La historia comprueba que JESUCRISTO SI EXISTIÓ. ¡

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La historia comprueba que
JESUCRISTO SI EXISTIÓ.
La verdad acerca del nacimiento de Jesús y las
PRUEBAS históricas de que Él vivió en la Tierra han
sido ocultadas. Lea estos testimonios provenientes
de todo el mundo antiguo, que confirman lo dicho por
la Biblia.
por el Dr. Carlos V. Dorothy y
Daniel Robert M.
¡
Algunos historiadores niegan que Jesucristo haya existido! "Pero, sabido es que los
historiadores son embusteros privilegiados" (España de Wilberforce, pág. 11).
¡Exacto! Algunos de estos mismos historiadores, profesores y críticos que niegan a
Cristo se engañan a sí mismos. Ellos saben que Jesús existió —los documentos
históricos están repletos de pruebas. La verdad está al alcance de todos. Pero quienes
escriben la historia rehúsan decir toda, la verdad. Se ha eliminado la fascinante
historia así como las pruebas de la vida de Jesucristo —en los libros de texto
modernos, en los pulpitos y en las aulas. ¡La verdad es que en tiempos de Jesús, EL
MUNDO ENTERO esperaba un Mesías, un Salvador que rigiera a todo el mundo! La
verdad de las cosas es que el nacimiento de Jesús fue registrado oficialmente por
los romanos. Estos sorprendentes hechos pueden comprobarse con facilidad. ¿Por
qué han guardado silencio los historiadores todo este tiempo?
¿Acaso miente la historia?
¡La historia no puede mentir! El problema está en que los historiadores sí
pueden hacerlo.
Tomemos dos ejemplos de la historia moderna. ¿Cuál versión acerca de la
guerra entre México y Texas creería usted? La versión mexicana llama a los yanquis
"rebeldes"; la versión estadounidense les llama "héroes".
¿Cuál de estas dos versiones sobre la Segunda Guerra mundial creería usted:
la que se predica hoy día en Alemania Occidental —misma que encubre o ignora a
Hitler— o la escrita por aquellos que murieron luchando contra Hitler?
Es obvio que ninguna de ambas versiones es completamente verídica... ambas
son tendenciosas, prejuiciadas.
Las autoridades destacadas de la antigüedad nos dicen que en su época se
daba este mismo prejuicio entre historiadores.
Polibio (un fiel historiador griego del siglo segundo, entre los años 201-120 a.
de J.C.) clasifica a quienes escriben la historia en tres categorías. Algunos escriben y
"tuercen" la historia por lucro; relatan lo que alguien desea escuchar. Otros escriben
impulsados por La vanidad de la ostentación. Es decir, escriben lo que suena mejor. Y
por último, algunos escriben por la verdad misma.(véase Historias, Introducción, pág.
xiv, edición Loeb, Lbr. 16.14).
Tres clases de historia... ¿cuál de las tres ha estado leyendo usted?
Más sorprendente aún es la historia de Procopio. El emperador romano
Justiniano comisionó a Procopio para que escribiera algo que le glorificase a sí mismo,
como emperador. Procopio se vio ante el mismo problema que tienen que .encarar
todos los historiadores: "Si "escribe lo que la gente quiere creer, debe violar su propia
conciencia repetidamente; si escribe la pura verdad, se desencadenará contra él una
tormenta de indignación". Justiniano no podía tolerar la verdad. Procopio no podía
permitirse a sí mismo poner en juego su propio éxito atreviéndose a publicar la verdad.
¿Cómo resolvió un problema tan pavoroso? "Describiendo los dos lados de
determinada cuestión en volúmenes separados" (Atwater's Introducción to Procopius'
Secret History, 550 E.C., Introducción de Atwater a la Historia Secreta de Procopio,
año 550 E.C). ¡Muy hábil Procopio! Escribió un volumen lisonjero para dar gusto al
emperador —para ser publicado. Y consignó la verdad auténtica en un volumen
privado (la Anécdota o Secreta) que él mismo mantuvo bajo custodia.
Procopio no demuestra que la historia miente, sino más bien que los
historiadores sí mienten. El mismo debe saberlo.
