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Miguel Trápaga
Espiral Sonora
Tarantos, Leo Brouwer; Sonata BWV 1001, J. S. Bach; Tonadilla sur le nom de
Andrés Segovia, Op. 107, No. 5, Mario Castelnuovo-Tedesco; Sonata, Leo
Brouwer; Guajira, Emilio Pujol; Fandango Variado Op. 16, Dionisio
Aguado; Rondeña, Regino Sainz de la Maza. Intérprete: Miguel Trápaga. 20 de mayo
de 2011. Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, Sala Manuel de Falla
Todo tiene un principio, un punto de partida, un botón de inicio o unas primeras líneas que
reflejen cómo empezó todo, cómo fue el comienzo y qué es lo que sucedió hasta alcanzar
el final. Fueron los primeros sonidos deTarantos, rotundos, categóricos, los que pusieron
de manifiesto que el torrente sonoro que nacía contundentemente y brotaba con una
fuerza abrumadora expandiéndose por toda la Sala Manuel de Falla, era sin lugar a dudas,
la guitarra de Miguel Trápaga.
Es así como se iniciaba el fenómeno, un fenómeno sonoro en el cual sabes, conoces con
certeza cuándo comienza, pero desconoces o no sabrías describir o delimitar el punto
exacto en el que verdaderamente, sin saberlo, te encuentras dentro de él. Casi como un
sueño, en el que una extraña fuerza te va adormeciendo poco a poco, pero no eres capaz
de decir cuándo, en qué momento eres víctima de la somnolencia, es el efecto embrujador
que causan los sonidos de Miguel Trápaga. En él, eres consciente de los primeros
sonidos, pero paulatinamente, la música te va envolviendo en una atmósfera que captura
todos tus sentidos hasta perder la consciencia, y es entonces cuando ella, la música, y
sólo la música, habita en ti. Es entonces cuando te encuentras dentro de esa espiral
comenzada en un punto determinado, una espiral sonora que va girando a medida que se
producen los sonidos, que se suceden las obras y que va desarrollándose el concierto. De
esta forma, el fenómeno en el que te encuentras sumergido hace que la música real, se
torne de ensueño.
La continuidad de esta espiral era provocada y nutrida por sonidos que fueron más allá de
la pura belleza de las obras, cuya esencia pertenecían a la trasparente personalidad del
músico. Escuchando así, y pareciendo idílico, repentinos acordes o susurros
momentáneos tan voluminosos como abarrotados de una delicadeza absolutamente
aplastante cuyo timbre, sorpresivo e inesperado, rompía la expectativa del auditorio
tiñéndola de un intenso arrebol. Esto, unido a un sonido caracterizado por una nitidez
aterciopelada, produjo que la inexorable prolongación de la espiral se alzase en una hélice
tridimensional.
Este efecto pudo haber tenido un punto de inflexión en el descanso, pero fue atenuado,
incluso eliminado, haciendo de él un paréntesis que nunca existió, a causa del inicio de la
segunda parte con la Sonata de Leo Brouwer. Compositor que adquiría así un doble
protagonismo, el cual era triplicado con la interpretación que denotaba –una vez más– un
profundo y cercano conocimiento de la obra del autor. De esta manera, surgía un ritmo
interno que desafiaba al tiempo y al espacio conformando el mismo, a través de
contrastes, efectos y ecos que se sucedían y alejaban inevitablemente.
Por último, las posibilidades expresivas de la guitarra fueron exprimidas en la trilogía final
de obras de compositores españoles, cuyo gesto sonoro ofrecía una brillantez y una
luminosidad arropada por una pulsación de gran elegancia musical.
Momentos mágicos que concluían ante una ovación que anunciaba el final y
consecuentemente, el derrumbe de esa espiral que de un modo intermitente, gracias a las
pequeñas píldoras que Miguel Trápaga ofreció fuera de programa, aliviaba los síntomas de
la vuelta al mundo real y alimentaba, por otra parte, la resistencia a hacerlo. Resistencia
que hace recordar lo que en ocasiones es afirmado en este mundo terrenal: una obra
concluye –en cierto sentido– cuando eres capaz de memorizarla, de recordarla, y con una
determinada interpretación quizás suceda de igual modo. Sin embargo, aquello que la
hace finalizar, es lo que la mantiene viva y la hace eterna, por lo que en la mente de todos
los allí presentes: la espiral continúa, la música continúa…
Noelia Frías Hernández
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