algún tipo de andamiaje. En Lascaux, los huecos de una
de las paredes de la galería sugieren cómo se construyó el andamiaje.
La luz provenía de las hogueras, pero para las zonas más interiores y profundas de las cuevas fue necesario
algún tipo de iluminación portátil, como por ejemplo los candiles de piedra, de los que apenas se conservan
unas cuantas muestras, en cuyo seno ardían distintas grasas animales.
A diferencia de las piezas portátiles del arte mueble, limitado a pequeños objetos, el arte rupestre no restringió
su tamaño, con lo que las figuras representadas en las cuevas oscilan entre las formas más diminutas y las más
desmesuradas. Algunas alcanzan un tamaño superior a los 2 m, como los gigantescos toros de Lascaux que
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exceden de los 5 m. Las figuras, ya sean humanas o animales, sé represjentaban aisladas o formando
conjuntos, y aunque en muchas ocasiones captan el movimiento y el volumen, en ningún caso aparece el suelo
o el paisaje de fondo.
Temática
El arte paleolítico se clasifica, normalmente, en representaciones figurativas (animales o humanas) y en
composiciones abstractas (signos y símbolos). Casi todos los animales aparecen representados de perfil, la
mayoría de ellos en estado adulto y fácilmente reconocibles; Muchos otros, sin embargo, aparecen
incompletos o se identifican difícilmente, y unos pocos, por último, son seres imaginarios, como el unicornio
de Lascaux. El aspecto más llamativo de Lascaux es que la cueva está decorada de forma unitaria. En la
mayoría de las cuevas las pinturas no están dispuestas de ese modo, sino que se superponen de modo casual,
dificultando su identificación e impidiendo afirmar, en consecuencia, si se trata de asociaciones deliberadas, o
de yuxtaposiciones carentes de relación entre sí.
Los animales
Las razones que condujeron a seleccionar la gama de animales escogidos restan aún confusas. Los dos
criterios comúnmente argüidos (animales comestibles y animales peligrosos en potencia) no corresponden a la
realidad de las representaciones, sino más bien a las exigencias de algunas corrientes interpretativas. Quizá la
significación simbólica implícita en (u otorgada a) las distintas especies sea la única que justifique una
determinada selección.
El animal más habitual en el arte paleolítico, y especialmente en el parietal, es el caballo, que supone casi un
tercio de los representados y que apenas falta en ningún conjunto parietal. Los caballos de aquel período eran
algo más pequeños que los modernos; Tenían el vientre redondeado y más claro que el resto del cuerpo, las
patas cortas, aunque esbeltas, y la crin enhiesta. En ningún caso está representado su sexo, si bien algunas
figuraciones dejan entrever posiciones preliminares a la cópula. Dentro de los équidos son muy raras las
representaciones de asnos salvajes, los cuales eran muy corrientes, sin embargo, en la Europa meridional
pleistocénica. Algo menos abundantes que los équidos, peron también de una gran relevancia en la pintura y
en el grabado paleolíticos, son los bóvidos, entre ellos los bisontes y los uros. Los primeros se distinguen del
bisonte moderno (búfalo) por los cuernos proyectados hacia arriba, con una ligera curva en S, y por el perfil
de cabeza y giba unidos en una curva casi continua. Los uros son quizá animales más esbeltos, con grandes
cuernos curvados hacia fuera y hacia la parte delantera. En algunos conjuntos, como en Lascaux, predomina el
uro sobre el bisonte, al que cuadruplica en número, mientras que en otras cuevas (Font− de− Gaume−,
Altamira, Les Combarelles) el dominio del bisonte es absoluto. La frecuencia numérica de los demás animales
disminuye considerablemente en relación con caballos y bisontes, si bien ciervos, elefantes y cabras se hallan
aún abundantemente representados. Así, los ciervos macho y hembra llegan a alcanzar algo más de un diez
por ciento; los más habituales son los llamados rojos, con gran cornamenta dendriforme, el macho, y sin
defensas, la hembra, aunque ambos exhiben grandes asta, exquisitamente diseñadas en el arte parietal. A pesar
de que el ciervo era propio de los bosques centroeuropeos, se halla representado con profusión en la región
cantábrica, incluso en actitud de copular. Los elefantes (el mamut y el elefante de colmillos rectos) aparecen
con frecuencia semejante a la de los ciervos, excepto en Italia y en las zonas central y meridionales de España.