Procopio mismo nos dice en el prefacio a su Historia Secreta: "Como verán
ustedes, no era posible, durante la vida de ciertas personas [el emperador, etc.]
escribir la verdad acerca de lo que hicieron, como debiera hacer un historiador. De
haberlo hecho, sus legiones de espías me hubieran dado muerte en la forma más
horrible. Ni en mis parientes más cercanos podía confiar. Esa es la razón por la cual
ME VI OBLIGADO A OCULTAR LA EXPLICACIÓN VERDADERA A MUCHOS
ASUNTOS que falsamente relate en mi libro anterior. En verdad me es muy difícil
tener que balbucear y retractar lo que he escrito con anterioridad".
Como se puede apreciar, los intereses y prejuicios afectan drásticamente lo
que escriben los historiadores —y lo que dejan de escribir. Y ahora usted comprende
que quienes escriben la historia no siempre lo dicen todo. Pero ahora es preciso saber
lo que los historiadores se negaron a revelar sobre el más grandioso personaje que
viviera jamás— Jesucristo.
El registro faltante sobre Jesús le proporcionará pruebas seguras —aparte de
la Biblia— de que Cristo realmente existió. ¡Y no se engañe a sí mismo aduciendo que
usted "no necesita pruebas" o de que usted "no debería tratar de comprobar, sino tan
sólo de creer"! Usted, como humano, sí necesita pruebas, y Dios dice "Examinadlo
todo..." (1 Ts. 5:21).
¿Falló la profecía?
Si los historiadores relatasen todos los hechos a que tienen acceso, sabríamos
con absoluta certeza que una dramática profecía bíblica ya tuvo su cumplimiento
literal. Negándose a admitir las pruebas de la historia, muchos historiadores y
traductores de la Biblia han rechazado la maravillosa predicción de Hageo. Algunos
aún han llegado a la conclusión de que la profecía fracasó. ¡Por supuesto que no! En
seguida verá usted abundantes pruebas al respecto, pero primero, examinemos la
profecía.
Hageo 2:6-9 nos da una asombrosa profecía sobre Jesucristo. "Porque así dice
el Eterno de los ejércitos: De aquí a poco... y haré temblar a todas las naciones, y
vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho el
Eterno..." ¡La frase bíblica "el Deseado de todas las naciones" es realmente aplicable a
Jesucristo! Sin embargo, muchos comentaristas rechazan esta traducción —ya sea
por prejuicio o por falta de datos históricos con qué demostrar la veracidad de la
misma.
Entendamos. Las profecías son duales. Lo cual significa que las profecías sé
cumplen dos veces: primero en forma pequeña, y después, de manera más
importante. La predicción de Hageo se cumplió por vez primera a su debido tiempo, en
los días de Herodes y de Cristo. Por supuesto su cumplimiento final será aún mayor—
¡y sucederá en nuestros días! Pero lo que nos concierne ahora es el primer
cumplimiento. He aquí las predicciones y los eventos que les dieron cumplimiento
conforme sucedieron.
"Haré temblar a todas las naciones" —guerras internas y externas de Roma en
Europa, Bretaña, el Mar Mediterráneo, Egipto y Palestina; la caída de tres grandes
dinastías: La República Romana, los Ptolomeo egipcios, los Seléucidas sirios en el
siglo primero a. de J.C. El imperio Romano dominaba al mundo entonces conocido.
Por lo tanto, las guerras que sacudieron a Roma en esta época sacudieron a toda la
tierra.
"La gloría de esta segunda casa (el Templo construido por Zorobabel) será
mayor que la de la anterior (construida por Salomón)". Aunque Herodes remodeló el
segundo Templo de Zorobabel, no sobrepasó la gloria del Templo de Salomón. ¿En
que forma dio Dios una mayor gloria a este Templo —a todas luces inferior al primero
de Salomón? (Para comprobar que el segundo era inferior al primero, véase
Esdras 3:12, donde quienes habían visto la primera casa, lloraban de desilusión a la
vista de la segunda.) ¿Cómo pudo Dios convertir lo inferior en lo superior? La respuesta es sencilla.
¡Enviando
al DESEADO DE TODAS LAS NACIONES al
segundo Templo!
Jesucristo —quien pronto probaremos era el "Deseado de todas las naciones"— entró al segundo templo y lo glorificó más, con mucho, que cualquier otro
edificio en toda la tierra. (véase Lucas 2:22-26).
