Protagonista de excepción de nuestra historia colonial africana

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ENTREVISTA
GENERAL RAFAEL DE CÁRDENAS GONZÁLEZ
Protagonista de excepción de nuestra
historia colonial africana
E
n el devenir de los pueblos
existen acontecimientos que
de no ser contados por sus
protagonistas el tiempo se encarga de
borrarlos como si nunca hubieran
existido, esos protagonistas de la
Historia son personajes singulares
que albergan en su memoria las claves de un pasado que sólo ellos conocen, que sólo ellos pueden narrar con
el detalle de las propias vivencias.
Uno de esos hombres es Rafael de
Cárdenas, general de Infantería,
protagonista de unos hechos que lo
sitúan entre los grandes de nuestra
reciente historia colonial africana.
Medalla del Ejército, la más alta
condecoración que se concede a un
militar en tiempo de paz, el general
Cárdenas presenta una impresionante hoja de servicios. Ha mandado
diferentes unidades de La Legión,
Policía Territorial de Guinea y del
Sahara, y finalmente, como broche
de su carrera, la Guardia de S. M. el
Rey. Hoy, retirado del Ejército por
edad, pero siempre atento a cuanto
se relaciona con la Defensa Nacional, nos ha concedido una entrevista
que a buen seguro contribuirá al
mejor conocimiento del Ejército
español del siglo xx.
­—Nací en la localidad gaditana
de San Roque, aunque mi infancia y
adolescencia se desarrollaron en
Larache, donde se hallaba destinado
mi padre, un excelente militar. De
allí es de donde guardo los primeros
recuerdos, recuerdos siempre relacionados con el Ejército: toques de
corneta, desfiles, soldados… Un
mundo muy especial proyectado en
la propia casa.
—¿Influyó en su futuro profesional la figura de su padre?
—Como ejemplo, sí; en ningún
caso como imposición. Mi padre fue
un gran militar, puedo señalar que
fue el primer oficial del Arma de
Caballería destinado a La Legión, al
entonces recién creado Escuadrón de
Lanceros del Tercio de Extranjeros.
Años más tarde mandó la Guardia
Mora del Generalísimo. Por otra parte, mi madre, andaluza de sangre
escocesa, era nieta de un teniente
El general
Cárdenas en
un momento
de la entrevista.
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coronel del Ejército británico, jefe
del Regimiento y gobernador adjunto
de Gibraltar. Como veis, lo militar
me viene de lejos Desde niño tuve
muy claro cual sería mi dedicación.
—Y lo consiguió cuando en 1958
ingresó en la Academia General.
—Después de cursar el bachillerato en el Colegio de los Hermanos
Maristas de Larache, me presenté a
ingreso en la Academia, diríase que
logré el primer paso hacia lo que
había sido mi objetivo. Al cabo de
El general Cárdenas con el coronel Leopoldo Muñoz, presidente de AME.
cinco años reglamentarios de estudio
ascendí a teniente formando parte de
la XVIII promoción. Ahora venía de
verdad el ejercicio de la profesión.
—De su hoja de servicios se
deduce un marcado interés por las
tierras africanas, ¿condicionaron de
alguna manera sus vivencias en al
antiguo protectorado para solicitar
siempre destinos en África?
—Sin duda, desde mi ingreso en
la Academia tuve la intención de
prestar servicio en unidades del territorio. Mi primer destino hubiera querido que fuese el Sahara, pero por
falta de vacantes solicité Ceuta, concretamente el Regimiento de Infantería Ceuta número 54; allí permanecí
un año, hasta que pasé al Batallón
Independiente de la Palma. Por fin en
1965 obtuve vacante en el Sahara, el
Batallón de Instrucción número 1. Mi
siguiente objetivo sería pertenecer a
La Legión y en 1967 tuve la inmensa
«Las vivencias personales
en el Sahara me
han acompañado durante
toda la vida».
satisfacción de pasar destinado al
Tercio Don Juan de Austria, de guarnición en El Aaiún.
—Ya estaba en La Legión, como
quería, ¿se justificó su interés por esa
unidad como oficial?
—Plenamente, en lo profesional
no podía encontrar destino más apropiado a mis aspiraciones, La Legión
es una magnífica escuela de soldados. Para mí supuso además pertenecer a un mundo donde el espíritu
aventurero de un joven oficial se veía
resaltado por el marco geográfico del
desierto. Las vivencias personales en
el Sahara me han acompañado durante toda la vida.
