Presentación de la UCCS - Unión de Científicos Comprometidos

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UNIÓN DE CIENTÍFICOS COMPROMETIDOS
CON LA SOCIEDAD, A.C.
II FORO REGIONAL SOBRE POLÍTICAS DE CIENCIA, TECNOLOGÍA E
INNOVACIÓN EN
AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE: HACIA UN NUEVO CONTRATO
SOCIAL DE LA CIENCIA
Buenos Aires, Argentina, 23-25 de septiembre de 2009
La Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS) es
una organización civil no lucrativa fundada en México, en noviembre de
2006. Agrupa a cerca de 400 científicos de diversas disciplinas: naturales,
sociales y humanísticas, y de diversas instituciones académicas. El
propósito fundamental de la UCCS es impulsar la discusión libre y abierta
sobre el papel de la ciencia y la tecnología en México, así como promover
acciones de responsabilidad social de los científicos mexicanos, mediante
el análisis y la observación de las políticas de desarrollo, las líneas de
investigación, y las repercusiones socioambientales de las innovaciones
tecnocientíficas.
Para dichos fines, la UCCS ha formado distintos equipos de trabajo
y ha propiciado debates, foros y publicaciones de documentos de los
temas que investiga. La UCCS también hace pronunciamientos públicos
acerca de asuntos de carácter polémico, y participa junto con otros
grupos y organizaciones sociales en la discusión amplia y objetiva de
temas cruciales que involucran a la ciencia y a la tecnología. Así, la Unión
pretende contribuir en el análisis riguroso de las formas en que se genera
el conocimiento científico, se distribuye y se aplica, así como sobre sus
implicaciones socioculturales, ambientales y políticas.
El compromiso social de la UCCS parte de un diagnóstico general de
nuestro tiempo, caracterizado por:
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•
•
•
•
•
•
•
una crisis ambiental y social sin precedentes,
una inequidad socioeconómica que no cesa de profundizarse,
una creciente brecha tecnológica y cognitiva entre las naciones y
los individuos,
un creciente concentración del poder y de las decisiones cruciales
en pocas manos, así como una menor transparencia y racionalidad
en dichas decisiones que afectan a todos,
una insuficiencia intergubernamental en el mundo para resolver los
problemas y conflictos socioambientales más agudos,
un aumento del uso del conocimiento científico y tecnológico para
fines bélicos, así como para satisfacer los intereses económicos de
las grandes corporaciones multinacionales, favoreciendo la
privatización del conocimiento y la expoliación de los saberes
tradicionales de los pueblos, y
una tendencia creciente para supeditar las entidades públicas de
investigación y educación superior a los intereses privados de
carácter económico y comercial.
Por ello, la UCCS ha tomado en serio los principios que quedaron
plasmados en la Declaración de Budapest de 1999 y en su programa
marco de acción. La Unión ha defendido que la generación y el uso del
saber científico y tecnológico deben ser orientados por la equidad, la
justicia social y la sustentabilidad ambiental. La UCCS pretende así
compartir información y esfuerzos con otros ciudadanos, ONG y
organizaciones sociales, y difundir lo más ampliamente posible sus
estudios, diagnósticos y propuestas ante los problemas concretos y más
urgentes en nuestro país.
Los objetivos primordiales de la UCCS son:
• Contribuir a generar discusiones públicas y participar en ellas para
encontrar soluciones racionales y democráticas a los conflictos
socio-ambientales en México.
• Estudiar y detectar de manera interdisciplinaria e integral los
principales problemas socioambientales en México y aportar
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perspectivas de solución científicamente rigurosas.
• Recopilar, analizar e integrar información a partir de diversas
fuentes académicas y sociales (ONG, organismos estatales, centros
de
investigación,
etc.)
mediante
herramientas
cuantitativas,
modelos matemáticos y métodos computacionales (metanálisis)
que permitan identificar las causas de la destrucción ambiental y
efectuar prospectivas de los posibles escenarios futuros.
• Desarrollar propuestas para la solución o prevención de problemas
socio-ambientales de México a corto, mediano y largo plazo.
• Promover un diálogo con otros saberes y buscar colaboraciones
horizontales con organizaciones de comunidades indígenas, en
búsqueda
de
soluciones
a
problemáticas
y
conflictos
socioambientales en sus territorios.
Divulgación y colaboración
•
La UCCS divulga sus principios (su manifiesto), objetivos y actividades
mediante su sitio web www.unionccs.net, presentaciones en medios
de comunicación y publicación de los expedientes elaborados por los
grupos de trabajo.
•
Los integrantes de la UCCS colaboran en diversos proyectos de
investigación relacionados con los temas de trabajo.