Se distinguen por su gran joroba, continuada por un lomo caído en extremo, y por su cabeza redondeada, con
trompa curva. El elefante o el mamut, con una casi total ausencia de colmillos, es el animal predominante en
algunas cuevas (Arcy−sur−Cure, Bernifal, Pech−Merle, Rouffignac). El íbice, caracterizado por sus cuernos
curvados (más largos en el macho que en la hembra), se halla también en numerosos conjuntos, y en algunas
ocasiones, como en Niaux, acompañando al bisonte. Curiosamente, uno de los animales más comunes en el
Paleolítico Superior, el reno, que incluso se utilizó para calificar a todo el período (edad del reno), está poco
presente en el arte parietal, aunque es abundante en algunas estaciones (Font−de−Gaume, Les Combarelles,
Tito Bustillo). Mucho más extraños son el oso (no el de las cavernas, ya desaparecido seguramente en aquel
período, sino el oso pardo), que no llega a alcanzar el dos por ciento; el león de las cavernas, extendido por
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todas las regiones, menos en Italia, y el rinoceronte lanudo. Los peces, apenas representados (al igual que los
pájaros) en el arte parietal, son frecuentes en los objetos grabados.
Los signos
Según Leroy−Gourhan, la manifestación más impresionante del arte paleolítico en el plano intelectual son las
figuras geométricas pintadas o grabadas que no aluden de manera naturalista a elementos de la realidad. Estas
figuras (signos) pueden aparecer conjuntamente con representaciones animales o en solitario, mostrando
desde las formas más sencillas de puntos o de líneas hasta las más complejas: bastoncillos, triángulos, por lo
común divididos por una línea vertical; restángulos con una o varias líneas verticales en su interior, a modo de
peine, o vacíos por completo; en forma de rejas de trazos oblicuos entrecruzados; tectiformes, derivados de la
interpretación de la estructura de las chozas; ovales o con forma de barco (sin duda los más numerosos,
especialmente en la zona francocantábrica); con un óvalo, dos óvalos (uno dentro del otro), o un óvalo cortado
por una línea longitudinal; claviformes; dentados, a veces con apéndices; aviformes; escutiformes, etc.
El significado
Desde el descubrimiento del arte paleolítico, rescatar la función de las primeras expresiones artísticas de la
Humanidad ha preocupado más que profundizar en las razones de las obras de arte de cualquier otra época
histórica. Los estudiosos de la segunda mitad del siglo XIX, de algún modo influido por el pensamiento de
Darwin, creían que el hombre salvaje del paleolítico, recien dejada su condición de primate, no podían
engendrar acciones o representaciones transcendentes, de manera que sus actos solo podían acceder a
finalidades inmediatas. Según las teorías de E. Lartet y H. Cristy, expuestas en 1864, el ser humano, medio
animal medio hombre, debió de vivir en un ambiente muy rico y de fácil y abundante caza; unas condiciones
de vida favorables, sin apenas condiciones de subsistencia, le proporcionaría un tiempo libre que dedicar a
embellecer, con grabados y pinturas, las cuevas que habitaba y los utensilios que usaba. Semejante
interpretación del arte ha tenido numerosos adeptos que la han matizado o aceptado parcialmente, si bien uno
de sus maximos defensores, E.Piette, decribía el arte paleolitico como exclusivamente artistico y a los artistas
de largo periodo persiguiendo la perfección en el arte y eternamente preocupados por el culto a la belleza.
Inccluso una de los grandes investigadores del arte prehistorico, el abate H.Breuil, afirmaba en sus últimos
escritos: si no hubiera nacido el arte por el arte no hubiera existido jamás el arte mágico o religioso;
únicamente si las ideas mágicas o religiossas no hubieran permitido insertar en las más graves preocupaciones
de la vida cotidiana el arte nacido por si mismo, esta habría corrido el riesgo de permanecer embrionario
La interpretación del arte por el arte derivó en la consideración de verdaderas escuelas en la evolución de la
pintura y el grabado paleoliticos, e incluso en la creeencia de la circulación de modelos artisticoos. Así se
identificaron algunas plaquetasd halladas en Dordogne, en las que la repetición de cabezas y patas de un
mismo animal, así como la de otras en que aparecían diversos animales sin orden aparente, llevaba a
considerarlos como un aespecie de cuadernos de notas de los artistas. A finales del siglo XIX se descubrió que
algunos pueblos recolectores y cazadores, dsconocidos hasta entonces para el hombre occidental, como los
aborigenes australianos y los bosquimanos, realizaban pinturas rupestres y decoraciones de útiles y armas
semejantes a las paleoliticas, y de acuerdo con motivaciones mágico−religiosas. A partir de los estudios
etnográficos y culturales de E.B. Tylor, Frazer y E. Durkheim, S.Reinach, en un estudio comparado de arte y
magia (1903), afirmó que las motivaciones de las pinturas rupestres eran esencialmente mágicas: el hombre
del Paleolitico propiciaba la caza mediante la representación de animales y transmitiendo a las imágenes
aquellas acciones que se pretendía ejercer sobre los animales que constituían alimento para el hombre; y,
finamente, las representaciones se situaban en lugares e difícil acceso, en espacios equivalentes a santuarios
en los que se realizarían rítos y ceremonias religiosas o mágicas.