¡El propio Hijo de Dios anunció la salvación en ese Templo! Lea Juan 7:14-43.
Jesús proclamó, "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba", lo cual indica que Él
provenía de Dios, que Él venía con el poder de impartir el Espíritu Santo y que los
hombres podían ser salvos. No es de maravillarse, entonces, que los judíos rehúsen
traducir Hageo 2 como debieran. El “Deseado de todas las naciones" los
condena.
Si bien todas las fuentes autorizadas judías (Enciclopedia Judaica, Talmud,
Rabinos) admiten que Jesús anduvo en el segundo Templo, lo rechazan Él como el
Mesías. Así también deben rechazar la profecía sobre un Mesías o "Deseado" —
¡porque aquel Templo fue destruido en el año 70 E.C.! O bien Cristo vino al Templo
antes de 70 E.C., o Hageo y el Antiguo Testamento son falsos. Qué dilema para un
judío, ¿no es así? La solución judía fue simplemente alterar la traducción de Hageo.
¡Pero la res puesta de Dios es demostrar que sus profecías no quedan sin cumplimiento!
¿Fue Cristo "Deseado"?
Pero, ¿se puede demostrar que Jesucristo era deseado por las naciones de
aquel tiempo? ¡Por supuesto que sí! La comprobación histórica de este sorprendente
hecho ha sido descartada, ignorada!
¿Cuántas naciones deseaban a Cristo? Comencemos con la más obvia —la
nación de Judá— y procedamos de ahí para encontrar la respuesta.
judíos —El gran y fidedigno historiador Josefo (quien, incidentalmente, también
dice en la Introducción a sus Antigüedades que algunos historiadores falsifican los
hechos debido a motivos reprobables) muestra cómo los fariseos que habían dado
muerte a Cristo aún esperaban un Salvador: "... Pero lo que los incitaba a la guerra
sobre todas las cosas era un oráculo ambiguo, que se encontraba asimismo en sus
sagradas escrituras [ellos conocían las profecías] en el sentido de que UNO DE SU
PROPIO PAÍS SE CONVERTIRÍA EN SOBERANO DEL UNIVERSO. A su entender,
esto significaba alguien de su propia raza, y muchos de sus sabios erraban por
completo en lo tocante a la interpretación del mismo" (de Guerras, Libro VI, capítulo v,
sección 4, Traducción de Loeb, Vol, III, pág. 467). Véase también las Antigüedades,
Libro XVII, capítulo ii, sección 4, donde 6.000 judíos creían claramente, en "aquél
quien un día sería establecido sobre los pueblos con el título de rey, puesto que todo
el poder sería suyo". Aunque aquellos astutos líderes aplicaron en forma indebida la
profecía para salvar su pellejo, ellos tenían conocimiento de la venida del Mesías y le
deseaban.
El cruel Herodes, convencido plenamente (y temeroso) de que la nación judía
no solamente anhelaba un rey divino, sino que también lo esperaba EN aquel tiempo
(debido a la profecía de las 70 semanas de Daniel, la cual señala el tiempo de la
venida de Cristo), emprendió una campaña pro-renovación del Templo con la intención
de demostrar que él —Herodes— era la consumación de la profecía de Hageo.
Analícense cuidadosamente las palabras de Hageo y el discurso de Herodes
registrado en las Antigüedades, de Josefo, Libro XV, capítulo xi, sección 1. Ahí hay
pruebas absolutas de que la nación judía esperaba al Cristo deseado. Pero,
¿deseaban a Cristo las naciones paganas?
GRIEGOS —Platón, quizá el más famoso filósofo de la antigüedad y un
auténtico representante de la cultura griega, muestra el deseo que tenían los griegos
de Cristo. Hablando a través del personaje Alcibíades (sobre el tema de la religión)
Platón dice: "Es preciso, por lo tanto, esperar hasta que Uno nos enseñe cómo
debemos comportarnos hacia dioses y hombres. ¿Cuándo llegará ese tiempo y quién
habrá de ser dicho Maestro? Pues me daría la mayor felicidad el poder ver hombre
tal”. Un sorprendente testimonio pagano a la profecía de Hageo —dado en el año 300
a. de J.C. ¡El mundo griego deseaba a Cristo!