•
La UCCS busca colaborar con otros grupos de científicos y establecer
redes
de
investigación
nacionales
e
internacionales
sobre
las
repercusiones de las innovaciones tecnocientíficas.
Programas de trabajo
PROGRAMA DE CAMBIO CLIMÁTICO: Energía y cambio climático en
México.
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Se elabora un diagnóstico sobre medidas de mitigación y
adaptación, así como patrones de generación y uso de energía.
Este expediente tiene un grado de avance del 80% en el
diagnóstico de dicha problemática.
PROGRAMA DE AGRICULTURA Y ALIMENTACIÓN: Maíz transgénico.
Este Programa se ha enfocado en primera instancia en integrar un
expediente sobre el caso del Maíz Transgénico en México, pues
nuestro país es centro de origen y diversidad del maíz. Esta
investigación
demuestra
científicamente
los
riesgos
socioambientales que implica la siembra de maíz transgénico en
México, no sólo en cuanto a la pérdida de variedades nativas, sino
en cuanto a sus posibles efectos en el ambiente y la salud humana.
El expediente está ya en proceso de edición.
PROGRAMA URBANIZACIÓN NO SUSTENTABLE: Efectos de la urbanización
no sustentable en la salud de los habitantes del Valle de México y
Cuernavaca (estudio de caso en el estado de Morelos).
Este estudio tiene un 60% de avance, pero se cuenta ya con un
diagnóstico integral de las principales problemáticas en términos de
agua, basura, urbanización desordenada para la corona de
ciudades del Valle de México.
Proyecto del Observatorio socio-ambiental (OSA)
El Observatorio socioambiental en línea es el proyecto más
ambicioso de la UCCS; comprende una base de datos y una plataforma
cartográfica de México, vinculadas con otras bases de datos ya existentes
y de dominio público, que transparentará y sistematizará -para uso
público- información sobre las zonas de mayor deterioro ecológico y de
conflictos socioambientales.
Los resultados generados servirán de base para los diversos
proyectos de los Programas de trabajo de la UCCS, y también podrían ser
de gran utilidad para diversas instancias de gobierno, tomadores de
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decisiones,
organizaciones
sociales
y
organizaciones
civiles
no
gubernamentales.
Mediante la integración de bases de datos en un solo servidor de
mapas será posible monitorear y procesar información sobre:
1) problemas y conflictos ambientales más apremiantes;
2) principales fuentes de contaminación (primordialmente de agua y
aire);
3) distribución de centros poblacionales y ciudades, aeropuertos,
vías férreas, carreteras, puertos marítimos y gasolineras;
4) condición de los ríos y otras fuentes de agua;
5) riesgo en el que se encuentran los recursos naturales;
6) principales políticas ambientales relacionadas con el ambiente;
7) experiencias exitosas de manejo sustentable;
8) disponibilidad de tecnologías o de científicos competentes; y
9) mapeo de redes ciudadanas.
La posición de la UCCS ante la revisión de la Declaración de
Budapest
Para los países iberoamericanos y caribeños la revisión de la
Declaración de Budapest, con miras a establecer las políticas y
lineamientos hacia un nuevo contrato social para la ciencia, implica la
oportunidad y la responsabilidad histórica de planear un desarrollo
científico y tecnológico distinto a lo que ha venido sucediendo en el
mundo occidental. Pensamos que la ciencia y la tecnología deben
impulsar la innovación y el desarrollo socioeconómico, pero que esto
debe hacerse a partir de un modelo sustentable y socialmente justo.
Nuestros países están subdesarrollados en ciencia y tecnología en
relación con los miembros de la OCDE; sin embargo, su situación
tampoco es precaria, pues cuentan con la infraestructura básica, los
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recursos humanos de alta calidad (aunque limitados) y los medios
mínimos para impulsar un desarrollo sostenido en ciencia y tecnología.
Pero precisamente por esta situación intermedia, es necesario que
nuestros países se decidan a proyectar un desarrollo más equilibrado,
justo y sustentable que permita la difusión amplia del conocimiento y la
cultura científica en todas las capas de la población, así como la mejor
distribución de beneficios claros y ostensibles para el desarrollo humano
y la calidad de vida de todos.
De otro modo, los países de nuestra región nunca alcanzarán el
nivel de desarrollo científico y tecnológico deseado, ni éste generará
beneficios claros para sus comunidades y para sus ambientes naturales.
Y ese fracaso sería imperdonable. La región de Latinoamérica y del
Caribe tiene, pues, una enorme responsabilidad presente y hacia el
futuro: por un lado, deben preservar sus abundantes recursos naturales y
la biodiversidad que aún concentran sus territorios, pues están en seria
amenaza y se pierden aceleradamente; y por otro, tienen que encarar el
desafío de lograr un desarrollo socioeconómico y político más justo y
sustentable.