Derevaciones de estos conceptos llevaron a especular acerca de una magia de la fertilidad, propiciatoria del
aumento de las distintas especies de animales, incluidaa la humana. Así se asociaron las hembras
supuestamente grávidas de las fu¡iguraciones animalisticas con las Venus, relacionado, en una suerte de
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sincretismo, la fertilidad humana y la animal, presididas por un incipiente concepto de la diosa −madre. Según
semejantes teorías, el artista sería un personaje mágico en sí mismo, un proto−brujo que adorna su propio
cuerpo, dotado de poderes ajenos a los demás seres humanos, que recibe la admiración de los hombres de su
grupo, y que incluso se ve solicitado quizá por hordas vecinas a fin de que relice para ellas sus prárcticas y
ritos mágicos.
Sin abandonar el principio de la magia de la fertilidad, aunque si el paralelismo etnográfico, A.
Laming−Emperaire y A. Leroi−Gourhan han propuesto como único método válido de interpretación del arte
pariental el del análisis directo y estadi´stico de las representaciones, buscando una lectura global del conjunto
de las representaciones en relacón con su disposición topográfica en abrigos y cuevas.
En este santuario habría dos caracteristicas básicas de figuraciones (A,B), que constituirían un complejo
sistema dualista en el que las figuraciones del grupo A enmarcarían a las del grupo B. Según Leroi −Gourhan,
al primero de los gripos de puede asociar el caballo, la cabra y el ciervo, y al segundo, el bisonte y, el mamut.
Las representaciones femeninas acompañan a los animales del grupo B, a las masculinas del grupo A, por lo
que cabe asociar una significación eminente sexual a ambos grupos. Si se considera una disposición −tipo,
puede afirmarse que el principio general que la rige es el de acoplamiento no estrictamente sexual, sino
alusivo a los principios complementarios que posibilitan el mundo (como la luz y las tinieblas).
A esta relación de complementariedad se añade la ordenación de las figuraciones de entrada y fondo que no
responde a una dualidad, sino a una representación de simbolos de una misma significación de simbolos de
una misma significación.
Además de las representaciones de animales y de seres humano, hay que tener en cuenta los signos, que
también pueden referirse al principio femenino y al masculino, completando así el principio general de
aclopamiento.
Esta hipotesis, ya clásica, ha sido matizada por el propio autor en sus últimas piblicaciones, reestructurando
las categorias de figuraciones.
La interpretación de Leroi−Gourhan, como las precedentes, ha despertado duras críticas y no ha desalentado
nuevas aproximaciones al arte paleolitico, como las de K.J. Narr y H. Müllerkarpe, quienes estiman que las
representaciones pueden conmemeorar hechos ocurridos, y las de A. Marshack, que postula una interpretación
astronómica de los signos parietales.
Pero la significación del arte paleolitico es todavía un misterio para el hombre: es plausable que la mayoría de
interpretaciones apuntadas sean parcialmente válidas, e incluso que puedan aplicarse a ciertas obras, pero
ninguna escapa a una crítica de conjunto. En relidad, sólo conocemos el esuqeleto iconográfico y formal de un
ito. Nos falta conocer el propio mito.