Un teniente en Guinea Ecuatorial
La vocación africana del teniente
Cárdenas no se limitó a las arenas del
desierto. España poseía otro territorio
en el mismo continente, mucho más
al sur y completamente distinto al
Sahara, la Guinea Ecuatorial; allí se
le encuentra en los tiempos de la
independencia.
—Mis ganas de viajar, de conocer
lugares desconocidos, me llevaron a
solicitar una vacante de teniente en la
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Guardia Territorial de Guinea. Curiosamente mi incorporación al nuevo
destino la hice acompañado de mi
esposa. Acabábamos de casarnos y el
viaje de novios lo realizamos a bordo
del vapor «Ciudad de Pamplona».
Zarpamos desde Tenerife rumbo a
Santa Isabel de Fernando Poo, hoy
Malabo, haciendo escala en Monrovia y Lagos. En la colonia existía
como fuerza militar española la
Guardia Territorial, inicialmente llamada Policía Indígena y Guardia
Colonial. A mí me destinaron sucesivamente a los destacamentos de Acurenam, Mongomo de Guadalupe y
Evineyong, en el interior del continente, en plena selva y a cientos de
kilómetros de Bata.
—Hoy pocos conocemos detalles
de la presencia española en Guinea,
el tiempo y el silencio parecen haber
borrado por completo aquel pasado
no tan lejano, ¿podría señalar cuál
era el despliegue de la Guardia Territorial en los años anteriores a la independencia?
—No sólo en los años finales de
los sesenta, sino mucho antes. La
Guardia estaba formada por cinco
compañías. La 1ª tenía su cabecera
en Santa Isabel con secciones en esa
plaza y San Carlos, ambas en la isla
de Fernando Poo. La 2ª, en Bata y
dos secciones más en Benito y Cogo.
La 3ª tenía su cabecera en Ebebiying
y secciones en Mongomo de Guadalupe y Nsork. La 4ª residía en Sevilla
de Niefang, con secciones en Niefang, Evinayong y Acurenam. Finalmente, la 5ª con cabecera en Micomeseng y las dos secciones restantes
en Afanening y Valladolid de los
Bimbiles. He de señalar que además
de este despliegue, existían dos compañías móviles de la Guardia Civil,
una en Santa Isabel y otra en Bata.
—Ha mencionado las secciones y
destacamentos de Acurenam, Mongomo…, lugares y unidades en las
que prestó servicios como oficial,
ENTREVISTA
«La Legión es
una magnífica escuela
de soldados».
¿en qué consistía exactamente su tra­
bajo?
—En estos destacamentos, el ofi­
cial que los mandaba era la máxima
autoridad, ejercía funciones de co­­
mandante militar, delegado guberna­
mental, juez de distrito…, todo sobre
una población de quince o veinte mil
habitantes. Esta experiencia es la más
rica en conocimientos humanos que
cabe imaginarse, a mí me ha dejado
un recuerdo imborrable y me consta
que igual le ha ocurrido a los compa­
ñeros que desempeñaron cometidos
similares.
—Aparte de los militares, ¿qué
españoles residían en Guinea y a qué
se dedicaban?
—En 1967 existía un censo total
de 250.000 personas, de ellas 7.000
españoles, funcionarios, comercian­
tes, agricultores, empresarios, sanita­
rios, etcétera. Generalmente residían
en los dos núcleos urbanos más
importantes: Santa Isabel y Bata.
—¿Y cómo eran las relaciones
entre españoles y nativos?
—Excelentes, nunca hubo proble­
mas. Ha de tenerse en cuenta que en
aquella época Guinea contaba con
una asistencia sanitaria de lo mejor
del continente, e igualmente la ense­
ñanza en sus áreas de primaria y
bachillerato. Por otra parte, los nive­
les de ocupación de la población eran
similares a los de la metrópoli, tanto
en salarios como tipos de trabajo.
Sólo en los últimos meses, anteriores
y posteriores a la independencia, sur­
gieron algunos grupos radicales
antiespañoles, un fenómeno, por lo
demás, muy similar a otros localiza­
dos en los nuevos países de África.