Así pues, el nuevo contrato social para la ciencia y la tecnología
debe poner en el centro los principios de desarrollo sustentable y la
justicia socioambiental. Ello implica la preservación y uso racional de los
recursos naturales, la prevención de riesgos y la aplicación de políticas
precautorias para reducirlos, además del diseño de sistemas sociales que
sean capaces de hacer frente a los desastres ambientales y sociales que
se avecinan, debido a que nuestros gobiernos no tomaron las medidas
necesarias en el pasado inmediato para evitarlos. América Latina y el
Caribe padecerán en el futuro próximo las graves consecuencias por los
desastres ambientales derivados del cambio climático, debido a la
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pérdida acelerada de biodiversidad y a las crisis económicas y las oleadas
de violencia social y política. Los científicos tienen un compromiso
irrenunciable para contribuir a resolver estos problemas y reducir los
daños. Están obligados a poner sus conocimientos y habilidades al
servicio del bien común, y a comunicar con veracidad y claridad lo que
saben y lo que no saben sobre los riesgos y peligros del desarrollo
tecnocientífico, así como a promover la distribución equitativa de
beneficios que se derivan de la ciencia y la tecnología.
Nosotros en la UCCS deseamos que estos principios éticos se vean
claramente expresados en las políticas gubernamentales de ciencia y
tecnología en nuestros países. La innovación tecnológica y el crecimiento
económico son indispensables, pero no pueden darse a costa del
sacrificio o mal aprovechamiento de los recursos naturales y de la riqueza
producida por el trabajo humano.
Por otro lado, una parte sustancial de la responsabilidad científica
en nuestra región consiste en el rescate, protección, preservación y uso
sustentable y justo, de la gran riqueza biocultural de nuestros países, así
como de los conocimientos y tecnologías tradicionales de nuestras
comunidades, principalmente de los pueblos indígenas. Ellos son
herederos de saberes ancestrales: medicinales, agrícolas, conocimientos
de la diversidad de flora y fauna, de climas, etc. No debemos permitir que
estos saberes sean robados o privatizados, es un imperativo ético que
permanezcan como saberes públicos de acceso y gestión colectiva y
libre, y que además sean estudiados y revalorados por los científicos de
todo el mundo. Entre otras virtudes, estos conocimientos tradicionales
emanan de visiones sistémicas ahora en boga en la ciencia occidental;
han mostrado además ser capaces de adaptarse a cambios ambientales
en el pasado, y son sustentables porque respetan en gran medida los
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ciclos y los ritmos de la naturaleza, a diferencia de la mayoría de las
tecnologías contemporáneas, especialmente de las biotecnologías de
síntesis. Es por ello que la ciencia formal debe entablar un profundo
diálogo con estos saberes tradicionales en búsqueda de nuevas opciones
de solución a los problemas socioambientales más apremiantes.
Por años hemos discutido en nuestra región sobre cómo diseñar
políticas eficientes de desarrollo e innovación tecnocientíficos, pero nos
parece que esta discusión no puede eludir un tema de fondo: el modelo
actual de desarrollo tecnocientífico-industrial no es eficiente, equitativo
ni sustentable, pues no ha sido compatible con los procesos cíclicos de la
naturaleza y ha generado además desigualdades socioeconómicas
tremendas y un grave desequilibrio entre las comunidades humanas y los
ecosistemas en los que habitan. Por ello, la definición de las políticas
públicas sobre la ciencia y la tecnología debe implicar el cuestionarse en
qué medida son viables los modelos predominantes del desarrollo
científico-tecnológico, así como los paradigmas científicos y cognitivos en
los que se sustentan.
El surgimiento de las controversias tecnocientíficas de nuestra
época ha mostrado que el viejo modelo industrial que desarrollaba
innovaciones sin que la sociedad conociera y participara en su
evaluación, parece ya ser obsoleto y perjudicial. En ese antiguo modelo
industrial sólo la evidencia de daños ya causados a la salud o al medio
ambiente era un motivo justificado para retirar o modificar una
realización tecnológica, o incluso para sólo evaluarla. Por el contrario, es
necesario que se consolide ahora un nuevo modelo de relación entre la
sociedad y la tecnociencia que busque, por un lado, reducir los riesgos,
mediante el control y el monitoreo de los efectos de las innovaciones,
evitando así probables consecuencias dañinas sobre el ser humano y el
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medio ambiente; y por otro, incrementar y democratizar la participación
ciudadana en el diseño y orientación de las innovaciones de la ciencia y
la tecnología. Aquí las preguntas cruciales son: ¿para qué la innovación
tecnocientífica?, ¿qué tipo de investigaciones e innovaciones son
prioritarias?, ¿a quiénes benefician?, ¿qué riesgos implican?, ¿cómo se
enteran los ciudadanos de dichos riesgos, cómo los validan y cómo se
controlan los efectos negativos, tanto previstos como imprevistos? La
idea de un nuevo “contrato social” para la ciencia, como establecía la
Declaración de Budapest de 19991, implica, por tanto, una nueva forma
de control y regulación social, democrática y transparente, del desarrollo
y la innovación tecnocientífica.