MESOLÍTICO
El periodo de transición entre el final de la glaciación y el inicio del neolítico, constituyó una especie de hiato
en el registro arqueológico llevado a cabo en el siglo XIX. Con el paso del tiempo se acuñó el término
`mesolítico' (edad de la piedra media) para denominar este periodo de transición en Europa. Hacia la década
de 1880 ya se habían identificado algunas culturas desarrolladas entre el 8500 y el 7000 a.C. en el Oriente
Próximo, pero en Gran Bretaña (territorio en el que el neolítico procede del continente europeo) esta etapa
llegaría hasta el IV milenio. Por lo general los grupos mesolíticos siguieron siendo cazadores−recolectores,
como sus predecesores, pero pasaron a cazar otras especies de animales muy diferentes (como el ciervo rojo y
el cerdo en vez del reno) debido al cambio del clima, que tras la glaciación se hizo más templado. El utillaje
lítico refleja este cambio de las condiciones ambientales y está caracterizado por la presencia de los microlitos
geométricos. Éstos no se utilizarían solamente como puntas de flecha sino también como elementos de
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instrumentos más complejos, uniendo las puntas, con resina, a mangos de madera o astas de animales, que se
emplearían como hoces u otros tipos de aperos para la recolección. También se emplearon hachas de piedra o
azuelas para el trabajo de la madera. Fueron los grupos paleolíticos finales (o epipaleolíticos) del Oriente
Próximo, como los de la cultura natufiense de Palestina, quienes al parecer dieron los primeros y decisivos
pasos hacia la producción de alimentos y la adopción de la vida sedentaria.
NEOLÍTICO
Las condiciones de vida del hombre paleolítico cambiaron sustancialmente hacia el X milenio a. J. C., cuando
los bosques empezaron a cubrir las tundras y las estepas, hasta entonces heladas. El final del último periodo
glacial marca el inicio de una etapa, la neolitica, que no tendrá su declive hasta las primeras dinastías
historicas de las civilizaciones agrarias de Egipto y Mesopotamia. El paso del Paleolítico al Neolítico no se
produce, sin embargo, bruscamente; el Mesolítico o periodo de transición, que abarca, según regiones, de dos
a tres milenios, engloba aquellas culturas que prolongan los modos de vida de los cazadores paleolíticos sin
innovaciones tecnicas fundamentales, las culturas epipaleolíticas, caracterizadas por la utilización de
microlitos (útiles de pequeño tamaño y estructura geometrica), y aquellas otras, como la aziliense, que
evolucionaron progresiva y decididamente hacia las formas neolíticas.
En el Paleolítico, y aún en algunas fases del Mesolitico, el hombre era un ser absolutamente dependiente de su
medio natural, una especie de parásito que consumía y destruía, obligado a desplazarse en busca de alimentos.
En el Neolitico, el hombre varió sus relaciones con la naturaleza: de cazador y pescador nómada pasó ser
agricultor, recolector sedentario y domesticador, modificando de alguna manera las selección natural de las
especies vegetales y animales en beneficio de aquellas que producian alimentos. Es dificil establecer la
casuística del proceso de neolitización. Las teorías clásicas suponen que fueron las transformaciones
económicas derivadas de la adopción del siste ma de vida de producción agricola y ganadera y las que
acarrearon la sedentarización y propiciaron la invención y expansión de nuevas industrias (lítica y ceramica).
Sin embargo, el hallazgo de poblados permanenetes en Siria y Palestina, pertenecientes a épocas (X milenio)
en las que aún eran desconocidas la domesticación de animales − excepto el perro− y las tecnicas agricolas,
hace pensar que la neolitización quizá fuese antes un proceso cultural que economico, y que la voluntad
sedentaria del hombre posglacial condicionó la creación de agrupamientos humanos, parentoriamente
necesitados de controlar la producción de alimentos. La vida sedentaria y, con ella, sus consecuencias
economicas tecnicas y de hábitat humano se desarrolaron inialmente en el Próximo Oriente, en ena zona que
abarca desde Irán a Turquía. Consolidada hacia fines del VIII milenio, se extendió con relativa rapidez hacia
Occidente a través de las costas del Mediterráneo y de las vías de los grandes ríos, como el Danubio. El Egéo
y los Balcanes fueron las primeras zonas europeas que recibieron las transformaciones de lo que V. Gordon
Childe llamó revolución neolítica. Así, a las fases o estadios de neolitización precerámicas del Próximo
Oriente las sigue, en el ámbito europeo, el Neolítico Antiguo, que se desarrolla desde fines del VII milenio en
extensas áreas del Mediterráneo, desde Daqlmacia hasta Portugal. El Neolítico Medio se indentifica a partir
del V milenio con una cultura, la danubiana, que domina la Europa central hasta el Canal de la Mancha y el
mar del Norte, y con diversas culturas más meridionales, como la de Cjassey, que se extiende por los
territorios del Mediterráneo occidental, y otras de carácter regional, como la de La Lagozza en Italia, la de
Cortaillod, en Suiza, las de Rösen y Michelsberg en Alemania, y la de los sepulcros de fosa en Cataluña. La
fase del Neolítico Reciente, que es la última de ellas, se inicia en los Balcanes en el IV milenio, y depende de
dos importantes culturas: Ucrania, extendiendose por toda Europa occidental en el III milenio. En el aspecto
material con incidencia en lo artístico, las aportaciones neolíticas abarcan desde el desarrollo de técnicas
antiguas en la elaboración de la piedra, como la técnica del pulido, hasta la introducción de técnicas y
procedimientos nuevos, como el de la cerámica.