ROMANOS —Sin embargo, eran los romanos quienes realmente gobernaban
al mundo conocido en tiempos de Cristo. ¿Qué deseaban ellos? Tácito, el historiador
de la realeza romana, nos dice en Historias, V, 13, que alrededor del año 60 E.C. se
esperaba en Oriente que habría de surgir de Judea un rey que gobernaría al mundo.
Por sorprendente que sea esta crónica pagana de Tácito, no demuestra directamente
que los romanos esperaban al Mesías sino más bien que lo hacían los judíos. Con
todo, poseemos una prueba más directa de los romanos mismos.
Virgilio, el más grande de los poetas latinos, alrededor de 40 años antes de
Cristo escribió: "Un niño de Dios habrá de nacer... ¡ven presto a recibir tu poder pues
el mundo entero te espera! ¡Oh si yo viviera para ver en mi poesía a ser tan noble!"
(Égloga IV, Oirás de Virgilio de Lonsdale y Lee.) Esta notable profecía de Virgilio está
basada en las revelaciones de una profetisa romana anterior a él: La sibila de Cumas.
Según Suetonio, el historiador romano, la misma destacada sibila o profetisa
dijo, "La Naturaleza está a punto de dar a luz un rey y presentarlo al pueblo romano"
—¡año 63 a. de J.C.! Obviamente el rey habría de ser divino, puesto que "la
Naturaleza" lo iba a dar a luz. Obviamente ésta fue una auténtica profecía, puesto que
vino años antes del nacimiento de Cristo. Y obviamente —puesto que la sibila era bien
conocida— esta profecía era bien conocida y creída por gran parte del pueblo romano.
¡Roma, que incluía a Bretaña y África del Norte, esperaba, según su entender limitado,
a Jesucristo! Pero aún hay más.
El Oriente misterioso.
"En todo el oriente había prevalecido en forma familiar una opinión antigua y
constante en el sentido de que quienes provenían de Judea estaban destinados a
convertirse en soberanos del mundo" (Suetonio, Vida de Vespasiano, capítulo 4).
Pero, ¿qué tanto abarcaba "todo el Oriente"? Quizá el mismo Suetonio no se percató
hasta dónde era aplicable su propia aseveración: ¡hasta las costas lejanas del Océano
Pacífico!
Para un romano de tiempos de Suetonio, el "Oriente" incluía la Turquía
moderna, Palestina, Jordania y posiblemente Irak hasta el Eufrates. Para la época del
nacimiento de Cristo, el Imperio Romano se extendía hacia el Oriente hasta Babilonia
y el Eufrates. Otro gran imperio tuvo su comienzo allí mismo y se extendió todavía más
hacia Oriente, aun hasta Afganistán y la India actual. Este imperio fue Partía.
PARTOS —Los magos de Mateo 2 que adoraron a Cristo eran partos. ¡Estos
magos —que recorrieron 2.000 kilómetros durante casi seis meses— estaban
convencidos de que Cristo era "el Deseado de Todas las naciones''?
HINDÚES —La casta sacerdotal que gobernaba a la India era la de los
brahmanes. Aparentemente ellos también deseaban al Salvador —posiblemente
después de haber escuchado algo acerca de Cristo de los magos partos. El hecho es
que (según la historia antigua de la India) el soberano de la India envió emisarios a
Palestina en el año 1 E.C., "para saber si en verdad había venido ya el niño de linaje
real que estaba profetizado" (Jones, Investigaciones Asiáticas, Vol. X, págs. 27-28).
Pero, ¡el testimonio acerca de Jesús y el deseo de Cristo habían llegado aún más lejos
en el mundo pagano!
CHINOS —¿Recuerda usted los famosos refranes cómicos que rezaban
"Como dijo Confucio ..."? Pues no es chiste esta vez. El filósofo chino K'ung Fu-Tze, o
"Confucio", dijo a principios del siglo VI a. de J.C.: "El Santo debe buscarse en
Occidente". Su profecía fue transmitida fielmente de padre a hijo y "en el año 64 después de la era cristiana, se nos dice que el emperador Mimti, influenciado por esta
antigua expectación, envió mensajeros al oeste —hacia la India— para que allí
indagaran sobre el Santo de Confucio, pronosticado siglos atrás" (China, de Du Halde,
Vol. I, págs. 360, 361; China, de Le Compte, págs. 118, 200). El más grande pensador
chino habla por China. Los chinos deseaban al santo ungido.