—Para un español y especialmen­
te si, como usted, era militar, y perte­
El Príncipe
Juan Carlos,
jefe de Estado
en funciones,
impone
la Medalla
del Ejército
al entonces
capitán
Rafael
Cárdenas.
neciente a la Guardia Territorial, los
episodios relacionados con la inde­
pendencia deben traerle recuerdos
difíciles de olvidar aún hoy, después
de cuarenta años.
—Son tantos…, que cuesta traba­
jo ordenarlos. Como primeros pasos
hacia la independencia ha de recor­
darse que el 9 de agosto de 1963 las
Cortes aprobaron un régimen de
autonomía, ratificada el 15 de diciem­
bre. A partir de aquí, la ONU presio­
nó al Gobierno español para que
fuese dando los pasos necesarios a
fin de conceder la independencia al
territorio. Así, tres años más tarde,
concretamente el 22 de diciembre de
1966, nuestro Gobierno convocó una
conferencia para decidir el futuro del
territorio; conferencia que se desa­
rrolló en dos sesiones, llevadas a
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cabo entre octubre y noviembre de
1967, y abril y junio del año siguien­
te. Al final se acordó que en octubre,
concretamente el día 12, se declarase
formalmente la independencia.
—Con Macías como presidente.
—Antes del nombramiento de Ma­­
cías se realizaron elecciones presiden­
ciales. Unas elecciones exquisitamen­
te limpias. Los candidatos fueron el
expresidente del Gobierno Autónomo,
Bonifacio Ondo, persona moderada y
proespañol, De otra parte, Francisco
Macías, vicepresidente del Gobierno
Autónomo, un hombre culto, ameno y
de acusada personalidad; había ejerci­
do durante años como administrativo
en nuestras oficinas. En ese momento
se mostraba poco favorable a España.
Ganó por muy estrecho margen y fue
proclamado presidente.
—¿Tuvo algún protagonismo la
Guardia Territorial por aquellos
días?
—En efecto. Para los actos
solemnes de la firma de la declaración de independencia fue requerida
mi presencia en Bata, la capital. Mi
principal cometido consistía en dar
escolta al ministro de Información y
Turismo, Manuel Fraga, en todos
sus desplazamientos. El día anterior, a falta de otros oficiales, tomé
parte activa al mando de mi sección
en la represión de graves disturbios,
tales como saqueos a comercios e
industrias; he de decir que con total
éxito. En menos de una hora se volvió a la normalidad sin grandes
problemas. El mismo día 12 por la
tarde recibí la orden del ya presidente de la Nación para hacerme
cargo, con plenos poderes, del distrito de Evinayong, cuyos habitantes pertenecían a la misma tribu de
su adversario Bonifacio Ondo,
temiendo posibles revueltas, que no
se produjeron.
—A partir del 12 de octubre de
1968 Guinea Ecuatorial era ya un
Estado soberano, pero ¿qué ocurrió
con la Guardia Territorial y en concreto con los militares españoles que
la mandaban, entre ellos usted?
—De momento permanecimos en
nuestros destinos, a la espera de
órdenes. En mi caso he de reseñar
que a mediados de noviembre, con
motivo de una visita de Macías a mi
distrito, se alojaba en mi casa, me
propuso hacerme jefe supremo de
las futuras Fuerzas Armadas del
país, lo que suponía adoptar la nacionalidad guineana; obviamente recha-
Dos imágenes de Rafael Cárdenas en la Policía Territorial del Sahara. En la segunda, de patrulla.
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«Macías me propuso
hacerme jefe supremo
de las Fuerzas Armadas
de Guinea».
cé esta propuesta. Ya por entonces
las relaciones entre España y Guinea
se iban deteriorando a pasos agigantados, las arengas radiofónicas del
Presidente fomentando el odio a
España hacían presagiar para nosotros un final cuando menos desagradable.
—Y el Gobierno español, ¿dónde
estaba?
—En Madrid, y nunca mejor
dicho, a miles de kilómetros de nosotros, una desastrosa gestión diplomática española, unida al catastrófico
estado económico de Guinea, dieron
lugar a la ruptura de relaciones entre
los dos países. Pero allí seguíamos
nosotros, los militares, prestando servicios en una unidad extranjera de un
país recién creado, convulso y caótico, sin recibir órdenes de nuestros
mandos naturales ni noticias de nuestro Gobierno.
—¿Cuánto tiempo duró esta situación irregular, kafkiana o surrea­lista?