Los utensilios y la cerámica
Para algunos investigadores, el carácter neolítico de un yacimiento venía determinado por el hallazgo de útiles
de piedra pulida (hachas, azuelas, gubias); sin embargo, en el Paleolítico Superior, el pulido de la piedra era
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una técnica ya conocida y, por otra parte, en muchas estaciones neolíticas no apatecen hachas ni azuelas ni
gubias pulidas. Técnicamente, el pulido de una piedra supone el estadio final del trabajo de la forma de un
objeto realizado, primero, por abrasión (frotación del soporte básico con salientes rocosos, sobre suelo
conteniendo arena de cuarzo, o con placas de arenisca o de cuarzo) y, luego, através de la acción de piedras de
amolar (asperones calcáreos o arcillosos). Estos procedimientos, que conllevan una considerable eliminación
del material soporte, no deben ser confundidos, sin embargo, con el del pulimentado o bruñido, es decir, sacar
brillo a la piedra ya elaborada, procedimiento jamás utilizado en las herramientas paleolíticas ni en las
neolíticas, ya que el brillo de éstas es consecuencia de la fricción de la piedra durante una continuada
utilización o de los factores físico−químicos del yacimiento. El pulido, inicialmente sólo del filo y, luego, del
núcleo completo, no es, por consiguiente, un factor determinante del Neolítico, como tampoco lo son las
puntas de flecha punzantes de fines del Neolítico Medio. En realidad, la técnica que caracteriza a las culturas
neolíticas es, sin lugar a dudas, la cerámica, considerada generalmente testimonio cronológico y cultural de
valor indiscutible e indicador de las migraciones de los pueblos. La cerámica, o sea la arcilla modelada y
cocida por el hombre, no es, sin embargo, una técnica exclusiva del Neolítico, puesto que se conocen
figurillas de arcilla cocida del Paleolítico Superior. El hombre del Neolítico aporta la creación del vacío
mediante la arcilla y la conversión de esa piel del vacío en soporte de expresión artística.
Técnica y decoración de la cerámica
La invención de este tipo de cerámica se ha relacionado comúnmente con el cambio de los hábitos culinarios.
Poco se sabe, en realidad, de la cocina paleolítica, aunque se han encontrado hogares en los espacios de
habitación. Se cree que los alimentos se ingerían crudos, y que, en caso de cocerlos, se echaban piedras
candentes en recipientes de piel de corteza o de madera, al modo de algunos pueblos primitivos actuales.