MAYAS —Spence, en su obra. Mitos y Leyendas, dice que los dioses a
quienes adoraba este pueblo antiguo "habían prometido no desamparar del todo a la
humanidad, sino que regresarían en algún período indefinido en el futuro a reanudar
su influencia de resplandor y de paz" (Volumen sobre México y Perú, pág. 169).
¡Extraordinario! Separados por miles de años y miles de kilómetros de la Tierra Santa,
los indios mayas de México y América Central, desde tiempos antiguos, esperaban —
lo mismo que los judíos— un gobernante divino que estableciera su gobierno.
¡Ahí está la comprobación! la tierra entera —desde América hasta el Mar de
Japón— ¡DESEABA AL CRISTO!
¿Qué podría ser más claro? ¡Las profecías no han fallado! Las palabras de
Hageo tuvieron su cumplimiento literal (por vez primera —o típica) cuando el
"Deseado" —Jesucristo— entró al Templo.
Este "deseo" en tierras paganas y bárbaras es, en sí mismo, prueba suficiente
de que Cristo existió. Sin embargo, hay pruebas más concluyentes.
Cristo registrado oficialmente.
Si usted fuera agnóstico o ateo —y con una mente libre de prejuicios— sin
duda alguna creería que Jesús efectivamente vivió] siempre y cuando encontrara Su
nombre en un registro oficial romano —en un documento auténtico de la antigüedad.
Probablemente usted dudaría de dicho registro si un cristiano le dijese que él lo había
visto. Pero usted lo creería —suponiendo, nuevamente, que tiene una mente libre de
prejuicios— si un ateo o un enemigo del cristianismo admitiese haberlo visto. Una
persona así tendría todos los motivos para negar cualquier evidencia del nacimiento
de Cristo, y ni un solo motivo para anunciárselo al mundo.
¡Existe ese registro! Y proviene de alguien que odiaba a los cristianos.
El emperador romano Juliano (apodado "el Apóstata" por haber rechazado el
cristianismo a favor del paganismo) intentó destruir el cristianismo de Roma.
Arguyendo a favor de los paganos, dijo: "Jesús, a quien ustedes celebran, era uno de
los súbditos del César. Si lo dudan, lo demostraré a su debido tiempo; pero quizá sea
mejor hacerlo ahora mismo. Pues ustedes mismos admiten que fue inscrito con su
padre y su madre en tiempos de Cirenio" (Obras, de Nathaniel Lardner, Vol. 7, págs:
626-627).
Juliano trató de destruir el cristianismo —pero no negando a Cristo. Estando en
posesión de todos los archivos de gobierno, Juliano admitía que Jesús había existido
realmente, y tenía tal confianza en sus fuentes de información que habla desafiantemente —retando a los cristianos a verificar si es que no creen. Nadie habría retado a
amigos y enemigos a consultar los archivos si estos no existiesen.
Lucas, por supuesto, cita este mismo censo, bajo Cirenio —en el capítulo dos
de su Evangelio. Pero aquí nuevamente algunos historiadores han negado a Lucas y
exclamado "¡fraude!". "No existe evidencia alguna de este censo; por lo tanto nunca se
efectuó; Lucas está equivocado" —dicen los críticos.
Teniendo la mente cerrada, los historiadores escépticos nada pueden hacer
cuando se enfrentan a las pruebas —nada excepto rechazar la evidencia. Pero nadie
puede invalidar el testimonio de Juliano. Nadie puede negar la tabla de piedra —
encontrada en Roma por un grupo de arqueólogos en 1.764 —que comprueba que
Cirenio efectivamente gobernó a Siria durante dos regímenes, exactamente en la
fecha que dice Lucas que lo hizo. ¡Los romanos tenían los datos del censo del año 4 a.
de J.C. en sus archivos reales! Y todavía para el año 350 E.C. Jesús se encontraba
registrado en ellos bajo su apellido paterno.
¿Aún no está convencido?