—Con esos y otros adjetivos se
podría haber calificado. Para mí duró
seis meses. Hasta que nuestro cónsul
en Bata dio la orden de evacuar a
todos los españoles y conducirlos a
aquella capital para su repatriación.
—¿Fue difícil la operación de
repliegue de nuestros compatriotas
civiles sobre el puerto de Bata?
—Dentro de las dificultades, yo
pude llevar a cabo esa misión en mi
distrito, otros compañeros quedaron
retenidos y no pudieron realizarla. A
lo largo de 145 kilómetros, por carreteras o más bien caminos en la selva,
una caravana de varios vehículos con
unas 30 personas tuvimos que atravesar poblados donde vecinos exaltados
ENTREVISTA
Rafael
Cárdenas,
de teniente
coronel
legionario.
habían levantado obstáculos con
bidones y troncos para impedirnos el
paso. En la mayoría de ellos, rompimos las barreras con los propios
vehículos. En algunos nos hicieron
fuego, hasta el extremo de que cuando por fin logramos llegar a las inmediaciones de Bata llevábamos muchos
la carrocería agujereada, la chapa
completamente arrugada y sin cristales en los parabrisas.
—¿Qué fue de su familia, se
encontraba en Guinea por esas
fechas?
—Sí, mi mujer, Sonsoles, de sólo
19 años de edad, llevaba en los brazos a nuestro hijo Rafael, un hermoso bebé de sólo seis meses. Si salimos vivos fue por puro milagro,
porque entre los coches, el que se
llevó la peor parte fue el mío.
mn—Y una vez en Bata, ¿cómo se
produjo la repatriación?
—Sería largo de contar las peripecias previas a nuestro embarque rumbo a Canarias, pero al fin todo se
superó y logramos llegar sanos y salvos a España. La repatriación de los
últimos españoles de Guinea fue uno
de los episodios menos conocidos de
nuestra historia reciente. A partir de
ahora, creo que ya lo será un poco
menos, supongo.
Capitán de una tropa legendaria
en el desierto
De regreso a España, tras la independencia de Guinea, el teniente Cárdenas obtuvo nuevamente destino en el
Sahara, ahora en la Policía Territorial, magnífica unidad compuesta por
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los más aguerridos saharauis; en este
destino permaneció hasta la independencia del territorio.
—Cuando me incorporé a mi nueva unidad en 1972 era teniente, al año
siguiente ascendí a capitán y me fue
asignado el mando de la 3ª compañía
de la Policía, con base en Smara y
destacamentos desplegados a lo largo
de la extensa zona noreste del territorio, una extensión similar a la de
Andalucía, cubriendo las fronteras
con Marruecos, Argelia y Mauritania.
La plantilla de mi compañía era de
750 hombres, casi todos nativos,
excelentes soldados: valientes, duros
y leales como nadie. La verdad es
que tuve la suerte de mandar una unidad envidiable.
—Con una extensión territorial
tan considerable y rayando con tres
fronteras no le faltaría trabajo.
—En absoluto, de hecho, asistimos al nacimiento de los movimientos de liberación del territorio, especialmente el Frente Polisario, cuyos
miembros atacaban con frecuencia
nuestros destacamentos dispersos por
el desierto. Para mantener la seguridad, las patrullas, motorizadas y a
camello, duraban varios días, recorriendo cientos de kilómetros, rastreando y siguiendo las huellas de los
grupos rebeldes. Los guardias podían
determinar el número de hombres, el
tiempo que hacía que habían pasado
por el lugar y hasta el tipo de armamento, eran magníficos en todos los
sentidos.
—¿En alguna ocasión tuvieron
enfrentamientos armados con esos
grupos de rebeldes?
—Varios, pero especialmente tres.
El primero ocurrió en el mes de
diciembre de 1973 cuando al mando
de una patrulla de la zona de UadAarred-El Yam localizamos a un grupo infiltrado desde Marruecos. Al
darles alcance se atrincheraron en
unas cuevas próximas a la frontera y
desde allí nos hicieron fuego. Logra-
mos detener a cinco de los nueve
componentes, sin que por nuestra
parte sufriésemos ninguna baja. El
segundo enfrentamiento de importancia tuvo lugar en marzo de 1974,
en la zona conocida como Aucaiera.