Ahora bien, las controversias2 sobre el desarrollo tecnocientífico
reflejan los intereses de muy diversos actores sociales: científicos y
tecnólogos,
empresarios
e
inversionistas,
productores,
sindicatos,
políticos, ciudadanos. Implican, por ende, una deliberación abierta y
plural que considere distintos sistemas de valores. Las controversias
pueden resolverse si se alcanza un consenso estable, lo que no implica
necesariamente la superación del conflicto de valores e intereses. Pero lo
que no es deseable es evitar la deliberación y la decisión públicas para no
resolver el conflicto.
No podemos esperar que toda controversia tecnológica se resuelva
felizmente ni que tenga que desembocar en moratorias y restricciones,
1
Conferencia Mundial “La ciencia para el siglo XXI: un nuevo compromiso”, Budapest,
Hungría, 26 de junio al 1º de julio de 1999, realizada con los auspicios de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO)
y
el
Consejo
Internacional
para
la
Ciencia
(ICSU).
Véase
http://www.oei.org.co/cts/budapestdec.htm
2
Una definición de controversia: “movilización social de medios comunicativos y otras
microinstituciones que deliberan, evalúan y contrastan las posibilidades tecnológicas
que introduce una innovación, los riesgos, costos, quiénes los van a pagar, y las
consecuencias indeseables. La discusión es un proceso conversacional que implica a
grupos de expertos, medios de comunicación, organizaciones permanentes o
esporádicas de usuarios, agencias gubernamentales, departamentos universitarios,
gestores de empresas”. […]. Broncano, F., Mundos artificiales, Paidós, México, 2000.
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pero tampoco es deseable que la controversia se deje a la deriva para
facilitar la libre circulación de las innovaciones tecnológicas, sin ninguna
regulación. Más bien, lo deseable y esperable de las controversias es que
los actores acepten una vía dialógica y pública, sustentada en la
confrontación de razones y pruebas científicas; es decir, un método que
impida la coacción, el chantaje, la violencia o la imposición disimulada,
para poder construir consensos sólidos sobre qué tipo de innovaciones
tecnocientíficas, y las formas de validarlas socialmente, son las más
convenientes para todos.
Las condiciones indispensables para la resolución de controversias
tecnológicas podríamos resumirlas en: difundir y compartir el saber y la
información, compartir el poder de decisión, potenciar la autonomía de
los ciudadanos y extender la co-responsabilidad entre los gobiernos y la
sociedad civil, ampliar los alcances de la prevención y la precaución
basadas en conjeturas racionales y en datos confiables. Para alcanzar
acuerdos racionales es necesario un proceso público y legitimado de
decisión; ello implica que toda la información relevante debe estar a
disposición de todos los involucrados; y que se pongan en marcha
mecanismos que aseguren la participación de la sociedad, mediante
procedimientos de representación democrática.
Esto significa que el nuevo contrato social para la tecnociencia
involucra no sólo a los científicos y tecnólogos, a los expertos y
representantes de los poderes convencionales (gobiernos, empresas,
productores), sino también a cualquier ciudadano que participe como
usuario y como receptor potencial de los beneficios y de los riesgos de
una innovación tecnocientífica. Si la sociedad participa de manera
democrática, y mediante la confrontación de razones y evidencias
científicas, el diseño de las políticas de desarrollo de la ciencia y la
tecnología dejaría de privilegiar los intereses de lucro de unos cuantos,
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para responder de manera más equitativa a los problemas y necesidades
socioambientales de todos.
Por tanto, la deliberación pública y la confrontación de evidencias y
razones son los medios propicios para una adecuada resolución de las
controversias. El papel de la investigación científica se vuelve, por ende,
fundamental; pero debe ser una investigación independiente (con
respecto a los poderes económicos y políticos) y libre de conflictos de
interés, financiada por organismos públicos o por entidades de carácter
internacional que respalden su imparcialidad. Los científicos tienen, pues,
una enorme responsabilidad en este proceso de debate público y
razonado hacia la conformación del nuevo contrato social para la ciencia
y la tecnología.
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