Uno de los más famosos historiadores de la antigua Roma fue Tácito. Narrando
la vida del emperador Nerón, Tácito llegó al incidente del incendio de Roma en el año
64 E.C. Se había extendido el rumor de que Nerón había ordenado el incendio de la
ciudad y para desviar de su persona la atención pública, Nerón empezó a buscar a
quién culpar.
¿Quiénes fueron sus víctimas propiciatorias? Escuchemos las palabras de
Tácito. Aquí está la prueba de que Jesucristo no fue ningún mito:
"Pero todos los esfuerzos humanos, todas las dádivas del emperador y la
propiciación a los dioses, no bastaron para disipar la siniestra creencia de que la,
conflagración había sido el resultado de una orden. Por consiguiente, para anular el
reporte, Nerón inculpó e infligió las más exquisitas torturas a una clase de gente
aborrecida por sus abominaciones, llamados cristianos por el pueblo. Cristo de donde
se originó dicho calificativo sufrió la pena extrema {crucifixión} durante el reinado de
Tiberio, a manos de uno de nuestros procuradores Poncio Pilato, y así, una persistente
superstición, frenada por el momento nuevamente se proliferó, no sólo en Judea, el
primer lugar de origen del mal, sino aun en Roma, donde todas las cosas abominables
y odiosas provenientes de todas partes del mundo encuentran su centro y se vuelven!
populares..." (Anales, XV, 44).;1
¡Ahí está la prueba de que Jesucristo existió!
No se trata aquí de un escritor cristiano, sino de un historiador pagano que
odiaba todo lo que tuviera que ver con el cristianismo, Tácito tenía acceso a los
registros oficiales del gobierno. El sabía sin lugar a la menor duda que Cristo había
sido crucificado. Esta evidencia de Tácito sería válida en cualquier tribunal de justicia.
La pretensión de los ateos de que Jesucristo es un invento — un personaje ficticio —
¡es absurda!
Plinius Secundus (Plinio el joven) "fue otro famoso personaje del Siglo que
habla acerca de Jesús. Siendo legado en Bitinia y Ponto, Plinio escribió en el año 112
E.C. al emperador Trajano acerca de los cristianos, quienes le cantaban un himno "a
Cristo como si fuera un dios" (Ep.10,96) Plinio, un hombre de mundo y destacado
oficial del gobierno romano manifiesta su extrañeza de qué un grupo de hombres de
su tiempo rindieran culto a alguien que, según era por todos sabido, había sido un
humano. ¡Sin haber sido esa su intención Plinio condena a los historia al comprobar
una vez más que Jesús efectivamente existió!
Flavio Josefo, el historiador judío del primer siglo, también admite la
historicidad de Jesús y de sus discípulos, como también de Juan el bautista. Llama a
Juan Bautista “] un hombre justo, que predicaba la práctica de la virtud, incitando a
vivir con justicia mutua y con piedad hacia Dios, para así poder recibir el bautismo”
(Antigüedades, Libro XVIII, capítulo v, sección 2). Los historiadores reconocen la
legitimidad del relato de Josefo acerca de la muerte del apóstol Santiago, el "...
hermano de Jesús que se llamó Cristo" (Antigüedades, Libro XX, capítulo ix, sección
1).
En la misma obra de Josefo se encuentra una referencia directa a la
persona de Jesucristo. Y aunque es un poco difícil corroborar su autenticidad, es
decir, como original de Josefo, no obstante, bien vale la pena leer este testimonio de
la antigüedad. Leemos en el Libro XVIII, capítulo iii, sección 3 de las Antigüedades de
Flavio Josefo: "Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado Jesús... que
realizó grandes milagros y fue maestro de aquellos hombres que aceptan con placer
la verdad. Atrajo a muchos judíos y muchos gentiles. Era el Cristo. Delatado por
principales de los judíos, Pilato lo condenó a la crucifixión... Desde entonces hasta
la actualidad existe la agrupación de los cristianos".
Si Jesús no hubiese existido, los judíos no habrían tenido ningún motivo para
rechazarlo.
Si bien los judíos no aprobaban de Jesús,, las circunstancias mismas los
obligaron a tomar nota de Él en sus escritos.
El Talmud.