Un grupo de polisarios tiroteó los
puestos de Hausa y Edchera. El
saharaui, como ya he señalado, es
un guerrero que no conoce el miedo,
cuando llegamos hasta ellos nos
hicieron frente. En el tiroteo, que
fue muy intenso, murieron dos, que
fueron abandonados por los suyos.
Finalmente, en mayo de 1975, un
grupo de polisarios compuesto por
seis hombres atacó una vez más el
puesto de Hausa. Iniciamos la persecución y los localizamos cerca de la
frontera de Mauritania. Se hicieron
fuertes en un montículo, produciéndose un tiroteo en el que hicimos
tres prisioneros, con tres bajas de
ellos y ninguna por nuestra parte.
Esto era el pan nuestro de cada día
en los últimos meses de presencia
española en el Sahara.
—¿Fue por estas acciones por lo
que se le concedió la Medalla del
Ejército Individual?
—Por éstas y por mi actuación en
la evacuación del personal en Guinea. Esta condecoración se creó con
el objeto de recompensar a quienes,
en tiempo de paz, realicen un hecho
que suponga Valor Distinguido, el
mismo de la Medalla Militar, unido a
las virtudes profesionales sobresalientes. El Consejo Superior del Ejército realizó el preceptivo expediente
y lo remitió al Consejo de Ministros.
Y en el Diario Oficial número 202,
de fecha 7 de septiembre del año
1975, me fue concedida; entonces era
capitán.
Medalla del Ejército
En este momento de la entrevista el
general Cárdenas guarda silencio,
toma su cartera de mano y extrae de
Medalla del Ejército concedida al general
Cárdenas cuando era capitán.
ella una condecoración con la cinta
de color verde, es su Medalla del
Ejército. Nos la muestra y nosotros,
con la reverencia que imponen los
objetos sagrados, la tomamos en
nuestra mano y se la devolvemos.
Para los entrevistadores era la primera vez que veíamos y tocábamos esa
condecoración.
—Esta misma Medalla es la que
me fue impuesta en El Aaiún por el
entonces Príncipe de España en
funciones de Jefe de Estado. El acto,
por las características históricas en
que tuvo lugar, unos días antes de la
«Marcha verde», adquirió especial
relieve para mí. Hoy creo que sólo
somos dos los militares vivos que la
poseemos.
—¿Quiénes fueron los otros?
—El capitán Galera, paracaidista, y los tenientes León, de Ingenieros, y Morejón, de Operaciones
Especiales, todos fallecidos. También
un sargento de la Guardia Civil, hoy
oficial, que resultó gravemente herido en un enfrentamiento con ETA, y
cuyo nombre lamento no recordar
ahora.
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—Y con su brillante Medalla del
Ejército en la guerrera asistió usted a
las últimas operaciones en el Sahara.
Después, cuando se entregó el territorio, ¿cómo quedó el capitán Cárdenas?
—Podéis imaginarlo, como todos
los militares, desconcertado. El Sahara fue para miles de compañeros su
mejor escuela, su segunda patria, su
propia tierra, por la que habían dejado lo mejor que tenían humana y
profesionalmente. En mi caso volví a
mi tierra natal, a San Roque, donde
obtuve vacante en el Regimiento de
Infantería. A los pocos meses me
hallaba destinado en La Legión, en el
tercio Duque de Alba, de guarnición
en Ceuta.
Legionario por segunda vez, ahora en los empleos de capitán y
comandante. Los años de madurez
del militar, vistiendo el uniforme de
la legendaria unidad, permiten al
general Cárdenas emitir un juicio
sobre aquellas tropas y su papel en el
organigrama del Ejército español de
antes y de hoy.
—La Legión, desde su fundación,
ha sido la unidad a que todo militar le
hubiera gustado pertenecer. Desde mi
punto de vista, conserva las virtudes
de siempre, y con el paso del tiempo
ha mejorado, ha pulido muchos
defectos. Hoy se encuentra a la vanguardia de las unidades más operativas y mejor adiestradas de Europa,
como está demostrando en las diversas misiones internacionales en las
que participa. Por mi parte, he de
decir que me siento legionario de los
pies a la cabeza, once años en el Tercio creo que me permiten esta pequeña vanidad personal.
«La Medalla del Ejército
me fue impuesta en el Aaiún
por el entonces Príncipe de
España en funciones
de Jefe de Estado».