También se ha especulado acerca de una cocción directa sobre las brasas y de la práctica de hervir líquidos
colocando los cazos o las bolsas a distancia prudencial del fuego. Se piensa, entonces, que las variaciones
culinarias, producto de la agricultura (preparación más habitual de platos cocidos, gachas, sopas, etc.),
exigieron la sustitución de los recipientes combustibles por otros que pudiesen ir directamente al fuego. Sin
embargo, en algunas regiones del Próximo Oriente (Siria, Palestina, Anatolia), la cerámica precedió en uno o
dos milenios al cultivo de cereales, lo cual invalida, en cierta manera, su asociación con las prácticas agrícolas
y culinarias. Tampoco ayudan a desentrañarlo los primeros restos de cerámica hallados, huérfanos de
continuidad a lo largo del tiempo. En el Neolítico Antiguo y Medio se desconocía el torno de alfarero, que
apareció en Irán al final del Neolítico. El moldeado de las vasijas se realizaba, por tanto, a mano, según dos
procedimientos: el moldeado sobre (o dentro de) un modelo, por lo comúin de madera (moldeado de corteza),
y el moldeado por adición de tiras de pasta arcillosas pegadas en bandas sucesivas. Esta pasta, que permite el
moldeado, pero cuya plasticidad desaparece tras la cocción, ofrece a lo largo del Neolítico numerosas
variedades de composición, dependientes básicamente de los medios no plásticos (desengrasantes) presentes
en la composición de la tierra arcillosa, o añadidos a ella, y que son necesarios para evitar la formación de
grietas durante el secado. Una vez modelada la pieza, su superficie era alisada con la mano mojada o con otro
cuerpo flexible y, una vez secada, se pulía con un cuerpo duro (guijarro, concha, hueso), o se abrillantaba en
caso de que la superficie estubiese decorada con relieves o hendiduras. En la decoración de las piezas, el
hombre descubrió las posibilidades de composición de formas geométricas ajenas por completo a la naturaleza
y compuso el vocabulario ornamental (espirales, meandros, grecas, ángulos, etc.) que perdudaría a lo largo de
la historia. Para ello se utilizaron distintos procedimientos. En el de decoración en hueco o de incisión, un
instrumento cortante o punzón (decoración punzonada) trazaba los motivos sobre la pasta seca. El de
impresión (cerámica impresa) se efectuaba todavía sobre la pasta húmeda, hundiendo en ella los más diversos
objetos o instrumentos (dedos, cuerdas, conchas, peines de alfarero, ruedecillas que impresionan bandas
continuas, varillas de madera, espigas, etc.). También se practicaba la decoración excisa, extrayendo pasta del
recipiente ya seco y pudiendose aplicar sobre él, con posterioridad, al igual que el procedimiento de
impresión, pasta de color. Otro tipo de procedimientos se basaban en el añadido de materia: pasta dispuesta en
racimos (cardial), cordones, protuberancias, salientes repujados desde el interior con la ayuda de una varilla.
También la cerámica pintada, en la que era preciso cubrir la superficie con una fina capa brillante de revoque
(engobe), es propia de las facies culturales neolíticas.
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La expansión de la cerámica
La técnica cerámica se desarrolló inicialmente en el Próximo Oriente y desplazó al abundante utillaje de
piedra empleado allí hasta el VII milenio. Las primeras piezas eran de forma sencilla y poco decoradas, si bien
pronto surgieron diferencias regionales, alguans de las cuales se agotaron casi e el momento mismo de su
aparición, en tanto que otras tuvieron una gran difusión, como ocurrió con la cerámica oscura lustrosa
característica del Norte de Siria y de Anatolia.
Las formas escultóricas
La escultura paleolítica parece ser un episodio excepcional en el desarrollo del arte de la edad de piedra. Por
una parte, la estatuaria neolítica del Próximo Oriente no tiene, por lo conocido, antecedentes en el mundo
paleolítico; por otra parte, la escultura europea que podría manifestar vinculaciones con las realizaciones
perigordinenses y magdalenienses parece consecuencia directa, sin embargo, de la ingluencia oriental A pesar
de ello, no se puede negar la vinculación formal e iconografía de las estatuillas neolíticas con las
representaciones de la época paleolítica. Quizá el azar y las difíciles condiciones de conservación de ciertos
materiales han impedido seguir, por lo menos hasta la actualidad, la milenaria línea de continuidad entre el
Paleolítico y el Neolítico.
Los tipos
La escultura neolítica parece estar directamente relacionada, por lo menos en sus inicios, con las prácticas
funerarias. En el Próximo Oriente, tanto en Jericó como en Tell es−Sawwan y Çatal Hoyuk, las figuras
humanas han sido falladas en fosas sepulcrales o en habitaciones con enterramientos, lo mismo que en
Jirokitia (Chipre). El arte de Jericó es, sin embargo, el que sevincula de manera más directa con el mundo
paleolítico, al rendir culto a los cráneos humanos que, convertidos en soporta par el modelado en yeso,
adquirían un acusado realismo de facciones, sólo alterado por las incrustaciones de conchas en los ojos y por
el rojo de la policromía. Esta producción de lo que, en cierte media , sería un retrato funerario, perduró en
posteriores esculturas en piedra o arcilla de tamaño natural en las que, si bien el cráneo ha desaparecido, la
cabeza conserva una sorprendente voluntad naturalista.
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