Jesús a menudo es mencionado en el Talmud de los judíos. El Talmud es un
registro de los debates, doctrinas, historias y tradiciones de los judíos, abarcando el
período desde antes del nacimiento de Cristo hasta los siglos inmediatamente
después. Jesús no es mencionado por nombre, excepto en una o dos ocasiones,
donde se le tacha de idólatra y adorador de murciélagos (Sanh., 107B). Es llamado
"Ese Hombre" o "Hijo de Pandera", "perro muerto", y "el colgado", "el hechicero",
"Balaam", y "Seductor".
Los judíos no negaban los milagros de Jesús. Más bien aquellos que vieron a
Jesús realizar milagros dijeron que había aprendido hechicería en Egipto — lo cual es
sólo otra forma de decir lo consignado en Mateo 12:24: "Mas los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios".
El Talmud contiene el relato de las curaciones milagrosas que efectuó Jesús a favor
de los ciegos, los cojos y los leprosos. También menciona el hecho de que Jesús
caminó sobre el mar. Estos acontecimientos son, pues, hechos comprobados de la
historia — ¡fueron registrados por los enemigos de Jesús!
El Talmud sutilmente llama al evangelio que Jesús predicó un avengil, que
significa "papel en blanco". No querían usar la palabra original evangel, que significa
buenas noticias.
¡He aquí prueba — fuera de las páginas de la Biblia — prueba de que los
milagros de Jesús efectivamente ocurrieron — de que predicó el Evangelio del Reino
— de que tenía hermanos y de que llamó a un grupo de discípulos!
El testimonio de Justino.
Leamos, ahora, el testimonio de un escritor cristiano de más antigüedad — uno
que vivió más cerca de los hechos. Justino Mártir dijo: "Existe hoy un poblado en la
tierra de los judíos, a treinta y cinco estadios de Jerusalén, donde nació Cristo, lo que
se puede constatar también en los expedientes de contribuciones bajo Quirineo
[Cirenio] primer procurador de Judea" (Primera Apología, cap. 34). Justino —
defendiendo a los cristianos de la persecución del gobierno — no podría haber
cometido error más grande que el de recurrir a registros públicos — ¡A MENOS QUE
EFECTIVAMENTE EXISTIESEN ESTOS REGISTROS!
Se le habría investigado de inmediato.
¿Por qué han sido descartadas estas irrefutables pruebas históricas y por qué
no se encuentran en los libros de texto, por qué no se escuchan desde los pulpitos,
por qué no se incluyen en la historia?
El obstáculo más difícil para la historia.
Por fin podemos comprender por qué muchos historiadores ocultan la verdad
acerca de Jesucristo. Los historiadores son humanos. Cristo es divino. A los humanos
— por su propia naturaleza, por su misma esencia — no les agrada lo divino. "Por
cuanto los designios de la carne [las mentes naturales, físicas con que nacemos] SON
enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden" (Ro.
8:7).
Han desaparecido hechos sorprendentes — hechos maravillosos — porque los
historiadores rehusaron aceptar a Dios: "Pues habiendo conocido a Dios, no le
glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus
razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido" (Ro. 1:21). En general, la
mayoría de los historiadores de hoy en día han decidido ignorar estas firmes evidencias porque querían hacer que la Biblia pareciera absurda, rara, religiosa — ¡y
apartada de la historia y de la realidad! Lo que es más, otros críticos están tratando
febrilmente hoy en día de destruir aún la veracidad de la Biblia. ¡Pero, los historiadores
modernos no pueden salvar el obstáculo de la naturaleza humana!
Demos gracias porque hay pruebas abundantes, abrumadoras e innegables de
que Jesucristo en efecto existió. No haya ninguna duda -— ¡Dios va a retornar pronto y
literalmente hará TEMBLAR LOS CIELOS Y LA TIERRA!
(Hageo 2:6) ¡El "Deseado de todas las naciones" vendrá de nuevo! Si desea más
pruebas sobre esta certera profecía, no deje de solicitar su ejemplar gratuito del folleto:
¿Por qué nació usted? y el artículo "Usted puede escapar". Ambos le serán enviados a
vuelta de correo sin ningún costo.
¡Y asegúrese usted de haberse librado de todas sus dudas acerca de su
creador! La historia fuera de la Biblia está allí tan sólo para guiarle a la certeza de que
IDD Chile
la Biblia es inspirada — ¡VITAL PARA SU VIDA MISMA!
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