ENTREVISTA
Coronel Jefe de la Guardia Real
—Después de La Legión pasó a la
Guardia Real de la Casa de S. M. el
Rey, ¿puede considerar esta destino
como el broche de oro de su carrera
militar?
mn—Sin duda. Yo he pertenecido a
ella, primero como teniente coronel y
después, ya coronel, como primer
jefe. Esta unidad presenta unas carac­
terísticas que la hacen distinta a las
demás de nuestras Fuerzas Armadas;
entre otras, por su especial misión,
que es garantizar la seguridad y rendir
honores a S. M. el Rey y demás
miembros de la familia Real, además
de prestar análogos servicios a los
jefes de Estado extranjeros. Por estar
formada por personal de los tres Ejér­
citos, Guardia Civil y Cuerpos Comu­
nes puede calificarse de excepcional.
—Cabe suponer que para realizar
esas misiones los componentes de la
unidad poseerán una considerable
preparación militar.
—En el aspecto operativo, la Guar­
dia Real está perfectamente prepara­
da. Nunca se abandonan la instruc­
ción ni los ejercicios de tiro ni manio­
bras en el campo. La unidad puede
constituirse, en caso necesario, como
unidad de combate, tipo agrupación
táctica sobre la base de sus dos bata­
llones armados. Lo único que precisa
es apoyo de fuego y apoyo logístico
en determinas circunstancias.
—Al ascender a general cesa en el
mando de la Guardia Real, ¿cuál fue
su siguiente destino?
—Entre todos los posibles, que para
un general no son tantos como para el
joven teniente de antaño, opté una vez
más por Ceuta, en esta querida ciudad
desempeñé el cargo de Segundo Jefe
de la Comandancia General. Este fue
el cierre de mi vida profesional.
Comenzamos en el Estrecho, con
el nacimiento y primer destino, y
terminamos en el Estrecho, no se
puede ser más consecuente con una
Ya de coronel, Rafael Cárdenas
mandó el Regimiento
de la Guardia Real.
vocación y con una tie­
rra. Como cierre de esta
entrevista formulamos
la pregunta que se dedu­
ce de cuanto hemos
venido hablando, las vi­­
vencias excepcionales de
un pasado singular, y la
huella que han dejado
en el alma del soldado.
—Usted ha vivido
en primera persona los
procesos de indepen­
dencia de los últimos
territorios coloniales de
España, ¿qué le queda
de cada una de ellas?
—La independencia
de Marruecos me cogió
en la Academia, si bien
volví a Larache, a casa
de mis padres, meses después; la de
Guinea, ya lo he dicho, fue mi prime­
ra experiencia profesional y humana;
en cuanto al Sahara, vi con dolor cómo
se arriaba nuestra Bandera. En el pri­
mero de los casos me quedó el recuer­
do de una infancia y juventud ya lejana,
con amigos que aún conservo; la segun­
da me dejó los recuerdos de un paisaje
excepcional, de la selva, de las formas
de vida de sus habitantes; y la tercera,
sin duda, el recuerdo del hombre, del
saharaui, del guerrero noble y valien­
te como ningún otro conocido por
mí. Es difícil sintetizar en unas frases
la experiencia de toda una vida.
En el Centro Cultural de los Ejér­
citos, donde realizamos esta entrevis­
ta, alguna mirada se cruza con la
nuestra, es la de algunos socios que
reconocen al general, pasan como de
«En el aspecto operativo,
la Guardia Real está
perfectamente preparada».
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puntillas a nuestro lado y se acomo­
dan cada cual en su sillón de siempre.
Nosotros vamos recogiendo los pape­
les llenos de notas y se dispara un par
de veces el flash de la cámara de
fotos. Pero antes de acabar lanzamos
la última de las últimas preguntas,
una pregunta que no quisiéramos que
se nos quedase en la recámara.
—Desde su experiencia de man­
do, ¿cómo ve el futuro de nuestras
Fuerzas Armadas?
—Nuestras Fuerzas Armadas tie­
nen ya un carácter multinacional, par­
ticipando cada vez más en conflictos
internacionales. Son diferentes a las de
hace unos años, pero a la vez son las
mismas de siempre, diferentes por las
misiones, pero idénticas por el espíritu
de sus hombres y su preparación. Hoy,
pese a la drástica disminución de sus
efectivos, están perfectamente prepa­
radas y dotadas para desempeñar un
excelente papel tanto en España como
en cualquier parte del mundo.
Equipo MILITARES
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